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LAS PASIONES
I. INTRODUCCIÓN
El tema es de gran importancia para la moral, a pesar de que un gran número de autores
ni siquiera haga mención de ellas. Son el aspecto que compartimos con los animales, pero que
sin embargo en el hombre tienen una realidad del todo diversa. El tema nos muestra además
la importancia de la corporeidad para la comprensión del hombre y por tanto su implicancia en lo
moral. El análisis que haremos, siguiendo a Santo Tomás, es primordialmente psicológico, el
aspecto estrictamente moral se verá sobre todo al hablar de las virtudes de la fortaleza y la
templanza, complemento racional de las pasiones. Hemos seguido principalmente a Garrigou
Lagrange, que a su vez sigue el orden de la Suma Teológica1, cuya lectura se recomienda
vivamente.
1. Psicológicamente consideradas
La pasión es bien definida por San Juan Damasceno, según dice S. Tomás en I-II, 22, 3:
"Motus appetitus sensitivi ex imaginatione boni vel mali cum transmutatione corporali". Es
un movimiento de la virtud apetitiva sensible en la imaginación del bien o del mal que importa
una transmutación corpórea. O también es un movimiento irracional del alma por la conjetura de
un bien o un mal. Los modernos suelen llamar a las pasiones "emociones" y dejan el nombre de
pasiones a las emociones vehementes, o bien, fuertes y continuas. La pasión importa dos cosas,
el acto del apetito sensitivo y esto es lo cuasi-formal, y la transmutación corpórea (el corazón),
1. I-II, q. 22-48.
que se tiene como material, a la cual también se le dice pasión. Es decir, la pasión es un acto del
apetito sensitivo, que se dirige o huye de algo.
El apetito sensitivo que se une con algún órgano corpóreo, tiene por objeto el bien
sensible, y se divide en apetito concupiscible, que es la inclinación a seguir el bien sensible
conveniente y a huir del mal disconveniente, y apetito irascible, que es la inclinación a resistir
las cosas contrarias o impedimentos. Así pues, son dos facultades (cf. I, 81, 2) por el diverso
objeto formal; ya que el objeto del irascible es el seguir al bien arduo y repeler el mal arduo;
mientras que el objeto del concupiscible es el bien deleitable y el mal nocivo.
simpliciter º amor
busca el bien sensible ausente º deseo
al concupiscible presente º gozo
que
huye del mal sensible Simpliciter º odio
ausente
presente º aversión-fuga
alcanzable º tristeza
El amor sensible es la primera de todas las pasiones y el origen de las demás. Pues en
cuanto que alguien ama algún bien, lo desea, luego lo goza, odia el mal que se le opone, huye o
se entristece por ese mal.
Así mismo las pasiones del irascible se fundan en el amor. Pues se espera el bien que es amado,
se teme al que contradice al bien amado, y contra ese mal surge la audacia y la ira.
2. Moralmente consideradas
Al considerarse la moralidad de las pasiones ha habido un doble error: por defecto y por
exceso:
Por defecto erraron los Hedonistas, para los que la Ética se fundaba en la delectación.
Sostenían que todas las pasiones son buenas como una legítima expansión de la naturaleza.
Podemos nombrar entre los antiguos a Aristipo, y entre los modernos a Fourier y Saint Simón. Es
la apología de las pasiones.
Por exceso erraron los Estoicos, que condenan a las pasiones ya que sostienen que son
contrarias al movimiento del alma según la naturaleza y la recta razón, y deben ser erradicadas,
hasta llegar a la impasibilidad e inmutabilidad de perturbaciones.
Sin embargo, los estoicos colocaban bajo el nombre de voluntad las pasiones que
concuerdan con la recta razón.
Aristóteles sostiene que las pasiones de suyo no son ni buenas ni malas, si bien
algunas a veces son laudables de suyo, como la conmiseración sensible2, o el pudor; pero se
hacen buenas moralmente por el imperio o dirección de la recta razón, pudiendo seguirse
que se hagan moralmente malas.
Santo Tomás desarrolla esta doctrina aristotélica, afirma que las pasiones están bajo un
imperio político, no despótico3.
Las pasiones pueden considerarse doblemente:
Ej.: Así Cristo las poseyó como consta de sus palabras en Getsemaní: "triste está mi alma
hasta la muerte"4. Del mismo modo Cristo con ira echó a los mercaderes del templo. Y San Pablo
dice que debemos "gozarnos con los que gozan y llorar con los que lloran"5.
4. Por el contrario si las pasiones son imperadas con la voluntad mala, o no temperada
según la recta razón, son moralmente malas. Así se dicen pasiones inmoderadas, y son la raíz
de los vicios, en especial de los capitales.6
La pasión aumenta o disminuye a la bondad o malicia del acto? (I-II, q. 24, a. 3).
Conclusión
Pertenece a la perfección del bien moral que el hombre se mueva al bien no sólo con
la voluntad sino también con el apetito sensitivo.
El bien del hombre proviene de la recta razón, y es tanto más perfecto cuanto más puede
llevar a más cosas convenientes al hombre. Y es así que el apetito sensible, como los miembros,
pueden obedecer a la razón. Por lo tanto a la perfección del bien moral del hombre pertenece que
las mismas pasiones sean reguladas e imperadas por la razón, así como es mejor que el hombre
quiera y haga el acto exterior y no sólo el interior de la voluntad.
7. Rm 12, 15.
2) Innato: o natural: antecede al conocimiento, y es la inclinación natural de cualquier naturaleza o potencia,
cognoscitiva o no, colocada por el Autor de la naturaleza, hacia el bien conveniente para sí, como al piedra se
dirige al centro. Suele denominarse en el orden inanimado: atracción, afinidad o cohesión.
Causas del amor:
La principal causa es el bien, que es el objeto del amor, y su causa motiva (en cuanto que
es atractiva). Hay, además dos causas, o mejor dicho, condiciones, conocimiento, ya que el objeto
no mueve al amor elícito, a no ser en cuanto que es conocido. La segunda el que haya cierta
semejanza.
La semejanza en acto (por ej. entre dos hombres o dos filósofos, etc.) causa el amor de
amistad, porque son de alguna manera uno en especie, o en el objeto de ciencia querido, y así el
afecto de uno tiende al del otro, así como en una cosa para sí misma, y quiere para ella el bien así
como para sí mismo.
La semejanza en potencia causa más bien el amor de concupiscencia en aquél que está en
potencia; por ej. del discípulo con relación al maestro, porque el discípulo desea principalmente
la ciencia para sí. En cambio en el maestro con respecto al discípulo, es principalmente amor de
amistad, porque el maestro desea la ciencia del discípulo. Así los padres más aman a sus hijos
que lo que son por ellos amados, así también el maestro más ama a los discípulos que estos a él.
Esto aparece por ejemplo entre Platón y Aristóteles. Más amaba Platón a Aristóteles que lo que
era amado por éste.
Como objeción dice Aristóteles que el alfarero odia al alfarero. Así pues la semejanza no
es causa del amor.
A lo que se responde que debe distinguirse. La semejanza no es causa del amor per se,
se niega, per accidens se concede. Ya que per accidens a partir de la semejanza puede surgir el
odio, cuando la semejanza de uno es impedimento del bien o la excelencia del otro. De allí que
uno se hace odioso al otro, no en cuanto semejante, sino en cuanto que le impide su bien propio.
Así se dice en los Prov. 13: "entre los soberbios siempre hay discusiones".
Efectos del amor: (q 28)
Unión: es decir la unión afectiva, que se constituye por el mismo amor, incluso si el objeto
amado está ausente, y la unión real por la presencia del objeto amado se causa efectivamente por
amor, porque el amor mueve al amante a buscar la presencia real del amado, para permanecer
unidos. (Así nuestra caridad hacia Dios desea la visión beatifica, o sea la unión real perfecta).
Influjo general sobre todo el obrar: del que ama, es raíz de toda afección y esto porque
todo agente obra por el bien amado.
Sin embargo, para nosotros (quoad nos) las delectaciones intelectuales, en el presente
estado de la vida, son menores, porque las cosas sensibles nos son más evidentes y conllevan una
transmutación corporal, y por ello se toman como medicina para el dolor o la tristeza.
De allí que "muchos buscan los deleites corporales, porque los bienes sensibles son más
evidentes y para la mayoría, además muchos hombres buscan deleites como medicina contra los
múltiples dolores y tristezas. Y como muchos hombres no pueden alcanzar las delectaciones
espirituales, que son propias de los virtuosos, es lógico que caigan en las corporales"9.
Causas del deleite: (q. 32)
1. Porque nos deleitamos en el bien que se le hace a otro, sobre todo si son amigos, porque
lo tomamos como un bien propio,
2. Cuando por el bien que hacemos esperamos que nos retribuya Dios o los hombres,
3. Por parte del principio, porque se goza el que puede hacer el bien, ya sea porque se ve la
abundancia de bien que posee, o por la virtud que inclina a hacer el bien siempre, o bien porque
movidos por el amor (causa principal del deleite) se inclina a hacer el bien a otros o sufrir los
males por el amado.
También refutar y castigar es causa de deleite en cuanto que quien refuta es tenido por
más sabio, o bien porque hace un bien a otro.
3. Impedimento del uso de razón, si se trata del deleite corporal vehemente, en cambio
en el deleite espiritual, p. ej. la contemplación, ayuda el uso de razón. En general, la delectación,
si es proporcionada al objeto, perfecciona la operación.
La delectación es buena en sí, si es según la recta razón y sobre el verdadero bien, por el
contrario si es sobre el bien aparente es mala10.
Entre los bienes humanos el deleite es algo óptimo, por ejemplo el gozo en la verdad y
máximamente la posesión de Dios en la vida eterna.
El hombre es juzgado como bueno o malo si goza de las obras virtuosas o de las malas.
El que goza de las cosas terrenas, es terreno, quien goza de las celestiales, es celestial, quien goza
de Dios, es verdaderamente hijo y amigo de Dios.
La tristeza o dolor es un movimiento del apetito causado por la aprehensión del mal
presente. No debe confundirse el dolor con el mal físico, ya que un mal por ejemplo una lesión
del organismo, es la privación de un bien debido, en cambio el dolor es algo positivo, es un
movimiento del apetito sensitivo, que se opone a la delectación11.
Tomado per se, el apetito de la delectación es más fuerte que la aversión de la tristeza,
porque el bien se apetece por sí mismo, mientras que del mal se huye en cuanto es privación del
bien. Así todo movimiento natural es más intenso al acercarse al fin, cuando lo que se mueve se
acerca al fin conveniente y que lo atrae. Pero per accidens más huimos de la tristeza que lo que
apetecemos el deleite, porque la tristeza impide no solo una delectación, sino todas.
El dolor interior es secumdum se más fuerte que el dolor exterior, así como las
delectaciones espirituales secumdum se son mayores que las sensibles. Pero quoad nos por el
contrario, se siente más el dolor exterior.
Especies de Tristeza: Hay cuatro:
1. Compasión: que es la tristeza del mal ajeno.
2. Envidia: o tristeza del bien ajeno
3. Ansiedad: o tristeza que agrava al alma por el mal presente, cuando no aparece ningún
escape o salida.
4. Acedia: o tristeza que se extiende también al cuerpo, por un deber que se estima demasiado
difícil, y de ella se causa la pereza, p. ej. la pereza intelectual o la pereza espiritual, por la que nos
retraemos del trabajo de la santificación personal.
Causas de la tristeza o dolor: (q. 36) son opuestas a las causas de la delectación.
1. Pérdida del bien y presencia de un mal, y más es la presencia del mal que la pérdida de
un bien.
2. La concupiscencia, ya que nos entristece el retraso del bien deseado.
3. El amor que desea la unión con el bien amado, cuando esta unión no se da.
4. El poder irresistible que impide la posesión del bien.
Efectos del dolor: (q. 37) se oponen a los efectos de la delectación:
1. El dolor quita la facultad de aprender y considerar.
2. Pesadumbre del alma impidiendo el gozo.
3. Debilita el obrar e incluso lo impide, al menos per se. Pero cuando permanece la
esperanza de rechazar el dolor, entonces a veces cuando más triste se está, más se mueve a re-
chazar la tristeza.
4. La tristeza entre todas las otras pasiones del alma es la que más daña al cuerpo,
apesadumbrándolo.
Remedios de la tristeza: (q. 38). La tristeza se mitiga con algún deleite o con los gemidos y
llantos; la compasión de los amigos, el sueño, un buen baño, etc. y para los sabios la
contemplación de la verdad y de la felicidad futura; ya que la contemplación de la verdad produce
la máxima delectación.
La bondad y malicia de la tristeza: (q. 39). Aunque la tristeza es secumdum se un mal, es bueno
entristecerse de algunos males, principalmente del pecado. Así la tristeza puede ser un bien
honesto, como es la contrición. De donde se dice "Felices los que lloran"12. También puede ser
un bien útil, p. ej. cuando viene como pena medicinal. Así la pena del pecado es útil para que el
hombre huya de él.
Conclusión acerca de las pasiones del concupiscible: Por lo dicho aparece evidente que
todas las pasiones antes nombradas proceden del amor. Ahora se tratará de las pasiones del
irascible que presuponen al amor.
La esperanza es movimiento del apetito que tiende al bien futuro arduo o difícil, y que es
posible conseguir. La experiencia juega un papel fundamental en la causa de esperanza o
desesperación.
La esperanza difiere del deseo porque su objeto es arduo.
La desesperación, por el contrario, es un movimiento que se retrae del bien arduo que se
considera moralmente imposible de conseguir, según la estimación de quien obra.
En cuanto pasión, también se da en los animales.
Nota Santo Tomás (a. 2 ad 1m) que quien espera alcanzar el bien por su propia virtud se
dice que propiamente espera más bien que estar expectante (incluye la potencia aprehensiva). En
cambio, propiamente está expectante el que espera obtenerlo por el auxilio de una virtud ajena.
En los jóvenes y en los ebrios es más abundante la esperanza, ya que no deliberan y no
consideran las dificultades por la inexperiencia sobre los impedimentos; y estiman que fácilmente
se puede conseguir lo que quieren. Se dice de Descartes que cuando joven quería renovar toda la
filosofía. Además los jóvenes tienen muy poco pasado y mucho futuro y así viven mucho de
esperanza. En ellos es mayor también la vitalidad.
La esperanza ayuda al obrar, por dos motivos: porque su objeto es el conseguir el bien
arduo posible y además porque causa la delectación que mucho ayuda al obrar.
Temor es el apetito sobre un mal futuro arduo, inminente, al cual difícilmente se puede
resistir; es el decaimiento del alma vencida por el peso de los peligros.
Causa del temor: (q. 43) El temor se causa porque amamos algo, y por la experiencia de
nuestras falencias, de nuestra impotencia.
Efectos del temor: son la contracción de la vitalidad a las cosas interiores,
principalmente al corazón, palidez, entrecortarse de la voz, sequedad de garganta, erección de los
cabellos, a veces envejecimiento súbito, turbación de la mente, etc.
Al temor no reprimido le sigue la desesperación.
12. Mt 5, 5.
Se dice terrible, porque los males leves se desprecian. La audacia hace vencer ante el mal
o lleva a repelerlo; sin duda la victoria es buena y útil para conseguir el bien esperado por el
apetito. Así la audacia es contraria al temor y se sigue de la esperanza.
Aristóteles dice que los animales que tienen corazón pequeño, son audaces, y que los
animales que tienen un corazón de tamaño grande son tímidos. La razón de esto es que el calor
natural no puede calefaccionar del mismo modo un corazón grande y uno pequeño. Así mismo
los amantes del vino son más audaces por el calor del vino.
La diferencia entre los audaces y los fuertes es que los audaces son más prontos a
comenzar que a terminar, ante iguales peligros, porque cuando se experimentan los peligros
sienten mayores dificultades que las que habían estimado. Así pues entre los dos actos de la
fortaleza, agredir y soportar, soportar es principal y más difícil. Y por lo tanto los fuertes por la
razón y por la virtud difieren de los audaces por la sola pasión, en que al inicio parecen remisos,
porque no obran con pasión, pero se incitan con la deliberación, cuando están en peligros no
experimentan un imprevisto y así más resisten.
La podemos definir como la pasión del apetito irascible que brota de la tendencia sensible
en orden a la destrucción de una cosa que es aprehendida como contraria a lo que se quiere o
desea.
Ira es el apetito de venganza (del alma) con ardor de la sangre alrededor y en el corazón
(inmutación corporal). Así la ira tiende a la misma venganza contra aquello de lo que busca
vengarse. Es una pasión especial del irascible, ya que la venganza es un bien arduo que intenta
repeler el mal presente.
Es entre todas la pasión más compleja, en cuanto que surge mediante la composición de
otras pasiones13. Tenemos que la tristeza que provoca la ira es causada por el odio de abominación
de la injuria recibida y de la persona del injuriante y por la presencia y actualidad del mal;
igualmente, el apetito positivo de venganza es causado por el amor del propio honor y bien, y por
el deseo y esperanza de recuperarlo, y al mismo tiempo por el placer de la recuperación esperada
y por la audacia para repeler la injuria recibida. De aquí, por lo tanto, que la ira sea la más
compleja de las pasiones en cuanto compuesta en algún modo, de pasiones contrarias.14
El objeto de la ira es doble, la cosa buena o venganza que se desea y la persona mala o
nociva que hizo la injuria, y de la cual quiere el airado tomar venganza castigándole.
La ira no tiene pasión contraria por contrariedad entre actuar (atacar) y retraerse, porque
es sobre un mal difícil que ya se padece, del que no puede huir. Así el alma o sucumbe con la
tristeza, o vence al mal dañino, que es lo propio de la ira.
La ira es natural en cuanto que cada uno naturalmente se subleva ante las cosas que le
son contrarias o nocivas. La mansedumbre, en cambio, es menos natural, y es virtud que ha de
adquirirse.
13. Las pasiones análogamente a lo que sucede con el intelecto y la razón, puede darse tendencias simples, tendencia
o acceso o a manera de negación y retroceso, o complejas, compuestas de varias pasiones, como sucede en la ira, el
amor de amistad y el odio de enemistad.
14. Cf. q. 48 a. 2.
La ira difiere del odio de enemistad, y es menos grave porque es más impetuoso. El odio
quiere el mal próximo en cuanto es malo, el airado en cambio quiere el mal bajo la razón de justa
venganza. Así dice Aristóteles que el airado después de la venganza tiene misericordia, en cambio
el que odia no la tiene.
Especies de ira: son tres según un progreso ascendente: cólera, manía (de manere, porque
permanece) y furor. El furor no descansa hasta haberse vengado. A estos tres tipos Aristóteles los
llama agudos, amargos y difíciles.
Causas de la ira: (q. 47) La causa principal es el desdén o desprecio, la cual es mayor,
cuando mayor es la excelencia del airado. Por ello los que están constituídos en alguna dignidad,
se airían máximamente, si son despreciados; como p. ej. el rico despreciado en su riqueza o el
predicador en su alocución. De donde se dice "irritable como los poetas".
Otra causa de la ira, o mayor disposición a la ira, es la debilidad del sujeto, por ejemplo
los enfermizos o los débiles se airían más fácilmente, porque más fácilmente se entristecen.
CONCLUSIÓN
Es evidente que las pasiones deben ser reguladas bajo el dominio de la razón, según lo
que decía el Señor a Caín "bajo tu poder están tus apetitos"15. Las pasiones son reguladas de esta
manera por las virtudes, la templanza y la fortaleza con sus diversas partes. Esta regulación de las
pasiones es una participación en ellas de la luz de la razón; del mismo modo las virtudes morales
infusas son una participación en las pasiones de la luz increada de Dios, o de la naturaleza divina.
Así pues, si las pasiones no están al servicio de la razón, se enseñorean, y llevan al vicio y a la
corrupción del alma
15. Gn 4, 7.