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Día Mundial de la Astronomía:

“Un hombre, un cielo”.

(Dedicado a Rubén Darío +)

Era el momento más especial, Darío lo esperaba con la ansiedad; poco había dormido
durante la noche, la madrugada simplemente lo veía observar el cielo pensando una y otra
vez en las respuestas que deseaba a sus múltiples interrogantes. Se levantó temprano como
siempre, desayunó, tomó su bolso, tarareó una canción de Ali y emprendió su marcha a la
universidad acompañado de su intérprete a quien saludó con efusividad.

Su marcha fue en silencio, pero no era un silencio cualquiera, no, era el que producía el
encanto de Atenas, sólo permitía que sus ojos se comunicarán con su cerebro para no
olvidar nunca aquél mítico lugar. Luego su pensamiento lo traía de vuelta a sus raíces
académicas; recordó el día, ese día que cambiaría su vida para siempre cuando se
encontraba en su amada universidad, los pasillos de a poco se iban llenando con el calor
humano de sus compañeros que con alegría y entusiasmo emprendían la jornada de un
nuevo día; ya en el salón, observó como el docente entraba al aula portando un pequeño
telescopio, lo colocó sobre el escritorio y se colocó en medio de la cátedra para iniciar su
clase.

Rubén Darío se ubicó como siempre en los primeros puestos, tomó su bloc de notas y se
concentró como nunca. El maestro, un hombre alto, delgado, de refacciones europeas y
acento extranjero, comenzó con señalar que justamente ese día se conmemoraba el día
mundial de la astronomía. Como buen estudiante, Rubén Darío se había preparado con
antelación; ya sabía que el día de celebración había surgido en California en el año 1973, el
nombre de su creador, Doug Berger.

El objetivo principal: acercar la astronomía a la gente común, inundando las ciudades de


telescopios y motivando a las próximas generaciones a interesarse por esta ciencia, expresó
el docente con una sonrisa en sus labios. Nada de esto sonaba extraño a los oídos del joven
estudiante preocupado por las ciencias, la investigación, la curiosidad, la vida.

De pronto el vehículo se detiene, pero su mente todavía seguía en otro lugar. Llegamos,
Rubén, expresó el hombre en tono de amabilidad. Ah, sí, sí, claro..., disculpa. En los
pasillos se escuchaba el eco que generaba la clásica edificación. Trata de no distraerte
mucho, le dijo en voz baja su acompañante. Darío sonrió, su piel blanca cambió de color.

En su mente rondaba una pregunta: ¿Qué hace un astrónomo? Pero debía esperar, el
docente apenas estaba iniciando la clase y el lema le había parecido interesante: "Un
pueblo, un cielo", recordó que había sido difundido por la Organización Astrónomos sin
Fronteras, de la que algún día esperaba hacerse miembro. Rubén Darío sabía cuándo
celebraba el mundo ese día tan particular de manera que no le extrañó cuando el docente
expresó claramente ante la inquietud de un compañero: dos veces al año: en primavera y en
otoño. El de primavera ocurre en un sábado entre mediados de abril y mediados de mayo,
más cercano a la primera Luna Cuarto Creciente (29 de abril de 2023); El de otoño, un
sábado más cercano al primer cuarto Luna entre septiembre y octubre (23 de septiembre de
2023).

Sus preguntas iban siendo respondidas una a una en la medida que el grupo se interesaba
por el tema. ¿Qué es la astronomía y cuál es su función?, preguntó la rubia que se
encontraba a su lado derecho. La astronomía es la ciencia que estudia la estructura y
composición de los cuerpos celestes, como estrellas, planetas, meteoritos, agujeros negros y
demás fenómenos que se encuentran en el universo. De entre todas las ciencias, la
astronomía es una de las más antiguas, porque surgió desde el preciso momento en que los
hombres dejaron de ser nómadas y pasaron a establecerse en un lugar geográfico por mucho
tiempo, respondió el experimentado catedrático.

Por fin, decidió intervenir no para preguntar sino para agregar en tono firme y seguro como
sólo él sabía hacerlo: en realidad, los ciclos cósmicos fueron los que determinaron muchas
de las tareas diarias que realizaban las antiguas civilizaciones. Está comprobado hoy en día
que los ciclos lunares afectan a los cultivos, así como a las mareas. De hecho, una de las
primeras brújulas que usaron los exploradores, sobre todo los que se lanzaron al mar,
fueron las estrellas. El docente celebró su participación, como era su costumbre, Rubén
Darío destacaba entre todos sus compañeros y compañeras.

El reconocido catedrático hizo una pausa y expresó: ahora veamos la relación astronomía y
mitología. Era lo que más esperaba de la inolvidable clase, cerró el blog de nota y...

Este es el auditorio, Darío nunca había visto algo así; su gesto causó risa en su intérprete,
quien de inmediato lo invitó a tomar su lugar. El descendiente de las montañas andinas ya
era parte de aquel lejano lugar en el mapa que lo recibía con los brazos abiertos para
fortalecer sus conocimientos y prepararlo hasta su retornó a su amada patria con más
sabiduría, más ganas de seguir conociendo el universo y todos sus entrañables misterios. El
hombre que hablaba hizo una pausa para mencionar a los nuevos científicos que fueron
recibidos con vítores y aplausos, luego dio inicio a su clase magistral: en la antigua Grecia,
muchos filósofos y eruditos decidieron fijar su mirada hacia los cielos, con el fin de
responder la gran incógnita que aún hoy en día mueve al hombre, quién soy, de dónde
provengo y cuál es mi propósito o destino. A esto se le llamó cosmogonía, y de ella
surgieron los dioses y sus mitos.

Estas palabras no eran para el joven estudiante una sorpresa, todo lo contrario era reafirmar
su convicción de que había elegido lo que realmente le gustaba, le apasionaba e invitaba a
soñar.
En realidad cada miembro del panteón griego es la representación humanizada de las
cualidades de algún cuerpo celeste, continuó el científico desde lo alto del paraninfo. Por
ejemplo, Zeus es el planeta Júpiter, su hermano Hades es Plutón, el cual hoy en día no es
considerado un planeta y el tercer hermano, Poseidón sería Neptuno. Así podríamos seguir
explicando cómo los mitos también dieron origen a las constelaciones, tales como Orión,
Andrómeda o Perseo, todos grandes héroes cuya recompensa fue quedar inmortalizados en
los cielos.

Su inquieta mente capaz de pensar y hacer dos cosas a la vez, trasladaba a Rubén de vuelta
a su tierra, y acostumbrado como estaba a plantear sus ideas y pensamientos levantó su
brazo y esperó a recibir el permiso necesario para tomar el derecho de palabra. Un minuto
después, todo el auditorio lo escuchaba: sinceramente, la astronomía es mucho más que
simplemente entender nuestro universo. También es una forma de entendernos a nosotros
mismos y darnos cuenta de lo infinitamente pequeños que somos, pero lo más interesante,
es que, a pesar de ser tan pequeños, dentro de cada uno de nosotros se encuentra la historia
y los componentes de todo ese universo. Es suficiente con mirar a simple vista para ver
cosas maravillosas. Sus compañeros permanecieron en silencio.

Rubén Darío deja de distraerte, le hizo señas su guía, ubicado a su lado de entre el público.

El profesor dio por concluida la clase.

Tres años después el objetivo había sido logrado y regresaba a su tierra con la satisfacción
del deber cumplido: había hecho honor a su universidad, a su país y a su gente. Cuando se
acercó la fecha, lo primero que hizo fue organizar observaciones públicas en distintos
ciudades no solo del estado sino del país donde existían organizaciones de astrónomos
aficionados en su mayoría. Rubén estaba muy contento, había alcanzado su sueño: ser
astrónomo, astrofísico; pronto pensaría en prepararse para entrar en la lista de posibles
aspirantes al espacio, ya lo había comentado con sus padres y su hermano. Parecía que todo
marchaba de acuerdo a lo previsto, pero al destino le tendría reservado un lugar
privilegiado en el universo distinto al nuestro.

Estoy convencido que ni él mismo lo imaginaba; conducía su vehículo, en el cual


regresaba del astrofísico con nuevas ideas y fue embestido por otro que lo chocó de tal
forma que Rubén Darío culminaba una carrera que apenas iniciaba como científico. La
irresponsabilidad de un conductor ebrio cegaba su vida aquel fatídico día. La ciudad
entristeció, y su recuerdo perdura entre nosotros como una triste mirada a las estrellas en
busca de la suya que sigue titilando en lo más alto de nuestro enigmático universo que
prefirió tenerlo a su lado antes que revelarle sus secretos, transformando así la consigna:
"Un pueblo, un cielo", en: “Un hombre, un cielo”.

TAR

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