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INSTITUTO UNIVERSITARIO IULATAM

“ÉTICA PROFESIONAL DENTRO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA


DEL SIGLO XXI”

ALUMNO: ALFONSO ANTONIO SÁNCHEZ GÓMEZ

CATEDRÁTICO: LUCIO ALEJANDRO MERCADO DÍAZ

MAYO 2022

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Ética profesional dentro de la Administración Pública del siglo XXI.

ÍNDICE

La ética en el servicio publico

Importancia de la Formación Ética de los servidores públicos

Situación de la Ética en el Servicio Público en México

La Importancia de una buena Administración Pública

Conclusiones

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INTRODUCCIÓN

La función pública es sumamente importante en la sociedad, tan importante que en ocasiones parece
absorber todas las energías de los individuos simplificando la vida a la responsabilidad pública, el
siguiente documento académico pretende presentar la postura de diferentes autores en el estudio de
la ética en el ámbito de la función pública. Para dar respuesta a las preguntas ¿la ética está presente
en el accionar de la función pública? y ¿los funcionarios públicos tienen el perfil para asumir con
sentido de pertenencia sus labores institucionales?

Una de las principales preocupaciones de la ciudadanía en relación con la administración pública, es


que no se ven representados con tranquilidad y confianza por quienes ejercen cargos públicos,
algunos con responsabilidad de manejo de recursos públicos, otros que cumplen funciones de
servidores públicos (gobernantes, concejales, diputados y congresistas) y otros que cumplen labores
misionales de servicio a la comunidad. La desconfianza institucional es muy elevada en la percepción
del ciudadano, porque no creen en la honestidad, ética y transparencia del funcionario público en
México. A pesar de que le han otorgado un poder bien sea por voto popular o por la legalidad en sus
nombramientos y que están obligados a cumplir La función pública.

La desconfianza es tal que cuando se habla de corrupción e inoperancia lo relacionan específicamente


con el funcionario público. Sin embargo, el Estado en aras de propender por la transparencia
administrativa continúa implementando programas, mecanismos, estrategias que orienten el
desempeño transparente de los funcionarios públicos y que le permita al ciudadano participar en la
toma de decisiones y evaluar si los servicios que le prestan las entidades gubernamentales son
efectivamente los más eficientes.

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La ética en el servicio publico

En la práctica, la ética en la función pública nos permite solucionar conflictos, crear puentes entre
posturas contrarias en una sociedad de tantos contrastes como es en la que vivimos. La ética nos
permite además innovar y crear soluciones cuando ni la tradición ni las autoridades son una opción.
Gracias a su carácter reflexivo, la ética nos permite generar acuerdos y tomar decisiones
responsables. 
 
La ética nos brinda un conjunto de herramientas, como códigos éticos y principios que nos permiten
reflexionar sobre los valores de la democracia, la libertad, la igualdad, la tolerancia. 

Uno de los reclamos de toda sociedad es la atención que ésta debe recibir de su gobierno. Dicha
atención se manifiesta a través de la satisfacción de las demandas de la comunidad política, así como
de una mayor expectativa en el nivel de vida de los ciudadanos. Sin embargo, ni los gobiernos ni sus
administraciones públicas logran cumplir de forma óptima estas exigencias. Ya sea en países con
economías débiles y carencia de recursos como en aquéllos con crecimiento económico y superávit
financiero, existen una serie de actitudes antiéticas o antivalores en el seno de sus instituciones
públicas que impiden que se opere con la máxima eficiencia anhelada y se alcancen por tanto los
resultados deseados, aún en los escenarios más realistas. Esta situación ha generado que las
demandas ciudadanas hayan rebasado la capacidad de respuesta de los gobiernos y que las
instituciones públicas sean vistas como lentas, ineficaces e ineficientes, lo que a su vez genera que la
ciudadanía pierda la confianza en su gobierno. Cualquier mejora en la operación de los organismos
públicos, apoyada en recursos, técnicas e innovaciones hacía una mayor eficiencia y responsabilidad,
tendrá mayor posibilidad de éxito si se acompaña de principios y valores éticos. Al ser las instituciones
de carácter público, es indispensable contar con personal íntegro por lo que la ética se torna pues
vital ya que desarrolla un impacto activo en el personal que a su vez se manifiesta en la marcha y
desarrollo de las instituciones.

La integridad en el ser humano orienta la conducta al tiempo que permite actuar de acuerdo con
valores. Es fundamental que los servidores públicos, entendiendo por éstos a aquellas personas que
ocupan un cargo público y sirven al Estado (políticos, funcionarios y todos los que prestan sus

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servicios en las instituciones públicas), lleven a cabo un comportamiento noble al ocupar un cargo.
Cuando este personal posee probidad, ejecuta cada acción con fundamento en la recta razón y
acompañándose de una escala de valores. Una deliberación exhaustiva respecto a la manera de
impedir que los individuos que ocupan cargos públicos practiquen actitudes indebidas conduce a la
afirmación de que la causa inevitable de éstas es la decisión del individuo de comportarse de un
modo correcto. Si el individuo ya ha decidido cometer un acto corrupto, planeará la manera de evadir
las normas y los mecanismos de control. En todo caso se encuentra en él la decisión de actuar o
frenarse. Y esto último puede lograrse gracias a la sensibilización, al desarrollo de la conciencia, a la
madurez de juicio, resultado del establecimiento de unos principios internos y un dominio del
carácter. Son los principios y el carácter los que impiden o motivan a actuar a una persona, y la Ética
es la disciplina que los muestra. En el momento en que la Ética es aplicada al ámbito público se
denomina “Ética Pública” o “Ética para la política y la administración pública”.

La Ética aplicada a la función pública es de vital importancia porque tiene como eje central la idea de
servicio, es decir, las tareas y actividades que realizan los servidores públicos están orientadas a la
satisfacción de la pluralidad de intereses de los miembros de la comunidad política. Es además un
poderoso mecanismo de control de las arbitrariedades y antivalores practicados en el uso del poder
público. Es un factor esencial para la creación y el mantenimiento de la confianza en la administración
y sus instituciones, a la vez que instrumento clave para elevar la calidad de la política y la gestión
pública gracias a la conducta honesta, eficiente e integra de los servidores públicos. La excelencia de
los asuntos de la gestión pública se podrá alcanzar y mantener si se cuenta con servidores públicos
con sólidos criterios de conducta ética. Todo individuo que participa de la función pública debe tener
conciencia de que el servicio público se define como la acción del gobierno para satisfacer las
demandas y necesidades de las personas que integran el Estado. El servidor público se debe a su
comunidad, su sueldo es pagado por la sociedad y por lo tanto tiene una responsabilidad y un
compromiso con ella. Los políticos, junto con su equipo de funcionarios y técnicos, tienen la
responsabilidad de dirigir los asuntos públicos y resolverlos. Para eso se propusieron siendo
candidatos. Por eso son gobierno. Para eso sirven los gobiernos. Por su parte, los funcionarios y
equipo técnico, al trabajar para los políticos y ser los operadores de las instituciones públicas, se
convierten en corresponsables en la función de gobierno. El político y el funcionario público no deben
olvidar que están para servir a la comunidad y no para servirse de ella.

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Una relectura de la teoría política sobre el origen y razón de ser de la política conduce al uso de la
disciplina ética como instrumento esencial al realizar una doble función: por un lado, sirve de freno a
comportamientos negativos o desviados que son nocivos en el servicio público, y por otro, refuerza
los valores y comportamientos positivos contribuyendo así a la calidad moral de las personas y de las
instituciones. El fomento de los valores éticos en los servidores públicos permite concienciar en
responsabilidad y compromiso generando así una mayor excelencia en la calidad y gestión de los
intereses colectivos. De ahí que el comportamiento íntegro de los gobernantes sea una condición  sine
qua non para que exista una eficiente administración, un Buen Gobierno. Si bien históricamente el
tema de la ética ha estado presente en los asuntos de gobierno desde las antiguas civilizaciones, en
los últimos tiempos se ha omitido o descuidado deliberadamente su participación en la función
pública al representar un dique u obstáculo para aquellos individuos carentes de valores, que anhelan
el poder y usurpan cargos sin merecerlos. Cuando en el sector público los valores se ausentan o se
comienzan a diluir, las conductas dañinas hacen su aparición. Si bien en la teoría política, así como en
la historia del pensamiento político es posible encontrar los fundamentos que dan origen a la relación
entre ética y política, así como las directrices para aplicarla y hacerla operativa, es importante señalar
que en la sociedad contemporánea investigar, hablar y escribir sobre ética y hacerlo además para
referirse a cuestiones de política y de gestión pública puede resultar una tarea un tanto compleja y a
veces incomprendida. Cuando se discute sobre la importancia de fomentar la ética en el campo de la
política y el gobierno generalmente las reacciones en los interlocutores son de varios tipos: por un
lado, una actitud de rechazo inmediato, en ocasiones acompañada de ironía, porque se considera que
es de ingenuos pensar que en el mundo de la política, infectado por la mentira y la corrupción, pueda
existir algún espacio para la ética; por otro lado, existen personas con principios contrarios a las
creencias religiosas, que rechazan la ética por identificarla, erróneamente con la religión. Finalmente,
existe una postura más sensata, más prudente, que considera que la propuesta ética para los
servidores públicos en estos tiempos es un acto de valor, un desafío, incluso es vista como un acto
temerario, pero en cualquier caso, como algo necesario.

La ética pública implica fundamentalmente una relación con la política por lo que su campo de acción
no se limita únicamente a los funcionarios públicos. Un Buen Gobierno, para ser considerado como
tal, requiere no sólo funcionarios responsables sino también políticos responsables, puesto que son

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éstos quienes gozan del máximo margen de autonomía en las decisiones y, de estas depende a su vez
la actuación de los funcionarios. Cualquier gobierno estará legitimado si defiende y aplica una
verdadera ética pública en virtud de que ésta conlleva responsabilidad, espíritu de servicio, así como
atención, equidad y justicia para el ciudadano. Para contar con buenos gobiernos se requiere primero
contar con individuos buenos. Es aquí donde entra la ética al formar y mejorar a las personas. Con
sólo realizar una acción buena o hacerla bien, los servidores públicos ya están cumpliendo con los
preceptos éticos. Sin embargo, esta premisa, por sencilla que parezca, es difícil de alcanzar, como lo
demuestran las numerosas conductas indebidas que se practican a diario. El estudio de la ética
pública responde a una de las tres cualidades que antaño señalaron los filósofos y sabios griegos
cuando se referían a las características que debería tener cualquier individuo que aspirara a ocupar
un cargo público: a) Lealtad hacía la Constitución establecida, b) Capacidad para el cargo, y c) Virtud y
Justicia.

La ética no puede ser dejada de lado por los servidores públicos, pues ella orienta hacia lo que es
bueno y justo, ella encuentra soluciones, con ella se ejercita la mente, modela el alma, da paz al
espíritu, ordena la vida, rige las acciones, indica que es lo que debe hacerse y omitirse, resuelve
dudas, aconseja, presenta principios, con ella el ser humano actúa de manera correcta. Para aquellos
hombres que realizan funciones de carácter público, la ética da sabiduría a sus mentes,
entendimiento, prudencia y capacidad de juicio en la toma de decisiones. La combinación de los
conocimientos éticos aunados a los políticos da por resultado un hombre íntegro con principios,
responsable para el trabajo y con respeto por el cargo, es el equilibrio o justo medio del que hablaban
los griegos. Un análisis lógico de la gestión pública demuestra que es falsa aquella afirmación que
señala que es posible reducir el servicio público a cuestiones meramente técnicas. La conducción de
la administración pública no puede reducirse a la pura tecnicidad, requiere de la totalidad de los
factores del hombre, teóricos, económicos, morales, religiosos, culturales, históricos, sociales, éticos,
etcétera. Retomar fundamentos de la teoría política y de la ética, es importante para hacer frente a
los problemas de corrupción en los ámbitos político, económico, social y cultural que padecemos con
el inicio del milenio.

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Importancia de la Formación Ética de los servidores públicos

La ética en los servidores públicos es indispensable para alcanzar el objetivo principal del Estado
“lograr el bienestar social”. Ante una ausencia de ética se propicia el abuso de autoridad, nepotismo,
tráfico de influencias, colusión, desvío de fondos, entre otras formas en que se manifiesta la
corrupción, la cual es uno de los principales problemas que hoy en día enfrenta México y que lo
ubican en la última posición de los países menos corruptos de la OCDE y en una posición intermedia a
nivel mundial. Situación que ha ocasionado una pérdida de confianza, tanto en las instituciones
gubernamentales como en las personas que las representan. Para coadyuvar a combatir esta
problemática y garantizar que el desempeño de los servidores públicos sea íntegro, no basta con que
exista todo un marco regulatorio y una serie de iniciativas que pretendan guiar su comportamiento;
se requiere además de una sólida formación ética, que comience desde el seno familiar, continúe en
el sector educativo y esté presente a lo largo de toda su trayectoria laboral, donde el gobierno asuma
el papel que le corresponde

Por otra parte, el Código de Ética de los Servidores Públicos del Gobierno Federal especifica los
principios fundamentales que todo servidor público debe salvaguardar en el desempeño de su
función. Los cuales, es menester señalar, son necesarios observen, pero primordialmente que en
realidad comulguen con ellos, para que su proceder sea intachable.

Cuando en el estado no hay mecanismos sólidos de transparencia y rendición de cuentas y por otra
parte predomina una ausencia de ética, se afecta la marcha de las organizaciones. Ya que en un
escenario como éste, por lo general solamente suele importar la satisfacción del bienestar individual
o particular; es aquí cuando observamos que se actúa al margen de la ley con negligencia,
irresponsabilidad y nepotismo, cuando se da el abuso de autoridad, el tráfico de influencias y la
colusión, cuando se desvían fondos y se genera un enriquecimiento ilícito, cuando se producen
sobornos y amenazas, cuando se obstruye la justicia y se conspira para cometer actos indebidos,
entre muchas otras situaciones más que suelen suscitarse y en que se manifiesta la corrupción.

Todo esto que, si bien es cierto, comienza por afectar directamente a las organizaciones en que se
desenvuelven los servidores públicos, trasciende a otras esferas, impactando negativamente a
diferentes dependencias, tanto públicas como privadas, con las que se relacionan y a la sociedad en

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particular. Como cuando se dejan de efectuar los pagos a los proveedores del gobierno y éstos no
pueden sostener sus operaciones llevándolos en casos extremos a la quiebra, o cuando se dejan de
canalizar los recursos que les corresponden y por consiguiente tienen que detener algunos planes y
proyectos que tenían en mente emprender lo que las estanca, o incluso a veces la falta de liquidez
que esto les ocasiona ni siquiera les permite que puedan cubrir el pago de gastos corrientes
incluyendo la nómina, afectando con esto a los trabajadores quienes dejan de recibir su sueldo, etc.
Es entonces cuando valdría la pena detenerse a reflexionar cómo el daño que comienza a producirse
en una institución de manera aislada se expande rápidamente hacia otras organizaciones, y estas
otras inmediatamente pasan a afectar a algunas dependencias más y así sucesivamente, creciendo
este efecto en grandes dimensiones, hasta llegar a contagiar a todo el sistema de gobierno con lo que
lamentablemente el desarrollo de los países se ve perjudicado, reflejándose en mayores niveles de
desempleo, de pobreza, analfabetismo, desnutrición, contaminación, entre otros, lo cual se convierte
en algo verdaderamente alarmante.

Con todo esto no es de sorprenderse que a la sociedad le resulte cada vez más difícil confiar en el
gobierno, y por ello no cese de exigirle encarecidamente que lleve a cabo un combate efectivo a este
gran mal, que es la corrupción.

Los servidores públicos que se comportan de indebidamente se traicionan a si mismos y traicionan a


la ciudadanía que es ha otorgado su confianza. Tanto más condenable y dañina será una conducta,
cuando mayores sean la autoridad o el poder de quienes incurren en ella. No sólo por la gravedad de
la falta, por la magnitud de los daños causados y por la mayor responsabilidad de quien la comete,
sino porque el daño y el mal ejemplo suelen extenderse e implicar a otros servidores públicos.

Cuando el superior es corrupto, carece de autoridad moral para exigir probidad de sus subordinados;
la corrupción se extiende frecuentemente a otros servidores públicos por el establecimiento de
complicidades y nexos delictuosos. Se atenta contra la probidad del servidor público por la autoridad
que ejerce el superior sobre el subordinado, quien suele ceder por debilidad, por servilismo, por
temor a represalias o por el mero deseo de congraciarse con quien puede enriquecerlo o perjudicarlo.

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Asimismo, se debe de analizar la ley de responsabilidades de los servidores públicos, paraque esté
acorde a nuestros tiempos, castigando de forma ejemplar a aquellos empleados públicos que
comentan actos de corrupción, o antiéticos, se debe disuadir estos actos a través de la ley, hemos
conocido tanta gente que se ha hecho rico de la noche a la mañana con dinero público, y no se le
aplica la ley, a veces solo un castigo de inhabilitación del servicio público, pero no basta para poner de
ejemplo hacia las nuevas generaciones.

Por otro lado, desde mi punto de vista se debe revisar la normatividad de cada dependencia de
gobierno y hacerla funcional acorde al siglo XXI, con normas mucho más centradas en mejorar la
calidad del servicio, con eficacia y eficiencia en la administración pública. Además, analizar los salarios
de los trabajadores, creo que un buen salario sería un disuasivo de las prácticas de corrupción. Sin
duda la política de contratación habrá que reformarla, que sean los mejores candidatos para ocupar
los cargos públicos, y no los que heredan las plazas, como se hace en organizaciones públicas. Como
es el caso de la SEP donde el SNTE tiene el control de plazas administrativas y docentes, el sindicato
del IMSS no se queda atrás también allí los familiares de los trabajadores llevan mano, y hay muchos
sindicatos pertenecientes a dependencias de gobierno que siguen haciendo de las suyas al momento
de la contratación de servidores públicos

Por otra parte, siempre he sostenido que un servidor público bien pagado, motivado e incentivado es
menos propenso a ejercer actos antiéticos, por eso mismo se deben de contemplar buenos salarios,
acordes a la realidad, no puedes exigir sino antes no eres capaz de dar. En cuanto a lo político social,
el código de conducta debe de respetar ideologías partidistas, filosofías eclesiásticas, credos, y toda
clase de manifestación ideológica, siempre y cuando este enmarcados legalmente, no debe de haber
colaboradores de primera de segunda, que sea equitativo, y justo. Ante ello existe una teoría de la
justicia, que nos habla precisamente acerca de que el hombre es el fin y no el medio. Que se deben
de contemplar aspectos básicos como los derechos humanos, como el respeto a los minusválidos, a
las minorías entre otros grupos sociales.

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SITUACIÓN DE LA ÉTICA EN EL SERVICIO PÚBLICO EN MÉXICO

A lo largo de su historia, nuestro país ha sido fuertemente golpeado por varios fenómenos tanto
económicos, políticos, como sociales. Si nos centramos en el tema que nos atañe, la ética en los
servidores públicos, nos encontramos con que la corrupción ha sido uno de los principales males que
nos ha perjudicado, a la que nunca se ha querido enfrentar, puesto que no ha existido voluntad
política alguna para combatir efectivamente este flagelo; se han formulado leyes que nunca se
aplican, se han creado dependencias que no realizan su labor y sólo multiplican la corrupción y al final
la impunidad ha triunfado. Muestra de ello, es el comportamiento negativo que ha tenido nuestro
país y que se ha visto reflejado en el Índice de Percepción de la Corrupción, que elabora anualmente
Transparencia Internacional (TI) con base en las opiniones de expertos en el tema de corrupción en el
sector público en el que la escala del Índice de Percepción de la Corrupción va de cero a cien, donde
calificaciones cercanas al cero son una señal de altos niveles de corrupción, en tanto calificaciones
cercanas al cien indican bajos niveles de corrupción. Y en el que el ranking de la corrupción coloca a
los países menos corruptos en las primeras posiciones y a los más corruptos en los últimos lugares.

Quienes como ciudadanos hemos presenciado este mal que nos aqueja como nación, podemos
puntualizar que no es suficiente con que exista todo un marco regulatorio que pretenda guiar el
comportamiento de los servidores públicos, si dentro de las personas que se encargan de aplicar la
justicia en nuestro país no existe tal intención. Es indignante que surjan iniciativas desde los más altos
niveles de gobierno para coadyuvar a combatir la corrupción, si quienes están al frente de dichos
puestos no comienzan con predicar con un ejemplo de rectitud y honorabilidad. No basta que exista
toda una serie de lineamientos para propiciar la integridad de los servidores públicos y que
favorezcan su comportamiento ético, si éstos no tienen una plena convicción de lo que implica servir
a la nación, ya que siempre buscarán la manera de evadir las leyes y de anteponer sus intereses
personales a los intereses colectivos.

Y es que el problema debe ser analizado desde su raíz, es decir, a partir de la formación del ser
humano en su seno familiar. Puesto que la ausencia de valores que hoy en día predomina tiene su
origen desde el hogar, en donde se le han dejado de infundir con tanto fervor y vehemencia aquellos

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principios y valores que rigen su comportamiento en todo ámbito –personal, familiar, social,
profesional-.

Es fundamental que el gobierno modifique sus estrategias de contratación, por procesos de selección
adecuados, en donde las personas que se contraten para los cargos públicos posean el perfil idóneo y
una formación íntegra, eliminando los compromisos por compadrazgos, nepotismo, amistades, etc.
Investigando sus antecedentes, conductas y comportamientos en puestos anteriores. Por supuesto,
esto no se puede lograr si la persona que esté a cargo de las contrataciones no posee la ética que es
determinante para tomar las decisiones en estos procesos.

Además el gobierno también debe contribuir en la formación de sus servidores públicos


contribuyendo a su crecimiento humano y profesional, a través de una constante capacitación que les
permita adquirir sólidos criterios de conducta ética; así como también debe aplicar la ley a quienes
cometan actos indebidos, que contravengan lo establecido en las disposiciones jurídicas y
reglamentarias, ya que es su obligación garantizar el bienestar social, el cual no se podrá lograr si
quienes ocupan los cargos públicos, por esa falta de ética, dañan los intereses de la nación.

México requiere de ciudadanos honestos, responsables y comprometidos que dirijan sus asuntos
públicos, ya que, de seguir prevaleciendo la corrupción y la impunidad, el daño seguirá creciendo y
continuará causando severos estragos, afectando principalmente a aquellos que son más vulnerables.

Decía Rousseau que: "el gobierno es un cuerpo restringido de hombres en el interior del gran cuerpo
político, una pequeña sociedad en la grande, a quien le corresponde la ejecución de las leyes y el
mantenimiento de la libertad, tanto civil como política".

Los cargos públicos son honores del Estado, por eso quien ocupa un cargo público debe honrarlo y
respetarlo. La razón de ser de todo gobierno es ver por el buen funcionamiento del Estado, el
satisfacer las demandas de las distintas partes del Estado, es cumplir con los compromisos sociales
llevando justicia para todos. Por eso el político inglés Edmund Burke decía que “El gobierno es un
instrumento del ingenio humano para la satisfacción de necesidades humanas”.

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Todo gobierno tiene por función gobernar y algunos lo hacen bien y otros mal. Si se quiere gobernar
bien, los gobernantes deben ser dueños de sí mismos, poseer valores como templanza, valentía,
prudencia, gran sentido de justicia, así como capacidad de mando. Si el que gobierna no es
temperado ni justo ¿cómo gobernará bien? Por eso el que gobierna debe poseer la virtud ética en su
plenitud, porque gobernar no es fácil, por el contrario, implica una preparación desde la infancia, una
preparación de toda la vida, como lo señala Edmund Burke al decir: “La ciencia del Gobierno que es
práctica en sí y dirige a tales propósitos prácticos, es materia que exige experiencia e incluso más
experiencia de la que puede alcanzar en toda su vida una persona, por sagaz y observadora que sea.

Los griegos decían que los conocimientos políticos, son la cúspide de los conocimientos humanos y
que sólo se llegan a ellos con el tiempo. Mientras que Cicerón afirmaba que "los hombres que saben
de las constituciones políticas y sus cambios no son hombres sino dioses porque esta materia es
divina, es lo máximo que puede aprender el hombre". Ambas expresiones dan a entender que
gobernar es una tarea difícil, que implica actuar con inteligencia, frenando las emociones propias,
pero tomando en cuenta las ajenas.

LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.

De un tiempo a esta parte, el término buena administración ha salpicado la vida de las empresas y de
las instituciones públicas de manera creciente en un intento de mejorar el contenido de la propia
actividad de conducción o manejo de estas instituciones, de estas corporaciones. A la altura del
tiempo en el que estamos, en plena crisis económica y financiera en el mundo occidental, no
sabemos todavía si la emergencia de este concepto en los principales documentos de estrategia
empresarial o pública está produciendo efectos sustanciales en la manera de dirigir.

En realidad, el tema es estructural y se refiere a la recuperación de la perspectiva ética, de servicio


objetivo a la ciudadanía, que siempre ha caracterizado a las administraciones públicas. Quizás
tengamos que esperar algún tiempo para saber si estamos ante una moda pasajera o si, por el
contrario, así lo esperamos, nos hallamos ante un aspecto permanente, material, que afecta el
proceso dinámico del arte o de las técnicas de dirección gobierno en la Administración pública

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En cualquier caso, lo que sí parece evidente, dada la grave situación de crisis económica, integral, que
atravesamos, es que la forma de gobernar, de administrar las instituciones públicas, al menos en el
mundo occidental, debe cambiar sustancialmente. La ineficiencia, ineficacia y, sobre todo, el
sistemático olvido del servicio objetivo al interés general en que debe consistir la esencia de la
administración pública, aconsejan nuevos cambios en la forma de comprender el sentido que tiene el
gobierno y administración del interés general.

La buena Administración pública es un derecho de los ciudadanos, nada menos que un derecho
fundamental, y, también, un principio de actuación administrativa. Los ciudadanos tienen derecho a
exigir determinados patrones o estándares en el funcionamiento de la Administración. Y la
Administración está obligada, en toda democracia, a distinguirse en su actuación cotidiana por su
servicio objetivo al interés general.

Las páginas que siguen se circunscriben a ambas perspectivas. Al derecho a la buena Administración
pública y al principio de buena Administración pública. Estas dos consideraciones están muy
vinculadas a la innovación en la Administración porque solo se podrán producir cambios relevantes si
el ciudadano cada vez es más consciente de su papel en relación con la Administración y exige de
verdad sus derechos y, por otra parte, si los organismos públicos actúan sobre la base de la buena
Administración pública.

El principio, y obligación, de la buena Administración pública, vincula la forma en que se deben dirigir
las instituciones públicas en una democracia avanzada. Dirigir en el marco de la buena Administración
pública supone asumir con radicalidad que la Administración pública existe y se justifica, en la medida
en que sirve objetivamente al interés general.

Las instituciones públicas en la democracia no son de propiedad de sus dirigentes, son del pueblo que
es el titular de la soberanía. El responsable tiene que saber, y practicar, que ha de rendir cuentas
continuamente a la ciudadanía y que la búsqueda de la calidad en el servicio objetivo al interés
general debe presidir toda su actuación.

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Hoy es frecuente que las nuevas Constituciones en los diferentes países del globo incorporen como
nuevo derecho fundamental el derecho a la buena Administración pública. Por una poderosa razón:
porque la razón de ser del Estado y de la Administración es la persona, la protección y promoción de
la dignidad humana y de todos sus derechos fundamentales.

En el presente, momento de profunda crisis en tantos sentidos, la indignación reinante también se


canaliza hacia la exigencia de una buena Administración pública que trabaje sobre la realidad, desde
la racionalidad y, centrada en el ser humano, actúe con mentalidad abierta, buscando el
entendimiento y haciendo gala de una profunda sensibilidad social.

En fin, las implicaciones de la buena Administración pública en relación con algunos de los aspectos
más destacados de la acción pública, tales como la centralidad del ser humano, la apertura a la
realidad, la metodología del entendimiento, la participación cívica, la modernización permanente, la
vinculación ética o la sensibilidad social.

Igualmente , las características más sobresalientes del derecho fundamental de la persona a la


buena Administración, partiendo esencialmente del Ordenamiento europeo en materia de derechos
fundamentales que es, en este momento, la principal Carta de los derechos humanos.

Un conocido autor y destacado asesor de diferentes programas de reformas de gobiernos y


administraciones de todo el mundo como Crozier señaló recientemente que, a su juicio, la mayor
parte de los procesos de reformas administrativas fallidos lo habían sido por el sistemático olvido de
la opinión de los ciudadanos en relación con el enfoque y orientación de las más diversas políticas
públicas.

El comentario, desde luego, no tiene desperdicio. Es decir, debe tenerse muy presente en materia de
buena Administración pública porque forma parte de su esencia. ¿De qué serviría una Administración
pública técnicamente, perfectamente articulada, con procedimientos adecuadamente elaborados y
con unos magníficos procesos de políticas públicas, si no estuviera conectada a la realidad, no
potenciara la participación cívica, se olvidará de las condiciones sociales o usara a la ciudadanía como
justificación para su crecimiento incontrolado?

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La buena Administración pública, más en tiempos de crisis, ha de estar comprometida radicalmente
con la mejora de las condiciones de vida de las personas, ha de estar orientada a facilitar la libertad
solidaria de los ciudadanos. Para ello es menester que su trabajo se centre sobre los problemas reales
de la gente y procure buscar las soluciones escuchando a los sectores implicados.

La buena Administración pública tiene mucho que ver con la adecuada preparación de las personas
que dirigen en los organismos públicos. Deben tener mentalidad abierta, metodología del
entendimiento y sensibilidad social.

Deben trabajar sobre la realidad, utilizar la razón y contemplar los problemas colectivos desde
perspectivas de equilibrio para ser capaces de entender dichos problemas y contemplar la pluralidad
de enfoques y dimensiones que encierran, situando en el centro al ser humano y sus derechos
inviolables.

La dimensión ética incorpora un componente esencial a la buena Administración: el servicio objetivo


al interés que ha de caracterizar, siempre y en todo caso, la acción administrativa y la impronta
directiva de los responsables.

En este tiempo de crisis, la perspectiva finalista del poder ha hecho acto de presencia con inusitada
fuerza. El poder, en esta orientación tan presente en nuestros países, ya no es un medio para la
mejora de las condiciones de vida de las personas. Es, desde la perspectiva tecnoestructura, ocasión y
forma de enriquecimiento y de influencia creciente de los dirigentes.

Además, desde la dimensión estática del Estado del bienestar, muchas administraciones públicas,
especialmente en el denominado mundo occidental, han estado tomadas por personajes dispuestos,
como sea, a mantenerse en el poder. Para ello no han dudado en poner en marcha esa fabulosa
maquinaria de subvenciones, subsidios y dádivas de toda especie, con el fin de mantener bajo control
a la ciudadanía.

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Conclusiones

La ética en la administración pública vista a través de los estudios realizados por los diferentes actores
claramente es la solución para que la gestión se dé orientada hacia los intereses colectivos y no se
mire el interés privado, no se podrá obtener sin formar a los servidores públicos en sólidos criterios
de conducta ética, por lo tanto, el comportamiento correcto de éstos es una condición necesaria para
lograr un mejor nivel de vida y un adecuado desarrollo de los ciudadanos con un país competente
para el mundo.

Los conflictos del individuo se plantean una y otra vez, y la opción de obrar bien o mal se presentan
permanentemente. El ejercicio del poder público está presente siempre cuando se adjudica la
licitación, cuando se elige un funcionario, cuando se ejecuta el presupuesto público, pero es decisión
del funcionario que se esté acorde con el código de ética la realización de esta función o simplemente
simulen una legalidad que no existe. La función pública implica servicio a la ciudadanía, y destaco que
se mantiene la confianza en la administración y sus instituciones al elevar la calidad de la
administración pública mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de los funcionarios
en la gestión de los asuntos públicos ojala alguno de los funcionarios lo haga pues si algún día se
quiere ser un país desarrollado y con altos estándares de calidad en la prestación de servicios se debe
dejar de pensar en el propio bienestar y empezar a pensar en el bien colectivo.

Hay que dejar de hacer normas, códigos y documentos que no se ponen en práctica y encontrar
mecanismos que permitan realizar un adecuado control para que quien este fuera de ética y la
trasparecía reciba el castigo. Es necesario hacer hincapié, que los ciudadanos están cansados de la
corrupción, que se vulneren sus derechos, tanto que la gran mayoría de los 21 individuos piensa que
los servidores públicos solo sirven para robar desvirtuándose completamente la actividad real por la
cual existe la función pública.

Todo este conjunto de circunstancias alienta, a su vez, a actores de la política interna que ya no
encuentran suficiente su labor nacional, sino que consideran necesario complementarla mediante
esfuerzos conjuntos para la expansión de las cuestiones de ética para prevenir la corrupción que

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somete a los estados y a sus dirigentes al riesgo de un cierto desprestigio de no armonizar al ritmo
internacional anti-corrupción. Cualquier intento por fomentar la ética pública es de vital importancia
para recuperar la credibilidad en la función pública siendo necesario reforzar los hábitos y el espíritu
de servicio. Esta tarea es la que compete a una ética pública, el generar convicciones, forjar hábitos,
desde los valores y las metas que justifican su existencia.

Es una tarea ardua la que tenemos enfrente, debemos de seguir luchando con la menor arma que
poseemos, la educación, esta se debe convertir en ese factor de cambio para poder estar en
posibilidades de hacer cambios verdaderos en el ejercicio del servicio público, que la eficacia y la
eficiencia sean los elementos primordiales de las nuevas administraciones, asimismo la sociedad civil
debe de despertar de una vez por todas, es necesaria si participación en los grandes problemas
nacionales y con ello poder salvar de ese cáncer que se llama corrupción, la cual sede mi punto de
vista se da por la crisis de valores que permea en el mundo, dada la globalización y el capitalismo
salvaje además de unos gobiernos muy laxos en su sistema de justicia.

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Bibliografía

IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN ÉTICA DE LOS SERVIDORES PÚBLICOS Y DE LA APLICACIÓN DE LA


LEY PARA GARANTIZAR UN DESEMPEÑO ÍNTEGRO
Bautista, INAP (2020/08) Ética Pública: su vinculación con el Gobierno.
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ALVAREZ María Elena, La ética en la función pública, Fondo de Cultura Económica,México 2005

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Cortina, A. (2001). “Ética. El ámbito de la filosofía práctica.” Madrid, España: Akal Ediciones.

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