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Pasiones: movimientos del apetito sensible que tienen por objeto un bien captado por los sentidos.
Nos atraen o repelen de un bien o mal que los sentidos captan. Son de carácter sensible y se relacionan
al cuerpo. Proceden de un conocimiento previo que debe ser experiencial, ya sea a partir de los sentidos
externos o internos. La sensibilidad tiene 2 potencias apetitivas: concupiscible e irascible. De ellas se
originan todas las pasiones.
a) concupiscible: reacciona a bienes y males sensibles. Sus actos: el amor, el deseo, el gozo (alegría),
el odio, la fuga y la tristeza.
b) irascible: actúa ante bienes difíciles de conseguir y/o males difíciles de evitar. Actos: esperanza,
audacia, desánimo, miedo e ira.
La voluntad tiene movimentos semejantes, aunque no sean sensibles. Por ejemplo, la actitud que se toma
ante la tristeza, mas por sí mismo no se puede evitar la tristeza.
Las pasiones del hombre están sometidas al gobierno de la razón y la voluntad. En el hombre, a
diferencia de los animales, influyen la voluntad y la razón en las pasiones. La voluntad influye directa o
indirectamente en las pasiones. Modos de influencia:
• La voluntad puede elegir directamente una pasión: requiere autodominio porque la sensibilidad no
siempre responde a la voluntad.
• El acto de la voluntad puede redundar en la sensibilidad. La voluntad puede rechazar alguna pasión
porque no la quiere
• La voluntad puede desencadenar una pasión a través del entendimiento y la imaginación: considerar
intelectual e imaginativamente un mal posible puede causar miedo. Por ejemplo, si uno quiere sentir
tristeza voluntariamente para desahogarse de un sentimiento negativo, puede elegir mirar cierta película
que ya sabemos que nos va a hacer llorar.
• El mismo proceso puede realizarse solo a través de la sensibilidad, sin cambiar el juicio del intelecto:
llorar a un ser querido que fallece: se sabe que esa persona ya no sufre, pero el hecho suscita tristeza. La
pasión proviene de la sensibilidad.
Las pasiones pueden influir sobre el entendimiento y la voluntad. Las pasiones no pueden afectar la
voluntad, pero sí pueden influir en ella en cuanto a las valoraciones que hacemos. La voluntad se mueve
hacia el bien que le parece conveniente. La pasión fuerza la inteligencia a través de la imaginación y así
condiciona de alguna manera el acto de la voluntad que peca por influjo de la pasión no rechazada a
tiempo.
Santo Tomás: "el juicio de la razón se ve impedido por la vehementey desordenada aprehensión de la
imaginación y por el juicio de la facultad estimativa, que siguen al apretito sensitivo como el juicio
sobre el gusto sigue a la disposición de la lengua. Por eso vemos que los hombres dominados por una
pasión no apartan fácilmente la imaginación de aquellas cosas que tan íntimamente les afectan.
Las virtudes
I. Naturaleza de la virtud
Entre la potencia operativa y el acto hay una cualidad intermedia. Estas cualidades son hábitos
operativos buenos (virtudes) o malos (vicios). La virtud es el hábito operativo bueno. Al ser cualidades
estables, se convierten en hábitos y no en cualidades transitorias. Inhieren en una potencia operativa,
perfeccionándola y disponiéndola hacia el bien obrar. El caso contrario se da en los vicios.
Las potencias operativas son perfeccionadas por las virtudes, por lo que también podemos decir que la
virtud sea lo que hace bueno al que la tiene y hace buena su obra (según Aristóteles) o una buena
cualidad del alma por la que se vive rectamente y que no puede usarse para mal (según San Agustín). El
hombre se perfecciona en el bien obrar. Ergo, las virtudes hacen al hombre bueno.
II. Necesidad de la virtud
Las virtudes no son necesarias para las potencias que están determinadas a un solo acto: Una
potencia determinada en un solo acto es, por ejemplo, la nutritiva, que se encarga de asimilar los
alimentos. En cambio, las potencias racionales pueden tender a diversos objetos, malos o buenos. Por
eso se necesita una disposición accidental que las determine hacia los actos buenos.
Para que se dé un acto humano bueno no basta solo la buena voluntad, sino que falta una rectitud de las
tendencias sensibles y el uso recto de las potencias exteriores. Los apetitos sensibles, por tener un
movimiento instintivo propio, pueden rebelarse frente a las potencias superiores, y necesitan ser
perfeccionados por las virtudes morales.
Existe un grado de indeterminación en la voluntad y la inteligencia con respecto al bien. Las virtudes
perfeccionan la libertad. La libertad crece con la virtud y disminuye con el pecado.
Virtud moral según Aristóteles: "Un hábito electivo que consiste en un término medio relativo a
nosotros, y que está regulado por la recta razón en la forma que lo regularía el hombre verdaderamente
prudente". Con "electivo" se refiere a que el acto principal de las virtudes morales es la elección recta.
Gracias a la variación que puede darse en las circunstancias, se requiere un discernimiento del cual se
encarga la prudencia. Santo Tomás: "Las virtudes morales también hacen recta la intención". Existen
virtudes intelectuales y de la voluntad.
Las intelectuales se dividen en especulativas y prácticas. Las primeras se dirigen hacia el conocimiento
de la verdad y las segundas hacia la dirección de la acción. Las virtudes del intelecto especulativo son
inteligencia, sabiduría y ciencia; y las del intelecto práctico son el arte y la prudencia. Las virtudes de la
voluntad son la prudencia, la justicia, la fortaleza y templanza.
Así como puede nacer la virtud a partir de la repetición de lo bueno, puede nacer el vicio de la repetición
de lo malo. El vicio es el hábito operativo malo. Las virtudes cardinales se inclinan a dominar el vicio.
Las virtudes, sobre todo las cardinales, no se dan por separado, sino acompañadas las unas de las otras.
Etimología de cardinal: proviene de cardo, que significa quicio o goce. Se les llama así por ser la base
de la vida moral a la que se reducen las demás virtudes. Las virtudes cardinales: prudencia, fortaleza,
justicia y templanza. Las personas que no sean prudentes, justos, fuertes y templados, no serán virtuosas.
a) Prudencia: acto virtuoso que requiere un conocimiento que establezca lo que se ha de hacer. Es la
recta medida con la que se ha de obrar de acuerdo a la norma moral. Es el centro y origen de las demás
virtudes. Sus virtudes específicas son la prudencia personal, la prudencia familiar y la prudencia política.
b) Justicia: Regulan las relaciones entre individuos. En virtud de la religión el hombre debe tributar los
honores y atenciones debidas al Creador. La irreligiosidad es la mayor degradación moral en la que
puede caer un hombre. Sus virtudes específicas son la justicia conmutativa (intercambio de penas o
bienes), justicia legal y justicia distributiva (tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales).
c) Fortaleza: Virtud que regula los actos del apetito irascible. Su objeto es el bien arduo y difícil de
conseguir. Sus virtudes específicas son la magnanimidad, magnificencia, paciencia y perseverancia.
d) Templanza: Perfecciona el ámbito del apetito concupiscible que se dirige al bien deleitable y regula
los placeres corporales según la recta intención. Sus virtudes específicas son la abstinencia, la sobriedad,
y la castidad.
Los vicios capitales son la gula, avaricia, pereza, lujuria, ira, soberbia y envidia. La codicia es la raíz de
todo pecado ya que es un bien torcido a un bien, al igual que la soberbia, que desprecia a Dios. De estos
2 vicios provienen los primeros.
Corrientes de la ética
Filosofía clásica
Para Sócrates, fundador de la ética, el autoconocimiento llevaba al bien, pues el hombre se acerca a la
virtud en la medida que se conoce a sí mismo. La virtud es igual a conocer el bien. "Más vale sufrir una
injusticia que cometerla", nos decía. En la ética del idealismo platónico, las ideas se consideran como
aquello que es real y a lo cual la persona debe ascender. La idea más perfecta será la idea de bien. Este
bien es absoluto y podemos contemplarlo, y el hombre tendrá que actuar con miras de dirigirse hacia él.
A través de las perfecciones del alma o virtudes (prudencia, templanza, fortaleza, justicia) nos
acercamos a la idea del bien. En la alegoría del carro alado, Platón nos explica su teoría ética.
Los principios éticos sofistas son contrarios a Sócrates. Es más relativista y apunta a que el sujeto decide
qué está bien y qué está mal. Protágoras nos dice que "el hombre es la medida de todas las cosas",
mostrando que el mundo se hace a la medida del hombre. Calicles señala que "la ley es del más fuerte",
sugiriendo lo evidente: el más fuerte es el que tiene el poder. La refutación a este relativismo moral
consiste en la contradicción que supone, ya que no todos pueden tener la razón. Si así fuera, tendría
razón yo si digo que el caballo es bello y tendría también razón el que dice que es feo, cayendo en la
contradicción. Tenemos que considerar la existencia de una realidad objetiva alcanzable mediante
valores a priori.
Eudemonismo y virtudes aristotélicas. Aristóteles responde a Platón haciendo su propio camino con la
teoría del hilemorfismo. Para Aristóteles, el fin valor moral al que deberíamos aspirar es la felicidad, ser
feliz; y la felicidad consiste en actualizar nuestras potencialidades. Supone también un punto medio
entre vicio y virtud, y señala la prudencia como el hábito que aleja del exceso.
Cristianismo
La biblia contiene relatos moralizantes en los que están contenidas moralejas narradas por Jesús. En las
cartas paulinas y epístolas de San Pablo vemos cómo los dilemas morales se convierten en objeto de las
escrituras.
Tomismo
Santo Tomás retoma la filosofía aristotélica, y con ellos sus principios, que adapta al cristianismo. El
objetivo absoluto será que la voluntad humana se remita a la voluntad divina, y por ello Dios es fin
operis del hombre. Santo Tomás identifica las fuentes de la moralidad: objeto, fin y circunstancias.
Jerarquía: Dios --> naturaleza --> ley. Nuestra razón y bondad moral está subordinada a esta triada,
siempre deben dirigirse en concordancia con ella.
Kant se divide en idealismo, formalismo a priori y racionalismo. Por ello, tiene una visión integral del
hombre. La forma y la intención del acto cobran gran importancia.
Kant nos introduce a los imperativos categóricos.
• Deber ser: el deber por le respeto al deber mismo del acto. Está sujeto a saber qué hacer. El fin que
persigamos debe ser preciso, de modo que no nos lleve a un utilitarismo.
• Categórico universal: "actúa de manera que tus acciones puedan ser ley universal".
• Categórico formal: el hombre debe tratar a su semejante como fin y no como medio.
La moralidad propuesta aquí se dirige hacia la revolución, la justicia social, la ayuda mutua y la solicitud
de intereses comunes. Siendo la lucha de clases el tema central de esta teoría al rededor del cual todo
gira. Verá a la religión como el opio del pueblo y a Dios como una quimera favorable para el capitalista
explotador. Dice Lenin que lo bueno es lo que se realiza a través del advenimiento comunista.
Existencialismo; Sartre
Tras la Segunda Guerra Mundial, los valores decaen. Los existencialistas se cuestionan cómo es que el
hombre después de haber llegado a la cúspide de la racionalidad con la Modernidad había recaído en la
necedad de la guerra.
Para Sartre, la sumisión a la jerarquía de valores universales nos hace cerdos. En la ética de Sartre, uno
mismo crea los valores, en esto consiste la libertad; y hay cierta angustia en saberse libre, pues es
también saberse responsable de las consecuencias. En el existencialismo de Sartre, el hombre es un ser
que vive para sí mismo. El hombre libre sería aquel que no tiene moral.
Lo bueno será la práctica por llevarnos al fin deseado, al éxito. Incluso Dios resulta útil para el hombre.
El éxito es relativo a la persona, quizá para una persona adinerada el éxito no sea el dinero por poseerlo
ya, caso contrario en el pobre. El bien, práctico o no, perfecciona. Sociologismo de Durkheim: la
sociedad nos presiona a caer en ciertos valores.
Psicoanálisis
Comentario
La tarea moral del hombre no es extinguir las pasiones, sino moderarlas, dirigiéndolas hacia el bien y
haciendo que se actúen en la forma debida Con la repetición de actos pecaminosos le sensibilidad se
habitúa a apetecer desordenadamente los bienes sensibles, con lo que el número de tentaciones
procedentes de la pasión es cada vez mayor y tienen mayor fuerza. El virtuoso no actúa por pasión, pero
sí hace el bien con la pasión requerida. Las pasiones tienen un dinamismo autónomo, por ejemplo, no
podemos evitar que surja la tristeza si terminamos una relación. No obstante, hay quienes a causa de su
virtud logran cierto dominio sobre estas pasiones.