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La “concepción materialista de la historia”

No me digan que es muy tarde, que apremia la sustancia,


Que el rol de la materia es la razón de mi nostalgia.
Intifada
(Patriotismo)
Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del
desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el
hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política,
ciencia, arte, religión, etc.
F. Engels
(Discurso ante la tumba de Marx)

Karl Marx y Friedrich Engels (ME) jamás intentaron formular un sistema filosófico, económico o
político cerrado, como después se hizo con su trabajo científico. Tampoco fue su objetivo
caracterizar su propio trabajo con algún nombre que lo petrificara como al resto de dogmas de su
tiempo. La llamada concepción materialista de la historia es un término acuñado por Engels en su
texto Ludwig Feuerbach el fin de la filosofía clásica alemana, pero Marx reusaba bautizar su
trabajo científico con algún nombre que lo redujera a una doctrina.

A lo largo ya de todo el siglo XX y parte del XXI sigue utilizándose el término “concepción
materialista de la historia” para referirse al trabajo científico de ME, en el mejor de los casos. Pero
en otros menos elaborados y más “manualescos”, encontramos el término de “materialismo
histórico” o la diada de “materialismo histórico y dialéctico”.
Nosotros nos referiremos al trabajo científico desarrollado por ME como una fundamentación
materialista de la historia, y no como una mera concepción, para evitar reducirlo a una mera
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“cosmovisión” o una mera “forma de ver” la realidad, sino como un trabajo científico al servicio de
la transformación revolucionaria de la realidad.

La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes.
Marx-Engels

Se les atribuye muy a menudo a ME de haber formulado una teoría economicista de la historia en la
que, según sus intérpretes (casi siempre afines al capitalismo), consideraban que la materia
determinaba toda la esfera de lo llamado “espiritual”. Por lo regular hacen referencia al Prólogo del
texto de Marx Contribución a la crítica de la economía política, en donde dice:

En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones,


necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un
determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas
relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real
sobre la cual se alza un edificio [Uberbau] jurídico y político, y a la cual corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material
determina [bedingen] el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la
conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia
social lo que determina su conciencia. (págs. 4-5)

Con ese fragmento se han hecho interpretaciones economicistas del trabajo de ME, en el
que resulta que la economía sería “la base” que explica todo lo llamado “superestructural”, lo
jurídico, lo ideológico, lo religioso, etc. Se crea una fórmula mágica en la que explicando lo
económico se explica toda la realidad. Una fórmula mecánica que siempre ha estado en boca de los
detractores y de no pocos “marxistas”. Sin embargo, el mismo Engels comenta en una carta al
filósofo y periodista Joseph Bloch:

Según la concepción materialista de la historia, el elemento condicionante de la historia es


en última instancia la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos
afirmado nunca más que esto; por consiguiente, si alguien lo tergiversa transformándolo en
la afirmación de que el elemento económico es el único determinante, lo transforma en una
frase sin sentido, abstracta y absurda… Si no fuera así, la aplicación de la teoría a cualquier
periodo de la historia que se elija sería más fácil que la solución de una simple ecuación de
primer grado. (21 de septiembre de 1890).

El problema radica en cómo se considera “lo económico” de un lado como un aspecto


asilado del resto de la realidad (una abstracción), y del otro lo que están tomando como premisa los
mismos ME al fundamentar su trabajo científico: la realidad inmediata de los seres humanos, su
vida práctica cotidiana.
ME no están inventando una nueva “filosofía” sobre la vida, están desarrollando un trabajo
científico, una fundamentación de la realidad histórica, para la transformación revolucionaria de la
misma, el conocer científicamente la realidad para su transformación.

No hay que confundir la realidad de producción y reproducción de la vida, con la


abstracción que se hace de la misma como “economía”. Se trata de entender que lo primero que
hace el ser humano es vivir, su forma de vida como una totalidad material, en el que “material” no
significa una cosa tosca solamente (una mera cosa hecha de partículas, de átomos, moléculas, etc.),
sino la interacción de todos los aspectos que forman su modo de vida como proceso histórico. No se
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trata de la mera reproducción biológica del ser humano, la incorporación de los elementos
necesarios para vivir como cualquier otro ser, sino del modo particularmente humano de existir.
Pensar que cuando se habla de la vida material se refiere nada más a la mera objetividad “cósica”,
es decir, que la realidad se conforma por partículas, moléculas, etc., sería caer nuevamente en el
materialismo abstracto ya criticado por ME.
La humanidad no es un mero cúmulo de partículas, su historicidad radica en que se ha
creado a sí misma, ha construido sus propios medios a su propia medida. Toda la historia creada por
la humanidad, todas las modificaciones que ha hecho sobre su medio, es al mismo tiempo una
modificación sobre sí misma.
No hablamos del mero metabolismo entre una especie y su hábitat (o biotopo con su biocenosis, en
la que todas las especies en un hábitat contribuyen al metabolismo del mismo), sino que el hábitat
creado por la humanidad lo ha hecho a su medida, de una forma o un modo humano. Todas las
especies que le han sido de utilidad las ha hecho ya artificiales (en el sentido de que no las
encuentra ya dadas así en la naturaleza) las ha “cultivado”, las ha adaptado a sus necesidades, las ha
humanizado. Algunas especies van extinguiéndose por esa acción del ser humano sobre su propio
medio, sobre todo aquellas que no considera “útiles”, mientras que las gallinas y las vacas es
probable que existan todavía durante un largo tiempo. Y eso al mismo tiempo va determinando la
manera en la que el ser humano vive, va determinando sus modos de vida. Con Feuerbach decimos
también: las estrellas y la luna que contempla el ser humano a lo lejos, no son meras realidades
objetivas independientes del ser humano, son ya humanizadas desde que las contempla de forma
“objetiva” para su estudio científico o para su inspiración y mero disfrute estético.

Tratamos de decir que todos los aspectos jurídicos, religiosos, ideológicos, estéticos, en fin,
todo aquello que suele ser separado idealmente de la realidad, no está realmente separado, no es
parte de una pretendida realidad “espiritual”. Como dicen ME, la conciencia no existe fuera de éste
mundo, no es una especie de “epifenómeno” (algo que surge o se encuentra a un lado o “unido” de
forma secundaria a lo llamado “material”), no es una realidad a parte: “La conciencia –nos dicen
ME- no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de
vida real.” (Ideología Alemana, p. 26). La conciencia solamente existe como conciencia en y del
mundo real, en la vida cotidiana.
La realidad es una sola, con sus muchos aspectos, como un poliedro en el que para analizarlo
podemos ver sus diversas caras, sus diversas aristas y vértices pero al final forma una sola unidad.

Desafortunadamente, en occidente estamos acostumbrados a pensar dicotómicamente la


realidad, pensando que se compone de dos sustancias distintas: en el caso del ser humano, sería de
un lado el alma y del otro el cuerpo; de un lado lo ideal y del otro lo material, de un lado el mundo y
del otro el cielo o el infierno. Esa manera de pensar nos ha llevado a creer que la realidad es igual;
así las ideas determinan lo concreto, la vida real, lo terrenal determinado por lo espiritual.

II

Toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen
directamente.
K. Marx
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(El Capital, Tomo III)

La fundamentación que se hace de la historia, desde el trabajo de ME, parte precisamente


de esa realidad inmediata con sus múltiples aspectos en unidad indisoluble, de esa realidad de la que
es consciente la humanidad día tras día, en la que se encuentra en constante interacción, aunque esa
conciencia se le presente “deformada”, es decir, como si los productos de su conciencia
determinaran su modo de vida, concepción –esa sí- muy de moda.

Y ese punto de partida, la realidad inmediata, es al que vuelve el trabajo científico una vez
que ha dado cuenta de las diversas interacciones de los aspectos de la realidad analizados, no por un
mero afán científico de búsqueda de la verdad o de “descubrir por descubrir”, el interés principal,
nuevamente, es la transformación. Lo que ha mostrado el trabajo científico desarrollado por ME es
que la realidad no es mecánica o que se pueda reducir a fórmulas simples que lo explican todo. Lo
que ha mostrado es la complejidad de las diversas interacciones y contraposiciones que existen en la
vida humana, y que no pueden reducirse a una dicotomía de lo “material” y lo “espiritual”.

La ciencia, el trabajo científico en general, no ha hecho más que confirmar precisamente las
formas complejas en las que interactúan los diversos aspectos de la realidad, y que no es posible
reducirlas a una secuencia mecánica de determinaciones simples. Sin embargo, en la actualidad
somos testigos de, por ejemplo, el intento desmedido por usar “verdades científicas a medias” para
justificar al capitalismo, como el caso del determinismo biológico, en donde se utilizan estudios
parciales de genética para justificar ideologías políticas o económicas como el egoísmo y el
consumismo. Como señala al respecto el biólogo molecular Pankaj Mehta (2014):
El atractivo del determinismo biológico radica en que ofrece explicaciones científicas
plausibles para dar cuenta de las contradicciones civilizatorias engendradas por el
capitalismo. Si la diabetes de tipo II se reduce a un problema genético (lo cual hasta cierto
punto es cierto), entonces ya no tenemos que pensar acerca del aumento de la obesidad y de
sus causas subyacentes, esto es: el monopolio empresarial privado del sector
agroalimentario, la desigualdad en los ingresos de la ciudadanía y las diferencias de clase en
relación a la calidad de los alimentos consumidos. Combínese esto con la prevalencia de la
medicalización que está impulsando la industria farmacéutica para el tratamiento de todo
tipo de enfermedades, y nadie deberá sorprenderse de que al final nos quedemos con la
impresión de que los fenómenos sociales complejos pueden reducirse a un hecho científico
simple.

De esa forma, la historia se convierte para ME en la ciencia por antonomasia. El proyecto de


transformación revolucionaria de la realidad social encuentra su fundamento en la historia. No es
que se necesite o haya sido necesario en el pasado la ciencia para la transformación de la realidad
(idea absurda), sino que al ser la ciencia parte de las fuerzas productivas del ser humano en el
momento actual, se convierte en un instrumento más a favor de dicha transformación. La praxis
encuentra un fundamento racional, un fundamento científico, ya no solamente ideal o voluntarista.
La ciencia, como producto humano, lo hace consciente de su papel como agente transformador de la
realidad y se convierte en una herramienta a su favor. Apoderarse de la terrenalidad de su
existencia, significa tomar las riendas de su praxis, de transformar esa práctica reiterativa (Adolfo
Sánchez Vázquez dixit) en una práctica transformadora, en donde no sean los productos de su
práctica cotidiana lo que lo dominen, sino que por medio de la praxis revolucionaria domine esos
productos para su bienestar.

J. Carlos R. Acosta
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