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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo

Ana Rosa Pérez Álvarez

COMPRAR Y VENDER EN CANARIAS A FINES DEL ANTIGUO RÉGIMEN.


APROXIMACIÓN AL COMERCIO AL POR MENOR EN SANTA CRUZ DE
TENERIFE (1750-1818)1
Mª Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez
Universidad de La Laguna

Las Islas Canarias, desde su incorporación a la Corona de Castilla, han servido de puente
o puerta, como definen algunos autores 2, para los intercambios en el Atlántico. El rápido
desarrollo en suelo canario de productos dedicados a la exportación favoreció los contactos con
los centros comerciales más activos de Europa. La dependencia político administrativa de la
Corona castellana las introduce en el próspero comercio con las colonias americanas y su
exclusiva situación geoestratégica, junto al continente africano, las convierte en el punto de
partida o de llegada de las expediciones africanas.
El modelo económico basado en la producción y transformación de artículos
demandados y muy cotizados en los mercados exteriores (azúcar en el siglo XVI y vino en el
XVII y XVIII), permitió, desde fechas muy tempranas y a lo largo de toda la Edad Moderna, que
éstas pequeñas islas del Atlántico fueran un referente internacional para el comercio. En
contrapartida, los altos beneficios obtenidos hicieron que la economía insular se sustentara sobre
los ligeros hilos de la prosperidad de los intercambios, primero con el norte de Europa y
posteriormente con América 3.
El proceso de colonización implicaba para las autoridades isleñas cubrir el abastecimiento
de productos de primera necesidad para una población en aumento. Desde los inicios del
asentamiento castellano se distinguieron en el comercio interior dos grandes sectores: minoristas
y mayoristas, los primeros eran revendedores bien de artículos previamente adquiridos o bien a
comisión, recibían nombres diversos como regatones, vendederas, treceneras o triperas, y sus
actividades estaban perfectamente reguladas para cumplir el objetivo previsto: agilizar el mercado
sin encarecer los productos 4.
Las necesidades básicas de la población, alimentos y vestidos, procedían de las
producciones locales, pero las tempranas relaciones comerciales entre el Archipiélago y los
mercados europeos constituyen un factor decisivo para que, al menos en las islas centrales,
circularan mercancías venidas del exterior.

1 Este trabajo forma parte de un proyecto más amplio bajo el título “Arqueología Moderna. Familia, infancia y
formas de vida en la sociedad canaria del siglo XVIII”. Referencia HAR-2011-27413, financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad (Secretaría de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación”. El tema se desarrolla
desde otra vertiente en la Tesis Doctoral en curso de Ana Rosa Pérez Álvarez titulada “Objetos de adorno personal,
vida cotidiana y ritual funerario, procedentes de yacimientos arqueológicos del Archipiélago Canario (siglos XV-
XIX)”.
2 Juan M. SANTANA PÉREZ, Germán SANTANA PÉREZ, La puerta afortunada. Canarias en las relaciones hispano-

africanas de los siglos XVII y XVIII, Madrid, Catarata, 2002.


3 Francisco MORALES PADRÓN, Comercio y emigración canario-americana, en Historia de Canarias. Siglo XVIII, vol. III,

Las Palmas de Gran Canaria, Prensa Ibérica, 1991, p. 546.


4 Eduardo AZNAR VALLEJO, La integración de las Islas Canarias en la Corona de Castilla (1478-1526), Las Palmas de

Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1992, p. 413.

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El fácil acceso a los artículos foráneos en el territorio insular está indisolublemente unido
al establecimiento de mercaderes mayoristas europeos. La escasez de recursos financieros locales
para hacer frente al creciente volumen de negocios, favorece la instalación de numerosas colonias
de comerciantes de variadas procedencias: genoveses y portugueses inicialmente, a los que se
suman aportes de otras naciones como flamencos, franceses, ingleses e individuos de diversas
zonas de Italia 5. Ellos se encargaron de organizar los intercambios, financiar todo tipo de
empresas comerciales y actuar de cambistas cuando era necesario6.
La tendencia de estos mercaderes fue el asentamiento definitivo 7, buscaron la integración
social a través del mecanismo más usual del Antiguo Régimen: el enlace matrimonial. Un ejemplo
temprano es el protagonizado por la colonia flamenca: el enraizamiento de la familia les llevaba a
casarse con doncellas isleñas para consolidar el arraigo y conseguir una posición más sólida que
les permitiera ampliar los beneficios. Prueba de ello es la rápida “canarización” de los flamencos,
a través de la castellanización de sus apellidos, símbolo de su deseo de sumergirse rápidamente en
el ambiente social de acogida 8.
El último eslabón de la prolongada convivencia de los extranjeros con los propios es la
naturalización. Este proceso solía ser largo, se requería una estancia mínima de veinte años, diez
de ellos casados con naturales del reino, pero una vez logrado se beneficiaban de las ventajas
económicas que disfrutaban los canarios lo que les permitía seguir manteniendo el control de las
actividades comerciales tanto las internacionales como las del ámbito interinsular y local 9.
Los comerciantes se instalan en las principales ciudades de las Islas (Las Palmas, La
Laguna, La Orotava, Garachico, Santa Cruz), atraídos inicialmente por las transacciones a larga
distancia, pero rápidamente constataron la posibilidad del negocio que suponía el establecimiento
en lugares que permitían comerciar con los efectos que traían en los barcos que posteriormente
zarpaban de los puertos canarios cargados de azúcar o vino. La posición geoestratégica de

5 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias orientales en tiempos de Felipe III, Madrid, Cabildo Insular de

Gran Canaria, 1991, p. 33; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa en Las Palmas en el Antiguo Régimen”
en I Coloquio Internacional “Los extranjeros en la España Moderna”, T. I, Málaga, 2003, p. 229.
6 Algunas referencias bibliográficas sobre el asentamiento de los comerciantes extranjeros en Canarias: Buenaventura

BONNET Y REVERON, “Lugo y los mercaderes genoveses”, Revista de Historia Canaria, 90-91, 1950, pp. 248-250;
José BORDES GARCÍA, “La participación de los mercaderes florentinos en el comercio (siglos XV-XVI), en La
Torre, Homenaje Emilio Alfaro Hardisson, La Laguna, Artemisa Editores, 2005, pp. 145-159; Alexis BRITO
GONZÁLEZ, “Un ejemplo de integración social: el flamenco Nicolás Martínez de Escobar”, Vegueta, 4, 1999, pp.
153-168; Alexis BRITO GONZÁLEZ, Los extranjeros en las canarias Orientales en el siglo XVI, Las Palmas de Gran
Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2002; Josette CHANEL-TISSEAU DES ESCOTAIS, “Le consulat de France aux
Canaries, au XVIIIe siècle: une affaire de families les Porlier et les Casalon”, Pouvoirs de la famille, familles de
pouvoir, Coloquio Internacional de FRA.M.ESPA, 2000, Toulouse, 2005, pp. 227-238; Agustín GUIMERÁ RAVINA,
Burguesía extranjera y comercio atlántico. La empresa comercial irlandesa en Canarias 1703-1771, Santa Cruz de Tenerife, CSIC,
1985; Mª Luisa IGLESIAS HERNÁNDEZ, Los extranjeros en Gran Canaria. Primer tercio del siglo XVIII, Las Palmas de
Gran Canaria, Consejería de Cultura y Deportes, 1985; Manuel LOBO CABRERA, El comercio canario europeo bajo
Felipe II, Canarias, Gob. Canarias-Gob. Madeira, 1988; Manuel LOBO CABRERA y Elisa TORRES SANTANA,
“Los extranjeros en Canarias durante el Antiguo Régimen”, I Coloquio Internacional “Los extranjeros en la España
moderna”, Málaga, 2003, pp. 79-97; Enrique OTTE, “Los Sopranis y los Lugo”, II Coloquio de Historia Canario-
Americana, T. I, 1977, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 1979, pp. 239-260.
7 Manuel de PAZ SÁNCHEZ, Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, 3 vol. Santa Cruz de Tenerife, Taller de

Historia, 2004; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros en Canarias en el Antiguo Régimen”
en XV Coloquio de Historia Canario-Americana, 2002, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2004, pp.
274-287; Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matrícula de extranjeros en Canarias durante la segunda mitad del siglo
XVIII” en Anuario de Estudios Atlánticos, nº 45, 1999, 219-260.
8 José M. RODRÍGUEZ YANES, Comercio y comerciantes flamencos (1560-1630). Algunos ejemplos de mercaderes, en Manuel

DE PAZ SÁNCHEZ, (Dir.), Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, T. I, Santa Cruz de Tenerife, Taller de
Historia, 2004, p. 266.
9 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matrícula de extranjeros […] op.cit., p. 225.

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Canarias, en el eje de las rutas comerciales que atravesaban el Atlántico, favoreció la difusión de
nuevos hábitos en el consumo de artículos inexistentes en el entorno 10.
El estudio de la circulación de esos productos en los mercados insulares es el objetivo del
presente trabajo. La apertura de almacenes, tiendas o lonjas, lugares de exposición y venta de las
mercancías importadas, unidos a la venta ambulante llegaron a constituir un importante reclamo
para el consumo de la población isleña. La cronología del trabajo abarca el siglo XVIII y primeros
años del siglo XIX cuando el comercio al por menor arraiga definitivamente en las principales
ciudades del Archipiélago, especialmente en la isla de Tenerife.
Las fuentes de información no son muy abundantes, ciertamente es un tema difícil de
rastrear, la inmersión en los protocolos notariales de fines del siglo XVIII ha aportado
inventarios de tiendas y memorias de surtimiento donde se detallan los productos más vendidos y
demandados. También la documentación de los despachos de productos que los comerciantes
importaban, informan de los elementos con los que traficaban las diferentes empresas
estudiadas 11. Otro foco de interés ha sido la localización de las ventas en el plano de las ciudades,
los padrones de habitantes realizados entre 1797 y 1818 en Santa Cruz de Tenerife, han permitido
establecer el ritmo de crecimiento del comercio.

EL COMERCIO DE SANTA CRUZ DE TENERIFE. TIPOLOGÍA DEL


COMERCIANTE
El lugar de Santa Cruz, sin ser todavía el centro administrativo de la isla, acapara en el
siglo XVIII el mayor volumen de población y desarrollo económico, en detrimento de la capital
lagunera que en la centuria ilustrada ve decaer su antiguo protagonismo, siendo un síntoma
inequívoco de ello el traslado de los comerciantes asentados en la capital hacia el floreciente
puerto santacrucero 12.
Las actividades comerciales de la ciudad estaban organizadas en, al menos, tres categorías
de negocios. Siguiendo los pasos de los comerciantes de Santa Cruz a través de los protocolos
notariales aventuramos la siguiente clasificación.
En primer lugar, están los mercaderes, designados en la documentación como “vecinos y del
comercio”, mayoritariamente de origen extranjero: irlandeses, italianos y franceses representan las
procedencias más repetidas, a ellos se unen ingleses, flamencos y algún gibraltareño,
especializados en el tráfico mediterráneo y atlántico conocido como “comercio del Estrecho”.
Muchos aspiraban a culminar su proceso de asentamiento definitivo en la isla iniciando el
procedimiento para obtener la naturalización, la mayoría de las solicitudes presentadas en el siglo
XVIII se concentran en Tenerife, con cierto predominio del Puerto de Santa Cruz, lo que les
abría nuevas puertas, el acceso a los cargos públicos y a la participación, en pie de igualdad con
los naturales, en el comercio con América 13.
Los mercaderes foráneos habían conseguido una posición ventajosa a través del control
del comercio del vino imponiendo sus condiciones a los cosecheros de las islas, permitiéndoles
amasar importantes fortunas 14, sin embargo, las colonias de extranjeros conformadas en el siglo

10 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, Entre paños y algodones: petrimetres y castizas. ¿”la nueva moda en arca se vende”?, en
Manuel R. GARCÍA HURTADO (Ed.), La vida cotidiana en la España del siglo XVIII, Madrid, Silex, 2009, p. 125.
11 Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT), Delegación Provincial de Hacienda, años 1770

y 1779.
12 José Miguel RODRÍGUEZ YANES, “Los Extranjeros en La Laguna en el Antiguo Régimen”, en Anuario del

Instituto de Estudios Canarios, LII, 2009, p. 101.


13 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros […] op. cit. p. 278.
14 Agustín GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y comercio […], op. cit., pp. 95-155.

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XVIII constituían un grupo social nuevo abocado a convertirse en la verdadera burguesía


comercial de la isla no sin solventar antes los conflictos con la terratenencia tinerfeña 15.
Forman parte de una élite social que se consolida y aumenta a medida que avanza la
centuria. En los Protocolos Notariales de Santa Cruz, entre 1770 y 1779, hemos podido rastrear
50 personas dedicadas al comercio, trabajando solos o asociados con otros miembros de la
familia, controlan todos los movimientos mercantiles de los puertos insulares. De estas 50
personas, 25 participan en 13 empresas que a lo largo del tiempo tuvieron hasta 19 nombres
diferentes.
El grupo lo completan comerciantes venidos de la península (Cádiz, Navarra, Cataluña o
Vitoria). No faltan tampoco naturales del puerto de Santa Cruz o trasladados de otras localidades
de la isla. Algunos de los incluidos en este último listado no pueden esconder su procedencia
familiar, sus apellidos les delatan. Dicen ser de Santa Cruz D. Thomas Cambreleng o D.
Bernardo de Hanty, descendientes, sin duda, de franceses e irlandeses 16.
La mayor parte de ellos tenían el comercio como principal fuente de riqueza combinando
los intercambios a gran escala con otro más reducido de carácter insular17o interinsular. Las
compañías que agrupan a estos vecinos del comercio sirven como elemento de cohesión familiar,
es habitual encontrar alianzas entre hermanos, padres e hijos, tíos y sobrinos, que garantizan la
continuidad del negocio, aunque haya desaparecido el fundador de la dinastía. Incluso se dio el
caso que al fallecer uno de los asociados el que sobrevivió formó compañía con la viuda de su
compañero 18.
Aunque ciertamente los foráneos siempre habían tenido sus tiendas en la isla centradas en
las ventas al por mayor o en las operaciones de crédito a los hacendados, en el siglo XVIII se
introducen definitivamente en la distribución de los productos al por menor; ya en 1749 el
personero general de Tenerife eleva una crítica al Cabildo señalando que el número de tiendas
propiedad de mercaderes foráneos era casi mayor que las pertenecientes a los naturales de la isla.
Los datos manejados en 1752 señalan la existencia de dos ó más tiendas de extranjeros en cada
calle de Santa Cruz, el crecimiento debió llamar la atención máxime cuando 20 años antes las
tiendas dedicadas al comercio de exportación se limitaban a un único local en La Laguna,
especializado en surtir a toda la isla de tejidos lujosos 19. La apertura de estos lugares de venta está
directamente relacionada con el crecimiento económico de un sector de la sociedad isleña capaz
de demandar y consumir productos de importación. Al mismo tiempo su función es la de surtir al

15 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante y su capital gloriosa o los orígenes del pleito insular, Santa Cruz de

Tenerife, Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, 2001, pp. 31-61.


16 D. Tomás Cambreleng nació en Santa Cruz de Tenerife y era hijo de D. Esteban Cambreleng, natural de

Berlaimont en Francia, y de Dª Rita Piar y Lotín, hija de D. Felipe Piar. Tanto su suegro como su padre eran
comerciantes. (AHPSCT), Protocolos Notariales (P.N.) 1606, folios (fol), 132r-148v, 05/06/1770. (Apertura del
testamento de D. Esteban Cambreleng)
D. Bernardo de La Hanty también nació en Santa Cruz era hijo del comerciante D. Roberto de La Hanty, natural de
Irlanda, y Dª Isabel Macarty; y se casó con Dª Águeda Bignoni Logman, hija del genovés D. Nicolás María Bignoni.
Archivo Parroquial de la Iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife (APICSCT), Libro de matrimonios VI,
fols. 49r-49v.
17 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Naturalizaciones de extranjeros […] op. cit. p. 279.
18 Algunos ejemplos de compañías creadas entre familiares: “D. Francisco y D. Pascual Bignoni Hermanos”

AHPSCT, P. N. 1293, 1777; “Compañía de Bini y Dugi”. AHPSCT, P. N. 1293, 1777 o “D. Francisco Dugi y
Compañía”. AHPSCT, P. N. 1294, 1784; “Francisco Casalón y Sobrinos Devigneau” Archivo Municipal de La
Laguna, (AMLL), Sección Iª, E-XXIII, documento 1, 1793.
19 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante […], op.cit. pp. 50-51.

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resto del comercio insular 20, proveer a las tiendas de menor categoría, la diferencia entre ambas
radica en la variedad y calidad de la oferta y la extracción social de la clientela.
El inventario de la tienda de D. Esteban Mandilo, situada en la planta baja de su casa de la
calle Castillo de Santa Cruz, apunta a la venta casi exclusiva de productos textiles, de ahí la
variedad de tejidos que ofrece 21; también las calidades de las telas se aprecian a través de
calificativos como ordinario, fino, común; el surtimiento se completa con accesorios como
botones, cintas, hebillas, sombreros y zapatos, además de escasos artículos no relacionados con la
vestimenta como cajas, usadas frecuentemente para el traslado de la mercancía, libros 22, navajas,
papel y tabaco 23.
Por su parte, el inventario del establecimiento de Dª Juana María Lotín 24, ubicada en la
calle de La Marina, también en los bajos de su residencia, es mucho más variado con predominio
de los textiles 25 acompañados de calcetas, medias, sobreros, cintas, encajes, botones, guantes,
gorros, zapatos, accesorios 26. También hallamos enseres domésticos 27 y productos de
alimentación 28, mayoritariamente especias. Tiene una oferta diversa, pero sigue siendo un
comercio de categoría superior.
Todo apunta a la consolidación del comercio minorista en la centuria ilustrada, como
afirma Alejandro Cioranescu, la tipología de las tiendas y su dedicación debió ser un tanto
promiscua como ocurría en el lugar de Santa Cruz “todos venden de todo, desde que hay algo
para vender y alguien para comprar” 29. No es privativo del comercio isleño, en las ciudades
castellanas la venta al por menor presentaba una organización interna pluriseccional con reducida
o nula especialización 30.
El segundo escalón del comercio lo ocupan las lonjas y las tiendas de mercerías, o
simplemente tiendas. No existe información que aclare las distinciones entre unas y otras
acepciones, probablemente en esa promiscuidad de productos las primeras tenderían a
especializarse en el abastecimiento de alimentos, y las segundas a cubrir todo tipo de demandas.
La tienda, como espacio de venta al por menor, es una realidad temprana en las islas, las más
numerosas son las que abastecen de alimentos 31.

20 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias del comercio minorista vallisoletano. 1750-1870 en
J. TORRAS y B. YUN, Consumo, condiciones de vida y comercialización. Cataluña y Castilla, siglos XVII-XIX. Valladolid,
Junta de Castilla y León, 1999, p. 359.
21 Señala el inventario una amplia oferta textil: anascote, bayeta, bombasí, brin, camelote, caserillo, coleta, coletilla,

cotín, crea, crudo, estopilla, holandilla, lamparilla, lienzos, lino, listado, monfort, paño, sangaleta, sarga, seda,
sempiterno, tafetán, terciopelo. AHPSCT, P. N. 1292, fols. 155r-278v, 1775.
22 Una única obra titulada “Mítica Ciudad de Dios”.
23 “70 libras de pimienta de tabaco que estaban dentro de un barril”.
24 Viuda del comerciante D. Felipe Piar
25 Relación de telas: bretaña, camelote, chupas, farfalaes, género, paño de grasalema, holán batista y clarín, lienzo,

paños, persiana, sangaleta, seda, segrí, tafetán, clarín, etc. AHPSCT, P. N. 1593, fols. 543 r.-744 r., 1753.
26 Abanicos de diversas calidades (bastos, más bastos, con flores doradas, con varillas de hueso y carey), abanillos,

cruces (de metal, de metal y piedras falsas, para rosarios), zarcillos (de metal, de metal con piedras), rosarios.
27 Botijas y botijones, cajetas (de carey, de carey con matices de plata, esmaltadas en plata de Bolonia, etc.), cajitas con

espejuelos, calderas de cobre, candeleros, cuberterías (cucharas, tenedor, cuchillo de hierro, tenedores con cabo de
marfil, dedales, escudillas, espabiladeras, espejos, estampas de papel, fechaduras, navajas de barbear, vasos, vidrios
para lámparas, etc.
28 Aceite (de almendra, de linaza), azafrán, cacao, clavo, cominos, matalahúva, pimienta negra, etc.
29 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz de Tenerife, T. II, Santa Cruz de Tenerife, Servicio de

Publicaciones de la Caja General de de Ahorros de Santa Cruz de Tenerife, 1977, p. 19.


30 Francisco J. SAINZ DE LA HIGUERA, “De tiendas por Burgos (1750-1794)”, en Investigaciones Históricas, 26,

2006, p. 185; Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 359.
31 Mª Eugenia MONZÓN PERDOMO, “Las mujeres en los espacios públicos. El abastecimiento del mercado

interno como experiencia laboral para las mujeres del Antiguo Régimen en Tenerife”, en Revista de Historia Canaria,
191, 2009. Mª Eugenia MONZÓN PERDOMO, Género y Vida cotidiana. Oficios femeninos en las ciudades canarias en el

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Algunas descripciones puntualizan que se trata de una tienda con ropas, no


específicamente de ropas, sino que entre las mercancías que se despachan también hay tejidos.
Varios rasgos diferencian este tipo de comercio respecto del regentado por los
mercaderes. Está mayoritariamente en manos de comerciantes naturales de Tenerife o de otras
islas, y aumenta la presencia de mujeres. Mientras que en la categoría de comerciantes
encontramos sólo tres mujeres al frente del negocio familiar 32, en el comercio al menudeo el total
de tiendas atendidas por féminas asciende a 26 frente a 17 hombres.
Probablemente cuanto más capital movía el comercio más se distanciaba de las manos
femeninas. A pesar de ello, la atención al público tras el mostrador parece que se convirtió en una
ocupación bien vista por los cónyuges, y algunos que emigraron encargaron a sus esposas poner
tienda en su ausencia para ayudar a sobrellevar las penurias familiares 33.
La memoria de surtimiento de la tienda que Manuela Hernández dejó en herencia su hija
Cathalina de Cárdenes donde suministraban telas 34, pañuelos, encaje, hilo, botones y cintas
muchas de ellas procedentes de la producción local: “sintas de Icod, sintas de La Palma”. Se
acompaña de especias35 y enseres diversos 36. El negocio de Manuela Hernández entraría en la
categoría del pequeño comercio de limitada capacidad económica que naturalmente condiciona la
variedad y calidad de los géneros, habitualmente de escaso valor 37, dirigido a abastecer a un sector
más humilde de la población.
Tanto en el comercio de mayor escala como en la pequeña actividad mercantil no solía
haber separación entre el lugar de residencia y el negocio. La propia tipología constructiva de las
edificaciones isleñas desde los inicios de la colonización lo demuestra.
La arquitectura canaria del siglo XVIII confirma el arraigo de las llamadas construcciones
comerciales que fueron financiadas por los hombres de negocio de Santa Cruz, extranjeros o
isleños 38.
La proliferación de espacios de venta al público en la ciudad de Santa Cruz debió ser algo
llamativo, el plano de la ciudad da cuenta de la ubicación del comercio con los nombres que se
dieron a las calles. La calle de la Caleta era de las de más tráfico por ser el paso obligado por el
que transitaban las mercancías que iban a La Laguna. En paralelo a ésta, y a corta distancia, se
hallaban las dos calles dedicadas al comercio, la de las Lonjas, hoy de la Candelaria, y la de las
Tiendas, hoy de Cruz Verde. Así mismo, en el entorno de la actual Plaza de la Candelaria,
anteriormente Plaza Real, del Castillo Grande o de la Pila, se localizaron los primeros almacenes

Antiguo Régimen, en Gloria FRANCO RUBIO (Ed.), La vida de cada día. Rituales, costumbres y rutinas cotidianas en la
España Moderna. Almudayna, Madrid, 2012, pp. 273 - 298.
32 La “Compañía Russell e Hijos” de la que figura como titular Dña. Elena Prendergast la hereda su nuera Dña.

Margarita Urte y Rusell. Son dos de las tres mujeres que figuran al frente de Compañías comerciales en el periodo
consultado. AHPSCT, P. N. 560, sin foliar (s/f.) 06/04/1772. Testamento de Dª Elena Prendergast.
33. […] Antonia Manrique de Lara, vecina de Santa Cruz, mujer lexitima de Antonio Marrero de León […] digo que

al tiempo de hacer su viaje el dicho mi marido me dejo encargado que solicitara una casa en esta referida ciudad
(Santa Cruz) comoda y en buen paraje para el exercicio de tienda de mercería […]. AHPSCT, P. N. 1592, fols. 539 r.
-541 r., 1752.
34 Referencias a los tejidos: estupilla, olandilla de sangaleta, arralladillo, cotin, balleta, tocas y sedas. AHPSCT, P.N.

551, fols. 331.-332r, 1760.


35 Azafrán, clavo, pimienta, cominos, matalauva, engrudo, incienso, alcaparras, añil, almidón, alcanfor, etc. AHPSCT,

P.N. 551, fols. 331v.-332r, 1760.


36 Papel, libros de doctrina y cartillas, rosarios, cruces, cascabeles, dedales, broches, espejitos, espejuelos, cucharas,

navajas de barbiar, tijeras, cuchillo, agujas, escarmenadores, peines de palo, alfileres, hebillas (acero y peltre), botones,
formillas, tinteros, barajas, cuerdas de biguela, anillos, alambre, anzuelos, etc. AHPSCT, P. N. 551, fols. 314r-335r,
1760.
37 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 358.
38 Fernando G. MARTÍN RODRÍGUEZ, Arquitectura doméstica canaria, Santa Cruz de Tenerife, Aula de Cultura de

Tenerife, 1978, p. 34.

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de la ciudad y posteriormente en el siglo XVIII se dedicaron a oficinas y despachos, con la


residencia de los interesados en la parte alta. Aunque las casas que bordeaban la plaza fueron
pasto de dos incendios devastadores que asolaron la ciudad en 1727 y 1784, las edificaciones
volvieron a levantarse rápidamente por ser el centro de negocios más importante de la isla a fines
del siglo XVIII 39.
La última categoría dentro del comercio es la venta ambulante, documentada en toda
Europa como medio adecuado de suministrar todo tipo de objetos a las comunidades rurales más
alejadas de los núcleos urbanos. Los vendedores itinerantes del siglo XVII en Inglaterra llevaban
libritos, cintas, tabaco barato, telas para confeccionar sábanas, camisas, ropa interior 40.
Si el comercio al por menor ha estado desde tiempos medievales regentado por mujeres 41,
la venta ambulante se convertirá en una actividad “apropiada” para la mano de obra femenina.
Inicialmente vinculada a la comercialización de lo que ellas mismas elaboraban: embutidos,
quesos, mermeladas o dulces, era considerado una extensión de las tareas domésticas, la venta del
excedente de productos de consumo habitual constituía una aportación en rentas a la siempre
maltrecha economía familiar 42, en ocasiones, se trataba de un empleo temporal que cubría la
demanda estacional de productos de consumo. Así lo reflejaba Sabino Berthelot “[…] (De
camino a La Laguna) las campesinas bajan con sus cestas rebosantes de frutas: nueces, manzanas
y castañas […] Proseguimos nuestra marcha. Vemos pasar a la panaderas de La Laguna, a las
lecheras de los Valles, a las carboneras de la Esperanza […]” 43.
Muchas mujeres se animaban a participar en el negocio porque no requería una inversión
previa de capital, la falta de establecimiento fijo libraba a las vendedoras de tener que pagar la
licencia a las autoridades municipales, así mismo no requería de fiador y el deambular de casa en
casa ofreciendo sus productos les permitía eludir fácilmente el control de las autoridades.
No siempre se limitaron a la distribución de alimentos, sus canastos solían completarse
con tejidos y otras mercadurías. En el testamento de una mujer otorgado en 1803 afirmaba que se
sostenía, y con ella su hija y sus nietos, gracias a la venta al menudeo. Las dos mujeres “iban de
lugar en lugar a vender ropa con que cobré algunos realitos y compré dos casas” 44.
También Elizabeth Murray en sus Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife cuenta el espectáculo
que ofrecían cuando ofertaban sus mercancías,
“[…] los vendedores ambulantes de ropas femeninas que exponen de una forma muy
tentadora sus variados artículos. Luego, vienen también los comerciantes de plata vieja y los
joyeros ambulantes, con un gran surtido de oro y piedras preciosas. […] más tarde aparece
la mujer que trae mercancías procedentes de Manchester […]” 45.
El origen de los productos que se venden no siempre coincide con la denominación dada
por la vendedora. Son genéricamente procedentes de Manchester cuberterías llegadas de Francia,
peines que dicen ser franceses y tienen grabados la frase “English comb”, perfumes ingleses
preparados en Francia y un largo ectétera. No importa el lugar exacto en el que fuera hecho, lo

39 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. I, op. cit. pp. 135-137.
40 Raffaella SARTI, Vida en Familia. Casa, comida y vestido en la Europa Moderna, Barcelona, Crítica, 2003, p. 247.
41 Francisco RAMIRO MOYA, Mujeres y trabajo en la Zaragoza del siglo XVIII, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2012,

pp. 211-245; Margarita ORTEGA LÓPEZ, “Las trabajadoras madrileñas del pueblo llano durante el siglo XVIII”, en
Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, vol. 13, nº 2, 2006, pp.313-334.
42 Margarita ORTEGA LÓPEZ, “Las trabajadoras madrileñas […] op. cit. p. 326.
43 Sabino BERTHELOT, Primera estancia en Tenerife (1820-1830), Tenerife, Instituto de Estudios Canarios, 1980, p. 34.
44 Manuel HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, “Las ventas, los oficios y el comercio al por menor en La Orotava en el

siglo XIX”, en El Pajar. Cuaderno de etnografía canaria, nº 20, 2005, p. 70.


45 Elizabeth MURRAY, Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife, Introducción, traducción y notas de José Luis GARCÍA

PÉREZ, Santa Cruz de Tenerife, Editorial Pedro Duque, 1988, p. 24.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

destacado es que entran en la categoría “de fuera” que crea en el auditorio asistente a la
exposición del muestrario un gran interés 46.
Las vendedoras ambulantes constituyeron el sector más vulnerable del comercio urbano.
Por una parte sus beneficios fueron inferiores a los obtenidos en las tiendas estables y, por otra
parte, el trabajo solía exigir mayores sacrificios 47. También fueron el blanco de críticas venidas de
todos los sectores, las autoridades desconfiaban del cumplimiento de las normas establecidas y el
comercio regulado las veía como serias competidoras para dar salida a sus productos.
Fruto de esta desconfianza generalizada son las reiteradas leyes promulgadas a lo largo de
la edad moderna que culminan con las Reales Cédulas de 1781 y 1783 que pretendían acabar con
este sector de la economía 48.
La Real Cédula de 1783, inspirada en las ideas ilustradas, trata de erradicar la “vagancia”
instalada en los pueblos de la monarquía; asimilan la venta ambulante con el desorden y, sobre
todo, con las pérdidas económicas que ocasiona a la Real Hacienda la falta de control sobre estas
actividades comerciales49 desempeñadas, afirma la cédula, por extranjeros (malteses, genoveses,
piamonteses, etc.). La aplicación de la citada ley genera en las islas un animado debate en la
sociedad ilustrada a través de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife a
instancias del escrito presentado por un grupo de mujeres 50, vecinas de La Laguna, que dicen ser
vendedoras ambulantes en la citada ciudad y estar dedicadas al abastecimiento de lienzos 51.
El debate de los miembros de la Real Sociedad Económica gira en torno a los beneficios y
perjuicios que acarrea el comercio ambulante, sin olvidar la obligación o no de todos los súbditos
de acatar sin disidencia las leyes dictadas por el monarca.
Los argumentos esgrimidos abundan en el beneficio que supone para la economía canaria
la venta de género local a través de las vendederas. El escaso desarrollo de la industria textil
insular 52 se vería afectado si desaparecieran, son ellas las encargadas de mover de un lugar a otro
las producciones isleñas localizadas en los pueblos del norte, ante la inexistencia de medios para

46 Ibidem, p.27. “[…] la mayoría de la gente está absorbida por el contenido del cesto de la vendedora, que, lo mismo
que la cornucopia de algún experto prestidigitador, parece poseer una gran variedad de artículos tentadores, que hace
que los viejos, los jóvenes, los ricos y los pobres se sientan irresistiblemente atraídos”,
47 Francisco RAMIRO MOYA, Mujeres y trabajo en […] op. cit. p. 237.
48 Novísima Recopilación de las Leyes de España, Leyes XII y XIII T. IV, Libro IX, Título V, p. 257-258.
49 “[…] así mismo he advertido el grave perjuicio que ocasiona a mi Real Hacienda, y al fomento y progreso del

Comercio los Malteses, Piamonteses, Genoveses y otros viandantes Buhoneros, Estrangeros y naturales de estos
Reynos que andan por las calles, huertas y campos vendiendo varios géneros de Lencería, Lana, Estambre, texidos de
Algodón y Seda, y demás ultramarinos, y del País, llevándolos a las casas sin domiciliarse, ni establecerse; pues
además de no arraigarse en estos Reynos, extraen de ellos sus ganancias, y no pagan mis reales contribuciones, de
modo que vienen a ser más privilegiados que los naturales y domiciliados en el Reyno contra toda buena razón
política. […] Y finalmente os mando no permitáis, ni consintáis que los Malteses, Genoveses y demás buhoneros
estrangeros, ni naturales vendan por las calles, casas, huertas y campos géneros algunos, sino que lo hagan
precisamente en tiendas y casas de comercio, avecindándose, y eligiendo, desde luego domicilio fixo […]”. AMLL,
Sección Iª, R-XXVIII, documento nº 10, fol. 75.
50 Ana Rosa PÉREZ ÁLVAREZ, “Vendederas o vendedoras de cesto. Las vendedoras ambulantes de Tenerife en

los textos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife (1783) I y II”, en El Día. Suplemento La
Prensa, 9 y 16 abril 2005.
51 Ibídem, p. 2, “[…] que hallándonos empleadas y destinadas de mucho tiempo a esta parte en el exercicio de vender

por las calles los efectos de liensos blancos, y otros precisos para el abasto de vestirse, cuia ocupasion tenemos por
propio oficio en que nos hallamos acreditadas, y por lo mismo dan al fiado algunos de dichos efectos y otros a dinero
de contado los Dueños de los almagrenes de dicha Ysla de thenerife […]”.
52 Juan R. NÚÑEZ PESTANO, Carmen L. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, José Á. GARCÍA MARTÍN, Las

Manufacturas textiles en Tenerife. Algunas consideraciones acerca de la decadencia de la industria popular y la crisis del Antiguo
Régimen, La Laguna, Universidad de La Laguna, 1984.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

la distribución de sus manufacturas 53. En aras del adelanto de la industria de las islas los ilustrados
canarios abogan por permitir la venta ambulante.
Es evidente que los debates y las leyes no acabaron con el comercio ambulante en las
islas, nuevamente los viajeros de la segunda mitad del siglo XIX dan cuenta de ello, dice Verneau
de las vendedoras callejeras “[…] hacían sus viajes a pie, descalzas y llevaban sus cestas en la
cabeza, apoyadas en una almohadilla llamada <<rodilla>>, hecha de retales o plantas, y sin ayuda
de las manos. El calzado era tan valorado que iban descalzas y se los ponían al llegar al destino
[…]” 54.

LAS MERCANCÍAS
La importancia del comercio canario en los mercados europeos y la presencia constante
de extranjeros afincados en el territorio insular, que adaptaron el mobiliario de sus casas y la
indumentaria que lucían a las modas y costumbres de sus lugares de origen, facilitó que desde
fechas muy tempranas los habitantes de las islas estuvieran en contacto con un modo de vida, y
unas formas de vestir y adornar las casas, que pronto quisieron imitar como símbolo de distinción
social.
Las transformaciones en los métodos de comercialización, distribución y promoción de
los productos textiles al por menor, a través de las tiendas estables 55, puso al alcance de las élites
sociales, que contaban con el poder adquisitivo necesario, tejidos de importación para
confeccionar prendas de vestir a la moda inglesa y francesa. Posteriormente, el afán imitador de
otros grupos sociales generalizó el consumo de productos extranjeros.
En el siglo XVII existía una cierta especialización en la procedencia de los tejidos más
finos de Flandes y Amsterdam 56, Francia, Inglaterra o Alemania 57.
La colonia de flamencos durante el siglo XVIII continúa aprovisionando el mercado de
tejidos, sombreros, zapatos, muebles, campanas, cofres y objetos de arte, joyas, armas,
instrumentos musicales, artículos de ferretería: clavos, agujas, etc. en definitiva, todo tipo de
efectos susceptibles de ser vendidos en las islas completando el flete del tornaviaje 58. Los objetos
de lujo también proceden de otros lugares como Hamburgo que enviaba telas y lino; Francia
cuyas exportaciones principales consistían en lino fino, ropas, sombreros, calcetines y pañuelos

53 “[…] la mujer del campo viene al pueblo con su lienzo casero, tocas, calcetas, medias de lana, cordoncillo, etc.

quiere volverse en el día a su casa, de donde la llaman sus labores, y el cuidado de su familia, para lo que ha de llevar
empleado en lo que necesita, el importe de su tosca industria. No le es posible poner una tienda, ni esperar: busca
quien le compre tocando en una puerta y otra puerta. Viene el paisano de Canarias con una corta porción de mantas,
lienzo, sombreros, texidos de lana, escobas, etc. Se ha de dar prisa; porque su casa, sus necesidades, o el barco instan
[…] si esto se prohíbe se corta el principal ramo de nuestra Yndustria […]”, Archivo de la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de Tenerife (ARSEAPTFE), Súplicas, Libro, nº 26, fol. 303-311.
54 René VERNEAU, Cinco años de estancia en las islas Canarias, La Orotava, J.A.D.L., 1982, p. 9.
55 Máximo GARCÍA FERNÁNDEZ, Entre paños y […], op. cit. p. 126.
56 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias […], op. cit., p. 199. “Bramantes, pasamanos, holandesas

finas y bastas, las sedas labradas y los terciopelos”; Germán SANTANA PÉREZ, El comercio exterior de las Canarias
Orientales durante el reinado de Felipe IV, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2002, p. 93 y 102.
“Lencerías, ropas de lana, crea cruda, sombreros, lana, lino, lienzo, misales, breviarios, estampas, de Italia proceden
las medias de seda, terciopelos, tafetanes o damascos”.
57 Elisa TORRES SANTANA, El comercio de las Canarias […], op. cit., p. 199. “[…] de Francia llegaban los ruanes y

lienzos de diversas texturas y colores; de los puertos ingleses lienzos, lencería de Alemania, paños, sargas, bayetas
frisas y frisetas”.
58 Miguel Á. GÓMEZ GÓMEZ, Endogamia, comercio y poder. Consideraciones en torno a la presencia flamenca en Tenerife

(1600-1750), T. II, en Manuel DE PAZ SÁNCHEZ, (Dir.), Flandes y Canarias. Nuestros orígenes nórdicos, T. I, Santa
Cruz de Tenerife, Taller de Historia, 2005, p. 35.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

de seda; de Génova ropas de terciopelo; de Gran Bretaña lana, sombreros, medias o lino en
bruto 59.
Los despachos de comerciantes enclavados en los principales fondeaderos de Tenerife,
como el Puerto de Santa Cruz, reciben las mercancías que venderán en sus tiendas y distribuirán
al comercio al por menor tanto en Tenerife como en Gran Canaria. Los productos consignados
genéricamente como “mercerías” serán transportados en cajas, cajetas o cofres por diversos
valores entre los 1.200 reales que recibe el despacho de D. José Martinón a los 7.461 reales
percibidos por D. Francisco Dugi en 1779 60.
Abundan en los recuentos consultados artículos de escritorio 61, decoración doméstica 62,
accesorios en general 63, artículos para la confección o adorno textil 64, aderezos personales 65, etc.
La agilidad del comercio tinerfeño en la segunda mitad del siglo XVIII permitía afrontar
la demanda prácticamente de todo el Archipiélago. La correspondencia de los comerciantes con
sus representantes en la isla vecina ofrece datos de los productos más requeridos en Gran
Canaria, el pedido realizado por Cipriano de Avilés a la “Compañía D. Juan Cólogan e Hijos” en
1777 hace hincapié en los siguientes géneros “[…] adbierto que de los camelotes anchos no
manden vms. mas que algunas piezas asul, y encarnado, y tal cual pieza pardo para alguna capa
por ser generos que ya poco se estilan por aca […]”, en cambio si solicita “[…] botones llanos
amarillos, y plateados finos para uniformes, y de los chiquitos para calzones, y si fueren con la
formilla de hueso seràn mejor que de palo, por que hasta en esto ai modas” 66.
La familia Cólogan se había especializado en la importación de productos textiles, en el
inventario de bienes realizado en 1749 figuran en el 61,3% de las mercancías existentes en sus
almacenes, dato que va en aumento, y en 1771 pasaron a representar el 86,6% del total
almacenado. El destino de estas mercancías era la venta a los vecinos de las islas, bien
directamente o por medio de otros comerciantes 67.
El monopolio ejercido por las compañías importadoras establecidas tiempo atrás se ve
truncado con la llegada de los malteses a las islas a mediados del siglo XVIII. Fue una colonia que
creció a gran velocidad al haber implantado un sistema de comercio desde Malta hasta Canarias,
que pasaba por todo el Mediterráneo 68. Se centraron en las ventas al por menor, jugando ellos

59 Nicolás GONZÁLEZ LEMUS, “Domiciliados, transeúntes y comerciantes en Canarias durante la crisis del
Antiguo Régimen y la independencia de las Repúblicas iberoamericanas” en XIX Coloquio de Historia Canario
Americana, 2010, Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo de Gran Canaria, 2012, pp. 1779-1803.
60 AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.
61 “900 plumas de escribir, una docena de compases de metal, 16 docenas de tinteros”. AHPSCT, Delegación Provincial

de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.


62 “[…] seis docenas de espejos dorados, una docena de veloncitos de vidrio […]”. AHPSCT, Delegación Provincial de

Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fols. 6v-8r.


63 En el despacho de D. José Martinón: “doce cajetas de cerdas para zapatos, seis mazos de peines de hueso, dos

docenas de abanicos de caña, dos gruesas de alfileres de coco, dos gruesas de escarmenadores de madera al aire”.
AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fol. 6v.
64 En el despacho de D. Francisco Dugi: “[…] 143 docenas de hebillas ordinarias de metal, 55 gruesas de botones de

madera de aire, 6 gruesas de tijeras ordinarias, 7 gruesas de botones amarillos ordinarios, 4 pares de hebillas de piedra
para mujer, 7 piezas de cinta de Francia angosta, 28 dragonas charreteras de plata y oro para oficiales […]. AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12, caja 3, 1779, fol. 8r.
65 En el despacho de Dugi: “[…] una docena de cruces de cristal, 25 anillos ordinarios […]”. En el despacho de D.

Anastasio de Grandy: “[…] 27 mazos de abalorios de colores […]. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-12,
caja 3, 1779, fols. 7r-8r.
66 AHPSCT, Fondo Zárate-Cólogan, Sección 7ª: Correspondencia, 08/01/1777.
67 Agustín GUIMERÁ RAVINA, Burguesía extranjera y […] op. cit., p. 309.
68 El 29 de mayo de 1770 pasa por la Real Aduana de Santa Cruz la carga del bergantín inglés “Nely” procedente de

Génova que había hecho escala en Marsella y Canarias, con mercancías dirigidas al despacho de “Mateo Tabony y
Compañía Malteses”. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 20r -23v.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
Ana Rosa Pérez Álvarez

mismos el papel de importadores y vendedores 69. Para algunos autores la aparición del comercio
especializado en Santa Cruz en las llamadas tiendas de menudencias se produjo por la presencia
de estos comerciantes, que ofrecían objetos de lujo o modas en torno a 1730-1750 70.
El asentamiento de los malteses en Santa Cruz es notorio en las últimas décadas del siglo
XVIII, los protocolos notariales muestran una comunidad activa tanto en Tenerife 71como en
Gran Canaria y La Palma 72. Formando compañías o atendiendo directamente sus tiendas se
localizan entre los años de 1770 y 1779 hasta treinta y cinco comerciantes oriundos de Malta
traficando en la ciudad portuaria.
A través de las mercancías que recibían en sus despachos podemos deducir que en la
década de los setenta del siglo XVIII se habían convertido en los principales aprovisionadores del
comercio al por menor de las islas.
El registro de la Real Aduana de Santa Cruz consigna mercancías de diversa naturaleza,
como por ejemplo los alimentos 73, siendo en su mayor parte especias y artículos difíciles de
conseguir en las islas. Pero el grueso de la carga lo constituyen las telas74, el adjetivo más usado
para calificar los diversos tipos de tejidos es ordinario o común, lo que indica la baja calidad del
producto. Los envíos se completan con elementos accesorios para vestir o para confeccionar
vestimenta 75, adornos 76, zapatos 77, complementos de arreglo personal 78 como peines y jabón de
afeitar. Es de destacar, por ejemplo, que las importaciones de los peines atienden a demandas de
diversas calidades, siendo los de marfil los importados en menor cantidad frente a los de madera
de aire que son los más numerosos.
A estos se añade una gran variedad de artículos de usos diversos: enseres útiles para la
vivienda 79, libros, juguetes, instrumentos musicales, barajas, pipas de fumar 80 y adornos
personales 81.

69 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa […], op. cit. pp. 229-240
70 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], op. cit., p. 19.
71 Se han consultado los protocolos notariales de Santa Cruz entre 1770 y 1779 conservados en el AHPSCT, y en el

rastreo se localizaron algunas cartas de connaturalización fechadas entre 1771 y 1775 AHPSCT, P.N. 1607, 1608,
1609.
72 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “Matricula de extranjeros […] op. cit., p.241.
73 El Despacho de “Nicolás Calazón y Compañía Malteses” traía procedente de Génova: arroz, fideos, cominos,

clavo de comer, salchichón, quesos; mientras que “Mateo Tabony y Compañía Malteses” recibía además canela,
dátiles, avellanas, frasquitos de aceitunas, alcaparras, anchoas, etc. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11,
caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
74 El apartado de los tejidos presenta una enorme varieda: lienzos de diversas calidades, estopillas, seda fina, tafetán,

badana, anascote, brocatel, gamucilla, pelillo. De todas ellas destaca por la cantidad recibida el tafetán (1086 varas),
griseta (637 varas), pelillo (1204 varas), lienzo romano (1012 varas) o la persiana común (720 varas). AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
75 Abundan los sombreros bastos, ordinarios, de paja para hombres y muchachos; gorros de hilo basto; medias de

lana, de hilo ordinario, de capullo y de seda, para cubrir la demanda de mujeres, hombres y niños; pañuelos comunes
bastos de hilo, de hilo algo mejores que los comunes, y de seda para la nariz. AHPSCT, Delegación Provincial de
Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
76 En la categoría de los adornos entran los quitasoles (96 unidades), cintas de diversos materiales, seda angosta, seda,

terciopelo. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
77 También de diferentes calidades 112 pares bordados de oro y plata, 231 pares llanos de mujer, 48 pares llanos para

niños de pecho y 8 docenas de cortes de zapato de badanilla. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja
3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
78 Peines de diversos materiales: marfil (14 docenas), de palo (20 gruesas), de hueso (50 docenas), de madera de aire

(120 docenas) y escarmenadores de madera de aire (40 docenas). Jaboncillos para la barba (40 docenas). AHPSCT,
Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
79 Las láminas de santos de diversos tamaños (446) y de países (108) eran habituales en la decoración de todos los

hogares isleños, a éstas se añaden láminas con vidrios y en menor cantidad reciben espejos (38). También 3 docenas
de figurillas de barro algo averiadas. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-
23v.

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Comprar y vender en Canarias a fines del Antiguo Régimen… María Eugenia Monzón Perdomo
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El éxito de este comercio reside en la posibilidad de ofrecer productos de primera


necesidad a precios más competitivos que los de otros comerciantes importadores. La explicación
a este hecho radica en primer lugar, en la propia naturaleza del comercio que desarrollan, han
eliminado los pasos intermedios, son ellos cargadores e importadores, es posible rebajar los
costes al mantener en sus manos todo el proceso desde la adquisición de los productos hasta su
distribución en las islas 82.
En segundo lugar, por la calidad de los géneros, casi todas las mercancías están
confeccionadas con materias primas ordinarias, bastas, es decir, son de mala calidad. Estas
prácticas comerciales fueron denunciadas por el Personero D. Antonio Vizcaíno Quesada a
través de una representación que eleva al Cabildo de Tenerife en 1769 83.
No solo los bajos precios de los productos favoreció el éxito de las mercancías maltesas,
también la forma de pago “[…] no tomar dinero de pronto, sino al fiado, hallan compradores que
queriendo fomentar el lujo y la profanidad se cargan de drogas y deudas que después paran en
litigios y recrecidos costos” 84. La venta a crédito se convirtió en un comportamiento habitual del
comercio al por menor que ha quedado reflejado en las deudas consignadas por los comerciantes
en sus últimas voluntades.
La dura competencia de los malteses en las transacciones locales afecta también al
aprovisionamiento de otras islas. Nuevamente el despacho de los Cólogan es reemplazado en el
abastecimiento de las tiendas de Las Palmas “[…] de los paños asules […] del superfino mui
poco, y grana ninguna; porque los Malteses an traido para uniformes de todo esto, y tendrán poca
salida” 85.
Con estas facilidades es lógico que el consumo de productos de importación se disparara
en las islas y con ello la proliferación de los lugares de venta.
Algunas voces se alzaron para criticar los malos hábitos que estaba adquiriendo la
población de las islas como consecuencia de la amplia oferta que tenían a su alcance tanto en las
tiendas como de la venta ambulante. Las quejas procedentes de los miembros de la Real Sociedad
Económica se dirigen al supuesto proceder de las vendedoras itinerantes
“[…] ellas (las vendedoras) contribuyen en algun modo al fomento del luxo, y de la
superfluidad, por que presentando cosas de mero gusto, y adorno, obligan con el atractivo
de estas bujerias, à que se compren las que no se irian a buscar a una Tienda, por que no las
precisan, sino la ocasion de berlas es la que mueve a comprarlas; y a veces lo que se gasta
en esto haria falta para cosas de necesidad” 86.
La llamada a la vida austera que promueven los ilustrados canarios, aunque raramente la
practicaban ellos mismos, les lleva a rechazar la distribución de los productos importados porque
fomentaba el consumo, sobre todo entre las mujeres que se veían tentadas por los ofrecimientos

80 12 misales y 1 biblia, 2 barrilitos con juguetes de niños, varios juguetes de palo para niños, 2 violines, 140 gruesas

de barajas, 2 docenas de boquines de barro con sus cañas para chupar, y 2 docenas de cachimbas de barro para
chupar. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja 3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.
81 4500 medallitas de metal y 320 docenas de rosarios de palo. AHPSCT, Delegación Provincial de Hacienda, H-2-11, caja

3, 1770, fols. 5v-8r y 20r-23v.


82 Alexis BRITO GONZÁLEZ, “La colonia maltesa […] op. cit. p. 235.
83 “Su tráfico principal se reduce a los géneros de seda, que sobre faltarles aquel ancho y condiciones que prescriben

las leyes de estos reynos, son en si tan endebles y de poca duración y quando ese notable perjuicio debiera retraer a
nuestros naturales de tomar para su uso unos géneros tan poco estimables, los prefieren a los que se traen del reyno,
no más sino porque engañados con la barateza superficial con que los venden, no consideran que pagan mucho
mayor precio en lo que pierden por la falta de ancho y por su ligera fábrica […]. Representación del Personero
General de Tenerife sobre los males que provoca el comercio practicado por los malteses (23-1-1769). AMLL, Leg.
E-XX, doc. 29. Citado en Juan R. NÚÑEZ PESTANO, La Nivaria triunfante […], op. cit. p. 50.
84 Ibídem, p. 50.
85 AHPSCT, Fondo Zárate-Cólogan, Sección 7ª: Correspondencia, 08/01/1777
86 ARSEAPTFE, Libro 26: Súplicas, fol. 316r.

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de las vendederas. Pero, como señala Cioranescu, los habitantes de las ciudades en la segunda
mitad del siglo XVIII ya se habían contagiado de las modas europeas, a pesar de la insistencia de
alguna autoridad civil o religiosa que recordaba a través de las leyes o sermones lanzados desde el
púlpito sobre aquellas mujeres que “olvidan la santa simplicidad de la tradición y sacrifican a las
mantillas de blonda” 87.
La indumentaria femenina fue uno de los elementos de distinción social más acusados en
la centuria ilustrada. La extensión de las modas y tejidos importados contribuyeron de manera
decisiva al distanciamiento social a través de la apariencia. No solo los materiales empleados
distinguían a sus portadoras, la tradicional mantilla que lucían tanto las damas como las
campesinas, tiende a ser sustituida, entre las primeras, por la mantilla de encaje o seda fina,
introduciendo además los colores claros 88.
Las actividades mercantiles constituyeron en el Antiguo Régimen uno de los negocios
más prósperos del ámbito insular, el ascenso social de numerosas familias de comerciantes
demuestran esta afirmación, los beneficios del comercio también alcanzaron a las tiendas al por
menor, estas fueron no solo el mantenimiento de numerosas familias isleñas, sino que también
propiciaron el enriquecimiento de algunos que iniciaron su labor con una modesta tienda en
Santa Cruz o en La Laguna, “[…] con una tienda de lanas y lienzos adquirió caudal […]89. Incluso
llegaron a convertirse en miembros notables de la sociedad lagunera como reflejaba, no sin cierto
fastidio, José de Anchieta en su diario “[…] que de vendederos e hijos de taberneros los veo
capitanes y puños de oro en los bastones y pardos de linaje, que en mis días a unos y a otros
hacer informaciones de nobles, siendo hijos de oficiales y nietos de gente muy de bajo linaje […]
sino de verles la vanidad que tienen […] 90.
Similares circunstancias relata Ciranescu de una vecina del comercio de Santa Cruz, que
con los beneficios que ha obtenido de su venta ha conseguido cargos y oficios para su esposo 91.
Es por ello que el comercio al por menor en las ciudades isleñas no dejó de aumentar a lo
largo del siglo XVIII y sobretodo en el XIX, a través de los recuentos de población realizados en
1803 y 1818 se observa la extensión de la ciudad de Santa Cruz y con ella el aumento del
comercio, pasando de los 158 contabilizados en los inicios de siglo XIX a los 287 en los albores
de los años veinte. El emplazamiento del comercio santacrucero sigue concentrándose en las
calles y plazas del núcleo urbano originario, donde residían las clases medias y altas, y las
profesiones liberales, es la zona en la que se desarrolla el mercado diario, como ocurre en otras
ciudades peninsulares 92.
Las tiendas crecían al calor de la demanda, cada vez mayor, de una población en aumento,
ávida de consumir las nuevas ofertas que el sector comercial proporcionaba.

87 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. II, op. cit. p. 322
88 Ibídem, pp. 322-323.
89 AHPSCT, José de Anchieta, Cuaderno de citas J L, fol. 21v. (Transcripciones cedidas por D. Daniel García

Pulido).
90 AHPSCT, José de Anchieta, Cuaderno de citas M N O, fols 149r-150v.
91 Alejandro CIORANESCU, Historia de Santa Cruz […], T. II, op. cit. p. 309. “[…] Ana Martín de Castillejo

despacha víveres en su tienda de Santa Cruz, lo cual no impide a su marido, Miguel de Rivas, el llegar a capitán,
regidor, veedor y contador de la gente de guerra y ser una de las personas distinguidas del lugar, gracias sin duda al
dinero de la tienda”.
92 Rosa María DÁVILA CORONA, Transformaciones y permanencias […], op. cit. p. 357.

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