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La "receta del éxito" del hombre que

cumplió su sueño y viajó al espacio

El libro se trata de un niño (José Hernández Moreno)


que un día vió una de las misiones del Apolo 17  y eso
le dio una meta que era llega a ser astronauta.

En una ocasión estuvo cerca de dejar su meta porque


al iniciar la universidad se le hicieron muy difíciles las
materias de física, química, cálculo y programación,
pero gracias a sus padres y a los consejos que le
daban, logró entrar a la NASA después de que lo
rechazaran 11 veces.

Hijo de una familia de cuatro hijos, Hernández no


aprendió inglés sino hasta los 12 años. Además, pasó
gran parte de su infancia en lo que él llama “el circuito
californiano”, viajando con su familia todos los meses
de marzo, desde México hasta el Sur de California,
para luego trabajar en la zona de Stockton en
noviembre, cosechando fresas y pepinos de las
granjas sobre la ruta. Volvían a México para Navidad y
comenzaban el ciclo una y otra vez hasta la primavera.

Su vida y perseverancia para alcanzar sus objetivos


han sido fuente de inspiración para miles de jóvenes,
especialmente para miles de migrantes mexicanos que
han cruzado la frontera en búsqueda de una mejor
calidad de vida y oportunidades.
José es un ejemplo del trabajo duro y el esfuerzo, pero también de las
adversidades que se pueden esquivar para lograr sueños.  "Lo mejor que pude
haber hecho ese día fue compartir el sueño con mi papá”.

¿Qué hizo su padre? Contrario a lo que se esperaría, la condición humilde de su


papá no fue determinante para cortar el sueño de José, así que le dio una “receta”
de cinco pasos:

1. Determina lo que quieres ser en la vida

2. Reconoce qué tan lejos estás de esa meta

3. Crea una ruta o un mapa de dónde estás y a dónde quieres llegar

4. Obtén una educación. Tienes que ir a la Universidad

5. Échale ganas, tienes que trabajar mucho en lograr tu sueño

Y José siguió al pie de la letra esa receta… pero le agregó un ingrediente muy
importante: la perseverancia.

¿Por qué? Basta con saber que José siguió la receta de su padre y, a pesar de
ello, fue rechazado por la NASA 11 veces, pese a sus estudios y su currículum,
que comprendía un Master de Ciencias en Ingeniería Eléctrica y de
Computadoras.

Fue hasta la doceava vez que se integró como parte de la generación número 19
de astronautas.

Pero antes de eso, en el transcurso de esa serie de rechazos, José aprendió dos
claves más para lograr su cometido: 

 Aprender de la gente que es lo que quieres ser

 Dar el extra por sobresalir


Así, él detectó qué hacían bien los otros, los que sí eran seleccionados por la
NASA, y qué otras habilidades podrían ayudarlo a viajar al espacio.

Fue entonces que un año se enseñó a ser piloto, porque miraba que todos los
astronautas eran pilotos; también otro aprendió a bucear, porque sabía que todos
buceaban; en otro más comenzó a estudiar otro idioma: ruso.

Con todo ello, José fue seleccionado en 2004 como candidato a astronauta y en


2009 realizó su primer viaje al espacio a bordo del Space Shuttle’s STS-
128, después de años de entrenamientos. José se convirtió en ingeniero de vuelo
en la cabina, tercero en línea para pilotear el transbordador y se fue a la Estación
Espacial Internacional por 14 días.

En 8 minutos y medio llegó al espacio, a una velocidad de 25.000  kilómetros por


hora, pero esos más de 480 segundos fueron resultado de años de esfuerzo.

La misión de la que formó parte en el espacio tuvo tres objetivos principales:

1. Llevar y dejar a una astronauta mujer, que se iba aquedar por tres meses
en la Estación Espacial Internacional (EEI), “y traernos a un compañero que
ya tenía tres meses ahí”.

2. Realizar tres caminatas en el exterior de la EEI para completar la


construcción de la Estación.

3. Traer más de siete toneladas de equipo para instalar experimentos en el


interior de la EEI, y “trajimos agua, ropa y todo para los tripulantes que se
quedan en la EEI”.

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