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UNIVERSIDAD REGIONAL DE GUATEMALA

SEDE BARBERENA, SANTA ROSA

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

DERECHO PENAL

LIC. ILIANA LOURDES MONTOYA GONZALEZ

RESUMEN OBRA LOS DELITOS Y LAS PENAS

ESTUDIANTE: JOEL NEFTALÍ RAMÍREZ ESCOBAR

CARNÉ: 2220035

FECHA: 18/03/2023
En los capítulos I, II y III se trata sobre el contrato social, según el cual los
hombres por libre acuerdo se determinaron a la convivencia común,
sacrificando una parte de su libertad, la menor posible, en vista de una utilidad
mayor; esta concepción influye sobre toda su manera de examinar la cuestión,
induciéndole a considerar al derecho penal como fundado, es decir que hay que
castigar porque se ha pecado, y también sobre el principio relativista y
pragmático sobre que hay que castigar para que no se peque. Lo que en esta
obra importa es la ruda energía con que se examina una cuestión tan grave
como la reforma de la legislación penal, y, en muchos casos, la oportunidad
práctica de los remedios propuestos.

Como el derecho de castigar no va más allá de la necesidad de tutelar a los


ciudadanos contra los elementos turbulentos, no es justo tratar con crueldad a
los acusados mientras no se compruebe su culpabilidad: por eso es censurable
la costumbre de someter a los acusados a humillaciones, amenazas o rigores
carcelarios antes del proceso: la prisión preventiva no debe ser infamante
(caps. VI-VII). Los juicios han de ser públicos para no dar lugar a sospechas de
tiranía e injusticia, y también hay que extirpar el deplorable sistema de las
acusaciones secretas, que fomenta los malvados instintos de la traición y de la
venganza (caps. VIII-IX).

Beccaria condena luego abiertamente (cap. XII) el uso de la tortura, resto de


inhumana barbarie, que, por lo demás, es de utilidad bastante dudosa para
esclarecer la verdad. Las penas no deben ser despiadadas: para que una pena
surta su efecto (cap. XV), basta que el mal que procura supere al bien que
nace del delito: todo lo demás es superfluo y por tanto tiránico.

Otra costumbre penal completamente condenada (cap. XVI) es la de la pena


de muerte: en primer lugar, por ser contraria al espíritu del contrato social, y
en segundo lugar porque, desde el punto de vista de la intimidación, asusta
más la idea de una pena prolongada que la de una pena intensa pero
instantánea. Por eso, la sustitución de la pena de muerte por la esclavitud
perpetua es mucho más capaz de apartar las mentes de concebir la idea de un
delito.

La pena ha de ser asimismo rápida (cap. XIX), con el doble fin de que los
imputados salgan pronto del penoso estado de incertidumbre sobre su suerte,
y de aclarar bien en las mentes de los ciudadanos la relación causal entre culpa
y castigo. Con una buena legislación, no tiene razón de existir la gracia, que
parece como si quisiera reparar posibles torpezas de la ley, debilitando así en
cierto modo su autoridad (cap. XX). Las penas deben ser (caps. XXI-XL)
siempre proporcionadas a los delitos, pero en general es mejor tratar de
prevenir los delitos (cap. XLI), haciendo de modo que las leyes resulten claras
para todos y sean respetadas y temidas, instruyendo al pueblo de modo que
"el conocimiento acompañe a la libertad" y recompensando a la virtud.

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