Está en la página 1de 29

1

¡Apoya al autor comprando sus libros!

Este documento es una traducción realizada por Letra por


Letra, un grupo dedicado al amor por los libros y las bellas
historias en ellos. Nuestro trabajo es totalmente sin fines de lucro
y tampoco recibimos una compensación económica por ello.
Nuestra única intención es que los libros y autores que su idioma
no es español, sean conocidos en Latinoamérica.

¡Disfruta de la lectura gratuita!


2
STAFF

Mrs. Darcy
Mrs. Wrangler

Mrs. Darcy

3
Mrs. Wrangler
AGRADECIMIENTOS
Gracias al apoyo de los autores y los lectores a nuestro primer
lanzamiento de antología en 2020, ¡estamos encantados de traerles
una antología totalmente nueva de nuestra alineación de autores de
2020!
Le debemos un enorme agradecimiento a todas las personas
que apoyan nuestra organización benéfica The Bookworm Box,
tanto si son nuevos como si han estado con nosotros desde el primer
día. Con su apoyo y la compra de esta antología, hemos podido
ayudar a cientos de organizaciones benéficas desde que abrimos en
2015.
La idea de esta serie de antología se me ocurrió hace varios
años, pero el año pasado el equipo de The Bookworm Box la puso
en marcha y One More Step se lanzó al mundo. ¡Fue tan divertido 4
que decidimos hacerlo de nuevo!
Este año estamos orgullosos de presentar Two More Days. El
concepto es el mismo que el de la primera antología.
Cada autor recibe la misma primera frase y decide qué hacer
con ella. Es muy divertido ver todas las direcciones diferentes que
estos autores pueden tomar para estas historias.
Los autores que han contribuido a esta antología son algunos
de los autores que aparecieron en nuestras cajas de suscripción en
2020. No podemos agradecerles lo suficiente la contribución de su
tiempo para elaborar estas historias y ponerlas en tus manos.
Esperamos que los disfrutes. Gracias por su continuo apoyo.
Sinceramente,
Colleen Hoover y el equipo de The Bookworm Box
ÍNDICE

5
THE DRESS

COLLEEN HOOVER

6
Capítulo Uno
—DOS DÍAS MÁS hasta que pase —digo, apartando la
rebanada de pizza—. No puedo comer eso.
Jay pone los ojos en blanco.
—Puedes comer una porción de pizza. Chase no va a decidir
no proponerte matrimonio porque hayas subido un kilo.
—Prueba con veintitrés libras.
—Hemos estado en medio de una pandemia, Jessica. Todo el
país subió de peso.
—Chase no lo hizo —digo. Chase nunca gana peso. Pero
bueno, Chase es un instructor de fitness que tiene un gimnasio y se
gana la vida haciendo ejercicio. Incluso cuando su gimnasio estaba
cerrado durante el apogeo de la pandemia, hizo clases de Zoom y
7
salió a correr todos los días.
—Chase es un fenómeno de la naturaleza —dice Jay.
Dirigiendo su atención nuevamente al videojuego que hemos
estado probando. Jay no es un gran fan de Chase, pero Chase
tampoco se ha impresionado nunca con Jay.
Llevo dos años saliendo con Chase y tres trabajando con Jay.
Son completamente opuestos, lo que me hace gracia ya que paso
mucho tiempo con ambos. A Chase le gusta el fitnes y la salud, en
cambio Jay es un nerd de la informática que se pasa el día sentado
delante de una pantalla. Los dos son guapos, pero de maneras
completamente diferentes. Chase estaría en casa en la portada de
cualquier novela romántica. Tiene el cabello castaño oscuro, unos
ojos marrones ardientes y una mandíbula por la que pocos hombres
han pagado.
Jay tiene una dulce cara de bebé y un cuerpo de padre blando.
Jay y yo trabajamos en la misma empresa de software y
vivimos en el mismo edificio, así que naturalmente nos hemos
hecho amigos. Tenemos mucho en común, aparte de nuestra edad.
Yo cumplo treinta años dentro de unos meses y Jay sólo tiene
veintidós. Son sólo siete años de diferencia, pero hace tres años,
cuando él tenía diecinueve, la diferencia de edad era mucho más
notable. Le ofrecieron el trabajo cuando aún estaba en la
universidad porque es extremadamente inteligente y bueno en lo
que hace.
Envidio tanto a Chase como a Jay. Cuando se trata de
ordenadores, tengo que esforzarme al máximo para aprender todas
las cosas que parecen ser tan naturales para Jay. En lo que respecta
a la salud y a la forma física, siento que me rompo el culo para
evitar que mi cuerpo se convierta en una tina de manteca, pero
Chase nunca ha tenido problemas para mantener el peso. Tiene un
gran cuerpo. Es una de las cosas que me atrajo de él al principio,
pero una vez que lo conocí, me di cuenta de que tiene un cuerpo 8
tan bueno porque su cuerpo es su carrera.
Yo antes tenía un cuerpo estupendo, pero la pandemia me ha
convertido en una versión más esponjosa y sedentaria de mí misma.
Antes de 2020, caminaba ocho manzanas con Jay para ir al trabajo
todos los días. Chase y yo siempre estábamos en movimiento, y él
me animaba a subir las escaleras cada vez que volvíamos a mi
apartamento.
Pero luego, cuando mi trabajo se volvió remoto y Chase y yo
no pudimos salir tanto con nuestros amigos, simplemente me quedé
en una especie de... blah. Eso es lo que hice. Me desentendí. Blah
debería estar en el diccionario si no lo está ya.
—Me estás mirando —dijo Jay.
Ni siquiera me di cuenta de que lo estaba mirando. Se está
comiendo el trozo de pizza que he rechazado, y parece tan bueno,
con mucho queso.
—No te estoy mirando a ti. Estoy mirando la pizza.
Me la ofrece.
—No es demasiado tarde. Todavía puedes darle un mordisco.
—Para —digo, levantándome del suelo—. Llevo dos
semanas sin comer carbohidratos, me vas a hacer descarrilar. —Me
pongo los zapatos y camino hacia su puerta—. Avísame si necesitas
mi ayuda antes del viernes.
—Si no te veo antes, feliz aniversario —dice todo monótono
porque piensa que Chase es un idiota. Chase no es un idiota, pero
es un Millennial y Jay es más Gen Z que Millennial, así que no
tienen buena onda entre ellos. Además Jay no está en posición de
juzgar a Chase sólo porque tienen diferentes objetivos en la vida.
Vivo en la octava planta, un piso por encima de Jay. Chase se
quedó mucho conmigo durante la pandemia, pero ahora que su
gimnasio está abierto de nuevo, está empezando a quedarse más en
su casa porque es más fácil desplazarse.
9
Es lo mejor; mi apartamento no está hecho para dos personas.
Ya es bastante estrecho conmigo. Una vez que Chase se declare y
empecemos a hacer planes para el futuro, es probable que
consigamos un nuevo lugar juntos cuando nuestros contratos de
alquiler hayan terminado.
Chase y yo vamos a salir a cenar para celebrar nuestro
segundo aniversario el viernes, así que, naturalmente, sería el
momento adecuado para pedirme matrimonio. Lo hemos hablado
largo y tendido y ambos sabemos que es nuestro siguiente paso,
pero estoy intentando no hacerme ilusiones.
Mi madre me ha preguntado dos veces qué voy a llevar a
nuestra cena de aniversario, y ¿por qué más le importaría si no fuera
por las posibles fotos que nos haríamos después de nuestro
compromiso? Tal vez Chase le pidió permiso a mi padre y mi
madre sabe lo que está pasando.
No sé lo que va a pasar dentro de dos noches, pero, por si
acaso, tengo muchas ganas de ponerme el vestido que Chase me
compró para nuestra cena de aniversario.
Siempre me compra ropa, y casi siempre es una talla más
pequeña. Me gusta que piense que soy más pequeña de lo que
realmente soy, pero me avergüenza este vestido porque lo compró
específicamente para que lo llevara a la cena de aniversario y era
demasiado pequeño cuando me lo probé hace dos semanas, casi
tres tallas menos. Por eso estoy subiendo las escaleras hasta mi piso
ahora mismo, y por eso me salté la cena en lugar de disfrutar de la
pizza que Jay pidió mientras estábamos trabajando.
Cuando subo a mi piso, voy al armario y saco el vestido. No
me lo he probado desde que lo recibí hace dos semanas, así que
espero que el trabajo que he realizado estas dos últimas semanas
haya sido suficiente.
Es un vestido precioso. Es largo y negro, con una capa 10
transparente en la parte superior que brilla bajo la luz. Lo vi hace
unos meses en la ventana de Nordstrom cuando Chase y yo salimos
a pasear. Era tarde, así que la tienda estaba cerrada, pero recuerdo
que le comenté lo mucho que me gustaba. Cuando abrí el regalo
hace dos semanas, lloré. No podía creer que hubiera vuelto por él.
Odio haber subido dos tallas enteras –quizás tres– este año.
Me encantaría que me propusiera matrimonio con este vestido.
Lo deslizo por la cabeza y tengo que bajarlo por las caderas.
Me lo pongo y me ajusto las tetas y Oh, Dios mío, está súper
apretado.
No me aprieta tanto como hace dos semanas, pero sigue
siendo demasiado apretado para llevarlo cómodamente. No puedo
conseguir que mis brazos se doblen de la forma necesaria para
poder subir el cierre del vestido. Sin embargo, tengo que ver cómo
se mira con el cierre cerrado, así que decido volver a casa de Jay.
Creo que si me rompo el culo en los próximos dos días, este vestido
podría quedarme bien.
Bajo un piso en el ascensor y llamo a la puerta de Jay. Cuando
me abre, me doy la vuelta y me señalo la espalda.
—¿Puedes subirme el cierre?
—Vaya —dice—. ¿Este es el vestido?
—Este es el indicado.
Toca el cierre con los dedos y lo sube unos diez centímetros,
hasta la mitad de la espalda.
—Aspira —dice. Inhalo un poco y lo sube un centímetro más,
pero siento que el vestido tira y pellizca.
—¿Cuánto queda?
—Unos cinco centímetros más. —Me toca justo debajo de la
línea del sujetador para hacerme saber hasta dónde llega. No es 11
suficiente.
Suspiro y lo miro con un puchero.
—Estoy muy cerca. —Finjo llorar, mostrando mi frustración.
—Aunque consigas subir el cierre antes del viernes, no vas a
estar cómoda. ¿Cómo te vas a sentar?
—Seguro que cerrará si me compro unas Spanx.
—De acuerdo, pero ¿cómo vas a respirar? Chase se
arrodillará y te propondrá matrimonio, y te desmayarás antes de
poder decir que sí.
—Laxantes. Píldoras de agua. Puedo hacerlo. —Me doy la
vuelta para volver al ascensor. Oigo a Jay decir:
—No deberías hacerlo, Jess. —Justo antes de cerrar la puerta.
Capítulo Dos
CHASE Y yo nos conocimos a través de mi amiga Penny. Él
era su entrenador personal, pero Penny está casada, así que siempre
me presentaba a chicos solteros que le parecían atractivos. Yo
acababa de romper con uno de los chicos que me había presentado
tres meses antes, así que no estaba dispuesta a conocer a Chase
cuando me lo propuso por primera vez. Pasaron dos meses y ella
siempre se empeñaba en mencionar su nombre cada vez que
hablábamos de volver a salir, pero yo no estaba interesada. Acabó
engañándome para que fuera a cenar a su casa cuando él estaba allí
una noche.
En cuanto lo vi, quise darme una patada por haber esperado
dos meses para conocerlo. Cualquiera podría haberlo atrapado en
ese tiempo. Era absolutamente precioso. Era un diez de la gran 12
ciudad. Su sonrisa era como la kriptonita, así que, naturalmente,
me acosté con él cuatro horas después de conocernos.
Fue una atracción mutua e intensa para ambos, por lo que
pasamos juntos los dos primeros días después de conocernos. Fue
como el romance relámpago que siempre había esperado que
existiera, pero en el que nunca creí realmente.
Conocí a su madre apenas dos semanas después de conocerlo.
Le presenté a mis padres en el primer mes, algo que nunca hago.
Después de un año de citas y salidas, y un año de sobrevivir a las
pruebas del 2020, sigo pensando que él es el paquete completo. Es
guapo, divertido, motivado, tiene unos dientes estupendos y lo más
importante, es amable conmigo. Sinceramente, no hay nada que
cambiaría de él, aunque su trabajo se vuelve un poco molesto a
veces cuando se mezcla con nuestra vida personal.
Sé que la forma física es importante para él, pero no lo hace
más fácil cuando sugiere que ambos pidamos ensaladas cuando
tengo antojo de comida china, o cuando se burla de mí por tomar
el ascensor en lugar de las escaleras cuando tengo los brazos llenos.
O cuando me compra el vestido de mis sueños en una talla
que no me queda bien.
Vuelvo a colgar el vestido en el armario y luego voy al baño
a rebuscar en el cajón de las medicinas.
Encuentro un paquete de diuréticos y me tomo uno.
Cinco kilos más y un costoso juego de Spanx es todo lo que
necesito para meterme en ese vestido, aunque quince kilos es
probablemente lo que necesitaría para entrar cómodamente.
Entonces me sentiré orgullosa de mí misma por haber alcanzado
ese objetivo. Y luego, si consigo un anillo al final de la noche, será
la guinda del pastel. Incluso podría tener un pedazo de pastel para
celebrar la victoria.
Chase aparece justo cuando me pongo la pijama. Estaba a
punto de ver un episodio de Below Deck, pero cuando le abro la
13
puerta y veo lo sexy que está, inmediatamente quiero hacer otros
planes con él. Me encanta que no se duche antes de venir. Todavía
está un poco sudado y lleva una camiseta de tirantes suelta que deja
ver sus bíceps. Cierra la puerta y me atrae para darme un beso.
—Hola, preciosa. —Se quita los zapatos y me mira de arriba
abajo—. ¿De dónde sacaste esto? —dice riendo.
Miro mi pijama. Normalmente me pongo algo más
favorecedor, pero quería estar cómoda después de meterme en ese
vestido. Sentía que no podía respirar.
—Pijama de cuarentena —digo encogiéndome de
hombros—. ¿Qué tal el día?
—Largo. Pero por fin nos aprobaron el permiso de
ampliación para poner la piscina.
—¡Eso es genial! —Él y su socio llevan más de un año
intentando conseguir el permiso, pero todo se ha retrasado. Nos
dirigimos a la habitación cuando digo—: ¿Cuánto falta para que
puedan empezar a construir?
—Nos reuniremos con los contratistas después de volver de
nuestras vacaciones la semana que viene.
Nuestras vacaciones son otro indicio de que Chase podría
proponerme matrimonio. Nos reservó una escapada a una cabaña
en las montañas. Nos vamos la mañana siguiente a nuestra cena de
aniversario. No sé nada del viaje, aparte de que me dijo que llevara
ropa de montaña y lencería, así que supongo que su plan es estar al
aire libre durante el día y en el dormitorio por la noche.
Chase me besa de nuevo cuando llegamos al dormitorio, y
luego me levanta y me deja caer en la cama.
—Quítate esa fea pijama —bromea, quitándose la camisa. Se
baja el zipper de los pantalones cuando me quito la pijama. Esta es
nuestra rutina de las noches que se queda aquí. Entra, follamos, se
ducha y dormimos. Es madrugador, así que se va a las seis de la 14
mañana. Dice que su horario se reducirá una vez que tenga el nuevo
gimnasio en funcionamiento y se haya completado la ampliación
del actual.
Espero que nuestra rutina se unifique una vez que nos
mudemos juntos. Estoy deseando que ambos tengamos un horario
realmente normal. Ahora vuelvo a la oficina, lo que no me hacía
ninguna gracia. Todo el mundo dice siempre que quiere trabajar
desde casa, pero ahora que me he visto obligada a trabajar desde
casa durante casi un año, estoy más que contenta de volver a una
oficina. Echaba de menos tener un lugar al que ir, pero ahora que
Chase y yo hemos vuelto a nuestros antiguos horarios, no nos
vemos tanto.
Jay y yo trabajamos juntos y vivimos en el mismo edificio,
así que tengo más cenas con Jay que con Chase.
Esa es una gran parte de mi caída este año: cenar con Jay en
lugar de con Chase. Chase es consciente de lo que ambos ponemos
en nuestros cuerpos, mientras que Jay come lo que le apetece y rara
vez gana peso. No es que esté en la mejor forma, pero al menos es
constante. En realidad no ha cambiado mucho físicamente en los
tres años que lo conozco, aparte de pasar de parecer un adolescente
a un hombre.
Yo no soy nada constante. He cambiado mucho. Subo de peso
sólo con mirar lo que Jay nos pide para cenar.
Diablos, probablemente subí de peso sólo mirando su pizza
esta noche.
Pizza. Pensar en ella hace que mi estómago gruña.
—¿Tienes hambre? —pregunta Chase, mientras me besa el
estómago.
—Me muero de hambre. No he cenado.
—¿No comiste con tu amigo nerd? —Chase nunca llama a
Jay por su nombre. Creo que puede estar un poco celoso del tiempo 15
que paso con Jay, pero no está celoso de Jay como individuo. Chase
no está celoso de nadie. Suele ser el más guapo de la sala, así que
un tipo que es siete años más joven que yo y que se gana la vida
desarrollando software de videojuegos no es una amenaza a los
ojos de Chase.
—Estoy intentando meterme en el vestido que me compraste,
así que me salté la cena.
Chase se aparta y me mira.
—¿No te queda bien? Creía que habías dicho que intentabas
volver a la talla 8.
—Sí, pero sólo lo dije hace tres semanas. Se necesitan más de
tres semanas para perder lo que se tardó un año entero en ganar.
Chase me besa en la punta de la nariz.
—Puedes hacerlo. Tengo fe en ti. —Es algo muy dulce, pero
siento un nudo en el estómago cuando dice cosas así. Casi parece
un insulto. No sé. Me gustaría que a veces fuera más como Jay
cuando se trata de mis hábitos alimenticios. Tal vez en lugar de
ignorar el hecho de que dije que me salté una comida sólo para
entrar en un vestido que me compró, podría decir: “No comer no
es saludable. Vamos a cenar”
Oh, los peligros de salir con alguien como Chase. Veo los
aspectos positivos, pero a veces siento que puedo ver mi futuro ante
mis ojos. No soy naturalmente delgada. Tengo que trabajar duro
para no tener sobrepeso. ¿Qué va a pasar cuando me quede
embarazada? ¿Qué va a pasar cuando intente perder el peso del
bebé? ¿Su estímulo se convertirá en resentimiento? ¿Su atracción
por mí está ligada únicamente a mi aspecto físico?
Me siento como una hipócrita cuando me preocupa esto,
porque me encanta el aspecto de Chase. Me encanta que se ejercite,
que tenga un gran cuerpo y que sea sexy, pero realmente siento que
lo apreciaría y me sentiría atraída por él en cualquiera de sus
muchas formas potenciales. Si me dijera ahora mismo que está 16
harto de hacer ejercicio y que quiere cambiar de carrera,
probablemente estaría extasiada.
No estoy siendo justa. Su trabajo es su pasión, y yo también
soy su pasión, así que es natural que ambas se crucen. Sé que me
ama y quiere lo mejor para mí. Tengo que valorar que voy a tener
un compañero de vida que me motiva a ser lo mejor que puedo ser.
—¿Quieres estar tú arriba? —pregunta Chase.
Me pongo encima de él, pero odio que la luz siga encendida.
Cuando nos conocimos, me sentía sexy contra su cuerpo. Pero
ahora, con casi veinticinco libras de más sentada encima de él, me
siento... borrosa.
—Blurgh. —También debería estar en el diccionario.
Capítulo Tres
—SI TAN SOLO PUDIERA vomitar una vez, me quedaría
bien —digo, frustrada. Jay por fin ha subido el cierre, pero el
vestido es tan ajustado que me aprieta por debajo de las tetas y
acentúa la nueva flacidez del estómago que llevo arrastrando todo
el año.
—Tiene que haber algo más cómodo que puedas llevar esta
noche —dice Jay.
Respiro.
—Esto es cómodo —digo apretando los dientes.
Jay se ríe.
—Pareces estreñida. Guapa, pero muy estreñida.
17
Hace dos semanas no podía subir el cierre ni un centímetro.
Estoy orgullosa de lo que he conseguido, pero también estoy
hambrienta y de mal humor y he llorado al menos una vez al día en
estas dos semanas. Jay ha sido testigo de dos de esas pequeñas
crisis.
—Gracias por ayudarme —le digo—. Ya puedes irte, Chase
viene hacia aquí.
Jay se dirige a mi puerta. Él y Chase hacen todo lo posible
para no verse porque sus interacciones son muy incómodas.
Jay se detiene en la puerta y sus grandes ojos marrones casi
parecen tristes.
—Después de comprometerse, ¿cuál es el plan? ¿Te vas a
mudar?
Es uno de mis mejores amigos, y como él y Chase no salen
juntos, sé que todo el tiempo que pasamos juntos como vecinos va
a terminar cuando me mude a un nuevo lugar con Chase. Dudo que
a Chase le haga mucha ilusión tener a Jay en casa todo el tiempo.
Y conociendo a Jay, no vendría a visitarme si viviera con Chase.
Odio que el hombre con el que voy a pasar el resto de mi vida
y el compañero de trabajo al que considero uno de mis mejores
amigos no puedan ni siquiera soportar estar juntos en la misma
habitación. Odio saber que esta noche va a cambiar todo entre Jay
y yo. Estoy ganando potencialmente un prometido, pero perdiendo
un mejor amigo.
No es justo.
Jay me mira fijamente, esperando que responda a su pregunta
sobre si me voy a mudar o no. Asiento con la cabeza, mientras él
aprieta los labios y pone una cara como si lo estuviera esperando.
Hay un tramo de silencio triste entre nosotros, como si quisiera
decir algo mucho más importante que todo lo que me ha dicho
antes.
Y entonces lo hace. 18
—Esta es la peor noche de mi vida —lo dice en voz tan baja
que apenas le oigo. Cierra la puerta tras de sí cuando se va, y me
enfado al instante.
¿Por qué ha dicho eso?
¿Por qué eligió esta noche para decir eso?
¿En este momento?
Me apresuro a abrir la puerta, pero Chase está allí en lugar de
Jay. La decepción se instala en mi estómago, porque ahora tengo
que pasar toda la noche sin saber por qué Jay me dijo eso, o que
quiso decir con eso.
Chase me mira de arriba abajo cuando entra en mi
apartamento.
—Vaya —dice, tomándome la mano y haciéndome girar—.
Qué vestido tan bonito.
Tiro del material por debajo de mis tetas.
—Es demasiado ajustado. ¿Se ve ridículo?
Chase desliza sus manos por mi cintura, tanteando el vestido.
—No, te ves genial. Y el restaurante está oscuro, nadie se dará
cuenta.
Nadie… ¿se dará cuenta? ¿Qué no van a notar? Esa no es la
reacción que buscaba, pero pasa junto a mí y entra en la cocina.
Me quedo mirando la puerta un momento, sintiéndome en
conflicto por la repentina ausencia de Jay y la repentina aparición
de Chase, pero luego voy al baño para obligarme a orinar una vez
más. Necesito todo el espacio que pueda conseguir con este
vestido.
Es un restaurante italiano. Estoy nerviosa, demasiado
nerviosa para que me importe que él haya rechazado la cesta de pan
cuando el camarero la trajo. Miro el menú y me pregunto qué 19
comida podría comer que no se expandiera y me reventara el cierre
del vestido.
Si va a proponerme matrimonio, ¿lo hará antes de la cena? ¿O
planea poner el anillo dentro de un postre? ¿Tal vez en el fondo de
una copa de champán?
El camarero se acerca y Chase pide un filete con una
guarnición de brócoli y la sopa minestrone. Yo pido una…
blurgh… blah… ensalada.
El camarero se lleva los menús y entonces Chase me toma la
mano desde el otro lado de la mesa.
—Dos años —dice, casi con nostalgia.
Sonrío, pero noto que mi pecho empieza a calentarse. Parece
que se está preparando para un discurso.
Quizá lo esté haciendo ahora.
—Jess —dice—. Jessica… —Da un sorbo a su champán y
continúa—. Llevamos dos años juntos. Salimos de una pandemia
con nuestra relación intacta. Eso es enorme. La tasa de éxito de las
parejas cayó en picada el año pasado, pero… aquí estamos. Más
fuertes que nunca.
—Aquí estamos.
Me hace un gesto para que le dé mi otra mano. Ahora sostiene
mis dos manos entre las suyas a través de la pequeña mesa, frotando
sus pulgares tranquilamente sobre ellas.
—Lo que voy a decir es un poco… no sé… poco
convencional. Así que quiero que me escuches, ¿De acuerdo?
Trago saliva, porque mis nervios empiezan a pasar de la
excitación a la incomodidad. Esto no parece el comienzo de una
propuesta.
—Quiero casarme contigo algún día. Ya lo sabes. Quiero que
pasemos toda nuestra vida juntos, que tengamos hijos juntos y que
20
envejezcamos juntos.
Bueno, tal vez es una propuesta.
—Y sé que acabamos de pasar un año difícil, pero… siento
que te he decepcionado.
—¿Qué quieres decir? —pregunto.
—Tengo un gimnasio, lo sé todo sobre nutrición, pero no he
estado ahí para ti de la manera que debería haber estado. Y te amo,
me encanta todo de ti, pero también me preocupa que si no doy un
paso adelante y te doy las herramientas que necesitas para
mantenerte saludable, entonces te estoy fallando como novio.
Como un potencial prometido.
No lo sigo. Sacudo la cabeza para expresar mi confusión.
—Quiero proponerte matrimonio, Jessica. Quería hacerlo
esta noche —dice—, pero en lugar de eso, pensé que esta noche
podría ser una conversación sobre esa propuesta. Quiero que sea
perfecto, tú quieres que sea perfecto. Pero ahora mismo no eres
feliz. No estás donde quieres estar en la escala, y eso me hace sentir
un fracaso. Y hablando desde una perspectiva de negocios, ¿cómo
me hace ver eso? ¿Cómo se supone que voy a mantener una
clientela si saben que ni siquiera puedo motivar a mi propia novia
para que no aumente de peso?
Me sudan las manos. Dice más cosas, palabras, bla, bla, bla,
pero lo único que oigo es mi propio pulso latiendo en mis oídos.
Empiezo a hundirme en la silla. Me repliego sobre mí misma. Ya
no me está tomando de las manos. Hace grandes gestos con una
mano mientras sostiene su champán con la otra. Lo veo hablar y
sólo puedo pensar en las pequeñas insinuaciones que hace. Hay
tantas pequeñas insinuaciones. Incluso el hecho de que diga que no
estoy contenta con el número de la báscula es una indirecta, y una
muy inexacta. Sólo no estoy contenta con mi situación cuando se
trata de él. Pero cuando no pienso en mi peso en relación con 21
Chase, soy feliz.
Soy feliz cuando estoy con Jay… me gusto cuando estoy con
Jay. Hasta que empiezo a pensar en Chase.
Oh, Dios mío. ¿Qué estoy haciendo?
—Piensa en esto como una pre-propuesta —dice Chase—.
Quiero casarme contigo. Te amo muchísimo. Pero me preocupa tu
salud y tu tiempo de vida. Creo que deberíamos fijar una meta
juntos, una meta de pérdida de peso, y nuestro compromiso puede
ser la recompensa.
¿Está preocupado por mi… vida? ¿De verdad acaba de decir
eso?
El camarero nos trae la comida. Chase no coge el tenedor ni
el cuchillo para cortar el filete. Me mira fijamente, esperando que
hable. No tengo ni idea de qué decir. Todavía estoy procesando la
idea de que me acaba de hacer una proposición previa basándose
en lo que dicen los números de la báscula.
¿Está sucediendo realmente? ¿Realmente acabo de pasar dos
años de mi vida con un tipo que va a posponer su amor por mí hasta
que alcance su idea de un peso corporal satisfactorio?
—Lo entiendes, ¿verdad? ¿Entiendes lo que digo?
Asiento con la cabeza, porque estoy tan en shock ahora
mismo que no sé si puedo encontrar las palabras para decirle por
qué no estoy de acuerdo. Asiento con la cabeza, porque necesito
que deje de hablar y se limite a comer. Su lengua es un cincel y su
voz un martillo, y cada palabra que pronuncia me desgarra.
—Podríamos comprar un perro —dice con una pizca de
emoción en su voz—. Un perro te animará a ser más activa.
Mi confianza se resquebraja.
—Sí. Un perro. —Vaya. Puedo sentir cómo esa sugerencia se 22
lleva por delante algo más que mi confianza. Lo siento en mi
orgullo, mi autoestima, mi felicidad. Chip, chip. Chip, chip.
Chase sonríe después de que asentí, y entonces coge el
tenedor y el cuchillo y corta su filete. El trozo de carne filtra sangre,
y me encuentro deseando que sea la cabeza de Chase la que esté en
el plato.
Recojo el tenedor y miro fijamente mi ensalada. Mi triste
ensalada. Es mi segundo aniversario. Debería estar comiendo un
plato de espaguetis y tiramisú, pero en su lugar estoy sentada frente
a un tipo que va a opinar sobre todo lo que entre en mi boca durante
el resto de mi vida.
Si Jay estuviera aquí ahora mismo, no diría que está
preocupado por cuanto tiempo voy a vivir. Se ofrecería a untar
mantequilla en un trozo de pan para mí, porque Jay no disfraza su
decepción de preocupación.
Chase no está preocupado por mí. Chase está preocupado por
Chase. Chase está preocupado por la forma de la mujer con la que
está, más que por la salud mental de la mujer con la que está.
Esto es un problema. Y lo que es aún más molesto -o
revelador, más bien- es que preferiría pasar mi segundo aniversario
con mi vecino que con mi propio novio. Un vecino que es siete
años más joven que yo, pero al que a veces sorprendo mirándome
como si pensara que soy lo más bonito que ha visto nunca. Un
vecino que tiene los mismos intereses que yo, y que nunca me ha
avergonzado por ser yo, especialmente cuando no estoy siendo
perfecta. Un vecino que me anima a compartir una pizza con él
después de un duro día de trabajo.
El camarero vuelve a rellenar nuestros vasos.
—Me gustaría una cesta de pan —le digo—. Y mantequilla.
Él sonríe.
—Enseguida, señorita.
23
Chase ladea la cabeza mientras se mete otro bocado de filete
en la boca, pero hace una pausa antes de comerlo. Está a punto de
decir algo sobre el pan, los carbohidratos o mi tiempo de vida, pero
lo corto.
—Cierra la boca, Chase.
Mis palabras le chocan tanto que jadea. Luego aspira un
fuerte suspiro y tose. Pone cara de dolor y empieza a golpearse el
pecho con el puño.
Creo que se está ahogando.
Lo está haciendo. Se está ahogando literalmente con mis
palabras. Y el filete.
Se golpea el pecho aún más fuerte cuando parece que no
puede conseguir que su bocado de filete baje. Sus ojos se abren de
par en par y me doy cuenta de que realmente se está ahogando.
Las venas de su cuello empiezan a abultarse, pero el momento
es tan surrealista que me siento como si estuviera en medio de un
sueño confuso.
Oh, Dios mío. Haz algo, me digo.
Pero no hago nada. Me limito a observarlo mientras su cara
cambia de color y no puedo evitar preguntarme cómo sería salir de
aquí sin él, si dejara de respirar del todo y cayera de bruces al suelo.
Iría por una bola de helado.
El camarero vuelve con el pan, hago un gesto hacia Chase y,
con mucha calma, digo:
—Creo que se está ahogando.
El camarero mira a Chase y hace una doble toma antes de
darse cuenta de que realmente se está ahogando. El camarero entra
inmediatamente en acción y se apresura a rodear la mesa. Rodea
con sus brazos a Chase, que ahora está de pie y entra en pánico y 24
se agita. El camarero empieza a apretar mientras sus puños se
clavan en el abdomen de Chase.
Agarro una barra de pan. Todavía están calientes.
Otros camareros se han reunido a su alrededor. La cara de
Chase tiene un extraño tono azul cuando el camarero finalmente
libera sus vías respiratorias. El trozo de filete sale volando de la
boca de Chase y cae al suelo. Hay un jadeo colectivo y algunos
suspiros de alivio por parte de todos los que observan.
—Señor, ¿está bien? —pregunta el camarero.
Chase resopla, tose y se agarra al respaldo de la silla. Le
tiemblan los brazos y, cuando agarra un vaso de agua, su mano
tiembla tanto que el agua salpica la mesa.
Chase se toma el agua, vuelve a su asiento y despide a los
camareros con un solo movimiento. El alboroto ha provocado que
la gente se quede mirando, pero Chase se centra únicamente en mí.
—¿Qué diablos te pasa, Jessica? Me estaba ahogando.
—Sí —digo rotundamente—. Me has dado un susto.
—¡Podría haber muerto y tú te has quedado ahí sentada,
maldición!
Doy un mordisco a mi pan. Hacía tanto tiempo que no comía
pan que había olvidado lo delicioso que es. ¿Sería de mala
educación gemir? Me trago el bocado y bebo un sorbo de mi
champán.
—Siento no haberte ayudado —le digo—. Es que… bueno…
empezaste a ahogarte y me di cuenta de que la idea de que te
murieras me aliviaba. Durante unos diez segundos, empecé a tener
ganas de vivir una vida en la que no intentara estar a la altura de las
ridículas normas que me has impuesto. —Me inclino hacia delante
y lo miro con total sinceridad—. Chase. Me preocupa que si me
caso contigo, algún día acabe matándote mientras duermes.
Chase me mira como si no me reconociera.
25
—Lo digo en serio. Rebanar tu garganta me daría más
satisfacción que casarme contigo, y siento que eso es una gran
bandera roja. Creo que deberíamos romper. Ya sabes… por el bien
de tu vida.
Me pongo en pie y me doy cuenta de que casi todo el mundo
en el restaurante nos está mirando, incluida la pareja de la mesa
sentada justo a nosotros. Le doy la espalda a la pareja, pero miro
por encima del hombro a la mujer.
—¿Puedes bajarme el cierre? No puedo respirar con este
maldito vestido.
Ella deja el tenedor y murmura:
—Sí. Sí, claro. —Se levanta y me baja el cierre del vestido.
Suelto un enorme suspiro. Luego tomo mi bolso, la panera y me
voy con los dos.
Capítulo Cuatro
ME COMO todos los trozos de pan de camino a casa. Son
nueve cuadras, y no estoy caminando a casa por el ejercicio.
Vuelvo a casa porque me apetece caminar, y no me avergüenzo de
este paseo porque no lo hago por nadie más que por mí misma.
Cuando llego a mi edificio de apartamentos, tomo el ascensor
aunque sólo lleve mi bolso, simplemente porque me apetece tomar
el ascensor, y no debería tener que explicar esa decisión a nadie, ni
sentirme culpable durante el trayecto.
Pulso el botón de la séptima planta en lugar de la octava
porque quiero ver a Jay. Y mientras estoy en el ascensor, me quito
el maldito vestido. No me importa que sea de Nordstrom y que le
haya costado medio sueldo. Me quito el vestido y lo dejo en el
ascensor para que alguien lo encuentre. 26
Llamo a la puerta de Jay llevando sólo mis Spanx y un
sujetador. Cuando abre la puerta, se queda sorprendido. Inclina la
cabeza y sus ojos se llenan de curiosidad, pero no dice nada. Creo
que se ha quedado sin palabras.
—¿Me prestas una camisa?
Abre más la puerta.
—Sí. —Entro en su apartamento, voy a su habitación y busco
una camisa. Me la pongo y luego me quito las Spanx y las tiro a la
papelera de su baño.
Cuando salgo de su habitación con la camiseta puesta, está de
pie en medio de la habitación, mirándome fijamente.
—¿Qué…? —Se limita a sacudir la cabeza. Ni siquiera sabe
con qué pregunta empezar.
—¿Te molesta nuestra diferencia de edad? —le pregunto.
Se pone rígido ante la pregunta.
—¿La diferencia de edad? Sólo nos separan como… siete
años. Eso no es nada.
—Como amigos no es nada —digo—. Pero…
hipotéticamente hablando… si una mujer que es siete años mayor
que tú admite que le gustas, ¿considerarías alguna vez salir con
ella?
Jay lo piensa por un momento, y luego da unos pasos hacia
mí hasta situarse justo enfrente.
—Si me preguntas si saldría contigo a pesar de nuestra
diferencia de edad, la respuesta es, hipotéticamente, maldición, sí,
llevo tres años enamorado de ti.
Jadeo ante su admisión. Su admisión hipotética. Y entonces
suelto un enorme y jodido suspiro, porque puedo, porque llevo una
camiseta holgada y no estoy restringiendo mi suministro de aire
sólo para complacer a otra persona, y oírle admitir que ha estado
27
enamorado de mí mientras simultáneamente me doy cuenta de que
estoy enamorada de él es como si me quitara un enorme peso de
encima. Un peso en forma de Chase.
—¿Se ha declarado? —pregunta Jay. Sus ojos son temerosos,
como si no quisiera que nuestra hipotética conversación fuera
hipotética en absoluto.
Sacudo la cabeza.
—No. Me di cuenta a mitad de la cena de que prefiero estar
aquí que en cualquier otro sitio, porque soy yo misma cuando estoy
contigo, y lo que es más importante, me gusto cuando estoy
contigo.
Jay parece aliviado. Desliza una suave mano por mi cabello y
sus dedos se posan en mi nuca. Me recorren escalofríos y me mira
con sinceridad.
—¿Cómo es que la peor noche de mi vida acaba de
convertirse en la mejor noche de mi vida? —Presiona su boca
contra la mía y me besa.
Es el tipo de beso que he estado necesitando: un beso lleno de
sentimientos y vacío de juicios e inseguridades.
Jay me levanta, pero no es tan fuerte como Chase, así que
apenas avanzamos unos metros hasta el sofá antes de que tropiece
accidentalmente con la alfombra del salón y me deje caer al suelo.
Ahora los dos estamos de espaldas riendo.
No estoy segura de lo que viene después con Jay, pero una
cosa que sé con seguridad es que esta noche me he desenamorado
de Chase y me he enamorado de otra persona.
De mí misma.

28
SOBRE COLLEEN HOOVER

Colleen Hoover es la autora número


uno del New York Times, con más de
veinte novelas.
Para leer más de su trabajo, visite su
sitio web en:
colleenhoover.com.

29

También podría gustarte