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INTRODUCCIÓN
Para todos los que se interesan por la arqueología, etnología e historia de Améri-
ca del Sur, el territorio de la República del Perú, sobre todo, su faja costera y el
poderoso macizo de los Andes ocupan una posición excepcional dentro de todo el
continente. Es precisamente aquí donde se desarrollaron las más famosas y mo-
numentales culturas y civilizaciones de la parte meridional del Nuevo Mundo. En
el Perú actual se observa también la mayor –de toda la América del Sur– intensifi-
cación de las investigaciones arqueológicas, etnológicas y etnohistóricas, las cua-
les se iniciaron ya en el siglo XVIII con los trabajos de Don Baltazar Martínez de
Compañón y Bujanda (1785), continuaron, sin interrupción alguna, a lo largo de
los siglos XIX y XX y siguen desarrollándose hasta la fecha (cf. Bibliografía)1.
Sin negar los grandes éxitos de la arqueología y etnología peruana que, entre
otros, se manifiestan en algunos espectaculares descubrimientos de las últimas
décadas (Sicán, Sipán, Caral etc.), tenemos que constatar que la intensificación
de los trabajos arqueológicos, así como, naturalmente, la cantidad de los datos
científicos disponibles están desigualmente distribuidas en el territorio del país.
Podemos observar que, hasta la fecha, la mayoría de los trabajos de investigación
1 Las primeras informaciones sobre algunos monumentos prehispánicos, así como también so-
bre las costumbres funerarias del Perú precolombino aparecen ya en la crónica del Pedro Cie-
za de León (1553). Sin embargo, es la persona de Miguel Feijoo quien es reconocido como el
precursor de los trabajos arqueológicos en el territorio peruano. En 1765 Feijoo realizó exca-
vaciones en el sitio denominado Huaca de Tantalluc, en el actual Dep. de Cajamarca (Jiménez
Villalba 1996: 125). Algunos años después, el obispo de Trujillo Don Baltazar Martínez de
Compañón y Bujanda llevó a cabo investigaciones en las ruinas de Chan Chan, cerca del Tru-
jillo (Jiménez Villalba 1996: 128). Entre los investigadores del siglo XIX hay que mencionar a
Mariano Eduardo de Rivero y a Johan von Tschudi que en 1851 publicaron en Viena (Austria)
un trabajo titulado Antiguedades peruanas. Posteriormente, es decir, en 1864 el investigador
norteamericano E. George Squier realizó excavaciones en Pachacamac, analizando también
los contextos estratigráficos. Entre otros importantes investigadores del siglo XIX son de
mencionar Middendorf, Markham, Wiener y Raimondi. El Alemán Max Uhle (1856 – 1944),
quien forjó los fundamentos de la cronología del desarrollo cultural en los Andes Centrales,
fue declarado padre de la arqueología moderna en el Perú. Sus trabajos fueron continuados
por Julio César Tello y John Rowe que hicieron importantes aportes al conocimiento del pa-
sado del territorio peruano.
14 Prehistoria del Perú Sur
2 A partir de los años noventa del siglo XX, se pueden observar algunos cambios en esta mate-
ria. Las publicaciones de resultados de los proyectos internacionales: Contisuyu (a partir de
1985), Churajón (1993-2002), Condesuyos (a partir de 1996), Qhapaq Ñan (a partir de 2004)
y Tambo (iniciado en abril de 2008 como parte del Séptimo Programa Marco, Acciones Marie
Curie de la Comunidad Europea) sucesivamente modifican nuestro conocimiento del pasado
de esta importante región de los Andes Centrales.
Józef Szykulski 15
3 El cargo de co-director del Proyecto Churajón lo ejerció el Dr. Augusto Belan Franco, docen-
te de la Universidad Católica de Santa María. Los profesores Dr. Máximo Neira Avendaño
(arqueología) y Dr. Guillermo Galdós Rodríguez (etnohistoria) fueron asesores científicos.
16 Prehistoria del Perú Sur
Por lo demás, a los habitantes de los caseríos Tasata y Paranay del valle del
Corabaya-Tasata agradecemos la colaboración en los trabajos de excavación, así
como la hospitalidad y la cálida acogida del equipo arqueológico durante todos
los años del trabajo en Churajón:
¡Muchas gracias!
Arequipa, noviembre de 2009
18 Prehistoria del Perú Sur
Capítulo I
Contenido y fundamentos de cronología
El objetivo del presente trabajo es caracterizar las etapas del desarrollo cultural
en el extremo sur del Perú actual, en el orden cronológico: desde las primeras,
las más antiguas evidencias de la presencia humana en la zona hasta el principio
de la Época Colonial. Al mismo tiempo, se intenta definir – desde el prisma de
la investigación compleja y multidisciplinaria, realizada en los años 1993-2002
por el Proyecto Churajón– el rol de los Valles Occidentales y la faja costera en la
interacción cultural entre las sociedades de diferentes regiones; tanto en la escala
micro- como también en la macro-regional.
Caracterizando las etapas del desarrollo de las sociedades prehispánicas en el
territorio de la Costa Extremo Sur, nos basamos en un simple y comúnmente usado
esquema cronológico que supone la existencia de dos épocas en la prehistoria del
Nuevo Mundo: Precerámica y Cerámica. Naturalmente, ambos términos (“Época
Precerámica” y “Época Cerámica”) son imprecisos, sin embargo, tenemos que
aceptarlos a falta de otros, más adecuados y exactos.
Esta imprecisión terminológica se manifiesta, entre otros, en el hecho de
que, desde el punto de vista lógico, la falta o la presencia de la cerámica deberían
caracterizar diferentes etapas del desarrollo de las sociedades. Al mismo tiempo,
la sola aparición de la cerámica debería constituir un momento crucial y excep-
cional, una ‘revolución cultural’, un cambio importante en el modo de vida y la
estructura de la sociedad. Sin embargo, este modelo teórico del desarrollo cultural
de las sociedades precolombinas no concuerda con los materiales registrados en
la misma Costa Extremo Sur, ni con estos encontrados en otras partes del ámbito
de los Andes Centrales.
Hay que recordar que tanto la agricultura, arquitectura monumental, escultura
y textilería como también la metalurgia iban apareciendo en varias regiones de los
Andes Centrales ya en etapa tardía de la Época Precerámica. Por eso, la sucesiva
introducción de la cerámica en estas regiones no fue vinculada con cambios violen-
tos (revolucionarios) ni marcó algún momento crucial en la vida de las sociedades.
En este sentido, no se puede hablar aquí de ninguna “revolución neolítica”, sino
de una sucesiva evolución cuyos límites no pueden ser claramente definidos.
Józef Szykulski 19
1. Época Precerámica
14
C, que hasta hoy constituyen la más numerosa serie de fechas radiocarbónicas
hechas para la Época Precerámica; razón por la cual, el esquema elaborado a base
de los materiales de Ayacucho es el más común en las publicaciones científicas (cf.
Tab. 1). No obstante, hay que tener en cuenta que obviamente carece de carácter
universal.
Para concluir, vale la pena subrayar que los esquemas aquí presentados (en
su mayoría basados en las secuencias de diferentes formas líticas) no pueden ser
aplicados a todas las regiones del Perú y existe la necesidad de elaborar varias
secuencias del desarrollo de las industrias líticas separadamente, para cada área
del país. Eso se debe a la gran dispersión geográfica de las industrias líticas y
variadas condiciones ambientales (topográficas y climáticas), así como al hecho
de que existen enormes diferencias entre fechas radiocarbónicas obtenidas para
materiales procedentes de diversas zonas. La escala del problema demuestra bien
el controvertido esfuerzo de comparar los materiales líticos excavados por John
Rick en la cueva de Pachamachay (localizada al Oeste de la cueva Junín) con los
artefactos que formaron base de la secuencia de Ayacucho (cf. Rick 1980, Mac-
Neish 1980).
2. Época Cerámica
4 Se trata de las secuencias elaboradas por W. Bennett y J. Bird (1949), G. H. Bushell (1956),
J. A. Mason (1957) como también por otros investigadores. Todos ellos usan el controvertido
esquema de las épocas del desarrollo, consistente en la sucesión de las etapas marcadas por
distintos grados del desarrollo cultural de las sociedades (cf. Willey 1971: 83). Un análisis y
una crítica de la mayoría de estos esquemas fueron presentados en el trabajo de E. Lanning
Peru before the Incas (1967).
22 Prehistoria del Perú Sur
Período II
8000 3 Puente
Sin puntas foliáceas
9000
10000
Huanta “unnamed”
13000
1 Pacaicasa
14000 (Pikimachay)
$ $ $ $
Józef Szykulski 23
5 La mayoría de los investigadores aceptan que el fin del Período Inicial coincide con la apari-
ción de las más antiguas evidencias del fenómeno chavinoide cuyo nombre proviene del sitio
epónimo Chavín de Huántar situado en las estribaciones orientales de la Cordillera Blanca.
En lo que concierne a su inicio, antes postulaban que se sitúa al principio del segundo milenio
antes de Cristo (Willey 1971; Rowe 1974; Kaulicke 1981), sin embargo, algunos materiales
de la costa norte del Perú, como también la verificación de las fechas de 14C calibradas indican
que hay que ubicarlo entre los milenios tercero y segundo a. C.
6 Según el concepto de algunos investigadores (cf. Lumbreras 1974: 50), dentro del Formativo
del Perú se distingue: Formativo Inferior (Período Inicial), Formativo Medio (Horizonte Tem-
prano) y Formativo Superior (Período Intermedio Temprano); cf. Tab. 2.
24 Prehistoria del Perú Sur
Tabla 2. Modificada para la región de la Costa Extremo Sur cronología de la época cerá-
mica en comparación con el esquema cronológico de Rowe (1960, 1962) y Larco Hoyle
(1966).
Año Costa Extremo Sur Rowe (1960, 1962) Larca Hoyle (1966)
$ $
Józef Szykulski 25
CAPÍTULO II
Costa Extremo Sur en el contexto de la
división geográfico-cultural de los Andes
Llamaron a la parte del oriente Antisuyo por una provincia llamada Anti que
está al oriente, por la cual también llaman Anti a toda aquella gran cordillera
de sierra nevada que pasa al oriente del Perú, por dar a entender que está
al oriente
(Garcilaso 1942, T. I, Libro 2, Cap. XI: 95)
…en esta área existen los restos de dos civilizaciones: Tiahuanaco y Diaguita o
Noreste Argentino y tres culturas derivadas: Kollawa, Pukina y Atacama…
(Tello 1940: 657)
7 Las primeras investigaciones en la parte oriental de los Andes y la zona selvática del Perú fue-
ron llevadas a cabo ya al principio del siglo XX por Erland Nordenskiöld (1906, 1910, 1913).
Posteriormente, algunos trabajos importantes fueron realizados por Bonavia (1967-68), Kau-
ffmann Doig (1973, 2002) y Reichlen (1950) en el departamento Amazonas, así como tam-
bién por Lathrap en la parte mediana de la cuenca del Ucayali. Para el territorio boliviano,
hay que mencionar las labores de H. Prümers en el departamento Santa Cruz (Prümers 2000;
Prümer, Winkler 1997), como también el Proyecto Samaipata realizado por la Universidad
Bonn-Alemania en el período 1992-1997 (Meyers 1993, 1998; Szykulski 1994; Meyers, Ul-
bert 1998).
28 Prehistoria del Perú Sur
Según la mayoría de los estudios, la Costa Extremo Sur abarca una extensa área
delimitada al Norte por el periódico río Chaparra (ubicado al Sur del río Chala)8 y
al Sur por la frontera actual entre el Perú y Chile (Fig. 3). Naturalmente, el límite
meridional de la zona refleja más bien la realidad política del siglo XX que la ver-
dadera situación geográfico-cultural existente en esta región. Esta es la razón por
la cual es necesario incluir dentro de los límites de la Costa Extremo Sur también
la parte norteña de Chile, por lo menos hasta el valle de Camarones, localizado
50 km al Sur de Arica, que por sus condiciones geográficas e hidrológicas esta
calificado como el más sureño de los valles fluviales de tipo peruano.
8 Los contextos arqueológicos del mismo valle de Chala confirman que hay que incluirlo en el
ámbito cultural de la Costa Sur.
30 Prehistoria del Perú Sur
9 Para la sierra, el carácter fundamental que tuvieron los trabajos realizados por van der Ha-
mmen y Correal Urrego en la región de Sabana de Bogotá y en la Cordillera Oriental de
Colombia (van der Hammen, Correal 1976; van der Hammen 1978), así como también las
investigaciones de Augusto Cardich en la región de Lauricocha, en los Andes Centrales del
Perú (Cardich 1958, 1964-66, 1980). Como las más importantes en la costa peruana hay que
mencionar las investigaciones en Quirihuac (Ossa 1973; Clark, Lingle 1979) y Cupisnique
(Chauchat 1982, 1988) que constituyeron un importante aporte a la reconstrucción de los
cambios en la faja litoral entre el Pleistoceno y Holoceno.
32 Prehistoria del Perú Sur
Andes Centrales del Perú (Cardich 1964-1966: 30-40; 1980: 74-94). No obstante,
parece que –tomando en cuenta cierta particularidad regional que se manifestó en
la dilación de los procesos climáticos en la parte sur del área centroandina– se
puede aplicar la secuencia climática Janca-Quechua también a la zona de la Costa
Extremo Sur y los territorios vecinos.
2.1. Litoral
Ocupa la faja costera desde el nivel del océano hasta 500 metros de altitud.
Las condiciones climáticas de esta zona dependen directamente de la influencia
de la poderosa Corriente de Humboldt que determina la situación meteorológica
de todo el hemisferio sur de nuestro planeta.
El litoral de la Costa Extremo Sur constituye una franja desértica cuyo ancho
oscila entre 10 y más de 100 kilómetros, dependiendo de la distancia entre la
cadena montañosa de los Andes y el Pacífico. La zona en cuestión se distingue
por un bajo nivel de precipitación pluvial (menos de 100 mm en la escala anual).
Su parte sureña y central pertenecen a la periferia norte del desierto de Atacama,
una de las más áridas regiones de nuestro globo.
Al igual que en otras regiones de la costa peruana, también aquí el paisaje
está marcado por la presencia de los valles fluviales, integrantes de la sección final
34 Prehistoria del Perú Sur
Tabla 3. Los cambios climáticos en los Andes Centrales desde el Pleistoceno (según:
Cardich 1980 y Lanning 1967, Kauffmann Doig 2002) en comparación con los cambios
documentados en el territorio de Escandinavia.
3000
SUBBOREAL
4000
YUNGA YUNGA
POST
Optimum Optimum
GLACIAL
Climaticum Climaticum
ATLÁNTICO 5000 POST
GLACIAL
6000
BOREAL
JALCA
7000
PREBOREAL JALCA
8000
DRYAS 3
ALLERfD
ANTARRAGA JANCA 4
10000 AGUAMIRO
DRYAS 2 Interfase
Interstadial
BfLLING
AGUAMIRO
Interfase
11000 Interstadial
MAGAPATA JANCA 3
10 Las lomas aparecen en toda la zona costera del Perú desde la ciudad de Trujillo (Departamento
de La Libertad) hacia el Sur.
36 Prehistoria del Perú Sur
2.2. Sierra
11 En toda la costa peruana se observa una notable reducción en la superficie de las lomas duran-
te los últimos dos mil años. Este proceso se aceleró violentamente en las últimas décadas.
Józef Szykulski 37
del macizo andino. Estos valles difieren por su extensión, topografía, condiciones
climáticas, así como también por una flora y fauna muy variada. Además, son
frecuentemente aislados por inasequibles cadenas montañosas o planicies desér-
ticas, cubiertas con escombros de origen terciario. La mayor planicie de este tipo,
denominada Pampa Desértica, se encuentra cerca de la ciudad de Arequipa. Otro
elemento característico de la zona en cuestión son grandes lagunas y ojos de agua
de procedencia glacial.
Lo que es común a toda la sierra andina son las estaciones del año: período
de lluvia y período seco. La temporada de lluvia abarca principalmente los meses
de diciembre hasta el fin de marzo. Se caracteriza por precipitaciones intensivas,
a veces torrenciales, que durante la época del fenómeno del Niño tienen forma de
tormentas cuya fuerza parece semejante a la del diluvio bíblico. Estas precipita-
ciones y la relativa humedad de los suelos durante todo el año causaron que los
valles montañosos junto con sus bordes fuesen un área principal de población en
la Costa Extremo Sur (Fig. 8). La presencia de agua facilitaba el desarrollo de la
agricultura intensiva y el pastoreo de llamas en las laderas de los valles. Con el
paso de tiempo, la introducción de sistema de andenería e irrigación favorecieron
la concentración de la población y, en consecuencia, la formación de las sociedades
complejas (Fig. 9).
38 Prehistoria del Perú Sur
CAPÍTULO III
Historia de investigaciones y conceptos de
desarrollo cultural de la Costa Extremo Sur
Las investigaciones sobre el pasado de esta región se iniciaron ya al principio del
siglo XX (Leguía y Martínez 1912). No obstante, las primeras excavaciones de
carácter científico datan del año 1905, se trata de los trabajos llevados a cabo por
Max Uhle en las ruinas de la Quebrada de la Vaca, en la cuenca del río Chala, el
límite norteño de la Costa Extremo Sur (cf. Rowe 1954, 1956)12. Posteriormente,
Uhle realizó otras, más intensas investigaciones arqueológicas en la región de
Tacna y Arica.
Basándose en los resultados de estas labores, el investigador publicó un
trabajo titulado Arqueología de Arica y Tacna (1919), en el cual presentó su
visión de desarrollo cultural en la parte sureña del Perú y en el norte de Chile.
La secuencia elaborada por Uhle incluye siete períodos, desde la aparición del
hombre en la zona hasta el fin de la Época Prehispánica:
I. Período del Hombre Primordial; hasta el principio de nuestra era,
II. Período de los Aborígenes de Arica; primeros siglos de la era cristiana,
III. Período Contemporáneo con los Monumentos de Chavín; 400–600 d.C.,
IV. Período de Tiahuanaco; 600–900 d.C.,
V. Período de una Civilización Atacameña Indígena; 900–1100 d.C.,
VI. Período de una Civilización Chincha-Atacameña; 1100–1350 d.C.,
VII. Período de los Incas; de 1350 hasta la llegada de los españoles.
Este esquema, pese a lo correcto de la secuencia cronológica presentada, con-
tiene algunas suposiciones infundadas, como, por ejemplo, la hipotética influencia
del estilo Chavín en el desarrollo cultural en el norte de Chile, la cual, según la opi-
nión del investigador, se manifiesta en los materiales procedentes de Pisagua (Uhle
1919: 21-23). También, la influencia Chincha –observada por el investigador en la
alfarería del Período Chincha-Atacameño– tiene un carácter muy especulativo.
Lo mismo observamos en el caso del llamado Período del Hombre Primordial.
Uhle, analizando los inventarios líticos del sitio Playa Lisera y algunos conchales
localizados cerca de Taltal (al norte de Chile), los interpretaba erróneamente como
norteña de la Costa Extremo Sur sugieren, por lo menos según una parte de los
investigadores, que hasta la zona llegaron algunas directas influencias de las áreas
culturales Chavín, y lo que parece más probable, de Pucará (cf. Neira 1998: 26,
27; Cardona 2002; Feldman 1990).
Para los cronológicamente posteriores períodos de la prehistoria de Costa
Extremo Sur tuvieron carácter fundamental los trabajos realizados por Hans Die-
trich Disselhoff en la costa, entre los valles Chala y Osmore-Moquegua, así como
también las excavaciones de Herman Trimborn y Máximo Neira Avendaño en
Pampa Taimara y valle del Chala (Disselhoff 1981; Neira 1990, 1998)15. Estas
investigaciones comprobaron que el área de influencia de la cultura Nasca en la
parte sureña de los Andes Centrales fue más extensa de lo que antiguamente admi-
tía, así como también sirvieron de base para las indagaciones sobre el impacto de
la estilística Nasca/Nascoide en las culturas de la costa y la sierra del sur.
En el caso de las evidencias culturales relacionadas al Horizonte Medio y fenó-
meno Huari en está época, tanto en la misma zona de la Costa Extremo Sur como
también en otras regiones de los Andes Centrales, de mayor importancia fueron
los trabajos de investigación realizados por Dorothy Menzel sobre la secuencia
cronológica en el valle del río Mantaro y en la regiones central y sur de la costa
peruana. En su esquema Menzel dividió el Horizonte Medio en cuatro fases cro-
nológicas que reflejan la diversificación estilística y tecnológica de los materiales
arqueológicos (Menzel 1964, 1968). Estos trabajos constituyen la base para pre-
cisar la cronología de los materiales Huari documentados en la parte más sureña
del Perú. En algunos casos permiten también definir su origen geográfico de la
cerámica, o por lo menos de algunos motivos estilísticos.
Es de mencionar que en la Costa Extremo Sur los contextos culturales del
Horizonte Medio fueron documentados por primera vez por el gran autodidacta
y aficionado a la arqueología peruana, Monseñor Bernedo Málaga. Durante sus
excavaciones realizadas en 1943 en el valle del Churunga, distrito de Río Grande
(anteriormente Andaray) en la provincia de Condesuyos, encontró grandes urnas y
tejidos plumados. Julio César Tello, tras analizar esta cerámica, la clasificó como
perteneciente al estilo llamado Rucana, según la secuencia cronológico-tipológica
de la cerámica Nasca que fue postulada por el mismo incluye fases: Pre-Nasca
(denominada también Chanca), Nasca Clásico y Post-Nasca o Rucana (Neira 1998:
32; Linares Málaga 1987: 1465–147). Actualmente, gracias al esquema cronológi-
co-estilístico elaborado por Dorothy Menzel, podemos constatar que los materiales
de Churunga pertenecen al estilo Atarco, es decir, el estilo característico de las
evidencias arqueológicas del Horizonte Medio en la mayor parte de la costa sur
del Perú, con su área central en la región de Nasca, en el departamento de Ica.
15 Hay que recordar que Hermann Trimborn fue uno de los primeros que se dedicaron a la pro-
blemática de la Época Colonial en los Andes Centrales. El investigador realizó las excavacio-
nes en la iglesia colonial de Sama Antigua, en la costa sur (Trimborn 1981).
44 Prehistoria del Perú Sur
mente pequeña dinámica propia del desarrollo cultural de esta región. Los mismos
investigadores supusieron que este desarrollo fue mayormente sujeto a los fuertes
impulsos o la directa colonización desde los centros de civilización localizados en
la cuenca del lago Titicaca o en la costa sur y central del Perú.
Max Uhle ya en sus publicaciones sobre la región Arica/Tacna expresaba esa
opinión sobre una importancia marginal de las evidencias de la ocupación humana
en la parte sureña del Perú:
…es que nunca había habido un período más antiguo que el de la civilización
de Tiahuanaco; la altiplanicie boliviana y las regiones al oeste, formaban el
dominio de tribus, de origen primitivo…
(Uhle 1919: 1)
17 La teoría mencionada desató una fuerte polémica en los años treinta del siglo pasado, durante
la cual algunos adversarios usaban la argumentación fundamentada en las teorías raciales de
fascismo; cf. polémica entre Suárez Polar y Luis Valcárel, El Deber, Arequipa, 30.12.1933).
Józef Szykulski 47
Una opinión parecida fue expresada también por Luís Lumbreras en su tra-
bajo titulado Los Reinos post-Tiawanaku en el Área Altiplánica (1974). El autor
describe la región montañosa de la Costa Extremo Sur como un enclave del área
cultural de la cuenca del lago Titicaca. Asimismo, a la costa del Pacífico el inves-
tigador la definió como zona de carácter marginal, sujeta a la costa de los Andes
Meridionales:
18 Parece que esta opinión es válida únicamente para algunos enclaves de la costa del norte de
Chile donde, según las relaciones del cronista Gerónimo de Bibara (cf. Hidalgo 1971: 10),
los grupos de cazadores-recolectores de la familia lingüística araucana sobrevivieron hasta el
principio de la Época Colonial.
48 Prehistoria del Perú Sur
CAPÍTULO IV
Trabajos de investigación del
Proyecto Churajón de 1993 a 2002
1. Ubicación y característica de la zona de investigación
Fig. 11. Zona del conjunto prehispánico de Churajón. Vista aérea de las quebradas
Segache y Corabaya-Tasata (Cortesía: Servicio Aerofotográfico Nacional, Lima)
Józef Szykulski 49
19 En la región el período de lluvias dura desde la mitad de diciembre hasta el fin de marzo.
50 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 12. Zona arqueológica de Churajón. Visto desde las ruinas del
Centro Administrativo-Residencial
Fig. 13. Churajón Valle de Segache. Cerro Torre Ccasa con un centro defensivo a la
cumbre. Vista de las ruinas del Centro Administrativo-Residencial
Józef Szykulski 51
2.1. Arquitectura
20 Sobre la Carta Geográfica Nacional, No. 34-t “Puquina” aparece el nombre de Ruinas Sahua-
ca. Los pobladores de la zona lo nombran Pueblo Viejo.
21 Se trata de una de dos cumbres (sin nombre) del cerro Sahuaca. Para facilitar los trabajos de
documentación lo hemos denominado Cerro Wratislavia (Fig. 14).
52 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 15. Churajón; El plano del centro urbano Parasca (autor: Paúl Álvarez).
54 Prehistoria del Perú Sur
2.2. Agricultura
Tomando en consideración los tipos de manejo de agua dentro del área agrícola
del conjunto prehispánico Churajón, podemos distinguir dos formas de uso del
espacio agrario. La primera, abarcaba las tierras de cultivo conectadas al sistema
de riego, que podemos denominar descendente, es decir, formado por los canales
localizados por encima del sistema de andenes (Bernedo Málaga 1949; láminas
XXXVII y XXXVIII; fot. 7, 9).
Parece que únicamente una pequeña parte del área agraria fue conectada a este
sistema. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la devastación del sistema de
irrigación, así como las cenizas procedentes de la erupción del Huaynaputina que
hasta hoy en día cubren una gran parte de la los canales, no permiten calcular un
porcentaje exacto del terreno perteneciente al sistema de riego en cuestión. Además,
a causa de diferentes obras de mejoramiento de infraestructura de riego realizadas
en la cuenca del río Tambo en los últimos dos siglos, tampoco podemos definir
si el sistema de riego de Churajón era capaz de proporcionar agua durante todos
los meses del año. En el caso tangible, el relativamente corto período vegetativo
característico de esta zona climática, ubicada entre los trópicos de Capricornio y
Cáncer, permitía hasta tres o cuatro –según el tipo de cultivo– cosechas anuales.
Parece que este limitado terreno conectado al sistema de riego servía principal-
mente para el cultivo de verduras, es decir, plantas de un período de conservación
bastante corto.
Otra forma de uso de las áreas agrarias fue practicada sobre las terrazas que
no estaban directamente conectadas al sistema del riego. Esto implicaba que las
56 Prehistoria del Perú Sur
23 Es de subrayar que en los contextos arqueológicos del Horizonte Tardío en Churajón se obser-
va la continuación de las tradiciones del Período Intermedio Tardío. Esto sugiere que también
las tradiciones del culto religioso fueron perpetuadas.
Józef Szykulski 57
24 Se trata de una posición muy característica de casi toda la región andina. Al difunto lo co-
locaban sentado con la cabeza inclinada sobre el pecho, las piernas y los brazos doblados y
recogidos hacia el centro del pecho.
Józef Szykulski 59
25 Las miniaturas de cerámica colonial, que sirvieron de ofrenda depositada dentro de una pla-
taforma precolombina en Ceneguillas I, a orillas del lago Salinas, podían ser una tardía remi-
niscencia de esta costumbre (Szykulski, Andrade Sonco 1998: 439).
Józef Szykulski 61
tamaño reducido, que podían ser entierros infantiles, como también dentro de las
que sin duda pertenecían a los adultos. Por eso, sin rechazar la posibilidad de que
en ambos casos se trate de los juguetes de niños, hay que admitir que la mayoría
de estos descubrimientos debió ser vinculada a las prácticas del rito funerario.
Con el Período Intermedio Tardío hay que relacionar también la mayoría
de las construcciones sepulcrales en forma de torres, denominadas chullpas. Las
chullpas son elemento tan característico de toda la parte sur del Perú, sobre todo
del área circuntiticaca, que fueron mencionadas ya por algunos cronistas de la
Época Colonial:
…por las vegas y llanos cerca de sus pueblos estaban las sepulturas destos
indios, hechas como pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola
y otras de piedra y tierra, algunas anchas y otras angostas…
(Cieza de León 1945: 315, 316)
Fig. 23. Churajón, Cerro Torre Ccasa. Chullpa de piedra; Horizonte Tardío
nológica fue confirmada, entre otros, por las excavaciones realizadas dentro de
las torres Mb. 1-Mb. 3, localizadas en la ladera sureste del cerro Mollebaya en
Churajón (Fig. 14). Debido a la destructora actividad de los saqueadores de tum-
bas, los trabajos de investigación no pudieron proporcionar ningún material que
fuera marcador cronológico perfecto. Sin embargo, en el curso de estos trabajos
se localizaron dos, parcialmente destruidos entierros en forma de pozo, adosadas a
una de las chullpas y dentro de un espacio intencionalmente nivelado cuyo punto
central constituía esta construcción de adobe. Las sepulturas contenían escasos
fragmentos de cerámica Churajón. Podemos suponer que las dos tumbas están
directamente relacionadas al período de la construcción o, más bien, utilización
de la chullpa. Sin duda, este es un ejemplo de la costumbre de sepultar alrededor
de un entierro central a los difuntos de la misma familia o clan, situados más
abajo en la jerarquía social.
El análisis de la composición de los adobes de las chullpas Mb.1–Mb.3 demos-
tró que su masa contiene una gran cantidad de fragmentos de la cerámica estilo
Churajón junto a pocos pedazos de la alfarería Colla y, probablemente, Huari, lo
cual nos permite constatar que las chullpas de adobe no pudieron ser construidas
antes del Período Intermedio Tardío. Además, la falta de los fragmentos vincu-
Józef Szykulski 63
Fig. 24. Churajón, Cerro Mollebaya. Chullpas de adobe; Período Intermedio Tardío
26 Es la primera de las dos dataciones 14C efectuadas hasta la fecha para los materiales de Chu-
rajón (Szykulski 1996: 207).
64 Prehistoria del Perú Sur
Belan 1981; Morante 1941; Szykulski, Belan 1998; Huanqui Hurtado 1970). Las
chullpas como un elemento específico de la arquitectura sepulcral tampoco fueron
aprovechadas por la cultura Mollo de Bolivia que, según algunos investigadores,
pudo influir en la formación del fenómeno cultural denominado Churajón, (cf.
Rydén 1957; Ponce Sangines 1957). Sin embargo, las torres funerarias aparecen
comúnmente en la parte sur y suroeste de la cuenca del lago Titicaca (Fig. 25).
Fig. 25. Sillustani cerca de Puno; Chullpas de piedras elaboradas, Horízonte Tardío
Las evidencias citadas más arriba parecen indicar que la chullpa como una
forma de entierro apareció en el territorio de la cultura Churajón no antes de la
última fase del Período Intermedio Tardío. Esta hipótesis viene respaldada por el
análisis de las escasas evidencias cerámicas de los contextos funerarios procedentes
de las tumbas que rodeaban una de las torres. Se trata de unos cuencos clasificados
como material tardío en el contexto de la cerámica Churajón. Si esto es cierto,
podemos suponer que la costumbre de enterrar a los difuntos en las torres funerarias
constituye un préstamo, un fruto de contactos con las áreas culturales ubicadas en
la cuenca del Titicaca, precisamente, con el territorio Colla considerado el origen
de las chullpas.
Una gran parte de los investigadores consideran que la génesis de estas cons-
trucciones fue producto de la expansión de los pueblos Hak’e-aru que hablaban el
aymará (cf. Rydén 1947; Tschopik 1946; Trimborn 1967; Ibarra-Grasso, Querejazu
Józef Szykulski 65
Lewis 1986). Sin embargo, a la luz de las evidencias arqueológicas, parece poco
probable que algunos nuevos grupos provenientes del área del Titicaca poblasen
la región de Churajón durante el Período Intermedio Tardío. Contra esta teoría de
la migración de grandes grupos humanos argumenta la pequeña cantidad de mate-
riales cerámicos pertenecientes a otros estilos que este de Churajón encontrados
dentro del complejo (cf. Neira 1998; Szykulski 1996, 1998, 2000a). Hasta la fecha,
en la zona se registraron solamente escasos fragmentos cerámicos Chuquibamba,
Colla (Kollau) y Chiribaya, que no parecen vinculados con el Período Intermedio
Tardío (cf. Capítulo V.2.4.).
b. Colla/Kollau
Al igual que los materiales Chuquibamba, las evidencias tipo Colla (Tschopik
1946; Lumbreras 1974: 66) en Churajón son escasas. La cerámica de está cultura,
a veces denominada Kollau (Tschopik 1946), fue principalmente registrada en la
66 Prehistoria del Perú Sur
c. Chiribaya
En Churajón, el material cerámico de la cultura Chiribaya (Ghersi 1956), muy
característico de la zona meridional de la Costa Extremo Sur, fue registrado sola-
68 Prehistoria del Perú Sur
mente dentro del montículo 4 ubicado hacia el norte del Centro Administrativo-
Residencial. Este montículo, en gran medida difuso, tenía 210 cm de diámetro y se
conservó hasta unos 60 cm de altura. Al igual que las cumbres de los montículos
1-3, su cima albergaba ruinas de una necrópolis incaica27. Más abajo estaban loca-
lizadas once tumbas del Período Intermedio Tardío. En el ajuar de la tumba 1, al
lado de la cerámica Churajón, apareció también una jarra estilo Chiribaya (Fig.
27), igual tanto en su forma como la ornamentación a la cerámica conocida de los
cementerios del área madre de esta cultura. Hasta el momento, este hallazgo cons-
tituye el único elemento Chiribaya registrado durante las investigaciones realizadas
en Churajón. Asimismo, los inventarios funerarios de varios sitios arqueológicos
estudiados por otras expediciones en el valle del río Chili (Arequipa) sólo espo-
rádicamente proporcionaron evidencias de la presencia de elementos Churajón y
Chiribaya en un solo contexto. Uno de los pocos ejemplos lo encontramos en el
sitio Challapampa (Huanqui Hurtado 1970: Lámina 18).
En el caso del hallazgo de Churajón, hay que suponer entonces que se trata
de una importación que llegó hasta el sitio desde el área cultural Chiribaya por
la ruta de comunicación conformada por la costa pacífica –es decir, desde la des-
embocadura del río Osmore-Moquegua hasta la desembocadura de Tambo– o
desde la región de Puquina donde los materiales Chiribaya aparecen mucho más
frecuentemente que en el mismo Churajón o el vecino valle del río Chili28.
Entre los hallazgos del Período Intermedio Tardío pertenecientes a otras tra-
diciones culturales que esta propia de Churajón hay que mencionar además una
pieza de cerámica encontrada en la tumba 6, localizada en la base del montículo
4. Se trata de una jarra ornamentada no sólo con elementos típicos de la estilística
Churajón, sino también con un motivo de pupilas, desconocido dentro de esta
cultura (Fig. 27). Otra jarra con el mismo motivo fue encontrada en la tumba 78
del montículo 2 (cf. Fig. 160D). Esta última apareció junto a un aríbalo incaico,
lo que permite relacionar los dos hallazgos con el Horizonte Tardío. Además, en
la tumba 37 del montículo 2 se halló un cuenco de color rojo sangre decorado con
líneas onduladas y arcos en blanco (Fig. 27). Lo que parece excepcional para la
ornamentación tipo Churajón no son los motivos, sino la coloración y la técnica
de aplicación. Primero, la superficie del cuenco fue cubierta de engobe, después,
se aplicó el ornamento lineal y, al final, los espacios libres fueron pintados de rojo.
El diseño negativo creado de esta manera es bien diferente de la ornamentación
típica de Churajón.
El reducido tamaño de este grupo de las evidencias culturales pertenecientes
al Período Intermedio Tardío y a la vez ajenas a la tradición Churajón confirma
lo escaso que es la presencia de otros elementos culturales dentro del conjunto
investigado. Además, demuestra también que la mayoría de los hallazgos Chuqui-
bamba y Colla encontrados en el mismo Churajón y la vecina Maucallacta están
indudablemente vinculados al Horizonte Tardío y aparecieron como frutos de la
expansión incaica en los terrenos de la Costa Extremo Sur. Estos datos corroboran
una increíble homogeneidad de los materiales del Período Intermedio Tardío de
Churajón y Maucallacta. En ambos casos su único marcador constituye la cerámica
denominada Churajón.
2.5. Churajón
28 Las investigaciones llevadas a cabo en los años noventa del siglo XX por la Universidad Ca-
tólica de Santa María demostraron la existencia de materiales Chiribaya en el área en cuestión.
Estos hallazgos no han sido publicados hasta la fecha.
70 Prehistoria del Perú Sur
por Leonidas Bernedo Málaga y José Morante en la región de Arequipa en los años
treinta y cuarenta del siglo XX (Kroeber 1944). Actualmente estos materiales se
encuentran en el Museo Arqueológico de la Universidad Nacional de San Agustín
y el Museo Municipal de Arequipa.
Los resultados de las excavaciones arqueológicas efectuadas por el mismo
Proyecto Churajón junto al análisis de los materiales recuperados durante las
últimas décadas permiten definir con más detalle las características de la alfarería
Churajón. Desde el punto de vista tecnológico, está cerámica se distingue por la
cuidadosa preparación de pasta con desgrasante de arcilla o cuarzo de grano fino
o medio. Las temperaturas de cocción eran muy altas, lo que permitía asegurar
la dureza adecuada. Muy a menudo, al final del proceso de cocción, las piezas
eran horneadas en atmósfera reductora, es decir, con la circulación de oxígeno
restringida. Las secciones transversales de la pasta son bi- o tricolores29. Estas
características de la tecnología de cocción aparecen en la mayoría de los estilos del
Período Intermedio Tardío. En el modelado se observa, al igual que en otras cultu-
ras, un tratamiento mediante la técnica de urdido. Esporádicamente se encuentran
también piezas pellizcadas de una pella de arcilla o dos pellas previamente unidas.
Se trata de los ya mencionados hallazgos sepulcrales, elaborados sin cuidado y en
su mayoría no cocidos.
En cuanto a las formas, entre los inventarios de Churajón encontramos casi
todos los tipos principales, es decir, cuencos, vasijas, ánforas, jarras y tazas. Todos
los vestigios presentan base plana. Lo que es sorprendente es la ausencia de platos
que se presentaron sólo en los contextos con la cerámica incaica del Horizonte
Tardío. Las asas tienen forma de lazo y parten directamente del labio (en el caso
de las jarras, ánforas y vasijas) sin sobresalir por encima del mismo. Asimismo,
no aparecen asas similares al tipo ansa lunata, características de la más tardía
cerámica incaica. Una cierta excepción constituyen algunas tazas estilo Churajón
con asas que evidentemente sobresalen por encima del labio.
Tras el análisis de la cerámica Churajón, podemos advertir que su elemento
distintivo radica no tanto en la forma, sino en la ornamentación específica. Aun-
que hay ejemplares sin decoración o monocromáticos, pintados o recubiertos de
engobe de color rojo, las más características son las formas con motivos bi- o
tricromáticos que decoran hasta la parte interior del labio. Los ornamentos son de
color negro sobre el fondo rojo o rojo oscuro. También aparece el color blanco, a
menudo con un matiz crema o naranja, independientemente o, más frecuentemente,
usado para delinear el diseño principal (Fig. 28). La pintura blanca se aplicaba en
la superficie después de la cocción, lo que influía en su resistencia a los factores
29 Las secciones tricolores pueden ser de dos tipos. En la mayoría de los casos las capa externa e
interior son de color parecido, lo que significa la misma calidad de cocción. En otros, la capa
exterior difiere de la interior. Esto aparece cuando una pieza pequeña fue colocada dentro de
otra más grande durante la cocción o en el caso de los tiestos cocidos boca abajo.
Józef Szykulski 71
exteriores: se borraba o diluía fácilmente. Por esta razón, para un gran grupo de
vestigios cerámicos la presencia del pigmento blanco pudo ser confirmada sólo
mediante un análisis microscopico.
Fueron los resultados de las investigaciones llevadas a cabo dentro de las áreas
de los anteriormente mencionados montículos 2-4 los que contribuyeron de manera
especial a la periodización de los vestigios de Churajón. Es allí donde se detectaron
cementerios con las tumbas del período de la dominación incaica y Período Inter-
medio Tardío, sobrepuestas unas a otras30.
El mayor número de 91 entierros fue detectado dentro del montículo 2. En
la cima de este montículo fue descubierto un cementerio del Horizonte Tardío en
forma de plataforma (parcialmente destruida por la erosión) con chullpas, A y
B, en sus extremos este y oeste. El espacio entre las torres fue cuadriculado por
alineaciones de piedras a modo de tablero de ajedrez (Fig. 29).
30 Una estratigrafía similar fue observada dentro de los pozos excavados por los huaqueros en el
montículo 1.
74 Prehistoria del Perú Sur
permitió demostrar que tres tumbas de este nivel son un poco más antiguas que el
resto. Así que, dentro del área del montículo 2, podemos distinguir las evidencias
de tres etapas sucesivas de la utilización: dos del Período Intermedio Tardío y una
del Horizonte Tardío.
En todos los entierros de los montículos 2 y 3 hallamos la cerámica Churajón31.
Por lo demás, cabe resaltar que las evidencias demuestran que los constructores de
la necrópolis del Horizonte Tardío eran concientes de la existencia del cementerio
ubicado más abajo. Por ejemplo, los cimientos de la chullpa B fueron apoyados
directamente sobre la tapa de una tumba intacta perteneciente al Período Intermedio
Tardío (Fig. 30; Szykulski 2001). La falta de huellas de la destrucción de los entierros
anteriores indica que los habitantes de Churajón también en el período de la domi-
nación incaica los trataban como un elemento sagrado (Szykulski 2000a; 2002).
Parece que los incas intencionalmente ubicaron su cementerio sobre la necró-
polis anterior. Las razones pudieron ser varias y sólo podemos especular sobre
ellas. Sin embargo, lo más probable es que al principio del Horizonte Tardío los
conquistadores Incas y sus representantes locales pretendieron acentuar su poder
a través de esta manifestación visual. El hecho de enterrar a los muertos dentro
del área sagrada pudo equivaler al derecho a la herencia de las generaciones ante-
riores. Tal patrón de comportamiento hubiera concordado con la “filosofía” de la
expansión política incaica, basada en el concepto de la adaptación (asimilación)
de costumbres y creencias de las sociedades conquistadas.
A la luz de estas consideraciones, parece que la cronología de las estructuras
funerarias del montículo 2, así como de los vecinos montículos 1, 3 y 4, puede ser
reducida a un relativamente corto período que abarca, la época que directamente
antecede a la expansión incaica en la región (incluyendo la misma conquista) y
los tiempos, justo después de la conquista. Esta hipótesis queda confirmada tam-
bién por las coincidencias existentes en la cerámica Churajón procedente de los
cementerios de ambos períodos históricos (cf. Fig. 140 - 172). Por eso, los vestigios
recuperados de los montículos 2-4 hay que clasificarlos como material tardío en
el contexto del desarrollo de la cerámica Churajón.
Una cierta excepción pueden constituir únicamente los inventarios de las
tumbas 23A, 44 y 48 ubicadas debajo de la base del montículo 2. Su posición
estratigráfica indica una cronología más temprana. Sin embargo, la cerámica pro-
cedente de estos entierros (excluyendo algunas jarras que no son típicas de Chura-
jón) no difiere mucho de los materiales de otras estructuras funerarias del Período
Intermedio Tardío. En cambio, algunos tiestos encontrados en los enterramientos
localizados dentro del Centro Administrativo-Residencial (p. ej., tumbas 5 y 7
descubiertas dentro de la ya varias veces mencionada estructura 201), son bien
distintos del resto de los inventarios. Sus formas y motivos decorativos recuerdan
Se supone que son precisamente los finales del Período Intermedio Tardío o prin-
cipios del Horizonte Tardío a los que se refiere el único documento de carácter
etnohistórico en el cual aparece el nombre del complejo precolombino de Churajón.
Se trata de una anotación frecuentemente citada, pero tardía y por eso controvertida,
descubierta en la segunda década del siglo XX por Monseñor Bernedo Málaga que
en aquellos tiempos ejercía las veces de párroco de Quequeña (1949: 61).
32 Tomando en consideración el hecho de que se trata de una persona alfabeta y hábil en la re-
dacción de texto (fenómeno bastante excepcional entre los indios nacidos en la primera mitad
del siglo XIX), hay que suponer que el llamado Juan Huaranca era mestizo.
78 Prehistoria del Perú Sur
Dejando de lado el problema del valor histórico del contenido de los apuntes
de Juan Huaranca, hay que subrayar, que fue precisamente la misma anotación de
1861 que le permitió al párroco Bernedo Málaga localizar en el año 1931 el, hasta
el momento desconocido por la ciencia, conjunto prehispánico de Churajón situado
al Sureste de la ciudad de Arequipa33. En cuanto al mismo nombre del sitio, la
denominación Churajón fue adaptada por la mayoría de los investigadores34 tanto
para el conjunto de las ruinas como para los vestigios de cerámica procedentes de
la región (Kroeber 1944; Neira 1966, 1998).
Pasando a la cuestión de la presencia de los elementos incaicos entre las evi-
dencias arqueológicas del área de Churajón, es preciso reiterar que en la mayoría de
los casos resulta imposible hacer una clara distinción entre los estratos del Período
Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Este fenómeno se debe, entre otros, al hecho
de la existencia, confirmada por las evidencias arqueológicas, de una continuidad
de la población del Período Intermedio Tardío también tras la conquista de la
región por los incas. Asimismo, la transición entre el Período Intermedio Tardío
y el Horizonte Tardío fue marcada por la caída de la vieja estructura política y el
surgimiento de la otra a la cual fueron subordinadas las personas que siguieron
cultivando las tradiciones del Período Intermedio Tardío durante la época de la
dominación incaica.
Tanto la forma como la distribución de las estructuras presentes en Churajón
indican que durante el Horizonte Tardío fue seguido el patrón arquitectónico del
Período Intermedio Tardío, lo cual nos hace pensar que varios elementos arqui-
tectónicos a menudo considerados “incaicos” como, por ejemplo, el techo a dos
aguas y la kancha, son anteriores a la expansión de los incas sobre el territorio del
futuro Kuntisuyu (Szykulski 2000a: 274). Sólo en el caso de la muy peculiar forma
trapezoidal de las puertas y ventanas (Fig. 33), no podemos excluir la posibilidad
de su introducción en el área durante el transcurso del Horizonte Tardío, es decir,
en el período de la dominación incaica.
Además, el análisis de la ubicación de algunos edificios en relación al resto
de las estructuras de Churajón reveló que no encajan dentro de un patrón de dis-
tribución espacial. Esto parece confirmar la existencia de una cierta diferenciación
cronológica entre algunos conjuntos de construcciones. Por ejemplo, las estructu-
ras de forma trapezoidal y esquinas redondeadas situadas en los límites sureste y
suroeste del sector 4 del Centro Administrativo-Residencial (Fig. 34) no siguen la
33 Las primeras menciones sobre las ruinas ubicadas en esta región proceden del siglo XVIII. Se
trata de dos textos, uno del 1780 y el otro de 1795, en los cuales aparte de los centros poblados
que existen hasta hoy en día aparece un antiguo pueblo denominado “La Huaca” (Bernedo
Málaga 1949: 61). Desgraciadamente, el autor citado no precisa cuál es el origen de los dos
documentos.
34 En algunos trabajos (cf. Linares Málaga 1987-1990) aparece la propuesta de cambiar este nom-
bre por Juli que proviene del Cerro Juli localizado en las afueras de Arequipa.
Józef Szykulski 81
alineación Norte-Sur típica de este sector. Así que es probable que estas estructuras
fueran añadidas al conjunto durante el Horizonte Tardío, sin preocuparse por la
distribución espacial existente. En la misma época fueron introducidas algunas
modificaciones dentro los edificios del período anterior: varias aberturas fueron
tapiadas y algunas nuevas fueron construidas en otras partes de los muros.
La cerámica incaica presente en Churajón es de dos tipos. El primero está
representado por los tiestos de acabado fino, probablemente, en su mayoría impor-
tados del área núcleo del imperio, es decir, la llamada cerámica Inca Imperial o Inca
Cusco. El segundo abarca la cerámica denominada Inca Regional, de acabado más
rústico y ornamentación menos refinada que lleva las huellas del uso cotidiano,
como el desgaste de la superficie por quemaduras y restos de hollín.
82 Prehistoria del Perú Sur
4. Época colonial
de costado y con las piernas flexionadas. Los dos cráneos yacían deformados. El
ajuar incluía algunos tiestos de uso cotidiano de la tradición Churajón junto a unos
ejemplares de la cerámica tipo Inca imperial. Además fueron recuperados: un frag-
mento de tupu de cobre y una azada de piedra, característica de la región andina.
La exploración de la tumba permitió revelar que la cabeza del varón fue apoyada
sobre una herradura. Este hallazgo indica que el enterramiento data del período de
los más tempranos contactos entre los lugareños y los conquistadores españoles.
Probablemente, la herradura hallada en el entierro, como una absoluta novedad en
la región (tanto por su función como la materia prima usada para su confección),
servía al difunto de amuleto.
La muy temprana, en el contexto de la Costa Extremo Sur, presencia de los
españoles en Churajón fue confirmada también por las excavaciones llevadas a
cabo en la parte noroeste del Centro Administrativo-Residencial dentro de los
sectores 1 y 4. Las investigaciones en la parte central del sector 4 revelaron la
existencia de un edificio cuadrangular en piedra, de 7,8 por 4,2 m. La estructura
poseía dos entradas del lado este que daban a una plaza grande rodeada de muros y
construcciones adyacentes. Este conjunto constituye un ejemplo de la arquitectura
precolombina típica del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. El interior
del edificio fue dividido por los muros de adobe en dos cuartos que denominamos
estructura 401 y estructura 402 respectivamente (Fig. 34). En ambas estructuras
fueron descubiertos dos niveles de ocupación. El superior, de la “plena” Época
Colonial, se encontraba sobre un estrato de polvo volcánico procedente de la
erupción del Huaynaputina en el año 1600 (Szykulski 1998: 298, 299). Esta capa
contenía escasos fragmentos de cerámica utilitaria modelada a mano junto a un par
de piezas coloniales modeladas a torno, con esmalte verde o azul35. Por lo demás,
se registraron también algunos pedazos de grandes recipientes de almacenamiento
modelados a mano, por su forma parecida a los productos de la alfarería prehis-
pánica. Los recipientes de este tipo perduraron en el extremo sur peruano hasta
bien avanzada la Época Colonial. En lo que concierne al nivel inferior de las dos
estructuras, hay que relacionarlo con el inicio de la Época Colonial, es decir, el
llamado Período de Transición.
Dos herraduras y las campanillas del arnés de muy fino acabado (Fig. 35)
encontrados dentro de la estructura 402 indican que este cuarto fue habitado por
los conquistadores españoles. Además, dentro del nivel cultural aparecieron frag-
mentos de la cerámica incaica y de grandes recipientes de uso cotidiano cuya forma
evocaba tanto la alfarería Churajón como la Inca. A la base de un muro de adobe
que dividía las dos estructuras, así como dentro de los estratos de ambos lados de
este muro, se hallaron trozos de ladrillos parecidos a los que fueron usados en la
35 Unos fragmentos similares fueron encontrados también (en la superficie) dentro de la estruc-
tura 103 y 105 del sector I (Szykulski 1996: 204).
Józef Szykulski 85
Fig. 35. Centro Administrativo – Residencial, Estructura 401 y 402. Hallazgos relaciona-
dos con la época colonial. A – E, G – estrato posterior la erupción de Huaynaputina; F, H
– N – estrato anterior a la erupción de Huaynaputina. L – plata, M – hierro, N – cobre
86 Prehistoria del Perú Sur
36 Se trata de las labores realizadas dentro de la estructura 105 y las descritas unas líneas más
adelante investigaciones dentro del Templo del Sol (Szykulski 1998, 1998a, 2000).
37 La existencia de esta unidad arquitectónica en el Período Intermedio Tardío fue confirmada,
entre otros, en el mismo Churajón.
Józef Szykulski 87
(Goslinga 1971; Gisbert, Mesa 1985; Duque Gómez 1991), típica de gran parte de
los territorios del Nuevo Mundo (es decir, desde México hasta Bolivia). Además,
los resultados de las investigaciones arqueológicas junto a las fuentes históricas
de la región, apoyan la hipótesis de que la iglesia católica localizada dentro del
Templo del Sol fue dedicada a la adoración de la Virgen María (Szykulski 1998,
2000, 2000a: 278). También parece que es aquí donde hay que buscar los oríge-
nes del culto a la Virgen de la Candelaria cuyo centro está actualmente ubicado
unos kilómetros al Sur de Churajón en el, fundado en el siglo XIX, santuario de
la Virgen de Chapi (Fig. 38)38.
Las excavaciones en el Templo del Sol demostraron que el interior de la
estructura prehispánica había sido modificado conforme con las necesidades del
nuevo culto. Así, se había construido una banqueta de piedras unidas con greda, que
dividía el espacio en el presbiterio y la nave central. En el presbiterio, localizado
en la parte sur de la estructura, se había erigido una plataforma con el Altar Mayor
(Fig. 39). Otro altar, de menor tamaño, se había ubicado en un pequeño recinto
adosado del lado este que probablemente servía de baptisterio o de capilla (Fig.
40). Además, durante los trabajos de adaptación, los españoles habían rellenado
este espacio con una capa de escombros y greda, de 80 cm de espesor39, con el fin
de obtener el mismo nivel del piso de la plataforma con el altar construido dentro
del presbiterio.
Dentro del presbiterio (del lado este y oeste) habían sido levantadas unas
banquetas de piedra y tierra para los oficiales laicos y religiosos. En el muro occi-
dental del presbiterio –en frente del altar–, se había construido una ventana ancha.
Es de suponer que esta abertura ejercía una función similar a la de las llamadas
capillas abiertas, conocidas de otras iglesias doctrineras del Nuevo Mundo (García
Granados 1935; Gisbert, Mesa 1985; Goslinga 1971). Tal solución arquitectónica
permitía a la población indígena reunida en la plaza (siempre pagana, entonces
39 Dentro de este estrato fueron encontrados también varios fragmentos de cerámica, tanto de
uso cotidiano como tipo Inca imperial e Inca provincial.
90 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 39. Churajón, Iglesia doctrinera del Templo del Sol; presbiterio con el Altar Mayor
Fig. 40. Iglesia doctrinera del Templo del Sol; Altar adosado
al muro oeste de la sacristía/baptisterio
Józef Szykulski 91
Fig. 41. Templo del Sol, nave central; Tumba 3 de la época colonial
40 Una tumba en forma de caja de lajas (tumba 8) fue descubierta en el presbiterio. Su tamaño
sugiere que se trata de la tumba de un infante (Szykulski 1998: 310).
92 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 43. Contenido de las tumbas del Templo del Sol. A – tumba 1; B, C – tumba 2; D,
E, F – tumba 3; G, H – tumba 4; I – tumba 10; J – tumba 12; K – O – tumba 12A; P, R –
tumba 13; S – U – tumba 13A (descripción del contenido: Szykulski 1998: 306 – 313)
94 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 44. Templo del Sol; La localización de la tumba pre hispánica (T-12A)
descubierta debajo del entierro cristiano (T-12)
siglo XVI. Parece que la moneda data del período anterior a la fundación de la
Casa de la Moneda en Lima, así como de la Casa de Moneda en Potosí, la más
importante institución de este tipo en toda la América del Sur41. Probablemente,
fue acuñada en América Central, lo que está sugerido por la presencia de la letra I
(¿Indias Occidentales?) en su anverso. Estas conclusiones encajan en la hipótesis
de la muy temprana, en el contexto de la Época Colonial, proveniencia de los
entierros cristianos descubiertos dentro del Templo del Sol.
Por lo demás, merece la pena men-
cionar que el escaso material de pro-
cedencia europea, registrado dentro de
algunas estructuras arquitectónicas de
Churajón, tiene rasgos característicos de
un determinado fragmento de la historia
de América Latina, es decir, período de
la conquista o de los esfuerzos por tomar
el control sobre ciertas áreas (como suce-
Fig. 45. Templo del Sol; Macuquina dió en el caso de los actuales territorios
(1 Real) documentada en la tumba 2 de Chile y Argentina).
El marcador arqueológico de esta
corta época siempre lo constituye la escasa cantidad de monedas, elementos de
armas y arneses u objetos de uso personal traídos por los relativamente pocos
invasores. Estos componentes siempre aparecen entre los vestigios de la cultura
material india, es decir, indígena usados tanto por los conquistados como por los
conquistadores. Este fenómeno se reitera en varias regiones de la región andina y
toda el área de Mesoamérica42.
La síntesis de los resultados de las investigaciones sobre la Época Colonial en
Churajón permite no sólo precisar el momento de la aparición de los conquistadores
españoles en el área, sino también determinar los límites temporales del período
durante el cual dentro del Templo del Sol funcionaba la iglesia doctrinera. Los ves-
tigios disponibles indican que los conquistadores aparecieron en Churajón (hecho
marcado probablemente por el inventario de la tumba 1) en el mismo momento
cuando las tropas bajo el mando de Diego de Almagro –el colaborador principal
de Francisco Pizarro y, más tarde, el adversario político de este conquistador del
Perú– entraron en la región de Arequipa. En base a las fuentes históricas podemos
establecer su fecha al año 1537 (Galdos 1990: 216, 217). Estos acontecimientos
eran relacionados con la invasión de los futuros terrenos de Chile. La hipótesis
41 En la fase inicial de las investigaciones relacionamos la acuñación de esta moneda con esta
ceca (Szykulski 1998: 306; 1998a: 94).
42 Hay que resaltar el hecho de que las épocas históricas de transición en la mayoría de los casos
no están reflejadas por los cambios en los inventarios arqueológicos contemporáneos con
ellas.
96 Prehistoria del Perú Sur
de que fueron las mismas tropas de Almagro las que dominaron Churajón viene
respaldada además por las circunstancias estratégicas.
Hay que recordar que el interés principal de los invasores del Nuevo Mundo
no radicaba en la conquista de los mismos terrenos, sino de los centros del poder
y la gente que habitaba estas áreas. Las tropas españolas, al llegar desde Cusco al
valle del río Chili (la actual Arequipa), encontraron una región fértil, pero poco
poblada (Galdos 1988; 2000), cuyos habitantes no podían garantizar el aprovisio-
namiento de las tropas de invasores a la larga.
Las investigaciones realizadas hasta hoy demuestran que el centro de población
más importante en esta área era el relativamente pequeño poblado de Casa-Patak
(Fig. 46). Por esa razón, el conjunto de Churajón con su infraestructura agraria
constituía el único lugar que podía proveer de bastimentos a un mayor grupo de
individuos. Además, el conjunto, situado en el valle del río que facilitaba la salida
hacia el Pacífico, era un lugar ideal desde el punto de vista estratégico para la fun-
dación de una base operativa para las expediciones militares hacia el Sur.
Hay que suponer que, poco después de la aparición de los primeros conquis-
tadores el más representativo edificio de Churajón, es decir, el llamado Templo
del Sol (que probablemente funcionaba entonces como un templo indígena) fue
transformado en iglesia católica. Esto significaría que la iglesia católica del Tem-
plo del Sol es el más antiguo monumento de este tipo no sólo de toda la Costa
Extremo Sur, sino también de toda la parte meridional de América del Sur, es decir,
los terrenos actuales de Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, el sur de Bolivia y
el extremo sur peruano.
Parece que este Churajón “colonial” funcionaba hasta el momento de la defini-
tiva implantación de las llamadas reducciones del Virrey Don Francisco de Toledo
y los reasentamientos de la población indígena forzados por la misma. Se trataría
de los inicios del último cuarto del siglo XVI. Tal fecha del abandono de Churajón
queda apoyada por los resultados de las excavaciones efectuadas en el Templo del
Sol y las estructuras arquitectónicas adyacentes.
Debajo de los estratos de polvo volcánico que yacían directamente sobre
los pisos de las construcciones estudiadas (Fig. 47) no fueron registrados ningún
vestigio que indicara la violenta destrucción de las estructuras en uso, y sólo
se recuperaron unos pocos hallazgos muebles. Dichas evidencias confirman que
Churajón fue abandonado antes de la erupción del volcán Huaynaputina en el año
1600. Por lo demás, los restos de los techos de paja (conservados debajo de la capa
de polvo volcánico), junto al hecho de que entre los pisos de las construcciones
y el estrato de polvo no se detectó ninguna capa eólica (o culturales), respaldan
la suposición que el abandono de Churajón sucedió poco antes de la mencionada
erupción, es decir, en el último cuarto del siglo XVI. Así que, tomando también
en cuenta el relativamente extenso conjunto de fuentes sobre los acontecimientos
históricos en los territorios del Virreinato del Perú de aquellos tiempos, podemos
Józef Szykulski
Fig. 46. Centro precolombino Kasa – Patak, hoy la ciudad Arequipa (según: Bernedo 1949)
97
98 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 47. Churajón; Derrumbe del pared oeste del Templo del Sol
cubierto con la ceniza volcánica.
El análisis de todos estos datos nos lleva a la conclusión de que Churajón, que
en el Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío era el mayor conjunto habita-
cional de toda la Costa Extremo Sur, también en los inicios de la Época Colonial,
es decir, en el Período de Transición, constituía probablemente el más importante
centro del poder político del Reino de España en la recién conquistada región
del Nuevo Mundo. Su importancia estuvo condicionada tanto por su ubicación
conveniente, en la ruta que conducía de las altas montañas a la costa, como por la
infraestructura agraria que posibilitaba el aprovisionamiento fácil. El sitio perdía
su privilegiada posición conforme la administración colonial española extendía su
poder sobre la Costa Extremo Sur y se fundaban los centros urbanos de tipo europeo
como, por ejemplo, las ciudades de Arequipa (definitivamente fundada en 154043)
y de Camaná (1557). El desenlace irreversible de la población de Churajón fue
44 La existencia de este fenómeno la confirma el caso de una reducción situada cerca del distrito
de Huaman-Marca que fue abandonada después de un corto período de su funcionamiento
(Neira 1998: 42).
100 Prehistoria del Perú Sur
CAPÍTULO V
Primeros habitantes.
Época Precerámica en la Costa Extremo Sur
Los resultados de los trabajos realizados hasta la fecha en el territorio de la Costa
Extremo Sur, incluyendo las investigaciones llevadas a cabo entre los años 1993 y
2002 en el marco del Proyecto Churajón, permiten no sólo delinear el proceso de
desarrollo cultural en el extremo sur peruano, sino también definir los mecanismos
y las influencias que lo estimularon.
Sin embargo, para entender todos los fenómenos ocurridos necesitamos anali-
zar el problema desde una perspectiva geográfica mucho más amplia, sobrepasando
los límites de la Costa Extremo Sur. Asimismo, precisamos tomar en consideración
los cambios ambientales acaecidos en el pasado tanto en la escala regional como en
la global. El factor ambiental, muy a menudo ignorado o no valorado debidamente,
constituye sin duda un elemento decisivo en las indagaciones sobre la más remota
etapa de la historia de la civilización humana, es decir, la Época Precerámica. Se
trata de un período cuando el hombre prehistórico podía modificar su ambiente
sólo de manera muy limitada, por lo que para sobrevivir necesitaba adaptarse a
las condiciones cambiantes.
Pretendiendo caracterizar la Época Precerámica en la Costa Extremo Sur,
primero tenemos que afirmar que, a pesar de que los trabajos desarrollados en
los últimos cincuenta años permitieron localizar o registrar una gran cantidad de
yacimientos arqueológicos, el mero hecho de la identificación de los sitios no
implicó el aumento cualitativo de la existente base de datos. Las causas de esta
situación radican en un carácter muy disperso, tanto en el sentido espacial como
temporal, de los restos de la época en cuestión. Varias concentraciones de sitios
están separadas por extensos espacios que hasta hoy en día no han sido estudiados.
Eso implica que los yacimientos a menudo muy alejados uno del otro carecen
de contextos comunes, es decir, que se repitan. Por eso la tarea de determinar
relaciones entre varias áreas y establecer secuencias temporales de artefactos,
cuando todavía carecemos de fechas 14C, se pone muy difícil. Además, siempre
tenemos que estar conscientes que los resultados de nuestras indagaciones tienen
un margen de error mucho más grande que en el caso de los estudios sobre las
épocas posteriores.
102 Prehistoria del Perú Sur
La tipología presentada líneas más abajo fue elaborada a base de los materiales
publicados hasta la fecha, incluyendo además los inventarios que por varias razones
permanecen inéditos. El estado de la investigación determinó que son las puntas
foliáceas las mejor representadas dentro de todo el conjunto de formas. Para evitar
algunas infundadas asociaciones difusionistas, se rechazó una práctica común de
la arqueología europea y americana de denominar las formas de artefactos con
el nombre del sitio donde fueron registradas por primera vez (p. ej., puntas tipo:
Ichuña, Viscachani, Sumbay etc.).
La nomenclatura de este tipo, por estar tan extendida en la literatura arqueo-
lógica, aparece aquí sólo a modo de información adicional. Asimismo, nuestro
sistema de clasificación fue basado en las siguientes denominaciones: números
romanos (I, II,…X,..XVI, etc.) – grupos de útiles; números arábigos – tipos de útiles
(1, 2, 3,…11); dos números arábigos separados por un punto (1.1, 1.3,…2.7, 2.8)
– variantes; números arábigos con letras minúsculas (1.1a, 1.1b, 1.2a,…2.3a) – sub-
variantes. En los casos que requerían una explicación adicional también agregamos
algunos comentarios acerca de varios tipos, variantes o subvariantes de grupo en
cuestión. Por lo demás, para evitar malentendidos, que muy a menudo se generan
en las publicaciones sobre la Época Precerámica, las puntas bifaciales, excepto las
formas geométricas y los llamados arpones con superficie pulida (grupos: XVI y
XVII), fueron clasificadas dentro del grupo de puntas foliáceas.
Basándonos en los análisis de los inventarios líticos recuperados hasta la fecha
de la Costa Extremo Sur, podemos distinguir los siguientes tipos de artefactos aso-
ciados tanto a la Época Precerámica como a los inicios de la Época Cerámica:
I. Núcleos
I.1. Choppers
I.2. Chopping-tools
I.3. Seudobifaces
Los choppers y chopping-tools básicamente no difieren de los ejemplares
conocidos del Mundo Antiguo. Las formas conocidas como bifaces, o más bien
seudobifaces, encontradas en el territorio de la Costa Extremo Sur pero también
fuera de esta área, deben ser tratadas como núcleos con negativos de lascas extraí-
das o preformas de la talla de puntas foliáceas. A tales conclusiones llevan los
resultados de las investigaciones efectuadas en los años setenta del siglo XX al
norte del Perú sobre la problemática de los llamados bifaces/seudobifaces tipo
Chivateros (Chauchat 1977, 1982, 1988, 1998).
II. Lascas
II.1. Lascas retocadas
II.2. Raclettes
104 Prehistoria del Perú Sur
Entre las lascas retocadas encontramos piezas con retoque de uno o de los dos
bordes. La mayoría de estos artefactos probablemente son preformas. El número
reducido de los ejemplares documentados no permite elaborar una clasificación
más detallada. En lo que concierne a las raclettes, en la Costa Extremo Sur encon-
tramos principalmente las formas ovaladas con los bordes retocados abruptamente
y la zona distal sin retoque. Unos hallazgos muy similares se conocen del norte de
Perú (cf. Chauchat 1972: Fig. 3).
III. Denticulados
III.1. Denticulados unilaterales
III.2. Denticulados bilaterales
III.3. Denticulados cóncavos
III.4. Denticulados circulares
Las evidencias de este grupo –provenientes tanto de la Costa Extremo Sur
como de otras regiones del Perú– no han sido estudiadas hasta la fecha. Parece que
existen más tipos, todavía no identificados. La mayoría de las formas denticuladas,
como, por ejemplo, las circulares (tipo III.4), fueron clasificadas por algunos de
los investigadores dentro de otros grupos de útiles, por ejemplo, dentro de este
de los raspadores.
IV. Perforadores
IV.1 Perforadores simples
IV.2 Perforadores múltiples
Este grupo abarca los útiles sobre lascas o láminas que se distinguen por la
presencia de un apéndice en punta, aguzado por medio de retoques cóncavos.
Este mero hecho no permite incluir dentro de este grupo formas simples que muy
a menudo aparecen en la literatura bajo el mismo nombre (en las publicaciones
anglosajonas denominadas gravers), pero que no demuestran ningún retoque en
la parte considerada como el apéndice.
V. Raspadores
V.1. Raspadores simples sobre láminas
V.2. Raspadores dobles sobre láminas
V.3. Raspadores simples sobre lascas
V.4. Raspadores sobre láminas con retoque de bordes
V.5. Raspadores circulares
V.5.1. Raspadores circulares espesos
V.5.2. Raspadores circulares planos
V.6. Raspadores en hocico (perfilados)
V.7. Raspadores espesos
Józef Szykulski 105
VI. Raederas
VI.1. Raederas alargadas simples
VI.2. Raederas alargadas dobles
VI.3. Raederas laterales
VI.4. Raederas ovaladas
VI.5. Raederas de base cóncava
VII. Cuchillos
VII.1. Cuchillos convergentes
Hasta la fecha, entre los ejemplares de la Costa Extremo Sur sólo pudimos
comprobar la existencia de un tipo (tal vez en dos variantes). Se trata de útiles
asimétricos bifaciales de punta afilada, bien destacada (Neira 1990: 12, 52).
Fig. 49. Puntas de proyectíl (grupo XIII – XVII) documentadas en los contextos prece-
rámicos de la Costa Extremo Sur
110 Prehistoria del Perú Sur
2.1. Litoral
tipo XVI.1. Por lo demás, en los conchales denominados Pampa Colorada III y
Pampa Colorada V, se encontraron algunos materiales indudablemente mucho
más antiguos.
Entre los artefactos líticos aparecieron machacadores y manos de piedra pulida
(Engel 1957: Pt. XXXIII), algunos de los cuales pudieron ejercer la función de
alisadores. Además se registraron instrumentos a base de cantos rodados tipo cho-
pping-tool (I.2), perforadores simples y dobles con el apéndice bien diferenciado
(IV.1, IV.2) y cuchillos (VII). El grupo de las puntas estuvo representado por las
puntas trapezoidales tipos XII.1, XII.2 y XII.3, puntas pentagonales (XIV.2), puntas
con pedúnculo tipo XV.1, XV.2 y muy particular tipo XV.4 (cf. Engel 1957; Lan-
ning, Hammel 1961; MacNeish et. al. 1980; Neira 1990, 1998; Ravines 1972).
Para el nivel de ocupación más antiguo dentro de los conchales de Pampa
Colorada se obtuvo una fecha radiocarbónica de 5490+/-140 BP (Ny-159) que
calibrada arrojó un intervalo de 4600-4000 a. C. Tal evidencia nos permite clasifi-
car por lo menos la mayoría de los materiales recuperados dentro de la fase tardía
de la Época Precerámica. Sin embargo, la falta de la secuencia estratigráfica bien
documentada causa que los resultados de esta única datación por 14C no puedan
servirnos para resolver el problema de la cronología de los artefactos.
Playa Chira: Departamento de Arequipa, Provincia de Camaná, entre los
valles Camaná y Ocoña, directamente al Sur del sitio de Pampa Colorada. Es un
conchal descubierto en 1956 por F. Engel y E. Lanning (Engel 1957).
Entre los escasos materiales documentados en el sitio destacan útiles de pie-
dra pulida (probablemente alisadores), artefactos tipo chopping-tool (I.2), puntas
trapezoidales con aletas (XII.2.1), puntas con pedúnculo tipo XV.1 y XV.2. No
existe ninguna secuencia estratigráfica registrada para este sitio. Todo tipo de inqui-
siciones sobre la cronología del sitio sólo puede basarse en la fecha radiocarbónica
Hv-1090: 8765+/-160 BP que calibrada indicó un intervalo de 8050–7500 a. C., es
decir, una fase muy temprana del Precerámico, al principio del Holoceno.
Puyenca: Departamento de Arequipa, Provincia de Caravelí, aprox. 3 km
al Sur de Punta Ático. Se trata de un conchal en 1959 investigado por Gary S.
Vescelius. Los escasos inventarios de artefactos líticos del yacimiento incluyen
chopping-tools (I.2), puntas trapezoidales tipo XII.1, XII.2 y XII.3, puntas pentago-
nales tipo XIV.2 (cf. MacNeish et. al. 1980: 68). El material enumerado demuestra
varias analogías con los inventarios de la vecina Pampa Colorada.
Se obtuvieron dos dataciones radiocarbónicas de las muestras de carbón,
Hv-1084: 8070+/-145 BP y Hv-1086: 7855+/-150 BP. Lo que origina después de
la calibración 7350–6600 a. C. y 7060–6400 a. C., es decir, un amplio intervalo
de 7350–6400 a. C.47.
47 De Puyenca o sus alrededores proviene también una fecha muy controvertida de 13950+/-130
BP (BONN 1148). El material para el análisis radiocarbónico fue recogido por H. Trimborn
en 1970. Sin embargo, ignoramos si la muestra guarda algún tipo de relación
114 Prehistoria del Perú Sur
2.2. Sierra
llevó a las conclusiones de que en el caso de los primeros de los artefactos men-
cionados se trata más bien de fragmentos de puntas con pedúnculo tipo XV.1, que
tal vez hubieran sido transformadas en perforadores (Neira 1998: 16). El grupo
más característico del sitio es este de puntas de limbo triangular o pentagonal. La
presencia de las acanaladuras que adelgazan sus bases hace que las puntas deben
ser clasificadas como fluted points, según la terminología de Willey. Estos arte-
factos, pertenecientes al tipo X.2 de nuestra tipología, son los únicos hallazgos de
este tipo en toda la región de la Costa Extremo Sur hasta la fecha. Como fueron
recuperados de la superficie no podemos determinar su relación temporal con los,
mencionados unas líneas mas arriba, supuestos perforadores.
Arcata: Departamento de Arequipa, Provincia de Condesuyos, Distrito de
Cayarani. Se trata de una cueva localizada en la altura de 4600 m sobre el nivel
del mar. En los años cincuenta del siglo XX, Gerhard Schroeder realizó aquí
excavaciones que proporcionaron numerosos artefactos líticos clasificados por
el mismo descubridor como Ayampitinense II (Schroeder 1957). La documenta-
ción iconográfica de los inventarios de Arcata (Schroeder 1957; Neira 1990: 9)
permite distinguir las siguientes formas de artefactos: seudobifaces (I.3), lascas
retocadas (II.1), útiles denticulados (III.3), raspadores (V.1–V.3, V.5, V.7), raederas
(VI.1–VI.5), cuchillo convergente (VII.1), punta sobre lasca con retoque de bordes
(VIII), puntas en forma de hoja de laurel de base recta (XI.3.1), puntas trapezoi-
dales alargadas (XII.1), puntas triangulares (XIII.1, XIII.2), puntas con pedúnculo
(XV.1), puntas geométricas (XVI.1, XVI.2.2, XVI.3). Además, aparecieron lascas
sin retoque y núcleos con negativos de lascado (preformas de los útiles bifaciales).
Vale la pena destacar que todos los materiales clasificados como tipos XII.1, XIII.2,
XVI.2.2 habían sido confeccionados de obsidiana.
El análisis de estos artefactos líticos de Arcata indica que tanto los raspadores
como las raederas representan las formas muy típicas de la región de los Andes
peruanos, incluyendo el territorio de Altiplano del Perú y Bolivia. La única forma
que destaca del conjunto es la de raedera de base cóncava (VI.5), es decir, cuchillo
bifacial según la clasificación de Ravines (1972: 152). Algunas piezas de este tipo
aparecen en las capas tempranas e intermedias del yacimiento Toquepala 2, así
como en los inventarios de Quellaveco y del Abrigo Caru (Ravines 1972: 154,
170). En cuanto a las puntas en forma de hoja de laurel de base recta (XI.3.1),
representan una variante que esporádicamente aparece entre los materiales líticos
de la Costa Extremo Sur. Hasta la fecha, algunos ejemplares de este tipo fueron
descubiertos sólo en los sitios de Asana, La Brorota (elaborados de obsidiana) y
Sumbay 3 (puntas tipo Sumbay II-D según Neira; 1990: 37). No disponemos de
ninguna fecha radiocarbónica para estos hallazgos de Arcata.
Asana: Departamento de Moquegua, Provincia de Mariscal Nieto, Distrito
de Torata. Se trata de un área de ocupación de la Época Precerámica localizada
en el valle del río Asana. En los años ochenta y los inicios de la década de los
Józef Szykulski 117
noventa del siglo XX, el equipo americano-peruano del Proyecto Contisuyo realizó
prospecciones arqueológicas de todo el valle, así como excavaciones extensivas
en este yacimiento ubicado en el curso superior del río, aproximadamente 40 km
de Moquegua (Aldenderfer 1990, 1991, 1998).
Dichas excavaciones abarcaron una superficie de unos 370 m². Se descubrieron
restos de construcciones habitacionales de las cuales las más antiguas datan de la
fase de ocupación fechada en 10 500 BP. Por lo demás, se registró una secuencia
estratigráfica de siete capas que abarcan tres períodos, es decir, Arcaico Temprano,
Arcaico Medio y Arcaico Tardío.
A base de los materiales publicados podemos caracterizar los inventarios de
Asana. Al lado de piezas tipo chopper (I.1) y útiles en piedra pulida (machacadores,
manos, batanes, alisadores) aparecieron raspadores simples sobre láminas y lascas,
raspadores circulares, así como también espesos (V.1, V.3, V.4, V5 y V.7). Dentro
del grupo de puntas se pudieron distinguir formas correspondientes a diferentes
fases de ocupación48.
Los estratos de la fase Asana VII que corresponden al Arcaico Tardío se
caracterizan por la presencia de puntas geométricas tipo XVI.1 y XVI.2. La fase
Asana VI, relacionada a la misma etapa del Arcaico, está representada por puntas
con pedúnculo tipo XV.1.
Al Arcaico Medio en Asana corresponden las fases V – III. Mientras la fase
IV se distingue por la presencia de puntas en forma de hoja de laurel del grupo XI
(tipos: XI.1, XI.2, XI.3, XI.4) y de piezas bifaciales foliáceas tipos IX.1, IX.2, la
fase III destaca por puntas en forma de hoja de laurel tipo XI.2, puntas trapezoidales
alargadas tipo XII.1.1 y de limbo corto tipo XII.3.2.
En cuanto al Arcaico Temprano (fases Asana II y I), sólo disponemos de
informaciones acerca de la fase Asana II representada por las formas trapezoida-
les de tipos XII.1.1 y XII.2. Los ejemplares de este segundo grupo tienen limbo
con retoque rectilíneo. Además en los estratos correspondientes a la fase Asana II
apareció un artefacto (tal vez se trate de una preforma) parecido a las puntas tipo
XII.3 (Aldenderfer 1998: Fig. 6.24.b).
La ubicación cronológica de los inventarios de Asana se pudo estimar a base
de treinta dataciones por 14C (Aldenderfer 1998: 131) de los cuales 26 fueron cali-
bradas con el método de Stuvier y Pearson (1993). Los fechados radiocarbónicos
calibrados concuerdan bien con la disposición estratigráfica de las muestras (las
muestras recolectadas de las capas inferiores son mucho más antiguas de las toma-
das de los estratos ubicados más arriba). La misma concordancia demuestran los
resultados de análisis por 14C que no fueron calibrados: las muestras extraídas de las
capas ubicadas al final de la secuencia presentan los valores mayores (Beta-40063:
118 artefactos, entre ellos: puntas, raederas y cuchillos, como también preformas
y subproductos de talla.
El análisis del inventario permite distinguir una raedera alargada simple (VI.1),
cuchillos con retoque bifacial efectuado en la fase inicial por percusión y después
por presión (VII), así como puntas de tipos diversos49.
El grupo de puntas incluye ejemplares en forma de hoja de laurel de base
redondeada (XI.2.2a), piezas con aleta y base recta (XI.3), trapezoidales tipo XII.1,
XII.2 y un ejemplar que, al parecer, es una preforma de una punta con base cóncava
tipo XI.5 (cf. Neira 1990: 11, H). Este conjunto de artefactos demuestra una serie de
similitudes con los materiales de las fases temprana e intermedia de Toquepala 2,
así como también con los inventarios Quellaveco y Arcata (Ravines 1972: 170).
Ichuña: Departamento de Moquegua50, Provincia de General Sánchez Cerro.
Es un abrigo rocoso estudiado en los años cincuenta del siglo XX por Osvaldo
Menghin y Gerhard Schroeder. Durante las excavaciones en el sitio se distinguieron
tres estratos de los cuales el superior fue relacionado por los investigadores con los
inicios de la Época Cerámica y los dos inferiores con el Precerámico (Menghin,
Schroeder 1957: 52). Se encontraron unos cuarenta artefactos. Los mismos descu-
bridores admitieron que muchos de estos hallazgos fueron recuperados del material
de desmonte, por lo cual fue imposible reconstruir la secuencia estratigráfica y asi-
mismo la cronología relativa de los artefactos (Menghin, Schroeder 1957: 44).
El inventario del sitio abarca raspadores (V), raederas (VI), machacadores,
cuentas en piedra, piezas óseas y 19 puntas. Entre estas últimas, la forma domi-
nante es la trapezoidal de limbo denticulado con aletas o sin ellas (XII.2). También
aparecen puntas en forma de hoja de laurel alargadas, de base redondeada y limbo
denticulado (XI.2.1a). Además, de la capa superior, fueron recuperadas puntas
geométricas triangulares tipo XVI.1 y XVI.2. La mayoría de las puntas denomina-
das tipo Ichuña –conocidas, entre otros, del sitio Toquepala 2– se encontraban en
la capa tres, relacionada con la fase intermedia de la ocupación del sitio, es decir,
el llamado Período II (Ravines 1972: 149).
Al parecer, es posible distinguir por lo menos dos horizontes cronológicos de
la ocupación del sitio de Ichuña: temprano, caracterizado por las puntas tipo XII.2
y la variante específica del tipo XI.2, y tardío, con las puntas tipo XVI.1.
Imata: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Distrito de Chivay.
Se trata de tres yacimientos abiertos llamados: Pampa de Yurac-Cancha, Pampa de
Huanacollo y Pampa de Sachagge. Los sitios están ubicados a una altura de 4370
msnm. Fueron estudiados en 1971 por Domitilla Huancollo Bustinza. Las excava-
ciones proporcionaron 920 artefactos en total. Lamentablemente, los inventarios
nunca fueron publicados, así como tampoco fueron precisados los lugares de su
proveniencia. Todas las informaciones publicadas acerca de los sitios en cuestión
provienen de las fuentes secundarias (Neira 1990: 13, 14; 1998: 14).
Entre los artefactos líticos destacan raspadores, en su mayoría circulares (V.5),
también hay raederas y tres tipos de puntas: en forma de hoja de laurel y base
redondeada, (XI.2), con pedúnculo y base escotada (XV.3) y, clasificadas dentro
del grupo de las puntas geométricas, triangulares o pentagonales de base escotada
(XVI.1).
Abrigo Saikiri: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Cañón
Colca. Es un abrigo rupestre localizado al Sureste del pueblo de Yanque, directa-
mente al Oeste del yacimiento La Brorota. Durante la prospección llevada a cabo
en el 2001, Luis Díaz Rodríguez advirtió la presencia de pinturas rupestres en rojo.
No se notaron ningunos materiales muebles en la superficie del sitio.
Las representaciones de Saikiri, por la gama de colores, la técnica de elabo-
ración y el carácter, se parecen a las pinturas rupestres de la Época Precerámica
conocidas de los abrigos localizados en Churajón (Abrigo III i IV), Abrigo Caru
y parcialmente también al arte de Toquepala 1, aunque este último se caracteriza
por una mayor precisión del acabado (sin embargo, no podemos excluir la posibi-
lidad de que sólo sea impresión causada por el mejor estado de conservación). Las
representaciones de Saikiri incluyen siluetas humanas, a menudo con armas (¿jaba-
linas?), y las figuras zoomorfas, probablemente de la familia de Camelidae.
Pillones: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Distrito de Chi-
vay, Pampa Pillones. Se trata de un sitio abierto (campamento) ubicado a una altura
de 4384 msnm. El yacimiento fue registrado en 1970 durante la prospección de
superficie realizada por René Santos Ramírez. Se registraron 134 artefactos líticos,
es decir, raspadores, raederas, cuchillos y puntas. Estas últimas prevalecen en el
conjunto de los hallazgos documentados. En base a las características de estos
inventarios, Máximo Neira Avendaño relacionó el campamento de Pillones con
la más temprana fase de ocupación (Período I) de Toquepala 2 (Neira 1990: 13;
Ravines 1972: 153).
Las descripciones de las piezas, junto a los escasos materiales conservados por
el Museo Arqueológico de la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa,
permitieron distinguir dentro del conjunto: puntas en forma de hoja de laurel de
base redondeada (XI.2), puntas trapezoidales alargadas con pedúnculo incipiente
(XII.1) y trapezoidales con limbo denticulado y aletas (XII.2). Además, aparecieron
también puntas pentagonales tipo XIV, puntas con pedúnculo alargadas de base
redondeada (XV.1) y un par de ejemplares de puntas geométricas pertenecientes
al grupo XVI.
Pintasayoc: Departamento de Arequipa, Provincia de Condesuyos, Distrito
de Yanaquihua, Comunidad de Ispacas. Se trata de una cueva ubicada a una altura
de aproximadamente 2500 msnm, en el promontorio del Nevado Coropuna, en la
122 Prehistoria del Perú Sur
zona del antiguo valle del riachuelo Chiuca, hoy en día conocido como el valle del
riachuelo Pintasayoc. El sitio fue investigado por Máximo Neira Avendaño en 1976
(Neira 1990; 1998). El techo de la cueva está recubierto de pinturas en colores rojo
claro, rojo oscuro (ocre), naranja, verde y blanco. Las representaciones de carácter
narrativo muestran las escenas de caza al acecho. Los animales representados per-
tenecen a la familia de los camélidos, probablemente se trata de guanacos. Uno de
los personajes centrales constituye un hombre enmascarado, supuestamente, chamán
supervisando actividades cinegenéticas. Como todas las representaciones son visi-
blemente vinculadas unas a otras conformando una lógica composición narrativa,
podemos presumir que todas fueron ejecutadas durante un “ciclo productivo” (un
lapso de tiempo limitado), sin adiciones posteriores. Por lo demás, es de destacar
que durante las investigaciones realizadas en la cueva no se registró ningún estrato
cultural. Tampoco fueron documentados artefactos muebles. La falta de éstos parece
indicar que la cueva Pintasayoc nunca sirvió de sitio de campamento ni refugio para
los grupos de los cazadores-recolectores prehistóricos.
Quellaveco: Departamento de Moquegua, Provincia de Mariscal Nieto, Distrito
de Torata. Es un sitio abierto (o más bien un conjunto de sitios) localizado en una
antigua terraza fluvial, dentro de la cuenca de un pequeño riachuelo tributario derecho
del río Asana. Esta área fue estudiada en los años sesenta por Rogger Ravines y en la
década de los ochenta del siglo XX también por Mark Aldenderfer (1990, 1998) en
el marco de un proyecto arqueológico de investigación de todo el valle del Asana.
Los vestigios de la Época Precerámica documentados por Ravines abarcan
concentraciones de artefactos y subproductos de talla. También se registraron
círculos de piedras de 150 cm de diámetro. Al parecer, se trata de restos de algún
tipo de estructuras arquitectónicas, quizás habitacionales (Ravines 1972: 169,
170).
Los inventarios líticos de Quellaveco incluyen raspadores circulares y de
hocico (V.5, V.6), raederas ovaladas de base cóncava (VI.5), piezas bifaciales
foliáceas (IX.1, IX.2) y numerosas puntas. Entre estos últimos hay ejemplares en
forma de hoja de laurel (XI.2, XI.3.2, XI.4), trapezoidales con aletas tipo XII.2,
triangulares tipo XIII.1 y pentagonales (XIV.1.2, XIV.2). El mismo descubridor del
yacimiento señaló que este conjunto demuestra varias similitudes con los artefactos
del Período I de Toquepala (Ravines 1972: 170), así como también, al menos en
cierto grado, con las industrias de Viscachani (Bolivia) y Puripica-Tulán, en el
norte de Chile (Orellana, Kalwasser 1964; Ravines 1982: 235). Hasta la fecha no
se realizó ningún análisis radiocarbónico del material de Quellaveco.
Sumbay: Departamento y Provincia de Arequipa, Distrito de Yanahuara (antes
Cayma), en el valle de un riachuelo tributario del río Sumbay, cerca de la estación
de ferrocarril en el pueblo Sumbay. Se encuentra sobre un terreno elevado a 4127
msnm. Máximo Neira Avendaño localizó aquí 9 sitios arqueológicos (Su-1–Su-9) de
la Época Precerámica (Neira 1990: 22, 23). Los trabajos arqueológicos se realizaron
Józef Szykulski 123
solamente en los abrigos rocosos designados con los símbolos Su-2 y Su-3 (Neira
1990: 22-50; 1998: 16-21).
La cueva Su-2: se registraron cinco niveles estratigráficos. El primero de
ellos (1), más tardío, fue formado por el material disturbado por las excavaciones
clandestinas. El nivel número 2, ubicado más abajo, se componía en su mayoría del
polvo volcánico de la erupción del Huaynaputina. Así que los dos estratos provie-
nen de la Edad Moderna. Tanto en el nivel 1 como en el 2 aparecieron artefactos,
entre ellos puntas geométricas triangulares de base escotada (XVI.1).
Los tres niveles siguientes se vinculan a la Época Precerámica (Neira 1990:
24). Del conjunto de los artefactos del tercer estrato (3) hay que destacar lascas con
huellas de uso y sin ellas, núcleos, raspadores (V.1, V.3), cuchillos (VII), puntas en
forma de hoja de laurel con base redondeada (XI.2.1a), puntas trapezoidales de limbo
corto con aletas (XII.3.1), puntas con limbo triangular o cónica de pedúnculo ancho y
base escotada (XV.3). Estas últimas parecen constituir la forma principal en el vecino
sitio Su-3. La mayoría de los artefactos fueron elaborados a base de retinita.
En el nivel 4 se notó la mayor cantidad de materiales líticos y además también
una concentración de los restos óseos. El inventario lítico incluye puntas en forma
de hoja de laurel con base redondeada o escotada (XI.2.1a, XI.5.1) y puntas trape-
zoidales tipo XII 3. Además también se recuperaron raspadores y cuchillos, pero
por la falta de documentación gráfica o cualquier tipo de descripción no podemos
clasificarlos (Neira 1990: 26). Los útiles del conjunto fueron confeccionados en
retinita, cuarzo, jaspe, obsidiana y ópalo de proveniencia local.
El nivel de ocupación más antiguo de la cueva Su-2 (nivel 5) contenía subpro-
ductos, lascas, puntas en forma de hoja de laurel con base redondeada (XI.2.1a) y
puntas trapezoidales con aletas (XII.2, XII.3). Contrariamente a las piezas del nivel
ubicado más arriba, los artefactos de retinita aparecen raramente en el nivel 5.
Tras el análisis los inventarios líticos de los estratos estudiados en la cueva
Su-2, podemos afirmar que, así como en la mayoría de los sitios precerámicos de
la Costa Extremo Sur, es la punta alargada de base redondeada, tipo XI.2, la que
constituye la forma principal dentro del conjunto. Y las formas características del
sitio en cuestión son las puntas tipo XII.3 (variante con aletas), denominadas por
el mismo descubridor del sitio tipo Sumbay I-B (Neira 1990: 27).
Las diferencias observadas en los líticos de los estratos investigados sugieren
la presencia de tres fases de ocupación del sitio. La más tardía es representada
por las puntas geométricas triangulares de base escotada (XVI.1) que aparecieron
en el nivel 2 y los estratos disturbados. La fase intermedia se vincula al nivel 3
caracterizado por las puntas tipo XV.3. El nivel 5 con las puntas tipo XI.2, XII.2,
XII.3 encarna la más temprana fase de ocupación del yacimiento. Probablemente
a la misma fase pertenecen también los hallazgos del estrato 4.
La cueva Su-3: el interior de la cueva está recubierto de pinturas rupestres en
color blanco y rojo. Se registraron más de 500 representaciones entre las cuales
124 Prehistoria del Perú Sur
prevalecen las de camélidos. Además aparecen las figuras de jaguar o puma, Suri
o Ñandú Americano junto a las siluetas humanas (Neira 1990: 41-50). Se pudieron
distinguir dos fases de la creación de las composiciones pictóricas: la temprana,
a la que pertenecen las pinturas en blanco, y la tardía, con las representaciones en
color rojo (Neira 1990: 48).
Las excavaciones realizadas por Neira revelaron la existencia de estratos
culturales dentro de la cueva Su-3. La estratigrafía fue en su mayoría disturbada a
causa de excavaciones clandestinas. Un fragmento de la secuencia estratigráfica
intacta sólo se conservó en la entrada. Esta secuencia contenía nueve capas de las
cuales 2-4 representan la ocupación precerámica de la cueva (Neira 1990: 26)51.
Igual como en el caso del yacimiento Su-2, tampoco aquí fue posible precisar
diferencias importantes entre los tipos de artefactos presentes en cada uno de los
estratos. Según el mismo investigador el material arqueológico recuperado permite
presumir que los tres estratos, de 60 cm de espesor en total, se vinculan con una
sola fase de ocupación (Neira 1990: 34).
Los trabajos realizados en el sitio revelaron una gran cantidad de restos osteo-
lógicos (principalmente de camélidos), seis artefactos óseos, un fragmento de uten-
sillo de madera, cuentas de hueso y lapislázuli. Además, surgieron varios núcleos
líticos, subproductos de talla, útiles y sus fragmentos. La materia prima básica para
la elaboración de los útiles del conjunto fue la retinita, ocasionalmente también
cuarzo y jaspe. En el grupo de artefactos podemos distinguir lascas retocadas (II.1),
perforadores ovalados con apéndice bien diferenciado (IV.2), raspadores simples
(V.1), raspadores sobre láminas con retoque de bordes (V.4), raspadores circulares
(V.5), raederas alargadas simples y dobles (VI.1, VI.2), así como diversas puntas
entre las cuales predomina (registrada dentro de todas las capas) la forma con
pedúnculo ancho de base escotada y limbo triangular o ligeramente lanceolado
(XV.3). Entre otras formas presentes en los inventarios líticos de Sumbay 3 vale la
pena destacar las puntas en forma de hoja de laurel sin pedúnculo en variantes con
base redondeada (XI.2), con base recta (XI.3) y con base escotada (XI.5). Además,
aparecieron también varios ejemplares de puntas triangulares con pedúnculo agudo
incipiente (XIII.2), así como formas cortas con pedúnculo de base recta (XV.2).
El rasgo específico del sitio Su-3 es la presencia de puntas con pedúnculos de
bordes divergentes tipo XV.4. Hasta el momento otro ejemplar que pudiera ser
variante del tipo XV.4 sólo se descubrió en el yacimiento La Brorota (Fig. 50)
ubicado aproximadamente 35 km al Noroeste. También, según indican las fuentes
iconográficas, una punta de forma similar fue hallada en el sitio costeño Pampa
Colorada (Ravines 1972).
51 La capa 1es de poco espesor y representa el nivel contemporáneo. Las capas 5-9 no contienen
huellas de la presencia humana (Neira 1990: 29, 30).
Józef Szykulski 125
Sólo disponemos de dos dataciones por 14C para precisar la ubicación cronoló-
gica de los materiales de Sumbay 3 (cf. Fig. 57). La primera muestra, BONN-1558, de
valor 6160+/-120 BP fue tomada del nivel cuatro, la segunda, BONN-1559, de valor
5350+/-90 BP, fue extraída de la capa 3 ubicada más arriba (Neira 1990: 50). Los
resultados de la calibración indican intervalos de 5300–4800 y 4350–4000 a. C.
Toquepala: Departamento de Tacna, Quebrada de Cimarrona, dentro de la
región minera de Toquepala explorada por Southern Peru Copper Corporation.
Se trata de dos sitios, es decir, una cueva denominada Toquepala 1 (Tal-1) y un
abrigo rocoso llamado Toquepala 2 (Tal-2). Los primeros trabajos en el sitio cono-
cido ya a partir de los años veinte del siglo XX, Tal-1, fueron realizados en 1960
por Richard Lage y Emilio Gonzáles García. En 1963, Jorge C. Muelle llevó a
cabo unas excavaciones extensivas (Muelle 1971). El mismo investigador empezó
también los trabajos en el yacimiento Tal-2 (Muelle 1971: 191-195) que después
fueron retomados en 1967 por el equipo de Rogger Ravines (1972).
Toquepala 1 (Tal-1): las paredes de la cueva están recubiertos de pinturas
rupestres de temática y técnica de elaboración similar a las representaciones cono-
cidas de los sitios descubiertos posteriormente en Pintasayoc y Sumbay (Neira
1990; 1998). Se puede observar que algunas imágenes o escenas están yuxtapuestas
unas a otras, lo que permite presumir que no fueron ejecutadas durante un solo
proceso de creación, es decir, algunas figuras fueron agregadas con el tiempo.
Las excavaciones no revelaron ningún material lítico relacionado con este sitio.
El único artefacto registrado constituye una punta atípica con limbo triangular y
pedúnculo de base recta, conocida como Punta Cueva (Ravines 1972).
En lo que concierne a la cronología absoluta del yacimiento, se realizó sólo
un análisis por 14C que fuese verosímil. Se trata de una muestra Y-1372 extraída
de una fogata revelada en el nivel más antiguo. El análisis arrojó el resultado de
9490+/-140 BP52 que después de la calibración equivale a un intervalo entre 9000
y 8300 a. C., es decir, el final del Pleistoceno. Aunque la relación directa entre la
muestra y las pinturas rupestres no puede ser demostrada, los restos de la fogata
descubiertos en la cueva de Toquepala constituyen una de las más antiguas evi-
dencias de la presencia humana en el área de la Costa Extremo Sur, confirmadas
también por los resultados de la datación por 14C.
Toquepala 2 (Tal-2): abrigo rupestre. Se trata de uno de los pocos sitios en
Costa Extremo Sur que proporcionó una clara secuencia estratigráfica compuesta de
cinco niveles con abundante material arqueológico (Ravines 1972: 135 - 139).
52 Otra datación por 14C de valor 9580+/-160 BP (Y-1325), realizada para una muestra de guano,
debe ser rechazada ya que carece de carácter antropogénico (Muelle 1971: 187). Y el tercer
fechado, a veces mencionado en la literatura, designado con el símbolo Y-001 (Engel 1966;
Ziółkowski et al. 1994:490), no aparece en las publicaciones de ningunos de los investigado-
res del sitio Toquepala (cf. Muelle 1971; Ravines 1972). Probablemente se trata de un error
generado en base a la mencionada datación de símbolo Y-1325.
126 Prehistoria del Perú Sur
53 Las llamadas paletas de pintor con huellas de hematita también aparecieron en el nivel de la
fase tardía.
Józef Szykulski 127
los estratos ubicados más arriba. En la capa 4, las puntas de la variante XII.1.1,
que además se registraron sólo en el nivel 3, son escasas.
La posición intermedia entre los artefactos característicos de las fases tardía
y temprana del sitio Tal-2 ocupan, sin duda, las puntas trapezoidales tipos XII.1,
XII.2 y XIII.2 que en su mayoría aparecen dentro del estrato 3, perteneciente a la
fase de ocupación intermedia (Período II, según: Ravines 1972: 153, 154). Por lo
demás, las puntas tipo XII.2 (de bordes denticulados), denominadas también tipo
Ichuña, están presentes ya en la fase temprana (nivel 4), pero es en la capa 3 donde
aparecen con frecuencia mayor; en los niveles vinculados a la fase tardía (capas 1 y
2) otra vez son esporádicamente representadas. También los artefactos tipo XIII.2 se
encuentran principalmente en esta fase intermedia de ocupación, sólo a veces surgen
en la fase temprana (capa 4), están aún menos presentes en el estrato 2 perteneciente
a la fase tardía y no aparecen en el estrato 1 (Ravines 1972: 151).
El análisis de la presencia de diferentes tipos de puntas en el sitio Toquepala
2 permite observar el proceso de una sustitución sucesiva de los útiles de tradición
más antiguos por otros tipos de artefactos (cronológicamente más recientes). Ya
en el caso de la capa 4, perteneciente a la fase temprana de ocupación, es posible
advertir una sucesiva aparición de nuevos tipos de puntas. Como un buen ejemplo
puede servirnos, ocasionalmente representada en el sitio, la variante XII.1.2 cuya
presencia quedó limitada sólo a las capas 3 y 454. Al mismo tiempo, es bien visible
la continuación de algunas formas que aparecen ya en el estrato 5, por ejemplo,
puntas tipo XI.2. Por lo demás, en la fase tardía (capas 1 y 2) se puede percibir
una paulatina desaparición de las formas usadas en los períodos anteriores, acom-
pañada por el surgimiento de formas nuevas, no registradas dentro de los estratos
más bajos de la secuencia (p. ej., XV.2.1, XV.3, XVI.1).
Las diferencias existentes en los inventarios líticos de cada capa parecen
reflejar los sucesivos cambios en la economía de la población prehistórica que
ocupaba el abrigo Toquepala 2. Estos cambios también quedan documentados por
la aparición ya en la fase intermedia de nuevos tipos de artefactos como piezas
de cestería o textiles de lana (Ravines 1972: 154, 155). De la fase intermedia pro-
ceden también las primeras indiscutibles pruebas de los contactos entre la región
de Toquepala con la zona litoral del Pacífico. Se trata de conchas de los bivalvos
marinos presentes en los estratos del abrigo. Los fragmentos de textiles y conchas
se registraron también en las capas de la última fase de ocupación junto a unos
colgantes en piedra pulida y cuentas, así como artefactos en hueso y batanes/
machacadores de cantos rodados.
54 Estas evidencias pueden sugerir que entre la línea divisoria entre las fases temprana y tardía
está situado no sobre el límite entre las capas 3 y 4, sino más bien dentro del estrato 4. A
las mismas conclusiones conducen los resultados de investigaciones publicadas por Muelle
quién clasificó el nivel 4 como perteneciente a la fase intermedia de ocupación (Muelle 1971:
193).
128 Prehistoria del Perú Sur
2.3. Churajón
55 Un grupo de hallazgos aparte constituyen los objetos que son producto de la actividad artística
del hombre prehistórico. Se trata, entre otros, de petroglifos, difícilmente fechables a causa
de su carácter, las cualidades del soporte y la falta de contextos culturales que se vinculen a
ellos. Durante los trabajos en Churajón, algunos petroglifos fueron descubiertos sobre bloques
dispersos en los valles de los ríos Segache y Corabaya-Tasata, así como también en las lade-
Józef Szykulski 129
ras de las quebradas y dentro de los centros habitacionales. La localización de los hallazgos,
claras diferencias estilísticas y diversos tipos/grados de patinaje de los grabados (a veces ob-
servables en las representaciones creadas sobre un solo bloque), permiten suponer que se trata
de evidencias de diferentes períodos históricos, desde la Época Precerámica hasta la Época
Colonial (Szykulski 2000: 19-22).
130 Prehistoria del Perú Sur
56 Otro hallazgo de punta, de base redondeada (XI.2.1), aislada, fue recuperado en el valle del
río Segache, a los pies del cerro Torre Ccasa. Este artefacto de sección lentiforme fue hecho
a base de arenisca por medio de retoque cubriente, sin retoque de bordes (Fig. 52). También
aquí se observa una fractura producida probablemente durante el uso.
Józef Szykulski 131
Fig. 54. Churajón, Valle de Tasata. Pintura rupestre del Abrigo III
Józef Szykulski 133
57 Hasta la fecha, no se realizaron ningunos análisis de las materias primas ni estudios que per-
mitieran precisar la cronología del hallazgo.
58 En este caso podemos hablar de ciertas similitudes con el cráneo de llama, especialmente de
las especies prehistóricas como Hippocamelus y Lama guanicoe, o aun de caballo americano
Hippidium sp.
Fig. 56. Cabecita de hueso descubierta en el estrato inferior del Abrigo III
57 Hasta la fecha, no se ha realizado ningún análisis de las materias primas ni estudios que per-
mitieran precisar la cronología del hallazgo.
58 En este caso podemos hablar de ciertas similitudes con el cráneo de llama, especialmente de
las especies prehistóricas como Hippocamelus y Lama guanicoe, o aun de caballo americano
Hippidium sp.
Józef Szykulski 135
Fig. 57. Las fechas 14C de los sitios precerámicos de la Costa Extremo Sur.
En color azul los datos no calibrados
Józef Szykulski 137
punta trapezoidal alargada tipo XII.2 (Fig. 58), también una punta tipo X.1, lla-
mada “cola de pescado” – un hallazgo bien excepcional en la zona de los Andes
del Perú (Fig. 59).
Fig. 58. Tillane, Churajón; Fig. 59. Tillane, Churajón; Punta de proyectíl tipo
Punta trapezoidal tipo XII.2 cola de pescado, cortesía L. Díaz Rodríguez
asociada a hallazgo tipo
cola de pescado
La simple forma de piezas bifaciales del grupo IX es muy común de toda la zona
andina y se le atribuye un largo período de funcionamiento, durante toda la Época
Precerámica. Que nos baste con mencionar que los artefactos de este tipo fueron
registrados ya en las industrias líticas de El Jobo (Venezuela) y de Ayampitín
(Argentina). No obstante, en el extremo sur peruano las piezas bifaciales fueron
sólo esporádicamente documentadas. Tal vez la culpa de esta situación la tengan
simplemente las imperfecciones de los registros arqueológicos existentes. Es decir,
es posible que una parte de estos artefactos pudiera ser clasificada conjuntamente
con las puntas del grupo XI. El grupo de las piezas bifaciales foliáceas es fuerte-
mente relacionado con las puntas en forma de hoja de laurel con base redondeada
tipo XI.1 y XI.2. La coexistencia de estos tipos de útiles líticos fue confirmada
tanto en los sitios de la misma Costa Extremo Sur (Toquepala, Asana, Quellaveco)
como de otras regiones de los Andes Centrales.
En el área de la Costa Extremo Sur los artefactos tipo IX.1 y IX.2 fueron regis-
trados en los yacimientos Asana, Quellaveco y Toquepala 2. Además, un ejemplar
(tipo IX.2) se halló durante la prospección de las Lomas de Ilo. Así que, al parecer,
las piezas bifaciales foliáceas son las formas típicas de la costa. Por lo demás,
los ejemplares registrados en Toquepala 2 yacían en los estratos del más antiguo
nivel de ocupación y en Asana se registraron ya en los niveles de la fase Asana/IV,
fechada en base al análisis de la muestra Beta-24633 al 6050 - 5750 a. C.
Este grupo de artefactos incluye puntas “cola de pescado” (tipo X.1) cuya aparición
en la zona austral y sur-oriental de América del Sur se vincula con la aparición de
los cazadores-recolectores del Pleistoceno Tardío. Una punta tipo “cola de pes-
cado” se documentó en 1998 en la zona de Churajón (Fig. 59); además se halló
un fragmento en la cuenca del río Osmore, Departamento de Moquegua (Car-
dona 2002). En ambos casos se trata de los hallazgos superficiales que carecen de
secuencia estratigráfica y fechas 14C. Sin embargo, la mera presencia de la “cola
de pescado” en el área de la Costa Extremo Sur puede servirnos de argumento
a favor de la aparición de los primeros grupos de cazadores especializados ya al
cabo del Pleistoceno y principio de Holoceno (9000-8000 a. C.).
Józef Szykulski 139
59 Las dataciones por 14C obtenidas para El Inga (I-557: 4000+/-190 BP; I-558: 5550+/-200 BP)
indican intervalos muy distintos, desde 8300-7900 hasta 2950-1950 a. C. Mientras los mismos
resultados son generalmente aceptados, es su interpretación, en relación con los artefactos
arqueológicos, la que despierta una serie de dudas. No podemos olvidar que el espesor total de
los estratos de El Inga no sobrepasa a 20 cm, por eso ya la misma ubicación de los hallazgos
dentro de un estrato cultural bien definido es muy problemática.
140 Prehistoria del Perú Sur
Tal hipótesis queda respaldada por hallazgos de las formas similares conoci-
dos, entre otros, del yacimiento Salar de Punta Negra, ubicado al norte de Chile.
La edad de estos materiales se calcula a aproximadamente 8000 años BP (Lynch
1986: 154, 155).
Este grupo incluye artefactos tipo XI.1 y XI.2, así como mucho menos frecuentes
piezas tipos XI.3-XI.5. Los tipos definidos como XI.1 y XI.2 son los más divulga-
dos no sólo en la Costa Extremo Sur, sino también en toda la zona andina. Estas
puntas, también conocidas bajo los nombres de Ayampitín, Viscachani, Puripica-
Tulán – según las regiones de su proveniencia, aparecen en un vasto territorio
geográfico que se extiende desde Ecuador (El Inga), por el Perú (Lauricocha)
y Bolivia (Viscachani), hasta Argentina (Ayampitín) y Chile (Puripica-Tulán).
El gran número de hallazgos de puntas en forma de hoja de laurel queda muy a
menudo falsamente acrecentado por el hecho de que en el grupo de las puntas de
este tipo se incluyen también erróneamente preformas y ejemplares muy delgados
que probablemente servían de cuchillos.
El análisis de los artefactos tipo XI.1 y XI.2 procedentes tanto de la misma
Costa Extremo Sur como de las áreas vecinas, es decir, del Altiplano y el norte de
Chile, permitió distinguir dos tecnologías de elaboración de la superficie de las
puntas en cuestión. En el primer caso se trata de un retoque profundo, irregular,
de carácter arcaico, característico, entre otros, de algunos ejemplares de los sitios
Viscachani en Bolivia, El Inga en Ecuador y Ayampitín en Argentina. En el otro,
observamos un retoque tecnológicamente más avanzado, plano y regular. Es bien
posible que estas diferencias tecnológicas reflejen también diferente posición cro-
nológica de los hallazgos. Desgraciadamente, los informes de las investigaciones
realizadas en los yacimientos donde fueron encontrados los útiles de este tipo no
aclaran si estas diferencias también quedan reflejadas en la posición estratigráfica
de las piezas.
Los resultados de las excavaciones efectuadas hasta hoy en día permiten
constatar que en el área de los Andes Centrales las puntas en forma de hoja de
laurel tipo XI.1 y XI.2 aparecieron por lo menos a partir de 6500 a. C. y perma-
necieron en uso (muy a menudo en forma miniutarizada) también en los períodos
posteriores, prácticamente hasta el principio de la Época Cerámica (Riddell, Valdéz
1988: 7).
En la misma Costa Extremo Sur, la distribución geográfica de los artefactos
del grupo XI al principio se limitaba ante todo a la región de la sierra. Los únicos
ejemplares conocidos hasta la fecha de la costa proceden de la Quebrada de los
Burros (Tacna). Por lo demás, algunos ejemplares se documentaron en los sitios
ubicados más al Sur, en Quiani I, al norte de Chile. La fecha más temprana de
Józef Szykulski 141
60 El largo período de utilización de estas puntas fue también confirmado por las excavaciones
realizadas en otras regiones, entre otros, en el área norte de Chile que constituye una natural
extensión de la Costa Extremo Sur – en los estratos del Precerámico Tardío de Quiani II y
Pichalo (Bird 1943).
61 La única excepción la constituyen los hallazgos de la Quebrada de los Burros, pero no se pu-
blicó ninguna información acerca del contexto cultural del cual fueron recuperados ni sobre la
cronología de estas piezas (Lavalée et al. 1999:46).
142 Prehistoria del Perú Sur
En la Costa Extremo Sur los materiales del grupo XIII son muy escasos. El tipo
XIII.1 se documentó sólo en la zona de la montaña, en los yacimientos de Arcata
y Quellaveco. El tipo XIII.2 se encontró tanto en la sierra – en Arcata, Sumbay
3 y en los estratos del período intermedio de Toquepala 2– como también en el
yacimiento costeño de Catarindo. Además, un ejemplar de la variante XIII.2.1
hecho en obsidiana fue registrado en el sitio La Brorota (Fig. 50).
Al parecer, ambas formas hay que relacionarlas con los territorios localizados
más al Sur. Fuera de la Costa Extremo Sur, las puntas triangulares del grupo XIII
aparecen en las industrias líticas del Precerámico Tardío de Conaoxa, al norte de
Chile (Niemeyer 1963). Por lo demás, algunos artefactos parecidos a estos tipos de
puntas triangulares sirven de demarcador del III período de ocupación del área del
Estrecho de Magallanes (Bird 1960, 1963). Allí fueron encontrados, entre otros,
en el nivel medio de la cueva Englefield (Emperaire, Laming, Reichlen 1963; cf.
fig. 23). Algunos ejemplares de la variante XIII.2.1 también aparecieron entre los
materiales de Viscachani, dentro del área del Altiplano.
Dentro de este grupo, las puntas tipo XV.3 y XV.4 ocupan una posición bien espe-
cial. En la Costa Extremo Sur, las primeras de las enumeradas (tipo XV.3) sólo son
conocidas de Imata (un ejemplar) y de las cuevas Sumbay 2 y Sumbay 3 donde
constituyen una de las formas más características (Neira 1990, 1998). En el resto
del territorio de los Andes peruanos, los artefactos de este tipo casi no aparecen, no
obstante, constituyen uno de los demarcadores de la industria lítica de Tambillo, en
Józef Szykulski 145
el norte de Chile (Kaltwasser 1963; Núñez 1980), cuya edad se estima al V período
de la Época Precerámica de los Andes Meridionales (Willey 1971: 200); aprox.
4200–2500 a. C. Algunos ejemplares parecidos al tipo XV.3 fueron encontrados
también en el nivel superior de la cueva Englefield (Emperaire, Laming, Reichlen
1963), en la Península Valdés en la Patagonia (Argentina) –donde fueron fechados
en aprox. 3000 a. C.– y en otros inventarios de Chile austral, clasificados por Bird
dentro del IV período de ocupación, según la cronología elaborada para el área del
Estrecho de Magallanes (Bird 1963). Por lo demás, la presencia de estas piezas está
confirmada en los territorios de la Pampa argentina (Willey 1963: Plate 13).
Las evidencias aquí presentadas parecen indicar que las formas tipo XV.3 son
de origen meridional. Tal hipótesis queda respaldada también por la relativamente
tardía –dentro de la Época Precerámica de la Costa Extremo Sur– posición crono-
lógica de los materiales descritos.
En lo que concierne a las mencionadas puntas tipo XV.4, estas formas parecen
constituir un rasgo distintivo de los inventarios de la cueva Sumbay 3 y carecen
de analogías en el resto del territorio andino. Aparte de un hallazgo fragmentado
(entonces difícil de definir exactamente) recuperado del conchal Pampa Colorada
V, las puntas con pedúnculo tipo XV.4 sólo fueron registradas en la nombrada
cueva Sumbay 3 (Neira 1990: 37). Su forma, junto con el hecho de que coexistan
con los materiales tipo XV.3, indica una cronología tardía dentro del Precerámico
del área.
Los dos tipos restantes, XV.1 y XV.2, son mucho más comunes. Su presencia
fue constatada tanto en los yacimientos precerámicos de la Costa Extremo Sur como
fuera de esta región. Los resultados de las excavaciones realizadas en el territorio
del Perú, Chile y Bolivia, claramente demuestran que las puntas con pedúnculo
y limbo lanceolado o triangular son formas tardías y aparecen tanto al final de la
Época Precerámica como en las industrias tempranas de la Época Cerámica.
Varios ejemplares parecidos a los artefactos tipo XV.1 y XV.2 fueron encontra-
dos, entre otros, dentro de los inventarios líticos de Quiani II y Pichalo en Chile (Bird
1943), así como entre los materiales del Cerámico Temprano de la cultura Wankarani
en Bolivia (Ponce Sanginés 1970). En la Costa Extremo Sur fueron registrados en
los yacimientos de Arcata, Asana, La Brorota, Pillones, Sumbay 3, Pampa Colorada,
Playa Chira, Toquepala 1 y Toquepala 2.
En la bien documentada secuencia estratigráfica de Toquepala 2, las puntas
tipo XV.1 y XV.2 aparecieron sólo dentro de dos estratos superiores, pertenecien-
tes a la fase tardía de la ocupación del sitio. En Asana, la capa que contenía los
artefactos de este grupo (nivel VIII) fue fechada en 3500-3250 a. C. (Beta-24632).
Tal posición cronológica corresponde con la datación propuesta por Ravines para
la fase tardía de Toquepala 2 (Ravines 1972: 154), así como con la cronología de
artefactos de este tipo conocidos de Chile y Argentina. De este modo, todas las
evidencias indican su ubicación temporal relativamente tardía.
146 Prehistoria del Perú Sur
Dentro de este grupo se encuentran las puntas geométricas de dos tipos principales
y una serie de variantes que fueron registradas en la mayoría de los sitios de la
Costa Extremo Sur. Este grupo de artefactos se caracteriza por una fuerte tendencia
a la microlitización y una tecnología de elaboración muy avanzada. Muchas de las
piezas tienen superficies alisadas.
La cronología de las puntas geométricas abarca los finales de la Época Pre-
cerámica y el Período Formativo de la Época Cerámica. Además, las formas del
grupo XVI, derivadas de ellas, se elaboraban también en los períodos posteriores,
casi hasta el fin de la Época Precolombina.
En el sitio Toquepala 2, las puntas geométricas (al igual que las formas
tipo XV.2 y XV.3) aparecieron sólo en las dos últimas capas de la fase tardía
de la ocupación del sitio. En Asana la presencia de las puntas geométricas la
tenemos confirmada dentro del estrato II (Aldenderfer 1998: 270). La parte
inferior de este nivel (Beta-27415) fue fechada con 14C calibrado en 3350–2600
a. C., mientras la muestra de la parte superior (Beta-23364) arrojó el resultado
de 2200 a 1750 a. C.
Vale la pena subrayar que las puntas triangulares de base profundamente esco-
tada tipo XVI.2 no fueron registradas ni en Toquepala 2, ni en Asana. Sin embargo,
algunos ejemplares de este tipo, asociados a los del tipo XVI.1, se encontraron
en los inventarios del Cerámico Temprano en Punta Islay (Neira 1990: 93). Este
hecho sugiere que el tipo XVI.2 puede ser más tardío que el tipo XVI.1.
Józef Szykulski 147
4. Problemática de la periodización
Hasta hoy en día, se efectuaron más de noventa dataciones por 14C para la Época
Precerámica de la Costa Extremo Sur. La mayoría de ellas, es decir, el 60 %, pro-
viene de los sitios de Asana, en el Departamento de Moquegua (Aldenderfer 1990,
1998), y de la Quebrada de los Burros en el Departamento de Tacna (Lavallée et
al. 1999). Hay que destacar que en el caso de los fechados de este último sitio, sólo
los provenientes de la capa N-2 tienen carácter indudablemente antropogénico, por
lo cual pueden vincularse directamente con los contextos arqueológicos.
En base al método de Stuiver y Pearson, todos los resultados de análisis por 14C
fueron calibrados. Las únicas excepciones constituyen los valores de más de 9500
BP cuya calibración es técnicamente difícil (cf. Pazdur, Pazdur 1994). En el caso
de la Costa Extremo Sur, tales valores fueron obtenidos de los niveles inferiores
de Asana, del sitio Ring y de la Quebrada de los Burros. Además, unas dataciones
muy antiguas fueron adquiridas para las muestras de dos sitios investigados durante
las últimas décadas en la costa: 11105+/-260 BP para la Quebrada Jaguay 280,
al norte de Camaná (Sandweiss et al. 1998, y 10770+/-150 BP para la Quebrada
Tacahuay, al sur de la ciudad de Ilo (Keefer et al. 1998). Hasta el momento, no se
ha publicado ninguna información detallada acerca de estos dos sitios.
Gracias a la relativamente clara estratigrafía de Asana, podemos estimar la
edad de las dos muestras cuyos fechados carecen de calibración en relación a las
capas que poseen las dataciones calibradas. Así, parece que los contextos que
contenían dichas muestras provienen del final del Pleistoceno. En el caso de los
resultados de dataciones por 14C obtenidos para la Quebrada de los Burros despier-
tan más dudas. Las dos muestras extraídas para el análisis procedían de conchas
marinas para las cuales debe además ser aplicada una corrección del llamado
efecto reservorio (ER), ya que las aguas marinas influyen en la absorción de 14C
por los organismos vivos, causando así el envejecimiento aparente de los resulta-
dos (Legoupil, Fontugne 1977). Por lo demás, en lo que concierne a las muestras
de los mencionados sitios precerámicos de la Quebrada Jaguay 280 y Quebrada
Tacahuay, en ambos casos se trataba de pedazos de carbón vegetal. Suponiendo que
este carbón fuera de origen antropogénico, podemos aceptar los valores obtenidos
y tratarlo como un argumento a favor de la presencia del hombre prehistórico en
la costa ya en el Pleistoceno Final.
Este problema de las dataciones por 14C de valores mayores a 9500 BP
demuestra lo complejo que es la cuestión de la comparabilidad de los resultados
obtenidos de diferentes tipos de muestras y, sobre todo, de los fechados calibrados
y sin calibración. En este último caso, si de la fecha absoluta (BC) sustraemos el
valor convencional de 1950 años de nuestra era, obtendremos el resultado mucho
menor en comparación con este que nos puede proporcionar la calibración de la
edad del material estudiado. Este fenómeno afecta de una manera especial a los
148 Prehistoria del Perú Sur
63 Una buena ilustración de este problema podemos encontrarla en un trabajo de Bernardo Arria-
za sobre la cultura Chinchorro (1995).
64 La cronología absoluta de la Época Precerámica de la Costa Extremo Sur en gran medida
corresponde a la propuesta por Santoro para la sierra del norte de Chile (Santoro 1989).
Józef Szykulski 149
estas formas aparecieron también en los inventarios precerámicos con puntas, que
a su vez son mucho mejor documentadas. Además, los artefactos de este grupo
también fueron registrados en los sitios de la Época Cerámica, lo que demuestra
que estaban en uso durante un período excepcionalmente largo. Será porque se
elaboraban fácilmente y eran multifuncionales.
Por lo demás, podemos observar que algunos artefactos de la Época Pre-
cerámica confeccionados sobre lascas estuvieron mucho más difundidos en la
zona del litoral que en la sierra de la Costa Extremo Sur. Así, entre los hallazgos
precerámicos de Puyenca, Pampa Colorada V o Catarindo destacan los útiles
elaborados sobre cantos rodados, y en el yacimiento Ring (Anillo) sólo aparecen
formas sobre lascas/cantos rodados y no existen piezas bifaciales. Al parecer, tal
situación tiene poco que ver con el aspecto cronológico, más bien resulta de un
específico modelo económico en el cual la explotación de los recursos marinos
predominaba sobre la caza u otros métodos de adquisición de alimentos.
En resumen, las huellas más antiguas de la presencia humana, conocidas hasta
la fecha de la Costa Extremo Sur, se vinculan con los grupos que disponían de una
tecnología de talla avanzada, basada principalmente en la elaboración de láminas.
Entre los artefactos predominantes encontramos aquí los útiles bifaciales y, entre
ellos, las puntas cuya forma se modificaba con el tiempo.
69 Aunque su valor sin calibración indica una fecha alrededor de 7900 a. C., no podemos olvidar
que la muestra que sirvió de base al análisis provenía de la capa inferior de la estratigrafía del
sitio. Toda la serie de otras muestras, extraídas de los niveles ubicados más arriba, arrojaron
valores absolutos BP mucho más bajos que, sin embargo, después de la calibración indicaron
un promedio de cerca 8000 a. C. Estas evidencias permiten aceptar la temprana posición cro-
nológica de la muestra Beta-40063 de Asana. Tal conclusión es igualmente válida para la otra
muestra no calibrada, mencionada en el texto.
Józef Szykulski 151
70 Algunos investigadores estiman la edad de las puntas tipo Clovis a max. 12 mil años BP.
152 Prehistoria del Perú Sur
difundió hacia el norte del continente (cf. Dillehay 1997; Dillehay et al. 1992;
Lavallée 2000).
Dejando de lado la cuestión del origen norte- o suramericano de las puntas
“cola de pescado”, hay que subrayar que los artefactos de este tipo son mucho
más comunes al sur y sureste de América del Sur (es decir, en Chile, Argen-
tina, Uruguay y sureste de Brasil) que en la región del Caribe. Por lo demás, las
secuencias estratigráficas y los análisis 14C de los sitios Monte Verde, Cueva Fell,
Cueva Mylodón, Palli Aike, Englefield y Cueva Medio71 de la zona austral del
continente, junto a las dataciones del yacimiento Cerro La China, situado dentro
de la Pampa argentina (Cornejo García 1992), demuestran una posición cronoló-
gica relativamente temprana de los artefactos tipo “cola de pescado” conocidos
del sur del continente (cf. Fig. 60). Esta posición queda confirmada no sólo por
las dataciones radiocarbónicas que oscilan alrededor de 10 mil años a. C.72, sino
también por la coexistencia de estos artefactos con el material osteológico de la
megafauna del Pleistoceno Tardío.
Por lo demás, la presencia de las puntas “cola de pescado” en la zona este y
sureste de América del Sur (Chile austral, Patagonia y Pampa argentinas, Uruguay
y sureste de Brasil)73, así como en la región circuncaribe (Guatemala, Costa Rica,
Panamá, Colombia y Venezuela)74 indica la existencia de un temprano “horizonte
lítico panamericano” con la “cola de pescado” como su demarcador. La creación
de una forma tan específica en dos centros independientes parece muy poco pro-
bable.
La distribución geográfica de los hallazgos tipo “cola de pescado” permite
suponer que este horizonte tuvo una influencia muy limitada en el área de los
Andes Centrales, reduciéndose principalmente a la zona del litoral del Atlántico,
junto con los terrenos que se encuentran actualmente debajo del nivel del océano75
71 En muchos informes de investigación (cf. Bird 1963; Dilllehay 1997; Nami 1985, 1989; Em-
peraire, Laming, Reichlen 1963) a menudo aparecen los nombres ingleses de los yacimientos;
sin embargo, el autor opta por la utilización de las denominaciones españoles allí donde eso
es posible.
72 Cueva Medio 12390+/-180 BP, Cueva Fell 11000+/-170 BP, 10720+/-300 BP.
73 Hasta la fecha la mayoría de los artefactos de este tipo son hallazgos aislados, sólo pocos fue-
ron recuperados de contextos bien definidos. En el área de Brasil y Uruguay, se encontraron
en Laguna Mirim, Itapiranga, Cabo Polonios, Rincón del Bonete, Arroyo Pintos y en el curso
medio del río Negro. En Argentina aparecieron Cerro la China, Cerro Sombrero, La Crucecita
y Villa del Dique, y en el sur de Chile en Monte Verde, Cueva Fell y Piedra de Aquilla; cf. Fig.
60.
74 Entre otros, los sitios Bahía Gloria en Colombia y La Hundición en Venezuela (cf. Lavallée
2000).
75 Las investigaciones demuestran que al final del Pleistoceno la línea litoral del Atlántico se
ubicaba varios kilómetros más al Este en comparación con su localización actual (Fig. 60).
Los trabajos llevados a cabo en la costa de Argentina indicaron que alrededor de 18700 BP la
línea litoral se ubicaba unos 144 m por debajo del nivel actual del océano (Cardich 1980: 82;
Fray, Erwing 1963).
Józef Szykulski 153
Fig. 60. America del Sur; Sitios arqueológicos relacionados con pleistóceno y principio
del holoceno. En negro, la línea de playa hace 18.000 años (BP)
154 Prehistoria del Perú Sur
y los extensos territorios de la Patagonia actual, es decir, las áreas que al final del
Pleistoceno estaban cubiertas de bosque claro, vegetación tipo sabana o, en la parte
meridional, flora tipo tundra. No podemos olvidar de que el desarrollo del bosque
tropical ocurrió ya después de los cambios que tuvieron lugar en el Holoceno.
Así, las condiciones geográficas de esta área favorecían la existencia de los
representantes de la megafauna pleistocénica. A su vez, la presencia de esta fauna
atraía a los grupos de cazadores-recolectores especializados en la caza de estos
mamíferos que requería la elaboración de un específico tipo puntas, denominado
hoy por los investigadores “cola de pescado”76. Fue precisamente por las condi-
ciones geoclimáticas de los Andes Centrales y la distribución de varias especies de
animales que los grupos de cazadores con puntas acanaladas sólo esporádicamente
entraban en la zona del Perú actual.
Algunas evidencias de estas situaciones tan excepcionales encontramos al
norte del Perú, en dos sitios ubicados en el valle del riachuelo Santa María (Cuenca
del Chicama). Entre los materiales procedentes de estos sitios se hallaron puntas
“cola de pescado” asociadas a formas de la industria lítica tipo Paiján (Briceño
1994, 1997), es decir, artefactos propios del Pleistoceno Final de la costa del
Pacífico (Fig. 61)77.
Además, un ejemplar de la punta “cola de pescado” se encontró en Quishqui
Puncu, también al norte del país, dentro del Callejón de Huaylas. Este hallazgo carece
de contexto cultural (Lynch 1970). Aparte de la zona norte del Perú, los artefactos
en cuestión sólo aparecieron en el sur: en Churajón y en el valle del río Osmore-Mo-
quegua. La aparición de las puntas “cola de pescado” puede servir como argumento
a favor de la presencia en esta región de los grupos de cazadores especializados en
megafauna, ya al final del Pleistoceno, es decir, al cabo del Período Paleoindígena.
Se trataba de los grupos que llegaron aquí persiguiendo las manadas de la megafauna
pleistocénica, extinta o casi-extinta en otras regiones del continente.
Parece que los refugios ecológicos de los grandes mamíferos pleistocénicos
podían ubicarse, entre otros, en los valles interandinos de la Costa Extremo Sur.
Es aquí donde –a causa de las condiciones geo-climáticas muy particulares– los
El inicio del Período Temprano en la Costa Extremo Sur está señalado por el límite
inferior de las series de dataciones de Asana y Playa Chira (Fig. 57). Este límite se
sitúa alrededor de 8000 a. C., lo que coincide con la generalmente aceptada fecha
del principio del Holoceno, es decir, el comienzo de la fase climática Jalca en el
territorio de los Andes Centrales (cf. Tab. 3).
Fue al principio del Holoceno cuando tuvieron su lugar grandes cambios cli-
máticos de alcance global que se manifestaron en la sucesiva regresión de las capas
de hielo y el aumento de temperaturas. Esto implicó una serie de alteraciones en la
vegetación y el surgimiento de nuevas especies de animales, junto a la extinción de
los representantes de la vieja megafauna pleistocénica (Cardich 1964–1966). Con
este período podemos relacionar un mayor número de hallazgos arqueológicos, en
156 Prehistoria del Perú Sur
78 El más tardío fechado 14C del sitio (PITT 0144) calibrado indicó un período de 4000 a 3700 a.
C. (cf. Fig. 57).
78 El más tardío fechado 14C del sitio (PITT 0144) calibrado indicó un período de 4000 a 3700 a.
C. (cf. Fig. 57).
Józef Szykulski 159
Hay que recordar que las industrias sin herramientas bifaciales (pseudo Flake-
Tradition) existían también en otras regiones de América del Sur, p. ej., en las zonas
costeras del sur de Brasil y en Uruguay. Allí también este fenómeno parece ser
condicionado por la especialización económica de la población. Las investigaciones
demostraron que estas industrias funcionaban, probablemente, hasta los primeros
siglos de la era cristiana (cf. Schmitz 1981, Hilbert 1985)79.
El estado de investigación actual sólo nos permite especular acerca de la
importancia de los recursos marinos en la economía de los pobladores de la franja
de la Costa Extremo Sur en el Período Temprano. Indudablemente, tanto el carácter
del material lítico, como los resultados de los análisis por 14C de los conchales
de Puyenca, Playa Chira y Ring, comprueban que esta zona fue poblada ya en
la fase inicial. Sin embargo, la falta de investigación sistemática, junto a un mal
estado de conservación de los vestigios, no permiten determinar si las sociedades
de esta época se limitaban a la recolección de alimentos del litoral o también se
especializaban en la pesca oceánica.
La mayoría de los autores de publicaciones dedicadas a la Época Precerámica
en el extremo sur peruano y el norte del Chile abogan, en forma más o menos
directa, por la teoría de la aparición muy temprana de la pesca especializada (cf.
Keefer et al. 1998; Lavallée et al. 1999; Nuñez, Moragas 1977-1978; Sandweiss et
al. 1998; Wise 1990, 1998). No obstante, hasta el momento, carecemos de eviden-
cias arqueológicas que puedan comprobar la existencia de este tipo de actividades
para el período antes de 6000 a.C. Todos los datos disponibles de la Costa Extremo
Sur atestiguan el desarrollo de la pesca especializada recién a mediados del VI
milenio a. C., es decir, a partir del Período Intermedio.
79 El contexto cultural y carácter de los hallazgos también pueden sugerir que en el caso del
sitio Ring, y otros de Brasil y Uruguay, se trata de “talleres de producción”, sólo periódica-
mente aprovechados por la población que habitaba campamentos localizados en el área. Así,
es posible que sólo temporalmente se desarrollaban aquí las actividades relacionadas con el
procesamiento de alimentos provenientes del mar o del río. Hay que recordar que la existencia
de bien organizados procesos tecnológicos, desarrollados por lo menos parcialmente fuera del
área habitacional, fue confirmada ya para las fases tempranas de la Época Precerámica. Como
un buen ejemplo puede servirnos aquí las canteras-talleres de la región de Cupisnique donde
se procesaban los nódulos de materia prima. El reconocimiento de estas unidades permitió,
entre otros, resolver una controvertida cuestión de proveniencia de los útiles bifaciales tipo
Chiveteros (cf. Chauchat 1977).
80 El llamado optimum climaticum corresponde a la fase climática Yunga (Lanning 1967; Car-
dich 1980). Además hay que advertir que las dataciones de cada una de las fases climáticas
están basadas en los resultados de análisis por 14C no calibrados, lo que causa el rejuvecimien-
160 Prehistoria del Perú Sur
damente desde 6000 a.C. hasta 2500 a.C. y se caracterizó por tener condiciones
climáticas muy favorables (Cardich 1964-1964: 32, 1980: 86)81. El benigno clima
de aquella época favoreció el aumento de la población y el desarrollo de nuevas
áreas de actividad de los habitantes de toda la región andina.
to de estas fases. En el caso de la fase Jalca del Holoceno Temprano y la siguiente fase Yunga,
las diferencias entre fechados calibrados y no calibrados a veces llegan hasta mil años. La
mejor ilustración de la importancia de las diferencias entre ambos tipos de fechados podemos
encontrarla en el ya mencionado trabajo sobre la cultura Chinchorro (cf. Arriaza 1995: 127).
81 Durante dicho optimum climaticum la línea de nieves perpetuas y el nivel de humedad en las
zonas de la sierra subieron visiblemente, eso indirectamente influyó en el aumento de áreas de
lomas en la costa atlántica.
to de estas fases. En el caso de la fase Jalca del Holoceno Temprano y la siguiente fase Yunga,
las diferencias entre fechados calibrados y no calibrados a veces llegan hasta mil años. La
mejor ilustración de la importancia de las diferencias entre ambos tipos de fechados podemos
encontrarla en el ya mencionado trabajo sobre la cultura Chinchorro (cf. Arriaza 1995: 127).
81 Durante dicho optimum climaticum la línea de nieves perpetuas y el nivel de humedad en las
zonas de la sierra subieron visiblemente, eso indirectamente influyó en el aumento de áreas de
lomas en la costa atlántica.
Józef Szykulski 161
conchales de la zona costeña (Fig. 62 y 63). Sin embargo, siempre son muy pocos
los datos acerca de la presencia y el carácter de las construcciones habitacionales.
Los únicos hallazgos de este tipo proceden de los sitios Asana y Quellaveco. En
Asana, en los estratos pertenecientes a la fase Asana IV se revelaron restos de
construcciones ovaladas de superficie aprox. de 6 m2 delimitada por las huellas de
postes. Además, se descubrieron fogatas localizadas al exterior de las viviendas.
La misma forma de las construcciones no difiere mucho de la de las estructuras
del período anterior, descubiertas en el mismo yacimiento (cf. Aldenderfer 1990,
1998). En lo que concierna a sitio Quellaveco, allí los arqueólogos encontraron
anillos de piedras de cerca de 1,5 m de diámetro que, al parecer, formaban partes
de algunas construcciones indeterminadas. En este caso podemos advertir algunas
analogías con las estructuras de piedra descubiertas al norte de Chile, en Colar
25 (Barfield 1961), probablemente, relacionadas a la industria lítica Puripica. Sin
embargo, en Quellaveco no existen pruebas que confirmen una relación indirecta
entre estas construcciones y el material lítico recuperado del sitio (Ravines 1972:
170; Aldenderfer 1998: 73, 74)82.
Las investigaciones realizadas en la zona de la costa confirmaron que en los
sitios como Ring, Pampa Colorada y Quebrada de los Burros se continuaron los
patrones de poblamiento del período anterior. Sin embargo, no se hallaron ningu-
nas evidencias concretas que permitieran reconstruir el carácter de las viviendas
típicas de la franja del litoral.
Además, permanece abierta la cuestión de las formas de aprovechamiento y
procesamiento de alimentos vegetales. Aunque hay evidencias de la presencia de
las semillas de plantas, probablemente de cultivo, en los Andes peruanos ya al fin
del Pleistoceno y principio del Holoceno, éstas provienen de la región ubicada
mucho más al norte (Callejón de Huaylas)83. No disponemos de ninguna infor-
mación de los sitios ubicados en la Costa Extremo Sur que indiquen la presencia
de los restos vegetales relacionados con el Período Intermedio. No obstante, el
creciente número de batanes y morteros registrados en los contextos culturales
de la costa y de la sierra (p. ej., en Asana; cf. Aldenderfer 1990: 31) puede servir
de argumento a favor de la existencia de cultivo inicial de plantas o, si no, por lo
menos, del desarrollo de las técnicas del procesamiento de plantas silvestres.
Los hallazgos de Quellaveco, Toquepala 2, Sumbay y Asana demuestran que
en el Período Intermedio emergieron nuevas formas bifaciales, notoriamente enri-
82 También en el caso de las construcciones de Colar 25 la cuestión de esta relación no fue cla-
ramente resuelta. Sin embargo, si aceptamos que en este yacimiento tenemos que ver con los
restos de estructuras habitacionales y corrales contemporáneos con la industria lítica Puripica,
resultaría que éstas son las más antiguas construcciones en piedra no sólo en Chile, sino en
toda la América del Sur.
83 Las más tempranas evidencias del cultivo de plantas, al parecer, proceden del sitio Guitarrero
en Callejón de Huaylas donde en los estratos más antiguos se encontraron los restos del ají y
fréjol (Lynch 1980).
162 Prehistoria del Perú Sur
queciendo los inventarios líticos de la época. Se trata aquí sobre todo de artefactos
en forma de hoja de laurel del grupo XI, representados especialmente por los tipos
XI.2 y XI.3, y mucho menos difundidas piezas bifaciales foliáceas (alargados
y cortas) del grupo IX. Además, fue probablemente durante el mismo período
cuando aparecieron puntas del grupo XIV y XIII. Los artefactos de este último
grupo demuestran algún parentesco con las formas surandinas del norte de Chile
actual (cf. Bird 1963; Niemeyer 1963).
Las formas más difundidas, es decir, las puntas del grupo XI cuya forma parece
reproducir la de hoja de laurel o sauce, son características de los inventarios de la
sierra. Se encuentran, entre otros, ya en los estratos inferiores de Toquepala 2 y
Sumbay 2. En Asana, aparecen en los niveles vinculados con la llamada fase Asana
IV cuyos fechados por 14C calibrados indicaron un lapso de 6050 a 5600 a. C. Esta
ubicación temporal coincide con los resultados obtenidos en otras regiones de los
Andes donde las puntas de este grupo surgen ya en las más antiguas capas de la
cueva Lauricocha, pero el rango de la forma principal logran alrededor de 6000
a. C. A este grupo pertenecen, entre otros, las llamadas puntas tipo Viscachani de
Bolivia, Ayampitín de Argentina y Puripica-Tulán del norte de Chile84.
Estas puntas tan ampliamente representadas en la sierra, en la región de la
costa generalmente no aparecen en el Período Intermedio. Es posible que esta
situación resulte del estado de investigación en esta área, pero también puede ser
que refleje cierta tendencia, observable también en la Costa Central del Perú donde
las puntas del grupo XI emergieron mucho más tarde que en la sierra (Lanning
1985: 58). La ausencia de puntas en forma de hoja de laurel en la zona litoral de
la Costa Extremo Sur puede ser explicada por la poca utilidad de este artefacto en
la región donde la caza no tenía la misma importancia que en la sierra.
La única excepción, confirmada por una clara secuencia estratigráfica, la pre-
sentan los hallazgos del sitio costero Quebrada de los Burros, cerca de Tacna. Allí
se registraron artefactos del grupo XI interpretados por sus descubridores como
puntas de armas livianas de largo alcance y puntas de arpones que podían servir
para la caza de grandes mamíferos marinos (cf. Lavallée et al. 1999: 44, 46).
Debemos advertir que existen varias similitudes entre los contextos culturales de
este yacimiento y los hallazgos de Quiani I y Pichalo I85, del litoral chileno donde
al lado de las puntas del grupo XI se documentaron también algunos elementos
84 Hay que mencionar que en el sitio Cahuachi, cerca de Nasca, se documentaron algunos res-
tos de la Época Precerámica, entre otros, puntas en forma de hoja de laurel de base recta
(tipo XI.3). Los resultados de análisis por 14C permitieron ubicar estos hallazgos alrededor
de 4280+/-90 a. C. (Isla 1990: 78, 79), es decir, ya al final del Período Intermedio, según la
cronología propuesta para la Costa Extremo Sur.
85 La cronología de los materiales de Quiani I y Pichalo parece corresponder con la fase tardía
del Período Intermedio. Como ya hemos mencionado, los más tempranos fechados radiocar-
bónicos de Quiani I, I-1348: 6170+/-220 BP, después de la calibración indicaron un intervalo
de tiempo que oscila alrededor de los finales del VI y principios del V milenio a. C.
Józef Szykulski 163
86 Las relaciones entre la sierra de la Costa Extremo Sur y las áreas ubicadas más al sur quedan
confirmadas por las anteriormente mencionadas analogías entre las puntas del grupo XIII y
artefactos de los Andes Meridionales.
164 Prehistoria del Perú Sur
En el sitio de Villa del Mar se registraron seis tumbas que contenían cuer-
pos con una estructura interna confeccionada con palos y barro. Las dataciones
radiocarbónicas del sitio indican la edad de 5850 a 4250 a.C., la cual corresponde
a la fase temprana denominada Chinchorro Founder, según la periodización del
fenómeno Chinchorro propuesta por Bernardo Arriaza (1995: 126–129).
Por lo demás, parece que es con el Período Intermedio con el cual debemos
vincular por lo menos algunas de las representaciones pictóricas registradas en
los sitios de la sierra de la Costa Extremo Sur. Las excavaciones realizadas en el
abrigo rocoso Toquepala 2, situado en las inmediaciones de la –famosa por sus
pinturas– cueva Toquepala 1, permitieron registrar, en los niveles relacionados
precisamente con este período (estratos 4 y 5), algunos fragmentos de pigmentos
y placas de piedra con huellas de pinturas que suelen interpretarse como paletas
de pintor (Ravines 1972: 153). Este hecho indica que al menos una parte de las
representaciones de Toquepala 1 data del Período Intermedio (Fig. 65).
87 La base para estas observaciones constituyen las representaciones de las cuevas de Sumbay,
Pintasayoc, Toquepala y los abrigos rocosos en Churajón, Saikiri y Caru.
166 Prehistoria del Perú Sur
de las escenas narrativas relacionadas con las prácticas cinegenéticas como, por
ejemplo, caza al acecho, repartición de animales, ceremonias ligadas a la magia de
la caza, y, tal vez, domesticación de camélidos. Es de destacar que en las escenas
de caza es posible distinguir las representaciones de jabalinas pero no aparecen
arcos, que en el área de la Costa Extremo Sur aparecieron probablemente al final
del Período Tardío o aun al inicio del Período Epigonal. Esta ausencia de arco
puede indicar el límite cronológico de la creación de las pinturas.
El Período Epigonal en la Costa Extremo Sur coincide con la fase climática Que-
chua 1 que termina el largo período del optimum climaticum. Durante esta fase
tuvo lugar un sensible enfriamiento del clima que duró aprox. hasta la mitad del
primer milenio a. C. y en la región andina dio lugar al reavance de los glaciares
(Mercer et al. 1977), por lo cual a veces se lo denomina con el nombre de “neo-
glacial” (cf. Tab. 3).
Al parecer, estos cambios tuvieron mayor impacto en la sierra que en la costa.
Los trabajos realizados en la cuenca del río Osmore-Moquegua indican que por lo
menos en algunas regiones de la sierra el patrón económico quedó profundamente
transformado, es decir, tuvo lugar la generalización de la economía basada en el
pastoreo de camélidos (llamas y alpacas) que a pesar de ser una de las principales
fuentes de carne (al lado de los cuyes), ejercían la función de medio de carga y
proporcionaban pieles y fibra. La domesticación de los camélidos probablemente
tuvo lugar ya en los períodos anteriores. Es posible que algunas de las escenas
pintadas en las paredes de las cuevas Junín (Andes Centrales del Perú), Toquepala
y Sumbay ilustren actividades relacionadas con este proceso.
Las evidencias de la existencia de la ganadería especializada como base del
sistema económico de los pobladores de algunos valles de la Costa Extremo Sur,
170 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 68. Artefactos líticos de las lomas de Ilo; Fin de la época precerámica,
período formativo
Józef Szykulski 171
Fig. 70. Costa Extremo Sur y sus alrededores; Sitios de la época precerámica
y período formativo
Al mismo tiempo, tal fecha coincide con las más antiguas evidencias de la
cerámica temprana tipo Hachas (Rowe 1963; Riddell, Valdéz 1988), provenientes
del sitio Cerro Colorado/Hachas en Acarí. La presencia de la cerámica de este tipo
fue también registrada en la Costa Extremo Sur. Sin embargo, las excavaciones
realizadas en los sitios al norte de Chile y dentro del mismo extremo sur peruano,
demuestran que no se puede negar que en varias zonas, ante todo en la región cos-
teña, la época precerámica duraba hasta algunos siglos más. En algunos sitios del
Józef Szykulski 173
CAPÍTULO VI
Inicios de la Época Cerámica. Período Formativo
Fig. 72. Fechas 14C para los sitios formativos del Sur del Perú y Bolivia Occidental
178 Prehistoria del Perú Sur
Los trabajos realizados hasta la fecha confirman que las influencias del fenó-
meno Hachas en algún momento alcanzaron también algunas partes de los valles
montañosos del norte de la Costa Extremo Sur. Como un buen ejemplo pueden
servirnos aquí las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la cuenca del
río Majes. En esta región, más arriba de Aplao, en el distrito de Huancarqui, en
el sitio Beringa (por los moradores conocido como El Gentilar de la Collapa), al
lado de los mucho más tardíos materiales Huari y Chuquibamba, se descubrieron
fragmentos de la cerámica tipo Hachas (Ratti, Zegarra Arenas 1987). Además,
algunos pedazos dispersos fueron documentados en el curso inferior del río Majes,
debajo de Aplao93. Los materiales Hachas se registraron también en un par de sitios
localizados en el curso superior de la cuenca del Majes, dentro de los distritos de
Machahuay y Andagua, en la Provincia de Castilla (Neira 1990: 93; 1998: 28), así
como en el valle del río Grande, tributario derecho del Majes, cerca del pueblo de
Chuquibamba, capital de la Provincia de Condesuyos.
Desgraciadamente, en todos los casos citados se trata de hallazgos superficiales
o modestas colecciones recuperadas durante cortos trabajos de emergencia. No
obstante, analizando la misma distribución de los materiales Hachas dentro de la
cuenca del río Majes, podemos observar que se encuentran en las regiones con las
condiciones favorables para el desarrollo de las actividades agrarias durante todo el
año; sin necesidad de introducir sistemas de irrigación. Este hecho permite suponer
que la base de subsistencia de la “población Hachas” en esta región constituía la
agricultura. Al parecer, fue precisamente en busca de terrenos de cultivo porque
esta población en algún momento se expandió hacia el sur, a la cuenca del Majes,
el mayor río al sur de Acarí y uno de los pocos que vierte sus aguas en el Pacífico
durante todo el año.
Permanece sin respuesta la pregunta si esta expansión del fenómeno Hachas
hacia el sur abarcó también otros valles ubicados entre Acarí y Majes-Camaná94,
sobre todo el valle del río Ocoña, el cual también es perenne. Tomando en cuenta
las condiciones geográficas, esto parece muy probable, sin embargo el estado de
la investigación en la zona comprendida entre Acarí y Majes-Camaná no permite
concretizar conclusiones acerca de la ubicación cronológica ni la distribución
geográfica de los materiales de esta más antigua cultura arqueológica de la Época
Cerámica en la parte sur del país. Otra cuestión que debe ser aclarada, es si las rutas
de la expansión del fenómeno Hachas a la Costa Extremo Sur seguían los cursos
93 Se trata de materiales no publicados hasta la fecha por el autor, conocidos gracias a la cortesía
de Dr. Máximo Neira Avendaño.
94 El río Majes en su curso inferior toma el nombre de Camaná.
Józef Szykulski 179
de agua dentro de las cuencas de los mayores ríos de la región o la línea litoral
del Océano Pacífico. Hay que subrayar que en la zona de la Costa del Extremo
Sur peruano hasta hoy no se han documentado ninguna evidencia cerámica tipo
Hachas. Tampoco fueron registradas en el curso inferior del río Majes-Camaná.
En este contexto, la única excepción parece constituir la misma área madre del
fenómeno en cuestión, es decir, Acarí, ubicado a poca distancia del litoral.
En conclusión, todo esto puede significar no sólo la ausencia general de la
cultura Hachas en la zona de la costa del Pacífico, sino también indicar el origen
andino (serrano) de este fenómeno. Tales sugestiones también fueron inducidas
por uno de los descubridores de esta cultura (Riddel, Valdéz 1988: 77)95. Sus por-
tadores podían aparecer en Acarí desplazándose desde las áreas altoandinas, a lo
largo de los mayores valles, hacia el océano. Y después, posiblemente atravesando
las vertientes de las cuencas hidrográficas de varios ríos, ocuparon algunas áreas
localizadas dentro de la Costa Extremo Sur.
Sin embargo, aun si aceptamos que la ruta de expansión del fenómeno Hachas
hacia el extremo sur peruano pasaba a lo largo de la línea del litoral del Pacífico, a
la luz de los materiales arqueológicos, tenemos que admitir que el influjo de esta
cultura en las sociedades de la región no fue grande. Es porque existen evidencias
que confirman que la mayoría de los conchales de la costa seguían habitados tam-
bién durante el primer milenio a. C. y, posiblemente, aun más tarde. Tales hallazgos
pueden servir como argumento a favor de la hipótesis que la neolitización en la
costa ocurrió más tarde que en la sierra.
En lo que concierne a otros materiales “formativos” de la cuenca del Majes,
es preciso mencionar los hallazgos de la cerámica Soporo y Ayawala, (Neira 1998:
26–28, Cardona 2002: 40–49). El material cerámico tipo Soporo fue descubierto
en 1987 por Galo Reimer Fernández en el sitio epónimo localizado en el Dis-
trito de Andagua, Provincia de Castilla. El rasgo distintivo de la alfarería Soporo
constituye ornamento compuesto de anchas y profundas incisiones circundantes,
así como líneas oblicuas que forman triángulos, a menudo completados por el
ornamento pellizcado o perforaciones profundas. Además, aparece también deco-
ración estampada en forma de círculos con un punto central (Fig. 71). También
hay que subrayar que en el mismo yacimiento se revelaron también fragmentos
de la cerámica tipo Hachas (Neira 1998: 28). Al parecer, la alfarería Soporo es un
95 Al parecer, hay que rechazar las opiniones que ponen el signo de igualdad entre la cerámica
Hachas de Acarí y los no publicados hasta la fecha (un poco más antiguos) materiales de Erizo
y Mastodonte del valle de Ica, en la costa sur (Bischof 2000: 56). Estas opiniones parecen ser
fundadas no tanto en las analogías entre las formas u ornamentación, sino más bien en la mu-
chas veces subrayada por los investigadores “similitud tecnológica” de la pasta usada para la
elaboración de la cerámica de estos tres sitios (Rowe 1967). Sin embargo, tomando en cuenta
la compostura poco diferenciada y repetitiva de la masa cerámica del Formativo Temprano en
general, no podemos aceptar este elemento como argumento definitivo a favor de un origen
común de los materiales Hachas y Erizo-Mastodonte.
180 Prehistoria del Perú Sur
poco más tardía, pero las excavaciones llevadas a cabo en el lugar (trabajos de
emergencia en pozos de cimentación de una escuela) no permitieron establecer
ninguna secuencia estratigráfica inequívoca.
La cerámica tipo Ayawala fue registrada en el sitio del mismo nombre locali-
zado sobre una colina a 2 km al norte de Chuquibamba. Las excavaciones en este
yacimiento permitieron documentar varias secuencias estratigráficas y restos de
construcción de piedra, probablemente muro de contención. La relación directa del
muro con la cerámica Ayawala es bien cuestionable. Si suponemos que existía, se
trataría de una de las más antiguas construcciones arquitectónicas documentadas
hasta el momento en la Costa Extremo Sur, al lado de los descritos más adelante
hallazgos de Churajón y problemáticas (en lo que concierne a su pertenencia cul-
tural) estructuras de la cuenca del Osmore.
De lo que podemos inferir en base a la modesta colección de materiales
recuperados, la cerámica Ayawala comparte algunos rasgos con los materiales de
Soporo. Las similitudes pueden observarse tanto al nivel tecnológico como en la
ornamentación de las piezas. Este hecho puede atestiguar cierta contemporaneidad
de ambas evidencias culturales, así como también su proveniencia común. Entre
las formas Ayawala encontramos vasijas globulares, cuencos, a menudo de borde
biselado y con profunda incisión circundante. Los motivos decorativos incluyen
círculos con un punto central profundamente marcado, también presentes en la
alfarería Soporo. Los tiestos Ayawala portan ornamento rectilíneo inciso, así como
también diseños compuestos de espacios con perforaciones irregulares demarcados
por incisiones lineales. En algunos casos pudo constatarse también la aplicación
de pintura de color rojo o naranja (Cardona 2002: 44–46). Por lo demás, cabe
mencionar que existen fragmentos Ayawala decorados con motivos incisos que
posiblemente representan, de manera muy estilizada, la boca de un jaguar u otro
felino.
La presencia de estos motivos generó una serie de especulaciones acerca de
las posibles influencias Chavinoide en el territorio de la Costa Extremo Sur (Neira
1998: 26, Cardona 2002: 44). Esta hipótesis, sugerida ya en los trabajos de Max
Uhle (1919), viene respaldada por algunos fechados radiocarbónicos del sitio de
Ayawala, los cuales después de la calibración indicaron un lapso de tiempo alre-
dedor de 800–400 a. C. (Fig. 72)96. No obstante, hay que observar que, contraria-
mente a lo que esperan algunos investigadores (Cardona 2002:48), la presencia de
la supuesta representación de la boca de jaguar (la denominación “felino” parece
más oportuna) o de otros motivos ornamentales (como círculos con puntos cen-
trales profundamente incisos o partes con perforaciones irregulares delineadas por
96 Se efectuaron diez dataciones por 14C para el sitio de Ayawala. Siete de ellas pueden vincular-
se con la cerámica en cuestión. Desgraciadamente, el autor del informe (Cardona 2002: 48,
49) no ha publicado informaciones acerca de los símbolos de laboratorio de cada una de las
muestras, lo cual permite cuestionar la credibilidad de los resultados.
Józef Szykulski 181
incisiones lineales, no puede servir como una prueba suficiente de las influencias,
directas o indirectas, Chavinoide en la Costa Extremo Sur. Aunque estos motivos
sí, son bastante frecuentes en los materiales cerámicos de Chavín, Kuntur Wasi y
la fase Ocucaje 3 (Tellenbach 1999), deben ser considerados como característicos
no sólo del horizonte Chavinoide de la costa norte, central y sur del Perú, sino de
una gran parte del Formativum andino; eso significa que constituyen un elemento
más antiguo que el fenómeno Chavín/Chavinoide que excede los límites geográ-
ficos de los Andes Centrales.
En el caso de los hallazgos de Ayawala y Soporo, hay que admitir que tanto la
tecnología de elaboración como los motivos de ornamentación y el uso del color
rojo indican cierto parentesco con los materiales formativos del Altiplano. Esto,
junto a las circunstancias geográficas de la región, parece indicar que la génesis de
ambos tipos de cerámica tuvo lugar en la zona entre Cusco y la cuenca del Titicaca.
Es posible que del mismo origen es también la cerámica denominada Huamán
Tambo, definida en 1998 por Augusto Belan Franco en base a escasos fragmentos
encontrados en la región de Chuquibamba (cf. Fig. 70)97.
Uno de los problemas principales relacionados con las más tempranas evidencias
de la Época Cerámica en la región de Churajón constituye la cuestión de cronología
y función de las construcciones “megalíticas” localizadas en está zona, así como
también la determinación de sus posibles relaciones con el material cerámico del
llamado estilo Tasata (Szykulski 2000).
Los “megalitos” de Churajón –monumentos indudablemente excepcionales
dentro de todo el área de la Costa Extremo Sur– fueron descubiertos durante la cam-
paña de excavaciones arqueológicas de 1996/1997, como resultado de los trabajos
realizados en la cumbre del cerro Sahuaca (Pueblo Viejo) cuyas laderas albergan
el mayor centro habitacional de la zona, el denominado Centro Administrativo-
Residencial (cf. Fig. 14). Dichas labores permitieron comprobar que en esta parte
del sitio no aparecen las construcciones en piedra canteada unida con greda, carac-
terísticas tanto del Período Intermedio Tardío como del Horizonte Tardío (cf. Fig.
16, 17). En su lugar se encontraron unos enormes obeliscos y muros “ciclópeos”,
construidos con grandes bloques de piedra sin trabajar, que formaban extensas
estructuras arquitectónicas, similares a las construcciones megalíticas de Europa.
oeste, debajo del piso, se reveló un pozo de bordes demarcados por el mismo tipo
de piedras. Fragmentos de huesos recuperados del relleno del pozo parecen indicar
que se trataba de un enterramiento, probablemente de carácter ritual.
Las excavaciones en el sitio demostraron que del lado norte el suelo apisonado
de la plaza yacía directamente sobre la roca madre. Hacia el sur, de acuerdo con
la inclinación de la pendiente, se reveló un estrato de relleno cuyo espesor en el
límite sur alcanzaba unos 120 cm. El estudio del relleno permitió distinguir dos
capas: inferior, con numerosos bloques de piedra grandes y medianos a modo de
cimentación, y superior, con gran concentración de carbón vegetal y fragmentos
óseos. Al mismo tiempo, al lado del muro sur se observaron estratos de composición
muy diferente, probablemente formados durante la reparación de daños causados
por el sucesivo deslizamiento de la estructura, según la inclinación de la ladera.
Este deslizamiento de la parte sur de la plaza queda también confirmado por la
existencia de varias deformaciones en el muro “ciclópico” circundante.
Hay que destacar que esta plaza “megalítica” constituía sólo una parte de un
gran conjunto arquitectónico. Los trabajos de investigación en la zona ubicada
al norte de la plaza revelaron otras alineaciones de bloques y tres obeliscos. El
mayor de todos medía cerca de 2 m de largo y 80 cm de diámetro. Adosado a este,
debajo de la capa de polvo volcánico, se encontró otro obelisco derribado y un
bloque que ejercía la función de altar (Fig. 75). Otros monumentos de este tipo
fueron descubiertos también, debajo de los estratos de polvo volcánico, en la parte
184 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 75. Churajón, cerro Sahuaca; Obelisco, a su lado obelisco caído y una piedra-altar
99 También la estructura denominada por Bernedo Málaga (1949) como el Templo de la Luna di-
fiere de las construcciones en piedra canteada, tan típicas del conjunto de Churajón. El patrón
arquitectónico de esta edificación es más bien parecido al de las construcciones ubicadas en el
cerro Sahuaca.
Józef Szykulski 185
100 Parece que su abandono ocurrió tras la llegada de los conquistadores españoles. Tales conclu-
siones vienen respaldadas, entre otros, por el hecho de que todos los megalitos derribados se
encontraban directamente debajo de la capa de cenizas volcánicas de la erupción del Huay-
naputina en 1600. No se registraron capas de origen eólico entre los bloques y la ceniza, así
que podemos presumir que los obeliscos fueron derribados poco antes del año 1600, proba-
blemente, durante la lucha contra la idolatría, emprendida por las autoridades del Virreinato
del Perú y descrita en varias crónicas de la época (Arriaga 1968).
186 Prehistoria del Perú Sur
del monumento, sino también el hecho de que las superficies de los muros “cicló-
picos” están mucho más deterioradas que las de otras construcciones presentes en
la región, aunque estas últimas (por estar hechas de piedras canteadas unidas con
greda) son mucho más susceptibles al paso de tiempo.
En la zona de los Andes Centrales, ciertas analogías con la edificación en
cuestión podemos encontrarlas en la controvertida (a causa del problema de su ubi-
cación cronológica) construcción “megalítica” compuesta de dos plazas cuadran-
gulares contiguas descubierta recién en los años treinta del siglo XX en Queneto,
en el valle del Virú (cf. Larco Hoyle 1938; Willey 1953)101. Por lo demás, hay que
recordar que el patrón arquitectónico perceptible en Churajón tiene larga tradición
en el área del Perú. En el caso de la costa norte y central alcanza aun los finales
de la Época Precerámica, como podemos observarlo en el complejo monumental
de Caral en el valle del Supe. En la sierra norte del Perú las plazas ceremoniales
hundidas encontramos, entre otros, como uno de los elementos de la arquitectura
monumental de Chavín de Huántar. Por lo demás, en el territorio del Altiplano
adyacente a la Costa Extremo Sur, las grandes unidades arquitectónico-espaciales
101 En el caso de Queneto, uno de los problemas básicos constituye su cronología. El mismo
descubridor, Larco Hoyle, vincula estas estructuras con el Período Inicial (1938: 14-20), pero
otros investigadores creen son mucho más tardías (Willey 1953).
Józef Szykulski 187
102 El nombre de Maucallacta (en quechua: pueblo viejo) es muy común de la toponimia andina
(entre otros, aparece en el área de Cusco o en el Distrito de Pampacolca en la Provincia de
Castilla, Departamento de Arequipa). Igualmente como la denominación castellana «Pueblo
Viejo», «Maucallacta» es un topónimo que los moradores suelen dar a las ruinas y no un nom-
bre propio del lugar en los tiempos de su funcionamiento.
103 Gracias a la cortesía de Máximo.
188 Prehistoria del Perú Sur
Fig. 78. Churajón; Cerámica tipo Tasata hallada en la cumbre del cerro Sahuaca
distintivo en forma de ornamento, presentan un grupo poco coherente, a pesar de que son
tecnológicamente similares y aparecen dentro de los mismos estratos. Resulta bastante difícil
distinguirlos dentro de otros materiales formativos. Tal distinción sólo puede hacerse en base
al criterio geográfico (recuperación dentro del área de Churajón), su coexistencia con la cerá-
mica Tasata inciso o el análisis de la composición de la pasta cerámica.
107 Es de mencionar que en Churajón, al lado de la cerámica Tasata, se registraron unos fragmen-
tos que por la composición de la pasta y las cualidades formales pueden considerarse como
tempranos, es decir, formativos. Dichos fragmentos se caracterizan por la pasta con desgra-
Józef Szykulski 191
3.1. Huaracane
sante de cuarzo de grano medio y grueso. Su superficie tiene acabado cuidadoso y está cu-
bierta de engobe. La cocción se realizaba en la atmósfera reductora, con la entrada de oxigeno
reducida al final del proceso, lo que queda confirmado por la presencia de las características
capas observables en la sección. La mayoría de los fragmentos recuperados eran partes de un
plato con el borde decorado por una cinta decorativa circundante y rollos oblicuos, probable-
mente ubicados en cada uno de los cuatro lados del ceramio. Este material fue recuperado
de estratos redepositados revelados en el Abrigo I, por lo cual tanto su posición cronológica
como posibles relaciones con la cerámica Tasata no pueden ser determinadas.
192 Prehistoria del Perú Sur
tiempo, los fragmentos Huarancane son parecidos a los hallazgos recuperados del
estrato Pichalo III (yacimiento Punta Pichalo; Bird 1943, 1946)108 que pertenecen,
según la periodización propuesta por Gordon Willey, al Early Ceramic Period de
los Andes Meridionales, es decir, un ancho lapso de tiempo comprendido entre
ca. 500 a. C. hasta aproximadamente 600 de nuestra era (cf. Willey 1971: 200).
La cuestión de la ubicación cronológica más exacta de los materiales de Faldas
de Morro y Pichalo permanece abierta.
El mismo descubridor de las evidencias culturales tipo Huaracane sugiere su
directa relación con la secuencia temprana de la Época Cerámica registrada en la
cuenca de los lagos Titicaca y Poopó (cf. Feldman 1990), más exactamente, con la
fase Llusco de Chiripa (Chiripa 2) y la fase intermedia de la cerámica Wankarani
(Ponce 1970; Browman 1980). Tales relaciones indicarían una posición cronológica
muy temprana de los materiales de Huaracane, alrededor de 800 a. C. Sin embargo,
la opinión presentada por Feldman (1990: 67) tiene carácter de un juicio hecho a
priori que carece de un firme apoyo en el corpus de datos disponibles. Hay que
recordar que no existen ningunos fechados por 14C de los contextos culturales de
Huaracane, tampoco fueron descubiertos elementos culturales que vinculasen esta
cerámica con las formas y ornamentación características de la alfarería Chiripa
y Wankarani.
El único elemento común parece radicar en la composición de la pasta cerámica
(que contiene el atemperante de fibras vegetales) y en el color marrón oscuro; las dos
rasgos caracterizan a la mayoría de los contextos cerámicos tempranos de toda la
región andina (incluyendo el sur del Perú, norte de Chile y la cuenca del Titicaca)109,
así como algunos contextos culturales más tardíos. Basta con mencionar la cerámica
La Ramada de la región de Arequipa que demuestra características muy arcaicas
aunque data de los finales del Horizonte Medio (Santos 1980, Neira 1990).
Todo lo expuesto, junto a la situación geográfica de los materiales en cuestión,
permite más bien vincular el fenómeno Huaracane con los anteriormente mencio-
nados contextos culturales de Faldas de Morro y Pichalo. Además, en contra a la
directa participación de las culturas cerámicas tempranas de la cuenca del Titicaca
en la formación de la cerámica Huaracane, aboga también la –a menudo subra-
yada por el mismo Feldman (1990: 68)– presencia de plataformas de piedra en
los contextos culturales de Huaracane; las construcciones de este tipo no aparecen
en el área cultural de Chiripa y Wankarani. Este hecho es un claro argumento en
contra de las teorías que suponen la misma posición cronológica de los materiales
Chiripa, Wankarani y Huaracane. Tal opinión queda respaldada en cierto sentido
108 Algunos investigadores consideran que los materiales Faldas de Morro y Pichalo III son muy
similares o aun idénticos (cf. Ravines 1982: 255).
109 Por ejemplo, unos materiales similares fueron documentados, entre otros, en 1992, durante los
trabajos realizados por el autor en el yacimiento Tomata Grande, cerca de Tarija, en el extremo
sur de Bolivia.
Józef Szykulski 193
3.2. Trapiche
110 En el caso de la cerámica denominada Trapiche, hasta el momento sólo se conocen cinco
fragmentos que demuestran ciertas similitudes con los materiales de la civilización Pucará (cf.
Feldman 1990:71).
194 Prehistoria del Perú Sur
Las únicas informaciones precisas acerca de los más tempranos materiales cerámi-
cos de la franja litoral de la Costa Extremo Sur, proceden de su parte meridional
comprendida entre el puerto de Matarani y el puerto de Ilo. Fue allí, en el conchal
de Punta Islay, cerca de Matarani, y los yacimientos Carrizal y Pocoma, ubicados
en la desembocadura de Osmore, donde se registraron fragmentos de cerámica
clasificada como formativa.
En lo que concierne a los relativamente bien documentados inventarios de
Carrizal y Pocoma (Bolaños 1987; Tello 1987), se pueden observar fácilmente las
similitudes entre los materiales cerámicos descubiertos en ambos sitios y los inven-
tarios tipo Faldas de Morro del norte de Chile, así cómo la cerámica Huaracane
conocida del área del curso medio de Osmore-Moquegua (Feldman 1990: 69). Es
de suponer que en ambos casos tenemos que ver con los vestigios que documentan
las influencias de la cultura/el estilo Huaracane en las zona de la costa oceánica.
Un carácter bien diferente exhiben los contextos culturales descubiertos por
Gary Vescelius en el conchal de Punta Islay (Neira 1990) cuyos orígenes se remon-
tan todavía a la Época Precerámica. En los estratos superiores de este conchal
aparecieron escasos fragmentos de cerámica, puntas geométricas del grupo XVI,
raspadores, cuchillos, machacadores y abundantes restos óseos de pescados y
otros animales marinos. La presencia de estos elementos confirman que la base de
subsistencia de la población que habitaba estas áreas, al igual como en la Época
Precerámica, constituían pesca, caza de mamíferos marinos (principalmente el lobo
marino) y recolección de crustáceos, mientras que otros métodos de adquisición
de alimentos sólo completaban esta dieta marina.
Entre los materiales cerámicos de Punta Islay encontramos formas globulares
de labio poco pronunciado y base redondeada. Según las informaciones orales
provenientes de Máximo Neira Avendaño, quien estudió el yacimiento junto con
Vescelius, estos materiales demuestran una serie de analogías tanto con la cerá-
mica Faldas de Morro como con la de Huaracane. Lo que distingue los vestigios
de Punta Islay son varias huellas de reparación (concatenación de los ejemplares
rotos) observables en muchos de los fragmentos preservados. Tales evidencias
permiten aceptar la teoría propuesta por Vescelius según la cual la población que
utilizaba el conchal no producía cerámica, sino que sólo la usaba. Al parecer, la
sociedad de Punta Islay entró en su posesión por medio de intercambio de bienes.
Esto significaría que estos representantes de las tardías tradiciones del Precerámico,
sólo parcialmente aprovechaban las novedades tecnológicas emergentes.
Józef Szykulski 195
CAPÍTULO VII
Desarrollo cultural en el Horizonte Medio
111 Entre ellos se encuentra, entre otros, el sitio La Horca, conocido sólo de algunos hallazgos
superficiales (Manrique, Cornejo 1990).
198 Prehistoria del Perú Sur
los contextos culturales del sitio se registraron por primera vez en esta parte de la
costa los restos de varias plantas de cultivo, como calabaza, maíz, maní, arracacha,
camote, achira y quinua (Chenopodium quinoa). Está ultima proviene de la sierra,
razón por la cual su presencia indica la existencia del intercambio de bienes con la
zona altoandina.
Lo que despierta una serie de dudas es la ausencia de materiales cerámicos
Nasca, es decir, de un elemento que aparece en todos los cementerios del área
madre de la cultura. Esta falta puede sugerir que los hallazgos de Cabezas Acha-
tadas evidencian más bien la existencia de fuertes influencias del fenómeno Nasca
sobre algún otro sustrato cultural, y no la presencia física de los representantes de
esta cultura en la región.
La falta de cerámica impide relacionar los inventarios de Cabezas Achatadas
con una determinada fase de desarrollo de la cultura Nasca. También el mal estado
de conservación de los textiles no le permitió a Disselhoff resolver este problema de
la vinculación de los contextos culturales documentados en el sitio con la secuencia
de desarrollo establecida para la región de Nasca. Por eso, para precisar la posición
cronológica de los materiales de Cabezas Achatadas sólo podemos apoyarnos
en los resultados de datación por radiocarbono de tres muestras recuperadas del
sitio: Hv-1101, Hv-1102 y Hv-1155, que después de la calibración indicaron un
relativamente vasto período comprendido entre ca. 30 a. C. y 600/650 d. C. que
pertenece al Período Intermedio Temprano, de acuerdo a la secuencia cronológica
elaborada para toda el área del Perú (Rowe 1960). Por lo demás, los fechados de
las muestras de símbolos Hv-1101 y Hv-1155 coinciden en un lapso entre 50 y
400 de nuestra era (cf. Fig. 72), el cual corresponde a las fases cerámicas Nasca
5–7, según la periodización propuesta por Dorothy Menzel para los valles de Ica
y Nasca (Menzel 1977).
La posterior, es decir pertinente al Horizonte Medio, influencia del área cultural
Nasca sobre varias regiones de la Costa Extremo Sur se realizaba a través de la
cultura Huari, vinculándose con la expansión de esta cultura hacia el sur.
1. Huari/Wari
Los vestigios relacionados con la expansión Huari en el área de la Costa Extremo Sur
se registraron por primera vez en 1943 durante los trabajos realizados por Bernedo
Málaga en la cuenca del río Ocoña (Provincia de Condesuyos). Allí, en el valle del
río Churunga, uno de los tributarios del Ocoña, en el sitio Corral Redondo, se encon-
traron restos de construcciones en piedra, de planta ovalada. Dentro de la mayor de
estas estructuras, se descubrieron vasijas de almacenamiento antropomorfas con
96 mantos plumarios, es decir, tejidos de algodón y lana decorados con plumas
Józef Szykulski 199
multicolores (Neira 1998: 32)112. Los ceramios, debido a la gama de colores y los
ornamentos, fueron clasificados dentro del estilo Atarco (Neira 1990: 89) fechado
entre 700 y 800 d. C., algunos investigadores (Linares Málaga 1987–1990: 140)
observaron en los materiales de Corral Redondo ciertos elementos de un estilo más
temprano denominado Robles Moqo (Menzel 1964)113.
Los estudios realizados hasta la fecha confirmaron que la expansión del fenó-
meno Huari en la Costa Extremo Sur abarcó principalmente los terrenos ubicados
al noroeste, dentro del actual Departamento de Arequipa. Sin embargo, un enclave
muy importante de esta civilización se encontró ubicado mucho más al sureste,
en el Departamento de Moquegua, más exactamente en el curso superior de la
cuenca de Osmore-Moquegua. Tanto la ubicación geográfica como los contextos
culturales presentes en esta región merecen una mención aparte.
El análisis de la distribución de los centros de ocupación Huari demostró, igual
como en el caso de los hallazgos del Período Formativo, que la concentración de los
sitios es mucho mayor en la zona de la sierra que en la costa, lo que seguramente
se debía a las condiciones geográficas y climáticas de estas áreas114. En la sierra,
los sitios se localizaban en los lugares naturalmente defensivos: al borde de los
valles más anchos donde el relieve del terreno y las condiciones microclimáticas
propiciaban el cultivo, permitiendo de 3 a 4 cosechas durante el año. Hay que
suponer que la génesis de una gran parte de las terrazas y los sistemas de irrigación
conservados hasta hoy en día así como también de los caminos, está relacionada
con la colonización y obras de construcción Huari. La posibilidad de la existencia
de las vías reforzadas fue insinuada, entre otros, por Hyslop, en su trabajo consa-
grado a los caminos incaicos. El investigador sugirió que por lo menos algunos
segmentos de las redes de comunicación del Tawantinsuyu eran de proveniencia
preincaica (Hyslop 1992).
Las más importantes áreas de la ocupación Huari en la Costa Extremo Sur
se encuentran alrededor de Caravelí, en el valle del río del mismo nombre, en el
valle de los ríos Ocoña y Cotahuasi (Chávez Chávez, Salas 1990) y en la entera
cuenca del río Majes-Camaná (García, Bustamante 1990). En la cuenca Majes-
Camaná, la mayor concentración de sitios fue detectada en la región de la ciudad
Chuquibamba (Neira 1998). Varios yacimientos Huari fueron también registrados
en el valle del río Siguas, mientras que en el ubicado más al este del valle del Chili
112 De acuerdo con la costumbre de la época, los mantos fueron repartidos entre los habitantes
de la región y el descubridor quien recibió 42 ejemplares que actualmente forman parte de la
colección del Museo de Antropología y Arqueología de Magdalena (Neira 1998: 32).
113 Los análisis radiocarbónicos de los textiles, debido a un margen de error muy ancho (+/-120
años) no permitieron precisar la cronología de los hallazgos de Corral Redondo (Neira 1998:
32; Ziółkowski et al. 1994: 317).
114 Algunas dispersiones y escasos contextos culturales fueron registrados en la región entre
Pampa Puyenca (Atico) y el delta fluvial de Camaná. Al parecer, el sitio Pacaecitos localizado
en la desembocadura de Camaná pertenece al horizonte Huari (Manrique, Cornejo 1990).
200 Prehistoria del Perú Sur
(región de Arequipa), los materiales relacionados con esta civilización son muy
esporádicos. Por eso, el valle del Siguas hay que considerarlo como el límite sur
del área de ocupación Huari concentrada. Entretanto, la cuenca del río Tambo,
ubicada todavía más al sur, por lo menos durante la mayor parte del Horizonte
Medio, funcionaba como zona tapón entre las áreas de influencias Huari, cuyos
Fig. 82. Areas de expansión Huari y Tiahuanaco. Color más claro indica regiones con
escasas evidencias de ambas civilizaciones; 1. Tiahuanaco; 2. Lucurmata; 3. Alto Ramí-
rez; 4. Loreto Viejo; 5. Omo; 6. Chen Chen; 7. Cerro Baúl; 8. Huarí; 9. Conchopata; 10.
Tupuraya; 11. Mizque; 12. Pikillacta; 13. Chan Chan; 14. Cajamarquilla; 15. Pacheco;
16. Wariwilca; 17.Jincamocco; 18.Viracochapampa; 19. Quilpapampa la Antigua
Józef Szykulski 201
centros se ubicaban al norte del río Tambo, y Tiahuanaco, con los centros locali-
zados al sur de este río (Fig. 82).
Esta opinión viene respaldada por los trabajos de registro de las estructuras
arquitectónicas, realizados entre 1996 y 2000 por el Proyecto Churajón tanto en el
área de Churajón como en toda la parte noreste de la cuenca del río Tambo. Durante
estas labores no se registraron ninguna estructura arquitectónica cuya génesis
pudiese remontarse al Horizonte Medio. Así que, las únicas evidencias culturales
que comprueban la presencia Huari o Tiahuanaco en esta región constituyen esca-
sos, en su mayoría sueltos, materiales cerámicos. Por lo demás, es preciso destacar
que durante las excavaciones llevadas a cabo en el mismo conjunto de Churajón, se
documentó una mayor cantidad de fragmentos Huari que de Tiahuanaco (Szykulski
1996, 2000). A modo de curiosidad, cabe mencionar que en Churajón se regis-
traron también unos fragmentos cerámicos con las representaciones de animales
de la familia Felidae, probablemente de jaguar (Fig. 83). Tanto las características
de la masa cerámica como la estilística de los diseños, indican su filiación con la
civilización Huari, sin embargo; el mismo acabado, mucho menos fino que en el
caso de la “clásica” cerámica Huari, parece indicar que tenemos que ver más bien
con las imitaciones locales que con los productos de esta civilización.
Como consecuencia de la expansión Huari en los terrenos de la parte noroeste
de la Costa Extremo Sur, por primera vez en la historia de esta región se desa-
202 Prehistoria del Perú Sur
115 En el valle de Chili, el único sitio del Horizonte Medio documentado es el complejo arqui-
tectónico de Uchumayo, ubicado en las afueras de Arequipa (Pampa de la Estrella). Las pros-
pecciones realizadas por Máximo Neira Avendaño (comunicaciones orales) y después en los
Józef Szykulski 203
años noventa por el equipo del Proyecto Churajón permitieron confirmar la presencia de los
materiales Huari en el sitio.
204 Prehistoria del Perú Sur
116 El sitio con la cerámica Huari (un entierro) localizado más al sur fue registrado cerca de Tac-
na, en el valle del río Caplina (Flores Espinoza 1990).
206 Prehistoria del Perú Sur
1.2. Cronología
117 Tanto Okros como Huarpa (black on white) pertenecen a las fases estilísticas de la cultura
Huarpa (?-700 d. C.), que probablemente constituía el componente principal en base del cual
se formó la civilización Huari. Hay que suponer una coexistencia temporal de los materiales
estilo Huarpa D (Huarpa, Okros) y Huari 1A.
Józef Szykulski 207
3 Soisongo Ccoscopa/Qoscopa
800
Ccoscopa/Qoscopa
2B Atarco B
700
Robles Moquo Robles Moquo
1B Robles Moquo
Nasca 9 Chaquipampa
Chaquipampa
Okros, Cruz Pata,
Huarpa (black on White)
1A Nasca 8, 9 Chaquipampa
600
en la zona de las montañas altas, desde el valle del Cotahuasi, por el curso superior
de la cuenca del Majes, hasta la parte superior de la cuenca de Osmore-Moquegua,
y aun la región al norte de Tacna si tomamos en consideración el hallazgo aislado
de la tumba de Pocollay que contenía materiales cerámicos Okros y Chakipampa
(Flores 1990).
La cerámica de la llamada fase 2 (700-800 d. C.) en la Costa Extremo Sur,
está representada por los materiales tipo Viñaque, característicos del área matriz de
Huari, y tipo Atarco, genéticamente vinculado más bien con la región de Nasca118.
Por lo demás, no se puede negar la posibilidad de la esporádica existencia en esta
área de los vestigios cerámicos tipo Ica-Pachacamac, procedentes probablemente
del valle de Ica.
Al parecer, los materiales tipo Viñaque se concentran en su mayoría en el
valle del Cotahuasi y el relativamente pequeño enclave Huari ubicado en el curso
superior de la cuenca de Osmore-Moquegua. En el caso del último de los territorios
mencionados, la presencia de estos vestigios, como también otros posteriores a la
fase 1, es muy ocasional (Goldstein 1990; Williams, Isla 2002). Esto podría indicar
que el poblamiento Huari en el curso superior Osmore-Moquegua se limitó sólo
al período de duración de la fase 1. Sin embargo, las excavaciones realizadas en el
Cerro Baúl permitieron demostrar la existencia de dos etapas de construcción, de las
cuales la más tardía, con arquitectura más monumental, parece coincidir con la fase
2 (años 700–800 d. C.). Tal ubicación cronológica también confirma los resultados
de análisis por 14C, indicando que la ocupación Huari perduró en esta región hasta
alrededor 850 a. C. (Williams, Isla 2002: 113–115). De todos modos, también en
el caso de la etapa tardía de la construcción de Cerro Baúl, el material registrado
pertenece sobre todo a los estilos Chakipampa y Okros, y sólo esporádicamente a
Viñaque. Hay que suponer entonces que en la Costa Extremo Sur, ubicada al exterior
de los más importantes núcleos de la civilización Huari, la cerámica característica
de la fase 1 (Chaquipampa, Okros) seguía siendo fabricada también en los períodos
posteriores, excediendo los límites temporales propuestos por Dorothy Menzel en
base a los estudios realizados en la Costa Sur y en el valle del Mantaro.
Analizando los materiales de la fase 2 presentes en la zona de Huari en la Costa
Extremo Sur, podemos observar que la cerámica tipo Atarco está aquí mucho mejor
representada que la Viñaque. Los fragmentos Atarco fueron documentados, entre
otros, en varios sitios localizados en la cuenca de Majes-Camaná, en los valles de
Siguas y Ocoña, y en la franja litoral119. Tomando en consideración la región de
118 El mal estado de conservación de la mayoría de los materiales Huari recuperados de la Costa
Extremo Sur no permite aplicar la división en los estilos Atarco A y Atarco B, propuesta por
D. Menzel. En contra de una clasificación tan precisa se aduce también el hecho de que la gran
parte de los fragmentos Atarco parece ostentar algunas características locales, específicas de
los inventarios del extremo sur peruano.
119 Estas conclusiones fueron sacadas en base al análisis de los materiales provenientes de los
Józef Szykulski 209
proveniencia del estilo Atarco, hay que suponer que el proceso de la incorporación
de estos terrenos en el área de influencias de la civilización Huari fue iniciado en
el centro ubicado precisamente en la región de Nasca. Parece que la cultura Nasca,
cronológicamente anterior, en este caso sirvió de vehículo principal de elementos cul-
turales y así abrió el paso a la expansión político-cultural Huari durante la fase 2.
Los resultados de la investigación arqueológica demuestran que durante la
expansión Huari en los terrenos de la cuenca del Majes emergió una variante esti-
lística propia de la Costa Extremo Sur, llamada Ccoscopa/Qosqopa (Fig. 86). Su
nombre proviene del sitio epónimo localizado al noroeste de Chuquibamba (Neira
1990; García, Bustamante 1990). Hasta el momento, las evidencias de este tipo
fueron documentadas fuera de la misma cuenca del Majes, también en el valle del
río Siguas y dentro del cañón del Colca120. Esporádicamente aparecieron también
en los inventarios recuperados del Cerro Baúl (Lumbreras et al. 1982).
La génesis del estilo Qoscopa hay que verla en la fusión de los elementos
ornamentales de la civilización Huari con las tradicionales cerámicas locales,
probablemente, provenientes todavía del Formativo Tardío. La exacta posición
cronológica de los materiales Qoscopa no pudo ser determinada, sin embargo, las
secuencias registradas permiten clasificarlos como más tardíos en relación con la
subfase 2B. Así que posiblemente pertenecen a la fase tardía del Horizonte Medio
(¿la fase 3?, según la periodización propuesta por D. Menzel), es decir, al final de la
secuencia del desarrollo de la cerámica Huari en la Costa Extremo Sur (Tab. 4).
Otro estilo local propio del Horizonte Medio de la Costa Extremo Sur repre-
senta la cerámica denominada La Ramada. Su zona de distribución parece limitarse
al valle del Siguas (Santos 1980; Cardona 2002: 87-91). Las dataciones por 14C
permiten situarlo en la fase tardía del Horizonte Medio. Lo que es característico es
que este material no guarda ninguna similitude con la estilística Huari, ni la vecina
cerámica Tiahuanaco. Sus cualidades tecnológicas y el estilo de ornamentación
evocan más bien la cerámica muy temprana, es decir, formativa (Fig. 87). Tal vez,
del Horizonte Medio datan también otros materiales cerámicos conocidos sólo por
sus nombres o vagas descripciones, como Socabaya o Uchumayo, encontrados en
el valle del río Chili (Cardona 2002)121.
estudios anteriores, así como también de los recuperados durante la prospección realizada en
1997 en Majes y Siguas por el equipo del Proyecto Churajón.
120 El análisis de los fragmentos cerámicos de Chijra distinguidos por Malpass y Vera Cruz como
material 2 indica que por lo menos una parte de ellos pertenece al estilo Qoscopa (cf. Malpass,
Vera Cruz 1990).
121 Aunque el mismo descubridor vincula los materiales Socabaya con el Período Formativo, re-
lacionándolos al mismo tiempo con la fase tardía de Pucará (Cardona 2002: 54-56), el análisis
de esta cerámica despierta dudas respecto a la veracidad de tales opiniones. Por lo demás,
también la reconstrucción de las formas propuesta por el investigador (ceramios de base glo-
bular), debido al hecho de que no se conservaron ningunos fragmentos de bases, no puede ser
aceptada como convincente.
210 Prehistoria del Perú Sur
2. Tiahuanaco/Tiawanaku
artefactos de madera y adornos (Ravines 1982; Latcham 1938; Rivera 1985; Torres
1984). fig 88
Fig. 88. Gorras Tiahuanaco (Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, Chile)
entre la parte sur de la cuenca del Titicaca y la costa del Océano Pacífico. Entre
los más importantes núcleos de poblamiento en esta región hay que enumerar los
yacimientos Omo y Chen Chen, así como el mucho menor sitio de Cerro Echenique
y el ya mencionado Cerro Trapiche.
No cabe duda que Chen Chen constituía el mayor complejo urbanístico de la
civilización Tiahuanaco al exterior de la cuenca del lago Titicaca. Este yacimiento,
junto con el sitio de Omo, ubicado un poco más al sur, eran centros adminis-
trativo-económicos de toda la región, en los cuales se almacenaban, y también
parcialmente procesaban, los excedentes de productos agrícolas destinados al
intercambio con el área madre (Pari 1998). La importancia de estos sitios de la
cultura Tiahuanaco como lugares en los que se cruzaban las rutas de contactos
comerciales y, probablemente, también políticos, queda reflejada en los hallazgos
que atestiguan la larga, o por lo menos cíclica, presencia de los representantes
122 Se trata sobre todo del cementerio Chen Chen donde algunos entierros contienen inventarios,
al parecer, pertenecientes a los representantes del “pueblo” Huari.
216 Prehistoria del Perú Sur
(Goldstein 1990: 92; Moseley et al. 1991: 126, 127). En la parte central de la pla-
taforma superior se encontraba una plaza hundida cuadrangular (Fig. 89 y 90). Este
tipo de edificación sacral, la única en su genero fuera del Altiplano, constituye una
clara imitación de las construcciones sacrales “clásicas” conocidas de los grandes
centros de la civilización Tiahuanaco en su área madre (Fot. 91).
Fig. 91. Pared con cabezas clavadas del Templete Semisubterráneo de Tiahuanaco
Al fondo Calasasaya/Kalasasaya - entrada principal
123 Este investigador distinguió cinco períodos de desarrollo de la cerámica Tiahuanaco (Tiahua-
naco I-Tiahuanaco V), de los cuales Tiahuanaco IV y V coinciden con el Horizonte Medio
en el Perú y están representados por la cerámica que suele ser vinculada con la civilización
Tiahuanaco (Ponce 1972).
Józef Szykulski 217
124 El estilo llamado Sobraya, a veces mencionado en la literatura del tema, parece derivarse de
la cerámica Cabuza (cf. Lumbreras 1974: 77, 78; Ravines 1982: 264).
125 Frecuentemente en la literatura dedicada a esta problemática, los materiales Loreto Viejo es-
tán erróneamente descritos como “estilo Loreto Viejo”, insinuando así una singularidad esti-
lística de estos materiales (en relación con la cerámica Tiahuanaco clásica) mayor de lo que
era en realidad (cf. Lumbreras 1974: 77; Ravines 1982: 262).
218 Prehistoria del Perú Sur
126 En otras regiones las influencia Tiahuanaco, tanto las directas como las indirectas, eran sin
duda mucho más suaves. Así que hay que tomar en cuenta la posibilidad de que los artefactos
Tiahuanaco permanecían en uso (y reuso) durante mucho tiempo, especialmente en los extre-
mos del área en cuestión. En el caso de los anteriormente mencionados yacimientos de San
Pedro de Atacama los materiales Tiahuanaco se otorgaban probablemente de generación en
generación.
127 En la literatura del tema funciona la poco adecuada denominación “jarras” (Goldstein 1990:
86). La cerámica de uso cotidiano de Moquegua difiere mucho por la composición de la masa
cerámica de los hallazgos de este tipo de la cuenca del lago Titicaca, lo que parece indicar que
es el producto “nativo”, es decir, elaborado en la cuenca de Osmore-Moquegua.
128 Deliberadamente evitamos aquí las nociones “cerámica ceremonial” o “cerámica de lujo”
que a veces aparecen en la literatura. Es porque los ceramios de paredes finas de alta calidad
también aparecen en los contextos arqueológicos que claramente indican su uso cotidiano.
Józef Szykulski 219
129 La calibración (95,4%) fue efectuada en base al método de Stuvier y Pearson. Sam Burger
proporciona una fecha promedio calibrada de 600+/-70 d. C. (1992: 159).
Józef Szykulski 221
Chen, en Omo (sitio M10), en Cerro Echenique (sitios M2 y M4) y en Cerro Los
Enriques (M43). Por lo demás, en toda la región del curso medio de la cuenca
se encuentran vestigios de pequeños focos de poblamiento o edificios aislados
vinculados a las respectivas áreas de cultivo. Es de destacar que, al contrario de
lo que observamos en el caso de los restos de la ocupación Huari (que probable-
mente perduró hasta la mitad del sigo IX d. C.) en el curso superior de la cuenca
de Osmore–Moquegua, los asentamientos Tiahuanaco tanto de la fase Omo como
Chen Chen no eran fortificados.
130 En la relación de Guillermo Lumbreras también se menciona la cerámica estilo Chenchén, co-
nocida de la necrópolis de Chen Chen, que probablemente no está estilísticamente relacionada
con los materiales Tiahuanaco (Lumbreras 1974: 78). Desgraciadamente, durante la verifica-
ción de los materiales de la colección de los museos de Ilo y Arequipa, realizada en el marco
del Proyecto Churajón en 1994, no se registraron ninguno de los hallazgos mencionados por
Lumbreras.
131 La calibración fue realizada con el CALIB radiocarbon calibration program, University of
Washington. En base al método de calibración de Stuvier y Pearson se obtuvieron fechas que
abarcan períodos de 753-1006 d. C. y 790-1016 d. C.
132 CALIB radiocarbon calibration program, University of Washington.
133 La calibración fue hecha en base al método de Stuvier y Pearson (Ziółkowski et al. 1994:
310).
Józef Szykulski 223
Fig. 95. Las fechas 14C para el horizonte medio de la Costa Extremo Sur; X1 – X3
sín referencias sobre el número del laboratorio
224 Prehistoria del Perú Sur
134 1171-1317 d. C. (Hv-1081) y 959-1223 d. C. (Hv-1091); cf. Ziółkowski et al. 1994: 311,
312).
Józef Szykulski 225
CAPÍTULO VIII
Desarrollo cultural del Período Intermedio Tardío
1. Chiribaya
El estilo Chiribaya fue definido por Humberto Ghersi en los años cincuenta del
siglo XX a base de las excavaciones efectuadas en el sitio epónimo localizado
cerca del puerto de Ilo (Ghersi 1956).
Su área matriz parece ubicarse en el valle Osmore-Moquegua, incluyendo
sus extremos, y la zona de distribución cubre todos los terrenos ubicados al sur de
este valle, abarcando también las áreas del norte de Chile, alrededor de la ciudad
de Arica (Dauelsberg 1960, Flores 1969, Lumbreras 1974). Al norte de la cuenca
Osmore-Moquegua, los materiales Chiribaya aparecen en la parte baja del valle
del río Tambo, donde se encuentran grandes cementerios de esta cultura (El Pino,
desembocadura de la Quebrada Huayrondo).
Algunos ejemplares de la cerámica Chiribaya fueron registrados también den-
tro del conjunto arqueológico de Churajón (cf. Fig. 27) y en el sitio de Challapampa
en el área de la ciudad de Arequipa (Huanqui Hurtado 1970: lám. 18). Por lo demás,
la existencia de los materiales Chiribaya fue confirmada en la región circundante al
poblado de Puquina, ubicada al norte de Churajón. Las prospecciones arqueológicas
realizadas en esta zona en los años noventa del siglo XX por la Universidad Católica
Santa María de Arequipa permitieron corroborar la presencia de esta cerámica,
pero no proporcionaron ninguna información acerca de los contextos culturales
de su aparición. Es de mencionar que los resultados de esta investigación llevada
a cabo en la región de Puquina nunca fueron publicados.
La cerámica Chiribaya, debido a la tecnología de su elaboración y la orna-
mentación de superficie, puede ser descrita como la más “Tiahuanaco” de todas las
conocidas de la Costa Extremo Sur. Se caracteriza por: cocción perfecta, cuidadoso
pulimento de superficie (equivalente al de los ceramios Tiahuanaco) y específicos
diseños geométricos pintados con los colores blanco, negro, naranja y rojo, empa-
rentados con la estilística Tiahuanaco tardío (Fig. 97 y 98). Asimismo un muy alto
nivel tecnológico y artístico presentan la confección de textiles, el tallado en madera
y la orfebrería (Fig. 99).
Los cementerios fueron construidos en sitios elevados. La forma más común
del entierro fue la de pozo de planta circular. A veces sus bordes fueron reforza-
dos por un anillo de piedras sobre el cual se apoyaban las lajas que sellaban la
tumba. Gracias a las condiciones micro-climáticas de la región (la parte norte de
Atacama) dentro de la mayoría de las tumbas se conservaron los fardos funerarios
con momias (Fig. 100).
Contrariamente a lo que opinan algunos investigadores, el material Chiribaya
no demuestra ninguna analogía directa con los estilos cerámicos que se desarro-
llaron en el Altiplano después de la caída de la civilización Tiahuanaco. Hay que
rechazar fuertemente las sugestiones acerca de las relaciones de la cultura Chiribaya
con las evidencias tipo Mollo, Allita Amaya y Churajón (Lumbreras 1974). Las
Józef Szykulski 229
Fig. 97. Cerámica Chiribaya del valle del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológico
230 Prehistoria del Perú Sur
135 El periodo de desarrollo de Arica I se sitúa entre 1050 y 1350 d. C. (Mostny 1971: 9). Y la
cronológicamente posterior Arica II coincide con el final del Periodo Intermedio Tardío, así
como la época del Horizonte Tardío.
Józef Szykulski 233
Fig. 101. Cerámica Maytas (A), Churajón (B) y San Miguel / Arica I (C, D)
del valle del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológico
234 Prehistoria del Perú Sur
2. Chuquibamba
primera vez por Alfred Kroeber en base al estudio de las colecciones museales
que se encontraban en Arequipa (Kroeber 1944). El mismo nombre proviene de
la ciudad de Chuquibamba, capital de la Provincia de Condesuyos.
El área madre de la cerámica designada con el nombre Chuquibamba la cons-
tituye probablemente la cuenca de Colca-Majes, pero la zona cerrada de su dis-
tribución también abarca una gran parte de la cuenca del río Ocoña, así como el
valle del río Siguas. Algunos hallazgos singulares se registraron también en los
sitios arqueológicos de la cultura Churajón ubicados dentro de los límites de la
ciudad de Arequipa: necrópolis de Challapampa (Huanqui Hurtado 1970) y Colegio
Nacional de la Independencia Americana (Belan 1974).
No obstante, es preciso subrayar la escasa cantidad tanto de los materiales Chu-
quibamba encontrados en el área cultural Churajón como de la cerámica Churajón
registrada en el territorio Chuquibamba. La única excepción la constituye el valle
del río Siguas – la zona de contacto de los dos tipos de cerámica; pero también aquí
se pudo observar una clara división entre los sitios con materiales Chuquibamba y
los de inventarios Churajón. Es posible que tal situación resulte de la existencia de
algún tipo de “límite cultural” entre estas dos áreas, el cual todavía en el Horizonte
Medio dividía la Costa Extremo Sur en las zonas de expansión Huari y Tiahuanaco.
La consolidación de esta segmentación en el Período Intermedio Tardío pudo ser
resultado de la llegada de las oleadas migratorias de diferente proveniencia étnica
y, tal vez, también geográfica. Esto explicaría las diferencias entre los contextos
culturales de los territorios Chuquibamba y Churajón.
Caracterizando los materiales Chuquibamba (Fig. 102) hay que constatar que,
al igual como en el caso de la anteriormente descrita cerámica Chiribaya, hasta
la fecha no ha sido elaborada ninguna tipología de las formas básicas. La única
clasificación de los materiales Chuquibamba fue propuesta por Máximo Neira
Avendaño quién distinguió entre la cerámica de diseños multicolores (tricolores),
denominada como Chuquibamba policromo136 y los ceramios de ornamentación
bicolor (dibujos en negro sobre fondo rojo), nombrados Chuquibamba negro sobre
rojo (Neira 1990: 136-139). Por supuesto, sería difícil aceptar como definitiva esta
simplificada división de la cerámica cuya zona de distribución abarcaba un área
de más de 20 mil kilómetros cuadrados. No obstante, en el caso de Chuquibamba
policromo, debido a su sofisticado acabado y repertorio de motivos ornamenta-
les, podemos observar claras analogías estilísticas con la tradición Huari, cuyos
mayores centros de poblamiento se ubicaban justamente en la cuenca del río
137 Hay que rechazar las opiniones de algunos investigadores (Neira 1990; Kroeber 1944) que
sugieren la existencia de unas analogías estilísticas directas entre Chuquibamba (en su variante
Policromo) y la cultura Nasca. Sin negar la existencia de ciertas coincidencias entre algunos
motivos ornamentales presentes en la cerámica Chuquibamba y los materiales Nasca, podemos
reconocer este hecho como atributo de la estilística Huari de la Costa Extremo Sur, en gran
parte basada en la tradición Nasca.
238 Prehistoria del Perú Sur
138 Podemos suponer aquí que la oleada migratoria de aquella época se componía de los pueblos
aymará de los cuales ya en el territorio de la Costa Extremo Sur evolucionaron varias “nacio-
nes” conocidas de las fuentes históricas.
139 El autor de la única clasificación de la cerámica Chuquibamba en su trabajo distingue entre
los materiales Chuquibamba y Collagua (Neira 1990: 159-161). Sin embargo, un análisis más
detallado permite llegar a las conclusiones de que estos últimos en gran parte corresponden a
la distinguida por la misma cerámica Chuquibamba Negro Sobre Rojo.
140 Mitmaq (quechua) – extranjero, foráneo. Con el nombre de mitmaqs se designaban los grupos
asentados por los incas lejos de sus regiones de procedencia.
Józef Szykulski 239
3. Churajón
141 Por supuesto, es posible invocar el insuficiente estado de investigación. Sin embargo, tanto
las prospecciones realizadas en el marco del Proyecto Churajón (Szykulski, Andrade Sonco
240 Prehistoria del Perú Sur
1998) como los trabajos anteriores (en su mayoría no publicados) llevados a cabo en el área de
la laguna Salinas y los terrenos vecinos, no proporcionaron ninguna evidencia, de la presencia
de la cerámica Churajón.
142 El distinguido por Neira grupo estilístico Tres Cruces policromo, caracterizado por la pre-
sencia de específicos motivos ornamentales presentes sobre todo en la cerámica del sitio Tres
Cruces, no aparece en las publicaciones posteriores del autor (cf. Neira 1966, 1998).
143 En el caso de Churajón engobado, Churajón bicromo, Churajón policromo el color es el rasgo
distintivo principal. En el grupo Tres Cruces policromo, son las formas de ornamentación las
que constituyen el criterio de definición. Mientras tanto, el Churajón engobado fue distingui-
do en base a la tecnología de acabado de la superficie.
144 Durante los últimos años tanto dentro de la misma ciudad de Arequipa como en sus alrede-
dores se realizaron varias excavaciones arqueológicas que, sobre todo en el caso de los sitios
Challapampa, Casa-Patak, Tres Cruces, César Vallejo y Campus de la Universidad Católica
Santa María, proporcionaron una gran cantidad de materiales arqueológicos. Al aumento de
la base de datos contribuyeron también las excavaciones realizadas en el marco del Proyecto
Churajón por la Universidad Católica Santa María dentro del conjunto de Churajón y en las
áreas vecinas.
Józef Szykulski 241
Grupo I. Cuencos
Tipo I.1. Cuencos globulares
Se caracterizan por una base ancha, relativamente plana y un cuerpo esférico,
a veces ligeramente perfilado. Su labio es poco pronunciado. En la mayoría de los
casos sólo se observa que esta parte tiene forma redondeada con un engrosamiento
ligero (a veces poco perceptible).
Se pueden distinguir tres variantes principales:
I.1.1 – El cuerpo alcanza grandemente hasta la mitad de la esfera. El diáme-
tro máximo se encuentra en la boca del ceramio. Algunos ejemplares tienen dos
apéndices cortos fijados en los bordes opuestos, de carácter tanto decorativo como
funcional – facilitan el agarre de las piezas.
I.1.2 – El cuerpo ligeramente sobrepasa la mitad de la esfera, así que el diá-
metro máximo está ubicado un poco más debajo de la boca. La mayoría de los
ejemplares posee, en el borde o más abajo, apéndices, protuberancias tubulares o
rollitos perforados; también aparecen otros adornos específicos (cf. Fig. 143E).
Estos elementos plásticos están dispuestos opuesta- o asimétricamente. Algunas
piezas tienen pequeñas asas arqueadas (subvariante I.1.2b; cf. Fig. 149E). La
variante I.1.2 abarca la mayor parte del material cerámico tipo I.1.
I.1.3 – El cuerpo sobrepasa 2/3 de la esfera por lo cual el labio está fuerte-
mente inclinado hacia dentro (cf. Fig. 151C). Al igual que en las piezas de la
variante I.1.2, en el borde o más abajo aparecen apéndices o rollitos verticales,
muy a menudo perforados. Se pueden distinguir la subvariante I.1.3a, de cuerpo
242 Prehistoria del Perú Sur
Tipo I.2. Cuencos campaniformes. Entre las formas de este grupo podemos
distinguir dos variantes principales:
I.2.1 – Debido a la tecnología de elaboración y su forma, los ceramios de este
grupo son muy parecidos a la cerámica Tiahuanaco tardío, llamada Tiahuanaco
decadente (Bennett 1948), Tiahuanaco V (Ponce Sanginés 1972). La pasta está muy
bien elaborada con el desgrasante de cuarzo de grano fino y medio. Las paredes
son finas. Se puede notar que la temperatura de cocción fue muy alta lo que le dio
a la cerámica una estructura parecida a la de gres.
Todos los ejemplares tienen el exterior y el interior pintados en rojo o enco-
bados. Sobre este fondo aparecen motivos ornamentales en color negro. Entre
los motivos encontramos bandas/líneas horizontales o verticales, arcos dobles,
líneas onduladas o zigzagueantes, así como triángulos y ornamento escalonado.
La ornamentación se limita a líneas y arcos singulares o dobles, también aparece
en las paredes interiores. Gran parte de las piezas lleva un surco circundante en el
interior, ubicado más arriba de la mitad de su altura. Al exterior, en el mismo lugar,
existe una protuberancia parecida a una cinta plástica. A veces, en los ejemplares
de paredes más espesas, en vez de esta protuberancia aparecen líneas pintadas.
Entre los ejemplares de la variante I.2.1 podemos distinguir la subvariante
I.2.1a, con paredes curvo divergentes que acentúan la base (Fig. 103), y la sub-
variante I.2.1b con paredes rectas. El análisis de los materiales demuestra que la
primera de estas subvariantes, I.2.1a, en lo que concierne a sus atributos tecno-
lógicos y ornamentales, destaca por la mayor perfección de acabado. Demuestra
también varias similitudes con los materiales Tiahuanaco, lo que puede sugerir su
posición cronológica más temprana.
I.2.2 – El elemento característico de esta variante lo constituyen paredes globulares
o con perfil ligeramente en forma de “S”. Tanto la tecnología de elaboración como
la forma de estos ceramios son muy distintas de los patrones Tiahuanaco. Las
paredes son más espesas que las de la variante I.2.1. La superficie (generalmente
alisada con menos cuidado) está pintada de rojo o rojo-naranja. En el interior, la
pintura sólo cubre la zona de la boca. El repertorio de motivos se limita a líneas
Józef Szykulski 245
la mayoría de los ejemplares está pintada de rojo. Sobre este fondo aparecen dise-
ños de bandas, trapecios o motivos escalonados. Muy a menudo los dibujos son
delineados con pintura de color blanco o crema. Lo característico de esta variante
es la presencia de representaciones de rostro humano creado por medio de unas
ligeras protuberancias en la zona de la mayor convexidad del cuerpo (subvariante
II.1.3a). No obstante, también hay ejemplares que carecen de la ornamentación
antropomorfa (subvariante II.1.3b).
En la región de Arequipa (Tingo) se registraron también keros profusamente
pintados, modelados en forma de rostro humano de rasgos naturalistas (Bernedo
Málaga 1951). Estos hallazgos, clasificados como la subvariante II.1.3c, presentan
analogías con la cerámica Tiahuanaco (Moseley et al. 1991: Fig. 9) y de la cultura
Mollo de Bolivia, aunque estos últimos poseen una boquilla tubular, la cual no
aparece en los recipientes conocidos de Arequipa (cf. Fig. 115).
Tipo II.2. Copas con pie en pedestal hueco
Hasta la fecha, los recipientes de este tipo no se mencionaban entre las formas
presentes en la cerámica Churajón. Por primera vez, fueron registrados durante
las excavaciones realizadas en el montículo 2 en Churajón.
El elemento característico constituye aquí un recipiente relativamente plano,
platiforme fijado sobre un pie en pedestal corto en forma de cono truncado. El
pedestal es hueco y carece de fondo (cf. Fig. 147). El borde no es regular, posee
vertederos colocados uno frente al otro. La superficie es porosa con huellas de
pintura de color rojo-naranja.
Tipo III.3. Tazas de este tipo parecen constituir una forma modificada del
cuenco campaniforme. Sus asas son bastante pequeñas, elaboradas con poco cui-
dado. La superficie es natural o pintada de color rojo-naranja. Existen formas con
paredes rectas y divergentes (III.3.1), así como también con paredes ligeramente
redondeadas (III.3.2; Fig. 103). Las dos variantes tienen superficie natural. Los
ejemplares de este tipo fueron documentados durante las excavaciones en Churajón
(Fig. 21). Es posible que constituyan un grupo de artefactos de limitado alcance
geográfico y temporal.
Tipo III.4. Formas altas de paredes divergentes. El labio es evertido, bien
pronunciado, ligeramente engrosado. La superficie está pintada de rojo-naranja
o de rojo. Hasta la fecha, el único ejemplar entero, recuperado de un contexto
arqueológico documentado, proviene de la necrópolis del Colegio Nacional de la
Independencia Americana en Arequipa (cf. Fig. 28). Esta pieza se distingue por una
muy bien lograda elaboración de la pasta, y un óptimo acabado de la superficie y
de la cocción. Está decorada con motivos característicos de la cerámica Churajón,
pintados en negro con delineación de color blanco.
145 Del material del sitio estudiado por el arqueólogo Augusto Belan Franco. El investigador du-
rante las excavaciones en el sitio se sirvió de un método poco convencional de numeración de
las tumbas en base al sistema de coordenadas x e y. Este método aunque es poco práctico para
la descripción del material, posee la ventaja de habilitar la aplicación de los mismos criterios
de designación de las tumbas y los hallazgos sueltos.
Józef Szykulski 251
Grupo V. Vasijas
A este grupo pertenecen las formas sencillas de carácter evidentemente utilita-
rio. Frecuentemente llevan los restos de hollín. La mayoría tiene superficies natu-
rales, raramente aparecen ejemplares con superficie pintada de rojo. A veces sólo
el interior y el exterior de zona de la boca están recubiertos de pintura. Esporádi-
Józef Szykulski 253
Las paredes del cuerpo se convergen cónicamente hacia arriba, transitando sua-
vemente hacia un cuello poco diferenciado. La superficie de los ceramios está
cuidadosamente alisada (pulida), pintada de rojo, muy a menudo engobada. Las
paredes exteriores están decoradas con motivos pintados en negro, negro con fina
delineación en blanco, o eventualmente crema-blanco. Entre los motivos básicos
encontramos: diseño escalonado, líneas horizontales y verticales, trapecios cua-
driculados verticalmente dispuestos. Se pueden diferenciar dos variantes:
VI.3.1 – Abarca los ejemplares esbeltos de forma ovoide (Fig. 107E). El
cuerpo se une suavemente con un cuello cilíndrico, convergente. El labio no es
pronunciado. La mayor convexidad del cuerpo se encuentra debajo de 1/3 de la
altura del recipiente. Ocasionalmente aparece una decoración plástica en forma
de una protuberancia colocada sobre el labio, en el punto de arranque del asa.
Existen: la subvariante de cuerpo esferoide (VI.3.1a) y la subvariante de cuerpo
ligeramente perfilado (VI.3.1b).
VI.3.2 – Se caracteriza por su forma chata. La mayor convexidad del cuerpo
se encuentra siempre más debajo de la mitad de su altura. Habitualmente el cuerpo
es esférico (subvariante VI.3.2a), pero a veces también ligeramente perfilado (sub-
variante VI.3.2b). El cuello es corto, y poco diferenciado, al igual que la boca del
recipiente. Ocasionalmente el borde de la boca está decorado con apliques en forma
de rollitos y protuberancias que forman una imagen de rostro (cf. Fig. 144C).
Tipo VI.4. Jarras altas de forma esbelta (saquiforme). Las paredes del cuerpo
son sólo ligeramente convexas, a veces casi rectas. En la parte superior conver-
gen transitando hacia una boca divergente con labio evertido. Se distinguen dos
tipos:
VI.4.1 – Recipientes esbeltos, cuidadosamente elaborados, de cuerpo con
paredes rectas, a veces ligeramente convexas. La boca es ancha con el labio fuer-
temente evertido. La superficie está precisamente alisada, pintada de rojo, a veces
recubierta de engobe. Sobre este fondo aparecen ornamentos pintados en negro y
delineados con blanco, según la estilística Churajón. El motivo predominante es
el escalonado, junto a las representaciones de rombos cuadriculados dispuestos
verticalmente.
VI.4.2 – Jarras de acabado menos cuidadoso en comparación con la variante
VI.4.1. El cuerpo es ovoide (saquiforme). La boca es ancha, curvo divergente.
Habitualmente, la superficie de los recipientes se presenta natural, muy a menudo
alisada, a veces pintada de rojo o naranja, carece de ornamentación. Una gran parte
de los ceramios lleva restos de hollín, lo que indica su carácter utilitario.
Tipo VI.5. Incluye recipientes de carácter utilitario que se distinguen por el
perfil en “S”. Estas jarras pueden tener forma esbelta o chata. Su superficie está
generalmente alisada, natural, a veces pintada de rojo o rojo-naranja. Sólo espo-
rádicamente aparece aquí decoración pintada en forma de líneas de color negro o
marrón oscuro, emparentada con la estilística Churajón. La mayoría de los ejem-
Józef Szykulski 257
plares llevan restos de hollín. Los ceramios de este tipo suelen encontrarse en los
contextos habitacionales, sólo excepcionalmente en los entierros. Esporádicamente,
aparecen junto a los artefactos de forma y ornamentación más rebuscadas.
Algunos ejemplares tienen decoración plástica en forma de protuberancias sin-
gulares o dobles colocados en la zona de unión del labio con el asa. Este elemento
aparece a veces sobre otros ceramios Churajón, sin embargo es mucho más común
en los inventarios del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío del área del
Altiplano. Ocasionalmente se encuentran también piezas con asas que sobresalen
por encima del labio, este elemento parece ser una innovación relacionada con
las influencias incaicas.
función ceremonial. Como una forma específica de esta variante hay que clasificar
también un ejemplar de la colección del Museo Arqueológico de la Universidad
Nacional San Agustín en Arequipa (Fig. 105D) que se distingue por poseer una
representación de rostro humano colocada sobre un cuello cilíndrico. El motivo
compuesto de líneas paralelas y bandas de cruces oblicuas dispuestas entre estas
líneas ubicado sobre el cuerpo de este recipiente difiere de la ornamentación típica
de Churajón. Es posible de que se trate de un préstamo de otra área cultural. La
característica representación de rostro humano aparece también sobre algunos
recipientes incaicos, lo cual puede indicar que este ejemplar data de la época de
la dominación de los incas.
VII.1.2 – Se caracteriza por un cuerpo orientado diagonalmente. El cuello no
es bien diferenciado. La boca es ancha, divergente y tiene dos asas adosadas de
sus lados opuestos (cf. Fig. 172A). No aparece ninguna decoración que evoque
los elementos de la anatomía de ave ni otros ornamentos. La superficie se presenta
natural o pintada de rojo. Hasta la fecha los recipientes de este tipo se documen-
taron sólo dentro de la necrópolis de los inicios del Período Intermedio Tardío
localizada en Churajón.
Por lo demás, como una subvariante específica (VII.1.2b) de jarras de esta
categoría debemos clasificar un ejemplar recuperado del sector 3 en Churajón que
tiene una forma muy simplificada, un cuello mucho más estrecho y sólo un asa.
Tipo VII.2. Incluye los recipientes en forma de pata de llama (Fig. 105C). El
cuello tiene forma cilíndrica, la boca es más o menos diferenciada. La superficie
no está alisada y tiene color natural. Esporádicamente, se encuentran ejempla-
res decorados con líneas rectas o zigzagueantes pintadas en color negro, a veces
delineadas con blanco. Entre los recipientes de este tipo se pueden distinguir dos
variantes:
VII.2.1 – La zona de la boca es bien diferenciada. El asa en forma de cinta
arranca del labio y se une al cuerpo del recipiente.
VII.2.2 – El cuello es divergente y suavemente se proyecta hacia la boca. No
existe el asa en forma de cinta.
En los años setenta del siglo XX el arqueólogo peruano Luis Lumbreras, en base
a los resultados de las excavaciones realizadas por Huanqui Hurtado en Casa-
Patak y Challapampa (1970), presentó su concepción del desarrollo de la cerámica
Churajón. El investigador supuso la existencia de dos subsiguientes fases de las
cuales la más temprana, con materiales parecidos a los Tiahuanaco tardío y Mollo,
estaría representada por los inventarios de Casa Patak, y la más tardía abarcaría
los vestigios cerámicos provenientes de la necrópolis en Challapampa (Lumbreras
1974: 71, 72).
Sin ánimo de negar la validez de la presunción de la existencia de la fase
temprana y tardía de desarrollo de la cerámica en cuestión, ni de desacreditar la
relevancia de algunas ideas aportadas por el autor, tenemos que constatar que esta
periodización carece de clasificación de las formas cerámicas y motivos decorati-
vos que caracterizan cada una de las etapas de desarrollo y que pueden servir de
base para un análisis comparativo. Por lo demás, la asignación de los materiales
de los respectivos sitios a las determinadas fases de desarrollo de la cerámica
Churajón en este caso parece ser muy apriorística. Hay que tomar en consideración
el hecho de que dentro del sitio al que aduce Lumbreras llamado Challapampa y
estudiado, entre otros, por Huanqui Hurtado, se exploraron 576 enterramientos
que sólo contenían 231 ceramios. Estas tumbas formaban parte de una gran pero
muy disturbada necrópolis. Al parecer, se trataba más bien de varios cementerios
superpuestos. La secuencia estratigráfica fue compuesta de varias capas (fases)
y los inventarios fueron muy diversificados, por lo cual podemos excluir la posi-
bilidad de que todos estos restos proviniesen de una sola (la más tardía) fase de
desarrollo de la cultura Churajón146.
El análisis de los materiales cerámicos provenientes de la región de Arequipa y
del área de Churajón, efectuado durante los últimos años por el equipo del Proyecto
a. Fase I (post-Tiahuanaco)
b. Fase II (clásica)
147 Se trata tanto de los materiales que forman parte de la colección del Museo Arqueológico de
la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa (excavaciones realizadas por Bernedo
Málaga y por Huanqui Hurtado), como también de los que se guardan en el Museo Arqueoló-
gico de la Universidad Católica de Santa María en Arequipa (Belan Franco 1974).
266 Prehistoria del Perú Sur
148 Hay que observar que la mayoría de los vestigios cerámicos Churajón recuperados de la re-
gión de Ilo representa la fase II de desarrollo de la cerámica Churajón.
270 Prehistoria del Perú Sur
d. Fase IV (epigonal)
149 La presencia de la cerámica de las más tempranas fases de desarrollo fue documentada por
Bernedo Málaga (1949: lám. XXXI). No obstante, no podemos excluir que en este caso se
trate de los materiales encontrados fuera del conjunto habitacional de Churajón.
276 Prehistoria del Perú Sur
ambas culturas despierta una serie de dudas bien fundadas. Basta con mencionar
que en el caso de Churajón los motivos similares a los que se encuentran sobre
los recipientes Allita Amaya sólo aparecen entre los hallazgos de la fase IV de su
desarrollo. Su surgimiento parece vincularse con las influencias de la misma área
del Altiplano.
En esta situación, el único nexo entre los inventarios de Allita Amaya, Mollo y
Churajón constituye la delineación de los motivos principales con la pintura blanca,
observada en la ornamentación de las tres culturas. Sin embargo, en la cerámica
Allita Amaya este específico elemento parece constituir más bien la excepción
que la regla151. Por lo demás, es preciso tomar en consideración el hecho de que
los diseños presentes sobre los artefactos tipo Allita Amaya son muy difundidos
(aunque sin delineación en blanco) en la cerámica Colla/Kollau cuya área madre
se encuentra al noroeste de la cuenca del Titicaca (Tschopik 1946).
La presencia de los materiales Colla/Kollau fue también registrada en la región
de la ciudad de Puno. Por eso parece justificada la suposición de que no tanto la
estilística Mollo o Churajón, sino que más bien la de la cultura Colla/Kollau del
Período Intermedio Tardío (Fig. 114) –que guarda menos parentescos con los
materiales Tiahuanaco tardío–, se vincula directamente con las evidencias tipo
Allita Amaya. En este caso, el colorante blanco constituiría un préstamo posterior
del área cultural Mollo, ubicada del otro lado del lago Titicaca.
Para aclarar la génesis de las eventuales analogías estilísticas entre los mate-
riales Churajón y Mollo, en primer lugar hay que llevar a cabo un análisis com-
parativo de las formas cerámicas y de los motivos ornamentales presentes en
los inventarios de ambas culturas. Para eso, es preciso hacer una clasificación
tipológico-estilística de la cerámica Mollo. Hay que subrayar que la cantidad de
los materiales cerámicos Mollo, como también de los inventarios sepulcrales y
secuencias estratigráficas documentadas, es mucho menor que en el caso de la
cultura Churajón. No obstante, durante la investigación arqueológica realizada en
los años 1992-1993 por la Universidad de Bonn en Bolivia (Proyecto Samaipata),
se pudo documentar la mayoría de los materiales cerámicos provenientes del área
cultural Mollo y almacenados en los museos de La Paz y Aucapata/Iskanwaya
(Szykulski 2001a). Una gran parte de estos vestigios procede de las excavaciones
efectuadas por Stig Rydén (1957), Ponce Sanginés (1957) y Arellano López (1975,
1978). Sin embargo, la mayoría de ellos son de proveniencia desconocida. En este
grupo se encuentran también los ejemplares de la llamada colección Buck de La
Paz, estudiada por A. Meyers.
151 Por lo demás, hay que mencionar que otros elementos del contexto arqueológico Allita Ama-
ya, como, por ejemplo, la presencia de grandes tumbas colectivas, parecen ser totalmente
ajenos tanto a la cultura Mollo, como la Churajón.
280 Prehistoria del Perú Sur
Tipo M.II.2. Abarca los keros de forma desarrollada, con atributos mor-
fológicos fuertemente acentuados. Los recipientes de este tipo tienen una boca
divergente de labio bien pronunciado. La parte superior del cuerpo es acampanada.
La zona de su unión con la parte inferior (esferoide) es ligeramente ensanchada.
Por lo demás, existe un asa-vertedero tubular que arranca en la parte inferior de
cuerpo y sobresale por encima del labio. En la mayoría de los casos no está trabado
así que permite sorber los líquidos del recipiente. Este elemento constructivo es
característico también de otras formas de la cerámica Mollo. La superficie de los
ceramios está decorada con ornamentos en negro delineados con blanco. Prevalecen
los motivos escalonados, trapecios, líneas onduladas y círculos. En las paredes del
cuerpo aparecen además protuberancias y rollitos que se componen en la imagen
de una cara humana. Al lado de las representaciones esquematizadas también hay
ejemplares que probablemente reproducen las facciones de una persona concreta
(cf. Fig. 118). El prototipo de los keros tipo M.II.2 podemos verlo en la clásica
cerámica de Tiahuanaco IV y V.
Tipo M.II.3. – Copas con pie en pedestal hueco
Esta forma constituye una excepción en los inventarios Mollo, de lo cual
podemos inferir que se trata de un préstamo o tal vez un importe de otra área
cultural. Se trata de un recipiente cuenquiforme apoyado sobre un pie en pedestal
corto, en forma de cono truncado. Las paredes externas e internas están pintadas
de color rojo-naranja. Carecen de ornamentación pictórica.
Fig. 118. Cerámica Mollo con la ornamentación en la tradición del Tiahuanaco tardío. A
– procedencia desconocida (Ponce 1957: 73); B, D – Titicachi; C, E – Markopata;
F – Piñiko; procedencia desconocida. B, D – colección privada, otros:
Museo Arqueológico de Aucapata - Bolivia
Józef Szykulski 289
Tipo M.VI.2. Jarras con cuello cilíndrico estrecho o muy estrecho y boca bien
diferenciada, ancha, fuertemente evertida (Fig. 117H y 118G). El asa en forma de
cinta se une directamente con el labio. El cuerpo es esferoide, a veces ligeramente
ovalado, la base es generalmente bien diferenciada. La superficie está alisada y pin-
tada de rojo. Sobre este fondo aparecen motivos de líneas, zigzags y escalonados.
Estas representaciones están pintadas en negro, a veces delineadas con blanco o
naranja152. En la base del cuello muy a menudo aparece una cinta con digitaciones
o incisiones que probablemente reproducen la factura de una cuerda.
Tipo M.VI.3. Por su forma se parece a los ceramios de la variante MVI.1.2.
Los recipientes de este tipo poseen un cuerpo ovoide. Su mayor convexidad se
encuentra debajo de la mitad de la altura del cuerpo. También aquí debajo de la
base del cuello puede observarse una cinta circundante con incisiones que le dan el
aspecto de una cuerda (Fig. 117E). El rasgo distintivo constituye aquí la presencia
de un asa-vertedero tubular (no obstruido) unido por medio de una cinta a la boca
del recipiente. De vez en cuando, esta cinta de unión está situada un poco más
debajo de la boca. Todos los recipientes de este tipo tienen una superficie alisada
y pintada de color rojo o recubierta de engobe. Sobre este fondo aparecen diseños
pintados en negro, compuestos de líneas rectas o zigzagueantes y motivos escalo-
nados. Se puede notar también la delineación con blanco. Sólo esporádicamente se
encuentran representaciones zoomorfas: aves, llamas. Entre los ceramios de este
grupo también habría que clasificar un ejemplar recuperado de la estructura 8-A
en Iskanwaya, el cual se distingue por su boca excepcionalmente ancha y un asa
adicional situada frente al asa-vertedero tubular. Los motivos ornamentales de esta
pieza se distinguen de la decoración típica de Mollo. Demuestran algunas analogías
con los motivos presentes sobre las vasijas tipo M.V.1, también provenientes de
las excavaciones en Iskanwaya (Arellano 1975).
Tipo MVI.4 – Jarras altas, esbeltas, saquiformes. La mayor convexidad se
encuentra debajo de 1/3 de la altura del recipiente. Las paredes del cuerpo se
convergen hacia arriba, transitando suavemente en una boca ligeramente diver-
gente. La base es bien diferenciada. El rasgo característico constituye un asa en
forma de cinta cuyo punto de unión con el recipiente se encuentra debajo de la
boca. La superficie generalmente se presenta natural, porosa o toscamente ali-
sada. Sólo esporádicamente se presenta pintada de rojo y burdamente decorada
con motivos lineales en color marrón-negro. Muy a menudo debajo de la boca
se pueden encontrar cintas o protuberancias que forman la imagen de rostro. Se
registran también apéndices singulares.
Tipo M.VI.5. Formas esbeltas de cuerpo ovoide. Carecen de cuello bien dife-
renciado. La boca es divergente y el asa se une directamente al labio. La superficie
152 Al parecer, la delineación originariamente tuvo el color blanco. Debido a la humedad, con el
paso de tiempo, el colorante blanco de la delineación se mezcló con la pintura rojo-naranja del
fondo.
Józef Szykulski 293
generalmente está alisada, a veces pulida, pintada de color rojo. Se registran los
motivos lineales en color negro. Probablemente, entre los ceramios de este tipo
se puede distinguir una variante con labio evertido corto y otra con labio evertido,
ancho y plano.
con la cerámica Tiahuanaco tardío y otro cuyos inventarios, tanto por su forma
como por la ornamentación, difieren de los clásicos patrones del Horizonte Medio.
Este hecho parece reflejarse en la periodización de la cerámica Mollo propuesta
por Ponce Sanginés quien distinguió materiales Mollo de fuerte tradición Tiahua-
naco, Mollo clásico y Mollo influenciado por la estilística Inca (Ponce 1957). Sin
embargo, hasta la fecha carecemos de una secuencia estratigráfica documentada
que claramente precise la sucesión cronológica de los mencionados grupos estilís-
ticos. Al mismo tiempo, considerando los contextos sepulcrales identificados con
la cultura Mollo, podemos observar que la mayoría de ellos contiene materiales
cuyos atributos morfológicos y ornamentales son muy distintos de los que suelen
ser asociados con el fenómeno Mollo, la cerámica Tiahuanaco o Inca. Como un
buen ejemplo puede servirnos aquí los hallazgos de uno de los, al parecer, más
representativos sitios de la cultura en cuestión, es decir, las ruinas Iskanwaya (Fig.
120 y 121), ubicados en el valle del río Llika (cuenca del río Mapi).
. Hay que constatar que las excavaciones realizadas en este yacimiento en el pasado
no proporcionaron ningún inventario sepulcral con materiales típicos de la cultura
Mollo. Además, durante la prospección realizada en Iskanwaya en 1992 por la
Universidad de Bonn153 se registraron sólo escasos fragmentos de la característica
cerámica pintada tipo Mollo. Al mismo tiempo, pudo observarse la existencia de
los materiales Inca y los artefactos con descuidada ornamentación lineal colocada
sobre un fondo de color rojo-naranja. Fue precisamente este tipo de cerámica
que se registró durante las excavaciones llevadas a cabo por Arellano López en
Iskanwaya (1975: 18 - 21).
Este tipo de decoración es bien distinto de los motivos propios de los reci-
pientes Mollo, pero sí aparece sobre los materiales Kollau/Colla (Tschopik 1946;
fig. 85). Es preciso mencionar que motivos similares también fueron registrados
entre los inventarios cerámicos de la fase IV de la cultura Churajón que justamente
parecen vincularse con la región del Altiplano. Estos hechos indican que los mate-
riales de Iskanwaya son relativamente tardíos. Asimismo, sugieren también que
la fundación del mayor centro urbanístico del área Mollo debió coincidir con la
etapa tardía de desarrollo cultural en esta área (tardía en el contexto del Periodo
Intermedio Tardío). Se trata aquí de un período que directamente antecede al
momento de la expansión incaica en la zona circuntiticaca. Por lo demás, estas
evidencias respaldan la suposición de que en la época antecedente a la expansión
de los Incas en la cuenca del lago Titicaca tuvo lugar un significativo desplaza-
miento de población que quedó reflejado también en las claras transformaciones
estilísticas en la cerámica del área cultural Mollo.
153 Los trabajos realizados por el autor eran parte del programa de investigación del Proyecto
Samaipata (Szykulski 2001).
296 Prehistoria del Perú Sur
aceptarla como una hipótesis de trabajo que no puede ser apoyada en contextos
arqueológicos claramente definidos154.
La existencia de la fase clásica Mollo no cabe duda. Esta fase se caracteriza
por la presencia de las específicas formas con la decoración tricolor (rojo, negro,
blanco) cuya génesis fue resultado de la transformación de los patrones del Tiahua-
naco tardío (Fig. 118).
La siguiente etapa de desarrollo de la cerámica en el área cultural Mollo está
representada por los materiales de la fase tardía (Fig. 119). En aquella época, en
esta parte de la cuenca del lago Titicaca aparecieron nuevos grupos de pobla-
ción con nuevos cánones de ornamentación que provocaron la desaparición de la
característica cerámica tricolor. Probablemente, es con la fase tardía con la cual
debemos vincular la fundación del extenso conjunto arquitectónico de Iskanwaya
(Fig. 120 y 121). No podemos excluir la posibilidad de que también otros centros
urbanísticos de carácter defensivo, localizados en la parte noreste de la cuenca
del lago Titicaca, fueron fundados sólo en la fase tardía. Su directa relación con
la clásica cerámica tricolor tipo Mollo parece dudosa.
154 Sólo en el caso de algunos materiales del cementerio Piñiko (Ponce 1957) la ornamentación
presente sobre los ceramios confirma fuertes influencias de la estilística Tiahuanaco tardío.
298 Prehistoria del Perú Sur
bastante tardía y puede relacionarse con las influencias no tanto del área cultural
Mollo, sino más bien de las orillas orientales del lago Titicaca.
Mientras tanto, entre los materiales presentes en el extremo sur del Perú actual,
existe una serie de otros tipos de recipientes. Basta con mencionar las formas tan
típicas de Churajón como las ánforas y anforitas del grupo IV y jarras del grupo VI
que difieren por su morfología, elementos constructivos básicos y en gran medida
también por la ornamentación pictórica. En el caso de las diferencias constructivas,
en primer lugar hay que mencionar las bocas anchas, de tendencia acampanada, en
forma de una copa en la parte superior, muy divulgadas en el grupo de las ánforas
(y también entre las jarras).
En lo que concierne a la ornamentación, los motivos típicos de los materiales
Churajón de la fase II, como cintas con recorte triangular tipo tres cruces policromo,
estrellas con centro circular y motivo de espiga, no aparecen sobre los recipientes
Mollo. Y los diseños que pueden encontrarse en ambos estilos cerámicos, como,
por ejemplo, hileras de rombos, motivos escalonados o representaciones antropo- y
zoomorfas, visiblemente difieren en los detalles.
Todo lo expuesto, así como también el análisis de la arquitectura habitacional
y sepulcral de ambas culturas, indica que –contrariamente a las propuestas pre-
vias– los fenómenos Mollo y Churajón evolucionaron autónomamente. Las dos
culturas, al igual que la anteriormente mencionada Alita Amaya del área de Puno
o los inventarios argentinos de la cultura desarrollada en la región de la Quebrada
de Humahuaca (Bennett, Bleiler, Sommer 1948; Márques Miranda 1954), fueron
indudablemente formadas independientemente, ya después de la caída de la entidad
cultural creada por la civilización Tiahuanaco.
Tanto Mollo como Churajón, cristalizándose como culturas independientes,
aprovechaban los patrones del Tiahuanaco tardío. Sin embargo, como resultados
de varios procesos, las dos culturas desarrollaron sus propias formas cerámicas,
motivos de ornamentación, así como también elaboraron diferentes conceptos
arquitectónicos de estructuras habitacionales y funerarias. Se puede tomar como un
hecho que durante este desarrollo las interrelaciones entre las dos áreas culturales
eran mínimas o aun nulas.
Tal conclusión viene respaldada también por la muy diferente naturaleza de
los nichos geográficos ocupados por las dos culturas. Mientras Mollo es un fenó-
meno cuya área de expansión abarcaba los valles fluviales ubicados en las laderas
orientales de los Andes, pertenecientes a la cuenca del Amazonas, Churajón se
desarrollaba en las vertientes de los Andes occidentales, a lo largo de los valles
fluviales que desembocan en el Pacífico. No existe ninguna evidencia de sus inten-
tos de expansión hacia el Altiplano.
Aunque tanto en los materiales Mollo como Churajón en algún momento
observamos varios elementos en común como, por ejemplo, protuberancias con
incisiones cruciformes, motivos antropo- y zoomorfos o descuidada ornamen-
300 Prehistoria del Perú Sur
tación lineal pintada en negro, tenemos que suponer que su presencia se debió
a las influencias de otros centros existentes en el Altiplano. En ambos casos el
surgimiento de estos elementos hay que vincularlo con los finales del Período
Intermedio Tardío. En el caso de la Costa Extremo Sur, sus interrelaciones con
el Altiplano se intensificaron ya en Horizonte Tardío, con la sucesiva expansión
político-militar del Tawantinsuyu.
Józef Szykulski 301
CAPÍTULO IX
Horizonte Tardío
155 Es de suponer que en la etapa final de la existencia del imperio incaico la cerámica imperial
de alta calidad se manufacturaba también en los más importantes centros de la administración
provincial; se trata sobre todo de las partes septentrionales del estado incaico que demostraban
fuertes tendencias separatistas, las cuales quedaron reflejadas en la repartición del territorios
entre Atahualpa y Huáscar.
156 Rowe, en base a los materiales recuperados por Luis Valcárcel durante las excavaciones en
Sacsahuamán (1934-1935), distinguió 11 formas (tipos) de recipientes (Rowe 1944: fig. 8),
omitiendo algunos de los tipos publicados por Valcárcel. Meyers a su vez definió 8 tipos ce-
rámicos que abarcan 14 formas particulares (Meyers 1975: fig. 1). No obstante, los materiales
publicados por Luis Pardo permiten diferenciar 15 tipos principales de la cerámica incaica.
Józef Szykulski 305
talleres de Cuzco. Sin embargo, se puede observar que en varias regiones con
el paso de tiempo se acentuaban cada vez más las tradiciones locales, especial-
mente bien visibles en la ornamentación (Fig. 127). Los ceramios de este grupo
se caracterizan por una menor perfección de su forma, decoración y tecnología de
cocción. Se supone que en su mayoría fueron elaborados por los artesanos locales,
aunque también es posible en algunas regiones existían centros de producción que
contrataban artesanos provenientes de la metrópolis. Eso concierne especialmente
a las áreas del norte del imperio en el período directamente antecedente a la lle-
gada de los conquistadores españoles, es decir, durante el reinado de Atahualpa
y Huáscar.
Mientras la cerámica Inca imperial era un bien de lujo, la provincial general-
mente tenía la función utilitaria. Esto queda confirmado por numerosos hallazgos
de recipientes de este grupo con huellas de uso, por ejemplo, restos de hollín, que-
maduras y desgaste de superficie exterior, así como también rastros de reparaciones
provisorias. Sin embargo, la distinción entre la cerámica imperial y provincial que
existe en la literatura del tema parece muy convencional. Las pruebas de una clara
diferenciación entre los dos grupos alfareros, tanto para los legos como para los
especialistas, pueden ser fuente de numerosas controversias (Meyers 1975: 9).
Algunas analogías con la cerámica Inca provincial presentan también reci-
pientes utilitarios descubiertos dentro del área metropolitana alrededor de Cuzco
(Julien 1987–1989; Miller 1987-1989). Aunque la denominación “provincial” hay
que considerarla en este caso como poco adecuada, también aquí aparecen los
ceramios que constituyen copias de los productos fabricados en los talleres espe-
cializados. Por lo demás, entre los materiales provenientes de varios sitios de la
región encontramos formas y elementos estilísticos de carácter local cuya génesis
probablemente se remonta al período antecedente a la constitución del imperio.
Un grupo de recipientes cerámicos aparte forman los artefactos también pro-
ducidos en el área del Tawantinsuyu, pero de alcance geográfico limitado a ciertas
regiones o provincias. Indudablemente, estos materiales constituyen la continua-
ción de formas y ornamentos locales cuyas raíces se sientan todavía en las tradi-
ciones del Período Intermedio Tardío. Como un buen ejemplo podemos mencionar
aquí las cerámicas Chimú, Chancay, Churajón, Ica y Colla/Kollau que seguían en
producción también en el Horizonte Tardío (cf. Fig. 127). En este grupo, al lado de
los recipientes cuya forma y decoración surgen directamente de la tradición local,
también se encuentran ejemplares que combinan los elementos incaicos con los
tradicionales. Estos materiales, según la región, llevan nombres que se refieren a
los dos sustratos culturales contribuyentes, a saber, cerámica estilo Chimú-Inca,
Chancay-Inca, Ica-Inca, etc.
Parece que las formas que resultan de esta fusión de patrones locales con los
incaicos estaban mucho menos difundidas en el área de la Costa Extremo Sur y
la cuenca del Titicaca que en el resto de los territorios del Tawantinsuyu. Hasta la
Józef Szykulski 309
Fig. 127. Cerámica Inca provincial de Costa Norte y Costa Extremo Sur
Museo de la Nación-Lima, MAUCSM)
310 Prehistoria del Perú Sur
157 Los resultados de las excavaciones realizadas tanto en la misma ciudad como en la región de
Arequipa contradicen esta suposición. Los cementerios revelados en esta área, como Cha-
llapampa, Campus de la Universidad Católica de Santa María y parcialmente también César
Vallejo, contienen, entre otros, materiales identificados con la fase tardía de desarrollo de la
cultura Churajón. Esto a su vez respalda la hipótesis de la existencia de los establecimientos
Churajón en esta región al final del Período Intermedio Tardío. Por lo demás, algunas de estas
necrópolis, como, por ejemplo, Challapampa, funcionaban durante un largo período de tiem-
po, lo cual autoriza la opinión de la mayoría de los investigadores de que el asentamiento de
la cultura Churajón en la región de Arequipa era continuo durante todo el Período Intermedio
Tardío (Belan 1974, 1981, 1987; Huanqui Hurtado 1970; Szykulski, Belan 1998).
Józef Szykulski 311
princesa Mama Tan Caray-Yacchi, proveniente del pueblo Collaguas (Cobo 1890-
1895 [1653]).
Hay que constatar que tan temprana fecha indicada por los dos cronistas
como momento de la dominación de una gran parte de la Costa Extremo Sur por
los incas, despierta un justificado escepticismo de la mayoría de los investigado-
res modernos158. Esto resulta ya del mero hecho de que en la segunda mitad del
siglo XIII, con la cual coincidiría el reinado de Mayta Cápac (probablemente ca.
1261–1290), el organismo estatal con la capital en Cusco, constituía más bien una
pequeña entidad política de zona de influencia reducida. En aquella época el futuro
imperio seguramente no disponía de una base económico-militar adecuada para la
preparación de una conquista de gran alcance. Esto queda también confirmado por
la historia posterior del estado incaico, para ser más precisos, el heroico combate
por la existencia del estado, o más bien estado menor, librado un siglo y medio
después (probablemente ca. 1438) en las afueras de Cusco en contra del beligerante
pueblo de los Chancas.
También los resultados de algunas excavaciones arqueológicas parecen con-
tradecir la temprana presencia de los incas en la Costa Extremo Sur. Es porque,
tanto dentro del conjunto arqueológico de Churajón ubicado en la cuenca del río
Tambo como en algunos yacimientos de la cuenca del Majes-Camaná, puede
observarse que las necrópolis incaicas fueron construidas sobre los cementerios
del Período Intermedio Tardío. Los inventarios de las tumbas contienen tanto la
cerámica incaica como los productos de la alfarería local, elaborados de acuerdo
con las tradiciones del Período Intermedio Tardío, es decir, dependiendo de la
región, Churajón o Chuquibamba. El elemento arquitectónico característico de
la mayoría de los cementerios de aquella época lo constituía la presencia de las
chullpas, habitualmente situadas en sus extremos (cf. Fig. 29). Las chullpas servían
como lugar de entierro de los dignatarios, es decir, los representantes del estado
delegados del área metropolitana y los oligarcas locales sumisos a los órdenes de
los soberanos de Cusco (Szykulski 2001).
Indudablemente, esta costumbre funeraria fue adaptada por los incas cierto
tiempo después de la conquista de la cuenca del lago Titicaca donde la chullpa era
una de las más difundidas formas de enterramiento entre las sociedades locales159.
158 No podemos excluir la posibilidad de que las relaciones de Garcilaso de la Vega están basadas
en los hechos históricos verdaderos, exornados todavía en la época del imperio. Hay que re-
cordar que el territorio del futuro Kuntisuyo antes de la conquista incaica fue poblado por va-
rios grupos étnicos, entre otros, por los quechua hablantes pueblos Kuntis, Aruni y Chilpacas
(Galdos 1990). Así que es posible que las guerras o alianzas dinásticas, entre representantes de
distintos grupos étnicos, relatadas en las obras historiográficas coloniales son parte de la his-
toria de alguno de estos pueblos, acogida y posteriormente adaptada por los incas de acuerdo
con las necesidades de la historiografía oficial del imperio.
159 Los investigadores concuerdan en que la cuenca del lago Titicaca fue, después de la región de
Cuzco, el primer objetivo de la expansión del imperio Tawantinsuyu, cristalizado alrededor de
la mitad del siglo XV.
312 Prehistoria del Perú Sur
Tabla 5. Los soberanos del Reino Cuzco, Imperio Tawantinsuyu y del Reino Vilcabamba.
A eso apuntan no sólo los resultados de las excavaciones arqueológicas, sino tam-
bién las relaciones de los cronistas de los inicios de la Época Colonial (cf. Cieza
de León 1945). Así que, los enterramientos en las torres funerarias frecuentemente
practicados por los incas en el territorio de la Costa Extremo Sur parecen indicar
que el momento de su aparición en esta región sucedió (posteriormente a la domi-
nación de la cuenca del Titicaca) mucho después de la fecha sugerida por Garcilaso
y Cobo, es decir, la segunda mitad o los finales del siglo XIII (Fig. 128).
En base a los resultados de las investigaciones historiográficas (Rostworowski
2001, Galdos 1990) y arqueológicas, tenemos que concordar con la opinión de
Józef Szykulski 313
que la conquista de la Costa Extremo Sur por el imperio Tawantinsuyu tuvo lugar
mucho más tarde que en el siglo XIII, es decir, no antes del principio de la segunda
mitad del siglo XV, probablemente durante el reinado de Pachacutec Inca Yupanqui
(años: 1438–1471), el vencedor de los Chancas y verdadero creador del imperio
(cf. Tab. 5)160. Se considera que fue el quien dividió el área en cuatro regiones
(suyus): Chinchasuyu al norte, Antisuyu al este, Kuntisuyu al oeste y Collasuyu
al sur. Según esta división administrativa del imperio el territorio de la Costa
Extremo Sur pertenecía en su mayoría al Kuntisuyu (el área del Departamento de
Arequipa actual), sólo su parte meridional entraba en el Collasuyu que abarcaba
toda la parte austral del imperio (cf. Fig. 122).
Tanto las fuentes historiográficas como los resultados de las excavaciones
arqueológicas indican que los incas al entrar en el área de la Costa Extremo Sur en
el siglo XV encontraron aquí un rico mosaico político-cultural compuesto de nume-
rosos pueblos (naciones) cuyos nombres se conservaron parcialmente hasta hoy en
día161. Estos pueblos tenían diferentes raíces étnicas y hablaban distintos idiomas y
dialectos entre los cuales posiblemente predominaban: quechua, aymará y puquina.
Entre las más importantes naciones del Kuntisuyu suele enumerarse, entre otros, a
los Achamarcas, Aruni, Chilpacas, Chumbivilcas, Collaguas, Kuntis i Yanaguaras
(Galdos 1990, 2000). Algunos de ellos guardaron su particularidad cultural durante
la mayor parte de la Época Colonial, y las huellas de estas divisiones étnicas de los
finales de la Época Precolombina se perseveraron hasta hoy en día.
Las estructuras político-estatales del área de la Costa Extremo Sur en aquella
época constituían el conglomerado compuesto de un enorme número de estados
o estados menores que ocupaban un territorio de tamaño relativamente limitado.
Como ya hemos mencionado, todos ellos se basaban en un mayor o menor grado
en la tradición cultural Tiahuanaco-Huari tardío. Estas pequeñas naciones se
caracterizaban por una agricultura y ganadería generalmente bien desarrolladas,
un efectivo aparato del poder y una desarrollada esfera religioso-ceremonial. En
base a las relaciones escritas podemos suponer que en la mayoría de ellos existía
una fuerte estratificación social. El orden político-social existente en esta zona en
aquella época seguramente se parecía mucho al que funcionaba entonces en la
cuenca del lago Titicaca.
En este cuadro una excepción constituye, por supuesto, la desértica zona
del litoral oceánico, muy diferente ya por sus condiciones geográficas. En estos
160 Para ser más precisos, hay que mencionar que tales opiniones aparecen también todavía en al-
gunos trabajos históricos de la Época Colonial, como, por ejemplo, Historia del origen y genea-
logía real de los Reyes Yncas del Perú escrita por el cura Martín de Murúa (1946: 372, 297).
161 La cuestión de los grupos étnicos (pueblos/naciones) que poblaban el área de Kuntisuyu fue
investigada por Guillermo Galdos Rodríguez (cf. Galdos 1988, 1990). Y los estudios sobre
la estructura política y étnica durante el período de la dominación incaica y al principio de la
Época Colonial fueron realizados por Catherine Julien (cf. Julien 1991).
Józef Szykulski 315
Fig. 130. Chivay, cañon del río Colca; Edificio construido en la técnica
propia para la zona metropolitana del Cusco
162 Las pirámides no pueden ser consideradas como formas arquitectónicas evidentemente re-
lacionadas con el período de la dominación incaica. Este hecho, al parecer, tan obvio debió
pasar inadvertido al director de las excavaciones en Maucallacta (cf. Ziółkowski 1998: 13).
318 Prehistoria del Perú Sur
del Período Intermedio Tardío. El único cambio sustancial – que puede notarse en
la estructura de los edificios y que apareció supuestamente después de la inclusión
al Tawantinsuyu– constituye, al parecer, la introducción de las puertas y ventanas
trapezoidales, pero esta cuestión no está todavía bien aclarada.
163 En el área del conjunto habitacional de Churajón casi todas las estructuras poseen techos a
dos aguas y están aglutinadas conformando las unidades arquitectónicas que pueden ser de-
nominadas como kanchas. Una situación similar puede ser observada en los sitios del valle
Majes- Camaná.
164 Como ejemplo puede servirnos aquí la presencia de muy pocas evidencias que confirman la
existencia de las interrelaciones entre los áreas culturales Churajón y Chuquibamba.
320 Prehistoria del Perú Sur
muy lejanas, como, por ejemplo, del norte del Perú actual. Basta con mencionar que
durante las excavaciones en Churajón en un estrato fechado al Horizonte Tardío
se registró un fragmento cerámico tipo Chimú (Szykulski 1996: 215).
Tratando el problema del intercambio de los bienes, por supuesto no podemos
dejar de lado la cuestión del llamado verticalismo económico que supuestamente
(por lo menos según los partidarios de la teoría de John Murra) constituía la base
del funcionamiento de la economía no sólo de los incas, sino también de otros
pueblos de los Andes Centrales.
2. El verticalismo económico
165 La Provincia de Chuquito, establecida en el siglo XVI, abarcaba muy extensas áreas del Perú
meridional, desde la costa del Pacífico hasta el Altiplano.
Józef Szykulski 323
166 Estos investigadores, apoyándose en los documentos coloniales y las observaciones etnográfi-
cas, indicaron la importancia de intercambio comercial como método usado por los habitantes
del Altiplano para adquirir productos inasequibles en esta región.
324 Prehistoria del Perú Sur
Capítulo X
Inicios de la Época Colonial
Con el ingreso de los conquistadores españoles a las tierras de la Costa Extremo Sur
en los años treinta del siglo XVI concluye el largo período de desarrollo cultural
independiente de esta región. Los ocupantes europeos llegaron aquí desde la misma
dirección a partir de la cual desde los tiempos remotos entraban varias oleadas
de invasores y colonizadores, completando de esta manera el proceso histórico
desarrollado durante milenios. La misma aparición de los europeos en la región
está inseparablemente relacionada con la persona de don Diego de Almagro, el
colaborador principal y posteriormente el adversario más implacable del famoso
conquistador del Perú, don Francisco Pizarro, el futuro gobernador de las tierras
conquistadas.
La presencia de las tropas bajo el mando de Almagro en los territorios de la
Costa Extremo Sur estaba directamente relacionada con la conquista de los terrenos
del Collasuyu incaico (Chile actual), realizada en los años 1535–1537. Las primeras
informaciones sobre de los españoles provienen ya del 1535. En aquel entonces
Almagro, de regreso de su expedición chilena, atravesaba las tierras de Kuntisuyu
e hizo prisionero a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro. En 1537 Almagro
con sus tropas entró en la región de Arequipa actual (Málaga Medina 1990). Y en
septiembre de 1539 el mismo gobernador don Francisco Pizarro visitó el valle de
Chili y designó una comisión especial para que eligiera un lugar adecuado para la
fundación de una ciudad de tipo europeo en los territorios recién conquistados.
La primera ciudad española en el antiguo Kuntisuyu fue Villa Hermosa, fun-
dada en 1539. Estuvo localizada en el margen derecho del valle del río Camaná,
cerca del asentamiento precolombino de Huacapuy. La vida de esta primera ciudad
en el valle de Camaná fue muy corta, ya que sólo nueve meses después bajo la
presión de sus habitantes fue trasladada tierra adentro, al valle del río Chili. El
15 de agosto de 1540 tuvo lugar la refundación de Villa Hermosa, esta vez en el
fértil valle del río Chili que destacaba por tener un clima benigno (Fig. 135). Se
considera que este fue el momento de fundación de la mayor ciudad del sur del
Perú, Arequipa contemporánea (Delgado 1891; Galdos 1990).
Józef Szykulski 325
Fig. 135. Plaza de Armas, Arequipa; La más antigua ciudad colonial de la Costa
Extremo Sur, hoy la segunda ciudad del Perú
Más tarde, con la consolidación del poder español sobre las tierras usurpadas
y el desarrollo de la administración colonial, se fundaron otras ciudades, tanto
en los valles fluviales como en el litoral de la Costa Extremo Sur. Estos nuevos
centros urbanos seguían los modelos de la Península Ibérica. Así fueron fundadas
las ciudades de Camaná, Chuquibamba, Moquegua, Tacna y muchas más.
Tal historia de los principios del sistema económico-administrativo colonial
en la Costa Extremo Sur constituye en cierto sentido la versión oficial de la colo-
nización española de estos terrenos. Ignora por completo tanto la real estructura
de población de la época como también las condiciones socio-económicas en las
cuales vivían y actuaban los mismos conquistadores y los primeros pobladores
europeos, representantes de la administración española. No podemos olvidar de que
los españoles, al igual como los incas unas décadas antes, ingresando al área de la
Costa Extremo Sur encontraron los terrenos relativamente densamente habitados
y en gran parte urbanizados, con las poblaciones aglutinadas en su mayoría en las
cuencas de los ríos mayores y pocos asentamientos en la costa. La estructura de
población y su composición étnica en gran parte se remontaban al Período Inter-
medio Tardío y correspondían a lo que hallaron los incas en estos territorios en el
326 Prehistoria del Perú Sur
167 Desde el punta de vista logístico, parece muy poco probable que el traslado de población
relacionado con las reducciones toledanas pudiese realizarse todavía en el año 1571, así como
quieren verlo algunos de los investigadores (cf. Julien 1991).
328 Prehistoria del Perú Sur
das otorgadas entre 1534 y 1541 por el mismo Pizarro a sus fieles compañeros
de armas. Hay que recordar que fue justamente el reparto de encomiendas el que
provocó la duradera guerra fratricida entre los conquistadores.
Frecuentemente, en los trabajos dedicados a la Época Colonial en el área del
Perú, las reformas toledanas suelen ser presentadas sólo como estrategia que per-
mitía debilitar el poder de los encomenderos a favor de la administración colonial,
aumentar los ingresos de la Corona obtenidos de los impuestos, así como también
Józef Szykulski 329
facilitar el trabajo de los misioneros. Sin embargo, parece que existía todavía otro
aspecto de estas actividades, muy a menudo inadvertido por los investigadores.
Los trabajos arqueológicos realizados en Churajón y la vecina Maucallacta
parecen sugerir que en algunas áreas alejadas de los centros del poder colonial
tuvo lugar una paulatina indianización de los españoles que habitaban estas zonas.
Esto fue una simple consecuencia de su convivencia con las sociedades indígenas
compactas: los conquistadores adoptaban algunas costumbres y muy a menudo
también el idioma. Hay pruebas de la existencia de este fenómeno en los perío-
dos posteriores la Época Colonial en los terrenos de Paraguay y Brasil. En está
situación, al parecer, las reducciones destruyendo las antiguas estructuras sociales
constituían la más efectiva y la única realizable manera de frenar el proceso de la
indianización de los conquistadores y colonizadores europeos.
La implantación de las reducciones toledanas clausura el Período de Transición
en el cual al lado del sistema político-económico introducido por los españoles
seguían funcionando las estructuras socio-económicas formadas en el Horizonte
Tardío o aun todavía en el Período Intermedio Tardío168. Asimismo, las reducciones
constituyen el momento final del proceso de toma de control político y económico
de los territorios del antiguo imperio incaico. Su institución termina la época de
la conquista y del caos político-económico, y al mismo tiempo marca el principio
del estado colonial español organizado a la manera europea en los territorios de
América del Sur.
El fin a este estado lo pusieron a principios del siglo XIX los descendientes de
los indígenas y conquistadores bajo el mando de los generales criollos, fundadores
de las modernas republicas latinoamericanas de América del Sur.
168 Hay que subrayar que sólo en la Costa Extremo Sur, el fin del Período de Transición está bien
marcado en las secuencias estratigráficas. Esto se debe a la erupción del Huaynaputina en
1600 cuyas cenizas en la mayoría de los sitios separaron los vestigios de la Época Precolombi-
na y los inicios de la Época Colonial de los materiales posteriores (Szykulski 1998, 1998a).
Józef Szykulski 331
Consideraciones finales
Concluyendo las reflexiones acerca del pasado de la Costa Extremo Sur del
Perú, es preciso constatar que las limitaciones innatas de tales disciplinas como
arqueología e historia/etnohistoria frecuentemente impiden encontrar una clara
respuesta a las preguntas sobre la génesis y el desarrollo de varios procesos his-
tóricos. Estas dificultades experimentadas por los más destacados investigadores
del pasado de las respectivas regiones históricas de nuestro planeta no han podido
ser eludidas tampoco por el autor del presente trabajo.
Al tratar de reconstruir el proceso de desarrollo cultural en el extremo sur
peruano, llamado Costa Extremo Sur, muy a menudo llegamos a la conclusión de
que hay muchas cuestiones que todavía esperan su resolución y que las respuestas
a las otras siempre funcionarán en la esfera de especulaciones e hipótesis más
o menos probables. No obstante, este hecho no niega la necesidad de formular
preguntas por muy controvertidas que nos parezcan, así como de insistir en la
búsqueda de respuestas.
Tomando estas premisas como punto de partida, a pesar de la imperfección
de las fuentes y las frecuentemente limitadas posibilidades interpretativas de las
ciencias históricas, tras un largo y arduo proceso de investigación logramos deter-
minar y después caracterizar las subsiguientes etapas de desarrollo cultural en la
Costa Extremo Sur. También pudimos definir muchos procesos, específicos sólo
del extremo sur peruano, que parecen estar condicionados por las circunstancias
geográficas, demográficas y, en las épocas posteriores, también políticas, bien
distintas de las de otras regiones del país.
Los estudios sobre la más temprana etapa de desarrollo de esta región, es
decir, la Época Precerámica, permitieron distinguir cinco períodos que abarcan
el amplio lapso de tiempo iniciado en los finales del Pleistoceno y concluido en
algunas regiones alrededor de la mitad del segundo milenio a. C., y en otras, como
el litoral y algunas zonas altoandinas, posiblemente tan tarde como cerca de 500
a. C. Así que la fecha final de la Época Precerámica en la Costa Extremo Sur es
muy diferente que la propuesta para otras regiones del Perú.
No obstante, analizando los resultados de la investigación podemos notar que
ya al principio del Período Epigonal de la Época Precerámica, es decir, por lo menos
Józef Szykulski 333
a partir de la mitad del tercer milenio a. C., el desarrollo cultural dentro de la Costa
Extremo Sur no difería sustancialmente de lo que podemos observar en los terrenos
ubicados más al norte. Por supuesto, no podemos negar cierta especificidad regional
que consistía en una clara fusión de las influencias culturales del área peruana (con
la cuenca del lago Titicaca ubicada en la zona fronteriza peruano-boliviana) y las
que llegaban desde el sur, es decir, de los terrenos del norte de Chile, y a través de
estos últimos también de las tierras australes del continente, incluyendo el Estrecho
de Magallanes. Esto queda, entre otros, confirmado por los hallazgos de artefactos
líticos específicos sólo de la parte meridional de América del Sur.
La existencia de este fenómeno no contradice el hecho de que tanto los líticos
encontrados dentro de la Costa Extremo Sur como otras huellas de la actividad
humana de este período se caracterizan por la misma calidad de material y tecno-
logía, o aun de estética, que los artefactos del sur, centro o norte del Perú. Hasta
podemos arriesgar la afirmación que algunos de los vestigios de esta región, como,
por ejemplo, las puntas foliáceas, destacan por la mayor perfección tecnológica.
También la introducción de algunos grandes logros de la civilización, entre otros,
de la domestificación de los camélidos (llama, alpaca) sucedió en la zona de la
montaña de la Costa Extremo Sur probablemente mucho antes que en otros terri-
torios del Perú actual.
Lo mismo pasaba con otras esferas de la actividad humana de este período.
Las pinturas rupestres de Toquepala, Sumbay o Pintasayoc, así como la escultura
en hueso del Abrigo III en el valle del Tasata (Churajón), sin duda representan
unos de los más extraordinarios ejemplos de la expresión artística de la Época
Precerámica no sólo del área en cuestión sino también en toda la región andina.
Por los demás, la aparición de complejas formas de enterramiento en algunos sitios
del litoral de la Costa Extremo Sur, como Villa del Mar o Matarani, confirma no
sólo las influencias desde el área cultural Chinchorro ubicada al norte de Chile,
sino también la existencia –ya en el Período Intermedio y Tardío de la Época Pre-
cerámica– de sociedades capaces de asimilar nociones abstractas y la ritualidad
ligada a un desarrollado sistema de creencias.
Sin embargo, aun si durante una gran parte de la Época Precerámica el nivel
del desarrollo cultural de la Costa Extremo Sur, tanto en la zona del litoral como en
la sierra, era igual a este observable en otras partes del Perú, ya en el período entre
el fin del tercer milenio y los principios del segundo milenio a. C. puede notarse
una clara desproporción entre la dinámica de los cambios sucedidos en el extremo
sur del Perú y de los adelantos en otras áreas de la zona peruana de los Andes.
Contrariamente a las regiones ubicadas más al norte donde justamente al final
de la Época Precerámica puede observarse la introducción de las nuevas formas de
economía que totalmente modificaron las condiciones de vida y la estructura de la
población, en la Costa Extremo Sur el proceso de abandono del sistema económico
cazador-recolector o cazador-pescador-recolector duró más tiempo. Por lo demás,
334 Prehistoria del Perú Sur
hay que subrayar el hecho de que en toda la Costa Extremo Sur no se desarrolló
ningún importante centro de asentamiento similar a estos que surgieron en la Costa
Norte y Sur al final de la Época Precerámica, como, por ejemplo, el mayor de todos
los conjuntos arquitectónicos, Caral (valle de Supe) cuyos orígenes se remontan
por lo menos a la mitad del tercer milenio a. C. y que debe considerarse como
lugar de nacimiento de la primera civilización del Nuevo Mundo169.
Las causas de esta particularidad del desarrollo de la Costa Extremo Sur (este
fenómeno concierne también la parte meridional de la Costa Sur) seguramente
eran muy complejas, pero parece que sobre todo estaban sujetas a las condiciones
medioambientales de aquel entonces. Hay que recordar que en el tercer milenio
a. C. tuvieron lugar importantes (globales) cambios climáticos cuyo apogeo ocu-
rrió alrededor de 2500 a. C. Este fue el fin del llamado optimum climaticum. Los
cambios consistían en el desecamiento de grandes áreas del litoral lo cual significó
una violenta reducción de las zonas de lomas. También se varió el alcance de las
corrientes oceánicas que bañaban la costa. Las consecuencias ecológicas de estos
cambios eran especialmente notorias en la Costa Norte y Central donde la pobla-
ción fue forzada a modificar su economía, así como también la localización y el
carácter del asentamiento.
Hay que suponer que, debido a las circunstancias geográficas, en el extremo
sur peruano –donde todavía existían extensas áreas de lomas y la densidad de
población era probablemente mucho menor– este fenómeno tuvo menor impacto,
de manera que los pobladores no se vieron obligados a transformar significativa-
mente su modo de vida. Los cambios sucedieron aquí mucho más tarde y estaban,
por los menos en la primera etapa, relacionados con las influencias colonizadoras
externas. Estas influencias aparte de las nuevas formas de vida social, también
trajeron el conocimiento de la agricultura y de la cerámica.
Dentro de la Costa Extremo Sur la sucesiva introducción de nuevas formas de
economía y el surgimiento del arte alfarero tuvieron lugar alrededor de la segunda
mitad del II milenio a. C. o aun en sus finales. Este proceso se desarrollaba al
principio sólo dentro de los mayores valles fluviales de la región. En la zona de la
costa, también al norte de Chile, en este período siempre existía el sistema econó-
mico propio de la Época Precerámica. Hasta la mitad del primer milenio a.C. no
sucedió aquí ningún cambio importante ni en la estructura del asentamiento, ni en
las estrategias de subsistencia. Sólo a partir del año 500 a. C. podemos hablar del
fin de la Época Precerámica en toda la zona del litoral, excepto algunos enclaves
169 Las excavaciones en Caral, iniciadas en la mitad de los años noventa del siglo XX y conduci-
das hasta hoy en día por Ruth Shady Solís, revelaron un extenso conjunto de ruinas compuesto
de construcciones piramidales y plazas hundidas de carácter ceremonial. Los inicios de este
conjunto están datados aun en los principios del tercer milenio a. C. El monumental tamaño
de las estructuras de Caral (su construcción requería ingeniería y logística muy compleja)
demuestra que en la Costa Central del Perú existió una civilización de carácter Precerámico.
Józef Szykulski 335
170 Un ejemplo clásico de estos procesos podemos encontrarlo en el resurgimiento de las tradicio-
nes ornamentales Moche en la cerámica Chimú, del norte del Perú.
171 Este fenómeno puede observarse en los valles Huaura y Chancay en la Costa Central donde en
el Período Intermedio Tardío se desarrolló el estilo Chancay blanco sobre negro (Krzanowski
1991). Este estilo no demuestra parentescos ni con la ornamentación Tiahuanaco-Huari, ni con
las tradiciones anteriores provenientes de esta región.
Józef Szykulski 337
Tabla 6. Cuadro cronológico del desarollo cultural en la parte sur de los Andes Centrales
Chuquibamba
Canas
San Miguel
Estuquiña
Chiribaya
Churajón
Período Uru
Maytas
Estados Ica/
Intermedio Omasuyos
Regionales Mollo Chincha
Tardío Kichua
Kollau
Pacajes
Sillustani
1000
Mojocoya
Tupuraya
Tiahuanaco
Nascoide
Tiahuanaco Soinsongo IV i V
Horizonte
Huari Medio Huarí
Tiahuanaco
IV, V Huarí Huarí
Tiahuanaco
600
Huaru Tiahuanaco Tiahuanaco III (?)
d.C.
III Alto Ramirez
Período
Desarrollo Nasca
Intermedio
Regional
Temprano
Paracas-
Pukara Pukara Necropolis Punta Islay
200 Chiripa III (?)
a.C. Huaracane
Paracas
Horizonte
Ayawaia
Chiripa II
Soporo
Tasata
Temprano
Tres Hermanos
Inicial Erizo-
Punta Pichalo
Mastodonto
2000
a.C. epigonal
Playa Chira
Chinchoro
Arcaico
Cabezas Largas
Anillo
Asana
tardío
Viscachani
4000 Cazadores-
intermedio Recolectores
6000 Paján (?)
Lítico temprano
Toquepala
8000 paleoind. Q. Jagnay 280
340 Prehistoria del Perú Sur
Józef Szykulski 341
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Józef Szykulski 361
ÍNDICE DE FIGURAS
tumba 8
172. Churajón, montículo 4: tumba 8
ÍNDICE DE TABLAS
Tabla. 1. Cronologia de la época precerámica según McNeish, Patterson, Brow-
mann (1975) y Lanning (1963, 1967) La presencia de los morteros en los materiales
del período 5 (McNeish et al. 1975) indica la intensificación de la recolección y
la elaboración de las plantas, sugierendo el inicio de la agricultura; “arcaic stage”
según: Willey, Phillips 1958 22
Tabla 2. Modificada para la región de la Costa Extremo Sur cronología de la época
cerámica en comparación con el esquema cronológico de Rowe (1960, 1962) y
Larco Hoyle (1966).
Tabla 3. Los cambios climáticos en los Andes Centrales desde el Pleistoceno (se- 24
gún: Cardich 1980 y Lanning 1967, Kauffmann Doig 2002) en comparación con los 34
cambios documentados en el territorio de Escandinavia
Tabla 4. La presencia de los diferentes materiales relacionados con el desarro-
llo cultural de la civilización Huari en la Costa Extremo Sur respecto a la cro-
nología elaborada por D. Menzel (1964) para el valle del Mantaro, Nazca e Ica 207
Tabla 5. Los soberanos del Reino Cusco, Imperio Tawantinsuyu y del Reino Vil-
cabamba 312
Tabla 6. Cuadro cronológico del desarollo cultural en la parte sur de los Andes
Centrales 339
ÍNDICE GEOGRÁFICO