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Capítulo 5

Crecimiento económico
(1870-1913): internacionalización y
cambio tecnológico

Entre 1870 y 1913 la economía mundial experimentó cambios muy profundos. La creciente inte-
gración económica internacional y la génesis y difusión de los avances tecnológicos propios de la
Segunda Revolución Industrial modificaron su estructura y las de las relaciones económicas entre
países, en especial entre los de Europa y Estados Unidos. Avances en las comunicaciones (telégrafo
y teléfono) y en el transporte (construcción naval y mecánica de motores), una vez en funcionamien-
to las redes ferroviarias nacionales, posibilitaron una primera etapa de globalización económica,
aumentando la movilidad del capital y el trabajo y expandiendo los intercambios de bienes y servi-
cios. Simultáneamente, una oleada de innovaciones hizo posible el uso de nuevas fuentes de energía
(petróleo y electricidad) y el surgimiento de nuevos productos (aceros especiales, productos quími-
cos…). La estructura de la producción cambió radicalmente respecto a la etapa anterior con la difu-
sión de la cadena de montaje mientras la organización empresarial se modificaba para hacer frente
a la producción en gran escala. En gran medida vinculado a todo lo anterior, entre 1870 y 1913 se
produjo el declive británico como primera potencia mundial y el progresivo ascenso de los Estados
Unidos, que pasaría a ocupar este lugar a partir de 1914 y de manera indiscutida desde 1945.

Primera conexión Graham Bell Fundación de Apertura


telegráfica Gran Apertura del inventa el Westinghouse del Canal de
Bretaña Estados Unificación Canal de Suez teléfono Electric Company Panamá
Unidos de Italia

1860 1865 1870 1871 1878 1903


1858 1861 1869 1876 1884 1914

Tratado Fin Guerra Unificación de Fundación de Inicio de la


Alemania Francia adopta la Ford Motor Primera
Cobden- Secesión
el Patrón Oro Company Guerra
Chevalier Estados Unidos
Mundial
Alemania
adopta el
Patrón Oro

Daniel A. Tirado Fabregat


140 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

Durante el período 1870-1913 la economía mundial registró una aceleración en sus ritmos de cre-
cimiento. El crecimiento del PIB per cápita mundial se situó en torno al 1,3% acumulativo anual. No
obstante, cabe destacar la diversidad de experiencias nacionales. El continente americano registró las
mayores tasas de crecimiento. Países como México, Argentina o Estados Unidos alcanzaron tasas del
1,7%, 2,5% y 1,8% respectivamente. La experiencia asiática ofrece grandes contrastes. Por una parte,
China (0,6%) y la India (0,4%) se situaban muy por debajo de la media mundial y ampliaban su dis-
tancia respecto a los países más avanzados. Por el contrario, Japón registraba un crecimiento medio
anual acumulativo del 1,4% e iniciaba una senda de convergencia con los países más desarrollados.
En Europa destaca el importante avance de la economía alemana, con un ritmo de crecimiento que
se situaba en torno al 1,6%, y el retroceso relativo de la economía líder en el contexto de la Primera
Revolución Industrial, Gran Bretaña, con una tasa de crecimiento del 1%. En estas condiciones, una de
las implicaciones más llamativas del avance en el nuevo escenario económico fue el paulatino declive
de la economía británica y su sustitución en el liderazgo económico mundial por los Estados Unidos.

Gráfico 5.1
Crecimiento económico 1870-1913
Tasas de crecimiento media anual acumulativa del PIB per cápita. Países seleccionados

Fuente: Maddison, A. (2010), Statistics of World Population, GDP and per capita GDP, 1-2008 ac, disponible en http://www.
ggdc.net/maddison/maddison-project/data.htm
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 141

Como se detalla en el Apéndice, la contabilidad del crecimiento permite realizar una aproximación
a las causas próximas de este cambio en los ritmos de crecimiento. Como ya se ha indicado en el Capí-
tulo 3, en el marco de este tipo de análisis, el crecimiento del PIB per cápita (de forma más precisa, el
PIB por trabajador) surge de dos elementos centrales. De una parte, de las ganancias en productividad
del trabajo derivadas del uso más intensivo del capital en la producción y de otra, de las mejoras en
la eficiencia productiva o productividad total de los factores (PTF). La información disponible para
distintas economías muestra que durante el período 1870-1913 la aportación de la inversión fue un
factor significativo en la explicación del crecimiento económico. Sin embargo, los países con mayores
tasas de crecimiento fueron aquéllos que obtuvieron mejores registros derivados de las ganancias expe-
rimentadas en la productividad total de los factores (PTF). Así, dos tercios del crecimiento del PIB per
cápita alemán se explican por las mejoras registradas en la eficiencia productiva, en la PTF. El análisis
de la economía estadounidense o la sueca durante los años 1890-1913 ofrece resultados similares. Por
el contario, en economías que registraron menores tasas del crecimiento del PIB per cápita como la
española o la británica, la contribución al crecimiento de las ganancias en eficiencia productiva se sitúa
en la horquilla del 20% al 30%.
Las mejoras en eficiencia productiva pueden tener orígenes diversos. En este sentido, durante estos
años se registraron cambios reseñables en dos aspectos muy relevantes a la hora de definir este avance.
Por una parte, se trata de un período caracterizado por la integración económica internacional, elemen-
to que, finalmente, habría propiciado la especialización productiva internacional y notables mejoras
en la eficiencia en la asignación de recursos. En segundo lugar, durante estos años se vivió el arranque
de la Segunda Revolución Tecnológica. La utilización de nuevas fuentes de energía, nuevos materiales
y materias primas más baratas, o nuevas formas de organización de la producción fueron, sin duda,
determinantes del crecimiento de la PTF. Por lo tanto, integración económica y cambio tecnológico
se convirtieron en las palancas en las que se sustentó esta oleada de crecimiento. Por ello, los avances
registrados en ambos expedientes devienen factores explicativos centrales del desigual comportamiento
de las economías nacionales.
A lo largo del capítulo, en primer lugar, se realiza un repaso detallado de las causas y consecuencias
derivadas del proceso de internacionalización económica propio de los años 1870-1913. En segunda
instancia se resumen las principales características de la Segunda Revolución Tecnológica. Finalmente,
se ofrece una explicación del declive de Gran Bretaña y del despegue de la economía estadounidense.

5.1. LA GLOBALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA ATLÁNTICA

El periodo que transcurre desde 1870 a 1913 es conocido como el de la primera gran globalización.
Durante estos años, la extensión de las tecnologías de las Primera Revolución Industrial (fundamen-
talmente, la aplicación de la máquina de vapor al ferrocarril y al transporte marítimo) y la incipiente
aplicación de innovaciones propias de la Segunda Revolución Tecnológica (telégrafo) propiciaron la
reducción en los costes de transporte, facilitando los intercambios de bienes y factores a largas distan-
cias. También se dieron otros elementos que favorecieron la reducción en los costes de transacción en
los mercados internacionales de bienes, servicios, capital y trabajo. Un marco institucional que hasta la
década de 1880 propició el libre cambio de mercancías, la implementación de políticas activas para la
atracción de inmigrantes por parte de las nuevas economías en desarrollo en América u Oceanía, o la
generalización de un sistema internacional de pagos que reducía en gran medida los riesgos cambiarios
(patrón oro), actuaron como impulsores de la oleada de creciente integración entre un buen número de
países de la economía mundial.
142 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

Los resultados de este conjunto de cambios tecnológicos e institucionales sobre el grado de integra-
ción internacional de las diferentes economías fueron extraordinarios. El comercio mundial creció a
una tasa media acumulativa anual del 3,4% entre 1870 y 1913. Como resultado, el peso de las expor-
taciones sobre el PIB mundial pasó del 4,6% en 1870 al 7,9% en 1913. Los cambios experimentados
en los mercados internacionales de factores fueron, si cabe, más llamativos. Desde mediados del siglo
XIX y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, más de 40 millones de europeos emigraron con
destino, fundamentalmente, a América y Oceanía. Por lo que respecta a los flujos internacionales de
capital, la evidencia disponible indica que la ratio entre la inversión extranjera y el PIB mundial pasó de
representar un 7% en torno a 1870 a un 18% en 1913, siendo Gran Bretaña (con un 43% del total de
activos) y Francia (con un 20%) las dos grandes economías prestamistas del sistema.
El análisis de las causas y principales consecuencias de este proceso centra el contenido de este
apartado. Sin embargo, dada su complejidad, de forma previa al desarrollo del mismo, cabe realizar al-
gunas precisiones. La primera se relaciona con el objetivo específico que cubre el texto. En este sentido,
aunque el proceso de globalización tenga muchas dimensiones diferentes, en lo que sigue vamos a cen-
trarnos en aquéllas que han estudiado con más detalle los economistas. Para ello, parece conveniente
definir qué entendemos aquí por globalización: el proceso de creciente integración internacional de los
mercados de bienes y de factores de producción, básicamente capital y trabajo, el cual da lugar al surgi-
miento de situaciones que requieren de organismos supranacionales para ser abordadas con eficiencia.
No obstante, y aunque no se realizará un análisis detallado del mismo, la ausencia de movilidad del
factor tierra no impide que la integración del resto de mercados no tuviera efectos sobre el mercado de
tierra a escala supranacional.
En segunda instancia, una vez definida la globalización fundamentalmente como un proceso de in-
tegración y creación de mercados, se debe recordar cómo la identificamos. Su forma más visible se rela-
ciona con la generación de grandes flujos de bienes, trabajo o capital entre las economías participantes.
No obstante, aunque notorio, el incremento en el volumen de flujos puede derivarse del crecimiento de
la demanda de bienes o factores a medida que la renta de las distintas sociedades está creciendo. O de
la incorporación a la economía mundial de nuevos territorios que amplían la oferta de los mismos. Por
ello, para determinar el avance en el proceso de integración de mercados se hará hincapié tanto en el
análisis de los flujos como en el de la evolución de los diferenciales de precios entre países.
La Economía muestra que la señal que marca la perfecta integración de un mercado es la similitud
en los precios de bienes y factores o, cuanto menos, la constatación de que éstos sufren variaciones
comunes en todos los territorios que lo componen. La razón no es otra que si hay integración de
mercados, es decir, si es posible intercambiar bienes y factores con unos costes de transacción bajos,
los agentes económicos (sean empresas, familias, consumidores, ahorradores o inversores) toman sus
decisiones en un contexto en el que éstas dependen y a su vez inciden, a través de los precios, sobre las
decisiones tomadas en otros territorios. A la postre, la integración de mercados, la globalización econó-
mica, es importante para el estudio de la evolución de largo plazo de las economías en la medida que
supone una creciente interrelación en las decisiones de los agentes económicos de la economía mundial.
El apartado se estructura en torno a la descripción y análisis de lo acontecido en los tres mercados
centrales en el proceso de integración: bienes, trabajo y capital. Cada uno de los subapartados comen-
zará con la presentación de la evidencia disponible acerca de la evolución de los intercambios interna-
cionales en dichos mercados. A continuación se revisarán las causas fundamentales de dicha evolución,
para concluir con un análisis de sus principales consecuencias sobre las economías participantes.
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 143

5.1.1. Los flujos internacionales de mercancías y la integración del comercio


mundial

El comercio internacional de bienes creció durante estos años a una tasa media acumulativa anual
del 3,4%. Sin duda, este ritmo de crecimiento supuso la culminación de un proceso de integración de
los mercados internacionales de bienes que tenía sus orígenes en el segundo tercio de siglo (de hecho,
durante los cuarenta años previos, 1830-1870, las tasa de crecimiento del comercio de internacional
fue incluso superior, situándose en el 4,2%). No obstante, la importancia del crecimiento registrado
durante estos años estriba en algunas de sus más inmediatas implicaciones.
En primer lugar, el crecimiento del comercio internacional se situó por encima del crecimiento de la
producción mundial. La tasa de apertura de las economías, es decir, el porcentaje de bienes producidos
por un país que se comercializa fuera de sus fronteras políticas, experimentó un más que notable avan-
ce. El peso de las mercancías exportadas sobre el PIB mundial pasó de un 4,6% en 1870 a un 7,9%
en 1913. El cambio registrado fue dramático en algunas de las regiones participantes. Por ejemplo, en
el caso de la Europa Occidental, las tasas de crecimiento se situaron marcadamente por encima de la
media mundial. Como consecuencia, el peso de las exportaciones en el PIB europeo pasó del 10% en
1870 al 16,3% en 1913. Grandes economías europeas alcanzaban en 1913 tasas de apertura de las ex-
portaciones del 17,5% en el caso de Gran Bretaña o del 16,1% en el de Alemania. Países más pequeños
de tradición librecambista (como Bélgica o Suecia) lograban registros superiores.
Otras regiones del planeta como Norteamérica, Latinoamérica o grandes zonas de Asia y de Ocea-
nía también participaron intensamente de esta oleada de globalización. Sus tasas de apertura se situa-
ban en 1913 en niveles del orden del 9,5% en el caso de Latinoamérica, del 12,3% en el de Australia
o del 12,2% en el de Canadá. Estados Unidos también registró un fuerte avance en su integración en
el mercado internacional de bienes y su tasa de apertura pasó del 2,5% en 1870 al 3,7% en 1913. La
incidencia en términos agregados fue menor en otras zonas del planeta pero su dimensión fue la sufi-
ciente para que no deba pasar inadvertida. En Asia, las tasas de apertura de grandes economías como la
India pasaban del 2,6% al 4,6%, Tailandia del 2,2% al 6,8%, China, del 0,7% al 1,7%. Como media,
las economías asiáticas duplicaron su apertura, pasando del 1,3% al 2,6%.
En segundo lugar cabe destacar que la estructura geográfica del comercio mundial registró cambios
reseñables. Europa siguió constituyendo el principal origen y destino del comercio mundial en el siglo
XIX pero, a lo largo de estos años, la centralidad europea se vio erosionada. Si en la década de los
1870 Europa concentraba el 64,2% del comercio de exportación y el 69,2% del de importación, en los
albores de la Primera Guerra Mundial sólo aglutinaba un 58,9% y un 62% del total de exportaciones
e importaciones. La contracción relativa del comercio europeo suponía una mayor diversificación geo-
gráfica de los flujos internacionales de mercancías, estimulada por el avance de América del Norte y
de América Latina. Así, Norteamérica concentraba en 1913 el 14,8% del comercio de exportación y el
13,2% del de importación. América del Sur el 8,3% y el 7,6% respectivamente.
En tercera instancia, el avance del comercio supuso el reforzamiento de un proceso de especializa-
ción productiva internacional que se había ido fraguando en las décadas previas. En los años 1870,
Europa Noroccidental aglutinaba el 47,1% de las exportaciones de bienes industriales, el 37,8% de las
cuales procedía de Gran Bretaña e Irlanda. En 1913, Europa seguía concentrando un 47,9% de la ex-
portación manufacturera, pero en este caso las manufacturas exportadas desde las islas británicas sólo
representaban el 25,3% del total mundial. Además, aunque una parte importante de estas exportacio-
nes encontraba su destino en el propio continente europeo, mercados como el estadounidense, asiático
o el de Oceanía absorbían más del 50% del total. El comercio de productos primarios (alimentos y
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materias primas) mostraba pautas opuestas. Europa aglutinaba más de la mitad de las importaciones
totales, tanto en los años 1870 como en 1913. Una parte importante de las mismas procedía de países
de la periferia Sur y Este de Europa que mantenían cierta especialización productiva en este tipo de
bienes. Pero la parte más cuantiosa del comercio de importación procedía de territorios no europeos.
De hecho, el 55% de las exportaciones mundiales de productos primarios tenían procedencia extra
europea, siendo América del Norte, América del Sur, Oceanía y algunas partes del continente Asiático
sus principales zonas de origen.
Para explicar las causas del crecimiento del comercio internacional de bienes deben diferenciarse
dos componentes. De una parte, el crecimiento de la población de los países europeos, americanos
o asiáticos y la mejora paulatina en los niveles de vida estimularon el incremento de la demanda de
alimentos, materias primas y manufacturas de producción interior y también exterior, generando in-
centivos (desde el lado de la demanda) para la expansión del comercio internacional. Por otra parte, la
ampliación de las superficies de cultivo o pasto en Norteamérica, Sudamérica, grandes zonas de Asia o
de Oceanía. Así como la explotación de nuevas reservas de minerales y metales en África o América. Al
sumarse lo anterior a la expansión de la capacidad de producción de manufacturas merced a la mejora
y difusión de las tecnologías propias de la Primera Revolución Industrial a más sectores de producción
y más países, se generó un impulso de la oferta internacional de bienes manufacturados, alimentos,
materias primas y recursos naturales. Todos estos aspectos favorecieron la expansión del comercio
internacional.
No obstante, como se ha señalado, el crecimiento de los flujos internacionales de mercancías fue
más elevado que el de la renta de los países. Por ello, su explicación requiere de la consideración de un
segundo componente: la creación de comercio favorecida por la reducción de los denominados costes
de transacción que pueden asimilarse a los de todo tipo en que se incurre cuando se realiza una tran-
sacción. Tradicionalmente se ha enfatizado la importancia del papel desempeñado por la extensión del
librecambismo, de la liberalización comercial, como elemento impulsor de la creación de comercio en el
siglo XIX. Sin embargo, aunque éste fue un factor muy importante en el periodo que va desde los años
1830 a 1870, entre 1870 y 1913, y sobre todo a partir de la década de los 1880, no puede ser conside-
rado como una causa fundamental del crecimiento del comercio internacional. En estos años muchos
países elevaron sus aranceles en un intento de proteger los sectores más afectados por la creciente com-
petencia exterior. Éste sería el caso de la agricultura del cereal en gran parte de países europeos. Como
consecuencia, y aunque se den diferencias notables entre economías, los aranceles crecieron del orden
de un 50%, como media, entre 1870 y 1913. Pero el crecimiento de la protección arancelaria no fue
suficiente para frenar la reducción en los costes totales de comercio. Éstos continuaron cayendo en los
años 1870-1913 a una tasa que ha sido estimada en torno al 2% anual. La explicación de esta conti-
nua reducción requiere de la consideración de un amplio conjunto de cambios experimentados en las
relaciones económicas internacionales. Unos se vinculan directamente con el cambio tecnológico. Otros
se relacionarían con alteraciones del marco institucional en el que se desarrolla el comercio exterior.
Por lo que respecta a la reducción de costes asociada al cambio tecnológico merece especial aten-
ción la generada por la aplicación de la máquina de vapor tanto al transporte terrestre (expansión del
ferrocarril) como al transporte marítimo. La difusión de la nueva tecnología supuso una reducción sin
precedentes de los costes de transporte (Gráfico 5.2). Por una parte, permitió la paulatina sustitución
de los barcos de vela por los de vapor. Este cambio no sólo significo una reducción de los fletes sino que
dotó de mayor velocidad, de mayor regularidad y de mayor seguridad al transporte marítimo. Estas
mejoras se vieron reforzadas cuando se fueron incorporando más innovaciones como la construcción
de buques con casco de acero o la sustitución de la propulsión por palas por la utilización de hélices.
Además, la adopción del vapor permitió la explotación de nuevas rutas, como la que se abría desde
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 145

1869 para el transporte desde Asia hacia Europa a través del Canal de Suez, por donde sólo podían
transitar barcos de vapor. Se ha estimado que todos estos elementos supusieron una reducción de los
costes de transporte del orden del 0,3% anual, o lo que es lo mismo, una reducción acumulada en torno
al 15% en el total del periodo.

Gráfico 5.2
Evolución de los precios del transporte 1869-1913
Fletes para granos en peniques por Tonelada. Rutas seleccionadas

Fuente: Elaborado a partir de la base de datos de D.S. Jacks, D.S., Meissner, D.S., y Novy, D., (2010), “Trade Costs in the First
Wave of Globalization”, Explorations in Economic History 47(2), 2010: 127-141. (http://www.sfu.ca/~djacks/data/publications/
publications.html)

Pero la adopción del vapor también generó un gran impulso del comercio internacional a través
de sus efectos sobre el transporte terrestre. La producción de materias primas y alimentos en vastos
territorios de América, Asia o África requería transportar los productos desde alejadas zonas del inte-
rior a los principales puertos de embarque. La expansión de la red ferroviaria en estos territorios sería
fundamental en la reducción de los costes de transporte desde las zonas productoras a las zonas coste-
ras. Así, en un caso bien estudiado como es el de la producción y exportación de trigo Norteamericano
a Gran Bretaña, se observa que fue superior la reducción en costes de transporte asociada a la caída de
las tarifas ferroviarias entre Chicago y Nueva York que la alcanzada por las mejoras en el transporte
146 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

marítimo desde Nueva York a Liverpool. Es por ello que el papel desempeñado por la expansión de
la red ferroviaria en países como Argentina, Chile, Australia, Estados Unidos, Rusia o la India resulta
clave en la comprensión del crecimiento del comercio mundial en estos años.
Finalmente, y a pesar de la considerable importancia que debe prestarse a los elementos asociados
con el cambio tecnológico en la explicación del crecimiento del comercio internacional, las últimas
investigaciones tienden a relativizar su protagonismo, o cuanto menos a situarlo en un plano similar
al que desempeñaron distintos elementos de corte institucional. Así, se ha señalado la relevancia de la
estabilidad política vivida durante estos años. La ausencia de conflictos bélicos de importancia permi-
tió dotar de mayor estabilidad y seguridad a los intercambios, favoreciendo su expansión. En segundo
lugar, también se ha destacado que la expansión del imperialismo permitió que se redujeran los niveles
arancelarios entre algunas metrópolis y sus colonias (formales o reales), que estos territorios adoptaran
marcos institucionales propios de las economías liberales europeas que enfatizaban la defensa de los
derechos de propiedad o la aplicación de códigos de comercio, o que las colonias, muchas veces, esta-
blecieran uniones monetarias con las metrópolis europeas.

EL NUEVO IMPERIALISMO

De forma paralela al avance de la globalización, estaba constituida por asentamientos o posesiones


a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se registró coloniales europeas. Este porcentaje se situaba en el
un renacido interés de las grandes potencias europeas 67 % en 1878 y alcanzaba un máximo de un 84%
por la conquista o control de territorios fuera de sus en 1914. Entre 1826 y 1921 se establecieron 138
fronteras. Este nuevo Imperialismo alcanzó su zénit nuevas colonias y sólo se registraron un total de 56
en los años previos al estallido de la Primera Guerra procesos de emancipación.
Mundial. En 1800, el 55 % de la superficie mundial

Mapa 5.1. Imperialismo colonial europeo


Superficie ocupada por los imperios coloniales de las principales potencias europeas en 1914

Fuente: Elaboración propia, basado en información de los Anuarios Estadísticos de la Sociedad de las Naciones.
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 147

El Mapa 5.1 presenta la geografía de los imperios Tradicionalmente el fenómeno se ha asociado al


coloniales en 1913. El más extenso era el de Gran interés de las grandes economías europeas por ase-
Bretaña. En 1826, ya era la principal potencia colo- gurarse mercados de exportación o territorios para ob-
nial del planeta, con un imperio que abarcaba un total tener materias primas y recursos naturales. Sin embar-
de 9 millones de Km2. No obstante cabe destacar go, exceptuando el caso de la India, se ha tendido a
la ampliación de los territorios colonizados a lo largo mostrar que los beneficios directos del mantenimiento
de este periodo, que se sitúan en 24,9 millones de de los imperios fueron superados por los costes ad-
Km2 en 1878 y en 29,5 en 1913. También, entre ministrativos o militares asociados a los mismos. Sin
1878 y 1913 se sumaron otros países que, con la embargo, algunas empresas obtuvieron grandes be-
excepción de Francia, contaban con una limitada o neficios de su poder colonial. Pero exceptuando el
nula tradición colonial previa como Alemania, Italia o caso de la India, bajo control de Gran Bretaña, los
Bélgica que establecieron posesiones en África, funda- beneficios económicos directos para las grandes po-
mentalmente, pero también en Asia y en el Pacífico. tencias europeas fueron más bien modestos, cuando
Otras economías con mayor tradición como España, no inexistentes.
Portugal u Holanda participaron de forma muy margi- La importancia de las exportaciones de las metrópo-
nal en esta expansión colonial. lis a sus mercados coloniales, con la excepción del caso
Las formas administrativas de control de estos terri- británico donde la exportación a estos territorios alcan-
torios fueron muy diversas. La colonia suponía la au- zaba el 35% del total a principios del siglo XX, fue muy
sencia de gobierno propio en el territorio ocupado y la modesta. Sólo un 13% de las exportaciones francesas y
política local dependía directamente del gobierno de un 6% en el caso holandés tenían como destino las colo-
la metrópoli. Otros territorios fueron colonizados bajo nias. En el caso alemán, italiano o belga no se supera-
la forma de protectorado. En este caso se mantenía la ba, en ningún caso, un 2% del total. El crecimiento del
autonomía de un gobierno indígena, pero éste se su- comercio internacional en estos años se asentó, sobre
peditaba al gobierno de la metrópoli en las funciones todo, en el comercio dentro de Europa y, en segunda
más importantes (un ejemplo sería Francia en Marrue- instancia en el crecimiento del comercio entre Europa y
cos o Italia en Libia). En otros casos, la vinculación las dos Américas. Lo mismo cabe señalar de los flujos
con la metrópoli fue total y fueron consideradas pro- de capital al exterior: las colonias no fueron un destino
vincias (una parte importante de la India fue provincia preferente de las inversiones metropolitanas y, por lo
de Gran Bretaña durante estos años). Finalmente, al- tanto, las rentas de capital generadas para la metrópoli
gunos territorios eran llamados dominios. En este caso fueron muy escasas. La excepción serían las inversiones
disponían de autonomía política pero sus estructuras británicas en algunas regiones de Asia. Finalmente, las
políticas se integraban en estructuras supranacionales grandes migraciones europeas del periodo no tuvieron
dominadas por la metrópoli (gran parte de los Estados como destino mayoritario los territorios colonizados,
que habían formado parte del imperio colonial británi- sino que se dirigieron a Norteamérica, América Latina
co: Australia, Nueva Zelanda, etc.). y Oceanía, territorios que, en la mayor parte de casos,
habían dejado atrás su pasado colonial.

Todos estos elementos acabaron por dotar de mayor seguridad a la producción y favorecieron la es-
tabilidad en el abastecimiento de los bienes que nutrían el comercio internacional. Además, provocaron
la reducción de los costes asociados al comercio, bien sea por la reducción de aranceles, bien sea por la
minimización de las fluctuaciones de precios o de tipos de cambio. Este último aspecto, el de la reduc-
ción de los riesgos cambiarios, ha sido especialmente destacado por las más recientes investigaciones.
En ese sentido se ha mostrado como la paulatina adopción del patrón oro por un conjunto creciente de
economías dotó a la economía internacional de gran estabilidad en los cambios exteriores, reduciendo
el riesgo cambiario en las transacciones internacionales y espoleando su crecimiento.
148 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

La respuesta de las economías a estos estímulos tecnológicos e institucionales fue la creación de co-
mercio siguiendo unas pautas de especialización productiva a escala internacional. En estas circunstan-
cias, se abrió la posibilidad de que las economías participantes aprovecharan sus ventajas comparativas
y ampliaran su comercio en base a la exportación de aquellos bienes para cuya producción se hacía
un uso intensivo de los factores relativamente abundantes y pasaran a importar en mayor proporción
aquellos que hacían un uso intensivo de los factores más escasos y por ello más caros en términos
comparados.
Los países del Norte de Europa comenzaron a exportar con mayor intensidad manufacturas, cuya
producción se caracterizaba por el uso intensivo de trabajo y capital, a los países del Nuevo Mundo y a
importar a cambio bienes agrarios (alimentos o materias primas), minerales y metales, que en términos
relativos requerían para su producción un mayor uso de la tierra, factor escaso y caro en las economías
de gran parte de la vieja Europa. Así, la composición de las exportaciones británicas era dominada por
las manufacturas, que aglutinaban en 1913 el 69,7% del total. El comercio de importación británico
estaba constituido en un 81,2% por bienes primarios (alimentos y materias primas agrarias y minera-
les y metales). La Europa noroccidental ofrecía un patrón similar. La importación de bienes primarios
aglutinaba en 1913 el 59,9% del total, y la exportación de manufacturas alcanzaba el 52%.
En el otro extremo de la estructura de comercio se situaban Asia, América Latina y Oceanía. La
exportación de bienes primarios representaba el 89,1% del total exportado por estas regiones en 1913.
Por el contrario, la importación de manufacturas alcanzaba el 59,8% del total. En el caso norteameri-
cano, la exportación de productos primarios concentraba en 1913 el 74,1% del total. La diferencia con
América Latina, Asia u Oceanía residía en el comercio de importación. La generalización, en Estados
Unidos, de políticas arancelarias favorecedoras de la sustitución de importaciones industriales hacía
que éstas sólo concentraran el 36,6% del comercio norteamericano de importación. Cabe reseñar, no
obstante, que la Europa Mediterránea y del Este observaba en este periodo patrones de comercio simi-
lares a los de las llamadas “Nuevas Europas”. Al igual que estos territorios, su comercio de exportación
seguía fundamentándose en 1913 en la exportación de bienes primarios (75,6% del total) y era un
mercado nada desdeñable para las exportaciones de manufacturas del Norte europeo.
La combinación de estos dos elementos explicativos del crecimiento del comercio: incremento de la
demanda y de la oferta y reducción de los costes de transacción (fletes, aranceles y costes cambiarios)
permitió que en el periodo 1870-1913 se registrara una marcada reducción en los diferenciales interna-
cionales de precios. Es lo que ha sido denominado por los economistas como convergencia en el precio
de los bienes que permite identificar de forma precisa el avance en la integración económica interna-
cional. La razón no es otra que, ahora sí, en un escenario de precios que se mueven de forma paralela
en economías tan distantes como las de Oceanía y las de Europa, los cambios en las condiciones de
producción en un continente, al trasladarse vía precios a todas las economías participantes, afectaban
a las decisiones de consumo y producción de todo el sistema.
Es decir, la llegada de trigo barato procedente de América a los puertos europeos afectaba a las de-
cisiones de consumo de sus ciudadanos, que ahora podían cubrir esta necesidad de alimentación a unos
precios más bajos. Pero también afectaba a los productores europeos de granos que observaban como
éstos sólo eran consumidos en sus propios países si se ofrecían a precios similares a los de ultramar.
Entre 1870 y 1913 la diferencia de precios del trigo entre Liverpool y Chicago pasó de un 57.6% a un
15.6%. También se registró una gran aproximación entre los precios europeos y asiáticos. El diferencial
del precio del arroz entre Londres y Ragoon se redujo de un 93% en 1870 a un 26% en 1913. El del
algodón en rama entre Bombay y Liverpool cayó del 57% al 20%. Por ello, la convergencia de precios
está en el origen de los cambios registrados en la agricultura europea a finales del siglo XIX y primera
década del siglo XX.
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 149

Algunos países, sobre todo los del Norte europeo, como Gran Bretaña, Bélgica, Dinamarca, Ho-
landa o Suecia, se decantaron por forzar la especialización productiva industrial, dejando así caer la
participación del sector agrario en su estructura productiva. En paralelo, también favorecieron el cam-
bio en la función de producción agraria mediante la intensificación del uso de capital (mecanización) o
la implementación de cambios organizativos (creación de cooperativas de producción y distribución).
Estos elementos permitieron mantener la competitividad a las explotaciones y redujeron los costes de
la globalización en términos de producción y empleo agrario. Otras regiones, por el contrario, aborda-
ron fundamentalmente estrategias de corte defensivo, como la protección arancelaria, con el objeto de
sostener los precios, la producción, el empleo y las rentas de la tierra a costa de erosionar el bienestar
de los consumidores. Esta fue la opción tomada por economías del Centro y Sur de Europa, como la
francesa, italiana, o española.
Las implicaciones del proceso de integración económica y especialización productiva global también
se manifestaron en el acercamiento de los diferenciales existentes en la remuneración de los factores. La
especialización productiva de amplias regiones de América o Asia en bienes que hacían un uso intensivo
del factor de producción que allí era abundante y barato, la tierra, implicó que aumentara la presión so-
bre la demanda de tierras y el paulatino encarecimiento de la misma en estas regiones. Por el contrario,
en Europa, la posibilidad de importar alimentos de ultramar favoreció la reducción en la demanda de
tierra, hecho que se manifestó en el abandono de tierras de cultivo y en la reducción de los precios de
las mismas. Es decir, la integración económica internacional impulsó el proceso de convergencia en el
precio de los factores. La tierra, abundante y barata en ultramar, comenzó a ser más escasa y cara, y ese
mismo factor, inicialmente escaso y caro en Europa, comenzó a hacerse más abundante y a abaratarse.
El mismo razonamiento sirve para explicar la evolución de los salarios en las diferentes regiones.
Europa aparecía, de forma comparada, como una región abundante en trabajo. Por ello, la mayor parte
de países europeos se caracterizaba por disponer de unos salarios bajos que favorecían la especializa-
ción en la producción de manufacturas, en las que el trabajo (y también el capital) se utilizaban de for-
ma muy intensa. La especialización en este tipo de bienes generó presión sobre el mercado de trabajo en
Europa y coadyuvó al crecimiento de los salarios al compás de la especialización productiva. Aquellos
países europeos con mayor participación en este proceso de integración y especialización productiva
internacional registraron durante estos años fuertes avances en sus niveles salariales. Éstos, paso a paso,
convergían con los propios de las economías de ultramar, donde el trabajo era más escaso y caro.
Pero éste no es el único flanco a través del cual se manifestó la globalización durante el periodo
1870-1913 y, por lo tanto, sus efectos en términos de convergencia en la remuneración de los factores
de producción o en relación a aspectos distributivos pudo verse compensado, o tal vez reforzado, por
la integración de los mercados de factores: trabajo y capital. En el siguiente punto se analiza la eviden-
cia disponible, las causas y las consecuencias directas de la integración internacional del mercado de
trabajo.

5.1.2. Los flujos migratorios internacionales

El aspecto más llamativo de los procesos de integración de los mercados laborales es la aparición de
grandes flujos migratorios internacionales. Sin duda, si lo medimos a través de este tipo de evidencia,
lo acontecido a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, y en particular en el periodo 1870-1913,
es una prueba manifiesta del elevado grado de integración alcanzado por el mercado de trabajo en un
amplio grupo de economías. En estos años, más de 60 millones de personas migraron en busca de las
oportunidades que brindaba un mercado de trabajo globalizado.
150 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

Una parte nada desdeñable de estas migraciones se correspondió con movimientos de trabajadores
asiáticos hacia los países de nueva colonización en los que la rápida expansión de explotaciones agra-
rias y mineras era una fuente incesante de demanda de trabajo poco cualificado. En estas condiciones,
los gobiernos coloniales y las grandes empresas propietarias de las plantaciones y explotaciones mine-
ras activaron distintas vías para la atracción de emigrantes de las zonas asiáticas más pobladas y más
pobres. De forma habitual, los trabajadores eran contratados en régimen de semiesclavitud por las
compañías mineras, agrícolas o ferroviarias, con contratos de larga duración que permitían financiar
el viaje y obligaban a la permanencia de los trabajadores durante su duración. En estas migraciones
masivas de trabajadores procedentes de la India, China o Japón se encuentran los orígenes del esta-
blecimiento de grandes comunidades asiáticas en el Este y Sur de África, Norteamérica, Latinoamérica
u Oceanía, así como el establecimiento de comunidades asiáticas no nativas en determinadas áreas
del Sudeste asiático. Ejemplos del impacto alcanzado por estos flujos migratorios en las regiones de
destino son la pervivencia de comunidades de origen japonés en Perú, chinas en Estados Unidos o las
Islas Mauricio, o de comunidades de origen Indio en diferentes enclaves británicos en el Sur y Este de
África.
Pero, el grueso de los flujos, más de 40 millones de desplazamientos, procedía de los países europeos
y tenía como destino los grandes países de antigua colonización europea en Norteamérica, Centroa-
mérica y Caribe, Sudamérica y Oceanía. El estudio de estos flujos de trabajadores permite caracterizar
lo acontecido y establecer algunas constantes en torno a sus causas. La información disponible sobre
los orígenes de los emigrantes europeos indica que antes de la década de 1850 éstos procedían, básica-
mente, de las Islas Británicas. No obstante, a partir de esa fecha se registró una notable diversificación
del origen. Las grandes migraciones acabaron por afectar a la práctica totalidad de países europeos.
Inicialmente fueron los países del Norte de Europa (Noruega, Dinamarca o Suecia) los que se incorpo-
raron a la oleada migratoria. En cambio, desde la década de los 80, el grueso de la emigración europea
procedía de los países del Este (Rusia) y del Mediterráneo (Italia, Portugal o España).
La intensidad de los flujos migratorios registró notables variaciones entre países. Economías como
la irlandesa promediaron tasas migratorias del 12 por mil anual entre 1850 y 1913. Suecia y Noruega
del 5 por mil. Sin embargo, países como Alemania se situaban en torno al 2 por mil, y la tasa de Francia
era cercana a 0. Además, estas tasas también dibujaron tendencias temporales diversas. Las migraciones
irlandesas perdían intensidad a partir de los años 1860. Las alemanas, danesas o suecas lo hacían desde
la década de 1880. En países como Italia o España la mayor intensidad migratoria se registraba en la
primera década del siglo XX.
El destino de los emigrantes europeos fue las grandes economías de antigua colonización europea
en Norteamérica (Estados Unidos), Sudamérica (Argentina o Brasil) y Oceanía (Nueva Zelanda y Aus-
tralia). No obstante, la dimensión de los flujos a estos destinos fue muy variable según países de pro-
cedencia. Los países nórdicos o Alemania concentraban la mayor parte de sus emigrantes en Estados
Unidos. Sin embargo, los países de la Europa latina nutrían las más importantes oleadas de migración
con destino a países de Latinoamérica como Argentina (españoles e italianos), Cuba (españoles) o Bra-
sil (portugueses). Por lo que respecta a las características individuales, la mayor parte de emigrantes
eran hombres jóvenes, en muchas ocasiones solteros que además solían ser de procedencia urbana y
tener una escasa cualificación.
El análisis económico ofrece una explicación de las causas de esta explosión migratoria, de su se-
cuencia temporal, de los cambios registrados en los principales orígenes y destinos y de las característi-
cas individuales de los emigrantes. La lógica económica señala que la decisión migratoria se correspon-
de con un análisis de tipo coste beneficio. El potencial emigrante debe valorar los beneficios esperados
de la decisión de emigrar. Éstos se relacionan con la mejora en el nivel de vida que puede obtener, en
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 151

términos de renta permanente, con la migración. La variable básica en esta decisión es la diferencia
existente entre el nivel de renta que obtiene en su país de origen y el que podría obtener en el país de
destino. Por ello, en muchos estudios se analizan las diferencias salariales esperadas entre origen y des-
tino como variable básica y determinante final del volumen de flujos. No obstante esta variable básica
debe complementarse con algunas otras para explicar mejor la decisión de emigrar. El emigrante valora
el coste de oportunidad que acarrea su decisión, en términos económicos. Así, si el individuo trabaja
en el sector agrario, o de forma más precisa, es un pequeño propietario agrario, la decisión tiene un
coste de oportunidad en términos de seguridad de rentas superior al individuo que vive en un entorno
urbano en el que sólo obtiene rentas salariales. Además, si el individuo ha dedicado tiempo y recursos a
su formación y esto le ha reportado unas habilidades que difícilmente podrá rentabilizar en los trabajos
que ocupe en su destino, este elemento actúa como un freno a la migración.
Los costes y beneficios directos de la emigración también se ven afectados por otros factores que
modifican la valoración individual. Así, los beneficios reportados por la emigración serán mayores
cuando el emigrante disponga de más tiempo en el que desarrollar su carrera laboral en el destino con
lo que, a mayor edad de las personas, menores serán los incentivos a emigrar. Por lo que respecta a los
costes, la emigración será menor si el individuo debe emigrar en compañía de su mujer e hijos, ya que
los costes son más elevados. El viaje y asentamiento en las regiones de destino también deben ser con-
siderados y pueden modificar la decisión migratoria. Si los costes de transporte son elevados, o si hay
trabas de tipo administrativo que entorpezcan el acceso a los países de destino, los flujos migratorios
serán menores. También hay costes de información. Si consideramos que la información se transmite
de forma más fluida en las zonas urbanas que en las zonas agrarias, con población más dispersa, pode-
mos pensar que los flujos migratorios procedentes de sociedades más urbanas superen, en igualdad de
condiciones, a los provenientes de sociedades con un peso del sector agrario superior.
Finalmente, el asentamiento en el destino, el tiempo necesario entre la llegada y la ocupación de un
puesto de trabajo, se relaciona directamente con la información disponible acerca de las posibilidades
de trabajo en el mismo y tiene un coste que debe ser contemplado por el emigrante. Por ello la existen-
cia en el destino de comunidades de emigrantes de la misma procedencia que el potencial emigrante,
al reducir los costes de asentamiento (familias de acogida, mayor información) suele ser considerada
como un elemento que reduce los costes de asentamiento y por ello favorece la aparición de cadenas
migratorias entre determinados orígenes y determinados destinos, bien sean países, regiones dentro de
los mismos, ciudades o incluso vecindarios específicos dentro de las mismas.
La consideración de todo este conjunto de elementos permite ofrecer una buena explicación de lo
acontecido durante estos años. Así, la literatura ha destacado que el impulso migratorio en esta etapa
se relacionó, en gran medida, por la existencia de una elevada brecha salarial entre la vieja Europa,
con una abundante dotación de trabajo barato, y las grandes regiones de nuevo asentamiento, en las
que la escasez de trabajo comportaba unos niveles salariales comparativamente elevados para un gran
contingente de nuevos trabajadores. Este elemento es el central en la explicación.
Pero además hubo otros aspectos. Por una parte, el crecimiento de la demanda de trabajo en los
países de nuevo asentamiento y de la oferta del mismo en Europa, fueron una fuente incesante de ex-
pansión de los flujos migratorios. Así, el crecimiento de la producción agraria y minera aseguraba la
absorción de nuevos trabajadores en las zonas de destino en proporciones hasta ese momento desco-
nocidas. En segundo lugar, algunos países europeos abundantes en trabajo estaban avanzando en sus
procesos de industrialización con lo que más parte de la población vivía en entornos urbanos. Además,
el cambio económico había favorecido la modificación de las pautas demográficas, incrementando el
ritmo de crecimiento de la población en algunas economías europeas que avanzaban en sus procesos
152 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

de transición demográfica. Ello explica el que, en estos países, fueran especialmente voluminosas las
cohortes de edad de individuos jóvenes, más propensos a emigrar.
Pero las migraciones masivas recibieron un impulso adicional procedente de la reducción de los cos-
tes migratorios. El periodo se caracterizó por una marcada reducción de los costes de transporte transo-
ceánicos, que favorecían la expansión comercial y también los flujos migratorios. Desde la perspectiva
de las barreras institucionales a la entrada de emigrantes en los países de destino se puede argumentar
que éstas, lejos de entorpecer los flujos, sirvieron para incentivarlos. Algunos países, animados por la
necesidad de expansión de la producción y en un contexto de escasez de mano de obra, establecieron
programas de atracción de inmigrantes, misiones internacionales de contratación en origen por parte
de empresas, o asumieron la financiación de viajes. Este tipo de actuaciones fueron la norma cuanto
menos hasta finales de siglo.
En estas condiciones, gran brecha salarial, seguridad en encontrar empleo, abundancia en origen de
población que entraba en el ciclo de edad de trabajo, reducción de costes de información y de trans-
porte y un marco institucional que promovía los flujos, se explica el despegue de los flujos migratorios
internacionales en estos decenios. Pero, como se ha señalado, el momento de arranque y el de mayor
intensidad migratoria no fue similar en todas las regiones de origen. El esquema planteado también da
una explicación plausible a las diferentes trayectorias experimentadas por los países europeos.
De una parte, a mediados de siglo XIX las mayores tasas migratorias se registraron en los países
comparativamente más desarrollados de Europa. Dos factores ayudan a explicar esta precocidad. Éstos
habían arrancado con anterioridad su proceso de crecimiento lo que implicaba que fuera superior el
porcentaje de población que vivía en entornos urbanos, y también que hubieran iniciado ya los pro-
cesos de transición demográfica, con lo que el volumen de población joven, al comienzo de su ciclo
laboral, fuera superior. Con el paso de los años, los procesos de industrialización se extendieron a más
economías del contexto europeo y fueron éstas las que en las últimas décadas de siglo tomaron el relevo
en cuanto a mayor protagonismo en la oleada migratoria.
Desde una perspectiva dinámica, ulteriores avances en los procesos de desarrollo nacional en los di-
ferentes países de Europa moderarían los incentivos a la emigración. Los niveles de renta de los trabaja-
dores fueron mejorando paulatinamente, erosionando la brecha salarial existente entre estas economías
y las de nuevo asentamiento. El avance en el proceso de transición demográfica también ralentizaba el
ritmo de crecimiento de la población y, por lo tanto, el de llegada al mercado de trabajo de cohortes de
edad tan nutridas como las registradas a mediados de siglo. Es por ello que en las trayectorias tempo-
rales de migración por países se observa, en el caso de los más avanzados, una dinámica de crecimiento
de las tasas migratorias que alcanza sus máximos en los años 1880 (Suecia, Noruega o Alemania). En
cambio, en los países del Sur europeo, regiones que arrancaron su proceso de industrialización con
retraso respecto a la Europa Noroccidental, las mayores tasas migratorias se registraban en la década
previa al estallido de la Primera Guerra Mundial (Italia, España, Portugal).
Las peculiaridades propias del origen de los emigrantes ayudan a entender el cambio registrado en
el centro de gravedad de las principales regiones de destino. La emigración británica, alemana, sueca o
noruega tendió a concentrarse en Norteamérica, Australia o Nueva Zelanda. Sin embargo, el crecimien-
to de las migraciones provenientes de países mediterráneos tendió a concentrarse en Latinoamérica,
favoreciendo el crecimiento del peso de estos territorios en el grueso de flujos internacionales. Sin duda,
los emigrantes latinos compartían con los habitantes de estas regiones aspectos culturales e idiomáticos
que, al reducir los costes de asentamiento, afectaron a su elección de destino.
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 153

Cuadro 5.1
Migraciones en masa y convergencia en la economía Atlántica, 1870-1910

Tasa Impacto Tasa Impacto Impacto de Impacto


migratoria acumulado migratoria de acumulado la migración de la
neta sobre la la población sobre sobre migración
(Millares población activa mercado de salarios sobre el
por año) (%) (Millares por trabajo (%) reales (%) PIB per
año) cápita (%)
Argentina 11.74 60 15.50 86 –21.5 –8.2
Brasil 0.74 3 0.98 4 –2.3 –0.5
Australia 6.61 30 8.73 42 –14.6 –6.8
Estados 4.03 17 5.31 24 –8.1 –3.3
Unidos
Canadá 6.92 32 9.14 44 –15.6 –7.6
Gran Bretaña –2.25 –9 –2.97 –11 5.6 2.8
Italia –9.25 –31 –12.21 –39 28.2 14.2
Alemania –0.73 –3 –0.96 –4 2.4 1.3
Irlanda –11.24 –36 –14.84 –45 31.9 n.d.
Suecia –4.20 –15 –5.55 –20 7.5 2.5
España –1.16 –5 –1.53 –6 5.9 0.0

Nota. En la primera y tercera columna el signo menos significa emigración. (n.d.= no disponible). El impacto acumulado hace
referencia al porcentaje de crecimiento de la población o de la población activa que se deriva de la incorporación del total de
población emigrada a lo largo de los años 1870-1913 a cada uno de los destinos.

Fuente: Taylor, A. M. y Williamson, J. G. (1997), “Convergence in the Age of Mass Migration”, European Review of Economic
History, 1, pp. 27-63 y O’Rourke, K. H. y Williamson, J. G. (1999), Globalization and History: the evolution of a nineteen-
th-century Atlantic economy, Cambridge (Massachusetts), Cambridge University Press.

En cualquier caso, la importancia de los flujos migratorios intercontinentales fue de tal magnitud
que su impacto sobre los mercados internacionales de trabajo merece ser considerada. El Cuadro 5.1
resume su impacto en algunas de las grandes economías receptoras. Su primera columna ofrece eviden-
cia acerca de la tasa migratoria media anual para el periodo 1870-1910. El signo positivo indica que
es una economía receptora, es decir, que hablamos de tasas de inmigración. La columna dos refleja el
impacto acumulado de esta inmigración sobre el total de población en el país de destino. Las columnas
tres y cuatro ofrecen información relativa a la población activa, es decir, inmigrantes en edad de traba-
jar y su impacto acumulado sobre el mercado de trabajo. Cabe reseñar que, dado que la mayor parte
de inmigrantes era población en edad de trabajar, tanto las tasas migratorias como el impacto de las
mismas fue superior sobre el mercado laboral que sobre el total de población. Además, en términos de
impacto, éste fue superior allí dónde la inmigración afectó a sociedades con baja densidad de población.
154 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

Por ejemplo, tasas migratorias similares incidieron en mayor medida sobre el total de población en
Australia que en Estados Unidos (donde el volumen inicial de población era superior).
Como se desprende de la información del Cuadro 5.1, el boom migratorio tuvo un gran impacto
sobre las sociedades de destino. En países como Argentina supuso un incremento de la población de un
60%, en Australia o Canadá del orden del 30% y, en Estados Unidos, la gran economía receptora, el
volumen de población en 1913 fue un 17% superior al que se hubiera observado en ausencia de llegada
de inmigrantes. El impacto sobre los respectivos mercados de trabajo fue, si cabe, superior. La llegada
de inmigrantes amplio en un 86% la población activa en Argentina, un 42% en Australia, un 44% en
Canadá y un nada desdeñable 24% en el caso de Estados Unidos.
Las cifras incluidas ofrecen información sobre algunos de los países de origen de los emigrantes. En
este caso los signos negativos indican que son flujos migratorios de salida (emigraciones). Las cifras
indican que el impacto de esta salida tuvo una gran incidencia sobre el volumen de población y de po-
blación activa de algunas de estas sociedades. Entre los países que concentran sus flujos en la primera
mitad del periodo analizado, destaca el caso de Irlanda donde la salida de emigrantes redujo la pobla-
ción en un 36% y la población activa en un 45%. En Suecia las reducciones de la población fueron
de orden del 15% y de la población activa del 20%. Entre los rezagados en esta oleada migratoria los
efectos no fueron menores. En Italia la emigración provocó una contracción de la población del orden
del 31% y lo que es más importante, de un 39% de la población activa. Las magnitudes son menores
en Gran Bretaña, Alemania o España, pero en todos ellos los efectos de la internacionalización del
mercado de trabajo fueron evidentes.
La llegada o salida de grandes contingentes de población en edad de trabajar afectó al equilibrio
de los mercados de trabajo nacionales. Los países receptores registraron un notable incremento de la
oferta de trabajo, que permitió atender la ampliación de la capacidad productiva en un contexto de
contención salarial. La columna cinco resume esta información. En ella se analiza el impacto de los
flujos migratorios sobre los niveles salariales. Esta información indica que, en los países receptores, los
salarios reales fueron sensiblemente más bajos que los que se hubieran registrado en ausencia de migra-
ciones. Y en magnitudes muy relevantes. Los salarios argentinos fueron en torno a un 20% inferior a
los que se hubieran registrado en ausencia de migraciones. Los canadienses y australianos del orden del
15%, y los estadounidenses del 8%. El impacto sobre algunos países de origen es incluso más llamativo.
La contracción registrada en la oferta de trabajo de estos países supuso un incremento de salarios reales
del 30% en el caso de Irlanda o del 28% en el de Italia.
Desde una perspectiva global, los procesos migratorios favorecieron la convergencia de salarios
entre estos dos grandes grupos de países. La razón es que su impacto fue altamente asimétrico. En los
países de origen, al reducir la oferta de trabajo, favorecieron el alza de los salarios, y en los de destino,
al ampliarla, tendieron a reducirlos o a frenar su crecimiento. Dado que lo que caracterizaba inicial-
mente a estas economías era la existencia de una brecha salarial, con salarios más elevados allí donde
el trabajo era escaso (países de Nuevo Asentamiento) y más bajos allí donde era abundante (Europa),
las migraciones tendieron a facilitar la convergencia salarial. A la postre, ésta es la prueba definitiva de
la alta integración del mercado de trabajo registrada en este periodo.

5.1.3. El sistema del patrón oro y los flujos internacionales de capital

Como se ha señalado, el proceso de globalización propio de la segunda mitad del largo siglo XIX
supuso también la integración internacional del mercado de otro factor de producción clave en la
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 155

comprensión de los procesos de crecimiento económico. Éste no es otro que el mercado de capitales:
la globalización también favoreció que los agentes económicos buscaran la máxima rentabilidad a los
capitales mediante su inversión donde pudieran obtener una mayor remuneración.
En este sentido, el periodo comprendido entre 1870 y 1914 registró un marcado avance en los flujos
de capitales. La información disponible muestra que el volumen de activos extranjeros mantenidos por
parte de las grandes potencias inversoras creció de forma notable. En el caso de Gran Bretaña pasó de
un volumen aproximado de 4.900 millones de $ en 1870 a unos 19.500 millones de $ en 1914. En el de
Francia, de 2.500 a 8.600 millones de $. Alemania mantenía activos extranjeros por un valor de 6.700
millones de $ en 1914. Si se considera de forma agregada la información disponible para el período, la
inversión exterior pasó de aproximadamente 8.000 millones de $ en 1870 a unos 40.000 millones de $
en 1914. Es decir, la inversión extranjera vio más que cuadriplicado su volumen en términos nominales.
Este ritmo de crecimiento fue superior al de la producción, con lo que en términos relativos la in-
versión exterior ganó peso respecto a la actividad económica de las economías participantes. La ratio
entre el stock de activos extranjeros mantenidos por los países inversores y el PIB mundial creció desde
un 7% en 1870 al 18% en 1914, multiplicándose, por lo tanto, por un factor de 2.5. Cabe destacar que
el valor alcanzado por esta ratio en 1914 no fue superado, con posterioridad, hasta la década de 1980.

Cuadro 5.2
Distribución de los destinos de la inversión extranjera europea en 1914 (%)

Destino Gran Bretaña Francia Alemania


Europa del Este 3.6 35.5 27.7
Europa Occidental 1.7 14.9 12.7
Otras zonas de Europa 0.5 3.4 5.1
Total Europa 5.8 53.8 45.5

Latinoamérica 20.1 13.3 16.2


Norteamérica y Australia 44.8 4.4 15.7

Asia y África 26.5 28.5 20.5

No especificado 2.8 0.0 2.1


Total 100.0 100.0 100.0

Fuente: O’Rourke, K. H. y Williamson, J. G. (1999), Globalization and History: the evolution of a nineteenth-century Atlantic
economy, Cambridge (Massachusetts), Cambridge University Press.
156 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

Por lo que respecta a la geografía de los flujos inversores destaca la salida de capitales desde las prin-
cipales potencias europeas. En particular, Gran Bretaña se erigió en el principal prestamista mundial,
concentrando más del 43% de total de activos internacionales en 1914. Por su parte, Francia agluti-
naba un 20% del total y Alemania un 13%. El resto de economías europeas (principalmente Bélgica,
Holanda y Suiza) aportaban un 12%. La cuota inversora de Estados Unidos se situaba a gran distancia,
en un 7%. Además Estados Unidos era prestatario en términos netos. Es decir, recibía más inversiones
extranjeras que las que realizaba en el exterior.
En relación a los destinos destacan las inversiones realizadas en los países del Centro y Sur europeo.
Éstos recibían el 27% de los flujos, medidos por el stock existente en 1914. El segundo gran destino
de las inversiones se hallaba en Norteamérica. Estados Unidos y Canadá concentraban el 24% de la
inversión exterior. Los otros dos grandes destinos de la inversión eran, por este orden, Latinoamérica y
Asia, que concentraban un 19 y un 16% del total respectivamente.
Aunque ésta sea la distribución global del destino de las inversiones, ésta fue muy heterogénea entre
los diferentes países de origen. Gran Bretaña concentraba la mayor parte de sus inversiones (94.2%) en
países del llamado Nuevo Mundo. De hecho, un 44.8 % tenía como destino Norteamérica y Oceanía,
un 26.5% Asia y África, y más del 20% Latinoamérica. Por el contrario, la estructura de destinos de
los flujos procedentes de Francia y Alemania era bien distinta. En el caso francés, el 53.8% de las in-
versiones tenían como destino países europeos. En el alemán, Europa concentraba un 45.5% del total.
Por lo que respecta a la tipología de las inversiones europeas, se estima que más del 75% del total
se materializaron en la compra de bonos y obligaciones, tanto de emisiones públicas como privadas.
Por lo tanto, la inversión directa tuvo un carácter menor en la oleada de integración del mercado inter-
nacional de capitales previa a 1914. En particular, las inversiones extranjeras de Gran Bretaña tenían
una distribución acorde con estas pautas generales. El 40% se concentraban en emisiones de compañías
ferroviarias, un 30% en bonos y otros títulos de emisión pública para financiar la actividad del Estado,
un 5% en obligaciones emitidas por empresas de servicios públicos (suministros urbanos de gas, agua
potable…). Finalmente, sólo el 25% de la inversión británica podría considerarse inversión directa.
Ésta se concentraba en la creación de empresas para la explotación de recursos mineros y la correspon-
diente a compañías de producción y distribución de productos agrarios.
Como en los dos mercados analizados en las páginas previas, el crecimiento de los flujos interna-
cionales de capital registrado durante estos años se deriva de dos elementos. Por una parte, los flujos
internacionales de capital crecieron debido al avance de la oferta y demanda de los mismos. Europa
noroccidental, que a lo largo del siglo XIX transitaba por una senda de industrialización y crecimiento
económico, generaba un elevado volumen de ahorro en busca de la mejor remuneración. Los países de
nuevo asentamiento eran una fuente creciente de demanda de capitales, necesarios para la expansión
de la producción de materias primas y alimentos. Al igual que la escasez de trabajo favorecía su eleva-
da remuneración en estos territorios y atraía grandes oleadas de trabajadores europeos, la escasez del
capital necesario para la expansión de la producción marcaba una elevada rentabilidad que iba a ser
la causa central del crecimiento de los flujos de capitales desde los países abundantes en capital (y por
ello en los que su remuneración era menor) hacia aquéllos con escasez del mismo (que ofrecerían una
mayor remuneración).
Por la otra, sin embargo, lo que caracterizó al periodo no fue sólo el crecimiento de los flujos in-
ternacionales de capital, sino que éste se diera de manera más intensa que el crecimiento de la oferta y
demanda de los mismos, aproximada por el PIB de la economía mundial. Es en este segundo aspecto en
el que se debe insistir a la hora de explicar las causas del avance en la integración del mercado de capi-
tales. Cabe preguntarse qué elementos favorecieron que en esta etapa se pudiera realmente aprovechar
Crecimiento económico (1870-1913): internacionalización y cambio tecnológico 157

los diferenciales de rentabilidad existentes entre diferentes zonas del planeta. En este sentido, de nuevo,
la explicación debe buscarse en que durante estos años se dieron los avances tecnológicos y las condi-
ciones institucionales necesarios para impulsar la integración del mercado internacional de capitales.
En primer lugar, la difusión de innovaciones tecnológicas, como el telégrafo, permitió la transmisión
inmediata de la información acerca de precios y cotizaciones de los títulos entre las diferentes plazas fi-
nancieras. Las innovaciones no se dieron sólo en el ámbito tecnológico. También se popularizó el uso de
nuevos instrumentos financieros, en la forma de bonos, obligaciones, acciones y otros tipos de activos
financieros que facilitaron la colocación internacional de capitales en el sector privado y también en los
sectores públicos de las economías prestatarias. No menos importante fue el desarrollo de actividades
de seguro que facilitaron la reducción de riesgos cambiarios y también en operaciones a futuros en la
compra de activos financieros o divisas. Dentro de los países más avanzados también hubo importantes
avances que impulsaron la captación de pasivos por parte de las instituciones financieras que se situa-
ban detrás de los grandes flujos internacionales. El desarrollo del sector bancario en un amplio abanico
de países favoreció la difusión de los depósitos bancarios como mecanismo de captación del ahorro que
iba a alimentar las grandes operaciones internacionales de crédito e inversión.
Las condiciones institucionales permitieron e incluso favorecieron el avance de esta integración.
Desde la década de los 1870 una proporción creciente de economías adoptó el sistema monetario inter-
nacional conocido como el patrón oro. Gran Bretaña fue el primer país que lo adoptó de facto ya en el
siglo XVIII. Hasta 1870 muchos países, entre los que se encontraban EEUU, Alemania, Holanda, Sue-
cia, Noruega, o muchos países Latinoamericanos tenían sistemas bimetálicos y los países del extremo
Oriente utilizaban la plata en sus transacciones. Sin embargo, a partir de 1870 el movimiento hacia el
sistema de patrón oro se aceleró, y la plata fue desapareciendo del mismo. Uno de los primeros países
que se pasó al patrón oro fue Alemania, y a ella le siguieron Holanda, Noruega, Suecia y Dinamarca.
Hacia 1878 se incorporó Francia, y posteriormente lo adoptaron Austria (1892), Rusia y Japón (1897),
y ya a partir de 1900 se incorporaron EEUU, algunos países de Asia como Tailandia y Ceilán, y varios
países Latinoamericanos como Argentina, México, Perú o Uruguay.
Dadas las reglas del juego de este sistema monetario, las divisas de cada uno de los países tenían un
valor determinado en oro y los bancos centrales de los países que lo adoptaban mantenían el compro-
miso de dar convertibilidad a las mismas en ese metal y permitir la libre entrada y salida del mismo de
sus respectivas economías. Por lo tanto no existía restricción alguna a la libre movilidad internacional
de los capitales con lo que el marco institucional no suponía barrera alguna a la integración de los mer-
cados. Pero además, la confianza en el buen funcionamiento del patrón oro impulsaba este proceso de
integración dado que las distintas divisas mantenían entre si un tipo de cambio fijo, lo que favorecía el
conocimiento general del precios de los bienes y activos financieros y eliminaba el riesgo en el cálculo
del beneficio esperado derivado de las fluctuaciones del tipo de cambio, dado que éste, como se acaba
de indicar, era fijo.
El compromiso con el patrón oro exigió a los gobiernos en cuestión que siguieran políticas fiscales
y monetarias conservadoras, que garantizaran el sostenimiento estructural del sistema, lo que facilitaba
a los inversores potenciales el cálculo de los rendimientos esperados. La colaboración de los bancos
centrales, que tenían como objetivo el mantenimiento de la convertibilidad oro de las divisas, servía
para sostener el sistema ante desajustes de corto plazo. Desde esta perspectiva, pues, la adhesión y com-
promiso de un buen número de economías al patrón oro y la confianza en el buen funcionamiento de
este sistema monetario internacional actuó como palanca impulsora de la movilidad de los capitales.
La consecuencia directa de la ampliación de estos flujos en este entorno de reducción de costes de
transacción fue la convergencia en el precio de los capitales a una y otra parte de los océanos. Los tipos
158 Los tiempos cambian. Historia de la Economía

de interés vigentes en los países donde eran más escasos tendieron a reducirse y a converger con el de
los países abundantes en capital, que ahora encontraba mayor remuneración fuera de sus fronteras. De
hecho, en caso de perfecta integración de mercados se debería esperar que los diferenciales de tipo de
interés entre países fueran nulos y sólo existir en caso de existencia de diferenciales de riesgo entre los
activos financieros que se comparan. La evidencia existente apunta que éste fue el caso durante estos
años. Varios estudios han demostrado que el diferencial entre los bonos de las economías periféricas
y los países centrales de Europa noroccidental (Gran Bretaña, Francia y Alemania), se redujo, en pro-
medio, del 5% en 1870 a sólo el 1% en 1914 (Gráfico 5.3). Además, se tiene constancia de que los
diferenciales de tasas de interés entre Estados Unidos y Reino Unido fueron muy pequeños y, además,
no estuvieron sometidos a grandes oscilaciones antes de la Primera Guerra Mundial.

Gráfico 5.3
Evolución de los rendimientos de los bonos nacionales. 1880-1913
Tipos de interés nominal. Países seleccionados

Fuente: Elaborado a partir http://eh.net/database/global-finance/

En estas condiciones las inversiones pudieron ser colocadas allá donde obtenían mayor rentabi-
lidad lo que, desde la perspectiva teórica, implica que la economía mundial registró un importante
impulso en términos de eficiencia en la asignación internacional de los recursos. Los países de nuevo
asentamiento pudieron aprovechar las inversiones extranjeras para avanzar en la explotación de sus

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