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Burbi
1º Grado en Derecho
No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Fuentes del Derecho y centro de producción normativa
<<Fuentes del Derecho>> es un término que posee diversas acepciones, dependiendo del ámbito político-
jurídico en que nos movamos y, por tanto, puede ser una palabra equívoca.
Se emplea a veces para referirnos a las denominadas fuentes del conocimiento o documentales, que
son los documentos donde se recogen las normas y demás elementos que integran el ordenamiento
jurídico: la doctrina, las sentencias, etc.
Otras veces, se asocia al sujeto productor del Derecho en el Estado: el Parlamento, el Gobierno, los
tribunales mediante su jurisprudencia, o cualquier otro órgano del que emanan disposiciones jurídicas.
En Teoría del Derecho, se habla de <<fuentes>> para identificar al origen último del Derecho, esto es,
el hecho que legitima en última instancia el Derecho.
Sin embargo, en un sentido más técnico-jurídico –que será el que nos interese a nosotros y el que
Por el contrario, el siglo XIX fue la época de las codificaciones, y el Derecho prevaleciente por excelencia
era el Derecho privado, que regulaba las relaciones entre particulares. Por consiguiente, fue el Código Civil,
ley básica del Derecho privado, el lugar más lógico para la regulación de las fuentes del ordenamiento.
De hecho, la Constitución española de 1978, además de ser la norma suprema del ordenamiento, es la principal
fuente del Derecho español, porque identifica los contenidos normativos y los principios generales que
determinan cómo se articula el sistema de fuentes del Derecho. Muchas otras fuentes se encuentran en otros
códigos: Penal, Laboral… y, por supuesto, en el Código Civil.
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El Código Civil español recoge los principios fundamentales del sistema de fuentes en el art.1.1: ‘Las
fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre y los principios generales del Derecho’. El
orden de prelación entre ellas es el señalado: primero se aplica la ley escrita, luego la costumbre y, finalmente
y en defecto de las anteriores, los principios generales del Derecho.
Este artículo sigue en vigor desde la promulgación del CC, en 1889. Ahora bien, hay que entender este precepto
en el contexto actual, y saber que es insuficiente para regular todo el sistema de fuentes.
La Ley a la que hace referencia el Código Civil es el conjunto de todas las normas escritas del
ordenamiento, la ley en el sentido más amplio.
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Los usos y costumbres también son fuentes del derecho. En un sistema jurídico positivo, la costumbre
tiene una menor relevancia, pero aun así, hay muchas costumbres que pueden servir como fuentes.
La costumbre, a la que no hace ninguna referencia la Constitución, solo se aplicará (subsidiariamente
a falta de norma) en aquellos sectores del ordenamiento jurídico que lo permitan.
La mayor parte de los principios generales del Derecho que se señalan en el CC fueron incluidos en
el art. 9.3 de la Constitución. La tercera fuente que establece el Código Civil son los principios generales
del Derecho: hay principios generales del Derecho que están incorporados en el propio articulado de
la Constitución, por lo tanto, en relación con esos principios incorporados, esos principios tienen valor
que cualquier otra disposición de la Constitución, valor constitucional. En relación con la jurisprudencia,
no la considera auténtica norma del Derecho, únicamente en el art.1.6 (pero algunas sentencias del
Tribunal Constitucional son auténticas fuentes del Derecho).
La Constitución no solo determina cuáles son las fuentes de nuestro ordenamiento, sino que establece los
principios constitucionales en relación con el ordenamiento jurídico en el artículo 9 apartado tercero. Estos
pueden clasificarse en 3 grupos:
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III. Reglamentos. Son las normas que aprueba el Gobierno y que ocupan una posición inferior a la
ley. De manera excepcional, se les reconoce la potestad de dictar normas con fuerza de ley. Son
los Decretos y Órdenes Ministeriales.
Por ejemplo, los reglamentos parlamentarios ocupan la 2º posición en la jerarquía de fuentes, pero a favor
de los mismos hay una reserva material o competencial. Es una norma que aprueba cada una de las cámaras
para regular su organización y funcionamiento interno. Una ley orgánica solo se puede modificar por otra ley
orgánica, por ejemplo. La relación de las normas de una CCAA con las normas de los órganos centrales del
Estado es siempre una relación competencial, y exactamente igual, la relación de las diferentes normas de las
CCAA entre sí. Dentro del ordenamiento de cada CCAA, principio de jerarquía.
Aunque no mencionado en el art. 9.3 de la CE, el principio de competencia es un principio estructural de gran
trascendencia en nuestro ordenamiento. Complementa al principio de jerarquía, y sin él no podemos
comprender totalmente la estructura normativa.
El principio de competencia puede tener tres vertientes, y hay que tener cuidado de a cuál nos referimos:
-Vertiente orgánica: nos referimos al órgano que tiene la competencia de crear las normas. La competencia
orgánica está en el Parlamento.
-Vertiente territorial: nos referimos a la entidad territorial (localidad, Comunidad Autónoma o Estado) que está
dotada de autonomía política y administrativa para legislar sobre una materia. Por ejemplo, las CC.AA tienen
la competencia territorial de prestar el servicio sanitario en dicho territorio.
-Vertiente normativa: Se refiere a la relación entre normas a través de su competencia propia. Supone que
determinadas categorías de normas regulan un ámbito material propio, establecido por la propia Constitución,
de manera que cada una de ellas sólo tendrá la competencia de ser aplicada dentro de ese ámbito material.
Esto quiere decir que dos normas pueden ocupar el mismo rango normativo, pero que cada una se ocupe de
una materia distinta, por lo que no son excluyentes, porque no se contradicen ni tienen nada que ver.
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Principio de la necesaria publicación o publicidad de las normas.
El Código Civil hace referencia a la publicación. La norma general es que las normas entran en vigor a los
20 días de su publicación, salvo que en la propia norma se disponga otra cosa (la Constitución es un ejemplo
de esta excepción).
Este principio exige que todas las normas, para ser efectivamente válidas y reclamar su cumplimiento,
deban ser dadas a conocer públicamente de forma previa.
Hoy en día, esto es un requisito imprescindible y básico para dar fortaleza al sistema, y que se cumpla
con la seguridad jurídica: sólo conociendo las normas podemos tener la garantía de que no se van a producir
actuaciones arbitrarias por parte de los poderes públicos; y, es más, en el caso de que un juez dictase una
sentencia desfavorable con respecto a lo que esperábamos, tenemos la tranquilidad de que, al menos, tenemos
acceso a los fundamentos de dicha decisión.
No se puede exigir a los ciudadanos que cumplan una norma si no han tenido la posibilidad de
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acaba de ser aprobada no puede ser aplicada para sancionar un delito cometido con anterioridad a la
aprobación de dicha norma. Es decir, toda norma que sea desfavorable para el resto, no puede ser
aplicada retroactivamente en el tiempo.
Lo que sí es posible es la retroactividad de las normas favorables a los derechos. Si se amplían las libertades
a través de ellas, sí que se pueden aplicar hacia atrás en el tiempo. Si son perjudiciales, no. Un ejemplo puede
ser la abolición de la tortura, o de la pena de muerte: este avance sí que se aplicaría a aquellos que habían
sido condenados con la antigua legislación.
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Principios sobre la actuación de los poderes públicos
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PRINCIPIO DE SEGURIDAD JURÍDICA
Es una síntesis de todos los principios generales recogidos en el art. 9.3 de la CE, tal como declaró el Tribunal
Constitucional en una de sus primeras resoluciones (STC 27/81).
Ha habido sistemas jurídicos donde el Derecho no era conocido por la población. Hoy en día, eso es
impensable, pues el Derecho ha de ser claro, público y conocido por todos, es algo esencial en todo sistema
normativo.
Sólo en un ordenamiento en el que la seguridad jurídica sea un principio predominante pueden los ciudadanos
defender adecuadamente sus intereses y derechos. Es decir, sólo la expectativa de que los sujetos del Derecho
van a comportarse conforme a lo que dictan las leyes, posibilita a los ciudadanos planificar a su vez su
actuación.