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Directora
DIANA DURÁN SMELA
Profesora Asistente
Asesora
ANA MARÍA OTERO CLÉVES
Profesora Asistente
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 1
1. EL PROYECTO LIBERAL RADICAL COLOMBIANO: NUEVOS HOMBRES,
NUEVAS COSTUMBRES .................................................................................................. 10
1.1. FEDERALISMO ......................................................................................................... 12
1.2. LIBRECAMBISMO ..................................................................................................... 16
1.3. UNA NUEVA SOCIEDAD ........................................................................................... 20
1.3.1. Conformación de una sociedad deliberativa: Patriotismo, migración y
educación para la construcción de un sujeto autónomo modelo ................................... 20
1.3.2. Estado laico: Estado y sujetos separados de la injerencia del clero católico .. 29
1.3.3. Libertades públicas: Sujetos libres y autónomos ............................................ 30
2. LA URBANIDAD EN LA POLÍTICA EDUCATIVA LIBERAL RADICAL:
DESTRUCCIÓN DE LA LIBERTAD Y LA AUTONOMÍA, IMPOSIBILIDAD DE LA
MODERNIDAD ................................................................................................................... 34
2.1. LA URBANIDAD NO ES UN ASUNTO DE PARTIDO: LA NO SUPERACIÓN DEL PARADIGMA
CONSERVADOR ................................................................................................................... 38
Para promover la libertad y la autonomía, según los radicales, debía diseñarse una serie de
instituciones políticas, por supuesto. Sin embargo, estas no alcanzarían éxito sin sujetos que
las supieran aprehender e impulsar. Por eso, para lograr tal autonomía y tal libertad en los
colombianos, debía educárseles en los aspectos de la vida política común. Fue por ese
motivo que dichos políticos emprendieron tanto el diseño de instituciones políticas
modernas, como el de un ambicioso proyecto educativo comprendido por varios frentes: La
Universidad Nacional, la Escuela de Artes y Oficios, la misión pedagógica alemana y la
organización de la Instrucción Pública.
1
La libertad y la autonomía implican que el individuo conozca sus propios intereses y tome decisiones por sí
mismo para satisfacerlos. En ese sentido, el individuo mismo podrá decidir qué hacer y cómo actuar. Para
tales efectos se valdrá de su propio entendimiento, sin que los demás coarten o coaccionen su reflexión y la
expresión de su voluntad (Goodwin, 1997, pp. 52-53; 64-68).
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Es necesario reconocer que el concepto de modernidad es difícil de definir. Sin embargo, una posible
aproximación al concepto la dan los mismos radicales. Para ellos, la modernidad implica superar la época de
la Colonia en varios aspectos. Tales aspectos son materia de discusión en el primer capítulo.
La urbanidad no era cualquier materia. A través de ésta los sujetos llegarían a ser
ciudadanos civilizados, aptos para vivir en un mundo moderno. El sujeto criado conforme a
la urbanidad era de mundo, es decir, civilizado, productivo y adaptado a diferentes
circunstancias de exigente trato social. Así, los manuales de urbanidad – que eran enseñados
en las escuelas desde tiempos anteriores al radical – lograrían que de su lectura y práctica
resultara un sujeto que se comportara de determinada forma concebida como correcta desde
el gusto, lo moral y lo político. De ese modo, la urbanidad, acompañada de sus manuales, se
pensó como materia precisa para lograr el objetivo de formar esos buenos ciudadanos.
El desarrollo del objetivo propuesto está atravesado por la constante pregunta por el papel
que cumplió el derecho en el diseño de la propuesta radical de Estado. Los radicales
adoptaron el modelo de absoluta confianza en la ley. De esa manera, el texto legal era el
Por las razones explicadas en el párrafo anterior, el análisis de las disposiciones jurídicas de
la época, desde la Constitución de 1863 hasta leyes y decretos de contenido específico, será
indispensable a lo largo del presente escrito. Entonces, como la urbanidad se preocupaba
por hacer del sujeto un ciudadano, habrá que ver dos cosas: Primero, qué entendían las
disposiciones jurídicas pertinentes por ciudadano; segundo, qué entendían los manuales de
urbanidad al respecto. Una vez hecho este ejercicio podrá hacerse la comparación del caso
con el fin de hallar, justo ahí, los problemas que pueden agudizar el objetivo ya planteado.
3
El documento específico en el que se pueden ver estas concepciones es el Prólogo de Florentino González
para la traducción libre que él hizo de un manual de urbanidad denominado Savoir-vivre. Ver Sección 2.4.
4
Esta condición era diferente a la de elector. Por éste puede entenderse al ciudadano que participaba de las
asambleas electorales encargadas de sufragar por Presidente y Vicepresidente de la República, Senadores del
Departamento y Representantes Diputados de la Provincia (Art. 30, 33 y 34). Para ser elector, además de los
requisitos que se exigían para ser sufragante parroquial, se necesitaba ser dueño de propiedad raíz que
alcanzara un valor libre de quinientos pesos, ya no cien, o gozar de un empleo de trescientos pesos de renta
anual o profesar alguna ciencia o tener grado científico (Art. 21). Los mencionados electores eran, a su vez,
elegidos por los sufragantes parroquiales. Esta dinámica obedecía a la división territorial del país en
Departamentos, provincias, cantones y parroquias (Art. 8).
Como puede ser visto, en resumen, el sujeto modelo que debía vivir en el Estado liberal
radical no acaba de ser definido por la Constitución. A ello se unen los manuales de
urbanidad, los cuales, de 1863 a 1866, siguen haciendo parte de los propósitos del Estado
en materia de educación. Lo anterior cobra relevancia a la hora de escudriñar las
disposiciones jurídicas que hicieron de la urbanidad un elemento constitutivo de los
proyectos educativos diseñados desde el mismo Estado, a partir de una inquietud que se
puede localizar más que todo en el tejido social que en el aparato estatal de poder.
Los anteriores primeros criterios dan lugar a pensar en un liberalismo radical que en medio
de sus ideas progresistas no abandonó una cierta concepción restrictiva de la ciudadanía.
Ello, a pesar de que los radicales, influidos por el utilitarismo de Bentham (entre otros
autores), pensaron en promover un Estado laico más pluralista, si vale el término, que
estuviera contrapuesto a las viejas prácticas de exclusión heredadas de la época colonial
(Quintana Porras, 2006, p. 36). Para plantear el anterior asunto puede tomarse desde la
Constitución hasta otras normas que dejan ver más específicamente el esfuerzo liberal
radical por educar a los colombianos para que se formaran bajo los parámetros que a partir
de lo establecido en los manuales de urbanidad se consideraban clave para llegar a ser un
ciudadano ideal. He ahí una primera dificultad: el concepto de ciudadanía parece
problemático para un proyecto que buscaba – desde la Constitución y desde otras normas
Finalmente, el problema de investigación del cual quiere ocuparse el presente trabajo puede
presentarse por medio del siguiente grupo de preguntas: ¿Existe una contradicción entre las
vanguardistas ideas del liberalismo radical y la implementación de los manuales de
urbanidad en la educación de los sujetos? Si existe esa contradicción ¿puede esta
evidenciarse desde el allá y el entonces experimentados por los liberales radicales del
periodo a analizar? o ¿sólo puede esta advertirse a través de un análisis posterior elaborado
aquí y ahora? Más específicamente, ¿riñen la definición de ciudadano y los derechos
individuales consagrados con la Constitución de 1863 con la implementación y práctica de
los manuales de urbanidad? Por otra parte, ¿hay contradicciones entre las normas jurídicas
que hablan de libertades y consagran una definición de ciudadano menos restrictiva que la
de otras Constituciones con otras disposiciones que ordenan enseñar urbanidad en los
centros de instrucción? ¿Existe una contradicción entre los sujetos educados por medio de
Para efectos de cumplir los objetivos de esta investigación en historia del derecho, el modo
de proceder será el siguiente: En el primer capítulo se hará un examen general del proyecto
político liberal radical durante su periodo de permanencia en el poder. Este examen será
guiado por los conceptos de libertad y autonomía con el fin de ver cómo los radicales
quisieron materializarlos a través del diseño del Estado que ellos propusieron y su
respectiva puesta en funcionamiento. Lo logrado en el primer capítulo se contrastará, en el
segundo, con el contenido concreto de los manuales de urbanidad y con el aparataje político
y jurídico construido para su difusión, durante el periodo seleccionado. Es necesario
advertir que en este segundo capítulo se transcribirán algunas secciones de manuales de
urbanidad, lo cual implica conservar la ortografía, puntuación y expresiones de la época.
Para empezar, hay que decir que el pensamiento radical fue implementado en Colombia tras
la entrada en vigencia de la Constitución de 1863. El radicalismo fue puesto en
funcionamiento en su estado más puro, es decir, no fue mezclado con posturas políticas
diferentes. Ello, por cuanto las discusiones llevadas a cabo en Rionegro – población
antioqueña en la que se discutió y redactó la mencionada Constitución – no se dieron en un
escenario de concertación entre posiciones opuestas. Por tal razón, el radicalismo resultó en
todo un desafío doctrinal opuesto al arraigado pensamiento conservador colombiano. En
términos generales, los radicales se preocuparon por la construcción de un Estado
federalista, libertario, laico y librecambista (Valencia Villa, 2010, pp. 159-165).
Los programas del liberalismo radical, es necesario decirlo de entrada, buscaron superar la
herencia colonial todavía presente en la institucionalidad jurídica y política local, así como
en el pensamiento y forma de ser de los colombianos. Para los radicales, los vestigios de la
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La acción política y jurídica emprendida por los liberales radicales puede verse como la
propuesta de solución a tres grandes grupos de problemas que hacían, para ellos, del
colombiano un Estado atrasado. El primero de ellos da cuenta de la preocupación por
asuntos de orden político. Estos pueden entenderse como concernientes a la organización y
administración del Estado. Para este grupo de cuestiones se instauró como solución el
federalismo. A través de este, se superaría el centralismo heredado de la colonia y, en ese
sentido, se permitiría a las regiones colombianas, agrupadas bajo la figura jurídica y
política de los Estados Soberanos, actuar con autonomía para la atención de sus propias
necesidades. El segundo grupo de preocupaciones gravita alrededor de lo económico. Para
tales efectos, fue implantada una economía de corte liberal que diera lugar a la autonomía
privada propia del librecambismo. Con este se buscaba transformar los medios de
producción imperantes hasta el momento y optar por unos procesos industrializados y por
unas operaciones de constante y libre importación y exportación de bienes. Finalmente,
otras problemáticas tuvieron que ver con aspectos que podrían denominarse político-
culturales. Dentro de estos asuntos están las reformas concernientes a la separación Iglesia-
Estado y a la concepción de Colombia como Estado laico. Igualmente, en este grupo se
puede ubicar el proyecto educativo radical (Jaramillo Uribe, 2002, p. 130 ss). Estos asuntos
de orden político-cultural debían dar lugar a sujetos libres y autónomos.
Con estos tres grandes grupos de soluciones mencionados en el párrafo anterior, los
radicales pensaron que Colombia entraría en la modernidad. Una modernidad política
donde existiesen instituciones de avanzada que impidieran el autoritarismo del jefe del
ejecutivo que estos políticos veían tan presente en la colonia y en los gobiernos de las
primeras tres décadas posteriores a la independencia. Por esa misma razón, en el diseño
constitucional de 1863, el presidente de Colombia ocuparía su cargo solamente por dos
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1.1. FEDERALISMO
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Las ideas de los radicales se nutrieron de la lectura de varios autores de la filosofía política y económica
liberal y republicana francesa e inglesa. Ellos estuvieron al tanto de los textos de Frederic Bastiat, Charles
Fourier, Víctor Hugo, Alphonse de Lamartine, Pierre-Joseph Proudhon, Jean Jacques Rousseau, Jean-Baptiste
Say, Henri de Saint Simon, Jean Charles Leonard Simonde de Sismondi, Alexis de Tocqueville, Antoine-
Luis-Claude Desttut de Tracy, François Marie Arouet Voltaire, Jeremy Bentham, Edward Gibbon, John Stuart
Mill, Adam Smith, Herbert Spencer (Jimeno Santoyo, 2006, pp. 176-180).
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Otras razones para un federalismo tan fuerte como el diseñado en 1863 obedecen más al
conjunto de ideas que profesaban los radicales. Para ellos, el centralismo era sinónimo de
despotismo. Este se contraponía gravemente a la libertad y a la autonomía. Una
administración autónoma conllevaría una gestión eficaz de intereses que eran muy propios
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A esto puede contrastarse el hecho de que la forma federal de Estado fue implementándose de manera
gradual entre 1853 y 1863. La Constitución de 1853 dio un primer paso al establecer, en su Artículo 48, que
las provincias tenían el poder para disponer acerca de su organización, régimen y administración interior.
Estas provincias llegaron a ser treinta y cinco durante el gobierno de Manuel María Mallarino (1855-1857) y
cada una de ellas proclamó su propia Constitución. Tiempo después, en 1855, por medio de Acto de 27 de
febrero fue creado el Estado de Panamá. Luego de esto, fueron expedidas diversas leyes que crearon Estados
Federales. En su orden, la Ley de 11 de junio creó el Estado de Antioquia; la Ley de 13 de mayo de 1857 creó
el Estado de Santander, y la Ley de 15 de junio de 1857 creó los Estados Federales de Cauca, Cundinamarca,
Boyacá, Bolívar y Magdalena. Con estos ocho Estados fue que se promulgó la Constitución de 1858 (Artículo
1). Finalmente, para 1861, el 12 de abril, Tomás Cipriano de Mosquera creó el Estado del Tolima. Con este
último quedarían conformados los nueve Estados Soberanos de la Constitución de 1863 (Aguilera Peña, 1994).
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Liberales, tales como Salvador Camacho Roldán, se percataron tiempo después que por luchar tan fuertemente
contra sus opositores políticos, además liberales – tales como el mismo Mosquera – y también conservadores,
terminaron debilitando los poderes institucionales sin haber previsto las graves consecuencias que ello traería
para la consolidación del radicalismo en el poder y para Colombia como tal (Jimeno Santoyo, 2006, p. 171). Se
suponía que todas estas nuevas medidas iban a contribuir a que no se presentaran abusos de poder en ninguno de
los estamentos del Estado. Por esa razón, las distintas instituciones fueron creadas para que, desde su interior, no
dieran oportunidad de ser utilizadas de manera arbitraria por quienes las tuviesen a cargo.
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En el periódico La opinión, dirigido por Salvador Camacho Roldán y por José María Samper (quien en ese
tiempo era liberal radical, antes del giro que dio a sus ideas entre 1876 y 1881 (Sierra Mejía, 2006)), fundado
para contribuir al debate público durante la Convención de Rionegro, se dijo que uno de los más importantes
frentes de discusión durante la Convención era el fomento de un gobierno pluralista, el cual debía entenderse
como el debilitamiento de la figura del presidente de la República (Jimeno Santoyo, 2006, p. 182; 185).
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El radicalismo colombiano se caracterizaba por pensar que las instituciones jurídicas debían
gravitar alrededor de los derechos consagrados en el Artículo 15 de la Constitución de
1863. El federalismo, en ese sentido, también debía girar en torno a la libertad y a la
autonomía. De hecho, la inclusión de un catálogo de libertades públicas es una gran
concreción del liberalismo moderno y es una nueva concepción del derecho. Estos
postulados fueron propagados desde las aulas de clase. Como claro ejemplo, Florentino
González10 – quien además fue uno de los lectores de Tocqueville de los que se habló en el
párrafo anterior – enseñaba desde su cátedra en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario que el federalismo era la forma adecuada de división política y administrativa del
Estado y que, por tanto, a partir de este, se aseguraría la paz y el progreso11. De ese modo,
9
Cabe aclarar que Tocqueville, en el texto mencionado, fue crítico de lo que llamó tiranía de las mayorías.
10
José Nazario Florentino González Vargas (Cincelada (Santander), 1805 – Buenos Aires (Argentina), 2 de
enero de 1874) fue uno de los políticos liberales radicales más celebres por sus ideas económicas y
administrativas. Desde muy joven se interesó por la política. Es recordada su participación en la llamada
conspiración septembrina, dirigida contra Simón Bolívar. Uno de los cargos en los que mejor se desempeñó
fue en el de Secretario de Hacienda, durante el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-1849). Como
sus compañeros radicales, González se destacó no sólo en la política, sino también en el periodismo, en la
enseñanza y en el ejercicio profesional y académico del derecho en calidad de autor (Alonso Pinzón, 2009).
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Esta opinión también era compartida por Salvador Camacho Roldán. Él señaló, en su texto sobre la
Convención de Rionegro, que para los delegados, la federación, por su misma naturaleza, dificultaría los
abusos de poder, lo cual contribuiría a la paz. Además, dicha forma de Estado anularía de manera pacífica los
14
Según Florentino González era necesario establecer principios científicos para el manejo
del Estado. Estas ideas de raigambre francesa, fueron enseñadas por González en su
cátedra, la cual, precisamente se llamaba Ciencia Administrativa. En ella, el político en
mención estudió el clásico texto de Charles-Jean Bonnin llamado Principes
d’Administration Publique. Sin embargo, tal texto no se compadecía con las ideas que él
propugnaba a favor de un Estado federal no interventor, las cuales plasmó en su propia
obra, publicada en 1840, Elementos de Ciencia Administrativa, la cual no fue vista por el
mismo autor sólo como un trabajo con objetivos pedagógicos, sino también como un texto
que pudiera influir en la realidad política de su tiempo. Por último, vale decir que la cátedra
fue aprovechada por González para expresar sus opiniones a favor del republicanismo y
para combatir a los políticos centralistas a través de fuertes defensas de los derechos de las
regiones colombianas (Quinche Ramírez, 2006, pp. 383-388; 396-398).
En resumen, la forma federal de Estado fue tenida durante el liberalismo radical como la
solución a los problemas de organización política y administrativa de la Colombia de
entonces. Con el federalismo se combatiría una de las herencias más nefastas de la colonia:
los gobiernos centrales. Estos eran concebidos por los radicales como arbitrarios. Muestra
de la supervivencia del centralismo era que el Estado se gobernaba autoritariamente desde
la capital, lo cual impedía que los políticos de las regiones pudieran tomar decisiones que
los beneficiaran de forma directa. Esto era un claro obstáculo para el desarrollo de tales
regiones. Es por ello que los políticos radicales pensaron en Estados Soberanos que
pudieran atender libre y autónomamente sus propias necesidades. A esta libertad política,
necesariamente debe unirse una libertad económica que contribuyera al propósito de
conducir a esas regiones y al Estado entero por los caminos del progreso.
conflictos, de manera tal que cualquier guerra civil sería imposible. En otras palabras, los radicales
convocados a la Convención de Rionegro sostenían que el federalismo iba a hacer desaparecer el uso de la
violencia, el cual ya era muy frecuente en la Colombia de entonces por las varias guerras civiles que habían
ocurrido hasta ese año (Jimeno Santoyo, 2006, p. 186).
15
Una nueva postura económica en la política colombiana no hunde sus raíces simplemente
en visiones diferentes de la economía. Esto también parece surgir de acuerdo a la
proveniencia social de aquellos que adoptan esas nuevas visiones. Un número importante
de políticos radicales fueron hijos, y ellos mismos lo fueron, de comerciantes y artesanos
con ideas individualistas que pedían la liberalización de la economía12. Por otro lado,
muchos radicales provenían de regiones como Santander, Cundinamarca, Boyacá y Tolima.
Varios de ellos no nacieron de familias tradicionales que decían descender de los
colonizadores españoles, sino de familias provenientes de las regiones13. Por estas razones
pensaban con mayor facilidad que el Estado no podía ser el obstáculo para la iniciativa
privada, sino que, antes bien, la libertad absoluta era la solución para los problemas
económicos (Jimeno Santoyo, 2006, pp. 172-175).
12
Ésta realidad también fue relevante para lo que se discute en la sección 1.3.1. del presente capítulo.
13
Como puede notarse, los términos que se utilizan no son tajantes. En realidad, también había conservadores
que compartían los mismos orígenes geográficos, económicos, sociales, culturales de algunos de los radicales.
Así mismo, no todos los liberales tenían la misma proveniencia. Honestamente, “la alineación partidaria en el
siglo XIX colombiano fue un fenómeno complejo, imposible de explicar mediante el simple esquema del
conflicto de competitividad socioeconómica o entre intereses regionales. Tales esquemas adquieren cierta
validez ya que un partido poseía mayor fuerza que el otro en ciertos grupos socioeconómicos y en
determinadas regiones pero carecen de aplicabilidad universal” (Delpar, 1994, p. 33).
16
Las reformas económicas propiamente de la época radical giraron en torno a dos puntos: la
tributación y la tenencia de la tierra. En lo que concierne a este último punto, los radicales
se concentraron, sobre todo, en lo que tenía que ver con los baldíos (desamortización de
bienes de manos muertas). Con la solución de estos problemas, pensaban ellos que se podía
empezar a dar lugar a una libertad económica. Como se ha insistido, el radicalismo
colombiano quería romper con la herencia colonial. Esta se destacó por la existencia de
fuertes atribuciones económicas en cabeza del gobierno y con la ausencia de instancias de
diálogo con el poder. A ello se aunaba la propiedad de extensas porciones de tierra sin
utilizar en cabeza de unos pocos, dentro de los cuales sobresalía la Iglesia. Ese modelo tan
restringido no permitía, para tales políticos, la conformación de un sistema basado en la
acumulación autónoma y privada de capital.
Las autoridades de los Estados Soberanos liquidaron poco a poco la estructura tributaria de
la época de la colonia hasta tal punto que los colombianos quedaron con cargas de
impuestos más bien leves14. En tal sentido, una primera situación crítica, que es el ejemplo
por excelencia de lo que se está diciendo, se dio cuando los gravámenes al tabaco
empezaron a ser abolidos paulatinamente; pero no reemplazados por otra contribución. Para
atender el desmonte de los impuestos coloniales y el nuevo fin de establecer nuevos
14
Estas reformas ya habían sido propuestas por Florentino González. En el Informe de 1847 del Secretario de
Hacienda del Gobierno de la Nueva Granada a las Cámaras Legislativas, González señala que “[e]l derecho
de importación moderado […] y el medio sencillo que en ella se adopta para calcular este derecho sobre los
efectos de un consumo más general, son […] el remedio eficaz que puede aplicarse a los males de que las
leyes vigentes sobre el comercio de importación han sido causa” (González, [1847] 1984, p. 42).
17
Mientras las reformas tomaban vuelo, el estanco del tabaco se mantuvo. Pero como se señaló,
uno de los objetivos de los gobiernos radicales era abolirlo. Para Florentino González, el
estanco afectaba la producción de tabaco y limitaba el área sembrada. Entonces, con su
abolición se aumentaría la exportación del producto, lo que llevaría a que el gobierno
recuperara el ingreso perdido por razón de la moderación del arancel a las importaciones. Si
bien en la práctica se produjo un déficit fiscal, es de reconocer que la medida trajo consigo una
mayor y mejor producción de tabaco a lo que se unió el novedoso transporte de la hoja por el
río Magdalena en embarcaciones a vapor (Kalmanovitz Krauter, 2006, pp. 91-92; 94-98).
Otros impuestos que se veían con malos ojos en la época eran al del trabajo personal
subsidiario; al diezmo; a los monopolios como la sal, los aguardientes, los guarapos, la
pólvora y los naipes, y a la producción minera (Kalmanovitz Krauter, 2006, pp. 94-96; 100-
101). Éste último fue reducido poco a poco con el fin de incentivar nuevas inversiones y
15
Salvador Camacho Roldán (Nunchía (Casanare), 1 de enero de 1827 – Hacienda El Ocaso, Zipacón
(Cundinamarca), 19 de julio de 1900) también se destacó por su pensamiento económico y administrativo, al
igual que los demás radicales. Tiene el perfil parecido de hombre dedicado al derecho, a los asuntos
económicos y a la escritura de artículos periodísticos. Uno de los aspectos más personales de Camacho es su
interés por los estudios sociales (Cataño, 2000).
18
Manuel Murillo Toro16, por su parte, no se consideraba un partidario a ultranza del dejar
hacer. En ese sentido, él no estaba de acuerdo con los postulados del economista francés
Jean-Baptiste Say, autor muy leído en la época junto a Adam Smith y John Mill17. Para Say
era inconveniente cualquier intervención del Estado en materia de regulación o de afección
del derecho de propiedad de los participantes en los mercados. En contraste, para Murillo
era más importante que el Estado asegurara la existencia de escenarios democráticos en el
ámbito económico18. Por ejemplo, era necesaria la repartición de los baldíos de una manera
justa, es decir, de forma que no los adquirieran los amigos del gobierno. Otro ejemplo lo
constituían sus quejas alrededor de la abolición del estanco del tabaco, la cual había llevado
a que apenas dos o tres firmas hubieran impedido el negocio directo entre los cosechadores
y los agentes en el sentido de no permitir que el precio de la hoja fuese el que el libre
mercado fijara, sino uno bastante bajo (Kalmanovitz Krauter, 2006, pp. 96-101).
16
Manuel Murillo Toro (Chaparral (Tolima), 1 de enero de 1816 – Bogotá, 26 de diciembre de 1880) fue uno
de los políticos liberales más importantes. Durante esta sección se le verá muy cercano a los artesanos y a sus
nuevas ideas económicas. Fue presidente de Colombia de 1864 a 1866 y de 1872 a 1874.
17
Adam Smith, en un principio, fue conocido a través de los trabajos de Say. Mill, por su parte, fue empezado
a leer en la década de los años setenta de siglo XIX (Jimeno Santoyo, 2006).
18
Ésta era una clara señal de republicanismo político en Murillo, tal y como se verá en la sección 1.3. del
presente capítulo.
19
Los rasgos del pensamiento liberal radical que son preponderantes a la hora de discutir
sobre aquellos aspectos que al principio de este capítulo se denominaron político-culturales,
tienen que ver con lo siguiente: “la preponderancia de la razón sobre la fuerza, el papel del
uso público de la razón en la formación de una ciudadanía deliberativa19; la separación de
la Iglesia y del Estado; la defensa de la soberanía del sujeto frente a la intromisión del
poder eclesiástico […]; el reconocimiento de los derechos individuales sin privilegios para
ningún sector de la sociedad” (González Puccetti, 2006, p. 39).
Un primer aspecto que puede examinarse es el papel de lo que se podría denominar uso
público de la razón en la formación de una ciudadanía deliberativa. De acuerdo a Roberto
Gargarella, en su texto Los fundamentos legales de la desigualdad, el radicalismo en
general20 se destaca por su confianza irrestricta en las mayorías. Conforme a ello, la
19
Vale la pena aclarar que el concepto de democracia deliberativa es expuesto, más bien, en la filosofía
política y jurídica contemporánea, por parte de Jürgen Habermas (1929), sobre todo en su libro Facticidad y
Validez (1992). Sin embargo, este concepto puede traerse para efectos del presente trabajo con el fin de dar a
entender la preocupación por una sociedad que participara activamente de la toma de decisiones políticas en
términos de autogobierno, el cual, necesariamente implica sujetos reflexivos que se inmiscuyan en debates
políticos sobre diversos asuntos de interés general. Ésta idea se compadece perfectamente con el pensamiento
republicano propio del liberalismo radical.
20
El método de Gargarella parte por exponer nociones del radicalismo concebido en términos generales para
luego hacer descender dichas definiciones características a ejemplos concretos de éste, sea el ocurrido en los
Estados Unidos, el cual es el ejemplo por antonomasia, sea el ocurrido en Latinoamérica. El radicalismo de
los Estados Unidos es proveniente de la tradición inglesa, lo cual se acompasa más con esas nociones básicas
a las que el autor quiere referirse en los primeros momentos de sus análisis específicos del radicalismo. Por su
20
21
21
Es de aclarar que los pasos de la argumentación de Gargarella, que se han seguido hasta el momento,
corresponden a las secciones “Radicalismo y autogobierno” y “Radicalismo y moral privada” del capítulo “El
constitucionalismo radical”. Sin embargo, es necesario reconocer que el liberalismo radical colombiano sí
sirve de ejemplo al autor en ocho ocasiones dentro del mencionado capítulo. En concreto el radicalismo
colombiano aparece en el texto del jurista argentino para ejemplificar asuntos atinentes a la libertad de
iniciativa económica y presencia de un Estado que prevenga abusos económicos, pérdida de poder del
ejecutivo, lucha contra el poder de la Iglesia, control de constitucionalidad en que de todas maneras prevalece
el órgano legislativo, federalismo, influencia de la Iglesia y de los hacendados sobre los votantes ante la
disminución de requisitos para ejercer el voto, lucha contra una dinámica partidista que aumenta la
desigualdad y partidos políticos que hacen coaliciones con mucha facilidad.
22
En el aparte 1.1 del presente capítulo puede verse que para los radicales colombianos el federalismo daría
lugar al establecimiento de intereses propios de cada Estado Soberano que eran comunes a todos los
habitantes. Ello redundaría en una participación democrática más activa en los asuntos que realmente
afectaban a la comunidad. Todo esto resulta acorde con lo que dice Gargarella en términos más generales.
22
En 1871, el gobierno retomó los viejos proyectos de inmigración formulados durante los
años cuarenta del siglo XIX. Uno de ellos fue el contemplado por Manuel Ancízar
Basterra24. Para los radicales era importante que con la inmigración viniera la
modernización de la mano de europeos competentes. Para preparar el camino a una política
exitosa de inmigración, en 1870 fueron abiertas carreteras y fue mejorada la navegación en
la región de la Guajira y de la Sierra Nevada. Por otra parte, las misiones diplomáticas
alojadas en diferentes Estados europeos fueron encargadas de averiguar por las razones del
fracaso de proyectos anteriores en matera de inmigración y por la situación del sector
agrícola de la época. Así mismo, estas misiones fueron encargadas de promover la
inmigración a Colombia. Todos estos objetivos y estrategias pueden verse claramente en la
detallada Ley de 9 de junio de 1871, autoría de Salvador Camacho Roldán, y en las
vigorosas acciones políticas que se realizaron de ahí en adelante para materializarla. Con
esta breve descripción también quiere indicarse que el proyecto fue propuesto y dirigido
desde el gobierno de la Unión y no desde los Estados Soberanos.
23
Esta apreciación se puede ubicar exactamente en la Memoria del secretario de lo Interior i Relaciones
esteriores al Congreso nacional de 1872 de Felipe Zapata (p. XXXVIII). La misma referencia aparece en otro
texto de Fréderic Martínez denominado En busca del Estado importado: De los radicales a la regeneración
(1867-1889) (Anuario colombiano de Historia Social y de la Cultura No. 23, 1996).
24
Hacienda El Tintal, Fontibón (Cundinamarca), 25 de diciembre de 1812 – Bogotá, 21 de mayo de 1882. Su
proyecto inmigratorio lo presentó cuando era Secretario de lo Interior y Relaciones Exteriores de Tomás
Cipriano de Mosquera (1845-1849), uno de los múltiples cargos que ocupó como persona dedicada a labores
políticas, educativas y periodísticas.
23
Lamentablemente para los radicales, las inmigraciones que hubo en esa época fracasaron.
Lo anterior por varias grandes razones. La primera de ellas fue la inseguridad. Por ejemplo,
en Santander, las inmigraciones alemanas salieron mal por los constantes conflictos de
orden público. La segunda razón, fue el clima y las enfermedades. A la Sierra Nevada de
Santa Marta, como ejemplo, llegó la familia Gauguet, la cual sucumbió ante el inhóspito
clima y las endemias propias de la región (Martínez F. , 2002, pp. 395-399). Una tercera
razón para que no prosperara la política migratoria de esa época tiene que ver con la falta
de una actividad económica suficientemente estable e importante como para necesitar y
atraer mano de obra importada. La incipiente agricultura colombiana daba apenas para que
se empleasen personas de los mismos territorios donde se hallaban los cultivos. A ello se
unió, cuarto, que Colombia no era muy conocida en Europa; quinto, que las mejores tierras
ya estaban ocupadas25; sexto, los altos costos para la instalación de los inmigrantes, y,
séptimo, la existencia de opciones de inmigración más prometedoras y mejor estructuradas
como eran las ofrecidas por los Estados Unidos y la Argentina (Martínez F. , 1997).
24
Una buena educación, pensaban los radicales, era la condición de posibilidad para la
conquista de muchos logros en el nuevo Estado en construcción. La educación permitiría
que prosperasen políticas como la inmigratoria27, podría reducir tensiones sociales y daría
lugar al establecimiento de la unidad nacional28. Al respecto, pueden señalarse dos grandes
proyectos: La creación de la Universidad Nacional y la Escuela de Artes y Oficios y la
misión pedagógica traída desde Alemania.
La Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia quedó conformada por seis
Escuelas: Literatura y Filosofía y Jurisprudencia; Ingenieros; Ciencias Naturales; Artes y
Oficios; Medicina, y Oficina del rector, secretario y tesorero (Sánchez Botero, 2006, p. 356).
A estas fueron adscritos la Biblioteca Nacional, el Observatorio Astronómico, el Museo, el
Laboratorio químico y los Hospitales de Caridad y Militar. La idea era formar personas con
26
Posteriores políticas de inmigración, ya implementadas por los políticos de la Regeneración, giraron
alrededor de traer a Colombia comunidades religiosas europeas – especialmente italianas, francesas y
españolas – para que se encargasen de la educación y de la difusión del catolicismo (Martínez F. , 2002).
27
Así lo veía, por ejemplo, Rafael Núñez en sus tiempos de militancia en el partido liberal y de diplomático
en Liverpool (Martínez F. , 2002, p. 404).
28
Esa era la opinión que expresó Felipe Zapata en su informe de 1871 al Congreso cuando era Secretario de
lo Interior y Relaciones Exteriores (Martínez F. , 2002, p. 404).
25
29
Honda (Tolima), 31 de marzo de 1828 – Anapoima (Cundinamarca), 22 de julio de 1888. En un principio,
este político fue un ferviente partidario de las ideas liberales radicales. Sin embargo, los acontecimientos que
empañaron la materialización de las distintas políticas de los radicales, la lectura de distintos textos filosóficos
y políticos y las conclusiones obtenidas de diversos viajes a varios Estados decepcionaron a Samper de sus
antiguas ideas liberales. Él, para 1880, ya se había aliado con Rafael Núñez y tiempo después terminó como
militante en el partido conservador hasta su muerte (Sierra Mejía, 2006).
26
Los artesanos, debe decirse, cobraron especial importancia en la época del liberalismo
radical en Colombia. Muchos artesanos se agruparon en torno a las ideas provenientes de la
revolución francesa de 1848 y a la lectura de autores como Víctor Hugo, Alphonse de
Lamartine, Louis Blanc y George Sand. Así, para los años cincuenta del siglo XIX las
asociaciones de artesanos ya eran cerca de un centenar y, además, constituían buen
contraste político frente al autoritarismo de Tomás Cipriano de Mosquera. Cabe anotar que
para aquella época los artesanos compartían ideas en torno al proteccionismo económico.
Estas ideas fueron traicionadas por José Hilario López, quien, como se vio en la sección
dedicada al librecambismo, dio lugar a la implementación de ideas económicas contrarias a
las propias del sector político que le dio apoyo: los artesanos. Políticos como Manuel
Murillo Toro también estuvieron aliados a los movimientos de artesanos con el fin de
defender el sufragio universal y la reforma agraria (Gargarella, 2005, pp. 78-80).
Una primera iniciativa de organizar la educación tuvo lugar en 1868 por medio de una ley que
no tuvo éxito por la oposición que le hicieron los Estados Soberanos y por limitaciones de
orden presupuestal. Luego, en julio de 1870, fue expedida una ley general de educación que fue
reglamentada por el decreto orgánico de 1 de noviembre de 1870. Esto ocurrió bajo el gobierno
del presidente Eustorgio Salgar Moreno (1870-1872). Por medio de estos instrumentos
normativos se creó una Dirección de Instrucción Pública adscrita al Secretario del Interior.
Igualmente, se adoptaron métodos pedagógicos, se ordenó la enseñanza de ciertas materias,
entre ellas urbanidad, y se organizó la administración e inspección de las escuelas.
30
Tal idea es expuesta por Ancízar en su Informe de 1870 al Congreso en su calidad de Secretario de lo
Interior y de Relaciones Exteriores. Ver Sección 1.2 del presente capítulo.
31
Ello es expuesto por Antonio Vargas Vega en su Informe de 1869 al Congreso en calidad de Secretario de
lo Interior y de Relaciones Exteriores.
27
Sobre la misión pedagógica alemana, debe decirse que esta comenzó con la solicitud de
información que envió el gobierno a las misiones diplomáticas colombianas en el
extranjero, sobre los sistemas educativos del Estado en el que estas estuviesen alojadas. El
primer resultado de dichas investigaciones fue la recomendación del sistema pedagógico
alemán. Por tal razón, Eustacio Santamaría fue enviado a Berlín con el fin de que
comprobase la superioridad de la educación alemana y, dado el caso, consiguiera
pedagogos que fuesen a Colombia. En 1872, tiempo después de su instalación en Berlín,
Santamaría contrató al pedagogo Albert Blume con el objeto de que se quedara en Bogotá y
fundara y dirigiera una escuela normal y otra elemental. Posteriormente, fueron contratados
otros ocho pedagogos. En total, serían nueve, uno para cada Estado Soberano. Esto terminó
con una mirada de desconfianza por parte de las autoridades de los Estados Soberanos. Ello,
32
Como ejemplo curioso del experimento federal radical está el caso antioqueño. Allí predominaban los
conservadores y por ello se salvaguardó a la Iglesia de toda restricción liberal. En pocas palabras, en
Antioquia se dio un federalismo total en la relación con el gobierno de la Unión; pero internamente se dio un
centralismo muy fuerte. De ese modo, Antioquia quedó aislada, en muchos aspectos, del poder central, razón
por la cual siguió sus propios caminos y tomó sus propias decisiones, acorazada por el mismo federalismo que
tanto le disgustaba a sus políticos locales. Esto se ve reflejado en que el presidente del Estado Soberano de
Antioquia – por demás, elegido varias veces en cabeza de Pedro Justo Berrío – tuviera preponderancia política
total en detrimento de la Asamblea Legislativa. Igualmente, en que en la Constitución de Antioquia se invocara
el nombre de Dios. Además, en el mencionado Estado se prohibieron los impuestos directos y progresivos y se
siguió un sistema de educación netamente católico (Kalmanovitz Krauter, 2006, pp. 110-111).
28
1.3.2. Estado laico: Estado y sujetos separados de la injerencia del clero católico
Así como sucedió con algunos de los aspectos más característicos del liberalismo radical,
como eran el federalismo y el librecambismo, las discusiones sobre el Estado laico no eran
para nada nuevas en la política colombiana de 1863 y sus años siguientes. En tiempos del
gobierno de José Hilario López (1849-1853), Florentino González y Salvador Camacho
Roldán se despacharon en críticas contra los jesuitas, expulsados durante ese gobierno, a
quienes atacaban por sus decididas intervenciones en política, lo cual, para ellos, estaba
lejos de ser propiamente un comportamiento cristiano. A la expulsión de los jesuitas se
sumó la extinción de censos, la eliminación del fuero eclesiástico y de la autonomía de la
Iglesia en materia de ciertos nombramientos. Por otro lado, en la Constitución de 1853 se
declaró la libertad de cultos y, como consecuencia, se expidió la ley de separación Iglesia-
29
Falta por ver lo relacionado con el reconocimiento de los derechos individuales sin
privilegios para ningún sector de la sociedad. Puede contextualizarse el asunto a través de
cuatro primeros aspectos. Primeramente, debe decirse que sin libertades públicas los
proyectos de modernización no tendrían resultado comoquiera que los sujetos no podrían
percibir los beneficios que estos podrían asegurar ni podrían impulsar sus propios
proyectos. Segundo, para los radicales era absolutamente claro que si sus ideas se tomaban
en serio, su materialización debía partir de la consagración y el aseguramiento de los
derechos y libertades individuales. Tercero, como se ha dicho, el radicalismo consideraba
inaplazable reducir el Estado y limitar su reiterado proceder arbitrario. Por supuesto, un
grupo de esos límites del Estado consistían en impedimentos concretos que no le
permitieran invadir la órbita privada de sus asociados. Cuarto, las libertades implican que
30
33
José Ezequiel Rojas Ramírez (Miraflores (Boyacá), 13 de septiembre de 1803 – Bogotá, 21 de agosto de
1873) fue el fundador del Partido Liberal Colombiano. El 16 de julio de 1848, Rojas publicó en el periódico
El aviso un extenso artículo denominado La razón de mi voto. Este contiene los puntos principales del
conjunto de ideas liberales.
31
34
José Bonifacio Aquileo Elías Parra Gómez (Barichara (Santander), 12 de mayo de 1825 – Pacho
(Cundinamarca), 4 de diciembre de 1900) fue un político liberal radical que ocupó la Presidencia de la
República entre 1876 y 1878.
32
33
En el capítulo anterior se quiso hacer un recorrido por las que se denominaron las tres
grandes preocupaciones del liberalismo radical colombiano. Estas tres preocupaciones, que
se convirtieron en tres grandes proyectos, si se quiere ver de ese modo, están íntimamente
relacionadas entre sí. La mencionada relación puede expresarse en términos de libertad y
autonomía. Los radicales, en ese orden de ideas, querían hacer de Colombia un Estado
moderno compuesto por instituciones jurídicas y políticas modernas, una economía
moderna y unos sujetos modernos. Modernidad implica, de acuerdo a los autores35 de la
filosofía política en los cuales los radicales se inspiraron, libertad y autonomía, entre otras
cuestiones. Todo rasgo antagónico a estas dos ideas era considerado como propio de la vida
política de la época de la colonia. Eso debía superarse necesariamente si se quería pensar en
un Estado nuevo, independiente y progresista.
Sin lugar a dudas, las reformas que los radicales emprendieron a partir de la misma
Constitución de 1863 contribuyeron a darle forma a ese nuevo Estado libre y autónomo en
el que ellos pensaban. Dentro de tales reformas, para efectos del presente trabajo, sobresale
la educativa. Los políticos en mención emprendieron todo un proyecto encaminado a
estructurar una educación distinta para los colombianos: formadora de sujetos laicos, libres,
autónomos, críticos, participativos en la vida pública del Estado, escépticos, apegados a la
ciencia. A partir de los esfuerzos del radicalismo, puede pensarse que sus miembros tenían
una gran confianza en la educación como escenario para afianzar sus ideas. “La fe en la
educación como la vía más apropiada para conquistar la civilización que entonces se
perseguía tan afanosamente, quizá no se tuvo nunca ni se ha vuelto a tener en la historia
nacional como en aquel momento” (Jaramillo Uribe, 1989, p. 227).
35
Ver nota de pie de página No. 5.
34
Una de las materias que hacía parte del plan de estudios de la época era la Urbanidad36.
Esta puede considerarse, para efectos de este trabajo, como un conjunto de normas
compiladas en textos denominados generalmente manuales de urbanidad – insertadas y
dispersadas en el tejido social a través de diversas prácticas de difusión, enseñanza,
aprendizaje y aplicación que tienen lugar en variados espacios, tales como la escuela y la
familia – dirigidas a crear un comportamiento específico en los sujetos en términos de
modales. Tal asignatura fue dictada, durante el rango de años bajo examen, al parecer, sólo
en la Instrucción Pública Primaria en lo que se refiere a las instituciones educativas.
36
“La urbanidad, propiamente dicha, es la manera de conducirnos en la sociedad, para hacernos agradables a
todos, conservando la mejor armonía en el ejercicio de las virtudes sociales. La palabra urbanidad es la
españolizacion de otra palabra latina (urbanitas), derivada de urbs (ciudad), i se contrapone a la de rusticidad
(rusticitas), derivada de rústicus (rústico, campesino, agreste, inculto, grosero, tosco); porque entre los
romanos el hombre de la ciudad, o urbano, era el de pulidas maneras i buen tono, miéntras acontecia todo lo
contrario con el campesino o rústico. Por una etimolojía semejante a la de la palabra urbanidad, esta se
denomina igualmente civilidad, de cívitas (ciudad tambien)” (Cursivas dentro del texto) (Arroyo, 1864, p.
203). Por otro lado, de acuerdo a la Urbanidad de Carreño (pp. 31-31): “Llámase urbanidad el conjunto de
reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia á nuestras acciones y palabras,
y para manifestar á los demás la benevolencia, atención y respeto que le son debidos […]. La urbanidad es
una emanación de los deberemos morales, y como tal, su prescripciones tienden todas á la conservación del
órden y de la buena armonía que deben reinar entre los hombres, y á estrechar los lazos que los unen, por
medio de impresiones agradables que produzcan los unos sobre los otros […]. [L]o que especialmente se
llama buenas maneras ó buenos modales […] no es otra cosa que la decencia, moderación y oportunidad en
nuestras acciones y palabras, y aquella delicadeza y gallardía que aparecen en todos nuestros movimientos
exteriores, revelando la suavidad y las costumbres y la cultura del entendimiento”.
35
37
Guasca (Cundinamarca), 18 de octubre de 1805 – Medellín (Antioquia), 11 de enero de 1885. Ospina fue
presidente de Colombia de 1857 a 1861; pero, como puede notarse, las reformas educativas que impulsó
fueron propuestas por él desde su cargo de Ministro del Interior del Presidente Pedro Alcántara Herrán.
38
Art. 20. Los medios de que deben valerse los Directores de las escuelas para dirijir i gobernar a los
alumnos, para mantener viva su aplicación, estimularlos a aprender i practicas las lecciones de moral i
urbanidad que reviven, serán: […].
39
Art. 25. La instrucción en las escuelas primarias elementales abrazará precisamente la instrucción moral i
relijiosa, la urbanidad, la lectura, la escritura, los principios de la gramática i de la ortografía de la lengua
castellana, los principios de la aritmética, el conocimiento de las bases fundamentales del Gobierno de la
República, las atribuciones i deberes de los empleados i funcionarios parroquiales.
36
40
Art. 77. El exámen de moral, relijion, urbanidad, bases fundamentales del Gobierno de la República, i
atribuciones i deberes de los empleados parroquiales, se hará por los programas i catecismos que deben servir
para la enseñanza de estas materias; pero haciendo siempre que el niño esplane con ejemplos el principio o
regla que espone, i que aplique a los caso que se le presenten la doctrina aprendida.
41
Art. 245. La enseñanza en las escuelas elementales de niñas comprenderá precisamente la instrucción moral
i relijiosa, la urbanidad, la lectura, la escritura, los principios de la gramática i de la ortografía de la lengua
castellana, los principios de la aritmética, la costura i las labores propias de este sexo, i principios i reglas de
economía doméstica.
42
Art. 316. La enseñanza que en las escuelas normales debe darse comprenderá lo siguiente: la instrucción
moral i relijiosa, la urbanidad, la corrección i propiedad en la lectura, la elegancia i gusto en la escritura, la
gramática i la ortografía de la lengua castellana, la aritmética comercial, la teneduría de libros, [...]
43
Art. 328. Las materias de enseñanza asignadas a las escuelas normales se dividen en dos cursos de seis
meses escolares cada uno, que serán de 1 de marzo a 12 de agosto, i de 1 de setiembre a 12 de febrero.
Corresponden al 1 la instrucción relijiosa i moral, la urbanidad, la gramática, la aritmética i los principios de
geometría; […]
44
Art. 329. Durante el primer curso se darán por la mañana lecciones de aritmética i geometría, i por la tarde
gramática, moral, relijion, i urbanidad. […]
37
PARADIGMA CONSERVADOR
45
Bogotá, 6 de agosto de 1827 – Bogotá, 19 de septiembre de 1908. Fue presidente de Colombia de 1900 a
1904. Durante la época que interesa a la presente investigación, Marroquín estaba dedicado a sus labores
docentes, dentro de las cuales escribió el manual de urbanidad que se está mencionando.
46
Tunja, 10 de julio de 1814 – Bogotá, 14 de febrero de 1892. Ortiz no sólo se dedicó a labores políticas, sino
también a labores educativas, periodísticas y literarias. Estas últimas, dentro del romanticismo colombiano.
47
Ciudad de Panamá, 14 de mayo de 1804 – Bogotá, 11 de mayo de 1875.
48
Tiribita (Cundinamarca), 28 de julio de 1801 – Bogotá, 21 de noviembre de 1853. El manual de Cuervo fue
escrito inicialmente para el uso en el colegio que él fundó; pero él mismo cuenta en el prólogo de su texto de
la amplia difusión que éste tuvo después.
38
Parte del asunto de la urbanidad tiene que ver con la influencia europea en Colombia. En
realidad, miembros de uno y otro partido miraban hacia Europa. Por supuesto, debe
49
En aras de la honestidad académica, es importante señalar que una versión similar del presente párrafo
aparece en mi trabajo para optar al título de Magister en Filosofía. Lo mismo sucede con algunos de los
apartados del presente capítulo. Por supuesto, este trabajo persigue sus propios objetivos y metodología.
50
Art. 52. Los Institutores públicos tienen plena autoridad sobre los niños en todo lo que se refiera a su
educación, y deben vigilar incesantemente su conducta, no solo dentro de la escuela sino fuera de ella,
excepto dentro de los límites de la casa paterna. Cuidarán, por tanto, de que los niños adquieran en sus
maneras, palabras y acciones, hábitos de urbanidad, y los ejercitarán en la práctica de los deberes que el
hombre bien educado tiene para con la sociedad en que vive.
Una de las mejores recomendaciones de un Institutor será el buen comportamiento que observen sus
alumnos fuera de la escuela.
[…]
Art. 68. En las escuelas de un solo sexo se enseñará además Urbanidad y Geografía, en forma de
lecciones objetivas. En estas escuelas cada clase durará una hora, siendo diarias las cuatro primeras materias
apuntadas y alternadas las dos últimas. La media hora restante se empleará en recapitulaciones.
[…]
Art. 69. El pensum reglamentario para estas escuelas se distribuirá en tres años, así: […] Urbanidad –
Explicación de los deberes morales y sociales del individuo. […]
39
Esas modas, formas de pensar y actuar llegaron a Colombia también bajo la forma de
nuevos comportamientos que los sujetos deberían asumir. Esas nuevas conductas se
traducían en modales. Por supuesto, los usos y costumbres importados del extranjero se
transformaron tras su implementación en el país (Deas, 1989, p. 161). De hecho, los
mismos textos de urbanidad reconocían que era necesario adaptar sus normas de
comportamiento a las costumbres propias del país51. A tal fenómeno se une el eclecticismo
51
“…siempre es cierto que tales obras deben acomodarse a los usos, a las costumbres i hasta el clima mismo
de cada pueblo” (Cuervo Barreto, 1866, p. 6).
40
Otro claro ejemplo que refuerza el argumento sobre el acuerdo que existió entre los partidos
acerca de la urbanidad puede estar en un asunto ya visto. El diseño institucional del
federalismo de cierto modo permitió que se dieran conflictos con mayor facilidad. Un punto
difícil estuvo en Antioquia, Estado Soberano que se caracterizó por su pugna con las
directrices del gobierno de la Unión. De hecho, en Antioquia prevaleció la influencia
conservadora sobre la liberal. Sin embargo, en ese mismo Estado la urbanidad se difundió
prósperamente durante el siglo XIX y parte del XX. Es más, muchos antioqueños
estuvieron muy pendientes de estos temas durante muchos años.
52
Es más, a partir del primer decenio del siglo XX, la urbanidad fue materia de enseñanza en las instituciones
universitarias. Esto ocurrió cuando Tulio Ospina publicó su Protocolo hispanoamericano de urbanidad y
buen tono, texto dirigido a los alumnos de la Escuela de Minas. Por otro lado, Ospina, personalmente, dictaba
clases de urbanidad en el paraninfo de la Universidad de Antioquia (Londoño Vega, 2004, pp. 301-302).
41
Esta breve sección busca dejar en claro que durante el período bajo análisis circularon
varios textos sobre urbanidad escritos por autores conservadores. Ello refleja que cierto
acuerdo que había entre los dos partidos por educar a los colombianos con base en los
imperativos de la urbanidad. Tal interés hacía parte de la preocupación que existía en el
país por la educación y la llamada civilización. Ejemplo de estas dos estaba en Europa.
Ambos partidos se interesaron fuertemente por lo europeo, aunque desde su propio punto
de vista. En todo caso, la urbanidad hace parte de la compleja influencia extranjera en
Colombia y de los procesos de importación al país y posterior adaptación y transformación.
Ahora habrá que ver cuáles eran esos manuales que resultaron redactados en el país, en
tanto receptores de los modales franceses e ingleses y por qué su contenido y su puesta en
práctica es tan inconveniente para el liberalismo radical, así sus representantes no lo hayan
visto así, sino todo lo contrario: instrumentos precisos para afianzar sus ideas.
42
De vuelta al asunto de los manuales, el más importante de ellos fue el Manual de urbanidad
y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos, en el cual se encuentran las
principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones
sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre. Su autor fue
el venezolano Manuel Antonio Carreño (1812-1874). Inicialmente, el manual de Carreño
fue publicado por entregas en un periódico de Caracas. Luego, apareció una versión en
forma de libro de texto que fue puesta en el mercado en 1854 por la editorial neoyorquina
Apple & Co. Debe señalarse que la importancia de este Manual radica no en que haya sido
escrito por algún político liberal radical, porque esto no fue así, sino en su fluida difusión
en varios Estados de hispanoamérica y en las numerosas ediciones y adaptaciones que se
publicaron de este. En el caso colombiano, para 1857 el texto ya tenía una importante
circulación (Londoño Vega, 1997). Las posteriores ediciones de este texto no se han
cuantificado con exactitud. El caso es que estas atravesaron toda la segunda mitad del siglo
XIX e incluso todo el siglo el XX54.
Por aquella época, como ya se mencionó, también circuló la tercera edición de las Breves
nociones de urbanidad, manual escrito por Rufino Cuervo Barreto (1801-1853). La primera
edición de este texto es de 1833. La segunda es de 1853, meses antes de la muerte de su
54
En algunas ocasiones se ha hablado de no menos de trescientas ediciones (Restrepo, 2004, p. 20) que
incluso alcanzan ciertas adaptaciones publicadas en el siglo XXI. En 2011, la editorial Panamericana
reimprimió una actualización y adaptación del manual de Carreño publicada en 1996.
43
La urbanidad también era parte de textos educativos que se ocupaban de todas las materias
dictadas en las escuelas. Tres ejemplos son los siguientes: El primero es El libro del
estudiante: colección de tratados elementales, obra destinada a la instrucción primaria de
la juventud que se educa en las escuelas i colejios de la Nueva Granada. El texto fue
publicado en 1860. Segundo, el Manual del Estudiante. Colección completa de tratados
para la enseñanza o la instrucción elemental relijiosa y cientifica, el cual data de 1864.
Tercero, en 1870 sale publicado El Institutor. Colección de textos escojidos para la
enseñanza en los colejios i en las escuelas de los Estados Unidos de Colombia. Vale aclarar
nuevamente que tanto en el primer como en el tercer caso, el aparte dedicado a la urbanidad
corresponde a las Lecciones de Urbanidad de José Manuel Marroquín.
En lo que respecta a publicaciones periódicas, debe decirse que La Escuela Normal era el
periódico oficial de la Instrucción Pública del Estado Soberano de Cundinamarca. En éste
fueron publicadas unas Lecciones de urbanidad. El artículo aparece en el ejemplar de 12 de
marzo de 1883 (No. 68). En ese mismo periódico, años atrás, había aparecido un artículo de
opinión. Según este último texto, la urbanidad es una verdadera virtud moral y más
exactamente, una manifestación de amor al prójimo (Anónimo, 1876). Allí, así como en los
demás manuales, puede cuestionarse un poco el propósito de los radicales de construir un
modelo educativo basado en lo laico. Sin embargo, ellos mismos contestarían a la anterior
objeción que en aras del respeto absoluto por las libertades públicas se permitió, durante la
época, enseñar con base en los presupuestos del cristianismo católico.
44
Dentro de los manuales seleccionados para la presente investigación, sobresalen dos por su
directa relación con políticos liberales radicales. El primero es la traducción libre que
Florentino González hizo del Savoir-vivre, texto de urbanidad del escritor francés Alfredo
de Meilheurat. El segundo es el Código Social, escrito por Manuel María Zaldúa. Este autor
fue hermano del presidente liberal radical Francisco Javier Zaldúa. No se tienen muchos
datos sobre Manuel Zaldúa; pero es de resaltar que pertenecía a una familia liberal radical.
Claro está que dentro de varias familias de la época había miembros afiliados a uno u otro
partido político (Delpar, 1994). Pero no se sabe si ese era el caso de Manuel Zaldúa o no.
55
Éste importante funcionario (Bucaramanga (Santander), 11 de diciembre de 1833 – Bogotá, 31 de agosto de
1888) fue quien lideró la implementación de las grandes reformas educativas de la década de los años setenta
del siglo XIX, a partir del gobierno del presidente Eustorgio Salgar Moreno, ya mencionado. Tal fue la
importancia de Zapata, que una de las primeras medidas represivas que Rafael Núñez Moledo tomó en su
primer gobierno (1880-1882), fue la de destituirlo (Mejía Arango, 2007, p. 563).
45
Al comienzo de este capítulo se señalaron las normas jurídicas que mayor protagonismo
cobraron en el proyecto educativo de los radicales en lo que se refiere a Instrucción Pública.
A estas deben unirse aquellas disposiciones que se dedicaron explícitamente al asunto de la
urbanidad. Estas últimas, como se verá, pertenecen más al seno de las Asambleas
Legislativas de los Estados Soberanos. Sin embargo, también podrá verse que, en algunos
casos, los Estados Soberanos copiaron, en ese sentido, las disposiciones producidas dentro
del ámbito de la Unión. Igualmente, son de los Estados Soberanos aquellas reglas más
específicas que se dirigen a la organización particular de escuelas públicas específicas.
Dentro de las disposiciones más específicas están, en primer lugar, el Plan General de
Estudios dictado por el Director General de Instrucción Pública del Estado Soberano de
Antioquia en 1865. Tal Decreto, en su Artículo 88, ordena que se dicte la cátedra de
urbanidad56. De otro lado, el Artículo 56 habla de la forma como deben llevarse los
registros de conducta de los estudiantes57. En estos, la urbanidad es uno de los criterios que
debe tenerse en cuenta a la hora de valorar los comportamientos de los alumnos. Por su
parte, el Artículo 68 ordena que sea el rector del Colegio del Estado el que imparta
lecciones de urbanidad los sábados58. Lo anterior es muestra de la importancia tan alta de la
que gozaba la cátedra de Urbanidad: sólo ciertas personas de mayor relevancia social la
pueden dictar. En segundo lugar, el Decreto sobre Plan Jeneral para la dirección i
administración de la enseñanza en las escuelas primarias de uno i otro sexo, de 1866,
56
Artículo 88. Habrá tambien en el Colejio una clase jeneral de Urbanidad.
57
Art. 56. Para los rejistros de conducta, asistencia i lecciones de que trata el Plan general de estudios, se
observarán las reglas siguientes: […] 6. Al que ejecutare algun acto reprensible contra la decencia, la
urbanidad, la disciplina o el respeto debido a los superiores. […]
58
Artículo 68. Las lecciones de urbanidad que corren a cargo del Rector tendrán efecto los sábados a la hora
en que las demás tareas literarias lo permitan, de lo cual se dará también aviso anticipado.
46
En 1873 es dictado el Decreto orgánico sobre instrucción pública primaria para el Estado
Soberano de Bolívar. Éste, en su Artículo 19, prescribe que debe cuidarse que los
estudiantes aprendan hábitos de urbanidad63. Esta disposición es una reproducción directa
del Artículo 33 del Decreto Orgánico de Instrucción Pública Primaria expedido por el 1 de
noviembre de 1870 por el presidente Eustorgio Salgar Moreno (1870-1872). Es
59
Artículo 38. Los medios de que deben valerse los Directores de las escuelas para dirijir i gobernar a los
alumnos, para mantener viva su aplicación, estimularlos a aprender i practicas las lecciones de moral i
urbanidad que reviven, serán: […].
60
Artículo 44. Las materias de enseñanza en las escuelas primarias elementales, serán: lectura, escritura,
doctrina cristiana, elementos de aritmética, gramática castellana i urbanidad […].
61
Artículo 95. En la Academia del bello sexo habrá las siguientes, enseñanzas: lectura, escritura, moral,
relijion, urbanidad, economía doméstica, gramática castellana, aritmética, jeografía jeneral, costura en blanco
i bordado.
62
Artículo 96. La enseñanza de la lectura, de la moral relijiosa, de la urbanidad i del bordado estarán a cargo
de la directora.
63
Artículo 19. Los Institutores públicos tienen plena autoridad sobre los niños en todo lo que se refiera a su
educación, y deben vigilar incesantemente su conducta, no solo dentro de la escuela sino fuera de ella,
excepto dentro de los límites de la casa paterna. Cuidarán, por tanto, de que los niños adquieran en sus
maneras, palabras y acciones, hábitos de urbanidad, y los ejercitarán en la práctica de los deberes que el
hombre bien educado tiene para con la sociedad en que vive.
Una de las mejores recomendaciones de un Institutor será el buen comportamiento que observen sus
alumnos fuera de la escuela.
47
Tras la anterior revisión, queda claro que la urbanidad formó parte importante de la política
educativa que fue llevada a cabo en Colombia durante parte de la época liberal radical. En
primer lugar, la urbanidad fue materia obligatoria dentro del plan de estudios que seguían
los estudiantes de ese tiempo. En segundo lugar, la materia se impartió, podría decirse, en
todo el territorio colombiano. En tercer lugar, había una fuerte convicción de enseñarla y un
cierto cuidado con ello. De ahí que sólo pudieran dar lecciones de urbanidad, en algunos
casos, ciertos profesores o el director o directora de la escuela.
LIBERTAD Y LA AUTONOMÍA
64
Artículo 82. Son deberes de los Directores de escuela:
1. Mantener el órden en la escuela, haciendo que los alumnos observen cumplidamente la disciplina
propia del establecimiento, que se traten con urbanidad, i que no haya en él tumultos, riñas, algazara, ni
desórden de ninguna especie.
48
El presente análisis partirá por estudiar dos manuales de urbanidad que revisten una gran
importancia para esta investigación por haber estado a cargo de dos políticos liberales
radicales. El primero, es el Código del Buen Tono, el cual corresponde a una traducción
libre hecha por Florentino González al Savoir-vivre del autor francés Alfredo de
Meilheurat. El segundo es el Código Social, obra escrita por Manuel María Zaldúa.
En 1858 fue publicado por la Imprenta de la Nación el Código del Buen Tono. Traducción
libre de la obra titulada Savoir-vivre [saber vivir65] de Alfredo de Meilheurat. El traductor
de este texto fue Florentino González. Este político liberal radical, en su calidad de
traductor de la obra, escribió una introducción. Vale la pena hacer un recorrido detallado
por su contenido con el fin de conocer de primera mano la posición específica de uno de los
radicales más importantes del período bajo análisis. Puede decirse, además, que
65
“Savoir-vivre quiere decir en Francia, en el lenguaje de la jente de mundo, saber observar con discrecion las
reglas de urbanidad i los usos sociales, haciéndose agradable a las personas con quienes se está en sociedad.
En este sentido debe entenderse la traducción saber-vivir (González, 1858, p. VIII). En otro aparte, el Código
dice: “Aprended, pues, a vivir: es la llave de oro de la felicidad, i frecuentemente de la fortuna. Con mérito
igual, i aun desigual, el hombre de buen tono será preferido…” (González, 1858, p. X).
49
Para Florentino González la civilización66 parece hallarse fuera de Colombia. Es por eso
que el hombre civilizado que visita, incluso toda Hispanoamérica y no solamente
Colombia, podrá encontrarse con que la urbanidad no ha sido difundida entre las
personas67. Por tal razón, para el político en mención, Colombia no es un Estado
civilizado68. Segundo, es una falla que los gobiernos se hayan preocupado solamente por
asuntos políticos y se hayan olvidado de la urbanidad. En ese sentido, para González, la
difusión e implementación de la urbanidad también es asunto de Estado. Es por eso que,
tercero, si se promueve la urbanidad por parte del Estado, se está contribuyendo a que las
personas adquieran aquellos modales que hacen especial el trato social69. Además, cuarto, la
urbanidad da a los Estados que la practican la morigeración70 de las personas y la fisonomía
de la civilización. De esa forma, podría decirse que la urbanidad contribuye a la formación de
un cuerpo individual que, según González, se relaciona amablemente con los demás y de un
cuerpo social que permite concluir que un Estado es o no civilizado. Las anteriores, en
conclusión, son las afirmaciones más importantes de Florentino González en lo que tiene que
ver con la civilización y la labor del Estado de promoverla a través de la urbanidad.
66
Norbert Elias, en su obra El proceso de la civilización, analiza el concepto de civilización a partir de su
antepasado, el concepto de civilitè. Éste último hunde sus raíces en el texto de Erasmo de Rotterdam De
civilitate morum puerilium de 1526. La mencionada obra trata de la conducta de las personas en la sociedad,
en general, y del decoro externo del cuerpo, en particular. En tal orden de ideas, civilización implica para
Elias una transformación del comportamiento de las personas. Esa transformación debe ser tal, que el hecho
de que las personas se incomoden, en términos de malestar y repugnancia, al oír hablar abiertamente de las
funciones corporales, ya es un síntoma del proceso de civilización (Elias, 1989, pp. 99-105).
67
Ese hombre civilizado, según lo visto en el aparte correspondiente a los proyectos de inmigración, con
seguridad provenía de Europa (Martínez F. , 1996).
68
“Creo, sin embargo, que no faltará tiempo para instruir a la juventud, no solamente en los principios
políticos que sirven de base a la buena organizacion de las sociedades, sino tambien en los que deben conocer
los ciudadanos para hacerse miembros agradables de las mismas sociedades, i cultivar las relaciones privadas
con ese comercio de atenciones simpáticas que, al mismo tiempo morijeran al hombre, contribuyen a dar a un
país la fisonomía de la civilizacion” (González, 1858, p. V).
69
Con seguridad, esta afirmación puede ser relacionada con el asunto de las llamadas virtudes cívicas, tema
tratado en la sección 1.3.1. del primer capítulo.
70
Puede entenderse por morigeración a una cierta templanza o moderación en las costumbres, es decir, en no
incurrir en excesos o en defectos de conducta. “La urbanidad supone en el individuo humildad, caridad,
afabilidad, prudencia, moderacion o templanza, i mas que todo decoro, ajustado todo esto a las circunstancias
del estado, del lugar, del tiempo i de las personas” (Arroyo, 1864, p. 205).
50
Otro aspecto a partir del cual se puede pensar la relación entre urbanidad y ciudadanía
consiste en que, de acuerdo a González, en una sociedad republicana no se puede legislar
sobre todos los asuntos, razón por la que es necesario que los sujetos se pongan de acuerdo
para ellos mismos observar las normas de urbanidad. La duda que queda consiste en si en
verdad los sujetos se han puesto de acuerdo para establecer normas de comportamiento o si
la proliferación de éstas obedece a otro tipo de esfuerzos. Para efectos del presente trabajo,
vale la pena afirmar que, más bien, la urbanidad no fue implementada tras un acuerdo, sino
que fue incorporada en las costumbres de los colombianos por medio de la labor que al
71
“En América, casi todos somos republicanos. En la República cada individuo es una potencia; todos somos
reyes. Pero esta noble posicion en que todos nos encontramos, hace mas necesario el réjimen de las leyes de la
urbanidad, que es el que puede conservar el órden en una sociedad semejante” (González, 1858, pp. V-VI).
51
Por último, González comenta que los Estados Unidos del Norte son ejemplo en sus
instituciones políticas, las cuales refieren al ámbito de lo público; pero no lo son en sus
buenos modales, de ahí que se deban tomar modelos distintos para regular el ámbito de lo
privado. Allí parece cobrar relevancia lo francés, Estado del cual proviene la obra
traducida. De hecho, González ve en Francia el ejemplo más importante de la civilización.
Es más, la urbanidad traída a Latinoamérica proviene más de los manuales franceses que de
los ingleses72. En nombre de todo lo anterior, el político liberal radical señala que aunque
mucho han mejorado los granadinos en cuanto a buen tono, es necesario seguir progresando
en ello para llegar a la perfección. Es por eso que padres y profesores deben de inculcar en
sus hijos los principios de la urbanidad. Así termina la introducción analizada hasta ahora
(González, 1858, pp. VII-VIII).
72
“[A]doptad el medio de buen tono que os dan ejemplo los usos del gran mundo parisiense” (González, 1858, p. 68).
52
73
“En algunas casas grandes, la llegada de una persona de inferior condición no interrumpe sino por pocos
instantes la lectura del diario” (González, 1858, p. 27).
74
“No es raro ver personas de pocos medios imitar el lujo de los opulentos del mundo; no consiguen sino
ponerse en ridículo” (González, 1858, p. 39).
75
“No penseis que las primeras leyes de la civilidad son desconocidas del obrero; ignora ciertamente los usos
del gran mundo; pero cuando quiere, es atento” (González, 1858, p. 46).
76
“Hai gracias naturales; pero hai otras que no se adquieren sino por el hábito de la buena sociedad”
(González, 1858, p. 68).
53
Otro buen ejemplo que refuerza lo concluido en el anterior párrafo es el siguiente: Manuel
María Zaldúa, hermano del presidente liberal radical Francisco Javier Zaldúa, publicó en
189177 su obra Código Social. Máximas y preceptos de moral, virtud y urbanidad para
instrucción, uso y provecho de mis adoradas hijas. En principio, esta obra estaba destinada
a su uso privado al interior del hogar de Zaldúa. Sin embargo, él cuenta en el prólogo del
libro que algunos de sus amigos le sugirieron publicarlo con el fin de que fuera de utilidad
para quienes lo leyeran. Para Zaldúa, la urbanidad hace parte de la moral y sin toda esta no
puede haber orden, felicidad ni paz. En la urbanidad están las reglas que enseñan a los
sujetos a conducirse precisamente en esa sociedad con la decencia, decoro y moderación
77
La publicación data de esa fecha; pero la licencia eclesiástica fue otorgada en 1881. Además, el manual
como tal fue producido años antes; pero se le había dado una circulación privada.
54
De estos dos ejemplos pueden concluirse varias cosas. Es sabido que el liberalismo radical
colombiano emprendió grandes esfuerzos por reformar la educación. Estos incluían la
enseñanza de la urbanidad. Urbanidad era equivalente a civilización. Entonces, por medio
de esta se pretendía civilizar a los sujetos. Pero no todos podían ser civilizados:
campesinos, pobres, obreros, negros, indígenas jamás podrían ser llamados personas-de-
mundo79. De acuerdo al análisis hecho, este tipo de persona jamás podría responder al ideal
de autogobierno. Si se toma en serio la urbanidad, lo que debe decirse de estos seres
humanos es que necesitan ser gobernados por otros realmente civiles, realmente urbanos.
78
Por estas puede entenderse a las diferencias de edades, cargos civiles o eclesiásticos, posición social,
relación entre hombres y mujeres. Al respecto, Carreño dice lo siguiente: “Las atenciones y miramientos que
debemos á los demas no pueden usarse de una manera igual con todas las personas indistintamente. La
urbanidad estima en mucho las categorías establecidas por la naturaleza, la sociedad y el mismo Dios; así es
que obliga á dar preferencia á unas personas sobre otras, segun es su edad, el predicamento de que gozan, el
rango que ocupan, la autoridad que ejercen y el carácter de que están investidas. Según esto, los padres y los
hijos, los Obispos y los demas sacerdotes, los magistrados y los particulares, los ancianos y los jóvenes, las
señoras y las señoritas, la mujer y el hombre, el jefe y el subalterno, y en general, todas las personas entre las
cuales existen desigualdades legítimas y racionales, exigen de nosotros actos diversos de civilidad y etiqueta
que indicarémos mas adelante, basados todos en los dictados de la justicia y de la sana razon, y en las
prácticas que rigen entre gentes cultas y bien educadas” (Carreño Muñoz, 1854, pp. 36-37).
79
“La palabra urbanidad es la españolizacion de otra palabra latina (urbanitas), derivada de urbs (ciudad), i se
contrapone a la de rusticidad (rusticitas), derivada de rústicus (rústico, campesino, agreste, inculto, grosero, tosco);
porque entre los romanos el hombre de la ciudad, o urbano, era el de pulidas maneras i buen tono, miéntras
acontecia todo lo contrario con el campesino o rústico” (Cursivas dentro del texto) (Arroyo, 1864, p. 203).
55
80
Ver nota de pie de página No. 78.
81
“[N]uestros hábitos en sociedad no serán otros que los que contraigamos en el seno de la vida doméstica,
que es el teatro de todos nuestros ensayos…” (Carreño Muñoz, 1854, p. 61).
82
“La conversación es el alma y el alimento de toda sociedad, por cuanto sin ella careceríamos del medio mas
pronto y eficaz de transmitir nuestras ideas, y de hacer mas agradable y útil el trato con nuestros semejantes”
(Carreño Muñoz, 1854, p. 131).
56
83
“Nada hai que revele mas claramente la educacion de una persona, que su conversación” (Carreño Muñoz,
1854, p. 131).
57
Las normas de conversación prescritas desde la urbanidad ordenan hacer varias cosas que
resultan problemáticas en un eventual escenario de discusión, que por ser moderno requiera
que los sujetos usen su razón libre y autónomamente:
En el mismo sentido, Manuel María Zaldúa considera que la mujer tampoco puede
sobresalir mucho en una conversación:
58
5. Evitar la conversación con personas que discutan. Respecto de este asunto, también
es Carreño el que expresa su criterio:
59
7. No proponer por sí mismo el tema del que va a tratar una conversación. Esto
también corresponde a los superiores, lo cual reduce cualquier derecho de las
personas a tomar la iniciativa:
84
Ver nota de pie de página No. 73.
60
9. Desmentir; si se quiere corregir tendrán que usarse formas por medio de las cuales
la persona a la que se corrige salga disculpada:
61
A veces los manuales llegan hasta a proscribir ciertos temas de conversación como son los
atinentes a temas políticos, religiosos, morales o de creencias personales de los sujetos. Tal
es el caso del texto de José Manuel Marroquín de tan amplia circulación en la época a
través de sus ediciones por separado y de su inclusión en textos escolares obligatorios.
62
Existe una contradicción entre las vanguardistas ideas del liberalismo radical y la
implementación de los manuales de urbanidad en la educación de los sujetos. Pero esta no
puede esta evidenciarse desde el allá y el entonces experimentados por los liberales
radicales del periodo a analizar, sino que sólo puede esta advertirse a través de un análisis
posterior elaborado aquí y ahora. Precisamente, para los liberales de entonces, hacer del ser
humano una persona de buenas maneras era contribuir a la modernización del país. Ellos
tomaron para sí la antigua iniciativa de formar en buenos modales a los colombianos. En
ese sentido, desde el aquí y el hora se puede afirmar que riñen la implementación práctica
de los manuales de urbanidad riñe con la definición de ciudadano y los derechos
individuales consagrados con la Constitución de 1863.
Con la urbanidad resulta imposible el logro de la aspiración liberal radical a que Colombia
se conformara por un conjunto de personas libres, autónomas e iguales que tomaran parte
en la adopción de decisiones políticas del Estado. En ese orden de ideas, la urbanidad
conlleva contradicciones serias entre las normas jurídicas que hablan de libertades y
consagran una definición de ciudadano menos restrictiva que la de otras Constituciones y
que, en ese sentido busca la materialización de la idea de un sufragio universal, con otras
63
La urbanidad, a través de su preceptiva y sus prácticas, da lugar a que sólo unos pocos sean
sujetos que se compadezcan con la idea moderna liberal e ilustrada de ser reflexivos,
autónomos y vinculados a una sociedad democrática e incluyente. Ese pequeño número de
personas es el mismo que podrá llegar al ejercicio pleno de la ciudadanía y, por tanto,
superiores, civilizados, aptos para conversar y, así, exponer sus ideas en público y mandar.
64
Por último, este análisis de historia del derecho aspira a ser una respuesta a la pregunta
contemporánea acerca de si incluir o no la urbanidad en los planes locales de educación. La
contestación contundente de este ejercicio es un no. La sociedad colombiana no puede
seguirse construyendo, en parte, a través de un conjunto de prácticas productoras de sujetos
que no son capaces de perseguir fines relevantes para la propia comunidad política, sino
que se preocupan por sus modales. Tales modales no dan lugar al diálogo justo y abierto
que la Colombia contemporánea requiere para siquiera aspirar a superar sus constantes de
violencia y pobreza. Todo lo contrario, esas maneras sólo contribuyen a despreciar a los
colombianos que no se compadecen con estas y, de ese modo, a mantenerlos en las mismas
circunstancias de violencia y pobreza en las que han vivido desde tiempos inmemorables.
85
“Como el discreto i festivo lenguaje que debe reinar en una mesa necesita mucho tino, agudeza i
oportunidad, no siendo los niños i las personas jóvenes capaces de sostener sin ofensa e impertinencia este
papel; convendrá no hablen sino preguntados, o porque la necesidad los obligue, i entónces se limpiarán antes,
i nunca hablarán con la boca llena…” (Arroyo, 1864, p. 234).
86
“Puede decirse que el concepto que de un hombre se forma, consiste en gran parte en su exterior; pues si parece
limpio i aseado a la vista, ya se recomienda el sujeto; i si con desaseo, desaliñado i roto, pensamos poco
favorablemente de la persona. En los vestidos leemos, por decirlo así, la ligereza, la livianidad o la cordura de quien
los lleva, i sobre todo, las manchas i roturas hacen ridículo al más apuesto caballero” (Arroyo, 1864, p. 223).
87
“Pienso así que la enseñanza de las niñas debe distribuirse en tres clases, a fin de que sea positiva, útil i
provechosa, renunciándose en este punto a toda idea de igualdad democrática, que si, en abstracto, es
laudable, carece de objeto práctico, i no consulta ni los intereses de la sociedad, ni los de la familia. La
existencia de la escala social es un hecho necesario i tan conforme a la naturaleza, como la clasificacion de los
animales i de los vegetales en jéneros, especies i familias” (Cuervo Barreto, 1866, p. 5).
65
FUENTES PRIMARIAS
66
González, F. ([1847] 1984). En defensa del sistema de librecambio. In G. España (Ed.), Los
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Normas Jurídicas
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FUENTES SECUNDARIAS
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