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Karl Marx y Friedrich Engels (ME) jamás intentaron formular un sistema filosófico, económico o
político cerrado, como después se hizo con su trabajo científico. Tampoco fue su objetivo
caracterizar su propio trabajo con algún nombre que lo petrificara como al resto de dogmas de su
tiempo. La llamada concepción materialista de la historia es un término acuñado por Engels en su
texto Ludwig Feuerbach el fin de la filosofía clásica alemana, pero Marx reusaba bautizar su
trabajo científico con algún nombre que lo redujera a una doctrina.
A lo largo ya de todo el siglo XX y parte del XXI sigue utilizándose el término “concepción
materialista de la historia” para referirse al trabajo científico de ME, en el mejor de los casos. Pero
en otros menos elaborados y más “manualescos”, encontramos el término de “materialismo
histórico” o la diada de “materialismo histórico y dialéctico”.
Nosotros nos referiremos al trabajo científico desarrollado por ME como una fundamentación
materialista de la historia, y no como una mera concepción, para evitar reducirlo a una mera
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“cosmovisión” o una mera “forma de ver” la realidad, sino como un trabajo científico al servicio de
la transformación revolucionaria de la realidad.
La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes.
Marx-Engels
Se les atribuye muy a menudo a ME de haber formulado una teoría economicista de la historia en la
que, según sus intérpretes (casi siempre afines al capitalismo), consideraban que la materia
determinaba toda la esfera de lo llamado “espiritual”. Por lo regular hacen referencia al Prólogo del
texto de Marx Contribución a la crítica de la economía política, en donde dice:
Con ese fragmento se han hecho interpretaciones economicistas del trabajo de ME, en el
que resulta que la economía sería “la base” que explica todo lo llamado “superestructural”, lo
jurídico, lo ideológico, lo religioso, etc. Se crea una fórmula mágica en la que explicando lo
económico se explica toda la realidad. Una fórmula mecánica que siempre ha estado en boca de los
detractores y de no pocos “marxistas”. Sin embargo, el mismo Engels comenta en una carta al
filósofo y periodista Joseph Bloch:
Tratamos de decir que todos los aspectos jurídicos, religiosos, ideológicos, estéticos, en fin,
todo aquello que suele ser separado idealmente de la realidad, no está realmente separado, no es
parte de una pretendida realidad “espiritual”. Como dicen ME, la conciencia no existe fuera de éste
mundo, no es una especie de “epifenómeno” (algo que surge o se encuentra a un lado o “unido” de
forma secundaria a lo llamado “material”), no es una realidad a parte: “La conciencia –nos dicen
ME- no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de
vida real.” (Ideología Alemana, p. 26). La conciencia solamente existe como conciencia en y del
mundo real, en la vida cotidiana.
La realidad es una sola, con sus muchos aspectos, como un poliedro en el que para analizarlo
podemos ver sus diversas caras, sus diversas aristas y vértices pero al final forma una sola unidad.
II
Toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen
directamente.
K. Marx
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(El Capital, Tomo III)
Y ese punto de partida, la realidad inmediata, es al que vuelve el trabajo científico una vez
que ha dado cuenta de las diversas interacciones de los aspectos de la realidad analizados, no por un
mero afán científico de búsqueda de la verdad o de “descubrir por descubrir”, el interés principal,
nuevamente, es la transformación. Lo que ha mostrado el trabajo científico desarrollado por ME es
que la realidad no es mecánica o que se pueda reducir a fórmulas simples que lo explican todo. Lo
que ha mostrado es la complejidad de las diversas interacciones y contraposiciones que existen en la
vida humana, y que no pueden reducirse a una dicotomía de lo “material” y lo “espiritual”.
La ciencia, el trabajo científico en general, no ha hecho más que confirmar precisamente las
formas complejas en las que interactúan los diversos aspectos de la realidad, y que no es posible
reducirlas a una secuencia mecánica de determinaciones simples. Sin embargo, en la actualidad
somos testigos de, por ejemplo, el intento desmedido por usar “verdades científicas a medias” para
justificar al capitalismo, como el caso del determinismo biológico, en donde se utilizan estudios
parciales de genética para justificar ideologías políticas o económicas como el egoísmo y el
consumismo. Como señala al respecto el biólogo molecular Pankaj Mehta (2014):
El atractivo del determinismo biológico radica en que ofrece explicaciones científicas
plausibles para dar cuenta de las contradicciones civilizatorias engendradas por el
capitalismo. Si la diabetes de tipo II se reduce a un problema genético (lo cual hasta cierto
punto es cierto), entonces ya no tenemos que pensar acerca del aumento de la obesidad y de
sus causas subyacentes, esto es: el monopolio empresarial privado del sector
agroalimentario, la desigualdad en los ingresos de la ciudadanía y las diferencias de clase en
relación a la calidad de los alimentos consumidos. Combínese esto con la prevalencia de la
medicalización que está impulsando la industria farmacéutica para el tratamiento de todo
tipo de enfermedades, y nadie deberá sorprenderse de que al final nos quedemos con la
impresión de que los fenómenos sociales complejos pueden reducirse a un hecho científico
simple.
J. Carlos R. Acosta
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