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Sociología de la comunicación

Sociología de la
comunicación

Jordi Busquet
Alfons Medina
El encargo y la creación de este material ha sido coordinados por el profesor:
Daniel Aranda Juarez (2013)
Primera edición: juliol 2013

© Jordi Busquet y Alfons Medina, del texto.

Todos los derechos reservados


© de esta edición, FUOC, 2012
Av. Tibidabo, 39-43, 08035 Barcelona

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siempre que se especifi quen los autores y editores. La licencia completa se puede consultar en
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Autores

Jordi Busquet
Doctor en Sociología y licenciado en Ciencias Económicas (UAB). Profesor de Sociología de la
Facultad de Comunicación Blanquerna (Universitat Ramon Llull). Responsable de la red de inves-
tigación CONinCOM (Conflicto, infancia y comunicación) de la URL. Ha dirigido o participado
en varios proyectos de investigación en el campo de la cultura y la comunicación en los ámbitos
catalán, español y europeo.
Es autor o coautor de las siguientes publicaciones: La cultura catalana: el sagrat i el profá (1996)
[con Salvador Giner y Lluís Flaquer]; El sublim i el vulgar: els intel·lectuals i la ‘cultura de masses’
(1998); La violència a la mirada (2001) [con S. Aran, F. Trueque y P. Medina]; Benvinguts al Club de
la SIDA i altres rumors d’actualitat (2002) [con J. M. Pujol y otros]; Els escenaris de la cultura. Formes
simbóliques i públiques a l’era digital (2005); La investigació en comunicació (2006) [con A. Medina y J.
Sort]; La cultura (2007); Lo sublime y lo vulgar. La ‘cultura de masas’ o la pervivencia de un mito (2008);
L’esnobisme (2010); Pierre Bourdieu. La vida como a combat (2011).

Alfons Medina
Profesor titular de la Facultad de Comunicación Blanquerna (URL) y codirector del máster universi-
tario en Comunicación política y social. Doctor en Sociología, licenciado en Geografía e Historia y
en Ciencias Políticas y Sociología. Es consultor de la Universitat Oberta de Catalunya en el máster
en Política y sociedad de la información y en los Estudios de Comunicación. Ha participado en
numerosas investigaciones (I+D) nacionales e internacionales desarrollando aspectos relacionados
con la educación, los medios, la inmigración, la democracia deliberativa y las tecnologías de la
información y la comunicación. Es autor, coautor y editor de diferentes publicaciones entre las que
podemos destacar Manuel Castells, Compromís social i passió pel saber (UOC); Estudi sociológic de las
necessitats educatives a Vic (Editorial Diac /Publicacions Col·legi Sant Miquel dels Sants), La inves-
tigació en comunicació (Ed. UOC), Educación democrática, habilidades deliberativas e inclusión social
(OEI/ OCTAEDRO), Report de la investigació a Catalunya. Comunicació i informació, 1996-2002 (IEC).
© UOC 7 Índice

Índice

Capítulo I. La mirada sociológica............................................... 11


1. Los orígenes de la sociología............................................................. 11
1.1. La ley de los tres estadios.............................................................. 15
1.2. El materialismo histórico.............................................................. 18
2. El advenimiento de la modernidad.................................................. 21
2.1. Reflexiones previas........................................................................ 21
2.2. De la comunidad a la asociación.................................................. 23
2.3. Individualismo y formas de solidaridad moderna....................... 26
2.3.1 Modernidad y anomia ........................................................... 28
2.4. La superorganización de la vida................................................... 29
3. La perspectiva sociológica................................................................. 33
3.1. La sociología como forma de conciencia personal...................... 33
3.1.1. La dialéctica entre individuo y sociedad................................. 35
3.1.2. La identidad líquida.............................................................. 36
3.2. El perfil del sociólogo.................................................................... 39
3.3. El objeto de la sociología.............................................................. 40
3.4. El entramado social....................................................................... 42
3.5. La especificidad de la sociología: sociología y ciencias sociales.. 43
4. Los principales retos de la sociología............................................... 46
4.1. Las dos vertientes de la vida social............................................... 46
4.2. El espíritu de descubrimiento....................................................... 49
5. Conceptos básicos de sociología....................................................... 55

Capítulo II. Los nuevos paradigmas sociológicos...................... 63


1. El reto de la objetividad..................................................................... 63
1.1. El escepticismo y el relativismo posmoderno.............................. 66
2. Dos paradigmas teóricos.................................................................... 68
2.1. El paradigma positivista................................................................ 71
2.2. El paradigma comprensivo........................................................... 77
© UOC 8 Sociología de la comunicación

2.2.1 Interaccionismo simbólico...................................................... 80


2.3. Un nuevo paradigma integrador.................................................. 86
3. La metodología de investigación científica..................................... 88
3.1. La construcción teórica................................................................. 88
3.2. La tentación del teoricismo.......................................................... 89
3.3. Los tres momentos cruciales del proceso de investigación.......... 90
3.4. Los rasgos característicos de la sociología.................................... 92
4. Los nuevos paradigmas sociológicos................................................ 97
4.1. La sociedad líquida....................................................................... 97
4.1.1. La identidad en la modernidad líquida.................................. 97
4.1.2 El holocausto o la organización del mal.................................. 98
4.2. La sociedad del riesgo global........................................................ 101
4.2.1. Conocimiento experto y sociedad del riesgo............................ 106
4.3. La sociedad red.............................................................................. 108
5. El proceso de globalización............................................................... 110
5.1. La globalización económica.......................................................... 113
5.2. La globalización política............................................................... 115
5.3. La globalización cultural............................................................... 118

Capítulo III. Las teorías y la investigación en comunicación. 121


1. Introducción al estudio de las influencias....................................... 121
2. La sociedad masa y la aguja hipodérmica....................................... 130
2.1. La corriente conductista............................................................... 135
2.2. La concepción de la sociedad masa.............................................. 136
2.3. Harold D. Lasswell: la propaganda en tiempo de guerra............. 138
2.4. Las masas y la desaparición del individuo................................... 140
2.5. Walter Lippmann: los límites de la democracia en una sociedad
mediática.............................................................................................. 146
3. El modelo de los efectos limitados................................................... 151
3.1. Las dos fases de la comunicación................................................. 152
3.2. Medios de comunicación y mediación social.............................. 154
4. La influencia mediática en la era de la complejidad..................... 155
4.1. El regreso a las teorías de los efectos de gran alcance.................. 156
4.2. Las teorías de los efectos de la mediación en la percepción
comunicativa........................................................................................ 157
4.3. Los estudios sobre recepción y apropiación cultural................... 158
© UOC 9 Índice

Capítulo IV. Los medios de comunicación, la política y la


opinión pública............................................................................. 161
1. Introducción........................................................................................ 161
2. Paradigmas mediáticos....................................................................... 163
3. Los estudios sobre la opinión pública.............................................. 168
4. Características de la opinión pública............................................... 176
5. Teorías sobre la opinión pública....................................................... 178
5.1. La opinión pública según W. Lippmann...................................... 179
5.2 La teoría de la agenda setting........................................................ 179
5.3. La espiral del silencio: Noelle Newmann..................................... 184
5.4 La opinión pública en la obra de Jürgen Habermas...................... 188
5.5. La teoría del campo mediático de Pierre Bourdieu...................... 193
6. Los estudios culturales y la cultura mediática................................ 201
7. El estudio de las audiencias y de la recepción................................ 204
8. La teoría crítica................................................................................... 208
9. La autocomunicación de masas y la política en la sociedad red.. 212

Capítulo V. Culturas juveniles y comunidades fans en la era


digital............................................................................................. 215
1. Estilos de vida y culturas juveniles................................................... 215
1.1. Consumo ostentoso y clase ociosa............................................... 219
1.2. La distinción cultural.................................................................... 224
1.2.1. La cultura burguesa............................................................... 227
1.2 2. Una distinción “invisible”..................................................... 229
1.3. Las culturas juveniles.................................................................... 231
1.3.1. La idea de juventud .............................................................. 231
1.3.2. La juventud como sujeto histórico.......................................... 233
1.3.3. La significación cultural del ocio........................................... 235
1.4. Las culturas creativas.................................................................... 237
1.5. La cultura de la virtualidad real.................................................... 238
1.6. Las redes juveniles......................................................................... 241
1.7. Identidad y reputación en la red.................................................. 244
2. La cultura fan y los ídolos mediáticos en la era digital................. 245
2.1. La fama en la sociedad mediática................................................. 246
2.2. La fábrica de las estrellas............................................................... 248
2.3. La fama televisiva.......................................................................... 251
© UOC 10 Sociología de la comunicación

2.4. Los reality shows como nueva fábrica de famosos ..................... 251
2.5. Tres miradas sobre la “cultura fan”.............................................. 252
2.5.1. Lo hacen como estigma social................................................ 253
2.5.2. Una mirada sociológica sobre el fandom................................ 257
2.5.3. Una mirada hermenéutica..................................................... 259
2.6. Los fans en la era digital............................................................... 262

Bibliografía.................................................................................... 265
© UOC 11 La mirada sociológica

Capítulo I

La mirada sociológica

“Para Simmel el contenido de la conciencia, igual que el contenido de los obje-


tos, no permite su comprensión directa. Sin embargo, dentro del espíritu kantiano
que inspira su enfoque, los fenómenos relacionales entre estos contenidos sí que se
pueden percibir y a veces comprender. Las relaciones son, pues, elementos cogni-
tivos. Desconozco la ‘esencia’ o el ‘alma’ de una persona determinada. Pero puedo
intentar comprenderla y explicarla, por ejemplo, si me entero de que el individuo
que observo es padre de familia, médico de cabecera, portugués de nacionalidad, sin
afiliación religiosa, habitante de una ciudad provinciana, y así sucesivamente. Los
individuos y los grupos se definen así por sus relaciones, tanto por las que los iden-
tifican como por las que los separan de los otros.” (Salvador Giner)

1. Los orígenes de la sociología

Desde el origen de los tiempos los seres humanos hemos sentido curiosidad
por desvelar los misterios o los enigmas que rodean nuestra condición y exis-
tencia social y hemos intentado, a menudo sin éxito, adivinar y entender el
comportamiento de los individuos y el funcionamiento de la sociedad. Durante
miles de años los intentos para comprendernos nosotros mismos se han basado
en intuiciones producto de la tradición cultural y religiosa. Intuiciones o ideas
de sentido común, teñidas, a menudo, de prejuicios y de ideas preconcebidas.
Estudiar y comprender el ser humano nunca ha sido una tarea sencilla. La
sociología estudia nuestras propias vidas y nuestro propio comportamiento, y
© UOC 12 Sociología de la comunicación

estudiarnos a nosotros mismos es la tarea más compleja y difícil que existe. La


realidad no es transparente. Es muy difícil que un individuo cualquiera pueda
entender el funcionamiento de la sociedad sin la preparación adecuada y sin
las herramientas de la ciencia.

Figura 1. El ser humano demuestra un gran deseo por conocerse a sí mismo.


Escultura de Juan Muñoz

El conocimiento sociológico puede ser muy útil en la vida personal, pero


es imprescindible en el ámbito profesional, especialmente si tenemos la suerte
de trabajar en el mundo de la comunicación. Si somos guionistas de alguna
serie de televisión, ¿qué personajes “construiremos”? ¿Con qué estereotipos
trabajaremos? ¿Los aplicaremos mecánicamente a partir de lo que pensamos
que tiene más presencia social? ¿Cómo lo sabemos? ¿Cómo afecta la moda
o una campaña publicitaria a las decisiones de un consumidor? En cualquier
caso, la reflexión sociológica nos hace pensar por qué las cosas son como son.
Independientemente de si consideramos que tienen que ser de una forma o de
© UOC 13 La mirada sociológica

otra. En este sentido, un ejercicio intelectual sobre lo que es la “normalidad”


nos obligará a pensar en la anormalidad, en cómo conocerse a uno mismo es
la primera base para conocer a los otros.
Podemos definir la ciencia como una forma de conocimiento de la realidad
basada en la facultad de la razón, mediante la observación y la constatación
empírica de hipótesis y teorías sobre los datos que ofrece el mundo. A pesar de
que hay varias concepciones de lo que es el conocimiento científico, podemos
convenir que la ciencia es un conjunto de argumentaciones y teorías que pre-
tenden ofrecer explicaciones sobre la realidad con unas condiciones concretas
de rigor teórico y metodológico, y también de tratamiento de los datos. Una
de las principales características que permite diferenciar la ciencia de otros
sistemas de conocimiento –como por ejemplo la religión– es que todas las afir-
maciones científicas son revisables y susceptibles de crítica por parte de todos
los miembros de la comunidad científica.
El nacimiento de las diversas disciplinas científicas está profundamente mar-
cado por el positivismo. La sociología no es una excepción. La mayor parte de
autores clásicos de la sociología –como veremos a continuación– comparten una
visión positivista del conocimiento y una creencia ciega en la capacidad del ser
humano para explicar y entender los fenómenos sociales mediante la ciencia.
La sociología es una ciencia joven. Podemos decir que el nacimiento de
la sociología es un producto genuino y característico de la modernidad. El
advenimiento de la sociedad moderna comporta una nueva manera de hacer
y ser, una nueva actitud ante la realidad: se cree que el mundo ya no está pre-
determinado por la providencia divina, sino que depende, en buena medida,
de las decisiones y de las acciones humanas. Al mismo tiempo –siguiendo las
premisas del proyecto ilustrado– el ser humano confía en la lógica y la razón
para poder lograr una mejor comprensión del mundo y, a la vez, se ve capaz
de dar respuesta a los problemas y retos de la sociedad actual. La modernidad
implica la confianza y la fe en la razón, la pérdida del peso de la religión (secu-
larización), un cierto descrédito de la tradición y el surgimiento del individua-
lismo moderno. La ciencia y la tecnología son dos productos emblemáticos de
la modernidad y resultan ser dos herramientas fundamentales para explicar y
transformar el mundo. En este contexto podemos explicar el surgimiento de
la sociología.
En el mundo actual continúa vigente la confianza en la ciencia. Esta con-
fianza no está reñida con la cautela y la modestia. A pesar de esto el ser humano
© UOC 14 Sociología de la comunicación

ha perdido la inocencia y cada vez es más consciente de los límites que com-
porta la aplicación del conocimiento científico. La misma idea de ciencia ha
cambiado notablemente.
A pesar de consagrar su vida a la ciencia, Max Weber era consciente de las
limitaciones de la ciencia para comprender los problemas del mundo contem-
poráneo y darle respuesta. La ciencia nos puede ayudar a interpretar correc-
tamente una situación y a encontrar los mejores instrumentos para la trans-
formación social. Ahora bien, no siempre el diagnóstico es acertado. No hay
tampoco soluciones mágicas a los problemas sociales. Por otro lado, la ciencia
no nos ahorra la necesidad de elegir entre intereses y valores alternativos.
Tampoco nos dicta de forma imperativa lo que tenemos que hacer.
A principios del siglo xxi, aunque continuamos creyendo en las virtudes
del conocimiento científico, cada vez somos más conscientes de las limita-
ciones de la ciencia para prever y dar respuesta a los desafíos que plantea el
mundo actual. Estas limitaciones todavía son más evidentes en el caso de las
ciencias sociales. La experiencia histórica reciente es demoledora: “Todos los
grandes acontecimientos del siglo, el desencadenamiento de la Primera Guerra
Mundial, la revolución soviética [...], todo fue inesperado, y así hasta el ines-
perado 1989, la caída del Muro de Berlín, el colapso del Imperio soviético, la
Guerra de Yugoslavia. Hoy estamos a oscuras y nadie puede predecir el día
siguiente.” (Morin, 2001: 74). En el momento actual se hacen evidentes los
límites del programa positivista. La situación de crisis económica desencade-
nada a raíz del escándalo de las hipotecas subprime y la quiebra de los bancos
de inversión más importantes del mundo son un claro desafío a las ciencias
económicas y ponen en evidencia una grave incapacidad para hacer un buen
diagnóstico y encontrar una buena terapia para salir del pozo.
Como señala Edgar Mueran: “La aportación más grande del conocimiento del
siglo xx ha sido el conocimiento de los límites del conocimiento. La certeza más
grande que nos ha dado es la de la imposibilidad de eliminar incertidumbres, no
solo en la acción, sino también en el conocimiento.” (Morin, 2001: 67).
Nosotros somos conscientes de los límites del conocimiento, pero esta con-
ciencia no justifica ciertas actitudes de cinismo o de nihilismo intelectual. No
podemos caer en la trampa de la posmodernidad: la conciencia de los límites
no nos debe hacer renunciar a los criterios de exigencia y de rigor que acompa-
ñan al conocimiento científico y al propósito de estudiar la “verdad”. Sabemos
que un buen trabajo de investigación ha de ser siempre una investigación
© UOC 15 La mirada sociológica

sincera de la verdad; “no de una verdad absoluta, dogmáticamente erigida y


afirmada para siempre, pero sí de una verdad que es capaz de ser revisada y
puesta en cuarentena” (R. Quivy, 1997). Seguimos confiando en la ciencia y
creemos que vale la pena consagrar a ella todos nuestros esfuerzos. Por este
motivo suscribimos las siguientes palabras de Manuel Castells:

“El proyecto que informa este libro nada contra estas corrientes de destrucción
y se opone a varias formas de nihilismo intelectual, de escepticismo social y de
cinismo político. Creo en la racionalidad y en la posibilidad de apelar a la razón, sin
convertirla en diosa. Creo en las posibilidades de la acción social significativa y en
la política transformadora, sin que nos veamos necesariamente arrastrados hacia los
rápidos mortales de las utopías absolutas [...]. Y propongo que todas las tendencias
de cambio que constituyen nuestro nuevo y confuso mundo están vinculadas entre
sí y que podemos encontrar sentido en su interrelación. Y, sí, creo, a pesar de una
larga tradición de errores intelectuales a veces trágicos, que observar, analizar y teo-
rizar es una manera de ayudar a construir un mundo diferente y mejor. No propor-
cionando las respuestas, que serán específicas para cada sociedad y las encontrarán
por sí mismos los actores sociales, sino planteando algunas preguntas relevantes.
Me gustaría que este libro fuera una modesta contribución a un esfuerzo analítico,
necesariamente colectivo, que ya se está gestando desde muchos horizontes, con el
propósito de comprender nuestro nuevo mundo en base a los datos disponibles y a
una teoría exploratoria.” (Castells, La era de la información, vol. 1, 2003, p. 36)

Nunca podemos esperar de la ciencia, pues, la seguridad del saber definitivo.


La investigación de un saber dogmático y de una verdad definitiva nos puede
procurar una cierta tranquilidad psicológica, pero no sirve para acercarnos al
conocimiento de la realidad y son contrarios al propio espíritu científico.

1.1. La ley de los tres estadios

El surgimiento de la sociología como nueva disciplina de conocimiento se


tiene que entender dentro del contexto de caos y de desconcierto vivido en los
años posteriores a la Revolución Francesa. También es importante tener pre-
sente las transformaciones que provocó la revolución industrial en Inglaterra.
Esta situación de cambios, políticos económicos y culturales dio pie al surgi-
© UOC 16 Sociología de la comunicación

miento de una serie de figuras intelectuales que intentaron dar respuesta a los
retos y a las incertidumbres que comporta la modernidad. Entre estas figuras,
destaca Auguste Comte (1798-1857), discípulo del duque de Saint Simon, que
fue quién inventó la palabra sociología en sustitución del término física social.

Figura 2. Auguste Comte (1798-1857) está considerado el fundador del positivismo.

El filósofo francés está considerado el padre del positivismo científico. El


positivismo se basa en la idea de que el “método científico” es lo más ade-
cuado para explicar el mundo (Comte, 1982). Podemos definir el positivismo
como la disposición mental y la tendencia a pensar que solo el conocimiento
de los hechos proporciona resultados satisfactorios para la comprensión de la
realidad; que la certeza se obtiene gracias a las ciencias experimentales y que
la única manera de evitar el error científico o filosófico es renunciar a todo a
priori y a conocer las cosas en sí.
La tarea de Comte es fundar y organizar esta ciencia integrada del hombre
y la sociedad. La sociología tiene que seguir “los mismos criterios del resto de
© UOC 17 La mirada sociológica

las ciencias, se tiene que constituir como un tipo de física social. El objetivo
de la nueva ciencia es llegar a descubrir las leyes que rigen el mundo social, de
manera parecida a como la física descubre las leyes que rigen el mundo físico.
Sólo así será posible que la sociedad se organice sobre bases sólidas y duraderas”
(Estradé, 1999: 109).
Dentro del esquema comtiano la sociología tenía que estudiar los meca-
nismos que hacen que la sociedad se mantenga unida (estática social) y, por
otro lado, estudiar el cambio y las transformaciones sociales (dinámica social).
Comte atribuía un papel determinante a la sociología que, en virtud de su
carácter general, estaba destinada a convertirse en la “reina de las ciencias”.
Comte considera que la sociología es un medio de predicción y control social
al servicio del orden, el progreso y el bienestar. El autor francés señalaba, tam-
bién, la importancia que tienen las ideas para explicar la evolución histórica.
Desde una particular concepción idealista Comte formuló la ley de los tres
estadios, según la cual la evolución de las sociedades humanas –de un modo
parecido al desarrollo de los individuos– pasa por tres estados o estadios: el
estado teológico, el estado metafísico y el estado científico positivo. (Como
veremos más adelante, el idealismo de Comte contrasta radicalmente con el
materialismo histórico de Marx.)

Los tres estadios de Comte: la evolución de las sociedades humanas


a partir de las teorías de Augusto Comte

En el estadio teológico el ser humano recurre a las fuerzas sobrenaturales


para explicar los fenómenos; durante el estadio metafísico estos fenómenos se
explican en términos de principios abstractos y racionales, y, finalmente, en
el estado científico o positivo es la ciencia la que tiene un papel crucial en la
explicación del cosmos. A partir de esta ley general Comte distingue tres tipos
principales de sociedades, correspondientes a cada uno de los tres estados: la
© UOC 18 Sociología de la comunicación

sociedad militar (estado teológico), la sociedad de los legistas (estado metafísi-


co) y la sociedad industrial (estado positivo).
El filósofo francés sostiene que la etapa positiva implica la superación de
las etapas anteriores y comporta la consagración de la ciencia como sistema
de conocimiento apropiado para explicar los grandes retos que comportan las
transformaciones históricas derivadas de la revolución industrial y de la revo-
lución política, y para darles respuesta.

1.2. El materialismo histórico

La sociología nace también bajo la estrella de la ciencia económica fundada


durante el siglo xviii por el pensador y moralista escocés Adam Smith (1723-
1790), considerado el precursor del liberalismo económico. Aun así, podemos
decir que el autor que ha influido más en su desarrollo es el filósofo y econo-
mista Karl Marx (1818-1883). La obra de Marx está cargada de observaciones
que tienen un gran interés histórico y sociológico. Marx fue un pensador
revolucionario que en El capital diseccionó magistralmente el sistema capita-
lista (Marx, 1983). El capitalismo es un sistema de producción que contrasta
radicalmente con los anteriores órdenes económicos de la historia, puesto que
comporta la producción de bienes y servicios a gran escala destinados a una
amplia variedad de consumidores.

Figura 3. Karl Marx (1818-1883) es una de las figuras más eminentes


de la sociología del conflicto.
© UOC 19 La mirada sociológica

Muy a grandes rasgos, podemos decir que el capitalismo es un sistema de


producción caracterizado por la técnica avanzada, la propiedad privada de los
medios de producción, la búsqueda del máximo beneficio y, particularmente,
la existencia del mercado libre como mecanismo general de coordinación y los
precios como señal informativa.
En contraposición a la perspectiva idealista de Comte, Karl Marx da mucha
importancia a las transformaciones económicas y a la manera de organizar el
trabajo y la producción de los bienes materiales. Por eso denomina a su méto-
do de análisis social materialismo histórico. El materialismo histórico es una
perspectiva, desarrollada originariamente por Karl Marx (junto con Friedrich
Engels), según la cual la historia de la humanidad, a excepción de sus estadios
más primitivos, ha sido una historia de lucha de clases, las cuales son producto
de la explotación económica que se produce en las relaciones de producción
y de intercambio, y a partir de la cual se explican la superestructura de las
instituciones jurídicas y políticas y las formas de representación religiosas y
filosóficas.

La noción de clase social


“Marx aportó algunas herramientas conceptuales muy útiles para lo que llamamos «análisis
de clase», es decir, el análisis de las formas en que las clases se constituyen y luchan entre
sí [...]. Para Marx, ni los ingresos ni la ocupación pueden considerarse criterios definitorios de
la clase. Contrariamente al conocimiento popular sobre lo que es una clase, la riqueza o la
pobreza no tienen nada que ver con la clase a la que se pertenece. No se es capitalista por
el hecho de ser rico, ni se es necesariamente rico por ser capitalista. [...] En general, Marx
va rechazó la posibilidad de que se definiese la clase en función de criterios de tipo grada-
cional, es decir, los criterios que no permiten colocar a cada uno de los individuos en una
“escala” de diferentes peldaños. Estos «peldaños» son artificios mentales del observador, no
realidades empíricas, y Marx creía que las clases eran una realidad empírica. Parece claro
que el criterio utilizado por Marx era el de la posición en las relaciones de producción, una
posición que a su vez está determinada por la propiedad o no propiedad de los medios de
producción. Así, en el capitalismo las dos grandes clases sociales son los capitalistas, que no
se definen por ser propietarios de medios de producción, y los trabajadores, que no son pro-
pietarios de medios de producción. Se ha escrito mucho sobre la suficiencia o insuficiencia
de este criterio para definir lo que es una clase social y, sobre todo, sobre su relación con el
criterio de la conducta de mercado. Efectivamente, la razón lleva a los poseedores de medios
de producción a comportarse de una determinada forma en el mercado: alquilar fuerza de
trabajo y acumular incesantemente capital. Pueden no hacerlo, pero en este caso desapare-
© UOC 20 Sociología de la comunicación

cerán como capitalistas. La no posesión de medios también determina un comportamiento


racional para los trabajadores: alquilar su fuerza de trabajo. Si la clase queda mejor definida
por el criterio de la propiedad o por el del comportamiento de mercado, o si ambos crite-
rios se deben tener en cuenta, es un debate abierto. Lo que sí que parece claro es que el
concepto de clase que usaba Marx es relacional, no gradacional: la clase es una propiedad
relacional, como ser padre, por ejemplo. Uno es padre si tiene al menos un hijo o una hija.
Del mismo modo, los capitalistas no son capitalistas por tener mucho o poco dinero, sino
porque tienen una relación determinada con otra clase, la obrera: «El capital presupone el
trabajo asalariado, y este, el capital. Ambos se condicionan y se engendran recíprocamente».
Sin obreros por asalariar, no habría capitalistas, y sin capitalistas no habría asalariados. Es
la matriz de relaciones en la que están inmersas las clases lo que las convierte en clases.”
(León, F. J., 2012: 54-57).

Marx considera que el ser humano necesita, antes que nada, satisfacer las
necesidades materiales (comer, beber, guarecerse, vestirse, etc.). El modo de
producción y de distribución de estos bienes básicos (infraestructura) condi-
ciona las diferentes fases de desarrollo de las instituciones políticas, jurídicas,
artísticas y religiosas (superestructura).
En contraposición al idealismo filosófico, para Marx, las ideas, las creencias
o los valores de los seres humanos no son la principal fuente de cambio social.
Es el trabajo, la actividad humana orientada a la satisfacción de las necesidades,
lo que condiciona la manera de hacer, de pensar y de sentir.
Marx y Engels participan de un modelo conflictivista y consideran que
la lucha de clases es el principal motor de la historia. Como sostienen en el
Manifiesto comunista esta lucha es producto del enfrentamiento que se produce
entre dos clases sociales antagónicas en la defensa de sus intereses particulares:

“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha
de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y sirvientes, maes-
tros y oficiales. En una palabra: opresores y oprimidos se han enfrentado siempre,
han mantenido una lucha constante, sepultada a veces y otras veces abierta; lucha
que ha acabado siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o
con el hundimiento de las clases en pugna. En las épocas históricas anteriores encon-
tramos casi por todas partes una diferenciación completa de la sociedad en varios
estamentos. Una múltiple escalera gradual de condiciones sociales. En la Roma anti-
gua encontramos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, seño-
© UOC 21 La mirada sociológica

res feudales, vasallos, maestros, oficiales y sirvientes, y además, en casi todas estas
clases encontramos, a su vez, gradaciones especiales. La moderna sociedad burguesa,
que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones
de clase. Sólo ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas. Pero nuestra época, la época de la burguesía,
se distingue por el hecho de haber simplificado las contradicciones de clase. Toda
la sociedad se va dividiendo, cada vez más, en dos grandes bandos hostiles, en dos
grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.” (Marx
y Engels, 1948).

Desde una perspectiva marxista, la principal palanca del cambio social es la


contradicción que se produce entre las “fuerzas productivas” y las “relaciones
de producción”. Estas contradicciones pueden llegar a provocar estallidos de
violencia revolucionaria. Finalmente, Marx distingue cuatro modos de produc-
ción fundamentales que se van sucediendo en el tiempo: el modo de produc-
ción antiguo, el modo de producción feudal, el modo de producción capitalista
y el modo de producción socialista.
Para una lectura actual y crítica sobre Marx, véase: León, F. J. (2012). Karl
Marx. Entre la ciencia y la revolución. Barcelona: UOC.

2. El advenimiento de la modernidad

2.1. Reflexiones previas

Desde una perspectiva histórica se considera la invención de la máquina de


vapor de James Watt en 1775 como un factor crucial que hizo posible la revo-
lución industrial en Inglaterra.
Más adelante, la revolución francesa del año 1789 permitió derrocar el anti-
guo régimen absolutista. Para explicar estos procesos históricos transformado-
res, los autores clásicos hacen hincapié, sobre todo, en los factores de carácter
económico y político que tienen, sin duda, una importancia capital e indiscu-
tible (Giddens, 1979). Conviene destacar, también, el peso del pensamiento
© UOC 22 Sociología de la comunicación

ilustrado, la reforma protestante y la superación de las viejas creencias y supers-


ticiones. Con su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Max Weber
(1984) estudia cómo el capitalismo como sistema económico hegemónico se
impuso antes en los países europeos de tradición protestante, especialmente en
su concreción calvinista.

Figura 4. La máquina de vapor de James Watt hizo posible la revolución industrial.

Pero a menudo al explicar la modernidad se ha desatendido o se ha pasado


por alto los factores culturales y comunicativos. Es necesario también tener
presente, por ejemplo, el papel que han tenido las nuevas redes de transportes
y telecomunicaciones en la configuración de las sociedades modernas y en
el establecimiento de unas nuevas formas de vida. Para John B. Thompson
(1998), cualquier análisis lúcido de la realidad social tiene que focalizar la aten-
ción en la creación de un sistema de comunicación que ha permitido conectar
gradualmente todos los rincones del planeta y producir un cambio fundamen-
tal en las condiciones de vida de la población. Este proceso de cambio radical
culminará, más adelante, con el proceso de globalización. El principal mérito
de Thompson es proponer un paradigma teórico que sitúa los medios en el
centro de la sociedad contemporánea. Los medios no son seguramente el factor
más importante, pero han tenido un papel primordial en la configuración de
© UOC 23 La mirada sociológica

las sociedades modernas (y posmodernas). No se puede hacer un seguimiento


de los cambios en el mundo de la política y la cultura contemporánea sin tener
en cuenta las nuevas formas de visibilidad social que crean los mass media
(Thompson, 2008).
Por otro lado, es interesante destacar la aportación que hace Manuel Castells
en su trilogía sobre La era de la información. El objetivo de esta obra monumen-
tal es analizar el cambio social que se ha producido en nuestras sociedades a
finales del siglo pasado con la irrupción de Internet y la extensión de las redes
sociales. Como veremos en el próximo capítulo, la obra de Castells (2003) nos
explica el paso del capitalismo industrial al capitalismo informacional, que des-
plaza la importancia de la propiedad y del control sobre los recursos materiales
hacia la gestión y el procesamiento de la información. Se trata de un nuevo
sistema tecnoeconómico organizado mediante redes telemáticas y nuevas for-
mas de organización horizontal del trabajo que se extienden a escala mundial.
Pero no avancemos acontecimientos. Es mejor ir paso a paso sin precipitarnos.
A continuación expondremos las principales teorías sociológicas del proceso
modernizador.

2.2. De la comunidad a la asociación

En sus inicios, la sociología focaliza los cambios y las transformaciones que


provoca el tránsito de la sociedad tradicional a la sociedad moderna. Se trata
de cambios estructurales de gran alcance, a menudo de carácter dramático, que
han comportado una conmoción histórica extraordinaria y que han incidido
en las condiciones y las oportunidades de vida de millones y millones de per-
sonas.
Con el advenimiento de la modernidad, se produce el paso de las antiguas
comunidades de carácter simple a las sociedades modernas de carácter comple-
jo. La mayor parte de autores clásicos de las ciencias sociales participan de una
imagen común, de un cierto acuerdo en la tentativa de explicar este cambio
histórico a partir de la disolución de las comunidades originarias de carác-
ter simple y el tránsito hacia las sociedades modernas de carácter complejo
(Giner, 1974). Con su distinción entre comunidad (Gemeinschaft) y asociación
(Gesellschaft), Ferdinand Tönnies (1855-1936) es el autor clásico que mejor
expresa esta bipolaridad.
© UOC 24 Sociología de la comunicación

Figura 5. Ferdinand Tönnies (1855-1936) está considerado


como uno de los precursores de la sociología.

La Gemeinschaft se basa en los vínculos afectivos, primordiales, emociona-


les, y en las lealtades y las adhesiones de fidelidad incondicional. La comuni-
dad se apoya en la voluntad natural o esencial (Wesenwille), que es el tipo de
resorte que en esta forma de agrupamientos humanos produce una impulsión
hacia los otros. En cambio la asociación que se basa en la voluntad racional
o arbitraria –arbitraria en el sentido del libre albedrío y no de voluntad capri-
chosa– (Kürville) se caracteriza por las relaciones instrumentales, racionales,
deliberadas, de cálculo” (Flaquer y Giner, 1986).
Según la definición de Tönnies, las relaciones en el seno de la comunidad
(Gemeinschaft) están presididas por vínculos y vínculos de tipo afectivo, perso-
nal y familiar. La comunidad se define por la unidad del pensamiento y la emo-
ción. Los elementos pasionales y emotivos predominan sobre los racionales.
© UOC 25 La mirada sociológica

Esquema 1. LA TIPOLOGÍA DE COMUNIDAD Y ASOCIACIÓN (FERDINAND TÖNIES)

Características SOCIEDADES TRADICIONALES SOCIEDADES MODERNAS


Estructura Comunidad (Gemeinschaft) Asociación (Gesellschaft)
Acción Afectiva Racional
Tradicional; costumbre Instrumental; contractual
Orientación Fin en sí mismo Medio para otros fines
de la acción Particularismo Universalismo
Orden social Tribal, clánico, étnico Corporativo, empresarial,
burocrático
Economía Cooperación; unidad de producción Mercado, propiedad privada;
y consumo salarios y beneficios
Autoridad Carismática o hereditaria Mando legítimo electo
Persona Miembro natural, pertenencia Miembro convencional; individuo;
hereditaria pertenencia conseguida (mérito)
Universo social Compacto: tribal; clánico; Público- Fragmentado: casta; linaje; estado
privado sociedad civil

Mucho antes que se empezaran a notar los efectos de la revolución indus-


trial, cada ciudad y cada villa eran como un pequeño microcosmos donde
se satisfacían las necesidades de orden económico, cultural o emocional.
Entonces las relaciones sociales venían marcadas mucho más por su carácter
personal, y los vínculos sociales se fundamentaban en un fuerte sentimiento
de identidad entre personas conscientes de pertenecer a un mismo universo de
experiencias: en el centro de esta concepción del mundo está el retrato de una
sociedad campesina premoderna.
Sin embargo, el tipo de relación que predomina en las sociedades comple-
jas es de carácter asociativo. En la sociedad se produce una separación entre
razón y sentimiento, entre medios y fines, lo que significa que las relaciones
personales son de carácter racional e instrumental; predominan el cálculo, la
manipulación y la evaluación crítica de las situaciones.
La dicotomía de Tönnies ha tenido una influencia extraordinaria en la
teoría social posterior, pero como veremos más adelante, resulta demasiado
rígida y demasiado simplista, puesto que niega de raíz el carácter comunitario
de la experiencia humana en las sociedades modernas y subestima el peso de
la racionalidad en las sociedades tradicionales.
© UOC 26 Sociología de la comunicación

2.3. Individualismo y formas de solidaridad moderna

El principal factor que explica esta creciente diferenciación es la división


social del trabajo. Una peculiaridad del sistema económico de las sociedades
modernas es el desarrollo de una división del trabajo sumamente compleja y
diversificada (Durkheim, 1982). La división del trabajo implica que este se divi-
de en distintas ocupaciones que necesitan una determinada especialización.
Según Durkheim, todas las sociedades mantienen, aunque sea de forma rudi-
mentaria, algún tipo de división del trabajo. Las sociedades más simples mos-
traban ya una división sexual del trabajo, de modo que las tareas asignadas a
los hombres y a las mujeres estaban claramente diferenciadas. El desarrollo del
industrialismo ha hecho que la división del trabajo sea mucho más compleja
que en cualquier otro tipo de sistema de producción anterior.
En la división del trabajo social, Émile Durkheim (1858-1917) se plantea
el tránsito de la vida tradicional a la vida moderna y afirma que mientras que
en las “sociedades simples” los vínculos de solidaridad (solidaridad mecánica)
se dan gracias a la similitud de las conciencias y a un fuerte sentimiento de
identidad entre los individuos, en las “sociedades complejas” es el proceso de
diferenciación del trabajo lo que da origen a una nueva forma de solidaridad
(solidaridad orgánica) basada en la diferencia.
Este proceso diferenciador es consecuencia del proceso de producción
industrial moderno y es, también, su elemento más característico. La división
social del trabajo debilita la “conciencia colectiva”. Durkheim se plantea si la
división social del trabajo, en las sociedades complejas, puede conducir a una
ruptura de los vínculos comunitarios y amenaza con la disgregación de la socie-
dad (proceso que se acentúa con el debilitamiento de la religión).
El reto o paradoja fundamental al que quieren dar respuesta las teorías de
Durkheim es el siguiente: “¿Cómo es posible mantener la cohesión social y
la solidaridad entre los individuos en una sociedad fuertemente diferenciada
que promueve el individualismo?”. Por ejemplo, una de las preguntas que se
plantea en La división del trabajo social es la siguiente: “¿Cómo es posible que,
haciéndose más autónomo, el individuo dependa más estrechamente de la
sociedad?” (prefacio de la primera edición de La división del trabajo social).
© UOC 27 La mirada sociológica

Figura 6. Émile Durkheim (1855-1936) entendía la sociedad como una comunidad moral.

Este es uno de los enigmas que Durkheim resuelve brillantemente. La res-


puesta que da Durkheim a este interrogante es clara y diáfana: la diferenciación
social del trabajo y el culto al individuo no tienen por qué hacer tender a la
desintegración social. La solidaridad en las sociedades modernas no proviene
de la aceptación de un conjunto de creencias comunes y de un sentido de
identidad colectiva. Es muy conocido el retroceso de las religiones (sobre todo
en sus expresiones más institucionalizadas). Al contrario, proviene de la dife-
renciación de los individuos en el trabajo y de un nuevo vínculo basado en la
mutua interdependencia.
Durkheim distingue entre dos formas de solidaridad: la mecánica y la orgá-
nica. La solidaridad mecánica, propia de las sociedades simples y de carácter
tradicional, es la solidaridad por similitud y expresa una falta de diferenciación
social. Los individuos se asemejan entre ellos porque comparten unos mismos
valores y sentimientos religiosos. Sin embargo, la solidaridad orgánica, propia
de las sociedades complejas, es la solidaridad por diferenciación y por interde-
pendencia y se caracteriza por un aumento de la densidad de la sociedad debi-
© UOC 28 Sociología de la comunicación

do a la expansión de la población, al crecimiento de las ciudades y al desarrollo


de los medios de transporte y comunicación.

Esquema 2. TIPOLOGÍA SOBRE LOS SISTEMAS DE SOLIDARIDAD (ÉMILE DURKHEIM)

SOCIEDADES TRADICIONALES SOCIEDADES MODERNAS


SOLIDARIDAD MECÁNICA SOLIDARIDAD ORGÁNICA
Homogeneidad Heterogeneidad
Identidad Diferencia
Interdependencia funcional
Grado de complejidad Escasa división social del trabajo Profunda división social
del trabajo
Religiosidad Fuerte conciencia colectiva Débil conciencia colectiva
Derecho Derecho penal Derecho civil restitutivo

Estos dos tipos de solidaridad dan lugar a dos tipos de sociedades: las socie-
dades simples (segmentarias) y las complejas (basadas en la división del traba-
jo). Las formas de solidaridad aluden a los modos de integración y articulación
de los grupos e instituciones sociales, y al tipo de vínculos que unen a los
miembros de la sociedad entre sí.
El concepto durkheimiano de solidaridad es muy amplio e incluye varias
acepciones: (1) sistema de vínculos sociales que liga a los individuos a la socie-
dad; (2) sistema de relaciones sociales que une a los individuos entre sí y a la
sociedad en su conjunto; (3) sistema de intercambios sociales que va más allá
de las transacciones que se dan en el intercambio económico en la sociedad.
Este sistema de intercambios forma una vasta red de solidaridad social que se
extiende al amplio abanico de relaciones sociales y cohesiona a los individuos
en una forma de unidad social; (4) grado de integración social que creía que
unía a los individuos a los grupos sociales independientemente de su voluntad
(Flaquer, 2012: 42).

2.3.1 Modernidad y anomia

A medida que se expande la división del trabajo, los individuos se vuelven


cada vez más dependientes los unos de los otros porque cada persona necesita
© UOC 29 La mirada sociológica

bienes y servicios que le proporcionan los que realizan otros trabajos. Según
Durkheim, los procesos de cambio en el mundo moderno son tan rápidos e
intensos que generan importantes trastornos sociales, que Durkheim vinculó
con el problema de la anomia. En circunstancias de crisis es cuando se hace
más patente este problema.
Durkheim usó este concepto en De la división del trabajo social (1893) y en
El suicidio (1897). La anomia es un concepto central en la disciplina socioló-
gica. La anomia comporta una situación social en la que se hace patente un
conflicto de normas morales y de conducta, de modo que algunos individuos
sufren ante las dificultades que implica orientar con precisión su conducta.
Dicho con otras palabras, la anomia es el sentimiento que experimentan algu-
nos individuos ante la falta de propósitos u objetivos en la vida que se da en
determinadas condiciones sociales. Para Durkheim, la anomia es consustancial
al capitalismo y, en general, a la sociedad moderna, en la medida que es un tipo
de sociedad en la que se ha institucionalizado el cambio.1

Para una lectura actual sobre Durkheim, véase:


Flaquer, L. (2012). Émile Durkheim. Sociòleg de la moral. Barcelona:
UOC.

2.4. La superorganización de la vida

Los tiempos difíciles han ejercido una singular fascinación en el mundo de


la intelectualidad y tiñen la mirada de pesimismo. Esta visión pesimista que se
impone en tiempos de crisis no es nueva en absoluto. Por ejemplo, el sociólogo
alemán Max Weber (1964-1920) no participaba de la confianza ciega en el pro-
greso. Weber era consciente del carácter trágico y paradójico de la condición
humana. Esta conciencia acerca al autor alemán a los grandes pensadores de la
sospecha –Marx, Nietzsche y Freud– que lo precedieron. Nuestros actos pueden
tener efectos imprevistos o consecuencias no deseadas. Weber habla de las con-
secuencias no intencionadas del comportamiento humano. Los actos humanos

1. La noción de anomia posteriormente ha sido desarrollado por R. K. Merton –en Social Theory
and Social Structure (1949)–, para quien la anomia o estado anómico es la situación en que los
objetivos sociales prescritos son incompatibles con las normas que regulan la consecución y
se originan conflictos, tensiones y frustraciones específicas de cada caso.
© UOC 30 Sociología de la comunicación

pueden tener resultados inesperados que escapan al control de la voluntad de


las personas. En este sentido se ha de tener presente que las intenciones que
mueven a la acción social pueden desvanecerse en el transcurso del tiempo y
que nuestros actos pueden dar lugar a consecuencias totalmente imprevistas.

Figura 7. Max Weber (1864-1920) está considerado el fundador


de la sociología comprensiva.

Todo ello hace que la vida humana a menudo sea mucho más complicada
de lo que podría parecer a primera vista. No basta tener buenas intenciones.
Como dice la sabiduría popular, “el infierno está adoquinado con buenas
intenciones”. Nuestros actos nos pueden llevar a situaciones nuevas y a unos
resultados inesperados que, a menudo, son contrarios a nuestra voluntad.
En toda su obra, Max Weber expresa un profundo pesimismo y adopta una
postura crítica respecto de la misma noción de progreso, que es un elemento
básico del proyecto ilustrado. Max Weber ve en el proceso de racionalización los
rasgos más relevantes de una sociedad moderna abocada a la pérdida de sentido
o al desencanto del mundo. Según Weber, el verdadero motor del cambio social
se encuentra en el proceso de racionalización.
© UOC 31 La mirada sociológica

El proceso de racionalización Desencanto del mundo


En este nombre Weber incluye un conjunto [El proceso de racionalización] también
de fenómenos de índole variada que afec- tiene sus costes. En concreto, Weber habla
tan las esferas del derecho, la política, la de un “desencanto del mundo” creciente,
religión, el arte, la economía, la técnica, las producido, por un lado, como consecuencia
formes de pensamiento y la organización de la pérdida de peso de las explicaciones
general de la sociedad. En las sociedades religiosas sobre la vida y la muerte, y, por
tradicionales estos ámbitos están muy poco el otro, por la ausencia de respuestas alter-
delimitados y la religión se hace presente nativas a estas cuestiones. El desencanto
en prácticamente todas las expresiones de del mundo es consecuencia del proceso de
la vida colectiva. La irrupción de la moder- racionalización que provoca la desaparición
nidad se constata cuando se inicia un doble de la magia y del misterio en las sociedades
proceso, consistente en la diferenciación modernas. (Estradé, 1999: 101-102)
progresiva de nuevos marcos de actividad
humana y de su emancipación lenta del
dominio de la religión, y la adopción en el
interior de cada una de estas esferas de
unos criterios de regulación relativamente
autónomos respecto a los del resto (crite-
rios específicamente políticos, económicos,
estéticos, etc.). Cuando pasa esto, podemos
decir que se produce una racionalización
general de la vida social, porque coincide
con la irrupción generalizada de unos puntos
de vista más pragmáticos, más funcionales,
basados en el cálculo de los medios necesa-
rios para lograr una determinada finalidad.

Weber pone de relieve los peligros de este proceso, que ve como inevitable
y que es inherente al proceso de racionalización y, particularmente, a la exten-
sión de la racionalidad formal o instrumental en detrimento de la racionalidad
esencial. Weber creía que la sociedad moderna había dejado de mantenerse
unida por lazos comunitarios de carácter primario (a pesar de que todavía per-
sistían importantes vínculos sociales). En las sociedades modernas, el principal
vínculo social estaba constituido por organizaciones formales esencialmente
burocráticas.
Según Weber, la burocracia es un tipo de organización propia de la sociedad
moderna que, a pesar de su mala fama, es más eficiente que los sistemas de
organización precedentes. La burocracia tiene un carácter formal, unas reglas
© UOC 32 Sociología de la comunicación

de procedimiento explicitas, una estructura jerárquicamente e internamente


diferenciada en tareas altamente controladas por formas, secciones y departa-
mentos (bureaux, oficinas), con pretensión de racionalidad y eficiencia (en el
próximo capítulo veremos los peligros potenciales que comporta la burocracia).

Esquema 3. LOS CLÁSICOS Y LAS TEORÍAS DE LA MODERNIZACIÓN

Teoría de la modernización Consecuencias de la moder-


nización
Karl Marx La sucesión de los diferentes El tránsito del feudalismo al
Nace en Alemania (1818) modos de producción y siste- capitalismo
Muere en Inglaterra (1883) mas de propiedad. Alienación: Situación de pér-
El capital (vol. I) 1867 La lucha de clases es el dida de control del trabajador
motor de la historia. respecto al proceso de trabajo
y del fruto de este proceso.
Émile Durkheim La división social del trabajo. El tránsito de las sociedades
Francia (1858-1917) El aumento de la población simples a las sociedades
La división del trabajo social y los contactos entre varias complejas.
(1893) comunidades que favorecen Anomia: Situación en la que
la innovación y el proceso de hay una falta d regulación
especialización. moral colectiva de los deseos
La especialización hace que y aspiraciones individuales.
los intereses sean difíciles de
armonizar.
Max Weber El proceso de racionalización. Secularización.
Alemania (1846-1920) La modernidad comporta un Desencanto del mundo.
La ética protestante y el espí- doble proceso, consistente en Pérdida del peso específico
ritu del capitalismo (1906) la diferenciación progresiva de las religiones en la inter-
de nuevas esferas de la acti- pretación del mundo.
vidad humana (la esfera del
derecho, la ciencia, la política,
la moral, el arte, etc.), su
emancipación lenta y progre-
siva del dominio de la religión
y la adopción en el interior de
cada una de estas esferas de
unos criterios de regulación
relativamente autónomos.
© UOC 33 La mirada sociológica

Independientemente del hecho de que estas organizaciones tendían, en su


origen, a satisfacer los intereses de los respectivos socios y administrados, la
burocracia, que se regía con criterios autónomos, tendía a la igualación de los
administrados, porque la diferenciación y la variedad dificultan una adminis-
tración eficiente. Así, el carácter impersonal de las relaciones se acentúa en el
seno de los grupos tratados por la burocracia, en una tendencia deshumaniza-
dora hacia la especialización (Giner, 1979: 159).

Para una lectura actual de los clásicos de la sociología,


véase:
Estradé, A. (1999). “El pensament sociològic: Els fundadors”. En:
Cardús, S. (coord.). La mirada del sociòleg. Barcelona: UOC/Proa.

3. La perspectiva sociológica

3.1. La sociología como forma de conciencia personal

La sociología es una disciplina de conocimiento que nace con vocación de


ser (o de llegar a ser) una ciencia. Aun así, la sociología también es una forma
de conciencia personal que nos permite conocernos mejor a nosotros mismos
y nuestra posición en el mundo (Berger, 1987). Aprender a pensar sociológi-
camente significa cultivar nuestra imaginación (C. W. Mills, 1987). La imagi-
nación sociológica invita a comprender lo que nos ocurre, no tanto a partir
de nuestros rasgos particulares (esto sería caer en el psicologismo), sino por el
contexto social que nos ha tocado vivir. Del mismo modo que estudiar historia
permite entender mejor la evolución de un país a lo largo del tiempo, la ima-
ginación sociológica permite comprender la biografía personal en el contexto
de la historia de nuestro tiempo.
© UOC 34 Sociología de la comunicación

Figura 8. Charles W. Mills (1916-1962) fue el autor de La imaginación sociológica.

Los hechos de la historia contemporánea –como dijo W. Mills (1916-1962)


en La imaginación sociológica– son a la vez hechos relativos a los éxitos y a los
fracasos de unas mujeres y de unos hombres concretos que pueden sufrir sus
consecuencias en su propia carne:

“Cuando una sociedad se industrializa, el labrador se convierte en obrero y el


señor feudal desaparece si no se convierte en hombre de negocios. Cuando las clases
suben o bajan, el primero tiene trabajo o está parado; cuando las inversiones aumen-
tan o disminuyen, el segundo toma vuelo o se arruina.” (Mills, 1987: 7-8).

Es importante saber cuáles son nuestras oportunidades vitales y profesiona-


les en tiempos de crisis. Es precisamente el colectivo de los jóvenes uno de los
más afectados por la falta de perspectivas de futuro. La conciencia sociológica
nos interpela y a menudo nos incomoda, ya que pone de manifiesto algunos
factores condicionantes de nuestra vida personal y, a menudo, permite poner
en cuestión nuestra ilusión de libertad. A pesar de que a menudo nos mostra-
mos confiados y muy seguros de nuestro poder como individuos para tomar
decisiones, no somos conscientes de hasta qué punto nuestras decisiones están
condicionadas por las circunstancias que nos rodean, circunstancias que noso-
tros no hemos elegido.
© UOC 35 La mirada sociológica

3.1.1. La dialéctica entre individuo y sociedad

No es sencillo explicar qué es la sociología. La sociología es una disciplina


humanística que sitúa al ser humano en el centro de su reflexión y preocupación.
En este sentido el individuo es esencial. Sin embargo, si entendemos al indi-
viduo como sujeto, entonces este no se puede entender separado de la sociedad
[como si se tratara de un ser solitario, aislado y apartado del mundo (como
harían algunas corrientes de la psicología), sino que entendemos al individuo
como un ser eminentemente social.] Pensar sociológicamente no significa úni-
camente pensar en el ser humano, sino también en el mundo humano en su
conjunto. Los individuos no pueden ser analizados de un modo esencialista,
abstracto o independiente de las formas sociales por las que están afectados.
Los individuos son actores participantes de una comunidad de valores y de
instituciones cuyas consecuencias prácticas también determinan el obrar y el
sentido de sus acciones (Wieviorka, 2011).
Tampoco se puede admitir la famosa frase atribuida a Margaret Thatcher:
“La sociedad no existe, solo hay individuos”. Esta sentencia expresa muy bien
la miopía del neoliberalismo, que niega la dimensión social de la experiencia
humana. Esta visión equivocada explica en buena parte la crisis estructural
que sufre el capitalismo informacional. Mientras que el antiguo comunismo
estalinista fracasó, al negar al individuo como sujeto, el neoliberalismo está
condenado a fracasar al negar la dimensión colectiva de la experiencia indivi-
dual. Las dos doctrinas son igualmente perniciosas, dado que –como veremos
en este texto– no se puede separar al individuo de la sociedad, ni a la sociedad
del individuo, ni se pueden contraponer.
No hay manera, pues, de entender la vida de una persona, ni la historia de
una sociedad, si no se entienden las dos juntas. Como ya decía Aristóteles, el
ser humano es un animal político (Zoon politikon); es decir, un individuo que
vive en la ciudad y que, por lo tanto, tiene que potenciar las habilidades socia-
les y comunicativas. Esta dependencia del entorno es especialmente acusada en
los primeros años de vida. Fuera de un entorno social y cultural el individuo no
puede crecer, ni sobrevivir. La ausencia de vida social priva al ser humano de
una serie de aprendizajes básicos para la vida social: el lenguaje, el desarrollo
mental y las emociones superiores.
No podemos concebir la existencia de los seres humanos sin sociedad, sino
que “el homo sapiens es siempre, y en esta misma medida, homo socius” (Berger
© UOC 36 Sociología de la comunicación

y Luckman, 1988: 70). “El ser humano es un ser social y lo que lo hace humano
es, fundamentalmente, el hecho de nacer y crecer en sociedad. En este sentido,
un individuo que al nacer se abandone y se deje solo y al margen de la sociedad
difícilmente podrá subsistir. Y es que a pesar de ser famosas y conocidas las
películas sobre los niños salvajes criados en la selva, estos casos son una rareza
muy excepcional” (Griera y Clot, 2013).

Figura 9. Fotograma de la película L’enfant sauvage de François Truffaut.

No se trata solo de un relato cinematográfico. Anna e Isabelle son dos


casos reales que se produjeron en los Estados Unidos y fueron estudiados por
Kingsley Davis (1940, 1947). Se trata de dos “niños salvajes” que durante la
niñez fueron abandonados por sus padres y sufrieron aislamiento social y no
se relacionaron con otros seres humanos. El estudio de Kingsley Davis permite
constatar que la sociabilidad es clave para el desarrollo humano. La ausencia
de vida social en este momento crucial del crecimiento priva al ser humano del
lenguaje, del desarrollo mental y de las emociones superiores.

3.1.2. La identidad líquida

Vivimos en un mundo dinámico y cambiante. Los individuos podemos expe-


rimentar cambios importantes a lo largo de la trayectoria vital y profesional.
© UOC 37 La mirada sociológica

Mientras en las sociedades tradicionales el individuo mantenía general-


mente un estatus profesional estable y una identidad social bastante definida
(vinculada a este estatus), en las sociedades avanzadas se puede cambiar con
relativa facilidad su posición o estatus social. En las sociedades modernas la
identidad es bastante indefinida, insegura y cambiante (Berger, 1987).
Los cambios no afectan a todo el mundo, ni afectan del mismo modo. Aun
así, muchos individuos experimentan cambios importantes a lo largo de su
vida. Estos cambios obligan a (re)definir la posición social, puesto que una per-
sona que muda su posición en el mundo también es una persona que cambia
la percepción que tiene de sí misma.
La condición humana en las sociedades avanzadas ha logrado un carácter
bastante incierto y fluctuante. Por ello en plena era de la incertidumbre ha
hecho fortuna la idea de que vivimos en una sociedad líquida, como sugiere
el sociólogo de origen polaco Zigmunt Bauman (2007). El hombre y la mujer
en la era de la posmodernidad se encuentran en estado de duda permanente
sobre el mundo y sobre sí mismos. El ser humano, por lo menos en las socie-
dades democráticas, es teóricamente libre. No obstante, se trata de una libertad
condicionada por la posición social y la trayectoria individual. Muchas cosas
importantes de esta vida nos vienen dadas. La ciudad de nacimiento, la fami-
lia de origen o la lengua materna dependen de las circunstancias de nuestro
nacimiento. Son circunstancias que nosotros no hemos escogido y, aun así, son
decisivas para explicar lo que somos y condicionan nuestro destino. Aunque
algunas teorías sociológicas aportan una visión muy determinista, creemos
que es más acertada aquella mirada que se da cuenta de la complejidad y del
carácter dialéctico de la vida social (la sociedad nos condiciona a nosotros,
pero nosotros también podemos incidir en la vida social). En cualquier caso,
el protagonismo del individuo como sujeto social se puede acentuar gracias
a una mayor reflexividad. Por ejemplo, si nos fijamos en las mujeres y en las
relaciones de género, en primer lugar hace falta una reflexión general para
constatar la existencia de ciertas desigualdades entre hombres y mujeres. En
segundo lugar, será necesario que la propia mujer analice su situación personal
y solo desde este proceso de reflexión y concienciación personal podrá mejorar
algunos aspectos de sus relaciones de pareja.
Lo que nos pasa a nosotros no siempre tiene una relación directa con nues-
tra voluntad o con nuestros deseos, sino que depende de unas circunstancias
sociales que seguramente no hemos elegido, pero que afectan a nuestro desti-
© UOC 38 Sociología de la comunicación

no. Como dijo Ortega y Gasset “Yo soy yo y mis circunstancias”. Es importante
saber hasta qué punto estas circunstancias nos condicionan. Por ejemplo, si yo
me quedo en el paro puedo llegar a pensar que la culpa es exclusivamente mía,
pero si analizamos la situación de crisis actual constatamos que existe un pro-
blema general que afecta a muchos jóvenes que se encuentran en una situación
similar. También es un elemento de preocupación el tema del fracaso escolar.
El fracaso escolar, por ejemplo, es vivido como un fracaso personal (y así es),
pero también es un fracaso de la propia sociedad, que no ha invertido los recur-
sos necesarios en la formación de los niños. La influencia de los demás, sobre
todo durante los primeros años de vida, es muy importante. Sartre lo expresó
de una forma magistral: “Yo soy lo que hago de lo que los otros han hecho de
mí” (Berger y Luckmann, 1988: 79).
La conciencia sociológica es contraria a la percepción carismática que a
menudo tenemos de nosotros mismos. Nos hacemos ilusiones y nos creemos
libres: amos y señores de nuestra vida. Pensamos que podemos ejercer un
control absoluto sobre nuestro destino. Como si nuestra vida dependiera solo
de nuestra voluntad y de nuestros deseos, pero esto desgraciadamente no es
así. Las instituciones y la estructura social nos limitan. La trayectoria laboral
de un periodista, por ejemplo, está muy condicionada por las estructuras de
la empresa donde ejerce la profesión. Un periodista freelance incluso está con-
dicionado por los imperativos de las empresas de comunicación que le pagan
los reportajes. Aunque sea un profesional muy preparado y con las ideas muy
claras no siempre podrá hacer lo que le dicta su conciencia personal y profesio-
nal. Es importante saber –y no siempre es agradable– que los profesionales de
la comunicación sufren grandes limitaciones y condicionantes en el ejercicio
de su rol profesional. En su obra Sobre la televisión, Pierre Bourdieu (1997) pone
de manifiesto las limitaciones o constricciones que el “campo periodístico”
ejerce sobre los propios profesionales de la televisión que, incluso, los llega a
tratar de “títeres”.

Véase: Bourdieu, P. (1997). “Annex I. L’ascendent del periodis-


me”. Sobre la televisió (pág. 79-93). Barcelona: Ediciones 62.

La sociología nos enseña que no somos totalmente amos y señores de nues-


tras vidas. Esta es una idea difícil de asumir, dado que vivimos en un mundo
hiperindividualista, en el que todo el mundo cree que puede controlar su
© UOC 39 La mirada sociológica

existencia. Pero una tarea de la sociología es sacarnos el velo que nos cubre la
mirada y ofrecernos la conciencia de que incluso nuestras herramientas herme-
néuticas, las categorías que utilizamos para explicar el mundo que nos rodea,
son fruto de una coyuntura histórica y una situación geográfica determinadas.

3.2. El perfil del sociólogo

La mayor parte de profesiones liberales tienen, todavía hoy, como modelo


de referencia la consulta médica o jurídica. Los médicos, incluso cuando traba-
jan en el seno de grandes corporaciones, suelen dar un trato individualizado
a las personas enfermas. El perfil o la imagen social de los profesionales de la
salud es bastante clara. La existencia de películas y de series de televisión que
retratan la vida hospitalaria refuerza, todavía más, su proyección social. Los
periodistas y profesionales de la comunicación –a pesar de los cambios en la
profesión y la precariedad laboral que sufren muchos de ellos– también tienen
una imagen social bastante nítida. Es una profesión que genera muchas voca-
ciones. Es cierto que los profesionales de la comunicación no tienen mucho
poder, pero los periodistas “ejercen una forma muy rara de dominación: tienen
el poder sobre los medios que permiten explicarse públicamente, existir públi-
camente, ser conocido, acceder a la notoriedad pública” (Bourdieu, 1997).
Los periodistas o los publicitarios han sido objeto de varias series de ficción,
algo que no ocurre con la mayor parte de expertos que trabajan en el campo de la
sociología. La mayor parte de sociólogos profesionales trabajan dentro de gran-
des corporaciones (públicas o privadas) como trabajadores asalariados y realizan
tareas muy diversas, sin mucha visibilidad social. La tarea de los sociólogos es,
en este sentido, mucho más compleja y la imagen social mucho más difusa. No
hay hoy en nuestro país un estereotipo claro de cuál es el trabajo del sociólogo
(y, por desgracia, no existen muchos chistes sobre ello). Quizás el estereotipo
social más extendido es el que identifica al sociólogo con quien realiza estudios
de mercado o sondeos de opinión. Es una tarea profesional muy respetable, pero
para ejercerla no es imprescindible tener muchos conocimientos de sociología.2

2. No queremos decir que conocer las tendencias y hacer estudios de opinión no pueda ser algo
muy relevante para el sociólogo, sino que solo se trata de una parte de su trabajo.
© UOC 40 Sociología de la comunicación

3.3. El objeto de la sociología

El objeto de la sociología es el estudio racional y sistemático de las socieda-


des humanas. El estudio del comportamiento humano es un hecho relativa-
mente reciente a lo largo de la historia, cuyos orígenes se remontan a mediados
del siglo xviii y a principios del siglo xix. Pero mucho antes del nacimiento y la
institucionalización de la sociología como disciplina, ya se habían hecho con-
tribuciones notables al estudio y a la comprensión de las sociedades humanas.
Se trata de un tipo de reflexión que podríamos denominar “parasociológica”,
que comportó importantes adelantos para la comprensión de la vida social.
La sociología es una forma de conciencia típica de las sociedades plurales y
avanzadas y nace en un contexto de crisis y de profunda mutación histórica.
De hecho, la sociología solo es posible en sociedades modernas, plurales y
tolerantes que relativicen los valores y lo hagan de forma permanente. Como
señala Peter Berger (1987): “Si la sociología sintoniza tan bien con el talante de
la época moderna es porque refleja la conciencia de un mundo en el cual los
valores han quedado radicalmente relativizados”. Huelga decir que las dictadu-
ras y los regímenes totalitarios que defienden una visión monolítica y cerrada
de la realidad son enemigos declarados de la sociología.

Figura 10. Los regímenes dictatoriales son poco amigables con las ciencias sociales.
Represión policial en una manifestación en Barcelona en el año 1976.
© UOC 41 La mirada sociológica

Como afirma Zigmunt Bauman: “Pensar sociológicamente nos puede


hacer más sensibles y más tolerantes con la diversidad” (Bauman, 1994: 22).
La reflexión sociológica representa una oportunidad para pensar lo que nos
resulta extraño, lo que nos resulta diferente, fenómenos a los que no estamos
acostumbrados, de una manera abierta y crítica, científica y reflexiva.
A pesar de la situación de inseguridad y de la actual pérdida de credibilidad
de las ciencias sociales (especialmente la economía), la sociología es una disci-
plina especialmente adecuada para comprender los retos actuales en un tiempo
marcado por el temor y la incertidumbre.
La sociología es una disciplina de conocimiento que nace a principios del
siglo xix y que se puede definir como el estudio sistemático y metódico de las
sociedades humanas y pone énfasis en los modernos sistemas industrializa-
dos (en contraposición a la antropología, que originariamente se ocupaba del
estudio de las “sociedades primitivas” o, mejor dicho, colonizadas) (Giddens,
2009). La sociología mantiene, además, una gran relación y afinidad con la
historia, dado que las dos disciplinas comparten el interés por el estudio y la
comprensión de las relaciones humanas a lo largo del tiempo.
Hemos dicho reiteradamente que la sociología tiene por objeto el estudio
de las sociedades humanas, pero, ¿qué entendemos por sociedad? La noción de
sociedad es muy abstracta. Joan Estruch nos propone una definición elemental
que permite que nos hagamos una idea más comprensible: “La sociedad es nues-
tra experiencia con la gente que nos rodea”. Podemos añadir que la sociología
tiene por objeto el estudio de la (inter)acción social. La interacción social es el
proceso mediante el cual una persona actúa y reacciona en relación con otras
personas. Como veremos a continuación, el estudio de las redes sociales es una
buena manera de conocer la interacción social en las sociedades avanzadas.

Figura 11. El paloteado o “ball de bastons” implica una interacción constante.


© UOC 42 Sociología de la comunicación

Véase, por ejemplo, la obra siguiente:


Christakis, N. A; Fowler, J. H. (2010). Conectados. El sorprendente
poder de las redes sociales y cómo nos afectan. Madrid: Taurus.

La sociología, pues, es una disciplina relativamente joven que surge a lo


largo del siglo xix y se consolida en el siglo xx como un intento de compren-
sión y de respuesta a los cambios trascendentales acontecidos en las sociedades
humanas en los últimos siglos.

3.4. El entramado social

Las nociones de entramado o de red social están de moda, pero no son


una novedad en el campo de la sociología. El sociólogo alemán Georg Simmel
(1958-1918) pone en cuestión la misma noción de sociedad y dirige la aten-
ción a las relaciones que surgen entre las personas en varias circunstancias. A
Simmel no le interesa comprender la esencia de los seres humanos (cuestión
que escapa a las posibilidades de la sociología), le interesa más bien conocer
la interrelación que se establece entre ellos. Simmel insiste en el carácter rela-
cional de la vida social. La sociología solo es posible si indaga el mundo en
términos de interdependencia, interacción, acción y reacción.
Desde esta perspectiva, los universos sociales son galaxias de interrelaciones,
son redes (palabra que ha hecho fortuna en la sociología del siglo xxi vinculada
a la irrupción de la cultura digital). Mucho antes de la invención del ordenador
personal y del surgimiento de la red de Internet, Simmel ya destaca la naturale-
za reticular de la sociedad (o de cada ámbito social determinado).
Tomados individualmente los individuos solo son “átomos o fragmentos”.
Tomados colectivamente los individuos configuran redes (que se tejen y des-
tejen). “La mutua interacción o acción recíproca (Wechselwirkung) es un fenó-
meno radical y originario, la condición a priori que posibilita la «sociedad»”
(Giner, 2012: 23).
Según Simmel, todo lo que existe en la sociedad existe como relación. Las
implicaciones epistemológicas de estas aserciones son bastante claras y contun-
dentes: las esencias desaparecen. Es decir, se desconoce la “esencia” de una per-
sona determinada, pero se puede intentar comprenderla y/o explicarla mucho
mejor. Por ejemplo, si me entero de que una mujer a la que observo está casada,
© UOC 43 La mirada sociológica

no trabaja, es madre de cuatro hijos que estudian en una escuela privada, vive
en Sant Cugat, nació en Sarriá, acude a misa los domingos, etc., puedo adivinar
muchos aspectos de esta persona, sin necesidad de conocerla personalmente.

Figura 12. Internet ha hecho posible el surgimiento


y consolidación de múltiples redes sociales.

Los individuos y los grupos se definen así por sus relaciones, tanto por las
que los identifican como por las que los separan de los otros (Giner, 2012). La
comprensión del homo sociologicus se tiene que hacer mediante un entrecruza-
miento de relaciones o mediante la intersección de círculos sociales en los que
cada cual se encuentra. Esta intersección comporta una acumulación de roles y
funciones sobre el individuo o el grupo.

“En las sociedades premodernas, la tendencia general era que los individuos se
encontrasen rodeados y definidos por círculos concéntricos y estables, no siempre
entrecruzados: su familia, su clan, su aldea, su comarca y señor, su iglesia, tal vez su
monarca, este último en la distancia. Sin embargo, en las modernas, la tendencia es
que cada individuo se defina por el hecho de que a través de él pasan tangencial-
mente círculos diversos, algunos inestables” (Giner, 2012: 122).

3.5. La especificidad de la sociología: sociología y ciencias sociales

La sociología nos propone una mirada particular. Como ya se ha dicho, la


sociología se propone el estudio riguroso y sistemático de las sociedades huma-
© UOC 44 Sociología de la comunicación

nas. Ahora bien, la sociología aporta una perspectiva particular y genuina. La


sociología –como toda perspectiva de conocimiento científico– implica un
punto de vista determinado. No es el único posible, ni necesariamente el mejor
de todos los puntos de vista.
Es importante huir de la tentación reduccionista de pensar que todo se
puede explicar teniendo en cuenta un mismo tipo de factores. Por ejemplo, la
sociobiología es una disciplina que tiende a privilegiar los factores genéticos
o medioambientales para explicar el comportamiento humano ignorando la
importancia de la cultura.
Por otro lado, en la sociedad actual se tiende a exagerar o sobredimensionar
la dimensión económica de la vida social y a ignorar otros factores políticos y
culturales. El economicismo es la tendencia que se encarga de explicar los fenó-
menos sociales desde la óptica puramente económica. No es que la economía
no tenga importancia, ¡la tiene y mucha! El problema es ignorar o subestimar
sistemáticamente otros factores –de carácter político, social o cultural– que
pueden ser decisivos para explicar determinados fenómenos sociales (segura-
mente esta es una de las razones que expliquen las dificultades que tienen los
economistas para explicar la crisis actual).
La sociología, junto con la historia, tiene un carácter muy general. Puede
ser que por este motivo Antonhy Giddens considere que la sociología esté des-
tinada a ejercer un papel clave en la ciencia social moderna (Giddens, 2009).
Ello significa que ha de mantener una actitud abierta y receptiva, puesto que
se enriquece de las aportaciones que provienen de otras disciplinas. La sociolo-
gía disfruta de una posición relativamente privilegiada, que permite establecer
un puente de comunicación entre diferentes disciplinas de conocimiento en
el campo de las ciencias sociales. Pero la sociología nunca nos va a dar una
explicación global y siempre podrá enriquecer y ampliar sus explicaciones con
la aportación de otras perspectivas de conocimiento, como la economía, la
historia, la antropología o la psicología.
La sociología comporta una perspectiva “parcial”. Caracterizar cualquier
perspectiva de conocimiento científico subrayando la parcialidad no es sim-
plemente un ejercicio de modestia, sino de lucidez (Estruch, 1999). El recono-
cimiento de la parcialidad del propio punto de vista equivale a una reivindi-
cación de la necesidad de un acercamiento interdisciplinario a los fenómenos
sociales estudiados. Para obtener una explicación global es importante que
nos enriquezcamos con las diferentes aportaciones que nos pueden dar apro-
© UOC 45 La mirada sociológica

ximaciones a una misma temática desde disciplinas como la sociología de la


comunicación, la historia o la economía.

“Historiadores, economistas, psicólogos, antropólogos y sociólogos estudiamos


la misma realidad única y común a todos. Lo que nos diferencia es precisamente el
ángulo en el que estamos situados cuando contemplamos esta realidad. Es decir,
tenemos perspectivas diferentes sobre una misma realidad. Por lo tanto, la vemos
desde ángulos distintos. Nos formulamos preguntas diferentes ante esta realidad.
Pero en vez de ver en el otro a un invasor potencial de mi territorio, aprendo a
ver a alguien que, desde su perspectiva, aporta puntos de vista complementarios
al mío, porque todo punto de vista es, por definición, parcial.” (Estruch, 1999: 24)

Las disciplinas de conocimiento científico logran el estatuto de autonomía


cuando han definido un objeto de estudio y una metodología apropiada de
conocimiento.
La afinidad de la sociología con otras disciplinas de conocimiento como la
historia y la antropología es evidente. Comparten el mismo objeto de estudio,
ya que estudian las sociedades humanas. Ahora bien, lo que cambia es la pers-
pectiva teórica y, a menudo, la metodología de trabajo. La sociología estudia las
sociedades actuales y se centra en los aspectos estructurales (en contraposición
a la historia, que trata los aspectos más dinámicos). No obstante, la relación de
la sociología con la historia es muy importante, ya que uno de los problemas
más relevantes de las ciencias sociales es que el objeto de estudio cambia muy
rápidamente (Burke, 2008).
Las afinidades entre la sociología y la antropología también son destacadas.
De hecho, con el tiempo, la sociología y la antropología han convergido (y,
como mínimo, comparten el mismo objeto de estudio e intercambian métodos
y procedimientos).
© UOC 46 Sociología de la comunicación

4. Los principales retos de la sociología

4.1. Las dos vertientes de la vida social

La ciencia social oscila entre dos perspectivas aparentemente inconciliables:


el objetivismo y el subjetivismo. Superar la oposición entre estas dos perspec-
tivas ha sido el principal reto de la sociología de la segunda mitad del siglo
xx. Desde nuestro punto de vista, las dos perspectivas se encuentran en una

relación dialéctica (están profundamente interrelacionadas).


La realidad social presenta dos caras. Por un lado, la sociedad aparece como
una realidad objetiva y externa que nos limita y, a menudo, nos induce u
obliga a seguir unas pautas de comportamiento muy estrictos. (En este sentido
Peter Berger [1987] nos habla del ser humano dentro de la sociedad, como si la
sociedad fuera como un tipo de prisión.)

Berger, P. L. (1987). “L’home dins de la societat”. Invitació a la soci-


ologia (pág. 87-116). Barcelona: Herder.

Por otro lado, la sociedad es también una realidad subjetiva, que hemos
interiorizado, hemos incorporado y hemos hecho nuestra. En este sentido,
estamos completamente imbuidos de nuestra condición social. Como ya se ha
dicho, fuera de un entorno social no podríamos sobrevivir ni realizarnos per-
sonalmente (Peter Berger nos habla de la “sociedad dentro del ser humano”).

Berger, P. L. (1987). “La societat dins l’home”. Invitación a la socio-


logía (pág. 117-148). Barcelona: Herder.

Es importante tener presente estas dos vertientes de la vida social. Si que-


remos, por ejemplo, comprender las actitudes y disposiciones culturales de
los estudiantes universitarios, es importante conocer las condiciones sociales
objetivas que condicionan sus comportamientos individuales, pero también
hay que saber cuál es su percepción subjetiva de la realidad.
© UOC 47 La mirada sociológica

Figura 13. Peter Berger es partidario de una concepción humanista de la sociología.

Desde una perspectiva objetivista, la sociedad se impone como un hecho


ineludible. Desde esta óptica, la sociología ha de seguir el antiguo precepto
durkheimiano y “tratar los hechos sociales como cosas”. Según Durkheim,
no se ha de tomar nunca como objeto de investigación más que un grupo
de fenómenos previamente definidos por ciertos caracteres exteriores que las
son comunes y debe comprenderse en la misma investigación a todos los que
responden a esta definición. En consonancia con su concepción positivista, la
primera regla y la más fundamental de la sociología es que deben considerar-
se los hechos sociales como cosas. Son cosas todas las realidades que pueden
y deben ser observadas desde el exterior y cuya naturaleza no conocemos de
forma inmediata. Su significación no viene dada de forma inmediata sino que
hay que descubrirla e irla elaborando gradualmente.
Los hechos sociales no solamente son exteriores a los individuos, constriñen
su voluntad y abrazan al conjunto de los colectivos dentro de los cuales están
presentes, sino que además tienen un carácter impersonal.

“Para Durkheim, el objeto de la sociología es el estudio de los hechos sociales.


Estos hechos son modos de obrar, pensar y sentir exteriores al individuo y están
dotados de un poder de coacción en virtud del cual se le imponen. Un hecho social
es toda forma de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una
© UOC 48 Sociología de la comunicación

coacción exterior; o bien que es general en la extensión de una sociedad dada, con
una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales. Un hecho
social se reconoce por el poder de coacción que ejerce o es susceptible de ejercer
sobre los individuos; y la presencia de este poder se reconoce, a su vez, ya sea por
la existencia de alguna sanción determinada, ya sea por la resistencia que el hecho
opone a toda empresa individual que tiende a hacerle violencia. Aun así, también
se puede definir por la difusión que presenta en el interior del grupo, siempre que
[...] no se olvide de añadir, como segunda característica esencial, que existe inde-
pendientemente de las formas individuales que toma al difundirse. Durkheim ofrece
numerosos ejemplos de hechos sociales en su obra: el crimen, el suicidio, la familia
conyugal, el divorcio, la división del trabajo, son objeto de sus investigaciones, que
constituyen buenas ilustraciones del concepto. Las lenguas también son, dentro de
los colectivos que las hablan, fenómenos que pueden ser conceptualizados como
hechos sociales: son exteriores a los hablantes, generales dentro de las comunidades
lingüísticas respectivas y vienen avaladas por la presión social. Una buena «prueba
del algodón» de la existencia de los hechos sociales es su carácter coercitivo. Una
manera de detectar su presencia es la posibilidad de exponerse a recibir una sanción
en caso de contravenir las expectativas sociales. Ello quiere decir que a menudo
detrás de un hecho social encontramos una norma, una convención o, en general,
una institución.” (Flaquer, 2012: 27-28).

En el plan “metodológico”, este punto de vista estructuralista está orientado


hacia el estudio de los mecanismos objetivos o de las estructuras profundas
latentes y de los procesos que las producen y las reproducen. Esta aproxima-
ción descansa en técnicas objetivistas de investigación (por ejemplo, muestras
estadísticas, indicadores, etc.). Desde esta perspectiva podemos decir que “exis-
ten –en el propio mundo social, y no solamente en los sistemas simbólicos
como el lenguaje, el mito, etc.– estructuras objetivas independientes de la con-
ciencia y de la voluntad de los agentes y capaces de orientar o de restringir sus
prácticas y sus representaciones” (Bourdieu, 1987: 147).
El principal mérito del objetivismo es que permite romper con las ideas pre-
concebidas y con la experiencia inmediata del mundo social tal como es perci-
bido por los mismos actores (y que así es capaz de producir un conocimiento
que no es reductible al conocimiento práctico poseído por los actores de carne
y hueso). La fuerza de esta perspectiva objetivista o “estructuralista” radica en
el hecho de que destruye la ilusión de transparencia del mundo social.
© UOC 49 La mirada sociológica

Pero el objetivismo también presenta limitaciones importantes. Pero al lle-


var esta perspectiva hasta las últimas consecuencias, existe el peligro de negar
la dimensión subjetiva de la experiencia. El análisis sociológico tiene que
prever, además, las representaciones que los individuos se hacen del mundo
social (representaciones que contribuyen también a “crear la realidad”). El sub-
jetivismo presupone la posibilidad de algún tipo de aprehensión inmediata de
la experiencia vivida por los otros y da por hecho que esta aprehensión es una
forma de conocimiento del mundo social más o menos adecuada. Esta forma
de mirar el mundo social se acerca más a la vida social tal como es vivida por
los propios actores protagonistas de la acción social. Se interesa, en clave webe-
riana, por el sentido que los actores otorgan a sus acciones y por los procesos
a través de los cuales construyen en la imaginación sus mundos sociales. La
fenomenología nos acerca a este discurso. Las “técnicas cualitativas” –como la
observación participante, la etnografía y el análisis del discurso– tienen como
objeto, sobre todo, el estudio de la significación subjetiva de la acción social,
pero hay que complementarlos con una mirada más objetivista.
En el caso concreto de la obra de Pierre Bourdieu, las nociones de habitus y
de campo tienen una importancia capital en la creación del paradigma teórico
del autor francés y tienen la pretensión de resolver la falsa antinomia entre
subjetivismo y objetivismo (entre individuo y sociedad o entre idealismo y
materialismo). La tarea del autor francés ha sido intentar hacer una síntesis
nueva que permita superar el uso de las parejas de conceptos dicotómicos (pai-
red concepts) que la sociología ha heredado de la vieja filosofía social. La noción
de campo tiene una importancia estratégica para resolver esta falsa antinomia.

4.2. El espíritu de descubrimiento

La sociología nos invita a dar un paso atrás desde la posición en la que


nos encontramos y permite observar la realidad social (en la cual a menudo
estamos involucrados) y mirarla desde una cierta distancia. Nos ayuda a ver el
mundo (del que nosotros también formamos parte) como si fuera un mundo
extraño y, en algunas ocasiones, incluso, divertido.
Como se ha dicho, la sociología es una disciplina de conocimiento que
entronca directamente con la tradición del arte de la sospecha (Marx, Nietzche
y Freud) y exige un espíritu permanente de descubrimiento.
© UOC 50 Sociología de la comunicación

Figura 14. Marx, Nietzsche y Freud están considerados los tres maestros de la sospecha.

Ahora bien, el tipo de descubrimiento que podemos hacer en el campo


de la sociología es muy diferente del descubrimiento que se produce en otros
campos del conocimiento. La sociología nos revela una nueva dimensión (más
o menos escondida) de lo que ya sabemos: “No es la emoción de encontrarse
con lo que es perfectamente desconocido, más bien la emoción de descubrir
que lo que ya nos era conocido cambia radicalmente de significado” (Berger,
1987: 35). Se trata de acercarse al objeto de estudio “con una actitud que
combina tanto la distancia como la familiaridad, tanto la explicación como la
comprensión, tanto el espíritu crítico como aquella ingenuidad que te permite
una actitud abierta y receptiva” (Griera y Urgell, 2002).
El sociólogo estudia muchos veces algunas instituciones, como la familia,
que conocemos (o creemos conocer) perfectamente. El sociólogo estudia, efec-
tivamente, las instituciones básicas y sus “mecanismos de funcionamiento
normal”.
Aunque parezca paradójico, a menudo es más difícil hablar de realidades
que nos son muy cercanas y que conocemos de toda la vida que de determina-
das realidades nuevas, desconocidas o esotéricas, puesto que no tenemos sobre
ellas una idea preconcebida.
© UOC 51 La mirada sociológica

Como sugiere Peter Berger, existe un vínculo muy estrecho entre la sociología y el sentido del
humor. La perspectiva cómica se caracteriza precisamente por poner la seriedad en cuaren-
tena radicalmente y ridiculizar las diversas formas de poder. La comicidad es una especie de
“sociología popular” que conecta con la desconfianza y la sospecha inherentes a la cultura
popular (Berger, 1997: 142). El sentido del humor es la capacidad de ver la otra cara de la
realidad: “La experiencia cómica nos proporciona un peculiar diagnóstico del mundo, en
la medida que mira a través de las fachadas del orden social e ideológico, y que revela las
otras realidades que se ocultan detrás de las más superficiales” (Berger, 1997: 88). Las per-
cepciones cómicas de la sociedad suelen brindar unas intuiciones que ayudan extraordina-
riamente a comprenderla mejor. “Una buena caricatura o un buen chiste son a menudo más
reveladores de una realidad social determinada que muchos tratados de ciencias sociales”.

Del problema social al problema sociológico

“La principal causa del divorcio es el matrimonio.” (Groucho Marx)

La sociología estudia el funcionamiento habitual de las instituciones


sociales. Se interroga sobre hechos sociales definidos en los términos de un
observador (des)implicado, y que se formula atendiendo a una determinada
orientación teórica.
Como ya hemos dicho antes, vivimos en un mundo de certezas. Vivimos
en un mundo hecho de experiencias rutinarias y que damos por sentado
(taken for granted). Todo esfuerzo sistemático de reflexión se da en casos más o
menos excepcionales, cuando la rutina es interrumpida por un elemento (más
o menos inesperado) que nos obliga a replantear las cosas ante un problema o
ante cualquier imprevisto. Un problema es un obstáculo o una dificultad que
se nos presenta y que hay que salvar.
Si todo va bien, nadie se (pre)ocupa. La gente se inquieta ante determinadas
situaciones que provocan inquietud o malestar, porque las cosas no van bien o
no van como se espera que vayan.
Por ejemplo, las situaciones de crisis como la actual son un caldo de cultivo
óptimo para la reflexión sociológica. Las crisis generan una gran inquietud y
obligan a modificar nuestro comportamiento y a (re)definir ciertos postulados
que son la base de nuestra sociedad.
© UOC 52 Sociología de la comunicación

En La invitació a la sociologia, Peter Berger distingue entre el problema social


y el problema sociológico. Estamos ante un problema social en una situación de
conflicto social o de inquietud que altera lo que se considera “el orden natural
de las cosas”. Por ejemplo, una situación de divorcio se puede vivir como una
situación conflictiva que genera graves tensiones y preocupación entre los
miembros de la familia. Según Berger, el problema social se produce ante una
situación de conflicto, malestar o desazón porque las cosas no funcionan como
la gente espera que lo hagan. Estamos ante una situación “inesperada” que nos
interpela y exige algún tipo de respuesta.

Problemas sociales y problemas sociológicos. Sociología e ideología

Problema social Problema sociológico Problema periodístico


La gente se preocupa ante El sociólogo estudia el funcio- El periodista se fija en lo que
determinadas situaciones que namiento habitual y rutinario es extraordinario y llama la
provocan inquietud o males- de las instituciones. atención.
tar porque las cosas no van Lo que cuenta es el criterio de
bien o no van como se espera noticiabilidad.
que lo hagan.

Por ejemplo, ante un proceso Por ejemplo, el sociólogo Por ejemplo, la violencia
de separación matrimonial estudia la institución del sexista.
puede haber un sentimiento matrimonio como una insti-
de sufrimiento y preocupa- tución clave que regula las
ción. relaciones familiares.
La gente quiere encontrar res- El sociólogo quiere estudiar El periodista generalmente
puestas o soluciones a estas el funcionamiento habitual de se fija en problemas sociales
situaciones que preocupan. estas instituciones. Solo así que provocan situaciones
La gente aplica un “conoci- podemos conocer la causa extrañas o excepcionales.
miento de receta”. o el origen de los problemas En muchas ocasiones tienen
que a menudo no tienen una dificultades para explicar el
respuesta fácil. origen de los problemas.

Berger también nos habla del problema sociológico. Lo que hay que hacer
es intentar entender y comprender por qué ha surgido o se ha producido el
problema. Si queremos comprender, por ejemplo, el problema del divorcio hay
que analizar primero la institución del matrimonio y comprender su papel en la
sociedad actual. Sabemos que esta institución ha experimentado una transfor-
© UOC 53 La mirada sociológica

mación muy importante en los últimos años, pero continúa teniendo un papel
capital en la regulación de la vida personal y familiar.
El problema sociológico es la manera de definir un fenómeno social como
objeto de análisis que dista de lo que se entiende generalmente por “problema
social”. Para entender el “problema sociológico” hay que conocer las causas del
problema (que no siempre son de fácil diagnóstico ni solución): “El problema
sociológico es siempre el de la comprensión de los hechos que suceden, en
términos de interacción social. El problema sociológico no es tanto saber por
qué hay cosas que “van mal” desde el punto de vista de las autoridades y de
los que tienen la sartén por el mango, como llegar a entender cómo funciona
todo el sistema, cuáles son los presupuestos en que se apoya, y a través de qué
medios se mantiene trabado” (Berger, 1987: 54).
Finalmente, podemos añadir que existe el problema periodístico. El problema
periodístico se da cuando se habla de un hecho noticiable que por su natura-
leza preocupa a los ciudadanos. El periodista se fija en lo extraordinario, que
llama la atención o que puede causar, incluso, cierta “alarma social”. A menu-
do el problema periodístico coincide con un problema social. Ahora bien, no
todos los problemas sociales son noticia. Por ejemplo, un divorcio no es noticia
(salvo que la ruptura matrimonial desencadene una respuesta violenta que pro-
voque la muerte a uno de los cónyuges).
El objeto de la sociología es estudiar lo que la gente considera normal
en una sociedad determinada. A pesar de esto, se tiene que reconocer que
las situaciones excepcionales, los escándalos y la explosión de los conflictos
sociales tienen un gran interés para la comprensión sociológica, dado que en
estas circunstancias extraordinarias afloran a la superficie muchas realidades
escondidas y permiten comprender mejor cómo actúan, a menudo de forma
descarnada, los mecanismos de poder.
Ciertamente, algunas noticias hacen referencia a hechos esperados (por
ejemplo, una efeméride que se repite cada año con motivo de una celebración
popular, etc.). Ahora bien, normalmente las noticias hacen referencia a hechos
excepcionales y sorprendentes. Lo que se ha de tener presente son los criterios
de noticiabilidad: lo que nos permite seleccionar una noticia en un momento
dado. Estos criterios varían lógicamente a lo largo del tiempo y también cam-
bian de un país a otro. Es evidente que el criterio periodístico es bastante dife-
rente del criterio sociológico. Mientras que el sociólogo intenta comprender
la “normalidad”, el periodista escapa de esta normalidad y enfoca su atención
© UOC 54 Sociología de la comunicación

sobre lo que es excepcional y que llama la atención. Sin embargo, tanto el uno
como el otro son curiosos o mirones profesionales.

Palabras clave: institución


acción social (Weber) interacció social
acción colectiva ley de los tres estadios
acción comunicativa lucha de clases
anomia macrosociología
burocracia materialismo histórico
cambio social microsociología
capitalismo modernidad
capitalismo informacional norma social
ciencia objetivismo
comunidad/asociación poder positivismo
conciencia personal prejuicio
consecuencias no intencionadas racionalización
control social relativismo
desencanto del mundo riesgo
división social del trabajo riesgo manufacturado
economicismo riesgo natural
estatus rol
estereotipo secularización
estratificación social socialización
hechos sociales sociobiología
habitus sociología
holocausto solidaridad
idealismo/materialismo solidaridad mecánica
identidad solidaridad orgánica
ideología sujeto /estructura social
imaginación sociológica subjetivismo
innovación tecnológica tematización red social
© UOC 55 La mirada sociológica

5. Conceptos básicos de sociología

La sociología trata de las relaciones que establecemos los unos con los otros.
Muchos de sus conceptos básicos –como institución o poder– forman parte de
nuestro lenguaje habitual y los usamos, a menudo, sin precisar mucho el signi-
ficado. Como ya se ha dicho, esto nos obliga a poner atención en el lenguaje.
Al intentar explicar sociológicamente algún fenómeno, es básico utilizar el
vocabulario sociológico de manera pertinente según el significado que se le da
en el interior de esta disciplina científica.
Para cerrar este capítulo exponemos una serie de nociones o conceptos
fundamentales, imprescindibles para introducirse en el conocimiento de esta
disciplina. Además, intentaremos explicarlos a partir de ejemplos relacionados
con el mundo de la comunicación.

Sujeto / estructura social. El estudio de las acciones humanas es central


en el estudio de las sociedades actuales. La sociología contemporánea hace
hincapié en el individuo como actor social. Los individuos tienen un papel
importante en la nueva estructura social. La capacidad reflexiva de los sujetos
las permite producir prácticas propias y originales, a la vez que influyen y
modifican las propias estructuras sociales. Los sujetos, como ya se ha dicho, no
son completamente libres, dado que sus acciones están condicionadas por la
estructura social. La estructura social es a la vez causa y resultado de la acción
de los individuos. Por ejemplo, podemos observar que el trabajo de cualquier
guionista o periodista de investigación no dependerá exclusivamente de lo que
él crea o quiera hacer, aunque sea la mejor de las opciones. Tendrá que tener
en cuenta las características de la empresa dentro de la que trabaja, las inercias
o rutinas adquiridas, las normas escritas (o no) de un determinado grupo pro-
fesional.

La acción social es cualquier acto ejecutado por uno o por varios individuos
en función de la presencia de otros individuos. Buena parte del comportamien-
to humano tiene una dimensión social, dado que se dirige a los otros. Según
Max Weber, generalmente la acción social tiene un carácter intencional, puesto
que pretende lograr determinados objetivos y se hace en relación con otros
actores. Para evaluar las consecuencias y las implicaciones de la acción social,
© UOC 56 Sociología de la comunicación

es necesario conocer la intención de los actores sociales. Hay que ser muy
cautos, ya que los actos humanos pueden tener consecuencias imprevistas que
escapan –para bien o para mal– al control de la voluntad individual. Hablamos
de las consecuencias no deseadas (o de los “efectos perversos”) cuando una
determinada acción tiene resultados contraproducentes, y de efectos virtuosos
cuando tiene unos efectos positivos más allá seguramente de las previsiones
iniciales.

La acción colectiva es una acción emprendida por un conjunto de personas


que persiguen una serie de objetivos compartidos. No tenemos que ver solo la
acción social como consecuencia de los actos individuales. También podemos
referirnos a la acción protagonizada por un grupo de personas que se ponen
de acuerdo para actuar conjuntamente. El término acción colectiva es bastante
controvertido en el ámbito de las ciencias sociales, pero es especialmente ade-
cuado para analizar el papel de los movimientos sociales. Las movilizaciones
de los “indignados” o las manifestaciones y concentraciones de las diferentes
plataformas ciudadanas (por el derecho a decidir, contra los desahucios, etc.)
son formas de acción social.

La acción comunicativa forma parte de una teoría bastante compleja, pero,


simplificando mucho, se trata de la capacidad que tienen los sujetos de lengua-
je y acción. Es decir, los sujetos interaccionan con voluntad de comunicarse
algo mediante argumentos, para ver si pueden o no llegar a un acuerdo. Según
Habermas, las relaciones sociales tienen un carácter intersubjetivo y están
orientadas hacia el entendimiento. Es decir, las personas tienen las capacidades
y las competencias para establecer cualquier tipo de comunicación y, por lo
tanto, poder actuar en consecuencia. El concepto de acción comunicativa, por
ejemplo, trasladado a la política, es el que nos permite hablar de democracia
deliberativa. Pero esta cooperación entre dos o más individuos no se aplica solo
a la política, sino también al mundo del trabajo y a la vida cotidiana. Se tiene
que entender que el concepto de acción comunicativa amplía otros tipos de
acciones presentes en nuestras vidas: acciones teleológicas, acciones estratégi-
cas, acciones normativas y acciones dramatúrgicas.

Las instituciones proporcionan mecanismos y formas de hacer mediante las


que las personas podemos seguir unas pautas de conducta modeladas y pautadas
© UOC 57 La mirada sociológica

socialmente. Las instituciones organizan, ordenan, estructuran y hacen posible


nuestra vida en cuanto que seres humanos y, por lo tanto, seres sociales. Podemos
considerar que una institución es cada una de las formas de pensar, sentir y obrar
que encuentra el individuo preestablecidas en una sociedad determinada, y tam-
bién las acciones, las prácticas y las corrientes sociales que tienden a cristalizarse
en usos y costumbres. La institución que aparece para atender alguna necesidad
básica de la sociedad adquiere un carácter orgánico y permanente, y es suscepti-
ble de desarrollar una reglamentación jurídica posterior. Un ejemplo clásico de
institución es la familia, que a pesar de que ha cambiado mucho en los últimos
tiempos continúa siendo un elemento esencial de la vida social. Las instituciones
son las que nos ayudan a dar sentido a nuestras vidas. La institución familiar y
las instituciones educativas tienen una importancia capital en los primeros años
de nuestra vida. Aun así, un club de fútbol o la pandilla de amigos también pue-
den tener una gran trascendencia: dan coherencia, estabilidad y razón de ser a
nuestros actos. Los medios también son instituciones sociales que nos ofrecen
una explicación simplificada de la realidad.

Una norma es una pauta común, interiorizada y aceptada por los individuos
del grupo, que rige las respuestas de los miembros de un grupo institucionali-
zado. Una norma es un criterio de conducta e interacción social considerada
necesaria o aceptable. Es la base del orden social. El desempeño de las normas
es básico para un buen funcionamiento de la sociedad. Según Durkheim,
“nuestras pasiones son ilimitadas e insaciables, solo pueden frenadas por la
contención impuesta por nuestros iguales. Sin normas seríamos unos seres des-
afortunados, desventurados, insatisfechos y neuróticos. Así pues, la limitación
normativa de la sociedad no es tan solo para nosotros un imperativo de super-
vivencia, sino de felicidad personal y de equilibrio emocional”. Para Habermas,
las acciones normativas son uno de los tipos de acciones que podemos observar
en la vida social. En cualquier caso, tenemos que tener en cuenta que existen
normas de muchos tipos, desde las más universales y explicitadas (como pueda
ser una declaración universal o una constitución) hasta pautas o convenciones
sociales no necesariamente explicitadas (como por ejemplo saludar a un vecino
cuando te lo encuentras o felicitar alguien el día de su cumpleaños).

El control social hace referencia a los diferentes medios de los que dispone
una sociedad para poner a raya a sus miembros recalcitrantes. En las socieda-
© UOC 58 Sociología de la comunicación

des autoritarias la amenaza y los castigos son los principales instrumentos de


control social. En las sociedades democráticas se usan, generalmente, mecanis-
mos más sutiles. La persuasión, la ridiculización, la murmuración y el oprobio
son potentes instrumentos de control social en grupos primarios de todo tipo,
como por ejemplo la familia. Muchas sociedades usan el miedo al ridículo y
explotan el sentimiento de vergüenza como uno de los principales controles
sobre los niños: la criatura se adapta y obedece, no tanto por temor al castigo
como porque no se rían.
Según Max Weber, el poder es la probabilidad de que un actor (dentro de
una relación social concreta) esté en condiciones de hacer prevalecer su volun-
tad incluso contra la resistencia de otros y al margen de la base sobre la que se
apoya esta probabilidad (al margen de si el ejercicio del poder es justo o no). Hay
tres tipos de poder: el poder como fuerza, que incluye la fuerza bruta, la fuerza
represiva y la opresiva; el poder como influencia, que incluye la capacidad de
manipulación de las condiciones que rodean a unas personas determinadas; y
el poder como autoridad, que es el que posee, por razones de tradición, carisma,
ascendencia moral, cargo público y otras causas y que no se ejerce con violencia.

El estatus social es la posición que ocupa un individuo dentro de la socie-


dad y que los otros reconocen. El estatus también indica lo que denominamos
prestigio, dignidad y categoría personal. El estatus tiene una gran importancia
para definir la identidad social de una persona y su relevancia dentro de un
grupo social concreto. Por ejemplo, la condición de médico. El estatus implica
una expectativa recíproca de conducta entre dos o más personas. Un elemento
fundamental de la estructura social es el estatus.

El rol es el conjunto de pautas de comportamiento que se espera de un indi-


viduo en el desarrollo de un estatus social determinado. Según la teoría de los
roles, en la vida social los individuos “representamos” varios roles (familiares,
profesionales, etc.), siempre de acuerdo con la pauta que nos marca el guion, y
a la vez con aquel margen de libertad interpretativa del que todo actor dispone
(Estruch,1999). La noción de rol es fundamental. El ejercicio de los roles es lo
que nos permite tomar parte en la vida social. Los roles se pueden aprender y
perfeccionar mediante su ejercicio. Los individuos desarrollan una cierta varie-
dad de roles en el ámbito de diferentes contextos institucionales (por ejemplo,
de padre de familia en casa y de profesor en la universidad). El rol está tipifi-
© UOC 59 La mirada sociológica

cado y marca las pautas de comportamiento que orientan la conducta de cada


cual: siempre tiene que haber una cierta coincidencia entre lo que yo hago (en
la ejecución de un rol) y lo que los otros esperan que haga (expectativa del rol).

La socialización es un proceso mediante el cual el ser humano interioriza las


formas de pensar, de sentir y de actuar propias del medio sociocultural al que
pertenece. Mediante la educación se puede aprender e interiorizar los valores,
las creencias y las normas de comportamiento vigentes en su cultura. Todos
los individuos necesitan completar este proceso para llegar a ser personas y
gracias a la socialización el individuo se convierte en miembro de la sociedad.
El individuo asimila los modelos del mundo social que lo rodea y los percibe
como propios. Mediante la educación, este legado cultural se puede transmitir
de generación en generación. Aunque los procesos de socialización son de par-
ticular importancia en la niñez y la adolescencia, en cierta medida continúan a
lo largo de toda la vida. Ningún individuo humano es inmune a las reacciones
de los otros. Estos pueden influir y modificar su comportamiento en todas las
fases del ciclo vital. Debemos mencionar dos tipos de socialización básica: la
socialización primaria, que se produce en la niñez, y la socialización secunda-
ría, que se produce, sobre todo, durante la adolescencia. Queremos destacar,
finalmente, la socialización mediática entendida como un proceso por el que
los medios actúan como mecanismos educativos no formales y contribuyen a
la formación de la persona. En este caso no se da lugar a una educación estruc-
turada, acumulativa y fundamentada en el conocimiento documentado o sis-
temático. Esta educación no formal es más bien de carácter instrumental, frag-
mentada y adecuada a las condiciones particulares. Podemos hablar, incluso,
de los mass media como agentes impersonales de socialización y de la existencia
de un proceso de socialización mediática vinculado al uso y a la interpretación
que los ciudadanos hacen de los contenidos que aparecen en los medios de
comunicación social. En la medida que los medios de comunicación social se
han diversificado y han ampliado su presencia, su responsabilidad educativa
(no explícitamente, pero sí de forma tácita) se ha extendido de forma notable.
Ahora bien, generalmente se trata de una influencia indirecta, muy difusa y
difícil de determinar.

La identidad es una noción muy compleja. La identidad nos sirve para


formarnos una imagen de nosotros mismos, pero la identidad también
© UOC 60 Sociología de la comunicación

depende de la opinión que los otros se forman de nosotros. Las identida-


des cambian en el tiempo y el espacio, desde las sociedades tradicionales,
donde las identidades son compartidas e impuestas, hasta las sociedades
posmodernas, donde las identidades se cuestionan y se desafían seriamente.
Por ejemplo, podemos hablar de identidades juveniles. Todo el conjunto de
comportamientos que los jóvenes adoptan cuando se integran en una “tribu
urbana”, desde el vestido hasta el argot, tienen una importante dimensión
simbólica. Cuando un joven adopta una determinada “estética”, habla de
una determinada forma, etc., abandona el mundo que le han proporcionado
desde la familia y adopta como propio el del grupo en que se ha integrado.
Otorga una importancia primordial a la nueva identidad, que generalmente
es compartida con sus iguales. La publicidad o las series de televisión nos
aportan también muchos ejemplos de normativización o de creación de
identidades o sentido. Recordemos que cuando hablamos de identidad, o
incluso de normativización, no se tiene que entender solo desde un punto
de vista negativo, sino también como el abastecimiento básico de socializa-
ción que necesitamos como personas que formamos parte de una sociedad.
El proceso de identificación que lanza la publicidad a los grupos a los que
se dirige, o la identificación como personas con los personajes de algunas
series de televisión, refuerzan los criterios de pertenencia a un grupo. Incluso
los mismos diarios conforman y refuerzan la identidad de cada cual (cuando
uno lee La Vanguardia, El Periódico o La Razón ) no solamente está leyendo
un diario, sino que está reforzando su identidad.

El habitus es una actitud vital y una manera de comportarse de los indivi-


duos que está muy ligada a sus raíces culturales. Según Bourdieu, el habitus es
una manera de hacer y de ser interiorizada según la posición que la persona
ocupa dentro del espacio social y que organiza la percepción de la realidad y
orienta la generación de prácticas culturales. Por ejemplo, una chica de clase
alta, que viste ropa de marca, practica el esquí, estudia diseño y tiene un nota-
ble dominio del inglés se caracteriza por su refinamiento y por un estilo de vida
bastante sofisticado. La noción de habitus surge en el contexto de una teoría
general de la práctica y se convierte en un concepto clave para comprender
las reflexiones de Pierre Bourdieu sobre la cultura. El habitus es un sistema de
disposiciones culturales y valores perdurables que son fruto de la experiencia
y del conocimiento adquiridos en un determinado ámbito social. El habitus es
© UOC 61 La mirada sociológica

una disposición inconsciente y “desinteresada” que impregna todas las formas


de comportamiento y da una coherencia formal, y orienta las decisiones que
organizan la vida de las personas.

La ideología es un conjunto de conceptos, creencias e ideales que sirven


para explicar el mundo social como una realidad ordenada y coherente, pero
que a la vez esconde intereses particulares y puede comportar una visión distor-
sionada de la realidad. Las ideologías son forzosamente simplificaciones, esque-
mas sobre la realidad. Para K. Marx son formas de saber (falsas) determinadas
por intereses socioeconómicos o de creencias que pretenden tener la verdad.
La ideología siempre contiene un elemento que legitima poder y autoridad, y
a la vez deslegitima otras formas de poder y autoridad.

La tematización es una teoría que afirma que los medios de comunicación


social tienen un papel clave a la hora de seleccionar los acontecimientos y los
temas de actualidad que serán objeto de atención preferente por parte de la
ciudadanía. El fenómeno de la tematización condiciona, pues, los procesos de
formación de la opinión pública. Sin embargo, ello no implica que los medi-
os de comunicación social puedan obligar a la gente a pensar de una forma
determinada, sino que la pueden inducir a pensar y opinar sobre determinados
temas (y a ignorar otros).

El estereotipo es una imagen social preestablecida que poseemos de


alguien o de algo y que tiende a persistir. Se trata de una idea simplista, que
se aleja de la realidad que se quiere describir y que, a menudo, se ha obteni-
do de segunda mano. Se usa preferentemente en el campo de la psicología
social, pero se ha extendido a otras disciplinas de conocimiento. El periodista
norteamericano Walter Lippman lo usó en el sentido actual en su libro Public
Opinion (1922). Según Lippman, en una democracia moderna, los ciudadanos
ordinarios se ven obligados a tomar decisiones sobre una serie de asuntos
complicados que casi desconocen. El papel de los medios de comunicación
es, precisamente, hacer una elección de las noticias, una exposición clara y
coherente de lo que pasa en el mundo. Para realizar esta función se basa a
menudo en los estereotipos. Los estereotipos son fundamentales también en
la práctica de los guionistas de televisión y cine o en la elaboración de estu-
dios por parte de los publicitarios.
© UOC 62 Sociología de la comunicación

Un prejuicio es una actitud que predispone a una persona a pensar, percibir,


sentir y actuar de forma favorable o desfavorable en relación con un grupo o
con sus miembros individuales. Los prejuicios son ideas preconcebidas que nos
hacen interpretar la realidad de forma avanzada y comportan generalmente
una visión simplificadora y distorsionada de la realidad. En psicología social el
prejuicio es una actitud, normalmente aprehendida durante el proceso educa-
tivo, y usualmente negativa e infundada hacia determinadas cosas o personas.

Para profundizar en el significado de las nociones socio-


lógicas, podéis consultar:
Giner, S.; Lamo de Espinosa, E. (2006). Diccionario de sociología.
Madrid: Alianza Editorial.
© UOC 63 Los nuevos paradigmas sociológicos

Capítulo II

Los nuevos paradigmas sociológicos

“La perspectiva sociológica es una perspectiva abierta, panorámica, emancipa-


da sobre la vida humana. El buen sociólogo es una persona aficionada a lo que es
diferente, interiormente abierta a la riqueza infinita de las posibilidades humanas,
deseoso de de descubrir nuevos horizontes y nuevos mundos de significación.”
(Peter Berger, 1986)

1. El reto de la objetividad

El tema de la objetividad –que tanto preocupa en el campo del periodismo–


es una de las cuestiones que más discusiones y controversias ha provocado a lo
largo de la historia de la ciencia y, especialmente, en el campo de las ciencias
sociales. De hecho, el nacimiento de las ciencias sociales viene marcado por la
polémica en relación con la utilización del “método científico” y con la cues-
tión de si podemos aplicar los mismos procedimientos que usan los científicos
de las ciencias naturales. Hay dudas sobre la conveniencia de usar una metodo-
logía específica más apropiada y adecuada al objeto de estudio.
Nosotros creemos que las ciencias sociales comportan una forma particular
de entender la realidad social, bastante diferente de la que usamos para expli-
car los fenómenos de la realidad física. La presencia del investigador y de la
mediación del lenguaje son ventajas a la hora de hacer un estudio sobre las
sociedades humanas, pero al mismo tiempo pueden representar inconvenien-
tes serios. En el ámbito de la investigación sociológica, la mera presencia de un
© UOC 64 Sociología de la comunicación

observador externo puede condicionar el comportamiento de los individuos


observados y puede alterar o, cuando menos, condicionar, los resultados de la
búsqueda. Se ha de tener presente el efecto Hawthorne, que hace referencia a los
cambios observables en el comportamiento de las personas cuando se saben
observadas durante un proceso de investigación.

El efecto Hawthorne es un nombre que fue propuesto en 1955 por Henry A.


Landsberger cuando analizaba antiguos experimentos realizados entre los años
1924 y 1932 en Hawthorne Works, una fábrica de la Western Electric en las afueras
de Chicago. El objetivo del estudio –coordinado por Elton Mayo– era comprobar
la posibilidad de incrementar la productividad de sus trabajadores aumentando
o disminuyendo las condiciones de iluminación ambiental. La productividad de
los trabajadores mejoró en el momento de instaurarse los cambios. Lo más sor-
prendente fue que, no solamente aumentó cuando los niveles lumínicos eran
elevados, tal como se esperaba, sino también en los casos en que la iluminación
era más reducida. La conclusión del experimento fue que la mejora en la produc-
tividad no fue debida a los cambios efectuados sobre los niveles lumínicos, sino al
efecto motivador que representaba para los obreros el hecho de saber que estaban
siendo estudiados por un observador externo. <http://enricfontplanells.wordpress.
com/2011/06/13/l%E2%80%99efecte-hawthorne/>

El investigador forma parte del objeto de estudio y todos sabemos que no


es fácil lograr un nivel de objetividad plena. Precisamente por eso el científico
tiene que hacer un esfuerzo importante para evitar proyectar sus inquietudes
y sus prejuicios sobre la realidad que estudia. Una fuerte implicación personal,
afectiva o ideológica en un tema concreto puede alterar o distorsionar la visión
de la realidad. Del mismo modo, un excesivo alejamiento de la realidad puede
hacer que algunas argumentaciones no se ajusten lo suficiente a la realidad
estudiada y se pueda caer en obviedades, incertidumbres o equivocaciones gra-
ves. Autores como C. Wright Mills (1987) admiten la imposibilidad radical de
ser objetivo. Sin embargo, como ya se ha dicho, el científico social no puede
renunciar a la búsqueda de la “verdad”. Un buen trabajo de investigación com-
porta siempre una investigación sincera de la verdad, aunque sea de una verdad
susceptible de ser cuestionada y revisada en cualquier momento.
Varios autores coinciden en la conveniencia de revisar la noción de obje-
tividad. Para Salvador Cardús (1999), hay que revisar el concepto clásico de
© UOC 65 Los nuevos paradigmas sociológicos

objetividad y sustituirlo por otro que esté basado en la explicitación de las


interacciones que se producen entre sujeto con voluntad de conocer y el objeto
que es analizado. Cardús propone sustituir la noción estática de objetividad por
la idea de proceso de objetivación, más atenta a las medidas de vigilancia que se
tienen que mantener durante el proceso de investigación.
Pongamos un ejemplo: imaginemos que el profesor propone hacer un
trabajo sobre la “teleporquería”. Más concretamente, queremos saber si hay
más “teleporquería” ahora que hace unos años y queremos saber, también, si
esto significa que la gente prefiere los programas de “teleporquería”. Antes de
empezar, tendremos que definir este término, que, por cierto, está cargado de
connotaciones negativas. Por otro lado, intentaremos acercarnos al típico dile-
ma entre “la audiencia manda” / “es lo que quiere la gente” o “¿los productores
imponen una determinada programación a la audiencia?” Como hemos dicho,
cualquier investigador tiene que tener en cuenta que él mismo mantiene algu-
nas ideas previas sobre el tema. Todo el mundo es audiencia potencial. Pero,
¿y qué pasaría si nuestra profesión fuera la de productor, realizador o progra-
mador? Y en caso de que yo esté trabajando como productor de televisión y a
la vez esté realizando un máster en comunicación, en el que debe investigar el
tema, tendré unas ventajas obvias por el conocimiento del campo de estudio,
pero a la vez tendré que ser muy cauto para evitar caer en prejuicios o en ideas
preconcebidas. Por este motivo se tiene que tomar distancia respecto al tema y
mantener una actitud constante de vigilancia epistemológica.
En ciencias sociales, hay que ir muy alerta con dos escollos igualmente
peligrosos:

1. El de un cientismo ingenuo que consiste en imaginar que somos capaces


de establecer unas verdades definitivas con el mismo rigor que un físico
o un biólogo. El principal presupuesto de esta actitud es la pretendida
neutralidad ideológica del científico social y la posibilidad de conseguir
en el área de las ciencias humanas el mismo tipo de rigor y precisión
que en las ciencias experimentales. Por otro lado, se puede decir que
el cientismo (o cientificismo) es un tipo de ideología que se basa en el
supuesto de que la ciencia es el único saber auténtico, de que es capaz
de resolver todas las cuestiones teóricas y prácticas propuestas de forma
racional y de que hay que confiarle todos los asuntos humanos para
obtener una buena dirección.
© UOC 66 Sociología de la comunicación

2. En el otro extremo, está el peligro de caer en un escepticismo que aca-


baría negando cualquier posibilidad de conocimiento científico. Esta es
la tentación posmoderna que lleva a un relativismo absoluto (Quivy,
1997).

Nuestros conocimientos se construyen en base a un marco teórico bastante


preciso, que se va elaborando pacientemente y que constituye un tipo de rela-
to de la realidad estudiada. Son, a la vez, unos conocimientos basados en la
observación empírica. La ciencia no puede progresar si no se cuestionan con-
tinuamente las bases y los principios de sus construcciones, pero este cuestio-
namiento no puede llegar a unos límites que pongan en entredicho la misma
posibilidad de lograr un conocimiento científico. Y esto es lo que intenta hacer
el llamado pensamiento posmoderno, que a continuación analizamos.

1.1. El escepticismo y el relativismo posmoderno

La evolución de la historia del método científico desemboca, en la segunda


mitad del siglo xx, en las primeras propuestas de tipo relativista. Desde la filo-
sofía de la ciencia, la metodología, la filosofía y, en general, otras disciplinas
sociales se extiende una forma de pensar que hará tambalear las bases que
fundamentan todo el corpus teórico que se había elaborado durante años. El
“todo vale” metodológico de Paul Karl Feyerabend (1924-1994) constituirá uno
de los ataques más contundentes al edificio del conocimiento científico. Según
este autor, no es más válido científicamente ni más objetivo un texto histórico
o científico que una obra literaria, un juicio estético o cualquier otra opinión
sobre un tema. Su crítica a un método unitario y uniforme lo lleva a negar la
posibilidad de poder elaborar cualquier tipo de discurso o argumentación que
pueda tener una cierta validez científica (Feyerabend, 1994).
© UOC 67 Los nuevos paradigmas sociológicos

Figura 1. Paul Karl Feyerabend (1924-1994) era partidario


de un cierto eclecticismo metodológico en el ámbito de la ciencia.

El filósofo de la ciencia austríaco defiende la existencia de una metodología


pluralista, en la que el pensamiento más subjetivo coincidirá con el pensa-
miento objetivo. La metodología “pluralista” comporta la posibilidad de que
cualquier argumentación, “objetiva” o “subjetiva”, ya sea una argumentación
científica o un juicio estético, pueda tener la misma validez.
Los postulados de Feyerabend sientan las bases sobre las que se sustentará
un relativismo epistemológico característico del llamado pensamiento pos-
moderno. Se pone en entredicho la “certeza” del conocimiento científico. Los
autores posmodernos posteriores llevarán el relativismo epistemológico hasta
el extremo, y también añadirán un cierto relativismo ético y cultural. Habrá
una serie de autores (Lyotard, Foucault, Derrida y otros) que comparten una
visión crítica sobre la racionalidad construida a partir de los principios de la
modernidad. En definitiva, estos autores posmodernos niegan, incluso, la posi-
bilidad de lograr el conocimiento científico. El tipo de racionalidad característi-
ca del mundo occidental comporta la negación de un sujeto que razona. Todo
esto conduce a la renuncia de la búsqueda de la verdad, de la objetividad y de
cualquier tipo de explicación o descripción de la realidad que tenga un rigor
superior a cualquier opinión.
Nosotros creemos que ante esto es importante hacer una defensa de la racio-
nalidad y desmarcarse de todas las teorías que van en contra de la posibilidad
de un conocimiento científico de la realidad, tanto si se trata del relativismo
epistemológico y moral como del nihilismo intelectual.
© UOC 68 Sociología de la comunicación

2. Dos paradigmas teóricos

La sociología comporta una cierta manera de situarse ante la realidad y de


interrogarse sobre ella. La mirada del teórico es esencial, porque el punto de
vista es el que crea el objeto. Ahora bien, dentro de la misma sociología no
todos los sociólogos comparten el mismo punto de vista teórico. A menudo
discuten entre sí sobre la “forma correcta” de abordar el comportamiento
humano y sobre cuál es la mejor manera de interpretar los resultados de las
investigaciones.
En el ámbito de las ciencias sociales, pues, no hay un punto de vista abso-
luto desde el que se pueda observar la realidad de una forma privilegiada.
Aunque pueda sorprender (o desconcertar), hay que remarcar la pluralidad de
perspectivas en el ámbito de las ciencias sociales. Efectivamente, podemos ver
una misma realidad desde diferentes ángulos o perspectivas que dependen,
lógicamente, de la posición del intérprete.

Figura 2. La imagen del científico como lobo solitario es cada día menos adecuada.
El trabajo científico es un trabajo que se hace de manera comunitaria.
La estatua del pensador de Auguste Rodin.
© UOC 69 Los nuevos paradigmas sociológicos

En el ámbito de las ciencias sociales se tiende a resaltar a las grandes


personalidades que destacan en un campo concreto. Por ejemplo, podemos
señalar los nombres de Anthony Giddens, Peter Berger, Ulrich Beck o Manuel
Castells. Se trata de figuras emblemáticas e indiscutibles dentro de la ciencia
contemporánea, figuras que siguen estrategias de diferenciación. Aun así,
nosotros estamos convencidos de que –sin subestimar o ignorar la aportación
de los autores más destacados– la verdadera ciencia (también la ciencia social)
avanza gracias a las “pequeñas” aportaciones cotidianas de una infinidad de
personas que consagran su vida a la investigación y a la reflexión. El mundo
de la investigación es un ámbito compartido. El trabajo científico comporta un
trabajo de acumulación, de trabajo en equipo, de interacciones y discusiones
constantes con otros miembros que se dedican a la investigación. La figura del
investigador aislado, sumido en sus obsesiones, es relativamente excepcional,
y no solamente en el campo de la comunicación o las ciencias sociales, sino,
en general, en todo el ámbito científico. La ciencia es una tarea colectiva que
implica la cooperación de miles y miles de especialistas en todo el mundo. La
ciencia social avanza gracias a esta disposición cooperativa de muchas personas
a menudo de forma anónima.
En el ámbito de la ciencia también existe una fuerte competencia. Las teo-
rías científicas están sometidas a un tipo de “darwinismo social”. Las teorías
más explicativas y fiables son las que sobreviven y, generalmente, consiguen
más seguidores (Rodrigo et al., 2008). Estas teorías hegemónicas desplazan a las
teorías minoritarias, que, finalmente, quedan relegadas al olvido. En este sen-
tido, las ciencias sociales no difieren mucho de las naturales. Estas luchas por
el territorio académico-científico pueden desencadenar, en ciertos momentos
críticos, auténticas revoluciones científicas (Kuhn, 1996).
En ciertos momentos se puede dar una coexistencia, más o menos pacífica,
de diferentes perspectivas sobre el mismo fenómeno. La coexistencia de dife-
rentes paradigmas teóricos es una de las características del campo de la sociolo-
gía de la comunicación. Pero incluso en el supuesto de que una teoría sea total-
mente incuestionable, en un momento histórico determinado, no hay nada
que garantice su validez en el futuro. El valor de la ciencia radica precisamente
en poder demostrar, en cualquier momento –de acuerdo con los principios del
falsacionismo–, mediante procedimientos científicos, que una determinada
afirmación es errónea. Las verdades científicas son, por definición, meras apro-
ximaciones a la realidad (Collins, 2005). Su vigencia es temporal.
© UOC 70 Sociología de la comunicación

Según Popper, podemos decir que repetidas observaciones empíricas nunca


se pueden considerar suficientes para verificar una teoría, puesto que habría
bastante con una observación empírica concreta para falsarla. Así, Popper
propone substituir el principio de la verificabilidad por el de falsabilidad como
criterio de validez de las teorías o de los enunciados. Las teorías científicas no
son verificadas inductivamente, pero pueden ser repetidamente sometidas a su
refutación. Por lo tanto, una teoría será válida mientras resista los intentos de
refutación.
Hay que mencionar todavía una última dificultad que tienen, a menudo,
las ciencias sociales: el carácter cambiante y complejo del objeto de estudio.
Las ciencias sociales hacen mención a una realidad social cuyas características
cambian con cierta rapidez. En el ámbito de la comunicación esta circunstan-
cia es especialmente significativa, ya que estamos ante un objeto de estudio en
permanente evolución. Por ejemplo, el estudio del uso social de las tecnologías
de la relación, información y comunicación (TRIC), obliga a los investigadores
a estar permanentemente actualizando sus conocimientos.3
La sociología es una disciplina de conocimiento que estudia la compleji-
dad de relaciones humanas que conforman eso que llamamos sociedad. Esta
realidad contempla, cómo hemos señalado anteriormente, dos dimensiones
diferentes: la realidad objetiva (la sociedad aparece como una realidad externa)
y la realidad subjetiva (la sociología aparece como una realidad interna). Estas
dos dimensiones condicionan los modelos o paradigmas de interpretación del
mundo social.
A riesgo de simplificar, podemos decir que hay dos grandes paradigmas de
conocimiento que rivalizan en el campo de las ciencias sociales: por un lado,
la perspectiva positivista (que pretende seguir el canon de las ciencias naturales
y físicas), y, por el otro, una perspectiva comprensiva que remarca la especi-
ficidad de las ciencias sociales al abordar la dimensión subjetiva de la acción
social.

3. Normalmente se habla de las tecnologías de la información y la comunicación [TIC], pero es


una terminología que nos parece poco adecuada, ya que nos puede hacer caer en un cierto
determinismo tecnológico. Las tecnologías contribuyen a modificar las relaciones interper-
sonales entre los individuos (Gabelas, Marta y Aranda, 2012). Por este motivo se propone
introducir el factor relacional (R) y sustituir el acrónimo TIC por TRIC.
© UOC 71 Los nuevos paradigmas sociológicos

2.1. El paradigma positivista

Cuando en el siglo xix se establecieron las bases del conocimiento científico,


se destacó la importancia del método y de la racionalidad. Unos siglos antes,
René Descartes (1596-1650) había señalado la importancia del método como
vía de conocimiento científico. El método es el camino hacia el conocimiento
de la verdad. El método significa que para progresar en el camino de la ver-
dad hay que ir paso a paso y, sobre todo, “pensar de manera ordenada”. Para
Descartes, método y orden son prácticamente sinónimos.
El positivismo, cuyo máximo representante es Auguste Comte, es una de
estas tradiciones y tiene como principios básicos el monismo metodológico,
es decir, la defensa de la unidad del método ante la diversidad de disciplinas
científicas, y que el canon metodológico que se ha de aplicar es el de las cien-
cias naturales, la física y las matemáticas. Comte pretende explicar o analizar
con exactitud las circunstancias de formación de los fenómenos y establecer
conexiones formales de sucesión y similitud con la filosofía positiva.

“El carácter fundamental de la filosofía positiva es contemplar todos los fenó-


menos como sujetos a leyes naturales invariables; descubrirlas de forma precisa y
reducir el número tanto como haga falta; es el objeto de todos nuestros esfuerzos
una vez descartada, por inaccesible y carente de sentido, la investigación de lo que
llamamos causas, tanto primeras como finales.” (Comte, 1982: 56).

El positivismo clásico ha tenido mucha influencia en todas las disciplinas


sociales. Muchos científicos sociales, fascinados por las ciencias naturales,
hicieron suyos unos procedimientos y métodos de investigación más pro-
pios de las ciencias naturales (mejor dicho: adoptaron aquellos métodos que
muchos científicos creían utilizar).
Algunos autores “positivistas” han caído en una visión simplista e ingenua
del conocimiento científico. Desde un enfoque positivista se pretende que se
puede lograr “la objetividad” a partir de la aprehensión de las estructuras de la
realidad, desde una posición en la que el investigador no se “contamina” con
los fenómenos del mundo social.
Aun así, no todo es tan sencillo. Hay que tomar distancia e iniciar un pro-
ceso de objetivación. Este proceso de distanciamiento es necesario en muchas
fases de la investigación. Por lo tanto, el científico tiene que tomar distancia
© UOC 72 Sociología de la comunicación

para llegar a la realidad objetiva de los hechos. Pero el “positivismo ingenuo”


comporta una serie de peligros: hace caricatura de los métodos exactos, olvi-
da el carácter subjetivo de la acción social y su irreductibilidad al “método
científico”. El positivista, en virtud del dogma de la “inmaculada percepción”,
considera los hechos como datos (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 1989).
Desde una perspectiva positivista, el trabajo científico se caracteriza por
una determinada metodología de trabajo basada en la utilización de las téc-
nicas estadísticas. Algunos investigadores que usan la estadística dominan
unas técnicas de tratamiento y análisis de datos, pero a menudo prescinden
de un marco teórico adecuado para enmarcar e interpretar adecuadamente los
datos que están utilizando. En nuestra sociedad, las cifras tienen un prestigio
extraordinario. Sin embargo, no se puede confundir la verdad científica con
un determinado tipo de precisión dada por el recurso de la técnica o el espe-
jismo que pueden causar las cifras. Estas cifras tienen que estar basadas en el
rigor matemático y no pueden estar descontextualizadas. En muchas ocasiones
se presentan estudios con cifras que no tienen ningún valor, porque no han
usado los procedimientos matemáticos adecuados o porque no han tenido en
cuenta el marco teórico del estudio. A menudo se prefiere más precisión (apa-
rente) que comprensión.
Desde posiciones que hemos denominado positivistas y neopositivistas se
buscan explicaciones de la realidad que se asocian a la tradición científica que
ha seguido el modelo de las ciencias naturales, aplicando lo que se ha denomi-
nado “método científico”. Desde estas posturas se busca el establecimiento de
leyes generales causales que puedan explicar la realidad, y que lleguen, incluso,
a predecir los fenómenos sociales.
A pesar de todo, hay que reconocer la contribución que ha realizado el
positivismo al desarrollo de las ciencias sociales. Por ejemplo, hay que destacar
las influencias que los diferentes principios del positivismo tuvieron sobre la
teoría estructural-funcionalista en muchas disciplinas sociales y, por lo tanto,
dentro de las ciencias de la comunicación. Una de estas disciplinas, de carác-
ter eminentemente positivista, es el conductismo, que –como veremos más
adelante– tuvo una extraordinaria influencia en el ámbito de la investigación
comunicativa.
Estas influencias deben caracterizarse haciendo algunas matizaciones pre-
vias. Pocos autores, escuelas o teorías toman, stricto sensu, el positivismo clásico
para aplicarlo a sus modelos explicativos. La aplicación del positivismo tiene
© UOC 73 Los nuevos paradigmas sociológicos

un peso relativo diferente. Por ejemplo, durante la primera mitad del siglo xx
surgirá, alrededor del llamado Círculo de Viena y el neopositivismo lógico,
un impulso de las principales características del positivismo que influirá en
las teorías de diferentes autores y disciplinas de la sociología, la economía, la
comunicación, la historia o la psicología.
En el ámbito de la comunicación un cierto tipo de positivismo nos ha llega-
do mediante las teorías funcionalistas, que dominaron la producción teórica y
práctica en comunicación, sobre todo en EE. UU., durante décadas, y que tiene
claras influencias incluso en la praxis profesional.

2.1.a La teoría funcionalista


El funcionalismo, iniciado a comienzos del siglo xx, es un paradigma teórico
que logró la máxima influencia a mediados de siglo xx en los Estados Unidos
de América y contribuyó decisivamente al desarrollo de la investigación de la
comunicación de masas (mass communication research).
El funcionalismo es heredero del organicismo social que tuvo en Herbert
Spencer (1820-1903) una de las figuras más notables en la Inglaterra del
siglo xix. La sociedad, desde una perspectiva spenceriana, se asemeja a un
cuerpo humano o cualquier otro organismo vivo. Cada una de las partes de la
sociedad se ven y actúan como si fueran los diferentes órganos de un cuerpo
vivo (los brazos, las piernas, la cabeza, etc.). Si, como a menudo también pasa
en los cuerpos de los seres vivos, se produce un cambio en una de las partes del
cuerpo, esto también afecta a todo el cuerpo social en su globalidad, y puede
llegar a afectar la propia existencia del organismo.
El funcionalismo también tiene como precedentes las obras de los soció-
logos franceses Auguste Comte (1798-1857) y Émile Durkheim (1858-1917).
Como ya hemos visto, Durkheim concibe la sociedad como un orden moral
que requiere un fuerte vínculo de solidaridad para mantenerse unida.
El funcionalismo logró la máxima influencia con la obra del sociólogo nor-
teamericano Talcott Parsons (1902-1979) a mediados de siglo xx.
Se trata de un paradigma teórico que considera la sociedad como un sistema
complejo que tiende al equilibrio y a la estabilidad. Sintéticamente, podemos
decir que la perspectiva funcionalista toma como unidad de análisis el sistema
social, entendido como un conjunto interdependiente de elementos cultura-
les y estructurales, que se toma como un todo. Las partes o los elementos de
esta unidad, el sistema social, pueden ser de cualquier medida o composición:
© UOC 74 Sociología de la comunicación

pueden ser pequeñas o simples, o bien grandes y complejas. Aun así, lo que
realmente importa es que el sistema social en su conjunto funcione –es decir,
que dé respuesta a las necesidades que regularmente se presentan–. Para con-
seguirlo, cada uno de los diferentes elementos tiene que cumplir su función
adecuadamente. Es decir: ¡tiene que ser funcional! Así el sistema social en su
conjunto logra una situación de equilibrio, orden y cohesión.

Figura 3. Talcott Parsons (1902-1979) es la figura más destacada


del funcionalismo norteamericano.

La teoría funcionalista ha tenido una gran influencia en el ámbito de las


ciencias sociales. La edad de oro del funcionalismo se sitúa entre los años trein-
ta y los primeros sesenta del siglo xx. Con los movimientos contraculturales de
finales de los sesenta y la emergencia de nuevas corrientes científicas –como,
por ejemplo, el interaccionismo simbólico– el funcionalismo vio seriamente
cuestionada su hegemonía.
En el campo de la comunicación, destaca la figura de Robert K. Merton
(1910-2003), considerado uno de los clásicos de la sociología y reconocido por
sus contribuciones a la sociología de la ciencia. Merton mantuvo una visión
muy crítica respecto a algunas actitudes y algunos comportamientos presentes
en la comunidad científica de su tiempo. Cuando los científicos no son capaces
© UOC 75 Los nuevos paradigmas sociológicos

de argumentar adecuadamente, se recurre con extrema facilidad a criterios de


autoridad y de poder que tienen poco que ver con la competencia investiga-
dora. Sobre ello veamos lo que dice Merton en relación con los debates o foros
públicos entre sociólogos:

“Lo que quiero decir es que, a menudo, estas polémicas tienen más relación con
la distribución de recursos intelectuales entre los diversos tipos de investigaciones
sociológicas que con ningún tipo de oposición rigurosa existente entre varias ideas
sociológicas. (...). Puesto que el enfrentamiento es público, no se convierte tanto en
una búsqueda de la verdad como en una batalla de prestigio social.” (Merton, 1990:
46).

Uno de los elementos centrales de la teoría de Merton es la distinción que


hace entre función y disfunción. Mientras que una función es el papel que ejer-
ce una institución dentro del sistema social, una disfunción es un desajuste
provocado en el sistema social por el mal funcionamiento de un subsistema
particular, lo que crea desajustes y tensiones estructurales en todo el sistema.
A la vez, Merton distingue de una manera muy pertinente entre las funciones
manifiestas y las funciones latentes. Las funciones manifiestas son las funciones
propias de una institución que son previstas y reconocidas por los individuos
implicados en una determinada situación de la vida social (por ejemplo, en los
setenta se decía que la televisión tenía la misión de informar, de formar y de
entretener [funciones manifiestas]). Las funciones latentes son funciones socia-
les que no son previstas, ni reconocidas por los miembros del sistema social
en que se producen (las funciones latentes de las cadenas de televisión son,
básicamente, las de lucrarse e influir en la opinión pública).
El análisis de Merton permite plantear un análisis de alcance medio de las
interrelaciones entre sociedad y comunicación. Las teorías de gran alcance,
para Merton, son demasiado generales para poder analizar y estudiar en pro-
fundidad determinados fenómenos. En cambio, las teorías intermedias o de
alcance medio permiten la conexión entre la elaboración teórica y el análisis
empírico. Merton contrapone, pues, una sociología más teórica, basada en la
reflexión sobre el conocimiento, a una sociología más empírica, basada en
un uso mayoritario de técnicas cuantitativas y de análisis de contenido. Para
Merton el análisis de la opinión pública será un elemento central en sus inves-
tigaciones.
© UOC 76 Sociología de la comunicación

Figura 4. Robert K. Merton (1910-2003) está considerado uno de los principales precurso-
res de la sociología de la comunicación.

También destaca la figura singular del autor alemán Niklas Luhmann (1927-
1998), padre del funcionalismo sistémico, continuador de la obra parsoniana y
que situará la comunicación en el centro del nuevo “sistema social”. El plan-
teamiento funcionalista aplicado a los estudios de la comunicación sostiene
que los medios, entendidos como un “subsistema social”, promueven la inte-
gración del sistema social.
Uno de los debates clásicos en torno al rol o la función de los medios de
comunicación en el mantenimiento del orden y el equilibrio social se refiere a
una sospecha generalizada que se ha planteado en momentos convulsos con-
tra los medios, acusados de fomentar la violencia juvenil mediante el elogio
de las actitudes rebeldes, además de su contribución a erosionar los valores
tradicionales y poner en cuestión la autoridad. Este aspecto en particular ya se
discutió en los Estados Unidos en los cincuenta a raíz del supuesto impacto de
determinadas películas sobre bandas de jóvenes (por ejemplo, de motoristas)
que mantenían actitudes contestatarias y hostiles con los sectores bienpensan-
tes de la sociedad. No obstante, para muchos académicos de la época, y salvo
casos puntuales, quedaba claro que la mayor parte de medios de comunicación
ejercían una función de integración social y de refuerzo de los valores, las
creencias, las instituciones y las normas dominantes o centrales.
© UOC 77 Los nuevos paradigmas sociológicos

Los autores funcionalistas comparten un mismo paradigma teórico, sin


embargo se puede destacar la existencia de diferencias notables entre autores
y disciplinas que aportan modificaciones sobre un modelo teórico ideal de
funcionalismo. Así, hay que destacar sensibles diferencias entre el estructural-
funcionalismo del antropólogo Malinoswki, el funcionalismo parsoniano o las
teorías defendidas por Merton.

Los límites del funcionalismo


a. La principal crítica que se ha dirigido al funcionalismo es que hace hincapié en la bús-
queda de la cohesión, el orden y el equilibrio como valores por sí mismos. Se da por hecho
que hay un conjunto de valores consensuados por la mayor parte de los miembros de una
sociedad. La consecuencia es que no se consideran fenómenos como la desigualdad social
o no se tienen en cuenta las causas del conflicto social, y que tampoco se piensa en las rela-
ciones de poder. Por tanto, fenómenos como las protestas o los movimientos sociales que se
puedan dar en un momento determinado se perciben como desviaciones del curso “natural”
y evolutivo de las cosas. En definitiva, se denuncia el carácter conservador en esencia del
funcionalismo, sobre todo desde un punto de vista social (Busquet, Medina y Sort, 2006:
90).
b. Por otro lado, parece que una de las razones psicológicas del éxito popular y académico
del funcionalismo (y otros paradigmas de carácter holístico) es la necesidad del ser humano
(incluyendo muchos teóricos sociales) de encontrar un sentido coherente al orden social. A
menudo junto con este anhelo de coherencia se produce una cierta aversión al azar y a la
casualidad, a los resultados accidentales y fortuitos, al “ruido y la furia” en la vida social”.
Pero una ciencia social rigurosa y crítica tiene que admitir estas posibilidades: tiene que ser
compatible, como sabía Max Weber, con los efectos no buscados de la agregación de accio-
nes”.
c. Finalmente, algunos críticos consideran que el problema fundamental de las explicaciones
funcionales es que no se puede explicar un fenómeno por sus consecuencias. Un principio
básico de las explicaciones científicas (y, también, las explicaciones de sentido común) es
que las causas de los fenómenos tienen que preceder a estos en el tiempo. Cualquier expli-
cación funcional, que explica un fenómeno por sus funciones (esto es, por algunas de sus
consecuencias), es una pseudoexplicación teleológica, carente de base científica (Noguera,
J. A; Tena, J., 2013: 32).

2.2. El paradigma comprensivo

Desde otro punto de vista, que podemos denominar paradigma comprensi-


vo (o hermenéutico), se propone una concepción renovada del método cien-
© UOC 78 Sociología de la comunicación

tífico que nos permite comprender los fenómenos sociales. Todo intento de
explicación predictiva queda fuera de este paradigma.
Esta perspectiva implica un esfuerzo de comprensión de los otros indivi-
duos como sujetos y presupone una cierta capacidad de empatía –facultad de
identificarse con el otro, de sentir lo que el otro siente. Es decir, se trata de ser
capaz de comprender y experimentar los sentimientos ajenos a partir de los
referentes culturales del otro. Partimos del supuesto de que gran parte de la
actividad humana es intencionada y significativa, excepto quizás la más ruti-
naria. Ahora bien, esto no quiere decir que los resultados de la acción social
correspondan siempre a las intenciones de los individuos, los intereses y las
preferencias de los actores, puesto que estos topan no tan solo con los otros
actores, sino también con estructuras sociales difíciles de cambiar y dotadas
de un gran poder de persistencia. Más bien hay que subrayar que el resultado
del comportamiento de los individuos a menudo es diferente del previsto por
ellos mismos. Y los resultados de las intenciones diversas de una cantidad de
individuos no se pueden agregar.
Para Weber, la sociología es una ciencia que intenta comprender las accio-
nes sociales para explicar causalmente su desarrollo y sus efectos. El objeto de
la sociología comprensiva no es solo explicar o describir la realidad. La ciencia
implica un compromiso prioritario en la comprensión de la realidad. El objeto
de las ciencias sociales es la comprensión de cómo han vivido y viven los hom-
bres y de cuál ha sido y cuál es el sentido que dan a su existencia.
Según la perspectiva weberiana, la sociología tiene como objeto el estudio
simultáneo de dos categorías: por un lado, los motivos de la acción (es decir, de
la intención con que el actor la emprende), que trataremos de comprender en
la medida de nuestras posibilidades, y por el otro, las causas y las consecuencias
reales de la acción, que tendremos que explicar. El momento de la compren-
sión es esencial para entender el sentido subjetivo que la persona atribuye a lo
que hace. El momento de la explicación es igualmente importante si queremos
entender las razones (o condicionantes) objetivas que llevan a la persona a
actuar como actúa y las repercusiones que esta acción comporta. A menudo
hay un desajuste considerable entre los móviles subjetivos que hay detrás de
una determinada acción social y lo que resulta objetivamente en la práctica.
Por eso, Weber habla de las consecuencias no intencionadas de la acción, cuyo
análisis cree que tiene que centrar la atención preferente del sociólogo.
© UOC 79 Los nuevos paradigmas sociológicos

Por ejemplo, hemos publicado un estudio titulado Les veus dels indignats a Catalunya:
“Queremos dejar claro, desde un primer momento, que al abordar este fenómeno nos
situamos en el marco de un paradigma comprensivo. En este sentido, nuestra investigación
participa de una concepción weberiana muy atenta al análisis de la acción colectiva y a la
dimensión subjetiva de la experiencia. Hemos intentado, pues, analizar de forma prioritaria
las vivencias y las representaciones que los propios “indignados” hacen del movimiento del
15M. Hemos estado muy atentos a sus palabras (y a sus acciones). Nuestra propuesta de
análisis consiste, pues, en situarse mentalmente en la posición de los sujetos, en conocer
sus vivencias y sus sentimientos, en acercarse a su representación personal de los hechos.
Hemos intentado ser respetuosos y fieles a su significado. Ello no significa que compartamos
plenamente el sentido de sus palabras, ni de sus testimonios. Pero intentamos ser muy respe-
tuosos con los testimonios obtenidos durante la investigación. Hemos intentado, desde luego,
mantener en todo momento una distancia prudencial característica de este tipo de estudios
de carácter sociológico”. (Busquet Calsina, Medina y Tubert, 2012: 26).

Figura 5. Imagen de una asamblea de los indignados en la plaza de Catalunya en Barcelona.

En esta misma línea, Giddens (1987) afirma que los científicos sociales apli-
can una doble hermenéutica, no solamente en la descripción teórica de los datos,
sino en el procedimiento para obtenerlos. Es decir, el científico social también
tiene que establecer unos criterios de selección y jerarquización de los datos
© UOC 80 Sociología de la comunicación

que obtiene al observar un fenómeno. Giddens plantea que los investigadores


deben tener en cuenta que su objeto de estudio tiene unas características espe-
ciales, sobre todo porque el investigador no se puede separar, tal como preten-
den los positivistas o neopositivistas, de su objeto de estudio. El investigador
estará condicionado en la misma manera de obtener los datos y los métodos, y
el marco teórico que usamos para recoger estos datos condicionará las futuras
interpretaciones y resultados de la investigación.

2.2.1 Interaccionismo simbólico

El interaccionismo simbólico es un paradigma teórico que concibe la sociedad


como el resultado de multitud de interacciones interpersonales. La originalidad
del interaccionismo simbólico, vinculado a una visión microsociológica, radica
en considerar la acción recíproca de las personas como el fenómeno social bási-
co, y creer que esta interacción se hace patente mediante una serie de signos.
Desde esta perspectiva, el objeto de estudio de la sociología es la sociedad,
entendida como un gran complejo de relaciones humanas, o, dicho en len-
guaje más técnico, como un sistema de interacción. La interacción social es el
proceso mediante el que una persona actúa y reacciona en relación con otras
personas. La interacción social generalmente se produce en las relaciones cara a
cara entre los componentes de esta sociedad, que de este modo van definiendo
o dotando de significado todo lo que los rodea. Desde esta perspectiva, enti-
dades como la sociedad, las instituciones, las clases sociales o la conciencia
colectiva no son realidades abstractas e independientes de las interacciones
sociales. Para el interaccionismo simbólico, el comportamiento humano no es
una simple reacción al entorno, sino un proceso interactivo de construcción
del entorno. Esta idea se expresa con la conocida fórmula de W. I. Thomas:
“lo que es definido como real es real en sus consecuencias”. Este proceso es
interactivo, puesto que la actividad individual solo es posible por el hecho de
pertenecer a una comunidad de significación.4

4. El interaccionismo simbólico ha sido muy activo en los Estados Unidos y ha tenido mucha impor-
tancia en los inicios de los estudios de sociología urbana de la escuela de Chicago (E. C. Hughes, R.
E. Park), en las teorías del etiquetado (H. S. Becker), en las investigaciones de E. Goffman sobre las
“instituciones totales” (1961), en los ritos de interacción y en la etnometodología (Garfinkel, 1967).
© UOC 81 Los nuevos paradigmas sociológicos

Figura 6. La interacción social es un elemento clave


de formación y crecimiento en los años de niñez.

El origen del interaccionismo simbólico hay que buscarlo, a finales del siglo
xix y principios del xx, en los llamados pragmáticos anglosajones (C. S. Peirce,

W. James, J. Dewey), que ya introdujeron algunas de las ideas que posterior-


mente caracterizaron esta escuela de pensamiento.
Sin embargo, tenemos que decir que el término interaccionismo simbólico
fue propuesto por Blumer en 1937. Herbert Blumer (1900-1987) establecía
la denominación de interaccionismo simbólico (symbolic interactionism) para
referirse a la psicología social y la sociología que se había generado en la escue-
la de sociología de Chicago durante el periodo 1920-1935. Blumer plantea el
interaccionismo simbólico como una modalidad de la investigación surgida de
la influencia de la sociología alemana anterior a la Primera Guerra Mundial, y
muy especialmente influida por G. Simmel y M. Weber. Las enseñanzas de G.
H. Mead y Robert Ezra Park consolidaron la formación de este método com-
prensivo.
Mead estudia cómo se producen los fenómenos a partir de las estructuras de
interacción mediadas por el lenguaje o los símbolos. Las interacciones sociales
configuran una estructura simbólica, a partir de las oraciones y acciones. Mead
considera que no podemos intentar comprender –como hacía el conductismo–
el comportamiento humano como simple reacción a los estímulos externos.
© UOC 82 Sociología de la comunicación

Según Mead, hay que tener presente el comportamiento simbólicamente


orientado de los individuos (Mead, 1982). El interaccionismo simbólico expli-
ca cómo las personas producen sus propios significados y definiciones de las
situaciones a partir de la interacción con los otros.
El interaccionismo simbólico, como paradigma es la primera teoría de
importancia en las ciencias sociales que basa su análisis en el proceso de inte-
racción y en el lenguaje como factores importantes para la constitución social.5
En el caso del interaccionismo simbólico son los actores los que en sus pro-
cesos de interacción dan sentido a sus acciones. No podemos entender a los
individuos como simples autómatas, marionetas o ejecutores de reglas impues-
tas de forma externa.

PRINCIPALES PARADIGMAS DE LAS CIENCIAS SOCIALES

Principales PARADIGMA POSITIVISTA PARADIGMA HERMENÉUTICO


autores clásicos Comte, Marx Durkheim COMPRENSIVO
Max Weber
Destaca Los aspectos “objetivos” Los aspectos “subjetivos”.
“Deben tratarse los hechos socia- Max Weber insistió en la dimensión
les como cosas […] Los hechos son subjetiva y significativa de toda
fenómenos como los otros: normas acción social.
de acción reconocibles, clasificables y
que obedecen a regularidades obser- Propuesta de análisis que consiste
vables.” (E. Durkheim) en situarse mentalmente en la
posición de los sujetos. Conocer los
sentimientos y adoptar su repre-
sentación personal de los hechos.

5. La posterior filosofía del lenguaje y el concepto de actos de habla serán otros elementos que
completen un análisis comunicativo que tenga en cuenta las interacciones. Los filósofos del
lenguaje fundamentan un cierto giro lingüístico a partir de la introducción de los actos de
habla, aquellos enunciados que implican una acción por el simple hecho de mencionarlos.
Serán capitales las obras Cómo hacer cosas con palabras, de Austin (1996), y Actos de habla, de
su discípulo, John Searle (1994).
© UOC 83 Los nuevos paradigmas sociológicos

Finalidad Explicar Comprender


Desde posiciones que hemos llamado El paradigma comprensivo da
positivistas y neopositivistas se bus- mucha importancia a la investiga-
can explicaciones de la realidad que ción que busca el conocimiento y
se asocien a la tradición científica las argumentaciones de las perso-
que ha seguido el modelo de las nas implicadas en los hechos que
ciencias naturales, aplicando lo que se han de estudiar.
se ha denominado método científico.
Se busca el establecimiento de leyes
generales causales que puedan expli-
car la realidad y que lleguen incluso a
predecir los fenómenos.
Carácter La ciencia tiene un carácter instru- La ciencia es un instrumento de
instrumental mental. conocimiento.
Creen que es posible hacer predic- No es posible realizar predicciones.
ciones.
Modelo Ciencias naturales Ciencias humanas
epistemológico
Metodología Monismo metodológico Pluralismo metodológico
Tipo de datos Cuantitativos Cualitativos

2.2.b. La interacción social y el modelo dramatúrgico


Erving Goffman (1922-1982) analiza la interacción social como si los indivi-
duos que participan en la vida social fueran actores en un escenario. Propone el
acercamiento al estudio de la interacción social basada en el uso de metáforas
originarias del mundo del teatro. Goffman considera que todos somos actores
y que siempre estamos actuando ante un tipo de auditorio. Al individuo le
preocupa mantener una buena imagen pública. El individuo se presenta ante
los otros controlando las impresiones que les produce.
Goffman distingue entre las regiones frontales o anteriores y las regiones pos-
teriores de la vida social. En el escenario social hay “dos espacios o regiones: el
anterior o frontal, el más cercano a un público desconocido, y el posterior o
de fondo, que constituye el espacio privado” (Goffman,1981: 117). Las regio-
nes anteriores configuran un ámbito de actividad social en que las personas
representan para los demás una actuación definida lo que comporta un notable
autocontrol de las emociones. Las regiones posteriores (o trastienda) configu-
ran una zona alejada de las actuaciones de la región anterior, donde los indivi-
duos se pueden relajar y comportarse de manera más informal.
© UOC 84 Sociología de la comunicación

Figura 7. Erving Goffman (1922-1982) aplica el modelo dramatúrgico


al estudio de las relaciones humanas.

La vida pública se basa en un juego constante de mostrar (y esconder) algu-


nas facetas de nuestra persona. La presentación de la persona comporta un
esfuerzo constante de los individuos dirigido a mantener una buena imagen y
a crear una buena impresión en los otros. En el espacio público el actor social
tiene que mantener la imagen que está continuamente en construcción y se
tiene que ir manteniendo a través de señales orientadas a esta finalidad. En el
espacio privado, el actor social puede descansar, quitarse la “máscara”, abando-
nar su “texto” y dejar de lado el “personaje”.
Goffman considera que la necesidad de interacción cara a cara está arraigada
en ciertas precondiciones universales de la vida social. En los encuentros cara a
cara es muy importante el grado de concentración y la implicación personal de
los individuos que participan, y también la coordinación continua e intrínseca
de la acción. El orden de la interacción como actividad se basa en el contrato
y el consenso social, en la confianza básica en los demás.
Goffman también desarrolla una particular teoría del lenguaje y del análisis
del discurso. Este es uno de los aspectos más desconocidos de su obra. Goffman
critica, igual que Chomsky, Austin o Eco, todas las corrientes que en el estudio
del lenguaje olvidan el contexto o la situación social. Las críticas goffmanianas
no solamente se dirigen hacia los autores que analizan el discurso de forma
© UOC 85 Los nuevos paradigmas sociológicos

descontextualizada, sino también hacia los que consideran exclusivamente las


palabras y el lenguaje verbal, puesto que los enunciados se exponen con un
surtido de gestos funcionales, gestos que sostienen los estados de habla y los
disciplinan, y los convierten en pequeños sistemas de actividad. No se puede
separar el estudio de los “turnos de habla” y de lo que se dice, del estudio de la
interacción cara a cara. El habla forma parte de la interacción y las reglas, los
procesos y la estructura interaccionales no parecen de carácter intrínsecamente
lingüístico, aunque su expresión tome a menudo forma lingüística.

Figura 8. Escena de una representación de El método Grönholm en el teatro Poliorama en 2011.

Finalmente, queremos destacar algunas aportaciones de Goffman a la meto-


dología de investigación. Según Goffman, el investigador se tiene que situar en
un plano de igualdad en la conversación con la persona estudiada. Tiene que
tomar una actitud “realizadora”. La tarea del investigador será penetrar en el
núcleo de la vida social de los actores que participan en la conversación. Los
factores externos propios del mundo social se deben analizar desde la perspec-
tiva interna de los actores sociales. Por ejemplo, en el caso de su estudio sobre
los hospitales, Goffman no trataba de determinar la opinión del paciente sobre
el hospital, sino de penetrar en el núcleo de la vida social del hospital desde el
punto de vista del paciente.
© UOC 86 Sociología de la comunicación

2.3. Un nuevo paradigma integrador

A partir de la introducción del paradigma comprensivo se reconoce la


importancia, dentro de las ciencias sociales, de tratar la realidad de una manera
diferente a cómo lo había hecho hasta entonces el positivismo. La importancia
del paradigma comprensivo radica en que, por primera vez, se empieza a dar
importancia a la investigación que busca el conocimiento y a las argumentacio-
nes de las personas implicadas en los hechos que se tienen que estudiar.
Evidentemente, estableciendo la distinción entre paradigma positivista y
modelo comprensivo, estamos haciendo una simplificación analítica para faci-
litar el análisis. Lo que en principio presentamos aquí como la división dico-
tómica entre dos maneras de analizar la sociedad, dos maneras de explicarla y
con técnicas radicalmente opuestas de recogida de datos (técnicas cuantitativas
y cualitativas) conforma actualmente una realidad mucho más compleja. A
menudo se presentan como dos estrategias no solamente diferentes, sino tam-
bién contrapuestas. Hay una disputa muy importante entre lo que se puede
llegar a presentar como dos concepciones radicalmente diferentes de la ciencia.
El hecho de presentar, separadamente, el paradigma positivista y el para-
digma comprensivo no significa que sean dos tradiciones completamente
diferentes e irreconciliables. En realidad la sociología de la mitad del siglo xx
ha hecho un esfuerzo extraordinario para realizar una síntesis que ligue las dos
perspectivas. Es hora de reconocer, también, algunas aportaciones fundamen-
tales que se han realizado desde el paradigma positivista.
Como es bien sabido, un investigador dispone de numerosos métodos.
Tradicionalmente, los modelos explicativos, de carácter positivista, se han
basado sobre todo en las técnicas cuantitativas que permiten la constatación
empírica y la verificabilidad probabilística de las teorías o los modelos teóricos.
Las teorías de carácter comprensivo han utilizado técnicas cualitativas en su
acercamiento al conocimiento de los fenómenos sociales. Los métodos cuali-
tativos comportan un estilo particular o una determinada manera de situarse
ante la realidad muy atenta a la comprensión de la significación subjetiva que
los actores sociales atribuyen a sus actos.

“Se plantea el problema de cómo se recopilan los datos, es decir, en el argot de


la sociología americana, la cuestión de los métodos (al contrario que la cuestión
del método, en el sentido de un enfoque intelectual general). Durante bastante
© UOC 87 Los nuevos paradigmas sociológicos

tiempo, esta cuestión se ha planteado en términos de métodos cualitativos frente a


los cuantitativos. Es lamentable que la concepción de la interpretación sociológica
propugnada en este estudio se haya entendido con frecuencia como antagonista de
los métodos cuantitativos. Se trata de un equívoco. Nada en esta afirmación se tiene
que entender como una preferencia por los métodos cualitativos sobre los cuanti-
tativos en la investigación empírica. Los métodos cuantitativos son perfectamente
correctos en la medida que se utilizan para aclarar los significados que funcionan
en la situación que se estudia. La elección entre los dos tipos de métodos se tendría
que basar –al menos en teoría– exclusivamente en sus posibilidades respectivas de
conseguir los datos que se buscan.” (Berger y Kellner, 1985: 83).

Nosotros creemos que los métodos cuantitativos y cualitativos no son ni


opuestos ni alternativos, sino complementarios. Por eso rechazamos la dicoto-
mía que a menudo se plantea entre los dos paradigmas. La elección del método
depende, lógicamente, de la naturaleza del fenómeno que se pretende inves-
tigar y del marco teórico que orienta la investigación. No se trata de dilucidar
cuáles son las mejores técnicas, sino de descubrir cuáles son las más adecuadas
en cada caso. En algunas ocasiones puede ser más aconsejable el uso de los
métodos cualitativos y, en otras, el de métodos cuantitativos. Sin embargo,
generalmente nosotros somos partidarios de hacer un proceso de triangulación
metodológica que compagina ambas aproximaciones. La aproximación combi-
nada de técnicas cuantitativas y cualitativas nos permite un análisis mucho
más rico y profundo de la realidad que queremos analizar.
Algunos autores, como Jon Elster, Raymond Boudon o James S. Coleman,
propugnan un tipo de giro analítico en las ciencias sociales. No se trata de crear
una nueva escuela o paradigma dentro de la sociología (seguramente ya existen
muchas). Se trata, más bien, de un intento en el que convergen varias teorías,
metodologías, posiciones y tradiciones de investigación social. El objetivo es
establecer unas “reglas del juego” comunes que sean razonables, con la volun-
tad de reordenar y aclarar la naturaleza y las aportaciones de la sociología, con
la intención de convertirla en una disciplina científica rigurosa y acumulativa,
que nos ofrezca explicaciones empíricamente fundamentadas de fenómenos
sociales relevantes. “Algunos de las «rasgos de familia» de este giro analítico
son la importancia otorgada a la claridad y la precisión conceptual en la cons-
trucción de teorías, y una sintaxis de la explicación basada en la idea de los
mecanismos sociales” (Noguera, J. A; Tena, J., 2013).
© UOC 88 Sociología de la comunicación

3. La metodología de investigación científica

3.1. La construcción teórica

La investigación comporta un cierto modo de situarse ante la realidad y de


interrogarse sobre ella. La mirada del teórico es esencial, porque el punto de
vista es el que crea el objeto de estudio. La etimología nos acerca a un hecho
que se podría intuir: el teórico es un individuo que se dedica a observar y a con-
templar la realidad. La noción de theoria está compuesta por thea, que significa
‘digno de ser visto’, y ortho, ‘poner los ojos sobre’. El término theoria significa,
pues, ‘poner los ojos sobre algo digno de ser visto’ (Lorite, 1982: 70).
El investigador se tiene que situar en el marco de una disciplina teórica.
Sin interés no hay conocimiento. La teoría domina y orienta (¡lo tendría que
hacer!) el trabajo de investigación en sus diferentes fases. En función de una
determinada problemática de estudio, buscaremos los datos que sean más per-
tinentes y significativos. Hay que interpretar estos datos obtenidos mediante
el trabajo de investigación a partir de un marco de referencia teórico. Nuestro
marco teórico es, por lo tanto, el que guía nuestra investigación. Se trata de que
esto sea un proceso explícito y totalmente consciente por parte del investigador
o del equipo de investigación.
Hay que construir, pues, una teoría de manera explícita. Toda práctica
científica implica formular unos supuestos teóricos basados en una teoría. Si el
estudioso, o cualquier investigador social, elude construir su modelo de análisis
a partir de un problema definido teóricamente es que está dominado por una
construcción latente que desconoce y no controla.
El hecho de partir de un marco teórico general basado en teorías estructu-
ralistas y funcionalistas, que conciben los medios de comunicación como un
especie de correa de transmisión ideológica del poder político y que el oyente o
el lector son simples receptores pasivos de estas idees, tiene claras repercusiones
metodológicas.
Del mismo modo, si trabajamos en marketing y publicidad, preguntarnos
de dónde partimos y cuáles son las teorías que cubren nuestro estudio nos
hará emprender un camino metodológico u otro. Si, como en el caso anterior,
estamos convencidos de que las personas son influenciables y totalmente
manipulables, el camino de nuestra investigación e, incluso, las técnicas uti-
© UOC 89 Los nuevos paradigmas sociológicos

lizadas, serán totalmente diferentes de la investigación que empezaríamos si


partiéramos de una idea de persona como un ser crítico, analítico, reflexivo y
competente.
La investigación científica presupone un marco teórico y un conocimiento
experto del tema. Por lo tanto, el investigador tiene que seguir las pautas que
se desprenden de un sistema conceptual organizado susceptible de expresar la
lógica que el investigador considera que preside el fenómeno que estudia.
En ciencias sociales no se puede hacer una constatación fecunda sin hacer
mención de un marco teórico de referencia, por lo cual cualquier proposición
se tiene que someter a verificación. Por otro lado, hace falta que las proposi-
ciones explicativas sean el producto de un trabajo racional basado tanto en la
lógica como en un sistema conceptual válido. Por este motivo, nuestros razo-
namientos o argumentaciones explicativas o descriptivas de un fenómeno nos
tienen que poder dar una visión amplia y coherente del tema que estudiamos.
Sin teoría no es posible ajustar ninguna herramienta metodológica a un pro-
blema concreto, ni tampoco interpretar unos resultados obtenidos de manera
adecuada.

3.2. La tentación del teoricismo

Nos interesa la teoría que sirve para acercarnos a la realidad. La validez de


las suposiciones y los enunciados teóricos depende de su capacidad explicativa
de fenómenos concretos. Se trata de una actitud pragmática y sensible a los
cambios, y por eso, si una teoría concreta no sirve para explicar una realidad
determinada o se ha vuelto obsoleta, nos tendríamos que plantear abandonar-
la y buscar otros enfoques. Tenemos que tener presente que tanto las teorías
como la realidad que se quiere explicar no son un dato inmutable: se trata de
fenómenos que evolucionan y se transforman a lo largo del tiempo.
Por otro lado, tampoco podemos caer en el otro extremo. Algunas corrientes
científicas (basadas en el positivismo) tienden a sobrevalorar la importancia
de los datos empíricos y subestiman la importancia de la teoría. El empirismo
–como dice Irving Horowitz (1969)– no es simplemente una metodología cien-
tífica, sino una ideología social: las técnicas especializadas de diseño de cues-
tionarios, codificación y compartición convierten a menudo las entrevistas en
la principal finalidad de la investigación, en lugar de ser un mero instrumento.
© UOC 90 Sociología de la comunicación

Algunas ramas del conocimiento científico que han logrado una notable
madurez han sabido conciliar la profundidad teórica con la exigencia y el rigor
demostrados en las investigaciones empíricas. Una disciplina científica solo
puede progresar cuando estas dos dimensiones avanzan paralela y armónica-
mente.
Desgraciadamente algunas ramas del pensamiento científico sufren un pro-
blema de desequilibrio entre la teoría y la metodología de investigación. Por un
lado, hay algunas corrientes sociológicas que priorizan la obtención de datos
empíricos, pero que a menudo carecen de una base teórica sólida. Por otro
lado, también puede darse el caso de un exceso o “hipertrofia” de la teoría y
una “atrofia” de la investigación empírica. A menudo la elaboración teórica es
muy sofisticada, pero de carácter estéril, porque está muy alejada de los fenó-
menos que quiere investigar: “Tenemos que hablar de la excelencia de estas
teorías y de la vulgaridad de su método de comprobación empírica. Es decir,
muchas de estas teorizaciones no pasarán de la condición de hipótesis teóricas
[...] mientras no presenten investigaciones tan sólidas como sus teorizaciones”
(Díaz-Salazar, 1994: 98).
Como expone muy bien Wright Mills en La imaginación sociológica, hay que
rehuir de la pretensión de construir un discurso científico de carácter puramen-
te teórico, que es el error fundamental del funcionalismo de Parsons. Es impor-
tante escapar de lo que podríamos denominar la tentación teoricista. La teoría
por la teoría es estéril. Somos escépticos respecto al trabajo teórico abstracto
y que se aleja de la realidad. A pesar de la importancia de la reflexión teórica,
hay que escapar de “la institución de la teoría en cuanto que dominio discur-
sivo separado, cerrado y autorreferenciado”, lo que Kenneth Burke denomina
la logología, o sea “palabras a propósito de palabras” (Bourdieu y Wacquant,
1994: 33-34).

3.3. Los tres momentos cruciales del proceso de investigación

El método es el camino que tenemos que seguir –o una manera ordenada de


proceder– para llegar a un fin. Al iniciar el proceso de investigación, tenemos
que empezar a elaborar el marco teórico que tiene que orientar nuestros pasos
y, a la vez, tenemos que intentar ser fieles a los objetivos señalados y no perder-
los nunca de vista. Para lograr estos objetivos, es válido usar los métodos y las
© UOC 91 Los nuevos paradigmas sociológicos

técnicas tanto de carácter cualitativo como cuantitativo. La elección del méto-


do depende, lógicamente, de la naturaleza del fenómeno que se quiere investi-
gar y de la orientación teórica que hayamos elegido. El investigador tiene que
controlar todas las fases de un estudio y no puede aplicar una técnica automá-
ticamente. La investigación científica comporta tres fases consecutivas. Esta
idea, basada en Gaston Bachelard, es el eje vertebrador de la obra de Bourdieu,
Chamboredon y Passeron en Le métier de sociologue. Estos autores hablan de
un proceso en tres actos: son, respectivamente, la ruptura, la construcción y
la constatación. Es lo que denominan jerarquía de los actos epistemológicos.

Esquema de los tres momentos capitales de la investigación.

Hemos de tener presente que los tres momentos señalados (ruptura, cons-
trucción y constatación) se presentan separadamente para facilitar la compren-
sión. Pero, en la vida real, un investigador no los tiene que ver como compar-
timentos estancos sino que a menudo forman parte de un proceso paralelo de
la investigación.

Para profundizar en las bases de la investigación cien-


tífica y conocer las etapas del proceso de investigación,
véase:
Busquet, Medina y Sort (2006). La recerca en comunicació (pág. 134-
145). Barcelona: Editorial UOC.
Quivy, R.; Van Campenhoudt, L. (1997 [versión original: 1995]).
Manual de recerca en ciències socials. Barcelona: Herder.
© UOC 92 Sociología de la comunicación

3.4. Los rasgos característicos de la sociología

Como ya se ha dicho, la sociología se ocupa del estudio sistemático de las


sociedades humanas. Ahora bien, ¿cuáles son las principales características de
la sociología como disciplina científica? Podemos decir que la sociología es
un intento de explicación y comprensión de la sociedad que se hace de forma
disciplinada, basándose en datos empíricos y dando una interpretación dentro
de un marco de referencia teórico.
Al tratar la perspectiva sociológica, es útil distinguir en ella una visión
macrosociológica y una visión microsociológica. La macrosociología es una
rama de la sociología que investiga comunidades grandes y estructuras sociales
generales. La orientación macro estudia, por ejemplo, las clases sociales, los
conflictos, las revoluciones, los sistemas de transportes y telecomunicaciones,
las grandes migraciones, los movimientos sociales, las formas de dominación
política, etc. Por otro lado, la microsociología es una rama de la sociología
que investiga la sociedad a partir de sus unidades básicas, como por ejemplo
la familia, la escuela, etc. Se trata de un aspecto muy importante que algunos
analistas ignoran. Aunque son unos tipos de análisis que tienen un alcance
diferente, se trata de enfoques perfectamente complementarios.

Para profundizar en las características de la sociología,


véase:
Estruch, J. (1999). “La perspectiva sociològica”. En: S. Cardús
(coord.). La mirada del sociòleg. Barcelona: UOC/Proa.

A continuación repasaremos de manera concisa los rasgos característicos de


la sociología como disciplina de conocimiento.
1. La sociología es una disciplina teórica. El sociólogo tiene que intentar
conocer los mecanismos que actúan en la vida social. La teoría es importante,
dado que orienta el trabajo de investigación y permite interpretar los fenóme-
nos observados. Las teorías sociológicas tienen valor en la medida que sirven
para explicar satisfactoriamente determinados fenómenos. El carácter dinámi-
co y cambiante de las sociedades avanzadas obliga a revisar y a poner en cues-
tión continuamente la pertinencia y el valor heurístico de las teorías.
2. La sociología es una disciplina científica. El objetivo de cualquier dis-
ciplina científica es siempre la producción de conocimiento y el aumento de
© UOC 93 Los nuevos paradigmas sociológicos

la potencia y la fertilidad explicativa de sus teorías. Es obvio que el científico


social ha de tener especial cuidado en las cuestiones metodológicas. La meto-
dología de trabajo y las herramientas de investigación siempre tienen un valor
instrumental.

[El sociólogo] se tiene que ocupar de cuestiones metodológicas. Pero la metodo-


logía no constituye su objetivo. Su objetivo es intentar comprender la sociedad. La
metodología lo tiene que ayudar a lograr este objetivo. Por otro lado, y para com-
prender la sociedad (o el sector que esté estudiando), el sociólogo usará una serie
de medios, entre los cuales están las técnicas estadísticas. La estadística puede ser de
gran utilidad para responder a ciertas preguntas sociológicas. Pero la estadística no
es sociología. (Berger, 1987)

La metodología contempla los procedimientos usados para recopilar y pro-


cesar varios contenidos. Justo es decir que la sociología actual dispone de una
extraordinaria diversidad de técnicas de investigación (algunas de las cuales
provienen de otras disciplinas de conocimiento como la historia o la antropo-
logía). Ahora bien, una técnica es buena cuando su utilización es correcta y se
adecua a una problemática de estudio concreta.

3. La sociología es una disciplina empírica que se basa en la observación de


los hechos o fenómenos observados. Una proposición es de carácter científico
en la medida que es susceptible de verificación a partir de las informaciones
conseguidas y que hacen referencia a una realidad social concreta.
4. La sociología se basa en la neutralidad valorativa. Es decir, el sociólogo
debe procurar mantener una distancia crítica respecto de su objeto de estudio.
Debemos tener presente que el científico social está inmerso en la realidad que
estudia lo cual le obliga a tomar distancia respecto a esta realidad. En la medida
que pueda, tiene que mantener una actitud constante de prudencia y vigilancia
(vigilancia epistemológica) que le permita superar las ideas preconcebidas y los
prejuicios para poder ser cuanto más objetivo mejor. Precisamente por eso, el
científico tiene que luchar para evitar proyectar sus inquietudes y sus prejuicios
sobre la realidad que estudia. Como veremos seguidamente, la ruptura episte-
mológica es esencial para la realización del trabajo científico.
© UOC 94 Sociología de la comunicación

La ruptura epistemológica
Un escaso bagaje teórico en ciencias sociales o la falta de un conocimiento profundo del
tema comporta múltiples trampas, ya que las ideas que tenemos se basan en muy buena
parte en las apariencias inmediatas o en nociones preconcebidas. Para superar los prejui-
cios es muy importante realizar la ruptura epistemológica. La ruptura epistemológica implica
desconfiar de las falsas evidencias que crean en nosotros la ilusión engañosa de compren-
der la realidad de manera espontánea e inmediata. La ruptura epistemológica consiste en
romper las evidencias colectivas que constituyen el mundo implícito que doy por hecho. Es
muy necesaria para construir el discurso científico. Esta separación de las prenociones de
la vida cotidiana se logra con técnicas como la crítica lógica de las nociones, las pruebas
estadísticas y, sobre todo, con la utilización de un lenguaje riguroso y específico construido
a partir de la tradición teórica de la disciplina. Este momento de ruptura es tan importante
porque consiste precisamente en romper con los prejuicios y las ideas tópicas que crean en
nosotros la ilusión falsa de entender las cosas. La ruptura es, en este sentido, el primer acto
constitutivo del proceso científico.
Este proceso de ruptura solo se puede efectuar a partir de la referencia a un marco teórico.
En ciencias sociales no se puede conseguir nunca una constatación fecunda sin la construc-
ción previa de un marco teórico de referencia.

5. La sociología pone especial atención en el lenguaje. El rigor y la precisión


terminológica son muy importantes en cualquier campo de conocimiento cientí-
fico. Esta preocupación es especialmente pertinente en el campo de la sociología,
ya que los sociólogos usamos habitualmente palabras –como familia, pandilla,
clase social– que provienen del lenguaje corriente. Por todo ello tenemos que
estar atentos y vigilantes, dado que en el lenguaje común cristaliza toda una
filosofía social y las mismas categorías científicas que usamos “pueden estar
contaminadas” por categorías de sentido común (Bourdieu y Wacquant, 1994).
Como defiende Jon Elster, se puede escribir sobre temas complejos de mane-
ra clara, sin ambigüedades y huyendo de la práctica habitual de hacer juegos
de palabras que resultan tan atractivos a algunos científicos sociales: “Una de
sus marcas de identidad es la precisión en las definiciones y la reducción de
la ambigüedad. Quien realmente tiene algo importante y original que decir
no necesita hacer juegos de palabras supuestamente ingeniosos que pocas
veces aportan información. Al contrario, le interesará establecer con claridad
y nitidez el significado de los términos y conceptos que usa, para garantizar la
comprensión de sus afirmaciones con la máxima exactitud posible. Solo cuan-
do todos usamos conceptos definidos con claridad y distinción resulta posible
© UOC 95 Los nuevos paradigmas sociológicos

la replicabilidad de los resultados o su refutación; solo así es viable la discusión


teórica y científica sustantiva, en vez de la mera discusión por palabras, y solo
de este modo se cultiva el valor de la honestidad intelectual y la transparencia,
sin ningún artificio retórico que te proteja de la crítica racional de tus iguales.”
(Noguera, J. A; Tena, J., 2013: 26).
Es importante someter la terminología científica a un examen permanente.
El análisis del uso lógico de las palabras nos permite escapar del tópico, distan-
ciarnos de los prejuicios y de las imágenes estereotipadas. Por el hecho que es
demasiado impreciso y ambivalente no se puede utilizar, irreflexivamente, el
lenguaje cotidiano. No obstante, no es necesario inventar un lenguaje comple-
tamente nuevo.
6. La sociología es una ciencia desenmascaradora que se basa en una
actitud permanente de sospecha. “Entroncando con el arte de la desconfianza
de Nietzsche y con los llamados maestros de la sospecha –Marx, Nietzsche y
Freud–, hacernos preguntas sociológicas implica cuestionarnos las certezas que
fundamentan nuestra vida cotidiana. Detrás de esta actitud, hay una concep-
ción muy peculiar de la realidad social, que es el núcleo de la sociología: más
allá de la fachada visible de los edificios del mundo humano, existe toda una
estructura oculta e invisible de significados, intereses y fuerzas que pasan desa-
percibidas en nuestro quehacer diario” (Griera y Clot, 2013).
En la vida social existen unas definiciones determinadas de la situación
que se tienden a imponer como incuestionables. Son las concepciones “ofi-
ciales” de la realidad. Peter Berger nos invita a desconfiar y a no tomarnos
muy seriamente estas interpretaciones. Tampoco nos podemos fiar mucho de
las versiones alternativas. Como señala Berger: “Puede decirse que la primera
máxima de la sociología es esta: las cosas no son lo que parecen, o las aparien-
cias engañan” (Berger, 1987: 37). Desde la perspectiva de las ciencias sociales,
hay que estar alerta contra una percepción ingenua y equívoca de la realidad,
y mantener una actitud de sospecha y desconfianza ante los prejuicios o ideas
preconcebidas que nos procuran una visión simplista, tópica y superficial del
mundo social. La sociología tiene el objetivo de “desenmascarar las estructuras
más profundamente escondidas de los varios mundos sociales que constituyen
el universo social, y los mecanismos que tienden a asegurar su reproducción y
transformación” (Bourdieu y Wacquant, 1994).
En definitiva, uno de los ingredientes principales de la perspectiva socio-
lógica cuando se trata de interrogar a la realidad social es su voluntad desen-
© UOC 96 Sociología de la comunicación

mascaradora y eminentemente crítica, que no se ha de entender en un sentido


conspirador, sino como un imperativo metodológico. (Griera y Clot, 2013).
7. La sociología es una disciplina relativizadora. El conocimiento de otras
sociedades diferentes de la nuestra, e incluso el conocimiento de nuestra pro-
pia sociedad en otras etapas históricas, nos hace dar cuenta del carácter frágil
y evanescente de la realidad social. La sociología implica cierto relativismo. En
realidad, todos los hechos, los comportamientos y las actitudes que a nosotros
nos parecen evidentes, que consideramos “normales” y “naturales”, no son en
realidad tan “normales” y “naturales” como parecen. La perspectiva sociológica
nos hace tomar conciencia de la relatividad de nuestros comportamientos y
del carácter socialmente construido y culturalmente condicionado de nuestras
ideas (Estruch, 1999).
8. La sociología es una disciplina comprensiva. A pesar de que algunos
científicos defienden el carácter distante y no comprometido de la ciencia,
las ciencias sociales tienen que hacer una reflexión crítica del mundo actual y
poner en evidencia sus incongruencias y contradicciones. El conocimiento que
nos ofrecen las ciencias sociales puede tener una gran relevancia para poder
actuar sobre el mundo social. El propio discurso sociológico no es neutro,
tiene unas determinadas implicaciones sociales y se puede utilizar en función
de determinados intereses. No obstante, el sociólogo no se tiene que dejar uti-
lizar. La sociología no es una práctica, sino que, por encima de todo, es una
herramienta que sirve para comprender el mundo social. El problema de la
aplicación de los conocimientos sociológicos es una cuestión capital, pero no
es una cuestión científica sino política.
© UOC 97 Los nuevos paradigmas sociológicos

4. Los nuevos paradigmas sociológicos

4.1. La sociedad líquida

4.1.1. La identidad en la modernidad líquida

Vivimos una época de transformaciones profundas y permanentes. Muchos


individuos sienten una especie de vértigo existencial, ya que están expuestos
a cambios personales y profesionales muy importantes. La condición humana
en las sociedades avanzadas ha llegado a tener un carácter bastante incierto y
fluctuante. El hombre posmoderno vive dentro de un entorno profundamente
inestable (Bauman, 2007).
Zygmunt Bauman define la “sociedad líquida” como la sociedad donde las
condiciones de actuación de sus miembros cambian constantemente. Bauman,
pues, usa la metáfora de la sociedad líquida para analizar el mundo actual. Los
líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Por eso, según
Bauman, la metáfora de la liquidez es apropiada para entender la naturaleza de
la fase actual de la modernidad avanzada. El problema principal es que no hay
pautas institucionales estables, ni seguras, ni predeterminadas en esta versión
de la modernidad.

Figura 9. El sociólogo polaco Zigmunt Bauman considera que vivimos en un tiempo líquido.
© UOC 98 Sociología de la comunicación

La posmodernidad es para Bauman la sociedad en estado líquido. Según el


autor polaco, en pocas décadas hemos vivido el tránsito de una sociedad fuer-
temente institucionalizada (basada en valores sólidos, repetitivos y perennes) a
una sociedad en que predominan estructuras sociales más volubles, flexibles y
menos perdurables en el tiempo.
Las instituciones sociales pierden prestigio y autoridad. Estas estructuras e
instituciones sociales dejan de ser los marcos de referencia seguros que antaño
orientaban la acción humana.

“En un mundo volátil como el de la modernidad líquida, en que casi ninguna


estructura conserva su forma suficiente tiempo para garantizar confianza y crista-
lizarse en una responsabilidad a largo plazo [...], andar es mejor que estar sentado,
correr es mejor que andar, y hacer surf es mejor que correr.» (Palazzi, 2012: 29-41)

La vida líquida asigna en el mundo y a las cosas, incluso a los animales, la


categoría de objetos de consumo, objetos que pierden su utilidad en el mismo
momento de ser consumidos. Estos objetos de consumo tienen una esperanza
de vida limitada y, cuando sobrepasan este límite, dejan de ser aptos para el
consumo, se convierten en objetos obsoletos. También las personas somos
como objetos de consumo. Por ejemplo, podemos mencionar el trato denigran-
te que reciben las personas mayores en el mundo actual.
Bauman expresa su preocupación por la pérdida de valores y referentes
seguros. Los valores que presiden la vida de las sociedades avanzadas son de
una altísima volatilidad. Por otro lado, los vínculos de solidaridad propios de la
sociedad moderna se están debilitando. En una sociedad de estas características
el valor de la lealtad y el compromiso personal pierden importancia. Según
Bauman, “lentamente, se han ido diluyendo los lazos modernos que mante-
nían unida la sociedad para caer en una lucha despiadada de unos contra otros,
sin cuerdas para sostenerse ni red en la que confiar” (Palazzi, 2012: 57).

4.1.2 El holocausto o la organización del mal

Zigmunt Bauman se muestra claramente pesimista. Considera que Max


Weber tenía razón en su análisis de la sociedad moderna entendida como un
tipo de “jaula de hierro”, de forma que, sorprendentemente, las intuiciones de
© UOC 99 Los nuevos paradigmas sociológicos

Weber eran especialmente adecuadas para estudiar y comprender un fenóme-


no tan terrible como el holocausto.
Bauman vivió en una época histórica en la que el fenómeno del holocausto
era posible. El holocausto no es un producto de la casualidad: “el holocausto
difícilmente habría sido posible sin inventos tan típicamente modernos como
la tecnología industrial, la burocracia (con su meticulosa división del trabajo),
la jerarquía estricta del mando y la disciplina, unidas a la neutralización de
las convicciones personales (y éticas) y la aspiración gerencial a supeditar la
realidad social a un modelo prediseñado de orden: innovaciones que también
resultaron ser las causas primordiales de los espectaculares éxitos de la era
moderna” (Bauman, 2010: 124).

Figura 10. Entrada al campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau.

Bauman cree que el holocausto es el producto de una planificación muy


minuciosa y extraordinariamente efectiva de la destrucción masiva de muchas
vidas humanas. El autor polaco considera que la racionalización burocrática de
la matanza llevada a cabo por las autoridades alemanas no se puede pasar por
alto, ni puede ser contemplada como un hecho casual o producto simplemente
de un liderazgo social enfermizo. Así, Bauman afirma que la solución final es
el producto de un modelo organizativo de carácter burocrático que lleva hasta
las últimas consecuencias unos principios de eficiencia y destrucción inéditos
en la historia.
© UOC 100 Sociología de la comunicación

La solución final, també conocida como solución final al problema judío (en alemán
Endlösung der Judenfrage), es el nombre del plan de la Alemania nazi para ejecutar el
genocidio sistemático de la población judía europea durante la Segunda Guerra Mundial. Su
puesta en práctica, conocida posteriormente como el holocausto o shoah supuso la depor-
tación sistemática y el posterior exterminio de toda persona clasificada étnicamente como
judía, con independencia de su religión. El término fue acuñado por Adolf Eichmann, un
funcionario nazi que supervisó en primera instancia la campaña, a la que antes se llamaba
eufemísticamente “reinstalación”. <http://ca.wikipedia.org/wiki/Soluci%C3%B3_final>

Bauman no pretende equiparar la burocracia moderna con el holocausto


(algo que sería excesivo). Lo que quiere destacar el autor polaco es la increíble
incapacidad de la burocracia para evitar algunos fenómenos de esta naturaleza
y, por otro lado, mostrar la verdadera capacidad de esta para poner de acuer-
do a las personas “para conseguir cualquier finalidad, aunque sea inmoral”
(Bauman, 1998: 40). Perfectamente engrasada, nos dice, la burocracia nazi con-
siguió pulir todos los procesos de una manera tan deshumanizadora que resulta
completamente necesaria una reflexión sobre las condiciones por las cuales la
eficiencia organizativa es posible (Palazzi, 2012: 29-41).
El nazismo no solamente llevó hasta las últimas consecuencias un sistema
de organización del mal. También propició la emergencia de un nuevo tipo de
personalidad (gris, fría, disciplinada, eficiente, etc.) que hizo posible el exten-
sión de aquel régimen infernal. Hannah Arendt nos da las claves en su contro-
vertido estudio sobre la banalidad del mal.

La banalidad del mal


A Hannah Arendt, alemana y judía, le tocó vivir de una forma directa uno de los aconteci-
mientos más duros de nuestra historia reciente. El 1941, huyendo del nazismo, se estableció
en Nueva York. Hannah Arendt, en su obra El origen del totalitarismo, quería comprender
lo que ocurrió. En 1961 Hannah Arendt recibió el encargo de la revista americana The New
Yorker de informar sobre el proceso contra el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann.
Este estaba considerado uno de los mayores criminales de la historia, responsable de la
coordinación de los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial,
que se convirtió en una auténtica máquina de destrucción de vidas humanas con la máxima
eficacia.
Hannah Arendt realizó un análisis del proceso y escribió el libro Eichmann en Jerusalén.
Sorprendentemente Arendt nos describía a Eichmann como una persona corriente. Era un
hombre de la masa, no era brutal, ni parecía especialmente “malo”, ni siquiera mostraba
odio hacia los judíos.
© UOC 101 Los nuevos paradigmas sociológicos

“Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado, que hacía imposible vincular
la incuestionable maldad de sus acto s a ningún nivel más profundo de enraizamiento o
motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable –al menos el responsable
efectivo que estaba siendo juzgado, era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni
monstruoso.” (Arend, 1984: 14).
Lo que intentó Hannah Arendt fue entender cómo esto fue posible, cómo una persona
normal, sin ningún interés, banal, pudo convertirse en un gran criminal. Según Arendt,
Eichmann era el producto de un sistema social totalitario. Ello no significa que Eichmann
fuera inocente. Para Hannah la responsabilidad es siempre individual. En una sociedad tota-
litaria, los hábitos y las normes pueden llegar a convertir en una obligación “moral” el ase-
sinato, pero el hombre siempre tiene la última palabra para seguir o no esta nueva “morali-
dad” amoral. Hannah Arendt no aceptó la culpabilidad colectiva, ya que “donde todos son
culpables, nadie es culpable”. Las decisiones las tomaron determinados autores y los que
habían de responder sobre sus decisiones eran las personas concretas que las tomaron.
Eichmann no sentía responsabilidad por sus actos, no tenía mala conciencia, lo que no signi-
fica que no fuera culpable.
Fragmento extraído íntegramente de:
<http://aprendreapensar.blogspot.com.es/2010/04/la-banalitat-del-mal.html>

El fenómeno del holocausto puede parecer muy lejano, pero esta reflexión
sobre la banalidad del mal podemos encontrarla reflejada continuamente en
los medios de comunicación. Nos cuesta aceptar a veces que una “persona nor-
mal” pueda cometer un crimen abominable como, por ejemplo, el asesinato de
la propia pareja. En estas circunstancias, la sociedad en general y los medios de
comunicación querrán dar un intento de explicación o justificación que nos
tranquilice socialmente. Dirán que se trata de un loco, de un alcohólico o de
un enfermo. Los medios raramente van a la raíz de los problemas. Intentarán
dar una explicación plausible a un hecho que parece totalmente inexplicable.

4.2. La sociedad del riesgo global

El hombre moderno es un ser paradójico. Norbert Elias (1897-1990) afirma


que a medida que progresa el proceso de modernización, el hombre ejerce un
control más grande sobre la naturaleza “externa” y es capaz de hacer frente,
a menudo de forma satisfactoria, a los desastres naturales, pero experimenta
una gran impotencia para hacer frente a los desastres generados por la propia
acción humana, sobre todo los relativos a los “desastres de la guerra” (que, por
© UOC 102 Sociología de la comunicación

cierto, Goya pintó de forma magistral en el siglo xix). Como acabamos de ver,
el holocausto nazi es una consecuencia imprevista y terrible del proceso de
racionalización.
En la sociedad moderna –sobre todo en fase de modernidad avanzada– la
preocupación por el riesgo es cada vez más importante. La aplicación de la téc-
nica a la vez que contribuye a resolver algunos problemas genera otros nuevos.
La cirugía estética, que contribuye a mejorar el aspecto y la salud de determina-
dos personajes, también puede generar algunas secuelas que a la larga pueden
ser muy perjudiciales (por ejemplo, los implantes de silicona han provocado,
en algunas mujeres, importantes trastornos de salud).

Figura 11. El rostro del cantante Michael Jackson quedó desfigurado


por culpa de las intervenciones de cirugía estética.

La sociedad moderna está imbuida de la idea de progreso. En una sociedad


orientada al futuro, la noción de riesgo es inseparable de las ideas de proba-
bilidad e incertidumbre. El futuro es un territorio que se tiene que conquistar
o colonizar. En la sociedad del riesgo se da la espalda al pasado y no se hace
mucho caso de los conocimientos y las experiencias que provienen de la tradi-
ción (Giddens, 2000b).
La idea de riesgo es consustancial a la modernidad. En las sociedades tra-
dicionales el hombre se dejaba llevar por la providencia. El ser humano tenía
un control escaso sobre la vida humana y sobre el mundo. En cambio, lo que
© UOC 103 Los nuevos paradigmas sociológicos

mejor caracteriza al hombre moderno es la voluntad de ejercer el control sobre


el espacio y el tiempo.
La ciencia y la técnica son los principales instrumentos mediante los cuales
los humanos ejercemos la vocación de dominio sobre el planeta. El problema es
que la aplicación de la técnica al mismo tiempo que resuelve algunos problemas
genera otros nuevos. Se trata de problemas inéditos de los que no tenemos expe-
riencia y, a menudo, la misma ciencia no tiene respuesta. Por otro lado, la inven-
ción de una nueva tecnología puede servir para resolver problemas que anterior-
mente no existían. Esta es una situación histórica nueva y bastante insólita.
La innovación tecnológica ha sido, generalmente, la respuesta a los retos
y los desafíos con que se ha encontrado el individuo a lo largo del tiempo.
Tradicionalmente era necesaria la existencia de un problema para que apare-
ciera el medio o la tecnología necesaria capaz de resolverlo. Pero en la era de
la información las cosas son de otro modo. Actualmente, el medio tecnológico
crea el problema y la necesidad de superarlo. Como apunta una frase célebre
atribuida a Bill Gates, “el ordenador nació para resolver problemas que antes
no existían”.
El mundo se vuelve imprevisible y a menudo peligroso para la propia vida
humana. El riesgo se torna un elemento consustancial e inherente a la vida
moderna. Como señala Anthony Giddens (2000b) en Un mundo desbocado, en un
momento de grandes transformaciones, se tiene la sensación de haber perdido
el control sobre algunos aspectos capitales de su vida. La grave crisis económica
desatada a partir de la crisis de las “hipotecas subprime” del año 2008 y que ha
afectado, sobre todo, los países más avanzados, pone de manifiesto la incapa-
cidad de las instituciones económicas y financieras del mundo capitalista para
establecer y hacer respetar unas reglas básicas de funcionamiento, y aplicar unos
principios éticos elementales. Como se ha visto, estas carencias han puesto en
peligro, incluso, la viabilidad del sistema capitalista a escala global.
Según el sociólogo alemán Ulrich Beck (1998a), vivimos en la sociedad del
riesgo. Para Beck, la sociedad del riesgo se define como una fase de desarrollo de
la sociedad moderna (modernidad tardía), donde los riesgos sociales, políticos,
económicos e industriales tienden cada vez más a escapar a las instituciones de
control y protección que son características de la sociedad industrial.
Un rasgo característico de los tiempos actuales es la falta de previsión de los
fenómenos sociales. Ignacio Ramonet manifiesta su inquietud y reprocha a los
dirigentes políticos una falta de visión y de (pre)visión absoluta:
© UOC 104 Sociología de la comunicación

“Hay una falta de visibilidad general. Acontecimientos imprevistos irrumpen con


fuerza sin que nadie, o casi nadie, los vea venir. Si gobernar es prever, se ha vivido
una crisis de gobernanza evidente. Los dirigentes actuales no consiguen prever nada.
La política se revela impotente. El Estado que protegía a los ciudadanos ha dejado
de existir.” (Ramonet, 2011)

Al hablar de riesgo no estamos hablando (necesariamente) de peligro o ame-


naza. (Probablemente la palabra riesgo llega al inglés a través del español o el
portugués, donde se usaba para referirse a navegar en aguas desconocidas.) Se
habla de riesgo en un doble sentido: por un lado, la sociedad está en peligro,
en situación de riesgo, y, por el otro, hay que seguir arriesgando y apostando,
puesto que nos encontramos inmersos dentro del juego (y ello comporta asu-
mir nuevos riesgos). Los responsables de las empresas, por ejemplo, tienen que
evaluar los riesgos que comportan sus decisiones (decisiones que probablemen-
te no se pueden demorar en el tiempo). La aceptación del riesgo es también una
condición de excitación y aventura. Además, una aceptación positiva del riesgo
es la fuente misma de la energía que crea riqueza en una economía moderna.

Figura 12. Los deportes de riesgo son una manifestación característica


de la sociedad contemporánea.

En el contexto de las sociedades modernas, Beck considera que hay que


potenciar el debate, prevenir y aprender a manejar satisfactoriamente el riesgo,
con el fin de hacer frente a la “histeria política” y a la percepción del miedo,
difundida, a menudo, a través de prácticas comunes utilizadas por los medios
© UOC 105 Los nuevos paradigmas sociológicos

de comunicación de masas. El propio desarrollo científico y la aplicación de la


tecnología –que en teoría tendrían que permitir más control sobre el mundo
por parte del ser humano– están en el origen de profundos cambios y de nue-
vos retos a los cuales nos enfrentamos en la nueva era marcada por la incerti-
dumbre (Beck, 1998a). El riesgo se refiere a una situación de incertidumbre y a
los peligros potenciales que se derivan de nuestras acciones u omisiones (y que
se pueden evaluar activamente en relación con unas posibilidades futuras). Se
trata de un tipo de riesgo manufacturado, generado por la acción misma del
ser humano. La noción de riesgo se tiene que entender en un mundo globali-
zado, donde las fronteras entre países han perdido importancia y los problemas
generalmente son comunes a todos los países.
Como señala Ulrich Beck (2008), en un nuevo orden mundial caracterizado
por una dinámica de cambio permanente y una situación de creciente incer-
tidumbre, aparecen una serie de riesgos inéditos (el calentamiento climático,
la crisis economicofinanciera, la enfermedad de las vacas locas, etc.), que se
suman a otros peligros ancestrales en la historia de la humanidad.

La percepción social del riesgo


El trabajo de Mary Douglas abrió una nueva línea de investigación en el campo de los estu-
dios sobre la percepción del riesgo, conocida por la disciplina antropológica como “perspec-
tiva simbolicocultural”. Gracias a la colaboración con Aaron Wildavsky, en su libro Risk and
culture, plantearon una teoría cultural del riesgo que consistía en explicar cómo se percibía y
se predecía que el azar se pudiera considerar peligroso. Con especial atención se dedicaron
a analizar cómo el movimiento ambientalista identificaba ciertos peligros, que a finales de
los sesenta comenzaron a preocupar, cómo eran la instalación de plantas nucleares, la con-
taminación atmosférica y de los ríos, etc. Por un lado, la priorización de unos peligros sobre
otros dependía de cómo se interpretaran social y culturalmente los riesgos reales compara-
dos con los riesgos posibles. Más que la realidad de los peligros, lo importante era compren-
der que estos estaban politizados; por otra parte, la identificación de los peligros y la priori-
zación de los unos sobre los otros dependían de las diferentes posiciones sociales que los
actores ocupasen en un sistema, y de ​​ la manera de vivir y de su cosmovisión. Las personas
entendían los diferentes tipos de riesgo y reaccionaban en función de sus valores sociales,
sus creencias y sus interacciones sociales. La percepción del riesgo se definía como un pro-
ceso social (Douglas & Wildavsky, 1982: 8).
En esta teoría se partía de la idea de que la noción de riesgo era una categoría cultural. Los
significados, las cualidades ontológicas y las implicaciones morales de esta categoría se
construían socialmente y culturalmente por medio de las representaciones compartidas por
la colectividad.
© UOC 106 Sociología de la comunicación

En la preparación del libro Risk and culture, Mary Douglas tuvo la oportunidad de revisar las
aportaciones que los investigadores sociales habían hecho hasta entonces en este campo y
se quedó decepcionada al comprobar que prácticamente todos los análisis estaban condicio-
nados por una fuerte orientación psicológica y individualista. Algunos de estos investigadores
habían tratado de medir objetivamente los riesgos a los que los individuos se enfrentaban al
presuponer que había unos riesgos más reales que otros, y querían saber cómo las personas
los evitaban. Por ejemplo, trataron de medir algunos efectos sociales, como el aumento de la
esperanza de vida y la correspondencia entre la evaluación real de los peligros por parte de
los individuos y la probabilidad real de que estos peligros sucedieran. Dicho de otro modo, se
interesaron más por medir la probabilidad individual de asumir y evitar los riesgos reales que
por comprender la percepción de los riesgos y su aceptabilidad como resultado de un pro-
ceso de construcción sociocultural. Además, insistieron en diferenciar los criterios de objeti-
vidad científica que posibilitaban la medición de los riesgos de los criterios de interpretación
subjetiva implícita en los discursos profanos.
La paradoja residía en el hecho de que los expertos y el público no percibían los riesgos del
mismo modo. Mary Douglas se dio cuenta de la poca efectividad que estos estudios ofre-
cían para comprender cómo determinados riesgos eran socialmente elegidos por encima de
otros y, por ello, decidió rechazar definitivamente este tipo de orientación. Aunque estaba
disgustada, reconocía que en cierto modo las ciencias sociales eran responsables de su
equivocación en los análisis sobre el riesgo. Parte de esta equivocación se debía a la acep-
tación de una realidad del mundo externo que gobernaba el campo de la psicología (Douglas
& Wildavsky, 1982). Douglas reconocía que el sesgo cultural y los elementos morales y polí-
ticos formaban parte del debate sobre los riesgos físicos. Por ello, la necesidad de contribuir
sociológicamente condujo a Mary Douglas y Aaron Wildavsky a desarrollar en su libro Risk
and culture una teoría sociológica, cultural y ética del juicio humano.
Fragmentos escogidos (Larrea, 2013: 66-71)

4.2.1. Conocimiento experto y sociedad del riesgo

El paso de las sociedades tradicionales a las sociedades modernas comporta


un cambio muy importante en el estatus y el prestigio social de los sabios y
de los expertos. La ciencia mantuvo durante la modernidad tradicional una
concepción monopolista del conocimiento: los expertos tenían la exclusiva.
Entonces se podía hacer una distinción muy clara entre los expertos y los pro-
fanos. Un experto es aquel individuo que acredita unos grandes conocimien-
tos y competencias en un determinado campo del saber. Los expertos eran
consultados por los profanos como si estos fueran un tipo de “guardianes del
conocimiento”, lo cual les confería una autoridad incuestionable.
© UOC 107 Los nuevos paradigmas sociológicos

La sociedad moderna se basaba en la premisa de que un conocimiento


experto mayor nos procuraba más seguridad y más certeza sobre el mundo. En
la sociedad del riesgo las cosas ya no son así. Según Beck, en el contexto de
una modernidad reflexiva, el concepto de conocimiento experto ha generado
más dudas que certezas (Beck, 1998b). A menudo un conocimiento mayor de
la realidad hace crecer el nivel de dudas e incertidumbre.
La progresiva especialización del conocimiento ha agrietado la tradicional
separación entre expertos y profanos. La creciente especialización implica que
un mismo experto sea experto en su materia (y profano en todas las demás).
Esta situación influye decisivamente en la naturaleza de las relaciones de con-
fianza entre expertos y profanos. Los expertos han perdido autoridad. En las
sociedades actuales, la información que elaboran los expertos a menudo está
al alcance de todos y es susceptible de ser (re)apropiada por parte de todos los
que tengan el tiempo, la capacidad y los recursos necesarios por formarse un
criterio propio (Beck, 1998b: 117).
La idea de riesgo, por lo tanto, no hay que asociarla solo a los grandes “riesgos
globales” o a los grandes peligros, sino a nuestras vidas cotidianas. Por ejemplo,
ante una enfermedad y antes de consultar con el médico, podemos buscar infor-
mación por Internet. De forma que nos podemos hacer una idea bastante precisa
de lo que nos pasa. El criterio del médico ya no es incuestionable.
La introducción y el desarrollo de las tecnologías de la relación, la infor-
mación y la comunicación (TRIC) han contribuido a modificar el ejercicio de
muchas profesiones. Por ejemplo, los periodistas han perdido la exclusiva en
el ejercicio del periodismo. Cualquier ciudadano puede hacer sus fotografías
y enviar sus crónicas para relatar un suceso. Es el llamado “periodismo ciuda-
dano”, que ha suscitado todo tipo de discusiones sobre las nuevas maneras de
afrontar y desempeñar la profesión del periodismo en los albores del siglo xxi.

Para profundizar en el conocimiento de la sociedad del


riesgo global, véase:
Giddens, A. (2000). Un món desbocat. Els efectes de la globalització a
les nostres vides. Madrid. Taurus.
Beck, U. (1998a). La sociedad del riesgo. Barcelona: Paidós (VO de
1986).
Beck, U. (1998b). ¿Qué se la globalización? Falacias del globalismo,
respuestas a la globalización. Barcelona: Paidós (VO del 1997).
© UOC 108 Sociología de la comunicación

4.3. La sociedad red

Las redes de la comunicación configuran, en tiempo real, las nuevas formas


de organización del planeta. Tanto es así, que el mismo término red se ha con-
vertido en una palabra clave para comprender la sociedad del siglo xxi. No sola-
mente se convierte en una nueva forma de organizar las telecomunicaciones,
las relaciones económicas y empresariales, sino que empieza a ser también un
paradigma que condiciona nuestra mirada sobre el mundo. Incluso los últimos
descubrimientos de la neurociencia permiten afirmar que el cerebro humano
funciona como una red de conexiones neuronales.
Hay que tener en cuenta la importancia social que han logrado las tecnolo-
gías de la comunicación, que nos obliga, más que nunca, a considerar el con-
texto y la situación internacional donde actualmente se insertan los procesos
socioeconómicos, y a asumir los retos que representa la introducción de las
nuevas tecnologías en un mundo plenamente interconectado.

Figura 13. La noción de sociedad red es una de las aportaciones capitales de Manuel Castells.

La teoría de la sociedad red, tal como la desarrolla a principios de este siglo


Manuel Castells, es una de las grandes aportaciones a las ciencias sociales y,
evidentemente, nos sirve para comprender algunos aspectos clave de la socie-
dad del siglo xxi.
© UOC 109 Los nuevos paradigmas sociológicos

La sociedad red surgió como una nueva forma de organización social a fina-
les del xx, basándose en el informacionalismo, pero no es consecuencia de este
sino de la existencia de otros factores económicos, sociales, políticos y cultura-
les, que posibilitaron el crecimiento de nuevas formas de organización social,
que permanecieron y se extendieron aprovechando la oportunidad histórica
que ofrecía la informacionalismo.
Por coincidencia accidental (según Castells), en la década de los setenta,
convergen tres procesos independientes, cuya interacción conformó un nuevo
paradigma tecnológico, el informacionalismo, y una nueva estructura social, la
sociedad red, inseparablemente entrelazados. Estos tres procesos son:

1. La crisis y reestructuración del industrialismo y sus dos modos de pro-


ducción asociados (capitalismo y estatismo).
2. Los movimientos sociales y contraculturales de orientación liberadora
de finales de los sesenta y principios de los setenta.
3. La revolución de las tecnologías de la información y la comunicación.

Manuel Castells ha ido construyendo una visión global de la sociedad que


ha tenido en cuenta a la vez los aspectos estructurales e individuales de las
sociedades humanas. Castells analiza el impacto de la tecnología, pero también
las relaciones que se establecen entre los diferentes ámbitos sociales e indivi-
duales, y como interaccionen entre sí. Castells se aparta de las acusaciones del
determinismo tecnológico. La tecnología por sí sola no hace nada. La tecnolo-
gía solo da frutos en un marco de transformaciones culturales, organizativas e
institucionales de gran alcance.

Creemos que la tecnología no determina la sociedad. Tampoco la sociedad dicta el curso del
cambio tecnológico, ya que muchos factores, incluyendo la invención y las iniciativas persona-
les, intervienen en el proceso de descubrimiento científico, innovación tecnológica y aplicacio-
nes sociales, de modo que el resultado final depende de un complejo modelo de interacción.
En efecto, el dilema del determinismo tecnológico probablemente es un falso problema, ya que
tecnología es sociedad y la sociedad no se puede comprender ni representar sin sus herra-
mientas tecnológicas.” (M. Castells. La era de la información. La sociedad red, 2003: 37)

Castells propone olvidar las nociones de “sociedad del conocimiento” y


“sociedad de la información” y sustituirlas por el concepto de sociedad red.
© UOC 110 Sociología de la comunicación

Según Castells, la nueva estructura social, la sociedad red, será potenciada por
las tecnologías de la información y la comunicación basadas en la microelec-
trónica. Esta estructura social, integrada por redes, son conjuntos de nodos que
funcionan exclusivamente como componentes de la red y por donde circulan
flujos o corrientes de información. Pues bien, según Castells, la superioridad,
hasta ahora de cualquier tipo de organización vertical respecto a estructuras en
red, ha sido debida sobre todo a los límites en el desarrollo de la tecnología.
En el momento que la revolución digital lo ha hecho posible, las redes se
han desarrollado exponencialmente. Recordemos que la importancia de las
redes, es decir, su potencialidad, radica en su flexibilidad, en su capacidad de
adaptación y también en su capacidad de reconfigurarse.
En resumen, la cultura de la libertad fue capital para producir las tecnologías
red que, a la vez, fueron la infraestructura esencial para que las empresas pudie-
ran hacer su reestructuración en términos de globalización, descentralización y
creación de redes. Solo entonces la economía basada en el conocimiento pudo
funcionar con todo su potencial.
En el contexto actual, el procesamiento de símbolos y los saberes se confor-
ma como una herramienta fundamental de los nuevos procesos de producción
y se convierte en un factor determinante del ámbito económico y social.
El conocimiento y la información han sido siempre fuentes esenciales de
productividad y poder. La información y el conocimiento son realmente cen-
trales en la economía y la sociedad, pero no son los componentes dominantes.
Pero si concebimos la sociedad red global como algo más que redes de
telecomunicaciones, si usamos la lógica interactiva de Internet, entonces es
posible diseñar sistemas de comunicación para la inclusión, la colaboración o
la cooperación. La sociedad red también es una explicación teórica de lo que
veremos a continuación: la globalización.

5. El proceso de globalización

Una de las aportaciones más importantes de las ciencias sociales contempo-


ráneas ha sido explicar el proceso de globalización. Para comprender la socie-
© UOC 111 Los nuevos paradigmas sociológicos

dad contemporánea nos tenemos que situar en un “nuevo orden mundial”.


El término globalización nació en la última década del siglo xx. Sin embargo
no es casual que en los últimos tiempos se haya puesto de moda este término
y que el neologismo haya proliferado simultáneamente en diferentes lenguas
(en Francia dicen mondialisation; en Gran Bretaña, globalization, y en Alemania,
globalisierung).
La globalización es el resultado de un largo proceso histórico que va ligado
al propio proceso de modernización. Estamos ante un proceso irreversible que
abarca la mayor parte de las regiones del planeta y tiene profundas implicacio-
nes para buena parte de la población mundial.
Como ya señalaron Marx y Engels, el capitalismo del siglo xix dio un impul-
so extraordinario al proceso histórico que hoy denominamos globalización. La
globalización, pues, no es una novedad. Lo que es nuevo es la conciencia de su
trascendencia histórica y la popularización del término.
No resulta fácil poner una fecha al nacimiento de la idea de globalización.
La caída del muro de Berlín en 1989 y el nacimiento de la red de Internet son
dos acontecimientos cruciales en este proceso. Un hecho muy significativo
fue, también, la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en
1995, organismo que dio un nuevo impulso a la liberalización del comercio
mundial, y que favorece las políticas de desregulación, privatización y liberali-
zación económica que se han producido a escala internacional (políticas que,
en buena parte, están en la base de la crisis económica que se desató a partir
de 2007).
La influencia de Estados Unidos y de las potencias occidentales es cada vez
menor. El nuevo centro neurálgico de las relaciones internacionales se traslada
al Pacífico y se generan nuevos polos de poder. Destaca la emergencia de nue-
vas potencias económicas y políticas, como India o Brasil, destinadas a tener
un rol protagonista en el nuevo orden (o desorden) mundial. Podemos señalar
China, que aparece como la gran potencia del siglo xxi.
Las ciencias sociales históricamente han centrado sus estudios en el estado
nación. La sociedad se confunde con los límites del estado nacional. Hasta hace
poco se consideraba que la unidad primaria de análisis era el estado nación,
pero esta idea hoy está superada. Como ya señaló Norbert Elias, la sociología
actual solo es posible como sociología en de la sociedad mundial (Elias, 1986).
Denominamos globalización (o mundialización) la emergencia de un único sis-
tema mundial que acaba con la existencia de diversas sociedades. Una premisa
© UOC 112 Sociología de la comunicación

fundamental, pues, del estudio de la globalización es considerar que el mundo


constituye un único orden social.
Según Anthony Giddens, la globalización es una serie compleja de procesos
que se producen simultáneamente en el ámbito económico, político, tecnoló-
gico, cultural y ecológico (Giddens, 2000b). La globalización ha comportado
una aceleración de las relaciones sociales en todo el planeta y una intensifica-
ción de los intercambios, y, a la vez, está modificando sensiblemente las formas
de vida.
La globalización denota la expansión y la profundización de las relaciones
sociales y las instituciones a través del espacio y el tiempo, de manera que, por
un lado, las actividades cotidianas cada vez están más influidas por los hechos
y acontecimientos originados en el otro lado del mundo, y, por el otro, las
prácticas y decisiones de grupos y comunidades locales pueden causar impor-
tantes repercusiones globales (Held, 1997: 42).
No es cierto que la globalización sea un fenómeno exclusivamente macro
o de carácter estructural. Se trata de una realidad cercana, muy presente en la
sociedad actual, que hace sentir sus efectos (positivos y negativos) en muchos
ámbitos de la vida. Nuestra vida está influida –cada vez más– por fenóme-
nos producidos en contextos sociales alejados de nuestros entornos sociales
inmediatos, en los cuales se desarrolla la mayor parte de nuestra existencia. Es
posible que algunas acciones originadas en nuestro entorno inmediato tengan
repercusiones mucho más allá de nuestras fronteras. Lo que es distante también
es próximo, aunque esto pueda parecer paradójico.
Los teóricos del caos, que describen cómo una mariposa que bate sus alas
sobre Brasil puede afectar al tiempo que haga en Chicago, han identificado un
proceso que expresa muy bien esta paradoja inherente a la globalización que
está transformando [actualmente] los asuntos mundiales (Rosenau, 2003: 30).
La globalización constituye hoy uno de los factores más destacables de la
nueva sociedad mundial y es uno de los retos más importantes que las ciencias
sociales se plantean para el siglo xxi.

La revolución en el sistema de transportes y telecomunicaciones


Solo desde una sensibilidad histórica podemos comprender el advenimien-
to de un mundo globalizado. Es importante destacar la importancia de los
medios de comunicación social en la conformación de las sociedades modernas
y el alcance del actual proceso de globalización. Las redes de transporte y las
© UOC 113 Los nuevos paradigmas sociológicos

telecomunicaciones son un factor fundamental en este proceso histórico. Las


redes de comunicación –dice Armand Mattelart (1998)– configuran las nuevas
formas de organización del planeta.

La mundialización de los transportes


Las redes de transportes y las telecomunicaciones han tenido y tienen un papel muy impor-
tante en el proceso de globalización. Disponemos de múltiples ejemplos históricos que lo
demuestran.
Durante miles de años el ser humano vivió en relación solo con sus vecinos cercanos. Hubo
ciertos movimientos migratorios, pero no era posible establecer relaciones estables e inten-
sas a grandes distancias.
Después de miles de años de una cierta estabilidad, las cosas cambiaron radicalmente a
partir del siglo xvi, la revolución científica incipiente permitió la invención de grandes medios
de transporte, como la carabela, que permite la expansión de algunas potencias mundiales a
grandes distancias hasta entonces inaccesibles.
Esto hizo posible el inicio de una primera globalización: la expansión del capitalismo
naciente, de Europa al resto del mundo.
La carabela fue sustituida por barcos mejores, hasta los actuales buques mercantes y de
carga, capaces de trasladar al otro lado del planeta inmensas cantidades de mercancías.
A la vez, la invención y el desarrollo del tren, del automóvil y de la aviación hicieron posible
que el mundo entero estuviera intercomunicado y al alcance para una comunicación relativa-
mente fácil y rentable.
La distancia ha dejado de ser un problema insuperable. Esta revolución del transporte es el
primer factor que posibilita la globalización.

La globalización se ve favorecida por los poderosos cambios que se han


producido, sobre todo a finales de los años setenta, en los sistemas de comu-
nicación. El proceso de globalización es posible, pues, gracias a los medios de
comunicación y a las TRIC. Estas tecnologías han hecho posible un reordena-
miento de la distancia temporal y espacial a escala planetaria. Las nuevas tec-
nologías, y especialmente Internet, permiten la desaparición de las distancias y
el acercamiento entre los hechos locales y los globales.

5.1. La globalización económica

Una dimensión crucial del proceso de globalización es su vertiente eco-


nómica. Al hablar de un nuevo orden mundial, hay que adoptar una visión
© UOC 114 Sociología de la comunicación

sistémica. Debido a la caída de la Unión Soviética y al final de la guerra fría las


relaciones internacionales han dejado de estar presididas por el conflicto entre
dos grandes superpotencias en un mundo bipolar y han dado lugar a una hege-
monía imperfecta y unilateral de los Estados Unidos de América en un único
mundo globalizado. El fracaso de las economías planificadas y dirigidas por el
Estado ha convertido el mercado en un mecanismo económico común a todas
las regiones del planeta.
Si adoptamos una perspectiva histórica, vemos que los mercados han ido
ampliando sus dimensiones. Al hablar de mercados, tenemos que tener presen-
te las diferencias que hay entre el mercado de las materias primas, el mercado
de bienes industriales, el mercado financiero, la bolsa de valores, etc. Han
pasado progresivamente de mercados de carácter local o comarcal a mercados
de carácter nacional o internacional. La globalización, aun así, no comporta
únicamente un cambio de dimensiones. La globalización implica la emergen-
cia de un sistema económico mundial.

El proyecto teórico más amplio dedicado al problema de la interdependencia económica


mundial fue iniciado en 1970 por Immanuel Wallerstein bajo el nombre de teoría del sistema
mundial. Distingue tres estadios principales en la historia.
1. El primero es el estadio de los minisistemas, unidades económicamente autosuficientes
relativamente pequeñas dotadas de una división interna del trabajo completa y de una
estructura cultural singular. Predominaban en la época de los cazadores y recolectores, y
continúan hasta la época de las sociedades hortícolas y agrícolas.
2. A continuación vienen los imperios mundiales: grandes entidades mucho más variadas,
que incorporan un número considerable de minisistemas anteriores. Estos se encuentran
en economías agrícolas y reciben coordinación económica mediante gobiernos militares y
políticos fuertes, una administración despiadada, impuestos rígidos. Siempre en guerra y en
conquista imperial (China, Egipto y Roma). La continuación de su viabilidad fue socavada por
el surgimiento de un aparato burocrático y por la complejidad de las tareas administrativas
en territorios tan amplios.
3. La época de la economía mundial o del sistema mundial surge en torno al siglo xvi. En
esta época surge el capitalismo como sistema económico dominante.
(Giddens, 1994: 575-576).

El mercado se ha convertido en un elemento central en un mundo domi-


nado por la globalización y los procesos de liberalización a escala internacional.
Las reglas que regulan el mercado, la oferta y la demanda, son las que, en
principio, rigen en el orden económico internacional. Como señala Anthony
© UOC 115 Los nuevos paradigmas sociológicos

Giddens (2000b), el supermercado se constituye en una metáfora perfecta de


este proceso, puesto que en las grandes superficies, los “nuevos templos del
capitalismo”, podemos encontrar productos originarios de casi todos los rin-
cones del planeta.
Al tratar la globalización, es muy importante la dimensión económica.
No obstante no podemos ignorar la importancia de otros factores de carácter
político y cultural que también inciden en el proceso de globalización. Por
este motivo Ulrich Beck (1998b) nos alerta sobre el peligro de caer en el glo-
balismo. El autor distingue entre la globalización, que es un proceso histórico
multidimensional (casi inevitable), y el globalismo, que implica una concepción
economicista y determinista de la sociedad mundial. Según Beck, el globalis-
mo es la ideología del neoliberalismo, que solo contempla el lado económico
del proceso y pretende que el mercado mundial está destinado a desplazar
progresivamente la tarea de la política. Los excesos de esta idea y la sumisión
del ámbito de la política a la economía es lo que explica la actual crisis del
capitalismo informacional.

Figura 14. La globalización económica permite que en cualquier comercio se puedan


encontrar productos de todo el mundo.

5.2. La globalización política

La globalización comporta un cambio en las dimensiones de la sociedad,


que va más allá de los límites convencionales de los estados. La mundialización
© UOC 116 Sociología de la comunicación

pone a prueba los ámbitos tradicionales desde los que se piensa y se realiza la
política. Esto implica el debilitamiento de los estados tradicionales y una pér-
dida de influencia de la política entendida convencionalmente.

“La globalización ha hecho saltar las fronteras tradicionales de los Estados y ha


cuestionado alguna de sus funciones fundamentales en el pasado. Al mismo tiempo,
han aparecido nuevos actores en la escena política: los poderes locales, las ONG,
los grupos de interés económico cada vez más organizados y, con más capacidad de
incidencia, los gobiernos de carácter regional y continental –me refiero a las organi-
zaciones como la Unión Europea, así como las organizaciones asiáticas, africanas y
americanas de cooperación–, que cada vez tienen un papel más activo y decisivo.”
(Carbonell, 2008: 41)

Figura 15. Vista de la cúpula del artista Miquel Barceló en la Sala Xx del Palacio de las
Naciones de la ONU en Ginebra.

La globalización implica, pues, un reto o desafío en toda regla. Sin embargo,


la globalización de los problemas no significa que ahora todas las sociedades
sean iguales, sino que tienen problemas relativamente comunes que solo se
pueden abordar conjuntamente en el marco de nuevos organismos internacio-
nales. Los estados han tenido que ceder parte de su poder. Se trata de estados
nación, con una estructura económica unitaria y que, aun así, tienen que hacer
frente a los grandes retos que comporta la nueva situación.
© UOC 117 Los nuevos paradigmas sociológicos

El actual proceso de globalización ha hecho saltar por los aires lo que


podríamos considerar una concepción obsoleta de los hechos sociales y políti-
cos. El estado nación tradicional está en crisis. El proceso de mundialización en
que estamos inmersos hace que las dimensiones de la sociedad vayan más allá
de los límites convencionales de los estados que han cedido parte de su sobera-
nía. Los estados nacionales han sido concebidos como unidades políticas, eco-
nómicas y culturales cerradas, y de carácter más o menos homogéneo, aun así
ceden soberanía por arriba a instituciones políticas supranacionales, como, por
ejemplo, la comunidad europea. Por otro lado, el estado nación cede soberanía
por debajo a instancias de gobierno de carácter local o regional. El principio
de subsidiariedad, establecido por el tratado de la Unión Europea, recomienda
que todo lo que se pueda resolver bien localmente no se tiene que hacer esta-
talmente. Como señala Daniel Bell: el estado nación es demasiado pequeño
por atender los grandes problemas del mundo actual y demasiado grande para
hacer frente a los pequeños problemas de la vida cotidiana de los ciudadanos.
La globalización es un fenómeno controvertido. Es cierto que hay movi-
mientos políticos abiertamente contrarios al proceso de globalización actual.
En este sentido el movimiento altermundista es un movimiento social trans-
nacional que propone alternativas al “modelo neoliberal” de la globalización
vigente en el mundo después de la caída del muro de Berlín. Las implicaciones
económicas, políticas y culturales de la globalización, que son desiguales y con-
tradictorias, han suscitado un amplio debate social y la aparición (especialmen-
te en los países más avanzados) de un movimiento alternativo al capitalismo
global. Su carácter plural y las formas de organización descentralizadas le dan
una extraordinaria capacidad de intervención en diferentes campos (derechos
humanos, mujeres, ecología, minorías étnicas, etc.) y tienen repercusión sobre
la opinión pública mundial.
Amplios sectores de la ciudadanía anhelan que la política asuma su papel en
un mundo globalizado. No es sencillo, puesto que las decisiones y los procesos
económicos son muy rápidos y, en cambio, los procesos políticos son lentos y
a menudo erráticos. Es muy complicado conciliar el tiempo político y el tiem-
po económico. Además, no es factible dar una respuesta local a una crisis de
carácter global.
Finalmente, no podemos continuar pensando únicamente en categorías de
estado nación, como si los problemas del mundo fueran, solamente, proble-
mas nacionales o problemas entre estados. No podemos ver las sociedades y
© UOC 118 Sociología de la comunicación

las culturas como si fueran islas o mónadas independientes. Hay que superar
lo que Ulrich Bech llama nacionalismo metodológico (o sería mejor, quizás, decir
estatismo metodológico). Tenemos que superar una concepción unitaria de los
estados entendidos como realidades homogéneas e independientes.

5.3. La globalización cultural

La globalización ha hecho posible la irrupción de una cultura popular


mediática –a menudo de origen norteamericano– que ha extendido su influen-
cia a escala internacional. Nos referimos a la influencia de la industria del cine
y de la nueva cultura audiovisual que ha penetrado en muchos países y conti-
nentes. Sin embargo, no es cierto que la globalización comporte necesariamen-
te un proceso de uniformidad social y cultural, ni la destrucción de las culturas
de carácter local. En algunos casos coincide precisamente con un revival de las
culturas regionales. Peter L. Berger (2002) reconoce la existencia de una cultura
global emergente con un fuerte componente norteamericano, pero al mismo
tiempo constata la vitalidad de algunas culturas de carácter local que modifican
y adaptan sustancialmente el modelo global a sus particularidades.
El término glocalización fue propuesto por Ronald Robertson (1990) para
referirse a las formas asimétricas de relación e interacción entre los procesos de
carácter local (localización) y los procesos de carácter internacional (globaliza-
ción). Ambos procesos avanzan paralelamente y son al mismo tiempo fuerzas
impulsoras y formas de expresión de una nueva polarización mundial. La glo-
balización progresiva, es decir, la creación de un marco de referencia global,
estaría creando la necesidad de referentes concretos y próximos con los que
identificarse y en los que depositar los sentimientos.
La dialéctica entre lo que es global y lo que es local hace que, junto a un
proceso de homogeneización cultural, emerjan diferencias culturales que no
se pueden contemplar, simplemente, como el producto de una reacción a la
globalización. Se trata de un fenómeno complejo y contradictorio. La globali-
zación ha favorecido también un proceso de fragmentación, heterogeneidad e
hibridación cultural.
© UOC 119 Los nuevos paradigmas sociológicos

Figura 16. Lionel Messi y Cristiano Ronaldo son los máximos exponentes de sus clubes e
ídolos mediáticos de una gran proyección internacional.

Un aspecto que ha contribuido decisivamente a la globalización es la expan-


sión de las tecnologías de la relación, información y comunicación (TRIC). Los
medios tecnológicos de creación y de difusión cultural liberan la recepción
cultural de su servidumbre a un tiempo y un espacio concretos, del ahora y
aquí (hic et nunc ), y favorecen un proceso de (des)anclaje cultural. Dicho con
otras palabras, los nuevos medios técnicos de difusión y reproducción implican
la ruptura de las antiguas coordenadas espacio-tiempo que configuraban unos
ámbitos específicos de participación cultural separados de las otras esferas de
la vida social.
Nos estamos alejando de la era de la reproductibilidad técnica (que vaticinó
Walter Benjamin) y nos acercamos a la época de la simulación electrónica. La
tecnología, por ejemplo, hace posible disfrutar de canales de televisión y de
radio en cualquier territorio, y rompe lo que Benjamin denominaba el “para-
digma teatral”. Por ejemplo, personas físicamente muy distantes de Cataluña
pueden escuchar la emisión en directo de un canal de radio emitido en cata-
lán utilizando un ordenador conectado a Internet. También muchas personas
inmigrantes que viven en Cataluña se pueden sentir muy vinculadas a sus
culturas de origen a través de la televisión por satélite o Internet. La expe-
riencia sensible que proponen e implementan los new media supone, así, un
movimiento de eliminación de las distancias y las fronteras convencionales.
© UOC 120 Sociología de la comunicación

Se puede decir, pues, que las tecnologías de la relación, la información y la


comunicación (TRIC) favorecen un proceso histórico de “desanclaje cultural”,
iniciado ya hace muchos años y descrito como un proceso que consiste en
“‘desvincular’ las relaciones sociales de sus contextos locales de interacción y
reestructurarlas en intervalos espaciotemporales indefinidos” (Giddens, 2000:
32). El ciberespacio es el lugar por excelencia donde se producen estas nuevas
relaciones e intercambios.

Palabras clave: interaccionismo simbólico


altermundismo métodos cualitativos
banalización del mal métodos cuantitativos
desanclaje cultural modelo dramatúrgico
cientismo modernidad avanzada
consecuencias no deseadas de la modernidad reflexiva
acción social paradigma comprensivo
doble hermenéutica paradigma positivista
estatismo metodológico (U. Beck) posmodernidad
falsabilidad proceso de objetivación
funcionalismo regiones anteriores
funcionalismo sistèmico regiones posteriores
función/disfunción relaciones cara a cara
funciones manifiestas relativismo
funciones latentes riesgo externo
globalismo riesgo manufacturado
globalización cultural ruptura epistemológica
globalización económica sociedad del riesgo
globalización política sociedad del riesgo mundial (U. Beck)
glocalización sociedad líquida (Z. Bauman)
holocausto sociedad red (M. Castells)
informacionalismo triangulación metodológica
interacción social vigilancia epistemológica
© UOC 121 Las teorías y la investigación en comunicación

Capítulo III

Las teorías y la investigación en comunicación

“Incluso los medios «recreativos», como los periódicos y la televisión, tienen una
influencia de gran alcance sobre nuestra experiencia. Esto no sucede porque afecten
nuestras actitudes de formas específicas, sino porque son los medios de acceso al
conocimiento, del cual dependen muchas actividades sociales.”
Anthony Giddens, 1995: 481.

1. Introducción al estudio de las influencias

Las teorías que han predominado durante décadas en el ámbito de la comu-


nicación han tenido como objetivo principal el estudio sobre las influencias
que los medios tienen en las personas, los públicos o las audiencias. Es decir,
la teoría y la investigación en comunicación han comportado una concepción
muy simplista de la “comunicación de masas”, entendida como un proceso de
influencia directa, más o menos lineal. Este modelo lineal, que ha predomina-
do durante décadas, está basado en el paradigma de Lasswell y ha fundamen-
tado la investigación dominante desde la década de los treinta hasta principios
de los setenta del siglo xx.

Esta concepción todavía hoy está muy presente en el ámbito del periodismo
profesional. Es muy frecuente en la narración de crímenes violentos, como ponen
de manifiesto los ejemplos siguientes:

1. “José Rabadán era aficionado al videojuego de rol Fantasy VIII. Este juego
tiene como personaje principal Squall Leonhort, un héroe que se rebela con-
© UOC 122 Sociología de la comunicación

tra el poder de sus opresores y utiliza para asesinar, como hizo él mismo, una
espada de samurái.” (La Vanguardia, 5 de abril de 2000, pág. 33).

José Rabadán, conocido en los medios como “el asesino de la catana”, mató sus
padres y a su hermana en abril de 2000 utilizando para ello una catana.

2. “Asesino y suicida. Tim Kretschmer se suicidó después de la matanza. Era


solitario y forofo de las películas de terror (…). «Estoy seguro de que el joven
que ha cometido esto es tan normal como mi hijo. No sé..., no veo que el
problema sea que los padres hayamos fallado. Quizás los videojuegos, donde
matar es solo pulsar un botón», reflexiona Harmut Beyer, de 46 años.” (La
Vanguardia, 12 de marzo de 2009, pág.1 y 4).

Tim Kretschmer, con 17 años, disparó contra alumnos y profesores de una escue-
la de secundaria y contra otras personas en su fuga de la policía antes de suicidar-
se el 11 de marzo de 2009 en la ciudad alemana de Winnenden.

3. “Se especulaba también que Cho se podía haber inspirado en la película sur-
coreana Oldboy, parte de una trilogía del cineasta Chan Wook Park. Uno de
los asesinos del film envió fotos en las que cogía un martillo” (La Vanguardia,
20 de abril de 2007, pág. 9)

Seung-Hui Cho fue el estudiante coreano que el 16 de abril de 2007 disparó con-
tra profesores y alumnos en la Universidad Tecnológica de Virginia. Mató a 32
personas e hirió a otras 17.

En estos ejemplos se pone de manifiesto una relación directa entre el con-


sumo de videojuegos y películas, y determinados crímenes cometidos. Se hace
presente también la idea de la influencia directa de los medios de comuni-
cación sobre las futuras acciones de las personas. La lectura de los diferentes
fragmentos nos permite observar cómo se establece, intencionadamente o no,
una relación causal entre dos fenómenos que no tienen por qué estar directa-
mente relacionados, por lo menos unívocamente. Es evidente que se trata de
un tratamiento demasiado simplista que tiende a magnificar el poder de los
medios de comunicación social. “No se debería admitir –como afirma Salvador
Cardús– desde posiciones intelectualmente rigurosas, que se hable de los efec-
© UOC 123 Las teorías y la investigación en comunicación

tos de la televisión como se habla de la influencia de los astros y con la misma


impunidad.” (Cardús, 1999: 35). No tenemos la intención de subestimar o
banalizar la posible influencia y la repercusión social que tienen los medios,
sino que remarcamos la conveniencia de saber contextualizarlos y ponderar
esta influencia junto con otros elementos, como el contexto cultural y el edu-
cativo, los grupos de referencia (amigos, familia…), el estilo de vida de cada
grupo social, etc. En definitiva, no podemos atribuir a los medios de comu-
nicación un poder absoluto y a la vez tenemos que contemplar otros factores
que también inciden en la gente. Los primeros estudios de la investigación
comunicativa se basan en el paradigma de Lasswell.
El paradigma de Lasswell parte de un modo de análisis conductista, basado
en el estudio de cómo un emisor (que elabora determinados estímulos-mensa-
jes) impacta sobre un receptor (que se considera sujeto estimulado) con el fin
de conseguir determinados efectos a corto o a medio plazo. El paradigma de
Lasswell, clásico en los estudios de comunicación, presupone que la iniciativa
es siempre de quien emite el mensaje y que los miembros de la audiencia son
objetos pasivos de la comunicación.

Las cinco etapas del paradigma de Lasswell.

¿Quién? → Estudio del comunicador


¿Dice qué? → Estudio del contenido
¿Por qué canales? → Estudio de los medios técnicos
¿A quién? → Estudio de las audiencias
¿Con qué efectos? → Estudio de las influencias

Lasswell, H. D. “Estructura y función de la comunicación en la sociedad”. En:


Moragas, M. (1993). Sociología de la comunicación de masas. Barcelona: Gustavo Gili.

La historia de la investigación en comunicación ha estado dominada por la


consigna positivista “Saber para prever, prever para poder” (Rodrigo, 1989). La
teoría y la investigación en comunicación se centraron, en una primera etapa,
en uno de los momentos cruciales del proceso comunicativo: los efectos. En el
estudio de los efectos la cuestión fundamental era conocer la capacidad per-
suasiva de la comunicación social. Esta visión también se hace patente en los
© UOC 124 Sociología de la comunicación

estudios que analizan la eficacia de las campañas propagandistas. El conocido


eslogan Yes, we can, de la primera campaña de Obama, es un buen ejemplo
de la eficacia y de la extrema sencillez sintáctica del lenguaje publicitario. No
tenemos que olvidar que en gaélico eslogan significa “grito de guerra”. Según
la definición de Walter Lippmann (1922): “La propaganda es un esfuerzo para
alterar intencionalmente la imagen que se da de la realidad, para que los indi-
viduos reaccionen de una forma determinada”.
El análisis de las influencias de los medios de comunicación social ha sido el
objeto de estudio por excelencia en el ámbito de la investigación comunicativa,
especialmente por parte de la llamada investigación en la comunicación de
masas (Mass Communication Research).

La investigación en comunicación de masas se desarrolla con fuerza a par-


tir de la década de los cuarenta del siglo pasado. Empezó básicamente en EE.
UU. y se caracteriza por una aceptación del sistema social y de la función que
cumple la comunicación en este sistema. Se trata de un tipo de investigación
basado en criterios de carácter positivista, empirista y cuantitativo, orientado a
la resolución de problemas prácticos y enmarcado dentro de la tradición socio-
lógica funcionalista. El desarrollo de esta corriente teórica se tiene que enten-
der dentro de un determinado contexto histórico, en que se producen unas
demandas sociales muy concretas a las que la “investigación administrada”
intentará responder. Sus principales ámbitos de investigación son la creación
de la opinión pública, las técnicas de persuasión o la propaganda. Entre sus
representantes más importantes tenemos a autores como Lasswell, Lazarsfeld,
Hovland o Lewin (González Río, Espinar, Martínez Gras y Frau, 2004).
Como decíamos, la cuestión de los efectos ha dominado la reflexión teórica
y la investigación especializada sobre el papel de los media en nuestra sociedad.
Esta orientación teórica y metodológica se basa –usando la conocida expresión
de Umberto Eco– en una “concepción apocalíptica” de la historia, que atribuye
un papel maléfico a los medios de comunicación. Para comprender la visión
© UOC 125 Las teorías y la investigación en comunicación

apocalíptica que subraya la capacidad manipuladora de los medios de comu-


nicación, no tenemos que olvidar la experiencia vivida por la utilización de
la propaganda en el periodo de entreguerras, incluidos los periodos de las dos
guerras mundiales.
El apocalíptico es quien ve con desconfianza las nuevas técnicas de creación
y difusión cultural y expresa su temor ante la extensión de la participación
popular al ámbito del consumo cultural. Los apocalípticos, dice Eco (1984),
tienen una visión aristocrática de la cultura. La cultura es un asunto que se cir-
cunscribe a un círculo restringido y, así, es un contrasentido hablar de cultura
de masas, puesto que –desde un punto de vista aristocrático– “es inconcebible
una cultura compartida por la masa del pueblo”.

Como hemos señalado en otro lugar:

“El apocalíptico sostiene que la cultura exige un cultivo individual de la inteli-


gencia, la sensibilidad y el saber. A la vez, desconfía de su administración por parte
de empresas o instituciones especializadas que pretenden acercar la cultura al gran
© UOC 126 Sociología de la comunicación

público. En este sentido, la democracia cultural es una quimera. (...) La cultura de


masas es una anticultura que nace en el preciso momento histórico en que la masa
hace acto de presencia en la vida cultural y política. La masificación cultural no es
solo el signo de una aberración transitoria y limitada al ámbito cultural, es el signo
inequívoco de un proceso de decadencia irrecuperable de nuestra civilización, frente
a la cual el hombre culto no se puede expresar más que en términos de desasosiego
y desesperación. La rebelión de las masas puede representar un regreso a la barbarie”
(Busquet, 2008: 50-51).

En sus orígenes, muchos estudios partían de una concepción apocalíptica


y atribuían un poder extraordinario –normalmente de carácter maléfico– a los
medios de comunicación social. Los diferentes intentos para comprender y
evaluar la influencia social que tienen sobre el público los medios en general,
y la televisión en particular, se intensificó durante la década de los sesenta y
a comienzos de la de los setenta. La corriente que defiende el efecto poderoso
de los medios en la violencia social ha adquirido fuerza en los últimos años,
coincidiendo con el hecho de que vuelve a estar a la orden del día la idea de
que los medios tienen mucha influencia en las opiniones y los comportamien-
tos de la gente. Pero estas actitudes de temor ante los medios de comunicación
social no son nuevas:

“Cada vez que se crea un nuevo medio de comunicación surge en la comunidad


un sentimiento de profunda inquietud por los efectos perjudiciales que este podría
causar en la población (Gunter, 1996). Haciendo un poco de historia, constatamos
que los nuevos medios de comunicación tomaron el relevo (o se superpusieron ) a
los otros medios más tradicionales. El descubrimiento y la aplicación de los nuevos
medios tecnológicos de difusión cultural han ido siempre acompañados, junto con
la fascinación que provoca la novedad, de manifestaciones de temor y desconfianza.
Primero fue la invención de la imprenta y el nacimiento del libro, después la prensa
de masas, más adelante el cine y la radio. Hoy la televisión levanta muchas suspica-
cias, hasta el punto de que algunos creen que la televisión es la principal responsable
del incremento de la violencia al mundo. No nos tendría que extrañar mucho que
muy pronto sea Internet –en la medida que su uso se vaya generalizando– el que
tome el relevo a la televisión como nuevo chivo expiatorio.” (Aran, Barata, Busquet
y Medina, 2001: 46).
© UOC 127 Las teorías y la investigación en comunicación

De hecho, la cita anterior no es una premonición, sino más bien un tipo de


historia cíclica que se repite. Hoy podemos certificar que algunas de las cosas
que se intuían hace más de una década se confirman actualmente con algunos
discursos apocalípticos sobre Internet y las redes sociales.
Durante muchos años, en el campo de la investigación comunicativa se ha
pretendido establecer una relación directa –expresada en términos de causa-
efecto– entre la existencia de la “violencia en los medios” y ciertas manifes-
taciones de la violencia y de desorden social. En síntesis, se considera que los
contenidos del mundo de la ficción (películas, series, etc.) y de la comunica-
ción que se canalizan a través de varios medios (prensa, cine, radio, televisión,
Internet) no pueden resultar inocuos cuando son consumidos a gran escala por
el público y, sobre todo, por los niños y adolescentes, que se consideran unos
grupos sociales especialmente vulnerables por la supuesta falta de preparación
y de madurez.
En el primer periodo de la investigación en comunicación se hace difícil
encontrar perspectivas teóricas que no estén influidas por esta visión. Como
veremos más adelante, la visión de Walter Lippmann, periodista profesional y
pionero de los estudios en comunicación, es muy pesimista respecto a la dis-
posición y competencia de la ciudadanía para vivir dentro de una democracia
compleja y a la vez mediatizada.
También, como veremos a continuación, las teorías de la sociedad masa
(estudiada por Ortega y Gasset, entre otros) tienen un gran peso en el pensa-
miento de muchos autores y disciplinas. Además, en aquel contexto, el con-
ductismo es una de las corrientes teóricas que más influye en todas las discipli-
nas sociales, e incluso en la vida política se había podido ver que la propaganda
y la manipulación, en manos de los gobiernos, determinaba notablemente la
conducta de millones de personas que habían aceptado de manera acrítica los
fascismos y el totalitarismo.
Los estudios de la investigación en comunicación de masas (Mass
Communication Research) no hacen más que continuar la línea de las déca-
das anteriores, a pesar de que, progresivamente, el conocimiento teórico y la
investigación permiten matizar algunas teorías excesivamente influenciadas
por una visión positivista y, quizás, excesivamente simplista. Sin embargo, se
puede mencionar algunos nombres de autores que van a contracorriente. Será
el caso, por ejemplo, de Walter Benjamin (1983), que propone un modelo de
acercamiento radicalmente diferente. Benjamin ve en la aparición y extensión
© UOC 128 Sociología de la comunicación

del arte de la fotografía, el cine y la implantación de la radio ciertas potenciali-


dades de participación democrática en el acto de creación y de comunicación.
La mirada de Benjamin permite romper el discurso unidireccional y jerárquico
del acto de comunicación, tal como quedó instaurado durante décadas a partir
del paradigma de Lasswell.
A continuación se exponen, teniendo en cuenta su dimensión histórica, las
principales aportaciones teóricas realizadas desde el ámbito de la sociología y
las teorías de la comunicación a lo largo del siglo xx. Tenemos que partir de la
base de que la historia de la investigación comunicativa ha estado dominada,
desde los orígenes, por una concepción lineal o procesal de la comunicación.
Una concepción que ha hecho de la persuasión la actividad más relevante de la
investigación y de buena parte de las prácticas de los medios de comunicación.
La persuasión implica un proceso consistente en hacer creer algo al receptor,
para que este actúe de acuerdo con la voluntad del comunicador.
La mayor parte de los teóricos de la comunicación (por ejemplo, Blumler,
McQuail y Beniger) que estudian y clasifican la historia de la investigación
comunicativa, muy centrada en Estados Unidos, acostumbran a distinguir de
modo convencional tres periodos claramente diferenciados (Monzón, 1996).
Se trata, evidentemente, de un planteamiento bastante esquemático, cuyo
objetivo es poner orden a un panorama muy complejo y bastante confuso. Los
modelos son los siguientes: el modelo hipodérmico (1914-1940); el modelo de
los efectos limitados (1940-1970) y el regreso a la teoría de los efectos de gran
alcance (desde 1970 hasta la actualidad).
En las dos primeras etapas de la investigación comunicativa, que práctica-
mente van desde los años veinte hasta finales de los sesenta, los efectos o las
influencias de los medios serán básicamente contemplados como efectos per-
suasivos. La cuestión fundamental que se planteaban los teóricos de la comu-
nicación era conocer la capacidad persuasiva de la comunicación social. Buena
parte de los estudios en publicidad y comunicación hasta la actualidad todavía
tienen como elemento central de sus estudios una concepción persuasiva de la
comunicación.
Presentamos a continuación un cuadro resumen de las principales etapas de
la investigación en comunicación.
© UOC 129 Las teorías y la investigación en comunicación

Los principales periodos de la investigación comunicativa

Paradigma Modelo explicativo Influencias


1r Período Social: sociedad Público atomizado, Efectos persuasivos
masa formado por indivi-
El modelo duos solitarios, aisla- Las multitudes caren-
hipodérmico dos y desarraigados. tes de criterio reciben
el mismo estímulo.
(1920-1940)
Psicológico. modelo La conducta como Presupone la inme-
conductista. respuesta a los estí- diatez, mecanicidad y
mulos amplitud de los efec-
tos de los medios de
Lasswell “cada miembro del comunicación social.
público de masas
Propaganda está personal y direc- contempla los men- Multitudes pasivas
Technique in the tamente atacado por sajes como estímulos dominadas por la
World War (1927) los mensajes.” condicionantes, y manipulación que
sus efectos como la ejercen las élites que
respuesta condicio controlan los medios.
nada.
2º. período Social: sociedad com- La influencia de los Efectos de refuerzo
pleja y diferenciada grupos primarios
2º. El modelo de los y secundarios en el
efectos limitados aprendizaje

(1940-1970) Psicológico: la perso-


nalidad como desa-
Klapper, J. T. rrollo
The Effects of Mass El aprendizaje Efectos limitados
Communication depende de los con- por la forma en que
textos. el sujeto filtra, com-
Lazarsfeld, P. F.; Se constata la impor- prende y memoriza la
Berelson, B; Gaudet, tancia de una serie mediación social.
H. (1948) de f actores de carác-
The people’s choice ter personal y social
que condicionan las
influencias mediáti-
cas.
© UOC 130 Sociología de la comunicación

3r. período Entorno configurado Entorno y estructura Los media como con-
por los media condicionantes. figuradores
3ª. La influencia
mediática en la era La conciencia de la La influencia a de los
de la complejidad. complejidad del pro- medios de comunica-
ceso comunicativo ción no radica en su
(1970-actualidad) hará contemplar la poder de persuasión,
existencia de un sis- sin en la capacidad
tema comunicativo de estructurar los
dotado de autonomía temas sobre los que
particular. pensamos y sobre los
que giran nuestras
conversaciones.

2. La sociedad masa y la aguja hipodérmica

En la primera etapa de la investigación en comunicación –que compren-


de, aproximadamente, desde los años veinte hasta los cuarenta del siglo xx y
que coincide históricamente con el periodo de entreguerras– los medios son
contemplados como instrumentos de influencia directa, poderosa y eficaz.
Los efectos de los medios serán básicamente considerados como efectos per-
suasivos. El origen de este interés y preocupación son, también, las dictaduras
totalitarias y el fenómeno histórico del nazismo en Alemania, que utilizaron la
publicidad y la propaganda como instrumentos de influencia.

Goebbels y la instrumentalización de una red


de liderazgo de opinión por medio de propaganda
Uno de los ejemplos más notables de uso diri-
gido del liderazgo de opinión en medios de comu-
nicación de masas y discursos públicos es el trabajo
de Joseph Goebbels, el hombre encargado de la
maquinaria de propaganda de Hitler. Bytwerk, en
su compilación de los trabajos de Goebbels, cita
este fragmento de Der Kongress zur Nürnberg 1934
© UOC 131 Las teorías y la investigación en comunicación

(El Congreso de Nuremberg 1934), en el que Goebbels explica su punto de vista


sobre la propaganda como herramienta para cambiar la opinión de la gente: “La
propaganda es un medio para un fin. Su propósito es conducir a la gente hacia una
comprensión que les permita voluntariamente y sin resistencias internas dedicarse a
las tareas y a los objetivos de un líder superior. Para que la propaganda tenga éxito,
ha de saber muy bien lo que quiere. Ha de tener un objeto claro y firme, y buscar
los medios y métodos adecuados para lograr este objetivo. La propaganda como tal
no es ni buena ni mala. Su valor moral lo determinan los objetivos que persigue”
(Busquet, Medina y Sort, 2006: 44).

La caída del fascismo puso en evidencia los límites de esta teoría, puesto que
la eficacia de la ideología no sobrevivió a la desaparición de los altavoces de la
propaganda oficial de los regímenes totalitarios.
De todas formas, la propaganda y el uso de los medios de comunicación
como herramienta de influencia directa sobre la población no es sólo un fenó-
meno relacionado con las dictaduras fascistas o totalitarias. En los regímenes
democráticos la propaganda y la “desinformación” se han utilizado muy a
menudo, especialmente en tiempos de guerra. En circunstancias extremas
todas las artes se ponen al servicio de la causa nacional. Por ejemplo, algunos
directores de cine de reconocido prestigio realizaron películas de propaganda
para sus regímenes, como el caso de Eisenstein para la Unión Soviética y Lenni
Riefenstahl para la Alemania nazi, con su obra El triunfo de la voluntad. Y tam-
bién algunos directores norteamericanos, como John Ford, con Las uvas de la
ira, o Frank Capra, con sus películas, dentro de la serie Why we fight, durante los
años cuarenta, encargo del Ministerio de la Guerra para transmitir a la pobla-
ción el porqué se estaba luchando contra Alemania y Japón.
El año 1926 fue un momento importante dentro de la radiodifusión por la
creación de la cadena NBC americana y la segunda BBC inglesa. A partir de este
momento, la radio extendió su uso con fines comerciales y propagandísticos,
pasó a ser el medio de comunicación social más potente y las primeras teorías
sobre los efectos de los medios comenzaron a analizar el impacto que podían
tener los mensajes radiofónicos sobre la “masa”. El ejemplo más conocido lo
encontramos sin duda en la repercusión que tuvo la emisión radiofónica de
La guerra de los mundos, dirigida por Orson Welles en 1938. La célebre drama-
tización radiofónica que provocó una ola de pánico en Nueva York parecía
confirmar la omnipotencia (diabólica) de los medios de comunicación social.
© UOC 132 Sociología de la comunicación

Para escuchar la emisión de La guerra de los mundos existen diferentes enla-


ces:
<http://es.wikipedia.org/wiki/la_guerra_de_los_mundos_(radio)>
<http://www.youtube.com/watch?v=VMGRCU4klji>

Una noche de Halloween terrorífica


“El 30 de octubre de 1938, la noche de Halloween se emitió la versión radiofóni-
ca del libro de ciencia-ficción La guerra de los mundos, de H. G. Wells, publicado por
primera vez en 1898, que narraba una invasión marciana de la Tierra. El director de
la versión radiofónica fue el actor Orson Welles, quien decidió introducir algunas
modificaciones importantes. Para incrementar el dramatismo de la emisión, Welles
optó por introducir a lo largo de la emisión varios avances informativos que narraban
“en directo” la supuesta invasión marciana de la Tierra. También se incluyeron efectos
sonoros y cortes de voz de supuestos especialistas y autoridades políticas que reaccio-
naban ante los acontecimientos.
La simulación pareció tan creí-
ble que aquella noche se dieron
episodios de histeria: miles de
personas salieron a la calle o
bien se escondieron en refugios;
otros se armaron hasta los dien-
tes. Incluso no pocos oyentes
se envolvieron la cabeza con
toallas empapadas para evitar ser
Locución radiofónica de La guerra de los mundos víctimas del supuesto gas vene-
por parte de Orson Welles, 30 de octubre de 1938. noso que lanzaban los marcia-
nos. Y todo ello a pesar de que se
informó, al principio y al final de la emisión, de que todo era una simulación. Durante
los días siguientes, y como consecuencia de los efectos del programa, se planteó una
polémica sobre el poder de influencia de los medios de comunicación sobre la masa y
los peligros que esto podía comportar (Busquet, Medina y Sort, 2006: 46).

Este hecho parecía confirmar la omnipotencia de los medios de comuni-


cación social. El sociólogo Hadley Cantril (1993), a quien se debe un análisis
sobre el impacto de este programa, resume así el estado de shock de algunos
radioyentes:
© UOC 133 Las teorías y la investigación en comunicación

“Mucho antes de acabar el programa, en todos los Estados Unidos había personas
rezando, llorando y huyendo frenéticamente para no encontrar la muerte a manos
de los marcianos. Algunos corrieron en busca de seres queridos. Otros telefonearon
para despedirse o alertar a los amigos, corrieron a informar sus vecinos, buscaron
información en las redacciones de los periódicos y las emisoras de radio, o avisaron
a las ambulancias y los coches de patrulla de policía. Al menos seis millones de
personas escucharon la emisión y como mínimo un millón de ellas se asustaron o
se inquietaron.

”El acontecimiento creado por Welles permitía hacer un tipo de prueba, segu-
ramente por primera vez en la historia, sobre las condiciones de sugestibilidad, del
recíproco contagio sobre el pánico (psicosis colectiva). En el plano de las represen-
taciones sociales, estas escenas de emoción inauditas, que se traducían en actos irre-
flexivos e incitaciones gregarias, no fueron las últimas que fundamentaron la teoría
de la omnipotencia de la nueva técnica de comunicación a través de las ondas.”
Font: Mattelart, 1998: 98-99.

Estos estudios permiten constatar que la incidencia de aquel episodio fue


importante y que afectó a una pequeña parte de la audiencia. Aun así, visto en
perspectiva podemos decir que se mitificó y sobredimensionó la trascendencia
de aquel episodio.
Las teorías que intentan explicar los efectos de los medios de comunicación
reciben nombres tan expresivos como los siguientes: teoría de la aguja hipodér-
mica, teoría de la bala mágica, teoría del impacto directo, teoría de la influencia
unidireccional.

La teoría hipodérmica –que presupone la inmediatez, mecanicidad y ampli-


tud de los efectos de los medios de comunicación social– se podría sintetizar
con la afirmación siguiente: cada miembro del público de masas es personal-
mente y directamente atacado por los mensajes. Según la teoría hipodérmica,
© UOC 134 Sociología de la comunicación

cada individuo es un átomo aislado que reacciona separadamente a las órdenes


y a las sugerencias de los medios de comunicación de masas monopolizados.
El modelo hipodérmico comporta una serie de supuestos básicos:

• Los individuos se encuentran en una situación de aislamiento psicológico.


• En la interacción mediática prevalece la impersonalidad.
• Los individuos se encuentran bastante desvinculados de las obligaciones
y presiones sociales.
• Los individuos responden de manera casi uniforme al mismo estímulo.
• El público es una masa indiferenciada, en su interior los individuos se
encuentran en una condición de aislamiento físico, social y cultural.

Se atribuye a los medios de comunicación un poder extraordinario para


modificar radicalmente las actitudes, las opiniones y las preferencias colectivas
de los ciudadanos. Pero una de las características de esta etapa es que la mayo-
ría de efectos no se demuestran mediante el análisis y el estudio, puesto que se
dan por hecho.
Mauro Wolf afirma que en el momento en que la teoría hipodérmica –que
subraya el carácter omnipotente de los medios de comunicación sociales y la
vulnerabilidad del individuo– dejó de ser sobre todo un presagio y una descrip-
ción de los presupuestos y se convirtió en un paradigma de análisis concreto,
sus mismos presupuestos dieron lugar a unos resultados que contradecían la
hipótesis de partida (Wolf, 1987: 34). Miquel de Moragas (2011) va todavía más
© UOC 135 Las teorías y la investigación en comunicación

allá y sostiene que la teoría hipodérmica tiene un carácter espectral. Considera


que fue un tipo de invento o artefacto creado por sus “adversarios”, que dibu-
jaron una caricatura muy acusada de la investigación que se había hecho hasta
entonces. Sea como fuere, la teoría hipodérmica existe y persiste en la menta-
lidad de muchas personas.
Como hemos comentado anteriormente, la idea que domina los prime-
ros años de la llamada Mass Communication Research presupone la existencia
de unos medios de comunicación social omnipotentes y omnipresentes que
tienen efectos directos e inmediatos sobre los miembros de una población
dispersa, atomizada y desintegrada (Monzón, 1996). Desde este punto de vista,
los grupos que pueden hacer de mediadores prácticamente no existen o han
desaparecido y “las masas” han llevado al individuo a la soledad y la indefen-
sión. Se extiende, por lo tanto, la idea de que la comunicación mediática tiene
un enorme poder y que el receptor está indefenso ante los mensajes emitidos
por el comunicador. Cuanto más poder atribuimos a los mass media, más inde-
fenso está el público particular. En esta época se mantiene una concepción
orwelliana sobre los medios de comunicación social. “Orwell pronosticó que
las nuevas tecnologías electrónicas proporcionarían a las autoridades centra-
les herramientas sin precedentes para controlar, manipular y esclavizar a una
población inerme frente al poder. Era una visión tan oscura y pesimista que
cautivó la imaginación de toda una generación” (Neuman, 2002: 140).

2.1. La corriente conductista

La teoría hipodérmica se basa en la teoría conductista propia de la psicología


experimental y en la teoría de la sociedad masa, que ha tenido una gran inci-
dencia en el campo de la teoría social para explicar el proceso de la comunica-
ción como un proceso de influencia, manipulación y control.
El modelo que predomina en la primera etapa de la investigación comuni-
cativa es el modelo estímulo-respuesta de los primeros años del conductismo.
La escuela psicológica del conductismo, utilizada como marco teórico, aportó
modelos para interpretar los efectos de los medios de comunicación social,
tanto desde el punto de vista del condicionamiento clásico (Pavlov-Watson)
como del operante e instrumental (Skinner) (Monzón, 1996). El modelo
estímulo-respuesta tendrá una aplicación inmediata en las teorías del impacto
© UOC 136 Sociología de la comunicación

directo, ya que considera los mensajes como los estímulos condicionantes, y


sus efectos sobre opiniones, actitudes y conductas como la respuesta condicio-
nada. Los efectos son considerados respuestas específicas a estímulos especí-
ficos, de modo que se puede esperar y predecir una correspondencia estrecha
entre el mensaje de los medios y la reacción de la audiencia.

Figura 1. Dibujo del experimento que hizo el Dr. Paulov.

Debemos detenernos, antes de continuar en los avances de la teoría y la


investigación en comunicación y el estudio de las influencias, en dos aspec-
tos, que además de configurar también esta primera fase de la investigación
en comunicación, tienen suficiente fuerza para tratarlos específicamente. En
primer lugar, nos detendremos en el concepto de masa. En segundo lugar,
nos referiremos a la aportación seminal de Walter Lippmann, considerado
como uno de los principales precursores de los estudios sobre los medios de
comunicación y de la opinión pública. Lippmann considera que los medios
de comunicación son elementos poderosos ante una población que se mues-
tra incompetente para asimilar un discurso complejo y lo que teóricamente
le pediría un sistema democrático. El ciudadano que huye despavorido tras
escuchar la emisión de Welles de La guerra de los mundos no se corresponde,
evidentemente, con la figura idealizada del ciudadano liberal burgués de los
cafés de los siglos xviii y xix.

2.2. La concepción de la sociedad masa

Una teoría que estará siempre presente –a veces de manera clara y otras de
manera latente– en los estudios sobre los medios y sus efectos de la primera y
© UOC 137 Las teorías y la investigación en comunicación

segunda etapas (desde 1920 hasta 1960) es la teoría de la sociedad masa descrita
magistralmente por Salvador Giner en Mass society (Giner, 1976). La concep-
ción persuasiva de la comunicación se apoya en la teoría de la sociedad masa.
Esta teoría presupone la idea que el público de las comunicaciones de masa
es un público atomizado, formado por individuos solitarios, aislados y desarrai-
gados (Busquet, 1998: 182). Parte de la base que el proceso de modernización
ha contribuido a la disolución de los vínculos sociales primordiales y que el ser
humano está aislado, y que este aislamiento lo hace particularmente vulnera-
ble a la influencia mediática. Se atribuye una importancia extraordinaria a los
medios de comunicación de masas –sobre todo a la propaganda– y se ignora la
relevancia otras formas de comunicación y de relación personal. Se ignora, a la
vez, el papel integrador de una serie de grupos sociales básicos, como la familia,
los amigos, los compañeros de trabajo o las relaciones vecinales en el barrio.

Figura 2. Según la teoría de la sociedad masa los individuos son átomos solitarios.

Han sido algunos teóricos de la “comunicación de masas” los que tradicio-


nalmente han utilizado el término masa o masas para referirse a los nuevos
públicos “creados” por la implementación de los nuevos medios de comunica-
ción. El poder atribuido a los medios de comunicación es muy grande. Según
Kimball Young (1967), el público es la consecuencia de la presencia de los
medios de comunicación de masas: “El público es una criatura engendrada por
nuestros notables medios mecánicos de comunicación”. Paradójicamente, fue
dentro de esta tradición teórica donde pronto se constató que la concepción de
masa era excesivamente simplista para explicar la realidad de un mundo social
© UOC 138 Sociología de la comunicación

tan diverso y tan complejo. La comunicación de masas no se produce solo


entre una institución emisora y un receptor aislado; su análisis debería consi-
derar los condicionantes sociales y el entorno donde tiene lugar la recepción.
En resumen, el modelo que predomina en la primera etapa de la investiga-
ción comunicativa es el modelo estímulo-respuesta de los primeros años del
conductismo. El famoso paradigma de Lasswell comportó una extensión de
la psicología conductista aplicada a la descripción del campo comunicativo.
Por otro lado, la teoría de la sociedad masa, que tenía una gran incidencia en
el campo de la teoría social, permitió explicar el proceso de la comunicación
como un proceso de influencia, manipulación y control.

2.3. Harold D. Lasswell: la propaganda en tiempo de guerra

El estudio de la influencia mediática había sido la piedra angular de las


investigaciones desarrolladas por el norteamericano Harold D. Lasswell (1902-
1978), considerado uno de los padres fundadores de los estudios de la comuni-
cación de masas. Lasswell hizo una tesis doctoral titulada Propaganda Technique
in the World War (1927), con la que se convirtió en pionero del estudio de la
propaganda en tiempo de guerra.
Lasswell dedicó buena parte de sus esfuerzos al análisis de la propaganda
política desde el Institute for Propaganda Analysis. Sus teorías planteaban que
“una sociedad caracterizada por el aislamiento psicológico y la impersonaliza-
ción reaccionaba uniformemente ante los poderosos estímulos de los mensajes
de los medios de comunicación” (Rodrigo, 1989: 30).
Para Lasswell, los medios eran concebidos como instrumentes de persuasión
y propaganda, capaces de modelar comportamientos, actitudes y valores por
una relación directa con el público. La voluntad de Lasswell era desarrollar
desde la ciencia política una explicación del proceso de influencia colectiva de
los medios de comunicación. Esta teoría presupone que la iniciativa es siempre
del comunicador y la masa es el objeto pasivo de los mensajes. La capacidad
manipuladora de los medios se da por hecha, pero raramente se explican los
mecanismos (Busquet, Medina y Sort, 2006: 45).
En esta primera fase de la investigación comunicativa, y en el contexto que
hemos explicado, tienen una importancia capital los estudios de Lasswell. A
pesar de que el paradigma de la comunicación establecido por Lasswell es pos-
© UOC 139 Las teorías y la investigación en comunicación

terior a la Primera Guerra Mundial, no es extraño el título de su tesis doctoral,


en pleno periodo de entreguerras, Propaganda Technique in the World War, que
fue uno de los estudios pioneros sobre la propaganda en tiempo de guerra.
Lasswell parte en su análisis de una sociedad caracterizada por las teorías del
hombre masa. La sociedad carece de vínculos y las respuestas de las personas a
cualquier tipo de estímulo, por ejemplo, los mensajes emitidos por los medios
de comunicación, son recibidos de modo uniforme, tanto en la recepción de
los mensajes como en la posible reacción ante ellos.
Como explica Wolf (1987), el modelo de comunicación de Lasswell, que es
deudor del análisis de la aguja hipodérmica, corrobora un aspecto central de la
descripción de la sociedad de masas en esta primera fase: que la iniciativa de la
comunicación es exclusiva del emisor y que todos los efectos recaen, también
de manera exclusiva, sobre el público. Algunos aspectos centrales del modelo
de Lasswell: los procesos comunicativos tienen lugar de manera asimétrica, con
un emisor activo y capaz y una masa receptora y pasiva que reacciona después
del estímulo mecánicamente; la comunicación se produce de manera inten-
cional; finalmente, los emisores y receptores aparecen aislados y sin ninguna
relación con otros posibles mediadores o influencias de tipo cultural o social.
Por lo tanto, los medios son considerados claramente como instrumentos de
persuasión, capaces de influir de una manera clara y directa sobre las acciones
de las personas. Estas primeras teorías de la comunicación parten siempre de
una visión de la comunicación jerárquica y lineal, y los temas de investigación
buscan observar como los mensajes influyen en la voluntad de las personas, en
sus concepciones y en sus comportamientos.
La concepción persuasiva de la comunicación –que se presenta sobre todo
en la primera etapa de la investigación comunicativa– se apoya en la teoría de
la sociedad masa. Han sido algunos teóricos de la comunicación de masas los
que tradicionalmente han utilizado el término masa o masas para referirse a los
nuevos públicos creados por la implementación de los nuevos medios de comu-
nicación. Y en la primera fase, en el contexto de expansión de los regímenes
fascistas y totalitarios, se desarrollaron alrededor de la propaganda.
Sin embargo, la eficacia de la propaganda es limitada. No podía influir de
un modo tan directo y claro como se pretendía desde la perspectiva del modelo
de la aguja hipodérmica.
En resumen, la comunicación de masas no se produce solo entre una institu-
ción emisora y un receptor aislado; su análisis debería considerar los condicionan-
© UOC 140 Sociología de la comunicación

tes sociales y el entorno donde se produce la recepción. Es, pues, desde esta misma
tradición investigadora –la Mass Communication Research– desde donde posterior-
mente la noción de masa y de sociedad de masas se ha criticado de una forma más
concluyente. A pesar de ello, la imagen de una sociedad masificada todavía hoy
está presente en muchos discursos sobre la sociedad y la cultura actuales.
El modelo que predominó en esta primera fase, cargado de positivismo,
como el conductismo en psicología, es el modelo de estímulo-respuesta, y
muchas de las teorías que se desarrollaron en el campo de la comunicación
estaban claramente influenciadas por el psicologismo conductista, además de
las teorías sobre el aislamiento y despersonalización que comportaban las teo-
rías sobre la masa o las masas.

2.4. Las masas y la desaparición del individuo

Según las teorías de la sociedad de masas, el protagonista pasivo de las socie-


dades contemporáneas es el hombre masa. En términos psicológicos, Ortega y
Gasset (1983-1955) describe al hombre masa como el arquetipo de la medio-
cridad colectiva. Es masa quien no se valora a sí mismo por ninguna calidad
excepcional, quien está satisfecho de ser como todo el mundo. El hombre masa
es el hombre corriente que no aspira a ningún tipo de distinción o nobleza, el
hombre que expresa una equívoca autosatisfacción de ser tal como es; que es,
por lo tanto, conformista.
Con Ortega y Gasset tenemos una de las aportaciones más brillantes y
conseguidas –y más marcadamente ideológicas– de la concepción del hombre
masa. Con un estilo periodístico y un lenguaje incisivo, este pensador analiza
la relación entre el hombre moderno y el mundo mecanizado, y expresa, desde
su perspectiva liberal, la preocupación por la progresiva desaparición de la dig-
nidad del individuo ante la presión inexorable de la temible homogeneidad de
situaciones en que está cayendo el mundo occidental.
Siguiendo una visión dicotómica que distingue entre las élites y la masa,
Ortega hace una distinción radical entre dos tipos de humanos: los que forman
parte de las élites, que dan el máximo de sí mismos, y una masa de individuos
mediocres y autosatisfechos. Para Ortega, la división entre élites y masa no es
una división entre clases sociales, sino entre clases de individuos, que también
opera dentro de cada grupo y de cada clase social. Ortega sigue la teoría de las
© UOC 141 Las teorías y la investigación en comunicación

élites de Pareto y afirma que, en rigor, y dentro de cada clase social, hay masa y,
en medio, una minoría selecta, a pesar de que en las clases superiores es donde
se pueden encontrar más personas selectas. Y aunque no siempre se reconoce
abiertamente, toda sociedad implica necesariamente esta distinción.
Para Ortega, todas las sociedades humanas son esencialmente aristocráticas.
Ortega atribuye la aparición del hombre masa a la pérdida de autoridad de las
antiguas élites dirigentes y a la igualación de las condiciones de vida y de las
oportunidades de participación. Si la teoría liberal propugna como valor cen-
tral la libertad del individuo, la individualidad como derecho a la diferencia y
la racionalidad como rasgo esencial de su conducta, el hombre masa es exacta-
mente el contrario. A pesar de que vive en plena modernidad, el hombre masa
está manipulado –no es libre–, ha perdido el sentido moral de las cosas –no se
siente responsable– y está alienado –no se siente protagonista de su destino.
El hombre masa es el individuo sin personalidad que se deja arrastrar por la
presión de fuerzas impersonales que escapan a su control.

“Triunfa hoy sobre toda el área continental una forma de homogeneidad que
amenaza consumir por completo aquel tesoro. Dondequiera ha surgido el hombre-
masa del que este volumen se ocupa, un tipo de hombre hecho de prisa, montado
nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es
idéntico de un cabo de Europa al otro. A él se debe el triste aspecto de asfixiante
monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el
hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por
lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas internacionales. Más que un hom-
bre, es solo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un
dentro, de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda
revocar.” (Ortega y Gasset, 2002: 19-20).

Ortega ve al hombre masa como un individuo despersonalizado y solitario.


En La rebelión de las masas describe la irrupción de la masa y la presencia de
gente que accede a los espacios públicos y se apropia de ellos. Da la sensación,
dice Ortega, que todo está lleno a rebosar. Los cafés, las playas..., ámbitos que
antes estaban restringidos a los grupos sociales selectos.

“Ahora de pronto, aparecen bajo la especie de aglomeración, y nuestros ojos ven


dondequiera muchedumbres ¿dondequiera? No, no; precisamente en los lugares
© UOC 142 Sociología de la comunicación

mejores, creación relativamente refinada de la cultura humana, reservados antes a


grupos menores [...]. La muchedumbre, de pronto se ha hecho visible, se ha instalado
en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía pasaba inadvertida, ocupaba
el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje
principal. Ya no hay protagonistas: solo hay coro.” (Ortega y Gasset, 2002: 30).

Como dice Salvador Giner (1979), el concepto de hombre masa es deudor


de las ideas de la filosofía de la decadencia cultural, de la psicología de masas
y de muchos pensadores conservadores, pero se aparta de la retórica pesimista
y apocalíptica de autores como Le Bon o Spengler. Algunos de los rasgos que
caracterizan al hombre masa orteguiano son la conformidad, la vulgaridad, la
simplicidad, la barbarie y la dominación. Historiadores, psicólogos o filósofos
tratarán, en el periodo de entreguerras, de encontrar explicaciones en lo que
había sucedido a partir del concepto de masas. La noción triunfa y permane-
cerá hasta la actualidad asociada a los medios de comunicación o al estudio de
los medios de comunicación social.
La visión de la sociedad moderna como sociedad de masas impregna buena
parte de la producción científica y la reflexión intelectual. Ha habido un acer-
camiento al concepto tanto desde visiones conservadoras como desde visiones
críticas con el concepto.

Para un seguimiento histórico y crítico del concepto,


véase:
Giner, S. (1979). Sociedad masa: Crítica del pensamiento conservador.
Barcelona: Península.
Busquet, J. (2008). Lo sublime y lo vulgar. La cultura de masas o la
pervivencia de un mito (pág. 187-203). Barcelona: Uocpress.

Para un seguimiento actual y positivo del concepto,


véase:
W. Russell Neuman (2002). El futuro de la audiencia masiva.
Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica.

La concepción de sociedad de masas configura e impregna buena parte


de la imagen que podemos tener de la sociedad moderna. A pesar de que los
antecedentes los encontramos en la antigua Grecia, en el sentido que le damos
© UOC 143 Las teorías y la investigación en comunicación

cuando la relacionamos con la aparición y generalización de los medios de


comunicación, la tenemos que situar en el primer tercio del siglo xx, y sobre
todo después de la Primera Guerra Mundial, en los EE. UU. con los primeros
trabajos de la Mass Communication Research.
Sorprende la persistencia del término masa en el ámbito profesional de la
comunicación. Los profesionales de la radio y la televisión no conocen direc-
tamente al público. Incluso en el campo de la prensa escrita también se ha
planteado el mismo problema. Este escaso interés de los profesionales de la
comunicación por el público se pone de manifiesto, por ejemplo, en la actitud
que históricamente han mostrado los responsables de la prensa hacia la sección
de cartas al director (Pastor, 2004).
Desgraciadamente, la tendencia a analizar el proceso comunicativo desde
el punto de vista del emisor no es un hecho exclusivo del campo profesional.
Hasta no hace mucho, también en el campo de la investigación comunicativa
sobre radio y televisión existía una tendencia a ver al público como una masa
de individuos indiferenciados que, desde casa, asistían como espectadores pasi-
vos a los diversos programas. Los estudios de audiencia ponen de manifiesto un
interés instrumental en el control de los públicos.
Hay un desprecio sistemático de las potencialidades culturales del “gran
público”. Esta concepción –que hoy se considera superada por parte de la inves-
tigación especializada– aparece de forma persistente en muchos discursos sobre
la cultura de masas. No es el momento de analizar las razones de esta insisten-
cia. Basta con señalar las principales limitaciones que presenta la concepción
de masa en los discursos sobre la comunicación social.
En resumen, las diferentes teorías sobre la sociedad de masas presentan una
noción dual de la sociedad, dividida entre élites y masas. Esta concepción dual,
jerárquica y elitista, está presente a lo largo de la historia. En líneas generales, se
considera que la sociedad de masas es producto de la disolución de los vínculos
comunitarios y, por lo tanto, existe, a veces, una visión que tiende a idealizar
las sociedades del pasado.
Seguidamente queremos señalar de forma concisa y sistemática las princi-
pales limitaciones que presenta la concepción de masa en los discursos sobre la
comunicación y la cultura contemporánea.
1. El concepto de masa está, generalmente, cargado de connotaciones nega-
tivas hacia el público y, por extensión, hacia los contenidos de la cultura. En
algunos casos se puede hacer un uso “positivo” de esta palabra, pero se trata de
© UOC 144 Sociología de la comunicación

un uso “desnaturalizado”. A menudo introduce un juicio de valor que invalida


su uso con finalidades científicas. Es necesario adoptar (con suma prudencia)
conceptos alternativos –como, por ejemplo, público o audiencia–, que tengan
un significado más riguroso y un cariz menos valorativo.
2. Masa es un término poco preciso. Al hablar de masa o masas se proyecta
la idea de una vasta audiencia que comprende unos cuantos miles o, incluso,
millones de personas. Sería muy difícil especificar una cifra precisa a partir de
la cual un hecho cultural fuera “masivo” o por debajo de la cual dejara de serlo.
3. El término masa es ambivalente, ambiguo y polisémico. Detrás de la
noción de masa se esconden posiciones ideológicas diferentes y también dife-
rentes posicionamientos teóricos. Su ambigüedad y polisemia pueden dificultar
el trabajo en el campo de la investigación especializada. Lo que a veces resulta
una ventaja en el campo literario es un grave inconveniente en el campo cien-
tífico.
4. Siempre que hablamos en términos de masas lo hacemos en tercera
persona: “La masa son los otros”. La noción de masa –como la de audiencia–
implica una concepción distanciada en cuanto a los fenómenos de la cultura
mediática. La masa se construye mediante una determinada mirada que tiende
a distorsionar la realidad al despreciar la capacidad cultural del resto de ciuda-
danos (Davison, 1977: 112-117). Se conoce como efecto tercera persona (ETP)
la tendencia a percibir que los mensajes de los medios de comunicación ejercen
un mayor impacto en los demás que en nosotros mismos. Investigaciones sobre
temáticas como la representación de la violencia, las campañas electorales o
la publicidad demuestran que las personas siempre sobrevaloran los efectos
que los medios tienen sobre los otros miembros, mientras que infravaloran los
efectos que tienen sobre sí mismos.
5. Los individuos pueden hacer, en función de su bagaje cultural y de sus
gustos, una lectura crítica y relativamente selectiva de los contenidos mediá-
ticos. En la medida que no se contempla el protagonismo de los ciudadanos
como receptores, esta teoría sirve poco (o nada) para describir la lógica interna
del funcionamiento de la comunicación social; así, solo tiene sentido entendi-
da como visión externa. Solo tiene presente el punto de vista de un comunica-
dor poco atento a las inquietudes del público.
6. Los mass media son considerados como poderosos instrumentos al servi-
cio de las élites. Es cierto que el sistema comunicativo tiene una importancia
social creciente en las sociedades complejas, pero desde posiciones críticas
© UOC 145 Las teorías y la investigación en comunicación

se tiende a sobredimensionar su poder. Se mantiene la pretensión de que los


mass media y las diversas industrias culturales ejercen un poder de persuasión
irresistible. Esta concepción ha sido, y es todavía hoy, una de las premisas más
polémicas y controvertidas.
7. La teoría de la sociedad masa parte de una concepción simplista del com-
portamiento humano. Evidentemente, no todos los individuos somos iguales,
no compartimos la misma sensibilidad y no respondemos del mismo modo
ante un mismo mensaje mediático. Esta idea choca con la realidad de una
sociedad compleja, donde los individuos tienen roles extraordinariamente
variados y demuestran preferencias culturales muy distintas. No podemos,
pues, pensar que todas las personas actuarán del mismo modo bajo una deter-
minada “influencia” mediática o a partir de la recepción de un determinado
mensaje. No se puede, por lo tanto, menospreciar la capacidad de selección de
los individuos, que puede depender de su experiencia, de su bagaje cultural o
de su interés por un determinado tema.
8. Los individuos pueden hacer (o no) una lectura crítica y relativamente
selectiva de los contenidos mediáticos. Los estudios actuales de recepción
ponen de manifiesto que el uso de los medios de comunicación se inscribe
en otras prácticas culturales cotidianas y que se tienen que considerar en su
contexto. La noción de masa está construida partiendo de la nula creencia en
la capacidad y las competencias de las personas. Esta es quizás la característica
que más une a teóricos que ideológicamente parecen más radicalmente dis-
tanciados: una radical desconfianza democrática. Comparten la creencia en la
poca o nula capacidad de la gente para decidir, elegir, criticar o elegir. En defi-
nitiva, confunden a los individuos de la audiencia con miembros de un rebaño.
9. La concepción de la sociedad masa sugiere, equívocamente, que los des-
tinatarios de los productos mediáticos constituyen un vasto mar de individuos
aislados e indiferenciados. El aislamiento –se dice– los hace particularmente
vulnerables a la influencia mediática. No se tiene en cuenta la importancia de
los grupos primarios, ni la complejidad de los procesos de recepción y se igno-
ra la relevancia que continúa teniendo la comunicación interpersonal en las
sociedades complejas. Los individuos no son seres aislados (ni siquiera en una
sociedad basada en principios individualistas). La comunicación de masas no
se produce solo entre una institución emisora y un receptor aislado. Es necesa-
rio considerar la importancia de la familia, de los amigos, de las redes sociales,
etc. La lectura y la interpretación que los miembros de la audiencia realizan de
© UOC 146 Sociología de la comunicación

los contenidos audiovisuales dependen, lógicamente, del contexto sociocul-


tural y de su sensibilidad. No es cierto que los destinatarios de los productos
mediáticos sean observadores pasivos. Todo acto de consumo cultural implica
un cierto grado de participación activa por parte del receptor; hecho que se
acentúa, lógicamente, con la llegada de las TRIC, que presentan un carácter
“interactivo”.
10. Las nuevas redes de comunicación exigen un individuo mucho más
activo en el uso de las tecnologías, al mismo tiempo que estas tecnologías per-
miten nuevas formas de relación e interacción. En una sociedad marcada por
un nuevo paradigma, el paradigma digital, la noción de masa resulta aún más
insostenible. Los ciudadanos usuarios habituales de las TRIC pueden pasar del
papel de receptor al papel de emisor con capacidad de crear sus blogs personales,
páginas web, etc. En este caso, el término masa es completamente inadecuado.
Con la extensión de las tecnologías de la información y la comunicación, y la
consiguiente ruptura de la unidireccionalidad de la comunicación, desde un
emisor hacia un receptor, se potencia totalmente el grado de interactividad y,
por lo tanto, el receptor clásico de la comunicación puede pasar a convertirse
también en creador de la comunicación.

2.5. Walter Lippmann: los límites de la democracia en una socie-


dad mediática

“…si los poderes establecidos se muestran sensibles y bien informados, si visi-


blemente tratan de encontrarse con el sentir del pueblo... poco han de temer. Se
necesitan equivocaciones enormes y continuas, más una falta de tacto casi infinita,
para que una revolución se inicie desde abajo…”

Walter Lippmann (1889-1974) publicó sus obras en el contexto de la expan-


sión de los medios de comunicación y dentro también de todas las influencias
teóricas sobre el concepto de masas. En este contexto Lippmann se dará cuenta
que ya no es posible, en la nueva sociedad que se está desarrollando, aquella
idea liberal de la discusión razonada de libres e iguales, como había explicado
Habermas en Historia y crítica de la opinión pública.
© UOC 147 Las teorías y la investigación en comunicación

Figura 3. Walter Lippmann trata la manipulación de la conciencia pública y el control de la


población mediante mecanismos no violentos.

Según Lippmann, durante las décadas posteriores a la Primera Guerra


Mundial, los medios de comunicación tienen ya una capacidad prodigiosa para
configurar estados de opinión colectiva, inoculando –como si se tratase de una
aguja hipodérmica– los temas o valores de una pequeña minoría dominante.
Lippmann, hombre que valora la democracia y el espíritu liberal, siente una
profunda decepción ante la nueva situación. Debe decirse que en el contexto
de entreguerras, no tiene lugar solo la aparición del fascismo en Italia o el
nazismo en Alemania. Buena parte de los países europeos tenían regímenes
dictatoriales o autoritarios que estaban muy cerca de los regímenes fascistas. De
hecho, los regímenes democráticos eran una excepción en este periodo.
Dos de las obras que, en aquel contexto, incidieron en la visión sobre el
papel de los media y la ciudadanía, aunque de manera contrapuesta, son La
opinión pública (1922), de Lippmann (posteriormente desarrolló las mismas
ideas en Phantom public), y la obra del filósofo John Dewey La opinión pública
y sus problemas (1926).
Básicamente la visión de Lippmann era muy pesimista, dado que pensaba
que el contexto social en que estaba inmerso, con el desarrollo de los medios
de comunicación de masas, había provocado una sociedad voluble, dominada
por el espectáculo, por las emociones y los impulsos (discurso que nos recuerda
la noción de sociedad líquida que hemos visto en el capítulo anterior). Estamos
lejos de una concepción normativa de la opinión pública informada y com-
petente que se había formado en el primer liberalismo y que era uno de los
elementos centrales para consolidar el sistema democrático.
En este sentido, la voluntad popular se configuraba en una especie de
espectro. A pesar de que las posiciones de Lippmann y Dewey darán lugar a
planteamientos diferentes, partían de la creencia que la sociedad de masas era
un peligro para la democracia, puesto que el sistema capitalista articulaba una
© UOC 148 Sociología de la comunicación

nueva forma de control de las “masas” a partir de la generación masiva de bie-


nes de consumo y el desarrollo de los mass media.
La visión de Lippmann de la democracia americana era profundamente
oscura. Negaba cualquier posibilidad de sostener la teoría democrática clásica
sobre el mito de un público omnicompetente. Según Lippmann, la irrupción de
los mass media contradecía la confianza del liberalismo progresista norteameri-
cano en la capacidad de autogobierno de los ciudadanos. Creía que el modelo
clásico, que había analizado la realidad hasta aquel momento, tenía una con-
fianza excesiva en la capacidad de los ciudadanos, les otorgaba un poder y una
responsabilidad para la que no estaban preparados.
La conclusión a la que llegó era, en cierto modo, profética y a la vez devas-
tadora: la democracia participativa es inviable y el público es omnicompeten-
te, un mito que tiene que ser superado. Para Lippmann, la solución requería
delegar la función ejecutiva exclusivamente en manos de una élite competente
y experimentada: los representantes políticos y sus consejeros, expertos y pro-
fesionales dedicados a la investigación social.
La mirada de Lippmann sobre los medios en general, y sobre el papel de
la prensa en particular, no era nada entusiasta. Pensaba que, en el contex-
to social en el que se encontraba, el ciudadano no estaba capacitado para
obtener una visión objetiva de la realidad. Además, la principal fuente de
información del público son los propios medios de comunicación. Estos
ofrecen una versión simplificada y reducida de la realidad, un tipo de suce-
dáneo esquemático de la “verdad” que genera una serie de imágenes en los
cerebros de las personas. Según Lippmann, los medios son la fuente principal
de creación de imágenes del mundo exterior en las mentes de las personas.
Los seres humanos necesitamos interpretar el mundo que nos rodea y los
medios tienen una tarea básica: simplificar la realidad mediante una serie de
estereotipos.
Según Lippmann, el ciudadano “normal” es incapaz de conocer la realidad
tal como es, no tiene el tiempo ni el interés necesario para hacer tal cosa. De
hecho, Lippmann, está pidiendo un imposible. Tal como hemos señalado ante-
riormente, ¿es posible conocer la realidad tal como es?6

6. Como muy bien explicarán los constructivistas sociales, algunas décadas más adelante, los
procesos de socialización a lo largo de nuestros ciclos vitales hacen que tendamos a dar las
cosas por hechas, es decir, a rutinizar todo lo que hacemos y a dudar de muy poco.
© UOC 149 Las teorías y la investigación en comunicación

Los medios son, por lo tanto, los mapas que sirven por orientarnos en un
mundo cada vez más complejo. Ante la complejidad del mundo real, las expli-
caciones simplificadoras que nos ofrecen los medios nos ayudan en este proce-
so de rutinización constante en el que estamos inmersos. Entonces, la mayor
parte de la información de la que dispone una persona, según Lippmann, es un
conjunto de ideas difusas o aproximaciones a la realidad, a veces ideas dema-
siado simples, que nos alejan de un conocimiento exacto de la vida social y
política de un Estado.
Como podemos observar, independientemente de la carga elitista de su
planteamiento, influida evidentemente en el contexto de las ideas sobre la
sociedad de masas, cae en la trampa de hacer un análisis demasiado simplis-
ta (típica de este periodo histórico), en el que se sobrevalora el poder de los
medios de comunicación y se desprecia la capacidad crítica de los ciudadanos.
Al mismo tiempo dibuja un proceso de comunicación demasiado lineal y sim-
ple. Si, además, añadimos que parte de una idea radicalmente constructivista
de cómo llegamos al conocimiento, el panorama realmente es pesimista.
En la misma línea, la voluntad popular, para Lippmann, es un espectro o
fantasma que solo existe en la mente de algunos intelectuales progresistas que
la idealizan. Como Dewey, que será uno de los que mantendrá cierta polémica
con Lippmann sobre la conformación de la opinión pública. Para John Dewey
(1859-1952), la información era un resultado, una proyección que se va con-
figurando progresiva y solidariamente durante la deliberación racional. Para
Dewey, información, opinión, argumentación y conocimiento son conceptos
que forman parte del mismo campo semántico. Seguramente, como pasa en
muchas ocasiones en la historia del pensamiento, los dos autores estaban de
acuerdo. Probablemente el problema radica en partir de un análisis descriptivo-
realista (Lippmann) o en hacer un análisis normativo de lo que tendría que ser
(Dewey). Cree Dewey que el error de Lippmann es pensar que la verdad consis-
te en tener una serie de representaciones en nuestras mentes. La verdad sería
entonces una adecuación de la copia a la realidad (teoría de la verdad como
correspondencia). La postura de Dewey parte más del pragmatismo y cree que
las interacciones que se producen tienen mucho que ver en cómo llegamos
al conocimiento. En este caso Dewey también se avanza, como Lippmann, a
teorías que no se desarrollarán de manera total hasta unas cuantas décadas des-
pués. La “verdad”, o el “conocimiento objetivo”, vendrá dado más como fruto
de la actividad comunicativa y de las interacciones que de un modo prefijado.
© UOC 150 Sociología de la comunicación

El papel de los medios es vital, porque estos configuran los mapas cognitivos
que la gente utiliza en su vida cotidiana. Por eso Lippmann cree que la función
del profesional de la comunicación tendría que ser suplantada por el teórico
político o científico social, un experto competente que indaga e investiga la
realidad social, y cuyos resultados sí que son fiables para formar la opinión del
público. En este sentido información se opone a argumentación:

“Yo sostengo que el gobierno representativo (...) no puede funcionar con éxito...
si no hay una organización experta e independiente que haga inteligibles los hechos
ocultos para aquellos que toman las decisiones. Por lo tanto, intento argumentar que
sólo aceptando seriamente el principio de que la representación personal debe ser
suplida por la representación de los hechos ocultos, se podría llegar a una descentra-
lización satisfactoria y escaparíamos a la intolerable e inútil ficción de que cada uno
de nosotros debe adquirir una opinión competente sobre todos los asuntos públicos.
Mantengo que el problema de la prensa es confuso porque los críticos y apologis-
tas esperan que esta lleve a cabo esa ficción, compensando todo lo que no estaba
previsto por en la teoría de la democracia, y los lectores esperan que este milagro
se cumpla sin ocasionarles gasto ni molestia. Las personas democráticas ven en los
periódicos las panaceas para sus defectos, mientras que el análisis de la índole de las
informaciones y del fundamento económico del periodismo parecería mostrar que
los periódicos, necesaria e inevitablemente, reflejan, y, por ende, de mayor o menor
manera intensifican, la organización defectuosa de la opinión pública. Concluyo
que las opiniones públicas deben organizarse para la prensa, si se quiere que sean
sólidas, y no ser organizadas por la prensa como ocurre actualmente. Concibo que
esta organización será, en primera instancia, la tarea de una ciencia política que
habrá ganado su verdadero lugar de expositora que se adelanta a la decisión efectiva,
en vez de ser apologista, crítica o relatora, después que la decisión haya sido toma-
da...” (Lippmann, 1964: 31)

Lippmann considera que el público se mueve por decisiones irracionales,


motivadas por ideas simplificadas y alejadas de la realidad. Los científicos
sociales tienen que determinar qué es la verdad, y una vez hecho esto, en base
al conocimiento fiable y objetivo, el público se podrá formar una opinión
razonablemente verdadera. Según Lippmann, la información (fiable, objetiva
y de acuerdo con la verdad) tenía que ser un requisito imprescindible en la
formación de la opinión por parte de la ciudadanía.
© UOC 151 Las teorías y la investigación en comunicación

3. El modelo de los efectos limitados

La segunda etapa de la investigación comunicativa, que comprende princi-


palmente las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, se ha definido
como la etapa del paradigma dominante de P. F. Lazarsfeld, o también como la
teoría de los efectos limitados. Esta etapa se orienta más bien a corregir o relati-
vizar el punto de vista de la etapa anterior y afirma que los medios no son tan
poderosos como se había creído en un principio. (Algunos de los nombres con
que se conoce el segundo período de la historia de la investigación en comu-
nicación son: investigación administrada, teoría de los factores intermediarios,
teoría de los efectos mínimos, teoría de los efectos limitados.) La investigación
en el campo de la psicología social de Lazarsfeld y Berelson llegaba a la conclu-
sión que los medios tenían una influencia bastante limitada sobre las actitudes
y los comportamientos políticos. En la etapa del paradigma dominante de la
investigación comunicativa se constata la importancia de una serie de factores
de carácter personal y social que condicionan las influencias mediáticas. Como
señala Bernard Berelson (1954): “Ciertos tipos de asuntos presentados a ciertos
tipos de personas producen cierto tipo de efectos”. Berelson no niega la posible
influencia de los medios de comunicación social, pero pide que se tengan en
cuenta el contexto social y las circunstancias personales.
Los estudios de esta segunda etapa pretenden “abandonar la tendencia a
considerar la comunicación de masas como una causa necesaria y suficiente de
los efectos que se producen en el público, para verlos como una influencia que
actúa junto con otras influencias, en una situación total.” (Klapper, 1974: 7)

Figura 4. La teoría de los efectos limitados nos ofrece una imagen bastante positiva sobre
la influencia social de los medios de comunicación.
© UOC 152 Sociología de la comunicación

Como ejemplos de estos otros factores que condicionan las influencias


mediáticas, E. Katz y P. F. Lazarsfeld (1979) elaboran la teoría de la exposición
y percepción selectiva y ponen de manifiesto la importancia de la atención y
la percepción selectivas por parte de los individuos.
Se señala que es muy importante conocer la motivación, la personalidad y las
actitudes de los miembros de la audiencia para comprender el tipo de selección
que se hace de los contenidos presentes en los medios y los significados que se les
atribuye. Los estudios efectuados permitieron poner de manifiesto las múltiples
resistencias que los individuos presentan ante los mensajes persuasivos.
Entre el emisor y el receptor –se afirma– se interponen una serie de elemen-
tos que filtran y mediatizan el mensaje y debilitan sus influencias potenciales.
Se llega a la conclusión de que los efectos de los medios de comunicación no
son consecuencia de las intenciones de quien comunica, ni del contenido de la
comunicación. Se cree que el efecto principal de los medios de comunicación
social es, en todo caso, de refuerzo. Es decir, los medios se limitan a reforzar y a
potenciar los valores, las actitudes y las disposiciones previas ya presentes en la
audiencia. Es decir, prevalecen los efectos de refuerzo sobre los de conversión.
Se define la ley de los mínimos efectos: cuanto más potente es la capacidad
selectiva, más pequeño es el efecto que produce. (Curiosamente, no se atiende
a la ley contraria: si se debilita la capacidad selectiva, mayor influencia lograrán
los medios.)
Por otro lado, se constata que los individuos reciben el impacto de los
medios de comunicación social en su condición de miembros de grupos socia-
les primarios (el entorno familiar) y secundarios (el entorno profesional, el
ambiente religioso, político y cultural). Los mensajes de la comunicación no
actúan de forma masiva sobre el individuo aislado, sino que son mediatizados
y filtrados por los grupos primarios y por los líderes de opinión.

3.1. Las dos fases de la comunicación

El doble peldaño de la comunicación (Two-step Flow of the Communication)


propone la superación de la idea de una comunicación unidireccional y en una
sola fase. Considera que la comunicación se da a dos niveles y que su influen-
cia está mediatizada por la función que tienen los líderes de opinión entre los
medios y el resto de la gente.
© UOC 153 Las teorías y la investigación en comunicación

Los mensajes de la comunicación no actúan sobre el individuo aislado de


modo masivo, sino que son mediatizados y filtrados por los grupos primarios
y los líderes de opinión. Estos teóricos creían –durante los años cuarenta– que
las ideas pasan normalmente de la radio a los líderes de opinión, y de estos a
los sectores menos activos de la población. Solo podemos estudiar la eficacia
de los medios de comunicación, pues, si tenemos presente el contexto social
en el que estos actúan.

Sobre el doble peldaño de la comunicación, véase la obra


siguiente: P. F. Lazarsfeld; B. Berelson; H. Gaudet (1948). The
people’s choice. Columbia University Press.

Si la teoría hipodérmica hablaba de propaganda y de manipulación en


términos de efectos persuasivos, a partir de ahora se hablará más bien de
influencia y de efectos cognitivos: es decir, los medios tienen una incidencia
© UOC 154 Sociología de la comunicación

importante a la hora de construir los referentes colectivos y crear la percepción


social de la realidad.
La influencia de los medios de comunicación –como indica, por ejemplo, la
teoría del establecimiento de la agenda (agenda setting)– no radica en su poder
de persuasión, sino en la capacidad de estructurar los temas sobre los que pen-
samos y sobre los que giran nuestras conversaciones; es decir, los efectos no
actúan sobre la conducta directa de la audiencia, sino que se dirigen hacia la
modificación de normas y valores y, finalmente, influyen en la imagen que el
público se forma de la realidad social.
Aplicar esta teoría, por ejemplo, al estudio de la política, implica que las
campañas electorales tengan una importancia relativa para el resultado de las
elecciones, o mejor dicho, para la modificación del voto durante la campaña,
puesto que la mayoría de votantes ya tienen decidido su voto con anteriori-
dad. En cualquier caso, los líderes de opinión son el sector de la población más
activo en su participación política y una pieza fundamental en la elaboración,
la consolidación o el cambio de algunas actitudes de las otras personas que los
rodean. Las funciones de las campañas electorales, y por lo tanto del marketing
electoral (del mismo modo que en la publicidad), tienen tres características: la
de reforzar una determinada opción, que sirve para mantener las decisiones
y evitar cualquier posible cambio; la de activar, que en todo caso sirve para
transformar en explícitas las tendencias latentes; y también la de un efecto de
conversión pero radicalmente limitado.
Como afirma Mauro Wolf (1987), la formación de la opinión pública no
depende de los cambios en la formación de estas opiniones en las personas
tomadas de manera aislada, sino que se tendrán que tener en cuenta el contex-
to social y toda la red de interacciones entre las personas. El contexto social,
la red de amigos, compañeros de trabajo o familiares pueden desempeñar un
papel importante en nuestras decisiones.

3.2. Medios de comunicación y mediación social

Queremos señalar también la función mediadora de los medios de comuni-


cación social como una de las funciones más significativas de las instituciones
mediáticas. La mediación no es propiamente un mecanismo de influencia: los
medios no nos dicen qué tenemos que hacer o pensar. Actualmente, cumplen
© UOC 155 Las teorías y la investigación en comunicación

sobre todo una función cognitiva: los medios de comunicación social con-
tribuyen a crear los referentes colectivos (tal como ya había señalado Walter
Lippmann).
Entre el hombre y el mundo social están los medios, que pueden lograr una
importante función mediadora. Los medios no reflejan pasivamente una realidad
preexistente, sino que son conformadores activos de esta. Los individuos tenemos
acceso al conocimiento de lo que ocurre en el mundo por dos vías: por observa-
ción directa del ambiente a través de la participación en determinados ámbitos
o por observación indirecta desde los medios de comunicación. Los medios en
general, y la televisión en particular, crean un marco social desde donde el ciuda-
dano tiene la oportunidad de conocer su entorno y de entrar en contacto con él
de manera mediatizada. McLuhan decía que los medios son como extensiones de
nuestros sentidos. El hombre dispone de los nuevos medios técnicos para escu-
char lo que no puede escuchar directamente, para ver lo que no puede ver per-
sonalmente y para conocer lo que no puede conocer por experiencia directa. La
televisión nos permite ver y sentir cosas que de ninguna otra manera podríamos
presenciar. Los medios no son la única institución social existente (ni tampoco la
más importante), pero es la única institución que hoy asegura que ciertas “expe-
riencias” sean compartidas por el conjunto de la ciudadanía.

4. La influencia mediática en la era de la complejidad

Al continuar la exposición de este esquema, podemos constatar que la ter-


cera y última etapa de la investigación comunicativa está marcada a la vez por
la complejidad y la multitud de factores que se tienen en cuenta al hacer el
análisis comunicativo.
En esta última etapa se pueden señalar, cuando menos, la existencia de tres
corrientes principales:
a) Por un lado, un conjunto de teorías de carácter heterogéneo que coinci-
den en destacar el regreso a la teoría de los efectos de gran alcance y tienden
a subrayar la importancia que los medios pueden tener sobre la vida social y
cultural.
© UOC 156 Sociología de la comunicación

b) Por otro lado, la teoría de los efectos de la mediación en la percepción


comunicativa. Se trata de una perspectiva que, sin negar la posible influencia
de los medios de comunicación social, subraya la trascendencia de los procesos
de lectura e interpretación que hacen de ellos los intérpretes.
c) Finalmente, las teorías de la recepción cultural, que reivindican el pro-
tagonismo de los miembros de la audiencia que realizan un papel activo en el
proceso de apropiación social y cultural de los mensajes mediáticos.

4.1. El regreso a las teorías de los efectos de gran alcance

En esta etapa, algunos autores plantean un tipo de regreso a la vieja idea de


que los medios de comunicación social tienen un gran poder. Muchas de estas
teorías señalan la influencia de los medios de comunicación en la sociedad.
La novedad es que se considera que las influencias del sistema comunicativo,
considerado como un todo, son de carácter mucho más sutil y que sus efectos
se tienen que medir a largo plazo.
Durante los primeros años de la investigación, la teoría de la comunicación
entendía las influencias de manera causal y básicamente como efectos, pero a
partir del final de aquella década, se constata la existencia de un sistema comu-
nicativo dotado de autonomía particular. Se considera que los medios actúan
bastante integrada y solidariamente en el marco de un sistema progresivamen-
te más diverso y complejo. Solo así hablamos de un sistema particular, y en
nuestro caso, de un sistema comunicativo.
El paradigma de Lasswell se pone en cuestión y se abandona la perspectiva
de los efectos persuasivos. Se considera que los medios de comunicación social
en su conjunto –prensa, radio, televisión– han logrado un desarrollo estructu-
ral y una diversificación de gran alcance como consecuencia de las transforma-
ciones tecnológicas, la mundialización de las telecomunicaciones y, también,
gracias a la hegemonía conseguida por el sector audiovisual en general y por
la televisión en particular. Internet emerge como un nuevo medio de comuni-
cación, con unas características muy especiales y unas posibilidades inéditas.
Se reconoce –como afirma Niklas Luhmann desde la perspectiva del funcio-
nalismo sistémico– que la totalidad de los medios de comunicación actúa de
manera integrada en el marco de un sistema comunicativo diverso y complejo.
Al actuar como un sistema integrado, crece su poder de influencia a lo largo
© UOC 157 Las teorías y la investigación en comunicación

del tiempo, aunque su influencia sea quizás más difusa y, a la vez, más difícil
de determinar.
Hay que señalar, pues, la proliferación de nuevas teorías y nuevos paradig-
mas de investigación –como, por ejemplo, la teoría de la espiral del silencio de
Noelle Newmann (1980), la fabricación del consentimiento de Noam Chomsky
(2002), la teoría del campo periodístico de Pierre Bourdieu (1997)– que, de alguna
manera, retoman la primitiva creencia relacionada con el poder de los medios
(véase el capítulo 4). A pesar de su importancia, el estudio de los efectos conti-
núa siendo un tema muy complejo y muy difícil.
El protagonismo creciente que los medios de comunicación social tienen
en la sociedad contemporánea se traducirá en una gran preocupación por sus
efectos. A partir de los años setenta, el estudio de las influencias se complica y
se caracteriza por una pluralidad de modelos de análisis emergentes.

Las influencias
Al hablar de influencias es importante saber a qué tipo de influencia nos referimos. El pro-
pio concepto de efecto ha variado con el tiempo y hoy presenta múltiples significados. Se
pueden distinguir, sobre todo, dos tipos de efectos que han marcado profundamente la
investigación comunicativa: los efectos persuasivos (cuando los medios pueden influir en las
actitudes y los comportamientos de las personas) y los efectos cognitivos (cuando inciden
sobre todo en sus creencias, opiniones y convicciones). Los efectos persuasivos se hacen
patentes, por ejemplo, cuando un mensaje publicitario contribuye a que una persona compre
un producto de una determinada marca o vote un determinado candidato en las elecciones.
Los efectos cognitivos se producen cuando una persona se hace una idea muy positiva de
nuevos modelos de familia. Finalmente, si tuviéramos presente su temporalidad, podríamos
hablar de efectos inmediatos, efectos aplazados o efectos acumulativos.

4.2. Las teorías de los efectos de la mediación en la percepción


comunicativa

La teoría de la mediación televisiva desarrollada, entre otros, por Orozco


(1991) y Fuenzalida (1997), sostiene que en la experiencia mediática intervie-
nen un conjunto de influencias socioculturales y tecnológicas que estructuran
el proceso de aprendizaje del sujeto. Parten de la base que la interacción entre
el receptor y los medios no es unívoca, ni lineal, ni homogénea. Hay que obser-
© UOC 158 Sociología de la comunicación

var cómo el receptor descodifica los mensajes según su bagaje cultural y hace
una lectura diferente y propia. Nadie tiene la certeza de que la apropiación final
coincida con el mensaje cifrado por el emisor, lo cual obedece a las diversas
mediaciones que intervienen en la descodificación del mensaje, que, según
Guillermo Orozco, pueden ser de carácter cognitivo, referencial, situacional,
estructural y tecnológico.

4.3. Los estudios sobre recepción y apropiación cultural

En el ámbito de la investigación comunicativa se ha hecho hincapié en


los procesos técnicos de producción y difusión cultural desde una perspectiva
objetiva. Últimamente hay que destacar también la importancia de los estu-
dios sobre la apropiación y recepción cultural, que señalan el protagonismo
del público. John B. Thompson (1998) usa el término apropiación en relación
con el proceso de comprensión y autocomprensión: apropiarse de un mensaje
consiste en tomar el contenido significativo y hacerlo propio, y por eso enten-
demos la recepción de los productos mediáticos fundamentalmente como un
proceso hermenéutico.
Los estudios culturales proponen una nueva mirada para estudiar el rol de
los mass media y reivindican el protagonismo de la audiencia en los procesos de
recepción cultural. Texto y audiencia ya no pueden ser vistos como realidades
independientes ni se pueden estudiar separadamente.

“Tal como han dejado claro los estudios de audiencia y las teorías sobre el lector,
texto y lectores son interdependientes como constructores de sentido. En lugar de
concebir a los textos como poderosos y a los espectadores como pasivos, lo que se
requiere es una posición intermedia que reconozca la complejidad de la interacción
entre el texto y el espectador, donde la codificación pueda diferir radicalmente de
la decodificación (…) esto ha cambiado nuestra manera de concebir el significado.”
(Livingstone, 1993)

Los individuos que reciben los bienes simbólicos están activamente impli-
cados en su desciframiento. Los individuos pueden hacer una lectura crítica
y relativamente selectiva de los contenidos mediáticos. No es cierto que los
destinatarios de los productos mediáticos sean observadores pasivos: de hecho,
© UOC 159 Las teorías y la investigación en comunicación

todo acto de consumo implica cierto nivel de participación activa por parte del
receptor. Los estudios actuales de recepción ponen de manifiesto que el uso
de los medios de comunicación se inscribe dentro de otras prácticas culturales
cotidianas y que se tienen que considerar en su contexto: ser un espectador no
es sencillamente ser un tipo de sujeto subjetivo determinado, sino que implica
estar en una situación de comunicación determinada, condicionada por las
características propias del sujeto y por su entorno personal y social (véase el
capítulo 5, sobre La cultura fan).

Glosario:
agenda setting estudios de la recepción
apocalípticos e integrados influencia mediática
conductismo el hombre masa
efecto de refuerzo mediación social
efecto persuasivo opinión pública
efecto cognitivo paradigma de Lasswell
el doble peldaño de la comunicación percepción selectiva
el modelo de los efectos limitados persuasión
el modelo hipodérmico investigación en la comunicación de
el regreso a la teoría de los efectos de masas (mass communication rese-
gran alcance arch)
estereotipos teoría de la sociedad masa
estudios culturales teoría hipodérmica
© UOC 161 Los medios de comunicación, la política y la...

Capítulo IV

Los medios de comunicación, la política y la opinión


pública

1. Introducción

Uno de los ámbitos más apasionantes y a la vez más complejos dentro de la


sociología de la comunicación es la intersección entre la comunicación, la polí-
tica y la opinión pública. Este hecho ha comportado el desarrollo de un área
específica de conocimiento: la comunicación política. Se trata de un área de
estudio que se beneficia de las aportaciones de otras disciplinas, como la socio-
logía, la psicología, la ciencia política e, incluso, de técnicas como el marketing.
Esta riqueza pluridisciplinaria le ha dado una identidad característica, que es
básicamente el producto de la combinación entre los estudios de comunicación
y los de ciencia política. Se trata de un área interdisciplinaria que estudia el
papel central que tienen los medios en el conocimiento del comportamiento
político y, en general, la conformación y el estudio de la opinión pública.
Mientras que la ciencia política había descuidado la dimensión comunica-
tiva de la vida social (especialmente la comunicación mediática), las teorías de
la comunicación a menudo habían pasado por alto las estructuras socioeconó-
micas y las relaciones de poder.
En la actualidad, los medios presentan una serie de problemas derivados de
su interdependencia del mundo económico y político y también por la falta de
un espacio propio y muy definido (Sáez, 2001).
En primer lugar, el hecho de que se hayan convertido mayoritariamente en
empresas con ánimo de lucro y sometidas, por lo tanto, a la lógica del mer-
cado, dificulta en gran medida la consecución de su función de mecanismo
de control democrático. En este sentido, como señala Noam Chomsky en el
modelo de la propaganda, hay una serie de filtros que permiten una construcción
© UOC 162 Sociología de la comunicación

“objetiva” de las noticias (Chomsky y Herman, 1999). Estos filtros condicionan


las empresas de comunicación e impiden a menudo una información objetiva
y veraz.

Modelo de la propaganda
Según Chomsky, hay cinco filtros principales en la construcción de las
noticias:

1. Las empresas mediáticas dominantes, de grandes dimensiones, tienen


una elevada concentración de la propiedad y están orientadas a la
obtención de beneficios. El sistema comunicativo es oligopolístico.
2. La publicidad como fuente primaria de ingresos. De forma que las
empresas de comunicación venden un producto (audiencia) a un com-
prador (los anunciantes).
3. La sumisión o la presunción de veracidad de la información proporcio-
nada por los gobiernos, las empresas y los “expertos” subvencionados
por los dos anteriores.
4. El castigo (en inglés, flak), como recurso para disciplinar los medios que
son críticos con los principales grupos de poder político y económico.
5. El anticomunismo, como religión nacional y como mecanismo de cono-
trol.7

En segundo lugar, se ha producido una simbiosis entre la lógica del poder


político y la de los medios de comunicación. Se necesitan los unos a los otros.
Los líderes políticos necesitan una plataforma de difusión efectiva a través de
la cual transmitir sus consignas propagandísticas, y los medios, principalmente
la televisión, son la principal herramienta utilizada. Una herramienta que a
su vez se nutre de estas consignas y las necesita para poder sobrevivir, de aquí
la simbiosis entre poder político y medios de comunicación. En este sentido
podemos observar la existencia de un umbral demasiado tenue entre la función
de comunicar (explicar fenómenos como mínimo con una cierta verosimilitud)
y la “construcción de la realidad” de estos fenómenos.

7. En las últimas décadas el anticomunismo ha sido sustituido por la lucha contra el “terrorismo
islámico”.
© UOC 163 Los medios de comunicación, la política y la...

En tercer lugar, y como consecuencia de los puntos anteriores, la conversión


de los medios en el instrumento que ha utilizado el poder para transmigrar de
una “democracia liberal” a una “democracia demoscópica”.
En definitiva, vemos que las interrelaciones entre sistema mediático, siste-
ma político y sociedad civil se configuran como uno de los aspectos centrales
que caracterizan el propio sistema democrático y el conjunto de la sociedad.

2. Paradigmas mediáticos

Mientras buena parte de los científicos sociales tienden (o han tendido) a


ignorar la importancia del sistema mediático en las sociedades avanzadas, la
investigación en comunicación se ha centrado en algunos aspectos del sistema
mediático, y a menudo ha hecho abstracción del sistema social y político en
su conjunto. Muchos estudiosos de los medios de comunicación mantienen,
siguiendo el aforismo de McLuhan, que sostiene que “el medio es el mensaje”,
una visión mediacéntrica que los lleva a exagerar y sobredimensionar su poder.
Hallin y Mancini, en Comparing media systems. Three models of media and poli-
tics (2004), estudian la relación existente entre sistemas políticos y los sistemas
mediáticos partiendo de la premisa de que no se puede comprender el sistema
mediático sin conocer la naturaleza del Estado, sin estudiar la estructura del sis-
tema político partidos y sin valorar la importancia de las instituciones que con-
figuran la sociedad civil. Estos autores consideran que el sistema comunicativo
mantiene cierta autonomía respecto al sistema político. Pero ambos sistemas con-
servan cierta afinidad o parecido, ya que han de armonizar de alguna manera sus
acciones. El error de muchos teóricos es considerar el sistema comunicativo como
un sistema independiente dotado de una fuerza propia y una capacidad singular.
No se puede, pues, modificar el sistema comunicativo de un país caprichosamen-
te sin tener en cuenta su evolución histórica y el contexto social y político.

Los tres modelos mediáticos


Las instituciones mediáticas se han desarrollado a lo largo del tiempo y,
como resultado de esta evolución, han logrado una notable capacidad de
© UOC 164 Sociología de la comunicación

influir sobre el sistema político, y se han (re)posicionado en el sistema social y


han ocupado un lugar cada vez más importante en la vida social. No obstante,
esta capacidad de influencia varía mucho en función de las circunstancias his-
tóricas y sociales de cada país.
Según Hallin y Mancini podemos distinguir tres modelos básicos: el modelo
pluralista polarizado, el modelo democrático corporativo y el modelo liberal.
Podemos identificar cuatro dimensiones a partir de las cuales podemos
relacionar y establecer las diferentes tipologías entre diferentes modelos mediá-
ticos:
a) La circulación de la prensa y la estructura de los mercados de los medios
de comunicación.
b) El grado de vinculación o el “paralelismo político” que hay entre los mass
media, los partidos políticos u otras instituciones de la sociedad civil como por
ejemplo los sindicatos o grupos religiosos.
c) El nivel de profesionalismo en el mundo del periodismo.
d) Y finalmente, la presencia y las formas de intervención estatal en el
campo de la comunicación mediática.

1) El modelo pluralista polarizado prevalece en los países mediterráneos


del sur de Europa, como Francia, Grecia, Portugal, Italia y España. Presenta
como características principales la integración de los medios de comunicación
en la política de partidos y un papel activo del Estado en el sistema mediático.
También se caracteriza por tener un desarrollo histórico relativamente débil
de los medios de comunicación comerciales y un nivel de profesionalización
menor del periodismo.
El modelo pluralista polarizado configura –según Giovanni Sartori (1976)–
un sistema político complejo, con muchos partidos que rivalizan por el poder
y, a menudo, con fracciones enfrentadas dentro de los propios partidos. Este
modelo se caracteriza también por la existencia de una prensa orientada hacia
una élite dirigente con tiradas relativamente cortas.

“Los periódicos del sur de Europa están dirigidos a una pequeña élite, principal-
mente urbana, culta y políticamente activa. Sus contenidos son a la vez sofisticados
y politizados, y se puede decir que estos periódicos están implicados en un proceso
horizontal de debate y negociación entre las distintas facciones de la élite.” (Hallin;
Mancini, 2008: 20)
© UOC 165 Los medios de comunicación, la política y la...

En contraste con la baja tirada de la prensa, los medios audiovisuales (radio


y televisión) tienen una notable incidencia en la formación de la opinión
pública. En buena parte de estos países, de tradición democrática tardía, la
libertad de la prensa y el desarrollo de las industrias de los medios de comuni-
cación privados no se lograron hasta la segunda mitad del siglo xx. Los perió-
dicos de gran tirada no progresaron, en parte porque no se dieron las condi-
ciones económicas y políticas para el desarrollo de los mercados de los medios
de comunicación hasta mediados de siglo xx, cuando la radio ya era un medio
importante y la televisión empezaba a despuntar.

Figura 1. En los países de nuestro entorno los políticos tienen una concepción instrumental
de los medios de comunicación.

En este modelo destaca lo que se puede denominar “el pluralismo externo”


(es decir, la existencia de una serie de medios de carácter bastante partidista
donde hay poca pluralidad interna) y la tradición de periodismo de comentario
y opinión es más persistente que en otras partes de Europa.
En el modelo pluralista polarizado, el grado de correlación o el nivel de
“paralelismo político” suele ser bastante alto. A pesar de que a menudo, en el
© UOC 166 Sociología de la comunicación

ámbito teórico, se defiende una concepción liberal de los medios de comuni-


cación (en los estados que podríamos incluir dentro de esta tipología), en la
práctica prevalece una concepción instrumental de los medios de comunica-
ción entendidos como mecanismo de influencia política.

“La distancia entre lo ideal y la realidad es mucho mayor en países como Italia
o España, donde los periodistas se declaran fieles seguidores del modelo liberal de
neutralidad y objetividad, a pesar de que la práctica real del periodismo esté pro-
fundamente enraizada en una tradición de prensa de opinión partidista.” (Hallin y
Mancini, 2008: 13)

En este diagnóstico también coincide Carlos Ruiz (2008), cuando nos habla
de la “paradoja liberal”, dado que la praxis mediática a menudo entra en con-
tradicción con los fundamentos teóricos que la sustentan. Según este autor,
el modelo liberal de la prensa no sirve para explicar su funcionamiento real
en países como España. Se hace necesaria, pues, una nueva teoría política que
nos pueda dar más pistas sobre cuál es el papel de la prensa en las sociedades
democráticas en la actualidad.

2) El modelo democrático corporativo prevalece en el centro o en el norte de


la Europa continental, como Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Alemania,
Holanda, Noruega, Suecia y Suiza. En este modelo se constata la coexistencia
histórica de los medios de comunicación comerciales con los medios depen-
dientes de grupos sociales y políticos organizados; también se da un nivel bas-
tante alto de paralelismo político, con un fuerte desarrollo del profesionalismo,
y un papel estatal legalmente limitado pero relativamente activo. Este modelo
comunicativo híbrido, propio de los países donde ha habido una importante
tradición del estado del bienestar, ha sido relativamente poco estudiado en el
campo de la investigación comunicativa.

3) El modelo liberal es el que prevalece en Gran Bretaña, Irlanda y


Norteamérica (Estados Unidos y Canadá). Estos países tienen una histo-
ria común y comparten, a pesar de algunas diferencias notables, el mismo
modelo de comunicación, que se caracteriza por el relativo dominio de los
mecanismos de mercado y por el dominio de las empresas de comunicación
© UOC 167 Los medios de comunicación, la política y la...

de carácter comercial. La intervención estatal en el sistema mediático es


baja. En la mayor parte de casos hay un paralelismo político muy limitado
y, finalmente, un desarrollo importante del profesionalismo en el campo del
periodismo.
El estudio del campo de la comunicación, y especialmente el estudio del
periodismo, han mantenido un carácter fuertemente normativo. Esto es debido
en parte a sus raíces en la enseñanza profesional, donde se da más importancia
a la reflexión sobre lo que tendría que ser el periodismo que al análisis detalla-
do de lo que es y por qué es como es.
El modelo liberal, tan valorado y mitificado en la concepción del periodis-
mo profesional, y basado, sobre todo, en la experiencia norteamericana, se ha
difundido en el mundo entero. Esto explica que otras concepciones del perio-
dismo no hayan sido formuladas claramente ni siquiera en los países donde
estos modelos tienen vigencia. Esta ha sido una carencia bastante habitual en
los estudios de comunicación.

La progresiva hegemonía del modelo liberal


A pesar de la descripción de estos tres modelos claramente diferenciados,
se constata que una creciente comercialización y globalización mediática pro-
voca una singular convergencia que hace patente la aparición de una cultura
mediática global cercana al modelo liberal. Efectivamente, los cambios en las
estructuras económicas y políticas, junto con la influencia de la tecnología y
de la comercialización de los sistemas de los medios de comunicación, espe-
cialmente en la década de 1980 y 1990, han puesto en marcha un proceso de
homogeneización que erosiona las diferencias entre los sistemas mediáticos
nacionales que predominaban durando gran parte del siglo xx.
Este proceso de homogeneización implica, sobre todo, un debilitamiento
de los vínculos que históricamente relacionaban los medios de comunicación
con los partidos políticos y los grupos sociales organizados en los países de los
modelos pluralista polarizado y democrático corporativo, y un desplazamiento
hacia las estructuras comerciales y las prácticas de profesionalidad neutral tan
características del sistema liberal.
A pesar de que se observa este proceso de convergencia hacia el sistema libe-
ral, no podemos subestimar la estructura y la tradición mediática de cada país,
que tiende a persistir y nos ayuda a entender sus singularidades.
© UOC 168 Sociología de la comunicación

Algunas consideraciones críticas


Esta división permite hacernos una imagen bastante minuciosa de la evo-
lución histórica de los principales modelos de comunicación presentes en los
países occidentales más avanzados a finales del siglo xx y principios del siglo
xxi. Este conocimiento es imprescindible para conocer la estructura del sistema

comunicativo, pero la actual crisis económica deja muchos interrogantes abier-


tos sobre las tendencias de futuro.
En segundo lugar, tenemos que resaltar no solamente el papel histórico que
ha ejercido la prensa en el sistema comunicativo. Se tiene que tener en cuenta,
como señala Pierre Bourdieu (1997), que los cambios en los modelos comuni-
cativos existentes son, en cierto modo, producto de la creciente hegemonía del
sector audiovisual sobre todo el sistema comunicativo en general.
También tenemos que tener en cuenta la incidencia de la revolución digital
en el mundo de la comunicación, tal como ha puesto de manifiesto, por ejem-
plo, Manuel Castells (2009). Hay que destacar que el desarrollo de tecnologías
de la comunicación y la información, como Internet o la telefonía móvil,
comportan cambios notables en el ejercicio de la profesión y han comporta-
do también un cambio fundamental en la comunicación política, dado que
implica la consolidación de nuevos canales de comunicación y participación
que permiten una aproximación, a la vez, mucho más masiva, pero también
mucho más personalizada.

3. Los estudios sobre la opinión pública

La opinión pública es un área de conocimiento que tiene una importancia


capital en las sociedades democráticas, dado que en estos sistemas políticos
la soberanía reside en el pueblo. La democracia es un régimen de opinión:
en un sistema democrático la opinión es un elemento esencial, puesto que se
considera una instancia de legitimación fundamental en la toma de decisiones
políticas.
No es fácil definir la opinión pública. Se trata de un concepto que tiene sus
raíces en los autores clásicos como Rousseau o Locke. Actualmente es un térmi-
© UOC 169 Los medios de comunicación, la política y la...

no muy controvertido dentro de las teorías de la comunicación y de la ciencia


política. Muchos autores han analizado de manera sintética tanto los orígenes
de la creación del concepto como los diferentes posicionamientos teóricos (teo-
ría normativa, positivismo, periodística, espiral del silencio, sistémica…), y han
situado la opinión pública en el centro de sus análisis.

Textos fundamentales sobre la opinión pública:


Thompson, J. B. (1993). “The Theory of the Public Sphere”. Theory,
Culture & Society (vol. 10. pág.173-189).
Price, V. (1994). Opinión pública: Esfera pública y comunicación.
Barcelona: Paidós.
Habermas, J. (1994). “Prefacio a la nueva edición alemana de
1990”. En: Habermas, J. (1994). Historia y critica de la opinión pública
(pág. 1-36).
Lippman, W. (1964). La opinión pública. Buenos Aires: Compañía
General Fabril Editora (VO 1922).
Noelle-Neumann (2003). La espiral del silencio: Opinión pública:
nuestra piel social. Barcelona: Paidós Comunicación.
Ruiz San Román, J. A. (1997). Introducción a la tradición clásica de la
opinión pública. Madrid: Tecnos.
Sampedro, V. (2000). Opinión pública y democracia deliberativa.
Medios, sondeos y urnas. Madrid: Istmo.
Berrio, J. (2000). La comunicació en democràcia: una visió sobre
l’opinió pública. Barcelona: UAB.
Bourdieu, P. (2000). “La opinión pública no existe”. Cuestiones de
Sociología (pág. 220-232). Madrid: Istmo.

A partir de las obras mencionadas nos podemos hacer una idea muy precisa
de las principales aportaciones al concepto y al estudio de la opinión pública.
El debate en torno a la definición de la opinión lo podemos considerar como un
clásico en los estudios de la comunicación. De hecho, como pone de manifies-
to Habermas (1994), el concepto, como tal, empezó a ser utilizado en el siglo
xviii, coincidiendo con el surgimiento de las primeras publicaciones periódicas

y el nacimiento de un público burgués.


Es un hecho indiscutible que el número de trabajos sobre el término ha cre-
cido exponencialmente las últimas décadas, a causa, sobre todo, del creciente
© UOC 170 Sociología de la comunicación

interés por la opinión ciudadana en el marco de una cierta “desafección políti-


ca” y la expansión de las tecnologías de la comunicación y la información, que
ha articulado y ha dado forma a muchas de estas expresiones que provienen
de la propia ciudadanía.
La noción de opinión pública se encuentra en constante evolución, profun-
damente marcada por las diferentes formas de entender y de comprender las
sociedades de cada momento, y se ha estudiado desde muy diversas perspecti-
vas científicas (comunicación, sociología, ciencia política, relaciones públicas,
estadística, etc.).
Por esta razón, tal como advierte Walter Lippmann en Public Opinion, la
noción de opinión pública es problemática y conflictiva. Según Lippmann, se
puede intuir claramente la dificultad que comporta establecer una discusión
razonada entre individuos “libres e iguales”, como, por otro lado, también
denunciará Habermas en Historia y crítica de la opinión pública.
A principios del siglo xx, los medios de masas tienen ya una capacidad
extraordinaria de configurar climas de opinión. Este hecho pone de manifiesto
algunas de las contradicciones y defectos del sistema democrático, y al mismo
tiempo provoca ciertas inquietudes sobre el protagonismo creciente de la ciu-
dadanía y su participación en la vida pública.
En la obra de Lippmann no tendrá cabida la posibilidad de sostener el
mito de un público omnisapiente y omnicompetente. Como ya hemos visto,
Lippmann defiende una concepción profundamente pesimista de los indivi-
duos, considerados en su conjunto como una masa acrítica, despersonalizada
e incompetente. Esta concepción negativa sobre el hombre moderno sintoniza
con la idea de el hombre masa de Ortega y Gasset (véase el capítulo 3).
Según Lippmann, la voluntad popular se convierte, por lo tanto, en una
especie de espectro, mientras que los medios se erigen como configuradores de
“mapas estereotipados” que las personas utilizan como guía en su vida cotidia-
na. Lippmann considera que, bajo estas circunstancias, la única solución pasa a
ser la dirección de estos temas por parte de expertos y profesionales dedicados
a la investigación social.
En el otro extremo de esta teorización sobre la opinión pública, vuelve a
destacar la concepción de Habermas, en la que se basará su modelo deliberativo
de democracia. Según Habermas, la noción de opinión pública parte de una
premisa fundamental: el concepto de competencia entendido como capacidad,
como racionalidad que contribuye al proceso de formación de la ciudadanía
© UOC 171 Los medios de comunicación, la política y la...

democrática. A pesar de que Habermas no comparte la concepción pesimista


de autores como Lippmann, reconoce que a finales del xix y principios del xx
se da un proceso de burocratización y de conversión del papel clásico otorgado
al periodismo y a los medios de comunicación, que tiene muchos puntos de
conexión con la imagen captada y analizada por Lippmann. Para Habermas,
la salida a esta situación es un modelo normativo de democracia deliberativa
que tiende a fortalecer tanto los canales informales de creación de la opinión
pública como los canales institucionalizados de formación de la voluntad y
la opinión. El papel de los medios de comunicación en este proceso es vital,
ya que “los medios de comunicación de masas han de hacer suyos de forma
imparcial las preocupaciones, los intereses y los temas del público y, a la luz de
estos temas y contribuciones, exponer el proceso político a una crítica refor-
zada y una coerción que lo empuje a legitimarse” (Habermas, 1998: 459-460).
La dicotomía que acabamos de presentar sirve para focalizar la atención en
los principales puntos de controversia sobre la propia noción de opinión públi-
ca. Sin embargo, seguidamente queremos ofrecer una clasificación mucho más
cuidadosa, que permite coger algo mejor el grado de complejidad que tienen
las diferentes y múltiples aproximaciones al tema. Podemos agrupar dentro de
cada una de las siguientes tipologías autores de diferentes tradiciones teóricas,
algunas son muy distantes, pero creemos que comparten unos rasgos o una
visión común:
a) La opinión pública entendida como opinión publicada: dentro de esta
visión, la opinión pública es tratada, exclusivamente, como la agregación de
visiones, actitudes y creencias individuales sobre una determinada cuestión.
Desde esta perspectiva se cree en la posibilidad de estudiarla científicamente
y medirla, y de ello se ocupan las empresas especializadas y los profesionales
dedicados al estudio sistemático de la opinión pública, empleando técnicas
cuantitativas derivadas de la estadística y las matemáticas.
Es necesario, evidentemente, conocer la opinión sobre determinados temas
del conjunto de la población, pero esto no tiene que llevar a creer que la única
realidad es la que muestran las opiniones publicadas. Por ejemplo, algunos
estudios de opinión no muestran o ignoran determinadas partes de la realidad.
Pero, el hecho de que sea minoritaria no implica que se tenga que subestimar.
También puede suceder que opinión pública y opinión publicada coincidan,
porque la opinión publicada (de manera sistemática y homogénea) sobre un
tema durante años puede hacer consolidar dentro de la población un determi-
© UOC 172 Sociología de la comunicación

nado estado de opinión. Y finalmente, puede pasar que la opinión publicada


sobre un determinado tema, simplemente, no coincida con la opinión pública.
En definitiva, no es que la opinión publicada represente mejor o peor la opi-
nión pública, sino que puede ayudar a crear esta opinión.
b) Lo opinión pública no existe: existe el peligro de que, si relativizamos
excesivamente la función de las encuestas, los sondeos o estudios de opinión
podemos llegar a poner en duda la existencia de la opinión pública y, desde
luego, la posibilidad de estudiarla y conocerla científicamente. Bourdieu
(2000), por ejemplo, pone en cuestión algunos supuestos básicos que utilizan
los estudios de opinión. Según esta visión, dado que las opiniones sobre los
asuntos públicos son individuales, es decir, las tiene cada individuo, se corre
el riesgo de hacer una abstracción cuando lo que se pretende es hablar de una
opinión pública de carácter colectivo. En definitiva, tener precaución y relati-
vizar los resultados de las encuestas o los sondeos, teniendo en cuenta que la
realidad siempre será mucho más compleja y cargada de matices, no implica
realizar una corrección a la totalidad, e invalidar cualquier tipo de aproxima-
ción que nos permita obtener datos generales sobre tendencias de la población.
c) La opinión pública como “fantasma”: desde este posicionamiento
encontramos diferentes teorías, pero tienen en común una mirada ciertamente
elitista sobre las capacidades de la ciudadanía para tener una opinión formada
sobre los asuntos públicos. Autores como Lippmann consideran que existe una
opinión pública, pero que es un falso ideal considerarla como un conjunto de
individuos que razonan, argumentan y tienen una opinión sobre un determi-
nado tema en nuestra sociedad. Considera que la opinión pública tenía un
carácter fantasmal y huidizo. Según Lippmann, la noción de que existe un
público/ciudadano no especializado que dirige los acontecimientos constituye
una abstracción total. Este público no es más que un “fantasma”. El único
público significativo, pues, es el que está integrado por individuos formados
e interesados en asuntos concretos, los que se han esforzado por conocer los
hechos, discernir y crearse una opinión, los que tienen una competencia adqui-
rida, mientras que los otros (que son la mayoría pero están desinformados) no
tienen estas competencias, y por lo tanto son manipulables y presentan unas
competencias muy limitadas.
Dentro de este posicionamiento podríamos encontrar también a Noelle-
Neumann y su teoría de la espiral del silencio (que explicaremos posteriormen-
te), puesto que parte de una visión elitista, al considerar que los ciudadanos
© UOC 173 Los medios de comunicación, la política y la...

están poco preparados y mal dispuestos para ejercer sus derechos y deberes
como miembros de una sociedad democrática. En su modelo de análisis, ante
el miedo al aislamiento, la gente tenderá a incorporarse a la posición mayori-
taria.8
d) Lo opinión pública activa y competente: dentro de esta tipología
podríamos incluir a autores como Castells o Habermas. Para Habermas, como
ya hemos dicho, el concepto de opinión pública parte de la idea de compe-
tencia entendida como racionalidad que contribuye al proceso de formación
de la ciudadanía democrática. El público es competente y capaz de reconocer
y de elegir los mejores argumentos para actuar. Desde una visión parecida,
para Castells los individuos, desde las redes creadas dentro de la sociedad civil
y partiendo de la emergencia de nuevos modelos de comunicación, como la
autocomunicación de masas, pueden influir en las redes de poder.

Entre el elitismo y el populismo


Hay un tema central que surge reiteradamente a lo largo de toda la historia
de la investigación. Básicamente consiste en saber si la opinión pública es esen-
cialmente independiente o está manipulada. Como ya hemos dicho, algunas
corrientes teóricas –basándose en la teoría de la aguja hipodérmica– tienden a
magnificar el poder persuasivo de los medios de comunicación y a despreciar la
capacidad de la gente para formarse una opinión propia y competente, y par-
ticipar de manera responsable en los asuntos colectivos. Otras teorías y autores
valoran positivamente el papel de las empresas de comunicación y manifiestan
una confianza plena en la capacidad de la ciudadanía para formarse una opi-
nión propia y participar activamente en la vida pública.

8. Podemos reprochar a estos autores una visión demasiada vertical de la creación de la opinión
pública, donde, desde arriba, las élites controlan el flujo de la información y lo proyectan
hacia la base. Debe decirse que el elitismo es un fenómeno que podemos encontrar en dife-
rentes autores y teorías, a veces con posiciones ideológicas totalmente diferenciadas.
© UOC 174 Sociología de la comunicación

Figura 2. La historia nos demuestra que la capacidad de influencia política


del pueblo es bastante limitada.

Sampedro (2000) critica el populismo ingenuo de los que consideran la


opinión pública como una entidad “soberana”, ya que la ciudadanía siempre
es más o menos influenciable. Por otro lado, se muestra crítico con las teorías
elitistas, que consideran la opinión pública como la “víctima de las estrategias
de las élites dominantes”. La opinión pública es, desde esta óptica, compren-
dida como un objeto de manipulación social. A veces hay posicionamientos
elitistas que, no es que consideren la opinión pública como una víctima de
un poder maléfico, sino que piensan que el papel de la opinión pública no
ha de ser más que el de convertirse en una simple “comparsa” del poder. La
ciudadanía es un ente totalmente pasivo y manipulable. En cualquier caso,
recordemos que conectar opinión pública a procesos discursivos no significa
que se pretenda ampliar la base de las decisiones democráticas, incluso se ve de
un modo demasiado problemático que una determinada discusión provoque
un proceso “demasiado deliberativo” (Price, 1994). (Más adelante hablaremos
de lo que significan deliberación y democracia deliberativa.)
Seguramente los análisis más acertados serán los que puedan mostrar la opi-
nión pública como un proceso dual, en el que la influencia del sistema y tam-
bién la capacidad de creación desde la sociedad civil conformen un concepto
complejo, con matices, y que evoluciona, como la misma realidad.
Al hacer un balance de las diversas aportaciones, llegamos a la conclusión de
que para los autores elitistas la opinión pública es un tipo de realidad molesta.
Los grupos de poder parecen más interesados en influir sobre la opinión que
en saber qué piensa realmente la gente y qué quiere. A los dirigentes políticos
y a los profesionales de la comunicación les gusta erigirse en representantes
© UOC 175 Los medios de comunicación, la política y la...

o portavoces de la “voluntad general”, pero no parecen muy interesados en


escuchar lo que realmente quiere la gente y son poco proclives a potenciar
los mecanismos de participación democrática. Algunos expertos en estudios
demoscópicos tampoco parecen, paradójicamente, muy interesados en recoger
las opiniones colectivas. Los estudios sobre los gustos y las preferencias del
público tienen una gran importancia en la democracia actual, sobre todo para
determinados actores sociales, principalmente para las empresas comerciales.
También los dirigentes políticos usan las encuestas para orientar y diseñar los
programas políticos y para perfilar su discurso. Algunos dirigentes han sido
acusados por sus adversarios de gobernar a base de encuestas, o dicho de otro
modo, de someterse a un tipo de democracia demoscópica o marquetiniana.
Durante las últimas décadas hemos asistido a la construcción de una imagen
de los medios de comunicación bastante polarizada, entre los que han visto en
los medios una fuerza continuista del papel de garante del orden social estable-
cido, y los que los han asimilado a la panacea de los problemas de legitimación
democrática propios de las sociedades occidentales.
Algunos ejemplos recientes ponen de manifiesto la necesidad de continuar
investigando y analizando la opinión pública. Concretamente, si partimos de
la situación de crisis originada por los atentados del pasado 11-M en España y
las elecciones generales del 14-M, se puede observar una opinión pública que se
convierte, entonces, en un factor determinante en la acción política y que pasa
a ser un elemento clave dentro de un contexto de “radicalización de la demo-
cracia” hacia posturas más participativas y deliberativas (Sampedro, 2005). Por
otro lado, el movimiento de los indignados ha comportado nuevas formas de
acción y participación colectiva, que se llevan a cabo, en buena parte, median-
te las redes sociales y las tecnologías de la información y la comunicación
(Busquet, Calsina, Medina y Tubern, 2012).
Estas experiencias parten de la idea de que no siempre se tiene que ver la
opinión pública como un ente manipulable, una pieza más de una democracia
marquetiniana o demoscópica. En este sentido, Pippa Norris sostiene que las
concepciones de la democracia representativa en la actualidad sugieren tres
roles básicos para los nuevos medios: a) como foro cívico que anime el deba-
te público sobre los temas de actualidad, b) como “perro guardián” contra el
abuso de poder y c) como agente movilizador que anime al aprendizaje y a la
participación pública en el proceso político (Norris, 2000).
© UOC 176 Sociología de la comunicación

4. Características de la opinión pública

De manera sintética, podemos determinar una serie de características de


la opinión pública. Podemos clasificar, además, diferentes manifestaciones
de lo que se denomina opinión pública y las diferentes aproximaciones
metodológicas para intentar evaluarla y medirla (Busquet, Medina y Sort,
2006: 68-69).

1. La opinión pública presupone la existencia de una cierta controversia


respecto a un tema considerado importante y que resulta polémico.
2. La opinión pública se tiene que entender como un proceso de nego-
ciación y de intercambio dialéctico complejo y permanente. La pre-
tensión de estudiarla científicamente puede alterar este proceso.
3. El sistema político, las empresas de comunicación y las empresas
especializadas en el estudio de la opinión se erigen (y rivalizan para
convertirse) en los principales intérpretes de la opinión pública en
un sistema democrático. Pero la opinión pública depende, en última
instancia, de la voluntad de los ciudadanos. La ciudadanía es el sujeto
de la opinión.
4. Hace falta que se creen espacios sociales de diálogo y comunicación
para que los ciudadanos se puedan expresar con cierta libertad. El
sistema comunicativo configura la esfera pública en las sociedades
avanzadas. La opinión pública, pues, en la sociedad moderna, está
condicionada por la existencia de unos medios de comunicación
social libres y plurales. Aun así, la opinión pública no siempre es equi-
valente a la opinión publicada.
5. Es falaz creer que hay una opinión pública única. En una sociedad
democrática la opinión pública es diversa y plural. Es más correcto,
pues, hablar en términos de corrientes de opinión o de climas de
opinión.

Como acabamos de ver, se tiene que entender la opinión pública como


un proceso. Por lo tanto, es importante señalar las etapas. Podemos distin-
guir entre la etapa de formación de la opinión pública, que sería la inicial,
y la etapa de cambio o continuidad, que tiene lugar posteriormente, como
© UOC 177 Los medios de comunicación, la política y la...

consecuencia de un proceso evaluador de signo negativo o positivo, respec-


tivamente.
Tanto en la primera etapa como en la segunda, hay que destacar la actua-
ción de una serie de actores o instituciones que pueden llegar a influir en
la toma de posición del ciudadano. Pasémoslos a analizar, sintéticamente:
a) El contexto social. Este contexto más cercano a las personas (el que
Habermas denomina mundo de la vida), donde tienen lugar las diferentes
interacciones, desempeña un papel clave en la formación de las actitudes y
opiniones sobre los asuntos públicos. La familia, los amigos, los vecinos, la
escuela o el puesto de trabajo, en cuanto que agentes socializadores, tienen
una gran importancia como marcos donde se producen las discusiones sobre
la vida pública, donde se problematizan determinados temas y donde se
toma partido por una argumentación u otra.
b) Los medios. Configuran el nuevo espacio público y ejercen un rol clave
en la vertebración de los grandes debates públicos en los que a menudo se
invita a la ciudadanía a manifestar su opinión. Los mass media tienen un
rol activo en el proceso de la determinación de la agenda (agenda setting):
los medios hablan más de unos temas que de otros (o bien no hablan en
absoluto de un determinado tema). En este sentido el posicionamiento de
los medios, por ejemplo, a favor o en contra de una determinada política
gubernamental, puede tener un profundo impacto en la ciudadanía. Más
aún, en función también del rol del medio como participante del poder o
como vigilante del poder, marcará de manera determinante la configuración
de la opinión pública.
c) Los grupos de intereses y los movimientos sociales. En las democra-
cias consolidadas, un ejemplo de pluralismo social es la existencia de un
determinado número de grupos o de entidades privadas, que propugnan la
consecución de unos determinados intereses de tipo económico, adminis-
trativo, cultural, religioso, etc. Pueden ser grupos de presión o grupos de
intereses, intentan influir en las decisiones gubernamentales incidiendo, lo
más eficientemente posible, en la clase política (contactos, reuniones), en la
ciudadanía (movilización) o en los medios (publicación de artículos, cartas
al director, llamadas telefónicas, inserción de publicidad, etc.).
d) Los líderes de opinión. En un entorno de progresiva personalización
de la comunicación (y de la política), los grandes líderes de opinión ejercen
un papel muy importante. Su influencia, a través de los diferentes medios,
© UOC 178 Sociología de la comunicación

puede jugar a favor del surgimiento de determinados estados o climas de


opinión. Este hecho se puede ver incrementado con la expansión de las tec-
nologías de la información y la comunicación.9
e) Los políticos. Los políticos, y sobre todo la figura del líder político,
adquieren mucha importancia en un sistema democrático dominado por la
demoscopia y el marketing. Los medios de comunicación de masas, y sobre
todo la televisión, sirven para institucionalizar y proyectar la figura del líder.
Los medios de comunicación han favorecido la personalización de la política y
una simplificación del debate. Para conseguirlo, el marketing político dispone
de la figura del líder como icono, y relega las estructuras de partido, las interac-
ciones personales o la discusión de ideas a un segundo plano. El objetivo es for-
talecer este icono, simplificar los mensajes e intentar, así, incidir en la opinión
pública. En definitiva, también esta simplificación se ha visto como uno de los
elementos que ha hecho crecer la llamada desafección ciudadana y el creciente
descrédito de la clase política. Porque se ha dejado que “unos pocos piensen
por todo el mundo”, porque lo que es un problema de ideas y de programas se
ha convertido exclusivamente en un problema de cómo comunicar estas ideas
y, sin subestimar la importancia de comunicar y de hacerlo bien, esto, llevado
al extremo, ha significado que nunca pierde nadie o que quien pierde simple-
mente ha tenido un problema de comunicación.

5. Teorías sobre la opinión pública

En los apartados siguientes analizaremos algunas de las teorías y autores


que han hecho las aportaciones más relevantes dentro de la sociología de la
comunicación, la comunicación política o la teoría sobre la opinión pública.

9. Sin embargo, hay líderes de opinión que pueden tener una notable relevancia social aunque
no sean personajes mediáticamente reconocidos. Nos referimos a las personas que dentro de
su entorno social inmediato (familiares, amigos, compañeros de trabajo, clientes…) son escu-
chados y utilizados para pedirles consejo u opinión.
© UOC 179 Los medios de comunicación, la política y la...

5.1. La opinión pública según W. Lippmann

Resulta necesario recordar nuevamente buena parte de lo que hemos


expuesto en el tercer capítulo sobre Walter Lippmann. La obra de Lippmann
parte de la constatación de que el público no está preparado para poderse for-
mar una opinión propia y razonada sobre los asuntos públicos. Se aleja, por lo
tanto, de las teorías que ven a la ciudadanía como seres capaces de razonar y
argumentar entre iguales.
Según Lippmann (1964), si queremos analizar la opinión pública, tendría-
mos que tener en cuenta la percepción del mundo que se forman las personas:
sus imágenes mentales. Nos vemos obligados a reconstruir la realidad a partir
de imágenes más simples para poder interpretar mejor el mundo. El papel de
los medios de comunicación es proveer de estos mapas que nos sirven para
orientarnos en nuestras vidas ante la complejidad creciente. En este sentido,
las simplificaciones de la realidad conformadas por los medios nos ayudan a
continuar con nuestras rutinas diarias. Se va configurando, por lo tanto, una
opinión pública basada en imágenes cada vez más simplificadas y alejadas de
una realidad muy compleja. La opinión pública se va configurando como un
espectro, lejos de la imagen de los seres racionales que discuten con argumen-
tos sobre la vida social, imagen dibujada por las teorías liberales sobre la con-
formación de la opinión pública.
La ciudadanía actuará movida por decisiones irracionales, según Lippmann,
fruto de las ideas cada vez más simplificadas y alejadas de la realidad. La infor-
mación objetiva y veraz tiene que ser un requisito imprescindible para la for-
mación de la opinión pública, y este hecho es más un deseo que una realidad,
puesto que los únicos que tienen capacidad para hacerlo son los profesionales
e investigadores que tienen la información para llevar a cabo esta opinión con-
trastada sobre los asuntos públicos.

5.2 La teoría de la agenda setting

Esta aproximación a la comunicación política ha tenido una influencia


creciente desde que aparecieron los resultados de los primeros estudios, en la
década de los sesenta y, sobre todo, a principios de los años setenta. Según la
teoría de la agenda setting, la función de los mass media es seleccionar los temas
© UOC 180 Sociología de la comunicación

de actualidad y jerarquizarlos. Sintéticamente, el estudio del establecimiento de


la agenda (agenda setting) considera que los medios, más que incidir en lo que
la gente tiene que pensar, lo que realmente hacen es determinar los temas que
están en el centro de los debates y las controversias colectivas.

La teoría de la agenda setting se fundamenta en las teorías de Walter Lippmann. Los


medios de comunicación son la fuente principal de creación de imágenes del mundo exterior
en las mentes de las personas. Los seres humanos necesitamos interpretar el mundo que
nos rodea y los medios tienen una tarea básica: simplificar la realidad mediante una serie de
estereotipos que son imágenes simplificadas de la realidad.

Maxwell McCombs y Donald L. Shaw (1972) constataron, a partir de un


estudio de seguimiento de unas elecciones presidenciales norteamericanas en
Chapel Hill (Carolina del Norte), que los aspectos de los asuntos públicos que
sobresalían en las noticias también lo hacían entre el público. Es decir, los
medios seleccionan los temas que han de ser objeto de discusión y determinan
cuál es su jerarquía de importancia. Y, quizás más importante todavía, esta
aproximación permite conocer cuáles son los temas que permanecen ocultos,
es decir, los que quedan excluidos de la discusión pública, porque los medios
no los sitúan en la agenda, no los tratan. De este modo se consigue, a menudo,
canalizar el debate público hacia los aspectos que interesan y alejarlo de esos
otros que no interesan. Aun así, no todo es tan sencillo, ya que lo más normal
es que, en un determinado proceso político, intervengan varias agendas, con
prioridades diferentes y aun opuestas. Los medios presentan una agenda temáti-
ca, pero también hay otras agendas que sitúan en primer plano los temas de
actualidad.
Por otro lado, no solamente los medios elaboran agendas, sino que todos los
actores políticos, directos o indirectos, tienen las suyas.
© UOC 181 Los medios de comunicación, la política y la...

Según Wolf (1987: 165-166), “al hacer hincapié en esta creciente depen-
dencia cognoscitiva de los medios, la hipótesis de la agenda setting postula un
impacto directo –aunque no inmediato– sobre los destinatarios, que se con-
figura a partir de dos niveles: a) el orden del día de los temas, argumentos y
problemas presentes en la agenda de los medios, b) la jerarquía de importancia
y prioridad con que estos elementos se disponen en el orden del día”.
Los autores partidarios de la agenda setting responden a estas críticas afir-
mando que no consideran que el público sea un tipo de autómata que respon-
de mecánicamente al flujo de comunicación que recibe. Es decir, se contempla
la influencia del medio, pero sin sugerir en ningún momento un regreso a las
teorías de la aguja hipodérmica.
Las primeras etapas de la agenda setting se centran en la relevancia de los
asuntos públicos, aunque no exclusivamente. Las agendas se definidas por un
sistema de objetos que poseen una serie de atributos. Así, cuando los medios
hablan de un objeto y el público habla y piensa sobre un objeto, se acentúan
una serie de atributos sobre otros. En definitiva, se trata de ver cómo los ele-
mentos prominentes de la agenda de los medios pasan a ser centrales en la
agenda pública:

“La teoría de la agenda setting ha incorporado o ha convergido con una variedad


de otros conceptos teóricos y teorías consolidadas de la comunicación. Los concep-
tos incorporados incluyen la conferencia de estatus, los estereotipos, la construc-
ción de la imagen y el gatekeeping. Los complementos teóricos a la agenda setting
incluyen el análisis del cultivo y la espiral del silencio. Y los atributos a la agenda
setting vinculan la teoría con el framing (...) El framing y el efecto agenda setting de
© UOC 182 Sociología de la comunicación

los atributos llaman la atención sobre las perspectivas de los comunicadores y de sus
audiencias, sobre cómo representan asuntos en las noticias y, en particular, sobre el
estatus especial que ciertos atributos o frames tienen en el contenido de un mensaje”.
Pero los atributos y los frames no son exactamente lo mismo. Se puede decir que el
conjunto de atributos que definen uno de los temas centrales son los frames” (Aira,
2007: 126-127).

Según Entman (1993), los medios procuran un marco (framing) a través del
cual observan la realidad que nos rodea y, a la vez, nos proporcionen algunas
claves de interpretación. Por lo tanto, los frames son determinadas formas de
organizar y estructurar la percepción de un fenómeno que disfrutan de un alto
seguimiento entre la ciudadanía. Son percepciones dominantes, es decir, es lo
que estadísticamente la mayoría de la población relaciona con un concepto o
fenómeno.
Los medios no solamente establecen una agenda en la audiencia, también
la construyen, por lo cual se dice poco sobre su papel. Pero a la vez no son úni-
camente los medios los que establecen la agenda pública, con lo cual, desde la
agenda setting se les atribuye un protagonismo exagerado.
En la teoría de la agenda setting tiene una especial relevancia la figura del
gatekeeper, puesto que si, según la teoría, es la agenda de los medios la que influ-
ye en la selección y percepción de los diferentes temas por el público, entonces
nos tenemos que preguntar quién y cómo se encarga de seleccionar y priorizar
unas determinadas noticias en los medios y no otras.

El gatekeeper
Kurt Lewin introdujo el concepto en 1947, refiriéndose a un profesional de la información y
la comunicación que tiene la capacidad para elegir los relatos o acontecimientos que serán
noticias y, por tanto, que merecen ser difundidos y conocidos por el público. En cierto modo,
lo que marque como noticia, los temas elegidos, harán que su papel en la determinación
de los temas, y por tanto en lo que finalmente puede influir en la opinión pública, pueda ser
fundamental. El gatekeeper, pues, sea profesional o no de la comunicación, es alguien que
tiene el poder para decidir de qué se discutirá, sobre qué se hablará. De todos modos, pode-
mos extender esta figura a otras actividades sociales en las que personas que tienen un
cierto prestigio y un número de seguidores importantes pueden marcar la agenda. La figura
del gatekeeper, pese a no tener la importancia de hace unas décadas, sigue presente en las
nuevas formas de comunicación relacionadas con las TIC y las redes sociales.
© UOC 183 Los medios de comunicación, la política y la...

En la teoría de la agenda setting tiene especial relevancia la figura del gatekeeper. La tarea
profesional del gatekeeper es poder resumir a partir de los tres puntos siguientes:
Discernir los temas periodísticamente interesantes de los que no lo son.
Determinar el tiempo o el espacio, según el medio, que ocupará un tema, además del tipo
de cuerpo, titular o ubicación.
Imponer la importancia que deba darse a un elemento o el género periodístico con el que se
deberá tratar.
David Manning White realizó el primer estudio del gatekeeper en 1950, cuando solicitó a
un director de un periódico que le explicara por qué aceptaba o rechazaba cada historia
(White, 1950), y llegó a la conclusión de que las decisiones del director eran tendenciosas y
subjetivas. Cuando años después McCombs y Shaw analizaron este estudio, lo vieron de otra
manera. En este caso, este director ya no parecía tan “tendencioso y subjetivo”, sino que la
selección de estas historias estaba relacionada con el volumen: cuantas más historias de
una cierta categoría le llegaban, más las escogía sin tener en cuenta sus tendencias.
Así, el gatekeeper selecciona, por una parte, el temario: el conjunto de contenidos informa-
tivos, y el texto: la noticia. En la primera tarea, pueden influir diferentes factores, como las
estrategias del medio donde trabaja, la profesionalidad o ideología del propio periodista, o
las presiones que pueda recibir de algunos centros de poder. En cuanto a la segunda tarea,
redactará la noticia en función de la selección que haga de entre todo el material disponible
y será eso lo que recibirá el lector, oyente o espectador.
Por tanto, los gatekeepers tienen mucho que ver con el inicio y el establecimiento de la
agenda temática, al seleccionar los temas y establecer su grado de relevancia, y establecer
el período de permanencia de un tema en los medios.
Ahora bien, si pensamos en el bum de Internet, la aparición de los blogs y las redes sociales,
como por ejemplo Twitter, donde todos pueden expresar sus opiniones sin que pasen por
ningún filtro, quizás nos encontramos ante la superación de la figura del gatekeeper. Los
periodistas o grupos de comunicación hacen un proceso de elección según sus intereses o
criterios, el espacio disponible en el medio, etc. Por ejemplo, los mensajes electorales que
puedan llegar al ciudadano a través de los medios de comunicación tradicionales tendrán
que pasar por este filtro, pero si se utiliza el portal de vídeo YouTube, no habría ningún cri-
bado, y de esta manera se pasaría por encima de la barrera del gatekeeper.
Pero, por otro lado, nos podemos preguntar: si Internet contiene una cantidad inmensa de
información pero la selección que hacen los buscadores también está filtrada, ¿podemos
hablar de nuevos gatekeepers en Internet?
Fuente: http://agendatematica.wordpress.com/2012/05/18/gatekeeper/

Según la teoría de la agenda setting, los mass media influyen en la selección y


percepción de los diferentes temas por parte del público. Los motivos recogidos
por la mayoría de autores inciden en aspectos subjetivos, los relacionados con
las mismas rutinas y la presión de espacio y tiempo con que vive el periodis-
© UOC 184 Sociología de la comunicación

ta, elementos de tipos casuales o circunstanciales y factores psicológicos o de


percepción. Este tipo de motivos serán muy bien presentados por Bourdieu a
partir de sus conceptos de campo y habitus, que se pueden aplicar perfecta-
mente al ámbito profesional de la comunicación (véase el próximo apartado
5.5). Es evidente que influirán en ello las normas y tradiciones periodísticas, y
las mismas interacciones entre periodistas y medios. En este punto, es cuando
resulta verdaderamente relevante lo que se ha denominado agenda building, el
proceso mediante el cual se construye la agenda. Las agendas de los partidos,
de las administraciones y de los medios se entrecruzan y hay que ver cuáles son
las relaciones, interacciones e influencias que tienen unas con las otras.

“Nos sitúan en una fase del estudio de la comunicación política donde los
medios no solamente actúan como intermediarios entre políticos y votantes, entre
gobernantes y opinión pública, o como simples transmisores de los mensajes, sino
que son los encargados de fijar las expectativas, no solamente de la mayoría de
votantes, sino también de unos partidos políticos que se adaptan y que no saben
navegar en el océano de la política contemporánea sin la ayuda de los medios (...)
En este contexto el efecto agenda setting y su derivada, agenda building, nos explican
la política contemporánea tal como es, con sus potencialidades y sus servidumbres”
(Aira, 2007: 161-162).

En definitiva, la teoría de la agenda setting y sus elaboraciones posteriores


configuran un método de análisis central para buena parte de los sistemas
democráticos en la actualidad. Pero hay que preguntarse hasta qué punto la
configuración del sistema político actual no es también producto del éxito de
estas teorías y, por lo tanto, de este modo de ver la política. Tenemos que tener
en cuenta que la teoría no solamente describe las prácticas que tienen lugar,
sino que las mismas elaboraciones teóricas influyen en estas prácticas.

5.3. La espiral del silencio: Noelle Newmann

En la segunda mitad del siglo xx, la comunicóloga Elisabeth Noelle-


Neumann (1916-2010), retomó esta cuestión (cómo se forma la opinión públi-
ca) y elaboró una teoría que ha tenido una gran influencia más allá, incluso,
del campo de los estudios de comunicación. Nos referimos a la llamada teoría
© UOC 185 Los medios de comunicación, la política y la...

de la espiral del silencio. Sintéticamente, podemos decir que la tesis central de


esta teoría es que la percepción que un individuo tiene de la distribución de la
opinión pública respecto de una cuestión influye en su voluntad o disponibili-
dad de expresar públicamente su propia opinión.

Figura 4. E. Noelle Neumann (1916-2010) considera que muchos individuos callan dado
que prefieren guardar silencio antes de quedarse solos.

Noelle-Neumann define la opinión pública como las opiniones sobre los


asuntos controvertidos sobre los cuales la ciudadanía se puede expresar públi-
camente sin miedo a caer en el aislamiento social. En su definición, pues, no
ve tanto la opinión pública como un proceso discursivo racional que pueda
contribuir al proceso de formación y toma de decisiones, sino más bien como
mecanismo de control social, puesto que esto garantiza un mínimo consenso
y estabilidad del sistema (Noelle-Neumann, 2003).
Noelle-Neumann considera que muchos individuos optan por no expresar
su opinión –por callar o permanecer en silencio– si perciben que en su entorno
su opinión es minoritaria. Este comportamiento está motivado por el miedo
al aislamiento social que se podría derivar de expresar una opinión claramente
minoritaria. En este sentido, el sentimiento de vergüenza es un importante
mecanismo de control social (véase el capítulo 1). Un aislamiento que, justo es
decir, puede asumir muchas formas: desde la simple burla, pasando por el des-
precio o la ridiculización, e incluso, en situaciones más duras, la marginación,
el vacío, el insulto o la expulsión (geográfica o física) del grupo.
© UOC 186 Sociología de la comunicación

Según Noelle-Neumann, el miedo a quedarse solo hace que los individuos


lleven a cabo un tipo de “sondeo” permanente del clima de la opinión pública,
tanto en la situación del propio momento como también en las perspectivas
de la distribución futura de esta opinión. De este modo considera que los seres
humanos desarrollamos un sexto sentido, un “órgano casi estadístico”, que
actúa como una antena que permite hacerse una idea de los cambios (positivos
o negativos) y las tendencias (auge o crisis de un tema) de la opinión pública.
Noelle-Neumann considera que el coste o el esfuerzo que implica llevar a cabo
este sondeo o rastreo permanente es muy inferior al riesgo que supondría caer
en el aislamiento antes mencionado. De hecho, esta autora refuerza sus argu-
mentos en base a la propia experiencia acumulada en la realización de sondeos
y encuestas.
Noelle-Neumann considera que, en determinados casos, el miedo al aisla-
miento es tan fuerte que lleva, incluso a los que tienen una opinión minorita-
ria, o a una parte de ellos cuando menos, a optar por expresar públicamente su
conformidad con la opinión mayoritaria.

Figura 5. Según la teoría de la espiral del silencio la televisión tiende a magnificar


las posiciones mayoritarias y a minimizar las posiciones minoritarias.

Por otro lado, Noelle-Neumann constata la existencia en el otro extremo de


un núcleo de irreductibles o núcleo duro que, por varias razones (carecer de
vergüenza, autoestima o confianza en un mismo, no tener nada que perder…),
se muestran firmes en sus opiniones, a pesar de que estas sean claramente
© UOC 187 Los medios de comunicación, la política y la...

minoritarias. De hecho, como consecuencia de diferentes experimentos e


investigaciones, se derivaron las conclusiones siguientes:
1. Los individuos que comparten una posición mayoritaria están mucho más
predispuestos a expresarla públicamente. Con palabras de Noelle-Neumann,
“sentirse en armonía con el espíritu del momento afloja la lengua”.
2. Si la percepción que el encuestado tiene del actual clima de opinión
–sobre un tema– no se corresponde con su predicción para el futuro, la predis-
posición para hablar dependerá más de la tendencia futura.
3. Los individuos están más predispuestos a hablar con los que coinciden
que con los que discrepan. Cuando se teme el aislamiento, los amigos se pre-
fieren a los adversarios.
4. Una baja autoestima favorece el silencio del individuo.
5. A los hombres, adultos jóvenes y personas de clase media o alta les es más
fácil hablar, expresarse públicamente.
6. Las leyes vigentes alientan a los individuos a expresar su opinión cuando
se perciben en minoría.
7. Diferentes sectores varían en su predisposición para defender sus convic-
ciones.

Noelle-Neumann considera que en la espiral del silencio, los medios de


comunicación y, muy concretamente, la televisión, tienen un papel clave.
Así, afirma que la televisión acelera el silencio de las minorías. El hecho de
que las opiniones minoritarias no encuentren expresión en la televisión no
hace más que incrementar el silencio dentro de la lógica de la espiral. Cuanto
menos se habla de ello menos aparece, y así indefinidamente. La consecuen-
cia es que la televisión no solamente nos dice qué es lo que tenemos que
pensar respecto de A o B, sino que nos da una visión construida sobre que
piensa el resto de la sociedad. Hay que tener presente, además, que, dado que
lo que realmente importa es acceder a la televisión, para existir, la tentación
del recurso al escándalo (criminal, sexual, financiero, etc.) es un reclamo
mucho más fuerte para la televisión que cualquier reivindicación pacífica
de un ciudadano medio anónimo (o grupo de ciudadanos). La relevancia
mediática de los escándalos “programa” el “sexto sentido” humano del que
hablábamos antes. En definitiva, la televisión no solamente transmite la opi-
nión pública sino que también la crea. Hay, pues, una percepción pesimista
sobre el rol intrusivo y disruptivo de la televisión en el proceso democrático.
© UOC 188 Sociología de la comunicación

Como hemos apuntado anteriormente, la visión de esta autora está dentro


de una mirada elitista, a pesar de que lo hace desde una perspectiva dife-
rente: para avisar de los peligros que puede comportar este control social
realizado mediante la opinión pública. Por lo tanto, sigue la línea de todos
los que consideran a los ciudadanos como poco cualificados para ejercer sus
tareas ciudadanas dentro de los sistemas políticos. Sin embargo, la teoría de
la espiral del silencio nos ayuda a explicar buena parte de los fenómenos que
tienen lugar en las democracias actuales y las interrelaciones entre política y
sistema mediático.

5.4 La opinión pública en la obra de Jürgen Habermas

Habermas ha desarrollado una obra multidisciplinaria de unas dimensiones


y un interés extraordinarios. De hecho, está considerado uno de los intelec-
tuales más influyentes de la segunda mitad del siglo xx y principios del xxi,
y debe tenerse en cuenta que todavía en nuestros días continúa publicando e
interviniendo en los debates públicos, tales como la construcción de Europa,
los derechos culturales, o la propia teoría democrática, entre otras. También ha
destacado por sus aportaciones al estudio de los problemas de legitimación de
los estados capitalistas avanzados y por situar en el centro de su reflexión la
relevancia de la ciencia y la técnica en las sociedades contemporáneas, a pesar
de que su gran aportación al conocimiento de las ciencias sociales la hará a
partir de su teoría de la acción comunicativa.

Figura 6. Jürgen Habermas teorizó el surgimiento de la esfera pública


en las sociedades avanzadas.
© UOC 189 Los medios de comunicación, la política y la...

En el contexto de este libro de carácter introductorio, es imposible hacer


una reflexión global de la producción habermasiana, y en este sentido nos
vemos obligados a centrarnos en un aspecto concreto, pero de gran relevancia,
de su obra. Nos referimos a su formulación sobre la esfera pública, ya que trata
de la transformación de los procesos comunicativos y que, por otro lado, ha
tenido un enorme eco intelectual. Como no podía ser de otro modo, también
nos referiremos a su teoría de la acción comunicativa.
La noción de esfera pública fue expuesta por Habermas en su libro, Historia
y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública,
publicado originalmente en alemán en 1962 (y traducido al castellano en
1981), pero su primera traducción al inglés no se hace, sorprendentemente,
hasta 1989, año a partir del cual adquirió una gran difusión, sobre todo entre el
hegemónica comunidad académica angloparlante. Paradójicamente, esta difu-
sión tardía se ha visto beneficiada por otro factor: el expansión de las tecnolo-
gías de la información y la comunicación, y más concretamente, de Internet,
durante la década de los noventa, que no ha hecho más que incrementar el
interés por la noción de esfera pública, ya que no pocos autores han visto en
la Red la posibilidad de recuperar una esfera pública virtual de debate libre en
condiciones de igualdad.

Figura 7. Los cafés se convirtieron en un importante lugar de encuentro y discusión en los


siglos xviii y xix. (Lloyd’s Coffee House, Londres. Pintura de William Holland, 1789).
© UOC 190 Sociología de la comunicación

Según Habermas, durante la primera época de la Inglaterra burguesa (siglo


xviii),y paralelamente al crecimiento de una cultura urbana potente, tuvo
lugar el desarrollo de un nuevo ámbito de la vida pública formado por los
teatros, los museos, los cafés y las óperas, y también se dio un crecimiento
de las infraestructuras de comunicación social (editoriales, bibliotecas), que
posibilitaron un aumento de la formación cultural de la sociedad. Todo ello
dio lugar a la aparición de grupos de discusión pública y de debate sobre los
asuntos políticos, que se situaron entre la esfera privada (íntima) y la esfera
estatal. En esta esfera pública, los participantes se autorrepresentaban como
los poseedores de la opinión pública. Este hecho favoreció un incremento
de las relaciones sociales. Desde luego esta esfera pública estaba socialmente
connotada. Es decir, estaba restringida a todos los burgueses alfabetizados
que tenían acceso a la “tecnología” de la época (novelas, revistas, diarios,
etc.) y que se encontraban predispuestos a debatir públicamente de forma
razonada.10
Según Habermas, un conjunto de derechos liberalburgueses garantizaban el
funcionamiento de las diferentes esferas y sus instituciones y las hacían posibles:
a. Un conjunto de derechos básicos se refería al público implicado en
el debate: libertad de opinión y de palabra, libertad de prensa, libertad de
reunión y de asociación. También garantizaban la función política de los
ciudadanos individuales en la esfera pública (derecho de petición, igualdad
de voto, etc.).
b. Un segundo conjunto de derechos básicos se refería a la condición de los
individuos en cuanto que seres humanos libres, y que respondían a la esfera
íntima de la familia patriarcal conyugal (libertad individual, inviolabilidad del
hogar, etc.).
c. Finalmente, el tercer grupo de derechos básicos se refería a las transac-
ciones entre propietarios en la esfera de la sociedad civil (igualdad ante la ley,
protección de la propiedad privada, etc.).
Estos derechos básicos son los que tendrían que garantizar:

a) Las esferas pública y privada.

10. Estos debates, si bien es cierto que no influían directamente en las votaciones en el Parlamento,
sí que contribuyeron a que toda democracia representativa sana tuviera que respetar el princi-
pio del disenso.
© UOC 191 Los medios de comunicación, la política y la...

b) Las instituciones y los instrumentos de la esfera pública (la prensa, los


partidos), por un lado, y el fundamento de la autonomía privada (la
familia y la propiedad), por el otro.
c) Finalmente, las funciones de las personas individuales, tanto las fun-
ciones políticas en cuanto que ciudadanos, como las funciones econó-
micas, en cuanto que propietarios de bienes.

Habermas concluye que esta esfera pública burguesa se convirtió en un


ámbito de debate informado, público y razonado, para cuya consolidación era
clave la emergencia de un mercado de prensa comercial libre. Pese a una serie
de restricciones, esta esfera estaba abierta a un gran número de individuos, y
en su interior los diferentes argumentos y puntos de vista se discutían racio-
nalmente y las políticas de los gobiernos se sometían sistemáticamente a un
escrutinio crítico.
No obstante, la situación empieza a cambiar a raíz de la era liberal, que
Habermas sitúa hacia 1870. A partir de entonces la esfera pública estuvo
dominada por un estado cada vez más fuerte o expansivo y la prensa perdió
su independencia y pasó a representar determinados intereses económicos.
Esto implicó el fin del denominado periodismo literario, caracterizado por ser
un oficio casi artesano en la edición y muy centrado en la expresión de ideas
y razonamientos en la redacción. En cambio, ahora la prensa pasaba de ser
una parte de la esfera pública donde se debatía razonadamente, a favorecer
su proceso de “refeudalización”, como consecuencia de los procesos de fusión
y de surgimiento de conglomerados y monopolios estatales, industriales y
mediáticos. Un nuevo tipo de periodista apareció, supeditado a los intereses
económicos del propietario del medio en el que trabajaba. La lucha por el
liderazgo político mediante el uso de la razón dio lugar a la imposición de un
consenso ideológico por medio de mecanismos de manipulación económica y
política. En definitiva, en este nuevo escenario, los medios se convirtieron en
manipuladores de la opinión pública, y convirtieron al público en “ciudadanos
pasivos” y en consumidores.
Para Habermas, el declive de la esfera pública está íntimamente relacionado
con el triunfo de la racionalidad instrumental, concepto que encontramos en
una de sus obras importantes, La teoría de la acción comunicativa (1981 VO).
Revisando y reelaborando las aportaciones de Weber, Habermas amplía el
concepto de racionalidad con el concepto de racionalidad comunicativa. La
© UOC 192 Sociología de la comunicación

tradición del pensamiento social había equiparado casi siempre el concepto


de racionalidad con una racionalidad de tipo instrumental. La racionalidad
instrumental actúa de acuerdo con los principios de dinero y poder, de recom-
pensa y de castigo. Cuando este tipo de racionalidad invade la vida cotidiana,
se produce la crisis de la esfera pública. Contrariamente, la racionalidad comu-
nicativa presupone un proceso de interacción de como mínimo dos individuos
capaces de hablar y de actuar que coordinen sus acciones para lograr un obje-
tivo o llegar a un acuerdo.
A modo de conclusión, podemos decir que Habermas no tiene una visión
tan pesimista como la que defiende Lippmann, ya que aunque vea la opinión
pública como un espacio que está siendo colonizado por una racionalidad
instrumental, aún se conservan espacios dentro de lo que llama mundo de la
vida, en el que las persones actúan, contraponen e intentan contrarrestar los
intentos de colonización instrumental.
Habermas, en definitiva, hace una apuesta decidida para hacer revivir la
esfera pública, reformando los procedimientos democráticos e implicando en
ellos los grupos y las asociaciones de base. En el ámbito de la comunicación,
considera que los medios que están sometidos a los criterios comerciales no
ofrecen un marco adecuado para la discusión democrática. Contrariamente,
deja abierta la puerta a que los medios públicos (televisión, radio), y también
Internet eventualmente, puedan ofrecer posibilidades para desarrollar un diá-
logo y una discusión abiertos.
Las teorías de Habermas son las que más han influido en teorizaciones más
recientes sobre la necesidad de cambiar algunas pautes de funcionamiento de
las actuales democracias hacia propuestas más abiertas y participativas. Las
propuestas hacia nuevas formas de democracias más deliberativas toman como
elemento central la teoría habermasiana. La democracia deliberativa no se
opone a las actuales formas de democracia representativa, sino que pretende
ampliar y reforzar los canales participativos y deliberativos ya existentes. En
este sentido, las decisiones políticas solo son legítimas cuando son el resultado
de una amplia deliberación democrática que implica: a ) una participación de
todos los potenciales afectados y b ) la posibilidad de presentar, discutir y acep-
tar o rebatir los argumentos que cada cual pueda presentar a favor o en contra
de las diferentes alternativas.
Estas discusiones se han de producir a un nivel institucional (potenciando
las existentes y creando nuevos mecanismos), como los parlamentos y otros
© UOC 193 Los medios de comunicación, la política y la...

foros institucionales y, además, se han de desarrollar libremente e informal-


mente en la esfera pública no institucional, la formada por los medios de
comunicación, acción de la sociedad civil organizada y no organizada, escuelas,
iglesias, sindicados, y por los debates y las discusiones entre ciudadanos que se
lleven a cabo en cualquier escenario público.

Algunas ideas y polémicas a partir de la implementación práctica de políticas deliberativas:


• No confundir deliberación con negociación política o emisión del voto por parte de la
ciudadanía.
• Los mecanismos participativos no han de buscar la cantidad a cualquier precio, sino
también la calidad (no se trata solo de que participe mucha gente, sino de tener en
cuenta las opiniones de todos).
• La cantidad en la participación solo es recomendable cuando es necesario recoger el
voto de la ciudadanía con una discusión pública previa (deliberación en los diferentes
niveles).
• Cualquier participación de calidad en la toma de decisiones políticas pasa por tener
información fiel y suficiente. (Este hecho no tiene nada que ver con cierto credencia-
lismo ni con posturas elitistas.)
• Los resultados de la participación ciudadana han de ser visibles y han de tener alguna
consecuencia en el proceso ordinario de decisiones representativas.
• Se ha de fortalecer el diálogo entre las administraciones y la ciudadanía, mediante la
deliberación pública y democrática.
• Las tecnologías de la información y la comunicación no se han de utilizar como finalidad,
sino como un medio al servicio de la transparencia, la participación y la deliberación.
• Los mecanismos han de perdurar en el tiempo: no pueden ser experiencias puntuales y
descontextualizadas.

5.5. La teoría del campo mediático de Pierre Bourdieu

“Un campo es simultáneamente un espacio de conflictos y de concurrencia, por


analogía a un campo de batalla donde los participantes rivalizan con el objetivo de
establecer un monopolio sobre el tipo específico de capital que allí es eficiente: por
un lado, sobre la autoridad cultural en el campo artístico, la autoridad científica en el
campo de la ciencia, la autoridad sacerdotal en el campo religioso, etc.” (Wacquant,
1994, Per una sociologia reflexiva)
© UOC 194 Sociología de la comunicación

La obra de Pierre Bourdieu (1930-2002) es, dentro de la sociología francesa


de posguerra, un ejemplo paradigmático de imaginación sociológica. Todo su
trabajo ha sido el producto de un esfuerzo ingente y una gran tenacidad. Las
aportaciones han sido muy fructíferas para la teoría social, la investigación y la
metodología científica. Su modelo de análisis resulta especialmente indicado
para analizar las relaciones entre el sistema político, el sistema económico y el
sistema mediático.

Figura 8. Según Pierre Bourdieu (1930-2002), las sociedades avanzadas


están configuradas como una constelación de campos.

El paradigma teórico y las principales líneas de fuerza de la obra de Bourdieu


fueron definidos con bastante precisión, especialmente a mediados de los años
sesenta. En un tiempo relativamente corto forjó las herramientas conceptuales
que constituirían la matriz, continuamente afinada y reelaborada, de sus inves-
tigaciones. En Le métier de sociologue (1963), Bourdieu –junto con J. C. Passeron
y J. C. Chamboredon– estableció los principios epistemológicos que orientan
su investigación social. El autor francés era partidario de una metodología que
rompiera con los modos de pensar “realistas” o “sustancialistas” y proponía
una manera de pensar la vida social relacional: “Si todo lo real es relacional es
necesario pensar relacionalmente”.
© UOC 195 Los medios de comunicación, la política y la...

La constelación de campos
Las sociedades modernas comportan un alto grado de complejidad. El
espacio social se vuelve multidimensional y se presenta como un conjunto
de campos relativamente autónomos y articulados entre sí: tenemos el campo
económico, el campo político, el campo religioso, el campo periodístico, el
campo intelectual, el campo literario, etc.; un campo, por tanto, es una esfe-
ra de la vida social que se ha ido autonomizando progresivamente a través
de la historia en torno de cierto tipo de relaciones sociales, de intereses y de
recursos propios, diferentes a los de otros campos. La autonomización del
campo corresponde –tal como va señaló Max Weber en la teoría del proceso
de modernización– al proceso histórico seguido por las sociedades occiden-
tales que ha dado como resultado la creciente diferenciación de las diversas
esferas sociales.
La noción de campo –que culmina la teoría social del autor francés– ha
sido planteada para abordar la situación en que se encuentran los indivi-
duos (convertidos en agentes) que intentan adecuar su comportamiento a
las circunstancias que les ha tocado vivir. Un campo no es simplemente la
suma de actores que participen en él. Por ejemplo, el campo periodístico no
se puede explicar únicamente a partir de las características individuales de
los profesionales de la comunicación. Se tienen que contemplar, también,
el sistema de posiciones que ocupan los periodistas dentro de su empresa
y el peso relativo de las empresas de comunicación dentro del ecosistema
comunicativo. La posición relativa de estos profesionales y las reglas de juego
dentro de este campo es lo que explica su actuación individual. (El papel de
Jiménez Losantos en su periplo en la cadena COPE no se puede entender ni
juzgar únicamente a partir de sus características personales ni su trayectoria
profesional anterior.)
La noción del campo, pues, sirve para explicar y comprender el comporta-
miento (más o menos previsible) de los individuos que actúan en estos ámbitos
sociales con independencia de sus características personales. Huelga decir que
la libertad personal de estos individuos está limitada o condicionada por el
contexto o por las circunstancias.
© UOC 196 Sociología de la comunicación

Figura 9. La teoría de los campos nos dice que los “jugadores”


compiten para mejorar su posición en el juego y conseguir sus objetivos.

La noción de juego
Para comprender la idea de campo es útil recurrir a la metáfora del juego: un campo es un
espacio de juego relativamente autónomo, con objetivos propios que deben ser alcanzados
(envite), con jugadores compitiendo entre sí y obstinados en diferentes estrategias según su
dotación de cartas y su capacidad de apuesta (capital), pero al mismo tiempo interesados ​​
en jugar porque “creen” en el juego. Los actores sociales (los jugadores) aceptan las reglas
por el simple hecho de jugar, y no por un contrato; lo hacen con la convicción de que vale la
pena jugar.
En todo momento, las relaciones de fuerza entre los jugadores definen la estructura del
campo. Esto no es todo: “Los jugadores pueden jugar para aumentar o conservar su capital,
sus fichas, es decir, de acuerdo con las reglas tácitas del juego y con las necesidades de la
reproducción del juego y de los envites, pero también pueden trabajar para transformar par-
cial o totalmente las reglas inmanentes del juego”.
En este juego “los jugadores disponen de triunfos, es decir, de cartas maestras, cuya fuerza
varía según las circunstancias del juego. Y tal como la fuerza relativa de las cartas cambia
según los juegos, también la jerarquía de las diferentes especies de capital (económico, cul-
tural, social, simbólico) varía en los diferentes campos. Dicho de otro modo, hay cartas que
son válidas, eficientes, en todos los campos, pero su valor relativo como baza varía según los
campos y hasta según los estados sucesivos de un mismo campo” (Bourdieu, 1994 : 74-76).
© UOC 197 Los medios de comunicación, la política y la...

Las características del campo periodístico


Un campo es un espacio social estructurado, un ámbito de fuerzas donde hay
dominantes y dominados. La teoría de los campos hace hincapié en las relacio-
nes de poder, el conflicto y la transformación que se producen en el interior de
los diferentes campos sociales. Un campo es simultáneamente un espacio de
conflictos y de concurrencia –por analogía a un campo de batalla–, donde los
participantes rivalizan con el objetivo de establecer un monopolio sobre el tipo
específico de capital que es eficiente. El campo se caracteriza por el principio de
autonomía. El campo económico –por ejemplo– tiene una estructura particular
y se rige por criterios autónomos diferenciados que no pueden desconocer las
personas que están implicadas en un campo: La pela és la pela, como decimos
en catalán.
Es importante destacar que los límites de los campos no siempre son fáciles
de delimitar, algo que solo se puede hacer mediante la investigación empírica.
Es decir, no siempre es fácil delimitar las fronteras entre los diferentes campos.
En algunos campos el grado de autonomía es muy limitado. El “campo perio-
dístico” está muy relacionado con el campo económico, dado que la mayor
parte de empresas de comunicación se financian mediante la publicidad (lo
cual genera una dependencia económica respecto a las empresas anunciantes).
Por otro lado, el “campo periodístico” también depende del mundo de la polí-
tica, ya que la mayor parte de licencias de radio y televisión que se conceden a
las empresas privadas dependen de una concesión pública.
Cada campo comporta unos principios de funcionamiento conocidos por
los agentes participantes. El hecho de ser instituciones sociales implica admi-
tir que agrupan a un conjunto de individuos que desempeñan un rol social y
tienen un “conocimiento especializado”. Para conocer el funcionamiento de
un campo es importante conocer el bagaje cultural de los agentes. Este bagaje
cultural es el “habitus” que, como ya se ha dicho, es un sistema de disposi-
ciones que los agentes han adquirido a través de la experiencia. Esto significa
que los agentes comparten (aunque sea mínimamente) los mismos objetivos
y valores que presiden el juego. El habitus comporta la interiorización de un
determinado tipo de condiciones económicas y sociales y que encuentran en
su actuación en el campo una ocasión más o menos favorable para actualizarla.
(Así, por ejemplo, la elección de las noticias que realizan los periodistas se hace
por “intuición”. Es el resultado de “la interiorización de una serie de hábitos
institucionales convertidos en normas”.)
© UOC 198 Sociología de la comunicación

Los campos no son estáticos y evolucionan a lo largo de la historia. Para


conocer la dinámica de un campo, hay que conocer su génesis histórica y su
evolución particular. El campo periodístico se mantiene o se transforma en
función de los conflictos entre las fuerzas que constituyen el campo para con-
seguir el poder y lograr la autoridad.
Podemos sintetizar la teoría de los campos de Bourdieu a partir de los pun-
tos siguientes:
1) En primer lugar, los campos se presentan como “espacios estructurados de
posiciones (o lugares), cuya propiedad depende de la posición de los agentes en
estos espacios y puede ser analizada independientemente de las características
individuales de sus ocupantes” (Bourdieu, 1980: 113). Así, el campo periodísti-
co no se puede explicar únicamente a partir de las características individuales
de los profesionales de la comunicación, sino que hay que analizar el sistema
de posiciones que ocupan los periodistas y las empresas de comunicación den-
tro del sistema comunicativo. La posición relativa de estos profesionales y las
reglas de juego dentro de este campo es lo que explica su actuación individual.
2) En segundo lugar, está la cuestión de los “límites del campo”. No siem-
pre es fácil delimitar las fronteras entre los diferentes campos. Los contornos
del campo solo se pueden determinar con precisión mediante la investigación
empírica. El “campo periodístico” está muy relacionado con el campo econó-
mico. La mayor parte de empresas de comunicación se financian mediante la
publicidad. Por otro lado, el “campo periodístico” también depende del mundo
de la política, ya que la mayor parte de licencias de radio y televisión que se
conceden a las empresas privadas dependen de una concesión pública.
3) En tercer lugar, los campos evolucionan a lo largo del tiempo. El campo
periodístico se mantiene o se transforma en función de los conflictos que hay
entre las fuerzas que constituyen el campo con el objeto de lograr el poder y
de conseguir la autoridad. Por ejemplo, podemos destacar la relevancia lograda
por la televisión dentro del sistema comunicativo y la pérdida del peso espe-
cífico de la prensa. Según Bourdieu, durante los años cincuenta en Francia, la
televisión apenas tenía presencia en el campo mediático (al hablar de periodis-
mo, casi no se pensaba en la televisión). Con los años la relación ha cambiado
completamente y la televisión tiende a convertirse en dominante económica-
mente y simbólicamente en el campo mediático.
4) El campo se caracteriza por la autonomía. Podemos decir, pues, que
el “campo periodístico” es un tipo de microcosmos con leyes propias. Esto
© UOC 199 Los medios de comunicación, la política y la...

significa que los profesionales del sector tienen que conocer las reglas de
funcionamiento del campo. Los campos corresponden a múltiples espacios
sociales autónomos, pero todos se proyectan sobre el conjunto social, y –según
Bourdieu– producen una estratificación homogénea.
Finalmente, Bourdieu considera que hay una cierta armonización entre los
diferentes campos. Sin embargo, hay algunos campos, como el campo eco-
nómico y el campo del poder, que se mantienen a un nivel jerárquicamente
superior a otros. Este campo “superior” es el lugar donde el código dominante
se mantiene absolutamente eficiente y se impone a todos los efectos. El campo
del periodismo –como ya se ha dicho– ocupa una posición subordinada, pues-
to que depende muy directamente de los condicionantes económicos y de los
límites que marca la voluntad política.
5) Dentro de los campos hay un tipo de “cultura” y unos principios de
funcionamiento que tienen que conocer los agentes participantes. El hecho de
que sean instituciones sociales implica admitir que agrupan una serie de indi-
viduos que desarrollan un rol social y un “conocimiento especializado”. Así,
por ejemplo, la elección de las noticias que realizan los periodistas se basa en
la “intuición”. Es el resultado de la interiorización de una serie de hábitos ins-
titucionales convertidos en normas. Se tiene que analizar este bagaje o dispo-
sición cultural (habitus) de los agentes, los diferentes sistemas de disposiciones
que ellos han adquirido a través de la interiorización de un determinado tipo
de condiciones económicas y sociales, y que encuentran en su actuación en el
campo una ocasión más o menos favorable para actualizarla. Tal como hemos
explicado en capítulos anteriores, el habitus es un sistema de disposiciones
culturales y valores perdurables que son fruto de la experiencia y del conoci-
miento adquiridos en un determinado ámbito social.
La obra de Bourdieu es muy crítica con el sistema comunicativo y los profe-
sionales de la comunicación en las sociedades avanzadas. Los periodistas tienen
un rol socialmente legitimado e institucionalizado para construir la realidad
social como realidad pública y socialmente relevante. Estas competencias se
realizan en el interior de diferentes empresas especializadas. En nuestra socie-
dad, los periodistas son los profesionales que orientan la atención pública por
su capacidad exclusiva de seleccionar y dar un determinado tratamiento a los
temas de actualidad. Según Bourdieu, los profesionales de la comunicación
ocupan una posición inferior o dominada dentro del mundo de la producción
cultural; aun así, los periodistas ejercen una forma muy rara de dominación:
© UOC 200 Sociología de la comunicación

“tienen el poder sobre los medios que permiten explicarse públicamente, exis-
tir públicamente, ser conocido, acceder a la notoriedad pública” (Bourdieu,
1997: 53).
Bourdieu se muestra inquieto por la obsesión que existe en el mundo de
la comunicación por la audiencia y está preocupado por el creciente peso que
tienen los criterios comerciales en el mundo cultural. Bourdieu considera que
mediante el audímetro (este instrumento de medición “infalible”), la lógica
mercantil se impone en el mundo de la comunicación y, por extensión, en el
mundo de las producciones culturales:

“Creo que actualmente todos los campos de producción cultural están sometidos
a la imposición estructural del campo periodístico [...]. El audímetro es la sanción del
mercado, de la economía, es decir, de una legalidad externa y puramente comercial,
y la sumisión a las exigencias de este instrumento de marketing es el equivalente
exacto en materia de cultura de lo que es la demagogia orientada por los sondeos de
opinión en materia de política.” (Bourdieu,1997: 64)

El carácter crítico y el compromiso político que expresa Bourdieu en las


últimas obras han comportado una dura réplica por parte de otros autores
más vinculados a la investigación comunicativa. En forma de resumen crítico,
podemos decir que:
1) En el libro Sur la télévisión, que es la transcripción de dos conferencias
televisivas, Pierre Bourdieu adopta un tono y una perspectiva muy críticos en
contra de la televisión, y hace hincapié en sus efectos nocivos sobre el mundo
cultural. Este tono de denuncia crítica (a pesar de que pueda parecer justifica-
do) contrasta con la actitud de distanciamiento que Bourdieu ha demostrado a
lo largo de toda su obra.
2) Por otro lado, Bourdieu considera el sistema comunicativo actual como
una amenaza a los principios de funcionamiento democrático. A pesar de la
desconfianza expresada por el autor francés, pensamos que no se puede articu-
lar la democracia moderna sin los medios de comunicación social.
3) La preocupación de Bourdieu se dirige fundamentalmente a la prensa
escrita (naturalmente la prensa seria) e ignora sistemáticamente –algo bastante
significativo– otros medios de comunicación como la radio o Internet. La ame-
naza de la televisión afecta, según Bourdieu, la autonomía del campo intelec-
tual, que es lo que realmente le preocupa.
© UOC 201 Los medios de comunicación, la política y la...

4) El discurso de Bourdieu constituye un regreso a las teorías que, dentro del


campo de la comunicación, atribuyen un poder extraordinario (normalmente
de carácter maléfico) a los medios de comunicación social.
5) Finalmente, debe decirse que Bourdieu pone de manifiesto una actitud
elitista y aristocrática que tiende a desconfiar sistemáticamente de la “cultura
popular de masas” y que –a nuestro entender– impide hacer un análisis más
lúcido y sereno sobre esta realidad.
Esta actitud “elitista” y el discurso “apocalíptico” contra los medios y las
industrias culturales hacen que la obra de Bourdieu (a pesar de pertenecer a
otra generación) tenga algunas afinidades o parecidos con la teoría crítica que
–como veremos más adelante– defienden los autores de la escuela de Frankfurt.

6. Los estudios culturales y la cultura mediática

Los estudios culturales se han convertido en una disciplina académica que


ha logrado una gran expansión en el mundo universitario, sobre todo en los
países anglosajones. Pero lo cierto es que, a diferencia otras ciencias, los estu-
dios culturales no se caracterizan por la existencia de un objeto de análisis
muy definido ni de una metodología especifica, ni siquiera de un marco teó-
rico compartido. Los estudios culturales se preocupan, prioritariamente, por
estudiar la dimensión ideológica de los productos culturales e inciden especial-
mente en elementos como la etnia, la clase social o el género en la producción
cultural. Desde esta óptica, estos elementos son clave para entender cómo
los individuos y los grupos vinculados a determinadas subculturas crean su
propio estilo de vida y configuran sus referentes culturales y, a la vez, resisten
activamente ante las formas y los modelos culturales dominantes. Por eso, se
propone un análisis de la cultura enmarcada en las relaciones sociales y en el
sistema en cuyo interior es producida y consumida. Esto hace que los estudios
culturales estén estrechamente ligados a la economía, la política y la sociedad.
Por otro lado, teniendo en cuenta que la producción y el consumo de
la cultura tiene lugar, en gran medida, a través de los medios, es lógico que
los estudios culturales hayan tomado como uno de sus objetos centrales de
© UOC 202 Sociología de la comunicación

reflexión la llamada cultura popular mediática. Efectivamente, las industrias


culturales y los medios (como por ejemplo el cine, la televisión, la música
popular, la prensa, etc.) tienen un papel muy importante en la configuración
de los referentes culturales y condicionan el modo de pensar, de observar y de
actuar. En la sociedad actual, los medios se contemplan como potentes agentes
de socialización y educación, dado que proporcionan, entre otras cosas, los
héroes modernos, los modelos de comportamiento, los valores morales, etc.
Sin embargo, a diferencia de otras aproximaciones a los medios, los estudios
culturales, influidos por las corrientes de pensamiento posmoderno, no acep-
tan la distinción que a menudo se establece entre “alta” y “baja” cultura. Por el
contrario, defienden una visión de un contínuum de artefactos culturales que
van desde la gran novela hasta la “teleporquería”. Desde esta óptica se pone
en cuestión la posibilidad de establecer cualquier tipo de canon o jerarquía
cultural en el ámbito de la cultura mediática. Por último, también hay que
destacar una reacción de los estudios culturales frente a la colonización cultural
(o americanización) que se produce mediante las nuevas industrias culturales.
El 1963 se crea el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la
Universidad de Birmingham. En esta institución se reunieron varios autores
que, desde una perspectiva crítica o radical de origen marxista o neomarxista,
llevaron a cabo una investigación sobre el control ideológico de los medios por
parte de los grupos poderosos, y también sobre cómo se producía la interna-
lización inconsciente de los valores de la cultura dominante por parte de los
consumidores. Los miembros de la escuela de Birmingham fueron de los prime-
ros en analizar los efectos de los diferentes tipos de medios en las audiencias.
También se interesaron por cómo diferentes tipos de audiencias interpretaban
y usaban los medios en diferentes contextos, y por qué eran los factores que
hacían que las audiencias respondieran de forma diferente. Sin ningún tipo de
duda, el representante por excelencia de esta escuela es Stuart Hall.
Pero desde los estudios culturales británicos se propuso una manera radi-
calmente nueva de analizar el rol de los medios de comunicación social y de
reivindicar el protagonismo de la audiencia y de los procesos de recepción cul-
tural. Se entiende la recepción de los productos mediáticos fundamentalmente
como un proceso hermenéutico y que tiene una indiscutible significación cul-
tural (véase el capítulo 5, apartado 2.5.3).
© UOC 203 Los medios de comunicación, la política y la...

Figura 10. Stuart Hall se muestra crítico con el “determinismo textual”


y constata que existen diferentes niveles de lectura.

Precisamente, a partir de la década de los ochenta se observa un cambio en


la orientación de los estudios culturales, ya que la influencia de los referentes
marxistas disminuye –sin desaparecer– y, por el contrario, aumenta la relevan-
cia de los nuevos movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo,
movimientos de gays y lesbianas, etc.), del papel de la juventud como actor
revolucionario y del pensamiento posmoderno.
Durante décadas los discursos hegemónicos sobre los medios de comunica-
ción ponían de relieve casi únicamente los procesos técnicos de producción y
difusión cultural. Se consideraba la audiencia como un elemento pasivo, dócil
y absolutamente influenciable.
En la década de los noventa, los estudios culturales han ampliado su campo
de interés a la cultura transmitida a través de los ordenadores y las nuevas
tecnologías, en definitiva, hacia los nuevos medios y la cibercultura, ámbitos
que han experimentado durante los últimos años un crecimiento exponencial.
Una idea a tener en cuenta es el modelo codificador-descodificador de
Stuart Hall (1973), en el que criticaba el determinismo textual hasta entonces
imperante, según el cual el sentido de un mensaje permanece inalterable en
el doble proceso de codificación por parte del emisor y de descodificación por
© UOC 204 Sociología de la comunicación

parte del receptor. En cambio, Hall afirma que el receptor (el lector de prensa, el
radioyente, el telespectador, el internauta) a la hora de descodificar un mensaje
no asume un rol puramente pasivo (receptivo), sino que existe la posibilidad
de que, al no compartir unos mismos códigos, una misma posición social y un
mismo bagaje personal, la recepción del sentido del mensaje sea, en menor o
mayor medida, diferente de la que le da el emisor (el productor o el editor del
medio en cuestión). Concretamente, Hall contempla tres posiciones hipotéti-
cas del receptor del texto:
a) Una lectura dominante (o hegemónica), en la que el receptor (o “lector”)
comparte plenamente el sentido del mensaje dado por el emisor. Hay una
plena coincidencia con la “lectura preferida” del emisor.
b) Una lectura negociada, donde el receptor comparte en mayor o menor
medida el sentido del mensaje dado por el emisor, pero que en determinados
casos lo modifica o se resiste en función de su posición social, de su experiencia
y de sus intereses. Es una lectura, pues, que implica un determinado grado de
contradicción con la lectura preferida del emisor.
c) Una lectura opuesta (o contrahegemónica), el receptor, cuya posición
social lo sitúa en una relación directamente opuesta al código dominante,
comprende la lectura preferida, pero no comparte el código y en consecuencia
la rechaza, y se apunta a otro código o marco de referencia.

7. El estudio de las audiencias y de la recepción

En este apartado se presentan dos ámbitos de estudio que son clave en los
estudios de comunicación. Se trata de los conceptos de audiencia y de recepción.
Los dos se encuentran estrechamente ligados. Tanto en cuanto a las audiencias
como en cuanto a la recepción –o si se quiere el análisis de la recepción–, las
nuevas aportaciones teóricas que se han realizado en las últimas décadas plan-
tean perspectivas innovadoras que merecen una aproximación, aunque sea
puntual, a su conocimiento.
En nuestra vida cotidiana, los ciudadanos usamos, de forma alternativa,
múltiples medios de comunicación. Desde el mismo momento que nos levan-
© UOC 205 Los medios de comunicación, la política y la...

tamos por la mañana hasta que volvemos a la cama por la noche, práctica-
mente todo el mundo habrá consumido una forma u otra de comunicación
mediática. Desde este punto de vista, el estudio de las audiencias se ha conver-
tido en un objeto de interés por parte de todos los actores que tienen algo que
transmitir y por el cual esperan obtener una determinada gratificación que, en
la mayoría de casos, es de tipo económico (empresas, particulares), pero que
también puede ser de política (apoyo, legitimidad) o, más concretamente, elec-
toral (esencialmente votos).
Hay que tener en cuenta que, como consecuencia del desarrollo de las tec-
nologías de la información y de la comunicación, que nos permiten acceder a
docenas de canales de televisión o de emisoras de radio, es obvio que se pro-
duce una elección selectiva, en el sentido de que acostumbramos a seleccionar
un determinado tipo de programas o contenidos, y descartamos otros. Por
supuesto que esta selección responde a criterios que pueden ser, en cada uno
de nosotros, de naturaleza muy heterogénea. Pero, aun así, el conocimiento de
estos criterios tiene un gran interés para los agentes implicados en la comuni-
cación, puesto que les permite ofrecer un “producto” mucho más adaptado a la
demanda y en consecuencia con mucha más posibilidad de tener éxito.
Como se ha explicado en anteriores capítulos, desde una perspectiva tradi-
cional, el análisis de las audiencias parte de la consideración de que la audien-
cia es un fenómeno de masas, lo cual implica una serie de consideraciones.
La primera es que el consumo de los medios tiene lugar de forma individua-
lizada, es decir, que el acto del consumo lo realiza cada individuo, aislado del
resto de la sociedad, en la intimidad de su hogar. Se trata, pues, de una acción
realizada, supuestamente, al margen de las influencias externas.
Una segunda consideración es que, a pesar de lo que acabamos de decir,
los individuos que comparten unas mismas variables sociodemográficas (sexo,
edad, religión, origen geográfico, nivel de estudios o de renta, etc.) suelen com-
partir también unas mismas preferencias o gustos.

Usos y gratificaciones
Un cambio sustancial en los estudios de comunicación que destaca el protagonismo de la
audiencia se produce con la teoría de los usos y las gratificaciones, que hace hincapié la
utilidad o el uso que de los medios hace el público para satisfacer diferentes necesidades.
De esta manera se cambia la perspectiva tradicional: en lugar de preguntar qué hacen los
medios a las audiencias, cómo influyen en ellas, se pregunta qué hacen las audiencias –el
© UOC 206 Sociología de la comunicación

público– con los medios. La respuesta es que el público utiliza los medios para satisfacer o
complacer unas necesidades. ¿Qué necesidades? Las más aludidas han sido: la vigilancia
o control (saber qué pasa); las relaciones personales, la identidad personal o la diversión
(ocio y escapismo). En consecuencia, esta aproximación niega que los ciudadanos adopten
una actitud pasiva hacia los medios. Todo lo contrario, tienen unas expectativas que preten-
den satisfacerlas cuando los consumen. Fijémonos en que, en función de la gratificación
esperada, el ciudadano consumirá un tipo de medio u otro. Por ejemplo, si lo que se espera
es estar informado de lo que pasa en Siria, el ciudadano optará por seguir los programas
informativos (telediarios, reportajes de investigación, etc.) Por el contrario, si lo que quiere es
evadirse de una determinada realidad o quiere simplemente divertirse, lo probable es que
opte por programas de escándalos, concursos o programas de humor. Dicho de otro modo,
esta aproximación es escéptica respecto a la influencia que pueda tener un medio en un
individuo que no espera nada de él y que en consecuencia, el incentivo para consumirlo es
muy bajo o, directamente, nulo.

En tercer lugar, se considera que la llamada “lectura preferida”, es decir, el


sentido del texto (escrito, visual o de audio) que el emisor transmite está com-
pletamente aceptado e interiorizado por el receptor, de forma que se logran
de forma plena, los objetivos o propósitos del emisor, y en consecuencia, se
“degrada” el receptor a un rol puramente pasivo.
Para finalizar, está el uso de un imponente volumen de datos cuantitativos,
que sirven para elaborar clasificaciones de audiencias y que son uno de los
reclamos que más interesan a los empresarios o ejecutivos, por un lado, y a los
políticos, por el otro. Sin embargo, y a pesar de reconocer que en los últimos
años se ha producido un elevado grado de refinamiento y perfeccionamiento
de las técnicas cuantitativas, que las hace mucho más exactas o fidedignas,
parece evidente que no se puede equiparar el acceso cuantitativo a un determi-
nado programa de televisión y la influencia (cualitativa) que este puede llegar
a tener en nuestras vidas cotidianas.
© UOC 207 Los medios de comunicación, la política y la...

Medir las audiencias


En nuestro país los principales sistemas para medir la difusión de los medios y las audien-
cias son:
OJD (Oficina de Justificació de la Difusió): http://www.introl.es/
EGM (Estudi General de Mitjans): http://www.aimc.es/-Que-es-el-EGM-.html
Baròmetre de la Comunicació i la Cultura: http://www.fundacc.org/fundacc/ca.html
Panells d’audiometria (Kantar Media): http://www.kantarmedia.es/
La OJD nos da los datos de venta de los periódicos y las revistas (en puntos de venta, por
suscripciones y donaciones, etc.) Y de ahí podemos extraer unos datos importantes, que
tienen que ver con los datos de difusión. La OJD interactiva también nos aporta datos de
consumo de publicaciones por Internet. Las mismas empresas dan los datos que luego son
auditadas por la OJD. De todas formas, si no queremos saber solo los datos de difusión, sino
también la audiencia real (lectores, oyentes o espectadores) necesitamos otros sistemas
de medición. En este caso se utilizan encuestas. Estos son los datos que nos proporciona
el Baròmetre (para Cataluña) o el EGM para el conjunto del Estado. Se trata de grandes
encuestas que, mediante muestras representativas, nos aportan datos sobre el consumo de
diferentes medios (prensa, revistas, radio, televisión) y otros consumos culturales.
Tanto los datos de venta como los de lectura son necesarios: nos puede interesar saber qué
diario se vende más en los puntos de venta, y también qué publicación tiene más suscripto-
res, pero también nos interesa saber quién lee realmente el diario (la encuesta nos permite
sabe si se compra un diario, cuántos miembros del hogar lo leen por ejemplo, o quien lo lee
en un bar, en una biblioteca, etc.).
Para finalizar, para medir exclusivamente la programación televisiva disponen de los paneles
de audiometría. Los audímetros son dispositivos electrónicos instalados en 4.625 hogares
(+10.000 individuos) de toda España que recogen la actividad del televisor mientras se
encuentra encendido (cuándo se enciende, quién lo hace, a qué hora, qué cadenas y cam-
bios de canal). Se conocen datos sociodemográficos de estas personas, lo cual permite obte-
ner conclusiones sobre el tipo de programas que prefieren determinados grupos sociales o
los horarios en función de la edad. Se tienen en cuenta los datos de audiencias de personas
con una edad superior a cuatro años.
No obstante, aunque los datos de audiencias y difusión nos ofrecen una información rele-
vante y útil se deben completar con un análisis cualitativo que ninguna encuesta o datos de
tipo cuantitativo nos puede ofrecer. Es necesario saber también la opinión, la mirada, el tipo
de opiniones que genera la recepción de cualquier programa o publicación.

En oposición a este paradigma clásico, los últimos años se han desarrollado


una serie de teorías que, globalmente, podemos denominar como nuevo aná-
lisis de la recepción.
El elemento central de esta aproximación es la tesis de que la audiencia, es
decir, los receptores, lejos de adoptar una posición pasiva respecto al sentido
© UOC 208 Sociología de la comunicación

de un mensaje (texto) que reciben, adoptan una posición activa, de modo que
construyen su propio sentido del texto, que nada puede situar más lejos o más
cerca de la “lectura preferida” del emisor. Dicho de otro modo, las audiencias
no son simples consumidores, sino que son productores activos de sentido,
puesto que descodifican los textos mediáticos en función de sus circunstan-
cias sociales y culturales, y también de cómo, individualmente, experimentan
estas circunstancias. Así, un mismo programa de televisión puede ser “leído” o
interpretado” de formas bastante diferentes en función del tipo de audiencia.
Para llevar a cabo sus estudios, más que utilizar la técnica del cuestionario,
se prefieren emplear métodos cualitativos a pequeña escala. Así, por ejemplo,
entrevistas en profundidad individuales, o también por grupos, para desvelar
los sentidos que los grupos pequeños de lectores generan de los diferentes tex-
tos mediáticos, poniendo un énfasis especial en la ubicación de los miembros
del grupo en un contexto sociohistórico concreto. Estos métodos cualitativos
propios de la sociología se complementan o combinan con técnicas propias de
la crítica literaria. Igualmente también se han empleado técnicas etnográficas
para captar con más detalle la recepción de los mensajes mediáticos. Así, desde
los años ochenta, se han sucedido una serie de estudios de caso que analizan
algunas de las principales series de televisión, en formato de comedia o folletín.

8. La teoría crítica

El foco central de la teoría crítica está en la llamada escuela de Frankfurt. La


escuela de Frankfurt tuvo entre sus miembros algunos de los más destacados
intelectuales alemanes y centroeuropeos del siglo xx. Así, conviene mencionar
la presencia en sus filas de personalidades como Horkheimer, Adorno, Marcuse
y Benjamin. En los autores de esta escuela se daba una preferencia por tratar
cuestiones referidas a la superestructura (cultural, ideológica, política), antes
que las relacionadas con los aspectos más materiales, o de base económica,
correspondientes a la infraestructura.
El resultado fue el desarrollo de una crítica a la ideología de la sociedad capi-
talista y a la llamada industria (o industrias) de la cultura. La gran aportación
© UOC 209 Los medios de comunicación, la política y la...

de estos autores es señalar los rasgos característicos de la cultura de masas en


una sociedad capitalista de carácter tecnológico, industrial y mercantilista.
Industria de la cultura es un término empleado por los miembros de la escue-
la de Frankfurt y nace de la reacción manifiesta contra el uso de la noción de
cultura de masas que algunos autores, como Adorno, rechazan porque consi-
deran que la masa prácticamente no participa en su elaboración. Sustituyeron
la expresión de cultura de masas por industria de la cultura para excluir la
interpretación de que la cultura surge de manera espontánea de la propia masa.
Utilizaron este concepto y no el de cultura de masas, porque consideraban
que esta último podía dar a entender que las masas eran las responsables de la
degeneración de la cultura. Con el auge del nazismo en Alemania, la reflexión
frankfurtiana asumió unas connotaciones claramente pesimistas y llegó a la
conclusión de que el potencial revolucionario del proletariado se había desva-
necido en gran parte como consecuencia de los efectos negativos que tanto la
alta cultura como la cultura popular habían ejercido en la conciencia de la clase
obrera. Efectivamente, esta había sido adoctrinada en los valores y las normas
de la sociedad capitalista y los había acabado aceptando. Dicho en otras pala-
bras, la industria de la cultura –junto con la burocracia dominante– había ejer-
cido un papel altamente manipulador en la sociedad moderna y había servido
para contrarrestar y controlar la conciencia opuesta (la revolucionaria proleta-
ria), desvaneciendo cualquier amenaza a la dominación de la clase capitalista y
fomentando la aparición de una “falsa conciencia”.
En definitiva, se concluye que la sociedad de consumo, ciertamente, ofrece
una mejor calidad de vida estándar, y determinadas comodidades y gratifica-
ciones, que son aceptados por los trabajadores. Sin embargo, según su parecer,
también fomenta una apatía social y política. Esta apatía es aprovechada por
los grupos que controlan la sociedad capitalista. Desde este punto de vista,
pues, los mass media se interpretan como instrumentos de control social y de
opresión dirigidos por los grupos que controlan la sociedad (capitalista).
Las críticas a los planteamientos de la escuela de Frankfurt han sido impor-
tantes:
1. En primer lugar, se trata de un discurso teórico que tiende a rehuir de la
investigación empírica. Efectivamente, la mayor parte de trabajos de los auto-
res de la escuela son ensayos de carácter filosófico extraordinariamente críticos
respecto a algunos aspectos de la cultura propia de las sociedades capitalistas
en la era del consumo masivo.
© UOC 210 Sociología de la comunicación

2. En segundo lugar, tendríamos que destacar el carácter aristocrático y eli-


tista de su crítica a la cultura de masas. Concretamente se critica que la escuela
de Frankfurt distinga claramente entre lo que es el auténtico arte, la auténtica
cultura, por un lado, y lo que es la cultura vulgar (o de masas), por el otro. De
este modo, el intelectual es quien establece una determinada noción de auten-
ticidad abstracta, al margen de la sociedad, y donde el concepto de ser humano
ocupa una posición ahistórica y, en definitiva, esencialista.
3. Para terminar, existe la sospecha de que estamos ante un proyecto tota-
lizador, en el que se da por sentado que el intelectual reconoce cuáles son las
auténticas necesidades humanas.

La obra de arte en la era de la reproducción en serie


Walter Benjamin (1892-1940) es un autor relativamente distanciado del
núcleo principal de la escuela de Frankfurt. Hizo una valiosa aportación sobre
el papel de los medios de comunicación y las potencialidades técnicas y socia-
les de la industria de la cultura. Benjamin se distingue no solamente por la
temática que trata, sino también por su método de acercamiento al estudio de
la realidad. Benjamin (1983) se quedó fascinado por el gran potencial innova-
dor de los nuevos medios de reproducción técnica –la radio, la prensa de masas,
la fotografía o el cine. En La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica,
analizaba el impacto en el mundo de la producción cultural. Benjamin no ve
solo las potencialidades en cuanto a la producción y la reproducción masivas,
algo bastante importante, sino que se da cuenta de que estos nuevos medios
técnicos modifican radicalmente las formas de consumo, la experiencia y la
percepción social de la cultura en la sociedad actual.
© UOC 211 Los medios de comunicación, la política y la...

Figura 11. Walter Benjamin (1892-1940) en su obra La obra de arte a la era de su reproduc-
tibilidad técnica estudia las transformaciones culturales de la primera mitad del siglo xx.

Las nuevas técnicas de producción y reproducción cultural posibilitan una


creación destinada a un consumo masivo; los bienes culturales son reproduc-
ciones o copias de un original o, como en el caso del cine, no se puede hablar
propiamente de una copia original. En el caso de la copia, nos dice Benjamin,
falta el sentido de originalidad, de autenticidad inherente a la obra de arte
entendida en un sentido clásico. Para Benjamin, la sustitución del original, de
la pieza única, por una multitud de copias, modifica sustancialmente el con-
cepto clasicista del arte. A la copia le falta el hic et nunc de la obra de arte; es
decir, le falta una existencia única e irrepetible dentro de un espacio concreto
y privilegiado. En su contexto cultural, dice Benjamin, la obra de arte impone,
por muy cerca que se encuentre del espectador, un distanciamiento. Y esta
distancia, esta no presencia, es lo que él denomina aura.
La posibilidad de reproducir masivamente los bienes culturales mediante
la técnica –dice Benjamin– ha permitido que las cosas sean espacialmente y
humanamente más cercanas, lo que ha provocado una decadencia radical del
© UOC 212 Sociología de la comunicación

aura, y esto coincide con la irrupción histórica de un público masivo. Así, la


aplicación de las nuevas tecnologías ha contribuido a cambiar profundamente
la naturaleza de los productos culturales y comunicativos, y su relación con el
individuo que las capta. Ya la fotografía y el cine representaron cambios impor-
tantes en la naturaleza de la obra de arte.
Benjamin es realmente un autor atípico por varias razones. En un contexto
de aparición y desarrollo de los medios masivos de comunicación fue de los
pocos autores que vio el potencial democrático y revolucionario que estos
podían tener. Parece interesante ver el paralelismo existente en el contexto
de expansión de los medios de comunicación de masas durante la segunda
y tercera década del siglo pasado y lo que se produce a finales de siglo con la
irrupción de las tecnologías de la información y la comunicación. Además, se
aleja del carácter elitista del resto de autores frankfurtianos. En definitiva, es
uno de los primeros autores que se acerca a una posición que no desprecia la
recepción por parte de las personas de los mensajes comunicativos. Es uno de
los primeros pensadores que sentará las bases de lo que, entrados ya en el siglo
xxi, y con la expansión de las TIC, se ha denominado la ruptura de la unidirec-

cionalidad de la comunicación, que ofrece la posibilidad al tradicional receptor


de los mensajes de poderse convertir, potencialmente, en creador de estos.

9. La autocomunicación de masas y la política en la sociedad


red

A partir del proceso de expansión de las tecnologías de la información y la


comunicación, la evolución de Internet y las redes sociales, con la extensión
de las redes horizontales de comunicación interactiva que conectan lo global
y lo local, se ha roto definitivamente una visión homogénea de la teoría de
la comunicación que durante décadas se había centrado en el poder de los
medios de comunicación de masas y en su capacidad para enviar mensajes
unidireccionalmente a un público pasivo, atomizado y disperso. Han nacido
nuevas formas de comunicar masivas, en que las personas generan sus propios
sistemas de comunicación, con la posibilidad de compartir y reconfigurar
© UOC 213 Los medios de comunicación, la política y la...

digitalmente los mensajes (es lo que Castells denomina autocomunicación de


masas). Para Castells, en las sociedades actuales conviven diferentes formas de
comunicación: la comunicación interpersonal, la comunicación de masas y
autocomunicación de masas.

Figura 12. Intervención de Manuel Castells en la acampada de los indignados en la plaza


de Catalunya (#acampadabcn, 27/05/2011).

En Comunicación y poder (2009), Castells realiza una descripción del sistema


político actual a partir de tres fenómenos que se relacionan y se complemen-
tan: la política de medios, la política del escándalo y la consecuencia lógica de
las dos anteriores: la crisis de la democracia. Como medios incluye tanto los
medios de masas como la autocomunicación de masas. Aquello que Castells
denomina política de medios es básicamente la política “marquetiniana” que
funciona actualmente, en la que el poder político y los medios de comunica-
ción establecen alianzas estratégicas.

“En muchos casos la crisis de legitimidad provoca un aumento de la movilización


en vez de un alejamiento político. La política de medios y la del escándalo contribu-
yen a la crisis mundial de legitimidad política, pero la bajada de la confianza pública
no es sinónimo de una bajada en la participación política. Puestos contra las cuerdas
por la desafección ciudadana, los líderes políticos se inventan nuevas maneras de
conectar y activar a sus electorados. Desconfiados de las instituciones, pero decidi-
dos a reivindicar sus derechos, los ciudadanos buscan formas de movilizarse dentro
© UOC 214 Sociología de la comunicación

y fuera del sistema político por su cuenta. Precisamente es esta distancia creciente
entre la creencia en las instituciones y el deseo de acción política lo que constituye
la crisis de la democracia.” (Castells, 2009: 431)

Hay que destacar que el desarrollo de las TIC e Internet están comportando
un gran cambio en la comunicación política, dado que supone la consolidación
de nuevos canales de comunicación que permiten una aproximación mucho
más masiva, pero, a la vez, también mucho más personalizada. En los últimos
años surgen continuamente nuevos recursos tecnológicos que posibilitan una
comunicación directa e instantánea entre políticos y ciudadanos. Actualmente,
en cualquier tipo de elecciones, los candidatos transmiten sus mensajes a través
de una gran cantidad y tipos de redes sociales. El ejemplo máximo lo vimos
en las elecciones norteamericanas ganadas por Obama. Las tecnologías de la
información y la comunicación tuvieron un papel clave en su campaña. Todo
ello ha hecho que la comunicación política se interese por el impacto de las
tecnologías de la información y la comunicación, y por sus consecuencias en
el proceso de generación y difusión de mensajes informativos. Potencialmente
nos encontramos en un momento histórico en que las TIC también implican
un replanteamiento de la participación ciudadana en las instituciones, que
reformulan la representatividad exclusiva de los políticos electos a favor de una
ciudadanía más activa.

Palabras clave:
agenda building espacio público
agenda setting espiral del silencio
autocomunicación de masas framing
campo mediático gatekeeper
clima de opinión habitus periodístico
comunicación política líderes de opinión
cultura de masas modelo de la propaganda
democracia deliberativa modelo democrático corporativo
democracia demoscópica modelo liberal
democracia liberal modelo pluralista polarizado
democracia representativa opinión pública
© UOC 215 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

Capítulo V

Culturas juveniles y comunidades fans en la era digital

“El gusto, propensión y aptitud para la apropiación (material y/o simbólica) de


una clase determinada de objetos o de prácticas enclasadas y enclasantes, es la fór-
mula generadora que se encuentra en la base del estilo de vida, conjunto unitario
de preferencias distintivas que expresan, en la lógica específica de cada uno de los
subespacios simbólicos –mobiliario, vestidos, lenguaje o hexis corporal–, la misma
intención expresiva.”
P. BOURDIEU, 1988 (1979), La distinción, p. 172-173.

1. Estilos de vida y culturas juveniles

La noción de estilo de vida conecta con una concepción muy amplía de cul-
tura. Desde este punto de vista se puede entender la cultura como un modo
global de vivir y de tomar la vida, como una forma de estar en el mundo
(Busquet, 2010). El estilo de vida, pues, es una noción vinculada a las prácticas
cotidianas y a los gustos de los individuos que forman parte de los grupos o
de las clases sociales. Se trata de una noción importante que nos permite tra-
tar fenómenos como la moda, el consumo cultural o las culturas juveniles. El
estilo de vida contempla el desarrollo de las prácticas en el tiempo de ocio, las
costumbres y los hábitos culturales en un sentido amplio.
La noción de estilo de vida actualmente disfruta de un uso amplio y variado,
tanto en el campo de la sociología como, principalmente, en el de la investi-
gación sobre la estratificación social o en la investigación de mercados, donde
se ha utilizado en los estudios sobre consumo. A pesar de esto, no siempre hay
consenso en la definición de su significado.
© UOC 216 Sociología de la comunicación

El concepto estilo de vida fue elaborado por autores clásicos de la sociología,


como Gabriel Tarde y George Simmel, pero fue Max Weber quien, en el ámbi-
to de las ciencias sociales, dio una definición más precisa. Weber habló de los
“estilos de vida” cuando, en un diálogo tácito con Marx, afrontó la existencia
de las clases sociales en las sociedades capitalistas (véase el capítulo 1).
Desde una perspectiva marxista la propiedad (además de la riqueza y la ocu-
pación) es el principal criterio convencional para la definición de la posición
de clase. Weber introduce algunos matices que son clave para la adscripción
de alguien dentro de un grupo social, dado que la concepción marxista de las
clases, a principios del siglo xxi, no es lo bastante satisfactoria para explicar el
tema de la identidad y del sentido de pertenencia que los individuos mantie-
nen con un grupo social concreto.
Para Max Weber, en cambio, la clase social se puede definir como un grupo
de individuos que comparten un rol profesional y unas mismas condiciones
de trabajo. Weber, destaca, también, la importancia que tienen o pueden tener
los factores culturales (extraeconómicos y extralaborales) en la definición de
la clase, puesto que las clases sociales son grupos humanos con unos rasgos
de identidad comunes, lo que puede influir fuertemente en su “estilo de vida”
particular.
Según Weber, la descripción de la estratificación social se complica por la
existencia de los “grupos de estatus”. Se puede hacer una distinción estricta
entre clase y grupos de estatus: “Por lo tanto, podemos decir –arriesgándonos
a simplificar– que las clases se estratifican de acuerdo con sus relaciones con
la producción y la adquisición de bienes; mientras que los grupos de estatus se
estratifican según los principios del consumo de bienes, tal como viene repre-
sentado por estilos de vida particulares” (Weber, 1969).
El estilo de vida es muy importante para identificar el modo de ser, de hacer
y de sentir de los miembros de determinados grupos. Está vinculado a los gus-
tos, preferencias y formas de vida de los grupos sociales. Según esta concepción,
el estilo de vida equivale a “los modos de hacer”. El “modo” no se refiere solo
a la mera apariencia o al aspecto exterior de las acciones o de los comporta-
mientos, sino al registro entero, minucioso y completo. Los partidarios de
este enfoque proyectan una visión totalizadora de la cultura (muy cercana a
la concepción antropológica de cultura). En este caso, cultura y estilo de vida
son dos nociones casi sinónimas. Como hemos dicho, la cultura se contempla
como una forma global de vivir y de afrontar la vida, una manera de estar en
© UOC 217 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

el mundo.
Podemos mencionar los hábitos gastronómicos, la moda en el vestir, la
decoración de la casa, las actividades que se hacen durante las vacaciones, etc.
El estilo de vida incluye todas estas manifestaciones y el modo particular de
llevarlas a cabo, que pueden lograr un alto nivel de sofisticación y alta carga
simbólica. Por ejemplo, el vestido y las formas de comportamiento externo
transparentan, con más o menos claridad, la condición social de las personas:
la edad, el sexo, la clase y el origen social, la profesión, etc.
El estilo de vida está muy condicionado a las actividades que se hacen en
el tiempo de ocio y se refleja, por ejemplo, en el tipo y estructura del gasto
familiar. Generalmente nuestros hábitos de consumo y de gasto están en cier-
ta correspondencia con nuestra posición en la estructura de clases sociales.
También depende de la situación económica y de las expectativas de futuro.
Por ejemplo, en un contexto de crisis las personas adoptan generalmente com-
portamientos más prudentes y austeros.
La visita a determinados comercios o el consumo de productos de determi-
nadas marcas, por ejemplo, pueden indicar con bastante precisión el estatus
social que tenemos o la posición a la cual aspiramos. Del mismo modo que
jugar al golf, esquiar o jugar a pádel no es lo mismo que salir en bicicleta o
jugar a fútbol.

Figura 1. Jugar al golf en familia puede ser una práctica social muy distinguida.
© UOC 218 Sociología de la comunicación

El estilo de vida se conforma especialmente durante los años de la niñez y


está muy vinculado al entorno familiar. Aun así, el estilo de vida evoluciona y
se transforma a lo largo de todo el ciclo vital. En algunos casos de forma más
intensa que en otros. Más o menos conscientemente. ¿Nos hemos pregunta-
do alguna vez por qué niños y niñas de nueve o diez años llevan las mismas
mochilas, los mismos estuches o la misma ropa? Se trata de una edad en que
la aceptación por el grupo es fundamental. En cambio, cuando se llega a la
adolescencia, se inicia un cierto proceso de diferenciación y a la vez de asocia-
ción a otros que “son como yo”. En este proceso constante de diferenciación
y de asociación las preferencias musicales, el consumo de unos determinados
productos, un tipo de hábitos, o unas determinadas prácticas de ocio irán defi-
niendo las afinidades personales y las discrepancias entre grupos sociales.
Los miembros de un grupo se pueden reconocer fácilmente entre sí por su
aspecto externo (y distinguirse de los otros grupos). El vestido es, quizás, el
elemento de identificación principal, que generalmente se corresponde con
unos hábitos, unas formas de comportamiento y un lenguaje corporal. La ropa,
pues, no sirve solamente para tapar y proteger al individuo, sino que también
sirve para adornarlo y distinguirlo. El vestido tiene esencialmente una función
de reconocimiento, tanto dentro del grupo como de cara a los extraños, de tal
manera que mediante el tipo de ropa es relativamente fácil –sobre todo en las
sociedades tradicionales– (re)conocer una clase e incluso la profesión que ejerce
un individuo.
Algunos grupos sociales, y buena parte del conjunto de la sociedad, con-
tinúan actuando siguiendo estas pautas. Sin embargo, tenemos que tener en
cuenta también un hecho nada trivial y que a veces comporta cierta dificultad
a la hora de determinar qué lugar ocupa una persona o la adscripción que tiene
a un determinado grupo o a otros.
No todo es tan evidente: por ejemplo, nos referimos a que una persona
puede mantener un nivel de vida muy superior a sus posibilidades económi-
cas. Por otro lado, puede ser que una persona desee seguir perteneciendo a un
grupo, pero que experimente serias dificultades para llevar ese ritmo de vida.
Por ejemplo, alguien que haya tenido un alto poder adquisitivo en el pasado
y haya consumido una serie de productos o servicios que le dan la etiqueta de
pertenencia a aquel grupo intentará, si no puede sostener ese ritmo de vida,
eliminar los gastos superfluos, que a lo mejor son considerados fundamentales
para otros grupos, pero lo hará dentro de su ámbito privado. Es decir, es prefe-
© UOC 219 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

rible consumir marcas blancas en el día a día que eliminar el gasto como socio
de un club distinguido o la cena en el restaurante donde todo el mundo me va
a ver, donde pueda mostrarme a los demás.
Hacer un estudio de los estilos de vida en nuestra sociedad no es sencillo. Se
constata un cierto eclecticismo y una mezcla notable de estilos. La heterogenei-
dad es muy grande y solo a partir de un proceso de observación muy minucioso
podemos diseccionar los diferentes estilos de vida. En cualquier caso, lo que
marque tu pertenencia no será solo la ropa, que será solo uno de los elementos
que habrá que tener en cuenta.
El consumo de productos de determinadas marcas o la adquisición de esta
ropa en unas tiendas o en otras es también una buena manera de diferenciarse
y significarse socialmente. En definitiva, los gustos y las formas de comporta-
miento, que se encuentran en el centro de un determinado “estilo de vida”,
actúan (o pueden actuar) como un buen indicador externo que sirve para ubi-
car a las personas en su grupo social de pertenencia.

1.1. Consumo ostentoso y clase ociosa

“Parte del encanto atribuido al zapato de charol, a la ropa blanca inmaculada, al som-
brero de copa brillante y al bastón –que realzan en tan gran manera la dignidad natural
de un caballero– deriva del hecho que sugiere que el usuario, vestido así, difícilmente
puede ayudar a realizar alguna tarea útil. Los vestidos elegantes sirven a su finalidad de
elegancia no solamente por el hecho de ser caros, sino también porque constituyen el
símbolo del ocio.” (Thorstein Veblen, The Theory of the Leisure Class, 1899)

Los miembros de la burguesía no tienen al nacer ningún carácter esen-


cialmente diferenciado. En las sociedades liberales prevalece el principio de
igualdad de oportunidades. ¿Pero qué permite a los burgueses distinguirse
socialmente? Una respuesta muy sugerente la formuló Thorstein Veblen (1857-
1929), el primer economista que, más allá del análisis económico convencio-
nal, habló del “consumo ostentoso” relacionado con el afán de presunción y
de distinción social por parte de los miembros de esta clase privilegiada. Hasta
entonces, los economistas relacionaban el consumo solo con la satisfacción de
las necesidades materiales básicas para vivir (el consumo estaba subordinado a
© UOC 220 Sociología de la comunicación

la producción). En The Theory of the Leisure Class (1899), Veblen se da cuenta de


que el consumo responde a una profunda inquietud social y psicológica: ¿qué
puedo hacer yo para mejorar mi imagen y reputación social?

Figura 2. Thorstein Veblen (1857-1929) describió el dispendio de tiempo


y el consumo ostentoso como la principal estrategia para significarse socialmente
por parte de las clases acomodadas.

La teoría de la clase ociosa es un retrato histórico de las formas de vida


de ciertas familias de la alta burguesía norteamericana a finales del siglo xix.
Veblen explica magistralmente las formas de ostentación y presunción social,
y pone de manifiesto la sutileza y la enorme complejidad del tema. Veblen
subraya la importancia de algunos factores particulares que inciden en el fenó-
meno de la distinción. Según Veblen, cualquier gasto que contribuya de mane-
ra efectiva a la buena fama del individuo generalmente se tiene que hacer en
cosas caras y superfluas. Esta se fundamenta principalmente en la propiedad y
la riqueza, y se expresa mediante la ostentación de tiempo (lo ociosidad) y las
formas de consumo (consumo conspicuo). La tesis principal del autor es que
el consumo no ha estado nunca solamente al servicio de la satisfacción de las
“auténticas” necesidades humanas, sino que también sirve para incrementar el
estatus y el prestigio social. Veblen considera que a finales del siglo xix la clase
ociosa estaba en condiciones de imponer las formas de comportamiento que la
caracterizan, sus gustos y, en definitiva, todo lo que constituye el estilo de vida
como un modelo de referencia a seguir o a respetar por parte de las demás las
clases sociales. Las observaciones de Veblen son muy pertinentes para analizar
el comportamiento de los individuos en una “sociedad de consumo” y son,
como veremos más adelante, especialmente adecuadas para explicar el compor-
© UOC 221 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

tamiento de los nuevos ricos, que es un comportamiento universal: lo encon-


tramos en todos los países avanzados y, de manera singular, en los llamados
países emergentes (como Brasil, Rusia, India, China, etc.).
El consumo de objetos de lujo, que no tienen ninguna utilidad aparente,
resulta socialmente honorable, como signo de proeza y prueba de dignidad
humana. El consumo llega a ser honorable por sí mismo, especialmente
cuando se refiere a las cosas más caras y más deseadas. Consumir se considera
un hecho “noble” y honorífico en la medida en que los bienes son costosos;
inversamente, la imposibilidad de disponer en la cantidad y calidad necesarias
puede ser un signo de inferioridad y de demérito. Como dice Veblen: un vesti-
do barato es lo que hace a un hombre barato.
Para ganar y conservar el aprecio de los hombres no basta con tener poder
y disponer de riqueza. Hace falta que esta riqueza sea exhibida y puesta de
manifiesto, porque el aprecio social solamente es otorgado ante su evidencia, y
la demostración de la riqueza no solamente sirve para impresionar a los demás,
sino que es útil, lógicamente, para mantener la autoestima.
La lógica que rige la apropiación de los bienes como objetos de distinción
no es, solo, la de la satisfacción de necesidades, sino la de la escasez de estos
bienes y la imposibilidad que otros los tengan. Se trata –como más adelante
dirá el economista británico Fred Hirsch (1977)– de bienes posicionales que no
todo el mundo puede consumir al mismo tiempo y que colocan a sus consu-
midores en una posición de ventaja relativa. Son bienes, como las propiedades
especialmente bien situadas, por los cuales hay una fuerte competencia, lo cual
hace aumentar su precio.

Figura 3. Algunas casas de propiedad situadas en lugares privilegiados son muy codiciadas.
Costa brava catalana.
© UOC 222 Sociología de la comunicación

Veblen era consciente de que para lograr un alto nivel de distinción no bas-
taba con hacer ostentación de la riqueza material. También era muy importan-
te la educación, la sensibilidad, las formas de comportamiento y, en definitiva,
las buenas maneras. El refinamiento de los gustos y este cultivo de la sensibi-
lidad estética, que acompañan al comportamiento, requieren mucho tiempo y
dedicación y, a la vez, no son accesibles a las personas que tienen que destinar
buena parte de su esfuerzo y su energía al trabajo. Estos aspectos –como vere-
mos más adelante– los desarrolló más adecuadamente Pierre Bourdieu en la
segunda mitad del siglo xx.
En definitiva, Thorstein Veblen fue el primer economista que, más allá de la
teoría económica convencional, habló del consumo ostentoso relacionado con el
afán de presunción y de distinción social. Los gustos, el comportamiento y las
formas de comportamiento han sido un importante vehículo de comunicación
social. Mediante el consumo de determinados bienes de lujo las clases altas pue-
den comunicar y reafirmar su situación social. Aun así, la exhibición de la riqueza
es una actitud característica del “nuevo rico”, que necesita afirmarse (y compensar
su origen social humilde) mostrándola como si se tratara de un trofeo.

Figura 4. Algunas marcas de coches de lujo se han convertido en símbolos de estatus.

Las formas más llamativas de ostentación social tienen que ver con un
proceso más o menos artificioso de creación o recreación de la identidad en el
que se ponen de relieve unos atributos considerados positivos. Esta situación
se produce, sobre todo, cuando se da una situación de incongruencia de esta-
© UOC 223 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

tus. Es decir, cuando hay (o se cree que hay) un desequilibrio entre la posición
social que alguien ocupa y el respeto y la consideración social que este alguien
merece, cuando menos, en determinados ámbitos. El nuevo rico es objeto fácil
de burla o de escarnio social. Se ve despreciado y ridiculizado por los sectores
populares que, a menudo, tienen un sentimiento ambivalente de desdén y
envidia hacia los hombres de éxito. El menosprecio existe también entre los
mismos burgueses y, sobre todo, entre los miembros de la burguesía tradicio-
nal, que a menudo adopta formas de comportamiento más austeras y discretas.
Podemos ver como ejemplo paradigmático de una “nueva rica” el caso de
un personaje de un reality televisivo, Mujeres ricas, en que Mar Segura, una de
sus protagonistas, es capaz de decir cosas como las siguientes:

“A mí me contó una amiga, muy experta en arte, que el Louvre es uno de los
edificios arquitectónicos más importantes, primero por toda la mezcla arquitectóni-
ca que tiene este gran edificio (más de 25 arquitectos) y después como rompe con
la pirámide, me parece algo espectacular que no puedes encontrar en ninguna otra
ciudad del mundo.”

“Ya estoy viendo donde lo quiero ubicar. La estética y la primera impresión (...) yo
no pregunto el precio de las cosas. Cuando quiero algo lo quiero ya (...) la gente sabe lo
que cuesta un Miró, puesto que a partir de los 300.000 euros imagínate, pues hazte una
idea (…) Lo he convencido de que el aspecto económico es importante, pero yo creo
que la mirada es lo más importante en el arte (...) es el fruto de un elaborado estudio
de técnicas, de dibujo, de color (…) es cómo el artista refleja su forma de ver la vida.”

Figura 5. Fotograma del episodio de Mujeres Ricas protagonizado por Mar Segura.
© UOC 224 Sociología de la comunicación

Con estos dos fragmentos podemos observar una serie de aspectos bastante
elocuentes. En primer lugar, la protagonista dispone de un poder adquisitivo
muy alto, conseguido a partir de su boda con una persona que hizo fortuna
con mucha rapidez. Ella se convirtió en una nueva rica y es consciente de que
para ser aceptada dentro de determinados círculos sociales tiene que acreditar
y demostrar un nivel cultural y un grado de sensibilidad muy elevado. Por
otro lado, mediante un determinado consumo ostentoso pone de manifiesto
la capacidad económica de la familia (consumo vicario). De aquí su interés
por hablar del Louvre, aunque no mencione ninguna pintura y sí hable de su
arquitectura, o que quiera comprarse un Miró, y a pesar de que ha aprendido
alguna frase hecha, sobre todo tiene claro “donde quiere colocarlo”. En este
caso, su capacidad adquisitiva no está en correspondencia con la sensibilidad
estética y el nivel cultural acreditado.
Esto es el que estudiará en profundidad Bourdieu, décadas después de que
los primeros sociólogos a principios del siglo xx hubieran establecido las bases
para poder hablar del estilo de vida, del consumo ostentoso o de los nuevos
ricos. Bourdieu teorizará y profundizará mucho más en todos estos aspectos
sociales.

1.2. La distinción cultural

El tema del gusto también es un viejo objeto en las preocupaciones intelec-


tuales de Pierre Bourdieu (1930-2002). Los gustos se encuentran en el núcleo
del estilo de vida de un grupo particular. En La distinction de Bourdieu (1988)
considera que la persona distinguida es la que sigue escrupulosamente las
formas y los modelos arquetípicos de conducta vigentes en su grupo de perte-
nencia. Ahora bien, las manifestaciones culturales y las afirmaciones del gusto
no son, generalmente, el producto de una elección consciente y estratégica del
individuo.
El comportamiento cultural es el producto del “habitus”. ¿Pero qué enten-
demos por habitus? Según el propio Bourdieu, el habitus es una disposición
“desinteresada” que impregna y da una coherencia formal a todas las formas
de comportamiento, y orienta las decisiones que organizan la vida cotidiana
de las personas.
© UOC 225 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

El habitus cultural
La noción de habitus surge en el contexto de una teoría general de la práctica y se con-
vierte en un concepto clave para comprender las reflexiones de Bourdieu sobre la cultura.
(Bourdieu considera que la concepción humanista de cultura, vinculada al arte y a la expe-
riencia estética, es demasiado restrictiva para hablar de la identidad y los estilos de vida
de la sociedad actual.) Desde la perspectiva del autor francés, cultura, en sentido amplio,
comprende todo lo que se hace relacionado con un determinado habitus de clase y que eng-
loba formas y estilos de vida. El habitus es como una segunda naturaleza de origen cultural
que orienta las elecciones que uno hace relativas a la comida, al vestido, al mobiliario, a los
espectáculos de los que goza, etc. Asimismo el habitus impregna la forma de moverse, la
forma de hablar y el gesto. El habitus puede ser definido como un principio de generación de
prácticas y representaciones. Los agentes sociales que han crecido en unas determinadas
condiciones ambientales han interiorizado una matriz de percepciones y disposiciones simi-
lares que los llevan a actuar y a pensar de una forma similar.

En la teoría de la distinción de Bourdieu está subyacente el análisis de este


fenómeno a partir de un solo criterio básico, que es el gusto. Este se convierte
en el criterio de elección y discernimiento primordial, que está en el centro de
las elecciones que configuran las formas y el estilo de vida de un grupo o de
una clase social determinada.
La distinción significa hacer legítima la arbitrariedad del gusto propio,
transformado este en algo absoluto y en instrumento de poder. La distinction se
podría sintetizar mediante una fórmula breve: “La burguesía impone, mediante
la legitimación del gusto propio, la legitimidad del dominio propio”.
Con este análisis sobre la genealogía del dominio simbólico, Bourdieu
contradice el prejuicio imperante que considera la cultura como un ámbito
de reunión, de consenso y de reconciliación entre los diferentes individuos y
grupos sociales. La cultura, pues, es a la vez un privilegio y un instrumento de
dominación.
Para construir su teoría sociológica de la percepción estética, Bourdieu se
distancia de los discursos de la estética tradicional (particularmente de la esté-
tica kantiana) y busca en la estructura de clases de una sociedad las raíces o la
base de las diferentes concepciones estéticas. Los gustos tienen una profunda
base social y son producto, sobre todo, de la educación que se logra en el ámbi-
to familiar. Como se pone de manifiesto en La distinction, los gustos tienen un
carácter relacional: el buen gusto, legítimo de la alta burguesía, se distingue a
la vez del gusto pretencioso de las capas medias y del gusto vulgar de las clases
© UOC 226 Sociología de la comunicación

populares. Las elecciones estéticas –según Bourdieu– se constituyen por opo-


sición a las de los grupos más cercanos en el espacio social, con las que la
competencia es directa e inmediata. La afirmación de los gustos propios y las
diversas formas de intolerancia estética respecto a los gustos ajenos esconden
a menudo un alto grado de intolerancia y de violencia social. El gusto legítimo
se manifiesta bueno, o en forma de disgustos, y toma distancia respecto a los
otros gustos.

Figura 6. Los gustos son un buen indicador para conocer el origen social de un individuo.
Platos cocinados en el restaurante del Bulli.

Según Bourdieu, las características del gusto son las siguientes:

1. El gusto no es un don natural: es producto de un proceso de aprendizaje


que se adquiere especialmente en el ámbito familiar. Podemos decir que
existe una relación estrecha entre cultura y educación.
2. El gusto no es la expresión pura de la subjetividad individual: es fruto
(en parte) de unos valores colectivos.
3. El gusto no es un dato fijo: es producto de un “proceso evolutivo” y
puede experimentar cambios en el tiempo.
4. El gusto no es el mismo en todas las sociedades humanas: el gusto es
relativo y cambia en función del contexto histórico y cultural.
5. Dentro de una misma sociedad se constata la existencia de diferentes
gustos. Las sociedades avanzadas son “pluriculturales”.
© UOC 227 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

6. El gusto tiene un carácter relacional. Es decir, los unos se relacionan con


los otros.
7. Los gustos –según Bourdieu– se afirman de una manera negativa.
Negando la dignidad o ridiculizando los demás gustos. Los gustos son
disgustos, hechos horrorosos o que producen una intolerancia visceral
(es asqueroso) por los gustos de los otros.

Como señala Bourdieu, “los gustos –es decir, las preferencias manifestadas–
son la afirmación práctica de una diferencia inevitable”. No es por casualidad
que, cuando se tienen que justificar, se afirmen de manera plenamente nega-
tiva, mediante el rechazo de otros gustos: en materia de gustos, más que en
cualquier otra materia, toda determinación es negación. Los gustos pueden
provocar “disgustos” por todo lo que se aleja de nuestras preferencias: en algu-
nos casos se produce una intolerancia visceral (¡es asqueroso!) por los gustos
de los otros.

1.2.1. La cultura burguesa

“La aversión por los estilos de vida diferentes es, sin duda, una de las barreras
más fuertes entre clases [...] Y lo más intolerable para los que se creen poseedores del
gusto legítimo es, por encima de todo, la sacrílega reunión de aquellos gustos que el
buen gusto ordena separar.” (Bourdieu, 1988: 53).

El arte de las buenas maneras –como dijo Veblen– solo puede prosperar y
lograr su máxima expresión en el contexto de una vida ociosa, alejada de las
necesidades materiales inmediatas. Así, en contra de la imagen clásica que
tenemos de la burguesía como clase dinámica y entregada al trabajo y a un
esfuerzo constante y sistemático (que Max Weber describió magistralmente
en su obra La Ética protestante y el espíritu del capitalismo), hay que observar,
en ciertos momentos históricos, la tendencia de la propia burguesía a asumir
formas y modelos aristocráticos, especialmente en las actividades de ocio.
Lo que caracteriza la distinción burguesa –o la cultura burguesa– es, dice
Bourdieu, la disposición distante en “el arte de vivir”, generosa y desenvuelta
respecto al mundo y a los otros hombres. En realidad, la estilización que se
© UOC 228 Sociología de la comunicación

produce en toda forma de esteticismo es –como ya se ha dicho– un reflejo de


la superación de las necesidades materiales y de la capacidad de sustraerse a las
urgencias vitales más inmediatas. Y esta actitud poco materialista se expresa
mediante un formalismo que estiliza las formas de conducta y de representa-
ción social. En las sociedades contemporáneas, esta cultura se convierte en la
forma por excelencia de la cultura desinteresada y es lo más legítimo de los
signos de distinción de las clases privilegiadas. Como queda muy claro en los
estudios de Bourdieu (1979), sobre el uso social de la fotografía: mientras que
los miembros de las familias acomodadas se recrean en las cualidades estéticas
de las imágenes, los miembros de las clases populares exigen que toda imagen
cumpla una función (por ejemplo, la de un retrato familiar o un paisaje que
sirve de recordatorio de las vacaciones de verano).
Aunque a menudo sea inconscientemente, en el seno de la clase dominan-
te hay muchas formas de afirmar la propia dignidad, que es el resultado o el
producto de esta disposición estética que hace que la forma prevalezca sobre la
función. Y es que hace falta una gran familiaridad (nunca mejor dicho) y una
particular disposición desinteresada con las formas de la “cultura legítima”.
Según Bourdieu, la alta burguesía es una clase que se siente segura de sí
misma, y ello explica el rechazo de todo lo que resulta demasiado vistoso, frí-
volo o superfluo. En el ámbito burgués se desprecia la intención de distinguirse
y se valora, en cambio, la elegancia de la distinción espontánea y contenida
que parece natural. Esta es una de las paradojas más instructivas del fenómeno
de la distinción burguesa en contraposición a la distinción del nuevo rico o a
la propia distinción aristocrática: la persona distinguida hace ostentación de la
discreción propia. Se trata –haciendo uno de los juegos de palabras que tanto
gustan a Bourdieu– de una “elegancia sin búsqueda de elegancia”, de una “dis-
tinción sin búsqueda de distinción”.
El gusto burgués y sus formas de distinción imitan o (re)interpretan, de una
forma más discreta y austera, las formas de distinción expresivas de la antigua
aristocracia. Bourdieu describe las formas características del buen gusto propio
de las clases dominantes y lo califica como “el gusto de libertad”, dando por
supuesto que las clases dominantes están en condiciones de imponer su estilo
de vida y sus principios estéticos al resto de las clases sociales.
En contraposición al buen gusto y a las formas discretas y distinguidas de las
clases dominantes, el gusto de las capas intermedias o de la pequeña burguesía se
caracteriza por su aire ampuloso y enfático, por la pretensión de lograr los están-
© UOC 229 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

dares de excelencia cultural de la alta burguesía. Según Bourdieu, el modelo de


comportamiento y el estilo de vida de los sectores sociales intermedios consiste
en imitar e intentar lograr los modelos de las capas superiores; la buena volun-
tad cultural de la pequeña burguesía es pretenciosa y a la vez poco afortunada,
porque la búsqueda de distinción pone de manifiesto una carencia y equivale a
la negación propia. En la búsqueda deliberada de distinción, el pequeñoburgués
delata, a menudo involuntariamente, su condición y su origen social. En la lite-
ratura podemos ver ejemplos magníficos de este hecho, como los retratos que
hace Guy de Maupassant del pequeñoburgués de su época y que podemos ver
magistralmente retratados en Bola de sebo o El condecorado.

Sobre el estudio del fenómeno del esnobismo social basa-


do en textos literarios celebras, véase:
Quintana, L. (2000). La paradoxa del majordom. Guia pràctica per
reconèixer un snob (i no tornar-s’hi). Barcelona: Ediciones 62.

Las formas de distinción cultural del pequeñoburgués son poco exitosas,


porque se basan en un sentimiento constante de inseguridad. Y así, paradó-
jicamente, mientras que para las clases que tienen la competencia cultural la
cultura resulta una especie de juego, para las capas intermedias la cultura se
convierte en algo muy serio. Se da una profunda mitificación de la realidad
cultural. Los que son naturalmente distinguidos no tienen por qué dudar de
su competencia, tienen la suerte y el privilegio de no tenerse que preocupar
mucho por tomarse demasiado en serio su distinción “natural”. En cambio, los
aspirantes o los recién llegados (los nuevos ricos) han de aparentar y se toman
muy seriamente las convenciones y las reglas relativas al buen gusto. Eso los
lleva a una actitud muy exigente y a una postura muy rígida ante la cultura.
No resulta extraño que a menudo hagan el ridículo.

1.2 2. Una distinción “invisible”

El modelo de distinción burguesa que nos propone Pierre Bourdieu implica


unas formas de distinción difíciles de observar (y difíciles de estudiar) en las
condiciones de “publicidad” en que se desarrolla en la vida contemporánea. La
nueva sociedad burguesa producirá un tipo de lujo más discreto, que se tiene
© UOC 230 Sociología de la comunicación

que mostrar más modesta y humildemente. Las familias acomodadas se trasla-


dan a vivir a urbanizaciones muy apartadas del centro de la ciudad. La distin-
ción se hará sutil y detallista, difícil de captar por las miradas inexpertas. Sin
embargo, se trata, paradójicamente, de unas formas de distinción socialmente
invisibles, que han dejado de ejercer, y en buena medida, su fuerza modélica.
No hay que decir –como veremos más adelante– que en nuestra sociedad el
ámbito de la publicidad (lo que es el espacio público) se crea a través de los
medios de comunicación social.

Figura 7. La pasarela de desfiles de moda tiene una gran trascendencia al marcar los gustos
y las tendencias más actuales. (Modelos de Rosa Clará en la Pasarela Gaudí).

Público significa, en este caso, que es un hecho notorio y manifiesto, sus-


ceptible de ser visto o conocido por todo el mundo. Por este motivo –cómo
veremos más adelante al analizar el fenómeno de la fama y la cultura fan–
logran una gran importancia los medios de comunicación (particularmente la
televisión e Internet).
Por otro lado, en una sociedad dinámica y cambiante aparecen nuevos acto-
res sociales que de alguna manera anuncian nuevos gustos y las nuevas tenden-
cias culturales. La variable clase social no siempre es el factor más importante.
Por esta razón queremos tratar, por su interés, el protagonismo de la juventud
y la irrupción de las “culturas juveniles” en las sociedades contemporáneas. La
juventud está de moda. Los jóvenes son los que marcan la pauta de las nuevas
tendencias culturales y se han convertido en un referente e, incluso, en un
modelo a seguir por amplios sectores de la sociedad.
© UOC 231 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

1.3. Las culturas juveniles

1.3.1. La idea de juventud

“Ser joven no es una categoría solo definida a partir de ser un no-adulto y un


no-niño, sino que goza de una entidad propia, y de este modo asume unas caracte-
rísticas específicas.” (Griera y Urgell, 2002: 56).

En las sociedades tradicionales existían una serie de rituales iniciáticos que


señalaban con bastante precisión el tránsito de la niñez a la etapa adulta. En el
caso de los chicos, estos ritos de iniciación consistían en una serie de pruebas
que tenían que superar para demostrar su valor y su destreza como soldados o
guerreros de la tribu. En el caso de las chicas, generalmente era la menstruación
la que señalaba dicho tránsito.
Entendemos la juventud como el tiempo de la vida de una persona que
abarca desde el final de la infancia hasta el comienzo de la edad madura. La
juventud ha existido siempre, pero la duración de este periodo y su intensidad
han variado substancialmente en el tiempo y en el espacio. La literatura y el
cine nos ofrecen muestras evidentes de cómo hace algunos siglos se producía
un tránsito casi instantáneo de la infancia a la adultez: Jim Hawkins, el niño
protagonista de La isla del tesoro, dejamos de verlo como a un niño y pasa a ser
un adulto en la narración de Stevenson. Los mismo podemos observar con los
protagonistas de Master and Comander, ambientada en la época de las guerras
napoleónicas y en que podemos ver cómo niños y adolescentes son ya personas
adultas que tienen responsabilidades de adultos.
Como es bien sabido, en la sociedad actual se ha prolongado el periodo de
escolarización y se ha retrasado significativamente la inserción sociolaboral de
los jóvenes. Algunos estudios constatan que la niñez se acaba antes (tanto en
los niños como en las niñas), pero que la juventud se alarga mucho más allá
de la mayoría de edad. Se confirma un proceso de extensión (forzosa) de la
juventud en nuestra sociedad debido a la extensión del periodo formativo y
educativo.
© UOC 232 Sociología de la comunicación

Figura 8. Cartel de la versión cinematográfica de La isla del tesoro.

Otro indicador de este fenómeno de alargamiento de la etapa de juventud


es el aumento progresivo de la edad mediana de abandono del hogar familiar,
que en el caso de los jóvenes españoles, se sitúa aproximadamente en 29 años,
frente a países como Finlandia, donde sus jóvenes se independizan con 23.11 A
pesar de que no necesariamente los jóvenes se pueden sentir como adultos sin
haber abandonado el hogar familiar, podemos estar de acuerdo en que habrá
un determinado tipo de situaciones típicas de la vida adulta que no se ponen
en funcionamiento si tenemos el apoyo de la estructura familiar.
La idea de juventud es relativa y cambia según el contexto histórico y cultu-
ral. Sin embargo, la transición de la infancia a la madurez constituye un com-
plejo proceso de desarrollo de carácter físico y cognitivo en que cada momento
presenta necesidades y características diferenciadas. Es importante también
tener en cuenta las diferentes “edades de la juventud”. Javier Elzo (2000) pro-
pone la siguiente tipología:
Preadolescencia (12 a 14 años)
Adolescencia (15 a 17 años )

11. Según el estudio de la Obra Social de “la Caixa”, La transició dels joves a la vida adulta. Crisi
econòmica i emancipació tardana (2012), en la actualidad, en España.
© UOC 233 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

Juventud (18 a 24 años)


Juventud prolongada (25 a 29 años)
Convencionalmente, se cree que la juventud es un interregno entre la
infancia y el mundo de los adultos. La juventud estaba considerada como un
“estado de conversión”, como el camino a menudo tortuoso hacia la adultez.
La consideración del estatus adulto se asocia a virtudes mitificadas, como
madurez, independencia, estabilidad y, sobre todo, identidad segura (Mallan
y Pearce, 2003). Dicho de otra manera, la juventud había sido concebida
como una especie de “sala de espera” para acceder al mundo de los adultos. El
joven, en principio, se prepara para el futuro –su identidad se concebía como
una “identidad de proyecto”. Sin embargo, en los últimos tiempos la juven-
tud ha dejado de entenderse como una “sala de espera” y se ha convertido en
una “sala de estar” (Griera y Urgell, 2002). Podemos afirmar que “la juven-
tud” deja de ser un lugar de paso y empieza a ser un punto de llegada o un
referente último. La juventud, pues, ya no es solo esta fase intermedia entre
niñez y adultez, al contrario, se ha llenado de significados y prácticas sociales
específicas, que la dotan de una identidad propia (Merino, 2010: 38-39). A la
vez, como ya se ha dicho, la juventud es un referente, un modelo a seguir por
todos los grupos de edad.

1.3.2. La juventud como sujeto histórico

La juventud como actor social y como problema de estudio hace su apari-


ción en la segunda a mitad del siglo xx. A partir de entonces deja de ser un sim-
ple adjetivo y se convierte en un sujeto político y cultural. Se trata de un nuevo
actor social que reclama más participación en la vida pública. La generación
del 68 rompió con el mundo heredado de sus padres y se erigió en un nuevo
actor social. A lo largo de los años sesenta y setenta, los jóvenes, entendidos
como un nuevo sujeto social, toman la palabra y ocupan el escenario público
(Merino, 2010: 39).
Algunos de los factores que son a la vez causa de la consolidación de la
juventud como una fase del ciclo vital de bastante importancia y, por esta
razón, digna también de ser estudiada en toda su complejidad, son los siguien-
tes (Feixa, 1998):
© UOC 234 Sociología de la comunicación

a) Estado del bienestar, crecimiento económico y protección social.


La consolidación del estado del bienestar en buena parte de Europa o el
crecimiento económico sostenido y el aumento de la protección social en el
conjunto de los estados avanzados durante el último siglo es uno de los factores
más influyentes en la consolidación de la juventud como un sector con una
creciente capacidad adquisitiva y de consumo, a pesar de las dificultades para
integrarse en el mercado laboral.

b) Crisis de la autoridad patriarcal y transformación de las estructuras


familiares.
Este segundo aspecto tiene una importancia capital al observar fenómenos
como el alargamiento de la estancia en el hogar familiar. La crisis de la auto-
ridad patriarcal ha provocado, progresivamente, durante las últimas décadas,
que las relaciones de desigualdad entre hombre y mujer hayan disminuido,
pero no han desaparecido ni mucho menos. Uno de los aspectos en que se ha
notado más esta progresiva crisis de un modelo patriarcal es en las relaciones
verticales (padres-hijos/hijas).

c) Cambios en el sistema educativo y en el mundo laboral.


El alargamiento de la estancia en instituciones educativas aleja a los jóvenes
del sistema productivo y hace que tomen distancia respecto a las relaciones de
clase vividas en su familia de origen (Parsons, 1972). Talcott Parsons fue el pri-
mero en emplear el término cultura juvenil en los años cuarenta, en el sentido
de que los jóvenes estaban creando un orden social diferenciado de los adultos.
En las instituciones educativas se estaría formando una “cultura adolescente”
diferente de la cultura adulta, con un sistema propio de normas y valores. Esta
nueva cultura, en la que participarían todos los jóvenes sin distinción de clase,
sería, en el fondo, funcional para su integración social. La escolarización gene-
ralizada y el retraso que se produce en el ingreso en el mundo laboral hace que
muchos jóvenes se queden mucho tiempo en casa de los padres y adopten unas
pautas de identidad más fundamentadas en el ocio que en el trabajo. La situa-
ción de crisis y las dificultades que tienen los jóvenes para acceder al mundo
del trabajo explican en buena parte el alargamiento del tiempo de estancia en
el domicilio de los padres.
© UOC 235 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

La condición social del joven universitario


Si entendemos la juventud, básicamente, como un periodo de formación, al
joven “le toca” estudiar y prepararse para el futuro, tanto si opta por el acceso a
la educación universitaria como por la formación profesional. A pesar de que a
menudo hablamos de la juventud como si se tratara de un grupo social unifor-
me, se constata la existencia de una gran diversidad de situaciones. En función
del origen familiar, el nivel educativo y las circunstancias laborales, podemos
hablar de diferentes tipos de jóvenes. Es por este motivo por el que se constata
la existencia de una gran pluralidad de culturas juveniles.
Los estudiantes universitarios, por ejemplo, viven una situación singular. Se
trata de un tipo de “ser anómico”, que vive el problema de la identidad como
un problema vital. La identidad personal se pone a prueba a un nivel simbó-
lico, especialmente en el tiempo de ocio y rodeado de sus iguales (Bourdieu y
Passeron, 1970). Para una gran cantidad de jóvenes, y especialmente para los
estudiantes, el proceso de definición de la propia identidad en esta etapa vital
y la falta de vinculación directa y estable con el mundo laboral los predispone
a adoptar identidades provisionales que, tal como se ha apuntado, se forman
preferentemente en el ámbito del ocio.

1.3.3. La significación cultural del ocio

El ocio se ha convertido en una instancia privilegiada y cargada de signifi-


cado dentro de la experiencia vital de los individuos. El ocio ha pasado a ser
considerado un tiempo protagonizado por los propios jóvenes y cargado de
significación propia, desvinculado del tiempo de trabajo y del tiempo de estu-
dio. El ocio es aprehendido como el tiempo privado por excelencia, y percibido
como tiempo propio, sin ningún tipo de control adulto. Se trata de un tiempo
(des)normativizado y opuesto al de las “obligaciones” sociales que determina
la familia o la escuela (Cardús y Estruch, 1984).
© UOC 236 Sociología de la comunicación

Figura 9. Los jóvenes dedican especial atención a su aspecto externo y a su identidad.

Así pues, en las últimas décadas el consumo ha ganado importancia y


significación respecto al trabajo, lo cual ha favorecido el nacimiento de una
mentalidad radicalmente nueva en cuanto a la manera en que los individuos
entienden la relación entre ocio y trabajo.
En la mayor parte de sociedades desarrolladas, los adolescentes crean y
recrean sus formas de identidad. Los jóvenes se dotan de espacios y tiempos
específicos en los cuales pueden ensayar y poner a prueba sus identidades pro-
visionales y prácticas propias.
En el Estado español, por ejemplo, han proliferado fenómenos como el
botellón, que solo se pueden entender como una expresión social genuina de la
juventud que reclama sus espacios exclusivos y sus formas de diversión poco
convencionales.
Las culturas juveniles se configuran históricamente en los países occidenta-
les sobre todo durante los años cincuenta y sesenta, a medida que se alarga la
etapa juvenil. La cultura juvenil incorpora unos rasgos específicos como, por
ejemplo, un lenguaje propio (argot), unos estilos y gustos culturales (músicas),
una indumentaria o lenguaje corporal distintivo (moda, tatuajes, peinados,
etc.).
El actual concepto sociologicocultural de juventud tiene que incluir el
hecho de un sentimiento de pertenencia común de la juventud como grupo
© UOC 237 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

de edad, con actitudes y pautas de comportamiento determinadas y su propia


idealización sociocultural como valor (el joven como bien cultural sumamente
valorado).

1.4. Las culturas creativas

“El consumo es, por sí mismo, una especie de autocreación de identidades, de


espacio, de formas culturales con sus propias formas de potenciación cultural de las
capacidades de los individuos y los grupos.” (Paul Willis, Cultura viva)

La expansión de los medios de comunicación de masas, y particularmente la


televisión, ha contribuido a la creación de una “cultura mediática juvenil” de
carácter global, que ha favorecido la articulación de un lenguaje universal para
jóvenes en todo el mundo a través de los mass media. Durante la década de los
ochenta y noventa del siglo pasado la expansión de los medios de comunica-
ción contribuyó a la creación de una cultura global y compartida entre muchos
jóvenes. Este proceso se ha acentuado los últimos años con los procesos de
digitalización y de expansión de las TRIC y las redes sociales. La progresiva glo-
balización de los medios de comunicación y la ruptura de la dicotomía clásica
espacio/tiempo ha provocado una llegada masiva y compartida entre muchos
jóvenes de una serie de valores compartidos.
Las series de televisión de adolescentes y para adolescentes son una de las
fuentes más potentes de transmisión de valores y a la vez de creación de senti-
do. Son una fuente directa de transmisión de estereotipos sociales y de valores,
los consideremos positivos o negativos. Series como Sensación de vivir, Melrose
Place, Buffy Cazavampiros, Dawson’s Creek, One Tree Hill, h2o, Gossip Girl, Al salir
de clase, Un paso adelante, SMS, Física o química, Rebelde Way, Rebelde, Hannah
Montana, Pretty Little Liars, y todas las variantes posibles así como la consolida-
ción de canales (Disney Channel o MTV), en que podemos ver continuamente
series de este estilo, quiere decir que algo ha cambiado.
Por otro lado, el nacimiento de un mercado adolescente (el teenage market)
ha comportado la creación de un espacio de consumo específicamente desti-
nado a la juventud, que se ha convertido en un grupo de capacidad adquisitiva
creciente. Aparecen nuevos productos (videojuegos, smarthphones, tabletas,
© UOC 238 Sociología de la comunicación

películas, ropa deportiva, etc.) dirigidos a los jóvenes que –a pesar de la crisis–
disponen de ocio y dinero. Muchas marcas han pensado en productos (diseño
y precios ajustados) dirigidos exclusivamente a los jóvenes –o, incluso, se han
articulado marcas enteras en función de un consumo continuo y bajo precio.
Lo que define el estilo asociado a una cultura juvenil es el uso y la forma
activa de organizar los bienes simbólicos y culturales. Lo que hacen las indus-
trias culturales o los materiales de la cultura popular es procurar recursos
simbólicos a partir de los cuales, la experiencia, la identidad y la expresión
juveniles se amoldan creativamente y se generan nuevas actividades culturales.
Tenemos que tomar en consideración el uso y las formas de apropiación
social de la cultura y el papel que estas pueden desempeñar en la conforma-
ción de las identidades juveniles. En Cultura viva, Paul Willis (1988) destaca las
diversas formas de ser joven y la extraordinaria creatividad cultural asociadas
a la gente joven. Es importante centrarse en las prácticas socioculturales de los
jóvenes: los jóvenes como sujetos sociales y consumidores proactivos (prosu-
mers), a la vez consumidores y productores sociales.
El joven adquiere un rol activo en la definición de su propia identidad, que
se expresa de diferentes maneras y en varias situaciones. Los ejemplos no se
acaban nunca. En la interpretación creativa de la música pop, en la interac-
ción con las múltiples pantallas, en los gustos musicales, en el consumo del
vídeo o en el uso de los videojuegos. Finalmente, y también en relación con
la importancia que adquiere el consumo en la vida de la juventud de hoy, la
ropa, el peinado, etc. son indicadores claros de las orientaciones que toman los
diferentes grupos.

1.5. La cultura de la virtualidad real

Uno de los conceptos más recientes en las ciencias sociales y que afecta de
pleno al mundo de la comunicación es el de cultura de la virtualidad real, pro-
puesto por Manuel Castells. El concepto forma parte de su planteamiento de
analizar la sociedad actual como una sociedad red. Su propuesta teórica es que
“la cultura de la sociedad red global es una cultura de protocolos que permiten la
comunicación entre diferentes culturas sobre la base no necesariamente de valo-
res compartidos, sino de compartir el valor de la comunicación” (Castells, 2006:
69). La cultura de la sociedad red es una cultura de protocolos de comunicación
© UOC 239 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

entre la diversidad de culturas en todo el mundo, que se desarrolla basándose en


un valor compartido en el poder de las redes, y el valor añadido que se obtiene
mediante las diferentes interacciones que cada cual puede aportar.
Las comunidades virtuales en Internet también son comunidades, es decir,
también generan diferentes formas de relación, aunque no tengan las mismas
características que las comunidades físicas. Son comunidades formadas por
miembros con intereses comunes, con objetivos o valores que comparten: jugar
a un juego en línea con una serie de personas que tienen en común la pasión
por aquel juego, intercambiar comentarios sobre la serie favorita, conocer a
gente para encontrar nuevos amigos o pareja, colaborar con el conocimiento
por una disciplina, formar parte de un proyecto solidario y participar en él,
establecer y cooperar en la lucha por los derechos laborales, vecinales o de
cualquier otro tipo, en definitiva, compartir con cualquier persona del mundo
a partir de objetivos o valores en común una serie de ámbitos o situaciones que
son imposibles en el círculo más cercano de las interacciones cara a cara que
podemos establecer a lo largo de la vida.

Figura 10. Para los jóvenes tienen una especial importancia las relaciones interpersonales
que se establecen en el tiempo de ocio.
© UOC 240 Sociología de la comunicación

La noción de comunidad virtual pone de manifiesto la existencia de apoyos


tecnológicos que fomentan la sociabilidad, que son diferentes de otras formas
de interacción social pero no inferiores a ellas. Los dos tipos de sociabilidad se
refuerzan. Internet permite la conexión entre personas o grupos en diferentes
partes del mundo que quieren desarrollar proyectos personales; proyectos que
den sentido a sus vidas y que superen los límites que marcan las relaciones
más locales centradas en la familia, el grupo de amigos o los compañeros del
trabajo.
Con la introducción de las tecnologías de la información y la comunica-
ción, la digitalización y la revolución del web 2.0, la unidireccionalidad de la
comunicación que iba desde un emisor hasta un receptor ha sido radicalmente
modificada y ahora todo el mundo puede actuar y puede convertirse en un
creador. Por ejemplo, las comunidades de jugadores que juegan a videojuegos
en línea, o las comunidades de fans, ya no tienen que ser vistas como integra-
das por los “usuarios pasivos” de las teorías de la comunicación clásica. Hay
líneas de investigación, como veremos más adelante, que reclaman la posibili-
dad de estudiar desde otro punto de vista lo que tradicionalmente se ha cata-
logado como adicciones, enfermedades o comportamientos irracionales de los
“fanáticos” de cualquier fenómeno cultural.12
A pesar de esta visión negativa, no se trata solo de “instrumentos adictivos”:
los videojuegos también pueden ser creaciones artísticas comparables al cine.
Como otros recursos culturales dentro de esta cultura de la virtualidad real,
pueden ser herramientas de aprendizaje y socialización que aportan a los juga-
dores competencias y habilidades instrumentales y no instrumentales.
La sociabilidad virtual también es real. Uno de los aspectos que los críticos
ponen de manifiesto respecto a la sociabilidad por Internet es que permite
mentir o, como mínimo, esconder ciertas verdades. Pero debe decirse que nada
más y nada menos que en la vida física. Es evidente que en la vida –tanto física
como virtual– las personas mienten, construyen imágenes distorsionadas de sí
mismas, pero también dicen la verdad y se comunican con sinceridad. No hay
separación entre la vida que tenemos presencialmente y la vida virtual. Como
dice Manuel Castells, “vivimos con Internet”.

12. No nos costaría mucho, si hiciésemos un seguimiento en los medios de comunicación, encon-
trar muchas referencias a los efectos nocivos, patológicos o compulsivos de los videojuegos y,
por lo tanto, de sus fans.
© UOC 241 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

Internet no es un espacio en que simulamos otra vida (Internet también lo


permite); no se trata de un tipo de separación esquizofrénica entre el mundo
real y el virtual. Porque, ¿no es real que consultamos Facebook mientras nos
tomamos un café e interactuamos con otras personas desde la distancia? ¿No
son reales las transacciones bancarias en línea si tenemos que hacer un traspaso
de dinero o tenemos que comprar las entradas del cine? ¿No es real reservar un
libro en la biblioteca o colaborar con una ONG? ¿No es real colgar un vídeo en
YouTube de nuestro grupo de música y recibir los comentarios negativos o los
elogios de todo el mundo? ¿Qué parte de la virtualidad no es real?
Las comunidades que se crean virtualmente establecen relaciones interper-
sonales que pueden proporcionar información, sentimiento de pertenencia o
refuerzo de las identidades.
Las fronteras entre los medios de masas e Internet cada vez están más difu-
minadas. Entretenimiento, información, conocimiento, cultura, relaciones
de amistad, uso de los medios de comunicación y otras muchas funciones y
tareas que desarrollamos en Internet conviven con nosotros, mezcladas y sin
posibilidad de separarlas claramente. Por lo tanto, no es que haya una realidad
física y otra virtual, sino que la virtualidad de Internet también forma parte de
nuestra realidad. Además, no solamente leemos o miramos pasivamente, sino
que creamos, colgamos textos y vídeos, intercambiamos informaciones en la
multitud de redes sociales de todo tipo, en definitiva, pasamos a ser también
creadores dentro de la red.

1.6. Las redes juveniles

La revolución tecnológica que estamos viviendo y la irrupción de la cultura


digital comporta un cambio notable en los parámetros culturales. Como señala
Castells, “existe una cultura joven emergente, en la cual los usos lúdicos, explo-
ratorios y de sociabilidad son más importantes que los usos instrumentales”
(Castells et. al., 2007: 112). Así, pues, los jóvenes utilizan Internet y participan
en las redes sociales de manera sui generis, sobre todo para lo que les motiva
personalmente: para potenciar las relaciones personales, la sociabilidad, sus
preferencias en el ocio, etc. El uso que hacen los jóvenes contrasta con la dis-
posición de la mayor parte de los adultos, que hacen un uso más instrumental
vinculado al mundo laboral o a las tareas domésticas (Busquet y Uribe, 2011).
© UOC 242 Sociología de la comunicación

La realidad se enriquece mucho más con las denominadas “nuevas panta-


llas”. En tan solo quince o veinte años, la revolución que han provocado las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) comporta un cambio
radical en las posibilidades de creación, difusión y participación cultural de los
jóvenes y adolescentes. También hay que destacar que estas tecnologías con-
tribuyen a modificar las relaciones interpersonales entre los propios jóvenes
(Gabelas, Marta y Aranda, 2012). Es por este motivo que José Antonio Gabelas
nos habla del factor relacional (R) y propone sustituir el acrónimo de las TIC
por el de las TRIC.
Henry Jenkins nos habla de una nueva cultura de la participación y la crea-
tividad protagonizada, en gran parte, por la juventud. La cultura participati-
va: “[es un tipo de participación que comporta relativamente] pocas barreras
hacia la expresión artística y la participación ciudadana, con un gran apoyo a
la expresión y el intercambio de creaciones propias y cierto tipo de enseñanza
donde lo que saben los más experimentados se transmite a los novatos. Una
cultura participativa se caracteriza también porque los miembros creen que su
contribución vale la pena y sienten cierto grado de conexión social” (Jenkins,
2008: 3).

Figura 11. Henry Jenkins es el principal artífice de la teoría sobre las culturas participativas.

Ciertamente estas tecnologías hacen posible una participación y creati-


vidad más altas por parte de los jóvenes; aun así, existe el peligro de pensar
que todos los jóvenes actuales son creativos de una forma innata. No es
cierto. Tampoco tienen la exclusiva de la creatividad: hay personas adultas
© UOC 243 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

que demuestran una vitalidad y creatividad extraordinarias. La realidad es


que no todos los jóvenes tienen esta disposición ni esta vocación creativa.
Generalmente es una minoría la que marca la pauta y la mayoría sigue las
innovaciones que propone la minoría (a pesar de que la mayor parte de jóve-
nes sean capaces de usar las TRIC como herramientas básicas de consumo de
contenidos).
Se constata que las posibilidades de comunicación que ofrece la Red propi-
cian una transformación en las relaciones sociales. El teléfono móvil, el correo
electrónico, la mensajería instantánea y, más recientemente, las redes sociales
han ampliado la capacidad de mantenerse en contacto, y ofrecen más oportu-
nidades para crear y aumentar vínculos sociales gracias a la reducción y a veces
la eliminación de obstáculos, como la distancia o el tiempo. Gracias a Internet,
es posible gestionar una red de contactos más amplia, disponer de un grado
de conciencia mayor sobre la red de contactos personales y también construir
comunidades bastante espontáneamente, sobre todo entre la población más
joven (Fundación Telefónica, 2011: 50).
No tenemos que entender las redes sociales como un simple artefacto tecno-
lógico. Son comunidades que construyen los internautas agrupados por simpa-
tía, afinidades o intereses. En pocos años, las nuevas redes se han consolidado
y se ha multiplicado el número de usuarios y las aplicaciones, que cada vez
son más sofisticadas y eficientes. La mayoría de los jóvenes que toman parte
en estas redes lo hacen con finalidades lúdicas –consideran las redes sociales
como “una herramienta para relacionarse con los amigos” y para “expresar
públicamente sus opiniones y sus intereses”.
En buena parte, gracias a las nuevas tecnologías, los jóvenes pueden crear
sus propios espacios y tiempos compartidos, en los que tienen la oportunidad
de expresar su condición de jóvenes: la moda, la música, el ocio, etc. Las tec-
nologías de la relación, la información y la comunicación abren la posibilidad
de explorar mundos diversos y de establecer relaciones entre los propios jóve-
nes (Merino, 2010: 57). El contacto es el potencial que los jóvenes más valo-
ran en las nuevas tecnologías. “Lo importante no es estar conectado siempre,
sino la posibilidad de estar siempre en contacto” (Gil Juárez y Val-Llovera,
2006: 242). Existe la costumbre de revisar constantemente los contactos y
los encuentros con los miembros de la pandilla (o grupo de iguales) a través
del uso de aparatos y aplicaciones tecnológicas, especialmente el móvil y las
redes sociales.
© UOC 244 Sociología de la comunicación

1.7. Identidad y reputación en la red

Las nuevas tecnologías son, para los adolescentes, un lugar “propio”, un


espacio simbólico donde interaccionan, intercambian contenidos y pueden
expresar una identidad que de alguna manera tiene que ser (re)conocida por
sus iguales. Es un espacio compartido entre individuos que a menudo sien-
ten que pertenecen a un grupo afín (Serapio Costa, 2006). En este contexto,
adquiere una especial importancia la atención a la imagen (ropa, peinado,
peso) y la atención a las relaciones con el grupo de iguales. El uso de la tecnolo-
gía les permite generar nuevos espacios de apoyo, sociabilidad y reconocimien-
to (Aranda, Sánchez-Navarro y Tabernero, 2009) y, por lo tanto, crear nuevos
códigos para habitar estos espacios.
Para los jóvenes, la habilidad para socializarse con sus iguales y hacer amis-
tades es un componente clave en su desarrollo como seres humanos compe-
tentes. Los espacios en línea ofrecen oportunidades para mostrar cuestiones
relacionadas con la moda, el gusto, el cotilleo, etc. Estos contextos se utilizan,
en definitiva, como instrumentos de socialización y crecimiento personal. El
chisme o la conversación informal pueden parecer actividades intrascenden-
tes, pero resultan ser esenciales para reafirmar relaciones y mostrar alianzas o
jerarquías entre los jóvenes y adolescentes. El cotilleo, en definitiva, pone de
manifiesto nuestra disposición hacia la sociabilidad, que nos permite “gestio-
nar” nuestra imagen y nuestra posición en relación con los demás (Busquet y
Aranda et al., 2012).
Para finalizar, los jóvenes conectados son los que tienen unos hábitos com-
partidos y marcan a menudo la pauta en la participación en la nueva sociedad
informacional. Los segmentos de población más madura se contagian de las
ventajas de las TRIC. Este proceso de rápida adopción por parte de los sectores
más jóvenes de la población y posterior aceptación por parte de los adultos es
un patrón que parece repetirse en el tiempo y nos hace pensar que las activida-
des que ahora parecen comunes entre los jóvenes probablemente serán habi-
tuales para el resto de la sociedad en los próximos años –como ya ha sucedido
con la extensión de redes inicialmente universitarias como Facebook, Tuenti
e incluso Twitter, a un uso mucho más amplio–, con más “adultos” cada vez.
© UOC 245 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

2. La cultura fan y los ídolos mediáticos en la era digital

Los mitos y los héroes son creaciones humanas que encarnan las respuestas
al deseo de encontrar explicaciones en el sentido existencial. Superman es un
personaje originario del mundo del cómic que se llevó a la gran pantalla y que
Umberto Eco analizó magistralmente. El personaje de Superman tiene una
doble personalidad: es un individuo normal que lleva una vida monótona y
gris y de repente se transforma en un superhéroe.

“Una imagen simbólica que reviste especial interés es la de Superman. El héroe


dotado de poderes superiores a los del hombre común es una constante de la imagi-
nación popular, desde Hércules a Sigfrido, desde Orlando a Pantagruel y a Peter Pan.
A veces las virtudes del héroe se humanizan, y sus poderes, más que sobrenaturales,
constituyen la más alta realización de un poder natural, la astucia, la rapidez, la habi-
lidad bélica, o incluso la inteligencia silogística y el simple espíritu de observación,
como en el caso de Sherlock Holmes.” (Eco, 1984: 232-233).

El ser humano se ve reflejado en estos personajes extraordinarios. Ahora


bien, como veremos más adelante, con el paso del tiempo, la figura del héroe
se humaniza y sus poderes son cada vez más de carácter terrenal, propios de
una persona “normal”.

Figura 12. Superman es uno de los grandes mitos de la cultura popular del siglo xx.
© UOC 246 Sociología de la comunicación

2.1. La fama en la sociedad mediática

En las sociedades modernas, de signo democrático, todo el mundo puede


aspirar en un momento de su vida a ser un personaje popular o una celebridad.
Como sostenía Andy Warhol todo el mundo tiene derecho a disponer de sus
minutos de gloria. Ahora bien, aunque sean muchos los que se sienten llama-
dos a ser “importantes”, muy pocos son los escogidos para entrar a formar parte
del “Olimpo mediático”. En las sociedades democráticas la fama ya no es un
rasgo exclusivo de los miembros de las élites dirigentes. Todo el mundo tiene
su dignidad. La fama es una especie de indumentaria vital que es consustancial
con la existencia individual (Riviere, 2009a).
La fama, al mismo tiempo, permite distinguir ciertos individuos como rele-
vantes entre sus iguales. La fama será, pues, un elemento comunicativo básico,
una “tarjeta de presentación” y un elemento definitorio de lo que representa
un individuo para los demás. Se trata de un fenómeno muy estructural. La
fama es un instrumento imprescindible para entender la dinámica de los indi-
viduos socialmente excelentes que hoy compiten en el “mercado del interés
público” creado por la realidad mediática. Sin embargo, la fama es frágil, ya
que, a menudo, es el producto de los rumores, los comentarios y las opiniones
de los otros. Y, en un entorno donde las noticias y los acontecimientos se suce-
den muy rápidamente, la fama es todavía más evanescente.
A continuación, y esquemáticamente, exponemos tres tipos de fama presen-
tes en la sociedad mediática.
En primer lugar, las personalidades que destacan son las que ocupan car-
gos de responsabilidad relevantes y que configuran la élite del poder (Mills,
1993). Se trata de una categoría de personajes cuyos comportamientos y deci-
siones influyen o pueden influir decisivamente en la vida de la comunidad.
(Curiosamente muchos de estos personajes influyentes en el ámbito de la
economía y la política tienden a alejarse de la primera línea de la vida pública
y ceden, como veremos seguidamente, el protagonismo a una nueva “élite de
la fama y del éxito social”.) Nos referimos a dirigentes políticos, empresariales
y religiosos, entre otros, que tienen en sus manos la capacidad de tomar deci-
siones que pueden incidir significativamente en las condiciones de existencia
de millones de personas.
En segundo lugar, hay una serie de personajes notorios que destacan en el
campo del arte, la ciencia, el deporte y el espectáculo que, a pesar de que no
© UOC 247 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

disponen de mucho poder real, sí logran un protagonismo mediático creciente


y pueden llegar a ser un modelo referencial por parte de la ciudadanía. Se trata,
como señala Franscesco Alberoni (1963), de la élite sin poder. Nos referimos a
los deportistas, los artistas, los actores: no tienen poder para cambiar las vidas
de los demás, pero sí tienen un lugar privilegiado en el imaginario colectivo.
Por último, en la sociedad contemporánea aparece, junto a la fama de los
personajes notorios mencionados, otro tipo de fama asociada a personas “nor-
males” o relativamente normales que son (re)conocidas simplemente por su
presencia más o menos continuada en los medios. Es lo que podemos llamar
la “fama igualitaria”, que expresa un tipo de fama que tiene muy poco que ver
con la idea clásica de excelencia, basada en el talento y el mérito. Cualquier
individuo, sea de la condición que sea, puede volverse famoso sin haber hecho,
necesariamente, nada extraordinario.

Figura 13. Personajes de la edición de Gran hermano de 2012, retransmitido por Tele5.

Algunos programas de televisión como por ejemplo Gran hermano han crea-
do, o contribuido a crear, una nueva élite social (sin riqueza, sin poder y sin
prestigio) que es conocida y (re)conocida simplemente por su presencia más
o menos continuada en determinados espacios de televisión y, de paso, en
el mundo de la prensa, la radio e Internet. Se trata de una fama efímera que
afecta a individuos cuyo único mérito es haber participado en los medios. Para
ser famoso en nuestro tiempo basta con llamar la atención de los medios de
comunicación social y, especialmente, de la televisión.
© UOC 248 Sociología de la comunicación

Es cierto que Internet empieza a tener una cierta relevancia en la creación


de celebridades, dado que algunas personas “anónimas” consiguen, mediante
su participación en vídeos colgados en YouTube, páginas web, blogs perso-
nales, etc., llamar la atención de una parte de la ciudadanía. La web celebrity
puede entenderse como una persona famosa principalmente porque ha creado
contenidos en Internet o ha aparecido en contenidos divulgados a través de
Internet, y porque es reconocida ampliamente por la audiencia de la web (Pérez
y Gómez, 2009). Ahora bien, todavía hoy, la consagración de las estrellas del
ciberespacio (las web celebrities) llega, sobre todo, en el momento que trascien-
den el ciberespacio y son reconocidas por la televisión y los medios tradiciona-
les. Los casos más claros se producen con artistas en el área musical, incluido
el fenómeno de Justin Bieber u otros similares. Sin embargo, las cosas pueden
evolucionar rápidamente. Las formas de exhibición y de participación cultural
están cambiando y no se sabe todavía como pueden evolucionar.

2.2. La fábrica de las estrellas

El star system fue un invento de origen europeo, pero fue la potente indus-
tria cinematográfica norteamericana la que explotó la fama y la popularidad
de sus astros para atraer la atención y fidelizar la afluencia de los espectadores
a las salas de cine y asegurar el éxito comercial de los films en todo el mundo.
Algunas stars pueden ser un tipo de producto de laboratorio; aun así, su
ascensión y consagración dependen del reconocimiento del público. Su culto
se basa en su capacidad de seducción y de atracción. Este no se puede imponer.
La estrella, objeto de culto y admiración, fue promocionada por la naciente
industria cinematográfica como instrumento de atracción del público. En la era
dorada de Hollywood las primeras heroínas del star system, extraordinariamen-
te bien pagadas, fueron producto de un proceso de creación muy sofisticado
que respondía a un diseño claro para satisfacer ciertas expectativas del público.
Por ejemplo, el título del irónico libro de la guionista Anita Loos: Los caballeros
las prefieren rubias... pero se casan con las morenas.
Una vez que ha nacido una estrella, existe un complejo sistema formado por
profesionales y expertos en comunicación que se dedican a su promoción. La
fugacidad de la fama en el mundo del celuloide representa para la estrella una
exigencia constante de renovación y de reinvención. Productores, directores,
© UOC 249 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

estilistas, diseñadores y agentes artísticos colaboran en la creación de una ima-


gen o de un modelo identificable de lo que podríamos denominar “industria
de la individualidad”.
Las estrellas más cotizadas de Hollywood llevaban una vida de ocio basada
en el lujo y la ostentación. En el momento álgido de su carrera mantenían un
estilo de vida que reproducía el modelo de vida aristocrático o, incluso, de la
realeza. Grace Kelly hizo realidad el sueño de muchas estrellas de formar parte
de la realeza de verdad. “Casándose con el príncipe de Mónaco, Grace Kelly
hizo realidad, cincuenta años más tarde, lo que las divas de Hollywood habían
soñado” (Alberoni, 1983: XII). Y no solamente lo habían soñado las estrellas:
lo había soñado la mayor parte de la población americana.
La obligación de la estrella, más allá de las interpretaciones profesionales,
era asistir a las fiestas, celebraciones y galas de entrega de premios. El estilo de
vida que lleva la estrella en la vida real y la imagen que proyecta (que difunden
las revistas) la acerca a menudo al tipo de vida de los personajes imaginarios
que interpreta en las películas.
Marilyn Monroe o James Dean llegaron a ser las estrellas más luminosas de
la constelación: su muerte prematura y en circunstancias extrañas convirtieron
a ambos en auténticos mitos del siglo xx. La desaparición de estos dos astros
anuncia el crepúsculo del star system de la época dorada del cine.

Figura 14. Marilyn Monroe se ha convertido en un icono universal de la historia del cine.
© UOC 250 Sociología de la comunicación

A principios de los años sesenta la industria cinematográfica entra en crisis


ante la irrupción de la televisión y otras alternativas para el tiempo de ocio
familiar. La crisis del cine comporta una transformación drástica del star system
tradicional que pasa por una profunda desmitificación de las estrellas. Se pro-
duce, como señala Dyer, un proceso de creciente “humanización” de los astros
del cine.

“En los inicios, las estrellas eran dioses y diosas, héroes, modelos, encarnaciones
de los ideales de comportamiento. En los últimos tiempos, las estrellas son figuras de
identificación, gente como nosotros mismos, encarnaciones de los modos típicos de
proceder.” (Dyer, 2001: 39)

Curiosamente, en el momento en que se supera la época dorada del cine


de Hollywood, la fábrica del star system se traslada a otros sectores de activi-
dad. La estrategia seguida por la industria de Hollywood fue, en buena parte,
imitada posteriormente por los otros sectores de la actividad del espectáculo.
Así, el mismo fenómeno que se había producido en el caso de las estrellas del
cine se trasladó al mundo de la música, muy especialmente en los intérpretes
musicales. Por tanto, los Beatles o los Rolling Stones consiguieron tener una
extraordinaria notoriedad en todo el mundo y motivaron la creación de grupos
de fans en muchos países occidentales.
Ahora bien, en este proceso no todas las estrellas pertenecen a la misma
categoría. La mayor parte son cada vez menos iconos y más personajes de
carne y huesos. Los iconos del mundo del espectáculo rivalizan con los iconos
del mundo del deporte, que también están extraordinariamente bien pagados.
Muchas de estas estrellas se han convertido en un reclamo imprescindible para
la industria de la publicidad, que recurre a estos personajes paradigmáticos para
anunciar las marcas y los productos comerciales. Ahora ya no son “divinida-
des”, ni astros luminosos, son personajes bastante normales.
Parte de la importancia o del misterio de las primeras estrellas radicaba en
la capacidad que ellas mismas o que los estudios tenían para controlar su vida
privada y la exposición de esta a los medios de comunicación. En el momen-
to en que, bajo el argumento de que son “personas públicas”, se los expone
intensivamente a los medios de comunicación, dejan de ser tan deseados.
Pierden no solamente parte de su glamur, sino también parte de su misterio.
Son humanos.
© UOC 251 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

2.3. La fama televisiva

En la segunda mitad del siglo xx la televisión se ha convertido en el prin-


cipal escenario y, a la vez, la fábrica de creación de famosos y ha favorecido la
creación de comunidades de fans que siguen algunos seriales televisivos, pro-
gramas concursos y los llamados reality shows.
Como señala Margarita Rivière (2009a), el personaje mediático, trans-
formado en icono y celebridad, actúa como símbolo, embajador de valores y
modelos sociales y creador de opinión en todos los terrenos (desde la estética
hasta la ética). También es impulsor de cambios sociales.
La televisión muestra una serie de personajes que la audiencia percibe como
relevantes y dignos de atención por el simple hecho de aparecer a la televisión.
El medio es su principal avalador. Gracias a la televisión los personajes que pro-
vienen de otros mundos –como el cine, el teatro, el arte, la literatura, la música,
el diseño, la moda y el deporte– se han convertido en figuras (re)conocidas y
admiradas. Ahora bien, la televisión también ha generado sus propios famosos
estrictamente televisivos. A pesar de ello, la hegemonía televisiva ha sido un
factor destructivo del carisma y el misterio que acompañaba a los grandes per-
sonajes en las sociedades tradicionales. La presencia constante, casi cotidiana,
de algunas figuras tiene un carácter desmitificador. Los actores y actrices, los
presentadores de noticias y de los shows televisivos, las estrellas de cine y otros
se convierten en figuras familiares que sorprenden cada vez menos. Son, de
alguna manera, “parte de la casa”.
La fama se entiende, mediáticamente, como el mérito capaz de atraer
audiencias y los consiguientes beneficios que ello comporta. Así, como vere-
mos seguidamente, la televisión se ha propuesto como objetivo la creación y
difusión de famosos profesionales.

2.4. Los reality shows como nueva fábrica de famosos

Los programas de telerrealidad, como Gran hermano u Operación triunfo han


aportado un nuevo tipo de formatos televisivos. Este nuevo género (o “hipergé-
nero”) televisivo comporta una nueva forma de hacer televisión y, lógicamen-
te, una nueva forma de mirarla.
© UOC 252 Sociología de la comunicación

Para profundizar en el estudio de los reality shows, véase


el trabajo siguiente:
Daniel Aranda (2007). Estudis de recepció i consum cultural: Comunitats
interpretatives i fans. El cas de Gran Hermano. Tesis doctoral.

El éxito de este tipo de programas pone de manifiesto que la televisión es la


principal fábrica de relatos de la cultura popular de la época contemporánea.
La neotelevisión ha cruzado la frontera de la propia televisión y se ha convertido
en un auténtico “fenómeno social”. La televisión se refiere cada vez menos a
la realidad extratelevisiva y crea una realidad propia protagonizada por perso-
najes televisivos: es un espectáculo que, como la novela, tiene la verosimilitud
como principal valor narrativo (Sáez, 2002: 15). Muchos famosos actuales son
productos televisivos. Su fama se desvanece el día que dejan de aparecer en la
pequeña pantalla.

2.5. Tres miradas sobre la “cultura fan”

“Los fans constituyen el segmento más activo del público mediático, que se niega
a aceptar sin más lo que le dan e insiste en su derecho a la participación plena.”
(Henry Jenkins, 2008)

Actualmente se usa el término fan en relación con los seguidores incon-


dicionales de determinados grupos musicales, equipos deportivos y, especial-
mente, los admiradores entusiastas de las figuras o estrellas más destacadas.
Los fans adoran a sus ídolos (y los ídolos son adorados por los fans). Son
las dos caras de una misma moneda. Su forma abreviada, fan, apareció por
primera vez en Estados Unidos a finales del siglo xix en descripciones perio-
dísticas que retrataban a los seguidores de equipos de deporte profesionales
(especialmente de baloncesto), en una época en que el deporte empezaba a
dejar de ser una actividad predominantemente participativa para convertirse
en un espectáculo.
El fenómeno fan es bastante minoritario, pero es importante diferenciarlo
del friquismo, aunque a menudo tengan algunos puntos de contacto y, cierta-
mente, en sus inicios a menudo se podían confundir. El friqui es una persona
© UOC 253 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

interesada y obsesionada por un tema, afición u hobby. El friqui es un tipo de


“personaje anónimo” que destaca por su singularidad y extravagancia.

2.5.1. Lo hacen como estigma social

La palabra fan arrastra desde su origen una serie de connotaciones negativas,


lo cual hace que los miembros de las diversas comunidades de fans se puedan
sentir incómodos. La cultura fan, el fandom, a menudo va acompañada de la
marca de un estigma social y el comportamiento de los fans “es visto como un
comportamiento excesivo, desmesurado o que pasa de la raya” (Jenson, 1992:
9). Afortunadamente esta percepción está cambiando y algunos grupos de fans
han adquirido un protagonismo y visibilidad social más grandes gracias a las
“redes sociales”, y son cada vez más respetados.
La palabra fan presenta o ha presentado (hasta no hace mucho) un carácter
despectivo. Desde la perspectiva del sentido común a menudo los fans no son
muy bien vistos: a menudo son despreciados o estigmatizados.
Como dice Henry Jenkins:

“Fan es una forma abreviada de la palabra fanático, que tiene su raíz en el vocablo
latino fanaticus. En su sentido más literal, fanaticus procede de fanus, que significa
básicamente “de o perteneciente al templo, un servidor del templo, un devoto”, pero
rápidamente adoptó unas connotaciones más negativas: “Relativo a personas inspi-
radas por ritos orgiásticos y delirios entusiastas” (Oxford Latin Dictionary).” (Jenkins,
2010b: 23)

Al hablar de fans, el tópico nos hace pensar en chicas jóvenes o adolescen-


tes, seguidoras incondicionales y apasionadas de las estrellas del mundo de
la música, el cine, la moda o el deporte. A menudo se mantiene una imagen
simplista y estereotipada que asocia el fenómeno fan con chicas adolescentes
(Martínez, 2002: 25). Justo es decir que, a pesar de que a menudo los prota-
gonistas de estas formas culturales son chicas jóvenes, no es un fenómeno
exclusivamente femenino, ni juvenil, ya que los adultos también participan
en él. Como acabamos de decir, no podemos confundir el fenómeno fan con
el friquismo.
© UOC 254 Sociología de la comunicación

“Se describe a los fans como unos «excéntricos», obsesionados por las trivialida-
des, los famosos y los coleccionables; como unos inadaptados y «chiflados»; como
«muchas mujeres con sobrepeso, muchas mujeres divorciadas o solteras»; como
adultos infantiles; en resumen, como personas con poca o casi ninguna «vida pro-
pia», aparte de su fascinación por este programa concreto.” (Jenkins, 2010b: 23).

La visión negativa de los fans ha sido llevada al cine por algunos directores
que tratan el fandom como la manifestación de una nueva patología social.
Encontramos representaciones similares de peligrosos fans en películas como
Fundido a negro (1980), El rey de la comedia (1983) y Misery (1990), que retratan
a los fans como personas aisladas, inmaduras social y emocionalmente, inca-
paces de encontrar un lugar en la sociedad.

Figura 15. Cartel de la versión original de la película The King of Comedy.

Algunos casos aislados de acoso y la presión a la que se ven sometidas las


grandes figuras del mundo del deporte o del espectáculo contribuyen a man-
© UOC 255 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

tener el estigma que afecta la imagen de los fans. A menudo se presenta al fan
como un psicópata peligroso. Sin embargo debemos pensar que estas situacio-
nes, tan lamentables, son muy excepcionales. Pero una mirada más atenta nos
permite constatar que estos casos de violencia no son habituales (a pesar de que
los medios los magnifiquen y nos induzcan a pensar lo contrario).
El fenómeno fan también ha sido ignorado por los académicos e intelec-
tuales. Las personas “cultas” no pueden admitir dentro de los confines de la
Cultura (con mayúscula) lo que se consideran unas manifestaciones culturales
“muy vulgares”, ligadas a la cultura de masas. Se trata de una cultura (con
minúscula) de una calidad discutible y protagonizada por los llamados fans,
movidos por actitudes “exaltadas” y de carácter “irracional”. La cultura fan
surge como una cultura desde los márgenes que se contrapone abiertamente a
la Alta Cultura.
Por último, es importante señalar que tampoco la mayor parte de investi-
gadores se habían tomado muy seriamente el estudio de una realidad conside-
rada, como mínimo, excéntrica. Como señala Joli Jenson (1992) en Fandom as
Pathology, el fenómeno fan se produce ante la mirada distante y crítica de los
propios estudiosos. “La literatura sobre el fandom ha usado imágenes propias de
desviación y estigmatización social. El fan es definido –como sugiere la palabra
original– como un fanático potencial”.
En definitiva, el “fan(atismo)” ha sido presentado como un hecho apasiona-
do, irracional y caótico. Pero es este un planteamiento poco apropiado para la
comprensión del fenómeno. Al tratar el tema en la actualidad, se tiene que evi-
tar una serie de tópicos que envenenan la cuestión. No se trata, necesariamen-
te, de formas culturales minoritarias, ni de grupos sociales marginales. Los fans
no son seres aislados y solitarios (como podrían ser o parecer algunos friquis).
© UOC 256 Sociología de la comunicación

Tres miradas sobre la “cultura fan”


ESTEREOTIPO SOCIAL LA MIRADA SOCIOLÓGICA LOS ESTUDIOS CULTURALES
Perspectiva de “sentido J. B. Thompson H. Jenkins
común”
Término despectivo Estudio del fenómeno fan con Estudio del fenómeno fan
una vocación descriptiva y desde una perspectiva her-
comprensiva menéutica
Implicación personal dentro
de la comunidad
Movimiento excepcional → Comportamiento habitual Las comunidades organizan
su tiempo de forma signifi-
forma de conducta irracional Hecho social complejo, pro- cativa
y caótica fundamente estructurado
Regido por pautas y normas Inteligencia colectiva
convencionales
Se trata de un comporta- Solo en casos excepcionales Hay un estigma social muy
miento patológico se puede hablar de patología fuerte, pero se trata de una
actividad sana
Protagonizada por chicas Protagonizado por diferentes Protagonizado por diferentes
jóvenes adolescentes grupos de edad grupos de edad
Comportamiento más bien Comportamiento grupal Comportamiento grupal
individual
Comunidades integradas por
Seguidoras incondicionales miembros que comparten una
y apasionadas de las estre- misma afinidad
llas del mundo del cine, la
música, la moda o el deporte Las comunidades no están
localizadas en el espacio ni
en el tiempo
No son necesariamente gru-
pos minoritarios
Relacionada con la cultura de Relacionada con la cultura Relacionado con todo tipo de
masas mediática, la cultura popular y manifestaciones culturales
también determinadas expre-
siones de alta cultura Encuentra en las “redes
sociales” un terreno de expre-
sión óptimo
Fenómeno actual Fenómeno histórico Fenómeno histórico
Signo de decadencia cultural Signo de riqueza y rivalidad Signo de riqueza y rivalidad
cultural cultural
© UOC 257 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

2.5.2. Una mirada sociológica sobre el fandom

John B. Thompson considera que el fenómeno fan (el fandom) se tiene que
entender como un hecho social normal surgido en el contexto ordinario de la
vida cotidiana de muchas personas, que, en determinados momentos, viven de
forma apasionada y obsesiva su afición y organizan buena parte de su actividad
diaria en función de esta. Los estudiosos británicos usan una expresión feliz,
fandom, en relación con el dominio o reino de los fans.

Figura 16. El cantante canadiense Justin Bieber rodeado de seguidores y fans en un concierto.

Los fans no necesariamente son los “otros”. Todos podemos ser fans en un
momento u otro de nuestra vida (aunque sea algo pasajero). Según Thompson,
los fans en general dedican una parte sustancial de su tiempo de ocio a multi-
tud de actividades sociales rutinarias, como por ejemplo coleccionar fotos, dis-
cos, casetes, vídeos, etc. Los fans organizan la vida en función del seguimiento
habitual de una determinada afición (por ejemplo, ser seguidor de un equipo
de fútbol, de una estrella de cine, de un conjunto musical o de un serial televi-
sivo). Huelga decir que estas actividades aportan muchas compensaciones a los
miembros de la comunidad.
El hecho de ser fan se fundamenta “en relaciones de familiaridad [no recí-
procas] con personajes famosos”, y esta relación es lo que da sentido y propó-
sito a las actividades que se realizan dentro de la comunidad fan.

“De una forma u otra, la mayoría de los individuos en las sociedades modernas
establecen y mantienen relaciones no recíprocas de familiaridad con otras distantes.
Los actores y actrices, presentadores de noticias y de los shows televisivos, estrellas
© UOC 258 Sociología de la comunicación

de cine y otros se convierten en figuras familiares y reconocidas que con frecuencia


forman parte de las discusiones de la vida cotidiana de los individuos.” (Thompson,
1998: 285).

Obviamente, la actividad de los fans va mucho más allá del culto a las gran-
des estrellas del mundo del cine o de la televisión. Muchos fans del mundo del
deporte, por ejemplo, pueden desarrollar vínculos de lealtad muy estrechos
respecto a los colores de su equipo, más allá de la admiración que sienten por
determinados jugadores.
El fandom es un hecho social complejo, profundamente estructurado y regi-
do por una serie de pautas y normas convencionales. Según este autor británico
(de origen norteamericano), ser fan implica una forma de organizar reflexiva-
mente el yo y sirve para dirigir una parte significativa de la propia actividad y
establecer un tipo de interacción con los demás.

“Ser un fan es organizar la vida diaria de uno mismo de tal manera que el segui-
miento de una determinada actividad (tal como ser un espectador de deportes), o
el cultivo de una relación con determinados productos mediáticos o géneros, llega
a constituirse como una preocupación central del yo y sirve para dirigir una parte
significativa de la propia actividad e interacción con los demás. Ser un fan es una
forma de organizar reflexivamente el yo y su conducta diaria. Visto de este modo, no
existe una clara división entre un fan y un no fan.” (Thompson, 1998: 287).

El proceso de formación del yo depende cada vez más del acceso a las formas
mediáticas de comunicación tanto impresas como, posteriormente, electróni-
cas. El fandom tiene una trascendencia especial en la época de la adolescencia,
dado que el joven pasa una etapa de transición especialmente intensa y nece-
sita (re)afirmarse y a menudo convierte a sus ídolos mediáticos en un referente
constante en la propia vida.
El fenómeno fan, pues, es un hecho relativamente normal. A pesar de que
algunos sectores de la opinión pública y de la intelectualidad tienen tendencia
a considerar el fenómeno como un tipo de lacra social, solo se puede hablar
de enfermedad en casos excepcionales, cuando el individuo sufre una adicción
compulsiva que le hace perder el control sobre su vida. Se trata, evidentemente,
de hechos y de situaciones extremas y muy ocasionales.
© UOC 259 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

Para profundizar en el estudio de la cultura fan reco-


mendamos:
Jenkins, H. (2010). “¿Es que no tenéis vida propia?» Fans, piratas y
nómadas” En: Jenkins, H. Piratas de textos. Fans, cultura participativa
y televisión (pág. 21-35). Barcelona: Paidós.

Véase también
Aranda, Daniel; Sánchez-Navarro, Jordi; Roig, Antoni (coord.). Fanáticos. La cultura fan.
Barcelona: UOC, 2013.
“Los fans han sido tradicionalmente menospreciados como objeto de estudio serio para
las aproximaciones sociológicas y culturales de la comunicación. Los fans son, en muchos
aspectos, la sublimación del modelo de consumidor de cultura vulgar carente de cualquier
clase de gusto. La legitimidad de los fans como objeto de estudio es relativamente reciente.
Sin embargo, en los últimos años, los fans se han consolidado como un tema digno de
observación y reflexión. A ello ha contribuido sin duda el establecimiento de una buena base
de estudios sobre la comunicación en internet. Las tecnologías digitales, y especialmente la
infraestructura de internet, han ocupado un papel central en sus relaciones. Internet amplía
y configura las relaciones y la producción de los fans, con lo que se convierte en un agente
capital de un cambio cultural. Es imposible dar cuenta de la relevancia social y cultural sin
pasar en algún momento por la observación de las comunidades formadas por fans. A pesar
de que la producción académica sobre fans es ya extensa en lengua inglesa, no es fácil
encontrar textos sobre el tema en español.”

2.5.3. Una mirada hermenéutica

Los estudios culturales han realizado aportaciones significativas al estudio


de las comunidades de fans. Proponen una nueva mirada para estudiar el fenó-
meno del fandom reivindicando el protagonismo de la audiencia en los proce-
sos de consumo y participación cultural. Desde esta óptica, las audiencias no
son simples consumidoras pasivas, sino productoras activas de sentido, ya que
descodifican los textos mediáticos en función de unas circunstancias sociales y
culturales muy particulares.

“El estudio de los fans, aun siendo objeto de importantes polémicas, es el ámbi-
to teórico desde donde más claramente se ha cuestionado la noción tradicional de
© UOC 260 Sociología de la comunicación

«receptor pasivo» con relación a los media, subrayando la complejidad y diversidad


de las actividades en las cuales pueden formar parte.” (Roig, 2009: 221).

Los estudios culturales quieren alejarse del determinismo textual (S. Hall,
1973). Desde esta óptica, el receptor (des)codifica los mensajes en función de
su bagaje cultural, haciendo una lectura singular, diferente y propia. Nadie
tiene la certeza de que la apropiación final coincida con el mensaje cifrado por
el emisor. Desde esta óptica, la palabra, en el discurso, adquiere el significado
definitivo cuando lo interpreta el receptor, que es quien tiene la última palabra.
Así, por ejemplo, un mismo programa de televisión puede tener una incidencia
muy desigual, por el hecho de poder ser “leído” o “interpretado” de modos
bastante diferentes en función de las características y la disposición del públi-
co. Todo texto es polisémico y, por lo tanto, está abierto a diferentes lecturas
o interpretaciones. Y sobre todo debe tenerse en cuenta que el significado lo
otorgan los receptores en el acto de la recepción.
La premisa de este punto de vista es que la interpretación –como diría
Gadamer– es un proceso, activo y creativo. Así, se entiende la recepción de los
productos culturales básicamente como un proceso hermenéutico que logra una
profunda significación cultural. El estudio de las comunidades fans es muy
sugerente, porque los fans son productores activos y manipuladores de signi-
ficados. Son concebidos como “lectores” que se apropian de los textos y los
releen de una manera sui generis en función de sus intereses.
El análisis de la recepción destaca el protagonismo de la audiencia a la hora
de interpretar los mensajes que provienen de los medios de comunicación.
Los miembros de la audiencia a menudo constituyen “comunidades inter-
pretativas”. Los miembros de estas comunidades se convierten en auténticos
protagonistas que hacen una lectura muy particular de los materiales o textos
disponibles. Mientras que la «lectura», convencionalmente, es una práctica
solitaria y privada, los fans consumen textos en el seno de la comunidad pro-
pia. No se limitan a leer textos, los releen continuamente, lo cual hace cambiar
profundamente la naturaleza de la relación entre el texto y el lector. En este
proceso, los fans dejan de ser simplemente una audiencia para los textos popu-
lares y se convierten en participantes activos y protagonistas en la construcción
y circulación de sentido.
© UOC 261 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

Yo (también) soy fan


Jenkins se ha convertido en uno de los estudiosos más sólidos y más reputa-
dos de las comunidades de fans. Jenkins confiesa abiertamente su admiración
y su implicación personal en la comunidad que estudia. Según Jenkins, las
comunidades de fans a menudo se caracterizan por el rechazo de los valores y
de las prácticas mundanas y de carácter consumista.
Como señala Jenkins, el fandom en el ámbito de la ciencia-ficción ha existi-
do durante casi cien años y es producto de una larga tradición. Ya formaban
una red social (off line) mucho antes de que nadie se planteara su estudio.
La obra de Jenkins, quien desde hace más de veinte años profundiza en el
estudio de las comunidades de fans, es extensa y clarividente. Podemos desta-
car, entre otras, el estudio realizado en 1992 en Estados Unidos sobre los fans
de la serie de ciencia-ficción Star Trek. El autor demuestra que la mayor parte de
los miembros de esta comunidad, los trekkies, son chicos adolescentes con una
profunda inquietud cultural y una actitud muy abierta. Los trekkies constituyen
una de las manifestaciones más sólidas de la cultura fan.

17. Los trekkies forman una comunidad compuesta por los seguidores incondicionales de
la legendaria serie Star Trek.

En los estudios de Jenkins los fans aparecen como “lectores” que hacen una
interpretación sui generis de los relatos televisivos. No se trataría –como dice el
tópico– de un acto de recepción pasiva, ni de un mero acto de consumismo
compulsivo. El elemento central de esta aproximación es la tesis de que la
audiencia, lejos de adoptar una posición pasiva respecto al sentido de un men-
saje que recibe, adopta una posición activa, de modo que construye su propio
© UOC 262 Sociología de la comunicación

sentido del “texto”, que se puede situar más lejos o más cerca de la “lectura
preferida” del emisor.
Inspirándose en textos de De Certeau (1999), Jenkins emplea la analogía
de la piratería o de la caza furtiva para describir las relaciones entre lectores y
escritores, que establecen una especie de lucha para apropiarse del texto y para
el control de los significados. En este caso, lo que es específico de la cultura fan
es que los miembros del público son como una especie de cazadores furtivos
que “cazan” determinados fragmentos de texto del que hacen una lectura par-
ticular e incluso, en algunos casos, una (re)escritura al servicio de los intereses
de la comunidad. Los miembros de las comunidades fans aprovechan los “bie-
nes saqueados” como base para la construcción de una comunidad cultural
alternativa.

2.6. Los fans en la era digital

En el pasado los fans constituían un tipo de comunidades dispersas que,


solo ocasionalmente, se reunían o se juntaban para celebrar algunas efemérides
y para compartir su pasión. Se trataba de un tipo de actividades que, a pesar de
su interés, tenían una escasa o nula incidencia social y cultural.
Internet ofrece la posibilidad de desarrollar una red de relaciones sociales
con personas que no se encuentran, necesariamente, localizadas en el tiempo
y el espacio. Internet facilita la creación y el intercambio de nuevos contenidos
culturales y hace posible que la interacción social sea mucho más viva, inten-
sa y continuada en el tiempo. Se trata de un tipo de comunidad en que los
individuos se pueden sentir profundamente implicados en el plano personal y
emocional.
A partir de los años noventa los fans logran un nuevo protagonismo, ya
que se convierten en pioneros en el uso de las nuevas tecnologías de la comu-
nicación. Crean los primeros foros de fans en línea y abrazan con entusiasmo
las potencialidades comunicativas y creativas de la red. En la actualidad hay
infinidad de espacios dedicados a comunidades y creadores de producciones
relacionadas con el universo de los fans (Roig, 2009: 230).
La presencia de contenidos culturales generados por los fans permite una
difusión mayor y una presencia continuada de la cultura fan en la Red. Como
señala Jenkins, lo que se ha producido en los últimos años con la extensión de
© UOC 263 Culturas juveniles y comunidades fans en la era...

las redes sociales es una mayor visibilidad de la cultura de los fans.

“La red proporciona un nuevo y poderoso canal de distribución para la produc-


ción cultural aficionada. Los aficionados llevan décadas haciendo películas domésti-
cas; estas películas se están haciendo públicas.” (Jenkins, 2008: 37)

Es cierto que muchas de estas aficiones tenían inicialmente un carácter bas-


tante extraño y marginal, pero con el tiempo han logrado un protagonismo
cultural creciente. En la sociedad actual los fans forman comunidades integra-
das por miembros que comparten la misma afinidad y que pueden conseguir
una notable difusión de sus actividades. Han pasado de ser un fenómeno
minoritario y, a menudo, estigmatizado, a una de las partes más visibles de
los públicos contemporáneos. Efectivamente, estos seguidores entusiastas y
apasionados configuran un sector del público muy dinámico y cada vez más
atractivo para las industrias creativas. En algunos casos se desdibuja la frontera
que separa la creación de la recepción. Este es un hecho extraordinariamente
significativo.

“Un fan puede convertirse en «productor» desde el momento en que se implica


en un proceso creativo, sea un texto literario, una revista, una obra gráfica, una web
o un film, con el objetivo de integrarlo dentro de un circuito cultural, que puede
estar circunscrito a una comunidad afín a su fandom o un público más amplio.”
(Roig, 2009: 223)

El fan, a pesar de la idea tópica que lo vincula con un consumidor pasivo,


resulta ser un actor protagonista de sus actividades de ocio. El fan también es
un creador. Lucha para imponer su criterio de calidad y en algunos casos puede
destacar y convertirse en una celebridad dentro de la propia comunidad. Su
influencia personal y la repercusión social a la hora de marcar tendencias es
cada vez mayor.
© UOC 264 Sociología de la comunicación

Glosario:
anomia fama igualitaria
bienes posicionales fans
clase ociosa freaks
clase social grupos de estatus
consumo ostentoso gusto
cultura creativa habitus
cultura de la virtualidad real ídolos mediáticos
cultura fan (fandom) incongruencia de estatus
cultura juvenil juventud
cultura participativa ocio
distinción cultural nuevo rico
estatus social consumidor proactivo (prosumer)
estilos de vida red social
fama redes juveniles
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