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La salud mental brinda la fase inicial de seguridad necesaria que ayuda en varios

aspectos del crecimiento de un niño, desde la construcción de relaciones amistosas


y la capacidad de enfrentar posibles pruebas hasta el logro del éxito en la escuela y
en la vida.

La salud autopercibida y la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) son


cada vez más utilizadas como indicadores para implementar las nuevas estrategias
de salud. En el caso de la infancia, es importante destacar las escasas iniciativas
existentes para recoger información directamente de los niños y niñas, requisito
obviamente indispensable en estos nuevos planteamientos.

Nuestros genes contienen instrucciones que les dicen a nuestros cuerpos cómo
funcionar, pero el entorno deja en los genes una “firma” que autoriza o impide llevar
a cabo esas instrucciones, o incluso acelera o frena la actividad genética. De este
modo, la interacción entre las predisposiciones genéticas y las experiencias
prolongadas que inducen al estrés temprano en la vida pueden sentar bases
inestables para la salud mental, que perduran hasta la edad adulta.

Sin embargo, según la exposición a la violencia es un factor importante en los


niños para desarrollar problemas de salud mental. En todo el mundo, los
niños están cada vez más expuestos a la violencia, lo que tiene un impacto
muy fuerte en su bienestar mental (Flannery, 201

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