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GA 219: “La relación del mundo estelar con el ser humano y del ser humano con el mundo

estelar. La comunión espiritual de la humanidad”

Ciclo de 12 conferencias dadas por Rudolf Steiner en Dornach entre el 26 de noviembre y el 31


de diciembre 1922.

Segunda conferencia: 1º de diciembre 1922

Las conferencias que he estado dando aquí desde hace una serie de semanas, tienen
esencialmente el cometido de mostrar cómo el ser humano igualmente participa de lo que
podemos denominar el mundo estelar por medio de su vida espiritual, así como participa en la
existencia y sucesos terrenales por su vida física terrenal. En el sentido de ese modo de ver que
hemos acogido en la antroposofía, uno tiene que organizar (gliedern= membrar, dividir, subdividir,
estructurar) al ser humano primeramente en aquellas fuerzas que se encuentran en su cuerpo
físico y en su cuerpo etérico o cuerpo de fuerzas formativas, y en aquellas que están en su
naturaleza yoica y en su cuerpo astral. Ustedes saben, que estos dos lados de su naturaleza
están mutuamente separados en cada estado durmiente (Schlafzustand: estado del sueño, estado del
dormir, estado durmiente).

Dirijamos nuestras miradas por algunos momentos a este ser humano dormido. Es decir que
ahí tenemos inconscientes por un lado al cuerpo físico humano, al cuerpo etérico o cuerpo de
fuerzas formativa, pero también inconscientes a la entidad yoica y al cuerpo astral. Nos
podemos preguntar: ¿Hay también una relación entre estos dos lados inconscientes de la
naturaleza humana durante el estado durmiente? – Sabemos que en el estado de vigilia, en el
que tiene lugar la consciencia habitual del ser humano actual, hay esa relación que se reaviva
(aufleben: revivir,resurgir,renacer, reanimarse,reavivarse, despabilarse) por el pensar, por el sentir, por el
querer. Nos tenemos que representar esto de tal manera, que cuando la entidad yoica y el
cuerpo astral por decirlo así se sumergen en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico, que
entonces de este estar juntos se avivan (aufflackern: el avivarse del fuego, atizar) pensar, sentir y
querer.

Pensar, sentir y querer no se encuentran entonces en el ser humano durmiente. Pero si


miramos al cuerpo físico terrenal, entonces tenemos que decirnos: En este cuerpo físico
terrenal están siendo eficaces todas aquellas fuerzas que pertenecen a la existencia terrenal
según nuestra observación humana. – Podemos pesar a ese cuerpo físico humano y
encontraremos que tiene su peso. En este cuerpo humano físico se podrían – o uno podría al
menos imaginarse hipotéticamente que se pudiese – hacer investigaciones en cómo van
ocurriendo los procesos materiales en él. Se encontrarían en él procesos substanciales que
son la prosecución de aquellos procesos que encontramos afuera en la existencia terrestre,
que por la alimentación se continúan en lo interior del ser humano. Encontramos también en
el cuerpo físico lo que se ejecuta por el proceso respiratorio. Solamente está en cierto sentido
reducido a penumbras o completamente a oscuras todo aquello que proviene de la
organización de la cabeza del ser humano, lo que atañe al sistema neuro-sensorial.

Cuando después tomamos en consideración al cuerpo etérico que compenetra al cuerpo


físico, entonces no resulta ciertamente tan fácil lograr un esclarecimiento sobre cómo está
actuando verdaderamente este cuerpo etérico ahora durante el estado del sueño. Pero quien
ya se ha introducido algo en lo que la Ciencia Espiritual tiene que decir sobre el ser humano,
reconocerá sin dificultades cómo el ser humano a través de su cuerpo etérico durmiente vive
en todo aquello que son las relaciones etéricas, las fuerzas etéricas en el entorno de la
existencia terrestre. De modo que podemos decir: Encontramos activo dentro del cuerpo
físico en el estado del sueño todo aquello que pertenece a la existencia terrestre;

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encontramos activo en el cuerpo etérico todo lo que pertenece al mundo etérico que rodea
envolviendo a la Tierra y compenetrándola.

Pero el asunto se hace más difícil cuando dirigimos nuestro punto de mira – naturalmente el
punto de mira anímico – hacia lo que está afuera del cuerpo físico y del etérico, cuando lo
dirigimos a la entidad yoica y a la entidad astral del ser humano. Es imposible que nos
entreguemos a la representación de que esta entidad yoica, esta entidad astral del ser humano
tienen algo que ver con la Tierra física, tienen algo que ver con lo que como éter rodea y
compenetra a la Tierra.

Lo que entonces tiene lugar durante el estado del sueño – esto ya se lo di, digamos
descriptivamente, en las conferencias dadas aquí hace poco; hoy quiero esbozarlo desde otro
punto de vista. Lo que acaece en la entidad yoica y en el cuerpo astral del ser humano
justamente lo podremos reconocer únicamente si penetramos por medio de la Ciencia del
Espíritu en lo que acaece alrededor de la Tierra fuera de los desenvolvimientos de fuerzas
físicas y fuera de los resultados de las fuerzas etéricas todavía en la Tierra.

Ahí dirigimos nuestra mirada primeramente al mundo vegetal. Vemos anualmente las
plantas – al menos en lo principal en tanto que no se trate de los árboles perennes y similar
– salir brotando de la tierra en la primavera. Después las vemos ponerse cada vez con más
color y más abundantes, y con el otoño las vemos de nuevo marchitarse. Las vemos en un
cierto sentido desaparecer de la tierra, cuando la tierra se cubre con la nieve.

Pero esto es sólo un lado del despliegue del mundo vegetal. El reconocimiento físico nos
dice, que este despliegue del mundo vegetal en la primavera, su marchitarse yendo hacia el
otoño, está vinculado con el sol. El reconocimiento físico también nos muestra cómo por
ejemplo la materia colorante verde del mundo vegetal se puede formar solamente bajo la
influencia de la luz del sol. O sea que todo lo que se lleva a cabo dentro del efecto físico, eso
nos muestra el reconocimiento físico; pero no se nos muestra que, en tanto que todo eso se
está ejecutando: el brotar, verdear, florecer, marchitar de las plantas - también acaece lo
espiritual. Pero de la misma manera como en el organismo humano físico tiene lugar por
ejemplo la circulación de la sangre, cómo los procesos etéricos en el organismo físico se
manifiestan como reacciones vasculares, etc. y cómo este organismo físico humano
ciertamente está atravesado por lo anímico-espiritual, así también los procesos que se
ejecutan en el brotar, verdear, florecer, marchitar de las plantas y que nosotros observamos
como procesos físicos, por doquier están siendo impregnados y atravesados por los efectos del
mundo espiritual y anímico. Y así como nosotros, si vemos el rostro de una persona – cuando
se nos muestra su mirada que cae sobre nosotros, su mímica, quizás el enrojecer de su cara -,
entonces en base a nuestro convivir con el resto del mundo humano, no podemos más que
pasando a través de lo físico, por así decirlo, dirigir nuestra mirada anímica a lo anímico, a lo
espiritual, de ese mismo modo debemos también habituarnos a ver en lo que sucede– si
puedo decirlo así –en la fisionomía y cambio de color del manto vegetal de nuestra Tierra, de
ver en ello algo espiritual-anímico.

En tanto que meramente sólo queremos reconocer físicamente, decimos: el calor del sol y
la luz del sol accionan en la planta, forman en ella los jugos vegetales, forman en ella la
clorofila etc. – Pero si miramos todo eso con la mirada espiritual, si nos comportamos ante
esta fisionomía vegetal de la Tierra como nos comportamos por costumbre ante la fisionomía
humana, entonces se nos revela algo que quisiera expresar con una palabra muy determinada,
porque esta palabra verdaderamente reproduce lo que se está ejecutando. El sol, que hacia
afuera sólo envía su luz a la Tierra, no es simplemente una bola gaseosa brillante, sino que
además es algo esencialmente diferente. Envía sus rayos hacia abajo a la Tierra, pero así como

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envía sus rayos hacia afuera y uno por doquier cuando mira al sol tiene, por decirlo así, lo
exterior del rayo, así el rayo también tiene su interior.

Si alguien pudiese trasver a través de la luz solar, si pudiese contemplar la luz solar sólo
como una piel externa y trasver lo anímico, entonces vería el poder anímico, la esencia anímica
del sol. En realidad con la consciencia cotidiana humana vemos al sol de la misma manera a
como veríamos a una persona que está hecha de papel maché. Si se hacen hacer un vaciado,
una copia de ustedes, en el que no haya más que la forma, la forma muerta, y lo exponen,
entonces eso naturalmente es otra cosa que la persona que se ve verdaderamente. En la
persona verdadera se ve a través de la forma física lo anímico-espiritual. Con el sol para la
consciencia humana ordinaria es así, que para esta consciencia humana cotidiana él se hace a
sí mismo como una copia en papel maché. No se llega a ver a través de su piel que está tejida
de luz. Pero si se ve a través de ella, entonces se ve todo el ser anímico-espiritual del sol.

Este ser anímico-espiritual nos puede llegar a la consciencia en su actividad del mismo modo
que el papel maché físico del sol. Desde el punto de vista cognoscitivo físico digo: El sol brilla
sobre la Tierra, se refleja brillando sobre las piedras, sobre el suelo. Ahí se refleja la luz. Con
eso se ve todo lo mineral. Los rayos solares penetran en las plantas, las hacen verdes, las
hacen brotar. Todo eso es exterioridad.- Si se ve ahora al ser anímico-espiritual del sol,
entonces no se puede decir meramente: la luz solar brilla sobre los minerales, la luz solar es
reflejada por eso se ven los minerales, la luz solar o el calor solar penetra en las plantas por
eso verdean – sino que uno tiene que decir: el sol – y ahora uno se refiere a esta infinidad de
seres espirituales que pueblan el sol y que son su anímico-espiritual -, el sol está soñando y
sus ensueños envuelven a la Tierra y modelan a las plantas.

Si se imaginan la superficie terrestre, las plantas físicas saliendo de ella llegando hasta la
floración, entonces ustedes tienen en ello el efecto de los rayos solares físicos. Pero por
encima vive y teje entonces el mundo onírico del sol. Son puras imaginaciones. Y se puede
decir: Cuando se derrite el manto de nieve en la primavera y el sol vuelve a ganar su fuerza,
entonces más y más las imaginaciones del sol van flotando y entretejiéndose por encima de la
Tierra.

Y estas imaginaciones del sol son fuerzas imaginativas, y éstas van tejiendo en el mundo
vegetal. Si bien ahora tenemos que decir que esta vida imaginativa, esta atmósfera
imaginativa que rodea a la Tierra está especialmente viva, vivaz desde la primavera hasta el
otoño en cualquier región donde justamente es primavera u otoño en la Tierra, pero que sin
embargo este elemento onírico del efecto solar naturalmente también está presente en cierta
manera durante la época invernal. Sólo que durante el período invernal, yo diría así, que son
ensueños opacos (dumpf: amortiguado, opaco,sordo, aletargado) en tanto que en el período estival son
ensueños en sí muy configurados, dinámicos, movedizos. Este elemento, en el que se
desarrollan las imaginaciones del sol, es en el que sobre todo también vive y teje la entidad
yoica y el cuerpo astral del ser humano cuando están fuera del cuerpo físico y etérico.

De lo que he dicho, ustedes deducen que en realidad dormir durante el verano significa algo
totalmente diferente que dormir en el invierno, aunque por ahora la vida humana y su
consciencia dentro de la situación consciente actual son tan opacas y entumecidas que estas
cosas no se perciben. En tiempos pasados de la evolución de la humanidad las personas
diferenciaban con gran precisión entre el sueño del verano y el sueño del invierno. Y también
sabían qué importancia tenían para ellos el sueño del verano y el sueño del invierno. La gente
sabía en esas épocas pretéritas, que el sueño del verano era de tal índole que podían decir:
Durante el verano la Tierra está rodeada de pensamientos imaginativos. Eso lo expresaban las
personas de otras épocas así: Ahí descienden los dioses de arriba durante el verano y están

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flotando rodeando por encima a la Tierra (umschweben) ; en tanto que en el invierno ascienden
de la Tierra los dioses de abajo y están flotando rodeando por encima a la Tierra.- A este
mundo imaginativo que está diferentemente configurado durante el invierno y el verano, se lo
percibía como el tejer de los dioses de arriba y de los de abajo. Pero se sabía también en estas
épocas pretéritas de la civilización humana, que el ser humano con su entidad yoica y con su
cuerpo astral está en este tejiente mundo imaginativo.

Pero entonces justamente este hecho que acabo de desarrollar, cuando lo observamos
antroposóficamente, nos muestra en qué relación está el ser humano ya durante esta vida
terrenal con el universo extraterrestre. En el verano, cuando es verano en cualquier región de
la Tierra, el ser humano durante su sueño está en realidad siempre rodeado de una tejiente
imaginación cósmica nítida e intensamente perfilada. Debido a eso durante el verano él está
más empujado contra la Tierra – así podría expresarlo - con su ser anímico-espiritual. En
cambio en la época invernal es muy diferente. Durante el período invernal se podría decir que
los perfiles de las imaginaciones se amplían, se agrandan.

Durante el verano hay ahí imaginaciones sumamente pronunciadas y apretadamente


tejidas (de retículo muy denso) – en una inmensa variedad de figuras – dentro de las cuales
vivimos con nuestra entidad yoica y nuestro cuerpo astral durante el sueño. Durante el
invierno, hay figuras de malla grande alrededor de la Tierra, son de un tejido laxo, de mallas
grandes (retículo flojo), y entonces los perfiles de estas imaginaciones se agrandan. Y eso tiene
como consecuencia que cada vez que comienza el otoño, lo que durante la noche vive en
nuestra entidad yoica y en nuestro cuerpo astral es llevado muy lejos. Durante el caluroso
verano, lo que vive en nuestro yo y en nuestro cuerpo astral permanece por decirlo así más
cerca de la atmósfera anímico-espiritual de los seres humanos. Mientras que en el invierno lo
que vive en nuestra entidad yoica y en nuestra entidad astral es llevada hacia las lejanías
cósmicas. Se puede decir, sin que quede sólo en algo meramente figurativo, sino diciendo algo
muy real: Lo que el ser humano desarrolla en sí anímicamente y que entre el dormirse y el
despertarse por medio de su entidad yoica y por medio de su entidad astral puede llevar hacia
afuera saliendo de su cuerpo físico y etérico: eso se almacena durante el período estival, y
fluye durante el período invernal hacia las lejanías del cosmos.

No podemos como seres humanos pensar entonces de tal manera que en cierto modo nos
aislamos en la existencia terrestre y la lejanía del cosmos no sabe nada de nosotros. No es así.
Ciertamente se puede decir que para la época de San Juan, en pleno verano, que el ser
humano de momento se puede esconder ante los espíritus cósmicos y que podría lograr tener
también sentimientos reprochables; la densa red de imaginaciones no los deja pasar. Pero eso
se queda allí. Y para la época de Navidad, en pleno invierno, ahí los dioses pueden mirar hasta
la Tierra: allí se delata todo lo que vive en los seres humanos y que sale con su yo y con su
entidad astral. Y se podría poner la ilustración que representa una realidad: que en época
invernal se abren las ventanas terrestres y los ángeles y arcángeles comprueban cómo son los
seres humanos en la Tierra.

Nosotros en la Tierra nos hemos acostumbrado poco a poco a expresar, lo que nos podemos
permitir ante la cognición, de una manera sobria y filistea, no poéticamente. Los seres
superiores siempre permanecen poetas, y por eso su esencia nunca se expresa correctamente
cuando se los describe con palabras físicamente sobrias, sino que entonces ya hay que servirse
de palabras tales como las que acabo de utilizar: en la época (invernal) navideña se abren las
ventanas de la Tierra y los ángeles y arcángeles miran por las ventanas lo que los seres
humanos hacen durante el año. Los seres de las jerarquías superiores son poetas y artistas,
también cuando piensan. La lógica, así como habitualmente la queremos desarrollar, es

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solamente un resultado de la gravedad terrestre, con lo que no se quiere decir que no sea
sumamente útil en la Tierra.

De lo que por lo tanto vive en el ser humano, pero que en su comportamiento es así como
lo que acabo de relatar, es lo que vive en el ánimo (Gemüt) en realidad lo esencial para estos
seres superiores. Lo que elucubran los profesores, eso no les interesa a los ángeles que miran
por las ventanas navideñas, eso lo pasan por alto. De los pensamientos no se ocupan tanto
por de pronto. Lo que sucede en los sentimientos del ser humano, en el ánimo (Gemüt)
humano, eso está relacionado con este ciclo anual del sol con respecto a su importancia
cósmica. Es decir que en el período invernal no aparece tanto ante el rostro de los mundos
divinos-espirituales que seamos tontos o listos en la Tierra, sino únicamente si somos seres
humanos buenos o malos, si somos seres llenos de sentimientos o egoístas. Eso es lo que se
comunica a los mundos cósmicos por medio de la regulación del ciclo anual.

Lo que pensamos, así podrían creer ustedes, permanece con la Tierra, porque, como dije
antes, los ángeles y los arcángeles no se ocupan de ello cuando miran por las ventanas
navideñas. Pero no se preocupan por ello porque ellos se hacen cargo - si me permiten
expresarme de manera sobria - del tipo de moneda grande, de las monedas más valiosas que
se acuñan a partir del ser anímico-espiritual del ser humano. Y esta clase de monedas más
valiosas se acuñan por medio del ánimo (Gemüt), del sentimiento y por lo que vale el ser
humano debido al contenido de su sentimiento, de su ánimo. Los pensamientos son sólo el
cambio menudo para el cosmos, las moneditas de cobre, y estas moneditas de cobre son
escuchadas a escondidas (belauschen: escuchar espiando o espiar escuchando) cada noche por espíritus
inferiores. Es decir, que seamos tontos o listos, eso es espiado todas las noches para el cosmos
– ciertamente no para trayectos lejanos del cosmos sino solamente para el entorno de la Tierra
- por los seres – que quisiera denominar – los más cercanos, y por eso también los más
subordinados, más bien elementales, que están en los alrededores de la Tierra. El ciclo diario
del sol está para comunicar al cosmos el valor de nuestros pensamientos, hasta donde vayan
los pensamientos; sólo pertenecen a las inmediaciones de lo terrestre. El ciclo anual del sol
está para llevar hacia los mundos cósmicos a nuestro ánimo (Gemüt), a nuestra entidad de
sentimientos.

Pero lo tercero que vive en el ser humano es la voluntad. La voluntad está ciertamente en
conexión con el sentir, y el sentir ante ciertas acciones sólo puede decir: Son buenas
moralmente -, y de otras: Moralmente no son buenas.- Pero la voluntad puede hacer lo
moralmente bueno y también puede hacer lo moralmente no-bueno. Ahí vemos que no hay
una regulación severa, estricta. Cómo la voluntad está relacionada con nuestra entidad
humana, eso no está regulado en el sentido tan estricto como están regulados el pensar y el
sentir. No podemos denominar una mala acción como buena o una buena acción como mala,
tampoco podemos denominar un pensamiento lógico como ilógico, ni uno ilógico como lógico.
Eso se debe a que el pensar está bajo la influencia del efecto diario del sol, el sentir bajo la
influencia del ciclo anual del sol. Pero la voluntad está confiada a la humanidad en la Tierra. Y
entonces el ser humano podría decir: Bueno, lo más que me puede suceder si pienso
ilógicamente, es que mis pensamientos ilógicos cada noche sean llevados al cosmos y hagan
allá desastres, pero a mí ¿qué me hace? Yo no estoy para poner orden en el cosmos. – Aquí en
la Tierra, donde él lleva una vida en ilusión, podría hablar de esta manera, pero entre la
muerte y un nuevo nacimiento no diría nunca algo así, pues entre muerte y nuevo nacimiento
está él mismo en los mundos donde por sus pensamientos ilógicos ha podido hacer desastres y
a él le toca pasar por todos esos desastres. Del mismo modo entre la muerte y un nuevo
nacimiento estará en aquellos mundos a los que afluyeron sus estados de sentimientos y
anímicos. También en eso podría decir aquí en la Tierra: Pues bien, al cosmos, allí ciertamente

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sale humeando todo lo que vive en mis sentimientos, pero dejo por cuenta de los dioses lo
que por mí se podría producir como desastres.

Pero mi voluntad, ésa sólo está en la Tierra sin regular. La persona materialista, que cuenta
la vida humana sólo según el tiempo entre el nacimiento y la muerte, nunca de alguna manera
podrá llegar a pensar que su voluntad tiene una importancia cósmica. Por cierto que tampoco
llegará a pensar que sus pensamientos o que sus sentimientos tienen importancia cósmica.
Pero incluso aquel que bien sabe que los pensamientos tienen importancia cósmica por el
ciclo diario, los sentimientos por el ciclo anual del sol, ve ahora ejecutarse lo que se ocasiona
por la buena o la mala voluntad de los seres humanos en la Tierra, y tiene que apartarse de lo
cósmico y abordar por sí mismo a la naturaleza humana para ver cómo puede salir hacia el
cosmos lo que obra en la voluntad humana. Pues eso, lo que actúa en la voluntad humana,
eso lo tiene que llevar el mismo ser humano al cosmos y eso lo lleva cuando ha pasado por el
umbral de la muerte. Para eso no están ni los ciclos diarios ni los anuales, sino para eso está el
umbral de la muerte por el que entonces el ser humano lleva lo que aquí en la Tierra ha
ocasionado de bueno o malo debido a su voluntad.

Es una relación peculiar del ser humano con el cosmos con respecto a su anímico. Decimos
de nuestros pensamientos: Nosotros tenemos los pensamientos. – Pero no están en nuestra
arbitrariedad. Nos tenemos que orientar según las leyes del mundo cuando pensamos, de otro
modo entraríamos en conflicto con todo lo que sucede en el mundo. Si hay un niño pequeño
delante mío y pienso: Es un anciano-, entonces quizás me habré entregado a mi arbitrariedad
con respecto al pensar, pero entonces no estoy dentro del mundo con los pensamientos. Es
decir que con respecto a los pensamientos no somos para nada independientes, y somos tan
poco independientes, que nuestros pensamientos inmediatamente son llevados al cosmos
con el ciclo diario del sol.

También con nuestros sentimientos no somos independientes; estos son llevados al cosmos
a través del ciclo anual. Es decir que ya durante la existencia terrestre, lo que vive en nuestra
cabeza por los pensamientos y en nuestro pecho por nuestros sentimientos no está solamente
en nosotros, sino que convive una existencia cósmica. Únicamente lo que vive en nuestra
voluntad, eso lo guardamos con nosotros hasta nuestra muerte. Entonces, cuando nos hemos
despojado de nuestro cuerpo, cuando no tenemos más nada que ver con las fuerzas terrestres,
lo llevamos hacia afuera a través del portal de la muerte.

Y entonces el ser humano pasa por el portal de la muerte cargado con lo que ha resultado de
sus acciones volitivas. Así como aquí tiene a su alrededor lo que vive en minerales, vegetales,
animales, en el ser humano físico, lo que vive en nubes, ríos, montañas, estrellas en tanto que
sean visibles exteriormente por la luz, así como él tiene todo eso a su derredor durante su
existencia entre nacimiento y muerte, de la misma manera tiene un mundo a su alrededor
cuando se ha despojado de su cuerpo físico y etérico y ha traspasado el umbral de la muerte.
Tiene a su alrededor justamente aquel mundo en el que en cada noche entraron sus
pensamientos, en el que en cada ciclo anual entraron sus sentimientos: esto lo has pensado
tú, esto lo has sentido tú. – Y ahora tiene la sensación como si los seres de las jerarquías
superiores le trajeran al encuentro sus pensamientos y sus sentimientos. Ellos los han mirado
en la manera que lo he caracterizado. Ahora le irradia al encuentro su intelecto, su razón,
ahora le irradia al encuentro su ánimo (Gemüt). Así como aquí a la existencia terrestre el sol
alumbra de la mañana hasta la noche, cómo se pone y se hace noche, así nuestras sapiencias
(Weistümer: recopilación de leyes consuetudinarias) nos alumbran como el día cuando hemos
traspasado el umbral de la muerte, así se oscurecen y anochecen las luces espirituales a
nuestro alrededor y se hace noche por las necedades acumuladas. Lo que aquí en esta Tierra
es día y noche, eso es – después que hemos traspasado el umbral de la muerte – a nuestro

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alrededor el resultado de nuestros saberes (Weistümer) y de nuestras necedades. Y lo que aquí
en esta redondez de la Tierra el ser humano vivencia como primavera y verano, otoño e
invierno en el ciclo anual, como variación del estado calórico, variación de la sensación de
sentirse en general, eso lo vivencia, al traspasar el umbral de la muerte también como una
especie de ciclo, que por cierto dura mucho más tiempo. Vivencia lo que calienta, lo que
fomenta la vida, es decir lo que fomenta a su yo espiritual de sus buenos sentimientos, de su
simpatía por lo bueno; vivencia tiritando, después de haber traspasado el umbral de la
muerte, su simpatía por lo malo, por lo inmoral. Así como nosotros por el calor estival y el frío
invernal vivimos aquí sobre la Tierra, así vivimos después de la muerte caldeados por nuestro
buen sentir, tiritando por nuestro mal sentir; y las consecuencias de nuestra voluntad las
llevamos a través de estas estaciones espirituales y a través de estos días espirituales.

Estamos, en tanto que hemos traspasado el umbral de la muerte, primeramente bajo el


efecto de nuestra existencia moral en la Tierra. Y tenemos un entorno que está impregnado de
nuestras necedades y nuestras sapiencias, de nuestras simpatías y antipatías por lo bueno.

De modo que podemos decir: Así como en la Tierra tenemos a nuestro alrededor el aire
estival, el cálido, el que fomenta la vida, así como tenemos a nuestro alrededor el aire invernal
frío que hace tiritar, así después de nuestra muerte tenemos una atmósfera a nuestro
alrededor, una atmósfera anímico-espiritual, que es cálida, fomentando la vida en tanto que
esté preparada por nuestros buenos sentimientos, y tendremos una atmósfera de temblar de
frío en tanto que esté preparada por nuestros malos sentimientos. – Aquí en esta Tierra el
calor veraniego e invernal al menos se comparte en comunidad en cada una de las regiones.
En el período después de la muerte cada uno tiene su propia atmósfera que él mismo se
genera. Y éstas son justamente las vivencias más importantes después de la muerte, que el
uno va tiritando al lado del otro, mientras que el otro está en el calor estimulante de la vida.

Estas son experiencias que se pueden hacer después de la muerte. Y a esas experiencias que
se hacen en el mundo anímico como las he descrito en mi “Teosofía”, corresponde sobre
todo, que aquellas personas que han desarrollado malos sentimientos aquí en la Tierra, tienen
que desarrollar sus malas experiencias a la vista de aquellos que han desarrollado buenos
sentimientos.

Se puede afirmar, que todo lo que por ahora queda oculto en el interior del ser humano, que
eso se revela cuando el ser humano ha traspasado el umbral de la muerte. Y ahora el sueño
adquiere también una importancia cósmica, y la existencia durante el invierno también
adquiere una importancia cósmica. Dormimos cada noche para prepararnos la luz en la que
tenemos que vivir después de la muerte, pasamos por las experiencias invernales para que nos
preparemos las condiciones calóricas de índole anímico-espiritual en las que entramos
después de la muerte. Y en eso que, por decirlo así, nosotros mismos nos preparamos como
atmósfera del mundo espiritual, en todo eso llevamos los efectos de nuestras acciones.

Aquí en la Tierra vivimos por medio de nuestro cuerpo físico como seres con pesantez
terrestre. Vivimos por nuestra respiración en el ciclo atmosférico y vemos afuera a las
estrellas. Hemos traspasado el umbral de la muerte, estamos afuera en el mundo anímico-
espiritual, ahí nos hemos apartado de la Tierra; estamos en cierto sentido por fuera, más allá
de las estrellas, miramos a las estrellas desde atrás, miramos para atrás hacia mundo estelar.
No estamos más sobre el suelo de la Tierra, esenciamos en los pensamientos cósmicos y en las
fuerzas cósmicas. Vivimos en la atmósfera que nosotros mismos nos hemos preparado
anímico-espiritualmente, como lo acabo de describir. Miramos hacia atrás hacia las estrellas,
no vemos brillar a las estrellas, sino que vemos las jerarquías, los seres espirituales que en las
estrellas físicas únicamente tienen su trasunto.

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De este modo el ser humano puede aprender más y más aquí en esta Tierra cómo será su
vida cuando haya traspasado el umbral de la muerte. Hay personas que dicen: ¿Para qué
necesito saber todo esto? ¡Si lo veré después de la muerte! – Sí, pero eso sería más o menos
así como si la persona dudara del valor de la luz de sus ojos. Pues en el decurso de la
evolución terrestre el ser humano entra cada vez más en una vida, en que el co-vivenciar de lo
que he descrito, tiene que ser adquirido para el período después de la muerte, en tanto que
primeramente lo capta en pensamientos aquí en la Tierra. Excluir el saber del mundo espiritual
en la Tierra significa cegarse anímico-espiritualmente para su vida después de la muerte. Y se
entra simplemente como un inválido al mundo espiritual cuando se traspasa el umbral de la
muerte, si aquí en este mundo se ha rehusado saber algo del mundo espiritual, pues la
humanidad evoluciona hacia la libertad.

Esto es algo que se le tendría que hacer cada vez más claro a la humanidad y de lo que
debería reconocer la necesidad del conocimiento sobre el mundo espiritual.

* * *

Traducido (sin pulir) por Norma Priemer en Rosario (Argentina) en junio del 2020 (= cuarentena mundial) pensado como de uso
interno entre amigos de la antroposofía e intentando de que en la traducción pueda reflejarse todavía el estilo característico
propio del lenguaje de Rudolf Steiner, del cual la Dra. Martina María Sam señaló que contribuye a la transformación aspirada en el
camino del aprendizaje espiritual. (Véase: Martina María Sam: “El estilo lingüístico de Rudolf Steiner. Un desafío”, Editorial
Dorothea, 2020. ISBN 978-987-3735-.24-0)

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