Está en la página 1de 10

Unidad 1.

A modo de introducción: filosofía y filosofar

¿Cómo filosofar?
Apunte de Cátedra
Gastón G. Beraldi

Introducción
Llegamos al final del diálogo en el que iniciamos las primeras preguntas sobre la filosofía.
Veremos que el cómo filosofarse vincula con leer, interpretar, comprender, escribir, reescribir y
recrear.

Profesor —Hola a todxs nuevamente. Si mal no recuerdo, en las clases anteriores


hemos problematizado qué es la filosofía, y luego para qué y por qué
filosofar. Si esto es así, entonces me parece que sólo nos queda avanzar sobre la última
pregunta que algunx de ustedes había hecho: ¿cómo filosofar?

Estudiante —Sí, es cierto profesor. Habíamos quedado en indagar cómo filosofar.

P —Avancemos entonces ahora, y por último, en la pregunta que nos quedaba abordar:
¿cómo filosofar? o ¿cómo se construye el discurso filosófico? Y veremos que aquí,
en cierta medida, estaremos en el mismo problema de falta de respuestas definitivas.

E
—Bueno profesor, trataré de seguirlo…
Caminar
P Recorrer
—No sé si te habrás dado cuenta, pero tu expresión ―trataré Un camino
de seguirlo‖, que denota entre fastidio, inseguridad y un Una vía
mínimo resto de paciencia, indica también algo muy importante: que (Siempre desde
estás siguiendo un camino, uno, no el único posible, sino el que se fue una perspectiva).
trazando en el curso de esta conversación. Un camino que está
condicionado por una perspectiva dentro de muchas posibles. Y no es menor
Tu expresión, y viene al caso de la pregunta que nos queda abordar: la pregunta por el cómo.
Cuando preguntamos cómo hacer algo, lo que estamos pidiendo, de manera muy general, es
una descripción. Que nos indiquen los pasos que debemos dar para hacer algo. Pero de
manera más estricta el cómo está vinculado al método. La etimología del término ―método‖
significa ―vía‖, ―camino‖. Cada perspectiva desde la que abordamos algo es un camino que
conduce hacia un objetivo. Y un camino es algo que se puede seguir, en un camino damos
pasos para hacer algo…
Cuando nos preguntamos entonces ¿cómo filosofar? estamos preguntando por si hay un
método, si hay un único camino o si hay varios sobre el cual se construye el discurso filosófico.
Aclaremos antes de seguir con el tema de los caminos, que el filosófico es un tipo de discurso
particular, como lo es el científico, el literario, el periodístico u otros. Y el discurso filosófico
discurre, en general, mediante argumentos. Sin embargo, pese a construirse mediante
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

argumentos, el discurso filosófico difiere entre épocas, corrientes de pensamiento y entre los
mismos filósofos. Podría decirse que hay modos distintos de hacer filosofía. Pero en la
actualidad –y antes en parte también– en todos esos modos hay algo que los mancomuna. En
general, la filosofía se construye con textos, en textos y a partir de textos. Y eso es porque hay
filosofía desde que hay escritura. La filosofía nace en Grecia gracias al surgimiento de la
escritura. Así al menos lo ven algunxs filósofxs que estudian el mundo antiguo:

[…] Grecia tomo en el siglo VIII a.C. un silabario de origen fenicio y lo convirtió en un
sistema hasta ahora no superado. Este avance sin precedentes lo es especialmente
porque constituye la condición de posibilidad de cambios sin precedentes. En este sentido,
podemos contar a la escritura alfabética como un motor o acelerador de sistematicidad,
ya que sin su presencia en tanto condición de posibilidad de codificación de mensajes
complejos, la evolución posterior del pensamiento griego es difícilmente imaginable.
[…] el pensamiento abstracto, la posibilidad de secuenciar, clasificar y explicar es
sumamente limitada en espacios donde la escritura está ausente.
[…] Con este instrumento de conservación a la mano se dio comienzo a un
comportamiento radicalmente novedoso respecto de lo previo, que solía restringirse a la
memoria y recreación de los relatos. Así, al mismo tiempo que el frenesí de la repetición
de los relatos comenzó a convivir con su fijación escrita, se gestó la
posibilidad de plasmar por escrito reflexiones personales que
escapaban a la lógica de las sagas narrativas y expresaban lo que se Leer
creía respecto de ámbitos determinados de la realidad. La Interpretar
oportunidad de contar con una cierta acumulación de estas opiniones Comprender
previas, como es previsible, predispone a una lectura crítica respecto Escribir
de ellas y a la consecuente complejización del material producido. Reescribir
Un determinado cúmulo de desarrollos termina por consagrar una Recrear
masa crítica que habilita a plantear la existencia de un sistema
explicativo alternativo, esta vez de carácter argumentativo. (Mársico,
2011, 15-16 y 18)

Y la tarea prioritaria de los filósofos parece pasar por la lectura, la interpretación y la


comprensión de textos. Y a partir de allí, la escritura, o mejor, la reescritura de textos.
Pero empecemos entonces por responder ¿qué es un texto? Una
caracterización ya clásica es la que da Paul Ricoeur (Filósofo francés, 1913- ¿Qué
2005) quien señala que: ―Llamamos texto a todo discurso fijado por la es un
texto?
escritura.‖
Es cierto que Sócrates, por ejemplo, fue un filósofo que marcó en gran medida
nuestra tradición filosófica y no nos dejó textos, porque para él la escritura era un veneno para
la memoria. Sin embargo sus enseñanzas las dejó plasmadas su discípulo, Platón, en la
mayoría de sus diálogos escritos, y sin los cuales no podríamos decir que Sócrates afirmaba lo
que señalé antes. También es cierto que Aristóteles filosofaba paseando por los jardines del
Liceo. Pero si no hubiera sentado esas conversaciones con sus maestros y discípulos en un
texto, difícilmente tendríamos hoy conocimiento de su obra. Los textos entonces dan cuenta de
los vestigios del pasado.
Ahora, digo que ―en general la filosofía se construye con textos, en
textos y a partir de textos‖, porque podemos entender el concepto de El texto: aquello a
lo que puede
―texto‖ en un sentido restringido, como en Ricoeur. Sin embargo, la
darse sentido.
noción de ―texto‖ puede ser más amplia. Hay quienes, como Louis Aquello que puede
Marín (Filósofo, semiólogo, historiador y crítico de arte francés, 1931- ser “leído”
1992), señalan que, por ejemplo, una obra pictórica narra, es decir,

2
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

puede ser considerada como un texto. O bien, aquellos que, como Mijaíl Bajtín (Filósofo del
lenguaje y crítico literario ruso, 1895-1975), sostienen que el concepto de texto rebasa lo
meramente escriturario, y que esta noción entonces está más vinculada a
las competencias del lector para dar sentido a los significados y no a la Leer un libro, leer
caracterización de texto como lo meramente fijado por la escritura. En una fotografía,
este sentido, no sólo una obra pictórica, sino también una fotografía, leer un cuadro,
una escultura, un film podría ser considerado un texto. Y en ambos leer un film, leer
casos podemos decir que tanto unas como otras pueden ―ser leídas‖. un mundo…
En este mismo sentido amplio de texto, Unamuno concebía la noción de
―libro‖ por ejemplo, por más que exista también una noción mucho más
estrecha de libro que es a la que estamos más acostumbrados.

Hace unos meses estuve en el frente italiano, y de allí me traje libros, memorias, diarios,
folletos, apuntes, mapas, dibujos, fotografías, y gracias a todo esto conozco algo de aquel
frente en la guerra actual. Y el que está en uno de esos frentes sólo se da cuenta de él
cuando lo ha visto así, a través de la traducción idiomática. Uno se percata de que su
visión de la guerra, su comprensión de ella, apenas se ensancha ni se aclara después de
haber contemplado su escenario y oído acaso tronar el cañón. […]
¡Cosas de libros, sí! Así son todas las cosas humanas. Y los hombres mismos son hombres
porque son de libros y cuando lo son. El fetiche de un salvaje, el tosco dibujo que graba
en su cabaña, el adorno con que se atavía, son libros. Es decir, son memoria colectiva. Y
donde no hay memoria colectiva, donde no hay libro, no hay ni albores siquiera de
racionalidad (Unamuno, 1958 [1918] VI, 632-634).

Como vemos, los textos, dan testimonio del paso del tiempo, y en este
Lo leído es
sentido constituyen la memoria de los hombres y de los pueblos, el lugar de
lo
su experiencia y de su conocimiento.
heredado.
Incluso hasta el mundo puede ser considerado como un texto, sobre todo
por la estructura temporal que damos al mundo y que comparte con el
relato: un inicio, un desarrollo y un fin. En ese sentido, el mundo es semejante al texto, y
podemos decir también que el mundo puede ser leído.

—¿Entonces la tarea del filósofo sólo consiste en leer y escribir textos?


E

P —Por contradictoria que parezca la respuesta, sí y no. Lo que sí es necesario tener en


cuenta es qué hace el filósofo con los textos, porque no es la misma la tarea del
filósofo que la del crítico literario, o la del novelista, o la del historiador, quienes también
trabajan desde textos y elaboran otros textos. Para explicarte
esta respuesta contradictoria, en primer lugar vamos a tener que
saber qué entendemos por leer, interpretar, comprender y “Leer” es mucho
escribir textos. más que el mero
ejercicio de seguir
—Pero profesor, no me queda claro el planteo que Ud. unas líneas de
E
quiere hacer. ¿Preguntarse qué significa ―leer‖? o ¿qué palabras en un texto
es leer? Esa pregunta quizás sería más apropiada para alguien
que está iniciando sus primeros pasos en la lectura. Pero en mi
caso, como en el de mis compañerxs, si llegamos hasta el
ingreso a la universidad es porque se supone que sabemos leer, ¿o no?

3
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

P –Sí, por supuesto. Pero que sepas leer porque a esta altura es
algo que ya hacés con naturalidad, no significa que te hayas Saber ¿qué es
preguntado qué es leer. Incluso no significa que necesariamente sea leer? no es algo
sencillo responder a esa pregunta. Por un lado, está la práctica natural, es un
habitual de la lectura, y por otro la reflexión sobre esa práctica. Y lo ejercicio
mismo sucede con muchas actividades que uno hace naturalmente filosófico.
pero que también podría reflexionar acerca de qué significan
ellas. En general nuestras actividades cotidianas las tenemos naturalizadas.
Caminamos, hablamos, respiramos, comemos, trabajamos. Pero nadie podría decir que es lo
mismo la actividad de trabajar que saber, reflexivamente, qué significa trabajar. Porque
trabajar implica una serie de connotaciones político-sociales de las que no necesariamente nos
percatamos al momento de hacer la actividad de trabajar. Lo mismo sucede con la lectura. La
pregunta qué es leer o cómo leer, no es una pregunta que implica una mera cuestión
metodológica, sino que es, fundamentalmente, una cuestión filosófica. Acá el problema no
pasa tanto por saber leer en el sentido corriente de la expresión, sino que la cuestión es qué
significa leer, qué implica saber leer, qué hay detrás y en los márgenes de una lectura.
Retomando, una vez que abordemos qué es leer, interpretar y comprender, luego vamos a
tener que ver qué hacemos con eso que leemos. Porque lo que se pone en juego acá es cómo
leemos y desde dónde leemos, y en este sentido es que interpretamos. Y luego, cómo
escribimos, para quién escribimos, desde dónde escribimos.
Al respecto, y para comprender qué significa leer, tenemos que saber que un texto, una vez
escrito, cobra autonomía respecto de lo que el autor escribió. Ricoeur decía al respecto:

Una manera radical de cuestionar la primacía de la subjetividad es


tomar como eje hermenéutico la teoría del texto. En la medida en El texto, una vez
que el sentido de un texto se automatiza de la intención subjetiva publicado, queda
del autor, el problema esencial ya no consiste en encontrar, desligado de su
detrás del texto, la intención perdida, sino en desplegar, ante el
autor para entrar
al mundo del
texto, el mundo que abre y descubre. (Ricoeur, 2001, 51)
lector.

Ahora, el texto ya dado al público exige un lector, un intérprete. Con esto, la comprensión del
texto surge cuando el texto habla a través de la interpretación del lector,
cuando el sentido del texto se expresa en el lenguaje del intérprete. El
¿Cuál es el sentido
texto produce efectos en el lector, y la potencialidad de sentido que el
que expone un
texto tiene se concretiza en la lectura, en las múltiples lecturas. Así,
texto? ¿El que da el
un texto no adquiere sentido sin un lector que lo interprete. Con lo
autor? ¿El que da el
cual, todo texto trasciende sus propias condiciones de producción y se
texto? o ¿El que da
abre a una serie ilimitada de lecturas situadas en contextos diferentes.
el lector?
Esto implica que el acto de leer no es una actividad pasiva, sino activa,
donde el lector construye un nuevo sentido al texto. Así, al menos, lo ven
algunxs filósofxs:

La premisa de lo que declara Unamuno […] es que un texto de por sí nada dice; somos
nosotros, los lectores, los que lo hacemos hablar. […] Esta idea […] es la base de todas
las teorías que desarrollan a lo largo de la segunda mitad del siglo XX críticos tan
conocidos como W. Iser, H. R. Jauss, R. Barthes, J. Derrida, U. Eco, S. Fish, J. Culler y
varios otros que, ya sea bajo la etiqueta de la teoría de la recepción o bajo alguna otra de

4
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

posterior invento, colocan al lector en el centro mismo del proceso de significación.


(Longhurst, 2009, 350)

Si la Biblia tiene un valor inapreciable, es por lo que en ella han puesto generaciones de
hombres que con su lectura han apacentado sus espíritus; y sabido es que apenas hay en
ella pasaje que no haya sido interpretado de cientos de maneras, según el intérprete. Y
esto es un bien grandísimo. (Unamuno, 2007 [1905] vIII, 749)

Finalmente, es el lector el que reata la obra en la medida en que, según Román Ingarden
en La structure de l'oeuvre litíéraire y Wolfgang Iser en Der Akt des Lesens, la obra
escrita es un esbozo para la lectura; el texto, en efecto, entraña vacíos, lagunas, zonas
de indeterminación e incluso, como el Ulises de Joyce, desafía la capacidad del lector para
configurar él mismo la obra que el autor parece querer desfigurar con malicioso regocijo.
En este caso extremo, es el lector, casi abandonado por la obra, el que lleva sobre sus
hombros el peso de la construcción de la trama (Ricoeur, 1995, 147-148).

Entonces, dado que, por un lado, la significación de un texto no necesariamente coincide con la
intención de su autor y, sospechando, por otro que, como señala Foucault,
un texto dice más de lo que dice, hay que considerar que un texto necesita Aprender a
de un lector. El acto que media entre el texto y el lector es el acto de leer =
interpretación, de traducción, de comprensión, en definitiva, de lectura. aprender a
heredar
Retomemos ahora la pregunta ―¿qué es leer?‖, ―¿qué significa leer?‖. Al
respecto, el filósofo español Paco Vidarte (1970-2008) señalaba la
intrínseca relación entre la filosofía y la lectura, afirmando que quizás la
filosofía no sea nada más, ni nada menos, que (aprender a) leer. Aprender a leer para
aprender a heredar, porque lo que heredamos son modos de leer. Y así, podemos decir que
hay una lectura como reunión, o como acuerdo, o como diálogo, o como remedio/veneno, o
como escucha, o como placer y goce, o como diseminación, o como desquiciamiento, o como
lucha, entre tantas otras posibilidades de entender “qué es leer”. Hay diversos modos de leer.
Ahora bien, leer siempre está estrechamente vinculado con interpretar, traducir y comprender,
si es que no son formas diferentes de decir lo mismo. Pero al leer, aunque el recorrido es
propio, andamos siempre por caminos antes señalados, porque como ya he dicho en alguna
oportunidad. La comprensión de un texto implica la lectura desde un horizonte de sentido, el
nuestro presente, que se extiende hacia otro, pasado. En este sentido, lo transmitido por
nuestra tradición tiene un peso importantísimo. […] Así, Gadamer señala que:

Lo consagrado por la tradición y por el pasado posee una autoridad que se ha hecho
anónima, y nuestro ser histórico y finito está determinado por el hecho de que la
autoridad de lo transmitido, [...] tiene poder sobre nuestra acción y sobre nuestro
comportamiento. Toda educación reposa sobre esta base (Gadamer, 1999, 348).

Interpretar supone dar un sentido, un determinado sentido, leer en determinada dirección


dentro de varias posibles. Y nadie interpreta de la misma manera, puesto que la familia,
Estado y sociedad en que vivimos nos transmiten costumbres, teorías y conocimientos
diversos. Nadie interpreta igual que otro, y ni siquiera nosotros mismos interpretamos de
la misma manera en un momento y en otro de nuestras vidas. No es posible pretender
una interpretación aséptica, desprejuiciada, porque se halla irremediablemente
―contaminada‖, atravesada por los conocimientos precedentes y por nuestros propios
prejuicios y preconcepciones. Leer e interpretar es siempre leero
interpretar desde... Esto significa que nunca estamos leyendo de Toda lectura está
manera pura un texto, ni siquiera si fuera el primer texto que “contaminada”

5
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

leyéramos en nuestra vida, porque una lectura supone leer a partir de una serie de
prejuicios (que no necesariamente son negativos) que nos constituyen en tanto
habitantes de un mundo, de un país, de una ciudad, de una familia, es decir, en tanto
seres culturales y sociales (Alonso, Ambrosini y Beraldi, 2017, 23-24).

Pero como ya te adelanté, el texto no es el único objeto que puede ser leído. Y así como dije
que podíamos leer un cuadro, una fotografía, un film o el propio mundo, también, por ejemplo,
podríamos leer una biblioteca, o mejor, la disposición de libros en una biblioteca. Ya que
hablamos en un modo metafórico de ―leer una biblioteca‖, me gustaría traer un ejemplo al que
suelo recurrir con frecuencia para intentar dar cuenta qué significa leer, interpretar y
comprender, y es un ejemplo que siempre me pareció muy práctico:
En tanto la interpretación supone dar un sentido, dar un orden a un mundo que es
cultural, si, por ejemplo, pretendiéramos comprender el sentido de una biblioteca,
hacemos una lectura, una interpretación de ella. Y si allí vemos que la biblioteca fue
ordenada alfabéticamente, es porque ya antes de darle ese orden, el bibliotecario supuso,
inconscientemente, la existencia de un alfabeto. Y si vemos que en ese orden alfabético
en que está estructurada la biblioteca los libros se extienden en ella de la A a la Z de
izquierda a derecha, es porque, además, la tradición cultural del bibliotecario le ha
transmitido un modo de escritura y ordenamiento de la grafía que se extiende de
izquierda a derecha, y no viceversa como en otras culturas. Y aún más, es posible
asimismo que en ese orden de la biblioteca se hayan colocado en los estantes de arriba a
los textos de autores europeos y norteamericanos, y en los de abajo los sudamericanos,
por ejemplo. Esto implica que ya hay un sentido dado, una pre-comprensión del mundo
del bibliotecario antes de disponerse a ordenarlos. Se establece allí una analogía entre la
biblioteca y un planisferio. Y como en el mapa, Europa y Norteamérica se encuentran
arriba y Sudamérica abajo, se da también ese orden a la biblioteca.

Pero bien sabemos que ese orden es un orden ficticio. Es una manera de dar sentido al
mundo, o a la biblioteca. Y en ese dar sentido, arriba también equivale a superior y abajo
a inferior. Luego, leer e interpretar esa biblioteca ya dispuesta y ordenada, posibilita
comprender un mundo, el del bibliotecario que la ordeno. Un mundo atravesado por una
serie de valoraciones y preconcepciones que nos son transmitidos
por nuestra tradición y que son la base para dar sentido al
mundo, o a la biblioteca. Cualquiera de esas estrategias Tenemos una
supone un modo de ver el mundo, de estar en el mundo, de interpretación/
sentirlo, de comprenderlo, un concepto sobre él. Es una comprensión ya
antes de ponernos
forma de leer e interpretar la biblioteca. Así también leemos
conscientemente a
e interpretamos el mundo, y lo mismo hacemos con los textos
interpretar.
(Alonso, Ambrosini y Beraldi, 2017, 24-25).

―Leer‖ recoge entonces la máxima hermenéutica del poder de la


tradición. Así, cuando leemos, lo hacemos siempre desde ella,
Nuestra tradición
aunque sea con ella o contra ella. Es decir, siguiendo la tradición condiciona nuestras
o cuestionándola, pero inevitablemente desde ella. La lectura lecturas y nuestras
entonces siempre recoge el peso de una vida, de una cultura, de interpretaciones.
una tradición. En este sentido, Unamuno decía que:

[…] Sobre mí pesaba mi vida, que era y es mi muerte. Pesaban sobre mí no sólo mis
sesenta años de vida individual física, sino más, mucho más que ellos; pesaban sobre mí
siglos de una silenciosa tradición recogidos en el más recóndito rincón de mi alma;

6
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

pesaban sobre mí inefables recuerdos inconscientes de ultra-cuna (Unamuno, (1927)


1958 X, 827).

Pero si bien, como ya te dije, al leer andamos siempre por caminos antes señalados, al
apropiarnos de ellos, los hacemos nuevos. El acto de lectura es un acto co-creativo, porque
cada generación que se ha sucedido ha ido, a través de su interpretación, añadiendo algo al
texto, y este se ha ido transformando y agrandando. Corresponde al lector entonces el papel
de descubrir/crear un sentido que no está dispuesto en el texto, sino más bien propuesto a
partir de los espacios vacíos que el escritor deja y que permiten que el lector los actualice. Y
en esto radica precisamente el poder de la lectura. La potencialidad de la
lectura permite hacer de la finitud del texto, al actualizarse en las múltiples
Leer:
lecturas, la infinitud del significado. Es decir, de un texto que es siempre Un acto de
el mismo en su escritura, es, por la lectura, siempre distinto en su co-creación.
significado.
Ahora, ¿qué hacemos con esas lecturas? Esta es otra pregunta importante
para saber cómo hacemos filosofía, y cómo hacemos filosofía hoy. Demás está decir que, a
partir de esas lecturas escribimos nuevos textos. Pero el género literario del discurso filosófico
ha variado sustancialmente desde la antigüedad hasta hoy.

—¿Pero entonces es diferente cómo se hace filosofía hoy a cómo se hacía antes?
E

P —Tu pregunta me parece un poco amplia. Muchas cosas se pueden decir en torno a
las diferencias. Por un lado, no me parece que sea necesario hacer una descripción
pormenorizada de cómo se fue transformando la construcción del discurso filosófico, o mejor,
de cómo fue variando el género (dentro de la teoría de los géneros literarios) mediante el cual
producimos filosofía. Pero sí creo que hay que dejar en claro que la forma en que hacemos
filosofía hoy responde, en gran medida, a los desarrollos de la filosofía académica, es decir, de
la filosofía en la universidad y en los centros de investigación. Y que hoy la filosofía sea
entendida como una formulación a través de tratados, y más actualmente aún, a través de
papers (artículos en revistas científicas), se debe al afán de presentarse como ciencia. Pero no
siempre fue así. Fue especialmente a partir de los siglos XVII/XVIII donde el modelo hegemónico
de las ciencias empíricas arrastró a la filosofía a un determinado género gestado en los
entornos académicos y tendientes a huir de lo literario. Pero, por otro lado, más allá de los
modos en los que la filosofía se exterioriza y se ha exteriorizado: el paper, el tratado, el
ensayo, el diálogo, el poema o la novela, lo que me parece más importante es qué hacemos
con lo que leemos y que luego lo liberamos en la escritura. La cuestión, me parece, pasa por
preguntarnos qué nos aportan los textos pasados (sean antiguos, medievales, modernos,
contemporáneos y hasta incluso del año pasado) para producir una reflexión de orden filosófico
hoy.

Mirá, veamos si un ejemplo nos puede ayudar. Cuando amanece el cristianismo, y un poco
más tarde la doctrina cristiana, los fundamentos que sirven para construir el pensamiento
cristiano son fuentes pre-cristianas. Más allá de la indudable deuda con el judaísmo, el
cristianismo necesita justificar filosóficamente su doctrina, y para tal empresa no podía sino
recurrir a la filosofía griega, y en esos momentos, en especial, a la asimilación y original
interpretación del pensamiento platónico y estoico que hicieron los primeros ―creadores‖ de la
doctrina cristiana, pensamiento que luego fuera sistematizado entre el siglo IV y V por Agustín
de Hipona (Filósofo africano –actual Argelia–, 354-430). Siglos más tarde, Averroes (Filósofo

7
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

andalusí, Córdoba-actual España, 1126-1198) y Avicena (Filósofo persa, Bujará-actual


Uzbekistán, 980-1037), a través de los comentarios que realizan de las obras de Aristóteles,
introducen la filosofía aristotélica a los pensadores occidentales de la Edad Media. Como
señalan algunos, esas lecturas resultaban poco ortodoxas para el pensamiento cristiano, y si
bien fueron influyentes en algunos pensadores del cristianismo, en principio eran rechazadas
por heterodoxas, por lo cual los averroístas se enfrentaron a la acusación de herejía. Pero sólo
un siglo más tarde, y gracias a la recepción de la filosofía aristotélica que hace Tomás de
Aquino (Teólogo y filósofo italiano, 1225-1274), tanto la obra de Aristóteles como su persona,
pasan a ser consagradas para la Iglesia Católica convirtiéndose en el canon del cristianismo. La
gran labor llevada a cabo por Tomás de Aquino fue la de interpretar los textos aristotélicos
desde la óptica de doctrina cristiana. Así, la filosofía de Tomás de Aquino más que expresar el
pensamiento tomista, crea, como ha señalado el filósofo español Julián Marías (Filósofo
español, 1914-2005), un aristotelismo cristiano. Es decir, re-crea la obra aristotélica, hace otro
Aristóteles. Esto mismo es señalado por Néstor Cordero:

El carácter material de los escritos de Aristóteles jugó un papel importante. […] La mayor
parte resistió el paso del tiempo, pero algunos trabajos se perdieron y otros fueron
preservados en traducciones árabes efectuadas en Bagdad a partir del año 832 de
nuestra era. Y es precisamente gracias a aristotélicos árabes, especialmente Averroes,
como Aristóteles, ignorado hasta entonces, entra en escena en Europa. Pero su filosofía
(con excepción de la lógica) es objeto de fuertes rechazos, pues la eternidad del universo
proclamado por él […] es incompatible con los dogmas cristianos, que dominan el campo
de la filosofía en Occidente. […] Pero pocos años después la absolución se produce ya que
Tomás de Aquino (que lee a Aristóteles en latín, pues no sabe griego) efectúa lo que se
llama ―la gran síntesis‖: la eternidad del mundo proclamada por Aristóteles no excluye la
Creación, ya que ésta se produjo ―desde la eternidad‖ (ab aeterno). Así es como
Aristóteles devino ―el‖ filósofo, y eso, hasta hoy. Un proverbio creado por entonces
resumía bien la situación: ―Sin Tomás, Aristóteles hubiese quedado mudo‖ (Cordero,
2008, 153-154).

Y este gran trabajo de interpretación le permitió a la Iglesia Católica justificar-racionalmente-


la doctrina cristiana, haciendo de Aristóteles y su obra ―el‖ filósofo de la Iglesia, posibilitando
que el cristianismo se arraigase en al menos un tercio de la población mundial, constituyendo
la religión con más adeptos en el mundo. Por tal motivo, Cordero, señala que poco después de
la muerte de Aristóteles se pasó de un rechazo total de sus ideas a una suerte de divinización
que hizo de él ―el‖ filósofo por excelencia.

Este hecho condujo a que el pensamiento cristiano refundara el pensamiento occidental y su


cultura, haciendo del mundo occidental un mundo cristiano (y un mundo aristotélico), en el
sentido de que todos los occidentales, queramos o no, participamos, a través de los mensajes
provenientes de nuestra tradición, del pensamiento cristiano, y en consecuencia, del
pensamiento aristotélico (en éste último sobre todo en lo concerniente a la relación lenguaje-
realidad). Por ello, dice Cordero, que somos aristotélicos sin saberlo.

En consecuencia, el patriarcalismo, el androcentrismo, el monoteísmo, la culpa, la monogamia,


la heterosexualidad y la idea de la personalidad del embrión, entre tantas otras, por ejemplo,
son valores de vida occidentales que provienen decididamente del cristianismo, y más
específicamente del catolicismo. Nada de esto era así en el mundo griego. Reconocer esta
herencia es necesario para poder cuestionarla.

8
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

Bueno, espero que este ejemplo haya sido de utilidad para comprender qué hacemos con
nuestras lecturas. En definitiva, la tarea del filósofo parece estar encaminada a problematizar
lo que parece trivial, a cuestionar críticamente lo que sucede en la actualidad, a hacer una
lectura desde la actualidad. Es decir, lo que nos interesa es qué tiene para aportarnos a
nuestro tiempo la obra de un filósofo precedente. Y para ello tomamos como marco conceptos
elaborados previamente por otros filósofos, científicos, artistas, etc. que nos permiten hacer
una nueva lectura de nuestro mundo y actualizar esos conceptos
resignificándolos y dándoles nueva vida en un nuevo texto.
Quizás en este sentido sea útil saber que toda afirmación y toda La filosofía como
re-lectura,
respuesta a esos problemas planteados, queda condicionada por
re-interpretación,
una pregunta y por un marco teórico, histórico y cultural que nos re-creación y
permite afirmar en un momento una cosa y en otro, otra. Por re-escritura.
ello, estos nuevos textos producidos luego serán leídos,
reinterpretados, resignificados, y re-escritos ad infinitum. Y es
por eso que el debate continúa.

Bueno, por hoy hemos llegado al final -aunque en esto nunca haya un final-, pero por lo pronto
podemos decir ―hasta la próxima clase‖.

E —Hasta la próxima profesor.

P —Hasta la próxima.

9
UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: ¿Cómo filosofar?

Referencias bibliográficas

ALONSO, M., AMBROSINI, C. Y BERALDI, G.


(2017). Bestiario epistemológico. Metáforas zoomórficas y
de otras entidades en la enseñanza de las ciencias y la epistemología, Buenos Aires: FFyL-
UBA.

CORDERO, N. L.
(2008). La invención de la filosofía. Una introducción a la filosofía antigua,
Buenos Aires: Biblos.

GADAMER, H-G. (1999). Verdad y Método, Salamanca: Sígueme.

LONGHURST, C.(2009). ―La tradición hermenéutica en la narrativa unamuniana‖, en Chaguaceda


Toledano, A. (ed.), M.U.E.O. IV, Universidad de Salamanca, Salamanca.

MÁRSICO, C.T.
(2011). ―Ejes para pensar lo griego‖, en Mársico, C.T., (ed.), Polythrýleta.
Sistemas explicativos y mutación conceptual en el pensamiento griego, Buenos Aires:
Rhesis.

RICOEUR, P. (1995). Tiempo y Narración I, México: Siglo XXI.

RICOEUR, P. (2001). Del texto a la acción, Buenos Aires: FCE.

UNAMUNO, M. DE, (1958). ―Cosas de libros‖ (1918), en Obras Completas, Vol. VI, Madrid: A.
Aguado.

UNAMUNO, M. DE,(1958). ―Cómo se hace una novela‖ (1927), en Obras Completas, Vol. X,
Madrid: A. Aguado.

UNAMUNO, M. DE,(2007). ―Sobre la lectura e interpretación del Quijote‖ (1905), en Obras


Completas, Vol. VIII, Madrid: Turner-Castro.

VIDARTE, P. (2006). ¿Qué es leer? La invención del texto en filosofía, Valencia: Tirant lo Blanch.

10

También podría gustarte