Está en la página 1de 5

“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”

CIUDADANÍA Y REFLEXIÓN ÉTICA

49466

INTEGRANTES

Cilio Huarca Ayra Keissy

Elguera Arias Diego Jesús

Lezama Tapia Mariapaz Katherine

Roldan Montero Esau Franco

Villegas Zapata Alondra Tamara

DOCENTE

Cardoza Sernaqué Lizbany Sujey

AÑO 2022
Durante muchos años los ciudadanos hemos sido testigos de los diversos escenarios que ha

traído la prostitución, esta situación ha traído muchas incógnitas que nos obligan a tomar una

postura. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Se debería proteger la integridad de las trabajadoras

sexuales en el Perú? A continuación, pondremos en evidencia nuestros fundamentos al

reconocer que las personas que trabajan en este rubro tienen tantos derechos como cualquier

otro trabajador en nuestro país.

CONTROVERSIA: ¿Se debería proteger la integridad de las trabajadoras sexuales en el Perú?

En nuestro país, se debe velar por la protección de la integridad de las trabajadoras sexuales,

ya que no esto no permite la vulneración sus derechos ni degrada su valor como persona. Por

un lado, la Declaración Universal de los Derechos Humanos señala que: Todo individuo tiene

derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona (…). Si partimos de este

principio, indiferente a la labor que ocupen estas mujeres, nada ni nadie puede atentar contra

su vida ni su seguridad; si bien la prostitución no está vista como una profesión “digna”, es legal

en el Perú y sus trabajadoras no deberían correr riesgos por abordar una práctica que no

infringe ninguna norma ni ley peruana. Por otro lado, el lado conservador de la sociedad señala

acerca de la dignidad y valor humano, adjudicando valores, principios y normas de la

comunidad. Sin embargo, al tratarse de prostitutas o meretrices, degradan su valor humano,

calificándolas despectivamente con asco e incluso deseándoles mal sin conocer el motivo de

dedicarse a la profesión más antigua. Por ello, se debería respetar su opción laboral, no

juzgarlas por esto y optar por alternativas donde la prostitución puede ejercerse de manera más

segura, salubre y con menos riesgos para quienes la ejercen como para sus demandantes. De

esta manera, podríamos imitar prácticas del primer mundo como Países Bajos, donde esta

actividad, está regulada por horarios, zonas y normas que garantizan su seguridad y libertad

laboral. Asimismo, se disminuiría drásticamente el proxenetismo, el tráfico de blancas y nos

ayudaría a crecer éticamente como sociedad.


Muy aparte del aspecto legal, la integridad de las trabajadoras sexuales se debe reconocer

socialmente, donde impacte la idea de que cualquier persona es libre de elegir un oficio o

trabajo que vaya de acuerdo a su personalidad o necesidad, tanto económica como

emocionalmente, de manera que, si esto no se respeta se dañaría el principio ético de la

igualdad, el de no discriminación y el de dignidad humana, la cual muchas personas mencionan

y apoyan, pero no defienden. De igual manera al no respetar dicho oficio, se estaría

incumpliendo una moral, puesto a que estamos en una sociedad abierta, pluralista de en

cuanto opiniones y gustos.

Los estados tienen la obligación de garantizar que todas las personas, incluidas las que ejercen

trabajo sexual tienen derecho a condiciones de trabajo justas y favorables (que incluyan

cuestiones de seguridad) y están protegidas frente a la explotación, incluidas las que trabajan

por cuenta propia o se ganan la vida en entornos informales. Por eso, lo más importante es que

lo que se pide al Ministerio del Trabajo es proponer una regulación seria que proteja los

derechos de los trabajadores sexuales. Como en cualquier situación laboral, la claridad sobre

los derechos y deberes se convierte en una herramienta indispensable en contra de los abusos

de poder. Además, la reglamentación puede ser muy útil para evitar extralimitaciones por parte

de los policías.

El cambio no es fácil. Todas las relaciones del Estado con los trabajadores sexuales están

llenas de prejuicios dañinos, se espera que las instituciones dejen de ignorar el problema y

empiecen a modificar sus normativas para proteger los derechos de esta población.

Es fundamental señalar que la mayor parte de las regulaciones tienen vacíos al no contemplar

un número relevante de situaciones de peligro a las que permanecen expuestas las

trabajadoras sexuales. Entre ellas, es importante señalar la violencia constante de la que son

víctimas las prostitutas, a partir del entorno psicológico y emocional hasta el sexual y físico. Las

sexoservidoras tienen la posibilidad de hallarse con facilidad ante situaciones donde son
humilladas, golpeadas, obligadas a hacer prácticas no consentidas o dolorosas, agredidas e

incluso amenazadas a muerte. Aunado a esto, distintas averiguaciones demuestran que la

legalización de la prostitución tiene como resultado la construcción de una industria en 2

niveles: legal e ilegal. Al reglamentarse el trabajo sexual, el sistema de prostitución ilegal se

hace incluso más extenso pues muestra ventajas para los proxenetas ya que los precios son

más bajos, por lo cual sus ganancias incrementan.

Resulta indispensable la no criminalización de las mujeres que ejercen la prostitución y que el

Estado asuma su función creando mayores oportunidades para que ellas no estén en una

situación de desventaja. El objetivo de cualquiera de las posturas presentadas, así como el

deber del Estado, es ampliar y garantizar los derechos de las mujeres para que no puedan caer

en mayor delincuencia o inseguridad.

Es importante mencionar que, a nivel legislativo, en nuestro país, en el congreso se presentó

una ley sobre la prostitución consentida y su consideración como una actividad laboral más, la

cual ayudará a garantizar el ejercicio de los derechos de igualdad y libertad. Esto busca

eliminar algunas razones morales, que van en contra de los derechos, debido a un problema

endémico social, donde las personas alegan una posición de superioridad moral cuando

construyen sus argumentos sobre el tema, como también las feministas no deben erigirse en el

estandarte de la moral colectiva. Por otro lado, se debe tener en cuenta que elegir libremente la

vida laboral sexual, como trabajo u oficio, solo se promueve en el congreso siempre y cuando

las individuas sean mayores de edad y no esté relacionado en temas de tráfico de mujeres,

prostitución infantil, trata de personas, mafias, etc. La prostitución va unida a la comisión de

delitos tipificados en los códigos penales no existiendo controversia teórica, ni dentro ni fuera

del feminismo, en relación con la persecución jurídica que deben sufrir los mismos.

Ante todos los argumentos dados a conocer, podemos decir que ante la Declaración Universal

de los Derechos Humanos toda persona tiene derecho a la vida, libertad y seguridad; por lo
tanto, es totalmente una vulneración la discriminación de cualquier tipo, incluyendo a la

prostitución. Se recomienda a esto, legalizar y tomar las medidas correspondientes para

salvaguardar la seguridad de las trabajadoras sexuales siempre y cuando no incumplan o

infrinjan ley respecto a la vida de otras personas y brinden sus servicios siguiendo las

normativas como otro trabajo normalizado.

Es cierto que, el rechazo hacia estas mujeres no es ajeno a las autoridades y muchas personas

que no se encuentran dentro del grupo de su demanda, miran con asco a estas personas; es

así que, como cualquier otro trabajo, este debe darse en las medidas higiénicas y seguras para

sus clientes y justamente, no demostrarlo con el sentido más páuperrima de la palabra porque

no debería darse de esta manera.

Actuando y trabajando como se debe, se solicitará a las autoridades el apoyo correspondiente

y la sociedad podrá dejar de mirar este acto como despreciable y vil.

También podría gustarte