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Flaco

Flaco ha traficado con personas y drogas por la frontera en las últimas tres décadas. Su
historia ilustra la evolución en la economía del contrabando y cómo los carteles se hicieron
cargo de todo el negocio.
Flaco creció en el duro barrio de “Buenos Aires,” que corre por la frontera. En los
ochentas, flaco entraba a Estados Unidos mediante hoyos en la cerca, pasando ilegalmente
para comprar en las tiendas y luego regresar a México.
La primera vez que Flaco guio a personas al otro lado de la frontera fue en 1984,
cuando tenía tan solo 15 años. Algunos migrantes llegaban preguntando cómo cruzar y
Flaco, por una propina de 50 centavos, les enseñaba los huecos en la cerca.

“De 50 centavos a 5mil dolares” “Cuando los precios subieron, la mafia, el cartel de
Sinaloa, tomó todo aquí, drogas y contrabando de personas”

A Flaco llegaron a pagarle 5 mil dólares por su primer viaje como “burro” cuando
estaba en la preparatoria. A los “burros” incluso han llegado a filmarlos

https://www.youtube.com/watch?v=Wp0cNRbGzDc

Después, Flaco aprendió a construir compartimientos secretos en carros; en el


tanque de gas, en el chasis, en las llantas; comportamientos que tienen modos complejos de
abrirse, como mantener el auto apagado con ciertas puertas cerradas.
Flaco una vez fue capturado con una carga de marihuana en un tren a Arizona; pero
logró persuadirlos de que era un maquinista y solo estuvo un mes en prisión. Luego, fue
capturado por la policía mexicana y cumplió una condena de 5 años. Al salir, regresó a la
única forma que sabe trabajar: contrabando.

p. 6-8
Tony
“Su carrera criminal, solo fue una faseta en su vida.”

Creció en la ciudad de Napa, al norte de California. Hijo de madre soltera proveniente de


Michoacán, México. Gracias a su “grado técnico,” logró ser contratado por una empresa de
celulares que lo envió al sur de la frontera para dar mantenimiento a torres y cables de El
Paso y Tucson. Incluso, iba a México a dar mantenimiento a algunas instalaciones y, como
había unas señales rebotando en la Administración Federal de Aviación, Tony tenía
permiso oficial para cruzar la frontera.
Sin embargo, tenía una debilidad: el amor. Tony empezó a salir con una mujer
llamada Esmeralda, que era de Juárez, pero vivía en las Cruces, Nuevo México. Ella le
presentó a su hermano Octavio, de quien se hizo amigo. Una noche, Octavio le propuso
transportar unas cajas y algo más a la frontera sur: armas. Tony accedió bajo la idea de que
no tenía nada que perder.

“era joven; era tonto, mi guía moral no estaba allí. No tenía hijos”

Octavio fue a la compañía de cables en las Cruces y le dio a Tony tres cajas negras de las
que usan las bandas de rock en sus tours. Manejó a la frontera usando el cruce de Santa
Teresa, en el este de Juárez y al llegar, tanto la patrulla fronteriza como la policía mexicana,
al conocerlo del trabajo, lo saludaron al pasar.
En el tercer viaje que Tony decidió ver lo que había dentro de las cajas, solo para
darse cuenta de que eran armas desarmadas. Después de cuatro viajes, Octavio le dio 6,500
dólares, pero Tony le dijo que no lo hacía por dinero (aunque llegó a ganar entre 12 a 15
mil dólares el viaje).
Una vez fue detenido por la policía mexicana. Nervioso, alegó que la camioneta que
transportaba era propiedad del gobierno y para poder revisarla debían hablarle a su jefe. El
oficial lo dejó pasar.
Tiempo después embarazo a Esmeralda y se dio cuenta de que no quería que su
futura hija tuviera un padre en una cárcel mexicana. No obstante, cuando el amor Tony de
Tony por Esme terminó, poco antes de que naciera su hija, volvió a acercarse a Octavio,
pero ya no para transportar armas, sino para convertirse en espía de la frontera, ganando
cinco mil dólares a la semana.
La historia de Tony con el crimen organizado termina cuando Esmeralda confiesa
que su hija no era verdaderamente suya. Con el corazón roto y sin ganas de saber más, se
mudó a California. Actualmente trabaja en el departamento de mantenimiento en una
universidad, y vive junto con su esposa y dos hijos.

p. 10-14
Jorge
“Si no me hubieran arrestado, seguiría en el contrabando de armas”

Jorge tenía 19 y estaba hambriento de lograr algo en su pequeña ciudad. Su padre lo había
criado cómodamente comprando ganado a los rancheros locales para luego venderlo a
compañías de carne estadounidenses.
Jorge tenía esperanzas de ingresar al mundo de los negocios y recibir educación,
pero un descuido provocó que su novia se embarazara. Jorge tuvo que ponerse a trabajar,
laborando como albañil para colectar 200 pesos al fin del día.
Él compró la primera arma como un favor. Gracias al negocio de su padre, tenía
visa para ir a Texas. En sus días libres, viajaba a estados unidos para comprar ropa, lentes
de sol, bolsas, etc; para llevarlas a su pueblo a vender. Un amigo suyo oyó sobre estos
viajes y le preguntó si podía conseguirle una AR-15.
Su amigo estaba conectado con un cartel, así que era difícil que Jorge se negara.
Jorge se acercó a los guns shops de Dallas y se dio cuenta que el truco era comprar en los
lugares donde no le pidieran ID. De vuelta al pueblo, su amigo le pagó por el arma 3,000
dolares. Un día después, su amigo llegó diciendo que unas amistades necesitaban rifles y
pagarían 2,300 la pieza, el triple de lo que cuestan en Dallas. Jorge sabía para que eran las
armas, pero el dinero era demasiado para rechazarlo.
Cada semana, Jorge manejaba de Chihuahua a los shows guns de Dallas. Ahí
compraba siete, doce o hasta catorce armas. Incluso, llegó a comprar armas por Facebook.
Jorge compraba refrigeradores y cocinas para esconder las armas. Para evitar
inconvenientes, declaraba los productos y pagaba los impuestos.
Por seguridad y para poder seguir con su negocio, Jorge pagaba una cuota al
“cártel” local para traficar armas en la frontera de Juárez y otra por vender armas en su
pueblo.
Cuando cumplió veinte, ya había comprado una casa, una camioneta, cuidar a su
familia e irse de fiestas y drogarse; olvidando su plan de retirarse del contrabando para
dedicarse a un negocio limpio.
Las cosas salieron mal cuando, al tener problemas con un primo, informó a los
soldados los días y horarios en los que Jorge pasaba la mercancía; deteniéndolo para
después condenarlo a 8 años de prisión.

p. 16-20

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