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Los reinos europeos lanzaron sus flotas de navíos a explorar los mares y océanos para
encontrar nuevas rutas al Nuevo Mundo, ya fuera rumbo oeste hacia América o rumbo sureste
hasta el Lejano Oriente. El objetivo era descubrir territorios inexplorados y, sobre todo,
encontrar nuevas mercancías con las que comerciar.
Hacía siglos que los comerciantes
europeos habían llegado por tierra
hasta el Lejano Oriente, al este de Asia,
en expediciones como las de Marco
Polo. Entre los siglos XII y XV, las
ciudades italianas como Venecia y
Génova tenían el control de las rutas
comerciales. Éstas partían de sus
ciudades pasando por Constantinopla,
Turquía, Palestina, Persia y la ruta
terrestre por Asia, para llegar a la India
–las Indias, como se la llamaba– o a
China, denominada Cathay. Cuando los
turcos otomanos tomaron el control de
Constantinopla, interrumpieron el
ingreso de los comerciantes europeos y
controlaron todo el comercio y las rutas
terrestres de Asia. Las ciudades italianas
no pudieron encontrar nuevas rutas a las
Indias. España y Portugal,
principalmente, tuvieron que buscar
nuevas rutas comerciales hacia oriente
para llegar a las Indias y poder
comercializar sus productos. Portugal
encontró la nueva ruta por el océano
Atlántico, bordeando las costas de
África. Después de años de viaje por este
continente, Bartolomé Díaz llegó al
extremo sur, al que llamó el Cabo de
Buena Esperanza en 1487. Luego, en 1498, Vasco de Gama llegó a Calicut, en India,
restableciendo el comercio con las Indias.
Los comerciantes hacían viajes que duraban 2, 3 y hasta 5
años. Además, los viajes eran peligrosos. Quienes los
realizaban corrían muchos riesgos. Cruzaban desiertos y
lugares peligrosos. En los países que cruzaban, podían ser
asaltados o contagiarse de enfermedades mortales. Pero
también podían ganar mucho dinero. Ya que podían conseguir
productos que eran muy valorados en Europa, como las
finas telas de seda, las piedras preciosas, los perfumes
o las especias que se usaban para dar sabor a las comidas.
Por entonces, en Europa apenas había sal o hierbas para
condimentar las comidas. La gente apreciaba las especias y
pagaba mucho por ellas. Éstas eran la pimienta, la
canela, el clavo de olor, la nuez moscada y otras.