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Józef Szykulski 13

INTRODUCCIÓN

Para todos los que se interesan por la arqueología, etnología e historia de Améri-
ca del Sur, el territorio de la República del Perú, sobre todo, su faja costera y el
poderoso macizo de los Andes ocupan una posición excepcional dentro de todo el
continente. Es precisamente aquí donde se desarrollaron las más famosas y mo-
numentales culturas y civilizaciones de la parte meridional del Nuevo Mundo. En
el Perú actual se observa también la mayor –de toda la América del Sur– intensifi-
cación de las investigaciones arqueológicas, etnológicas y etnohistóricas, las cua-
les se iniciaron ya en el siglo XVIII con los trabajos de Don Baltazar Martínez de
Compañón y Bujanda (1785), continuaron, sin interrupción alguna, a lo largo de
los siglos XIX y XX y siguen desarrollándose hasta la fecha (cf. Bibliografía)1.
Sin negar los grandes éxitos de la arqueología y etnología peruana que, entre
otros, se manifiestan en algunos espectaculares descubrimientos de las últimas
décadas (Sicán, Sipán, Caral etc.), tenemos que constatar que la intensificación
de los trabajos arqueológicos, así como, naturalmente, la cantidad de los datos
científicos disponibles están desigualmente distribuidas en el territorio del país.
Podemos observar que, hasta la fecha, la mayoría de los trabajos de investigación

1 Las primeras informaciones sobre algunos monumentos prehispánicos, así como también so-
bre las costumbres funerarias del Perú precolombino aparecen ya en la crónica del Pedro Cie-
za de León (1553). Sin embargo, es la persona de Miguel Feijoo quien es reconocido como el
precursor de los trabajos arqueológicos en el territorio peruano. En 1765 Feijoo realizó exca-
vaciones en el sitio denominado Huaca de Tantalluc, en el actual Dep. de Cajamarca (Jiménez
Villalba 1996: 125). Algunos años después, el obispo de Trujillo Don Baltazar Martínez de
Compañón y Bujanda llevó a cabo investigaciones en las ruinas de Chan Chan, cerca del Tru-
jillo (Jiménez Villalba 1996: 128). Entre los investigadores del siglo XIX hay que mencionar a
Mariano Eduardo de Rivero y a Johan von Tschudi que en 1851 publicaron en Viena (Austria)
un trabajo titulado Antiguedades peruanas. Posteriormente, es decir, en 1864 el investigador
norteamericano E. George Squier realizó excavaciones en Pachacamac, analizando también
los contextos estratigráficos. Entre otros importantes investigadores del siglo XIX son de
mencionar Middendorf, Markham, Wiener y Raimondi. El Alemán Max Uhle (1856 – 1944),
quien forjó los fundamentos de la cronología del desarrollo cultural en los Andes Centrales,
fue declarado padre de la arqueología moderna en el Perú. Sus trabajos fueron continuados
por Julio César Tello y John Rowe que hicieron importantes aportes al conocimiento del pa-
sado del territorio peruano.
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se concentraron principalmente en la parte norte, central y sur de la costa y la sie-


rra peruanas, incluyendo en este ámbito también el extenso anillo circunlacustre
del Titicaca en el Altiplano andino, es decir, las regiones donde aparece la mayor
–en todo el continente suramericano– cantidad de los sitios arqueológicos con ar-
quitectura monumental. Mencionemos, por ejemplo, importantes centros de la ci-
vilización precolombina: Chavín de Huántar, Cerro Sechín, Túcume, Chan Chán,
Pachacamac, Tiahuanaco y, naturalmente, las más conocidas de todas, famosas
ruinas de Machu Picchu, en el valle del Urubamba, cerca de la ciudad de Cuzco,
la antigua capital del Imperio incaico.
La existencia de tales evidencias de arquitectura monumental en los terrenos
mencionados causó que los investigadores esperaran otros descubrimientos ar-
queológicos importantes, o por lo menos lo suficientemente sensacionales para la
prensa, exactamente en los mismos lugares. Por este motivo, la zona más sureña
del territorio peruano, denominada Costa Extremo Sur, despertaba menor interés
de los arqueólogos y etnólogos que otras regiones del país.
Ni siquiera algunos importantes trabajos arqueológicos, emprendidos en la
parte meridional del país ya en las primeras décadas del siglo XX, lograron cam-
biar esta clara desproporción, tan evidente en la literatura científica, entre el esta-
do de la investigación del pasado de la Costa Extremo Sur y de la prehistoria de
otros terrenos localizados más al norte del Perú. Esta situación se debe al hecho
de que la mayoría de las investigaciones realizadas en la Costa Extremo Sur hasta
la fecha tenían carácter de trabajos de emergencia. Aparte de esto, la gran parte
de los materiales recuperados en el transcurso de estos trabajos nunca fueron di-
vulgados o lo fueron sólo en forma de cortos comunicados o informes, con muy
limitada documentación gráfica. Se observa también la falta de publicaciones
sintéticas que abarquen toda la prehistoria de la zona o por lo menos algunas de
sus etapas2.
Ante esta falta de investigaciones multidisciplinares y sistemáticas, las cre-
cientes necesidades de la didáctica universitaria, así como también ante el fuerte
interés de la sociedad arequipeña por conocer el pasado de su región, la Univer-
sidad Católica de Santa María de Arequipa, con el apoyo de los investigadores de
Alemania y Polonia, en febrero de 1993, emprendió un proyecto arqueológico-
etnohistórico denominado “Proyecto Churajón”. Las labores del proyecto se con-
centraron en el conjunto prehispánico Churajón, localizado en la cuenca del río
Tambo, al Sureste de la ciudad de Arequipa.

2 A partir de los años noventa del siglo XX, se pueden observar algunos cambios en esta mate-
ria. Las publicaciones de resultados de los proyectos internacionales: Contisuyu (a partir de
1985), Churajón (1993-2002), Condesuyos (a partir de 1996), Qhapaq Ñan (a partir de 2004)
y Tambo (iniciado en abril de 2008 como parte del Séptimo Programa Marco, Acciones Marie
Curie de la Comunidad Europea) sucesivamente modifican nuestro conocimiento del pasado
de esta importante región de los Andes Centrales.
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Aparte de los trabajos en la cuenca del río, se realizaron recorridos siste-


máticos de reconocimiento arqueológico y pozos de sondeo en algunos sitios
prehispánicos localizados en las cuencas de los ríos Majes y Osmore, en el Valle
del Colca, en la faja litoral entre los puertos de Matarani e Ilo, como también en
la zona circunlacustre del lago Salinas.
Los datos recuperados por los equipos del Proyecto Churajón permiten pre-
sentar una visión–nueva y diferente en comparación con la elaborada a base de
los resultados de investigaciones anteriores– del desarrollo cultural de las socie-
dades prehispánicas en los territorios de la Costa Extremo Sur, una extensa región
delimitada al Norte por la cuenca del río Chala y al Sur por la frontera entre Perú
y Chile (Bennett, Bird 1949; Vescelius 1960).
El presente trabajo es la primera publicación exhaustiva, disponible en
castellano, dedicada a la arqueología de la Costa Extremo Sur. La obra cons-
tituye una versión ampliada y actualizada del libro publicado en polaco por el
autor en 2005, en Wroclaw-Polonia (Wydawnictwo Uniwersytetu Wroclaws-
kiego), bajo el título de “Pradzieje południowego Peru”. Rozwój kulturowy
Costa Extremo Sur. El trabajo contiene una notable cantidad de materiales ar-
queológicos, nunca o sólo parcialmente publicados hasta la fecha, procedentes
de excavaciones antiguas, como también (en su mayoría) de las investigacio-
nes realizadas en el marco del mencionado Proyecto Churajón.
Para conseguir la máxima exactitud y claridad en la exposición de las ideas,
el autor ha recurrido a distintas nociones y conceptos propios de la nomenclatura
arqueológica internacional. Así, en el libro aparecen los términos: “cultura ar-
queológica”, “estilo cerámico” y “espacio cultural”. El primero, muy común en
la arqueología europea, funciona como término técnico que abarca artefactos y
conceptos (formas arquitectónicas de viviendas, distribución de necrópolis, cen-
tros ceremoniales, etc.) vinculados a un período y a un lugar determinados, por
ejemplo: cultura Chuquibamba, cultura Chiribaya o cultura Churajón. Mientras
tanto, el concepto de ‘estilo cerámico’ sirve para describir el material cerámico
cuyos rasgos estilísticos, formales o tecnológicos están bien individualizados,
por ejemplo: estilo Churajón, estilo Mollo, estilo Kollawa, etc. La última de las
nociones mencionadas, la de ‘espacio cultural’, se refiere a un área propia de una
cultura arqueológica, por ejemplo: espacio cultural Chuquibamba, espacio cultu-
ral Mollo o espacio cultural Estuquiña.
El autor de la obra –director del Proyecto Churajón– agradece la colabo-
ración de todos los miembros del equipo que realizó los trabajos de campo y
gabinete3, como también de todas las instituciones y personas particulares, las

3 El cargo de co-director del Proyecto Churajón lo ejerció el Dr. Augusto Belan Franco, docen-
te de la Universidad Católica de Santa María. Los profesores Dr. Máximo Neira Avendaño
(arqueología) y Dr. Guillermo Galdós Rodríguez (etnohistoria) fueron asesores científicos.
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cuales apoyaron la realización de los trabajos de investigación (Fig. 1). Apro-


vechamos la oportunidad para expresar nuestra profunda gratitud a los ilustrí-
simos señores rectores de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa,
Dr. Luís Carpio Ascuña y Dr. Julio Paredes Núñez, al Jefe de Protocolo de la
misma Universidad, Dr. Luis Dávila Fernán Zegarra, así como también a todos
los miembros del cuerpo científico, egresados y estudiantes de la digna Alma
Mater arequipeña.
Expresamos también nuestro agradecimiento a todas las autoridades del
Instituto Nacional de Cultura en Lima y sus representantes en Arequipa por su
apoyo y la rápida gestión de los trámites de autorización del proyecto. Asimis-
mo, queremos agradecer a la Municipalidad de Arequipa, al Servicio Alemán
de Intercambio Universitario (Deutscher Akademischer Austauschdienst) y a la
Mancomunidad Alemana para la Investigación Científica (Deutsche Forschungs-
gemeinschaft), por el financiamiento de una parte de las excavaciones.
Por el apoyo en las investigaciones y la publicación de sus resultados queda-
mos en eterna e inestimable deuda con los lamentablemente fallecidos Doctores
Guillermo Galdós Rodríguez (2000) y Máximo Neira Avendaño (2009) de la Uni-
versidad Nacional de San Agustín de Arequipa. Asimismo, agradecemos su apoyo
a los Profesores Jerzy Piekalski y Jan Michał Burdukiewicz de la Universidad de
Wroclaw, los Profesores Bogusław Gediga y Zygmunt Krzak del Instituto de Ar-
queología de la Academia de Ciencias de Polonia, el Prof. Karol Piasecki de la Uni-
versidad de Szczecin (Polonia), los Profesores Berthold Riese, Sabine Dedenbach-
Salazar y el Dr. Albert Meyers de la Universidad de Bonn (Alemania), los Doctores
Enrique Bautista Quijano, Arturo Cifuentes e ingeniera Patricia Hernández de la
Universidad Central en Bogotá (Colombia), como también a las señoras Teresa
Demidziuk, dibujante del Museo Arqueológico de Wroclaw (Polonia) y Nicole
Lenkow, dibujante del Instituto de Arqueología de la Universidad de Wroclaw.
Igualmente, dedicamos palabras de reconocimiento a los estudiantes de ar-
queología y antropología fisica de las Universidades de Wroclaw y Varsovia,
los cuales en la temporada de 1995 participaron en los trabajos arqueológicos
en Churajón: K. Karasiewicz, K. Piotrowska, W. Więckowski, B. Woźniak, S.
Górka, R. Faron.

El cargo de coordinadores de trabajos de campo lo cumplieron (a partir de 1997): Lic. Luis


Díaz Rodríguez, Lic. María del Carmen Cárdenas Sumida y Lic. Richard Ochoa Peña. En el
transcurso del proyecto, en los trabajos de campo y de gabinete participaron además varios
egresados y estudiantes de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, entre ellos:
Paul Álvarez Zeballos, Jaime Andrade Sonco, Lezly Arana Chávez, Gabriela Cervantes, Gon-
zalo Presbítero Rodríguez, Nelson Ramos Rosales, Ricardo Salas Miranda, Elías Zanabria
Ruiz, Fernando Sosa, Belkins Pacheco. En las excavaciones de las temporadas de 1994 y
1995 participó también Lic. José Espada Belmonte, egresado de la Universidad Complutense
de Madrid.
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Fig. 1. Churajón-Paranay 1995; Miembros del equipo del Proyecto Churajón

Por lo demás, a los habitantes de los caseríos Tasata y Paranay del valle del
Corabaya-Tasata agradecemos la colaboración en los trabajos de excavación, así
como la hospitalidad y la cálida acogida del equipo arqueológico durante todos
los años del trabajo en Churajón:

¡Muchas gracias!
Arequipa, noviembre de 2009
18 Prehistoria del Perú Sur

Capítulo I
Contenido y fundamentos de cronología

El objetivo del presente trabajo es caracterizar las etapas del desarrollo cultural
en el extremo sur del Perú actual, en el orden cronológico: desde las primeras,
las más antiguas evidencias de la presencia humana en la zona hasta el principio
de la Época Colonial. Al mismo tiempo, se intenta definir – desde el prisma de
la investigación compleja y multidisciplinaria, realizada en los años 1993-2002
por el Proyecto Churajón– el rol de los Valles Occidentales y la faja costera en la
interacción cultural entre las sociedades de diferentes regiones; tanto en la escala
micro- como también en la macro-regional.
Caracterizando las etapas del desarrollo de las sociedades prehispánicas en el
territorio de la Costa Extremo Sur, nos basamos en un simple y comúnmente usado
esquema cronológico que supone la existencia de dos épocas en la prehistoria del
Nuevo Mundo: Precerámica y Cerámica. Naturalmente, ambos términos (“Época
Precerámica” y “Época Cerámica”) son imprecisos, sin embargo, tenemos que
aceptarlos a falta de otros, más adecuados y exactos.
Esta imprecisión terminológica se manifiesta, entre otros, en el hecho de
que, desde el punto de vista lógico, la falta o la presencia de la cerámica deberían
caracterizar diferentes etapas del desarrollo de las sociedades. Al mismo tiempo,
la sola aparición de la cerámica debería constituir un momento crucial y excep-
cional, una ‘revolución cultural’, un cambio importante en el modo de vida y la
estructura de la sociedad. Sin embargo, este modelo teórico del desarrollo cultural
de las sociedades precolombinas no concuerda con los materiales registrados en
la misma Costa Extremo Sur, ni con estos encontrados en otras partes del ámbito
de los Andes Centrales.
Hay que recordar que tanto la agricultura, arquitectura monumental, escultura
y textilería como también la metalurgia iban apareciendo en varias regiones de los
Andes Centrales ya en etapa tardía de la Época Precerámica. Por eso, la sucesiva
introducción de la cerámica en estas regiones no fue vinculada con cambios violen-
tos (revolucionarios) ni marcó algún momento crucial en la vida de las sociedades.
En este sentido, no se puede hablar aquí de ninguna “revolución neolítica”, sino
de una sucesiva evolución cuyos límites no pueden ser claramente definidos.
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1. Época Precerámica

Las investigaciones sobre la época que antecede a la aparición de la cerámica,


así como las pruebas de su periodización se iniciaron en el Perú ya en las pri-
meras décadas del siglo XX con los trabajos de Max Uhle (1919, 1956), Charles
Barrington Brown (1926) y Heinrich Ubbelohde-Döring (1959, 1966). Los prime-
ros estudios de carácter más sistemático datan de los años cuarenta del siglo XX
y fueron realizados por Junius Bird en los valles de Chicama y Virú, localizados
en la costa norte del Perú.
Fueron precisamente las excavaciones del proyecto “Valle de Virú”, financia-
das por el Institute for Andean Research de Estados Unidos, las que permitieron,
por primera vez en la zona, documentar los estratos culturales con el material
lítico –en su mayoría artefactos de cantos rodados– que no contenían ningunas
evidencias de cerámica. La publicación de estos materiales (Bird 1948) inició
una larga serie de investigaciones intensas sobre la etapa más remota de la pre-
historia del Nuevo Mundo. El mismo hecho estimuló también la discusión sobre
la periodización interna de la Época Precerámica, entregando nuevos y valiosos
aportes a esta problemática. Sin embargo, es de constatar que hasta hoy tanto para
el Perú como también para otras regiones del Nuevo Mundo, no se logró elaborar
una terminología –aceptada por la mayoría de los investigadores– que dividiera la
época en diferentes etapas desde el poblamiento de ambos continentes americanos
hasta la aparición de primeras evidencias cerámicas.
Así, los investigadores norteamericanos Gordon Willey y Philip Phillips divi-
dieron el período que antecede a la aparición de la cerámica en dos fases: lithic
stage y archaic stage. La primera de las mencionadas, lithic stage, corresponde
al fin del Pleistoceno y principio del Holoceno. Se caracteriza por la presencia de
específicas industrias líticas, divididas en (probablemente) más tempranas, con
artefactos similares a las piezas típicas del Paleolítico Inferior europeo (chopper,
chopping-tool y diferentes núcleos) y tardías, con puntas foliáceas y otros artefactos
con retoque bifacial. La segunda fase, denominada archaic stage, se relaciona con
el Holoceno y se caracteriza no tanto por los tipos de artefactos, sino más bien por
la presencia de las evidencias que sugieren un importante cambio en el modo de
vida, es decir, una lenta conversión de la economía de subsistencia, basada en la
caza, hacia una economía apoyada en la intensa recolección de plantas, agricultura
incipiente y pastoreo (cf. Willey, Phillips 1958).
El arqueólogo peruano Luís Lumbreras denomina el período que corresponde
a archaic stage de Willey y Phillips con su equivalente castellano: ‘Arcaico’ (Lum-
breras 1969:27), que actualmente funciona en la periodización elaborada para la
prehistoria de México.
Otro modelo de la periodización del pasado de América del Sur fue elabo-
rado por el investigador argentino Juan Schobinger (1969:18-20) quien dividió la
20 Prehistoria del Perú Sur

Época Precerámica en: Paleolítico, Epipaleolítico y Protoneolítico. El concepto


de Schobinger –fundamentado en el criterio material y propio de la arqueología
europea (Paleolítico, Mesolítico, Neolítico)– parecía poco adecuado para el estu-
dio de la arqueología del Nuevo Mundo y fue rechazado por la mayoría de los
investigadores.
Los primeros intentos de elaborar una secuencia cronológica de artefactos
líticos tuvieron lugar ya en los años cincuenta del siglo XX. En 1958, Augusto
Cardich realizó excavaciones en la cueva de Lauricocha, departamento Huánuco,
durante las cuales recuperó el material lítico denominado por el investigador como
‘Complejo Lauricocha’. En el transcurso de los trabajos, el investigador identificó,
dentro de este Complejo, tres estratos culturales con su correspondiente material
lítico (Lauricocha I – Lauricocha III). Dentro del estrato más profundo, Lauri-
cocha I, se documentó material orgánico procedente de carbón vegetal y huesos
quemados. Este material arrojó una fecha 14C de 9525+/-250 BP (Cardich 1958,
1964-1966).
En base a estos descubrimientos y otros trabajos realizados posteriormente
en la zona andina, en los años sesenta del siglo XX, fue elaborada otra secuencia
cronológica en la cual la Época Precerámica estuvo dividida en cuatro horizontes
(cf. Lanning, Hammel 1961). Según este concepto, el horizonte más antiguo, paleo-
indian horizon, se caracteriza por puntas de proyectil con acanaladura (fluted) tipo
“cola de pescado”, documentados en el sitio El Inga, al norte de Ecuador (Bell
1960, 1974). Los otros tres horizontes corresponden a la secuencia documentada
anteriormente en la cueva Lauricocha (Huánuco).
El investigador Edward Lanning, apoyándose en los resultados de sus trabajos
en Ancón y Chillón en la costa central (Lanning 1963: 360-371; 1965: 68-76; 1967),
propuso ciertas modificaciones en este esquema, dividiendo la Época Precerámica
en seis períodos (períodos: I – VI). Su propuesta aparece en algunas publicaciones
científicas hasta la fecha. Vale la pena mencionar que Lanning, al analizar los
materiales líticos de la costa central del Perú, constató semejanzas con los mate-
riales de la sierra. Esto le sirvió de fundamento para formular una controvertida
hipótesis de la trashumancia, según la cual, en la Época Precerámica, existía una
periódica –relacionada con los tiempos de la sequía– migración de los cazadores-
recolectores entre la sierra y la costa.
Otra secuencia cronológica de la época antecedente a las primeras evidencias
cerámicas en el territorio peruano fue elaborada en los años 1969-1972 por los
investigadores que realizaron una serie de estudios en los sitios precerámicos de
la región de Ayacucho, localizada en los Andes Centrales del Perú. Según ellos,
existieron siete períodos (períodos 1–7) caracterizados por la presencia de inven-
tarios líticos, específicos de cada uno de ellos. La secuencia abarca un amplio
lapso de tiempo comprendido entre 20.000 a. C. y 1750 a. C. (MacNeish, Vierra,
Nelken-Terner, Phagan 1980) y fue respaldada por más que 60 dataciones por
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14
C, que hasta hoy constituyen la más numerosa serie de fechas radiocarbónicas
hechas para la Época Precerámica; razón por la cual, el esquema elaborado a base
de los materiales de Ayacucho es el más común en las publicaciones científicas (cf.
Tab. 1). No obstante, hay que tener en cuenta que obviamente carece de carácter
universal.
Para concluir, vale la pena subrayar que los esquemas aquí presentados (en
su mayoría basados en las secuencias de diferentes formas líticas) no pueden ser
aplicados a todas las regiones del Perú y existe la necesidad de elaborar varias
secuencias del desarrollo de las industrias líticas separadamente, para cada área
del país. Eso se debe a la gran dispersión geográfica de las industrias líticas y
variadas condiciones ambientales (topográficas y climáticas), así como al hecho
de que existen enormes diferencias entre fechas radiocarbónicas obtenidas para
materiales procedentes de diversas zonas. La escala del problema demuestra bien
el controvertido esfuerzo de comparar los materiales líticos excavados por John
Rick en la cueva de Pachamachay (localizada al Oeste de la cueva Junín) con los
artefactos que formaron base de la secuencia de Ayacucho (cf. Rick 1980, Mac-
Neish 1980).

2. Época Cerámica

Actualmente, la Época Cerámica en el Perú se la suele dividir según la secuencia


cronológica elaborada por John Rowe y presentada por él en 1960 durante el Con-
greso de las Ciencias Arqueológicas y Antropológicas en Filadelfia/EE.UU. (Rowe
1960, 1962). La secuencia de Rowe reemplazó a otros, más antiguos y subjetivos,
esquemas cronológicos, que –excepto el concepto creado por Larco Hoyle (cf. Tab.
2)– se referían únicamente al desarrollo cultural en el valle de Virú, ubicado en la
costa norte del Perú (Strong, Evans 1952)4.
El esquema de Rowe divide la Época Cerámica en las siguientes etapas: Período
Inicial, Horizonte Temprano, Período Intermedio Temprano, Horizonte Medio,
Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, donde el término “horizonte” (p.
ej. Horizonte Temprano – Chavinoide; Horizonte Tardío –Inca) indica la fase de
la integración (unificación) cultural, la cual se manifiesta ante todo en la cierta
homogenización estilística de los restos muebles e inmuebles, algunas veces proce-
dentes de las regiones muy alejadas. Al mismo tiempo, el término “período” (p. ej.

4 Se trata de las secuencias elaboradas por W. Bennett y J. Bird (1949), G. H. Bushell (1956),
J. A. Mason (1957) como también por otros investigadores. Todos ellos usan el controvertido
esquema de las épocas del desarrollo, consistente en la sucesión de las etapas marcadas por
distintos grados del desarrollo cultural de las sociedades (cf. Willey 1971: 83). Un análisis y
una crítica de la mayoría de estos esquemas fueron presentados en el trabajo de E. Lanning
Peru before the Incas (1967).
22 Prehistoria del Perú Sur

Tabla 1. Cronologia de la época precerámica según McNeish, Patterson, Browmann


(1975) y Lanning (1963, 1967) La presencia de los morteros en los materiales del período
5 (McNeish et al. 1975) indica la intensificación de la recolección y la elaboración de
las plantas, sugierendo el inicio de la agricultura; “arcaic stage” según: Willey, Phillips
1958.

Años Perío- Sequencia Épocas


Lanning (1963)
a.C. do Ayacucho geológicas
Período VI
Cachi
2000 7 Pampa, Playa
Medio y Tardìo
Hermosa, Gaviota

3000 Cachi Temprano


Período V
6
Chihua Medio Corbina, Encanto
4000 y Tardío
Chihua Temprano HOLOCENO
5000 Período IV
5
Luz, Canario
Piki
6000 Período III
4 Jaywa
Arenal, Lauricocha I
7000

Período II
8000 3 Puente
Sin puntas foliáceas

9000

10000
Huanta “unnamed”

11000 2 PLEISTOCENO Período I


Ayacucho (Unifaciales,
12000 bifaciales)

13000
1 Pacaicasa
14000 (Pikimachay)

$ $ $ $
Józef Szykulski 23

Período Intermedio Temprano o Período Intermedio Tardío) se refiere a momentos


de desintegración (descomposición) cultural cuando en cada región o valle apare-
cen diferentes materiales arqueológicos propios sólo de esta área. Cada una de las
etapas distinguidas por Rowe abarca un delimitado lapso de tiempo cuyo inicio y
fin están marcados por importantes cambios culturales ocurridos en la costa sur del
Perú. Así, la ubicación de todas las culturas arqueológicas dentro de las unidades
del esquema depende de su posición cronológica y no del, problemático y poco
preciso, criterio de nivel de desarrollo cultural (Tab. 2).
Una cierta excepción dentro de este simple esquema representa el Período
Inicial situado entre la Época Cerámica y Precerámica. En oposición al concepto
anterior de Rowe, la mayoría de los investigadores postulan que la fecha de inicio
de este período es diferente según la región geográfica. Es decir, este importante
momento histórico está demarcado por las más antiguas evidencias de cerámica
registradas en cada región del territorio peruano5.
Naturalmente, en el caso de las investigaciones sobre el desarrollo cultural de
la Costa Extremo Sur es necesario hacer algunas modificaciones en el esquema
cronológico propuesto por John Rowe. Esta necesidad de la modificación resulta
del hecho que en todo el extremo sur del Perú, en el lapso de tiempo desde la apari-
ción de las primeras evidencias de la cerámica hasta la expansión de la civilización
Huari-Tiahuanaco (Wari/Tiawanaku), domina la cerámica de carácter temprano
(inicial) y faltan las evidencias características del Horizonte Temprano o Período
Intermedio Temprano. Por eso, esta parte de la Época Cerámica que antecede al
Horizonte Medio en la Costa Extremo Sur se la describe con el nombre de Período
Formativo, término muy común en toda la arqueología del Nuevo Mundo (cf.
Willey, Phillips 1958; Bischof 1979: 335-337)6.
Así, la secuencia cronológica para la Costa Extremo Sur abarca los siguientes
períodos: Formativo, Horizonte Medio, Período Intermedio Tardío y Horizonte
Tardío. Aparte de esto, el alcance cronológico del presente trabajo nos hizo incluir
en este esquema la primera etapa del Período Colonial, definida como Período de
Transición (Szykulski 1998, 2000). Se trata de un lapso del tiempo desde la llegada
de los conquistadores hasta las llamadas reducciones toledanas realizadas por el
virrey Francisco de Toledo quien gobernó el Perú entre 1569 y 1581.

5 La mayoría de los investigadores aceptan que el fin del Período Inicial coincide con la apari-
ción de las más antiguas evidencias del fenómeno chavinoide cuyo nombre proviene del sitio
epónimo Chavín de Huántar situado en las estribaciones orientales de la Cordillera Blanca.
En lo que concierne a su inicio, antes postulaban que se sitúa al principio del segundo milenio
antes de Cristo (Willey 1971; Rowe 1974; Kaulicke 1981), sin embargo, algunos materiales
de la costa norte del Perú, como también la verificación de las fechas de 14C calibradas indican
que hay que ubicarlo entre los milenios tercero y segundo a. C.
6 Según el concepto de algunos investigadores (cf. Lumbreras 1974: 50), dentro del Formativo
del Perú se distingue: Formativo Inferior (Período Inicial), Formativo Medio (Horizonte Tem-
prano) y Formativo Superior (Período Intermedio Temprano); cf. Tab. 2.
24 Prehistoria del Perú Sur

Tabla 2. Modificada para la región de la Costa Extremo Sur cronología de la época cerá-
mica en comparación con el esquema cronológico de Rowe (1960, 1962) y Larco Hoyle
(1966).

Año Costa Extremo Sur Rowe (1960, 1962) Larca Hoyle (1966)

Colonial Colonial Colonial


1532
Horizonte Tardío
Horizonte Tardío Época Imperial
1400

1200 Período Intermedio


Período Intermedio Tardío
Tardío Época Fusional
1000
800 Horizonte Medio Horizonte Medio
600
400
200 Época Auge
Período Intermedio Temprano
0
200
400
600 Formativo
800 Horizonte Temprano
1000 Época Evolutiva
1200
1400
1600
Período Inicial
1800 Época Inicial
2000

2200 Época Precerámica

2400 Época Precerámica Época Precerámica

$ $
Józef Szykulski 25

El término “Período de Transición” funciona fuera del clásico esquema de


Rowe, o más bien, extiende sus límites. Vale la pena mencionar aquí que los
autores de varias publicaciones sobre la arqueología de otras partes del territorio
peruano, incluyendo la misma “zona materna” del esquema mencionado, es decir,
la propia costa sur del Perú, también subrayan la necesidad de las modificaciones
en la periodización propuesta por Rowe (cf. Menzel 1977; Reindel, Isla, Kosch-
mieder 1999: 316).
26 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO II
Costa Extremo Sur en el contexto de la
división geográfico-cultural de los Andes

La cordillera de los Andes, la más larga y poderosa cadena montañosa de la Tierra


junto con la faja costera del Pacífico forman una específica región geográfico-
cultural, la denominada Región Andina. La misma etimología del nombre de la
cordillera aún no está satisfactoriamente aclarada. El famoso cronista de la Época
Colonial, Inca Garcilaso de la Vega, sugiere que la palabra “Andes” está relacionada
con el vocablo “anta”que en el idioma quechua significa “cobre”. Otra posibilidad
es que el sinónimo Andes proviene del nombre de una de las provincias del imperio
incaico, localizada en el antiguo Antisuyo (Antisuyu):

Llamaron a la parte del oriente Antisuyo por una provincia llamada Anti que
está al oriente, por la cual también llaman Anti a toda aquella gran cordillera
de sierra nevada que pasa al oriente del Perú, por dar a entender que está
al oriente
(Garcilaso 1942, T. I, Libro 2, Cap. XI: 95)

La Región Andina se extiende desde la costa caribeña de Venezuela (aprox.


11º de latitud norte) hasta el estrecho de Magallanes (aprox. 55º de latitud sur) en
la parte austral del continente. Desde el punto de vista de la geología, el mismo
macizo de las montañas es relativamente joven. Su formación se inició con la
subducción mesozoica -en los períodos Jurásico y Cretácico- y terminó definiti-
vamente a finales del Terciario, es decir en el Plioceno. En este período se formó
también la extensa altiplanicie andina de Perú y Bolivia, de una superficie de más
de 200.000 km2, con los lagos endorreicos Titicaca y Poopó. Ambos lagos cons-
tituyeron, probablemente, parte del extinto lago Ballivián que ocupaba esta área
en el Pleistoceno inferior.
La Región Andina –a causa de su enorme extensión geográfica de más de 8,5
mil kilómetros, la gran variedad de zonas climáticas y la multitud de ecosistemas–
desde tiempos muy remotos constituía una de las áreas más importantes donde
se desarrollaron las sociedades precolombinas de América del Sur. Representaba
también, posiblemente, uno de los principales ejes migratorios del continente,
Józef Szykulski 27

desde el momento de la aparición de los primeros grupos de cazadores-recolectores


hasta los tiempos modernos.
Según la propuesta de Wendell C. Bennett, dentro del Área Andina podemos
distinguir tres grandes, distribuidos latitudinalmente, ámbitos geográfico-culturales
denominados: Andes Septentrionales (que abarcan los terrenos de Ecuador, Colom-
bia y Venezuela), Andes Centrales (que ocupan el territorio del Perú y Bolivia
occidental) y Andes Meridionales (localizadas en Chile y Argentina).
Los Andes Centrales se dividen en dos zonas principales, es decir, la sierra y la
costa. La zona de la sierra abarca las llamadas: Sierra Norte, Sierra Central, Sierra
Sur y el Altiplano. El territorio de la costa de los Andes Centrales comprende la
Costa Norte, Costa Central, Costa Sur y, el área de nuestra investigación, la Costa
Extremo Sur (Fig. 2). Además, dentro de los límites de los Andes Centrales se
distingue también la Montaña y Ceja de Selva, es decir, una extensa área de los
Andes Orientales, a veces denominados con el nombre de los Andes Amazónicos
(Kauffmann 2002). Se trata de una región relativamente poco investigada donde se
cruzaron las influencias de las grandes civilizaciones de la sierra y la costa, así como
también las de la región amazónica7. La variedad de diferentes impulsos culturales
en esta región se refleja claramente en específicos contextos arqueológicos.
Es de mencionar que el sintético concepto de Wendell C. Bennett acerca de los
ámbitos geográfico-culturales del Área Andina fue precedido por otras propuestas,
entre ellas también el esquema elaborado por uno de los padres de la arqueología
peruana, Julio César Tello. Fue precisamente él quien primero dividió los Andes
peruanos en tres áreas geográfico-culturales, es decir, en la parte norte, central y
sur. El área sur, definida por él como Surandina, incluía el territorio actual de la
Costa Extremo Sur, así como también la cuenca del lago Titicaca y el norte de
Chile. Según Tello, esta región se caracteriza sobre todo por la presencia de los
materiales de las civilizaciones Tiahuanaco y Diaguita (así llamada civilización
del noroeste de Argentina), como también de tres culturas seguidoras, es decir,
Kollawa, Puquina y Atacama:

…en esta área existen los restos de dos civilizaciones: Tiahuanaco y Diaguita o
Noreste Argentino y tres culturas derivadas: Kollawa, Pukina y Atacama…
(Tello 1940: 657)

7 Las primeras investigaciones en la parte oriental de los Andes y la zona selvática del Perú fue-
ron llevadas a cabo ya al principio del siglo XX por Erland Nordenskiöld (1906, 1910, 1913).
Posteriormente, algunos trabajos importantes fueron realizados por Bonavia (1967-68), Kau-
ffmann Doig (1973, 2002) y Reichlen (1950) en el departamento Amazonas, así como tam-
bién por Lathrap en la parte mediana de la cuenca del Ucayali. Para el territorio boliviano,
hay que mencionar las labores de H. Prümers en el departamento Santa Cruz (Prümers 2000;
Prümer, Winkler 1997), como también el Proyecto Samaipata realizado por la Universidad
Bonn-Alemania en el período 1992-1997 (Meyers 1993, 1998; Szykulski 1994; Meyers, Ul-
bert 1998).
28 Prehistoria del Perú Sur

Fig 2. División de los Andes Centrales en las regiones histórico-geográficas

También Wendell Bennett, en sus publicaciones anteriores trataba la Costa


Extremo Sur y la cuenca del lago Titicaca como una unidad geográfico-cultural.
El investigador caracterizaba esta región como una extensa zona donde preva-
lecen los materiales Tiahuanaco y Tiahuanaco Decadente, acompañados por los
hallazgos relacionados con las culturas del área atacameña (cf. Bennett 1948: 5).
Así pues, tanto en los trabajos de W. Bennett como en los de J. Tello, podemos
observar una fuerte vinculación cultural de los territorios entre la Costa Extremo
Sur y la cuenca del lago Titicaca, denominada también el Altiplano del Collao.
Según ambos investigadores, esta vinculación cultural data por lo menos desde
el principio del Horizonte Medio.
Józef Szykulski 29

1. Límites territoriales y condiciones geográfico-climáticas

Según la mayoría de los estudios, la Costa Extremo Sur abarca una extensa área
delimitada al Norte por el periódico río Chaparra (ubicado al Sur del río Chala)8 y
al Sur por la frontera actual entre el Perú y Chile (Fig. 3). Naturalmente, el límite
meridional de la zona refleja más bien la realidad política del siglo XX que la ver-
dadera situación geográfico-cultural existente en esta región. Esta es la razón por
la cual es necesario incluir dentro de los límites de la Costa Extremo Sur también
la parte norteña de Chile, por lo menos hasta el valle de Camarones, localizado
50 km al Sur de Arica, que por sus condiciones geográficas e hidrológicas esta
calificado como el más sureño de los valles fluviales de tipo peruano.

Fig. 3. Localización de la Costa Extremo Sur (incluyendo la zona fronteriza


del norte de Chile), dentro de la Región Andina

8 Los contextos arqueológicos del mismo valle de Chala confirman que hay que incluirlo en el
ámbito cultural de la Costa Sur.
30 Prehistoria del Perú Sur

La actual división administrativa del territorio de la República del Perú deter-


minó que dentro de los límites de la Costa Extremo Sur se encuentran los depar-
tamentos de Tacna, Moquegua y la mayor parte del departamento de Arequipa,
excepto sus cabos septentrionales que abarcan el territorio de la provincia Caravelí.
Mientras al oeste el límite de la Costa Extremo Sur está claramente demarcado por
el litoral del Pacífico, al este y noroeste no está exactamente definido. En general,
se considera que se extiende sobre la línea divisoria de las aguas de los Valles
Occidentales y la altiplanicie andina del Perú y Bolivia.
Hay que subrayar que toda la zona de la Costa Extremo Sur se caracteriza
por una fuerte actividad sísmica y volcánica; solo la región de Arequipa posee
seis grandes volcanes. Los estudios geológicos, arqueológicos y documentos
históricos confirman que en el pasado las erupciones volcánicas afectaban de
forma drástica a las condiciones de la vida humana (Barriga Fray Victor 1951;
Chávez Chávez 1993). Hasta la fecha, distintas regiones del extremo sur peruano,
tales como los valles de Tambo, Osmore, Yalaque y Vítor, como también la
misma Arequipa y sus alrededores, portan las huellas de la destrucción causada
por la gigantesca erupción del volcán Huaynaputina en el año 1600 (Echevarría
y Morales 1600; Barriga 1951; Szykulski 1996, 1998, 2000). En algunos sitios
la pumita y ceniza volcánica de esta erupción forma un estrato de más de un
metro de espesor (Fig. 4). Además, el polvo volcánico del Huaynaputina fue
registrado por los geólogos también en los estratos limosos del lago Nicaragua
en América Central.
Toda la zona de la Costa Extremo Sur, así como los territorios localizados al
Norte de ella, se distinguen por una enorme variabilidad topográfica y climática.
Los estudios de Carl Troll y Javier Pulgar Vidal sobre la geografía del Perú indican
que en la región se pueden encontrar todos los pisos ecológicos de los Andes (Troll
1931, 1943; Pulgar Vidal 1946); estos son:
– Litoral. Es una zona desértica que se extiende desde el nivel del mar hasta
aproximadamente 400 metros de altitud; sin embargo, también hay partes
donde las elevaciones o cadenas costeras superan el nivel mencionado.
– Yunga/Chapiyunga. Se caracteriza por el clima tropical; se eleva aproxima-
damente entre 400 y 2300 metros sobre el nivel del mar.
– Quechua. Con el clima templado, incluye los terrenos ubicados aproximada-
mente entre 2300 y 3500 metros sobre el nivel del mar.
– Jalca. Zona fría localizada a una altitud entre 3500 y 4000 metros.
– Puna. Zona muy fría con la vegetación gramínea y algunos arbustos, sin
árboles. Localizada entre 4000 y 4900 metros de altitud (cf. Fig. 5).
Vale la pena subrayar que el sistema de los pisos ecológicos actualmente exis-
tentes se formó como resultado de los cambios climáticos globales que tuvieron
lugar durante los últimos 15 mil años. Desde el punto de vista de la climatología
algunos cambios de carácter especialmente violento ocurrieron entre el Pleistoceno
Józef Szykulski 31

Fig. 4. Matalaque, Valle de Tambo; Estrato de la pumita y ceniza


formado por la erupción del Nevado Huaynaputina en 1600

y Holoceno. Su naturaleza quedó reflejada en los resultados de algunas investiga-


ciones realizadas en diferentes regiones de toda el Área Andina, tanto en la sierra
como también en la región litoral del Pacífico9.
Obviamente, estos cambios climáticos del final del Pleistoceno y principio
del Holoceno no fueron de carácter lineal. En la sierra se manifestaron en la
periódica transgresión y regresión de las capas de hielo que a su vez causaban
el aumento o la disminución de temperaturas y cantidad de precipitación. Esto
implicaba sucesivas transformaciones en el carácter de la vegetación, así como
en la distribución geográfica de diferentes tipos de plantas y grupos de animales
(Cardich 1980: 80).

9 Para la sierra, el carácter fundamental que tuvieron los trabajos realizados por van der Ha-
mmen y Correal Urrego en la región de Sabana de Bogotá y en la Cordillera Oriental de
Colombia (van der Hammen, Correal 1976; van der Hammen 1978), así como también las
investigaciones de Augusto Cardich en la región de Lauricocha, en los Andes Centrales del
Perú (Cardich 1958, 1964-66, 1980). Como las más importantes en la costa peruana hay que
mencionar las investigaciones en Quirihuac (Ossa 1973; Clark, Lingle 1979) y Cupisnique
(Chauchat 1982, 1988) que constituyeron un importante aporte a la reconstrucción de los
cambios en la faja litoral entre el Pleistoceno y Holoceno.
32 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 5. División del masivo Andino en los pisos ecológicos

En el caso de la costa, los cambios climáticos causaron ante todo la diver-


sificación de la cantidad de precipitación, la cual se sumó a la variable cantidad
de aguas que bajaban de los Andes. Esto, naturalmente, directamente influía en
el tamaño de las áreas verdes dentro de los valles costeños y la distribución de la
vegetación de lomas, tan típica de la costa peruana (Cardich 1980: 84).
Es precisamente por estos cambios periódicos del clima, ocurridos en la parte
central de la Región Andina (Andes Centrales) durante el extenso lapso de tiempo
comprendido entre los finales del Pleistoceno y los tiempos modernos, que se
elaboró una secuencia climática basada en la sucesión de las fases denominadas:
Janca, Jalca, Yunga y Quechua (Tab. 3). La primera de las mencionadas, es decir, la
temporalmente más extensa fase Janca abarca el fin del Pleistoceno y esta dividida
en cuatro subfases, de Janca 1 a Janca 4. Las tres siguientes se vinculan ya con el
Holoceno. La última de ellas, Quechua, comprende el período desde el 2000 a. C.
hasta los tiempos modernos.
La definición y la característica de todas estas fases fueron elaboradas en base a
las investigaciones realizadas en las altas montañas de la región Lauricocha, en los
Józef Szykulski 33

Andes Centrales del Perú (Cardich 1964-1966: 30-40; 1980: 74-94). No obstante,
parece que –tomando en cuenta cierta particularidad regional que se manifestó en
la dilación de los procesos climáticos en la parte sur del área centroandina– se
puede aplicar la secuencia climática Janca-Quechua también a la zona de la Costa
Extremo Sur y los territorios vecinos.

2. Zonas geográficas de la Costa Extremo Sur

En los años cincuenta del siglo XX el arqueólogo norteamericano Gary Vescelius


dividió la Costa Extremo Sur en tres macroregiones, provincias naturales denomi-
nadas: Chala, Tacna y Arequipa. Dentro de ellas distinguió además seis unidades
geográficas menores, caracterizadas por distintas condiciones geo-climáticas y
diferentes evidencias del pasado humano. Estas son las siguientes: el litoral, la
cadena costanera, la pampa desértica, los cerros preandinos, las cuencas preandi-
nas y las vertientes occidentales de los Andes. Según Vescelius (1960) todas estas
unidades aparecen conjuntamente sólo en la mayor de las provincias naturales, es
decir, en la Provincia de Arequipa.
La división propuesta por Gary Vescelius es frecuentemente citada en las
publicaciones sobre la Costa Extremo Sur del Perú, pero pocos autores la aplican
de manera consecuente. Actualmente, un esquema simplificado, sólo parcialmente
basado en este de Vescelius parece el más adecuado para la zona que constituye
el objeto de nuestras indagaciones. Según este esquema existen solamente tres
grandes áreas geográficas: el litoral, la sierra y las altas montañas. Diametral-
mente distintas condiciones geo-climáticas típicas de estas áreas determinaron
varias formas de la actividad humana, reflejadas por la presencia de diferentes
evidencias arqueológicas.

2.1. Litoral
Ocupa la faja costera desde el nivel del océano hasta 500 metros de altitud.
Las condiciones climáticas de esta zona dependen directamente de la influencia
de la poderosa Corriente de Humboldt que determina la situación meteorológica
de todo el hemisferio sur de nuestro planeta.
El litoral de la Costa Extremo Sur constituye una franja desértica cuyo ancho
oscila entre 10 y más de 100 kilómetros, dependiendo de la distancia entre la
cadena montañosa de los Andes y el Pacífico. La zona en cuestión se distingue
por un bajo nivel de precipitación pluvial (menos de 100 mm en la escala anual).
Su parte sureña y central pertenecen a la periferia norte del desierto de Atacama,
una de las más áridas regiones de nuestro globo.
Al igual que en otras regiones de la costa peruana, también aquí el paisaje
está marcado por la presencia de los valles fluviales, integrantes de la sección final
34 Prehistoria del Perú Sur

Tabla 3. Los cambios climáticos en los Andes Centrales desde el Pleistoceno (según:
Cardich 1980 y Lanning 1967, Kauffmann Doig 2002) en comparación con los cambios
documentados en el territorio de Escandinavia.

Años Lanning 1967


Escandinavia Cardich 1980
a.C. Kauffmann Doig 2002
1000

SUBATLÁNTICO 2000 QUECHUA 1 QUECHUA 1


Neoglacial Neoglacial

3000
SUBBOREAL
4000
YUNGA YUNGA
POST
Optimum Optimum
GLACIAL
Climaticum Climaticum
ATLÁNTICO 5000 POST
GLACIAL

6000
BOREAL
JALCA
7000

PREBOREAL JALCA

8000

DRYAS 3

9000 ANTARRAGA JANCA 4

ALLERfD
ANTARRAGA JANCA 4

10000 AGUAMIRO
DRYAS 2 Interfase
Interstadial

BfLLING
AGUAMIRO
Interfase
11000 Interstadial

MAGAPATA JANCA 3

DRYAS 1 MAGAPATA JANCA 3


Józef Szykulski 35

de un vasto sistema de los valles montañosos, llamado Valles Occidentales, que


permiten el drenaje de los ríos de las vertientes occidentales de la Cordillera de los
Andes en el Pacífico. En sus desembocaduras, estos valles de la costa se ensanchan
formando más o menos extensos deltas fluviales. Es de mencionar que la mayoría
de los ríos son de carácter periódico y solamente los mayores, como, por ejemplo,
los ríos Colca-Majes-Camaná, Tambo u Osmore-Moquegua, son suficientemente
caudalosos para desembocar en el Pacífico durante todo el año o conservan en
sus cuencas por lo menos algunos ojos de agua. Es allí donde se encuentra una
abundante vegetación de tipo tropical o subtropical (Fig. 6).

Fig. 6. Valle de Yalaque, departamento de Moquegua; Oasis fluvial cerca


del pueblo Carrizal. Sobre los cerros se observa la ceniza volcánica

Fuera de estos oasis, la única fuente de humedad proviene de la garúa, preci-


pitación originada por la Corriente de Humboldt. En los sitios con determinadas
condiciones microclimáticas la concentración de la humedad provocada por la
garúa permite la formación de profusos oasis nebulosos denominados lomas (Fig.
7)10 cuya extensión varía periódicamente en la escala anual, dependiendo de las

10 Las lomas aparecen en toda la zona costera del Perú desde la ciudad de Trujillo (Departamento
de La Libertad) hacia el Sur.
36 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 7. Lomas cerca a Mollendo (XI/2009)

fases climáticas, Janca-Quechua. En otras partes de la costa la garúa condiciona


el desarrollo de algunos –muy resistentes a los períodos de sequía– líquenes y
gramíneas, sobre todo de la familia Tillandsia.
Las evidencias de la presencia humana en la zona litoral de la Costa Extremo
Sur se concentran principalmente en las áreas de los oasis fluviales, así como
también en las zonas donde existen o existían en el pasado los mencionados oasis
nebulosos, las lomas11.

2.2. Sierra

La zona de la sierra se caracteriza por una enorme variabilidad topográfica y cli-


mática. Se extiende aproximadamente entre 500 y 4900 metros sobre el nivel del
océano, abarcando los pisos ecológicos definidos como: Yunga, Quechua, Jalca y,
la más elevada, Puna (cf. Fig. 5). La topografía de la zona está formada por el ya
mencionado sistema de los Valles Occidentales que cortan las vertientes del oeste

11 En toda la costa peruana se observa una notable reducción en la superficie de las lomas duran-
te los últimos dos mil años. Este proceso se aceleró violentamente en las últimas décadas.
Józef Szykulski 37

del macizo andino. Estos valles difieren por su extensión, topografía, condiciones
climáticas, así como también por una flora y fauna muy variada. Además, son
frecuentemente aislados por inasequibles cadenas montañosas o planicies desér-
ticas, cubiertas con escombros de origen terciario. La mayor planicie de este tipo,
denominada Pampa Desértica, se encuentra cerca de la ciudad de Arequipa. Otro
elemento característico de la zona en cuestión son grandes lagunas y ojos de agua
de procedencia glacial.

Fig. 8. Vista panorámica del valle andino en la región de Pampacolca, departa-


mento de Arequipa. En el fondo el Nevado Coropuna

Lo que es común a toda la sierra andina son las estaciones del año: período
de lluvia y período seco. La temporada de lluvia abarca principalmente los meses
de diciembre hasta el fin de marzo. Se caracteriza por precipitaciones intensivas,
a veces torrenciales, que durante la época del fenómeno del Niño tienen forma de
tormentas cuya fuerza parece semejante a la del diluvio bíblico. Estas precipita-
ciones y la relativa humedad de los suelos durante todo el año causaron que los
valles montañosos junto con sus bordes fuesen un área principal de población en
la Costa Extremo Sur (Fig. 8). La presencia de agua facilitaba el desarrollo de la
agricultura intensiva y el pastoreo de llamas en las laderas de los valles. Con el
paso de tiempo, la introducción de sistema de andenería e irrigación favorecieron
la concentración de la población y, en consecuencia, la formación de las sociedades
complejas (Fig. 9).
38 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 9. Andenería prehispánica en el Valle del Colca, provincia de Caylloma,


departamento de Arequipa

2.3. Altas Montañas

La última de las mencionadas áreas geográficas de la Costa Extremo Sur, esa de


las altas montañas, incluye los terrenos localizados a altitudes superiores a 4900
metros. Se trata de la zona de nieve perpetua y los territorios, localizados más
abajo, recubiertos de escombros (Fig. 10). También aquí podemos observar el
ciclo de las estaciones del año que se diferencian ante todo por la intensidad de
las precipitaciones de nieve, así como también la transgresión y regresión de la
capa de hielo.
La presencia humana en esta zona fue esporádica, principalmente relacionada
con las ceremonias del culto, lo que confirman, relativamente numerosos en los
últimos años, hallazgos de los entierros rituales en las partes altas de los nevados
de la Costa Extremo Sur y las regiones vecinas. Basta con mencionar la famosa
momia Juanita encontrada en 1995 en el nevado Ampato, así como otros entierros
de carácter ceremonial descubiertos sobre los nevados Misti y Sara Sara (Chávez
Chávez 1998; Reinhard 2006). Todas estas evidencias datan del Horizonte Tardío,
es decir, del período de la dominación incaica.
Józef Szykulski 39

Fig. 10. Altas montañas en la región fronteriza entre Perú y Bolivia

Fuera de la Costa Extremo Sur, los más importantes entierros ceremoniales de


este tipo fueron registrados en el nevado Llullaillaco y en la región fronteriza entre
Chile y Argentina (Reinhard 1999). Se trata de momias de un niño y dos niñas.
También este hallazgo está relacionado con la dominación incaica en la región.
40 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO III
Historia de investigaciones y conceptos de
desarrollo cultural de la Costa Extremo Sur
Las investigaciones sobre el pasado de esta región se iniciaron ya al principio del
siglo XX (Leguía y Martínez 1912). No obstante, las primeras excavaciones de
carácter científico datan del año 1905, se trata de los trabajos llevados a cabo por
Max Uhle en las ruinas de la Quebrada de la Vaca, en la cuenca del río Chala, el
límite norteño de la Costa Extremo Sur (cf. Rowe 1954, 1956)12. Posteriormente,
Uhle realizó otras, más intensas investigaciones arqueológicas en la región de
Tacna y Arica.
Basándose en los resultados de estas labores, el investigador publicó un
trabajo titulado Arqueología de Arica y Tacna (1919), en el cual presentó su
visión de desarrollo cultural en la parte sureña del Perú y en el norte de Chile.
La secuencia elaborada por Uhle incluye siete períodos, desde la aparición del
hombre en la zona hasta el fin de la Época Prehispánica:
I. Período del Hombre Primordial; hasta el principio de nuestra era,
II. Período de los Aborígenes de Arica; primeros siglos de la era cristiana,
III. Período Contemporáneo con los Monumentos de Chavín; 400–600 d.C.,
IV. Período de Tiahuanaco; 600–900 d.C.,
V. Período de una Civilización Atacameña Indígena; 900–1100 d.C.,
VI. Período de una Civilización Chincha-Atacameña; 1100–1350 d.C.,
VII. Período de los Incas; de 1350 hasta la llegada de los españoles.
Este esquema, pese a lo correcto de la secuencia cronológica presentada, con-
tiene algunas suposiciones infundadas, como, por ejemplo, la hipotética influencia
del estilo Chavín en el desarrollo cultural en el norte de Chile, la cual, según la opi-
nión del investigador, se manifiesta en los materiales procedentes de Pisagua (Uhle
1919: 21-23). También, la influencia Chincha –observada por el investigador en la
alfarería del Período Chincha-Atacameño– tiene un carácter muy especulativo.
Lo mismo observamos en el caso del llamado Período del Hombre Primordial.
Uhle, analizando los inventarios líticos del sitio Playa Lisera y algunos conchales
localizados cerca de Taltal (al norte de Chile), los interpretaba erróneamente como

12 Las investigaciones en Quebrada de la Vaca en cierto modo presentaban la continuación de


anteriores trabajos realizados por Uhle en Acarí; Costa Sur del Perú.
Józef Szykulski 41

semejantes a los artefactos paleolíticos chelenses y musterienses conocidos de los


territorios europeos (Uhle 1919: 3). Esto fundamentó sus posteriores teorías de
muy remota cronología de algunos inventarios líticos del norte de Chile, como, por
ejemplo, del complejo lítico de Ghatchi, para el cual postulaba la edad de 38000
años (Le Paige 1963: 10)13.
Siguiendo con la problemática de la Época Precerámica, hay que subrayar
que las investigaciones sistemáticas sobre este período se iniciaron ya en los años
cincuenta del siglo XX con las excavaciones de Gerhard Schroeder en las cuevas
Arcata e Ichuña (1957). Para la región costeña el carácter fundamental tuvieron los
–realizados en la misma temporada– trabajos de Fedéric Engel y Edward Lanning
en Playa Chira y Pampa Colorada, así como también las posteriores investigaciones
de Gary Vescelius en Puyenca, Catarindo, Matarani, Mollendito y Punta Islay (cf.
Engel 1957; Lanning, Hammel 1961; Ravines 1972; Neira 1990, 1998)14.
En las décadas siguientes, se llevaron a cabo diferentes labores, tanto en la
sierra como en la costa. Una mención aparte merecen ante todo las excavaciones
en los sitios Toquepala 1, Toquepala 2 y Abrigo Caru, (Muelle 1971, Ravines
1967, 1972). Los trabajos en la cueva Toquepala 1 (departamento Tacna) fueron
iniciados en el 1960 por los ingenieros Richard Lage y Emilio Gonzáles García.
Sus resultados fueron divulgados el 26 de febrero de 1964 en un informe publicado
en el periódico “El Mensajero”. En 1963 el arqueólogo Jorge Muelle realizó las
primeras investigaciones sistemáticas en el sitio, identificando estratos culturales
con el material orgánico que entregó una temprana fecha 14C relacionada con el fin
del Pleistoceno. Al mismo tiempo se realizó la documentación y el análisis de las
pinturas rupestres del sitio, las primeras evidencias de este tipo registradas en la
parte sur del Perú. Las investigaciones en la zona fueron continuadas por Rogger
Ravines quien en 1967 efectuó las excavaciones en el vecino abrigo rocoso, deno-
minado Toquepala 2. En el sitio, identificó cinco niveles culturales con abundante
material arqueológico –en su mayoría puntas de proyectil– relacionado con tres
fases de ocupación del abrigo.
Es de mencionar que fueron precisamente Jorge Muelle (1971: 193) y Rogger
Ravines (1972; 1982: 124, 192) quienes como primeros advirtieron en sus publi-
caciones la existencia de semejanzas entre las más antiguas herramientas líticas de
Toquepala 2 y los materiales de la industria lítica Viscachani, registrada en el área
altiplánica de Bolivia (cf. Ibarra-Grasso 1955; Menghin 1956; Patterson, Heizer
1965). Además, los datos recuperados durante de las excavaciones en Toquepala
2 y en los abrigos rocosos A y B de Caru (Ravines 1967) fundamentaron la pri-

13 Trabajos posteriores permitieron revisar esta cronología y actualmente la edad de la industria


Ghatchi se estima a 12.000 BP (cf. Le Paige 1963; Nuñez 1980; Lynch 1974: 360).
14 Lamentablemente, Gary Vescelius nunca publicó resultados de sus investigaciones. Algunas
informaciones indirectas sobre el tema se encuentran en las publicaciones de Máximo Neira
Avendaño (1990, 1998) y Rogger Ravines (1972).
42 Prehistoria del Perú Sur

mera clasificación estratigráfica y cronológica de las puntas de proyectil del sur


del Perú (Ravines 1972).
El siguiente paso en las investigaciones sobre la problemática de la época
más temprana de la presencia humana en la parte sur del Perú presentan las exca-
vaciones realizadas por Máximo Neira Avendaño en Huanaqueros, Pintasayoc y
Sumbay (Neira 1990, 1998). Dichas labores proporcionaron una notable cantidad
de diferentes materiales líticos que sirvieron de fundamento para análisis tipoló-
gicos posteriores. Asimismo, gracias a la documentación de las pinturas rupestres
de Sumbay y Pintasayoc, aumentó el corpus de datos necesarios para el análisis
comparativo posterior, así como para la reconstrucción de técnicas de pintura,
formas de expresión gráfica, algunos aspectos de la vida cotidiana y simbólica
religiosa de este período.
En las últimas décadas, nuevos datos arqueológicos sobre la Época Precerá-
mica fueron suministrados por los trabajos realizados en los sitios precerámicos
de Ring/Anillo (Sandweiss et al. 1989), Asana (Aldenderfer 1990, 1998) y Villa
del Mar (Wise 1995) en el departamento de Moquegua, así como también por
las investigaciones en la Quebrada de los Burros (Tacna), Quebrada Jaguay 280
(Arequipa) y en Churajón, cerca de la ciudad de Arequipa (cf. Lavallée et al. 1999;
Sandweiss et al. 1998; Szykulski 2000). Los abundantes y bien documentados
materiales de Asana entregaron una serie de datos importantes para la elaboración
de la secuencia cronológico-tipológica de las principales formas de puntas de pro-
yectil del territorio de la Costa Extremo Sur. Paralelamente, las investigaciones
de Karen Wise en Villa del Mar formaron base para las investigaciones sobre la
expansión de la tradición funeraria Chinchorro del norte de Chile hacia la zona
costera del extremo sur peruano.
Desarrollando la problemática de las primeras evidencias de la cerámica tem-
prana encontradas en el área de la Costa Extremo Sur, hay que volver a mencionar
la persona de Gary Vescelius quien en 1960 –acompañado por Máximo Neira
Avendaño y Hernán Amat– realizó excavaciones en un sitio costero llamado Punta
Islay, en la Provincia de Islay, Departamento de Arequipa. Sus trabajos comproba-
ron, por primera vez, la existencia de la cerámica formativa en la parte sureña de
la República Peruana (Neira 1990). Posteriormente, las investigaciones de Neira
en la cuenca del río Majes y el descubrimiento por el mismo investigador de los
sitios con los materiales tipo Hachas (Neira 1990, 1998) confirmaron también la
presencia en esta parte del país de evidencias cerámicas, consideradas como unas
de las más antiguas de toda el área de los Andes Centrales (Riddell, Valdéz 1988;
Bischof 2000).
Las investigaciones de los últimos años también permitieron demostrar la
existencia en el extremo sur peruano de la cerámica formativa mucho más variada
de lo que anteriormente se suponía (cf. Neira 1998; Cardona 2002; Szykulski
2000; Szykulski, Díaz Rodríguez 2000). Además, ciertos hallazgos de la parte
Józef Szykulski 43

norteña de la Costa Extremo Sur sugieren, por lo menos según una parte de los
investigadores, que hasta la zona llegaron algunas directas influencias de las áreas
culturales Chavín, y lo que parece más probable, de Pucará (cf. Neira 1998: 26,
27; Cardona 2002; Feldman 1990).
Para los cronológicamente posteriores períodos de la prehistoria de Costa
Extremo Sur tuvieron carácter fundamental los trabajos realizados por Hans Die-
trich Disselhoff en la costa, entre los valles Chala y Osmore-Moquegua, así como
también las excavaciones de Herman Trimborn y Máximo Neira Avendaño en
Pampa Taimara y valle del Chala (Disselhoff 1981; Neira 1990, 1998)15. Estas
investigaciones comprobaron que el área de influencia de la cultura Nasca en la
parte sureña de los Andes Centrales fue más extensa de lo que antiguamente admi-
tía, así como también sirvieron de base para las indagaciones sobre el impacto de
la estilística Nasca/Nascoide en las culturas de la costa y la sierra del sur.
En el caso de las evidencias culturales relacionadas al Horizonte Medio y fenó-
meno Huari en está época, tanto en la misma zona de la Costa Extremo Sur como
también en otras regiones de los Andes Centrales, de mayor importancia fueron
los trabajos de investigación realizados por Dorothy Menzel sobre la secuencia
cronológica en el valle del río Mantaro y en la regiones central y sur de la costa
peruana. En su esquema Menzel dividió el Horizonte Medio en cuatro fases cro-
nológicas que reflejan la diversificación estilística y tecnológica de los materiales
arqueológicos (Menzel 1964, 1968). Estos trabajos constituyen la base para pre-
cisar la cronología de los materiales Huari documentados en la parte más sureña
del Perú. En algunos casos permiten también definir su origen geográfico de la
cerámica, o por lo menos de algunos motivos estilísticos.
Es de mencionar que en la Costa Extremo Sur los contextos culturales del
Horizonte Medio fueron documentados por primera vez por el gran autodidacta
y aficionado a la arqueología peruana, Monseñor Bernedo Málaga. Durante sus
excavaciones realizadas en 1943 en el valle del Churunga, distrito de Río Grande
(anteriormente Andaray) en la provincia de Condesuyos, encontró grandes urnas y
tejidos plumados. Julio César Tello, tras analizar esta cerámica, la clasificó como
perteneciente al estilo llamado Rucana, según la secuencia cronológico-tipológica
de la cerámica Nasca que fue postulada por el mismo incluye fases: Pre-Nasca
(denominada también Chanca), Nasca Clásico y Post-Nasca o Rucana (Neira 1998:
32; Linares Málaga 1987: 1465–147). Actualmente, gracias al esquema cronológi-
co-estilístico elaborado por Dorothy Menzel, podemos constatar que los materiales
de Churunga pertenecen al estilo Atarco, es decir, el estilo característico de las
evidencias arqueológicas del Horizonte Medio en la mayor parte de la costa sur
del Perú, con su área central en la región de Nasca, en el departamento de Ica.

15 Hay que recordar que Hermann Trimborn fue uno de los primeros que se dedicaron a la pro-
blemática de la Época Colonial en los Andes Centrales. El investigador realizó las excavacio-
nes en la iglesia colonial de Sama Antigua, en la costa sur (Trimborn 1981).
44 Prehistoria del Perú Sur

Las excavaciones de Bernedo Málaga en Churunga iniciaron una serie de


investigaciones sobre la problemática de las civilizaciones Huari y Tiahuanaco en
la parte más sureña del Perú. En este contexto, la mayor importancia tuvieron los
–posteriormente realizados en las cuencas de Majes-Camaná y Siguas– trabajos que
permitieron definir los límites de la presencia de los materiales Huari en la Costa
Extremo Sur (Neira 1998: 33; Linares Málaga 1987; García Márquez, Bustamante
1990; Szykulski 2000). Asimismo, las labores arqueológicas en la cuenca del río
Osmore-Moquegua y la extensa área al sur de ella permitieron caracterizar los
materiales Tiahuanaco presentes en la Costa Extremo Sur, como también formaron
base para distinguir las fases cronológico-estilísticas de estos materiales.
Las intensivas investigaciones del Programa Contisuyu16, desde hace dos déca-
das llevadas a cabo en el mismo valle del Osmore, indudablemente constituyen el
aporte más importante a la problemática. Los datos recuperados por el proyecto
permitieron definir el carácter de la ocupación Huari-Tiahuanaco en la región, así
como también formaron un punto de partida para el análisis del problema de rela-
ciones económico-políticas entre los dos centros culturales del Horizonte Medio
(cf. Bawden 1990; Goldstein 1985, 1990; Moseley, Feldman, Goldstein, Watanabe
1991; Pari Flores 1998; Williams, Isla 2002).
Para la Costa Extremo Sur, la característica del período que sigue al Horizonte
Medio, es decir, el Período Intermedio Tardío, fue por primera vez presentada por
el ya mencionado arqueólogo alemán Max Uhle (1919: 2). Uhle definía el Período
de una Civilización Chincha-Atacameña (que en su gran parte corresponde al
Período Intermedio Tardío) como una época de expansión de la cultura Chincha,
cuyo supuesto centro el investigador localizaba en los valles de la costa sur. Según
Uhle, las influencias de la cultura en cuestión abarcaban los terrenos desde el valle
del Cusco hasta Atacama.
Un concepto similar fue presentado por Ricardo Latcham (1938), pero este
autor mencionó algunas notables diferencias estilísticas entre los materiales del
valle del Chincha y hallazgos de Atacama (Latcham 1938: 239–243). Posterior-
mente, tanto Latcham como también otros investigadores manifestaron sus dudas
o rechazaron completamente el concepto de la expansión sureña de la civilización
Chincha (Kroeber 1944). Actualmente, el mismo concepto de la civilización o
imperio Chincha, mencionado únicamente por Garcilaso de la Vega (1942, libro
VI), es negado por la mayoría de los investigadores (Lanning 1967). Lo mismo
atañe a otros dos organismos políticos del Período Intermedio Tardío evocados
sólo por el cronista, es decir, los poderosos reinos Chuquismancu y Cuismancu.
De las posteriores investigaciones sobre el Período Intermedio Tardío merecen
la pena ser nombrados los trabajos realizados durante los años treinta y cuarenta

16 Programa Contisuyu fue realizado conjuntamente por arqueólogos estadounidenses y perua-


nos, con el apoyo financiero de Southern Peru Copper Corporation.
Józef Szykulski 45

del siglo XX en Casa-Patak, Churajón (Bernedo Málaga 1949) y Tres Cruces,


como también en los diversos sitios arqueológicos de las provincias Camaná y
Condesuyos (Morante 1941, 1942, 1946, 1965) por Monseñor Bernedo Málaga y
José María Morante. Estas labores permitieron diferenciar y definir las principales
culturas arqueológicas de la región Chuquibamba y Churajón (Kroeber 1944).
Las excavaciones efectuadas a continuación en la ciudad de Arequipa y sus
zonas vecinas aumentaron la cantidad de los materiales arqueológicos en su mayo-
ría relacionados con la cultura Churajón (Huanqui Hurtado 1970; Linares Málaga
1987; Belan 1981, 1987; Szykulski, Belan 1998). El material de estas investiga-
ciones formó la base para los análisis comparativos y las indagaciones sobre la
secuencia cronológico-tiopólogica de los materiales Churajón y Chuquibamba
(Lumbreras 1974; Neira 1990).
En el caso de la faja costera de la Costa Extremo Sur, la mayor importancia
para el conocimiento de las culturas arqueológicas del Período Intermedio Tardío
y, parcialmente también, del Horizonte Tardío, tuvieron los trabajos realizados por
Junius Bird y Wendell Bennett en el extremo norte de Chile, así como también las
excavaciones realizadas por Humberto Ghersi en la región de Ilo (departamento
Moquegua). Los primeros de los mencionados permitieron definir los límites cro-
nológicos de los, presentes también en el extremo sur peruano, materiales de
tipo Arica I/San Miguel y Arica II/Gentilar (Bird 1946, 1946a; Bennett 1946).
Asimismo, las investigaciones en la región de Ilo posibilitaron la descripción de
los inventarios de uno de los más importantes fenómenos culturales del Período
Intermedio Tardío en esta zona, es decir, de la cultura Chiribaya (Ghersi 1956). Los
trabajos mencionados iniciaron también una serie de indagaciones sobre las rela-
ciones de los materiales de la región costera del extremo sur peruano y el norte de
Chile con las evidencias presentes en la altiplanicie andina del Perú y Bolivia.
Con respecto al mismo período, también hay que mencionar los trabajos de
Hermann Trimborn (1985) sobre el sistema vial incaico, así como las investiga-
ciones realizadas en las últimas décadas por los proyectos arqueológicos inter-
nacionales Churajón y Condesuyos (Szykulski 1996, 1998, 1998a, 2000, 2002;
Ziółkowski, Belan 2000-2001).
Una gran importancia para las investigaciones arqueológicas sobre el Período
Intermedio Tardío y Horizonte Tardío en la Costa Extremo Sur la tuvieron además
algunos trabajos de los etnohistoriadores, ante todo las publicaciones de Guillermo
Galdos Rodríguez (1998, 1990, 2000), sobre la estructura política del actual depar-
tamento de Arequipa durante el Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, y de
Catherine J. Julien (1991) sobre la división política de Condesuyo en los tiempos
de la dominación incaica y al principio de la Época Colonial.
Recapitulando, podemos constatar que los resultados de las investigaciones
arqueológicas y etnohistóricas sobre la prehistoria de la Costa Extremo Sur moti-
varon que la mayoría de los investigadores formularan la opinión sobre la relativa-
46 Prehistoria del Perú Sur

mente pequeña dinámica propia del desarrollo cultural de esta región. Los mismos
investigadores supusieron que este desarrollo fue mayormente sujeto a los fuertes
impulsos o la directa colonización desde los centros de civilización localizados en
la cuenca del lago Titicaca o en la costa sur y central del Perú.
Max Uhle ya en sus publicaciones sobre la región Arica/Tacna expresaba esa
opinión sobre una importancia marginal de las evidencias de la ocupación humana
en la parte sureña del Perú:

…es que nunca había habido un período más antiguo que el de la civilización
de Tiahuanaco; la altiplanicie boliviana y las regiones al oeste, formaban el
dominio de tribus, de origen primitivo…
(Uhle 1919: 1)

Monseñor Bernedo Málaga, indudablemente influido por las publicaciones


de Artur Poznansky, uno de los precursores de las investigaciones en Tiahuanaco
(Poznansky 1937), apoyaba la idea de las fuertes vinculaciones entre la sierra del
extremo sur peruano con el área circuntiticaca. Muchas de las teorías sobre la inten-
sidad y el carácter de estas vinculaciones, propagadas por el mismo investigador
y sus partidarios, se encontraban fuera de las limitaciones de la verificación cien-
tífica. Se trata aquí, ante todo, de la existencia de la llamada cultura (civilización)
Puquina con su centro político localizado en el descubierto por Bernedo Málaga
conjunto urbano Churajón. Basándose en las publicaciones de Poznansky (1937),
como también de Rivet y Crequi-Montfort (1926), Bernedo Málaga establecía las
vinculaciones no sólo culturales, sino también lingüísticas entre los constructores
del conjunto urbanístico de Churajón y la tribu Uru –o Uru-Puquina, según otros
autores– que hasta la fecha puebla algunos enclaves en las orillas del lago Titicaca
(Bernedo Málaga 1949: 35–102)17.
El investigador norteamericano Gary Vescelius, apoyándose es sus propias
investigaciones, caracterizaba a la Costa Extremo Sur como una región de impor-
tancia marginal, representada por las culturas atrasadas, donde perduraron múltiples
elementos arcaicos, los cuales en otras regiones desaparecieron ya en los períodos
anteriores:

…Constituía una región «marginal», es decir de culturas atrasadas en las


cuales sobrevivían muchos elementos arcaicos que desaparecieron en otras
partes de la costa, en una época temprana…
(Vescelius 1960)

17 La teoría mencionada desató una fuerte polémica en los años treinta del siglo pasado, durante
la cual algunos adversarios usaban la argumentación fundamentada en las teorías raciales de
fascismo; cf. polémica entre Suárez Polar y Luis Valcárel, El Deber, Arequipa, 30.12.1933).
Józef Szykulski 47

Una opinión parecida fue expresada también por Luís Lumbreras en su tra-
bajo titulado Los Reinos post-Tiawanaku en el Área Altiplánica (1974). El autor
describe la región montañosa de la Costa Extremo Sur como un enclave del área
cultural de la cuenca del lago Titicaca. Asimismo, a la costa del Pacífico el inves-
tigador la definió como zona de carácter marginal, sujeta a la costa de los Andes
Meridionales:

…totalmente dependiente del altiplano del Titicaca, aun cuando mantiene


rasgos particulares, quizá ligados a un desarrollo más bien marítimo que
agrícola. A lo largo de este territorio, hasta muy avanzada nuestra era, el
nivel de desarrollo no había sobrepasado las condiciones que en los Andes
Centrales se reconocen con el nombre de Arcaico, resultando de este modo
que mientras en los Andes Centrales se estaba en pleno florecimiento de
sociedades urbanas como la de Moche, Nasca o Tiawanaku, en esta región
se mantenía un desarrollo marginal de bajo nivel tecnológico…
(Lumbreras 1974: 74, 75)18

Sin intención de negar las fuertes vinculaciones culturales de la sierra de la


Costa Extremo Sur con la altiplanicie andina del Perú y Bolivia, aceptando las
relaciones culturales de la costa del extremo sur peruano con las regiones ubicadas
más al Norte y al Sur, es preciso subrayar que las investigaciones últimamente
realizadas indican la existencia de una dinámica de desarrollo cultural, especifica
y propia únicamente del área en cuestión.
Esta opinión viene respaldada también por los numerosos datos arqueológi-
cos recuperados en el transcurso del Proyecto Churajón, realizado por un gremio
internacional en los años 1999-2002.

18 Parece que esta opinión es válida únicamente para algunos enclaves de la costa del norte de
Chile donde, según las relaciones del cronista Gerónimo de Bibara (cf. Hidalgo 1971: 10),
los grupos de cazadores-recolectores de la familia lingüística araucana sobrevivieron hasta el
principio de la Época Colonial.
48 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO IV
Trabajos de investigación del
Proyecto Churajón de 1993 a 2002
1. Ubicación y característica de la zona de investigación

El conjunto prehispánico de Churajón fue descubierto en abril de 1931 por el


aficionado en arqueología Monseñor Bernedo Málaga. En el año 1933 se reali-
zaron las primeras excavaciones en la zona (Bernedo Málaga 1949). El conjunto
está localizado aproximadamente a 60 kilómetros al Sureste de Arequipa, en el
Distrito de Polobaya, Provincia y Departamento de Arequipa, parcialmente abar-
cando también el territorio del vecino departamento de Moquegua (Fig. 3); latitud
sur 16o32’/16o45’, longitud oeste 71o15’/71o22; U.T.M. Norte 81-48/81-64, Oeste
2-50/2-58 (Carta Geográfica Nacional, No. 34-t “Puquina“).

Fig. 11. Zona del conjunto prehispánico de Churajón. Vista aérea de las quebradas
Segache y Corabaya-Tasata (Cortesía: Servicio Aerofotográfico Nacional, Lima)
Józef Szykulski 49

Se trata de un terreno montañoso, ubicado a una altitud de entre 2700 y 3400


metros sobre el nivel del mar, en las zonas afluentes de las quebradas de Segache
y de Corabaya, que a la altura del pueblo Tasata adopta el nombre de la quebrada
de Tasata. La topografía del terreno está marcada por barrancos y cañones profun-
dos que periódicamente se llenan de agua (Fig. 11)19. La vegetación en la zona es
típica de las regiones semidesérticas y está constituida por gramíneas, arbustos y
diferentes tipos de cactáceas (Fig. 12). En el fondo de los valles también crecen los
árboles, en su mayoría representados por, ajenos a la flora suramericana, eucaliptos
Eucalyptus globulus Labill.
El límite norte del conjunto lo forman las ruinas de Maucallacta, cerca de Polo-
baya. En la dirección sur las evidencias arqueológicas tipo Churajón desaparecen
aproximadamente a la altura de la quebrada Amarcanqui, a 4 kilómetros al Sur de
Santuario de Chapi. El límite occidental está definido por la carretera Arequipa -
Santuario de Chapi y el oriental está marcado por las laderas de la cadena de los
cerros localizados al lado izquierdo de la quebrada Corabaya-Tasata, es decir, ya
dentro del departamento de Moquegua.
En toda la zona de Churajón, al igual que en otras regiones de los departamen-
tos de Arequipa y Moquegua, se observan huellas de actividad sísmica y volcánica.
El estrato de la ceniza volcánica procedente de la erupción del Huaynaputina en
el año 1600 (Echevarría y Morales 1600; Barriga 1951) hasta hoy en día cubre
una gran parte de las ruinas y terrazas agrícolas.
Lo característico de Churajón son miles de hectáreas de terreno montañoso
cubierto por antiguas ruinas y terrazas agrícolas junto con un extenso sistema
de reservorios y canales (Fig. 13). El patrón arquitectónico de las estructuras,
así como también el material arqueológico recuperado durante las excavaciones,
confirman que se trata de las evidencias relacionadas con el Período Intermedio
Tardío, proyectándose hasta el Horizonte Tardío (Bernedo Málaga 1949; Neira
1990, 1998; Ramos, Díaz 1998; Szykulski 1998, 2000, 2000a, 2008; cf. también:
Gasparini, Margolies 1980).
Sin ninguna duda, las actividades humanas realizadas en estas dos últimas
épocas prehispánicas, de forma drástica cambiaron la antigua topografía del terreno.
Los trabajos de nivelación, la construcción de terrazas y sistema de irrigación
influyeron en las condiciones microclimáticas de la zona, como también borraron
la mayoría de los vestigios de ocupación anterior. Por eso, la reconstrucción de
las evidencias culturales anteriores al Período Intermedio Tardío –principalmente
estas de la Época Precerámica y Formativa– se basa en las relativamente escasas
evidencias culturales conservadas sobre las eminencias de algunos cerros y en las
partes bajas de las quebradas. Es decir, en los sitios poco asequibles donde los
trabajos de construcción se realizaron únicamente de forma limitada.

19 En la región el período de lluvias dura desde la mitad de diciembre hasta el fin de marzo.
50 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 12. Zona arqueológica de Churajón. Visto desde las ruinas del
Centro Administrativo-Residencial

Fig. 13. Churajón Valle de Segache. Cerro Torre Ccasa con un centro defensivo a la
cumbre. Vista de las ruinas del Centro Administrativo-Residencial
Józef Szykulski 51

2. Churajón en el Período Intermedio Tardío

2.1. Arquitectura

El patrón arquitectónico de Churajón se presenta muy homogéneo, tanto en lo


que concierne a la forma de las estructuras, su localización y la organización del
espacio, como también a la misma tecnología de construcción de los edificios.
El elemento más característico de la zona lo constituyen centros habitacionales,
fortificados, localizados sobre los cerros, a ambos lados de las quebradas Segache
y Corabaya/Tasata. Entre estas áreas urbanas las más extensas son denominadas:
Centro Administrativo-Residencial20, Torre Ccasa, Gentilar, Mollebaya, Parasca
y Wratislavia. El nombre del último de los mencionados proviene de la ciudad
Wratislavia (Wrocław), ubicada al occidente de Polonia (Fig. 14, 15)21.

Fig. 14. La zona arqueológica de Churajón; Localización de los


principales centros urbanos

20 Sobre la Carta Geográfica Nacional, No. 34-t “Puquina” aparece el nombre de Ruinas Sahua-
ca. Los pobladores de la zona lo nombran Pueblo Viejo.
21 Se trata de una de dos cumbres (sin nombre) del cerro Sahuaca. Para facilitar los trabajos de
documentación lo hemos denominado Cerro Wratislavia (Fig. 14).
52 Prehistoria del Perú Sur

Dentro de todas las áreas habitacionales de Churajón constatamos la presen-


cia de rampas, edificios, patios y otras estructuras con muros –conservados hasta
la altura de 3 metros– construidos de piedra canteada y cimentados con greda.
Esporádicamente aparecen también muros de adobe que dividen el espacio de
la construcción en dos zonas (Fig. 16, 17). Parece que esta división del espacio
por el muro de adobe presenta una adaptación relacionada ya con otro momento
histórico, posterior a la misma construcción del edificio.
La forma más típica de la composición arquitectónica del conjunto fue la
kancha, es decir, un grupo de estructuras rectangulares dispuestas alrededor de
una plaza central (Gasparini, Margolies 1980). Los edificios –principalmente de
un solo espacio son de plantas trapezoidales y rectangulares; esporádicamente
aparecen también construcciones con muros redondeados. Varias estructuras pre-
sentan huellas de modificaciones realizadas entre el Período Intermedio Tardío y
el principio de la Época Colonial. Así pues, en diferentes edificios se observa que
algunas entradas fueron tapiadas y en otras partes del muro fueron construidas
unas aberturas nuevas, tal vez de otra forma, relacionada ya con otro concepto
arquitectónico. Las mismas puertas y ventanas tienen formas rectangulares o tra-
pezoidales, sin embargo, la rectangular parece mucho más común.
Los trabajos de investigación realizados en Churajón permitieron confirmar
que todos los edificios fueron cubiertos con techos de paja (ichu) o caña a dos aguas.
Algunos restos de techos de este tipo –procedentes del fin del Horizonte Tardío
y principio de la Época Colonial– fueron registrados durante las excavaciones
realizadas en algunos sectores del Centro Administrativo-Residencial (Szykulski
1996, 1998, 2000).
Adyacentes a los centros –sobre las plataformas allí localizadas– se encuentran
las necrópolis constituidas por tumbas subterráneas en forma de pozos y por chu-
llpas, torres sepulcrales de piedra o de adobe. Más abajo se localizan las extensas
terrazas agrícolas que recubren casi todos los desmontes de los cerros.
Las excavaciones realizadas dentro de los centros urbanos demostraron que
las terrazas aprovechadas para la construcción de edificios carecen del estrato de
humus. Además, la mayoría de las construcciones allí ubicadas tienen en su interior
un sistema de muros y drenajes que refuerzan las terrazas, protegiéndolas de las
lluvias torrenciales. Todo eso confirma que estas terrazas no fueron erigidas para
actividades agrícolas, sino diseñadas como áreas de urbanización, es decir, cons-
trucción de los edificios, rampas y plazas.
Los datos arqueológicos y resultados de análisis arquitectónicos permiten
constatar que el conjunto prehispánico de Churajón y, probablemente, la vecina
Maucallacta fueron construidos de una vez, es decir, en una sola fase de construc-
ción bien planificada, sin importantes antecedentes arquitectónicos en la región.
Este concepto novedoso permitía fortificar y aprovechar al máximo el espacio
disponible. Naturalmente, con el paso de tiempo, el conjunto de Churajón sufrió
Józef Szykulski
53

Fig. 15. Churajón; El plano del centro urbano Parasca (autor: Paúl Álvarez).
54 Prehistoria del Perú Sur

modificaciones y fue ampliado, sin embargo, en su forma principal se conservó


hasta el principio de la Época Colonial.

Fig. 16. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 105 antes de excavación.

Cabe mencionar que el específico patrón arquitectónico del conjunto, es decir,


la concentración de los centros habitacionales sobre un espacio relativamente limi-
tado junto al hecho de que las partes elegidas para la construcción de la andenería
agrícola estuvieron conectadas por un sistema de canales de riego22 sugieren que
toda el área de Churajón formaba una unidad político–económica (reino o confe-
deración). Además la misma localización de los centros habitacionales sobre las
cumbres y su indudable carácter defensivo parecen ser una respuesta de la sociedad
frente a una situación geo-política muy “complicada” en esta parte de los Andes
Centrales durante del Período Intermedio Tardío (cf. Lumbreras 1974).

2.2. Agricultura

Tomando en consideración los tipos de manejo de agua dentro del área agrícola
del conjunto prehispánico Churajón, podemos distinguir dos formas de uso del
espacio agrario. La primera, abarcaba las tierras de cultivo conectadas al sistema
de riego, que podemos denominar descendente, es decir, formado por los canales

22 Naturalmente, una excepción a esta regla constituye el centro habitacional y el sistema de


andenería de Maucallacta, cerca de Polobaya, localizado aproximadamente 8 kilómetros más
al norte (Szykulski 2000: Fig. 3).
Józef Szykulski 55

localizados por encima del sistema de andenes (Bernedo Málaga 1949; láminas
XXXVII y XXXVIII; fot. 7, 9).
Parece que únicamente una pequeña parte del área agraria fue conectada a este
sistema. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que la devastación del sistema de
irrigación, así como las cenizas procedentes de la erupción del Huaynaputina que
hasta hoy en día cubren una gran parte de la los canales, no permiten calcular un
porcentaje exacto del terreno perteneciente al sistema de riego en cuestión. Además,
a causa de diferentes obras de mejoramiento de infraestructura de riego realizadas
en la cuenca del río Tambo en los últimos dos siglos, tampoco podemos definir
si el sistema de riego de Churajón era capaz de proporcionar agua durante todos
los meses del año. En el caso tangible, el relativamente corto período vegetativo
característico de esta zona climática, ubicada entre los trópicos de Capricornio y
Cáncer, permitía hasta tres o cuatro –según el tipo de cultivo– cosechas anuales.
Parece que este limitado terreno conectado al sistema de riego servía principal-
mente para el cultivo de verduras, es decir, plantas de un período de conservación
bastante corto.

Fig. 17. Centro Administrativo-Residencial,


Estructura 105 durante las excavaciones

Otra forma de uso de las áreas agrarias fue practicada sobre las terrazas que
no estaban directamente conectadas al sistema del riego. Esto implicaba que las
56 Prehistoria del Perú Sur

actividades agrarias estaban condicionadas por la presencia de precipitaciones, así


que podían ser desarrolladas sólo en el período de lluvias (diciembre-marzo) y algu-
nas semanas después cuando los suelos conservaban todavía suficiente humedad.
Naturalmente, las terrazas localizadas en las partes bajas de los valles –gracias a
la sombra y el agua infiltrada por las terrazas confinadas más arriba– mantenían
la humedad durante más tiempo. Sin embargo, en cada caso el uso de estos terre-
nos agrarios fue posible no más que por seis o siete meses. Durante el resto del
año, el área mencionada podía ser aprovechada únicamente para el pastoreo de
llamas y alpacas que se alimentaban con restos de plantas cultivas y xerófitas de
la región.
La agricultura en Churajón del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tar-
dío, como en toda la zona hasta 3500 metros sobre el nivel del mar de los Andes
Centrales, se basaba en el cultivo del maíz (Lanning 1967). Parece que este cultivo
ocupaba el área de estas terrazas no conectadas al sistema de riego. El consumo de
maíz está indirectamente confirmado por numerosos morteros/batanes registrados
durante las investigaciones en el conjunto. En el Período Intermedio Tardío y
Horizonte Tardío los batanes gastados se aprovechaban como tapas de las tumbas.
Las evidencias de esta práctica fueron halladas en los entierros 15, 23 y 27 del
montículo 2 y la tumba 4 del montículo 3. Ambos montículos están localizados
directamente al norte del Centro Administrativo-Residencial. Los morteros/batanes
se encontraron también en los entierros 1 y 3 del sector 2 del mismo centro urbano.
Parece que la presencia de los morteros/batanes en los entierros no fue casual, sino
formaba un importante elemento de la práctica funeraria de esta época.
Además, la presencia de ollas de cerámica usadas para tostar el maíz, así como
también los hallazgos de choclos en algunos contextos sepulcrales (p.ej.: tumbas 7
y 23 del montículo 2 y sepultura 16 del montículo 3) confirman la gran importancia
de esta planta en la economía agraria de Churajón.
Su significado especial también para el culto religioso (¿ceremonias de la
fertilidad?) corroboran los trabajos de excavación realizados en la estructura 105
(sector 1) del Centro Administrativo-Residencial donde se encontró una cajilla
de lajas que contenía hojas de coca y maíz quemado (Fig. 18). Otra cajilla con el
maíz quemado se encontró en la parte oriental del montículo 2, adosada al muro
este de la chullpa A (Fig. 19). En este caso se trata de un hallazgo relacionado con
la dominación incaica (Horizonte Tardío)23. Sin embargo, este elemento del culto
perduró en el extremo sur peruano hasta la Época Colonial, lo que confirman entre
otros los trabajos de investigación realizados en las orillas del lago de Salinas,
provincia de Arequipa (cf. Szykulski, Andrade Sonco 1998).

23 Es de subrayar que en los contextos arqueológicos del Horizonte Tardío en Churajón se obser-
va la continuación de las tradiciones del Período Intermedio Tardío. Esto sugiere que también
las tradiciones del culto religioso fueron perpetuadas.
Józef Szykulski 57

Fig. 18. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 105; Depósito ofrendario

Fig. 19. Montículo 2, chullpa A; Depósito ofrendario con el maíz quemado


58 Prehistoria del Perú Sur

2.3. Costumbres funerarias

Analizando las costumbres funerarias practicadas en Churajón en el Período Inter-


medio Tardío, podemos constatar que la forma más común del entierro fue la de
pozo de planta circular. Sus bordes fueron reforzados por un anillo de piedras
sobre el cual se apoyaban las lajas que sellaban la tumba. En muchos casos la
construcción fue rodeada por un anillo de piedras adicional, ubicado varios centí-
metros más arriba de la tapa del entierro (Fig. 20). Los difuntos fueron depositados
separadamente, en posición fetal24. Dentro de la mayoría de las tumbas se pudie-
ron encontrar contextos funerarios, principalmente compuestos de cerámica, casi
siempre del estilo Churajón. La deposición de otros elementos, como adornos u
objetos de uso cotidiano, p. ej., tupus, fue raramente registrada.

Fig. 20. Montículo 2. Tumba en forma de un pozo circular reforzado


por una hilera de piedras; Período Intermedio Tardío

24 Se trata de una posición muy característica de casi toda la región andina. Al difunto lo co-
locaban sentado con la cabeza inclinada sobre el pecho, las piernas y los brazos doblados y
recogidos hacia el centro del pecho.
Józef Szykulski 59

La forma de entierro descrita más arriba parece constituir la principal durante


todo el Período Intermedio Tardío, no sólo dentro de este conjunto arqueoló-
gico, sino también sobre todo el territorio de la cultura Churajón (cf. Belan 1981;
Morante 1941; Huanqui Hurtado 1970; Szykulski, Belan 1998; Szykulski 2001).
En el mismo Churajón se presenta masivamente debajo de los montículos 1-4
ubicados al norte del Centro Administrativo-Residencial, en los extremos este y
oeste del mismo Centro, así como dentro de otras áreas habitacionales.
La presencia de tumbas dentro de estas áreas habitacionales parece tener una
naturaleza doble. Por un lado, hay que suponer que es resultado de la ampliación
de los espacios residenciales. Por otro, los entierros ubicados dentro de los edificios
pueden corroborar la costumbre de enterrar a los muertos dentro de las casas. Esta
práctica es bastante común en la región de los Andes. En el caso de Churajón,
las excavaciones en el sector 2 del Centro Administrativo-Residencial revelaron
sepulturas en forma de pozo dentro de los edificios 201 y 202. Sus tapas formaban
partes del piso de los edificios, lo que permite presumir que los usuarios de las
construcciones eran concientes de la existencia de los entierros. Una situación
similar fue registrada también en la estructura 105 en el sector 1 del mismo centro.
Allí, dentro de la edificación se descubrió una tumba en forma de pozo, cavada en
el suelo rocoso. El cisto de este entierro, que probablemente fue saqueado todavía
en los tiempos prehistóricos o al principio de la Época Colonial, fue posteriormente
rellenado con escombros por los habitantes del edificio.
Es posible que tanto las estructuras 201 y 202 como la 105, al principio tuvie-
ran más bien función ceremonial y sepulcral que la habitacional. Esto parece ser
confirmado por la presencia en la esquina noroeste de la estructura 202, debajo del
piso, de un cántaro grande de almacenamiento rodeado por un anillo de piedras, así
como por el hallazgo de dos vasijas en la esquina sureste de la construcción 201
(Fig. 21). En ambos casos, los recipientes probablemente sirvieron de ofrendas.
Analógicamente, la mencionada unas líneas más arriba cajilla de lajas, ubicada
en la parte norte de la estructura 105, contenía además del maíz tostado, también
tres cuencos campaniformes colocados boca abajo. El mismo hecho de encontrar
en Churajón las vasijas enteramente preservadas es más bien excepcional. Su
presencia dentro de las estructuras 201, 202 y 105 apoya la hipótesis sobre otra,
no habitacional función de estos edificios. Sin embargo, en el caso de la unidad
105 parece cierto que al principio de la Época Colonial, y probablemente también
ya en el Horizonte Tardío, fue utilizada como vivienda.
Dejando por el momento de lado el propio análisis de formas cerámicas y
motivos ornamentales de las piezas de alfarería encontradas en los entierros de
Churajón, hay que acentuar dos elementos básicos, relacionados al rito funerario
de aquella época y presentes en todas las necrópolis del conjunto. En primer lugar,
entre los recipientes de cada ajuar se encuentra por lo menos uno intencionalmente
perforado. En algunos casos el orificio fue sellado con una tapa cerámica. Evi-
60 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 21. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 201. Ofrendas depositadas en la


esquina sur-este del edificio. Debajo del piso se localizó tumbas de la cultura Churajón

dencias similares a estas son conocidas de las excavaciones realizadas en Sachaca


Fernandini, Colegio Nacional de Independencia Americana, Campus de la Univer-
sidad Católica de Santa María y otros cementerios prehispánicos de la región. Así
que podemos suponer que en todos estos casos se trata de una práctica específica,
parte del rito funerario.
El segundo elemento muy característico de los entierros de Churajón es la
presencia de las miniaturas de cerámica no cocida (Fig. 22), a veces con la super-
ficie pintada en rojo-naranja. Este, hasta el momento poco documentado, elemento
de los inventarios funerarios de la cultura Churajón, fue registrado durante los
trabajos sistemáticos de los montículos 2–4, así como en todas las necrópolis de
la región. Hay que subrayar que la existencia de miniaturas de cerámica no cocida
fue confirmada no sólo dentro de los entierros del Período Intermedio Tardío, sino
también de las estructuras fechadas en el Horizonte Tardío y hasta el principio
de la Época Colonial25. Estos hallazgos aparecieron tanto dentro de las tumbas de

25 Las miniaturas de cerámica colonial, que sirvieron de ofrenda depositada dentro de una pla-
taforma precolombina en Ceneguillas I, a orillas del lago Salinas, podían ser una tardía remi-
niscencia de esta costumbre (Szykulski, Andrade Sonco 1998: 439).
Józef Szykulski 61

Fig. 22. Montículo 2, tumba 18. Entre las ofrendas


se documentó las vasijas no cocidas

tamaño reducido, que podían ser entierros infantiles, como también dentro de las
que sin duda pertenecían a los adultos. Por eso, sin rechazar la posibilidad de que
en ambos casos se trate de los juguetes de niños, hay que admitir que la mayoría
de estos descubrimientos debió ser vinculada a las prácticas del rito funerario.
Con el Período Intermedio Tardío hay que relacionar también la mayoría
de las construcciones sepulcrales en forma de torres, denominadas chullpas. Las
chullpas son elemento tan característico de toda la parte sur del Perú, sobre todo
del área circuntiticaca, que fueron mencionadas ya por algunos cronistas de la
Época Colonial:

…por las vegas y llanos cerca de sus pueblos estaban las sepulturas destos
indios, hechas como pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola
y otras de piedra y tierra, algunas anchas y otras angostas…
(Cieza de León 1945: 315, 316)

De todas las relativamente numerosas chullpas cuadrangulares de piedra (Fig.


23) y cilíndricas de adobe (Fig. 24), son estas últimas las que hay que relacionar
con el período que precede la dominación incaica en la zona. Tal posición cro-
62 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 23. Churajón, Cerro Torre Ccasa. Chullpa de piedra; Horizonte Tardío

nológica fue confirmada, entre otros, por las excavaciones realizadas dentro de
las torres Mb. 1-Mb. 3, localizadas en la ladera sureste del cerro Mollebaya en
Churajón (Fig. 14). Debido a la destructora actividad de los saqueadores de tum-
bas, los trabajos de investigación no pudieron proporcionar ningún material que
fuera marcador cronológico perfecto. Sin embargo, en el curso de estos trabajos
se localizaron dos, parcialmente destruidos entierros en forma de pozo, adosadas a
una de las chullpas y dentro de un espacio intencionalmente nivelado cuyo punto
central constituía esta construcción de adobe. Las sepulturas contenían escasos
fragmentos de cerámica Churajón. Podemos suponer que las dos tumbas están
directamente relacionadas al período de la construcción o, más bien, utilización
de la chullpa. Sin duda, este es un ejemplo de la costumbre de sepultar alrededor
de un entierro central a los difuntos de la misma familia o clan, situados más
abajo en la jerarquía social.
El análisis de la composición de los adobes de las chullpas Mb.1–Mb.3 demos-
tró que su masa contiene una gran cantidad de fragmentos de la cerámica estilo
Churajón junto a pocos pedazos de la alfarería Colla y, probablemente, Huari, lo
cual nos permite constatar que las chullpas de adobe no pudieron ser construidas
antes del Período Intermedio Tardío. Además, la falta de los fragmentos vincu-
Józef Szykulski 63

Fig. 24. Churajón, Cerro Mollebaya. Chullpas de adobe; Período Intermedio Tardío

lados al período de la dominación incaica pone en cuestión el hecho de que las


chullpas daten del Horizonte Tardío, aunque tampoco excluye esta posibilidad de
forma tajante.
Algunos datos adicionales, respecto a la posición cronológica de las chullpas
Mb.1-Mb.3, fueron proporcionados por las investigaciones realizadas en 1958 por
la expedición arqueológica de la Universidad de Tokio. Se trata de una muestra
recuperada de una viga de madera aprovechada en la construcción de una de las
torres. El análisis 14C arrojó la fecha de 540+/-70 BP (GaK–108)26 que corresponde
al siglo XIV/XV de nuestra era, es decir, el final del Período Intermedio Tardío
(Kigoshi, Tomikura, Endo 1962). Así, gracias a este análisis disponemos de un
terminus ante quem para la construcción de las chullpas de adobe.
No obstante, la pregunta si las torres funerarias son un elemento propio de la
cultura Churajón o un préstamo posterior queda sin respuesta. No podemos olvidar
que en todos los cementerios –estudiados hasta la fecha– con materiales pertene-
cientes a esta cultura predominan otras formas de construcciones funerarias (cf.

26 Es la primera de las dos dataciones 14C efectuadas hasta la fecha para los materiales de Chu-
rajón (Szykulski 1996: 207).
64 Prehistoria del Perú Sur

Belan 1981; Morante 1941; Szykulski, Belan 1998; Huanqui Hurtado 1970). Las
chullpas como un elemento específico de la arquitectura sepulcral tampoco fueron
aprovechadas por la cultura Mollo de Bolivia que, según algunos investigadores,
pudo influir en la formación del fenómeno cultural denominado Churajón, (cf.
Rydén 1957; Ponce Sangines 1957). Sin embargo, las torres funerarias aparecen
comúnmente en la parte sur y suroeste de la cuenca del lago Titicaca (Fig. 25).

Fig. 25. Sillustani cerca de Puno; Chullpas de piedras elaboradas, Horízonte Tardío

Las evidencias citadas más arriba parecen indicar que la chullpa como una
forma de entierro apareció en el territorio de la cultura Churajón no antes de la
última fase del Período Intermedio Tardío. Esta hipótesis viene respaldada por el
análisis de las escasas evidencias cerámicas de los contextos funerarios procedentes
de las tumbas que rodeaban una de las torres. Se trata de unos cuencos clasificados
como material tardío en el contexto de la cerámica Churajón. Si esto es cierto,
podemos suponer que la costumbre de enterrar a los difuntos en las torres funerarias
constituye un préstamo, un fruto de contactos con las áreas culturales ubicadas en
la cuenca del Titicaca, precisamente, con el territorio Colla considerado el origen
de las chullpas.
Una gran parte de los investigadores consideran que la génesis de estas cons-
trucciones fue producto de la expansión de los pueblos Hak’e-aru que hablaban el
aymará (cf. Rydén 1947; Tschopik 1946; Trimborn 1967; Ibarra-Grasso, Querejazu
Józef Szykulski 65

Lewis 1986). Sin embargo, a la luz de las evidencias arqueológicas, parece poco
probable que algunos nuevos grupos provenientes del área del Titicaca poblasen
la región de Churajón durante el Período Intermedio Tardío. Contra esta teoría de
la migración de grandes grupos humanos argumenta la pequeña cantidad de mate-
riales cerámicos pertenecientes a otros estilos que este de Churajón encontrados
dentro del complejo (cf. Neira 1998; Szykulski 1996, 1998, 2000a). Hasta la fecha,
en la zona se registraron solamente escasos fragmentos cerámicos Chuquibamba,
Colla (Kollau) y Chiribaya, que no parecen vinculados con el Período Intermedio
Tardío (cf. Capítulo V.2.4.).

2.4. Otras evidencias culturales en el conjunto Churajón


a. Chuquibamba

Escasos fragmentos de la cerámica Chuquibamba (Kroeber 1944) registrados den-


tro del conjunto arqueológico de Churajón son en su mayoría hallazgos superficia-
les. Su presencia fue confirmada dentro de las ruinas sobre los cerros Mollebaya,
Torre Ccasa y Wratislavia. Además, algunas piezas fueron recuperadas durante la
prospección y los trabajos de sondeo efectuados al Norte de Churajón, en Mau-
callacta, cerca de Polobaya.
Es de resaltar la ausencia total del componente Chuquibamba dentro de los
estratos vinculados al Período Intermedio Tardío estudiado en Churajón. Esporá-
dicamente, los materiales Chuquibamba se hallaron dentro de las capas del Hori-
zonte Tardío junto al material incaico, p. ej., en las trincheras I y II en el Centro
Administrativo-Residencial. Además, algunos elementos decorativos, al parecer,
derivados de la ornamentación Chuquibamba, aparecieron sobre los tiestos incaicos
de la tumba no. 1, en la sección E de la trinchera I. Se trata del material conocido
bajo el nombre de Chuquibamba-Inca cuyo elemento característico constituye un
ornamento en forma de estrella de ocho puntas (Fig. 26). Según algunos investiga-
dores este motivo tuvo su génesis en la ornamentación Nasca (Neira 1990: 139).
Los resultados de los trabajos arqueológicos permiten suponer que en el
Período Intermedio Tardío las influencias de la cultura Chuquibamba en la región
de Churajón eran débiles o aun nulas. Los materiales de proveniencia Chuquibamba
aparecieron aquí en el Horizonte Tardío, lo que sin duda fue relacionado con la
expansión del Tawantinsuyu.

b. Colla/Kollau

Al igual que los materiales Chuquibamba, las evidencias tipo Colla (Tschopik
1946; Lumbreras 1974: 66) en Churajón son escasas. La cerámica de está cultura,
a veces denominada Kollau (Tschopik 1946), fue principalmente registrada en la
66 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 26. Centro Administrativo-Residencial, trinchera I (sección E).


Contenido de la tumba 1; período de la dominación incaica
Józef Szykulski 67

superficie del conjunto, lo que impide precisar su posición cronológica exacta.


Sin embargo, algunos elementos de este tipo aparecieron en los estratos de un
basural o depósito ritual localizado en la sección 1 de la trinchera II en el Cen-
tro Administrativo-Residencial (Szykulski 1996). La mayoría de los fragmentos
cerámicos recuperados de esta trinchera son de procedencia incaica (sobre todo
Inca Imperial), es decir, datan del Horizonte Tardío. Además, unos cuencos con
ornamento lineal típico de la estilística Colla/Kollau fueron hallados en la des-
crita unas cuantas líneas más arriba tumba no. 1, localizada en la sección E de
la trinchera 1 del Centro Administrativo-Residencial (Fig. 26). También aquí la
presencia de los materiales tipo Inca y Chuquibamba-Inca permite fecharlos en
el Horizonte Tardío.
Los únicos fragmentos Colla/Kollau pertenecientes al Período Intermedio Tar-
dío fueron registrados en la masa de los adobes usados en la construcción de las men-
cionadas chullpas Mb.1–Mb.3, así como en el ajuar de la tumba 82 descubierta en
la base del montículo 2. Este entierro contenía un cuenco decorado con los motivos
característicos de la cultura Colla (cf. Fig. 27A) junto a un cántaro estilo Churajón.
Hasta la fecha, es el único hallazgo dentro del conjunto donde el material Colla
aparece con la cerámica Churajón en un solo y bien definido contexto cultural.
Las prospecciones arqueológicas realizadas en 1995-1996 y 1998 en el marco
del Proyecto Churajón demostraron que los materiales tipo Colla/Kollau son más
frecuentes en la zona ubicada al Norte de Churajón, es decir, dentro de las ruinas
de Maucallacta y la región del lago Salinas. También allí aparecen acompaña-
dos por la cerámica incaica, lo que permite vincularlos al Horizonte Tardío. Sin
embargo, hay que tomar en cuenta que estas conclusiones fueron sacadas en base a
los hallazgos recuperados de la superficie y de los pozos de sondeo cuyo reducido
tamaño a veces no permite captar exactamente el límite entre estratos del Período
Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Este hecho nos impide excluir la posibilidad
de que algunos de los fragmentos cerámicos provengan de los finales del Período
Intermedio Tardío. De todos modos también carecemos de evidencias que nos
permitan ubicar el momento de la aparición de los materiales Colla/Kollau en el
Período Intermedio Tardío.
En este contexto, parece que en el Período Intermedio Tardío los contactos
entre las áreas culturales Churajón y Colla (que, según algunos investigadores,
constituía un reino poderoso) tuvieron carácter esporádico o dejaron huellas detec-
tables en el registro arqueológico. Las evidencias disponibles hasta la fecha permi-
ten constatar que fue la expansión incaica que, unificando a las áreas conquistadas,
llevó a la intensificación de contactos entre las dos regiones en cuestión.

c. Chiribaya
En Churajón, el material cerámico de la cultura Chiribaya (Ghersi 1956), muy
característico de la zona meridional de la Costa Extremo Sur, fue registrado sola-
68 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 27. Cerámica no-Churajón documentada durante las excavaciones


en Churajón. A – tumba 49, montículo 2; B – tumba 1, montículo 4;
C – tumba 6, montículo 4; D – tumba 82, montículo 2

mente dentro del montículo 4 ubicado hacia el norte del Centro Administrativo-
Residencial. Este montículo, en gran medida difuso, tenía 210 cm de diámetro y se
conservó hasta unos 60 cm de altura. Al igual que las cumbres de los montículos
1-3, su cima albergaba ruinas de una necrópolis incaica27. Más abajo estaban loca-
lizadas once tumbas del Período Intermedio Tardío. En el ajuar de la tumba 1, al
lado de la cerámica Churajón, apareció también una jarra estilo Chiribaya (Fig.
27), igual tanto en su forma como la ornamentación a la cerámica conocida de los
cementerios del área madre de esta cultura. Hasta el momento, este hallazgo cons-
tituye el único elemento Chiribaya registrado durante las investigaciones realizadas
en Churajón. Asimismo, los inventarios funerarios de varios sitios arqueológicos
estudiados por otras expediciones en el valle del río Chili (Arequipa) sólo espo-
rádicamente proporcionaron evidencias de la presencia de elementos Churajón y
Chiribaya en un solo contexto. Uno de los pocos ejemplos lo encontramos en el
sitio Challapampa (Huanqui Hurtado 1970: Lámina 18).

27 Se descubrieron muros de una construcción funeraria y varios fragmentos de la cerámica


incaica.
Józef Szykulski 69

En el caso del hallazgo de Churajón, hay que suponer entonces que se trata
de una importación que llegó hasta el sitio desde el área cultural Chiribaya por
la ruta de comunicación conformada por la costa pacífica –es decir, desde la des-
embocadura del río Osmore-Moquegua hasta la desembocadura de Tambo– o
desde la región de Puquina donde los materiales Chiribaya aparecen mucho más
frecuentemente que en el mismo Churajón o el vecino valle del río Chili28.
Entre los hallazgos del Período Intermedio Tardío pertenecientes a otras tra-
diciones culturales que esta propia de Churajón hay que mencionar además una
pieza de cerámica encontrada en la tumba 6, localizada en la base del montículo
4. Se trata de una jarra ornamentada no sólo con elementos típicos de la estilística
Churajón, sino también con un motivo de pupilas, desconocido dentro de esta
cultura (Fig. 27). Otra jarra con el mismo motivo fue encontrada en la tumba 78
del montículo 2 (cf. Fig. 160D). Esta última apareció junto a un aríbalo incaico,
lo que permite relacionar los dos hallazgos con el Horizonte Tardío. Además, en
la tumba 37 del montículo 2 se halló un cuenco de color rojo sangre decorado con
líneas onduladas y arcos en blanco (Fig. 27). Lo que parece excepcional para la
ornamentación tipo Churajón no son los motivos, sino la coloración y la técnica
de aplicación. Primero, la superficie del cuenco fue cubierta de engobe, después,
se aplicó el ornamento lineal y, al final, los espacios libres fueron pintados de rojo.
El diseño negativo creado de esta manera es bien diferente de la ornamentación
típica de Churajón.
El reducido tamaño de este grupo de las evidencias culturales pertenecientes
al Período Intermedio Tardío y a la vez ajenas a la tradición Churajón confirma
lo escaso que es la presencia de otros elementos culturales dentro del conjunto
investigado. Además, demuestra también que la mayoría de los hallazgos Chuqui-
bamba y Colla encontrados en el mismo Churajón y la vecina Maucallacta están
indudablemente vinculados al Horizonte Tardío y aparecieron como frutos de la
expansión incaica en los terrenos de la Costa Extremo Sur. Estos datos corroboran
una increíble homogeneidad de los materiales del Período Intermedio Tardío de
Churajón y Maucallacta. En ambos casos su único marcador constituye la cerámica
denominada Churajón.

2.5. Churajón

El material cerámico denominado Churajón fue por primera vez distinguido en


1942 por A. Kroeber quien lo definió en base al análisis de las escasas piezas
museales disponibles en la ciudad de Arequipa de aquellos tiempos, es decir, en
su mayoría vestigios de cerámica recuperada durante los trabajos llevados a cabo

28 Las investigaciones llevadas a cabo en los años noventa del siglo XX por la Universidad Ca-
tólica de Santa María demostraron la existencia de materiales Chiribaya en el área en cuestión.
Estos hallazgos no han sido publicados hasta la fecha.
70 Prehistoria del Perú Sur

por Leonidas Bernedo Málaga y José Morante en la región de Arequipa en los años
treinta y cuarenta del siglo XX (Kroeber 1944). Actualmente estos materiales se
encuentran en el Museo Arqueológico de la Universidad Nacional de San Agustín
y el Museo Municipal de Arequipa.
Los resultados de las excavaciones arqueológicas efectuadas por el mismo
Proyecto Churajón junto al análisis de los materiales recuperados durante las
últimas décadas permiten definir con más detalle las características de la alfarería
Churajón. Desde el punto de vista tecnológico, está cerámica se distingue por la
cuidadosa preparación de pasta con desgrasante de arcilla o cuarzo de grano fino
o medio. Las temperaturas de cocción eran muy altas, lo que permitía asegurar
la dureza adecuada. Muy a menudo, al final del proceso de cocción, las piezas
eran horneadas en atmósfera reductora, es decir, con la circulación de oxígeno
restringida. Las secciones transversales de la pasta son bi- o tricolores29. Estas
características de la tecnología de cocción aparecen en la mayoría de los estilos del
Período Intermedio Tardío. En el modelado se observa, al igual que en otras cultu-
ras, un tratamiento mediante la técnica de urdido. Esporádicamente se encuentran
también piezas pellizcadas de una pella de arcilla o dos pellas previamente unidas.
Se trata de los ya mencionados hallazgos sepulcrales, elaborados sin cuidado y en
su mayoría no cocidos.
En cuanto a las formas, entre los inventarios de Churajón encontramos casi
todos los tipos principales, es decir, cuencos, vasijas, ánforas, jarras y tazas. Todos
los vestigios presentan base plana. Lo que es sorprendente es la ausencia de platos
que se presentaron sólo en los contextos con la cerámica incaica del Horizonte
Tardío. Las asas tienen forma de lazo y parten directamente del labio (en el caso
de las jarras, ánforas y vasijas) sin sobresalir por encima del mismo. Asimismo,
no aparecen asas similares al tipo ansa lunata, características de la más tardía
cerámica incaica. Una cierta excepción constituyen algunas tazas estilo Churajón
con asas que evidentemente sobresalen por encima del labio.
Tras el análisis de la cerámica Churajón, podemos advertir que su elemento
distintivo radica no tanto en la forma, sino en la ornamentación específica. Aun-
que hay ejemplares sin decoración o monocromáticos, pintados o recubiertos de
engobe de color rojo, las más características son las formas con motivos bi- o
tricromáticos que decoran hasta la parte interior del labio. Los ornamentos son de
color negro sobre el fondo rojo o rojo oscuro. También aparece el color blanco, a
menudo con un matiz crema o naranja, independientemente o, más frecuentemente,
usado para delinear el diseño principal (Fig. 28). La pintura blanca se aplicaba en
la superficie después de la cocción, lo que influía en su resistencia a los factores

29 Las secciones tricolores pueden ser de dos tipos. En la mayoría de los casos las capa externa e
interior son de color parecido, lo que significa la misma calidad de cocción. En otros, la capa
exterior difiere de la interior. Esto aparece cuando una pieza pequeña fue colocada dentro de
otra más grande durante la cocción o en el caso de los tiestos cocidos boca abajo.
Józef Szykulski 71

exteriores: se borraba o diluía fácilmente. Por esta razón, para un gran grupo de
vestigios cerámicos la presencia del pigmento blanco pudo ser confirmada sólo
mediante un análisis microscopico.

Fig. 28. Cerámica Churajón. A – tumba adosada a la chullpa Mb1, Churajón; B –


Independencia Americana, Arequipa; C – Casa Patak - Arequipa

Predomina la cerámica ornamentada con puntos, líneas oblicuas u horizonta-


les, líneas curvas, rombos verticales- o horizontalmente dispuestos, bandas cua-
driculadas, bandas horizontales de líneas oblicuas, rombos o espigas, ornamento
escalonado. Todos estos elementos aparecen en diversas combinaciones. Mucho
menos frecuentes son las decoraciones en forma de estrellas, diseños que evocan
los perfiles de los cerros o motivos radiales. Todavía más excepcionales son las
representaciones estilizadas del sol y las figuras antropo- y zoomorfas (cf. Fig.
149D, G; 152E). Entre estas últimas frecuentemente encontramos llamas, muy a
menudo amamantando a sus crías, y serpientes. A veces nos topamos con com-
posiciones de todos estos elementos que parecen reproducir escenas de carácter
72 Prehistoria del Perú Sur

narrativo. Estas composiciones aparecen exclusivamente sobre tiestos recubiertos


de engobe y muy cuidadosamente elaborados.
A veces hallamos también elementos de decoración plástica que incluyen
apéndices, cintas lisas, serpientes, lagartijas o cabezas de ave (¿cóndor?). Este
tipo de ornamentación es muy típico de los vasos tipo kero (cf. Fig. 107, 108). Sin
embargo, también algunas ánforas, más abajo del cuello, llevan apéndices o protu-
berancias en forma tubular o, excepcionalmente, una cabeza de animal estilizada
que constituía un elemento característico de los aríbalos incaicos.
Entre los inventarios de la cultura Churajón se distinguen además los tiestos
modelados en forma de figuras antropo- y zoomorfas con diferentes grados de
estilización. Las representaciones de rostro humano son propias de los keros que
se asemejan a los keros Tiahuanaco tardío, conocidos como el tipo coca-cola glass
(Moseley et al. 1991: Fig. 11). Sin embargo, en el caso de la cerámica Churajón
los rasgos anatómicos, es decir, la nariz, la boca y los ojos, están muy esquemá-
ticamente marcados, mientras las imágenes Tiahuanaco se presentan mucho más
naturalistas. Los ojos tienen forma conocida en la literatura arqueológica como
“granos de café” (cf. Fig. 108D). A veces encontramos también otros detalles
como orejas, manos y cabello (cf. Fig. 162A); las representaciones de los órganos
sexuales son muy escasas (Bernedo Málaga 1949: Lám. XXVIII).
Vale la pena reiterar que dentro de todo el complejo epónimo, así como en
las ruinas de la vecina Maucallacta, es precisamente la cerámica Churajón la que
constituye el componente principal de los estratos culturales del Período Intermedio
Tardío y Horizonte Tardío. Dejando por el momento de lado la cuestión de la tipo-
logía de esta cerámica, queremos resaltar que las excavaciones dentro de algunas
de las estructuras arquitectónicas permitieron distinguir dos estratos culturales con
el material Churajón correspondiente a dos diferentes horizontes cronológicos. El
más antiguo se caracterizaba por la escasa presencia de la cerámica de otras cul-
turas del Período Intermedio Tardío y el más reciente, contenía tanto los vestigios
Churajón como el material tipo Inca (Szykulski 1996; 2000).
Este tipo de estratigrafía fue documentado, por ejemplo, dentro de las estruc-
turas 101-105 del Centro Administrativo-Residencial. En todos los casos, debajo
del estrato con el material Churajón e incaico, apareció una capa que contenía
exclusivamente la cerámica Churajón (Szykulski 1998). Los fragmentos cerámicos
recuperados de ambos estratos no permiten definir diferencias entre los vestigios
más y (tal vez sólo sutilmente) menos antiguos. Esta situación estratigráfica tan
evidente es, sin embargo, algo excepcional dentro del área de Churajón y Mau-
callacta. En la mayoría de los casos observamos que los procesos de denudación,
así como varias modificaciones y reformas realizadas en el pasado dentro de las
estructuras arquitectónicas trastornaron la estratigrafía original. Por eso, la mayoría
de la cerámica de cronología precisa proviene de los contextos sepulcrales.
Józef Szykulski 73

Fueron los resultados de las investigaciones llevadas a cabo dentro de las áreas
de los anteriormente mencionados montículos 2-4 los que contribuyeron de manera
especial a la periodización de los vestigios de Churajón. Es allí donde se detectaron
cementerios con las tumbas del período de la dominación incaica y Período Inter-
medio Tardío, sobrepuestas unas a otras30.
El mayor número de 91 entierros fue detectado dentro del montículo 2. En
la cima de este montículo fue descubierto un cementerio del Horizonte Tardío en
forma de plataforma (parcialmente destruida por la erosión) con chullpas, A y
B, en sus extremos este y oeste. El espacio entre las torres fue cuadriculado por
alineaciones de piedras a modo de tablero de ajedrez (Fig. 29).

Fig. 29. Churajón, montículo 2; Tumbas del horizonte tardío después


de la excavación. En el fondo la destruida chullpa A

Dentro de cada cuadriculo se ubicaba una tumba en forma de pozo. Se docu-


mentaron 44 tumbas con la cerámica tipo Churajón y escasos elementos incaicos.
Debajo de estos entierros fueron encontrados otros 46 pozos de planta ovalada
del Período Intermedio Tardío que formaban una necrópolis de superficie más
grande que de la plataforma localizada encima. Estos entierros, típicos de la cultura
Churajón, tenían bordes marcados por anillos de piedras. El análisis estratigráfico

30 Una estratigrafía similar fue observada dentro de los pozos excavados por los huaqueros en el
montículo 1.
74 Prehistoria del Perú Sur

permitió demostrar que tres tumbas de este nivel son un poco más antiguas que el
resto. Así que, dentro del área del montículo 2, podemos distinguir las evidencias
de tres etapas sucesivas de la utilización: dos del Período Intermedio Tardío y una
del Horizonte Tardío.
En todos los entierros de los montículos 2 y 3 hallamos la cerámica Churajón31.
Por lo demás, cabe resaltar que las evidencias demuestran que los constructores de
la necrópolis del Horizonte Tardío eran concientes de la existencia del cementerio
ubicado más abajo. Por ejemplo, los cimientos de la chullpa B fueron apoyados
directamente sobre la tapa de una tumba intacta perteneciente al Período Intermedio
Tardío (Fig. 30; Szykulski 2001). La falta de huellas de la destrucción de los entierros
anteriores indica que los habitantes de Churajón también en el período de la domi-
nación incaica los trataban como un elemento sagrado (Szykulski 2000a; 2002).
Parece que los incas intencionalmente ubicaron su cementerio sobre la necró-
polis anterior. Las razones pudieron ser varias y sólo podemos especular sobre
ellas. Sin embargo, lo más probable es que al principio del Horizonte Tardío los
conquistadores Incas y sus representantes locales pretendieron acentuar su poder
a través de esta manifestación visual. El hecho de enterrar a los muertos dentro
del área sagrada pudo equivaler al derecho a la herencia de las generaciones ante-
riores. Tal patrón de comportamiento hubiera concordado con la “filosofía” de la
expansión política incaica, basada en el concepto de la adaptación (asimilación)
de costumbres y creencias de las sociedades conquistadas.
A la luz de estas consideraciones, parece que la cronología de las estructuras
funerarias del montículo 2, así como de los vecinos montículos 1, 3 y 4, puede ser
reducida a un relativamente corto período que abarca, la época que directamente
antecede a la expansión incaica en la región (incluyendo la misma conquista) y
los tiempos, justo después de la conquista. Esta hipótesis queda confirmada tam-
bién por las coincidencias existentes en la cerámica Churajón procedente de los
cementerios de ambos períodos históricos (cf. Fig. 140 - 172). Por eso, los vestigios
recuperados de los montículos 2-4 hay que clasificarlos como material tardío en
el contexto del desarrollo de la cerámica Churajón.
Una cierta excepción pueden constituir únicamente los inventarios de las
tumbas 23A, 44 y 48 ubicadas debajo de la base del montículo 2. Su posición
estratigráfica indica una cronología más temprana. Sin embargo, la cerámica pro-
cedente de estos entierros (excluyendo algunas jarras que no son típicas de Chura-
jón) no difiere mucho de los materiales de otras estructuras funerarias del Período
Intermedio Tardío. En cambio, algunos tiestos encontrados en los enterramientos
localizados dentro del Centro Administrativo-Residencial (p. ej., tumbas 5 y 7
descubiertas dentro de la ya varias veces mencionada estructura 201), son bien
distintos del resto de los inventarios. Sus formas y motivos decorativos recuerdan

31 El cementerio del montículo 4 estuvo parcialmente preservado.


Józef Szykulski 75

Fig. 30. Churajón, montículo 2. Tumba 39 del Período Intermedio Tardío


sobre la cual, en el horizonte tardío se colocó la base de la chullpa B

los diseños Tiahuanaco tardío, lo que sugiere su posición cronológica anterior a


la de la alfarería del Período Intermedio Tardío recuperada durante los trabajos de
investigación en los montículos 2-4.
Las conclusiones sacadas durante estos trabajos permiten asignar varios mate-
riales cerámicos a los períodos históricos bien determinados. Tomando en cuenta
el hecho de que las evidencias estudiadas fueron recuperadas del conjunto habi-
tacional principal de la cultura Churajón, podemos suponer que los resultados
de nuestras indagaciones son representativos de toda la alfarería de esta cultura,
así que autorizan las pruebas de determinación de la secuencia de desarrollo de
la cerámica Churajón. Por eso, en base a las investigaciones realizadas hasta el
momento dentro del conjunto prehispánico epónimo para la cultura en cuestión,
se pueden distinguir cinco períodos de desarrollo con su material cerámico estilo
Churajón correspondiente.
Período I. Abarca un intervalo desde la aparición de la cerámica Churajón
dentro del conjunto hasta las últimas décadas antes de la llegada de los incas. Lo
caracterizan, entre otros, los inventarios de las mencionadas tumbas 5 y 7 dentro
de la estructura 201 que se distinguen de los posteriores tanto por la presencia de
los cuencos campaniformes y keros, que constituyen continuación de la tradición
Tiahuanaco tardío, como por el frecuente uso del color blanco en la ornamentación.
Entre estas formas “clásicas” (es decir, las más parecidas a los materiales de la
76 Prehistoria del Perú Sur

civilización Tiahuanaco) no aparecen cuencos campaniformes y keros similares a


estos encontrados en los sitios de Casa-Patak, Colegio Nacional de Independencia
Americana y César Vallejo. Esta es la razón por la cual los inventarios de este
período de ocupación del conjunto epónimo no pueden ser identificados con las
más tempranas fases del desarrollo de la cultura Churajón.
Período II. Comprende un corto lapso, probablemente de 3-4 décadas, que
anticipa la aparición de los incas, y el mismo momento de la invasión. Fue dis-
tinguido en base a los vestigios de los cementerios del Período Intermedio Tardío
localizados dentro de los montículos 2 y 3. Al parecer, estas necrópolis estuvieron
siempre en uso durante la conquista. Por la similitud de formas y ornamentos,
cabe incluir en esta fase también los inventarios funerarios presentes dentro del
montículo 4.
Período III. Abarca la etapa inicial de la dominación incaica cuya duración
es difícil de precisar. Tomando en cuenta la naturaleza de las transformaciones
políticas, podemos suponer que se trata aquí de las primeras décadas durante las
cuales los incas asentaron su poder sobre el territorio recién incorporado al impe-
rio. Probablemente, el sistema socio-político en el Churajón de aquella época fue
más parecido a los estándares del Período Intermedio Tardío que los del Horizonte
Tardío. Los materiales distintivos de esta fase corresponden a los inventarios del
Horizonte Tardío recuperados de los montículos 2 y 3. Los ejemplares allí presentes
constituyen una clara continuación de las formas y los motivos registrados en las
estructuras funerarias del período II.
Período IV. Incluye un relativamente corto intervalo desde los finales del
siglo XV hasta la aparición de los conquistadores españoles, es decir, los tiempos
de la incuestionable dominación incaica en la Costa Extremo Sur. Dentro de las
secuencias estratigráficas de los montículos descritos unas líneas más arriba, no
fueron detectadas evidencias relacionadas con esta fase. Sin embargo, aparecieron
en los entierros del Horizonte Tardío descubiertos dentro del Centro Administra-
tivo Residencial y en sus alrededores. Su elemento distintivo son los tiestos de
carácter utilitario.
Período V. Abarca un lapso desde la conquista hasta la definitiva implantación
de las reducciones toledanas, es decir, los finales de los años ochenta del siglo XVI.
Los resultados de las excavaciones demostraron que las formas y los ornamentos
tipo Churajón perduraron hasta la primera etapa de la Época Colonial. La cerámica
de esta fase constituye una continuación de la alfarería del Período IV, es decir,
de los tiempos de la plena dominación incaica. Materiales de este tipo fueron
registrados en las tumbas de la fase inicial de la colonización situadas dentro de la
denominada iglesia doctrinera del Templo del Sol cuya descripción será presentada
más adelante. Además, aparecieron dentro de las estructuras arquitectónicas 401 y
402 del Centro Administrativo- Residencial, también en las capas correspondientes
a los inicios de la colonización (Szykulski 1998, 1998a).
Józef Szykulski 77

3. Churajón en el Horizonte Tardío. La presencia incaica

Se supone que son precisamente los finales del Período Intermedio Tardío o prin-
cipios del Horizonte Tardío a los que se refiere el único documento de carácter
etnohistórico en el cual aparece el nombre del complejo precolombino de Churajón.
Se trata de una anotación frecuentemente citada, pero tardía y por eso controvertida,
descubierta en la segunda década del siglo XX por Monseñor Bernedo Málaga que
en aquellos tiempos ejercía las veces de párroco de Quequeña (1949: 61).

...Pueblos que existían. Antiguos Puluguayas. El Churajón llamado hoy “la


Huaca” por los españoles. El Puluguaya que está frente a este pueblo. El
Uactalacta cerca de Pocsi. Todos estos pueblos fueron gobernados por el
gran cacique de Churajón. El último cacique de este pueblo fue Sacrun el
cual fue vencido por los indios venidos del Titicaca. La pelea tuvo lugar en
Nawam, hoy Ozuña. Después el imperio quedo en ruinas. Polobaya, Marzo
1861. Juan Huaranca...
(Bernedo Málaga 1949: 61; Fot.: Linares Málaga 1987: 196, 197)

Esta anotación fue hecha en el margen de un trabajo titulado Gobierno de los


Reguladores de América, escrito en el siglo XVIII por Joseph Porras, el rector de
la Universidad de Córdova, fundada en el siglo XVI en Tucumán (en el actual
territorio de Argentina). Tanto el origen de la nota como la cuestión de la veracidad
de las informaciones históricas que contiene merecen una mención aparte.
Primero, hay que subrayar que el mismo autor de esta glosa controvertida
–denominado por Bernedo Málaga, probablemente a causa de su peculiar ape-
llido, indio Juan Huaranca– permanece desconocido por la historiografía32. Sin
embargo, el castellano moderno y los topónimos típicos de los siglos XVIII y
XIX usados en el texto excluyen la posibilidad de que la nota constituyera una
transcripción de un original más antiguo. Así que sólo es probable que el autor
se haya basado en las informaciones provenientes de algunas, hoy desconocidas,
fuentes coloniales o en la tradición oral existente en la región de Arequipa por las
mitades del siglo XIX.
El análisis del mismo contenido de la anotación, por supuesto bajo la supo-
sición de que las informaciones transcritas por Juan Huaranca son verosímiles,
indica que la parte que concierne a la caída de la entidad política cuyo centro
constituía Churajón, no se refiere al enfrentamiento entre sus habitantes y los
ejércitos incaicos.

32 Tomando en consideración el hecho de que se trata de una persona alfabeta y hábil en la re-
dacción de texto (fenómeno bastante excepcional entre los indios nacidos en la primera mitad
del siglo XIX), hay que suponer que el llamado Juan Huaranca era mestizo.
78 Prehistoria del Perú Sur

Los cronistas españoles (y presumimos que Juan Huaranca haya aprovechado


algunas fuentes coloniales ignotas) siempre precisaban, basándose en las rela-
ciones incaicas, si la conquista era obra del Inca. Una tendencia igual puede ser
observada en los relatos de tradición oral de la región andina. Por eso, la mención
sobre el cacique Sacrun “vencido por los indios venidos del Titicaca” puede refe-
rirse a algún acontecimiento que tuvo lugar todavía en el transcurso del Período
Intermedio Tardío o aun en sus principios [sic]. Si no, es posible que relate una
conquista realizada ya al principio del Horizonte Tardío, pero no por los incas, sino
por algunos de sus aliados o vasallos del imperio Tawantinsuyu que habitaban la
cuenca del Titicaca. Esto podría explicar la aparición en Churajón, probablemente
al final del Período Intermedio Tardío, de la construcción funeraria en forma de
torre de adobe, llamada chullpa, ajena de esta área cultural (cf. Fig. 24).
El mismo descubridor de Churajón, Monseñor Bernedo Málaga, presume que
el texto se refiere a la conquista del país de Sacrun por los grupos Colla-Aymara
que poblaban la zona circuntiticaca. Asimismo, supone que el cacique gobernaba
aproximadamente entre los años 750 y 800 de nuestra era (cf. Bernedo Málaga
1949: 127), es decir, según la periodización actualmente aceptada, en el Horizonte
Medio – período de la expansión de la civilización Tiahuanaco-Huari.

Fig. 31. Churajón, Valle de Corabaya, Abrigo I. Exploración de un


entierro tardío (Período Intermedio Tardío/Horizonte Tardío).
Józef Szykulski 79

No obstante, los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en la región


de Churajón indican que fue durante el Período Intermedio Tardío o el Horizonte
Tardío cuando se desarrollaron algunos combates importantes en la zona. En varios
abrigos rocosos estudiados en el valle del río Corabaya-Tasata (Abrigos I, III y
IV) fueron registradas tumbas de aquella época (Fig. 31), que a su vez disturba-
ron la estratigrafía del Precerámico presente en estos sitios. En todos los casos
que pudieron ser analizados resultó que los individuos enterrados eran de sexo
masculino. La disposición del material óseo indicaba que se trataba de entierros
múltiples de guerreros muertos durante una batalla (Szykulski 2000). Por lo demás,
las investigaciones realizadas dentro de las estructuras del cerro Torre Ccasa y
del Centro Administrativo-Residencial revelaron la existencia de construcciones
precolombinas con abundantes huellas de incendios. Estos últimos implicaron
la ceramización de algunos pisos de arcilla y huellas de postes (Fig. 32). Todos
estos descubrimientos parecen vincularse con algunos acontecimientos bélicos
que tuvieron lugar en la región (Szykulski 2005). Desgraciadamente, el estado
de conservación de los vestigios no permite precisar la fecha de estos aconteci-
mientos ni la relación temporal y espacial entre las evidencias arqueológicas y las
informaciones de la glosa citada más arriba.

Fig. 32. Churajón, Centro Administrativo-Residencial, Sector 1, Trinchera I;


huella de poste ceramizada. Sobre el estrato cultural se observa la ceniza
volcánica de la erupción del Nevado Huaynaputina en 1600
80 Prehistoria del Perú Sur

Dejando de lado el problema del valor histórico del contenido de los apuntes
de Juan Huaranca, hay que subrayar, que fue precisamente la misma anotación de
1861 que le permitió al párroco Bernedo Málaga localizar en el año 1931 el, hasta
el momento desconocido por la ciencia, conjunto prehispánico de Churajón situado
al Sureste de la ciudad de Arequipa33. En cuanto al mismo nombre del sitio, la
denominación Churajón fue adaptada por la mayoría de los investigadores34 tanto
para el conjunto de las ruinas como para los vestigios de cerámica procedentes de
la región (Kroeber 1944; Neira 1966, 1998).
Pasando a la cuestión de la presencia de los elementos incaicos entre las evi-
dencias arqueológicas del área de Churajón, es preciso reiterar que en la mayoría de
los casos resulta imposible hacer una clara distinción entre los estratos del Período
Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Este fenómeno se debe, entre otros, al hecho
de la existencia, confirmada por las evidencias arqueológicas, de una continuidad
de la población del Período Intermedio Tardío también tras la conquista de la
región por los incas. Asimismo, la transición entre el Período Intermedio Tardío
y el Horizonte Tardío fue marcada por la caída de la vieja estructura política y el
surgimiento de la otra a la cual fueron subordinadas las personas que siguieron
cultivando las tradiciones del Período Intermedio Tardío durante la época de la
dominación incaica.
Tanto la forma como la distribución de las estructuras presentes en Churajón
indican que durante el Horizonte Tardío fue seguido el patrón arquitectónico del
Período Intermedio Tardío, lo cual nos hace pensar que varios elementos arqui-
tectónicos a menudo considerados “incaicos” como, por ejemplo, el techo a dos
aguas y la kancha, son anteriores a la expansión de los incas sobre el territorio del
futuro Kuntisuyu (Szykulski 2000a: 274). Sólo en el caso de la muy peculiar forma
trapezoidal de las puertas y ventanas (Fig. 33), no podemos excluir la posibilidad
de su introducción en el área durante el transcurso del Horizonte Tardío, es decir,
en el período de la dominación incaica.
Además, el análisis de la ubicación de algunos edificios en relación al resto
de las estructuras de Churajón reveló que no encajan dentro de un patrón de dis-
tribución espacial. Esto parece confirmar la existencia de una cierta diferenciación
cronológica entre algunos conjuntos de construcciones. Por ejemplo, las estructu-
ras de forma trapezoidal y esquinas redondeadas situadas en los límites sureste y
suroeste del sector 4 del Centro Administrativo-Residencial (Fig. 34) no siguen la

33 Las primeras menciones sobre las ruinas ubicadas en esta región proceden del siglo XVIII. Se
trata de dos textos, uno del 1780 y el otro de 1795, en los cuales aparte de los centros poblados
que existen hasta hoy en día aparece un antiguo pueblo denominado “La Huaca” (Bernedo
Málaga 1949: 61). Desgraciadamente, el autor citado no precisa cuál es el origen de los dos
documentos.
34 En algunos trabajos (cf. Linares Málaga 1987-1990) aparece la propuesta de cambiar este nom-
bre por Juli que proviene del Cerro Juli localizado en las afueras de Arequipa.
Józef Szykulski 81

Fig. 33. Centro Administrativo-Residencial, Sector 1;


entrada trapezoidal

alineación Norte-Sur típica de este sector. Así que es probable que estas estructuras
fueran añadidas al conjunto durante el Horizonte Tardío, sin preocuparse por la
distribución espacial existente. En la misma época fueron introducidas algunas
modificaciones dentro los edificios del período anterior: varias aberturas fueron
tapiadas y algunas nuevas fueron construidas en otras partes de los muros.
La cerámica incaica presente en Churajón es de dos tipos. El primero está
representado por los tiestos de acabado fino, probablemente, en su mayoría impor-
tados del área núcleo del imperio, es decir, la llamada cerámica Inca Imperial o Inca
Cusco. El segundo abarca la cerámica denominada Inca Regional, de acabado más
rústico y ornamentación menos refinada que lleva las huellas del uso cotidiano,
como el desgaste de la superficie por quemaduras y restos de hollín.
82 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 34. Centro Administrativo-Residencial. El plano del sector 4


(autor: Szykulski, Cardenas Sumida)
Józef Szykulski 83

Durante las investigaciones realizadas en el conjunto, no fueron registrados


vestigios algunos que permitieran observar la fusión de los elementos estilísticos
Churajón e Inca. En los estratos correspondientes al Horizonte Tardío, la cantidad
de la cerámica inca era notoriamente menor de la de los fragmentos de la alfarería
Churajón. El material “puramente” incaico apareció sólo en un par de inventarios
funerarios y la única, hasta el momento, concentración (basurero/depósito) de
la cerámica Inca imperial localizada dentro del sector I (Szykulski 1996: 205,
215).
Por lo demás, es de subrayar que las excavaciones en Churajón demostraron
el uso de los tiestos incaicos en el período después de la invasión española (así
como de la cerámica Churajón tras la conquista incaica). Hasta podemos hablar
de una cierta ampliación del repertorio de formas cerámicas y motivos decorati-
vos en aquella época. Fue también entonces cuando el material incaico empezó a
prevalecer sobre la cerámica Churajón.

4. Época colonial

El número de las publicaciones dedicadas a la Época Colonial en la Costa Extremo


Sur es muy reducido. Hasta hace poco el más importante aporte al conocimiento
de este período en la región constituían los trabajos de Hermann Trimborn rea-
lizados dentro de la iglesia Sama Antigua fundada en el siglo XVII, después
de la implantación de las reducciones toledanas (Trimborn 1981). Este hecho
refleja una tendencia –observable no sólo en la arqueología peruana o de la Costa
Extremo Sur, sino también en la de todos los países del continente– a tratar a la
Época Colonial como parte del dominio de la investigación etnohistórica. No
obstante, durante el transcurso de los trabajos efectuados en los años 1993-2002
en el mismo Churajón y otros yacimientos de la región, surgió la posibilidad de
hacer observaciones tanto acerca de los inicios de la Época Colonial como sobre
la perduración de algunos elementos de la ritualidad precolombina en el oficial-
mente cristiano Virreinato del Perú (cf. Szykulski 1998, 2000, 2001b; Szykulski,
Andrade Sonco 1998).
Este momento tan dramático en la historia de la Costa Extremo Sur, que fue
la aparición de los conquistadores españoles, quedó reflejado también en los mate-
riales arqueológicos del conjunto de Churajón. Los vestigios que documentan los
primeros contactos entre la población indígena y los forasteros aparecieron en uno
de los entierros ubicados en el extremo norte del Centro Administrativo-Residencial.
Se trata de una sepultura típica de la Época Precolombina, es decir, del Horizonte
Tardío, que contenía restos de un varón y una mujer con su ajuar funerario. La
tumba, denominada con el número 1, fue parcialmente disturbada por los saqueado-
res y la erosión. Los individuos fueron depositados dentro de una cavidad ovalada
84 Prehistoria del Perú Sur

de costado y con las piernas flexionadas. Los dos cráneos yacían deformados. El
ajuar incluía algunos tiestos de uso cotidiano de la tradición Churajón junto a unos
ejemplares de la cerámica tipo Inca imperial. Además fueron recuperados: un frag-
mento de tupu de cobre y una azada de piedra, característica de la región andina.
La exploración de la tumba permitió revelar que la cabeza del varón fue apoyada
sobre una herradura. Este hallazgo indica que el enterramiento data del período de
los más tempranos contactos entre los lugareños y los conquistadores españoles.
Probablemente, la herradura hallada en el entierro, como una absoluta novedad en
la región (tanto por su función como la materia prima usada para su confección),
servía al difunto de amuleto.
La muy temprana, en el contexto de la Costa Extremo Sur, presencia de los
españoles en Churajón fue confirmada también por las excavaciones llevadas a
cabo en la parte noroeste del Centro Administrativo-Residencial dentro de los
sectores 1 y 4. Las investigaciones en la parte central del sector 4 revelaron la
existencia de un edificio cuadrangular en piedra, de 7,8 por 4,2 m. La estructura
poseía dos entradas del lado este que daban a una plaza grande rodeada de muros y
construcciones adyacentes. Este conjunto constituye un ejemplo de la arquitectura
precolombina típica del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. El interior
del edificio fue dividido por los muros de adobe en dos cuartos que denominamos
estructura 401 y estructura 402 respectivamente (Fig. 34). En ambas estructuras
fueron descubiertos dos niveles de ocupación. El superior, de la “plena” Época
Colonial, se encontraba sobre un estrato de polvo volcánico procedente de la
erupción del Huaynaputina en el año 1600 (Szykulski 1998: 298, 299). Esta capa
contenía escasos fragmentos de cerámica utilitaria modelada a mano junto a un par
de piezas coloniales modeladas a torno, con esmalte verde o azul35. Por lo demás,
se registraron también algunos pedazos de grandes recipientes de almacenamiento
modelados a mano, por su forma parecida a los productos de la alfarería prehis-
pánica. Los recipientes de este tipo perduraron en el extremo sur peruano hasta
bien avanzada la Época Colonial. En lo que concierne al nivel inferior de las dos
estructuras, hay que relacionarlo con el inicio de la Época Colonial, es decir, el
llamado Período de Transición.
Dos herraduras y las campanillas del arnés de muy fino acabado (Fig. 35)
encontrados dentro de la estructura 402 indican que este cuarto fue habitado por
los conquistadores españoles. Además, dentro del nivel cultural aparecieron frag-
mentos de la cerámica incaica y de grandes recipientes de uso cotidiano cuya forma
evocaba tanto la alfarería Churajón como la Inca. A la base de un muro de adobe
que dividía las dos estructuras, así como dentro de los estratos de ambos lados de
este muro, se hallaron trozos de ladrillos parecidos a los que fueron usados en la

35 Unos fragmentos similares fueron encontrados también (en la superficie) dentro de la estruc-
tura 103 y 105 del sector I (Szykulski 1996: 204).
Józef Szykulski 85

Fig. 35. Centro Administrativo – Residencial, Estructura 401 y 402. Hallazgos relaciona-
dos con la época colonial. A – E, G – estrato posterior la erupción de Huaynaputina; F, H
– N – estrato anterior a la erupción de Huaynaputina. L – plata, M – hierro, N – cobre
86 Prehistoria del Perú Sur

arquitectura sacral de la ciudad de Cusco en los siglos XVI y XVII. La presencia


de estos fragmentos debajo de la pared de adobe confirma que la construcción
constituía una modificación hecha por los conquistadores españoles con el fin de
adaptar este edificio, anteriormente uniespacial, a sus necesidades.
Este hecho puede significar que todos los tabiques de adobe registrados en
Churajón fueron construidos por los españoles. Tal hipótesis viene respaldada
por los resultados de las excavaciones efectuadas dentro de otras estructuras que
demuestran unas enmiendas arquitectónicas semejantes (cf. Szykulski 1996, 1998;
Fot. 10)36. En todos los casos se confirmó la utilización de estos edificios por lo
menos en los inicios de la segunda mitad del siglo XVI, es decir, ya en los tiempos
después de la conquista española. Esto encaja con la opinión de la mayoría de los
investigadores de que los edificios uniespaciales eran típicos de la arquitectura
incaica (Gasparini, Margolies 1980).

4.1. Templo del Sol

El Templo del Sol, ubicado en el extremo noreste del Centro Administrativo-


Residencial, es la más importante construcción vinculada a los inicios de la Época
Colonial dentro del área de Churajón (Fig. 36, 37). Esta extensa estructura arqui-
tectónica fue bautizada así por el mismo descubridor de Churajón, Monseñor
Bernedo Málaga (1949). La localización del monumento, su forma y los contextos
culturales registrados demuestran que en los tiempos anteriores a la conquista ejer-
cía las veces de templo, posiblemente dedicado a la deidad de la lluvia o fertilidad
(Szykulski 1998: 318; 2000a).
El Templo del Sol es de planta trapezoidal. De su lado oeste se ubica una plaza
grande amurallada a la cual dan las aberturas del edificio (cf. Fig. 34). Adosada a
su lado este, se encuentra una construcción cuadrangular conectada a la construc-
ción central con un pasillo estrecho en forma de trapecio. Todo está elaborado con
piedras canteadas cimentadas con greda.
El Templo del Sol constituye un ejemplo de la unidad arquitectónica tipo
kancha, existente en esta parte de los Andes Centrales tanto en el Horizonte Tar-
dío como en el anterior a él Período Intermedio Tardío37. Los trabajos realizados
en este sector revelaron una serie de vestigios relacionados con el cambio de la
ritualidad religiosa en los inicios de la Época Colonial y con el complejo pro-
ceso de la adaptación de la gente conquistada a la nueva fe cristiana traída desde
Europa. El edificio fue transformado por los conquistadores españoles en una igle-
sia católica. Su forma y finalidad permiten clasificarla como una iglesia doctrinera

36 Se trata de las labores realizadas dentro de la estructura 105 y las descritas unas líneas más
adelante investigaciones dentro del Templo del Sol (Szykulski 1998, 1998a, 2000).
37 La existencia de esta unidad arquitectónica en el Período Intermedio Tardío fue confirmada,
entre otros, en el mismo Churajón.
Józef Szykulski 87

Fig. 36. Churajón, Templo del Sol; Plano de la iglesia doctrinera


88 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 37. Churajón, Centro Administrativo-Residencial.


Derrumbe de la pared norte del Templo del Sol

(Goslinga 1971; Gisbert, Mesa 1985; Duque Gómez 1991), típica de gran parte de
los territorios del Nuevo Mundo (es decir, desde México hasta Bolivia). Además,
los resultados de las investigaciones arqueológicas junto a las fuentes históricas
de la región, apoyan la hipótesis de que la iglesia católica localizada dentro del
Templo del Sol fue dedicada a la adoración de la Virgen María (Szykulski 1998,
2000, 2000a: 278). También parece que es aquí donde hay que buscar los oríge-
nes del culto a la Virgen de la Candelaria cuyo centro está actualmente ubicado
unos kilómetros al Sur de Churajón en el, fundado en el siglo XIX, santuario de
la Virgen de Chapi (Fig. 38)38.
Las excavaciones en el Templo del Sol demostraron que el interior de la
estructura prehispánica había sido modificado conforme con las necesidades del
nuevo culto. Así, se había construido una banqueta de piedras unidas con greda, que
dividía el espacio en el presbiterio y la nave central. En el presbiterio, localizado
en la parte sur de la estructura, se había erigido una plataforma con el Altar Mayor
(Fig. 39). Otro altar, de menor tamaño, se había ubicado en un pequeño recinto
adosado del lado este que probablemente servía de baptisterio o de capilla (Fig.
40). Además, durante los trabajos de adaptación, los españoles habían rellenado

38 Una de las “competencias” de la Virgen de la Candelaria es la de asegurar la suficiente canti-


dad de lluvia.
Józef Szykulski 89

Fig. 38. Santuario de la Virgen de Chapi (1996)

este espacio con una capa de escombros y greda, de 80 cm de espesor39, con el fin
de obtener el mismo nivel del piso de la plataforma con el altar construido dentro
del presbiterio.
Dentro del presbiterio (del lado este y oeste) habían sido levantadas unas
banquetas de piedra y tierra para los oficiales laicos y religiosos. En el muro occi-
dental del presbiterio –en frente del altar–, se había construido una ventana ancha.
Es de suponer que esta abertura ejercía una función similar a la de las llamadas
capillas abiertas, conocidas de otras iglesias doctrineras del Nuevo Mundo (García
Granados 1935; Gisbert, Mesa 1985; Goslinga 1971). Tal solución arquitectónica
permitía a la población indígena reunida en la plaza (siempre pagana, entonces

39 Dentro de este estrato fueron encontrados también varios fragmentos de cerámica, tanto de
uso cotidiano como tipo Inca imperial e Inca provincial.
90 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 39. Churajón, Iglesia doctrinera del Templo del Sol; presbiterio con el Altar Mayor

Fig. 40. Iglesia doctrinera del Templo del Sol; Altar adosado
al muro oeste de la sacristía/baptisterio
Józef Szykulski 91

no autorizada a entrar en la iglesia) observar desde fuera los cánones de la fe


cristiana y familiarizarse con ellos. Estas prácticas de adoctrinamiento eran una
de las finalidades más importantes de las iglesias doctrineras.
Vale la pena subrayar que todas las modificaciones arquitectónicas efectuadas
en la estructura del Templo del Sol fueron confeccionadas a base de la tecnología
tradicional, es decir, prehispánica, sin alterar la forma principal del monumento.
También se conservaron el tradicional techo a dos aguas, las hornacinas y el estuco
rojo que recubría las paredes del interior. La presencia del estuco respalda la hipó-
tesis de que el edificio también en la Época Precolonial tenía el carácter religioso
(Szykulski 1998: 314).
A la manera europea, en el Templo del Sol, se practicaban los enterramientos
de los representantes de la élite de aquella época dentro del edificio. Las tumbas
fueron localizadas cerca de los muros este y oeste, así como también en la parte
central de la nave principal40. Tenían forma de cajas de piedra y contenían los
cuerpos inhumados en los inicios de la Época Colonial (Fig. 41). Se supone que
pertenecían a los llamados caciques indígenas y sus familiares, cristianizados en
poco tiempo después de la conquista.

Fig. 41. Templo del Sol, nave central; Tumba 3 de la época colonial

40 Una tumba en forma de caja de lajas (tumba 8) fue descubierta en el presbiterio. Su tamaño
sugiere que se trata de la tumba de un infante (Szykulski 1998: 310).
92 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 42. Templo del Sol, tumba 13. El cráneo con la


deformación intencional para la época prehispánica

Tal ubicación temporal de los entierros y el origen indígena de los difuntos


fueron confirmados, entre otros, por el análisis de los restos óseos. La mayoría
de los cráneos conservados demuestra la deformación practicada en la región
andina antes de la llegada de los europeos (Fig. 42). Los cráneos sin deformación
pertenecían a individuos relativamente jóvenes (infans-adultus), supuestamente
nacidos después de la conquista. Por lo demás, los fragmentos de vestimenta y
tupus de plata y bronce encontrados dentro de las sepulturas confirman que los
individuos enterrados vestían de manera tradicional, es decir, prehispánica (Fig.
43). Durante la exploración de las tumbas se encontraron también unos recipientes
cerámicos depositados allí como ofrendas. Las formas y la ornamentación permiten
clasificarlos dentro de la alfarería Churajón e Inca. La distribución de los tiestos
indica que habían sido escondidos debajo de los cuerpos de los difuntos durante
el funeral, sin que los oficiales religiosos se dieran cuenta o con el consentimiento
callado de los mismos.
Este descubrimiento demuestra claramente que los difuntos o por lo menos
sus familiares eran fuertemente atados a la religión y las anteriores, prehispánicas,
tradiciones del rito funerario. En este contexto, una importancia especial adquiere
también el hecho de que directamente debajo de estas tumbas fueron localiza-
das antiguas sepulturas paganas en forma de pozo circular, cada una con su ajuar
funerario (Fig. 44). Es de suponer que la ubicación de estos pozos era conocida al
principio de la Época Colonial, puesto que las lajas de piedra que las encerraban,
Józef Szykulski 93

Fig. 43. Contenido de las tumbas del Templo del Sol. A – tumba 1; B, C – tumba 2; D,
E, F – tumba 3; G, H – tumba 4; I – tumba 10; J – tumba 12; K – O – tumba 12A; P, R –
tumba 13; S – U – tumba 13A (descripción del contenido: Szykulski 1998: 306 – 313)
94 Prehistoria del Perú Sur

en muchos casos sirvieron de base para los enterramientos cristianos en forma de


caja de piedra. Por lo demás, no se registraron huellas de destrucción de las tumbas
más antiguas, lo que indica que en el período posterior a la conquista los habitantes
de Churajón todavía sentían una fuerte relación emocional con el lugar de descanso
de sus ancestros paganos y trataban este espacio como sagrado. Este hecho puede
significar también que los caciques, siendo representantes de la élite de la época
actual, sentían una fuerte necesidad de mantener el contacto espiritual con los
supuestos o reales ancestros paganos de algunas familias o toda la sociedad.

Fig. 44. Templo del Sol; La localización de la tumba pre hispánica (T-12A)
descubierta debajo del entierro cristiano (T-12)

El único hallazgo de carácter “europeo” documentado durante las excavacio-


nes en el Templo del Sol lo constituye una moneda española de valor de un real
(Fig. 45). Hay que subrayar que las monedas de este tipo, llamadas macuquinas
(también conocidas bajo el nombre de dinero pirata), eran un medio de pago muy
común en el ámbito español del Nuevo Mundo en los siglos XVI y XVII (Burzio
1958). En el caso del hallazgo de la tumba 1 sin duda se trata de un ejemplar del
Józef Szykulski 95

siglo XVI. Parece que la moneda data del período anterior a la fundación de la
Casa de la Moneda en Lima, así como de la Casa de Moneda en Potosí, la más
importante institución de este tipo en toda la América del Sur41. Probablemente,
fue acuñada en América Central, lo que está sugerido por la presencia de la letra I
(¿Indias Occidentales?) en su anverso. Estas conclusiones encajan en la hipótesis
de la muy temprana, en el contexto de la Época Colonial, proveniencia de los
entierros cristianos descubiertos dentro del Templo del Sol.
Por lo demás, merece la pena men-
cionar que el escaso material de pro-
cedencia europea, registrado dentro de
algunas estructuras arquitectónicas de
Churajón, tiene rasgos característicos de
un determinado fragmento de la historia
de América Latina, es decir, período de
la conquista o de los esfuerzos por tomar
el control sobre ciertas áreas (como suce-
Fig. 45. Templo del Sol; Macuquina dió en el caso de los actuales territorios
(1 Real) documentada en la tumba 2 de Chile y Argentina).
El marcador arqueológico de esta
corta época siempre lo constituye la escasa cantidad de monedas, elementos de
armas y arneses u objetos de uso personal traídos por los relativamente pocos
invasores. Estos componentes siempre aparecen entre los vestigios de la cultura
material india, es decir, indígena usados tanto por los conquistados como por los
conquistadores. Este fenómeno se reitera en varias regiones de la región andina y
toda el área de Mesoamérica42.
La síntesis de los resultados de las investigaciones sobre la Época Colonial en
Churajón permite no sólo precisar el momento de la aparición de los conquistadores
españoles en el área, sino también determinar los límites temporales del período
durante el cual dentro del Templo del Sol funcionaba la iglesia doctrinera. Los ves-
tigios disponibles indican que los conquistadores aparecieron en Churajón (hecho
marcado probablemente por el inventario de la tumba 1) en el mismo momento
cuando las tropas bajo el mando de Diego de Almagro –el colaborador principal
de Francisco Pizarro y, más tarde, el adversario político de este conquistador del
Perú– entraron en la región de Arequipa. En base a las fuentes históricas podemos
establecer su fecha al año 1537 (Galdos 1990: 216, 217). Estos acontecimientos
eran relacionados con la invasión de los futuros terrenos de Chile. La hipótesis

41 En la fase inicial de las investigaciones relacionamos la acuñación de esta moneda con esta
ceca (Szykulski 1998: 306; 1998a: 94).
42 Hay que resaltar el hecho de que las épocas históricas de transición en la mayoría de los casos
no están reflejadas por los cambios en los inventarios arqueológicos contemporáneos con
ellas.
96 Prehistoria del Perú Sur

de que fueron las mismas tropas de Almagro las que dominaron Churajón viene
respaldada además por las circunstancias estratégicas.
Hay que recordar que el interés principal de los invasores del Nuevo Mundo
no radicaba en la conquista de los mismos terrenos, sino de los centros del poder
y la gente que habitaba estas áreas. Las tropas españolas, al llegar desde Cusco al
valle del río Chili (la actual Arequipa), encontraron una región fértil, pero poco
poblada (Galdos 1988; 2000), cuyos habitantes no podían garantizar el aprovisio-
namiento de las tropas de invasores a la larga.
Las investigaciones realizadas hasta hoy demuestran que el centro de población
más importante en esta área era el relativamente pequeño poblado de Casa-Patak
(Fig. 46). Por esa razón, el conjunto de Churajón con su infraestructura agraria
constituía el único lugar que podía proveer de bastimentos a un mayor grupo de
individuos. Además, el conjunto, situado en el valle del río que facilitaba la salida
hacia el Pacífico, era un lugar ideal desde el punto de vista estratégico para la fun-
dación de una base operativa para las expediciones militares hacia el Sur.
Hay que suponer que, poco después de la aparición de los primeros conquis-
tadores el más representativo edificio de Churajón, es decir, el llamado Templo
del Sol (que probablemente funcionaba entonces como un templo indígena) fue
transformado en iglesia católica. Esto significaría que la iglesia católica del Tem-
plo del Sol es el más antiguo monumento de este tipo no sólo de toda la Costa
Extremo Sur, sino también de toda la parte meridional de América del Sur, es decir,
los terrenos actuales de Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile, el sur de Bolivia y
el extremo sur peruano.
Parece que este Churajón “colonial” funcionaba hasta el momento de la defini-
tiva implantación de las llamadas reducciones del Virrey Don Francisco de Toledo
y los reasentamientos de la población indígena forzados por la misma. Se trataría
de los inicios del último cuarto del siglo XVI. Tal fecha del abandono de Churajón
queda apoyada por los resultados de las excavaciones efectuadas en el Templo del
Sol y las estructuras arquitectónicas adyacentes.
Debajo de los estratos de polvo volcánico que yacían directamente sobre
los pisos de las construcciones estudiadas (Fig. 47) no fueron registrados ningún
vestigio que indicara la violenta destrucción de las estructuras en uso, y sólo
se recuperaron unos pocos hallazgos muebles. Dichas evidencias confirman que
Churajón fue abandonado antes de la erupción del volcán Huaynaputina en el año
1600. Por lo demás, los restos de los techos de paja (conservados debajo de la capa
de polvo volcánico), junto al hecho de que entre los pisos de las construcciones
y el estrato de polvo no se detectó ninguna capa eólica (o culturales), respaldan
la suposición que el abandono de Churajón sucedió poco antes de la mencionada
erupción, es decir, en el último cuarto del siglo XVI. Así que, tomando también
en cuenta el relativamente extenso conjunto de fuentes sobre los acontecimientos
históricos en los territorios del Virreinato del Perú de aquellos tiempos, podemos
Józef Szykulski

Fig. 46. Centro precolombino Kasa – Patak, hoy la ciudad Arequipa (según: Bernedo 1949)
97
98 Prehistoria del Perú Sur

reafirmar que los habitantes de Churajón se retiraron de esta densamente poblada


región a causa de la aplicación del sistema de reducciones del entonces Virrey del
Perú, Francisco de Toledo (1867).

Fig. 47. Churajón; Derrumbe del pared oeste del Templo del Sol
cubierto con la ceniza volcánica.

El análisis de todos estos datos nos lleva a la conclusión de que Churajón, que
en el Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío era el mayor conjunto habita-
cional de toda la Costa Extremo Sur, también en los inicios de la Época Colonial,
es decir, en el Período de Transición, constituía probablemente el más importante
centro del poder político del Reino de España en la recién conquistada región
del Nuevo Mundo. Su importancia estuvo condicionada tanto por su ubicación
conveniente, en la ruta que conducía de las altas montañas a la costa, como por la
infraestructura agraria que posibilitaba el aprovisionamiento fácil. El sitio perdía
su privilegiada posición conforme la administración colonial española extendía su
poder sobre la Costa Extremo Sur y se fundaban los centros urbanos de tipo europeo
como, por ejemplo, las ciudades de Arequipa (definitivamente fundada en 154043)
y de Camaná (1557). El desenlace irreversible de la población de Churajón fue

43 Se trata de la segunda fundación de la ciudad.


Józef Szykulski 99

dado con la sucesiva implantación de las ya mencionadas reducciones toledanas


a partir del inicio de los años setenta del siglo XVI.
Parece que en el período posterior a las reducciones, la región de Churajón
estaba sólo esporádicamente poblada. Algunos hallazgos superficiales (Szykulski
1996) y los vestigios recuperados de las capas superiores de las estructuras 401
y 402 del Centro Administrativo-Residencial, demuestran que después de la
erupción del Huaynaputina en el año 1600 el área del conjunto estubo habitada
por lo menos durante un corto episodio. Tal vez se trate de la presencia de la
población que se opuso a las medidas del Virrey Francisco de Toledo o de los
representantes del aparato administrativo español que vigilaban estos terrenos
para prevenir el retorno de sus antiguos habitantes44. De todos modos, la erup-
ción del Huaynaputina, destruyendo una gran parte de los antiguos sistemas
de irrigación y esterilizando la mayoría de los campos de cultivo, obstruyó el
regreso masivo de los habitantes a Churajón. Así que, tras el año 1600, la admi-
nistración colonial no tenía que preocuparse por los intentos de la repoblación
de estas tierras.
El disperso poblamiento de carácter rural funcionaba en la región de Churajón
sin duda durante la mayor parte de la Época Colonial. No obstante, las primeras
relaciones históricas que conciernen la explotación económica de estos terrenos
datan de los finales del siglo XVIII (Bernedo Málaga 1949: 61). De esta época
provienen las más antiguas fuentes sobre los pueblos del valle del Corabaya-Tasata.
Entre ellas podemos hallar una carta del 21 de julio de 1793 escrita por el padre
D. Francisco Pantaleón de Ustariz de Pocsi al obispo de Arequipa, Don Chávez de
la Rosa (Vargas Ugarte 1956: 152, 153). En ella, al lado de la información sobre
el culto a una figura milagrosa de la Virgen, depositada en una capilla en el valle
del Tasata, encontramos un par de datos acerca de las aldeas ubicadas en el mismo
valle. Algunas de las poblaciones existentes ya en aquellos tiempos, como Tasata,
Tasata Alta y Paranay, perduraron hasta hoy en día. Sin embargo, tanto en el siglo
XVIII como en las épocas posteriores, el poblamiento en la región se limitaba a
las partes bajas del valle y sólo algunas de las terrazas de cultivo prehispánicas
eran aprovechadas por los moradores.
Así que no existen evidencias que confirmaran alguna relación histórico-cul-
tural entre los asentamientos contemporáneos y las ruinas precolombinas ubicadas
más arriba. Probablemente la población actual llegó o más bien llegaba hasta aquí
en el transcurso de los siglos XVII y XIX desde las montañas altas ubicadas al
norte, es decir, desde el Altiplano septentrional o sus extremos. La existencia de
los fuertes vínculos entre los actuales habitantes del valle del río Corabaya-Tasata
y la población circuntiticaca queda reflejada en sus costumbres, ritos y trajes

44 La existencia de este fenómeno la confirma el caso de una reducción situada cerca del distrito
de Huaman-Marca que fue abandonada después de un corto período de su funcionamiento
(Neira 1998: 42).
100 Prehistoria del Perú Sur

tradicionales que parecen tener sus antecedentes en las vestimentas típicas de la


cuenca del Titicaca.
Como un buen ejemplo puede servirnos aquí la fiesta de la Virgen de la
Candelaria celebrada en febrero por los pobladores de Paranay y Tasata. Varios
elementos de esta festividad, como los trajes y las partes del rito, se parecen a las
celebraciones dedicadas a la Virgen de Copacabana que cada año tienen su lugar
en las orillas del Titicaca.
Józef Szykulski 101

CAPÍTULO V
Primeros habitantes.
Época Precerámica en la Costa Extremo Sur
Los resultados de los trabajos realizados hasta la fecha en el territorio de la Costa
Extremo Sur, incluyendo las investigaciones llevadas a cabo entre los años 1993 y
2002 en el marco del Proyecto Churajón, permiten no sólo delinear el proceso de
desarrollo cultural en el extremo sur peruano, sino también definir los mecanismos
y las influencias que lo estimularon.
Sin embargo, para entender todos los fenómenos ocurridos necesitamos anali-
zar el problema desde una perspectiva geográfica mucho más amplia, sobrepasando
los límites de la Costa Extremo Sur. Asimismo, precisamos tomar en consideración
los cambios ambientales acaecidos en el pasado tanto en la escala regional como en
la global. El factor ambiental, muy a menudo ignorado o no valorado debidamente,
constituye sin duda un elemento decisivo en las indagaciones sobre la más remota
etapa de la historia de la civilización humana, es decir, la Época Precerámica. Se
trata de un período cuando el hombre prehistórico podía modificar su ambiente
sólo de manera muy limitada, por lo que para sobrevivir necesitaba adaptarse a
las condiciones cambiantes.
Pretendiendo caracterizar la Época Precerámica en la Costa Extremo Sur,
primero tenemos que afirmar que, a pesar de que los trabajos desarrollados en
los últimos cincuenta años permitieron localizar o registrar una gran cantidad de
yacimientos arqueológicos, el mero hecho de la identificación de los sitios no
implicó el aumento cualitativo de la existente base de datos. Las causas de esta
situación radican en un carácter muy disperso, tanto en el sentido espacial como
temporal, de los restos de la época en cuestión. Varias concentraciones de sitios
están separadas por extensos espacios que hasta hoy en día no han sido estudiados.
Eso implica que los yacimientos a menudo muy alejados uno del otro carecen
de contextos comunes, es decir, que se repitan. Por eso la tarea de determinar
relaciones entre varias áreas y establecer secuencias temporales de artefactos,
cuando todavía carecemos de fechas 14C, se pone muy difícil. Además, siempre
tenemos que estar conscientes que los resultados de nuestras indagaciones tienen
un margen de error mucho más grande que en el caso de los estudios sobre las
épocas posteriores.
102 Prehistoria del Perú Sur

Un inconveniente muy importante, relacionado con las investigaciones sobre


la Época Precerámica en la Costa Extremo Sur, reside tanto en el mismo carác-
ter de los trabajos arqueológico realizados como en el modo de publicación de
sus resultados. Contrariamente a lo que sucedió en las regiones ubicadas más al
Norte (como, por ejemplo, los Andes Centrales del Perú o la Costa Central), las
excavaciones extensivas fueron llevadas a cabo en muy pocos sitios localizados
en la Costa Extremo Sur. La mayoría de las intervenciones tenían carácter de
prospección o sólo abocaba la ejecución de los pozos de sondeo. Aun en el caso
de las excavaciones extensivas en Asana (Aldenderfer 1998), en la cuenca del río
Osmore-Moquegua no podemos hablar de los trabajos complejos, parecidos a los
efectuados en Guitarrero (Lynch 1980), en la región de Ayacucho (MacNeish et al.
1980) o en la cueva de Lauricocha (Cardich 1958, 1964) en los Andes Centrales.
Por lo demás, la forma de la publicación de los resultados de las investigaciones
llevadas a cabo en la Costa Extremo Sur tampoco satisface nuestras necesidades.
En la mayoría de los caso sólo fueron divulgados los informes, de tamaño muy
reducido y con insuficiente documentación iconográfica.
Otro problema aparte constituye el vocabulario poco preciso. Hay que recor-
dar que varios investigadores al definir los tipos de artefactos hacen uso de una
nomenclatura muy variada. La falta de la nomenclatura bien precisa y las tipologías
claras son muy sintomáticas de la arqueología no sólo del Perú, sino de todo el
Nuevo Mundo.
Todas las propuestas tipológicas creadas hasta entonces para las industrias
líticas del Nuevo Mundo se limitaban al área de América del Norte y Central, sólo
muy esporádicamente incluyendo algunas formas típicas de América del Sur (cf.
Davis, Brott, Weide 1969; Kozłowski 1974; Ginter, Kozłowski 1975; García Cook
1964). En el caso del territorio actual del Perú, todas las tipologías propuestas
tenían carácter regional, ajustado a las necesidades de la investigación dentro de
un determinado yacimiento o una región concreta. Además, la mayoría de estas
tipologías fueron elaboradas para los yacimientos del Perú norte y central (Chau-
chat 1972; Kozłowski, Krzanowski 1977; Lynch 1980).
Para la Costa Extremo Sur existe sólo una y frecuentemente criticada tipo-
logía creada por Rogger Ravines en los años sesenta y setenta del siglo XX. Su
propuesta, basada en los materiales recuperados del sitio Toquepala 2, abarca sólo
las puntas dejando de lado otros útiles del contexto (Ravines 1972). Por lo demás,
Ravines al analizar los inventarios líticos de otros sitios de la Costa Extremo Sur
y las áreas adyacentes, siempre intenta ajustarlos a esta tipología anteriormente
elaborada para los artefactos líticos de Toquepala 2.
La notable cantidad de datos rendidos por los trabajos realizados durante los
últimos años permitió al autor del presente estudio elaborar una nueva propuesta
de la tipología de artefactos líticos de la Costa Extremo Sur.
Józef Szykulski 103

1. Tipología de los artefactos líticos

La tipología presentada líneas más abajo fue elaborada a base de los materiales
publicados hasta la fecha, incluyendo además los inventarios que por varias razones
permanecen inéditos. El estado de la investigación determinó que son las puntas
foliáceas las mejor representadas dentro de todo el conjunto de formas. Para evitar
algunas infundadas asociaciones difusionistas, se rechazó una práctica común de
la arqueología europea y americana de denominar las formas de artefactos con
el nombre del sitio donde fueron registradas por primera vez (p. ej., puntas tipo:
Ichuña, Viscachani, Sumbay etc.).
La nomenclatura de este tipo, por estar tan extendida en la literatura arqueo-
lógica, aparece aquí sólo a modo de información adicional. Asimismo, nuestro
sistema de clasificación fue basado en las siguientes denominaciones: números
romanos (I, II,…X,..XVI, etc.) – grupos de útiles; números arábigos – tipos de útiles
(1, 2, 3,…11); dos números arábigos separados por un punto (1.1, 1.3,…2.7, 2.8)
– variantes; números arábigos con letras minúsculas (1.1a, 1.1b, 1.2a,…2.3a) – sub-
variantes. En los casos que requerían una explicación adicional también agregamos
algunos comentarios acerca de varios tipos, variantes o subvariantes de grupo en
cuestión. Por lo demás, para evitar malentendidos, que muy a menudo se generan
en las publicaciones sobre la Época Precerámica, las puntas bifaciales, excepto las
formas geométricas y los llamados arpones con superficie pulida (grupos: XVI y
XVII), fueron clasificadas dentro del grupo de puntas foliáceas.
Basándonos en los análisis de los inventarios líticos recuperados hasta la fecha
de la Costa Extremo Sur, podemos distinguir los siguientes tipos de artefactos aso-
ciados tanto a la Época Precerámica como a los inicios de la Época Cerámica:
I. Núcleos
I.1. Choppers
I.2. Chopping-tools
I.3. Seudobifaces
Los choppers y chopping-tools básicamente no difieren de los ejemplares
conocidos del Mundo Antiguo. Las formas conocidas como bifaces, o más bien
seudobifaces, encontradas en el territorio de la Costa Extremo Sur pero también
fuera de esta área, deben ser tratadas como núcleos con negativos de lascas extraí-
das o preformas de la talla de puntas foliáceas. A tales conclusiones llevan los
resultados de las investigaciones efectuadas en los años setenta del siglo XX al
norte del Perú sobre la problemática de los llamados bifaces/seudobifaces tipo
Chivateros (Chauchat 1977, 1982, 1988, 1998).

II. Lascas
II.1. Lascas retocadas
II.2. Raclettes
104 Prehistoria del Perú Sur

Entre las lascas retocadas encontramos piezas con retoque de uno o de los dos
bordes. La mayoría de estos artefactos probablemente son preformas. El número
reducido de los ejemplares documentados no permite elaborar una clasificación
más detallada. En lo que concierne a las raclettes, en la Costa Extremo Sur encon-
tramos principalmente las formas ovaladas con los bordes retocados abruptamente
y la zona distal sin retoque. Unos hallazgos muy similares se conocen del norte de
Perú (cf. Chauchat 1972: Fig. 3).

III. Denticulados
III.1. Denticulados unilaterales
III.2. Denticulados bilaterales
III.3. Denticulados cóncavos
III.4. Denticulados circulares
Las evidencias de este grupo –provenientes tanto de la Costa Extremo Sur
como de otras regiones del Perú– no han sido estudiadas hasta la fecha. Parece que
existen más tipos, todavía no identificados. La mayoría de las formas denticuladas,
como, por ejemplo, las circulares (tipo III.4), fueron clasificadas por algunos de
los investigadores dentro de otros grupos de útiles, por ejemplo, dentro de este
de los raspadores.

IV. Perforadores
IV.1 Perforadores simples
IV.2 Perforadores múltiples
Este grupo abarca los útiles sobre lascas o láminas que se distinguen por la
presencia de un apéndice en punta, aguzado por medio de retoques cóncavos.
Este mero hecho no permite incluir dentro de este grupo formas simples que muy
a menudo aparecen en la literatura bajo el mismo nombre (en las publicaciones
anglosajonas denominadas gravers), pero que no demuestran ningún retoque en
la parte considerada como el apéndice.

V. Raspadores
V.1. Raspadores simples sobre láminas
V.2. Raspadores dobles sobre láminas
V.3. Raspadores simples sobre lascas
V.4. Raspadores sobre láminas con retoque de bordes
V.5. Raspadores circulares
V.5.1. Raspadores circulares espesos
V.5.2. Raspadores circulares planos
V.6. Raspadores en hocico (perfilados)
V.7. Raspadores espesos
Józef Szykulski 105

VI. Raederas
VI.1. Raederas alargadas simples
VI.2. Raederas alargadas dobles
VI.3. Raederas laterales
VI.4. Raederas ovaladas
VI.5. Raederas de base cóncava

VII. Cuchillos
VII.1. Cuchillos convergentes
Hasta la fecha, entre los ejemplares de la Costa Extremo Sur sólo pudimos
comprobar la existencia de un tipo (tal vez en dos variantes). Se trata de útiles
asimétricos bifaciales de punta afilada, bien destacada (Neira 1990: 12, 52).

VIII. Puntas sobre lascas, con retoque de bordes


Es un grupo bastante común dentro del territorio de la Costa Extremo Sur.
Incluye formas que no pueden ser clasificadas como útiles bifaciales. Se caracte-
rizan por la forma que oscila desde la ovalada, por la ovalado-acorazonada hasta
la triangular. Son más bien asimétricas, con retoque fino de todos los bordes o sólo
del borde funcional. En la literatura arqueológica funcionan como puntas (Ravines
1972: 149), sin embargo, la asimetría de su forma hace que no encajan bien dentro
de la definición de la punta.

IX. Piezas bifaciales foliáceas


IX.1. Formas alargadas, bifaciales, foliáceas, con ápices redondeados (llamadas
baguette)
IX.2. Formas cortas, bifaciales, foliáceas, con ápices redondeados
Las formas clasificadas dentro de este grupo por la mayoría de los investiga-
dores son tratadas como puntas. Sin embargo, la falta de un ápice agudo hace que
concuerden con la definición de la punta. Por eso, en la presente tipología forman
un grupo aparte, por lo cual no queremos negar su directa relación con las puntas
foliáceas, especialmente las del grupo XI.

X. Puntas acanaladas fluted


X.1. Puntas tipo “cola de pescado”
X.2. Puntas geométricas acanaladas con base cóncava (pseudo-fluted); denominadas
también puntas tipo La Aguada (Neira 1990, 1998)
X.2.1. Formas pentagonales
X.2.2. Formas triangulares
Un rasgo distintivo de este grupo constituye la presencia de acanaladuras, es
decir, el lascado profundo longitudinal que permite adelgazar la base.
106 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 48. Puntas de proyectíl y bifaces documentados en los contextos


precerámicos de la Costa Extremo Sur (artefactos del grupo VIII – XII)
Józef Szykulski 107

XI. Puntas en forma de hoja de laurel


XI.1. Puntas bipolares de base aguda
XI.2. Puntas de base redondeada; denominadas también puntas tipo Viscachanense,
Viscachani o Ayampitinense (Patterson, Heizer 1967; Ravines 1972: 143-145,
1982: 124, 192)
XI.2.1. Formas cuyo ancho máximo se encuentra en la base
XI.2.1a. Formas alargadas
XI.2.1b. Formas cortas
XI.2.2. Formas cuyo ancho máximo se encuentra en 1/3 (o más) de la lon-
gitud
XI.2.2a. Formas alargadas
XI.2.2b. Formas cortas
Una subvariante especial del tipo XI.2 constituyen puntas alargadas con reto-
que plano y el borde funcional denticulado.
XI.3. Puntas de base recta
XI.3.1. Formas cuyo ancho máximo se encuentra en la base (más abajo de
1/3 de la longitud)
XI.3.2. Formas cuyo ancho máximo se encuentra en 1/3 (o más) de la lon-
gitud
Algunos ejemplares se caracterizan por tener un limbo cuyos bordes en la
zona proximal, más o menos en 1/3 de la longitud de la pieza, son ligeramente
convergentes y más abajo se juntan formando una base en arco de modo que no
hay aristas entre la parte distal y la proximal.
XI.4. Puntas asimétricas con aleta
XI.4.1. Formas de base redondeada
XI.4.2. Formas de base recta
XI.5. Puntas de base escotada
XI.5.1. Formas alargadas
XI.5.2. Formas cortas

XII. Puntas trapezoidales (con pedúnculo incipiente)


En el caso de las puntas tipo XII.1 y XII.2 podemos hablar de una gran
cantidad de formas intermedias, clasificadas por varios investigadores dentro de
otras categorías (especialmente cuando se trataba de piezas truncadas). El rasgo
distintivo del tipo XII.2 constituye la presencia de una bien pronunciada inflexión
en ángulo en la parte que une la base del limbo con el pedúnculo.
XII.1.Puntas trapezoidales alargadas con pedúnculo incipiente
XII.1.1. Formas con pedúnculo incipiente largo, hasta 1/2 de la longitud
XII.1.2. Formas con pedúnculo incipiente corto, hasta 1/3 de la longitud
XII.2.Puntas trapezoidales alargadas con limbo denticulado y pedúnculo muy bien
diferenciado; llamadas también puntas tipo Ichuña (Ravines 1972: 141,
143)
108 Prehistoria del Perú Sur

El limbo de los útiles de este tipo constituye el 60% de la pieza.


Aparecen tanto los ejemplares con aletas bien diferenciadas como los sin
aletas.
XII.3.Puntas trapezoidales de limbo corto con aletas; denominadas puntas de
proyectil-Sumbay I-B (según Neira 1990:27)
Las piezas de este grupo pueden tener limbo con retoque rectilíneo o denti-
culado.

XIII. Puntas triangulares


XIII.1. Puntas triangulares de base convexa; también denominadas stemless points
(Bird 1960: 298; Laming-Emperiare, Reichlen 1963: 212)
XIII.2. Puntas triangulares con pedúnculo agudo incipiente; llamadas tipo Arcata
(Schroeder 1957; Neira 1990)
XII.2.1. Formas alargadas
XII.2.2. Formas cortas

XIV. Puntas pentagonales


XIV.1. Puntas pentagonales alargadas
XIV.1.1. De pedúnculo largo
XIV.1.1a. Formas con retoque rectilíneo
XIV.1.1b. Formas con retoque denticulado
XIV.1.2. De pedúnculo corto
XIV.1.2a. Formas con retoque rectilíneo
XIV.1.2b. Formas con retoque denticulado
La base de pedúnculo de los útiles de este tipo es recta. Algunas piezas de la
variante XIV.1.1 tienen dientes en la base del limbo un poco alargados que a veces
forman aletas bien características.
XIV.2 Puntas pentagonales cortas
XIV.2.1a. De pedúnculo largo
XIV.2.1b. De pedúnculo corto
La base de pedúnculo es recta. Hay formas con limbo triangular y lanceo-
lado, a veces con retoque denticulado. Algunas piezas poseen pequeñas aletas
ligeramente diferenciadas de los bordes del limbo, similares a los de las variantes
XII.2 y XII.3.

XV. Puntas con pedúnculo


XV.1 Puntas alargadas de limbo lanceolado y pedúnculo con bordes convergen-
tes
XV.1.1. Formas de base recta
XV.1.2. Formas de base redondeada
Entre las puntas de la variante XV.1.2 esporádicamente encontramos piezas
con retoque denticulado y las llamadas aletas en la base del limbo.
Józef Szykulski 109

Fig. 49. Puntas de proyectíl (grupo XIII – XVII) documentadas en los contextos prece-
rámicos de la Costa Extremo Sur
110 Prehistoria del Perú Sur

XV.2 Puntas cortas de limbo triangular y pedúnculo con bordes convergentes;


también denominadas Punta Cueva (Ravines 1972) o Sumbay-tipo 12 (Neira
1968: fig. 15)
XV.2.1. Formas de base recta
XV.2.2. Formas de base redondeada
XV.3. Puntas con pedúnculo ancho de base escotada; llamadas Sumbay II-A y
II-B (Neira 1990: 34, 35)
XV.3.1. Formas alargadas
XV.3.2. Formas cortas
XV.4. Puntas de limbo con retoque denticulado, de pedúnculo con bordes diver-
gentes y base convexa.

XVI. Puntas geométricas


Estas piezas relativamente pequeñas se caracterizan por un retoque escamoso
muy regular, en series superpuestas y yuxtapuestas entre sí.
XVI.1. Formas triangulares o pentagonales de base escotada
XVI.1.1. Formas alargadas
XVI.1.2. Formas cortas
XVI.2. Puntas triangulares con base profundamente escotada (bifurcada) y retoque
denticulado
XVI.2.1. Formas alargadas con escotadura profunda en arco
XVI.2.2. Formas cortas con escotadura profunda
XVI.2.2a. Formas con escotadura profunda en arco
XVI.2.2b. Formas con escotadura profunda en ángulo
El rasgo distintivo del tipo XVI.2 constituye una escotadura profunda que
provoca la bifurcación de la base. Parece que dentro de este tipo existen también
los ejemplares sin retoque denticulado.

XVII. Puntas arpones


Algunos útiles de este grupo se caracterizan por una superficie parcialmente
o totalmente pulida. Al parecer, son formas típicas tanto de los finales de la Época
Precerámica como de los inicios de la Época Cerámica.
XVII.1. Puntas arpones sin pedúnculo, de bordes rectilíneos y de base escotada;
llamados también tipo Gentilar (Ravines 1972)
XVII.2 Puntas de arpón con pedúnculo y limbo alargado puntiagudo
XVII.2.1. Formas “pinito de navidad”; denominadas tipo Tres Hermanas
(Ravines 1972)
XVII.2.2. Formas puntiagudas con aletas bien diferenciadas en la base
del limbo; llamados tipo Lisera (Ravines 1972)
Józef Szykulski 111

2. Caracterización de los materiales precerámicos

En base a la tipología presentada –la cual facilita el análisis comparativo de los


artefactos líticos de la sierra y la costa y constituye un punto de partida para la
determinación de relaciones temporales y espaciales entre ellos– podemos tratar de
definir las principales formas registradas en los sitios de la Época Precerámica de
la Costa Extremo Sur (Fig. 48, 49). Primeramente, se presentarán los inventarios
de la costa y, más adelante, los de la sierra. El material recuperado durante las
investigaciones dentro del conjunto habitacional de Churajón, también localizado
en la zona de la montaña, se describirá en una sección aparte.

2.1. Litoral

Los sitios de la Época Precerámica registrados en la zona del litoral de la Costa


Extremo Sur se concentran en los valles fluviales o dentro de las áreas de lomas,
existentes sólo en el pasado o hasta hoy en día. Es necesario resaltar que la mayoría
de estos yacimientos fueron documentados únicamente durante las prospecciones
arqueológicas superficiales, por lo cual los artefactos reunidos sí confirman la
presencia de los grupos humanos en está área en un determinado período, pero no
constituyen una base suficiente para la reconstrucción de la historia de poblamiento
de dichos lugares. Contrariamente a lo que sucedió en la zona de la sierra, en la
franja litoral no se descubrieron sitios arqueológicos representativos, con secuen-
cias estratigráficas bien definidas e inventarios lo suficientemente abundantes para
permitir el análisis comparativo.
Catarindo: Departamento de Arequipa, Provincia de Islay, en una playa que
está ubicada directamente al Norte de Mollendo. Es un yacimiento abierto locali-
zado sobre una terraza marina. El sitio fue descubierto en 1965 por Gary Vescelius
y después prospectado por Rogger Ravines (1967). Otro reconocimiento superficial
fue realizado por el equipo del Proyecto Churajón en 1997. Las labores efectuadas
hasta la fecha proporcionaron un escaso inventario compuesto de machacadores y
manos confeccionados a base de cantos rodados, útiles con astillamiento unilateral
tipo chopper (I.1), raspadores circulares (V.5), puntas trapezoidales tipo XII.1
y XII.2, formas triangulares tipo XIII.2 y puntas cortas con pedúnculo y limbo
triangular tipo XV.2 (cf. Ravines 1967: láms. XXXI, XXXII).
Lomas de Ilo: Departamento de Moquegua, Provincia de Ilo, dentro de Lomas
al Sur del puerto de Ilo. Se trata de un extenso conjunto de sitios que abarca una
área de aproximadamente 10 km², sólo superficialmente estudiado (Ravines 1972:
161, 162). Los pocos materiales arqueológicos recogidos incluyen preformas con
negativos de lascado, raspadores circulares (V.5), raederas ovaladas (VI.4), cuchi-
llos (VII.1), piezas bifaciales foliáceas (IX.2), puntas en forma de hoja de laurel
de base redondeada (XI.2), puntas trapezoidales (XII.1), formas similares a las
112 Prehistoria del Perú Sur

puntas pentagonales con bordes denticulados (XIV.1.2), y las más numerosas en


este grupo: puntas geométricas (XVI.1, XVI.2). Por lo demás, cabe destacar la
presencia de cuencos de roca ígnea (Ravines 1972: 162, 172)45.
Los materiales arqueológicos de Lomas de Ilo demuestran una serie de analo-
gías con los inventarios procedentes del yacimiento chileno Quiani, cerca de Arica,
dentro del cual se distinguieron dos fases de ocupación (Bird 1943: 232–248)46.
Un contexto arqueológico similar fue registrado también en el sitio Punta Pichalo,
Provincia Tarapacá, Departamento Pisagua, donde los inventarios semejantes se
encontraron tanto en los estratos de la Época Precerámica como en las capas de
los inicios de la Época Cerámica (cf. Bird 1943).
Matarani: Departamento de Arequipa, Provincia de Islay, dentro de los lími-
tes del distrito de Matarani. Es un conchal localizado cerca de las ruinas de Islay
Viejo parcialmente destruido durante los trabajos de construcción de la carretera
Matarani – Mollendo que revelaron un estrato de 60 cm de espesor.
Las únicas investigaciones arqueológicas (prospección de la superficie y docu-
mentación cartográfica) fueron realizadas en 1965 por Gary S. Vescelius. Entre
las pocas piezas registradas aparecieron raspadores sobre lascas (V.3) y puntas
triangulares de base escotada (XVI.1).
Mollendito: Departamento de Arequipa, Provincia de Islay, aproximadamente
10 km al Noroeste de Mollendo. En 1965 Gary S. Vescelius documentó aquí las
evidencias de varias épocas. Los inventarios del sitio abarcan las puntas trapezoi-
dales XII.2 junto a las formas geométricas del tipo XVI.1. También aquí, como en
Lomas de Ilo, se hallaron cuencos de roca ígnea. Se supone que estos materiales
son contemporáneos con los de Matarani y Lomas de Ilo y la fase posterior de
ocupación de Quiani en Chile (Bird 1943). Igualmente, como en el caso de la
mayoría de los yacimientos del litoral, la completa devastación de la estratigrafía
impide diferenciar las fases de ocupación del sitio.
Pampa Colorada: Departamento de Arequipa, Provincia de Camaná, entre
los valles Camaná y Ocoña, directamente al Norte del sitio Playa Chira. Se trata
de cinco conchales vecinos (Pampa Colorada I – Pampa Colorada V) de la Época
Precerámica y los inicios de la Época Cerámica (Ravines 1967; 1972; Neira 1990:
50).
Este complejo de sitios fue descubierto en 1956 por F. Engel y E. Lanning
(Engel 1957; Lanning, Hammel 1961). Gary S. Vescelius efectuó aquí las exca-
vaciones arqueológicas a finales de los años cincuenta y al principio de los años
sesenta. Sus trabajos permitieron revelar estratos con cerámica formativa y capas
del Precerámico Tardío con puntas triangulares de base escotada clasificadas como

45 En la publicación de los materiales del sitio aparece la denominación “cuencos de lava”.


Como la lava es materia derretida, suponemos que se trata de un error del investigador.
46 También aquí, al lado de puntas en forma de hoja de laurel con base escotada y puntas trian-
gulares de base escotada, se registraron cuencos de lava.
Józef Szykulski 113

tipo XVI.1. Por lo demás, en los conchales denominados Pampa Colorada III y
Pampa Colorada V, se encontraron algunos materiales indudablemente mucho
más antiguos.
Entre los artefactos líticos aparecieron machacadores y manos de piedra pulida
(Engel 1957: Pt. XXXIII), algunos de los cuales pudieron ejercer la función de
alisadores. Además se registraron instrumentos a base de cantos rodados tipo cho-
pping-tool (I.2), perforadores simples y dobles con el apéndice bien diferenciado
(IV.1, IV.2) y cuchillos (VII). El grupo de las puntas estuvo representado por las
puntas trapezoidales tipos XII.1, XII.2 y XII.3, puntas pentagonales (XIV.2), puntas
con pedúnculo tipo XV.1, XV.2 y muy particular tipo XV.4 (cf. Engel 1957; Lan-
ning, Hammel 1961; MacNeish et. al. 1980; Neira 1990, 1998; Ravines 1972).
Para el nivel de ocupación más antiguo dentro de los conchales de Pampa
Colorada se obtuvo una fecha radiocarbónica de 5490+/-140 BP (Ny-159) que
calibrada arrojó un intervalo de 4600-4000 a. C. Tal evidencia nos permite clasifi-
car por lo menos la mayoría de los materiales recuperados dentro de la fase tardía
de la Época Precerámica. Sin embargo, la falta de la secuencia estratigráfica bien
documentada causa que los resultados de esta única datación por 14C no puedan
servirnos para resolver el problema de la cronología de los artefactos.
Playa Chira: Departamento de Arequipa, Provincia de Camaná, entre los
valles Camaná y Ocoña, directamente al Sur del sitio de Pampa Colorada. Es un
conchal descubierto en 1956 por F. Engel y E. Lanning (Engel 1957).
Entre los escasos materiales documentados en el sitio destacan útiles de pie-
dra pulida (probablemente alisadores), artefactos tipo chopping-tool (I.2), puntas
trapezoidales con aletas (XII.2.1), puntas con pedúnculo tipo XV.1 y XV.2. No
existe ninguna secuencia estratigráfica registrada para este sitio. Todo tipo de inqui-
siciones sobre la cronología del sitio sólo puede basarse en la fecha radiocarbónica
Hv-1090: 8765+/-160 BP que calibrada indicó un intervalo de 8050–7500 a. C., es
decir, una fase muy temprana del Precerámico, al principio del Holoceno.
Puyenca: Departamento de Arequipa, Provincia de Caravelí, aprox. 3 km
al Sur de Punta Ático. Se trata de un conchal en 1959 investigado por Gary S.
Vescelius. Los escasos inventarios de artefactos líticos del yacimiento incluyen
chopping-tools (I.2), puntas trapezoidales tipo XII.1, XII.2 y XII.3, puntas pentago-
nales tipo XIV.2 (cf. MacNeish et. al. 1980: 68). El material enumerado demuestra
varias analogías con los inventarios de la vecina Pampa Colorada.
Se obtuvieron dos dataciones radiocarbónicas de las muestras de carbón,
Hv-1084: 8070+/-145 BP y Hv-1086: 7855+/-150 BP. Lo que origina después de
la calibración 7350–6600 a. C. y 7060–6400 a. C., es decir, un amplio intervalo
de 7350–6400 a. C.47.

47 De Puyenca o sus alrededores proviene también una fecha muy controvertida de 13950+/-130
BP (BONN 1148). El material para el análisis radiocarbónico fue recogido por H. Trimborn
en 1970. Sin embargo, ignoramos si la muestra guarda algún tipo de relación
114 Prehistoria del Perú Sur

Quebrada de los Burros: Departamento de Tacna. Un conjunto de yacimien-


tos con conchales de tamaño reducido (menos de 2 metros de diámetro) dispersos
sobre una superficie de aprox. 40 km2, entre 150 y 200 metros sobre el nivel del
mar. El más elevado punto del valle (1000 msnm) está localizado a uno 11 km de
la línea litoral.
Las investigaciones arqueológicas realizadas aquí por el equipo del Proyecto
Arqueológico Perú Sur (Lavallée et al. 1999; Usselmann et al. 1999; Fontugne et
al. 1999) en 1995 y años posteriores permitieron identificar evidencias de varias
fases de ocupación. También, a base de los restos orgánicos, se determinó que la
fuente principal de proteínas para la población del sitio eran moluscos, pescado y
mamíferos marinos. La fauna terrestre sólo constituía un suplemento de la dieta
alimenticia.
En lo que concierne a los inventarios líticos, al lado de los deshechos de talla
(núcleos, lascas sin retoque) se encontraron: útiles denticulados unilaterales y cón-
cavos (III.1, III.3), raspadores sobre lascas (V.3), cuchillos (VII), puntas en forma
de hoja de laurel tipo XI.1, XI.2 y, posiblemente, también XI.3 (cf. Lavalleé et al.
1999: Fig. 11). Además se registraron varios elementos de aparejo de pesca (pesos,
anzuelos) confeccionados a base de conchas y huesos de mamíferos marinos. Los
materiales recuperados hasta la fecha demuestran una serie de semejanzas con
los inventarios de los yacimientos ubicados en el norte de Chile, Quiani y Punta
Pichalo (cf. Lavallée et al. 1999: 46–48; Bird 1943: 232–248).
Durante las excavaciones en el área de la Quebrada de los Burros se obtuvie-
ron 33 dataciones por radiocarbono (Lavallée et al. 1999: 19). Sólo los resultados
obtenidos para las 20 muestras de materia orgánica fueron calibrados. Otras 13
dataciones fueron basadas en el material proveniente de conchas. Su exactitud no
fue garantizada ni por los mismos autores del estudio (Lavallée et al. 1999: 23). A
este grupo de los fechados dudosos pertenece la datación Gif-10723: 9820+/-80 BP
cuyo resultado sugiere que proviene del período entre el Holoceno y Pleistoceno.
Las dataciones calibradas indicaron un intervalo sorprendentemente amplio entre
7900 y 1500 a. C. Por lo demás, hay que subrayar aquí que los escasos artefactos
publicados por los autores provienen, al parecer, de las capas N2 y N3 registradas
durante las excavaciones en 1997. Los fechados por 14C (Gif. 10623, 10624, 10625)
que fueron obtenidos del estrato N2 indicaron un período entre 5600 y 5250 a.
C. No se efectuaron análisis radiocarbónicos para la capa N3 que proporcionó
relativamente pocos materiales.
Ring (Ring-Site; Anillo): Departamento de Moquegua, valle del río Osmore,
cerca de la ciudad de Ilo. Se trata de un conchal o más bien un anillo de conchales
estudiados en los años ochenta del siglo XX por los arqueólogos: Edward Moseley,
James Richardson III y Daniel Sandweiss. La superficie del sitio corresponde en
gran medida al área del anteriormente mencionado yacimiento conocido como
Lomas de Ilo (Ravines 1972).
Józef Szykulski 115

Las excavaciones realizadas en el sitio proporcionaron abundantes materiales


orgánicos: huesos de animales, espinas de pescado, conchas, así como artefactos
óseos y sus fragmentos. Todos los materiales líticos, sólo 124 piezas en total,
fueron recuperados de una sola trinchera llamada Unit C. En base a la escasa
documentación existente que sólo abarca unos 32 artefactos líticos (Sandweiss,
Moseley, Richardson 1989: 69) podemos llegar a la conclusión que el inventario
del sitio abarca principalmente los ejemplares obtenidos con la técnica de lascado.
Los resultados de análisis indicaron que de materia prima servían principalmente
cantos rodados y rocas de partículas extremadamente pequeñas. Al lado de las
piezas unilaterales sobre cantos rodados, que más bien constituyen las preformas,
identificamos lascas, lascas retocadas (II.1), piezas denticuladas unilaterales y
denticuladas cóncavas sobre lascas (III.1, III.3), artefactos similares a las raederas
con retoque unilateral y forma condicionada por la forma del nódulo de la materia
prima (tipo VI). El carácter de todo el conjunto deja la impresión de que se tata
de material muy arcaico.
Se obtuvieron 7 dataciones por 14C de muestras SI-6931, SI-6930, SI-6784,
Pitt-142, Pitt-147, Pitt-144 y SI-6783. Las denominadas con SI fueron adquiridas
de conchas y las con Pitt de carbón. Sólo la última muestra, SI-6783, que arrojó
el resultado 10575+/-105 BP, no fue calibrada (cf. Fig. 57). Otros seis fechados
indicaron un intervalo entre 8000 y 3700 a. C. Sin embargo, si tomamos en cuenta
únicamente estos obtenidos a base de las muestras de carbón, que parecen mucho
más fidedignos, este intervalo se reducirá a 6400–3700 a. C. Por lo extenso que es
este lapso de tiempo podemos suponer la existencia de varias fases de ocupación
del sitio. No obstante, como logramos inferir del informe de los trabajos realizados,
los autores no alcanzaron definir elementos característicos de diferentes etapas de
asentamiento humano en esta zona (cf. Sandweiss, Moseley, Richardson 1989).

2.2. Sierra

El número de los yacimientos arqueológicos de la Época Precerámica en la sierra es


mucho más elevado. El curso de la investigación es aquí mucho más satisfactorio
que en la zona del litoral.
La Aguada: Departamento de Arequipa, Provincia de Condesuyos, Comu-
nidad de Ispacas. Es un sitio abierto localizado a una altura de 3450 msnm,
sobre una pequeña elevación que se encuentra dentro de la hacienda Ojoruro, a
12 km en la dirección Noreste de la cueva Pintasayoc, conocida por sus pinturas
rupestres.
Durante las prospecciones realizadas por Máximo Neira Avendaño, de la
superficie fueron recolectados artefactos en obsidiana, clasificados por el mismo
investigador como perforadores de muleta, y algunas puntas foliáceas (Neira 1990:
19; 1998: 15, 16). Sin embargo, el análisis de la documentación fotográfica nos
116 Prehistoria del Perú Sur

llevó a las conclusiones de que en el caso de los primeros de los artefactos men-
cionados se trata más bien de fragmentos de puntas con pedúnculo tipo XV.1, que
tal vez hubieran sido transformadas en perforadores (Neira 1998: 16). El grupo
más característico del sitio es este de puntas de limbo triangular o pentagonal. La
presencia de las acanaladuras que adelgazan sus bases hace que las puntas deben
ser clasificadas como fluted points, según la terminología de Willey. Estos arte-
factos, pertenecientes al tipo X.2 de nuestra tipología, son los únicos hallazgos de
este tipo en toda la región de la Costa Extremo Sur hasta la fecha. Como fueron
recuperados de la superficie no podemos determinar su relación temporal con los,
mencionados unas líneas mas arriba, supuestos perforadores.
Arcata: Departamento de Arequipa, Provincia de Condesuyos, Distrito de
Cayarani. Se trata de una cueva localizada en la altura de 4600 m sobre el nivel
del mar. En los años cincuenta del siglo XX, Gerhard Schroeder realizó aquí
excavaciones que proporcionaron numerosos artefactos líticos clasificados por
el mismo descubridor como Ayampitinense II (Schroeder 1957). La documenta-
ción iconográfica de los inventarios de Arcata (Schroeder 1957; Neira 1990: 9)
permite distinguir las siguientes formas de artefactos: seudobifaces (I.3), lascas
retocadas (II.1), útiles denticulados (III.3), raspadores (V.1–V.3, V.5, V.7), raederas
(VI.1–VI.5), cuchillo convergente (VII.1), punta sobre lasca con retoque de bordes
(VIII), puntas en forma de hoja de laurel de base recta (XI.3.1), puntas trapezoi-
dales alargadas (XII.1), puntas triangulares (XIII.1, XIII.2), puntas con pedúnculo
(XV.1), puntas geométricas (XVI.1, XVI.2.2, XVI.3). Además, aparecieron lascas
sin retoque y núcleos con negativos de lascado (preformas de los útiles bifaciales).
Vale la pena destacar que todos los materiales clasificados como tipos XII.1, XIII.2,
XVI.2.2 habían sido confeccionados de obsidiana.
El análisis de estos artefactos líticos de Arcata indica que tanto los raspadores
como las raederas representan las formas muy típicas de la región de los Andes
peruanos, incluyendo el territorio de Altiplano del Perú y Bolivia. La única forma
que destaca del conjunto es la de raedera de base cóncava (VI.5), es decir, cuchillo
bifacial según la clasificación de Ravines (1972: 152). Algunas piezas de este tipo
aparecen en las capas tempranas e intermedias del yacimiento Toquepala 2, así
como en los inventarios de Quellaveco y del Abrigo Caru (Ravines 1972: 154,
170). En cuanto a las puntas en forma de hoja de laurel de base recta (XI.3.1),
representan una variante que esporádicamente aparece entre los materiales líticos
de la Costa Extremo Sur. Hasta la fecha, algunos ejemplares de este tipo fueron
descubiertos sólo en los sitios de Asana, La Brorota (elaborados de obsidiana) y
Sumbay 3 (puntas tipo Sumbay II-D según Neira; 1990: 37). No disponemos de
ninguna fecha radiocarbónica para estos hallazgos de Arcata.
Asana: Departamento de Moquegua, Provincia de Mariscal Nieto, Distrito
de Torata. Se trata de un área de ocupación de la Época Precerámica localizada
en el valle del río Asana. En los años ochenta y los inicios de la década de los
Józef Szykulski 117

noventa del siglo XX, el equipo americano-peruano del Proyecto Contisuyo realizó
prospecciones arqueológicas de todo el valle, así como excavaciones extensivas
en este yacimiento ubicado en el curso superior del río, aproximadamente 40 km
de Moquegua (Aldenderfer 1990, 1991, 1998).
Dichas excavaciones abarcaron una superficie de unos 370 m². Se descubrieron
restos de construcciones habitacionales de las cuales las más antiguas datan de la
fase de ocupación fechada en 10 500 BP. Por lo demás, se registró una secuencia
estratigráfica de siete capas que abarcan tres períodos, es decir, Arcaico Temprano,
Arcaico Medio y Arcaico Tardío.
A base de los materiales publicados podemos caracterizar los inventarios de
Asana. Al lado de piezas tipo chopper (I.1) y útiles en piedra pulida (machacadores,
manos, batanes, alisadores) aparecieron raspadores simples sobre láminas y lascas,
raspadores circulares, así como también espesos (V.1, V.3, V.4, V5 y V.7). Dentro
del grupo de puntas se pudieron distinguir formas correspondientes a diferentes
fases de ocupación48.
Los estratos de la fase Asana VII que corresponden al Arcaico Tardío se
caracterizan por la presencia de puntas geométricas tipo XVI.1 y XVI.2. La fase
Asana VI, relacionada a la misma etapa del Arcaico, está representada por puntas
con pedúnculo tipo XV.1.
Al Arcaico Medio en Asana corresponden las fases V – III. Mientras la fase
IV se distingue por la presencia de puntas en forma de hoja de laurel del grupo XI
(tipos: XI.1, XI.2, XI.3, XI.4) y de piezas bifaciales foliáceas tipos IX.1, IX.2, la
fase III destaca por puntas en forma de hoja de laurel tipo XI.2, puntas trapezoidales
alargadas tipo XII.1.1 y de limbo corto tipo XII.3.2.
En cuanto al Arcaico Temprano (fases Asana II y I), sólo disponemos de
informaciones acerca de la fase Asana II representada por las formas trapezoida-
les de tipos XII.1.1 y XII.2. Los ejemplares de este segundo grupo tienen limbo
con retoque rectilíneo. Además en los estratos correspondientes a la fase Asana II
apareció un artefacto (tal vez se trate de una preforma) parecido a las puntas tipo
XII.3 (Aldenderfer 1998: Fig. 6.24.b).
La ubicación cronológica de los inventarios de Asana se pudo estimar a base
de treinta dataciones por 14C (Aldenderfer 1998: 131) de los cuales 26 fueron cali-
bradas con el método de Stuvier y Pearson (1993). Los fechados radiocarbónicos
calibrados concuerdan bien con la disposición estratigráfica de las muestras (las
muestras recolectadas de las capas inferiores son mucho más antiguas de las toma-
das de los estratos ubicados más arriba). La misma concordancia demuestran los
resultados de análisis por 14C que no fueron calibrados: las muestras extraídas de las
capas ubicadas al final de la secuencia presentan los valores mayores (Beta-40063:

48 A veces la mala calidad de la documentación iconográfica imposibilita una exacta clasifica-


ción de los artefactos.
118 Prehistoria del Perú Sur

9820+/-150 BP y Beta-24628:9580+/-130 BP). Así que podemos estar seguros


de que todas las muestras se recuperaron de los estratos que no eran disturbados.
Los resultados de los fechados calibrados de Asana indicaron un intervalo
de aproximadamente 8100 a 1700 a. C. dentro del cual es posible distinguir tres
grupos que tal vez reflejen las fases cronológicas de la ocupación del sitio: I - de
8100 a 6400 a. C., II - aprox. de 6100 a 4800/4700 a. C. y III - de 4200/4000 a
3000/2800 a. C. Además existe una datación aislada que arrojó una cronología
bastante tardía de 2200-1700 a. C. (cf. Fig. 57).
La Brorota: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Cañón de
Colca, directamente al Sur del poblado de Yanque. Es un sitio abierto ubicado a
una altura de aproximadamente 4200 msnm que fue prospectado en el 2001 por
Luis Díaz Rodríguez (Díaz Szykulski 2008). De la superficie se recuperaron una
raedera ovalada en obsidiana (VI.4) y16 puntas en cuarzo y obsidiana (Fig. 50).
En el grupo de las puntas podemos distinguir piezas en forma de hoja de laurel
de base recta (XI.3; 1 ejemplar), trapezoidales con aletas (XII.2.1; 2 ejemplares),
triangulares (XIII.2.1; 1 ejemplar), pentagonales de pedúnculo corto y limbo con
retoque denticular (XIV.1.2; 2 ejemplares) y pentagonales cortas de pedúnculo
largo (XIV.2; 6 ejemplares). Además aparecieron también dos puntas tipo XV.1,
un ejemplar tipo XV. 4 y una pieza triangular con base profundamente escotada
(XVI.2). Los artefactos tipo XI.3, XII.2, XIII.2 fueron confeccionados en obsi-
diana que también sirvió de materia prima para la elaboración de algunas puntas
tipo XIV.1 y XIV.2.
Caru (Abrigo Caru): Departamento de Tacna, Provincia de Tarata. Es un
abrigo rocoso con pinturas rupestres localizado en el margen derecho del riachuelo
Caparaja, a 3 km de Tarata. El sitio fue estudiado en los años sesenta del siglo XX
por Rogger Ravines quien advirtió la presencia de un nivel de ocupación pertene-
ciente a la Época Precerámica (Ravines 1967; 1972).
El inventario documentado incluye raspadores simples (V.1), raspadores sobre
láminas con retoque de bordes (V.4) y raspadores circulares (V.5). Además, apare-
cieron también raederas alargadas simples (VI.1), raederas laterales (VI.3), raederas
ovaladas (VI.4), raederas de base cóncava (VI.5), así como formones en madera,
cuentas de concha, piezas óseas y las llamadas paletas de pintor (Ravines 1967;
1972: 170). En el grupo de puntas se encontraron sólo formas trapezoidales tipo
XII.2 (Ravines 1967, 1972: 170). Una muestra de carbón extraída de una capa
localizada a unos 15 cm de la superficie (Hv-1083) arrojó el resultado de 8190+/-
130 BP que después de la calibración indica un intervalo de 7500 a 7000 a. C., es
decir, la fase temprana del Holoceno.
Huanaqueros: Departamento de Arequipa, Provincia de Arequipa, Distrito de
Quequeña. Un yacimiento abierto localizado sobre una terraza fluvial en la margen
derecha del río Yarabamba, más arriba del pueblo de Yarabamba. En 1965, M. Neira
Avendaño realizó aquí una prospección arqueológica de superficie recolectando
Józef Szykulski 119

Fig. 50. Artefactos líticos de Brorota (Díaz, Szykulski 2008)


120 Prehistoria del Perú Sur

118 artefactos, entre ellos: puntas, raederas y cuchillos, como también preformas
y subproductos de talla.
El análisis del inventario permite distinguir una raedera alargada simple (VI.1),
cuchillos con retoque bifacial efectuado en la fase inicial por percusión y después
por presión (VII), así como puntas de tipos diversos49.
El grupo de puntas incluye ejemplares en forma de hoja de laurel de base
redondeada (XI.2.2a), piezas con aleta y base recta (XI.3), trapezoidales tipo XII.1,
XII.2 y un ejemplar que, al parecer, es una preforma de una punta con base cóncava
tipo XI.5 (cf. Neira 1990: 11, H). Este conjunto de artefactos demuestra una serie de
similitudes con los materiales de las fases temprana e intermedia de Toquepala 2,
así como también con los inventarios Quellaveco y Arcata (Ravines 1972: 170).
Ichuña: Departamento de Moquegua50, Provincia de General Sánchez Cerro.
Es un abrigo rocoso estudiado en los años cincuenta del siglo XX por Osvaldo
Menghin y Gerhard Schroeder. Durante las excavaciones en el sitio se distinguieron
tres estratos de los cuales el superior fue relacionado por los investigadores con los
inicios de la Época Cerámica y los dos inferiores con el Precerámico (Menghin,
Schroeder 1957: 52). Se encontraron unos cuarenta artefactos. Los mismos descu-
bridores admitieron que muchos de estos hallazgos fueron recuperados del material
de desmonte, por lo cual fue imposible reconstruir la secuencia estratigráfica y asi-
mismo la cronología relativa de los artefactos (Menghin, Schroeder 1957: 44).
El inventario del sitio abarca raspadores (V), raederas (VI), machacadores,
cuentas en piedra, piezas óseas y 19 puntas. Entre estas últimas, la forma domi-
nante es la trapezoidal de limbo denticulado con aletas o sin ellas (XII.2). También
aparecen puntas en forma de hoja de laurel alargadas, de base redondeada y limbo
denticulado (XI.2.1a). Además, de la capa superior, fueron recuperadas puntas
geométricas triangulares tipo XVI.1 y XVI.2. La mayoría de las puntas denomina-
das tipo Ichuña –conocidas, entre otros, del sitio Toquepala 2– se encontraban en
la capa tres, relacionada con la fase intermedia de la ocupación del sitio, es decir,
el llamado Período II (Ravines 1972: 149).
Al parecer, es posible distinguir por lo menos dos horizontes cronológicos de
la ocupación del sitio de Ichuña: temprano, caracterizado por las puntas tipo XII.2
y la variante específica del tipo XI.2, y tardío, con las puntas tipo XVI.1.
Imata: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Distrito de Chivay.
Se trata de tres yacimientos abiertos llamados: Pampa de Yurac-Cancha, Pampa de
Huanacollo y Pampa de Sachagge. Los sitios están ubicados a una altura de 4370
msnm. Fueron estudiados en 1971 por Domitilla Huancollo Bustinza. Las excava-
ciones proporcionaron 920 artefactos en total. Lamentablemente, los inventarios

49 Gracias a la cortesía del descubridor, Dr. Máximo Neira Avendaño.


50 Los descubridores del sitio erróneamente ubicaban el sitio de Ichuña dentro del vecino Depar-
tamento de Puno (Menghin, Schroeder 1957).
Józef Szykulski 121

nunca fueron publicados, así como tampoco fueron precisados los lugares de su
proveniencia. Todas las informaciones publicadas acerca de los sitios en cuestión
provienen de las fuentes secundarias (Neira 1990: 13, 14; 1998: 14).
Entre los artefactos líticos destacan raspadores, en su mayoría circulares (V.5),
también hay raederas y tres tipos de puntas: en forma de hoja de laurel y base
redondeada, (XI.2), con pedúnculo y base escotada (XV.3) y, clasificadas dentro
del grupo de las puntas geométricas, triangulares o pentagonales de base escotada
(XVI.1).
Abrigo Saikiri: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Cañón
Colca. Es un abrigo rupestre localizado al Sureste del pueblo de Yanque, directa-
mente al Oeste del yacimiento La Brorota. Durante la prospección llevada a cabo
en el 2001, Luis Díaz Rodríguez advirtió la presencia de pinturas rupestres en rojo.
No se notaron ningunos materiales muebles en la superficie del sitio.
Las representaciones de Saikiri, por la gama de colores, la técnica de elabo-
ración y el carácter, se parecen a las pinturas rupestres de la Época Precerámica
conocidas de los abrigos localizados en Churajón (Abrigo III i IV), Abrigo Caru
y parcialmente también al arte de Toquepala 1, aunque este último se caracteriza
por una mayor precisión del acabado (sin embargo, no podemos excluir la posibi-
lidad de que sólo sea impresión causada por el mejor estado de conservación). Las
representaciones de Saikiri incluyen siluetas humanas, a menudo con armas (¿jaba-
linas?), y las figuras zoomorfas, probablemente de la familia de Camelidae.
Pillones: Departamento de Arequipa, Provincia de Caylloma, Distrito de Chi-
vay, Pampa Pillones. Se trata de un sitio abierto (campamento) ubicado a una altura
de 4384 msnm. El yacimiento fue registrado en 1970 durante la prospección de
superficie realizada por René Santos Ramírez. Se registraron 134 artefactos líticos,
es decir, raspadores, raederas, cuchillos y puntas. Estas últimas prevalecen en el
conjunto de los hallazgos documentados. En base a las características de estos
inventarios, Máximo Neira Avendaño relacionó el campamento de Pillones con
la más temprana fase de ocupación (Período I) de Toquepala 2 (Neira 1990: 13;
Ravines 1972: 153).
Las descripciones de las piezas, junto a los escasos materiales conservados por
el Museo Arqueológico de la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa,
permitieron distinguir dentro del conjunto: puntas en forma de hoja de laurel de
base redondeada (XI.2), puntas trapezoidales alargadas con pedúnculo incipiente
(XII.1) y trapezoidales con limbo denticulado y aletas (XII.2). Además, aparecieron
también puntas pentagonales tipo XIV, puntas con pedúnculo alargadas de base
redondeada (XV.1) y un par de ejemplares de puntas geométricas pertenecientes
al grupo XVI.
Pintasayoc: Departamento de Arequipa, Provincia de Condesuyos, Distrito
de Yanaquihua, Comunidad de Ispacas. Se trata de una cueva ubicada a una altura
de aproximadamente 2500 msnm, en el promontorio del Nevado Coropuna, en la
122 Prehistoria del Perú Sur

zona del antiguo valle del riachuelo Chiuca, hoy en día conocido como el valle del
riachuelo Pintasayoc. El sitio fue investigado por Máximo Neira Avendaño en 1976
(Neira 1990; 1998). El techo de la cueva está recubierto de pinturas en colores rojo
claro, rojo oscuro (ocre), naranja, verde y blanco. Las representaciones de carácter
narrativo muestran las escenas de caza al acecho. Los animales representados per-
tenecen a la familia de los camélidos, probablemente se trata de guanacos. Uno de
los personajes centrales constituye un hombre enmascarado, supuestamente, chamán
supervisando actividades cinegenéticas. Como todas las representaciones son visi-
blemente vinculadas unas a otras conformando una lógica composición narrativa,
podemos presumir que todas fueron ejecutadas durante un “ciclo productivo” (un
lapso de tiempo limitado), sin adiciones posteriores. Por lo demás, es de destacar
que durante las investigaciones realizadas en la cueva no se registró ningún estrato
cultural. Tampoco fueron documentados artefactos muebles. La falta de éstos parece
indicar que la cueva Pintasayoc nunca sirvió de sitio de campamento ni refugio para
los grupos de los cazadores-recolectores prehistóricos.
Quellaveco: Departamento de Moquegua, Provincia de Mariscal Nieto, Distrito
de Torata. Es un sitio abierto (o más bien un conjunto de sitios) localizado en una
antigua terraza fluvial, dentro de la cuenca de un pequeño riachuelo tributario derecho
del río Asana. Esta área fue estudiada en los años sesenta por Rogger Ravines y en la
década de los ochenta del siglo XX también por Mark Aldenderfer (1990, 1998) en
el marco de un proyecto arqueológico de investigación de todo el valle del Asana.
Los vestigios de la Época Precerámica documentados por Ravines abarcan
concentraciones de artefactos y subproductos de talla. También se registraron
círculos de piedras de 150 cm de diámetro. Al parecer, se trata de restos de algún
tipo de estructuras arquitectónicas, quizás habitacionales (Ravines 1972: 169,
170).
Los inventarios líticos de Quellaveco incluyen raspadores circulares y de
hocico (V.5, V.6), raederas ovaladas de base cóncava (VI.5), piezas bifaciales
foliáceas (IX.1, IX.2) y numerosas puntas. Entre estos últimos hay ejemplares en
forma de hoja de laurel (XI.2, XI.3.2, XI.4), trapezoidales con aletas tipo XII.2,
triangulares tipo XIII.1 y pentagonales (XIV.1.2, XIV.2). El mismo descubridor del
yacimiento señaló que este conjunto demuestra varias similitudes con los artefactos
del Período I de Toquepala (Ravines 1972: 170), así como también, al menos en
cierto grado, con las industrias de Viscachani (Bolivia) y Puripica-Tulán, en el
norte de Chile (Orellana, Kalwasser 1964; Ravines 1982: 235). Hasta la fecha no
se realizó ningún análisis radiocarbónico del material de Quellaveco.
Sumbay: Departamento y Provincia de Arequipa, Distrito de Yanahuara (antes
Cayma), en el valle de un riachuelo tributario del río Sumbay, cerca de la estación
de ferrocarril en el pueblo Sumbay. Se encuentra sobre un terreno elevado a 4127
msnm. Máximo Neira Avendaño localizó aquí 9 sitios arqueológicos (Su-1–Su-9) de
la Época Precerámica (Neira 1990: 22, 23). Los trabajos arqueológicos se realizaron
Józef Szykulski 123

solamente en los abrigos rocosos designados con los símbolos Su-2 y Su-3 (Neira
1990: 22-50; 1998: 16-21).
La cueva Su-2: se registraron cinco niveles estratigráficos. El primero de
ellos (1), más tardío, fue formado por el material disturbado por las excavaciones
clandestinas. El nivel número 2, ubicado más abajo, se componía en su mayoría del
polvo volcánico de la erupción del Huaynaputina. Así que los dos estratos provie-
nen de la Edad Moderna. Tanto en el nivel 1 como en el 2 aparecieron artefactos,
entre ellos puntas geométricas triangulares de base escotada (XVI.1).
Los tres niveles siguientes se vinculan a la Época Precerámica (Neira 1990:
24). Del conjunto de los artefactos del tercer estrato (3) hay que destacar lascas con
huellas de uso y sin ellas, núcleos, raspadores (V.1, V.3), cuchillos (VII), puntas en
forma de hoja de laurel con base redondeada (XI.2.1a), puntas trapezoidales de limbo
corto con aletas (XII.3.1), puntas con limbo triangular o cónica de pedúnculo ancho y
base escotada (XV.3). Estas últimas parecen constituir la forma principal en el vecino
sitio Su-3. La mayoría de los artefactos fueron elaborados a base de retinita.
En el nivel 4 se notó la mayor cantidad de materiales líticos y además también
una concentración de los restos óseos. El inventario lítico incluye puntas en forma
de hoja de laurel con base redondeada o escotada (XI.2.1a, XI.5.1) y puntas trape-
zoidales tipo XII 3. Además también se recuperaron raspadores y cuchillos, pero
por la falta de documentación gráfica o cualquier tipo de descripción no podemos
clasificarlos (Neira 1990: 26). Los útiles del conjunto fueron confeccionados en
retinita, cuarzo, jaspe, obsidiana y ópalo de proveniencia local.
El nivel de ocupación más antiguo de la cueva Su-2 (nivel 5) contenía subpro-
ductos, lascas, puntas en forma de hoja de laurel con base redondeada (XI.2.1a) y
puntas trapezoidales con aletas (XII.2, XII.3). Contrariamente a las piezas del nivel
ubicado más arriba, los artefactos de retinita aparecen raramente en el nivel 5.
Tras el análisis los inventarios líticos de los estratos estudiados en la cueva
Su-2, podemos afirmar que, así como en la mayoría de los sitios precerámicos de
la Costa Extremo Sur, es la punta alargada de base redondeada, tipo XI.2, la que
constituye la forma principal dentro del conjunto. Y las formas características del
sitio en cuestión son las puntas tipo XII.3 (variante con aletas), denominadas por
el mismo descubridor del sitio tipo Sumbay I-B (Neira 1990: 27).
Las diferencias observadas en los líticos de los estratos investigados sugieren
la presencia de tres fases de ocupación del sitio. La más tardía es representada
por las puntas geométricas triangulares de base escotada (XVI.1) que aparecieron
en el nivel 2 y los estratos disturbados. La fase intermedia se vincula al nivel 3
caracterizado por las puntas tipo XV.3. El nivel 5 con las puntas tipo XI.2, XII.2,
XII.3 encarna la más temprana fase de ocupación del yacimiento. Probablemente
a la misma fase pertenecen también los hallazgos del estrato 4.
La cueva Su-3: el interior de la cueva está recubierto de pinturas rupestres en
color blanco y rojo. Se registraron más de 500 representaciones entre las cuales
124 Prehistoria del Perú Sur

prevalecen las de camélidos. Además aparecen las figuras de jaguar o puma, Suri
o Ñandú Americano junto a las siluetas humanas (Neira 1990: 41-50). Se pudieron
distinguir dos fases de la creación de las composiciones pictóricas: la temprana,
a la que pertenecen las pinturas en blanco, y la tardía, con las representaciones en
color rojo (Neira 1990: 48).
Las excavaciones realizadas por Neira revelaron la existencia de estratos
culturales dentro de la cueva Su-3. La estratigrafía fue en su mayoría disturbada a
causa de excavaciones clandestinas. Un fragmento de la secuencia estratigráfica
intacta sólo se conservó en la entrada. Esta secuencia contenía nueve capas de las
cuales 2-4 representan la ocupación precerámica de la cueva (Neira 1990: 26)51.
Igual como en el caso del yacimiento Su-2, tampoco aquí fue posible precisar
diferencias importantes entre los tipos de artefactos presentes en cada uno de los
estratos. Según el mismo investigador el material arqueológico recuperado permite
presumir que los tres estratos, de 60 cm de espesor en total, se vinculan con una
sola fase de ocupación (Neira 1990: 34).
Los trabajos realizados en el sitio revelaron una gran cantidad de restos osteo-
lógicos (principalmente de camélidos), seis artefactos óseos, un fragmento de uten-
sillo de madera, cuentas de hueso y lapislázuli. Además, surgieron varios núcleos
líticos, subproductos de talla, útiles y sus fragmentos. La materia prima básica para
la elaboración de los útiles del conjunto fue la retinita, ocasionalmente también
cuarzo y jaspe. En el grupo de artefactos podemos distinguir lascas retocadas (II.1),
perforadores ovalados con apéndice bien diferenciado (IV.2), raspadores simples
(V.1), raspadores sobre láminas con retoque de bordes (V.4), raspadores circulares
(V.5), raederas alargadas simples y dobles (VI.1, VI.2), así como diversas puntas
entre las cuales predomina (registrada dentro de todas las capas) la forma con
pedúnculo ancho de base escotada y limbo triangular o ligeramente lanceolado
(XV.3). Entre otras formas presentes en los inventarios líticos de Sumbay 3 vale la
pena destacar las puntas en forma de hoja de laurel sin pedúnculo en variantes con
base redondeada (XI.2), con base recta (XI.3) y con base escotada (XI.5). Además,
aparecieron también varios ejemplares de puntas triangulares con pedúnculo agudo
incipiente (XIII.2), así como formas cortas con pedúnculo de base recta (XV.2).
El rasgo específico del sitio Su-3 es la presencia de puntas con pedúnculos de
bordes divergentes tipo XV.4. Hasta el momento otro ejemplar que pudiera ser
variante del tipo XV.4 sólo se descubrió en el yacimiento La Brorota (Fig. 50)
ubicado aproximadamente 35 km al Noroeste. También, según indican las fuentes
iconográficas, una punta de forma similar fue hallada en el sitio costeño Pampa
Colorada (Ravines 1972).

51 La capa 1es de poco espesor y representa el nivel contemporáneo. Las capas 5-9 no contienen
huellas de la presencia humana (Neira 1990: 29, 30).
Józef Szykulski 125

Sólo disponemos de dos dataciones por 14C para precisar la ubicación cronoló-
gica de los materiales de Sumbay 3 (cf. Fig. 57). La primera muestra, BONN-1558, de
valor 6160+/-120 BP fue tomada del nivel cuatro, la segunda, BONN-1559, de valor
5350+/-90 BP, fue extraída de la capa 3 ubicada más arriba (Neira 1990: 50). Los
resultados de la calibración indican intervalos de 5300–4800 y 4350–4000 a. C.
Toquepala: Departamento de Tacna, Quebrada de Cimarrona, dentro de la
región minera de Toquepala explorada por Southern Peru Copper Corporation.
Se trata de dos sitios, es decir, una cueva denominada Toquepala 1 (Tal-1) y un
abrigo rocoso llamado Toquepala 2 (Tal-2). Los primeros trabajos en el sitio cono-
cido ya a partir de los años veinte del siglo XX, Tal-1, fueron realizados en 1960
por Richard Lage y Emilio Gonzáles García. En 1963, Jorge C. Muelle llevó a
cabo unas excavaciones extensivas (Muelle 1971). El mismo investigador empezó
también los trabajos en el yacimiento Tal-2 (Muelle 1971: 191-195) que después
fueron retomados en 1967 por el equipo de Rogger Ravines (1972).
Toquepala 1 (Tal-1): las paredes de la cueva están recubiertos de pinturas
rupestres de temática y técnica de elaboración similar a las representaciones cono-
cidas de los sitios descubiertos posteriormente en Pintasayoc y Sumbay (Neira
1990; 1998). Se puede observar que algunas imágenes o escenas están yuxtapuestas
unas a otras, lo que permite presumir que no fueron ejecutadas durante un solo
proceso de creación, es decir, algunas figuras fueron agregadas con el tiempo.
Las excavaciones no revelaron ningún material lítico relacionado con este sitio.
El único artefacto registrado constituye una punta atípica con limbo triangular y
pedúnculo de base recta, conocida como Punta Cueva (Ravines 1972).
En lo que concierne a la cronología absoluta del yacimiento, se realizó sólo
un análisis por 14C que fuese verosímil. Se trata de una muestra Y-1372 extraída
de una fogata revelada en el nivel más antiguo. El análisis arrojó el resultado de
9490+/-140 BP52 que después de la calibración equivale a un intervalo entre 9000
y 8300 a. C., es decir, el final del Pleistoceno. Aunque la relación directa entre la
muestra y las pinturas rupestres no puede ser demostrada, los restos de la fogata
descubiertos en la cueva de Toquepala constituyen una de las más antiguas evi-
dencias de la presencia humana en el área de la Costa Extremo Sur, confirmadas
también por los resultados de la datación por 14C.
Toquepala 2 (Tal-2): abrigo rupestre. Se trata de uno de los pocos sitios en
Costa Extremo Sur que proporcionó una clara secuencia estratigráfica compuesta de
cinco niveles con abundante material arqueológico (Ravines 1972: 135 - 139).

52 Otra datación por 14C de valor 9580+/-160 BP (Y-1325), realizada para una muestra de guano,
debe ser rechazada ya que carece de carácter antropogénico (Muelle 1971: 187). Y el tercer
fechado, a veces mencionado en la literatura, designado con el símbolo Y-001 (Engel 1966;
Ziółkowski et al. 1994:490), no aparece en las publicaciones de ningunos de los investigado-
res del sitio Toquepala (cf. Muelle 1971; Ravines 1972). Probablemente se trata de un error
generado en base a la mencionada datación de símbolo Y-1325.
126 Prehistoria del Perú Sur

Las excavaciones en el yacimiento proporcionaron una serie de útiles líti-


cos, fragmentos de cestería, colgantes en piedra y cuentas en varios tipos de
piedra preciosa (Ravines 1972: 171). El inventario lítico incluye perforadores
(IV.2), raspadores (V.1, V.2, V.4, V.5, V.6), raederas (VI.1–VI.3, VI.5), cuchillos
(VII.2) y numerosas puntas. Una de las formas principales la constituyen pun-
tas alargadas o cortas en forma de hoja de laurel de base redondeada (XI.2). El
análisis del material lítico demostró que existen tanto los ejemplares con retoque
cubriente profundo irregular como los útiles del mismo tipo, pero con retoque
plano, tecnológicamente más avanzado. Por lo demás, en el conjunto de puntas
aparecieron formas trapezoidales clasificadas dentro del tipo XI.1, piezas alargadas
con aletas y limbo denticulado (XII.2), formas alargadas con pedúnculo de base
recta (XV.1), puntas triangulares con pedúnculo de base redondeada tipo XV.2,
así como pequeños artefactos pentagonales de base escotada (XVI.1.1, XVI.1.2).
También se encontraron unos ejemplares en forma de lascas acorazonadas con
retoque de bordes (VIII), por el mismo investigador del sitio clasificadas como
puntas (Ravines 1972: 149).
El análisis de la presencia y frecuencia de aparición de varios tipos de puntas
en cada uno de los cinco niveles estratigráficos permitió a los investigadores del
yacimiento distinguir tres fases de ocupación del sitio Toquepala 2 (Muelle 1971;
Ravines 1972).
La fase tardía (Período III; según: Ravines 1972) es representada por los
materiales provenientes de las capas 1 y 2. Se trata de variantes del tipo XV.2
encontrados sólo dentro del nivel 1, ubicado en la cima de la secuencia, así como
de las formas XV.1, XVI.1 registradas únicamente en los estratos 1 y 2. Además
se recuperaron otros tipos de artefactos, por ejemplo, llamadas puntas sobre lascas
(VIII), puntas en forma de hoja de laurel con base redondeada (XI.2), trapezoidales
(XII.1) y trapezoidales con aletas(XII.2). Sin embargo, estás formas también apa-
recieron, y en mayor cantidad, en los niveles cronológicamente más antiguos.
A la fase temprana de Toquepala 2 están vinculados los materiales de las capas
4 y 5 (llamado Período I). Parece que es con esta fase con la que se relacionan
también algunas de las pinturas rupestres de la vecina cueva Toquepala 1. Tal
suposición queda respaldada por la presencia, en el nivel 4, de placas de piedra
con manchas de colores interpretadas como “paletas de pintor”, así como de unos
fragmentos de pigmentos (Ravines 1972: 153)53. La forma más característica de
esta fase la constituyen también, al lado de las ya mencionadas puntas tipo XI.2
(en su mayoría presentes en las capas 4 y 5), piezas bifaciales foliáceas tipo IX.2
y puntas trapezoidales de la variante XII.1.1. Estas últimas son típicas sólo de la
capa 5 y son pobremente representadas o no aparecen (en el caso de la capa 3) en

53 Las llamadas paletas de pintor con huellas de hematita también aparecieron en el nivel de la
fase tardía.
Józef Szykulski 127

los estratos ubicados más arriba. En la capa 4, las puntas de la variante XII.1.1,
que además se registraron sólo en el nivel 3, son escasas.
La posición intermedia entre los artefactos característicos de las fases tardía
y temprana del sitio Tal-2 ocupan, sin duda, las puntas trapezoidales tipos XII.1,
XII.2 y XIII.2 que en su mayoría aparecen dentro del estrato 3, perteneciente a la
fase de ocupación intermedia (Período II, según: Ravines 1972: 153, 154). Por lo
demás, las puntas tipo XII.2 (de bordes denticulados), denominadas también tipo
Ichuña, están presentes ya en la fase temprana (nivel 4), pero es en la capa 3 donde
aparecen con frecuencia mayor; en los niveles vinculados a la fase tardía (capas 1 y
2) otra vez son esporádicamente representadas. También los artefactos tipo XIII.2 se
encuentran principalmente en esta fase intermedia de ocupación, sólo a veces surgen
en la fase temprana (capa 4), están aún menos presentes en el estrato 2 perteneciente
a la fase tardía y no aparecen en el estrato 1 (Ravines 1972: 151).
El análisis de la presencia de diferentes tipos de puntas en el sitio Toquepala
2 permite observar el proceso de una sustitución sucesiva de los útiles de tradición
más antiguos por otros tipos de artefactos (cronológicamente más recientes). Ya
en el caso de la capa 4, perteneciente a la fase temprana de ocupación, es posible
advertir una sucesiva aparición de nuevos tipos de puntas. Como un buen ejemplo
puede servirnos, ocasionalmente representada en el sitio, la variante XII.1.2 cuya
presencia quedó limitada sólo a las capas 3 y 454. Al mismo tiempo, es bien visible
la continuación de algunas formas que aparecen ya en el estrato 5, por ejemplo,
puntas tipo XI.2. Por lo demás, en la fase tardía (capas 1 y 2) se puede percibir
una paulatina desaparición de las formas usadas en los períodos anteriores, acom-
pañada por el surgimiento de formas nuevas, no registradas dentro de los estratos
más bajos de la secuencia (p. ej., XV.2.1, XV.3, XVI.1).
Las diferencias existentes en los inventarios líticos de cada capa parecen
reflejar los sucesivos cambios en la economía de la población prehistórica que
ocupaba el abrigo Toquepala 2. Estos cambios también quedan documentados por
la aparición ya en la fase intermedia de nuevos tipos de artefactos como piezas
de cestería o textiles de lana (Ravines 1972: 154, 155). De la fase intermedia pro-
ceden también las primeras indiscutibles pruebas de los contactos entre la región
de Toquepala con la zona litoral del Pacífico. Se trata de conchas de los bivalvos
marinos presentes en los estratos del abrigo. Los fragmentos de textiles y conchas
se registraron también en las capas de la última fase de ocupación junto a unos
colgantes en piedra pulida y cuentas, así como artefactos en hueso y batanes/
machacadores de cantos rodados.

54 Estas evidencias pueden sugerir que entre la línea divisoria entre las fases temprana y tardía
está situado no sobre el límite entre las capas 3 y 4, sino más bien dentro del estrato 4. A
las mismas conclusiones conducen los resultados de investigaciones publicadas por Muelle
quién clasificó el nivel 4 como perteneciente a la fase intermedia de ocupación (Muelle 1971:
193).
128 Prehistoria del Perú Sur

Una cuestión bastante controvertida constituye la cronología absoluta pro-


puesta por Ravines para cada una de tres fases de ocupación distinguidas en Toque-
pala 2. Basándose en los resultados de datación de otros sitios, no nombrados por el
investigador, propuso los siguientes intervalos cronológicos: para la fase temprana
(Período I) de 6700 a 5900 a. C, para la intermedia (Período II) de 4000 a 3700
a. C. y para la fase tardía de 3500 a 3000 a. C. (cf. Ravines 1972: 153, 154). El
problema radica no tanto en la misma cronología, sino en su validez. Los períodos
propuestos son bastante cortos (el segundo abarca sólo 300 años) y no existen
sitios con materiales arqueológicos comparables que tengan fechados absolutos
verosímiles. Dichas faltas no permiten aceptar esta muy arbitraria cronología de
Ravines propuesta para el sitio de Toquepala 2.

2.3. Churajón

Los trabajos de investigación sistemática sobre las evidencias de la Época Prece-


rámica en la región de Churajón fueron llevados a cabo en el marco del Proyecto
Churajón realizado en el área entre 1993 y 2002. Dichas labores permitieron cons-
tatar que sólo se conservaron escasas huellas de la presencia humana en esta época,
principalmente en el valle del río Corabaya-Tasata (Fig. 51) donde en las épocas
posteriores no se efectuó ninguna obra de construcción que llevasen a mayores
(visibles hasta hoy en día) cambios en el aspecto del terreno.
El mayor número de yacimientos con las evidencias de la Época Precerámica
fue registrado dentro de los abrigos rocosos ubicados en las laderas escarpadas de
valles o quebradas, más arriba de los terrenos inundables. Hay que suponer que tal
localización de los sitios refleja el carácter del poblamiento existente en aquella
época en Churajón. Es decir, los abrigos colocados en las zonas donde el valle
se estrecha no sólo servían de refugio para los grupos de cazadores-recolectores
nómadas, sino también les proporcionaban un buen punto de observación de las
manadas de animales que se desplazaban cíclicamente por el valle según las esta-
ciones del año.
Tras el análisis de las evidencias arqueológicas de la Época Precerámica exis-
tentes dentro del complejo arqueológico de Churajón podemos constatar que los
sitios registrados, por muy importantes que sean, no siempre permiten reconstruir
una secuencia cronológica clara. Aunque es fácil establecer su clasificación tipo-
lógica, la gran parte de los materiales recuperados, en su mayoría útiles líticos y
subproductos de talla55, tienen carácter de hallazgos dispersos o provienen de los

55 Un grupo de hallazgos aparte constituyen los objetos que son producto de la actividad artística
del hombre prehistórico. Se trata, entre otros, de petroglifos, difícilmente fechables a causa
de su carácter, las cualidades del soporte y la falta de contextos culturales que se vinculen a
ellos. Durante los trabajos en Churajón, algunos petroglifos fueron descubiertos sobre bloques
dispersos en los valles de los ríos Segache y Corabaya-Tasata, así como también en las lade-
Józef Szykulski 129

Fig. 51. Churajón en el estrecho del Valle de Tasata

sitios de estratigrafía muy disturbada por los factores atmosféricos o la actividad


de los moradores.
Del conjunto de los sitios con materiales precerámicos, primero vale la pena
destacar los abrigos ubicados en el fondo del valle, nombrados I, III y IV, así como
un yacimiento abierto designado con el símbolo T. 7.

ras de las quebradas y dentro de los centros habitacionales. La localización de los hallazgos,
claras diferencias estilísticas y diversos tipos/grados de patinaje de los grabados (a veces ob-
servables en las representaciones creadas sobre un solo bloque), permiten suponer que se trata
de evidencias de diferentes períodos históricos, desde la Época Precerámica hasta la Época
Colonial (Szykulski 2000: 19-22).
130 Prehistoria del Perú Sur

Abrigo I (sitio Ts. 1) – es un abrigo rocoso naturalmente formado, localizado


en el margen derecho del río (riachuelo) Corabaya. Las excavaciones en el sitio
permitieron revelar lascas y láminas líticas con huellas de uso, una raedera y dos
puntas en forma de hoja de laurel de base recta tipo XI.3. Ambas puntas fueron
confeccionadas por medio de retoque invasor plano que alcanza casi la mitad
de la superficie y tienen bordes retocados abruptamente (Fig. 52A). Mientras el
menor de los ejemplares en cuestión, de sección lenticular, está completamente
preservado, el mayor, de sección plano-convexa y bordes ligeramente denticula-
dos, tiene ápice roto. La pátina visible en la fractura, igual a la que cubre toda la
superficie de la pieza, permite presumir que la pieza fue rota todavía en el período
prehistórico, tal vez durante el uso56. Desgraciadamente, así como en otros sitios
de la región, la secuencia estratigráfica del yacimiento fue disturbada por los
enterramientos del Período Intermedio Tardío u Horizonte Tardío (cf. Fig. 31).
En el estrato disturbado se hallaron, entre otros, dos alisadores en piedra, láminas
y un fragmento de punta foliácea de base recta confeccionada en obsidiana. Ade-
más, apareció un fragmento de cerámica posiblemente relacionada al Formativo
(Szykulski 2000: Fig. 18).
Abrigo III (sitio Ts. 3) – se trata de un abrigo rupestre natural localizado al
margen derecho del río (riachuelo) Corabaya-Tasata, directamente encima de un
salto del río (Figs. 51, 53). Dentro del abrigo existen restos de pinturas rupestres
(Szykulski 2000). Las representaciones fueron elaboradas en base a un pigmento
rojo, probablemente ocre, aplicado directamente sobre la porosa superficie de
la roca (Fig. 54). Se registraron varias representaciones esquemáticas de figura
antropo- y zoomorfas, formando parte de una escena de caza. El análisis de las
pinturas demuestra que fueron creadas en un estilo artístico y no tienen huellas de
modificaciones posteriores. Este hecho respalda la hipótesis de que todo proviene
de un solo período histórico. Por lo demás, existen ciertas similitudes con las pin-
turas descubiertas en 2002 por Luis Díaz Rodríguez en el abrigo de Saikiri, cerca
de Chivay, así como también con el arte de la cueva de Sumbay 3, descubierta por
Máximo Neira Avendaño (1990, 1998). No obstante, en este último caso existen
unas diferencias bien claras en la gama de colores usados: las escenas de la cueva
de Sumbay fueron pintados en blanco.
La investigación en el Abrigo III, así como la del Abrigo I, reveló tum-
bas del Período Intermedio Tardío u Horizonte Tardío. La excavación de los
pozos de estos entierros había producido la redeposición de la mayoría de los
artefactos de las épocas anteriores. No obstante, durante la realización de los
trabajos arqueológicos en el sitio se logró documentar, al lado de los contextos

56 Otro hallazgo de punta, de base redondeada (XI.2.1), aislada, fue recuperado en el valle del
río Segache, a los pies del cerro Torre Ccasa. Este artefacto de sección lentiforme fue hecho
a base de arenisca por medio de retoque cubriente, sin retoque de bordes (Fig. 52). También
aquí se observa una fractura producida probablemente durante el uso.
Józef Szykulski 131

Fig. 52. Artefactos líticos (época precerámica) de Churajón. A, C, D – Abrigo I; B –


pendiente del Cerro Torre Ccasa; E, F – Abrigo III; G – I – Abrigo IV
132 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 53. Valle de Tasata; Trabajos de investigación en el Abrigo III

Fig. 54. Churajón, Valle de Tasata. Pintura rupestre del Abrigo III
Józef Szykulski 133

culturales disturbados, algunos pedazos de contextos intactos con hallazgos de


la Época Precerámica. Estos materiales se hallaron en una trinchera abierta en
la parte suroeste del Abrigo III. Allí, en un estrato con materiales disturbados,
se encontraron algunos ejemplares de lascas, bifaz sobre canto rodado y un útil
bidireccional denticulado tipo III.2 extraído de un núcleo bidireccional confec-
cionado en radiolarita de color marrón-morado (Fig. 52F). Mientras tanto, los
niveles culturales intactos que fueron localizados directamente adosados a la
roca madre contenían un útil denticulado cóncavo extraído de un núcleo unidi-
reccional (III.3), dos raederas (Fig. 52E, 55), una raclette (II.2) y dos raspadores
circulares (V.5). Estos artefactos fueron elaborados en base a una roca cristalina
de grano fino. En el mismo estrato, aproximadamente diez centímetros debajo
de los raspadores circulares, se encontró una figurilla de hueso. Al parecer, la
escultura representa la cabeza de un animal de la familia Canidae (Fig. 56).

Fig. 55. Artefactos líticos del Abrigo III

Este hallazgo excepcional mide sólo unos 74 mm. De ambos lados de la


cabeza se observan cavadas las órbitas. En la parte baja hay orificios preparados
para ahondar los colmillos de los cuales sólo se conservó uno, al parecer, hecho
134 Prehistoria del Perú Sur

de cal57. El análisis de la pieza demuestra que el fragmento de hueso usado para


esculpir fue previamente endurecido por la acción del fuego. Por lo demás, cabe
mencionar que, aunque a primera vista el artefacto parece encarnar la cabeza de
perro o coyote, el hecho de que se trate de un objeto de culto sugiere que la figurilla
puede representar un cráneo de otro animal58.

57 Hasta la fecha, no se realizaron ningunos análisis de las materias primas ni estudios que per-
mitieran precisar la cronología del hallazgo.
58 En este caso podemos hablar de ciertas similitudes con el cráneo de llama, especialmente de
las especies prehistóricas como Hippocamelus y Lama guanicoe, o aun de caballo americano
Hippidium sp.

Fig. 56. Cabecita de hueso descubierta en el estrato inferior del Abrigo III

Permanece abierta la cuestión de la cronología y la pertenencia cultural de la


pieza en cuestión. Como es el único hallazgo de este tipo en toda la región andina,
no podemos hablar de ninguna analogía innegable. En cierto sentido, tenemos que

57 Hasta la fecha, no se ha realizado ningún análisis de las materias primas ni estudios que per-
mitieran precisar la cronología del hallazgo.
58 En este caso podemos hablar de ciertas similitudes con el cráneo de llama, especialmente de
las especies prehistóricas como Hippocamelus y Lama guanicoe, o aun de caballo americano
Hippidium sp.
Józef Szykulski 135

ver con un objeto similar a la llamada cabeza de coyote de Tequixquiac encontrada


en el siglo XIX en el México central (Bárcena 1882; Gendrop 1970: 5–7). En base
a premisas indirectas, se supone que esta escultura elaborada en el hueso de un
camélido prehistórico (Palaeuchenia Mexicana) procede del Paleolítico Superior,
en América Central conocido como Paleolítico mexicano.
En el caso de la figurilla del Abrigo III, su posición estratigráfica en el nivel
inferior, adosado directamente a la roca madre, y debajo de los artefactos, así
como el mismo carácter de la pieza indican su origen precerámico. Para precisar
la cronología del objeto, disponemos todavía de un indicio indirecto que pueden
constituir las formas líticas presentes en la capa superior: raederas, útil denticu-
lado tipo III.3, raclette tipo II.2 y raspadores circulares tipo V.5 (Fig. 52, 55).
Estos artefactos son muy similares a las formas líticas precerámicas conocidas
de Viscachani (Bolivia) y de las capas 5 y 6 de la cueva Uchkumachay, en los
Andes Centrales peruanos (Kaulicke 1980: Abb. 11, 13). Estas analogías permiten,
siempre con cierta dosis de escepticismo, vincular los artefactos líticos del Abrigo
III con los finales de la fase Puente y con la fase Jaywa, según la periodización
de la Época Precerámica propuesta por MacNeish, Patterson y Browman para la
región de Ayacucho (cf. Kaulicke 1980: Abb. 18). Se trataría de un vasto período
entre 8000 y 5800 a. C.
Sin embargo, aún si aceptamos una cronología tan extensa, siempre tenemos
que dejar abierta la cuestión de la relación temporal entre los materiales líticos y la
figurilla en hueso. Es porque no podemos excluir la posibilidad de que los útiles,
encontrados unos 10 cm más arriba, sean mucho más tardíos que la cabecita. El
relleno del Abrigo es muy suelto, lo que facilita el desplazamiento de los artefactos
líticos, relativamente pesados, hacia abajo. Así que los anteriormente sugeridos
períodos 3 y 4 de la Época Precerámica (fases Puente y Jaywa) constituyen más
bien el terminus ante quem para la figurilla en cuestión.
Abrigo IV (sitio Ts. 4) – se trata de un abrigo localizado al margen derecho
del riachuelo, a unos 300 m del Abrigo III río arriba. Al igual como en los abrigos
anteriormente descritos, también aquí se descubrieron enterramientos del Período
Intermedio Tardío u Horizonte Tardío. Los restos estudiados pertenecían a los
individuos de sexo masculino. El pozo de la tumba alcanzaba directamente la roca
madre, por lo que todas las evidencias de las épocas anteriores fueron redepositadas.
La estratigrafía del sitio fue además disturbada por la infiltración del agua.
Las investigaciones revelaron la existencia de las pinturas rupestres, de forma
y color similares a los de las representaciones documentadas en el Abrigo III. Por
lo demás, se descubrieron escasos artefactos de la Época Precerámica: una lámina
lítica y un útil denticulado sobre una lámina de radiolarita tipo V.5 (cf. Fig. 52).
Tillane (sitio T. 7) – se trata de un posible campamento localizado al Norte
del pueblo de Tasata. En 1998 el sitio fue prospectado por Luís Díaz Rodríguez
(2008) quien logró registrar, al lado de un par de lascas líticas y un ejemplo de la
136 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 57. Las fechas 14C de los sitios precerámicos de la Costa Extremo Sur.
En color azul los datos no calibrados
Józef Szykulski 137

punta trapezoidal alargada tipo XII.2 (Fig. 58), también una punta tipo X.1, lla-
mada “cola de pescado” – un hallazgo bien excepcional en la zona de los Andes
del Perú (Fig. 59).

Fig. 58. Tillane, Churajón; Fig. 59. Tillane, Churajón; Punta de proyectíl tipo
Punta trapezoidal tipo XII.2 cola de pescado, cortesía L. Díaz Rodríguez
asociada a hallazgo tipo
cola de pescado

Ya que este tipo de artefacto sólo esporádicamente aparece en la región de los


Andes Centrales y, además, pertenece a un bien definido período cronológico, este
descubrimiento es de primera importancia para la investigación sobre el problema
de la aparición del primer hombre no sólo en Churajón, sino en toda la región de
la Costa Extremo Sur.

3. Distribución geográfica y ubicación cronológica de los arte-


factos

Los resultados de los trabajos de investigación descritos en las páginas anteriores


permiten delimitar las zonas de la distribución geográfica de diferentes formas
(sobre todo de las puntas) dentro del área de la Costa Extremo Sur, así como tam-
138 Prehistoria del Perú Sur

bién definir los límites cronológicos del funcionamiento de diferentes grupos de


instrumentos líticos. La síntesis presentada líneas más abajo abarca los grupos de
IX a XVI, es decir, las piezas bifaciales foliáceas y todas las puntas – artefactos
más congruentemente estudiados y mejor documentados en los contextos arqueo-
lógicos de la Costa Extremo Sur (cf. Fig. 48 y 49).

3.1. Piezas bifaciales foliáceas (IX)

La simple forma de piezas bifaciales del grupo IX es muy común de toda la zona
andina y se le atribuye un largo período de funcionamiento, durante toda la Época
Precerámica. Que nos baste con mencionar que los artefactos de este tipo fueron
registrados ya en las industrias líticas de El Jobo (Venezuela) y de Ayampitín
(Argentina). No obstante, en el extremo sur peruano las piezas bifaciales fueron
sólo esporádicamente documentadas. Tal vez la culpa de esta situación la tengan
simplemente las imperfecciones de los registros arqueológicos existentes. Es decir,
es posible que una parte de estos artefactos pudiera ser clasificada conjuntamente
con las puntas del grupo XI. El grupo de las piezas bifaciales foliáceas es fuerte-
mente relacionado con las puntas en forma de hoja de laurel con base redondeada
tipo XI.1 y XI.2. La coexistencia de estos tipos de útiles líticos fue confirmada
tanto en los sitios de la misma Costa Extremo Sur (Toquepala, Asana, Quellaveco)
como de otras regiones de los Andes Centrales.
En el área de la Costa Extremo Sur los artefactos tipo IX.1 y IX.2 fueron regis-
trados en los yacimientos Asana, Quellaveco y Toquepala 2. Además, un ejemplar
(tipo IX.2) se halló durante la prospección de las Lomas de Ilo. Así que, al parecer,
las piezas bifaciales foliáceas son las formas típicas de la costa. Por lo demás,
los ejemplares registrados en Toquepala 2 yacían en los estratos del más antiguo
nivel de ocupación y en Asana se registraron ya en los niveles de la fase Asana/IV,
fechada en base al análisis de la muestra Beta-24633 al 6050 - 5750 a. C.

3.2. Puntas acanaladas fluted (X)

Este grupo de artefactos incluye puntas “cola de pescado” (tipo X.1) cuya aparición
en la zona austral y sur-oriental de América del Sur se vincula con la aparición de
los cazadores-recolectores del Pleistoceno Tardío. Una punta tipo “cola de pes-
cado” se documentó en 1998 en la zona de Churajón (Fig. 59); además se halló
un fragmento en la cuenca del río Osmore, Departamento de Moquegua (Car-
dona 2002). En ambos casos se trata de los hallazgos superficiales que carecen de
secuencia estratigráfica y fechas 14C. Sin embargo, la mera presencia de la “cola
de pescado” en el área de la Costa Extremo Sur puede servirnos de argumento
a favor de la aparición de los primeros grupos de cazadores especializados ya al
cabo del Pleistoceno y principio de Holoceno (9000-8000 a. C.).
Józef Szykulski 139

En el grupo de las puntas acanaladas se encuentran también formas triangulares


o pentagonales con el adelgazamiento basal (tipo X.2) conocidos únicamente del
sitio La Aguada (Neira 1990: 19). Tal clasificación tipológica de estas piezas resulta
de la semejanza tecnológica existente entre ellas y las puntas tipo “cola de pes-
cado” (tipo X.1). Por lo demás, la presencia de acanaladuras como peculiaridades
morfológicas puede indicar, en el contexto del Precerámico de la Costa Extremo
Sur, una posición cronológica relativamente temprana de este tipo de artefactos.
También es posible que las puntas de La Aguada constituyan formas transiciona-
les, creadas en base a la tecnología de producción de los artefactos tipo “cola de
pescado”. Así que, aceptando la directa relación entre ambos tipos de útiles, hay
que vincular los hallazgos de La Aguada con la fase final de la elaboración de las
formas tipo “cola de pescado”. Por supuesto, es difícil proponer algunas fechas
exactas, sin embargo, parece que los hallazgos de las puntas “cola de pescado”
en el área de los Andes son relativamente tardíos y llegaron desde la zona septen-
trional, es decir, el sitio El Inga, ubicado al norte de Ecuador (Bell 1960, 1974;
Mayer-Oakes, Cameron 1971). Los artefactos de este yacimiento se caracterizan
por el tamaño menor en comparación con las piezas conocidas de los extremos
meridionales del continente. Además, su posición cronológica al final del período
de la utilización de estas formas es también sugerida por la, excepcional para este
tipo de útiles, aplicación de la obsidiana como materia prima. Estas evidencias
permiten rechazar una temprana cronología de 10000 a 8000 BP propuesta para la
capa con los hallazgos tipo “cola de pescado” por el descubridor del yacimiento
El Inga. Por otro lado, la fecha de 3000 a. C., sugerida para los mismos materiales
por Alex Krieger, parece demasiado tardía en el contexto de los fechados obtenidos
hasta hoy en día para este grupo de artefactos (cf. Krieger 1964: 68)59.
El estado actual de la investigación hace que lo más prudente parece aceptar que
las puntas tipo “cola de pescado” desaparecieron con la paleofauna del Pleistoceno
Tardío, sin olvidar el hecho de que este proceso podía durar relativamente largo
tiempo, abarcando hasta los inicios del Holoceno. Parece que los animales pleisto-
cénicos lograron sobrevivir en algunos refugios ecológicos hasta aprox. 7000-6000
años a. C. El lento ritmo de los cambios climáticos del principio del Holoceno en la
parte meridional del continente americano, pudo causar que en los extremos australes
del Perú y los territorios ubicados todavía más al Sur existiesen unas extensas zonas
de refugio para la fauna del Pleistoceno Tardío. Es precisamente allí donde podía
concebirse la específica forma de punta tipo X.2 (La Aguada).

59 Las dataciones por 14C obtenidas para El Inga (I-557: 4000+/-190 BP; I-558: 5550+/-200 BP)
indican intervalos muy distintos, desde 8300-7900 hasta 2950-1950 a. C. Mientras los mismos
resultados son generalmente aceptados, es su interpretación, en relación con los artefactos
arqueológicos, la que despierta una serie de dudas. No podemos olvidar que el espesor total de
los estratos de El Inga no sobrepasa a 20 cm, por eso ya la misma ubicación de los hallazgos
dentro de un estrato cultural bien definido es muy problemática.
140 Prehistoria del Perú Sur

Tal hipótesis queda respaldada por hallazgos de las formas similares conoci-
dos, entre otros, del yacimiento Salar de Punta Negra, ubicado al norte de Chile.
La edad de estos materiales se calcula a aproximadamente 8000 años BP (Lynch
1986: 154, 155).

3.3. Puntas en forma de hoja de laurel (XI)

Este grupo incluye artefactos tipo XI.1 y XI.2, así como mucho menos frecuentes
piezas tipos XI.3-XI.5. Los tipos definidos como XI.1 y XI.2 son los más divulga-
dos no sólo en la Costa Extremo Sur, sino también en toda la zona andina. Estas
puntas, también conocidas bajo los nombres de Ayampitín, Viscachani, Puripica-
Tulán – según las regiones de su proveniencia, aparecen en un vasto territorio
geográfico que se extiende desde Ecuador (El Inga), por el Perú (Lauricocha)
y Bolivia (Viscachani), hasta Argentina (Ayampitín) y Chile (Puripica-Tulán).
El gran número de hallazgos de puntas en forma de hoja de laurel queda muy a
menudo falsamente acrecentado por el hecho de que en el grupo de las puntas de
este tipo se incluyen también erróneamente preformas y ejemplares muy delgados
que probablemente servían de cuchillos.
El análisis de los artefactos tipo XI.1 y XI.2 procedentes tanto de la misma
Costa Extremo Sur como de las áreas vecinas, es decir, del Altiplano y el norte de
Chile, permitió distinguir dos tecnologías de elaboración de la superficie de las
puntas en cuestión. En el primer caso se trata de un retoque profundo, irregular,
de carácter arcaico, característico, entre otros, de algunos ejemplares de los sitios
Viscachani en Bolivia, El Inga en Ecuador y Ayampitín en Argentina. En el otro,
observamos un retoque tecnológicamente más avanzado, plano y regular. Es bien
posible que estas diferencias tecnológicas reflejen también diferente posición cro-
nológica de los hallazgos. Desgraciadamente, los informes de las investigaciones
realizadas en los yacimientos donde fueron encontrados los útiles de este tipo no
aclaran si estas diferencias también quedan reflejadas en la posición estratigráfica
de las piezas.
Los resultados de las excavaciones efectuadas hasta hoy en día permiten
constatar que en el área de los Andes Centrales las puntas en forma de hoja de
laurel tipo XI.1 y XI.2 aparecieron por lo menos a partir de 6500 a. C. y perma-
necieron en uso (muy a menudo en forma miniutarizada) también en los períodos
posteriores, prácticamente hasta el principio de la Época Cerámica (Riddell, Valdéz
1988: 7).
En la misma Costa Extremo Sur, la distribución geográfica de los artefactos
del grupo XI al principio se limitaba ante todo a la región de la sierra. Los únicos
ejemplares conocidos hasta la fecha de la costa proceden de la Quebrada de los
Burros (Tacna). Por lo demás, algunos ejemplares se documentaron en los sitios
ubicados más al Sur, en Quiani I, al norte de Chile. La fecha más temprana de
Józef Szykulski 141

Quiani I equivale a 6170+/-220 años BP (I-1348), lo que después de la calibración


indica un intervalo cuyo valor medio oscila al final de sexto y el principio del
quinto milenio a. C.
En el conjunto de los artefactos conocidos de la sierra el mismo tipo XI.1 es
un hallazgo más bien excepcional. Su presencia sólo fue confirmada en el sitio de
Asana donde surgió en el estrato XVII c, fechado por 14C en un lapso entre 5800
y 5600 a. C. (muestra Beta-25049), llamado fase Asana/IV. Las excavaciones en
Asana confirmaron la asociación de las puntas tipo XI.1 con otras formas del mismo
grupo, como tipos XI.2, XI.3 y XI.4 (cf. Aldenderfer 1998: Fig. 7.16, 7.17).
La forma XI.2, mucho más común en la región de la Costa Extremo Sur, fue
registrada en la mayoría de los sitios de la sierra, entre otros, en Ichuña, Imata,
Pillones, Quellaveco, así como en los estratos más antiguos de las cuevas de
Sumbay 2, Sumbay 3 y Toquepala 2. Su presencia fue denotada también entre
los materiales del llamado Período Arcaico Intermedio de Asana, es decir, en las
capas XVII b–XX de la fase Asana/IV (Alenderfer 1990: 31). Dos dataciones por
14
C obtenidas para estos estratos después de la calibración indicaron un intervalo
entre 6050 y 5600 a. C. (Beta-24633, Beta-25049). Por lo demás, la aparición de
artefactos de este tipo en las más tardías capas de Toquepala y Sumbay confirma
que funcionaban durante un lapso de tiempo sorprendentemente largo, por lo menos
hasta el fin de la Época Precerámica60.
La distribución geográfica de las puntas tipo XI.3, XI.4 y XI.5 en gran medida
corresponde la de los tipos XI.1 y XI.2. Hasta la fecha no se ha registrado nin-
gún ejemplar en el litoral de la Costa Extremo Sur61. En la zona de la sierra, los
artefactos tipo XI.3 se encontraron en los sitios Arcata, La Brorota, Huanaqueros,
Quellaveco, Sumbay 3 y Asana. En el último de los yacimientos mencionados,
aparecieron, entre otros, dentro de los estratos de la fase Asana/IV (Aldenderfer
1990: 31). Las dataciones por radiocarbono (Beta-24629, Beta-24633, Beta-25049)
calibradas indicaron su ubicación cronológica en un período entre 6050 y 5300
a. C. (cf. Fig. 57).
Las puntas en forma de hoja de laurel tipo XI.4 demuestran algunas analogías
con las –muy temporalmente y geográficamente alejadas– puntas norteamerica-
nas tipo Sandia. Su carácter asimétrico indica que no podían servir como puntas
de proyectiles, más bien parece que se aprovechaban en función de apéndice de
arpones. Esta forma asimétrica es escasamente representada en los inventarios

60 El largo período de utilización de estas puntas fue también confirmado por las excavaciones
realizadas en otras regiones, entre otros, en el área norte de Chile que constituye una natural
extensión de la Costa Extremo Sur – en los estratos del Precerámico Tardío de Quiani II y
Pichalo (Bird 1943).
61 La única excepción la constituyen los hallazgos de la Quebrada de los Burros, pero no se pu-
blicó ninguna información acerca del contexto cultural del cual fueron recuperados ni sobre la
cronología de estas piezas (Lavalée et al. 1999:46).
142 Prehistoria del Perú Sur

líticos de la región andina, aunque su variante existe, entre otros, en la tipolo-


gía elaborada para el sitio El Inga en Ecuador (Mayer-Oakes 1986: 152) y entre
los materiales del yacimiento boliviano de Viscachani (Ibarra-Grasso, Querejazu
Lewis 1986: 108). Un ejemplar procedente de este último sitio forma parte de la
colección del Institut für Altamerikanistik und Ethnologie de la Universidad de
Bonn62. Las puntas tipo XI.4 en el extremo sur peruano aparecen asociadas con
los artefactos tipo XI.3 y XI.2. Su presencia fue denotada, entre otros, en los sitos
de La Brorota, Huanaqueros, Quellaveco y Asana donde aparecieron en el estrato
de la fase Asana/IV. Una muestra de símbolo Beta-24633, extraída de la capa que
contenía este tipo de punta, fue fechada en 6050–5750 a. C.
En lo que concierne a las puntas tipo XI.5, constituyen una forma muy especí-
fica y fueron documentadas únicamente en las cuevas Sumbay 2 y Sumbay 3. Por
la asociación morfológica de estos hallazgos con los artefactos tipo XI.2 y XI.3
(Neira 1990), podemos estimar su edad a los principios del quinto milenio a. C.

3.4. Puntas trapezoidales con pedúnculo incipiente (XII)

En la Costa Extremo Sur, los artefactos de este grupo se encuentran tanto en la


sierra como en la costa. Vale la pena destacar el hecho de que los tres tipos de este
grupo de puntas siempre coexisten en los contextos culturales documentados.
El tipo XII.1 fue registrado en la zona de la sierra en los inventarios de Arcata,
Huanaqueros, Pillones, así como también en los estratos del período temprano y
medio de Toquepala 2 y las capas de los niveles temprano e intermedio de Asana
(Asana/II - Asana/IV). En la costa, las puntas tipo XII.1 fueron recuperadas en los
sitios de Catarindo, Lomas de Ilo, Pampa Colorada y Puyenca. En el mencionado
yacimiento de Asana las puntas trapezoidales aparecieron ya dentro del estrato
PXXV perteneciente a la fase Asana/II. La datación radiocarbónica calibrada de
una muestra (Beta-35599) separada de la capa PXXIV, directamente yuxtapuesta al
nivel con el hallazgo, proporcionó el resultado de 8000 a 7550 a. C., indicando así al
principio del Holoceno. Otro ejemplar fue descubierto en la capa PXIX (fase Asana/
III), fechada tras la calibración (muestra Beta-47057) en un período de 7930 a 7480
a. C. Los materiales tardíos de tipo XII.1 aparecieron, entre otros, en los estratos de
la fase Asana/IV, fechados por 14C en aproximadamente 6050–5300 a. C.
Las puntas tipo XII.2 (con y sin aletas) en la costa aparecieron en Catarindo,
Mollendito, Pampa Colorada, Playa Chira y Puyenca. En la sierra, se documentaron
entre los materiales de La Brorota (Fig. 50), Abrigo Caru, Huanqueros, Ichuña,
Pillones, Quellaveco, así como el estrato inferior de Sumbay 3 y los estratos del

62 Se trata de los materiales recogidos en 1962 por Ibarra-Grasso, Nº de inventario 2118. El


autor quiere expresar su agradecimiento al Dr. Albert Meyers, conservador de la colección del
Instituto de Bonn, por haberle facilitado los materiales procedentes de Bolivia necesarios para
el estudio.
Józef Szykulski 143

período temprano de Toquepala 2 y de Asana. En este último sitio, un ejemplar


clásico de la punta variante XII.2.1 (con aletas) fue recuperado ya de la capa
PXXVII cuya edad, gracias a las dataciones obtenidas para los estratos ubicados
por debajo y encima de ella, pudo calcularse a aprox. 8000 a. C.
El siguiente tipo de puntas del mismo grupo, XII.3, es menos frecuentemente
representado; aparece, entre otros, como forma distintiva de los niveles inter-
medios de la cueva de Sumbay 2, así como en las capas del período temprano
e intermedio de Asana. En la costa, se registró en los sitios de Pampa Colorada
y Puyenca. En Asana, el ejemplar más antiguo de este tipo –probablemente un
útil abandonado durante el proceso de su elaboración (Aldenderfer 1998: Fig.
6.24)– apareció ya en la anteriormente mencionada capa PXXVII, fechada en
aprox. 8000 a. C.
Las evidencias presentadas confirman una fuerte relación existente entre los
tres tipos de puntas trapezoidales que aparecen en el área de la Costa Extremo Sur.
Asimismo, pueden servir de base para suponer que estos artefactos constituyesen
unos de los más tempranos útiles líticos del extremo sur peruano. Los resultados
de las dataciones de Asana sugieren que las puntas del grupo XII aparecieron ya
al principio del Holoceno. A estas conclusiones apuntan también los fechados
calibrados obtenidos para los yacimientos Abrigo Caru (7500–7000 a. C.), Playa
Chira (8050–7500 a. C.) y Puyenca (7300–6600, 7050–6400 a. C.). En el primero
de estos sitios se encontraron principalmente las puntas tipo XII.2, en los dos
siguientes aparecieron los artefactos clasificados dentro del tipo XII.1 y XII.2.
Además en Puyenca estas formas constituyen unas de las más características
dentro los inventarios del yacimiento (MacNeish et al. 1980: Fig. 2-12). Por
lo demás, tanto las puntas tipo XII.1 como las del XII, funcionaban durante un
vasto período temporal, hasta finales de la Época Precerámica.
Es de subrayar que la mayoría de las conclusiones acerca de la distribución
geográfica y la cronología de las puntas trapezoidales del grupo XII recuperadas
de la Costa Extremo Sur concuerdan con los resultados de los estudios realizados
en otras regiones del Perú. Como un buen ejemplo pueden servirnos aquí las cue-
vas de Pachamachay (Junín) y Guitarrero (Andes Centrales del Perú) donde entre
las formas más tempranas fueron encontradas precisamente las puntas tipo XII.2
(Lynch 1980: 31). Además, los útiles tipo XII.3, es decir, los menos frecuentes
de este grupo, fueron revelados en el estrato 5 del abrigo rocoso Uchkumachay
(Kaulicke 1980: Abb. 8). En base al análisis comparativo de los materiales de
Uchkumachay y Ayacucho, Kaulicke vincula los artefactos del estrato 5 con la fase
Jaywa (llamado período 4), según la periodización elaborada para los materiales
de Ayacucho (McNeish, Patterson, Browman 1975). Por lo demás, el mismo Mac-
Neish relacionó las puntas tipo XII.3 de la Costa Extremo Sur con la transición
entre la fase Puente y la fase Jaywa, lo que corresponde aproximadamente a 7000
a. C. (cf. MacNeish et al. 1980: 58 - 60).
144 Prehistoria del Perú Sur

3.5. Puntas triangulares (XIII)

En la Costa Extremo Sur los materiales del grupo XIII son muy escasos. El tipo
XIII.1 se documentó sólo en la zona de la montaña, en los yacimientos de Arcata
y Quellaveco. El tipo XIII.2 se encontró tanto en la sierra – en Arcata, Sumbay
3 y en los estratos del período intermedio de Toquepala 2– como también en el
yacimiento costeño de Catarindo. Además, un ejemplar de la variante XIII.2.1
hecho en obsidiana fue registrado en el sitio La Brorota (Fig. 50).
Al parecer, ambas formas hay que relacionarlas con los territorios localizados
más al Sur. Fuera de la Costa Extremo Sur, las puntas triangulares del grupo XIII
aparecen en las industrias líticas del Precerámico Tardío de Conaoxa, al norte de
Chile (Niemeyer 1963). Por lo demás, algunos artefactos parecidos a estos tipos de
puntas triangulares sirven de demarcador del III período de ocupación del área del
Estrecho de Magallanes (Bird 1960, 1963). Allí fueron encontrados, entre otros,
en el nivel medio de la cueva Englefield (Emperaire, Laming, Reichlen 1963; cf.
fig. 23). Algunos ejemplares de la variante XIII.2.1 también aparecieron entre los
materiales de Viscachani, dentro del área del Altiplano.

3.6. Puntas pentagonales (XIV)

En los Andes Centrales las puntas pentagonales aparecen ya en la fase Puente-


Jaywa de Ayacucho (MacNeish et al. 1980). En la Costa Extremo Sur los dos
tipos de puntas de este grupo se documentaron durante las investigaciones en La
Brorota, Pillones y Quellaveco. Además, una pieza tipo XIV.1 fue registrada en
Lomas de Ilo y algunos ejemplares tipo XIV.2 fueron revelados en Pampa Colo-
rada y Puyenca.
La co-presencia de las puntas pentagonales y las formas triangulares tipo
XII.2 en los mismos contextos estratigráficos (en La Brorota, Pillones, Quellaveco,
Lomas de Ilo, Pampa Colorada, Puyenca) puede indicar una posición cronológica
relativamente temprana de las puntas pentagonales (XIV). Además es posible que
estas puntas se hayan desarrollado como modificación de las formas del grupo XII,
especialmente de los tipos XII.2 y XII.3.

3.7. Puntas con pedúnculo (XV)

Dentro de este grupo, las puntas tipo XV.3 y XV.4 ocupan una posición bien espe-
cial. En la Costa Extremo Sur, las primeras de las enumeradas (tipo XV.3) sólo son
conocidas de Imata (un ejemplar) y de las cuevas Sumbay 2 y Sumbay 3 donde
constituyen una de las formas más características (Neira 1990, 1998). En el resto
del territorio de los Andes peruanos, los artefactos de este tipo casi no aparecen, no
obstante, constituyen uno de los demarcadores de la industria lítica de Tambillo, en
Józef Szykulski 145

el norte de Chile (Kaltwasser 1963; Núñez 1980), cuya edad se estima al V período
de la Época Precerámica de los Andes Meridionales (Willey 1971: 200); aprox.
4200–2500 a. C. Algunos ejemplares parecidos al tipo XV.3 fueron encontrados
también en el nivel superior de la cueva Englefield (Emperaire, Laming, Reichlen
1963), en la Península Valdés en la Patagonia (Argentina) –donde fueron fechados
en aprox. 3000 a. C.– y en otros inventarios de Chile austral, clasificados por Bird
dentro del IV período de ocupación, según la cronología elaborada para el área del
Estrecho de Magallanes (Bird 1963). Por lo demás, la presencia de estas piezas está
confirmada en los territorios de la Pampa argentina (Willey 1963: Plate 13).
Las evidencias aquí presentadas parecen indicar que las formas tipo XV.3 son
de origen meridional. Tal hipótesis queda respaldada también por la relativamente
tardía –dentro de la Época Precerámica de la Costa Extremo Sur– posición crono-
lógica de los materiales descritos.
En lo que concierne a las mencionadas puntas tipo XV.4, estas formas parecen
constituir un rasgo distintivo de los inventarios de la cueva Sumbay 3 y carecen
de analogías en el resto del territorio andino. Aparte de un hallazgo fragmentado
(entonces difícil de definir exactamente) recuperado del conchal Pampa Colorada
V, las puntas con pedúnculo tipo XV.4 sólo fueron registradas en la nombrada
cueva Sumbay 3 (Neira 1990: 37). Su forma, junto con el hecho de que coexistan
con los materiales tipo XV.3, indica una cronología tardía dentro del Precerámico
del área.
Los dos tipos restantes, XV.1 y XV.2, son mucho más comunes. Su presencia
fue constatada tanto en los yacimientos precerámicos de la Costa Extremo Sur como
fuera de esta región. Los resultados de las excavaciones realizadas en el territorio
del Perú, Chile y Bolivia, claramente demuestran que las puntas con pedúnculo
y limbo lanceolado o triangular son formas tardías y aparecen tanto al final de la
Época Precerámica como en las industrias tempranas de la Época Cerámica.
Varios ejemplares parecidos a los artefactos tipo XV.1 y XV.2 fueron encontra-
dos, entre otros, dentro de los inventarios líticos de Quiani II y Pichalo en Chile (Bird
1943), así como entre los materiales del Cerámico Temprano de la cultura Wankarani
en Bolivia (Ponce Sanginés 1970). En la Costa Extremo Sur fueron registrados en
los yacimientos de Arcata, Asana, La Brorota, Pillones, Sumbay 3, Pampa Colorada,
Playa Chira, Toquepala 1 y Toquepala 2.
En la bien documentada secuencia estratigráfica de Toquepala 2, las puntas
tipo XV.1 y XV.2 aparecieron sólo dentro de dos estratos superiores, pertenecien-
tes a la fase tardía de la ocupación del sitio. En Asana, la capa que contenía los
artefactos de este grupo (nivel VIII) fue fechada en 3500-3250 a. C. (Beta-24632).
Tal posición cronológica corresponde con la datación propuesta por Ravines para
la fase tardía de Toquepala 2 (Ravines 1972: 154), así como con la cronología de
artefactos de este tipo conocidos de Chile y Argentina. De este modo, todas las
evidencias indican su ubicación temporal relativamente tardía.
146 Prehistoria del Perú Sur

En este contexto, la forma de la punta encontrada en Toquepala 1, parecida a


las del tipo XV.2, puede despertar ciertas controversias. Recordemos que se trata
del único artefacto de este yacimiento, descrito por sus descubridores como Punta
Cueva y relacionado por los mismos con el temprano fechado radiocarbónico
(Y-1372) que después de la calibración indicó la mitad del noveno milenio a. C.
(Muelle 1971; Ravines 1972: 175, 177).
Por supuesto, no queremos aquí negar que en el Precerámico del Perú existie-
sen algunas formas tempranas de las puntas con pedúnculo (un ejemplo de estas
podemos encontrarlo en las puntas tipo Paiján de la costa norte). Sin embargo,
no podemos olvidar que en las capas tardías del vecino sitio de Toquepala 2,
aparecieron las puntas tipo XV.2, muy similares a la pieza denominada Punta
Cueva. Por eso, podemos suponer que el artefacto en cuestión es tardío y se
halló en los estratos inferiores sólo a causa de algunas alteraciones de la estra-
tigrafía. Por lo demás, parece que el hallazgo de Toquepala, probablemente,
sólo constituye una preforma y no un útil acabado, porque los bordes del limbo
lucen inconclusos (no están afilados). Esto explicaría este carácter diferente del
ejemplar descrito.

3.8. Puntas geométricas (XVI)

Dentro de este grupo se encuentran las puntas geométricas de dos tipos principales
y una serie de variantes que fueron registradas en la mayoría de los sitios de la
Costa Extremo Sur. Este grupo de artefactos se caracteriza por una fuerte tendencia
a la microlitización y una tecnología de elaboración muy avanzada. Muchas de las
piezas tienen superficies alisadas.
La cronología de las puntas geométricas abarca los finales de la Época Pre-
cerámica y el Período Formativo de la Época Cerámica. Además, las formas del
grupo XVI, derivadas de ellas, se elaboraban también en los períodos posteriores,
casi hasta el fin de la Época Precolombina.
En el sitio Toquepala 2, las puntas geométricas (al igual que las formas
tipo XV.2 y XV.3) aparecieron sólo en las dos últimas capas de la fase tardía
de la ocupación del sitio. En Asana la presencia de las puntas geométricas la
tenemos confirmada dentro del estrato II (Aldenderfer 1998: 270). La parte
inferior de este nivel (Beta-27415) fue fechada con 14C calibrado en 3350–2600
a. C., mientras la muestra de la parte superior (Beta-23364) arrojó el resultado
de 2200 a 1750 a. C.
Vale la pena subrayar que las puntas triangulares de base profundamente esco-
tada tipo XVI.2 no fueron registradas ni en Toquepala 2, ni en Asana. Sin embargo,
algunos ejemplares de este tipo, asociados a los del tipo XVI.1, se encontraron
en los inventarios del Cerámico Temprano en Punta Islay (Neira 1990: 93). Este
hecho sugiere que el tipo XVI.2 puede ser más tardío que el tipo XVI.1.
Józef Szykulski 147

4. Problemática de la periodización

Hasta hoy en día, se efectuaron más de noventa dataciones por 14C para la Época
Precerámica de la Costa Extremo Sur. La mayoría de ellas, es decir, el 60 %, pro-
viene de los sitios de Asana, en el Departamento de Moquegua (Aldenderfer 1990,
1998), y de la Quebrada de los Burros en el Departamento de Tacna (Lavallée et
al. 1999). Hay que destacar que en el caso de los fechados de este último sitio, sólo
los provenientes de la capa N-2 tienen carácter indudablemente antropogénico, por
lo cual pueden vincularse directamente con los contextos arqueológicos.
En base al método de Stuiver y Pearson, todos los resultados de análisis por 14C
fueron calibrados. Las únicas excepciones constituyen los valores de más de 9500
BP cuya calibración es técnicamente difícil (cf. Pazdur, Pazdur 1994). En el caso
de la Costa Extremo Sur, tales valores fueron obtenidos de los niveles inferiores
de Asana, del sitio Ring y de la Quebrada de los Burros. Además, unas dataciones
muy antiguas fueron adquiridas para las muestras de dos sitios investigados durante
las últimas décadas en la costa: 11105+/-260 BP para la Quebrada Jaguay 280,
al norte de Camaná (Sandweiss et al. 1998, y 10770+/-150 BP para la Quebrada
Tacahuay, al sur de la ciudad de Ilo (Keefer et al. 1998). Hasta el momento, no se
ha publicado ninguna información detallada acerca de estos dos sitios.
Gracias a la relativamente clara estratigrafía de Asana, podemos estimar la
edad de las dos muestras cuyos fechados carecen de calibración en relación a las
capas que poseen las dataciones calibradas. Así, parece que los contextos que
contenían dichas muestras provienen del final del Pleistoceno. En el caso de los
resultados de dataciones por 14C obtenidos para la Quebrada de los Burros despier-
tan más dudas. Las dos muestras extraídas para el análisis procedían de conchas
marinas para las cuales debe además ser aplicada una corrección del llamado
efecto reservorio (ER), ya que las aguas marinas influyen en la absorción de 14C
por los organismos vivos, causando así el envejecimiento aparente de los resulta-
dos (Legoupil, Fontugne 1977). Por lo demás, en lo que concierne a las muestras
de los mencionados sitios precerámicos de la Quebrada Jaguay 280 y Quebrada
Tacahuay, en ambos casos se trataba de pedazos de carbón vegetal. Suponiendo que
este carbón fuera de origen antropogénico, podemos aceptar los valores obtenidos
y tratarlo como un argumento a favor de la presencia del hombre prehistórico en
la costa ya en el Pleistoceno Final.
Este problema de las dataciones por 14C de valores mayores a 9500 BP
demuestra lo complejo que es la cuestión de la comparabilidad de los resultados
obtenidos de diferentes tipos de muestras y, sobre todo, de los fechados calibrados
y sin calibración. En este último caso, si de la fecha absoluta (BC) sustraemos el
valor convencional de 1950 años de nuestra era, obtendremos el resultado mucho
menor en comparación con este que nos puede proporcionar la calibración de la
edad del material estudiado. Este fenómeno afecta de una manera especial a los
148 Prehistoria del Perú Sur

materiales de los períodos cronológicamente muy alejados; las diferencias entre


resultados de dataciones calibradas y sin calibración pueden entonces alcanzar
hasta un milenio63. El problema en cuestión es de importancia fundamental porque
muchos de los investigadores tienen la costumbre de servirse de las cronologías
basadas en las dataciones no calibradas (Aldenderfer 1990, 1998; Sandweiss et al.
1989). Tal procedimiento no sólo causa un simple rejuvecimiento de las muestras,
sino también implica unas enormes diferencias en la interpretación de los mate-
riales arqueológicos. Así, hallazgos del Pleistoceno Tardío pueden interpretarse
como más tardíos, pertenecientes al Holoceno Inicial.
El análisis del material arqueológico, junto a los resultados de las dataciones
absolutas por 14C (cf. Fig. 57), permiten al autor dividir la Época Precerámica
en la Costa Extremo Sur en cinco períodos definidos dentro de los límites tem-
porales64:

- Período Paleoindígena (~ - 8000 a.C.),


- Período Temprano (aprox. 8000 - 6000 a.C.),
- Período Intermedio (aprox. 6000 - 4200 a.C.),
- Período Tardío (aprox. 4200 - 2600 a.C.),
- Período Epigonal (aprox. 2600 - 1600/500 a.C.).

Los límites cronológicos de diferentes períodos fueron demarcados por los


fechados radiocarbónicos relacionados con la aparición o desaparición de algu-
nos elementos (en su mayoría puntas de proyectil) específicos de los inventarios
arqueológicos. Especialmente bien marcado se presenta aquí el límite entre el
Pleistoceno y Holoceno calculado en base a la serie de dataciones obtenidas de los
sitios como Asana, Playa Chira, Quebrada Jaguay 280 y Quebrada Tacahuay (cf.
Fig. 57). Hay que subrayar que la mayoría de los investigadores que se dedican
a los estudios sobre el problema de las más tempranas evidencias de la presencia
humana en los Andes, señalan esta fecha de 8000 a. C. como el momento divisorio
entre el Pleistoceno y Holoceno.

5. Caracterización de los períodos

Al enfrentar el problema de la caracterización de las etapas del primer poblamiento


del extremo sur peruano, hay que advertir que las investigaciones realizadas hasta
hoy en día no proporcionaron ninguna prueba de la existencia de industrias líticas

63 Una buena ilustración de este problema podemos encontrarla en un trabajo de Bernardo Arria-
za sobre la cultura Chinchorro (1995).
64 La cronología absoluta de la Época Precerámica de la Costa Extremo Sur en gran medida
corresponde a la propuesta por Santoro para la sierra del norte de Chile (Santoro 1989).
Józef Szykulski 149

basadas en la llamada Flake-Tradition – propuesta por Gordon Willey como la parte


más antigua de la secuencia de desarrollo cultural de la región (Willey 1971)65.
Asimismo, no hay evidencias que confirmen que dentro de la Costa Extremo Sur
existiese el pre-projectile point stage/horizon, es decir, la etapa más temprana
del desarrollo de las sociedades de la América precolombina66, caracterizada por
las industrias líticas sin puntas (Krieger 1964). El problema de la existencia de
tal horizonte de desarrollo también en el caso de América del Norte67 despierta
varias controversias, ya que viene vinculado a la frecuentemente discutida cues-
tión del poblamiento del continente y los contextos culturales relacionados con
este proceso68.
Por supuesto, el análisis de los materiales arqueológicos de la Costa Extremo
Sur permite distinguir un gran grupo de útiles elaborados en base a la tecnológica-
mente arcaica tradición de lascas. Se trata aquí de los útiles uni- y bidireccionales
sobre cantos rodados tipo chopper y chopping-tool, seudobifaces (probablemente
preformas), raederas circulares (parecidas a los artefactos tipo Fell del sur de Chile;
Bird 1963), útiles denticulados y cóncavos, así como de los cuchillos sobre lascas
que sólo poseen el retoque de bordes. En la mayoría de los casos son hallazgos
superficiales cuya posición cronológica es difícil de establecer. Sin embargo, todas

65 El concepto de la tradición de lascas, introducido por Willey en la arqueología del Nuevo


Mundo, suponía el desarrollo progresivo de la tecnología de talla. Tal desarrollo, según la
teoría de Willey, debería reflejarse en las secuencias de formas de artefactos: los más simples,
es decir, estos confeccionados sobre lascas, estarían ubicados al principio de la secuencia,
y las piezas obtenidas por medio de las técnicas más avanzadas (como útiles bifaciales que
demuestran ciertos paralelos con los del Paleolítico Superior de Europa) se ubicarían al final.
66 La existencia de las industrias líticas basadas en la tradición de lascas fue documentada úni-
camente en un par de sitios en Argentina, Brasil, Chile y en el área de los Andes Centrales del
Perú. Por lo demás, sólo en algunos de estos yacimientos, como Pedra Furada (Guidon 1986,
1986a), Monte Verde (Dillehay 1997), Guitarrero (Lynch 1980) o Pikimachay (MacNeish
1971), la secuencia estratigráfica documentada y los fechados por 14C permiten respaldar la
teoría de que estos hallazgos son anteriores a las industrias con artefactos bifaciales. Por lo
demás, en otras áreas de América del Sur no se registró ninguna prueba de la existencia de
esta, hipotéticamente la más antigua, fase del desarrollo. Más bien podemos hablar de la co-
existencia de las dos tradiciones líticas. Algunas industrias tardías de la tradición de lascas que
existen en Brasil y Uruguay (Hilbert 1985; Schmitz 1981) están vinculadas a las sociedades
cuyos inventarios líticos reflejan la necesidad de la adaptación a los cambios medioambienta-
les.
67 Los análisis de los materiales, realizados durante las últimas décadas, permitieron distinguir
una parte de los hallazgos anteriores a la aparición de las puntas tipo Clovis (pre-Clovis oc-
cupation), pero sólo en un par de sitios, como Bluefish Caves (Territorio del Yukón/Canada)
o Meadowcroft (Pensilvania/EE.UU), se pudo confirmar la presencia de industrias líticas sin
ningún tipo de puntas (o más bien, no se encontró ninguna punta dentro de los inventarios
registrados). Además, en algunos sitios, como Cactus Hill (Virginia/EE.UU.), aparecieron
puntas que en la opinión de algunos investigadores anteceden a los artefactos tipo Clovis
(Cornejo García 1992; Kelly 1987; Morlan 1988; Parfit, Garrett 2000).
68 Varias teorías sobre el proceso del poblamiento del Nuevo Mundo fueron descritas y con-
frontadas con los resultados de las investigaciones recientes por Karol Piasecki en su trabajo
dedicado a la estructura antropológica del Perú prehispánico (Piasecki 1999: 7 nn).
150 Prehistoria del Perú Sur

estas formas aparecieron también en los inventarios precerámicos con puntas, que
a su vez son mucho mejor documentadas. Además, los artefactos de este grupo
también fueron registrados en los sitios de la Época Cerámica, lo que demuestra
que estaban en uso durante un período excepcionalmente largo. Será porque se
elaboraban fácilmente y eran multifuncionales.
Por lo demás, podemos observar que algunos artefactos de la Época Pre-
cerámica confeccionados sobre lascas estuvieron mucho más difundidos en la
zona del litoral que en la sierra de la Costa Extremo Sur. Así, entre los hallazgos
precerámicos de Puyenca, Pampa Colorada V o Catarindo destacan los útiles
elaborados sobre cantos rodados, y en el yacimiento Ring (Anillo) sólo aparecen
formas sobre lascas/cantos rodados y no existen piezas bifaciales. Al parecer, tal
situación tiene poco que ver con el aspecto cronológico, más bien resulta de un
específico modelo económico en el cual la explotación de los recursos marinos
predominaba sobre la caza u otros métodos de adquisición de alimentos.
En resumen, las huellas más antiguas de la presencia humana, conocidas hasta
la fecha de la Costa Extremo Sur, se vinculan con los grupos que disponían de una
tecnología de talla avanzada, basada principalmente en la elaboración de láminas.
Entre los artefactos predominantes encontramos aquí los útiles bifaciales y, entre
ellos, las puntas cuya forma se modificaba con el tiempo.

5.1. Período Paleoindígena (~ - 8000 a.C.)

La presencia humana en la Costa Extremo Sur ya en el período anterior a 8000 a. C.


(en el estadio Antarraga/Valders o antes) queda confirmada por los análisis 14C cuyo
carácter antropogénico parece ser indudable. Primero, hay que enumerar aquí la
datación de fragmentos de carbón del nivel inferior del sitio Toquepala 1 (Y-1372)
que calibrada indicó un lapso de aprox. 9000–8350 a. C. Además, los fechados
no calibrados de Asana (Beta-40063:9820+/-150 BP69, Beta-24628:9580+/-130
BP), Quebrada Jaguay 280 (11105+/-260 BP) y Quebrada Tacahuay (10770+/-150
BP), también parecen apoyar la hipótesis de la aparición del hombre en el área
de la Costa Extremo Sur ya a finales del Pleistoceno. A tales conclusiones llevan
también las dataciones de los vecinos sitios del norte de Chile, como Tiliviche-1b
y La Chimba 13/Quebrada Las Conchas (cf. Núñez, Moragas 1977–1978; Lla-
gostera 1979, 1989).

69 Aunque su valor sin calibración indica una fecha alrededor de 7900 a. C., no podemos olvidar
que la muestra que sirvió de base al análisis provenía de la capa inferior de la estratigrafía del
sitio. Toda la serie de otras muestras, extraídas de los niveles ubicados más arriba, arrojaron
valores absolutos BP mucho más bajos que, sin embargo, después de la calibración indicaron
un promedio de cerca 8000 a. C. Estas evidencias permiten aceptar la temprana posición cro-
nológica de la muestra Beta-40063 de Asana. Tal conclusión es igualmente válida para la otra
muestra no calibrada, mencionada en el texto.
Józef Szykulski 151

No obstante, en el caso del Período Paleoindígena, estamos confrontados


con el problema de la ausencia de industrias líticas que pudieran relacionarse con
esta etapa del desarrollo. El sitio Toquepala 1 prácticamente carece de materiales
arqueológicos, sólo se recuperaron allí algunos restos de un fogón y una punta
pedunculada de procedencia insegura (cf. Muelle 1971, Ravines 1967). Carece-
mos de pruebas de la existencia de artefactos en los sitios Quebrada Jaguay 280
y Quebrada Tacahuay. Únicamente en Asana, en los estratos fechados en base a
las mencionadas dataciones no calibradas, se revelaron huellas de la presencia
humana, interpretadas como restos de viviendas y fogones (Aldenderfer 1990:
20). Desgraciadamente, los inventarios documentados en el sitio sólo incluyen
morteros o batanes y otros artefactos líticos no definidos (Aldenderfer 1990: 28;
1998: 165).
Este estado de cosas implica que las puntas tipo “cola de pescado”, documen-
tadas en Churajón (Fig. 59) y probablemente en el valle de Osmore - Moquegua
(Szykulski 2000, Cardona 2002), son de importancia primordial para las investiga-
ciones sobre el período más antiguo de la Época Precerámica en la Costa Extremo
Sur. Aunque en ambos casos se trata de los hallazgos superficiales que carecen
de secuencias estratigráficas y dataciones por 14C, ya la misma presencia de este
tipo de puntas confirma la aparición de los grupos de cazadores-recolectores del
Pleistoceno Final en la zona.
La mayoría de los investigadores coinciden en aceptar que los artefactos tipo
“cola de pescado” derivan de la puntas tipo Clovis, características de la industria
lítica de la llamada cultura Llano, que funcionaba en el territorio de América del
Norte en el Período Paleoindígena Temprano. Los fechados más antiguos obte-
nidos para los contextos de esta cultura indican un período entre 13500 y 12900
BP70. Se supone que la forma de la punta Clovis fue elaborada durante la caza de
los grandes mamíferos de las planicies norteamericanas, principalmente, de los
mamuts Mammuthus jeffersonii y bisontes prehistóricos Bison bison antiquus. Una
variante de la punta tipo Clovis, denominada punta tipo Cumberland (Willey 1971:
8), probablemente sirvió de base para el desarrollo de la misma “cola de pescado”.
Tales suposiciones parecen ser respaldadas por la presencia de los hallazgos tipo
“cola de pescado” en los sitios de Guatemala (San Carlos), Costa Rica (Turrialba) y
Panamá (Lago Madden), es decir, dentro de los territorios donde también aparecen
las formas Clovis y sus derivados (cf. Bird, Cooke 1977: Fig. 3, 4; Ferrero 1977:
46, 47; Lumbreras 1981: 124, 125).
Además, existe otra hipótesis, creada por el investigador Tom Dillehay,
quién estudió un nivel del Pleistoceno Tardío de Monte Verde, en el sur de Chile.
Según su propuesta, la punta tipo “cola de pescado” es de origen suramericano,
fue creada en los extremos meridionales de América del Sur y desde allí se

70 Algunos investigadores estiman la edad de las puntas tipo Clovis a max. 12 mil años BP.
152 Prehistoria del Perú Sur

difundió hacia el norte del continente (cf. Dillehay 1997; Dillehay et al. 1992;
Lavallée 2000).
Dejando de lado la cuestión del origen norte- o suramericano de las puntas
“cola de pescado”, hay que subrayar que los artefactos de este tipo son mucho
más comunes al sur y sureste de América del Sur (es decir, en Chile, Argen-
tina, Uruguay y sureste de Brasil) que en la región del Caribe. Por lo demás, las
secuencias estratigráficas y los análisis 14C de los sitios Monte Verde, Cueva Fell,
Cueva Mylodón, Palli Aike, Englefield y Cueva Medio71 de la zona austral del
continente, junto a las dataciones del yacimiento Cerro La China, situado dentro
de la Pampa argentina (Cornejo García 1992), demuestran una posición cronoló-
gica relativamente temprana de los artefactos tipo “cola de pescado” conocidos
del sur del continente (cf. Fig. 60). Esta posición queda confirmada no sólo por
las dataciones radiocarbónicas que oscilan alrededor de 10 mil años a. C.72, sino
también por la coexistencia de estos artefactos con el material osteológico de la
megafauna del Pleistoceno Tardío.
Por lo demás, la presencia de las puntas “cola de pescado” en la zona este y
sureste de América del Sur (Chile austral, Patagonia y Pampa argentinas, Uruguay
y sureste de Brasil)73, así como en la región circuncaribe (Guatemala, Costa Rica,
Panamá, Colombia y Venezuela)74 indica la existencia de un temprano “horizonte
lítico panamericano” con la “cola de pescado” como su demarcador. La creación
de una forma tan específica en dos centros independientes parece muy poco pro-
bable.
La distribución geográfica de los hallazgos tipo “cola de pescado” permite
suponer que este horizonte tuvo una influencia muy limitada en el área de los
Andes Centrales, reduciéndose principalmente a la zona del litoral del Atlántico,
junto con los terrenos que se encuentran actualmente debajo del nivel del océano75

71 En muchos informes de investigación (cf. Bird 1963; Dilllehay 1997; Nami 1985, 1989; Em-
peraire, Laming, Reichlen 1963) a menudo aparecen los nombres ingleses de los yacimientos;
sin embargo, el autor opta por la utilización de las denominaciones españoles allí donde eso
es posible.
72 Cueva Medio 12390+/-180 BP, Cueva Fell 11000+/-170 BP, 10720+/-300 BP.
73 Hasta la fecha la mayoría de los artefactos de este tipo son hallazgos aislados, sólo pocos fue-
ron recuperados de contextos bien definidos. En el área de Brasil y Uruguay, se encontraron
en Laguna Mirim, Itapiranga, Cabo Polonios, Rincón del Bonete, Arroyo Pintos y en el curso
medio del río Negro. En Argentina aparecieron Cerro la China, Cerro Sombrero, La Crucecita
y Villa del Dique, y en el sur de Chile en Monte Verde, Cueva Fell y Piedra de Aquilla; cf. Fig.
60.
74 Entre otros, los sitios Bahía Gloria en Colombia y La Hundición en Venezuela (cf. Lavallée
2000).
75 Las investigaciones demuestran que al final del Pleistoceno la línea litoral del Atlántico se
ubicaba varios kilómetros más al Este en comparación con su localización actual (Fig. 60).
Los trabajos llevados a cabo en la costa de Argentina indicaron que alrededor de 18700 BP la
línea litoral se ubicaba unos 144 m por debajo del nivel actual del océano (Cardich 1980: 82;
Fray, Erwing 1963).
Józef Szykulski 153

Fig. 60. America del Sur; Sitios arqueológicos relacionados con pleistóceno y principio
del holoceno. En negro, la línea de playa hace 18.000 años (BP)
154 Prehistoria del Perú Sur

y los extensos territorios de la Patagonia actual, es decir, las áreas que al final del
Pleistoceno estaban cubiertas de bosque claro, vegetación tipo sabana o, en la parte
meridional, flora tipo tundra. No podemos olvidar de que el desarrollo del bosque
tropical ocurrió ya después de los cambios que tuvieron lugar en el Holoceno.
Así, las condiciones geográficas de esta área favorecían la existencia de los
representantes de la megafauna pleistocénica. A su vez, la presencia de esta fauna
atraía a los grupos de cazadores-recolectores especializados en la caza de estos
mamíferos que requería la elaboración de un específico tipo puntas, denominado
hoy por los investigadores “cola de pescado”76. Fue precisamente por las condi-
ciones geoclimáticas de los Andes Centrales y la distribución de varias especies de
animales que los grupos de cazadores con puntas acanaladas sólo esporádicamente
entraban en la zona del Perú actual.
Algunas evidencias de estas situaciones tan excepcionales encontramos al
norte del Perú, en dos sitios ubicados en el valle del riachuelo Santa María (Cuenca
del Chicama). Entre los materiales procedentes de estos sitios se hallaron puntas
“cola de pescado” asociadas a formas de la industria lítica tipo Paiján (Briceño
1994, 1997), es decir, artefactos propios del Pleistoceno Final de la costa del
Pacífico (Fig. 61)77.
Además, un ejemplar de la punta “cola de pescado” se encontró en Quishqui
Puncu, también al norte del país, dentro del Callejón de Huaylas. Este hallazgo carece
de contexto cultural (Lynch 1970). Aparte de la zona norte del Perú, los artefactos
en cuestión sólo aparecieron en el sur: en Churajón y en el valle del río Osmore-Mo-
quegua. La aparición de las puntas “cola de pescado” puede servir como argumento
a favor de la presencia en esta región de los grupos de cazadores especializados en
megafauna, ya al final del Pleistoceno, es decir, al cabo del Período Paleoindígena.
Se trataba de los grupos que llegaron aquí persiguiendo las manadas de la megafauna
pleistocénica, extinta o casi-extinta en otras regiones del continente.
Parece que los refugios ecológicos de los grandes mamíferos pleistocénicos
podían ubicarse, entre otros, en los valles interandinos de la Costa Extremo Sur.
Es aquí donde –a causa de las condiciones geo-climáticas muy particulares– los

76 Analizando la cuestión de la distribución de este tipo de artefactos, podemos observar que no


aparecen en los territorios del norte y centro de Brasil, lo que puede servir como un argumento
en contra de la existencia del mencionado horizonte lítico panamericano con las puntas tipo
“cola de pescado”. Sin embargo, esta ausencia de los hallazgos puede ser explicada, por un
lado, por las condiciones geográficas de esta zona (la Amazonia actual), que a veces imposi-
bilitan la realización de investigaciones, o, por otro, por la teoría citada ya en el texto de que
los grupos de los cazadores-recolectores funcionaban principalmente en la zona del litoral,
actualmente ubicada debajo del nivel del océano.
77 La ubicación cronológica tan temprana de los materiales de Paiján parece ser confirmada tanto
por un fechado radiocarbónico, como por la presencia de huesos de la magafauna (entre otros,
de mastodonte) en los sitios con la industria Paiján, como, p. ej., La Cumbre en la Provincia
de Trujillo, Departamento de La Libertad (cf. Chauchat 1998).
Józef Szykulski 155

Fig. 61. Costa Norte; Puntas de proyectíl tipo Paiján

representantes de la megafauna del Pleistoceno podían sobrevivir (por lo menos


durante algún tiempo) los bruscos cambios climáticos que sucedían en el conti-
nente y refugiarse de la rápida expansión de especies nuevas, mejor adaptadas a
estos cambios.

5.2. Período Temprano (aprox. 8000 - 6000 a.C.)

El inicio del Período Temprano en la Costa Extremo Sur está señalado por el límite
inferior de las series de dataciones de Asana y Playa Chira (Fig. 57). Este límite se
sitúa alrededor de 8000 a. C., lo que coincide con la generalmente aceptada fecha
del principio del Holoceno, es decir, el comienzo de la fase climática Jalca en el
territorio de los Andes Centrales (cf. Tab. 3).
Fue al principio del Holoceno cuando tuvieron su lugar grandes cambios cli-
máticos de alcance global que se manifestaron en la sucesiva regresión de las capas
de hielo y el aumento de temperaturas. Esto implicó una serie de alteraciones en la
vegetación y el surgimiento de nuevas especies de animales, junto a la extinción de
los representantes de la vieja megafauna pleistocénica (Cardich 1964–1966). Con
este período podemos relacionar un mayor número de hallazgos arqueológicos, en
156 Prehistoria del Perú Sur

comparación con la cantidad de datos disponibles para el Período Paleoindígena. El


aumento en la cantidad de los sitios al principio de Holoceno es característico de
toda la zona andina y puede explicarse por el crecimiento de la población así como
por una mayor movilidad de los grupos humanos dentro de zonas ecológicas.
En la Costa Extremo Sur, tanto en la zona de la sierra, como en la del litoral,
existe un número importante de yacimientos arqueológicos del Período Temprano.
Sin embargo, disponemos de pocas informaciones acerca de los patrones de pobla-
miento. Indudablemente, los grupos humanos de aquella época seguían aprove-
chando cuevas y abrigos rupestres (Abrigo Caru). La existencia de construcciones
habitacionales sólo fue confirmada en el yacimiento abierto de Asana (Aldenderfer
1990, 1998) donde en los estratos de las fases Asana II y Asana III, pertenecientes
al Período Temprano fueron revelados restos de pequeñas estructuras de superficie
aprox. de 4 m2 y planta ovalada o rectangular. Al final de la fase Asana III, es decir,
al cabo del Período Temprano, se pudo observar el aumento en la superficie de
estas viviendas (cerca de 7,5 m2) y la preferencia por la forma ovalada.
En el Período Temprano la base de la subsistencia constituía, indudablemente,
la caza, en la costa todavía complementada por la recolección de moluscos y
crustáceos. Además la presencia de los batanes/machacadores en varios sitios del
área del estudio, tanto en la sierra, como en la costa (p. ej., se registraron ya en
los estratos inferiores de Asana), puede indicar la importancia de la recolección y
el procesamiento de plantas. La existencia de tales actividades hay que aceptarla
como un hecho seguro (implicado por las necesidades alimenticias de aquellas
sociedades), aun si aceptamos la opinión de algunos investigadores que vinculan
los útiles mencionados con el curtido de pieles, es decir, creen que servían para
machacar ocre y hueso quemado usados en el proceso de lixiviación (Aldenderfer
1990: 28, 29).
En los inventarios líticos de este período de la Costa Extremo Sur, las formas
más características constituyen puntas trapezoidales del grupo XII, representadas
ante todo por los tipos XII.1 y XII.2 (cf. Fig. 48). La genealogía de estos artefactos
alcanza los principios del Holoceno de los Andes Centrales donde fueron recu-
peradas, entre otros, de los estratos de la Cueva Guitarrero (cf. Lynch 1980: 31).
Dentro de la misma Costa Extremo Sur, su existencia fue confirmada tanto en la
zona montañosa, como en la costeña. La proveniencia geográfica de este tipo de
puntas permite suponer que en la sierra aparecieron un poco antes.
La presencia de estos artefactos en ambas zonas geográficas puede confirmar
la existencia de la trashumancia. Sin embargo, en este caso surge una pregunta,
si este fenómeno constituía una de las estrategias principales de supervivencia de
los grupos humanos en aquella época y si se desarrollaba según la forma modelo
propuesta por Edward Lanning (en base a las observaciones etnográficas de las
llanuras norteamericanas) para la región de Callejón de Huaylas y la franja litoral
de Ancón (1970:134).
Józef Szykulski 157

Por supuesto, no podemos negar que en el Holoceno Temprano, es decir, en


la fase climática Jalca, las condiciones medioambientales eran mucho más severas
que en la actualidad (Cardich 1980: 85, 86). También, no cabe ninguna duda que
los grupos de cazadores-recolectores tempranos –ya por el mero hecho de ser
dependientes de la presencia de animales en una región– eran forzados a trasladarse
persiguiendo las manadas. Por lo demás, los contactos entre la sierra y el litoral
de la Costa Extremo Sur fueron evidenciados, entre otros, por los hallazgos de
conchas marinas en los sitios de la zona de la montaña, como, p. ej., en el Abrigo
Caru, cerca de Tarata (Ravines 1967, 1972).
Sin embargo, todos estos argumentos no son suficientes para hablar de la
existencia de la trashumancia en su forma clásica. Es poco probable que en algunas
temporadas todos los cinco pisos ecológicos de los Andes careciesen de agua y las
manadas de animales, y tras ellas los grupos de hombres, fuesen obligados a des-
plazarse hacia la costa. Más bien, hay que suponer que los cambios de temporadas
provocaban la circulación de los animales sólo dentro de un espacio determinado,
es decir, algunos nichos ecológicos. Además, existe todavía una pregunta más: si
el fenómeno de la trashumancia existía en su forma modelo, ¿cómo las relativa-
mente pequeñas áreas de lomas (aun presumiendo que eran mucho más extensas
que hoy en día) y desembocaduras de los ríos pudieron satisfacer las necesidades
alimenticias de un gran número de varias especies de animales? Estas necesidades
concernían no sólo la cantidad de alimentos vegetales, sino también su calidad.
No podemos olvidar que la dieta de muchas especies altoandinas está basada en
las plantas que no aparecen en la zona del litoral del Pacífico.
Resumiendo lo expuesto, podemos afirmar que la presencia de los artefactos
típicos del Período Temprano en la franja costeña no pueden servir de argumento
a favor de la existencia del fenómeno de la trashumancia, es decir, la periódica
migración de los grupos de cazadores, sino más bien comprueba el proceso de
una sucesiva ocupación de nuevos nichos ecológicos por las sociedades de aquella
época. Estas conclusiones se aplican a toda el área de los Andes Centrales, es decir,
también la franja oceánica de la Costa Extremo Sur.
En algunos sitios del litoral de la Costa Extremo Sur del Período Temprano,
al lado de las inventarios líticos con puntas foliáceas, registramos también indus-
trias basadas en la elaboración de lascas, que carecen de útiles especializados,
como puntas u otros artefactos bifaciales. Este fenómeno podemos observarlo
bien documentado en los inventarios de los conchales de Ring (Anillo) cerca
de Ilo. Los más tempranos y verosímiles fechados por 14C obtenidos para este
sitio (en base al carbón vegetal; Pitt-142) indicaron la edad de 6400-6100 a.
C., que corresponde al final del Período Temprano. Sin embargo, la secuen-
cia estratigráfica sugiere que las primeras evidencias de la presencia humana
en el yacimiento son significantemente más antiguas (cf. Sandweiss, Moseley,
Richardson 1989).
158 Prehistoria del Perú Sur

Esta industria de Ring (Anillo) se caracteriza por la presencia de elementos


muy arcaicos que a su vez definen la llamada Flake-Tradition, antecedente a las
industrias con puntas foliáceas y útiles bifaciales (según: Willey 1971). No obs-
tante, el contexto cultural de la región, junto a los resultados de los análisis 14C,
no permiten ubicar los hallazgos del sitio dentro de la nombrada tradición. Las
excavaciones en Ring demostraron que la falta de los útiles bifaciales es típica de
la mayoría de los estratos documentados dentro de este conjunto de conchales.
Este tipo de artefactos aparece en el sitio, probablemente, al principio del Período
Tardío78. En este contexto, parece poco probable que se trate de tan larga supervi-
vencia de tradiciones arcaicas. Más bien, el patrón económico de la sociedad de esta
región, sus métodos de adquisición de alimentos no exigían la aplicación de puntas
ni otros útiles bifaciales. Es de suponer que la base alimenticia constituía aquí la
explotación de los ricos recursos marinos (Fig. 62). Además, no podemos excluir
la posibilidad de que en el caso de Ring tengamos que ver con los campamentos
estacionales. Al parecer, fue la muy especializada economía de los grupos que
habitaban esta área, constante o temporalmente, la que determinó la elaboración
de este específico conjunto de útiles de rasgos arcaicos.

78 El más tardío fechado 14C del sitio (PITT 0144) calibrado indicó un período de 4000 a 3700 a.
C. (cf. Fig. 57).

Fig. 62. Departamento Moquegua; Conchal al norte del Ilo

78 El más tardío fechado 14C del sitio (PITT 0144) calibrado indicó un período de 4000 a 3700 a.
C. (cf. Fig. 57).
Józef Szykulski 159

Hay que recordar que las industrias sin herramientas bifaciales (pseudo Flake-
Tradition) existían también en otras regiones de América del Sur, p. ej., en las zonas
costeras del sur de Brasil y en Uruguay. Allí también este fenómeno parece ser
condicionado por la especialización económica de la población. Las investigaciones
demostraron que estas industrias funcionaban, probablemente, hasta los primeros
siglos de la era cristiana (cf. Schmitz 1981, Hilbert 1985)79.
El estado de investigación actual sólo nos permite especular acerca de la
importancia de los recursos marinos en la economía de los pobladores de la franja
de la Costa Extremo Sur en el Período Temprano. Indudablemente, tanto el carácter
del material lítico, como los resultados de los análisis por 14C de los conchales
de Puyenca, Playa Chira y Ring, comprueban que esta zona fue poblada ya en
la fase inicial. Sin embargo, la falta de investigación sistemática, junto a un mal
estado de conservación de los vestigios, no permiten determinar si las sociedades
de esta época se limitaban a la recolección de alimentos del litoral o también se
especializaban en la pesca oceánica.
La mayoría de los autores de publicaciones dedicadas a la Época Precerámica
en el extremo sur peruano y el norte del Chile abogan, en forma más o menos
directa, por la teoría de la aparición muy temprana de la pesca especializada (cf.
Keefer et al. 1998; Lavallée et al. 1999; Nuñez, Moragas 1977-1978; Sandweiss et
al. 1998; Wise 1990, 1998). No obstante, hasta el momento, carecemos de eviden-
cias arqueológicas que puedan comprobar la existencia de este tipo de actividades
para el período antes de 6000 a.C. Todos los datos disponibles de la Costa Extremo
Sur atestiguan el desarrollo de la pesca especializada recién a mediados del VI
milenio a. C., es decir, a partir del Período Intermedio.

5.3. Período Intermedio (aprox. 6000 - 4200 a.C.)

El Período Intermedio, junto con el siguiente Período Tardío, coinciden con el


llamado optimum climaticum80, el cual en los Andes Centrales duró aproxima-

79 El contexto cultural y carácter de los hallazgos también pueden sugerir que en el caso del
sitio Ring, y otros de Brasil y Uruguay, se trata de “talleres de producción”, sólo periódica-
mente aprovechados por la población que habitaba campamentos localizados en el área. Así,
es posible que sólo temporalmente se desarrollaban aquí las actividades relacionadas con el
procesamiento de alimentos provenientes del mar o del río. Hay que recordar que la existencia
de bien organizados procesos tecnológicos, desarrollados por lo menos parcialmente fuera del
área habitacional, fue confirmada ya para las fases tempranas de la Época Precerámica. Como
un buen ejemplo puede servirnos aquí las canteras-talleres de la región de Cupisnique donde
se procesaban los nódulos de materia prima. El reconocimiento de estas unidades permitió,
entre otros, resolver una controvertida cuestión de proveniencia de los útiles bifaciales tipo
Chiveteros (cf. Chauchat 1977).
80 El llamado optimum climaticum corresponde a la fase climática Yunga (Lanning 1967; Car-
dich 1980). Además hay que advertir que las dataciones de cada una de las fases climáticas
están basadas en los resultados de análisis por 14C no calibrados, lo que causa el rejuvecimien-
160 Prehistoria del Perú Sur

damente desde 6000 a.C. hasta 2500 a.C. y se caracterizó por tener condiciones
climáticas muy favorables (Cardich 1964-1964: 32, 1980: 86)81. El benigno clima
de aquella época favoreció el aumento de la población y el desarrollo de nuevas
áreas de actividad de los habitantes de toda la región andina.

to de estas fases. En el caso de la fase Jalca del Holoceno Temprano y la siguiente fase Yunga,
las diferencias entre fechados calibrados y no calibrados a veces llegan hasta mil años. La
mejor ilustración de la importancia de las diferencias entre ambos tipos de fechados podemos
encontrarla en el ya mencionado trabajo sobre la cultura Chinchorro (cf. Arriaza 1995: 127).
81 Durante dicho optimum climaticum la línea de nieves perpetuas y el nivel de humedad en las
zonas de la sierra subieron visiblemente, eso indirectamente influyó en el aumento de áreas de
lomas en la costa atlántica.

Fig. 63. Departamento Arequipa, provincia Islay; Conchal

Aunque para el Período Intermedio en la Costa Extremo Sur disponemos de


una mayor cantidad de datos que en el caso de los períodos anteriores, el número
de evidencias disponibles es siempre muy bajo en comparación con el corpus
de datos recuperados de las áreas ubicadas más al norte como, p. ej., los Andes
Centrales del Perú o la Puna de Junín. Las informaciones acerca de la ocupación
humana del extremo sur peruano en el Período Intermedio proceden de varios
tipos de yacimientos, como campamentos al aire libre, cuevas y abrigos rocosos, y

to de estas fases. En el caso de la fase Jalca del Holoceno Temprano y la siguiente fase Yunga,
las diferencias entre fechados calibrados y no calibrados a veces llegan hasta mil años. La
mejor ilustración de la importancia de las diferencias entre ambos tipos de fechados podemos
encontrarla en el ya mencionado trabajo sobre la cultura Chinchorro (cf. Arriaza 1995: 127).
81 Durante dicho optimum climaticum la línea de nieves perpetuas y el nivel de humedad en las
zonas de la sierra subieron visiblemente, eso indirectamente influyó en el aumento de áreas de
lomas en la costa atlántica.
Józef Szykulski 161

conchales de la zona costeña (Fig. 62 y 63). Sin embargo, siempre son muy pocos
los datos acerca de la presencia y el carácter de las construcciones habitacionales.
Los únicos hallazgos de este tipo proceden de los sitios Asana y Quellaveco. En
Asana, en los estratos pertenecientes a la fase Asana IV se revelaron restos de
construcciones ovaladas de superficie aprox. de 6 m2 delimitada por las huellas de
postes. Además, se descubrieron fogatas localizadas al exterior de las viviendas.
La misma forma de las construcciones no difiere mucho de la de las estructuras
del período anterior, descubiertas en el mismo yacimiento (cf. Aldenderfer 1990,
1998). En lo que concierna a sitio Quellaveco, allí los arqueólogos encontraron
anillos de piedras de cerca de 1,5 m de diámetro que, al parecer, formaban partes
de algunas construcciones indeterminadas. En este caso podemos advertir algunas
analogías con las estructuras de piedra descubiertas al norte de Chile, en Colar
25 (Barfield 1961), probablemente, relacionadas a la industria lítica Puripica. Sin
embargo, en Quellaveco no existen pruebas que confirmen una relación indirecta
entre estas construcciones y el material lítico recuperado del sitio (Ravines 1972:
170; Aldenderfer 1998: 73, 74)82.
Las investigaciones realizadas en la zona de la costa confirmaron que en los
sitios como Ring, Pampa Colorada y Quebrada de los Burros se continuaron los
patrones de poblamiento del período anterior. Sin embargo, no se hallaron ningu-
nas evidencias concretas que permitieran reconstruir el carácter de las viviendas
típicas de la franja del litoral.
Además, permanece abierta la cuestión de las formas de aprovechamiento y
procesamiento de alimentos vegetales. Aunque hay evidencias de la presencia de
las semillas de plantas, probablemente de cultivo, en los Andes peruanos ya al fin
del Pleistoceno y principio del Holoceno, éstas provienen de la región ubicada
mucho más al norte (Callejón de Huaylas)83. No disponemos de ninguna infor-
mación de los sitios ubicados en la Costa Extremo Sur que indiquen la presencia
de los restos vegetales relacionados con el Período Intermedio. No obstante, el
creciente número de batanes y morteros registrados en los contextos culturales
de la costa y de la sierra (p. ej., en Asana; cf. Aldenderfer 1990: 31) puede servir
de argumento a favor de la existencia de cultivo inicial de plantas o, si no, por lo
menos, del desarrollo de las técnicas del procesamiento de plantas silvestres.
Los hallazgos de Quellaveco, Toquepala 2, Sumbay y Asana demuestran que
en el Período Intermedio emergieron nuevas formas bifaciales, notoriamente enri-

82 También en el caso de las construcciones de Colar 25 la cuestión de esta relación no fue cla-
ramente resuelta. Sin embargo, si aceptamos que en este yacimiento tenemos que ver con los
restos de estructuras habitacionales y corrales contemporáneos con la industria lítica Puripica,
resultaría que éstas son las más antiguas construcciones en piedra no sólo en Chile, sino en
toda la América del Sur.
83 Las más tempranas evidencias del cultivo de plantas, al parecer, proceden del sitio Guitarrero
en Callejón de Huaylas donde en los estratos más antiguos se encontraron los restos del ají y
fréjol (Lynch 1980).
162 Prehistoria del Perú Sur

queciendo los inventarios líticos de la época. Se trata aquí sobre todo de artefactos
en forma de hoja de laurel del grupo XI, representados especialmente por los tipos
XI.2 y XI.3, y mucho menos difundidas piezas bifaciales foliáceas (alargados
y cortas) del grupo IX. Además, fue probablemente durante el mismo período
cuando aparecieron puntas del grupo XIV y XIII. Los artefactos de este último
grupo demuestran algún parentesco con las formas surandinas del norte de Chile
actual (cf. Bird 1963; Niemeyer 1963).
Las formas más difundidas, es decir, las puntas del grupo XI cuya forma parece
reproducir la de hoja de laurel o sauce, son características de los inventarios de la
sierra. Se encuentran, entre otros, ya en los estratos inferiores de Toquepala 2 y
Sumbay 2. En Asana, aparecen en los niveles vinculados con la llamada fase Asana
IV cuyos fechados por 14C calibrados indicaron un lapso de 6050 a 5600 a. C. Esta
ubicación temporal coincide con los resultados obtenidos en otras regiones de los
Andes donde las puntas de este grupo surgen ya en las más antiguas capas de la
cueva Lauricocha, pero el rango de la forma principal logran alrededor de 6000
a. C. A este grupo pertenecen, entre otros, las llamadas puntas tipo Viscachani de
Bolivia, Ayampitín de Argentina y Puripica-Tulán del norte de Chile84.
Estas puntas tan ampliamente representadas en la sierra, en la región de la
costa generalmente no aparecen en el Período Intermedio. Es posible que esta
situación resulte del estado de investigación en esta área, pero también puede ser
que refleje cierta tendencia, observable también en la Costa Central del Perú donde
las puntas del grupo XI emergieron mucho más tarde que en la sierra (Lanning
1985: 58). La ausencia de puntas en forma de hoja de laurel en la zona litoral de
la Costa Extremo Sur puede ser explicada por la poca utilidad de este artefacto en
la región donde la caza no tenía la misma importancia que en la sierra.
La única excepción, confirmada por una clara secuencia estratigráfica, la pre-
sentan los hallazgos del sitio costero Quebrada de los Burros, cerca de Tacna. Allí
se registraron artefactos del grupo XI interpretados por sus descubridores como
puntas de armas livianas de largo alcance y puntas de arpones que podían servir
para la caza de grandes mamíferos marinos (cf. Lavallée et al. 1999: 44, 46).
Debemos advertir que existen varias similitudes entre los contextos culturales de
este yacimiento y los hallazgos de Quiani I y Pichalo I85, del litoral chileno donde
al lado de las puntas del grupo XI se documentaron también algunos elementos

84 Hay que mencionar que en el sitio Cahuachi, cerca de Nasca, se documentaron algunos res-
tos de la Época Precerámica, entre otros, puntas en forma de hoja de laurel de base recta
(tipo XI.3). Los resultados de análisis por 14C permitieron ubicar estos hallazgos alrededor
de 4280+/-90 a. C. (Isla 1990: 78, 79), es decir, ya al final del Período Intermedio, según la
cronología propuesta para la Costa Extremo Sur.
85 La cronología de los materiales de Quiani I y Pichalo parece corresponder con la fase tardía
del Período Intermedio. Como ya hemos mencionado, los más tempranos fechados radiocar-
bónicos de Quiani I, I-1348: 6170+/-220 BP, después de la calibración indicaron un intervalo
de tiempo que oscila alrededor de los finales del VI y principios del V milenio a. C.
Józef Szykulski 163

de aparejo de pesca especializada (pesos y anzuelos de concha) (cf. Bird 1943;


Lavallée et al. 1999). Estas evidencias no sólo confirman la existencia de la pesca
oceánica especializada en la costa del extremo sur peruano y el norte de Chile,
sino también documentan las relaciones que existían entre estos territorios en el
Período Intermedio86. Por lo demás, estas relaciones quedan reflejadas por la pre-
sencia de las costumbres funerarias típicas del complejo cultural Chinchorro del
norte de Chile (Fig. 64) en los sitios Villa del Mar y Matarani (Wise 1991, 1995;
Ravines 1972: 1966).

Fig. 64. Contexto funerario Chinchorro (Museo Arqueológico


San Miguel de Azapa, Chile)

86 Las relaciones entre la sierra de la Costa Extremo Sur y las áreas ubicadas más al sur quedan
confirmadas por las anteriormente mencionadas analogías entre las puntas del grupo XIII y
artefactos de los Andes Meridionales.
164 Prehistoria del Perú Sur

En el sitio de Villa del Mar se registraron seis tumbas que contenían cuer-
pos con una estructura interna confeccionada con palos y barro. Las dataciones
radiocarbónicas del sitio indican la edad de 5850 a 4250 a.C., la cual corresponde
a la fase temprana denominada Chinchorro Founder, según la periodización del
fenómeno Chinchorro propuesta por Bernardo Arriaza (1995: 126–129).
Por lo demás, parece que es con el Período Intermedio con el cual debemos
vincular por lo menos algunas de las representaciones pictóricas registradas en
los sitios de la sierra de la Costa Extremo Sur. Las excavaciones realizadas en el
abrigo rocoso Toquepala 2, situado en las inmediaciones de la –famosa por sus
pinturas– cueva Toquepala 1, permitieron registrar, en los niveles relacionados
precisamente con este período (estratos 4 y 5), algunos fragmentos de pigmentos
y placas de piedra con huellas de pinturas que suelen interpretarse como paletas
de pintor (Ravines 1972: 153). Este hecho indica que al menos una parte de las
representaciones de Toquepala 1 data del Período Intermedio (Fig. 65).

Fig. 65. Cueva de Toquepala, departamento Tacna; Pintura rupestre (2009)


Józef Szykulski 165

Además, la existencia de las pinturas rupestres en este sitio parece confirmar


que algunas cuevas, especialmente las que poseían una abundante decoración pic-
tórica, estaban destinadas a las actividades sagradas, vinculadas, probablemente, a
la magia de la caza. Aunque las excavaciones en Toquepala 1 demostraron la exis-
tencia de los niveles relacionados con las actividades desarrolladas por el hombre
prehistórico, dichas evidencias no tienen rasgos de los restos característicos de
sitios habitacionales. Aun tomando en consideración el alto grado de la devastación
del contexto cultural por los saqueadores, tenemos que aceptar la falta de desechos
de talla y útiles líticos, es decir, los elementos típicos de asentamientos de la Época
Precerámica. Por lo demás, en el vecino abrigo Toquepala 2, se conservaron abun-
dantes inventarios líticos que incluían no solo láminas, lascas y otros subproductos
de talla, sino también una variada colección de útiles líticos, artefactos óseos y
fragmentos de cestería de varias fases de la ocupación del sitio
Es precisamente esta desproporción observable entre los contextos culturales
de ambos sitios que nos hace pensar que la cueva Toquepala 1 no ejercía ninguna
función habitacional, sino era un lugar de carácter sagrado. Esto implicaría que
sólo fuese ocasionalmente frecuentada, tal vez, por los grupos de varones que allí
se preparaban para la caza. Por supuesto, tal hipótesis no puede ser comprobada;
pero hay que recordar que también en la cueva Pintasayoc, cerca de Ispacas, no se
registraron huella alguna que pudiesen confirmar su carácter doméstico.
Pasando a la cuestión de la caracterización de las pinturas, primero hay que
afirmar que tanto la interpretación de las representaciones, como la distinción de
las fases de su elaboración, constituyen un problema irresoluto. Sin embargo, el
análisis del arte rupestre de la Costa Extremo Sur que, al parecer, pertenece al
Período Intermedio87, permite sacar un par de observaciones relevantes acerca
de la interpretación de las representaciones, la técnica de su elaboración y su
cronología.
Hay que subrayar que en la mayoría de los casos se trata de las pinturas que
sufrieron varias modificaciones. Muchos de los motivos fueron añadidos, otros
repintados o refrescados. La distribución y superposición de las representaciones
indica que las de carácter naturalista son más antiguas que los motivos geométri-
cos, que a su vez son mucho menos frecuentes. La temática de las pinturas natu-
ralistas, así como la técnica de la realización de estos temas, en la mayoría de los
casos estudiados son muy similares. Esto puede significar que son productos de
las sociedades que se caracterizaban por el mismo nivel de desarrollo, un patrón
económico (basado en la caza y la recolección) y una percepción de la realidad
similar. Las pinturas representan figuras antropo- y zoomorfas. Estas últimas, sin
duda, pertenecen a la fauna del Holoceno (Fig. 66). Muchas de ellas forman parte

87 La base para estas observaciones constituyen las representaciones de las cuevas de Sumbay,
Pintasayoc, Toquepala y los abrigos rocosos en Churajón, Saikiri y Caru.
166 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 66. Churajón 2009; Vicuñas

de las escenas narrativas relacionadas con las prácticas cinegenéticas como, por
ejemplo, caza al acecho, repartición de animales, ceremonias ligadas a la magia de
la caza, y, tal vez, domesticación de camélidos. Es de destacar que en las escenas
de caza es posible distinguir las representaciones de jabalinas pero no aparecen
arcos, que en el área de la Costa Extremo Sur aparecieron probablemente al final
del Período Tardío o aun al inicio del Período Epigonal. Esta ausencia de arco
puede indicar el límite cronológico de la creación de las pinturas.

5.4. Período Tardío (aprox. 4200 - 2600 a.C.)

Los trabajos de investigación realizados en los sitios de la sierra de la Costa


Extremo Sur proporcionaron una serie de datos que atestiguan varios cambios en
el modo de vida de las sociedades del Período Tardío. Los materiales arqueológi-
cos de esta época son mucho más diversificados, al lado de los artefactos líticos
aparecen diferentes utensilios de hueso, adornos de piedra pulida, fragmentos de
cestería y textiles de lana. Estos últimos confirman que las sociedades del extremo
sur peruano en este período dominaron el arte de tejer, considerado como uno de
los principales elementos estimuladores del desarrollo de civilizaciones (Torres
et al. 1990).
Józef Szykulski 167

En los estratos de Toquepala 2 correspondientes al Período Tardío siempre


aparecen las llamadas paletas de pintor (Ravines 1972), lo que confirma la con-
tinuación de la tradición de pintura rupestre cuyos inicios en esta región parecen
situarse por lo menos en el Período Tardío.
En algunos inventarios líticos de los sitios relacionados con el Período Tardío
puede observarse el decrecimiento del número de raspadores, es decir, artefactos
relacionados con el procesamiento de pieles. Al mismo tiempo, p. ej., en los estratos
de la fase IV de Asana, aumenta la cantidad de los machacadores y aparecen los
típicos morteros (Aldenderfer 1990, 1998). Estos hallazgos atestiguan la creciente
importancia de los alimentos vegetales en la dieta de las sociedades de esta época y
al mismo tiempo demuestran la existencia de mucho más especializados métodos del
procesamiento de plantas. La presencia de estos elementos permite suponer que las
sociedades del Período Tardío no sólo recolectaban plantas silvestres, sino también
se dedicaban a las actividades relacionadas con la agricultura incipiente.
Tal hipótesis está respaldada también por el patrón de asentamiento observa-
ble en Asana. En este yacimiento se descubrieron numerosos morteros asociados
a restos de fogatas y construcciones de planta ovalada de diámetro aproximado
de 10 m², junto a las estructuras arquitectónicas mayores, interpretadas como
construcciones ceremoniales (Aldenderfer 1991). Las evidencias arqueológicas
sugieren que este poblamiento de carácter mucho más sedentario, basado ya par-
cialmente en el cultivo de plantas, se limitaba a la zona de los valles montañosos.
En la zona del litoral los asentamientos de carácter estacionario, vinculados a la
intensiva explotación de los recursos marítimos, aparecieron ya en los períodos
anteriores.
La industria lítica del Período Tardío se caracteriza por la presencia de puntas
con pedúnculo, es decir, formas que fuera del área de la Costa Extremo Sur fun-
cionaban ya al principio del Holoceno, como lo atestiguan los hallazgos de puntas
tipo Paiján de la Costa Norte del Perú (cf. Fig. 61). Las puntas con pedúnculo del
extremo sur peruano pertenecen al grupo XV (cf. Fig. 49). Los ejemplares más
típicos (XV.1 y XV.2) fueron recuperados, entre otros, de los estratos VIII y IX de
Asana, fechados en 3700–3250 a. C. (Beta 24632, Beta 27413).
Por lo demás, en algunos sitios aparecieron también formas muy específicas,
al parecer limitadas sólo a ciertas áreas o yacimientos. Se trata aquí de los tipos
XV.3 y XV.4, conocidos principalmente de las cuevas Sumbay 2 y Sumbay 3
(Neira 1968, 1990, 1998). Es de mencionar que la forma XV.3, prácticamente
desconocida en otras partes de los Andes Centrales, constituye el elemento dis-
tintivo de la industria lítica de Tambillo, en el norte de Chile (Kaltwasser 1963;
Nuñez 1980). Esta industria pertenece al llamado V Período Precerámico de los
Andes del Sur que abarca el lapso de 4200–2500 a. C. (Willey 1971: 200). Por lo
demás, las formas parecidas a las puntas del tipo XV.3 caracterizan también los
inventarios tardíos de la cueva Englefield (Emperaire Laming, Reichlen 1963; cf.
168 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 67), de la Península Valdés en la Patagonia y de varios sitios ubicados en la


zona del Estrecho de Magallanes (pertenecientes al llamado período Magellan IV).
Numerosos artefactos de este tipo aparecieron también en los sitios precerámicos
de la Pampa argentina (Bird 1963, Willey 1963: Plate 13).

Fig. 67. Principales tipos de artefactos documentados en los estratos de la


cueva Englefíeld (Sur de Chile), según: Emperaire Laming, Reichlen 1963
Józef Szykulski 169

Las tradicionales (observables por lo menos a partir del Período Interme-


dio) relaciones entre la Costa Extremo Sur y los territorios ubicados al norte de
Chile, en el Periodo Tardío son especialmente bien visibles en la costa. Parece
que, de ambos lados de la frontera actual, existía un sólo sistema económico,
basado en la explotación de los recursos marinos y bien documentado por las
evidencias procedentes de los sitios chilenos: Quiani, Punta Pichalo y Pisagua
Viejo (Bird 1943, Núñez 1963). De la costa peruana sólo disponemos de infor-
maciones muy generales, pero entre los materiales de Lomas de Ilo y Mollendito,
en la Costa Extremo Sur, encontramos los cuencos de roca ígnea parecidos a
los hallazgos recuperados de los estratos del V Período Precerámico de Quiani
y Punta Pichalo.
Por lo demás, entre los materiales de los conchales localizados en Mollendo y
Playa Chira aparecieron anzuelos de concha, muy típicos de los sitios costeros del
norte de Chile. Estos hallazgos parecen confirmar el hecho de que por lo menos
una parte del litoral de la Costa Extremo Sur pertenecía a un horizonte cultural que
también abarcaba las áreas del norte de Chile, es decir, la llamada Pacific Littoral
Tradition (Willey 1971: 202). La formación de este horizonte tuvo que suceder ya
en las épocas anteriores, lo que confirman, entre otros, los anteriormente citados
descubrimientos de los sitios precerámicos de Quebrada de los Burros, Villa del
Mar y Matarani.

5.5. Período Epigonal (aprox. 2600 - 1600/500 a. C.)

El Período Epigonal en la Costa Extremo Sur coincide con la fase climática Que-
chua 1 que termina el largo período del optimum climaticum. Durante esta fase
tuvo lugar un sensible enfriamiento del clima que duró aprox. hasta la mitad del
primer milenio a. C. y en la región andina dio lugar al reavance de los glaciares
(Mercer et al. 1977), por lo cual a veces se lo denomina con el nombre de “neo-
glacial” (cf. Tab. 3).
Al parecer, estos cambios tuvieron mayor impacto en la sierra que en la costa.
Los trabajos realizados en la cuenca del río Osmore-Moquegua indican que por lo
menos en algunas regiones de la sierra el patrón económico quedó profundamente
transformado, es decir, tuvo lugar la generalización de la economía basada en el
pastoreo de camélidos (llamas y alpacas) que a pesar de ser una de las principales
fuentes de carne (al lado de los cuyes), ejercían la función de medio de carga y
proporcionaban pieles y fibra. La domesticación de los camélidos probablemente
tuvo lugar ya en los períodos anteriores. Es posible que algunas de las escenas
pintadas en las paredes de las cuevas Junín (Andes Centrales del Perú), Toquepala
y Sumbay ilustren actividades relacionadas con este proceso.
Las evidencias de la existencia de la ganadería especializada como base del
sistema económico de los pobladores de algunos valles de la Costa Extremo Sur,
170 Prehistoria del Perú Sur

las encontramos, por ejemplo, en Asana. Allí, en los estratos correspondientes a la


tardía fase de ocupación del sitio, llamada Asana VII, fueron revelados los restos
de corrales con depósitos de estiércol (Aldenderfer 1990, 1998).
El elemento distintivo de la industria lítica del Período Epigonal, tanto en la
Costa Extremo Sur como en las regiones vecinas (la zona del Titicaca, el norte de
Chile), constituyen puntas geométricas del grupo XVI. Este grupo de artefactos
abarca un gran número de variantes, a veces específicas de sólo una región o un
sitio determinado (Fig. 68). Hay que suponer que la presencia de ciertas variantes
o subvariantes dentro de algunas industrias refleja no sólo diferencias regionales,
sino también una posición cronológica diferente. El análisis de los materiales líti-
cos de la Costa Extremo Sur, el área circunlacustre del lago Titicaca y del norte
de Chile demuestra que las formas de base profundamente escotada tipo XVI.2
emergieron un poco después que las del tipo XVI.1 y su aparición pudo coincidir
con los inicios de la Época Cerámica.

Fig. 68. Artefactos líticos de las lomas de Ilo; Fin de la época precerámica,
período formativo
Józef Szykulski 171

En el Período Epigonal, se observa también una sucesiva microlitización de


algunas formas ya conocidas de los períodos anteriores. Este fenómeno concierne,
entre otros, a las puntas en forma de hoja de laurel de base redondeada, clasificadas
dentro del grupo IX (cf. Fig. 68). Probablemente, con el Período Epigonal en la
costa podemos relacionar también algunas puntas de arpón del grupo XVII que se
documentaron, entre otros, en los conchales de la Pampa Colorada y de la Punta Tres
Hermanos, localizados en las afueras de la ciudad de Ilo (Ravines 1972: 163). Esta
forma de herramienta, muy apropiada para la caza de los grandes mamíferos mari-
nos, sigue en uso en los períodos posteriores (cf. Uhle 1919: Lám. XXVII/6).
La fecha final del Período Epigonal tiene carácter arbitrario y cambia según
la región. En la Costa Extremo Sur puede estar definida por el fin de la secuencia
cronológica del Precerámico en el yacimiento de Asana. El fechado radiocarbó-
nico, Beta-23364, obtenido para el estrato II de Asana, que contenía materiales
líticos del grupo XVI, permite ubicar el final del Período Epigonal alrededor de
1600 a. C.

Fig. 69. Costa Moquegua – Tacna; Pesos de pesquería de la época precerámica


y período formativo (colección privada)
172 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 70. Costa Extremo Sur y sus alrededores; Sitios de la época precerámica
y período formativo

Al mismo tiempo, tal fecha coincide con las más antiguas evidencias de la
cerámica temprana tipo Hachas (Rowe 1963; Riddell, Valdéz 1988), provenientes
del sitio Cerro Colorado/Hachas en Acarí. La presencia de la cerámica de este tipo
fue también registrada en la Costa Extremo Sur. Sin embargo, las excavaciones
realizadas en los sitios al norte de Chile y dentro del mismo extremo sur peruano,
demuestran que no se puede negar que en varias zonas, ante todo en la región cos-
teña, la época precerámica duraba hasta algunos siglos más. En algunos sitios del
Józef Szykulski 173

litoral, como, p. ej., conchales de la parte sur y central, la introducción de plantas


de cultivo (entre otros, de algodón) o de elementos de alfarería tuvo carácter casual
y no implicaba cambio significativo en el patrón económico (Fig. 69). Además, la
aparición de la cerámica temprana en la costa en muchos casos fue consecuencia
de un intercambio ocasional. La misma tecnología de su elaboración fue adoptada
muy tarde por sus usuarios de la costa (Neira 1990: 93).
En este contexto, para gran parte de la franja litoral de la Costa Extremo Sur,
el límite superior de la Época Precerámica hay que situarlo alrededor de la fecha
500 a. C., propuesta por Willey como final del llamado VI Período Precerámico
de los Andes Meridionales (Willey 1971: 200, 201).
Asimismo, hay que suponer que durante un vasto período, en el territorio de la
Costa Extremo Sur, la coexistencia de las sociedades “cerámicas” y “precerámicas”
constituía más bien la regla que la excepción (Fig. 70).
174 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO VI
Inicios de la Época Cerámica. Período Formativo

Considerando el problema del tiempo y lugar de la aparición de la cerámica en la


Costa Extremo Sur, hay que subrayar que los estudios realizados hasta la fecha per-
mitieron localizar un par de culturas, o más bien, estilos cerámicos pertenecientes
al Período Formativo. Sin embargo, el reducido número de materiales disponibles
frecuentemente impide realizar un análisis comparativo profundizado. Además,
la ausencia de secuencias estratigráficas documentadas88 junto a la crónica falta
de dataciones 14C en la mayoría de los casos, no permiten reconstruir la secuencia
relativa de estos materiales, ni precisar su cronología absoluta.
El curso de la investigación actual nos permite admitir que en la Costa Extremo
Sur la cerámica temprana apareció como resultado de las influencias del norte, más
específicamente de la región Acarí (Provincia de Caravelí) localizada en la parte
sur de la costa sur peruana (Fig. 70). Fue allí donde en la hacienda Cerro Colorado
(en la literatura del tema conocida como sitio Hachas), ubicada al sur del distrito
Acarí, los arqueólogos Francis Riddel y Jorge Esparza en 1954 descubrieron restos
de ocupación humana entre las cuales se destacaban azadas en basalto de forma
peculiar, puntas en obsidiana89 y varios fragmentos de cerámica (Rowe 1960, 1962,
1963; Riddell, Valdéz 1988; Neira 1990: 91, 92). El nombre actual del sitio, así
como de la cultura arqueológica proviene precisamente de estas azadas, al principio
erróneamente interpretadas como hachas de mano (Riddell, Valdéz 1988: 6). Estos
instrumentos agrícolas, en la forma sólo ligeramente transformada, perduraron en
la región de los Andes Centrales hasta el momento de la conquista española.
Las excavaciones intensivas realizadas tanto en el mismo sitio Hachas como
en toda la región de Acarí permitieron constatar que estos terrenos estaban habi-
tados por la gente cuya economía se basaba tanto en la “tradicional” (en la costa

88 En la mayoría de los casos son hallazgos superficiales o recuperados de pozos de sondeo


ocasionales excavados más bien con el propósito de encontrar algo que de explicar algún
problema.
89 Sobre todo puntas geométricas, aquí clasificadas dentro del grupo XVI, y ejemplares microlí-
ticos de puntas en forma de hoja de laurel (Riddel, Valdéz 1988:7).
Józef Szykulski 175

del Pacífico) explotación de los recursos marinos90 como en la caza y agricultura


intensiva. Entre los restos vegetales los investigadores consiguieron distinguir:
calabaza (Lagenaria siceraria), fréjol (Phaseolus vulgaris), maní (Arachis hypo-
gaea), guayaba (Psidium guajava), ají (Capsicum sp.) y algodón (Gossypium bar-
badense) cuya presencia en la costa peruana fue confirmada ya para el Período
Tardío de la Época Precerámica. Es de subrayar que entre los materiales botánicos
no se encontró ningún resto de maíz (Zea mays), uno de los elementos básicos de
la dieta alimenticia en los períodos posteriores (Neira 1990: 91). Esta ausencia de
maíz encaja muy bien con los datos acerca de la distribución geográfica de esta
planta en toda la región de la costa91. En cuanto a la zona de la sierra, a causa de
las condiciones climáticas y pedológicas, no existen datos inequívocos sobre los
cultivos de aquella época.
Los habitantes de la región de Acarí producían textiles de alta calidad y cono-
cían la cocción de cerámica en una atmósfera restringida de oxígeno. Los frag-
mentos encontrados indican que los inventarios cerámicos básicos incluían cuen-
cos y vasijas globulares sin asas. Uno de los principales elementos ornamentales
constituían cintas decorativas horizontales (sólo a veces verticales) labradas con
profundas incisiones o perforaciones. Además, en algunos de los materiales podían
observarse ornamentos en forma de líneas oblicuas incisas (Fig. 71).
Los resultados de análisis por 14C calibrados, obtenidos del área de Acarí
(UCLA 153, UCR 2086-UCR 2089, Beta 23910, Beta 23911; cf. Rowe 1963,
Riddel, Valdéz 1988, Robinson 1994), indican un período comprendido entre aprox.
1400-800 a. C. Sin embargo, los fechados de las muestras marcadas con símbolos
Beta 23912 y UCLA 154 demuestran una edad mucho más antigua que alcanza
por lo menos la mitad del segundo milenio a.C. (cf. Fig. 72)92.
En consecuencia, hay que admitir que el fenómeno Hachas, en el contexto
de la Época Cerámica en el área del Perú, es muy temprano. Tanto los materiales
arqueológicos como los resultados de análisis 14C indican que esta cultura debe
ser vinculada todavía con el Período Inicial.

90 En el sitio se descubrieron, entre otros, estratos de conchas de varios moluscos marinos


(Riddell, Valdéz 1988: 9).
91 Para ser precisos, hay que mencionar que Francis Riddel y Lidio Valdéz en su informe de los
trabajos de campo enumeran el maíz como uno de los elementos de la dieta de la población
del sitio de Hachas en la fase inicial de la Época Cerámica (Riddell, Valdéz 1988:9).
92 La muestra con símbolo UCLA 154 merece una mención aparte (Fig. 72). Su fechado después
de la calibración arrojó un lapso entre 1700 y 1400 a.C., es decir, un resultado muy temprano
en el contexto del Formativum peruano. Esto, junto a la datación obtenida de la muestra Beta-
23912 (aprox. 1550-1200 a. C.), hace mucho más verosímil la hipótesis de que en su área
madre, el fenómeno Hacha surgió ya antes del 1500 a. C.
176 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 71. Cerámica temprana tipo Hachas (A) y Sopporo (B)


Józef Szykulski 177

Fig. 72. Fechas 14C para los sitios formativos del Sur del Perú y Bolivia Occidental
178 Prehistoria del Perú Sur

1. Cerámica temprana de la cuenca del río Majes: Hachas,


Soporo y Ayawala

Los trabajos realizados hasta la fecha confirman que las influencias del fenó-
meno Hachas en algún momento alcanzaron también algunas partes de los valles
montañosos del norte de la Costa Extremo Sur. Como un buen ejemplo pueden
servirnos aquí las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en la cuenca del
río Majes. En esta región, más arriba de Aplao, en el distrito de Huancarqui, en
el sitio Beringa (por los moradores conocido como El Gentilar de la Collapa), al
lado de los mucho más tardíos materiales Huari y Chuquibamba, se descubrieron
fragmentos de la cerámica tipo Hachas (Ratti, Zegarra Arenas 1987). Además,
algunos pedazos dispersos fueron documentados en el curso inferior del río Majes,
debajo de Aplao93. Los materiales Hachas se registraron también en un par de sitios
localizados en el curso superior de la cuenca del Majes, dentro de los distritos de
Machahuay y Andagua, en la Provincia de Castilla (Neira 1990: 93; 1998: 28), así
como en el valle del río Grande, tributario derecho del Majes, cerca del pueblo de
Chuquibamba, capital de la Provincia de Condesuyos.
Desgraciadamente, en todos los casos citados se trata de hallazgos superficiales
o modestas colecciones recuperadas durante cortos trabajos de emergencia. No
obstante, analizando la misma distribución de los materiales Hachas dentro de la
cuenca del río Majes, podemos observar que se encuentran en las regiones con las
condiciones favorables para el desarrollo de las actividades agrarias durante todo el
año; sin necesidad de introducir sistemas de irrigación. Este hecho permite suponer
que la base de subsistencia de la “población Hachas” en esta región constituía la
agricultura. Al parecer, fue precisamente en busca de terrenos de cultivo porque
esta población en algún momento se expandió hacia el sur, a la cuenca del Majes,
el mayor río al sur de Acarí y uno de los pocos que vierte sus aguas en el Pacífico
durante todo el año.
Permanece sin respuesta la pregunta si esta expansión del fenómeno Hachas
hacia el sur abarcó también otros valles ubicados entre Acarí y Majes-Camaná94,
sobre todo el valle del río Ocoña, el cual también es perenne. Tomando en cuenta
las condiciones geográficas, esto parece muy probable, sin embargo el estado de
la investigación en la zona comprendida entre Acarí y Majes-Camaná no permite
concretizar conclusiones acerca de la ubicación cronológica ni la distribución
geográfica de los materiales de esta más antigua cultura arqueológica de la Época
Cerámica en la parte sur del país. Otra cuestión que debe ser aclarada, es si las rutas
de la expansión del fenómeno Hachas a la Costa Extremo Sur seguían los cursos

93 Se trata de materiales no publicados hasta la fecha por el autor, conocidos gracias a la cortesía
de Dr. Máximo Neira Avendaño.
94 El río Majes en su curso inferior toma el nombre de Camaná.
Józef Szykulski 179

de agua dentro de las cuencas de los mayores ríos de la región o la línea litoral
del Océano Pacífico. Hay que subrayar que en la zona de la Costa del Extremo
Sur peruano hasta hoy no se han documentado ninguna evidencia cerámica tipo
Hachas. Tampoco fueron registradas en el curso inferior del río Majes-Camaná.
En este contexto, la única excepción parece constituir la misma área madre del
fenómeno en cuestión, es decir, Acarí, ubicado a poca distancia del litoral.
En conclusión, todo esto puede significar no sólo la ausencia general de la
cultura Hachas en la zona de la costa del Pacífico, sino también indicar el origen
andino (serrano) de este fenómeno. Tales sugestiones también fueron inducidas
por uno de los descubridores de esta cultura (Riddel, Valdéz 1988: 77)95. Sus por-
tadores podían aparecer en Acarí desplazándose desde las áreas altoandinas, a lo
largo de los mayores valles, hacia el océano. Y después, posiblemente atravesando
las vertientes de las cuencas hidrográficas de varios ríos, ocuparon algunas áreas
localizadas dentro de la Costa Extremo Sur.
Sin embargo, aun si aceptamos que la ruta de expansión del fenómeno Hachas
hacia el extremo sur peruano pasaba a lo largo de la línea del litoral del Pacífico, a
la luz de los materiales arqueológicos, tenemos que admitir que el influjo de esta
cultura en las sociedades de la región no fue grande. Es porque existen evidencias
que confirman que la mayoría de los conchales de la costa seguían habitados tam-
bién durante el primer milenio a. C. y, posiblemente, aun más tarde. Tales hallazgos
pueden servir como argumento a favor de la hipótesis que la neolitización en la
costa ocurrió más tarde que en la sierra.
En lo que concierne a otros materiales “formativos” de la cuenca del Majes,
es preciso mencionar los hallazgos de la cerámica Soporo y Ayawala, (Neira 1998:
26–28, Cardona 2002: 40–49). El material cerámico tipo Soporo fue descubierto
en 1987 por Galo Reimer Fernández en el sitio epónimo localizado en el Dis-
trito de Andagua, Provincia de Castilla. El rasgo distintivo de la alfarería Soporo
constituye ornamento compuesto de anchas y profundas incisiones circundantes,
así como líneas oblicuas que forman triángulos, a menudo completados por el
ornamento pellizcado o perforaciones profundas. Además, aparece también deco-
ración estampada en forma de círculos con un punto central (Fig. 71). También
hay que subrayar que en el mismo yacimiento se revelaron también fragmentos
de la cerámica tipo Hachas (Neira 1998: 28). Al parecer, la alfarería Soporo es un

95 Al parecer, hay que rechazar las opiniones que ponen el signo de igualdad entre la cerámica
Hachas de Acarí y los no publicados hasta la fecha (un poco más antiguos) materiales de Erizo
y Mastodonte del valle de Ica, en la costa sur (Bischof 2000: 56). Estas opiniones parecen ser
fundadas no tanto en las analogías entre las formas u ornamentación, sino más bien en la mu-
chas veces subrayada por los investigadores “similitud tecnológica” de la pasta usada para la
elaboración de la cerámica de estos tres sitios (Rowe 1967). Sin embargo, tomando en cuenta
la compostura poco diferenciada y repetitiva de la masa cerámica del Formativo Temprano en
general, no podemos aceptar este elemento como argumento definitivo a favor de un origen
común de los materiales Hachas y Erizo-Mastodonte.
180 Prehistoria del Perú Sur

poco más tardía, pero las excavaciones llevadas a cabo en el lugar (trabajos de
emergencia en pozos de cimentación de una escuela) no permitieron establecer
ninguna secuencia estratigráfica inequívoca.
La cerámica tipo Ayawala fue registrada en el sitio del mismo nombre locali-
zado sobre una colina a 2 km al norte de Chuquibamba. Las excavaciones en este
yacimiento permitieron documentar varias secuencias estratigráficas y restos de
construcción de piedra, probablemente muro de contención. La relación directa del
muro con la cerámica Ayawala es bien cuestionable. Si suponemos que existía, se
trataría de una de las más antiguas construcciones arquitectónicas documentadas
hasta el momento en la Costa Extremo Sur, al lado de los descritos más adelante
hallazgos de Churajón y problemáticas (en lo que concierne a su pertenencia cul-
tural) estructuras de la cuenca del Osmore.
De lo que podemos inferir en base a la modesta colección de materiales
recuperados, la cerámica Ayawala comparte algunos rasgos con los materiales de
Soporo. Las similitudes pueden observarse tanto al nivel tecnológico como en la
ornamentación de las piezas. Este hecho puede atestiguar cierta contemporaneidad
de ambas evidencias culturales, así como también su proveniencia común. Entre
las formas Ayawala encontramos vasijas globulares, cuencos, a menudo de borde
biselado y con profunda incisión circundante. Los motivos decorativos incluyen
círculos con un punto central profundamente marcado, también presentes en la
alfarería Soporo. Los tiestos Ayawala portan ornamento rectilíneo inciso, así como
también diseños compuestos de espacios con perforaciones irregulares demarcados
por incisiones lineales. En algunos casos pudo constatarse también la aplicación
de pintura de color rojo o naranja (Cardona 2002: 44–46). Por lo demás, cabe
mencionar que existen fragmentos Ayawala decorados con motivos incisos que
posiblemente representan, de manera muy estilizada, la boca de un jaguar u otro
felino.
La presencia de estos motivos generó una serie de especulaciones acerca de
las posibles influencias Chavinoide en el territorio de la Costa Extremo Sur (Neira
1998: 26, Cardona 2002: 44). Esta hipótesis, sugerida ya en los trabajos de Max
Uhle (1919), viene respaldada por algunos fechados radiocarbónicos del sitio de
Ayawala, los cuales después de la calibración indicaron un lapso de tiempo alre-
dedor de 800–400 a. C. (Fig. 72)96. No obstante, hay que observar que, contraria-
mente a lo que esperan algunos investigadores (Cardona 2002:48), la presencia de
la supuesta representación de la boca de jaguar (la denominación “felino” parece
más oportuna) o de otros motivos ornamentales (como círculos con puntos cen-
trales profundamente incisos o partes con perforaciones irregulares delineadas por

96 Se efectuaron diez dataciones por 14C para el sitio de Ayawala. Siete de ellas pueden vincular-
se con la cerámica en cuestión. Desgraciadamente, el autor del informe (Cardona 2002: 48,
49) no ha publicado informaciones acerca de los símbolos de laboratorio de cada una de las
muestras, lo cual permite cuestionar la credibilidad de los resultados.
Józef Szykulski 181

incisiones lineales, no puede servir como una prueba suficiente de las influencias,
directas o indirectas, Chavinoide en la Costa Extremo Sur. Aunque estos motivos
sí, son bastante frecuentes en los materiales cerámicos de Chavín, Kuntur Wasi y
la fase Ocucaje 3 (Tellenbach 1999), deben ser considerados como característicos
no sólo del horizonte Chavinoide de la costa norte, central y sur del Perú, sino de
una gran parte del Formativum andino; eso significa que constituyen un elemento
más antiguo que el fenómeno Chavín/Chavinoide que excede los límites geográ-
ficos de los Andes Centrales.
En el caso de los hallazgos de Ayawala y Soporo, hay que admitir que tanto la
tecnología de elaboración como los motivos de ornamentación y el uso del color
rojo indican cierto parentesco con los materiales formativos del Altiplano. Esto,
junto a las circunstancias geográficas de la región, parece indicar que la génesis de
ambos tipos de cerámica tuvo lugar en la zona entre Cusco y la cuenca del Titicaca.
Es posible que del mismo origen es también la cerámica denominada Huamán
Tambo, definida en 1998 por Augusto Belan Franco en base a escasos fragmentos
encontrados en la región de Chuquibamba (cf. Fig. 70)97.

2. Evidencias de la cerámica temprana en Churajón: cuenca del


río Tambo

Uno de los problemas principales relacionados con las más tempranas evidencias
de la Época Cerámica en la región de Churajón constituye la cuestión de cronología
y función de las construcciones “megalíticas” localizadas en está zona, así como
también la determinación de sus posibles relaciones con el material cerámico del
llamado estilo Tasata (Szykulski 2000).
Los “megalitos” de Churajón –monumentos indudablemente excepcionales
dentro de todo el área de la Costa Extremo Sur– fueron descubiertos durante la cam-
paña de excavaciones arqueológicas de 1996/1997, como resultado de los trabajos
realizados en la cumbre del cerro Sahuaca (Pueblo Viejo) cuyas laderas albergan
el mayor centro habitacional de la zona, el denominado Centro Administrativo-
Residencial (cf. Fig. 14). Dichas labores permitieron comprobar que en esta parte
del sitio no aparecen las construcciones en piedra canteada unida con greda, carac-
terísticas tanto del Período Intermedio Tardío como del Horizonte Tardío (cf. Fig.
16, 17). En su lugar se encontraron unos enormes obeliscos y muros “ciclópeos”,
construidos con grandes bloques de piedra sin trabajar, que formaban extensas
estructuras arquitectónicas, similares a las construcciones megalíticas de Europa.

97 Estos materiales están depositados en el Museo Arqueológico de la Universidad Católica de


Santa María en Arequipa. Hasta la fecha no existe ninguna información acerca de su crono-
logía.
182 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 73. Churajón; El plano de la plaza megalítica del cerro Sahuaca

Una de estas estructuras, localizada en la parte sureste de la colina, consistía


en una plaza hundida demarcada por un enorme muro de bloques de piedra sin
trabajar (Fig. 73). En el centro de la plaza se documentó un obelisco con un bloque
plano, parcialmente labrado, adosado a su lado norte, que indudablemente ejercía
las veces de altar98. Al este y al oeste del obelisco se encontraron hileras de piedras
blancas de origen volcánico, profundizadas en el suelo apisonado, que delimitaban
espacios rectangulares y trapezoidales (Fig. 74). En la esquina noreste del rectángulo

98 En el momento de su descubrimiento el obelisco se encontraba inclinado, lo que parece indi-


car que en el período después de la conquista española se realizaron intentos de derribarlo.
Józef Szykulski 183

oeste, debajo del piso, se reveló un pozo de bordes demarcados por el mismo tipo
de piedras. Fragmentos de huesos recuperados del relleno del pozo parecen indicar
que se trataba de un enterramiento, probablemente de carácter ritual.
Las excavaciones en el sitio demostraron que del lado norte el suelo apisonado
de la plaza yacía directamente sobre la roca madre. Hacia el sur, de acuerdo con
la inclinación de la pendiente, se reveló un estrato de relleno cuyo espesor en el
límite sur alcanzaba unos 120 cm. El estudio del relleno permitió distinguir dos
capas: inferior, con numerosos bloques de piedra grandes y medianos a modo de
cimentación, y superior, con gran concentración de carbón vegetal y fragmentos
óseos. Al mismo tiempo, al lado del muro sur se observaron estratos de composición
muy diferente, probablemente formados durante la reparación de daños causados
por el sucesivo deslizamiento de la estructura, según la inclinación de la ladera.
Este deslizamiento de la parte sur de la plaza queda también confirmado por la
existencia de varias deformaciones en el muro “ciclópico” circundante.

Fig. 74. Churajón, cerro Sahuaca; Plaza megalítica

Hay que destacar que esta plaza “megalítica” constituía sólo una parte de un
gran conjunto arquitectónico. Los trabajos de investigación en la zona ubicada
al norte de la plaza revelaron otras alineaciones de bloques y tres obeliscos. El
mayor de todos medía cerca de 2 m de largo y 80 cm de diámetro. Adosado a este,
debajo de la capa de polvo volcánico, se encontró otro obelisco derribado y un
bloque que ejercía la función de altar (Fig. 75). Otros monumentos de este tipo
fueron descubiertos también, debajo de los estratos de polvo volcánico, en la parte
184 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 75. Churajón, cerro Sahuaca; Obelisco, a su lado obelisco caído y una piedra-altar

suroeste de la colina y en las laderas del vecino Cerro Mollebaya, directamente


abajo del llamado Templo de la Luna. La distribución de estos bloques indica que
originariamente se ubicaban o sobre una de las terrazas localizadas cerca del cima
o en la misma cumbre del Cerro Mollebaya, dentro del Templo de la Luna (Fig.
76)99. Por lo demás, los resultados de las prospecciones arqueológicas realizadas
cerca de Maucallacta, es decir, en la región ubicada al extremo norte del conjunto de
Churajón, demostraron que probablemente también allí existen plazas rodeadas por
muros ciclópicos (Fig. 77; Szykulski, Díaz Rodríguez, Ramos Rosales 2000).
En el caso de la única estructura de este tipo enteramente investigada en el
área de Churajón, es decir, la plaza con el obelisco, sin duda, tenemos que ver con
una construcción de carácter ceremonial, tal vez, un observatorio astronómico o
lugar dedicado al culto solar, o eventualmente lunar. Parece que solamente algu-
nas personas elegidas tenían acceso al lugar, probablemente, los sacerdotes y los
caciques. A esto apuntan algunos elementos constructivos, como, p. ej., accesos
muy angostos, y el muy buen estado de conservación de las hiladas de piedras
ligeramente profundizadas en el suelo (y por eso susceptibles a alteraciones).

99 También la estructura denominada por Bernedo Málaga (1949) como el Templo de la Luna di-
fiere de las construcciones en piedra canteada, tan típicas del conjunto de Churajón. El patrón
arquitectónico de esta edificación es más bien parecido al de las construcciones ubicadas en el
cerro Sahuaca.
Józef Szykulski 185

Fig. 76. Churajón, cerro Mollebaya; Obeliscos documentados


debajo del Templo de la Luna

La misma construcción de la plaza como también el hecho de que forma parte


de un extenso conjunto arquitectónico, evidencian no sólo altas habilidades arquitec-
tónicas de sus constructores, sino también la existencia de una sociedad estratificada
por lo menos en dos grupos principales, es decir, los productores que satisfacían las
necesidades básicas de la población y sacerdotes-caciques que elaboraron el con-
cepto de todo el conjunto ceremonial, supervisaban su construcción y los trabajos
de reparación, así como también se ocupaban de su “gestión técnica”.
En lo que concierne a la ubicación cronológica de la misma plaza y otras
estructuras del mismo tipo, hay que señalar que los resultados de las excavacio-
nes confirman que el conjunto estaba (siempre) en uso durante el período de la
dominación incaica (Szykulski 2000, 2000a, 2002)100. Sin embargo, parece que el
momento de su levantamiento sucedió mucho antes del Período Tardío o aun del
Período Intermedio Tardío. A esto parece apuntar no sólo el patrón arquitectónico

100 Parece que su abandono ocurrió tras la llegada de los conquistadores españoles. Tales conclu-
siones vienen respaldadas, entre otros, por el hecho de que todos los megalitos derribados se
encontraban directamente debajo de la capa de cenizas volcánicas de la erupción del Huay-
naputina en 1600. No se registraron capas de origen eólico entre los bloques y la ceniza, así
que podemos presumir que los obeliscos fueron derribados poco antes del año 1600, proba-
blemente, durante la lucha contra la idolatría, emprendida por las autoridades del Virreinato
del Perú y descrita en varias crónicas de la época (Arriaga 1968).
186 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 77. Maucallacta cerca de Polobaya; Plaza de carácter megalítico

del monumento, sino también el hecho de que las superficies de los muros “cicló-
picos” están mucho más deterioradas que las de otras construcciones presentes en
la región, aunque estas últimas (por estar hechas de piedras canteadas unidas con
greda) son mucho más susceptibles al paso de tiempo.
En la zona de los Andes Centrales, ciertas analogías con la edificación en
cuestión podemos encontrarlas en la controvertida (a causa del problema de su ubi-
cación cronológica) construcción “megalítica” compuesta de dos plazas cuadran-
gulares contiguas descubierta recién en los años treinta del siglo XX en Queneto,
en el valle del Virú (cf. Larco Hoyle 1938; Willey 1953)101. Por lo demás, hay que
recordar que el patrón arquitectónico perceptible en Churajón tiene larga tradición
en el área del Perú. En el caso de la costa norte y central alcanza aun los finales
de la Época Precerámica, como podemos observarlo en el complejo monumental
de Caral en el valle del Supe. En la sierra norte del Perú las plazas ceremoniales
hundidas encontramos, entre otros, como uno de los elementos de la arquitectura
monumental de Chavín de Huántar. Por lo demás, en el territorio del Altiplano
adyacente a la Costa Extremo Sur, las grandes unidades arquitectónico-espaciales

101 En el caso de Queneto, uno de los problemas básicos constituye su cronología. El mismo
descubridor, Larco Hoyle, vincula estas estructuras con el Período Inicial (1938: 14-20), pero
otros investigadores creen son mucho más tardías (Willey 1953).
Józef Szykulski 187

con obeliscos y plazas hundidas aparecen ya entre los vestigios de la civilización


Pucará (Kidder II 1943), aunque parece también posible que sean mucho más
antiguas que el mismo fenómeno Pucará. La continuidad de estas formas arqui-
tectónicas puede observarse en las construcciones sacrales Tiahuanaco, tanto en la
región circuntiticaca como en la cuenca del Osmore-Moquegua, es decir, el área
de expansión de esta cultura (Goldstein 1990).
Frente a la falta de los restos orgánicos que pudiesen servir de base para las
dataciones de la construcción de Churajón, el único elemento que indica su posi-
ción cronológica constituye el escaso material mueble descubierto tanto dentro de
la estructura como en sus alrededores. Es de subrayar la ausencia general de los
fragmentos Tiahuanaco o Huari no sólo dentro de la plaza, sino también en toda
la superficie de la cumbre del Cerro Sahuaca, lo que permite excluir las relaciones
entre el monumento y cualquiera de las dos civilizaciones mencionadas. De todas
maneras, son bien escasos los materiales Tiahuanacoide registrados durante las
excavaciones en el complejo de Churajón. Los que sí aparecieron dentro del área
de nuestro interés –al lado de los pedazos cerámicos Churajón e Inca que confirman
que la estructura seguía en uso en las épocas previas a la llegada de los conquista-
dores españoles–, son los fragmentos de la cerámica denominada Tasata (Fig. 78).
Se trata de materiales que son considerados como las más antiguas evidencias de
la Época Cerámica en Churajón y las áreas circundantes (Neira 1998; Szykulski
2000; Szykulski, Díaz Rodríguez 2000; Cardona 2002).
La cerámica tipo Tasata por primera vez fue registrada en 1994, durante las
excavaciones realizadas en Churajón (Szykulski 1996: 205, 210). El área de su
distribución parece limitarse a este complejo habitacional, el mayor dentro de toda
la Costa Extremo Sur, y sus alrededores, es decir, la zona superior del margen
derecho de la cuenca del río Tambo. En el caso de Churajón, la presencia de los
fragmentos tipo Tasata fue documentada en las laderas y cumbres de los cerros
Sahuaca, Parasca, Wratislavia y Gentilar, que asimismo constituyen los núcleos
de ocupación más importantes en la región. Además, algunos pedazos también
fueron recuperados de la llamada Pampa de Candabaya y dentro del círculo “mega-
lítico” de Maucallacta, al extremo norte de la región de Churajón, el cual no ha
sido investigado hasta la fecha (Szykulski, Díaz Rodríguez, Ramos Rosales 2000:
565)102. Otros fragmentos de la cerámica del mismo tipo fueron encontrados en el
cerro Buena Vista de Puquina103, a un par de kilómetros al norte de Churajón, en
dirección a la laguna de Salinas.

102 El nombre de Maucallacta (en quechua: pueblo viejo) es muy común de la toponimia andina
(entre otros, aparece en el área de Cusco o en el Distrito de Pampacolca en la Provincia de
Castilla, Departamento de Arequipa). Igualmente como la denominación castellana «Pueblo
Viejo», «Maucallacta» es un topónimo que los moradores suelen dar a las ruinas y no un nom-
bre propio del lugar en los tiempos de su funcionamiento.
103 Gracias a la cortesía de Máximo.
188 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 78. Churajón; Cerámica tipo Tasata hallada en la cumbre del cerro Sahuaca

La cerámica Tasata fue cocida en


atmósfera reductora, lo que le daba el
color marrón oscuro (tonalidad choco-
late), típico de la mayoría de los mate-
riales formativos (Fig. 79)104. Su pasta
se caracteriza generalmente por el des-
grasante de arena de cuarzo de grano
medio y grueso. También se registraron
algunos fragmentos cuya masa contenía
fracciones de calcita, al parecer, proce-
dentes de conchas molidas (Szykulski
2000: 32). Sin embargo, el bajo número

104 El análisis de la secciones demuestra que


la restricción de la entrada de oxígeno su-
cedía en la última fase de la cocción. Fig. 79. Cerámica tipo Tasata
Józef Szykulski 189

de especimenes con este tipo de desgrasante no permite determinar si se trataba de


un hecho casual o procedimiento planeado. Entre las formas aparecieron vasijas
globulares, a veces con asas gruesas, cuencos y keros (Fig. 78) cuya tradición de
elaboración es particularmente larga, ya que data del Formativum y se mantiene
hasta los principios de la Época Colonial. Por lo demás, durante las excavaciones
junto con los fragmentos de la cerámica tipo Tasata, se descubrieron un cuchillo
de cuarcita y dos figurillas cerámicas que constituyen unas de las más antiguas
evidencias de este tipo de toda la Costa Extremo Sur. Una de ellas representa a
una llama, la otra encarna una cabeza antropomorfa muy esquematizada (Fig.
80). Fig. 80
En lo referente a la calidad de ela-
boración y la presencia de ornamen-
tación, dentro de los materiales cerá-
micos tipo Tasata cabe distinguir dos
variantes. Los ejemplares de carácter
evidentemente utilitario representa-
dos por vasijas globulares sin ningún
tipo de decoración y a menudo con
los restos de hollín en su superficie
pertenecen a la variante denominada
Tasata marrón/negro. Mientras tanto,
las piezas de acabado más cuidadoso,
con profundas incisiones en forma de
cintas horizontales y composiciones de
Fig. 80. Churajón, la cumbre del cerro triángulos completados con incisiones
Sahuaca; Figurilla asociada a los
materiales tipo Tasata oblicuas, corresponden a la cerámica
Tasata inciso. En este caso, la superficie
de la mayoría de las vasijas está pulida,
esporádicamente también se observan huellas de pintura (engobe) de color rojo.
Las incisiones están a veces completadas con pasta blanca de calcita105. Es de
destacar que entre los materiales recuperados hasta la fecha no se encontró nin-
guno con incisiones en forma de líneas curvas (Szykulski 2000).
Los cuencos y keros sólo aparecen en la variante Tasata inciso. No obstante,
hay que subrayar que las dos variantes estilísticas están fuertemente relacionadas
una a la otra, tanto en el sentido temporal como espacial. Los resultados de las
excavaciones demuestran claramente la coexistencia de las dos variantes no sólo
en los estratos, sino también dentro de las estructuras o rasgos arqueológicos106.

105 El reducido número de los ejemplares recuperados no permite determinar si el rellenado de


las incisiones con pasta blanca fue esporádico o si, simplemente, a causa del deterioro de las
piezas, en la mayoría de los casos los rellenos no se han conservado.
106 No podemos negar que los fragmentos tipo Tasata marrón/negro, que carecen de un rasgo
190 Prehistoria del Perú Sur

El material tipo Tasata, por la ornamentación en forma de incisiones anchas


y profundas, así como también por la presencia de pigmento rojo y rellenados con
pasta blanca, recuerda las tradiciones más tempranas de la cerámica suramericana.
Los materiales de atributos similares aparecen en toda la región andina desde
Colombia (Momíl, San Agustín), pasando por Ecuador y el Perú, hasta Chile (San
Pedro I, Molle), lo que atestigua también su gran extensión cronológica (Duque
Gómez 1966; Duque Gómez, Cubillos 1993; Mostny 1960; Munizaga 1963; Rei-
chel-Dolmatoff 1997; Szykulski 1991, 1995). En los territorios del mismo Perú,
la cerámica temprana con ornamentos incisos y lineales fue documentada, entre
otros, en el sito Las Haldas al norte del país, fechado en aprox. 1800 a. C.
Concretando la cuestión a la región de la Costa Extremo Sur y las áreas veci-
nas, unas analogías tecnológicas y estilísticas claras con las evidencias tipo Tasata
(se trata sobre todo de la variante Tasata inciso) demuestran tanto los materiales
formativos Chanapata incised black de Chanapata, como los Qaluyu inciso de
Qaluyu, en la zona altoandina del sur del Perú (cf. Rowe 1944; Lumbreras, Amat
1968: 79). Estas similitudes, sin negar la singularidad estilística de la cerámica
Tasata, pueden servirnos como indicio para precisar la ubicación cronológica y
determinar el origen del fenómeno en cuestión. Son justamente estas analogías
que permiten admitir que la cerámica Tasata pertenece a la fase temprana del
Formativum peruano.
Al parecer, la aparición de los materiales formativos tipo Tasata en el curso
superior del río Tambo, así como de la cerámica Soporo y Ayawala en la cuenca del
río Majes, debió vincularse con los procesos culturales que se desenvolvían en el
área altoandina, entre Cusco y la cuenca del lago Titicaca. Probablemente, con el
desarrollo de la neolitización en el Altiplano, se inició la expansión de la población
de los centros cerámicos tempranos de la región hacia los valles fluviales ubicados
en las laderas occidentales de los Andes, es decir, el área que en cierto sentido
constituye una dirección “natural” de expansión de las culturas del Altiplano. Como
fruto de esta expansión (su carácter es difícil de definir), en algunas áreas de los
valles fluviales de la Costa Extremo Sur, aparecieron asentamientos relativamente
estables en los cuales se desarrollaron (o más bien adaptaron), hasta entonces des-
conocidas en la región, formas de coexistencia social que incluían, entre otros, la
especialización del trabajo y la estratificación de la sociedad. Como consecuencia
de estos cambios, entre otros, emergieron los estilos cerámicos107 específicos de

distintivo en forma de ornamento, presentan un grupo poco coherente, a pesar de que son
tecnológicamente similares y aparecen dentro de los mismos estratos. Resulta bastante difícil
distinguirlos dentro de otros materiales formativos. Tal distinción sólo puede hacerse en base
al criterio geográfico (recuperación dentro del área de Churajón), su coexistencia con la cerá-
mica Tasata inciso o el análisis de la composición de la pasta cerámica.
107 Es de mencionar que en Churajón, al lado de la cerámica Tasata, se registraron unos fragmen-
tos que por la composición de la pasta y las cualidades formales pueden considerarse como
tempranos, es decir, formativos. Dichos fragmentos se caracterizan por la pasta con desgra-
Józef Szykulski 191

estas áreas y aparecieron las construcciones de carácter ceremonial, como podemos


observar en el caso de Churajón y, probablemente, también en Ayawala.
En base al corpus de datos concernientes a la ubicación cronológica de la
cerámica temprana del Altiplano (Qaluyu, Chanapata, en cierto grado también
Qeya), así como los fechados obtenidos para la cerámica Ayawala, podemos supo-
ner que el proceso de la formación de las culturas “locales” del Formativo en las
cuencas de Majes y Tambo se remonta a los finales del segundo y principios del
primer milenio a. C.

3. Cerámica temprana en la cuenca del río Osmore-Moquegua:


Huaracane y Trapiche

3.1. Huaracane

Se supone que la cerámica Huarancane, denominada así por Robert Feldman


(1990), es la más temprana de toda la cuenca de Osmore-Moquegua. El área prin-
cipal de su distribución abarca el curso medio del río donde cerca de la ciudad de
Moquegua están localizadas las más extensas zonas de poblamiento del Período
Formativo, es decir, los sitios: Pampa de Huaracane, Yaway y Omo (Feldman
1990: 66, 68; Goldstein 1990).
El elemento más característico de los materiales Huaracane constituye la
presencia del atemperante de fibras vegetales en la pasta cerámica. La única forma
registrada en los inventarios es la de la olla globular sin asas. El labio no está bien
pronunciado aunque esta parte del ceramio está a veces ligeramente más espesa.
La superficie, de color marrón oscuro, está pulida y, al parecer, sin ningún tipo
de ornamentación (Feldman 1990: 67). También hay cuencos globulares cuya
pasta no contiene ningún desgrasante de origen orgánico. No poseemos ninguna
información acerca de la forma de la base.
El estudio de los materiales de Huarancane permitió demostrar sus similitudes
con la cerámica temprana del norte de Chile, tipo Faldas de Morro (Dauelsberg
1974, Núñez 1965, 1970), conocida sobre todo de los alrededores de la ciudad
de Arica, pero también registrada cerca de la ciudad peruana de Tacna. Al mismo

sante de cuarzo de grano medio y grueso. Su superficie tiene acabado cuidadoso y está cu-
bierta de engobe. La cocción se realizaba en la atmósfera reductora, con la entrada de oxigeno
reducida al final del proceso, lo que queda confirmado por la presencia de las características
capas observables en la sección. La mayoría de los fragmentos recuperados eran partes de un
plato con el borde decorado por una cinta decorativa circundante y rollos oblicuos, probable-
mente ubicados en cada uno de los cuatro lados del ceramio. Este material fue recuperado
de estratos redepositados revelados en el Abrigo I, por lo cual tanto su posición cronológica
como posibles relaciones con la cerámica Tasata no pueden ser determinadas.
192 Prehistoria del Perú Sur

tiempo, los fragmentos Huarancane son parecidos a los hallazgos recuperados del
estrato Pichalo III (yacimiento Punta Pichalo; Bird 1943, 1946)108 que pertenecen,
según la periodización propuesta por Gordon Willey, al Early Ceramic Period de
los Andes Meridionales, es decir, un ancho lapso de tiempo comprendido entre
ca. 500 a. C. hasta aproximadamente 600 de nuestra era (cf. Willey 1971: 200).
La cuestión de la ubicación cronológica más exacta de los materiales de Faldas
de Morro y Pichalo permanece abierta.
El mismo descubridor de las evidencias culturales tipo Huaracane sugiere su
directa relación con la secuencia temprana de la Época Cerámica registrada en la
cuenca de los lagos Titicaca y Poopó (cf. Feldman 1990), más exactamente, con la
fase Llusco de Chiripa (Chiripa 2) y la fase intermedia de la cerámica Wankarani
(Ponce 1970; Browman 1980). Tales relaciones indicarían una posición cronológica
muy temprana de los materiales de Huaracane, alrededor de 800 a. C. Sin embargo,
la opinión presentada por Feldman (1990: 67) tiene carácter de un juicio hecho a
priori que carece de un firme apoyo en el corpus de datos disponibles. Hay que
recordar que no existen ningunos fechados por 14C de los contextos culturales de
Huaracane, tampoco fueron descubiertos elementos culturales que vinculasen esta
cerámica con las formas y ornamentación características de la alfarería Chiripa
y Wankarani.
El único elemento común parece radicar en la composición de la pasta cerámica
(que contiene el atemperante de fibras vegetales) y en el color marrón oscuro; las dos
rasgos caracterizan a la mayoría de los contextos cerámicos tempranos de toda la
región andina (incluyendo el sur del Perú, norte de Chile y la cuenca del Titicaca)109,
así como algunos contextos culturales más tardíos. Basta con mencionar la cerámica
La Ramada de la región de Arequipa que demuestra características muy arcaicas
aunque data de los finales del Horizonte Medio (Santos 1980, Neira 1990).
Todo lo expuesto, junto a la situación geográfica de los materiales en cuestión,
permite más bien vincular el fenómeno Huaracane con los anteriormente mencio-
nados contextos culturales de Faldas de Morro y Pichalo. Además, en contra a la
directa participación de las culturas cerámicas tempranas de la cuenca del Titicaca
en la formación de la cerámica Huaracane, aboga también la –a menudo subra-
yada por el mismo Feldman (1990: 68)– presencia de plataformas de piedra en
los contextos culturales de Huaracane; las construcciones de este tipo no aparecen
en el área cultural de Chiripa y Wankarani. Este hecho es un claro argumento en
contra de las teorías que suponen la misma posición cronológica de los materiales
Chiripa, Wankarani y Huaracane. Tal opinión queda respaldada en cierto sentido

108 Algunos investigadores consideran que los materiales Faldas de Morro y Pichalo III son muy
similares o aun idénticos (cf. Ravines 1982: 255).
109 Por ejemplo, unos materiales similares fueron documentados, entre otros, en 1992, durante los
trabajos realizados por el autor en el yacimiento Tomata Grande, cerca de Tarija, en el extremo
sur de Bolivia.
Józef Szykulski 193

también por la coexistencia de la cerámica Huaracane con un fragmento de manto


Tiahuanaco en el cementerio de Omo (Goldstein 1990: 84). Este hallazgo demues-
tra que el fenómeno Huaracane persistió hasta el Horizonte Medio, el cual en el
valle de Osmore-Moquegua coincide con la aparición de la cerámica Tiahuanaco
IV (Goldstein 1990).
Tomando en consideración todos estos datos, aun si suponemos que la tradi-
ción de elaboración de la cerámica Huaracane fue muy larga, no podemos presu-
mir que funcionaba durante un lapso de tiempo de más de un milenio (Goldstein
1993: 30). Las evidencias presentadas demuestran claramente que en el caso de
los materiales de Huaracane es preciso guardar una gran dosis de escepticismo,
sobre todo en lo que concierne a la posibilidad de sus directas relaciones con la
temporalmente muy remota (vinculada con el Formativo Temprano) cerámica
boliviana de Chiripa y Wankarani.

3.2. Trapiche

Hasta la fecha disponemos de pocas informaciones acerca de la misma cerámica


Trapiche, como también su contexto cultural. Su elemento distintivo parece radicar
en los ornamentos pintados en blanco, negro, marrón, rojo y amarillo. Los materia-
les Trapiche fueron definidos por Robert Feldman (1990: 69–72) a base de escasos
fragmentos cerámicos recuperados de los sitios Cerro Trapiche y Cerro Echenique,
localizados en la parte media del valle del río Osmore-Moquegua.
El investigador mencionado supone que los materiales Trapiche son más tar-
díos que los de Huaracane. Además, tomando en cuenta los ornamentos observa-
dos en los fragmentos cerámicos, así como los restos de textiles de tecnología de
elaboración muy peculiar, asocia todo el contexto cultural con las influencias de la
civilización Pucará (Kidder II 1943), cuya área madre está localizada en la parte
noroeste de la cuenca del lago Titicaca.
Obviamente, no podemos negar la misma presencia de los materiales Pucará
en algunas regiones de la Costa Extremo Sur. Tales hallazgos fueron documentados
no sólo en el valle de Osmore-Moquegua, sino también al oeste de Arequipa, en
el área circundante a la laguna de Salinas (Chávez Chávez 1992) y en otros yaci-
mientos ubicados dentro de la región de Arequipa (Neira 1998, Cardona 2002).
Sin embargo, tenemos que afirmar que la esporádica, o aun casual, presencia de
los materiales Pucará tanto en la región de Arequipa como en el mismo valle de
Osmore-Moquegua110 en la etapa actual de investigación, no nos autoriza a distin-
guir para ninguna de las regiones de la Costa Extremo Sur (como tampoco para

110 En el caso de la cerámica denominada Trapiche, hasta el momento sólo se conocen cinco
fragmentos que demuestran ciertas similitudes con los materiales de la civilización Pucará (cf.
Feldman 1990:71).
194 Prehistoria del Perú Sur

el valle de Osmore-Moquegua), un horizonte cuya génesis pudiera ser vinculada


con la civilización Pucará.

4. Evidencias de la cerámica temprana en la zona del litoral

Las únicas informaciones precisas acerca de los más tempranos materiales cerámi-
cos de la franja litoral de la Costa Extremo Sur, proceden de su parte meridional
comprendida entre el puerto de Matarani y el puerto de Ilo. Fue allí, en el conchal
de Punta Islay, cerca de Matarani, y los yacimientos Carrizal y Pocoma, ubicados
en la desembocadura de Osmore, donde se registraron fragmentos de cerámica
clasificada como formativa.
En lo que concierne a los relativamente bien documentados inventarios de
Carrizal y Pocoma (Bolaños 1987; Tello 1987), se pueden observar fácilmente las
similitudes entre los materiales cerámicos descubiertos en ambos sitios y los inven-
tarios tipo Faldas de Morro del norte de Chile, así cómo la cerámica Huaracane
conocida del área del curso medio de Osmore-Moquegua (Feldman 1990: 69). Es
de suponer que en ambos casos tenemos que ver con los vestigios que documentan
las influencias de la cultura/el estilo Huaracane en las zona de la costa oceánica.
Un carácter bien diferente exhiben los contextos culturales descubiertos por
Gary Vescelius en el conchal de Punta Islay (Neira 1990) cuyos orígenes se remon-
tan todavía a la Época Precerámica. En los estratos superiores de este conchal
aparecieron escasos fragmentos de cerámica, puntas geométricas del grupo XVI,
raspadores, cuchillos, machacadores y abundantes restos óseos de pescados y
otros animales marinos. La presencia de estos elementos confirman que la base de
subsistencia de la población que habitaba estas áreas, al igual como en la Época
Precerámica, constituían pesca, caza de mamíferos marinos (principalmente el lobo
marino) y recolección de crustáceos, mientras que otros métodos de adquisición
de alimentos sólo completaban esta dieta marina.
Entre los materiales cerámicos de Punta Islay encontramos formas globulares
de labio poco pronunciado y base redondeada. Según las informaciones orales
provenientes de Máximo Neira Avendaño, quien estudió el yacimiento junto con
Vescelius, estos materiales demuestran una serie de analogías tanto con la cerá-
mica Faldas de Morro como con la de Huaracane. Lo que distingue los vestigios
de Punta Islay son varias huellas de reparación (concatenación de los ejemplares
rotos) observables en muchos de los fragmentos preservados. Tales evidencias
permiten aceptar la teoría propuesta por Vescelius según la cual la población que
utilizaba el conchal no producía cerámica, sino que sólo la usaba. Al parecer, la
sociedad de Punta Islay entró en su posesión por medio de intercambio de bienes.
Esto significaría que estos representantes de las tardías tradiciones del Precerámico,
sólo parcialmente aprovechaban las novedades tecnológicas emergentes.
Józef Szykulski 195

Considerando el problema de la cronología de los estratos cerámicos de Punta


Islay, podemos apoyarnos en tres fechados radiocarbónicos calibrados. Mientras
el más temprano de ellos, de símbolo Hv-1088, indicó un lapso entre 200 a. C. y
200 d. C., los dos siguientes (Hv-1087 y Hv-1082) arrojaron un intervalo entre
200-500 de nuestra era (cf. Fig. 72). Tales resultados, junto a la génesis común de
los materiales de Punta Islay y Huaracane, apoyan la opinión expresada anterior-
mente acerca de la relativamente tardía posición cronológica de la misma cerámica
Huaracane (posterior a la de Chiripa y Wankarani). Indican también que dentro de
algunas regiones oceánicas de la Costa Extremo Sur las sociedades precerámicas
tardías podían perdurar hasta los principios del Horizonte Medio. Esto a su vez
respalda las hipótesis anteriores de que el proceso de la dominación del arte alfa-
rero se inició mucho antes dentro de los grandes valles serranos que en la costa
del Pacífico. En ambas regiones, se trataba de un proceso muy largo que a menudo
excedía los límites temporales designados para este fenómeno en la periodización
general propuesta para todo el Perú (Rowe 1960, 1962).
Al parecer, la neolitización de la Costa Extremo Sur llegó a su fin en el
momento de la incorporación del área de nuestro estudio en la zona de influencia
directa de la civilización Tiahuanaco-Huari.
En este contexto, la fecha de ca. 600 a. C., propuesta por Willey (1971: 200)
para el norte de Chile como el límite temporal del desarrollo de las más tempranas
culturas cerámicas en esta área, puede ser aceptada sin demasiadas objeciones
también para la mayoría de los territorios de la Costa Extremo Sur, sobre todo la
zona de su litoral.
196 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO VII
Desarrollo cultural en el Horizonte Medio

El inicio del Horizonte Medio, cuyo elemento distintivo principal en la Costa


Extremo Sur son los contextos culturales Huari y Tiahuanaco, fue precedido por
la aparición en la parte noroeste de esta región de las influencias del área cultural
Nasca. Se trata de un área cuyo centro más meridional se encontraba entre el
valle del río Acarí y la ciudad de Chala (Provincia de Caravelí, Departamento
de Arequipa), es decir, en la zona del litoral directamente adyacente a la Costa
Extremo Sur.
La existencia de las más o menos evidentes influencias culturales Nasca en el
territorio de la Costa Extremo Sur puede observarse sobre todo en los materiales
cerámicos identificados con la fase tardía del desarrollo de esta cultura, es decir,
la fase Nasca 6. Las evidencias de este tipo fueron registradas en el valle del río
Cotahuasi, perteneciente a la cuenca del río Ocoña, entre otros, en el sitio Allway
descubierto por Paul Bertran Trawick (Neira 1998: 31, 36). Cabe destacar, que
en este caso se trata de los materiales descubiertos en la zona de altas montañas,
ubicada a una altura aproximada de 4000 msnm. Las condiciones geográficas de
esta zona son muy diferentes con las que se suele vincular a la cultura Nasca.
Aunque este hecho puede resultar sorprendente, no podemos olvidar que fue
objeto de muchas discusiones la eventualidad de la directa o indirecta influencia
Nasca en el desarrollo de algunas culturas arqueológicas del territorio boliviano
en el período antecedente a la aparición de la civilización Tiahuanaco. Se trata
sobre todo de los materiales pre-Tiahuanaco, por algunos investigadores, deno-
minados Nascoide y Yampará (Fig. 81). En esta situación, vale la pena reconsi-
derar la posibilidad de que fueron precisamente estas influencias que, llegando
al Altiplano por los valles fluviales de la Costa Extremo Sur, podían formar parte
de este proceso que en una u otra forma estipuló el desarrollo cultural o por lo
menos la estilística de ornamentación de la cerámica de varias culturas que se
desarrollaban en los extremos del Altiplano (Ibarra-Grasso, Querejazu Lewis
1986: 206-219).
Tal opinión queda además respaldada por el análisis de los materiales de
la llamada cultura Huarpa de la cuenca del Mantaro en la región de Ayacucho
Józef Szykulski 197

Fig. 81. Cerámica Nazcoide de la región de Cochabamba – Bolivia (Museo


Arqueológico de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba)

(Lumbreras 1974a), que preceden y parcialmente coexisten con las secuencias de


la civilización Huari. Estos vestigios confirman que ya durante la fase Nasca 4
existían las influencias culturales desde la costa del Pacífico hacia las áreas altoan-
dinas, es decir, en la dirección opuesta a la que suele suponerse en el desarrollo
cultural de los Andes Centrales.
Regresando al tema de la presencia de las evidencias Nasca dentro de la misma
Costa Extremo Sur, hay que constatar que –excluyendo los hallazgos sueltos, des-
provistos del contexto cultural, provenientes de la costa oceánica entre los valles
de Ocoña y Camaná (junto con varios sitios no explorados hasta la fecha111)– las
únicas evidencias claras de la existencia de las relaciones con el área cultural de
Nasca en el período antecedente al Horizonte Medio proceden del cementerio
Cabezas Achatadas.
Este yacimiento, localizado dentro de la hacienda Huacapuy en la cuenca del
río Camaná (prolongación del río Majes), fue descubierto por Hans Disselhoff. Las
excavaciones en el sitio revelaron un número elevado de 147 entierros que, tanto
por su forma como por los textiles presentes en los inventarios, fueron reconoci-
dos como evidencias culturales Nasca (Disselhoff 1968, 1981). Por lo demás, en

111 Entre ellos se encuentra, entre otros, el sitio La Horca, conocido sólo de algunos hallazgos
superficiales (Manrique, Cornejo 1990).
198 Prehistoria del Perú Sur

los contextos culturales del sitio se registraron por primera vez en esta parte de la
costa los restos de varias plantas de cultivo, como calabaza, maíz, maní, arracacha,
camote, achira y quinua (Chenopodium quinoa). Está ultima proviene de la sierra,
razón por la cual su presencia indica la existencia del intercambio de bienes con la
zona altoandina.
Lo que despierta una serie de dudas es la ausencia de materiales cerámicos
Nasca, es decir, de un elemento que aparece en todos los cementerios del área
madre de la cultura. Esta falta puede sugerir que los hallazgos de Cabezas Acha-
tadas evidencian más bien la existencia de fuertes influencias del fenómeno Nasca
sobre algún otro sustrato cultural, y no la presencia física de los representantes de
esta cultura en la región.
La falta de cerámica impide relacionar los inventarios de Cabezas Achatadas
con una determinada fase de desarrollo de la cultura Nasca. También el mal estado
de conservación de los textiles no le permitió a Disselhoff resolver este problema de
la vinculación de los contextos culturales documentados en el sitio con la secuencia
de desarrollo establecida para la región de Nasca. Por eso, para precisar la posición
cronológica de los materiales de Cabezas Achatadas sólo podemos apoyarnos
en los resultados de datación por radiocarbono de tres muestras recuperadas del
sitio: Hv-1101, Hv-1102 y Hv-1155, que después de la calibración indicaron un
relativamente vasto período comprendido entre ca. 30 a. C. y 600/650 d. C. que
pertenece al Período Intermedio Temprano, de acuerdo a la secuencia cronológica
elaborada para toda el área del Perú (Rowe 1960). Por lo demás, los fechados de
las muestras de símbolos Hv-1101 y Hv-1155 coinciden en un lapso entre 50 y
400 de nuestra era (cf. Fig. 72), el cual corresponde a las fases cerámicas Nasca
5–7, según la periodización propuesta por Dorothy Menzel para los valles de Ica
y Nasca (Menzel 1977).
La posterior, es decir pertinente al Horizonte Medio, influencia del área cultural
Nasca sobre varias regiones de la Costa Extremo Sur se realizaba a través de la
cultura Huari, vinculándose con la expansión de esta cultura hacia el sur.

1. Huari/Wari

Los vestigios relacionados con la expansión Huari en el área de la Costa Extremo Sur
se registraron por primera vez en 1943 durante los trabajos realizados por Bernedo
Málaga en la cuenca del río Ocoña (Provincia de Condesuyos). Allí, en el valle del
río Churunga, uno de los tributarios del Ocoña, en el sitio Corral Redondo, se encon-
traron restos de construcciones en piedra, de planta ovalada. Dentro de la mayor de
estas estructuras, se descubrieron vasijas de almacenamiento antropomorfas con
96 mantos plumarios, es decir, tejidos de algodón y lana decorados con plumas
Józef Szykulski 199

multicolores (Neira 1998: 32)112. Los ceramios, debido a la gama de colores y los
ornamentos, fueron clasificados dentro del estilo Atarco (Neira 1990: 89) fechado
entre 700 y 800 d. C., algunos investigadores (Linares Málaga 1987–1990: 140)
observaron en los materiales de Corral Redondo ciertos elementos de un estilo más
temprano denominado Robles Moqo (Menzel 1964)113.
Los estudios realizados hasta la fecha confirmaron que la expansión del fenó-
meno Huari en la Costa Extremo Sur abarcó principalmente los terrenos ubicados
al noroeste, dentro del actual Departamento de Arequipa. Sin embargo, un enclave
muy importante de esta civilización se encontró ubicado mucho más al sureste,
en el Departamento de Moquegua, más exactamente en el curso superior de la
cuenca de Osmore-Moquegua. Tanto la ubicación geográfica como los contextos
culturales presentes en esta región merecen una mención aparte.
El análisis de la distribución de los centros de ocupación Huari demostró, igual
como en el caso de los hallazgos del Período Formativo, que la concentración de los
sitios es mucho mayor en la zona de la sierra que en la costa, lo que seguramente
se debía a las condiciones geográficas y climáticas de estas áreas114. En la sierra,
los sitios se localizaban en los lugares naturalmente defensivos: al borde de los
valles más anchos donde el relieve del terreno y las condiciones microclimáticas
propiciaban el cultivo, permitiendo de 3 a 4 cosechas durante el año. Hay que
suponer que la génesis de una gran parte de las terrazas y los sistemas de irrigación
conservados hasta hoy en día así como también de los caminos, está relacionada
con la colonización y obras de construcción Huari. La posibilidad de la existencia
de las vías reforzadas fue insinuada, entre otros, por Hyslop, en su trabajo consa-
grado a los caminos incaicos. El investigador sugirió que por lo menos algunos
segmentos de las redes de comunicación del Tawantinsuyu eran de proveniencia
preincaica (Hyslop 1992).
Las más importantes áreas de la ocupación Huari en la Costa Extremo Sur
se encuentran alrededor de Caravelí, en el valle del río del mismo nombre, en el
valle de los ríos Ocoña y Cotahuasi (Chávez Chávez, Salas 1990) y en la entera
cuenca del río Majes-Camaná (García, Bustamante 1990). En la cuenca Majes-
Camaná, la mayor concentración de sitios fue detectada en la región de la ciudad
Chuquibamba (Neira 1998). Varios yacimientos Huari fueron también registrados
en el valle del río Siguas, mientras que en el ubicado más al este del valle del Chili

112 De acuerdo con la costumbre de la época, los mantos fueron repartidos entre los habitantes
de la región y el descubridor quien recibió 42 ejemplares que actualmente forman parte de la
colección del Museo de Antropología y Arqueología de Magdalena (Neira 1998: 32).
113 Los análisis radiocarbónicos de los textiles, debido a un margen de error muy ancho (+/-120
años) no permitieron precisar la cronología de los hallazgos de Corral Redondo (Neira 1998:
32; Ziółkowski et al. 1994: 317).
114 Algunas dispersiones y escasos contextos culturales fueron registrados en la región entre
Pampa Puyenca (Atico) y el delta fluvial de Camaná. Al parecer, el sitio Pacaecitos localizado
en la desembocadura de Camaná pertenece al horizonte Huari (Manrique, Cornejo 1990).
200 Prehistoria del Perú Sur

(región de Arequipa), los materiales relacionados con esta civilización son muy
esporádicos. Por eso, el valle del Siguas hay que considerarlo como el límite sur
del área de ocupación Huari concentrada. Entretanto, la cuenca del río Tambo,
ubicada todavía más al sur, por lo menos durante la mayor parte del Horizonte
Medio, funcionaba como zona tapón entre las áreas de influencias Huari, cuyos

Fig. 82. Areas de expansión Huari y Tiahuanaco. Color más claro indica regiones con
escasas evidencias de ambas civilizaciones; 1. Tiahuanaco; 2. Lucurmata; 3. Alto Ramí-
rez; 4. Loreto Viejo; 5. Omo; 6. Chen Chen; 7. Cerro Baúl; 8. Huarí; 9. Conchopata; 10.
Tupuraya; 11. Mizque; 12. Pikillacta; 13. Chan Chan; 14. Cajamarquilla; 15. Pacheco;
16. Wariwilca; 17.Jincamocco; 18.Viracochapampa; 19. Quilpapampa la Antigua
Józef Szykulski 201

centros se ubicaban al norte del río Tambo, y Tiahuanaco, con los centros locali-
zados al sur de este río (Fig. 82).
Esta opinión viene respaldada por los trabajos de registro de las estructuras
arquitectónicas, realizados entre 1996 y 2000 por el Proyecto Churajón tanto en el
área de Churajón como en toda la parte noreste de la cuenca del río Tambo. Durante
estas labores no se registraron ninguna estructura arquitectónica cuya génesis
pudiese remontarse al Horizonte Medio. Así que, las únicas evidencias culturales
que comprueban la presencia Huari o Tiahuanaco en esta región constituyen esca-
sos, en su mayoría sueltos, materiales cerámicos. Por lo demás, es preciso destacar
que durante las excavaciones llevadas a cabo en el mismo conjunto de Churajón, se
documentó una mayor cantidad de fragmentos Huari que de Tiahuanaco (Szykulski
1996, 2000). A modo de curiosidad, cabe mencionar que en Churajón se regis-
traron también unos fragmentos cerámicos con las representaciones de animales
de la familia Felidae, probablemente de jaguar (Fig. 83). Tanto las características
de la masa cerámica como la estilística de los diseños, indican su filiación con la
civilización Huari, sin embargo; el mismo acabado, mucho menos fino que en el

Fig. 83. Churajón, Centro Administrativo-Residencial;


Cerámica Huari (Huari Ccoscopa), hallazgo superficial

caso de la “clásica” cerámica Huari, parece indicar que tenemos que ver más bien
con las imitaciones locales que con los productos de esta civilización.
Como consecuencia de la expansión Huari en los terrenos de la parte noroeste
de la Costa Extremo Sur, por primera vez en la historia de esta región se desa-
202 Prehistoria del Perú Sur

rrollaron varios centros de carácter urbanizado que cumplían funciones admi-


nistrativas, económicas y religiosas. El papel de un más bien pequeño centro,
probablemente, de carácter ceremonial, hay que atribuirlo al sitio La Huarca II,
localizado al sur de Caravelí, en el valle del río del mismo nombre. Allí, sobre una
eminencia moderada, fue descubierta una plaza rodeada de muro “ciclópico”. No
se registraron ningunas estructuras de carácter habitacional dentro de la plaza, ni
en sus inmediaciones, lo que excluye la posibilidad de que en el Horizonte Medio
existiese aquí algún importante centro económico (Neira 1990: 87–89; también las
comunicaciones orales). Otros importantes, aunque no estudiados hasta la fecha,
centros de la civilización Huari fueron localizados cerca de Cotahuasi (valle del
Cotahuasi), en los yacimientos de varias fases de ocupación Collata, Cochacallá
y Joschaupo –interpretados como centro religiosos (Chávez Chávez, Salas 1990:
19), así como también en el complejo Maucallacta-Puica, ubicado más al norte,
entre Puica y Maucallacta.
En lo que concierne a los territorios ubicados más al sur, en la cuenca del
Majes, hay que mencionar aquí los sitos de Huario y El Carmen donde fueron
documentadas concentraciones de edificaciones en piedra, junto a los restos de
murallas (García, Bustamante 1990: 31, 37). Otros centros mayores de la civiliza-
ción Huari en la región fueron descubiertos en los yacimientos de varias fases de
ocupación en Beringa, Cerro Bilbao, La Real, Santa Rosa II y Casquina (cf. Fig.
82). En el caso del último de los mencionados, se estima que albergaba cerca de
500 unidades arquitectónicas, es decir, concentraciones de edificios adosados unos
a otros (García, Bustamante 1990: 34, 35). Su distribución claramente corresponde
con el patrón arqueológico conocido de la región de Ayacucho.
No obstante, el más extenso y, sin duda, de mayor importancia para la cuenca
del Majes en el Horizonte Tardío, es el conjunto urbanístico de Huamantambo,
localizado cerca de Chuquibamba. Al parecer, Huamantambo no sólo era uno de
los mayores centros administrativo-económicos que controlaba el extenso y fértil
valle del río Grande, sino también constituía un importante núcleo de culto religioso
(Neira 1998: 33; Neira, comunicación oral). Tales funciones quedan reflejadas por
los actualmente mejor conservados restos de construcciones en forma de pirámides.
Al parecer, la misma idea llegó hasta aquí de la Costa Sur donde las estructuras
piramidales aparecieron ya anteriormente, entre otros, en la región de Acarí y en
la región de Nasca, ubicada todavía más al norte.
En el valle del Siguas, localizado al sur de Majes, es decir, el límite sur de la
ocupación Huari aglutinada, se registraron varios materiales vinculados con esta
civilización, pero el estado de la investigación de los yacimientos sólo a veces
permite determinar su carácter115. Al parecer, un centro de población Huari de

115 En el valle de Chili, el único sitio del Horizonte Medio documentado es el complejo arqui-
tectónico de Uchumayo, ubicado en las afueras de Arequipa (Pampa de la Estrella). Las pros-
pecciones realizadas por Máximo Neira Avendaño (comunicaciones orales) y después en los
Józef Szykulski 203

mayor tamaño fue localizado en Quillcapampa la Antigua (Fig. 84). Se registraron


también cementerios y tumbas dispersas en Gentiles de Quillcapampa, Tasaro y
Gross-Munsa.

Fig. 84. Valle de Siguas; Ruinas de Quilpapampa la Antigua

A la luz de las evidencias conocidas de la ocupación Huari de la Costa Extremo


Sur, una posición bien excepcional ocupa el enclave más meridional de esta civi-
lización, situado en la cuenca de Osmore-Moquegua. Su centro mas importante
fue localizado en el Cerro Baúl (Fig. 85), mencionado ya por el cronista Garcilaso
de la Vega (1942, 2000).

1.1. Huari en la cuenca de Osmore-Moquegua

La importancia especial de la enclave Huari en la cuenca de Osmore-Moquegua


resulta de su ubicación geopolítica, puesto que está localizada en la zona de influen-
cia o más bien de la directa expansión de otra civilización grande del Horizonte

años noventa por el equipo del Proyecto Churajón permitieron confirmar la presencia de los
materiales Huari en el sitio.
204 Prehistoria del Perú Sur

Medio, Tiahuanaco. Los vestigios registrados aquí se concentran en la parte noreste


de la cuenca, comprendida entre los ríos Torata y Tumilaca. Es en esta región donde
se encuentran los grandes centros fortificados de Cerro Baúl y Cerro Mejía, así
como también varios focos de población menores, como Cerro Petroglifo, Cerro
Baulcito y Pampa del Arrastrado.

Fig. 85. Cerro Baúl, el principal centro de la civilización Huari


en la cuenca del río Osmore

El mayor, y al mismo tiempo el mejor estudiado en la escala de toda la Costa


Extremo Sur, centro fortificado de Cerro Baúl (Lumbreras et al. 1982; Watanabe
1984; Feldman 1989; Moseley et al. 1991), constituye un promontorio de carácter
naturalmente defensivo que permite un control directo de todo el territorio del
valle. Dentro del área de esta eminencia se conservaron varias concentraciones
de galerías y galpones de función doméstica o administrativa, ubicadas alrededor
de las plazas (llamados grupos-patio), así como los restos de las construcciones
ceremoniales (Williams, Isla 2002). Este muy complejo conjunto arquitectónico,
debido tanto a la forma de la estructura sacral/ceremonial (en forma de “D”;
Williams, Isla 2002: 101) como por la organización espacial, demuestra varios
parentescos con la arquitectura imperial Huari, conocida de la zona madre de la
Józef Szykulski 205

cultura ubicada en el valle Mantaro (yacimiento Moraduchayoq) y de sus centros


provinciales, a saber, Azángaro, Pikillacta, Jincamocco y Huanco Pampa (cf. Isbell,
McEwan 1991; Isbell, Brewster-Wray, Spickard 1991; Schreiber 1992; Anders
1991; Moseley et al. 1991).
La misma localización del Cerro Baúl y otros yacimientos Huari al noreste
de la cuenca de Osmore-Moquegua nos lleva a un par de reflexiones más profun-
das. Analizando el mapa de la distribución de estos sitios podemos observar que
ocupan una posición crucial (estratégica desde el punto de vista militar) sobre la
más corta vía de comunicación entre los centros de población Tiahuanaco, ubi-
cados en el curso medio y bajo de Osmore-Moquegua, y el área matriz de esta
cultura, localizada en la cuenca del lago Titicaca. Por eso, los habitantes de los
importantes centros de la civilización Tiahuanaco, como Chen Chen u Omo, para
realizar cualquier tipo de intercambio con el Altiplano, tenían dos alternativas de
comunicación: el trayecto relativamente corto que pasaba por los terrenos bajo la
dominación Huari o la ruta mucho más larga que corría hacia el sur a lo largo de la
costa oceánica y después por los valles fluviales hacia la altiplanicie. Este segundo
camino fue, al parecer, enteramente controlado por Tiahuanaco.
El estado de la investigación no permite determinar si el surgimiento de estos
centros Huari en el área comprendida entre los ríos Torata y Tumilaca estaban
estrechamente vinculados a una bien planificada acción militar de separación de los
focos de población Tiahuanaco de su base político-económica y, a continuación, de
colonización de todo el valle, o se relacionaba más bien con las actividades pura-
mente económicas. En el caso de esta segunda posibilidad, hay que suponer que pudo
tratarse de un intento de tomar el control del lucrativo intercambio comercial entre
el Altiplano y los valles fluviales de la parte meridional de la Costa Extremo Sur.
Como un argumento en contra de la teoría de la expansión se aduce el hecho
de que a pesar de la relativamente larga historia de la ocupación Huari en la región
–de casi dos siglos (Williams, Isla 2002: 113–116)–, la hegemonía Huari nunca
excedió los límites del área comprendida entre los ríos Torata y Tumilaca. Así
que, aun si se proyectaba una expansión militar, nunca se llevó a cabo. Aunque
sea cierto que los vestigios Huari también fueron registrados en la parte media de
la cuenca Osmore-Moquegua, es decir, dentro de la zona Tiahuanaco, su presencia
tanto en Chen Chen (García 1990) como en otros sitios es muy limitada116. Hay
que suponer que estos materiales aparecieron en el área como resultado del inter-
cambio comercial o estaban vinculados con las prácticas religiosas realizadas en
los santuarios cuya influencia podía exceder los límites políticos de aquella época.
Los centros del culto de carácter superregional funcionaban en los Andes Centrales
probablemente ya a partir los períodos muy tempranos.

116 El sitio con la cerámica Huari (un entierro) localizado más al sur fue registrado cerca de Tac-
na, en el valle del río Caplina (Flores Espinoza 1990).
206 Prehistoria del Perú Sur

Al parecer, eran precisamente estas relaciones comerciales, y, tal vez, tam-


bién económicas, que constituían base de la coexistencia de estos dos enclaves
económico-políticos en la cuenca de Osmore-Moquegua. No podemos olvidar
de que mientras los asentamientos Huari estaban ubicados a medio camino entre
la cuenca y el Altiplano, los centros Tiahuanaco existentes en el área ocupaban
los terrenos localizados sobre la más corta ruta de conexión entre el Cerro Baúl
y la costa oceánica, es decir, la zona que ya sólo por sus recursos naturales
(como pescado, sal, conchas y guano) era muy atractiva para los habitantes de
la sierra.

1.2. Cronología

Para precisar la cronología de la expansión del fenómeno cultural Huari en la


Costa Extremo Sur, así como de los centros que estimularon este proceso, es pre-
ciso recurrir a la secuencia de desarrollo de la cerámica elaborada para la región
de los Andes Centrales peruanos y la Costa Sur, es decir, las regiones de Nasca e
Ica (cf. Menzel 1964).
El análisis de los materiales Huari de la Costa Extremo Sur permitió confirmar
que la cerámica recuperada de esta área pertenece a las fases 1 (600–700 d. C.) y
2 (700–800 d. C.), según la secuencia propuesta por Dorothy Menzel (Tab. 4). La
primera de las fases está representada por la cerámica propia del área matríz de
esta civilización (el valle del Mantaro), es decir, los estilos Okros, Chakipampa y
Robles Moqo. La presencia de los materiales tipo Huarpa black on white (Chávez
Chávez, Salas 1990: 18) y Okros en el yacimiento de Joschaupe, cerca de Cotahuasi
parece indicar que, por lo menos en el valle del Cotahuasi, las influencias del valle
del Mantaro se remontan a los mismos inicios del Horizonte Medio (el principio
de la subfase 1A) o tal vez un poco antes117. Además, en el contexto de la época,
los muy tempranos contactos entre el área matriz de Huari y algunas regiones de
la Costa Extremo Sur, están confirmados también por los hallazgos de los frag-
mentos cerámicos Huarpa en los rellenos de las terrazas del sitio Tiahuanaco Cerro
Trapiche, localizado en el curso medio del río Osmore-Moquegua (Moseley et al.
1991: 135; Williams, Isla 2002: 90 tras Feldman 1989).
En base a los resultados de las investigaciones realizadas hasta la fecha, pode-
mos observar que en la Costa Extremo Sur el área de distribución de las evidencias
cerámicas de la fase 1 se limita generalmente a la zona noroeste y sureste, abar-
cando la cuenca del Cotahuasi y los cursos superiores de las cuencas de Majes
(Río Grande) y Osmore-Moquegua. Su presencia fue además documentada en la

117 Tanto Okros como Huarpa (black on white) pertenecen a las fases estilísticas de la cultura
Huarpa (?-700 d. C.), que probablemente constituía el componente principal en base del cual
se formó la civilización Huari. Hay que suponer una coexistencia temporal de los materiales
estilo Huarpa D (Huarpa, Okros) y Huari 1A.
Józef Szykulski 207

Tabla 4. La presencia de los diferentes materiales relacionados con el desarrollo cultural


de la civilización Huari en la Costa Extremo Sur respecto a la cronología elaborada por
D. Menzel (1964) para el valle del Mantaro, Nazca e Ica.

Año Faso Nasca Mantaro Costa Extremo sur

3 Soisongo Ccoscopa/Qoscopa

800
Ccoscopa/Qoscopa
2B Atarco B

Viñaque Atarco, Viñaque


Chaquipampa, Okros
2A Atarco A

700
Robles Moquo Robles Moquo
1B Robles Moquo
Nasca 9 Chaquipampa
Chaquipampa
Okros, Cruz Pata,
Huarpa (black on White)
1A Nasca 8, 9 Chaquipampa

600

Nasca 8 Huarpa Formativo, Nasca, Pukará

región de Caravelí, alrededor de Chuquibamba y también en Cerro Baúl y otros


yacimientos vecinos. Para ser más precisos, estos materiales cerámicos registrados
en Cotahuasi y en el valle del río Grande, representan el estilo Robles Moqo (Neira
1990; Neira, comunicación oral; Chavéz Chávez, Salas 1990) y los recuperados
de los sitios Huari en la cuenca Osmore-Moquegua (Cerro Baúl, Cerro Mejía y
otros) pertenecen en su mayoría al estilo Okros y Chakipampa (Feldman 1989;
Lumbreras et al. 1982; Williams, Isla 2002).
Hasta la fecha, en los terrenos de los valles ubicados más cerca de la costa, es
decir, Ocoña, Majes-Camaná y Siguas, no se registró ninguna evidencia cerámicas
de la fase 1 (Robles Moqo y Chakipampa), ni tampoco fragmentos de la cerámica
Huarpa (Okros, Cruz Pata, Huarpa black on white). Tal vez, este fenómeno lo
podemos explicar por la falta de estudios sobre la problemática Huari en estas
regiones. No obstante, no se puede excluir la posibilidad de que las diferencias en
la distribución de los tempranos materiales Huari indiquen que la primera oleada de
su expansión, que salio del valle del Mantaro, pudo abarcar sólo las áreas ubicadas
208 Prehistoria del Perú Sur

en la zona de las montañas altas, desde el valle del Cotahuasi, por el curso superior
de la cuenca del Majes, hasta la parte superior de la cuenca de Osmore-Moquegua,
y aun la región al norte de Tacna si tomamos en consideración el hallazgo aislado
de la tumba de Pocollay que contenía materiales cerámicos Okros y Chakipampa
(Flores 1990).
La cerámica de la llamada fase 2 (700-800 d. C.) en la Costa Extremo Sur,
está representada por los materiales tipo Viñaque, característicos del área matriz de
Huari, y tipo Atarco, genéticamente vinculado más bien con la región de Nasca118.
Por lo demás, no se puede negar la posibilidad de la esporádica existencia en esta
área de los vestigios cerámicos tipo Ica-Pachacamac, procedentes probablemente
del valle de Ica.
Al parecer, los materiales tipo Viñaque se concentran en su mayoría en el
valle del Cotahuasi y el relativamente pequeño enclave Huari ubicado en el curso
superior de la cuenca de Osmore-Moquegua. En el caso del último de los territorios
mencionados, la presencia de estos vestigios, como también otros posteriores a la
fase 1, es muy ocasional (Goldstein 1990; Williams, Isla 2002). Esto podría indicar
que el poblamiento Huari en el curso superior Osmore-Moquegua se limitó sólo
al período de duración de la fase 1. Sin embargo, las excavaciones realizadas en el
Cerro Baúl permitieron demostrar la existencia de dos etapas de construcción, de las
cuales la más tardía, con arquitectura más monumental, parece coincidir con la fase
2 (años 700–800 d. C.). Tal ubicación cronológica también confirma los resultados
de análisis por 14C, indicando que la ocupación Huari perduró en esta región hasta
alrededor 850 a. C. (Williams, Isla 2002: 113–115). De todos modos, también en
el caso de la etapa tardía de la construcción de Cerro Baúl, el material registrado
pertenece sobre todo a los estilos Chakipampa y Okros, y sólo esporádicamente a
Viñaque. Hay que suponer entonces que en la Costa Extremo Sur, ubicada al exterior
de los más importantes núcleos de la civilización Huari, la cerámica característica
de la fase 1 (Chaquipampa, Okros) seguía siendo fabricada también en los períodos
posteriores, excediendo los límites temporales propuestos por Dorothy Menzel en
base a los estudios realizados en la Costa Sur y en el valle del Mantaro.
Analizando los materiales de la fase 2 presentes en la zona de Huari en la Costa
Extremo Sur, podemos observar que la cerámica tipo Atarco está aquí mucho mejor
representada que la Viñaque. Los fragmentos Atarco fueron documentados, entre
otros, en varios sitios localizados en la cuenca de Majes-Camaná, en los valles de
Siguas y Ocoña, y en la franja litoral119. Tomando en consideración la región de

118 El mal estado de conservación de la mayoría de los materiales Huari recuperados de la Costa
Extremo Sur no permite aplicar la división en los estilos Atarco A y Atarco B, propuesta por
D. Menzel. En contra de una clasificación tan precisa se aduce también el hecho de que la gran
parte de los fragmentos Atarco parece ostentar algunas características locales, específicas de
los inventarios del extremo sur peruano.
119 Estas conclusiones fueron sacadas en base al análisis de los materiales provenientes de los
Józef Szykulski 209

proveniencia del estilo Atarco, hay que suponer que el proceso de la incorporación
de estos terrenos en el área de influencias de la civilización Huari fue iniciado en
el centro ubicado precisamente en la región de Nasca. Parece que la cultura Nasca,
cronológicamente anterior, en este caso sirvió de vehículo principal de elementos cul-
turales y así abrió el paso a la expansión político-cultural Huari durante la fase 2.
Los resultados de la investigación arqueológica demuestran que durante la
expansión Huari en los terrenos de la cuenca del Majes emergió una variante esti-
lística propia de la Costa Extremo Sur, llamada Ccoscopa/Qosqopa (Fig. 86). Su
nombre proviene del sitio epónimo localizado al noroeste de Chuquibamba (Neira
1990; García, Bustamante 1990). Hasta el momento, las evidencias de este tipo
fueron documentadas fuera de la misma cuenca del Majes, también en el valle del
río Siguas y dentro del cañón del Colca120. Esporádicamente aparecieron también
en los inventarios recuperados del Cerro Baúl (Lumbreras et al. 1982).
La génesis del estilo Qoscopa hay que verla en la fusión de los elementos
ornamentales de la civilización Huari con las tradicionales cerámicas locales,
probablemente, provenientes todavía del Formativo Tardío. La exacta posición
cronológica de los materiales Qoscopa no pudo ser determinada, sin embargo, las
secuencias registradas permiten clasificarlos como más tardíos en relación con la
subfase 2B. Así que posiblemente pertenecen a la fase tardía del Horizonte Medio
(¿la fase 3?, según la periodización propuesta por D. Menzel), es decir, al final de la
secuencia del desarrollo de la cerámica Huari en la Costa Extremo Sur (Tab. 4).
Otro estilo local propio del Horizonte Medio de la Costa Extremo Sur repre-
senta la cerámica denominada La Ramada. Su zona de distribución parece limitarse
al valle del Siguas (Santos 1980; Cardona 2002: 87-91). Las dataciones por 14C
permiten situarlo en la fase tardía del Horizonte Medio. Lo que es característico es
que este material no guarda ninguna similitude con la estilística Huari, ni la vecina
cerámica Tiahuanaco. Sus cualidades tecnológicas y el estilo de ornamentación
evocan más bien la cerámica muy temprana, es decir, formativa (Fig. 87). Tal vez,
del Horizonte Medio datan también otros materiales cerámicos conocidos sólo por
sus nombres o vagas descripciones, como Socabaya o Uchumayo, encontrados en
el valle del río Chili (Cardona 2002)121.

estudios anteriores, así como también de los recuperados durante la prospección realizada en
1997 en Majes y Siguas por el equipo del Proyecto Churajón.
120 El análisis de los fragmentos cerámicos de Chijra distinguidos por Malpass y Vera Cruz como
material 2 indica que por lo menos una parte de ellos pertenece al estilo Qoscopa (cf. Malpass,
Vera Cruz 1990).
121 Aunque el mismo descubridor vincula los materiales Socabaya con el Período Formativo, re-
lacionándolos al mismo tiempo con la fase tardía de Pucará (Cardona 2002: 54-56), el análisis
de esta cerámica despierta dudas respecto a la veracidad de tales opiniones. Por lo demás,
también la reconstrucción de las formas propuesta por el investigador (ceramios de base glo-
bular), debido al hecho de que no se conservaron ningunos fragmentos de bases, no puede ser
aceptada como convincente.
210 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 86. Cerámica Huarí de la Costa Extremo Sur; materiales del


estilo Ccoscopa (Neira 1990; García, Bustamante 1990)
Józef Szykulski 211

Fig. 87. Valle de Siguas; Cerámica tipo Ramada (MAUCSM)


212 Prehistoria del Perú Sur

Probablemente, la larga perduración de las tempranas tradiciones cerámicas


(de sustrato formativo) en algunos segmentos del valle del Siguas y, tal vez, también
en el valle del río Chili resultaba del mismo hecho de su ubicación en el extremo
suroeste del área abarcada por la expansión Huari. En esta zona, colindante con
el área de la dominación cultural Tiahuanaco, las influencias del fenómeno Huari
eran mucho menos intensas.

2. Tiahuanaco/Tiawanaku

Las fuentes arqueológicas relacionadas con las influencias de la civilización Tiahua-


naco en la Costa Extremo Sur son mucho menos numerosas que las vinculadas con
la cultura Huari, aunque los materiales publicados en los últimos años seriamente
contribuyeron al conocimiento de este tema (cf. Goldstein 1990, Moseley et al.
1991, Bawden 1990). Esta clara desproporción en la cantidad de los vestigios
Tiahuanaco en relación con el número de los hallazgos Huari puede ser resul-
tado del estado de investigación (sin duda, insuficiente) sobre la problemática del
Horizonte Medio. Sin embargo, también es posible que refleje, en el caso de la
civilización Huari, otro carácter de las relaciones existentes entre el extremo sur
peruano y el área madre del fenómeno Tiahuanaco.
Los escasos hallazgos de los materiales Tiahuanaco, en su mayoría artefactos
individuales, raramente con rasgos arqueológicos, fueron registrados en toda la
zona de la expansión Huari, alcanzando al norte hasta el río Majes. No obstante,
podemos observar cierta concentración de los vestigios de este tipo en los terrenos
ubicados al sureste del río Siguas, o más precisamente, al sureste del valle del
río Tambo donde tanto los materiales Huari como los Tiahuanaco son muy raros.
Una situación similar podemos observarla al norte de Tambo, en el valle del río
Chili-Vítor. La zona de las influencias Tiahuanaco abarca entonces las cuencas
de Osmore-Moquegua, Locumba, Sama y Caplina, extendiéndose al sur sobre los
territorios del norte de Chile, hasta San Pedro de Atacama (Ravines 1982: 202).
Los restos vinculados con el fenómeno Tiahuanaco registrados en el área norte de
Chile se concentran sobre todo en los valles de los ríos Azapa, Chisa, Camarones
y Loa (cf. Fig. 82).
En la zona septentrional de Chile, en un mayor grado que en la Costa Extremo
Sur, las concentraciones de los yacimientos con materiales Tiahuanaco son sepa-
radas por grandes espacios con vestigios cerámicos de carácter formativo o restos
que indican la existencia de sociedades cuya economía seguía basándose en la
recolección, caza y pesca, es decir, se parecía a los sistemas económicos del Pre-
cerámico Epigonal o aun Tardío (Lumbreras 1974, Hidalgo 1971). Por lo demás,
se constató que los inventarios Tiahuanaco recuperados de esta área en su mayoría
proceden de los contextos sepulcrales, incluyendo sobre todo cerámica, textiles,
Józef Szykulski 213

artefactos de madera y adornos (Ravines 1982; Latcham 1938; Rivera 1985; Torres
1984). fig 88

Fig. 88. Gorras Tiahuanaco (Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, Chile)

Estos hallazgos constituyen, al parecer, no tanto una prueba de la física expan-


sión Tiahuanaco en la zona de la costa sino como un resultado del intercambio de
bienes entre el Altiplano y el norte de Chile (Fig. 88). Tal opinión viene respal-
dada por el hecho de que en los sitios localizados sobre el límite sur del área de la
influencia Tiahuanaco, como San Pedro de Atacama, se registraron varios ceramios
reparados (nuevamente concatenados; Berenguer 1986, Le Paige 1965, Goldstein
1990). Indudablemente estos objetos evidenciaban el alto prestigio social de su
propietario. Debido a la distancia geográfica del lugar de su producción, el acceso a
estos artefactos era bien restringido, de allí surgió la necesidad de la concatenación
de los ejemplares rotos.
El análisis de los contextos culturales con los materiales Tiahuanaco ubicados
al extremo sur del Perú y al norte de Chile, permitió comprobar que las incuestio-
nables huellas de la directa (es decir, física) expansión de esta civilización sobre
los terrenos ubicados al oeste del lago Titicaca aparecen sólo en el curso medio de
la cuenca de Osmore-Moquegua, es decir, la región que dispone de vastos áreas
de cultivo y al mismo tiempo constituye el más corto trayecto de comunicación
214 Prehistoria del Perú Sur

entre la parte sur de la cuenca del Titicaca y la costa del Océano Pacífico. Entre
los más importantes núcleos de poblamiento en esta región hay que enumerar los
yacimientos Omo y Chen Chen, así como el mucho menor sitio de Cerro Echenique
y el ya mencionado Cerro Trapiche.
No cabe duda que Chen Chen constituía el mayor complejo urbanístico de la
civilización Tiahuanaco al exterior de la cuenca del lago Titicaca. Este yacimiento,
junto con el sitio de Omo, ubicado un poco más al sur, eran centros adminis-
trativo-económicos de toda la región, en los cuales se almacenaban, y también
parcialmente procesaban, los excedentes de productos agrícolas destinados al
intercambio con el área madre (Pari 1998). La importancia de estos sitios de la
cultura Tiahuanaco como lugares en los que se cruzaban las rutas de contactos
comerciales y, probablemente, también políticos, queda reflejada en los hallazgos
que atestiguan la larga, o por lo menos cíclica, presencia de los representantes

Fig. 89. La reconstrucción del templo semisubterráneo de la civilización


Tiahuanaco descubierto en Omo, valle de Osmore (Goldstein 1993)
Józef Szykulski 215

de otras sociedades de la época, entre otros, de la civilización Huari (Pari 1998,


Williams, Isla 2002)122.

Fig. 90. Maqueta encontrada en las ruinas del templo


semisubterráneo en Omo (MAUCSM)

Aparte de constituir centros de gran significado económico, Chen Chen y Omo


probablemente también eran grandes (posiblemente los mayores fuera del Altiplano)
núcleos de la vida religiosa de la civilización Tiahuanaco. Las excavaciones reali-
zadas en Omo permitieron confirmar que este sitio ejercía la función de un centro
de culto religioso. Entre las estructuras arquitectónicas presentes en este conjunto
fue descubierta, entre otras, una extensa construcción de carácter ceremonial de 100
m de largo, compuesta de tres plataformas de adobe dispuestas a modo de terrazas

122 Se trata sobre todo del cementerio Chen Chen donde algunos entierros contienen inventarios,
al parecer, pertenecientes a los representantes del “pueblo” Huari.
216 Prehistoria del Perú Sur

(Goldstein 1990: 92; Moseley et al. 1991: 126, 127). En la parte central de la pla-
taforma superior se encontraba una plaza hundida cuadrangular (Fig. 89 y 90). Este
tipo de edificación sacral, la única en su genero fuera del Altiplano, constituye una
clara imitación de las construcciones sacrales “clásicas” conocidas de los grandes
centros de la civilización Tiahuanaco en su área madre (Fot. 91).

Fig. 91. Pared con cabezas clavadas del Templete Semisubterráneo de Tiahuanaco
Al fondo Calasasaya/Kalasasaya - entrada principal

2.1. Cronología y característica de los materiales

Para precisar los límites temporales de la influencia Tiahuanaco en la Costa


Extremo Sur y la diversificación de los contextos arqueológicos de este período,
es necesario vincular los materiales cerámicos del Horizonte Medio presentes en
esta zona con la secuencia de desarrollo de la cerámica elaborada para la cuenca
del lago Titicaca. A efectos de eso, hay que basarnos en la imperfecta, pero la
más a menudo empleada periodización de desarrollo de la cerámica Tiahuanaco
propuesta por Carlos Ponce Sanginés123.

123 Este investigador distinguió cinco períodos de desarrollo de la cerámica Tiahuanaco (Tiahua-
naco I-Tiahuanaco V), de los cuales Tiahuanaco IV y V coinciden con el Horizonte Medio
en el Perú y están representados por la cerámica que suele ser vinculada con la civilización
Tiahuanaco (Ponce 1972).
Józef Szykulski 217

Entre los materiales arqueológicos que demuestran las conexiones de la Costa


Extremo Sur y el norte de Chile con la civilización Tiahuanaco, se pueden distinguir
los artefactos cerámicos tipo Cabuza, Chiza y Loreto Viejo. De este grupo, sólo
Cabuza y Chiza parecen constituir una fusión de elementos locales de la tradición
formativa con la estilística Tiahuanaco. Su área de distribución abarca principal-
mente el norte de Chile. En el Perú, su presencia fue confirmada en la región cuyo
límite norte pasa por la cuenca del río Locumba.
Hasta la fecha no existe una base de datos suficiente para determinar la exacta
posición cronológica de los materiales tipo Cabuza o Chiza. Sin embargo, algunos
investigadores observan en una parte de los materiales Chiza ciertas analogías
estilísticas no sólo con el mismo Tiahuanaco, sino también con los materiales
formativos tardíos tipo Alto Ramírez conocidos de la región de Arica (Lumbreras
1974: 78). Por lo demás, se sugiere que la cerámica Alto Ramírez demuestra unas
directas conexiones con los materiales tempranos tipo Tiahuanaco III (Berenguer
1978). Si estas suposiciones fuesen comprobadas, esto significaría que la cerámica
estilo Chiza es relativamente temprana. En lo que concierne al estilo Cabuza, los
resultados de las excavaciones realizadas en el sitio San Miguel de Azapa cerca de
Arica, parecen indicar una posición cronológica similar de la cerámica en cuestión y
los materiales tipo Chiribaya-Maytas, característicos del Periodo Intermedio Tardío
(Lumbreras 1974)124. Este hecho no nos autoriza a precisar el momento de la forma-
ción del estilo Cabuza, pero indica su perduración por lo menos hasta el momento
de transición entre el Horizonte Medio y el Período Intermedio Tardío.
Un carácter diferente de este representado por los tipos Cabuza o Chiza lo
ostentan los materiales cerámicos denominados Loreto Viejo125. Este nombre,
introducido en la materia por los arqueólogos chilenos, proviene de un cemen-
terio localizado cerca de Algarrobal (el valle de Osmore-Moquegua), estudiado
todavía en los años sesenta del siglo XX por Gary Vescelius. Los resultados de su
investigación nunca fueron publicados.
Los materiales llamados Loreto Viejo son idénticos con la conocida cerámica
Tiahuanaco IV y Tiahuanaco V de la cuenca del lago Titicaca, es decir, la alfare-
ría del período clásico de desarrollo de esta civilización, el cual coincidía con el
Horizonte Medio. La misma cerámica Loreto Viejo se la ubica en el período que
oscila entre 500 y 1000 d. C. (Focacci 1969). El área de su distribución abarca
toda la zona Tiahuanaco de la Costa Extremo Sur y del norte de Chile. Debido
al estado de la investigación no se pudo definir la secuencia de desarrollo de esta

124 El estilo llamado Sobraya, a veces mencionado en la literatura del tema, parece derivarse de
la cerámica Cabuza (cf. Lumbreras 1974: 77, 78; Ravines 1982: 264).
125 Frecuentemente en la literatura dedicada a esta problemática, los materiales Loreto Viejo es-
tán erróneamente descritos como “estilo Loreto Viejo”, insinuando así una singularidad esti-
lística de estos materiales (en relación con la cerámica Tiahuanaco clásica) mayor de lo que
era en realidad (cf. Lumbreras 1974: 77; Ravines 1982: 262).
218 Prehistoria del Perú Sur

cerámica, la cual permitiría distinguir los materiales más tempranos (Tiahuanaco


IV) de los más tardíos (Tiahuanaco V). Sólo en los finales de los años ochenta del
siglo XX, Paul Goldstein, basándose en los resultados de sus estudios realizados
en la cuenca de Osmore-Moquegua, definió tres grupos estilísticos de la cerámica
que supuestamente reflejan las subsiguientes fases de desarrollo de la civilización
en esta región (Goldstein 1990, 1993; Moseley et al. 1991). Permanece abierta
la cuestión si estas conclusiones válidas para la cuenca de Osmore-Moquegua, el
único enclave al oeste de Altiplano abarcado por la directa colonización Tiahua-
naco, también pueden aplicarse a todo el territorio de la Costa Extremo Sur y el
norte de Chile126.
En la cuenca de Osmore-Moquegua, la fase cronológicamente más temprana
es denominada fase Omo. Los hallazgos de esta fase se concentran en el área del
complejo habitacional epónimo Omo (sitios M12 y M16) y en Los Cerrillos (sitio
M31). Algunos materiales dispersos aparecieron también dentro del conjunto de
Chen Chen y en el sitio multicultural de Torata Alta (Goldstein 1990: 84–90).
Los estudios realizados en Omo confirmaron que durante esta fase se habían
construido los canales de irrigación y las estructuras aglutinadas compuestas
de concentraciones de edificios multihabitacionales distribuidas alrededor de
plazas.
La cerámica de la fase Omo abarca los materiales de Tiahuanaco IV de la
periodización de Ponce Sanginés. Al lado de la poco conocida cerámica cotidiana,
representada por las vasijas con dos asas (Goldstein 1990: Fig. 7)127, existen formas
de paredes finas128 y engobe de color negro (generalmente sin decoración) o rojo,
eventualmente rojo-naranja, a veces decorados con los motivos en negro, blanco
y naranja (Fig. 92). Uno de los elementos característicos de la ornamentación
típica de la estilística Tiahuanaco, constituye la imagen del llamado “dios de la
Portada” presente también en la famosa Puerta del Sol en Tiahuanaco (Fig. 93).
Entre las formas básicas de la fase Omo aparecen keros, jarras y cuencos. Estos
materiales no difieren de los hallazgos conocidos de la cuenca del lago Titicaca,
lo que puede indicar que en su mayoría fueron importados del área madre.

126 En otras regiones las influencia Tiahuanaco, tanto las directas como las indirectas, eran sin
duda mucho más suaves. Así que hay que tomar en cuenta la posibilidad de que los artefactos
Tiahuanaco permanecían en uso (y reuso) durante mucho tiempo, especialmente en los extre-
mos del área en cuestión. En el caso de los anteriormente mencionados yacimientos de San
Pedro de Atacama los materiales Tiahuanaco se otorgaban probablemente de generación en
generación.
127 En la literatura del tema funciona la poco adecuada denominación “jarras” (Goldstein 1990:
86). La cerámica de uso cotidiano de Moquegua difiere mucho por la composición de la masa
cerámica de los hallazgos de este tipo de la cuenca del lago Titicaca, lo que parece indicar que
es el producto “nativo”, es decir, elaborado en la cuenca de Osmore-Moquegua.
128 Deliberadamente evitamos aquí las nociones “cerámica ceremonial” o “cerámica de lujo”
que a veces aparecen en la literatura. Es porque los ceramios de paredes finas de alta calidad
también aparecen en los contextos arqueológicos que claramente indican su uso cotidiano.
Józef Szykulski 219

Fig. 92. Cerámica Tiahuanaco; (A – D) fase Omo, (E – H)


fase Tumilaca; según: Goldstein 1990, Moseley et al. 1991
220 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 93. Tiahuanaco, Puerta del Sol

Paul Goldstein supone que la fase Omo de Moquegua corresponde a la etapa


tardía de la época IV de la secuencia del Tiahuanaco del Altiplano (Kolata 1983),
fechada en el período entre 375 y 750 d. C. (Kolata 1983). Los resultados de los
análisis por 14C del sitio M12 indicaron lapsos de 538–648 d. C. (Beta-36639) y
597–868 (el símbolo de la muestra desconocido; cf. Burger 1992129).
La fase que sigue a la fase Omo se denomina Chen Chen. En este tiempo los
asentamientos Tiahuanaco cubrían todo el curso medio de la cuenca de Osmore-
Moquegua. Un sitio importante (Loreto Viejo) fue además descubierto en el curso
inferior del río. Es con la fase Chen Chen con la que se vinculan la ampliación de
los sistemas de irrigación y la fundación de varios centros de carácter semiurbano.
En esta época fue también construida la anteriormente mencionada construcción
sacral de Omo (cf. Fig. 89 y 90), cuya forma arquitectónica evoca los templos
semisubterráneos, conocidos del área del Altiplano (Goldstein 1990, 1993: Fig. 7
y 9). Los mayores centros de esta fase se ubican en el yacimiento epónimo Chen

129 La calibración (95,4%) fue efectuada en base al método de Stuvier y Pearson. Sam Burger
proporciona una fecha promedio calibrada de 600+/-70 d. C. (1992: 159).
Józef Szykulski 221

Chen, en Omo (sitio M10), en Cerro Echenique (sitios M2 y M4) y en Cerro Los
Enriques (M43). Por lo demás, en toda la región del curso medio de la cuenca
se encuentran vestigios de pequeños focos de poblamiento o edificios aislados
vinculados a las respectivas áreas de cultivo. Es de destacar que, al contrario de
lo que observamos en el caso de los restos de la ocupación Huari (que probable-
mente perduró hasta la mitad del sigo IX d. C.) en el curso superior de la cuenca
de Osmore–Moquegua, los asentamientos Tiahuanaco tanto de la fase Omo como
Chen Chen no eran fortificados.

Fig. 94. Cerámica Tiahuanaco, materiales de la fase Chen Chen;


según: Goldstein 1990, Moseley et al. 1991
222 Prehistoria del Perú Sur

Los materiales cerámicos de la fase Chen Chen corresponden a la época Tiahua-


naco V de la secuencia del Altiplano. Las formas de la cerámica cotidiana siguen
siendo iguales a las conocidas de la fase Omo. En el grupo de piezas de paredes
finas podemos observar la desaparición del engobe negro, tan característico de la
alfarería de la fase anterior. No obstante, siguen en uso las formas de engobe rojo.
Sus paredes son un poco más gruesas, superficies menos cuidadosamente alisadas
y el color rojo es de tonalidad un poco más clara. Los motivos ornamentales se
caracterizan por una creciente estandarización del diseño. Al lado del motivo de
“dios de la Portada”, aparece el diseño escalonado y las representaciones de ave
muy estilizada, probablemente parihuana. Entre las formas principales de la fase
Chen Chen siempre encontramos keros y jarras. Además gran popularidad también
adquieren los cuencos campaniformes (Fig. 94)130. Paul Goldstein advierte que en
la fase Chen Chen existe una clara estandarización de las dimensiones, sobre todo,
de los keros y cuencos campaniformes. Este hecho puede indicar la introducción
de las normas de volumen (Goldstein 1990: 97).
Según se opina, la fase Chen Chen corresponde a un lapso entre 725 - 950 d.
C. (Goldstein 1993: 31). Existen varios fechados por 14C del sitio Omo 10 (M10)
y de Chen Chen (Fig. 95). Muestras de símbolos Beta-26649 y Beta-26650 extraí-
das de las estructuras habitacionales en Omo indicaron intervalos de 776-961 d.
C. (valor promedio: 883 d. C.) y 880-986 (valor promedio: 897 d. C.) (Stanish
1989)131. La muestra Beta-39679 obtenida del templo semisubterráneo dio resultado
de 789–954 d. C. (valor promedio: 886 d. C.)132 (Goldstein 1993: 34). Todas estas
fechas caben en el período de tiempo postulado para la fase Chen Chen. Respecto
a las dataciones de muestras recuperadas en 1965 por H. Disselhoff del cemente-
rio de Chen Chen, designadas como Hv-1076 y Hv-1077, éstas indicaron lapsos
de 883–1165 y 1006–1242 d. C. (Geyh 1967)133, es decir, el período que hay que
vincularlo con la fase posterior a la Chen Chen llamada Tumilaca.
La fase Tumilaca, la última de la secuencia de desarrollo de Tiahuanaco en la
cuenca de Osmore-Moquegua, está representada por los materiales que reflejan el
declive de esta civilización. Debido a su posición cronológica más tardía y las dife-

130 En la relación de Guillermo Lumbreras también se menciona la cerámica estilo Chenchén, co-
nocida de la necrópolis de Chen Chen, que probablemente no está estilísticamente relacionada
con los materiales Tiahuanaco (Lumbreras 1974: 78). Desgraciadamente, durante la verifica-
ción de los materiales de la colección de los museos de Ilo y Arequipa, realizada en el marco
del Proyecto Churajón en 1994, no se registraron ninguno de los hallazgos mencionados por
Lumbreras.
131 La calibración fue realizada con el CALIB radiocarbon calibration program, University of
Washington. En base al método de calibración de Stuvier y Pearson se obtuvieron fechas que
abarcan períodos de 753-1006 d. C. y 790-1016 d. C.
132 CALIB radiocarbon calibration program, University of Washington.
133 La calibración fue hecha en base al método de Stuvier y Pearson (Ziółkowski et al. 1994:
310).
Józef Szykulski 223

Fig. 95. Las fechas 14C para el horizonte medio de la Costa Extremo Sur; X1 – X3
sín referencias sobre el número del laboratorio
224 Prehistoria del Perú Sur

rencias estilísticas observables en la cerámica de este período, en la periodización


de esta alfarería se introdujo el concepto de la cerámica Tiahuanaco VI (Goldstein
1985, 1990) que amplía el esquema propuesto por Ponce Sanginés. Se supone
que esta fase abarca un relativamente corto lapso de 950 - 1050 d.C. (Goldstein
1993: 42) que corresponde al fin de la época Tiahuanaco V de la cuenca del lago
Titicaca (Tiahuanaco V: 750–1100 d. C.). Es probablemente con este período con
el que hay que relacionar las dataciones radiocarbónicas de Loreto Viejo. Las
muestras designadas como Hv-1081 y Hv-1091 extraídas en 1965 por H. Diselhoff
de estratos con materiales Tiahuanaco, indicaron un lapso de tiempo muy tardío en
el contexto de la secuencia de desarrollo de la civilización Tiahuanaco, que abarca
ya los inicios del Período Intermedio Tardío (Geyh 1967)134.
Contrariamente a lo que observamos en los períodos anteriores, la cerámica de
la fase Tumilaca demuestra una gran variedad tanto en la calidad de acabado, como
en la tecnología de cocción y la ornamentación. Así que tiene lugar una evidente
regionalización de la producción. Los ceramios de “estándar Tiahuanaco” son
mucho menos frecuentes, lo que hay que vincular con la ruptura, o por lo menos
la disminución, de los contactos directos con el área madre. En la cerámica de la
tradición Tiahuanaco observamos la continuación de los motivos ornamentales
básicos conocidos de la fase Chen Chen, como diseños escalonados, estilizadas
imágenes de aves (¿parihuanas?) y simplificadas figuras zoomorfas (cf. Fig. 92).
Es llamativa la ausencia del motivo de “dios de la Portada”, muy difundido
en la alfarería de la fase Omo y Chen Chen (Goldstein 1990). Siempre apare-
cen los keros, jarras y cuencos campaniformes con engobe. Es probablemente en
esta fase cuando se popularizan los keros en forma denominada como Coca-cola
glass (Moseley et al. 1991: Fig. 11; Fig. 92). Esta forma se repite también en los
cronológicamente posteriores inventarios cerámicos de las culturas del Período
Intermedio Tardío de la Costa Extremo Sur.
Contrariamente a lo que observamos en las fases Omo y Chen Chen, en la
fase Tumilaca los asentamientos se localizan también en los sitios de naturaleza
defensiva (María Cupina; sitio M9), a menudo a cierta distancia de los fértiles
terrenos de cultivo ubicados en los amplios segmentos del valle. Además, faltan
evidencias de la existencia en este período de la arquitectura monumental típica
de los centros de culto, pero emergen los centros fortificados, como el sitio epó-
nimo en Tumilaca (U4). Este nuevo patrón de poblamiento parece reflejar el caos
político de esta época, vinculada con el colapso de los centros del Altiplano. Esta
inseguridad política está documentada también por la aparición en la cuenca de
Osmore-Moquegua, probablemente ya durante la fase Tumilaca, de nuevos grupos
provenientes de la región del Titicaca.

134 1171-1317 d. C. (Hv-1081) y 959-1223 d. C. (Hv-1091); cf. Ziółkowski et al. 1994: 311,
312).
Józef Szykulski 225

Lo que llama la atención es el hecho de que en los inventario de la fase Tumi-


laca de los sitios Yaral y María Cupina, tanto en la tecnología de producción como
en la ornamentación de algunos ejemplares, aparecen elementos que reflejan cam-
bios relacionados con la transición a la cerámica tipo Chiribaya – estilo cerámico
que caracteriza los materiales arqueológicos del Período Intermedio Tardío de la
parte sur de la Costa Extremo Sur (Goldstein 1990: 99).
226 Prehistoria del Perú Sur

CAPÍTULO VIII
Desarrollo cultural del Período Intermedio Tardío

El colapso de las civilizaciones Huari y Tiahuanaco, que demarca el principio


del Período Intermedio Tardío en todo el territorio del Perú, representa uno de
los momentos más decisivos en la prehistoria del extremo sur peruano. El espe-
cífico conglomerado cultural, conformado entre Chala y Arica en esta época, es
precisamente lo que en la arqueología del Perú suele ser identificado con la Costa
Extremo Sur.
Su formación en gran medida estuvo vinculada a la llegada de nuevos y bas-
tante numerosos grupos de población. La existencia del fenómeno de una migración
intensiva, ya al principio de Período Intermedio Tardío o aun en la fase final del
Horizonte Medio, queda confirmada por la aparición en algunas regiones de la
Costa Extremo Sur –hasta el momento escasamente habitadas y urbanizadas– de
nuevas e indudablemente grandes masas de pobladores. Estos grupos crearon
nuevos centros de asentamiento dentro de los cuales se pueden observar materiales
arqueológicos muy específicos, de tradición Tiahuanaco, como también vestigios
que confirman la introducción de un nuevo, hasta entonces desconocido, sistema
de andenería conectado a una red de canales de irrigación.
El fenómeno de este tipo es especialmente bien visible en la cuenca del río
Tambo (probablemente poco poblada en el Horizonte Medio), entre otros, en la
región de Churajón, en el valle del río Chili y en el valle del río Colca que constituía
la principal área de asentamiento del pueblo, conocido también de las posteriores
relaciones históricas, llamado Collagua cuyas sedes se ubicaban originariamente
en la cuenca del lago Titicaca (Pease 1977). La aparición de absolutamente nuevos
materiales pudo ser observada también en el curso superior de la cuenca Osmore-
Moquegua (Bawden 1990, Stanish 1990a).
El análisis de los vestigios arqueológicos del Período Intermedio Tardío per-
mite distinguir dentro de la Costa Extremo Sur tres grandes regiones geográfico-
culturales cuyos límites coinciden con las zonas de distribución de los estilos
cerámicos Chuquibamba, Chiribaya y Churajón. En sus extremos se desarrollaban
hasta la fecha poco conocidas culturas locales cuyos materiales demuestran varios
grados de parentesco tanto con Churajón, Chiribaya o Chuquibamba como con las
culturas del Altiplano peruano-boliviano y de la costa norte de Chile (Fig. 96).
Józef Szykulski 227

Fig. 96. Andes Centrales en el período intermedio tardío: 1- Lambayeque; 2- Chimú;


3- Chancay; 4- Ica-Chincha; 5- Chuquibamba; 6- Churajón; 7-San Miguel (Arica I);
8- Chiribaya; 9- Maytas; 10- Chachapoyas; 11- Cajamarca; 12- Huaylas;
13- Conchucos; 14- Huamanchuco; 15- Chinchaycocha; 16- Tarma/Tarama;
17- Huanca; 18- Chancas; 19- Kichua (Inca); 20- Canas; 21- Colla;
22- Lupaca/Lupaqa; 23- Pucarani; 24- Pacajes; 25- Omasuyos; 26- Estuquiña

En la zona noroeste de la Costa Extremo Sur, al lado de las influencias del


área del Altiplano, también se observan en esta zona los tradicionalmente fuertes
influjos culturales de la región de la Costa Sur peruana, principalmente de los
terrenos comprendidos entre Paracas, Nasca y Acarí.
228 Prehistoria del Perú Sur

1. Chiribaya

El estilo Chiribaya fue definido por Humberto Ghersi en los años cincuenta del
siglo XX a base de las excavaciones efectuadas en el sitio epónimo localizado
cerca del puerto de Ilo (Ghersi 1956).
Su área matriz parece ubicarse en el valle Osmore-Moquegua, incluyendo
sus extremos, y la zona de distribución cubre todos los terrenos ubicados al sur de
este valle, abarcando también las áreas del norte de Chile, alrededor de la ciudad
de Arica (Dauelsberg 1960, Flores 1969, Lumbreras 1974). Al norte de la cuenca
Osmore-Moquegua, los materiales Chiribaya aparecen en la parte baja del valle
del río Tambo, donde se encuentran grandes cementerios de esta cultura (El Pino,
desembocadura de la Quebrada Huayrondo).
Algunos ejemplares de la cerámica Chiribaya fueron registrados también den-
tro del conjunto arqueológico de Churajón (cf. Fig. 27) y en el sitio de Challapampa
en el área de la ciudad de Arequipa (Huanqui Hurtado 1970: lám. 18). Por lo demás,
la existencia de los materiales Chiribaya fue confirmada en la región circundante al
poblado de Puquina, ubicada al norte de Churajón. Las prospecciones arqueológicas
realizadas en esta zona en los años noventa del siglo XX por la Universidad Católica
Santa María de Arequipa permitieron corroborar la presencia de esta cerámica,
pero no proporcionaron ninguna información acerca de los contextos culturales
de su aparición. Es de mencionar que los resultados de esta investigación llevada
a cabo en la región de Puquina nunca fueron publicados.
La cerámica Chiribaya, debido a la tecnología de su elaboración y la orna-
mentación de superficie, puede ser descrita como la más “Tiahuanaco” de todas las
conocidas de la Costa Extremo Sur. Se caracteriza por: cocción perfecta, cuidadoso
pulimento de superficie (equivalente al de los ceramios Tiahuanaco) y específicos
diseños geométricos pintados con los colores blanco, negro, naranja y rojo, empa-
rentados con la estilística Tiahuanaco tardío (Fig. 97 y 98). Asimismo un muy alto
nivel tecnológico y artístico presentan la confección de textiles, el tallado en madera
y la orfebrería (Fig. 99).
Los cementerios fueron construidos en sitios elevados. La forma más común
del entierro fue la de pozo de planta circular. A veces sus bordes fueron reforza-
dos por un anillo de piedras sobre el cual se apoyaban las lajas que sellaban la
tumba. Gracias a las condiciones micro-climáticas de la región (la parte norte de
Atacama) dentro de la mayoría de las tumbas se conservaron los fardos funerarios
con momias (Fig. 100).
Contrariamente a lo que opinan algunos investigadores, el material Chiribaya
no demuestra ninguna analogía directa con los estilos cerámicos que se desarro-
llaron en el Altiplano después de la caída de la civilización Tiahuanaco. Hay que
rechazar fuertemente las sugestiones acerca de las relaciones de la cultura Chiribaya
con las evidencias tipo Mollo, Allita Amaya y Churajón (Lumbreras 1974). Las
Józef Szykulski 229

Fig. 97. Cerámica Chiribaya del valle del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológico
230 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 98. Cerámica Chiribaya, Centro Mallqui, Algarrobal

innegables similitudes observables en los materiales de estas culturas resultan del


mero hecho de que todas ellas surgieron de un solo estrato cultural constituido por
Tiahuanaco tardío. No obstante, en el caso de las culturas Mollo, Allita Amaya y
Churajón se trataba de Tiahuanaco del área del Altiplano, y la cultura Chiribaya se
formó a base de la tardía tradición Tiahuanaco de la cuenca de Osmore-Moquegua.
Por eso hay que tratarla como un estilo cerámico “nativo”, desarrollado en la parte
meridional de la Costa Extremo Sur.
La aparición del estilo Chiribaya probablemente coincide con el final del
Horizonte Medio. Tal suposición viene respaldada por la coexistencia de los mate-
riales Chiribaya con los vestigios del Horizonte Medio tipo Cabuza documentada,
entre otros, en el sitio San Miguel de Azapa, al norte de Chile (Lumbreras 1974:
77, 78).
Un rasgo distintivo del área cultural Chiribaya lo constituye una menor homo-
geneidad en los materiales que la observada en las áreas Chuquibamba y Churajón.
Se puede ver claramente que existen aquí numerosas y variadas evidencias cultu-
rales que forman enclaves o coexisten en los mismos contextos con los materiales
Chiribaya.
Dejando de lado las relativamente primitivas sociedades de pescadores-reco-
lectores que ocupaban algunas regiones de la costa, hay que destacar aquí sobre
todo la presencia de la cerámica tipo Maytas y San Miguel (Arica I), así como los
Józef Szykulski 231

Fig. 99. Chiribaya; Artefactos de metales y madera


(Museo Arqueológico de Chiribaya, Arequipa)
232 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 100. Momia Chiribaya; Proyecto Tambo (2009)

cronológicamente mucho más posteriores inventarios Gentilar/Arica II135 (Bird


1946).
Los materiales Maytas se los define a veces como característicos de la parte sur
del complejo cultural denominado con un nombre común como Chiribaya-Maytas
(Dauelsberg 1960, Lumbreras 1974). Sin embargo, un análisis detallado de los
inventarios demuestra claramente que estos eran dos distintas culturas arqueoló-
gicas de un estrato genético común (Fig. 101). La cerámica Maytas se desarrolló
probablemente ya al final del Horizonte Medio en los terrenos del norte de Chile y,
al contrario de la cerámica Chiribaya, parece demostrar algunas analogías estilísti-
cas con los materiales post-Tiahuanaco del área del Altiplano (Mollo, Allita Amaya)

135 El periodo de desarrollo de Arica I se sitúa entre 1050 y 1350 d. C. (Mostny 1971: 9). Y la
cronológicamente posterior Arica II coincide con el final del Periodo Intermedio Tardío, así
como la época del Horizonte Tardío.
Józef Szykulski 233

y del noroeste de Argentina (Quebrada de Humahuaca). Su zona de distribución


abarca al norte los terrenos hasta el río Locumba, aunque algunos hallazgos sin-
gulares aparecen también en el curso medio de la cuenca de Osmore-Moquegua.
Un área de distribución parecida la alcanza la cerámica San Miguel que también
está genéticamente vinculada con el norte de Chile, pese a que algunos ejemplares
singulares también se documentaron mucho más lejos al norte, en la desembocadura
del río Tambo, en la Provincia de Islay (Linares Málaga 1990: 395).

Fig. 101. Cerámica Maytas (A), Churajón (B) y San Miguel / Arica I (C, D)
del valle del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológico
234 Prehistoria del Perú Sur

En lo que concierne la cerámica Gentilar, los materiales de este tipo en los


contextos arqueológicos cerrados hasta la fecha solamente fueron detectados en las
regiones fronterizas, cerca de la ciudad de Tacna (Flores 1960, 1969). La presencia
de los vestigios San Miguel/Arica I en la Costa Extremo Sur debemos vincularlas
más bien con el período final de la producción de la cerámica Chiribaya, y la cerá-
mica Gentilar apareció ya tras su desaparición, probablemente, entre el Período
Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío o al principio de Horizonte Tardío.
En el área cultural Chiribaya también se registraron numerosos materiales
Colla/Kollau y Churajón. La cerámica Kollau, que debe ser identificada con el
pueblo Colla de las orillas del lago Titicaca (Tschopik 1946), en los contextos
arqueológicos cerrados fue documentada en Caplina, al noreste de Tacna (Flores
1969), así como también en la cuenca del río Osmore-Moquegua (Stanish 1989, van
Buren 1996, Bürgi 1991). Por lo demás, se la puede encontrar también en la zona
fronteriza de Chile en Azapa, cerca de Arica (Dauelsberg 1960). Las secuencias
estratigráficas de varios sitios sugieren que estos materiales pertenecen al Período
Intermedio Tardío, no obstante, parece que hay que vincularlos más bien con la
fase tardía o aun final de este período. Posiblemente, la cerámica Kollau siguió
siendo producida, o por lo menos usada, en esta región todavía en los finales del
Horizonte Tardío o aun los inicios de la Época Colonial.
Respecto a los materiales Churajón en la zona Chiribaya, son particularmente
numerosos en la cuenca del río Osmore-Moquegua, es decir, la región adyacente al
área cultural Churajón. Se pueden encontrar en forma de inventarios arqueológicos
cerrados y como hallazgos individuales dentro de los contextos culturales Chiri-
baya. Menos frecuentemente se registran también dentro de los valles ubicados
más al sur de Moquegua. Esto indica que las influencias de la cultura Churajón en
las áreas meridionales de la Costa Extremo Sur eran comparativamente fuertes.
Es preciso rechazar fuertemente las opiniones según las cuales el material arqueo-
lógico encontrado en estos terrenos debe estar vinculado no tanto con la cultura
Churajón, sino más bien con la boliviana cultura Mollo (Lumbreras 1974).
El análisis tipológico de los materiales Mollo y Churajón, realizado en el
marco del Proyecto Churajón, permite distinguir sin dificultades entre los dos
tipos de cerámica (cf. Capítulo VIII.4). Sus resultados indican claramente que
los hallazgos de Moquegua y de los valles que se extienden al sur de cuenca de
Osmore-Moquegua hay que incluirlos en los inventarios cerámicos de la cultura
Churajón.

2. Chuquibamba

Chuquibamba como un específico estilo cerámico de tradición post-Tiahuanaco,


característico de la parte septentrional de la Costa Extremo Sur, fue definido por
Józef Szykulski 235

primera vez por Alfred Kroeber en base al estudio de las colecciones museales
que se encontraban en Arequipa (Kroeber 1944). El mismo nombre proviene de
la ciudad de Chuquibamba, capital de la Provincia de Condesuyos.
El área madre de la cerámica designada con el nombre Chuquibamba la cons-
tituye probablemente la cuenca de Colca-Majes, pero la zona cerrada de su dis-
tribución también abarca una gran parte de la cuenca del río Ocoña, así como el
valle del río Siguas. Algunos hallazgos singulares se registraron también en los
sitios arqueológicos de la cultura Churajón ubicados dentro de los límites de la
ciudad de Arequipa: necrópolis de Challapampa (Huanqui Hurtado 1970) y Colegio
Nacional de la Independencia Americana (Belan 1974).
No obstante, es preciso subrayar la escasa cantidad tanto de los materiales Chu-
quibamba encontrados en el área cultural Churajón como de la cerámica Churajón
registrada en el territorio Chuquibamba. La única excepción la constituye el valle
del río Siguas – la zona de contacto de los dos tipos de cerámica; pero también aquí
se pudo observar una clara división entre los sitios con materiales Chuquibamba y
los de inventarios Churajón. Es posible que tal situación resulte de la existencia de
algún tipo de “límite cultural” entre estas dos áreas, el cual todavía en el Horizonte
Medio dividía la Costa Extremo Sur en las zonas de expansión Huari y Tiahuanaco.
La consolidación de esta segmentación en el Período Intermedio Tardío pudo ser
resultado de la llegada de las oleadas migratorias de diferente proveniencia étnica
y, tal vez, también geográfica. Esto explicaría las diferencias entre los contextos
culturales de los territorios Chuquibamba y Churajón.
Caracterizando los materiales Chuquibamba (Fig. 102) hay que constatar que,
al igual como en el caso de la anteriormente descrita cerámica Chiribaya, hasta
la fecha no ha sido elaborada ninguna tipología de las formas básicas. La única
clasificación de los materiales Chuquibamba fue propuesta por Máximo Neira
Avendaño quién distinguió entre la cerámica de diseños multicolores (tricolores),
denominada como Chuquibamba policromo136 y los ceramios de ornamentación
bicolor (dibujos en negro sobre fondo rojo), nombrados Chuquibamba negro sobre
rojo (Neira 1990: 136-139). Por supuesto, sería difícil aceptar como definitiva esta
simplificada división de la cerámica cuya zona de distribución abarcaba un área
de más de 20 mil kilómetros cuadrados. No obstante, en el caso de Chuquibamba
policromo, debido a su sofisticado acabado y repertorio de motivos ornamenta-
les, podemos observar claras analogías estilísticas con la tradición Huari, cuyos
mayores centros de poblamiento se ubicaban justamente en la cuenca del río

136 La cerámica Chuquibamba policromo se caracteriza por la ornamentación en colores rojo-


guinda, negro y blanco generalmente sobre fondo rojo, no obstante, su rasgo distintivo parece
radicar no tanto en la gama de colores sino más bien en los motivos de ornamentación bien
específicos.
236 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 102. Cerámica Chuquibamba


Józef Szykulski 237

Majes137. Entretanto, en la cerámica Chuquibamba negro sobre rojo, al lado de las


influencias estilísticas Huari que se expresaban, entre otros, en la presencia del
motivo de estrella de ocho puntas, se observaron también algunas analogías con
los estilos cerámicos desarrollados tras la caída de la civilización Tiahuanaco en
la región del Altiplano. Al mismo tiempo hay que llamar la atención al hecho de
que el área de distribución de la cerámica Chuquibamba negro sobre rojo parece
ser mucho más extensa que la de Chuquibamba policromo. Se la encuentra común-
mente, entre otros, dentro de los valles de Colca y Ocoña donde Chuquibamba
policromo aparece muy raramente.
La génesis de la cerámica Chuquibamba constituye una cuestión bastante con-
trovertida. Generalmente se supone que fue resultado de la fusión de los elementos
extranjeros con el sustrato cultural local de Huari tardío, representado sobre todo por
el llamado estilo Ccoscopa/Qoscopa (Lumbreras 1983, García Márquez, Bustamante
Montoro 1990). No obstante, sin excluir la mera posibilidad de la contribución de
Ccoscopa/Qoscopa al desarrollo del estilo Chuquibamba, hay que subrayar que
Ccoscopa/Qoscopa es solamente un fenómeno local cuyo alcance parece limitarse
principalmente a la cuenca del Majes. Así que, el área de su distribución en gran
parte corresponde a la zona principal de difusión de la cerámica Chuquibamba poli-
cromo. Asimismo, suponiendo una pertenencia cultural común de ambas variantes
de la cerámica Chuquibamba distinguidas por Neira, deberíamos más bien admitir
que Chuquibamba negro sobre rojo es el típico material de la cultura Chuquibamba.
Entonces, la cerámica Chuquibamba policromo, más sofisticada en su forma y
ornamentación, representaría sólo una variante estilística en la cual se manifestaron
mucho más claramente las influencias de la tradición cultural Huari, mucho más
fuertes dentro la cuenca del Majes que fuera de ella. Parece muy probable que en
algunos centros de la cuenca del Majes la cerámica de estilística Huari seguía siendo
producida todavía en principios del Período Intermedio Tardío.
Debido a su carácter mucho más refinado, los ceramios tipo Chuquibamba
policromo podían convertirse con el tiempo en objetos de intercambio comercial,
así como también en modelos para imitaciones de varios tipos. Esto podría explicar
la dispersa naturaleza de la distribución de esta cerámica fuera del área madre, es
decir, la cuenca del Majes.
Continuando las reflexiones sobre la génesis del estilo Chuquibamba, hay
que constatar que fue la oleada migratoria proveniente de la cuenca del lago Titi-
caca la que constituyó el elemento principal extranjero determinante de su evolu-

137 Hay que rechazar las opiniones de algunos investigadores (Neira 1990; Kroeber 1944) que
sugieren la existencia de unas analogías estilísticas directas entre Chuquibamba (en su variante
Policromo) y la cultura Nasca. Sin negar la existencia de ciertas coincidencias entre algunos
motivos ornamentales presentes en la cerámica Chuquibamba y los materiales Nasca, podemos
reconocer este hecho como atributo de la estilística Huari de la Costa Extremo Sur, en gran
parte basada en la tradición Nasca.
238 Prehistoria del Perú Sur

ción. El componente sustancial, si no el único, de esta oleada fueron los pueblos


aymará-hablantes de los cuales provienen los históricos Collaguas y otros grupos
emparentados con ellos138. Hay que recordar que los Collaguas, tanto durante la
dominación incaica como en los inicios de la Época Colonial, siempre habita-
ban amplios territorios de la Costa Extremo Sur guardando carácter de población
aglutinada con costumbres y cultura material distintas, así como también con una
jerarquía social rigurosamente establecida (cf. Garcí Diez de San Miguel 1964;
Garcilaso 2000; Cobo 1653; Galdos 1990). Se trata sobre todo del área que en su
mayoría corresponde a la zona de difusión de la cerámica Chuquibamba que en
su forma característica perduró también toda la época del dominio incaico para
desaparecer completamente en los inicios de la Época Colonial.
Al parecer, la mayoría de los investigadores acepta la existencia de esta rela-
ción entre el pueblo Collagua y la cerámica Chuquibamba. No obstante, oponién-
donos a ciertas opiniones, tenemos que subrayar que los materiales Chuquibamba
no pueden, bajo ninguna condición, ser identificados con los históricos Collaguas
que habitaban la Costa Extremo Sur al final de la Época Precolombina139. Es
porque parece muy poco probable que la oleada migratoria que al principio del
Período Intermedio Tardío salió de la cuenca del lago Titicaca correspondiese a las
divisiones nacionales (o sea estatales) registradas en esta región por los primeros
cronistas coloniales. Hay que suponer que los materiales estilo Chuquibamba eran
producidos también en el Período Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío por
otros habitantes de las cuencas de Colca-Majes, Ocoña y del valle del Siguas. Gran
parte de estos pueblos, gracias a las relaciones históricas muy a menudo conocidos
también por sus nombres, eran emparentados con los Collaguas. Sin embargo, esto
no nos autoriza a poner el signo de igualdad entre el pueblo/los pueblos Collaguas
y la cerámica de estilística Chuquibamba.
Por lo demás, hay que recordar que los aglutinados grupos de población que
se denominaban o fueron denominados como los Collaguas habitaban también al
principio de la Época Colonial las regiones como el valle de Chili o Acarí donde
la cerámica Chuquibamba no aparece. Aun suponiendo que, por lo menos en una
parte, estos eran los mitmaqs140 asentados allí por los incas, parece poco probable
que en tan corto tiempo hubieran dejado de producir esta cerámica aparentemente
tan característica de ellos.

138 Podemos suponer aquí que la oleada migratoria de aquella época se componía de los pueblos
aymará de los cuales ya en el territorio de la Costa Extremo Sur evolucionaron varias “nacio-
nes” conocidas de las fuentes históricas.
139 El autor de la única clasificación de la cerámica Chuquibamba en su trabajo distingue entre
los materiales Chuquibamba y Collagua (Neira 1990: 159-161). Sin embargo, un análisis más
detallado permite llegar a las conclusiones de que estos últimos en gran parte corresponden a
la distinguida por la misma cerámica Chuquibamba Negro Sobre Rojo.
140 Mitmaq (quechua) – extranjero, foráneo. Con el nombre de mitmaqs se designaban los grupos
asentados por los incas lejos de sus regiones de procedencia.
Józef Szykulski 239

Entonces, hay que aceptar el hecho de que –aun si la génesis de la cerámica


Chuquibamba podemos vincularla con los determinados procesos sociales que
se desenvolvieron en la zona entre la Costa Extremo Sur y el Altiplano–, su pro-
ducción/utilización posterior no puede, bajo ninguna condición, ser directamente
relacionada con ningún pueblo histórico concreto de la Costa Extremo Sur. Asi-
mismo, se trata de un fenómeno cuya área de distribución está bien definida pero
no refleja las divisiones étnicas.

3. Churajón

Lo materiales culturales Churajón representan un grupo de evidencias que des-


pertaron el mayor interés de los investigadores de la problemática del Período
Intermedio Tardío. Esto resulta del hecho que la estilística y las formas de la
cerámica Churajón demuestran –al lado de algunas analogías con los materiales
Chiribaya y Chuquibamba de la Costa Extremo Sur– una “física” relación con las
evidencias culturales del Período Intermedio Tardío de la cuenca del lago Titi-
caca. Se trata sobre todo del muy a menudo discutido fenómeno de la existencia
de varias coincidencias estilísticas entre la cerámica Churajón y la alfarería de la
cultura Mollo de Bolivia y las eventuales conexiones de ambas con los hallazgos
tipo Allita Amaya de la región de la ciudad de Puno (cf. Tschopik 1946; Ponce
Sanginés 1957; Arellano 1978; Lumbreras 1974).
Los resultados de las investigaciones realizadas hasta la fecha permiten determi-
nar con una relativa exactitud el área de la aglutinada distribución de los materiales
Churajón. Esta zona abarca la cuenca del río Tambo hasta la costa del Pacífico, así
como también todo el valle del río Chili (la región de la ciudad de Arequipa) con el
valle del Vítor que es su prolongación. Los vestigios Churajón también aparecen,
con una densidad mucho menor, en el valle del río Siguas que, como ya lo hemos
señalado, constituye el límite entre las áreas Churajón y Chuquibamba y en el cual
se documentaron los yacimientos de ambas culturas. Por lo demás, los sitios con
materiales Churajón fueron registrados en las regiones ubicadas mucho más al sur,
principalmente, en los valles de los ríos Osmore-Moquegua y Locumba, es decir,
en la zona de difusión de las evidencias culturales Chiribaya. Esporádicamente,
se encontraron también en la región fronteriza chileno-peruana. Lo que llama la
atención es que no se detectaron alrededor de la laguna Salinas que por estar situada
sobre el borde noroeste de la cuenca del río Tambo constituye una natural “puerta
de salida” de la región de Churajón en dirección al Altiplano peruano-boliviano,
es decir, el área madre de la cultura Mollo141.

141 Por supuesto, es posible invocar el insuficiente estado de investigación. Sin embargo, tanto
las prospecciones realizadas en el marco del Proyecto Churajón (Szykulski, Andrade Sonco
240 Prehistoria del Perú Sur

Es preciso recordar que Alfred Kroeber, al definir la cerámica Churajón en los


años cuarenta del siglo XX, no emprendió la tarea de realizar un análisis detallado
que pudiera servir de base para la creación de la tipología y la determinación de
las fases de desarrollo. Esto se debió a que el investigador disponía sólo de una
colección relativamente pequeña, así como también al pobre reconocimiento de los
estilos cerámicos de la Costa Extremo Sur en aquella época. Basta con mencionar
que el mismo Kroeber erróneamente clasificó algunos materiales Chiribaya y Arica
como cerámica Churajón (Kroeber 1944: lám. 1D).
Sin contar la muy idealista secuencia de desarrollo de algunas formas princi-
pales, creada por el descubridor de Churajón, Monseñor Bernedo Malaga (1949:
XXXI), hasta la fecha seguía en uso la clasificación estilística de la cerámica
Churajón propuesta por Máximo Neira Avendaño en los años sesenta del siglo
XX (Neira 1966). Neira distinguió seis grupos, denominados: Churajón sencillo,
Churajón engobado, Churajón bicromo, Churajón policromo, Churajón modelado y
Tres Cruces policromo142. El punto débil de esta propuesta lo constituye la falta de
criterios homogéneos de definición de cada uno de los grupos143. Además no exis-
ten algunas premisas, que permitiesen reconocer que esta clasificación expresa las
diferencias tipológicas, temporales o espaciales entre los grupos distinguidos.
Las investigaciones arqueológicas intensivas realizadas durante los últimos
años permitieron ampliar significativamente la base de datos sobre el fenómeno
Churajón. Las excavaciones efectuadas no sólo proporcionaron una gran cantidad
de materiales cerámicos, sino también revelaron secuencias estratigráficas mucho
más fidedignas que las anteriormente descubiertas144. Esto permite elaborar una
clasificación tipológica de la cerámica Churajón (Fig. 103 y 104) mucho más
precisa, así como también definir las fases de desarrollo y demarcar sus límites
temporales.

1998) como los trabajos anteriores (en su mayoría no publicados) llevados a cabo en el área de
la laguna Salinas y los terrenos vecinos, no proporcionaron ninguna evidencia, de la presencia
de la cerámica Churajón.
142 El distinguido por Neira grupo estilístico Tres Cruces policromo, caracterizado por la pre-
sencia de específicos motivos ornamentales presentes sobre todo en la cerámica del sitio Tres
Cruces, no aparece en las publicaciones posteriores del autor (cf. Neira 1966, 1998).
143 En el caso de Churajón engobado, Churajón bicromo, Churajón policromo el color es el rasgo
distintivo principal. En el grupo Tres Cruces policromo, son las formas de ornamentación las
que constituyen el criterio de definición. Mientras tanto, el Churajón engobado fue distingui-
do en base a la tecnología de acabado de la superficie.
144 Durante los últimos años tanto dentro de la misma ciudad de Arequipa como en sus alrede-
dores se realizaron varias excavaciones arqueológicas que, sobre todo en el caso de los sitios
Challapampa, Casa-Patak, Tres Cruces, César Vallejo y Campus de la Universidad Católica
Santa María, proporcionaron una gran cantidad de materiales arqueológicos. Al aumento de
la base de datos contribuyeron también las excavaciones realizadas en el marco del Proyecto
Churajón por la Universidad Católica Santa María dentro del conjunto de Churajón y en las
áreas vecinas.
Józef Szykulski 241

3.1. Tipología de la cerámica Churajón

Elaborando la siguiente clasificación tipológica de la cerámica Churajón nos


basamos en un lúcido esquema grupo – tipo – variante – subvariante. Es decir,
dentro de cada grupo (p. ej., cuencos, copas, ánforas), distinguimos tipos que a
su vez abarcan variantes. Entre las variantes todavía se diferencian subvariantes.
No obstante, es preciso observar que entre los materiales analizados también
aparecen ejemplares cuyas características permiten clasificarlos como formas
intermedias entre algunos tipos o variantes. Por lo demás, también hay un gran
grupo de ceramios con elementos atípicos dentro de los inventarios Churajón.
Estos hallazgos, debido a su ornamentación o materiales asociados a ellos, con
gran dosis de probabilidad pueden ser interpretados como componentes de los
inventarios cerámicos Churajón o por lo menos como contempéranos con la
cerámica en cuestión.
Entre los materiales cerámicos denominados Churajón pueden distinguirse
varios grupos básicos. El primer lugar en la lista de tipología lo ocupan las formas
más simples desde el punto de vista de la tecnología de su manufactura, es decir,
los cuencos.

Grupo I. Cuencos
Tipo I.1. Cuencos globulares
Se caracterizan por una base ancha, relativamente plana y un cuerpo esférico,
a veces ligeramente perfilado. Su labio es poco pronunciado. En la mayoría de los
casos sólo se observa que esta parte tiene forma redondeada con un engrosamiento
ligero (a veces poco perceptible).
Se pueden distinguir tres variantes principales:
I.1.1 – El cuerpo alcanza grandemente hasta la mitad de la esfera. El diáme-
tro máximo se encuentra en la boca del ceramio. Algunos ejemplares tienen dos
apéndices cortos fijados en los bordes opuestos, de carácter tanto decorativo como
funcional – facilitan el agarre de las piezas.
I.1.2 – El cuerpo ligeramente sobrepasa la mitad de la esfera, así que el diá-
metro máximo está ubicado un poco más debajo de la boca. La mayoría de los
ejemplares posee, en el borde o más abajo, apéndices, protuberancias tubulares o
rollitos perforados; también aparecen otros adornos específicos (cf. Fig. 143E).
Estos elementos plásticos están dispuestos opuesta- o asimétricamente. Algunas
piezas tienen pequeñas asas arqueadas (subvariante I.1.2b; cf. Fig. 149E). La
variante I.1.2 abarca la mayor parte del material cerámico tipo I.1.
I.1.3 – El cuerpo sobrepasa 2/3 de la esfera por lo cual el labio está fuerte-
mente inclinado hacia dentro (cf. Fig. 151C). Al igual que en las piezas de la
variante I.1.2, en el borde o más abajo aparecen apéndices o rollitos verticales,
muy a menudo perforados. Se pueden distinguir la subvariante I.1.3a, de cuerpo
242 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 103. Tipología de la cerámica Churajón (cuencos, vasos, tazas, anforas)


Józef Szykulski 243

Fig. 104. Tipología de la cerámica Churajón (vasijas, jarras,


formas modeladas y con dobles cuellos)
244 Prehistoria del Perú Sur

globular, y la subvariante I.1.3b, con cuerpo ligeramente perfilado a la altura del


diámetro máximo.
Entre los cuencos tipo I.1 encontramos algunos ejemplares de superficie natu-
ral, sin embargo la mayoría de los ceramios de este grupo están pintados de rojo
o rojo-naranja al exterior y en la parte superior de la pared interior. Muy esporá-
dicamente aparece el engobe rojo. Una parte de cuencos lleva decoración pintada
en color negro con motivos punteados, líneas horizontales, arcos dobles tendidos,
así como también líneas onduladas entrecruzadas que crean diseño en forma de
lentejas o almendras horizontalmente dispuestas. Este último motivo aparece sólo
ocasionalmente y parece constituir un préstamo tardío.

Tipo I.2. Cuencos campaniformes. Entre las formas de este grupo podemos
distinguir dos variantes principales:
I.2.1 – Debido a la tecnología de elaboración y su forma, los ceramios de este
grupo son muy parecidos a la cerámica Tiahuanaco tardío, llamada Tiahuanaco
decadente (Bennett 1948), Tiahuanaco V (Ponce Sanginés 1972). La pasta está muy
bien elaborada con el desgrasante de cuarzo de grano fino y medio. Las paredes
son finas. Se puede notar que la temperatura de cocción fue muy alta lo que le dio
a la cerámica una estructura parecida a la de gres.
Todos los ejemplares tienen el exterior y el interior pintados en rojo o enco-
bados. Sobre este fondo aparecen motivos ornamentales en color negro. Entre
los motivos encontramos bandas/líneas horizontales o verticales, arcos dobles,
líneas onduladas o zigzagueantes, así como triángulos y ornamento escalonado.
La ornamentación se limita a líneas y arcos singulares o dobles, también aparece
en las paredes interiores. Gran parte de las piezas lleva un surco circundante en el
interior, ubicado más arriba de la mitad de su altura. Al exterior, en el mismo lugar,
existe una protuberancia parecida a una cinta plástica. A veces, en los ejemplares
de paredes más espesas, en vez de esta protuberancia aparecen líneas pintadas.
Entre los ejemplares de la variante I.2.1 podemos distinguir la subvariante
I.2.1a, con paredes curvo divergentes que acentúan la base (Fig. 103), y la sub-
variante I.2.1b con paredes rectas. El análisis de los materiales demuestra que la
primera de estas subvariantes, I.2.1a, en lo que concierne a sus atributos tecno-
lógicos y ornamentales, destaca por la mayor perfección de acabado. Demuestra
también varias similitudes con los materiales Tiahuanaco, lo que puede sugerir su
posición cronológica más temprana.
I.2.2 – El elemento característico de esta variante lo constituyen paredes globulares
o con perfil ligeramente en forma de “S”. Tanto la tecnología de elaboración como
la forma de estos ceramios son muy distintas de los patrones Tiahuanaco. Las
paredes son más espesas que las de la variante I.2.1. La superficie (generalmente
alisada con menos cuidado) está pintada de rojo o rojo-naranja. En el interior, la
pintura sólo cubre la zona de la boca. El repertorio de motivos se limita a líneas
Józef Szykulski 245

horizontales o verticales y arcos dobles. Aparecen además piezas con la superficie


natural, sin engobe.
Entre las formas cerámicas I.2.2 se pueden distinguir todavía las subvarian-
tes: I.2.2a que carece de ornamentos plásticos y I.2.2b decorada. Esta última se
caracteriza por la presencia de una cinta plástica vertical que sobresale encima
del labio y a veces tiene forma de serpiente o lagarto estilizados. Por lo demás,
existe una variedad simplificada de este tipo de decoración en forma de “lengüita”
o protuberancia que sobresale por encima del labio.

Grupo II. Vasos y Copas


Tipo II.1. Keros
Los keros representan una de las formas más características de la cerámica
Churajón. No obstante, hay que subrayar que en el área andina su tradición es
excepcionalmente larga y al parecer data todavía del Período Formativo. Su masiva
aparición en la parte sur del Perú coincide ya con en el Período Intermedio Tar-
dío, así como con el período de la dominación incaica y el principio de la Época
Colonial. Esta última etapa se caracteriza por la presencia de keros elaborados en
madera y exuberantemente decorados con representaciones narrativas.
En el conjunto de los keros Churajón se pueden destacar tres variantes princi-
pales. Por lo demás, existe también un grupo de recipientes que constituyen formas
intermedias entre estas variantes.
II.1.1 – Sus atributos tecnológicos y formales son similares a los keros Tiahua-
naco tardío. La pasta está muy bien elaborada, con atemperante de cuarzo triturado
de grano fino y medio. No se registraron ejemplares con aditivos de grano grueso,
las paredes son finas. También aquí puede notarse que la temperatura de cocción
fue muy alta lo que le dio a la cerámica una estructura parecida a la de gres.
Lo más característico de esta variante es su boca muy ancha y la esbeltez
de su forma. Las paredes son curvo divergentes (cf. Fig. 107). La base vertical o
ligeramente ensanchada. En la parte de la boca muy a menudo aparece una cinta
plástica vertical, ligeramente encorvada que visiblemente sobresale por encima
del labio. En la mayoría de los casos esta cinta toma la forma de serpiente o
lagarto estilizados, pero ocasionalmente encontramos también representaciones
de cabeza de llama o de cuy. Algunos ejemplares, generalmente los de aca-
bado más tosco, tienen cinta sólo parcialmente conservada. A veces, solamente
encontramos una protuberancia que levemente sobresale por encima del labio
de la pieza.
Los ceramios de la variante II.1.1 en su mayoría tienen superficie exterior e
interior cubiertas de engobe rojo; a veces aparece la pintura de color rojo o rojo-
naranja. Sobre el fondo rojo están colocados motivos ornamentales en negro, de
vez en cuando delineados con blanco. Esporádicamente también encontramos
motivos pintados exclusivamente en blanco.
246 Prehistoria del Perú Sur

El repertorio de diseños principales incluye líneas, cintas horizontales o ver-


ticales, junto a trapecios cuadriculados dispuestos en línea. También aparecen
espigas y triángulos en negro que forman característicos diseños escalonados.
Ocasionalmente se pueden observar arcos únicos o dobles, así como líneas ondu-
ladas y círculos. Por lo demás, la superficie exterior de algunos ejemplares lleva
representaciones esquemáticas antropo- y zoomorfas. Se registraron también, entre
otros, en el sitio Colegio Nacional de la Independencia Americana, varios ceramios
decorados con motivos en forma de estrella de cinco puntas, la cual es más bien
excepcional entre los materiales Churajón, pero muy difundida en la ornamenta-
ción Chuquibamba y en las cronológicamente más tempranas cerámicas Huari y
Nasca.
Entre los keros de la variante II.1.1 se pueden distinguir ejemplares que poseen
un surco profundo circundante en la superficie interior, ubicado en la mitad de su
altura (subvariante II.1.1a), así como las piezas que carecen de esta ranura (subva-
riante II.1.1b). En el primero de los casos, al exterior se observa una protuberancia
circundante que visiblemente afecta el perfil del ceramio (cf. Fig. 107B). Este ele-
mento merece atención debido a que parece representar un indicador cronológico;
es muy típico de los keros Tiahuanaco (cf. Fig. 94A).
Algunos ejemplares de la cerámica Churajón en vez de esta protuberancia
sólo llevan una cinta pintada. Es posible que esto indique posición cronológica
posterior en relación con las piezas que poseen la turgencia circundante.
II.1.2 – Los ejemplares de este grupo parecen constituir una forma simpli-
ficada o rudimentaria, probablemente creada a base de los keros clásicos. En su
mayoría son más chatos que los de la variante II.1.1. Muy a menudo tienen un
perfil ligeramente en “S”, por lo que la inflexión en la zona de unión entre la base
y el cuerpo es generalmente muy suave. El labio está ligeramente evertido o acen-
tuado por una inflexión adicional. El acabado es mucho menos cuidadoso que en
el caso de la variante II.1.1. A veces se encuentran los ejemplares sin decoración,
sin embrago, la mayoría de ellos están pintados de rojo o naranja. En el interior la
pintura sólo cubre la zona de la boca. Los motivos decorativos en color negro se
limitan básicamente a puntos, líneas y arcos. Muy a menudo aparecen trapecios
cuadriculados, menos frecuentes son las representaciones de círculos o motivos
escalonados. Se registraron también ejemplares con motivos en negro delineados
con blanco o dibujos pintados exclusivamente en blanco.
II.1.3 – Keros de esta variante se caracterizan por una fuerte tridivisión. La
parte superior del recipiente la constituye una boca corta con labio evertido. Más
abajo se encuentra el cuerpo de paredes convexas que evoca la parte superior de
una copa. La parte inferior tiene forma cilíndrica, a veces un poco convergente (cf.
Fig. 108D). La forma está a veces acentuada por las líneas negras. Los ceramios de
este grupo recuerdan los keros tipo coca-cola glass, conocidos de la fase Tumilaca
de Tiahuanaco en la cuenca del Osmore-Moquegua (Fig. 92G). La superficie de
Józef Szykulski 247

la mayoría de los ejemplares está pintada de rojo. Sobre este fondo aparecen dise-
ños de bandas, trapecios o motivos escalonados. Muy a menudo los dibujos son
delineados con pintura de color blanco o crema. Lo característico de esta variante
es la presencia de representaciones de rostro humano creado por medio de unas
ligeras protuberancias en la zona de la mayor convexidad del cuerpo (subvariante
II.1.3a). No obstante, también hay ejemplares que carecen de la ornamentación
antropomorfa (subvariante II.1.3b).
En la región de Arequipa (Tingo) se registraron también keros profusamente
pintados, modelados en forma de rostro humano de rasgos naturalistas (Bernedo
Málaga 1951). Estos hallazgos, clasificados como la subvariante II.1.3c, presentan
analogías con la cerámica Tiahuanaco (Moseley et al. 1991: Fig. 9) y de la cultura
Mollo de Bolivia, aunque estos últimos poseen una boquilla tubular, la cual no
aparece en los recipientes conocidos de Arequipa (cf. Fig. 115).
Tipo II.2. Copas con pie en pedestal hueco
Hasta la fecha, los recipientes de este tipo no se mencionaban entre las formas
presentes en la cerámica Churajón. Por primera vez, fueron registrados durante
las excavaciones realizadas en el montículo 2 en Churajón.
El elemento característico constituye aquí un recipiente relativamente plano,
platiforme fijado sobre un pie en pedestal corto en forma de cono truncado. El
pedestal es hueco y carece de fondo (cf. Fig. 147). El borde no es regular, posee
vertederos colocados uno frente al otro. La superficie es porosa con huellas de
pintura de color rojo-naranja.

Grupo III. Tazas


A este grupo pertenecen recipientes pequeños y chatos, generalmente con un asa,
aunque a veces también encontramos ejemplares con dos asas opuestas.
Tipo III.1. Está representado por ejemplares de forma ovalada, con un asa y
labio poco pronunciado (Fig. 103). Se distinguen dos variantes: de cuerpo globu-
lar (III.1.1) y de cuerpo ligeramente perfilado (III.1.2). Muy a menudo aparecen
ejemplares con asas que visiblemente sobresalen por encima del labio, lo cual
es bastante extraordinario como para la cerámica Churajón. Excepto un par de
recipientes de superficie porosa y sin pintura, la mayoría de los ejemplares de este
tipo se caracterizan por una superficie cuidadosamente alisada y pintada de rojo
o rojo-naranja. Sobre este fondo aparece el ornamento característico de la esti-
lística Churajón en color negro o negro delineado con blanco. Entre los motivos
principales encontramos rombos colocados verticalmente, diseños escalonados y
de espiga.
Tipo III.2. Incluye los ejemplares con perfil en “S”. Al lado de ejemplares con
un asa también aparecen los que tienen dos. Generalmente las asas sobresalen por
encima del labio (Fig. 103). El labio está acentuado por medio de una inflexión.
Existen variantes de cuerpo globular (III.2.1) y ligeramente perfilado (III.2.2).
248 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 105. Formas atípicas de la cerámica Churajón (Bernedo 1949,


documentación fotográfica de M. Neira Avendaño)

Sólo ocasionalmente aparecen ejemplares de superficie porosa y sin pintura.


La mayoría de los ceramios tiene paredes pintadas de rojo o rojo-naranja. Los
motivos decorativos son escasos, emparentados con la estilística Churajón. La
secuencia estratigráfica documentada indica que son tardíos, es decir, datan del
período de la dominación incaica.
Józef Szykulski 249

Tipo III.3. Tazas de este tipo parecen constituir una forma modificada del
cuenco campaniforme. Sus asas son bastante pequeñas, elaboradas con poco cui-
dado. La superficie es natural o pintada de color rojo-naranja. Existen formas con
paredes rectas y divergentes (III.3.1), así como también con paredes ligeramente
redondeadas (III.3.2; Fig. 103). Las dos variantes tienen superficie natural. Los
ejemplares de este tipo fueron documentados durante las excavaciones en Churajón
(Fig. 21). Es posible que constituyan un grupo de artefactos de limitado alcance
geográfico y temporal.
Tipo III.4. Formas altas de paredes divergentes. El labio es evertido, bien
pronunciado, ligeramente engrosado. La superficie está pintada de rojo-naranja
o de rojo. Hasta la fecha, el único ejemplar entero, recuperado de un contexto
arqueológico documentado, proviene de la necrópolis del Colegio Nacional de la
Independencia Americana en Arequipa (cf. Fig. 28). Esta pieza se distingue por una
muy bien lograda elaboración de la pasta, y un óptimo acabado de la superficie y
de la cocción. Está decorada con motivos característicos de la cerámica Churajón,
pintados en negro con delineación de color blanco.

Grupo IV. Ánforas


Este grupo abarca recipientes cuya forma evoca las ánforas clásicas. Los elementos
distintivos constituyen aquí: base relativamente estrecha, boca estrecha y dos asas
en forma de cinta, colocadas opuestamente.
Tipo IV.1. Incluye las llamadas “anforitas”. Contrariamente a las ánforas típi-
cas, estas formas son chatas, así que su perfil es más ancho que alto. El cuerpo es
muy característico, casi esférico, en la zona de su mayor convexidad se encuentran
dos asas en forma de cinta. Generalmente la zona de unión entre el cuello y la boca
se encorva suavemente. El mismo borde suele ser biselado. Sólo esporádicamente
la base se presenta visiblemente diferenciada.
Los recipientes de superficie natural son muy raros. Habitualmente la super-
ficie está cubierta de engobe o cuidadosamente alisada y pintada de color rojo o
rojo-naranja. También la parte interior de la boca está pintada. Son excepcionales
los ceramios monocromáticos.
El análisis de los ejemplares ornamentados permite observar que existe una
preferencia por los diseños verticalmente dispuestos. Las más típicas de Churajón
son las composiciones de motivos en negro, negro-gris o negro-marrón y blanco
sobre fondo rojo. El color blanco servía tanto para delinear los diseños como para
pintar algunos motivos independientes. Diseños sin delineación con blanco son
excepcionales.
El motivo más popular consiste en dos cintas con un característico recorte
triangular, dispuestas oblicuamente (diseño conocido como tres cruces policromo;
según Neira 1990: 147). Son elaborados con colores negro, negro-gris o marrón
delineados con blanco. Las cintas llevan las representaciones de rombos reti-
250 Prehistoria del Perú Sur

culados. Los rombos colgantes y el motivo de espiga aparecen también sobre


la superficie comprendida entre las cintas. Por lo demás, se pueden encontrar
también triángulos, semicírculos y líneas radiales, a modo de los rayos del sol. La
ornamentación muy a menudo cubre el interior de la boca. En tal caso, se limita a
simples líneas y arcos. El análisis de los atributos formales de las anforitas permite
distinguir tres variantes:
IV.1.1 – Su elemento distintivo principal radica en un cuello ancho, divergente
(de tendencia acampanada) que se une directamente con la boca, de modo que la
zona de unión se encorva suavemente. Algunos ejemplares llevan apliques en forma
de pequeños botones ubicados en la parte de la boca.
Entre los ejemplares de la variante IV.1.1 llama la atención un ceramio recu-
perado de la tumba x6/y5 del yacimiento sepulcral del Colegio Nacional de la
Independencia Americana en Arequipa145. Esta anforita tiene decoración pintada
exclusivamente en negro, compuesta de motivos muy similares a los conocidos
de la cerámica Tiahuanaco tardío. Otro ejemplar de ornamentación atípica de esta
variante proviene de la tumba 44 del montículo 2 en Churajón (cf. Fig. 151F).
Aquí, en la zona de la boca podemos observar una decoración plástica en forma
de rostro humano y dos botones similares a los que aparecen en la variante IV.1.3.
No obstante, sus atributos tecnológicos y estilísticos parecen ajenos a la cerámica
Churajón. En la superficie aparecen los motivos decorativos que recuerdan los
diseños tipo tres cruces policromo.
IV.1.2 – Estas anforitas se caracterizan por el cuello cilíndrico que transita
suavemente hacia una boca divergente. Habitualmente, el punto de unión entre estas
dos partes del recipiente no es muy notorio (Fig. 103). Algunos ejemplares poseen
decoración plástica en forma de apéndices o protuberancias tubulares dispuestos
en la parte superior del cuerpo, directamente abajo del cuello. Esporádicamente,
así como, por ejemplo, en un ejemplar proveniente del cementerio del Colegio
Nacional de la Independencia Americana en Arequipa (tumba de coordenadas x8/
y8; cf. Fig. 106C), en vez de una protuberancia aparece una cabecita modelada. Tal
evidencia parece indicar que este elemento, característico de los aríbalos incaicos,
existía en la región de Arequipa todavía antes de la llegada de los incas.
IV.1.3 – El elemento característico de esta variante es un cuello corto que se
une a la boca de tendencia acampanada con el labio inclinado hacia el interior (cf.
Fig. 172B). La zona de la boca es muy a menudo decorada con los apliques plásticos
en forma de rostro humano. La mayoría de los recipientes carece de decoración
pintada, tan característica de la cerámica Churajón. El tipo de acabado de la boca

145 Del material del sitio estudiado por el arqueólogo Augusto Belan Franco. El investigador du-
rante las excavaciones en el sitio se sirvió de un método poco convencional de numeración de
las tumbas en base al sistema de coordenadas x e y. Este método aunque es poco práctico para
la descripción del material, posee la ventaja de habilitar la aplicación de los mismos criterios
de designación de las tumbas y los hallazgos sueltos.
Józef Szykulski 251

permite distinguir dos subvariantes: IV.1.3a sin ornamentación plástica en forma


de rostro y IV.1.3b que posee este tipo de decoración.
Algunos ejemplares de la subvariante IV.1.3b fueron descubiertos, entre otros,
dentro del montículo 3 en Churajón. Uno de ellos al lado de la representación de
rostro también tenía modelados brazos, manos y cabello largo (cf. Fig. 162A). La
forma de modelado del rostro y de las manos demuestra ciertas similitudes con un
ceramio encontrado en los años treinta del siglo veinte, bastante atípico como para
los materiales Churajón, conocido bajo el nombre de la Diosa de la Fecundidad
(Bernedo Málaga 1949: Lám. 28).
Tipo IV.2. Las ánforas muy similares a las anforitas tipo IV.1. La diferencia
principal radica en el tamaño y las proporciones. Las ánforas tipo IV.2 tienen
cuello largo, muy esbelto y cuerpo ovoide cuya mayor convexidad se encuentra
en la mitad o un poco más arriba de la mitad de su altura (Fig. 103). Las asas
cinta están colocadas en la zona de la mayor convexidad. En la mayoría de los
ejemplares el punto de unión entre el cuello y la boca no es muy notorio. Habi-
tualmente, el borde es biselado. La base es bien pronunciada lo que les da a las
formas de este grupo un aspecto bien esbelto.
Esporádicamente aparecen ejemplares de superficie natural, pero en la mayoría
de los casos la superficie está cuidadosamente alisada y recubierta de engobe o
pintura roja o rojo-naranja. También la parte interior de la boca está pintada. La
ornamentación pictórica, tanto por los motivos como para la gama de colores, se
parece mucho a la observada sobre las anforitas tipo IV.1. También aquí el motivo
más característico lo constituye el diseño de cintas con un recorte triangular obli-
cuamente dispuestas, llamado tres cruces policromo.
Dentro del tipo IV.2.1 se pueden distinguir las siguientes variantes:
IV.2.1 – Las ánforas de esta variante poseen un cuerpo ovoide cuya mayor
convexidad se encuentra en la mitad de la altura. El rasgo distintivo lo constituye
aquí la base que es relativamente estrecha y bien diferenciada, así como también
la boca que es divergente. La zona de unión entre el cuello y la boca se encorva
suavemente (cf. Fig. 110A). Frecuentemente sobre la boca (principalmente de los
ejemplares sin decoración pintada) aparecen dos pequeños botones distintamente
añadidos. Dentro de esta variante se pueden distinguir: la subvariante IV.2.1b cuya
forma es esbelta gracias a la diferenciación de la base y la subvariante IV.2.1a de
base no diferenciada.
IV.2.2 – Lo característico de esta subvariante es el cuello cilíndrico que tran-
sita suavemente hacia una boca ligeramente divergente. El límite entre el cuello
y la boca es poco perceptible pero en la mayoría de los casos posible de precisar
(Fig. 110).
IV.2.3 – Se caracteriza por una boca de tendencia acampanada más o menos
diferenciada (Fig. 110). Igualmente como en el caso de la análoga variante IV.1.3,
la zona de la boca es muy a menudo decorada con las aplicaciones plásticas en
252 Prehistoria del Perú Sur

forma de rostro humano. Se pueden distinguir dos subvariantes según el tipo de


acabado de la boca: IV.1.3a sin ornamentación plástica en forma de rostro y IV.1.3b
que posee este tipo de decoración. (cf. Fig. 103 y 110), si bien faltan los diseños
característicos de la estilística Churajón. A veces los ejemplares de la variante IV2.3
tienen apliques en forma de pequeños botones ubicados en la zona de la boca. Tal
vez, este sea un ejemplo de la muy avanzada estilización de rostro humano.
Tipo IV.3. Los recipientes de este tipo se distinguen por un cuerpo ovoide
que se une suavemente al cuello que es ligeramente convergente. La boca es sua-
vemente ensanchada o acentuada por el ligero engrosamiento del labio (Fig. 103).
Las asas están ubicadas en la mayor convexidad del cuerpo.
Ocasionalmente aparecen ejemplares monocromáticos de superficie alisada y
pintada de rojo. La mayoría de los recipientes tiene decoración pintada. El diseño
más propagado es este compuesto de cintas colgantes formadas por óvalos (el
diseño lentiforme) o rombos, colocados a ambos lados de la pieza. El interior
de estos óvalos está rellenado con puntos. Además aparecen también motivos de
líneas onduladas y líneas radiales (Huanqui Hurtado 1970: lám.14) que forman el
diseño de rayos del sol. No se registraron ejemplares con el diseño tipo tres cruces
policromo, tan característico de las ánforas tipo IV.1 y IV.2.
Tipo IV.4. Las ánforas de este tipo se caracterizan por tener una forma esbelta
o muy esbelta, con una boca corta, divergente y asas en forma de cintas gruesas
colocadas en la zona de la boca (Fig. 103). La superficie de los ceramios es porosa, a
veces está alisada. Al lado de los ejemplares de superficie natural aparecen también
los pintados de rojo. No se notan ornamentos pintados en colores negro y blanco,
tan característicos de la estilística Churajón. Los restos de hollín observables sobre
la mayoría de los ejemplares indican su carácter utilitario. Las diferencias existentes
entre las formas permiten distinguir dos variantes (también existe un gran número
de formas intermedias entre las dos variantes):
IV.4.1 – Se caracteriza por una forma muy esbelta, acentuada por base estrecha
y bien diferenciada. Las asas tienen forma de cintas y son visiblemente aplanadas.
Algunos ejemplares debido a sus proporciones clásicas se parecen mucho a las
ánforas griegas. La mayoría tiene superficie alisada y pintada de rojo.
IV.4.2 – Su forma es mucho menos esbelta. La base no es muy bien diferen-
ciada y se ve más ancha en comparación con la de los recipientes de la variante
IV.4.1. Las asas en forma de cintas son ligeramente aplanadas. La mayoría de los
ejemplares tienen superficie natural.

Grupo V. Vasijas
A este grupo pertenecen las formas sencillas de carácter evidentemente utilita-
rio. Frecuentemente llevan los restos de hollín. La mayoría tiene superficies natu-
rales, raramente aparecen ejemplares con superficie pintada de rojo. A veces sólo
el interior y el exterior de zona de la boca están recubiertos de pintura. Esporádi-
Józef Szykulski 253

camente se encuentran también modestos ornamentos pintados en negro conforme


a la estilística Churajón, en su mayoría son las líneas rectas, onduladas y arcos.
Dentro del grupo de las vasijas podemos diferenciar dos tipos básicos y un
par de variantes:
Tipo V.1. Se caracteriza por la robustez de la forma, una base relativamente
ancha, plana y un cuerpo esférico, a veces también ligeramente perfilado. El cuerpo
sobrepasa la mitad de la esfera. Frecuentemente en el borde o más abajo aparecen
apéndices o protuberancias tubulares, rollitos perforados o cintas plásticas, colo-
cados opuesta- o asimétricamente. Muchas veces, un solo ejemplar lleva varios
elementos plásticos. Ocasionalmente, también aparecen asas arqueadas (Fig. 104).
Se pueden distinguir: la variante V.1.1 con boca inclinada hacia el interior y labio a
veces ligeramente engrosado, y la variante V.1.2 con boca de paredes divergentes.
En ambos casos, al parecer, existen todavía subvariantes de base bien diferenciada
y de base vertical.
Tipo V.2. Se caracteriza por tener un cuerpo esférico, a veces ligeramente
perfilado, boca ancha divergente y asas gruesas cintadas del labio al cuerpo. Una
parte de recipientes demuestra similitudes con las ánforas clasificadas como el
tipo IV.4, sin embargo, difieren por su cuerpo más chato, base y boca mucho más
anchas. Por lo demás, las asas no tienen la característica forma de cintas. Algunos
ejemplares llevan en la zona de unión de las asas con el labio, protuberancias con
incisión cruciformes.
La forma de las vasijas tipo V.2 es sencilla y universal a la vez, por eso el
período de su utilización significativamente excede los límites temporales de la
existencia de la cerámica Churajón. Su pertenencia cultural así como el momento
de su creación son frecuentemente muy problemáticas. Considerando la forma y las
proporciones de los artefactos en cuestión, podemos diferenciar dos variantes:
V.2.1 – Se caracteriza por la robustez de la forma. Su anchura máxima es mayor
que su altura. Algunos ejemplares tienen base poco diferenciada. Dentro de esta
variante podemos todavía distinguir la subvariante V.2.1a de cuerpo ligeramente
perfilado. Es en este grupo donde esta fuertemente marcada la presencia de los
ceramios con base bien diferenciada. Sólo esta subvariante está frecuentemente
decorada con motivos pintados en color negro, representados sobre todo por las
líneas horizontales o hileras de trapecios dispuestos verticalmente. La subvariante
V.2.1b se caracteriza por un cuerpo esférico de superficie porosa o alisada; carece
de pictografia.
V.2.2 – Abarca los ejemplares de forma esbelta. La altura de los recipientes
excede su mayor anchura. El cuerpo es esférico, ocasionalmente ligeramente per-
filado. Se pueden distinguir la subvariante V.2.2a, en la cual la mayor convexidad
del cuerpo se encuentra aproximadamente en la mitad de su altura, y la subvariante
V.2.2b con la mayor convexidad ubicada mucho más debajo de la mitad de la altura
del cuerpo, lo que le da una característica forma de pera.
254 Prehistoria del Perú Sur

Grupo VI. Jarras


Este grupo incluye los recipientes con un asa y una forma del cuerpo y de la
boca, muy variada. La base para la distinción de varios tipos, variantes y subva-
riantes constituye aquí el modelado de la zona de la boca, del cuello y cuerpo, así
como las proporciones de los recipientes. Estos atributos permiten diferenciar un
par de tipos básicos:
Tipo VI.1. Representado por los recipientes de perfil más o menos en “S”, de
cuerpo esférico o globular, a veces perfilado. La superficie está cuidadosamente
alisada, recubierta de engobe o pintura de color rojo o rojo-naranja. Los ceramios
poseen la ornamentación pintada, característica de la estilística Churajón, con
motivos en negro y blanco sobre el fondo rojo. Generalmente el color blanco
sirve para delinear el diseño principal. Sólo esporádicamente aparecen ejemplares
con motivos pintados únicamente en negro. Una cierta excepción la constituye la
subvariante VI.1.3b en la cual ocasionalmente aparecen también ejemplares sin
decoración.
El repertorio de los motivos abarca, al lado de las simples líneas horizon-
tales, verticales, entrecruzadas, triángulos, dibujos escalonados y trapecios, las
representaciones del sol y estrellas. También aparecen los diseños que evocan los
perfiles de las montañas (¿volcanes?). Por lo demás, algunas vasijas, especial-
mente estas profusamente decoradas, presentan imágenes antropo- y zoomorfas.
Entre estas últimas predominan las llamas o llamas amamantando a sus crías (cf.
Fig. 111). Estos dibujos forman parte de las escenas de género o representaciones
narrativas.
El diverso modelado de la boca y del cuerpo permite distinguir variantes
y subvariantes del tipo VI.1. Además existe un gran número de recipientes que
parecen ser formas intermedias entre las respectivas variantes o subvariantes.
VI.1.1 – Se distingue por su cuello acampanado. La boca no es diferenciada,
aunque en algunas vasijas esta parte es acentuada por un engrosamiento o ensan-
chamiento ligero. El cuerpo es esférico u ovoide, a veces suavemente perfilado.
Se pueden distinguir por los menos dos subvariantes.
VI.1.1a – Formas chatas de cuerpo ovoide, a veces esférico. La mayor con-
vexidad se encuentra en la mitad o un poco más debajo de la mitad de la altura
del cuerpo. Frecuentemente observamos un ligero perfilamiento del cuerpo (Fig.
111I).
VI.1.1b – Recipientes de forma esbelta. La mayor convexidad se encuentra
más arriba de la mitad de la altura del cuerpo. Ocasionalmente notamos un ligero
perfilamiento del cuerpo. La base es bien diferenciada, la boca es generalmente
un poco ensanchada y engrosada (Fig. 111J).
VI.1.2 – Vasijas de cuello cilíndrico con boca ligeramente divergente. El labio
es muy a menudo engrosado. El cuerpo tiene forma ovoide o esferoide. La mayor
convexidad se encuentra en la mitad de la altura del cuerpo. Esporádicamente
Józef Szykulski 255

observamos un ligero perfilamiento del cuerpo. A veces en la zona de la boca


aparecen apliques plásticos.
Una forma específica de esta variante la constituyen los recipientes que poseen
dos cuerpos superpuestos (Fig. 106A). Además aparecen también ejemplares cuya
asa no arranca directamente del labio sino del cuello del recipiente (subvariante
VI.1.2b). Una vasija con estos atributos tan específicos y ornamentación típica de
Churajón fue recuperada de una de las tumbas del sitio Sachaca-Fernandini. Tal
ubicación del asa es muy excepcional para la cerámica Churajón, pero aparece
muy a menudo en la alfarería de la cuenca del lago Titicaca.
VI.1.3 – El elemento característico constituye aquí un cuello bien diferenciado,
divergente, unido a una boca fuertemente perfilada, de manera que se parece a la
parte superior de una copa (Fig. 108I). El labio es ligeramente engrosado. Hay
ejemplares tanto con un labio inclinado hacia el interior como con un labio ever-
tido. Las diferencias observables en la forma del cuello permiten distinguir dos
subvariantes.
VI.1.3a – La superficie de la copa (generalmente del lado opuesto al asa) lleva
ornamentación plástica en forma de rollitos y apéndices incisos. Estos apliques
son componentes de la representación esquemática de rostro humano. A veces el
grado de la esquematización es tan fuerte que sólo podemos observar dos o tres
apéndices que parecen simbolizar los elementos de rostro humano. Además también
aparecen las protuberancias singulares sobre el labio.
VI.1.3b – El perfilado de la boca es más suave. Faltan los elementos plásticos
que evoquen los rasgos anatómicos de rostro humano. Solamente el labio lleva
algunas singulares protuberancias cuya presencia fue confirmada en la mayoría
de los recipientes de esta subvariante. Todos los ejemplares carecen de decoración
pintada.
Tipo VI.2. Jarras de forma esferoide u ovoide con la mayor convexidad
ubicada en la parte baja del cuerpo. El cuerpo es a veces ligeramente perfilado.
Esporádicamente aparecen ejemplares con una base bien diferenciada del cuerpo.
Se distinguen por tener una boca muy estrecha. La superficie de los recipientes
generalmente está alisada, pintada de color rojo o rojo-naranja. Los ceramios en
su mayoría están profusamente decorados con diseños pintados en negro o negro-
marrón y blanco. También hay ejemplares que carecen de ornamentación. Algunos
recipientes poseen una pequeña protuberancia colocada en la zona de unión del asa
con el labio. Este elemento es muy típico de los materiales cerámicos del Período
Intermedio Tardío de la región del Altiplano.
Se pueden distinguir dos variantes: VI.2.1, con cuello estrecho, cilíndrico y
boca ligeramente divergente, y VI.2.2 con cuello divergente; la boca no es bien
diferenciada del cuello.
Tipo VI.3. Jarras de forma ovalada, chata o esbelta. La mayor convexidad del
cuerpo se encuentra visiblemente debajo de la mitad de la altura del recipiente.
256 Prehistoria del Perú Sur

Las paredes del cuerpo se convergen cónicamente hacia arriba, transitando sua-
vemente hacia un cuello poco diferenciado. La superficie de los ceramios está
cuidadosamente alisada (pulida), pintada de rojo, muy a menudo engobada. Las
paredes exteriores están decoradas con motivos pintados en negro, negro con fina
delineación en blanco, o eventualmente crema-blanco. Entre los motivos básicos
encontramos: diseño escalonado, líneas horizontales y verticales, trapecios cua-
driculados verticalmente dispuestos. Se pueden diferenciar dos variantes:
VI.3.1 – Abarca los ejemplares esbeltos de forma ovoide (Fig. 107E). El
cuerpo se une suavemente con un cuello cilíndrico, convergente. El labio no es
pronunciado. La mayor convexidad del cuerpo se encuentra debajo de 1/3 de la
altura del recipiente. Ocasionalmente aparece una decoración plástica en forma
de una protuberancia colocada sobre el labio, en el punto de arranque del asa.
Existen: la subvariante de cuerpo esferoide (VI.3.1a) y la subvariante de cuerpo
ligeramente perfilado (VI.3.1b).
VI.3.2 – Se caracteriza por su forma chata. La mayor convexidad del cuerpo
se encuentra siempre más debajo de la mitad de su altura. Habitualmente el cuerpo
es esférico (subvariante VI.3.2a), pero a veces también ligeramente perfilado (sub-
variante VI.3.2b). El cuello es corto, y poco diferenciado, al igual que la boca del
recipiente. Ocasionalmente el borde de la boca está decorado con apliques en forma
de rollitos y protuberancias que forman una imagen de rostro (cf. Fig. 144C).
Tipo VI.4. Jarras altas de forma esbelta (saquiforme). Las paredes del cuerpo
son sólo ligeramente convexas, a veces casi rectas. En la parte superior conver-
gen transitando hacia una boca divergente con labio evertido. Se distinguen dos
tipos:
VI.4.1 – Recipientes esbeltos, cuidadosamente elaborados, de cuerpo con
paredes rectas, a veces ligeramente convexas. La boca es ancha con el labio fuer-
temente evertido. La superficie está precisamente alisada, pintada de rojo, a veces
recubierta de engobe. Sobre este fondo aparecen ornamentos pintados en negro y
delineados con blanco, según la estilística Churajón. El motivo predominante es
el escalonado, junto a las representaciones de rombos cuadriculados dispuestos
verticalmente.
VI.4.2 – Jarras de acabado menos cuidadoso en comparación con la variante
VI.4.1. El cuerpo es ovoide (saquiforme). La boca es ancha, curvo divergente.
Habitualmente, la superficie de los recipientes se presenta natural, muy a menudo
alisada, a veces pintada de rojo o naranja, carece de ornamentación. Una gran parte
de los ceramios lleva restos de hollín, lo que indica su carácter utilitario.
Tipo VI.5. Incluye recipientes de carácter utilitario que se distinguen por el
perfil en “S”. Estas jarras pueden tener forma esbelta o chata. Su superficie está
generalmente alisada, natural, a veces pintada de rojo o rojo-naranja. Sólo espo-
rádicamente aparece aquí decoración pintada en forma de líneas de color negro o
marrón oscuro, emparentada con la estilística Churajón. La mayoría de los ejem-
Józef Szykulski 257

plares llevan restos de hollín. Los ceramios de este tipo suelen encontrarse en los
contextos habitacionales, sólo excepcionalmente en los entierros. Esporádicamente,
aparecen junto a los artefactos de forma y ornamentación más rebuscadas.
Algunos ejemplares tienen decoración plástica en forma de protuberancias sin-
gulares o dobles colocados en la zona de unión del labio con el asa. Este elemento
aparece a veces sobre otros ceramios Churajón, sin embargo es mucho más común
en los inventarios del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío del área del
Altiplano. Ocasionalmente se encuentran también piezas con asas que sobresalen
por encima del labio, este elemento parece ser una innovación relacionada con
las influencias incaicas.

Grupo VII. Formas modeladas (zoomorfas)


A este grupo pertenecen las jarras que, por su forma zoomorfa (parecida a la de
ave o pata de llama) y función bien específica, conforman un grupo tipológico
aparte.
En base a las observaciones propias, así como los datos etnográficos de la
región andina, podemos determinar que estos recipientes servían para tostar el
maíz a fin de preparar un bocadillo popular hasta hoy en día, conocido con el
nombre de cancha. Los recipientes modelados están presentes también en otros
inventarios cerámicos del Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío, no rela-
cionados con la cultura Churajón. Especialmente numerosos se encuentran en el
extremo sur del Perú y en la cuenca del Lago Titicaca. Se pueden distinguir dos
formas principales:
Tipo VII.1. Ejemplares conocidos en la literatura del tema como patos (Lum-
breras 1974: 70). Se caracterizan por un cuerpo ovoide y un cuello cilíndrico
colocado asimétricamente. La boca es divergente con labio evertido. El acabado
es generalmente muy cuidadoso, la superficie está alisada, pintada de rojo, a veces
recubierta de engobe. Sólo los ejemplares pequeños (conocidos de los contextos
sepulcrales) tienen ornamentación típica de Churajón en forma de líneas onduladas
y rombos pintados en negro y a veces delineados con blanco. El resto de los reci-
pientes de este tipo (de tamaño mucho mayor) carecen de decoración pintada. La
mayoría lleva huellas de uso en forma de quemaduras y restos de hollín sobre la
superficie. Ciertas diferencias observables en la forma de las jarras del tipo VII.1
permiten distinguir dos variantes.
VII.1.1 – Tiene cuerpo ovoide orientado horizontalmente que recuerda el
contorno del cuerpo de pato. Esta impresión es intensificada por la presencia de
dos protuberancias o cintas cortas que reproducen la forma de alas de ave. A veces
aparece también una protuberancia que imagina la cola de ave. Un asa gruesa está
ubicada entre el cuello y el cuerpo (Fig. 106E).
Es a esta variante a la cual pertenecen los anteriormente mencionados recipien-
tes pequeños decorados con ornamentos pintados que probablemente tenían una
258 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 106. Formas atípicas de la cerámica Churajón


(fot. Neira Avendaño y Cárdenas Sumida)
Józef Szykulski 259

función ceremonial. Como una forma específica de esta variante hay que clasificar
también un ejemplar de la colección del Museo Arqueológico de la Universidad
Nacional San Agustín en Arequipa (Fig. 105D) que se distingue por poseer una
representación de rostro humano colocada sobre un cuello cilíndrico. El motivo
compuesto de líneas paralelas y bandas de cruces oblicuas dispuestas entre estas
líneas ubicado sobre el cuerpo de este recipiente difiere de la ornamentación típica
de Churajón. Es posible de que se trate de un préstamo de otra área cultural. La
característica representación de rostro humano aparece también sobre algunos
recipientes incaicos, lo cual puede indicar que este ejemplar data de la época de
la dominación de los incas.
VII.1.2 – Se caracteriza por un cuerpo orientado diagonalmente. El cuello no
es bien diferenciado. La boca es ancha, divergente y tiene dos asas adosadas de
sus lados opuestos (cf. Fig. 172A). No aparece ninguna decoración que evoque
los elementos de la anatomía de ave ni otros ornamentos. La superficie se presenta
natural o pintada de rojo. Hasta la fecha los recipientes de este tipo se documen-
taron sólo dentro de la necrópolis de los inicios del Período Intermedio Tardío
localizada en Churajón.
Por lo demás, como una subvariante específica (VII.1.2b) de jarras de esta
categoría debemos clasificar un ejemplar recuperado del sector 3 en Churajón que
tiene una forma muy simplificada, un cuello mucho más estrecho y sólo un asa.
Tipo VII.2. Incluye los recipientes en forma de pata de llama (Fig. 105C). El
cuello tiene forma cilíndrica, la boca es más o menos diferenciada. La superficie
no está alisada y tiene color natural. Esporádicamente, se encuentran ejempla-
res decorados con líneas rectas o zigzagueantes pintadas en color negro, a veces
delineadas con blanco. Entre los recipientes de este tipo se pueden distinguir dos
variantes:
VII.2.1 – La zona de la boca es bien diferenciada. El asa en forma de cinta
arranca del labio y se une al cuerpo del recipiente.
VII.2.2 – El cuello es divergente y suavemente se proyecta hacia la boca. No
existe el asa en forma de cinta.

Grupo VIII: Formas de doble cuello


Consiste en un conjunto relativamente poco coherente en relación a los atributos
formales, en el cual cada ejemplar presenta varias características individuales.
El elemento común de todos los recipientes de este grupo es la presencia de dos
cuellos, de las cuales uno muy a menudo tiene la boca cerrada La forma del cuerpo
y la distribución de asas permiten clasificarlos como una forma modificada de las
anforitas tipo IV.1.
Tipo VIII.1. Está representado por los recipientes de tamaño reducido con
cuerpo desproporcionadamente pequeño, pero ancho y chato, del cual salen dos
cuellos oblicuos colocados opuestamente. Una de las dos bocas está tapada y
260 Prehistoria del Perú Sur

coronada con una representación antropomorfa más o menos naturalista. Todos


los ejemplares conocidos hasta la fecha tenían dos asas pequeñas pero gruesas,
ubicadas debajo de los cuellos. No cabe duda de que se trata de recipientes de
función ceremonial. Al parecer, sólo se elaboraban en ocasiones especiales, por
lo cual cada uno de ellos difiere de los demás.
Se conocen sólo tres recipientes enteros y un par de fragmentos. Uno de los
ejemplares enteros proviene de la necrópolis del Colegio Nacional de la Indepen-
dencia Americana (tumba de coordenadas x-3/y19). La superficie de esta pieza tiene
acabado relativamente tosco, está pintada en color rojo-naranja. Sobre la boca sellada
reposa una representación de rostro humano (Fig. 106F). Otros dos recipientes
enteros proceden de las excavaciones realizadas en los años treinta del siglo XX por
Bernedo Málaga. Uno de ellos, conocido sólo de publicaciones, fue encontrado en el
pueblo de Yarabamba, ubicado aprox. 15 km al Noroeste de Churajón. La superficie
del ceramio está decorada con motivos escalonados pintados conforme a la estilística
Churajón. La boca sellada lleva una imagen de rostro humano estilizado. El rasgo
distintivo de este recipiente constituye la presencia de cuatro pies (Bernedo Málaga
1949: Lám. XXXII). El otro de los recipientes mencionados pertenece a la colección
del Museo Arqueológico de la Universidad Nacional San Agustín en Arequipa;
se ignora el lugar de su proveniencia (cf. Fig. 105A). Esta pieza es casi igual a la
registrada por Bernedo Málaga en Yarabamba, pero a diferencia de ella carece de
pies. Es posible que se trate de un solo hallazgo erróneamente documentado en la
publicación del investigador.
Tipo VIII.2. Excepto de un par de fragmentos recuperados de contextos cul-
turales inciertos, el único ejemplar de este tipo procede de la tumba 63 del mon-
tículo 2 en Churajón. Por su forma y el modelado de las asas se parece mucho a
las anforitas. Su superficie está muy cuidadosamente alisada y pintada de color
rojo de tonalidad muy intensa. Sobre este fondo, en ambos extremos del cuerpo,
se encuentra el motivo de espiga pintado en negro, así como también una imagen
de llama que amamanta a su cría (Fig. 104). Es posible que la forma del recipiente
fuese concebida así para que evocase la ubre del animal.
Debido a la muy esporádica presencia de los ceramios tipo VIII.2 no podemos
excluir la posibilidad de que este sea un ejemplo de novedad tecnológica creada
bajo la influencia de impulsos provenientes desde el exterior del área cultural Chu-
rajón. Algunos artefactos similares fueron registrados durante las prospecciones
arqueológicas realizadas por el Proyecto Churajón en la región de Ilo en la cuenca
del río Osmore-Moquegua. Su presencia en otros sitios de la misma cuenca fue
confirmada también por las excavaciones efectuadas en el área (Stanish 1990a:
147). En todos los casos estos materiales deben ser vinculados con el Período
Intermedio Tardío. El mayor número de las formas cerámicas de este tipo existe en
los inventarios cerámicos de la llamada cultura Ramada, al principio erróneamente
vinculada con el Período Formativo (Santos 1980).
Józef Szykulski 261

Grupo IX. Formas atípicas


Este grupo abarca los recipientes que debido a su forma u ornamentación no caben
dentro de la clasificación de la cerámica Churajón propuesta más arriba, pero sí
coexisten con los materiales tipo Churajón.
Tipo IX.1. Está representado por las vasijas de superficie cuidadosamente
alisada y de cocción muy buena, hasta el momento conocidas sólo de las excava-
ciones realizadas en Churajón por la Universidad Católica Santa María de Are-
quipa (Proyecto Churajón). Se caracterizan por tener un cuerpo esferoide más o
menos perfilado, una boca muy ancha de tendencia acampanada y una base bien
diferenciada, aunque también se registró un ejemplar con una base no diferenciada
del cuerpo (Fig. 106D).
El rasgo característico de estas formas lo constituye un asa en forma de cinta
que ligeramente sobresale por encima del labio. La zona de la boca lleva decoración
plástica en forma de protuberancias simétricamente dispuestas o cintas plásticas.
La mayoría de las piezas tiene un pico colocado en la parte superior del cuerpo.
Además a veces se observa también un asa de tamaño reducido ubicada un poco
más arriba de la mayor convexidad del cuerpo. Cada uno de los hallazgos posee
rasgos individuales (cf. Fig. 151D, 152A, 157H). En lo que concierne a los atribu-
tos tecnológicos, se elaboraban de pasta cerámica de color marrón-amarillo, con
desgrasante de arena de grano fino. La superficie está muy cuidadosamente alisada
y pintada de color rojo oscuro o rojo-marrón. No aparece la decoración pintada,
tan característica de la estilística Churajón. También la pasta cerámica se presenta
tecnológicamente más perfecta que la propia de cerámica Churajón.
Sin embargo, hay que subrayar que los materiales tipo IX.1, hasta el momento
documentados sólo en las tumbas del montículo 2 en Churajón, siempre aparecen
junto a la cerámica Churajón típica de este conjunto. En el caso de la tumba 11 del
montículo 3, un ejemplar de este tipo se encontró en un contexto con materiales
del período de la dominación incaica (cf. Fig. 166). La misma forma y la calidad
de elaboración de los recipientes de este tipo los hacen parecidos a los ceramios de
la cultura Tiahuanaco– por ejemplo, a la forma p según la clasificación de Bennett
(1934)– o a la cerámica de los incas.
Entre los ceramios atípicos también hay que enumerar los recipientes que,
debido a la composición de la pasta cerámica y la ornamentación característica
de la estilística Churajón, pueden ser clasificadas como materiales Churajón, pero
cuya forma no permite describirlos dentro de ningún tipo cerámico concreto.
Uno de ellos constituye la llamada Diosa de la Fecundidad descubierta por Ber-
nedo Málaga dentro del complejo arqueológico de Churajón. Este hallazgo, conocido
sólo de publicaciones, al lado de la típica decoración pintada y elementos plásticos
que representan el rostro y los brazos (esporádicamente presentes también en otras
piezas), posee también representaciones de piernas y órganos sexuales femeninos.
La zona de la boca del ceramio, al igual como hemos podido observarlo en muchos
262 Prehistoria del Perú Sur

recipientes tipo Churajón, es acampanada y evoca algunas de las anforitas y jarras.


Sin embargo, su decoración plástica lo hace el único hallazgo de este tipo registrado
dentro de los inventarios Churajón. Es preciso mencionar que en la colección del
Museo Arqueológico de la Universidad Nacional San Agustín en Arequipa hay un
ejemplar muy parecido; se ignora el lugar de su proveniencia (Fig. 105).

3.2. Secuencia del desarrollo de la cerámica Churajón

En los años setenta del siglo XX el arqueólogo peruano Luis Lumbreras, en base
a los resultados de las excavaciones realizadas por Huanqui Hurtado en Casa-
Patak y Challapampa (1970), presentó su concepción del desarrollo de la cerámica
Churajón. El investigador supuso la existencia de dos subsiguientes fases de las
cuales la más temprana, con materiales parecidos a los Tiahuanaco tardío y Mollo,
estaría representada por los inventarios de Casa Patak, y la más tardía abarcaría
los vestigios cerámicos provenientes de la necrópolis en Challapampa (Lumbreras
1974: 71, 72).
Sin ánimo de negar la validez de la presunción de la existencia de la fase
temprana y tardía de desarrollo de la cerámica en cuestión, ni de desacreditar la
relevancia de algunas ideas aportadas por el autor, tenemos que constatar que esta
periodización carece de clasificación de las formas cerámicas y motivos decorati-
vos que caracterizan cada una de las etapas de desarrollo y que pueden servir de
base para un análisis comparativo. Por lo demás, la asignación de los materiales
de los respectivos sitios a las determinadas fases de desarrollo de la cerámica
Churajón en este caso parece ser muy apriorística. Hay que tomar en consideración
el hecho de que dentro del sitio al que aduce Lumbreras llamado Challapampa y
estudiado, entre otros, por Huanqui Hurtado, se exploraron 576 enterramientos
que sólo contenían 231 ceramios. Estas tumbas formaban parte de una gran pero
muy disturbada necrópolis. Al parecer, se trataba más bien de varios cementerios
superpuestos. La secuencia estratigráfica fue compuesta de varias capas (fases)
y los inventarios fueron muy diversificados, por lo cual podemos excluir la posi-
bilidad de que todos estos restos proviniesen de una sola (la más tardía) fase de
desarrollo de la cultura Churajón146.
El análisis de los materiales cerámicos provenientes de la región de Arequipa y
del área de Churajón, efectuado durante los últimos años por el equipo del Proyecto

146 En Casa-Patak, Huanqui Hurtado excavó aproximadamente 50 tumbas pertenecientes a un


extenso cementerio estudiado anteriormente por el mismo Bernedo Málaga (1949: 120-124).
Más tarde, en el yacimiento se realizaron también las excavaciones de salvataje llevadas a
cabo por la Universidad Católica de Santa María (Belan Franco 1981). En ambos casos los
materiales recuperados fueron sólo parcialmente publicados. Actualmente todos forman parte
de las colecciones de los museos arqueológicos de la Universidad Nacional de San Agustín y
de la Universidad Católica de Santa María en Arequipa.
Józef Szykulski 263

Churajón, permite observar los sucesivos cambios en la forma, gama de colores y


motivos de ornamentación de los recipientes. Hay que subrayar que los cambios
observados tienen carácter más bien evolutivo que revolucionario, por lo cual la
mayoría de las formas cerámicas, así como de los motivos ornamentales no se limi-
tan a los períodos históricos determinados. No obstante, en el caso de la cerámica
Churajón podemos notar la existencia de una clara tendencia en el desarrollo, la
cual consiste en un paulatino abandono de las formas cuyos orígenes deben buscarse
en los materiales Tiahuanaco tardío. Esto es especialmente evidente en el caso de
los cuencos campaniformes tipo I.2 y los keros tipo II.1 donde puede observarse
una sucesiva modificación de sus formas que finalmente condujo a la desaparición
de los dos tipos de recipientes. Paralelamente a este proceso se desarrollaban otras
formas como, por ejemplo, las ánforas y jarras con boca de tendencia acampanada.
Se manifestaba también la tendencia a la diferenciación de la base de los ceramios
de varios tipos. En la ornamentación pictórica sucesivamente aparecían nuevos
elementos, enriqueciendo el repertorio surgido de la tradición Tiahuanaco tardío.
Con el paso del tiempo, en las superficies de los ceramios Churajón emergieron
nuevos diseños que incluían imágenes zoo- y antropomorfas, así como las escenas
de género con los elementos del paisaje. Al mismo tiempo, en la gama de colores
se acentuaba cada vez más la presencia de color blanco. Las blancas delineaciones
de los motivos principales pintados en negro devenían más anchas, además, apa-
recieron los ejemplares decorados únicamente en blanco.
Tomando en consideración lo expuesto, así como el análisis de las secuen-
cias estratigráficas, podemos distinguir cuatro fases de desarrollo de la cerámica
Churajón y definir sus límites temporales aproximados. La posibilidad de una
datación precisa sólo existe en el caso de las fases III y IV a las que corresponden
las nítidas y repetitivas secuencias estratigráficas y los inventarios sepulcrales
documentados dentro del conjunto habitacional epónimo de Churajón (cf. Capí-
tulo IV.2).

a. Fase I (post-Tiahuanaco)

Está representada por los relativamente escasos materiales cerámicos tempranos


que debido a su morfología y ornamentación recuerdan a la cerámica Tiahuanaco
tardío (Fig. 107). Estas analogías con los inventarios Tiahuanaco tardío implican
que para esta fase más temprana del desarrollo de la cerámica Churajón se propone
una cronología que abarca el período iniciado por los cambios político-culturales
provocados por la caída de la civilización Tiahuanaco y concluido por la defini-
tiva formación de los organismos político-económicos característicos del Período
Intermedio Tardío en esta área. En fechas absolutas esto corresponde a un lapso
comprendido entre el siglo XI (probablemente la segunda mitad del siglo XI) y
el final del siglo XII.
264 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 107. Cerámica Churajón, fase I (postiahuanaco). A, B – Casa-Patak; C –


Sachaca/Fernandini; D, E, F – Independencia Americana
Józef Szykulski 265

Los materiales pertenecientes a la fase I se registraron, entre otros, en el cemen-


terio del Colegio Nacional de Independencia Americana (Belan Franco 1974), Casa-
Patak147, César Vallejo (Szykulski, Belan Franco 1998), así como también entre los
inventarios de Challapampa (Huanqui Hurtado 1970).
El elemento más característico lo constituyen aquí los cuencos campaniformes
tipo I.2.1 y keros tipo II.1.1 entre los cuales destacan los ejemplares de paredes
curvo divergentes. Tal inclinación de las paredes hace que la ancha base de estos
ceramios este bien diferenciada del cuerpo. Sin embargo, ya en la fase I, tanto en
el grupo de los cuencos como en el conjunto de los keros podemos observar una
sucesiva desaparición de este elemento que indudablemente es de proveniencia
Tiahuanaco. En su lugar aparecen las paredes situadas oblicuamente. La mayoría
de los recipientes, en su cara interior, presentan una acanaladura circundante a la
cual corresponde una protuberancia observable en la superficie exterior. El valor
cronológico de este elemento fue indicado ya por L. Lumbreras (1974). En el caso
de los cuencos, la desaparición de este surco circundante tuvo lugar ya en la fase
I, pero en el grupo de los keros podemos observarlo también en la fase II.
Entre las formas cerámicas características de la fase I también hay que men-
cionar las ánforas con cuello de tendencia acampanada (variante IV.1.1), jarras de
las variantes VI.1.1, VI.3.1 y VI.4.1. La continuación de estas formas podemos
observarla también en las etapas posteriores del desarrollo de la cerámica Churajón
(fase II), sin embargo estos ejemplares más tardíos difieren significantemente por
la decoración de su superficie.
La ornamentación pictórica de la fase post-Tiahuanaco es habitualmente bicro-
mática, es decir los motivos en negro están colocados sobre una capa de engobe rojo
que conforma el fondo. El color blanco es usado sólo para delinear delicadamente al
diseño principal (negro). Al parecer, existe una preferencia por los diseños angulares.
Predominan los dibujos de líneas horizontales, verticales u oblicuas, motivos esca-
lonados, así como también de trapecios cuadriculados. Además, también aparecen
los arcos (singulares o dobles) pero sólo en la superficie interior de la boca.

b. Fase II (clásica)

Los materiales cerámicos de la fase II son mucho más numerosos en comparación


con los vestigios de la fase I. Aunque las causas de este fenómeno pueden radicar
en el insuficiente estado de investigación en algunos sitios o regiones, parece más
bien que esta desproporción refleja también un significativo aumento de la densidad
de población en aquella época.

147 Se trata tanto de los materiales que forman parte de la colección del Museo Arqueológico de
la Universidad Nacional de San Agustín en Arequipa (excavaciones realizadas por Bernedo
Málaga y por Huanqui Hurtado), como también de los que se guardan en el Museo Arqueoló-
gico de la Universidad Católica de Santa María en Arequipa (Belan Franco 1974).
266 Prehistoria del Perú Sur

La posición cronológica de los materiales de la fase II, entre los hallazgos


de la fase I y los que pertenecen a la fase III, no despierta dudas. Se postula que
la fase clásica empieza a finales del siglo XII/principios del siglo XIII y acaba al
inicio del siglo XV. Se trata entonces del período habitualmente vinculado con el
desarrollo del fenómeno Churajón. Su fecha final es marcada por la esporádica
presencia de los materiales de la fase II en los más antiguos inventarios sepulcrales
del montículo 2 en Churajón cuyo contexto cultural en su mayoría corresponde a
la fase cronológicamente posterior (III).
El análisis de los inventarios sepulcrales demostró que a la fase II pertenece
la mayoría de los materiales de los sitios Colegio Nacional de la Independencia
Americana, César Vallejo, Campus de la Universidad Católica de Santa María y
Sachaca/Fernandini, así como también una parte de los hallazgos de la necrópolis
de Challapampa. El ejemplo más importante de los inventarios cerámicos de la
fase II lo constituyen los hallazgos del sitio Tres Cruces (Tingo). Como ya hemos
mencionado, en el caso del conjunto precolombino de Churajón, los materiales
característicos de la fase clásica sólo aparecieron en algunas tumbas situadas debajo
de la base del montículo 2 y en ciertos inventarios sepulcrales del sector 2. Se
trata de los materiales identificados con el más temprano período de la elaboración
de este tipo de cerámica en el área (el llamado período I). Por lo demás, vale la
pena resaltar aquí la escasa presencia de los materiales de la fase II en los estratos
habitacionales estudiados en Churajón.
Considerando las formas cerámicas (Fig. 108 y 109), en primer lugar hay que
mencionar que los cuencos campaniformes tipo I.2.1y keros tipo II.1.1, característi-
cos de la fase post-Tiahuanaco, fueron reemplazados por sus derivados posteriores,
menos elaborados y más chatos, definidos como tipos I.2.2 y II.1.2 respectivamente.
Las dos formas desaparecieron ya al final de la fase II.
Por lo demás, a la fase clásica pertenecen también las específicas formas de
keros antropomorfos con la parte superior esferoide, clasificados dentro de la
variante II.1.3, que recuerdan los artefactos Tiahuanaco definidos como coca-cola
glass (Moseley et al. 1991). Su presencia fue documentada solamente en algunos
sitios localizados dentro de la misma ciudad de Arequipa. Se trata de una forma
de zona de distribución limitada y cuya posición cronológica, debido a los con-
textos culturales de los cementerios de los cuales fue recuperada, es indiscutible.
Se encontraban asociados, entre otros, a los cuencos campaniformes de la variante
I.2.2. Entre otras formas de la fase II hay que enumerar los cuencos globulares
pertenecientes a la variante I.1.2, las ánforas del grupo IV, jarras de los tipos VI.1
y VI.2, todas los tipos de vasijas, así como también tazas de la variante III.1.1; cf.
Fig. 108 y 109. En este grupo hay que incluir también los pequeños recipientes
zoomorfos (patos) de la variante VII.1.1 y las formas de doble cuello con la deco-
ración antropomorfa de una de las bocas, tipo VIII.1.
Al analizar la gama de colores podemos observar una creciente importancia
del pigmento blanco que ya no sirve sólo como complemento de los motivos
Józef Szykulski 267

Fig. 108. Cerámica Churajón, fase II (clásica). A, B, D, J – Independencia Americana; F


– Casa-Patak; C, G, H, I – la región de Arequipa (fot. Neira Avendaño, Díaz Rodriguez)
268 Prehistoria del Perú Sur

principales, sino también aparece independientemente. Además, puede notarse una


mayor diversificación de motivos y composiciones. La evolución de algunas formas
y motivos decorativos observable en base a la comparación de varios inventarios
sepulcrales permite dividir la fase II en dos etapas: la más temprana (subfase IIa)
y la más tardía (subfase IIb).

Fig. 109. Cerámica Churajón, fase II (clásica). A, C, I – K – Campus de la


Universidad Católica “Santa María”; E – Casa-Patak; B, D, F – H – Cesár Vallejo
Józef Szykulski 269

IIa – El elemento característico constituye aquí la presencia de los cuencos


campaniformes y keros que (por lo menos en el caso de los inventarios sepulcra-
les) sólo aparecen durante esta etapa más temprana de la fase II. Tanto las ánforas
como las jarras poseen la boca divergente. No se registran ejemplares con boca en
forma de una copa en la parte superior, los cuales son típicos de la etapa posterior.
En la decoración, al lado de los motivos ya conocidos, emergen nuevos de los
cuales hay que mencionar uno difundido sobre las ánforas (especialmente de las
variantes VI.1.1, IV.1.2, IV.2.1, IV.2.2) que consiste en cintas con un característico
recorte triangular dispuestas oblicuamente, es decir, el llamado motivo tres cruces
policromo (Neira 1990).
IIb – Tiene lugar la sucesiva desaparición de los cuencos campaniformes y
keros. Sólo esporádicamente aparecen los ejemplares de forma redondeada (a
menudo con dobles apéndices en la parte de la boca), ya poco distintos de los
cuencos globulares. Es precisamente en esta etapa cuando los cuencos campani-
formes fueron reemplazados por las formas globulares de la variante I.1.2. Otro
demarcador característico de la subfase IIb constituye la presencia de bocas en
forma de una copa en la parte superior. Este elemento caracteriza a las muy difun-
didas en este período ánforas de las variantes IV.1.3 y IV.2.3, al igual que a las
jarras clasificadas dentro de la variante VI.1.3. Probablemente es con esta etapa de
desarrollo de la cerámica Churajón con la cual hay que vincular los anteriormente
mencionados recipientes zoomorfos (patos) y de doble cuello con la decoración
antropomorfa sobre una de las bocas, así como también las atípicas formas cerá-
micas, en su mayoría derivadas de los cuencos campaniformes y jarras. Al mismo
tiempo, entre las jarras y ánforas se observa una significativa cantidad de piezas
con base diferenciada, en anillo (Fig. 108).
En la ornamentación se populariza el motivo de espiga y de rombos cuadricu-
lados. Además, aparece un elemento nuevo en forma de estrellas de cinco puntas
y círculos con líneas radiales (¿el sol?), así como también un diseño atípico de la
cerámica Churajón compuesto de una cinta arqueada completada con puntos (Fig.
108G). Este último ornamento parece constituir un préstamo del Sur, es decir, del
área cultural Chiribaya148. Por lo demás, sigue en uso la decoración tipo tres cruces
policromo, característica de toda la fase II.
Con la subfase IIb también hay que vincular el surgimiento de la ornamenta-
ción plástica en forma de apéndices o protuberancias tubulares sobre las ánforas,
colocados en la zona superior del cuerpo a la altura de las asas (cf. Fig. 28). Este
elemento, en forma mucho más desarrollada, aparece después sobre los aríbalos
incaicos. Es justamente con la subfase IIb con la que tenemos que identificar los
inventarios sepulcrales registrados a la base del montículo 2 en Churajón, al igual

148 Hay que observar que la mayoría de los vestigios cerámicos Churajón recuperados de la re-
gión de Ilo representa la fase II de desarrollo de la cerámica Churajón.
270 Prehistoria del Perú Sur

como los más tempranos inventarios cerámicos de la cultura Churajón, documen-


tados durante las excavaciones en el área del conjunto epónimo.

c. Fase III (tardía)

A la fase tardía pertenecen algunos inventarios sepulcrales de las necrópolis en Cha-


llapampa y Colegio Nacional de la Independencia Americana. Al mismo tiempo, se
identifica con ella la mayoría de los hallazgos de los montículos 2-4 en Churajón y
todo (con escasas excepciones) el material cerámico de la cultura Churajón docu-
mentado dentro de los contextos estratigráficos del conjunto. Esto concierne tanto
a los estratos del Período Intermedio Tardío como a los del Horizonte Tardío.
Hay que destacar que los materiales de la fase III de los montículos 2-4 de
Churajón se vinculan no sólo con el período que antecede a la expansión de los
incas, sino también con la época de la dominación incaica. Este hecho permite
ubicar los límites cronológicos de esta cerámica entre los inicios del siglo XV y
la primera década del siglo XVI d.C., lo que corresponde a las últimas décadas
antes de la llegada de los Incas y las primeras décadas de su regencia sobre el
territorio del Kuntisuyu.
Los materiales de la fase III (Fig. 110 y 111) constituyen continuación de las
principales formas cerámicas presentes ya en la fase IIb. No obstante, en el grupo de
las jarras se puede constatar una tendencia más fuerte a diferenciar la base y perfilar
el cuerpo. Se popularizan los cuencos monocromáticos de la variante I.1.3 (rojos)
y las vasijas globulares tipo V.1 que hasta el momento aparecían sólo esporádica-
mente. Además emergen los recipientes zoomorfos grandes de la variante VII.1.2
y en forma de pata de llama tipo VII.2. La continuidad de estas formas también
puede observarse en la fase epigonal.
Otros tipos de recipientes, como, por ejemplo, las ánforas tipo IV.2, siguen en
uso, pero la mayoría de ellos son monocromáticos. La superficie de los artefactos
es pintada de rojo o recubierta de engobe rojo. Este hecho está vinculado con los
sucesivos cambios en la gama de colores y forma de ornamentación de los ceramios.
En ese tiempo disminuye la cantidad de la decoración en blanco. Este color de nuevo
sirve sólo para delinear los motivos principales pintados en color negro o marrón.
Existe un gran número de ceramios monocromáticos pintados de rojo o rojo-naranja.
Desaparecen por completo los motivos tipo tres cruces policromo, junto a las repre-
sentaciones de la estrella de seis puntas con centro circular, tan característicos de
la fase clásica. Pero siguen en uso otros diseños típicos de la cerámica Churajón,
como espigas, motivos escalonados y rombos cuadriculados. Estos dos últimos muy
a menudo poseen las volutas en sus extremos. En este período en la decoración de
algunos recipientes aparecen también las estilizadas imágenes antopo- y zoomorfas
componiéndose a veces en escenas de género, complementadas con elementos del
paisaje: representaciones del sol y cadenas montañosas (Fig. 111).
Józef Szykulski 271

Fig. 110. Cerámica Churajón, fase III (tardía). A, B, E – Independencia Americana;


C – Casa-Patak; D – Churajón (fot. Belan Franco)

En la cerámica Churajón de la fase III se divulga también la ornamentación


plástica en forma de apéndices o rollitos, en su mayoría colocados en la zona de
unión del labio con las asas (el asa). Los ápendices muy a menudo llevan inci-
siones cruciformes, lo que también es elemento característico de la cerámica del
área del Altiplano. En lo que concierne a las bocas en forma de una copa en la
parte superior conocidas de la fase clásica, en algunos ceramios este elemento
queda fuertemente transformado por medio de una adicional inflexión del labio.
En las ánforas con boca de tendencia acampanada aparecen protuberancias planas
colocadas a modo de orejas (subvariante IV.2.3b). Este elemento plástico puede
272 Prehistoria del Perú Sur

observarse también en la cerámica incaica (Valcárcel 1934–35). Por lo demás,


varias tazas y jarras de este período poseen asas parecidas al tipo llamado ansa
lunata que visiblemente sobresalen por encima del labio (Fig. 111D). Al parecer,
este fenómeno fue ajeno a la cerámica Churajón hasta aquella época. En los inven-
tarios sepulcrales constatamos además la presencia de las vasijas miniaturas no
cocidas, de acabado muy tosco.

Fig. 111. Cerámica Churajón, fase III (tardía). Churajón, montículo 2 – 4


Józef Szykulski 273

d. Fase IV (epigonal)

La última fase de desarrollo de la cerámica Churajón se caracteriza por una suce-


siva desaparición de las principales formas y motivos decorativos de la cerámica
Churajón. Generalmente permanecen en uso las formas más simples (universales),
como los cuencos globulares tipo I, tazas, vasijas tipo V.1, V.2 y jarras con perfil
en “S”, muy a menudo con un asa que perceptiblemente sobresale por encima del
labio. Se registran también las jarras con la boca acampanada (Fig. 112). Por lo
demás aparecen formas nuevas, como, por ejemplo, platos que parecen constituir
un préstamo de la cerámica de los incas.
La ornamentación pictórica tiene muy pocos rasgos típicos de la cerámica
Churajón. Predominan las líneas onduladas circundantes o verticalmente dispues-
tas, las líneas radiales y oblicuas. En los inventarios sepulcrales, al igual como en
la fase III, se constata la presencia de los recipientes miniaturas no cocidos. Los
materiales de la fase epigonal muy a menudo se registran asociados a la cerámica
incaica u otra cuya aparición en esta área con una gran dosis de probabilidad puede
ser vinculada con la presencia de los incas en la zona.
Los límites cronológicos de los materiales de la fase IV pueden ser precisados
gracias a los resultados de las excavaciones realizadas dentro de los montículos
2 y 3, así como también en el llamado Templo del Sol en Churajón (cf. Fig. 36 y
39). En los inventarios tardíos de los montículos 2 y 3, al lado de los materiales
incaicos, por primera vez aparece la cerámica perteneciente a la fase epigonal.
También se la documenta asociada a otros hallazgos del área del complejo, indu-
dablemente relacionados con el período de la dominación incaica. La presencia de
los materiales de la fase IV en los inventarios sepulcrales del principio de la Época
Colonial (Período de Transición) confirma que las tradiciones cerámicas Churajón
perduraron por lo menos hasta la mitad del siglo XVI (cf. Fig. 43).
El definitivo terminus ante quem para la cerámica de la fase IV lo constituye
la implantación de las reducciones toledanas y los traslados de población rela-
cionados con ellas. Todo lo expuesto nos permite datar los materiales de la fase
IV entre la primera década del siglo XVI y los años sesenta o setenta del siglo
XVI, lo que corresponde a los períodos IV y V de la ocupación de Churajón (cf.
Capítulo IV:2). Simplificando, podemos hablar de un período comprendido entre
1500 y 1570 d.C.

3.3. Cambios en el patrón de poblamiento en el territorio de la cultura


Churajón

El análisis de los restos de estructuras habitacionales y los vestigios muebles


relacionados con estas estructuras permite observar los cambios en el patrón de
poblamiento que tuvieron lugar en el Período Intermedio Tardío en el área de
274 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 112. Cerámica Churajón, fase IV (epigonal). montículo 2 – 4


Józef Szykulski 275

distribución de los materiales de la cultura Churajón. Los estudios demuestran


que dentro del conjunto epónimo, que conjuntamente con Maucallacta formaba
el mayor centro urbanístico del fenómeno Churajón, aparecen sólo los materiales
cerámicos tardíos, pertenecientes a las fases IIb, III y IV. Por lo demás, vale la
pena subrayar que la mayoría de estos vestigios se relacionan con la segunda de
las fases enumeradas, es decir, la fase tardía (III). Las excavaciones realizadas en
el marco del Proyecto Churajón no revelaron ninguna secuencia estratigráfica ni
tampoco ningún inventario sepulcral que contuviesen materiales pertenecientes a
las fases de desarrollo I y IIa149.
Tales resultados son muy significativos, especialmente cuando tomamos en
consideración el hecho de que las excavaciones efectuadas durante varios años de
investigación en Churajón abarcaron un área muy extensa, proporcionando una
cantidad de materiales cerámicos significativamente mayor que la de las colec-
ciones recuperadas de cualquier otro sitio. Esto confirma la anterior suposición
de que el conjunto habitacional precolombino de Churajón-Maucallacta, así como
probablemente también otros centros urbanísticos de este tipo, fueron fundados
en la etapa tardía de desarrollo de la cultura Churajón.
Una imagen diferente es la que nos proporciona el análisis de los vestigios
arqueológicos del valle del río Chili, es decir, del área de la ciudad de Arequipa.
En los sitios allí ubicados, al lado de mucho menos abundantes materiales de la
fases III y IV, se revelaron relativamente numerosos artefactos cerámicos de las
fases tempranas, sobre todo de la fase II, pero también de la I. Al mismo tiempo,
los resultados de las excavaciones demostraron que el patrón de poblamiento en
esta época era bien diferente de este observado en Churajón. Se caracterizaba por
la presencia de una serie de pequeños focos de población de carácter rural. Pro-
bablemente, el único importante centro urbanístico de toda la región lo constituía
Casa-Patak (Fig. 46). La arquitectura defensiva, documentada en este sitio todavía
por Bernedo Málaga, parece ser posterior a los restos habitaciones que contenían
los materiales de la fase II. Posiblemente fue construida sobre un cementerio y
un pequeño asentamiento que anteriormente existían en este lugar.
Las evidencias citadas parecen indicar la existencia de dos etapas de desa-
rrollo de la cultura Churajón. En la primera, la estructura de poblamiento era
muy poco centralizada (concentraciones de asentamientos de carácter rural) y
la población elaboraba la cerámica clasificada dentro de las fases I y II. En la
segunda etapa cuyos inicios se remontan a la fase IIb, el patrón de poblamiento
fue sometido a una fuerte transformación. En este período (se supone que se trata
de la segunda mitad del siglo XIV d. C.) desapareció la mayoría de los peque-
ños focos de población (aldeas) y al mismo tiempo se fundaron grandes centros

149 La presencia de la cerámica de las más tempranas fases de desarrollo fue documentada por
Bernedo Málaga (1949: lám. XXXI). No obstante, no podemos excluir que en este caso se
trate de los materiales encontrados fuera del conjunto habitacional de Churajón.
276 Prehistoria del Perú Sur

de carácter defensivo distanciados uno del otro150, como Churajón-Maucallacta


en la cuenca del río Tambo y Casa-Patak en el valle del río Chili, en los cuales
también se asentaba toda la población que se dedicaba al cultivo. En la región
de Churajón-Maucallacta no se registró prácticamente ninguna evidencia de la
existencia de permanentes asentamientos rurales localizados fuera de estos centros
defensivos en aquella época. Por lo demás, probablemente durante esta segunda
etapa, el centro geopolítico de la cultura Churajón se trasladó del valle del río
Chili a la cuenca del río Tambo.
Esta aglutinación de la población, que provocó la fundación de pocos pero
grandes y urbanizados centros localizados sobre las cumbres, demuestra la sucesiva
unificación político-económica del área cultural Churajón. Al mismo tiempo, los
restos de estructuras ceremoniales y habitacionales, así como del sistema de irri-
gación integrado, descubiertos dentro del conjunto Churajón, sugieren que por lo
menos en la cuenca del río Tambo pudo tener lugar la creación de un solo centro del
poder político-económico. El citado anteriormente indio Juan Huaranca denomina
esta entidad política (estado menor), en forma indudablemente exagerada, como
el Imperio Churajón (Bernedo Málaga 1949).
Al parecer la fuerza motriz de estos cambios (aglutinación de poblamiento)
radicaba en las influencias desde el área del Altiplano. Basta con mencionar que
ya en la fase cerámica IIb, pero principalmente en la fase III, en los materiales de
la cultura Churajón apareció una serie de nuevas formas cerámicas y elementos
ornamentales de los cuales la mayoría tenía sus referentes justamente en la cuenca
del lago Titicaca. La existencia de las influencias del área del Altiplano queda
también confirmada por la aparición de una hasta entonces desconocida en esta
parte de la Costa Extremo Sur nueva forma de enterramiento en forma de torres
sepulcrales de adobe, es decir, chullpas (Fig. 24). Su relativamente tardía crono-
logía (en el contexto del ciclo de desarrollo del fenómeno Churajón), al igual que
su proveniencia geográfica no despiertan ninguna duda (Szykulski 2001).
Considerando el problema de los cambios en el patrón de poblamiento en
el área cultural Churajón del Período Intermedio Tardío, tenemos que excluir la
posibilidad de que las influencias que contribuyeron a la transformación de este
patrón y del sistema político-social en este territorio fuesen fruto de la suplencia
de población. Contra tal opinión arguye la continuidad de las tradicionales formas
de enterramiento, así como también de las formas cerámicas y modos de su orna-
mentación. Sin embargo, no podemos rechazar la hipótesis de que en esta época
haya tenido lugar una conquista que provocó el reemplazo de las elites del poder
y la traslación y consolidación de los centros habitacionales. Este hecho podría
explicar la introducción del sistema político-económico y las estructuras urbanís-

150 El problema de la existencia de este patrón de asentamiento, en inglés llamado achorism, en


la estructura habitacional del Perú fue analizado, entre otros, por Edward Lanning (1969).
Józef Szykulski 277

ticas conocidas de la cuenca del Titicaca en la región de Churajón. Este sistema


se basaba en el funcionamiento de varios, relativamente bien organizados estados
menores cuya población habitaba los asentamientos fortificados.
Hay que mencionar que una imagen de la situación política en la cuenca
del lago Titicaca en el Período Intermedio Tardío (o más bien en su fase final)
nos proporcionan también los cronistas de los inicios de la Época Colonial. En
sus relaciones, en su mayoría basadas en la tradición oral incaica, encontramos
las informaciones sobre la existencia en el Altiplano de varias, relativamente
pequeñas entidades político-económicas que pugnaban entre ellas. En la literatura
del tema estas entidades suelen denominarse reinos post-Tiawanaku (Lumbreras
1974).

4. Problemática de la cultura Mollo

Analizando el desarrollo cultural en la Costa Extremo Sur en el Período Intermedio


Tardío, por supuesto, no podemos ignorar la cuestión de las analogías estilísticas
existentes entre las culturas Mollo de Bolivia y Churajón del Perú. Estas analogías,
varias veces discutidas por los investigadores, parecen sugerir la existencia de una
fuerte relación entre las evidencias de ambas culturas (Arellano 1978; Lumbreras
1974; Ibarra-Grasso, Querejazu Lewis 1986; Ravines 1982). Sin embargo, hasta
la fecha no existía base para concretizar las conclusiones acerca del carácter de las
relaciones entre estas geográficamente remotas evidencias culturales y el período
de su duración. Aunque el arqueólogo peruano Luís Lumbreras (1974: 65, 66, 68)
y el investigador boliviano Ponce Sanginés (1957: 93–97) indicaban la cerámica
Allita Amaya presente en las alrededores de la ciudad de Puno como un nexo entre
los hallazgos del noroeste de Bolivia y estos de la región de Arequipa, incluso
un análisis superficial de la modesta colección de Puno (Tschopik 1946: 34, 35)
despierta un escepticismo sobre la validez de tales suposiciones.
Hay que constatar que el material cerámico Allita Amaya difiere mucho, tanto
de la cerámica Mollo como de la Churajón. Indudablemente, Churajón y Mollo
presentan más parentescos entre sí que con los recipientes tipo Allita Amaya (Fig.
113). Por lo demás, la mayoría de las formas cerámicas Allita Amaya no encuen-
tra sus referentes en los materiales Churajón, ni tampoco en los inventarios de la
cultura Mollo. Sólo se repiten las formas universales, presentes en casi todos los
inventarios cerámicos del Período Intermedio Tardío y del Horizonte Medio en la
región del Altiplano y la Costa Extremo Sur. Al mismo tiempo, la mayoría de los
recipientes tipo Allita Amaya son monocromáticos, es decir, pintados de rojo y
desprovistos de ornamentación. Solamente muy pocos están decorados con moti-
vos ornamentales que sólo esporádicamente aparecen sobre la cerámica Mollo y
Churajón. De todos modos su directa relación con la ornamentación “típica” de
278 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 113. Cerámica Allita Amaya (Tschopik 1946)


Józef Szykulski 279

ambas culturas despierta una serie de dudas bien fundadas. Basta con mencionar
que en el caso de Churajón los motivos similares a los que se encuentran sobre
los recipientes Allita Amaya sólo aparecen entre los hallazgos de la fase IV de su
desarrollo. Su surgimiento parece vincularse con las influencias de la misma área
del Altiplano.
En esta situación, el único nexo entre los inventarios de Allita Amaya, Mollo y
Churajón constituye la delineación de los motivos principales con la pintura blanca,
observada en la ornamentación de las tres culturas. Sin embargo, en la cerámica
Allita Amaya este específico elemento parece constituir más bien la excepción
que la regla151. Por lo demás, es preciso tomar en consideración el hecho de que
los diseños presentes sobre los artefactos tipo Allita Amaya son muy difundidos
(aunque sin delineación en blanco) en la cerámica Colla/Kollau cuya área madre
se encuentra al noroeste de la cuenca del Titicaca (Tschopik 1946).
La presencia de los materiales Colla/Kollau fue también registrada en la región
de la ciudad de Puno. Por eso parece justificada la suposición de que no tanto la
estilística Mollo o Churajón, sino que más bien la de la cultura Colla/Kollau del
Período Intermedio Tardío (Fig. 114) –que guarda menos parentescos con los
materiales Tiahuanaco tardío–, se vincula directamente con las evidencias tipo
Allita Amaya. En este caso, el colorante blanco constituiría un préstamo posterior
del área cultural Mollo, ubicada del otro lado del lago Titicaca.
Para aclarar la génesis de las eventuales analogías estilísticas entre los mate-
riales Churajón y Mollo, en primer lugar hay que llevar a cabo un análisis com-
parativo de las formas cerámicas y de los motivos ornamentales presentes en
los inventarios de ambas culturas. Para eso, es preciso hacer una clasificación
tipológico-estilística de la cerámica Mollo. Hay que subrayar que la cantidad de
los materiales cerámicos Mollo, como también de los inventarios sepulcrales y
secuencias estratigráficas documentadas, es mucho menor que en el caso de la
cultura Churajón. No obstante, durante la investigación arqueológica realizada en
los años 1992-1993 por la Universidad de Bonn en Bolivia (Proyecto Samaipata),
se pudo documentar la mayoría de los materiales cerámicos provenientes del área
cultural Mollo y almacenados en los museos de La Paz y Aucapata/Iskanwaya
(Szykulski 2001a). Una gran parte de estos vestigios procede de las excavaciones
efectuadas por Stig Rydén (1957), Ponce Sanginés (1957) y Arellano López (1975,
1978). Sin embargo, la mayoría de ellos son de proveniencia desconocida. En este
grupo se encuentran también los ejemplares de la llamada colección Buck de La
Paz, estudiada por A. Meyers.

151 Por lo demás, hay que mencionar que otros elementos del contexto arqueológico Allita Ama-
ya, como, por ejemplo, la presencia de grandes tumbas colectivas, parecen ser totalmente
ajenos tanto a la cultura Mollo, como la Churajón.
280 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 114. Cerámica Colla/Kolawa (Tschopik 1946)


Józef Szykulski 281

4. 1. Tipología de la cerámica Mollo

El análisis de los materiales identificados con la cultura Mollo permite constatar


una considerable mayor cantidad de las formas cerámicas y sus variantes que la
que pudiese ser inferida en base a los resultados de las investigaciones realizadas
hasta la fecha (Arellano 1975; Canterla 1969; Faldín 1990; Ponce Sanginés 1957;
Rydén 1947, 1957).
La tipológica presentada unas líneas más abajo fue basada en un esquema
similar a este aprovechado en la anterior clasificación de la cerámica Churajón,
es decir se distinguieron: grupo de recipientes – tipo – variante – subvariante.
Para evitar confusiones introducimos una adicional letra M que indica que se
trata de los materiales Mollo. Al igual como en el caso de la cerámica Churajón,
el primer lugar en la lista tipológica (Fig. 115 y 116) lo ocupan las formas más
simples, es decir, los cuencos.

Grupo M.I. Cuencos


Tipo M.I.1. Cuencos globulares
Tienen un fondo ancho y plano y un cuerpo esferoide. Su labio no es pronun-
ciado, sólo a veces ligeramente engrosado. Muy a menudo la base es bien dife-
renciada del cuerpo, lo que no se observa en los cuencos de la cultura Churajón.
Frecuentemente, en la zona de la boca se encuentran rollitos o protuberancias que
sobresalen por encima del labio. Los cuencos globulares Mollo carecen de pequeñas
asas perforadas, presentes en las análogas formas de la cerámica Churajón.
La superficie de los recipientes se presenta natural o pintada (tanto en el exte-
rior como en el interior) de color rojo o rojo-naranja, a veces recubierta de engobe.
Esporádicamente, sobre este fondo rojo aparecen líneas, arcos y espirales pintados
en negro, de vez en cuando delineados con blanco. Entre los cuencos globulares
se pueden distinguir dos variantes:
M.I.1.1 – Los recipientes cuya forma alcanza grandemente hasta la mitad de
la esfera. Aparecen tanto los ejemplares con base no diferenciada del cuerpo (sub-
variante MI.1.1a) como los con base bien diferenciada (subvariante MI.1.1b).
M.I.1.2 – El cuerpo ligeramente sobrepasa la mitad de la esfera, por lo cual
la máxima convexidad está ubicada un poco más debajo de la boca. Esta variante
es escasamente representada en los inventarios Mollo. También aquí aparecen los
ejemplares con base no diferenciada del cuerpo (subvariante MI.1.2a) como los
con base bien diferenciada (subvariante MI.1.1b).
Tipo M.I.2. Cuencos campaniformes
Entre los recipientes de este tipo se pueden distinguir dos variantes:
M.I.2.1 – Al igual como en los análogos recipientes Churajón, también aquí
podemos constatar la existencia de similitudes con la cerámica Tiahuanaco tar-
dío tanto en forma como en la tecnología de fabricación. La pasta está muy bien
282 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 115. La tipología de la cerámica Mollo


Józef Szykulski 283

Fig. 116. La tipología de la cerámica Mollo


284 Prehistoria del Perú Sur

elaborada. La temperatura de cocción fue muy alta, lo que le dio a la cerámica


una estructura parecida a la de gres. Las paredes interiores y exteriores están
pintadas de rojo o engobados. Sobre este fondo aparece la ornamentación pintada
en color negro, a veces delineada con blanco. Los motivos son semejantes a los
que aparecen en los análogos materiales Churajón. No obstante, parece que en el
caso de Mollo las composiciones de motivos pintados sobre un solo recipiente son
menos variadas. La mayoría de los ejemplares de esta variante tienen un surco
circundante en el interior, característico también de los artefactos Tiahuanaco. Al
exterior, existe una protuberancia circundante o, menos frecuentemente, una línea
circundante pintada.
Entre los ejemplares de la variante M.I.2.1 podemos distinguir la subvariante
M.I.2.1a, con paredes encorvadas y base bien diferenciada, y la subvariante I.2.1b con
paredes rectas. Las dos variantes suelen llevar un surco circundante en el interior.
M.I.2.2 – De perfil esferoide (M.I.2.2a) o ligeramente en “S” (M.I.2.2b). Apa-
recen los recipientes de superficie natural o monocromática, pintada de color rojo.
La inflexión entre el cuerpo y la base es ligera. También en los ejemplares de esta
variante se puede notar un surco circundante. Existe una variedad que carece de
ornamentación plástica y otra que posee una cinta plástica vertical que sobresale
por encima del labio. Esta cinta está estilizada en forma de serpiente o lagarto.
A veces la decoración plástica es muy simplificada, limitándose a una “lengüita”
que sólo de vez en cuando sobresale por encima del labio.
Tipo M.I.3. – Recipientes campaniformes, compuestos
Estos recipientes, creados en base a los cuencos campaniformes de paredes
rectas tipo MI.2, constituyen una de las formas cerámicas más características
de la cultura Mollo. Su surgimiento puede vincularse con una específica dieta
alimenticia de la población Mollo. En realidad se trata de dos o tres cuencos tipo
M.I.2. unidos permanentemente. La decoración es idéntica con la que podemos
observar sobre los cuencos tipo M.I.2. También aquí aparece este característico
surco circundante al cual corresponde una bien notable protuberancia al exterior
del recipiente. (cf. Fig. 118).
Dentro del tipo M.I.3. se pueden distinguir dos variantes: M.I.3.1, que abarca
los ejemplares compuestos de un cuenco campaniforme grande y otro pequeño,
y M.I.3.2 confeccionado de dos cuencos grandes y uno pequeño colocado entre
ellos. Se supone que en ambos casos el cuenco pequeño servía como recipiente
para condimentos (Cordero Miranda 1954).
En los inventarios cerámicos Mollo se pueden encontrar también los reci-
pientes tipo MI.3 miniaturizados: por ejemplo, un ejemplar que forma parte de la
colección del Museo Nacional de Tiawanacu (no. inv.: MNALP 2279). Su función
(¿ceremonial?, ¿de juguete?) no fue determinada.
Tipo M.I.4. Cuencos perfilados
Su cuerpo es esferoide, ligeramente perfilado con boca corta y divergente. La
Józef Szykulski 285

base es bien diferenciada. La superficie de los recipientes es natural o pintada de


rojo, esporádicamente con ornamentos lineales en negro que difieren de los cánones
estilísticos de la cerámica Mollo. La mayoría de los ejemplares poseen un asa gruesa,
vertical, parecida a la cabeza de llama que visiblemente sobresale por encima del
labio (variante M.I.4.1). También hay ceramios que carecen de asa, clasificados
dentro de la llamada variante M.I.4.2. No podemos excluir la posibilidad de que los
cuencos perfilados fuesen formas relativamente tardías, creadas bajo la influencia
de otra área cultural. A eso apuntan no sólo los motivos ornamentales atípicos, sino
también la presencia de las asas gruesas que recuerdan las formas presentes en las
escudillas incaicas.

Grupo M.II. Vasos/Copas


Tipo M.II.1. Keros
Los keros son imitaciones directas o formas fuertemente modificadas de los
recipientes del mismo tipo presentes en los inventarios Tiahuanaco tardío. Todos
poseen paredes arqueadas y una base ligeramente ensanchada. Al igual que los
cuencos campaniformes, los keros tienen un surco circundante colocado en el
interior, al cual corresponde una protuberancia circundante al exterior del ceramio.
La mayoría de los ejemplares lleva una cinta plástica sobresaliente por encima del
labio que habitualmente está estilizada en forma de serpiente o lagarto, aunque
también aparecen las representaciones de la cabeza de llama o de cuy. Por lo demás
este elemento plástico a veces se presenta atrofiado en forma de una pequeña pro-
tuberancia. Dentro del tipo M.II.1 se pueden distinguir dos variantes:
M.II.1.1 – Ejemplares en forma de los clásicos keros Tiahuanaco tardío. Des-
tacan por la excelente calidad de su elaboración, su superficie está cubierta de
engobe o cuidadosamente alisada y pintada de rojo o rojo-naranja. La pintura
abarca también las paredes internas de la boca. Aparecen los motivos ornamentales
pintados en negro, de vez en cuando delineados con blanco. Predominan los diseños
compuestos de trapecios cuadriculados dispuestos vertical- u horizontalmente, el
motivo de espiga, las bandas verticales u horizontales, así como también los trián-
gulos que forman los motivos escalonados. Los keros de la variante M.II.1.1 sólo
esporádicamente aparecen en los inventarios cerámicos de la cultura Mollo (Ponce
Sanginés 1957: 64). Tal vez se trate de los reutilizados ceramios Tiahuanaco.
MII.1.2 – Esta variante parece constituir una simplificada forma de los clásicos
keros Tiahuanaco. Es mucho más frecuentemente representada que la variante ante-
rior, pero no puede ser considerada como una de las principales formas cerámicas
de la cultura Mollo. Los ejemplares son menos cuidadosamente manufacturados,
tanto desde el punto de vista de la tecnología como de la calidad de ornamentación
pictórica. También aquí, en la superficie interior hay un surco circundante al cual
corresponde una característica protuberancia al exterior del ceramio. Esporádica-
mente sobre esta protuberancia aparece un elemento plástico adicional estilizado
286 Prehistoria del Perú Sur

en forma zoomorfa. Este elemento es, probablemente, tardío y relacionado con


las influencias incaicas.

Fig. 117. Cerámica Mollo. A, C, E – H – Piñiko; B – Iskanwaya; D –


procedencia desconocida; Museo Arqueológico de Aucapata - Bolivia
Józef Szykulski 287

Tipo M.II.2. Abarca los keros de forma desarrollada, con atributos mor-
fológicos fuertemente acentuados. Los recipientes de este tipo tienen una boca
divergente de labio bien pronunciado. La parte superior del cuerpo es acampanada.
La zona de su unión con la parte inferior (esferoide) es ligeramente ensanchada.
Por lo demás, existe un asa-vertedero tubular que arranca en la parte inferior de
cuerpo y sobresale por encima del labio. En la mayoría de los casos no está trabado
así que permite sorber los líquidos del recipiente. Este elemento constructivo es
característico también de otras formas de la cerámica Mollo. La superficie de los
ceramios está decorada con ornamentos en negro delineados con blanco. Prevalecen
los motivos escalonados, trapecios, líneas onduladas y círculos. En las paredes del
cuerpo aparecen además protuberancias y rollitos que se componen en la imagen
de una cara humana. Al lado de las representaciones esquematizadas también hay
ejemplares que probablemente reproducen las facciones de una persona concreta
(cf. Fig. 118). El prototipo de los keros tipo M.II.2 podemos verlo en la clásica
cerámica de Tiahuanaco IV y V.
Tipo M.II.3. – Copas con pie en pedestal hueco
Esta forma constituye una excepción en los inventarios Mollo, de lo cual
podemos inferir que se trata de un préstamo o tal vez un importe de otra área
cultural. Se trata de un recipiente cuenquiforme apoyado sobre un pie en pedestal
corto, en forma de cono truncado. Las paredes externas e internas están pintadas
de color rojo-naranja. Carecen de ornamentación pictórica.

Grupo M.III. Tazas


Este grupo abarca los recipientes relativamente pequeños, chatos que habitual-
mente poseen un asa, aunque también hay ejemplares de dos asas opuestamente
dispuestas. También en este grupo aparecen piezas con una boquilla tubular, carac-
terística de la cerámica Mollo.
Tipo M.III.1. Los recipientes de un asa y cuerpo esferoide, de vez en cuando
con boca divergente (cf. Rydén 1957: 30 y 50). La mayoría tiene una base bien
diferenciada. Al lado de los ejemplares de superficie porosa y sin pintura aparecen
también los ejemplares pintados en rojo o rojo-naranja, recubiertos de ornamentos
característicos de estilística Mollo, en color negro, a veces delineados con blanco.
Predominan los motivos de rombos y líneas onduladas.
Tipo M.III.2. Variante MIII.2.1 – Tiene perfil en “S”. El cuerpo es esferoide, a
veces ligeramente “perfilado”. Generalmente, la base es visiblemente diferenciada
del cuerpo. La mayoría de los ejemplares tienen una superficie alisada, pintada de
rojo o rojo-naranja. Esporádicamente aparecen ornamentos negros, en su mayo-
ría delineados con blanco. Prevalecen los trapecios y líneas oblicuas. Se pueden
encontrar también los recipientes cuya superficie es natural y porosa. Algunos
ejemplares presentan protuberancias con incisiones cruciformes, así como también
cintas plásticas que reproducen de manera esquemática el rostro humano.
288 Prehistoria del Perú Sur

Variante M.III.2.2 – Constituye una modificación de la variante MIII.2.1. Se


caracteriza por la presencia de un asa-vertedero tubular. El cuerpo es esferoide, sólo
a veces perfilado. La superficie está pintada de color rojo, menos frecuentemente
recubierta de engobe. Aparecen motivos ornamentales negros, de vez en cuando
delineados con blanco. En su mayoría son rombos cuadriculados. Sólo esporádi-
camente se encuentran los ejemplares de superficie natural, porosa.

Fig. 118. Cerámica Mollo con la ornamentación en la tradición del Tiahuanaco tardío. A
– procedencia desconocida (Ponce 1957: 73); B, D – Titicachi; C, E – Markopata;
F – Piñiko; procedencia desconocida. B, D – colección privada, otros:
Museo Arqueológico de Aucapata - Bolivia
Józef Szykulski 289

Grupo M.IV. Ánforas


Tienen un cuerpo esferoide u ovoide, en la zona de su máxima convexidad
(a veces un poco más arriba) se encuentran dos asas, opuestamente colocadas.
Diversos tipos y variantes se distinguen unos de los otros por sus proporciones y
el modelado del cuello y de la boca.
Tipo M.IV.1. – Ánforas de boca ancha
Se encuentran sólo esporádicamente en los inventarios cerámicos Mollo. Su
pertenencia a la cerámica Mollo puede despertar dudas. Los ejemplares almacena-
dos en los museos de La Paz (Museo de Tiawanacu) y Aucapata suelen ser vincu-
lados con la cultura Mollo, pero se ignora el lugar de su proveniencia y el contexto
cultural del cual fueron recuperados. Es precisamente este tipo de recipiente que es
el más parecido a la cerámica Tiahuanaco tardío de todos los materiales Mollo.
El cuerpo tiene forma globular u ovoide, no se registran ejemplares de base
bien diferenciada. La superficie de los ceramios está cuidadosamente alisada, pin-
tada de color rojo o rojo-naranja. Aparecen motivos ornamentales en negro, deli-
neados con blanco, en su mayoría triángulos y rombos cuadriculados. A veces en la
zona de unión del cuello con el cuerpo existe una cinta circundante con incisiones
o digitaciones que le dan la estructura de una cuerda (Fig. 117D). Esporádicamente
en vez de esta cinta aparece la decoración pictórica que la imita. Se distinguen:
la variante M.IV.1.1 de cuello curvo divergente y la M.IV.1.2 de cuello ancho,
cilíndrico con poca ligeramente ensanchada.
Tipo M.IV.2. Ánforas de cuerpo esferoide
El cuerpo es casi perfectamente esferoide. El cuello es estrecho, cilíndrico,
ligeramente divergente. La base es sólo esporádicamente diferenciada del cuerpo.
La superficie está cuidadosamente alisada, pintada de color rojo-naranja. El motivo
ornamental básico constituye rombos cuadriculados colgantes pintados en negro
(Fig. 117F). A veces los motivos son delineados con blanco. También se encuentran
ejemplares monocromáticos. Se pueden distinguir dos variantes:
M.IV.2.1 – de cuello cilíndrico y boca con labio ancho, plano, horizontal y
biselado.
M.IV.2.2 – de cuello divergente que transita suavemente hacia la boca. Los
ejemplares de esta variante son en su mayoría monocromáticos.
Tipo M.IV.3. Ánforas de boca estrecha y cuerpo ovoide
La forma del recipiente es ovoide, su base generalmente bien diferenciada.
Las asas, en forma de cinta, un poco aplanados, se encuentran encima de la mayor
convexidad del cuerpo. El cuello se ensancha y une a un labio horizontal. En la
base del labio muy a menudo se encuentra una cinta circundante con incisiones
o digitaciones que le dan la estructura de una cuerda. En la parte superior del
ceramio, debajo de la base del cuello, se observan frecuentemente los apliques en
forma de recipientes miniaturizados o cintas con incisiones (Fig. 117C). También
se conoce un ejemplar del sitio Iskanwaya cuya parte superior está decorada con
290 Prehistoria del Perú Sur

una imagen de rostro. Se pueden distinguir: la variante M.IV.3.1, en la cual la


mayor convexidad del cuerpo está ubicada visiblemente debajo de la mitad de la
altura del ceramio, y la variante M.IV.3.2 con la mayor convexidad del cuerpo
ubicada en la mitad o un poco más arriba de la mitad de su altura. Esto le da a los
artefactos la forma de un huevo invertido.
La superficie de los ceramios tipo M.IV.3 está pintada de color rojo, muy a
menudo decorada con líneas onduladas, rectas y diseños escalonados. Además,
se pueden encontrar representaciones antropo- y zoomorfas, así como también
rombos con extremidades en forma de anzuelos (Ponce 1957: 74). También hay
ejemplares de superficie natural.
Tipo M.IV.4. Ánforas de boca ancha con asas horizontalmente dispuestas
que permiten pasar una cuerda para poder colgar el recipiente. Este elemento
constructivo atípico en el área del Altiplano está muy difundido en los inventarios
de la Amazonía y la Montaña (las laderas orientales de los Andes). En el Perú se
puede encontrar también en la costa, por ejemplo, en los materiales cerámicos de la
cultura Chancay (Krzanowski eds. 1991: 221, 230). Se distinguen dos variantes:
M.IV.4.1 – recipientes de forma chata y boca corta, divergente. Se registraron,
entre otros, en el sitio Markopata (Rydén 1957: Fig. 35/19 i 50, Fig. 57/6). Su
superficie está pintada de color rojo-naranja. Los motivos ornamentales difieren
de la típica decoración Mollo.
M.IV.4.2 – recipientes de forma esbelta. Se conoce sólo un ejemplar entero
procedente de Markopata (Rydén 1957: Fig. 49/1) y un par de fragmentos de origen
desconocido. La superficie está alisada, sin pintura. En la base del cuello existe
una cinta plástica con incisiones que le dan el aspecto de la cuerda. Debajo de esta
cinta se encuentra una protuberancia plana con incisión cruciforme.

Grupo M.V. Vasijas


Es un grupo de recipientes de función utilitaria. Su superficie es natural, de vez
en cuando se presenta pintada de color rojo-naranja. Muy a menudo lleva huellas
de hollín. La ornamentación pictórica aparece sólo esporádicamente.
Tipo M.V.1 – Vasijas de forma chata con boca ancha y divergente (Fig. 117B).
Los ejemplares de este tipo se conocen principalmente de las excavaciones realiza-
das por Arellano en Iskanwaya (Arellano 1975). La base se presenta generalmente
bien diferenciada. La superficie está pintada de color rojo-naranja. La decoración
aunque pintada en negro (líneas oblicuas, espirales, líneas poligonales) difiere
mucho de la ornamentación típica de Mollo: las líneas son muy finas y cuidado-
samente trazadas sin delineaciones con blanco, tampoco aparecen diseños geomé-
tricos. Se pueden distinguir: la variante M.V.1.1 de cuerpo fuertemente perfilado
y la M.V.1.2 de cuerpo esferoide.
Tipo M.V.2. El cuerpo es esferoide con la mayor convexidad ubicada debajo
de la mitad de la altura del ceramio. La boca es muy a menudo menor de la mayor
Józef Szykulski 291

convexidad del cuerpo. La base es bien diferenciada del cuerpo lo que le da al


ceramio una forma bien esbelta. Dos asas en forma de cintas gruesas parecen lige-
ramente aplanadas. La superficie de los recipientes está cuidadosamente alisada y
pintada, habitualmente de color rojo-naranja. Se observan los motivos caracterís-
ticos de Mollo, en forma de líneas, rombos reticulados colgantes (Fig. 117G). En
la zona de unión del labio con el asa, muy a menudo se encuentran protuberancias
con incisiones cruciformes. Un ejemplar recuperado de la tumba 20G de Piñiko
también tenía un vertedero tubular trabado (Ponce 1957: Fig. 14c).
Se distinguen dos variantes: esbelta MV.2.1 (Fig. 117A) y chata MV.2.2 (Fig.
117G).
Tipo M.V.3. Incluye recipientes utilitarios tanto esbeltos como chatos, de
perfil en “S” y con dos asas gruesas (convexas) en forma de cintas. Carecen de
base bien diferenciada. No aparecen ornamentos ni pictóricos ni plásticos. La
superficie sólo esporádicamente está pintada de color rojo-naranja, muy a menudo
presenta huellas de hollín.

Grupo M.VI. Jarras


Este grupo abarca recipientes de un asa y de perfil muy variado.
Tipo M.VI.1. Jarras de boca ancha. Se caracterizan por un cuerpo ovoide o
esferoide, a veces ligeramente perfilado. La superficie está pintada de color rojo
o rojo-naranja, de vez en cuando recubierta de engobe. Sobre este fondo aparecen
diseños en negro, muy a menudo delineados con blanco. Al lado de los moti-
vos Mollo, entre los cuales predominan líneas (también zigzagueantes), rombos,
dibujos escalonados y rectángulos cuadriculados, también pueden encontrarse los
diseños ajenos a la estilística Mollo. Se pueden diferenciar dos variantes:
M.VI.1.1 – El cuerpo es ovoide, a veces ligeramente perfilado. La mayor
convexidad se encuentra en la mitad de la altura del cuerpo. El cuello es divergente
unido a una boca poco diferenciada. Sólo esporádicamente el labio se presenta
acentuado por medio de un engrosamiento ligero. Lo característico es que el asa
en forma de cinta se une al cuello un poco más abajo del labio. A veces en este
lugar puede encontrarse una protuberancia que sobresale por encima del labio
(Rydén 1957: Fig. 86/1). Muy a menudo la base es bien diferenciada. Uno de los
recipientes estudiados presentaba un ornamento atípico en forma de las letras X
con volutas en sus extremos. Este motivo evoca la ornamentación de la llamada
cerámica Mojocoya (Ibarra-Grasso, Querejazu Lewis 1986).
M.VI.1.2 – El cuello tiene forma cilíndrica, la boca es divergente. El cuerpo
se presenta esferoide u ovoide, de vez en cando perfilado. Su mayor convexidad
se encuentra en la mitad de su altura. Algunos ejemplares llevan protuberancias
singulares colocadas en la zona de unión de la boca con un asa en forma de cinta.
Muy a menudo el asa está situada un poco más abajo del labio. Al lado de reci-
pientes pintados de rojo observamos ejemplares de superficie natural.
292 Prehistoria del Perú Sur

Tipo M.VI.2. Jarras con cuello cilíndrico estrecho o muy estrecho y boca bien
diferenciada, ancha, fuertemente evertida (Fig. 117H y 118G). El asa en forma de
cinta se une directamente con el labio. El cuerpo es esferoide, a veces ligeramente
ovalado, la base es generalmente bien diferenciada. La superficie está alisada y pin-
tada de rojo. Sobre este fondo aparecen motivos de líneas, zigzags y escalonados.
Estas representaciones están pintadas en negro, a veces delineadas con blanco o
naranja152. En la base del cuello muy a menudo aparece una cinta con digitaciones
o incisiones que probablemente reproducen la factura de una cuerda.
Tipo M.VI.3. Por su forma se parece a los ceramios de la variante MVI.1.2.
Los recipientes de este tipo poseen un cuerpo ovoide. Su mayor convexidad se
encuentra debajo de la mitad de la altura del cuerpo. También aquí debajo de la
base del cuello puede observarse una cinta circundante con incisiones que le dan el
aspecto de una cuerda (Fig. 117E). El rasgo distintivo constituye aquí la presencia
de un asa-vertedero tubular (no obstruido) unido por medio de una cinta a la boca
del recipiente. De vez en cuando, esta cinta de unión está situada un poco más
debajo de la boca. Todos los recipientes de este tipo tienen una superficie alisada
y pintada de color rojo o recubierta de engobe. Sobre este fondo aparecen diseños
pintados en negro, compuestos de líneas rectas o zigzagueantes y motivos escalo-
nados. Se puede notar también la delineación con blanco. Sólo esporádicamente se
encuentran representaciones zoomorfas: aves, llamas. Entre los ceramios de este
grupo también habría que clasificar un ejemplar recuperado de la estructura 8-A
en Iskanwaya, el cual se distingue por su boca excepcionalmente ancha y un asa
adicional situada frente al asa-vertedero tubular. Los motivos ornamentales de esta
pieza se distinguen de la decoración típica de Mollo. Demuestran algunas analogías
con los motivos presentes sobre las vasijas tipo M.V.1, también provenientes de
las excavaciones en Iskanwaya (Arellano 1975).
Tipo MVI.4 – Jarras altas, esbeltas, saquiformes. La mayor convexidad se
encuentra debajo de 1/3 de la altura del recipiente. Las paredes del cuerpo se
convergen hacia arriba, transitando suavemente en una boca ligeramente diver-
gente. La base es bien diferenciada. El rasgo característico constituye un asa en
forma de cinta cuyo punto de unión con el recipiente se encuentra debajo de la
boca. La superficie generalmente se presenta natural, porosa o toscamente ali-
sada. Sólo esporádicamente se presenta pintada de rojo y burdamente decorada
con motivos lineales en color marrón-negro. Muy a menudo debajo de la boca
se pueden encontrar cintas o protuberancias que forman la imagen de rostro. Se
registran también apéndices singulares.
Tipo M.VI.5. Formas esbeltas de cuerpo ovoide. Carecen de cuello bien dife-
renciado. La boca es divergente y el asa se une directamente al labio. La superficie

152 Al parecer, la delineación originariamente tuvo el color blanco. Debido a la humedad, con el
paso de tiempo, el colorante blanco de la delineación se mezcló con la pintura rojo-naranja del
fondo.
Józef Szykulski 293

generalmente está alisada, a veces pulida, pintada de color rojo. Se registran los
motivos lineales en color negro. Probablemente, entre los ceramios de este tipo
se puede distinguir una variante con labio evertido corto y otra con labio evertido,
ancho y plano.

Fig. 119. Los materiales cerámicos de Iskanwaya, excavaciones de A. López (1975).


La fase tardía / epigonal de la cerámica Mollo
294 Prehistoria del Perú Sur

Grupo M.VII: Formas modeladas


A este grupo pertenecen recipientes de forma específica, condicionada por
su función. Los datos etnográficos del área de los andes permiten constatar que
servían para tostar el maíz a fin de preparar un bocadillo conocido con el nombre
de cancha. Se pueden distinguir dos tipos de los recipientes modelados:
Tipo M.VII.1. La forma clásica denominada como pato. Se caracterizan por un
cuerpo asimétrico, horizontalmente orientado, ovoide, en cierta medida parecido al
cuerpo de pato (Fig. 119F). Entre el cuerpo y una boca acampanada se encuentra un
asa gruesa. Existe la variante M.VII.1.1 en la cual el cuerpo de ave está represen-
tado de manera naturalista. En algunos ejemplares esta impresión es intensificada
por la presencia de dos protuberancias opuestamente dispuestas (alas) y la tercera
ubicada en la mayor convexidad del cuerpo (cola). La superficie de los recipientes
de la variante M.VII.1.1 está pintada de rojo y decorada con los ornamentos carac-
terísticos de Mollo, en su mayoría, rombos, líneas rectas u onduladas.
La variante MVII.1.2 está representada por los ejemplares saquiformes, muy
poco parecidos al cuerpo de un pato. La superficie generalmente guarda su color
natural, aunque a veces se registran también ceramios pintados de rojo. Todos los
ejemplares carecen de ornamentación.
Tipo M.VII.2. La forma de recipiente evoca la pata de llama. La superficie está
alisada, tiene color natural, menos frecuentemente rojo. El cuello es ligeramente
divergente, la boca poco diferenciada. Los ejemplares analizados carecen de asa.

Grupo MVIII. Ollas


Este grupo abarca recipientes específicos de los cuales todos parecen pro-
venir de Iskanwaya o sus alrededores (Arellano 1975). Básicamente existe sólo
un tipo (MVIII.1) representado por los ejemplares de forma esbelta, cilíndrica
con una base maciza (Fig. 119D). Su altura total a veces excede 100 cm. La zona
de la boca no es diferenciada. El labio es recto y plano. En la parte superior del
recipiente, se encuentran dos asas en forma de cinta, colocadas opuestamente.
Por razones constructivas, el cuerpo que generalmente es cilíndrico a veces tiene
paredes ligeramente convexas. La superficie se presenta porosa o alisada, pintada
de rojo. Un ejemplar recuperado de la tumba 7 en Iskanwaya (pozo F-5, edificio
25A) posee ornamentos pintados en negro. Estos diseños, muy similares a los que
aparecen sobre las vasijas del tipo M.V.1, son muy distintos de la ornamentación
típica de Mollo.

4.2. Desarrollo de la cerámica Mollo en el contexto de los cambios en el


patrón de asentamiento

Al igual como en el caso de la cerámica Churajón, aun un somero análisis de los


materiales Mollo permite distinguir un grupo de recipientes claramente vinculados
Józef Szykulski 295

con la cerámica Tiahuanaco tardío y otro cuyos inventarios, tanto por su forma
como por la ornamentación, difieren de los clásicos patrones del Horizonte Medio.
Este hecho parece reflejarse en la periodización de la cerámica Mollo propuesta
por Ponce Sanginés quien distinguió materiales Mollo de fuerte tradición Tiahua-
naco, Mollo clásico y Mollo influenciado por la estilística Inca (Ponce 1957). Sin
embargo, hasta la fecha carecemos de una secuencia estratigráfica documentada
que claramente precise la sucesión cronológica de los mencionados grupos estilís-
ticos. Al mismo tiempo, considerando los contextos sepulcrales identificados con
la cultura Mollo, podemos observar que la mayoría de ellos contiene materiales
cuyos atributos morfológicos y ornamentales son muy distintos de los que suelen
ser asociados con el fenómeno Mollo, la cerámica Tiahuanaco o Inca. Como un
buen ejemplo puede servirnos aquí los hallazgos de uno de los, al parecer, más
representativos sitios de la cultura en cuestión, es decir, las ruinas Iskanwaya (Fig.
120 y 121), ubicados en el valle del río Llika (cuenca del río Mapi).
. Hay que constatar que las excavaciones realizadas en este yacimiento en el pasado
no proporcionaron ningún inventario sepulcral con materiales típicos de la cultura
Mollo. Además, durante la prospección realizada en Iskanwaya en 1992 por la
Universidad de Bonn153 se registraron sólo escasos fragmentos de la característica
cerámica pintada tipo Mollo. Al mismo tiempo, pudo observarse la existencia de
los materiales Inca y los artefactos con descuidada ornamentación lineal colocada
sobre un fondo de color rojo-naranja. Fue precisamente este tipo de cerámica
que se registró durante las excavaciones llevadas a cabo por Arellano López en
Iskanwaya (1975: 18 - 21).
Este tipo de decoración es bien distinto de los motivos propios de los reci-
pientes Mollo, pero sí aparece sobre los materiales Kollau/Colla (Tschopik 1946;
fig. 85). Es preciso mencionar que motivos similares también fueron registrados
entre los inventarios cerámicos de la fase IV de la cultura Churajón que justamente
parecen vincularse con la región del Altiplano. Estos hechos indican que los mate-
riales de Iskanwaya son relativamente tardíos. Asimismo, sugieren también que
la fundación del mayor centro urbanístico del área Mollo debió coincidir con la
etapa tardía de desarrollo cultural en esta área (tardía en el contexto del Periodo
Intermedio Tardío). Se trata aquí de un período que directamente antecede al
momento de la expansión incaica en la zona circuntiticaca. Por lo demás, estas
evidencias respaldan la suposición de que en la época antecedente a la expansión
de los Incas en la cuenca del lago Titicaca tuvo lugar un significativo desplaza-
miento de población que quedó reflejado también en las claras transformaciones
estilísticas en la cerámica del área cultural Mollo.

153 Los trabajos realizados por el autor eran parte del programa de investigación del Proyecto
Samaipata (Szykulski 2001).
296 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 120. Ruinas de Iskanwaya, departamento de La Paz,


provincia de Muñecas, Bolivia nor-occidental

En este contexto hace falta modificar la secuencia de desarrollo propuesta por


Ponce Sanginés quien supuso una evolución lineal de la cerámica Mollo, desde
Mollo/Tiahuanaco por Mollo clásico, hasta Mollo/Inca. Sin negar las relaciones
genéticas entre Mollo y Tiahuanaco tardío, la fase Mollo/Tiahuanaco sólo podemos
Józef Szykulski 297

Fig. 121. El valle de Llika, cuenca del río Mapi.


En el primer plano las ruinas de Iskanwaya

aceptarla como una hipótesis de trabajo que no puede ser apoyada en contextos
arqueológicos claramente definidos154.
La existencia de la fase clásica Mollo no cabe duda. Esta fase se caracteriza
por la presencia de las específicas formas con la decoración tricolor (rojo, negro,
blanco) cuya génesis fue resultado de la transformación de los patrones del Tiahua-
naco tardío (Fig. 118).
La siguiente etapa de desarrollo de la cerámica en el área cultural Mollo está
representada por los materiales de la fase tardía (Fig. 119). En aquella época, en
esta parte de la cuenca del lago Titicaca aparecieron nuevos grupos de pobla-
ción con nuevos cánones de ornamentación que provocaron la desaparición de la
característica cerámica tricolor. Probablemente, es con la fase tardía con la cual
debemos vincular la fundación del extenso conjunto arquitectónico de Iskanwaya
(Fig. 120 y 121). No podemos excluir la posibilidad de que también otros centros
urbanísticos de carácter defensivo, localizados en la parte noreste de la cuenca
del lago Titicaca, fueron fundados sólo en la fase tardía. Su directa relación con
la clásica cerámica tricolor tipo Mollo parece dudosa.

154 Sólo en el caso de algunos materiales del cementerio Piñiko (Ponce 1957) la ornamentación
presente sobre los ceramios confirma fuertes influencias de la estilística Tiahuanaco tardío.
298 Prehistoria del Perú Sur

Aquí se plantea una pregunta: si a la luz de los cambios claramente reflejados


en los materiales cerámicos, así como también en el carácter de poblamiento, por
lo menos en el caso de la misma Iskanwaya y los terrenos adyacentes, ¿siempre
podemos hablar de la existencia de la cultura Mollo? No obstante, tenemos que
admitir que en algunos yacimientos del área cultural Mollo, alejados de Iskanwaya,
la típica cerámica tricolor seguía en uso y a la vez aparecían las influencias incaicas.
Esto indica cierta dualidad en el desarrollo que tuvo lugar en el área cultural Mollo
en el período directamente antecedente a la expansión incaica.

4.3. Problema de las interrelaciones entre Mollo y Churajón

Considerando la misma tecnología de elaboración y la tecnología de cocción,


hay que constatar que el clásico (tricolor) material Mollo presenta innegables
similitudes con los inventarios Churajón. No obstante, el análisis más detallado
permite observar que estas analogías son comunes de la mayoría de los estilos
cerámicos del Período Intermedio Tardío y del Horizonte Tardío presentes en el
área entre la cuenca del lago Titicaca y el Pacífico. Al mismo tiempo, el estu-
dio de las principales formas cerámicas, así como de los motivos ornamentales,
demuestra que al lado de estas semejanzas entre los materiales Mollo y Churajón
existen importantes diferencias cuya presencia parece derribar todas las teorías
apriorísticas sobre las directas relaciones entre ambas culturas o aun la evolución
de una y otra (cf. Ibarra-Grasso, Querejazu Lewis 1986: 270; también: Ponce
1957; Lumbreras 1974).
En primer lugar, hay que constatar que, contrariamente a las apariencias, las
formas cerámicas presentes en los inventarios arqueológicos Mollo encuentran
muy pocos referentes en la cerámica Churajón. Este hecho queda perfectamente
ilustrado por la comparación de las formas principales de la cerámica de ambas
culturas (cf. Fig. 103, 104 y 115, 116). Cuando existen las analogías, pueden
observarse principalmente entre las formas simples y, al mismo tiempo, universa-
les –que se presentan también entre inventarios de culturas muy geográficamente
y cronológicamente remotas– o entre los artefactos bien específicos, como, por
ejemplo, clásicos keros tipo M.II.1.1 o cuencos campaniformes tipo M.I.2.1 cuyo
prototipo debe buscarse en la cerámica Tiahuanaco tardío.
Al mismo tiempo, estas formas que parecen ser las más características de la
cerámica Mollo, como los cuencos campaniformes compuestos tipo M.I.3, keros
tipo M.II.2, tazas y jarras con la específica boquilla tubular (tipos MIII.3 y MIV.3)
nunca aparecen en los inventarios cerámicos Churajón. También la tendencia a
diferenciar la base del recipiente, muy bien marcada entre los materiales Mollo
y visible aun en la mayoría de los simples cuencos globulares del grupo MI, en
las formas cerámicas Churajón constituye más bien la excepción que la regla. Por
lo demás, la aparición de este elemento constructivo en la cerámica Churajón es
Józef Szykulski 299

bastante tardía y puede relacionarse con las influencias no tanto del área cultural
Mollo, sino más bien de las orillas orientales del lago Titicaca.
Mientras tanto, entre los materiales presentes en el extremo sur del Perú actual,
existe una serie de otros tipos de recipientes. Basta con mencionar las formas tan
típicas de Churajón como las ánforas y anforitas del grupo IV y jarras del grupo VI
que difieren por su morfología, elementos constructivos básicos y en gran medida
también por la ornamentación pictórica. En el caso de las diferencias constructivas,
en primer lugar hay que mencionar las bocas anchas, de tendencia acampanada, en
forma de una copa en la parte superior, muy divulgadas en el grupo de las ánforas
(y también entre las jarras).
En lo que concierne a la ornamentación, los motivos típicos de los materiales
Churajón de la fase II, como cintas con recorte triangular tipo tres cruces policromo,
estrellas con centro circular y motivo de espiga, no aparecen sobre los recipientes
Mollo. Y los diseños que pueden encontrarse en ambos estilos cerámicos, como,
por ejemplo, hileras de rombos, motivos escalonados o representaciones antropo- y
zoomorfas, visiblemente difieren en los detalles.
Todo lo expuesto, así como también el análisis de la arquitectura habitacional
y sepulcral de ambas culturas, indica que –contrariamente a las propuestas pre-
vias– los fenómenos Mollo y Churajón evolucionaron autónomamente. Las dos
culturas, al igual que la anteriormente mencionada Alita Amaya del área de Puno
o los inventarios argentinos de la cultura desarrollada en la región de la Quebrada
de Humahuaca (Bennett, Bleiler, Sommer 1948; Márques Miranda 1954), fueron
indudablemente formadas independientemente, ya después de la caída de la entidad
cultural creada por la civilización Tiahuanaco.
Tanto Mollo como Churajón, cristalizándose como culturas independientes,
aprovechaban los patrones del Tiahuanaco tardío. Sin embargo, como resultados
de varios procesos, las dos culturas desarrollaron sus propias formas cerámicas,
motivos de ornamentación, así como también elaboraron diferentes conceptos
arquitectónicos de estructuras habitacionales y funerarias. Se puede tomar como un
hecho que durante este desarrollo las interrelaciones entre las dos áreas culturales
eran mínimas o aun nulas.
Tal conclusión viene respaldada también por la muy diferente naturaleza de
los nichos geográficos ocupados por las dos culturas. Mientras Mollo es un fenó-
meno cuya área de expansión abarcaba los valles fluviales ubicados en las laderas
orientales de los Andes, pertenecientes a la cuenca del Amazonas, Churajón se
desarrollaba en las vertientes de los Andes occidentales, a lo largo de los valles
fluviales que desembocan en el Pacífico. No existe ninguna evidencia de sus inten-
tos de expansión hacia el Altiplano.
Aunque tanto en los materiales Mollo como Churajón en algún momento
observamos varios elementos en común como, por ejemplo, protuberancias con
incisiones cruciformes, motivos antropo- y zoomorfos o descuidada ornamen-
300 Prehistoria del Perú Sur

tación lineal pintada en negro, tenemos que suponer que su presencia se debió
a las influencias de otros centros existentes en el Altiplano. En ambos casos el
surgimiento de estos elementos hay que vincularlo con los finales del Período
Intermedio Tardío. En el caso de la Costa Extremo Sur, sus interrelaciones con
el Altiplano se intensificaron ya en Horizonte Tardío, con la sucesiva expansión
político-militar del Tawantinsuyu.
Józef Szykulski 301

CAPÍTULO IX
Horizonte Tardío

El Horizonte Tardío es el último y a la vez el más corto período de la historia


del Perú precolombino. Según la periodización actual corresponde a los últimos
cien años antecedentes a la aparición de los conquistadores españoles en los
territorios del Perú contemporáneo (Rowe 1944, 1945, 1960).
La confrontación con la civilización europea dio pie al surgimiento de varias
más o menos fidedignas fuentes históricas relacionadas con la fase final del Hori-
zonte Tardío, escritas por los cronistas de los principios de la Época Colonial,
testigos o más bien participantes, de la caída del imperio incaico. En ellas se
relatan tanto los acontecimientos vinculados con la conquista bajo el mando de
Francisco Pizarro como también varias informaciones acera de la historia y el
sistema administrativo-político del Tawantinsuyu que abarcaba amplios territorios
extendidos desde la frontera actual entre Ecuador y Colombia hasta el río Maule
en Chile central (Fig. 122).
Este hecho condiciona que los investigadores del Horizonte Tardío disponen
de una desproporcionadamente mayor cantidad de datos y pueden proponer una
mucho más atrevida interpretación de los hallazgos arqueológicos que sus colegas
que se dedican a los estudios de las épocas anteriores. No obstante, podemos
también observar aquí una paradoja que en muchos casos el corpus de datos sobre
varios aspectos de la cultura material del Horizonte Tardío es mucho menor que
en el caso de los períodos anteriores.
Al analizar el contexto cultural existente en el Horizonte Tardío en el área
del Perú actual, por supuesto excluyendo los muy distintos materiales de la zona
de la selva tropical, podemos constatar que su demarcador principal constituye
la sucesiva aparición de las evidencias relacionadas con la arrolladora y violenta
expansión político-militar del imperio Tawantinsuyu del siglo XV y los principios
del siglo XVI. Indudablemente, fue la expansión incaica la que contribuyó a la
unificación cultural no sólo de los terrenos del Perú actual sino también de una
gran parte de la zona andina, es decir, el área de los Andes Centrales, el extremo
meridional de los Andes Septentrionales (Ecuador) y la parte norte de los Andes
Australes que corresponde a los segmentos norte y central de Chile y el noroeste
de Argentina.
302 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 122. Los límites territoriales de Tawantinsuyu con los principales


caminos del imperio (según: Hyslop)

Este fenómeno puede observarse tanto en los patrones de construcción y organi-


zación del espacio como en el material arqueológico mueble, sobre todo la cerámica
(Fig. 123 y 124). Sin embargo, hay que tomar en consideración el hecho de que
los vestigios arqueológicos relacionados con el Horizonte Tardío demuestran la
existencia de dos contemporáneas corrientes de desarrollo, a menudo complemen-
tarias, pero de vez en cuando también muy contradictorias. Así, podemos notar la
Józef Szykulski 303

Fig. 123. Productos metalurgicos Inca (MNAAH-Lima, MAUCSM-Arequipa)


304 Prehistoria del Perú Sur

influencia unificadora de los patrones provenientes de la región metropolitana del


imperio, que abarcaba los terrenos alrededor de Cuzco, y a la vez la presencia de la
fuerte corriente conservadora. En los terrenos anexados por los incas la existencia
de esta corriente queda reflejada por la continuidad de las largas tradiciones locales
durante todo el Horizonte Tardío. En algunos territorios estas tradiciones lograron
guardar su carácter dominante en el curso de toda la época en cuestión.
El análisis de los vestigios arquitectónicos del Horizonte Tardío permite
observar que, por un lado, destaca aquí la arquitectura monumental característica
del área madre, la cual con el transcurso de la expansión también surgió en los
principales centros de administración de las regiones anexadas (Fot. 125). Por
otro lado, también puede notarse que las formas constructivas regionales, exis-
tentes mucho antes de la expansión del Tawantinsuyu, seguían en uso durante
toda la duración del imperio. Una tendencia similar, pero aun mejor acentuada, es
visible en los inventarios cerámicos. En primer lugar, sería preciso tratar el tema
de los materiales más característicos del Horizonte Tardío, es decir, la cerámica
Inca imperial.
Se supone que la cerámica de este tipo se elaboraba en su totalidad, o por lo
menos en su mayoría, en las áreas madre del imperio, localizadas alrededor de
la ciudad de Cusco155. Este específico tipo de productos alfareros constituye, sin
duda, el más característico demarcador de la física presencia de los incas en las
respectivas regiones (Fig. 124). Estos artefactos conforman un bien definido con-
junto de formas cerámicas que se caracterizan por la perfección de la elaboración
y de la tecnología de cocción (Pardo 1938, 1939; Rowe 1944; Meyers 1975)156.
En lo que atañe a la decoración de la superficie de los ceramios, en la literatura del
tema muy a menudo aparece el epíteto de “decadente”. Eso resulta de la avanzada
estandarización de las formas y diseños, reflejada en la increíble precisión de dibujo
y la perceptible repetitividad tanto de los motivos como de las composiciones
(cf. Bonavía, Ravines 1971: Pl. 1). Estos elementos hacen que la cerámica Inca
imperial pareciera carecer de originalidad.
Indudablemente, estos recipientes de alta calidad eran productos en serie,
fabricados por encargo de las elites gobernantes en los talleres fuertemente especia-
lizados, en los cuales el ciclo de producción debió parecerse al de las manufacturas

155 Es de suponer que en la etapa final de la existencia del imperio incaico la cerámica imperial
de alta calidad se manufacturaba también en los más importantes centros de la administración
provincial; se trata sobre todo de las partes septentrionales del estado incaico que demostraban
fuertes tendencias separatistas, las cuales quedaron reflejadas en la repartición del territorios
entre Atahualpa y Huáscar.
156 Rowe, en base a los materiales recuperados por Luis Valcárcel durante las excavaciones en
Sacsahuamán (1934-1935), distinguió 11 formas (tipos) de recipientes (Rowe 1944: fig. 8),
omitiendo algunos de los tipos publicados por Valcárcel. Meyers a su vez definió 8 tipos ce-
rámicos que abarcan 14 formas particulares (Meyers 1975: fig. 1). No obstante, los materiales
publicados por Luis Pardo permiten diferenciar 15 tipos principales de la cerámica incaica.
Józef Szykulski 305

Fig. 124. Metales y cerámica Inca imperial


306 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 125. Ingapirca cerca de Cuenca – Ecuador. Arquitectura imperial fuera


de la región metropolitana del Cuzco

típicas del capitalismo europeo incipiente. En tal caso, el artesano participante en


la producción de la cerámica imperial tenía muy pocas posibilidades de manifestar
su individualismo creativo por medio de sus artefactos, tanto en lo que concierne
a la forma de los recipientes, como también su ornamentación. Asimismo, todo el
proceso de fabricación tenía como propósito obtener un producto final que cumplía
con los precisamente definidos estándares técnicos, tecnológicos y decorativos. Se
trataba de adquirir un artefacto que satisficiese las necesidades estético-funcionales
de las elites gobernantes de Cusco y a la vez pudiese constituir una carta de presen-
tación de la metrópolis e inalcanzable ideal de perfección tecnológica y estilística
en las áreas provinciales.
Analizando la cerámica Inca imperial hay que también subrayar la evidente
(es de suponer que también deseada) “neutralidad ideológica” de este grupo de
recipientes. Contrariamente a la decoración de la mayoría de los materiales cerámi-
cos de la América del Sur precolombina, los diseños presentes sobre los recipien-
tes incaicos imperiales ejercían la función estética, no contenían ningún mensaje
ideológico-propagandista claramente definido. Este elemento apareció sólo en
los artefactos de tradición precolombina fabricados en los principios de la Época
Colonial (Fig. 126).
En los tiempos incaicos era la excelente calidad tecnológica y estética del
producto la que cumplía con la función propagandista. Eso condicionaba que la
Józef Szykulski 307

Fig. 126. Queros de madera: A – Inca, B – colonial


(Museo de la Nación-Lima, MAUCSM

cerámica de la metrópoli era fácilmente aceptada por las poblaciones conquistadas,


constituyendo a la vez objeto de varias imitaciones, denominadas con un poco
adecuado apelativo de “cerámica provincial” o “cerámica Inca provincial”.
Los materiales Inca provincial, tanto por su forma como la ornamentación,
pueden ser calificados de copias de los productos fabricados en los especializados
308 Prehistoria del Perú Sur

talleres de Cuzco. Sin embargo, se puede observar que en varias regiones con
el paso de tiempo se acentuaban cada vez más las tradiciones locales, especial-
mente bien visibles en la ornamentación (Fig. 127). Los ceramios de este grupo
se caracterizan por una menor perfección de su forma, decoración y tecnología de
cocción. Se supone que en su mayoría fueron elaborados por los artesanos locales,
aunque también es posible en algunas regiones existían centros de producción que
contrataban artesanos provenientes de la metrópolis. Eso concierne especialmente
a las áreas del norte del imperio en el período directamente antecedente a la lle-
gada de los conquistadores españoles, es decir, durante el reinado de Atahualpa
y Huáscar.
Mientras la cerámica Inca imperial era un bien de lujo, la provincial general-
mente tenía la función utilitaria. Esto queda confirmado por numerosos hallazgos
de recipientes de este grupo con huellas de uso, por ejemplo, restos de hollín, que-
maduras y desgaste de superficie exterior, así como también rastros de reparaciones
provisorias. Sin embargo, la distinción entre la cerámica imperial y provincial que
existe en la literatura del tema parece muy convencional. Las pruebas de una clara
diferenciación entre los dos grupos alfareros, tanto para los legos como para los
especialistas, pueden ser fuente de numerosas controversias (Meyers 1975: 9).
Algunas analogías con la cerámica Inca provincial presentan también reci-
pientes utilitarios descubiertos dentro del área metropolitana alrededor de Cuzco
(Julien 1987–1989; Miller 1987-1989). Aunque la denominación “provincial” hay
que considerarla en este caso como poco adecuada, también aquí aparecen los
ceramios que constituyen copias de los productos fabricados en los talleres espe-
cializados. Por lo demás, entre los materiales provenientes de varios sitios de la
región encontramos formas y elementos estilísticos de carácter local cuya génesis
probablemente se remonta al período antecedente a la constitución del imperio.
Un grupo de recipientes cerámicos aparte forman los artefactos también pro-
ducidos en el área del Tawantinsuyu, pero de alcance geográfico limitado a ciertas
regiones o provincias. Indudablemente, estos materiales constituyen la continua-
ción de formas y ornamentos locales cuyas raíces se sientan todavía en las tradi-
ciones del Período Intermedio Tardío. Como un buen ejemplo podemos mencionar
aquí las cerámicas Chimú, Chancay, Churajón, Ica y Colla/Kollau que seguían en
producción también en el Horizonte Tardío (cf. Fig. 127). En este grupo, al lado de
los recipientes cuya forma y decoración surgen directamente de la tradición local,
también se encuentran ejemplares que combinan los elementos incaicos con los
tradicionales. Estos materiales, según la región, llevan nombres que se refieren a
los dos sustratos culturales contribuyentes, a saber, cerámica estilo Chimú-Inca,
Chancay-Inca, Ica-Inca, etc.
Parece que las formas que resultan de esta fusión de patrones locales con los
incaicos estaban mucho menos difundidas en el área de la Costa Extremo Sur y
la cuenca del Titicaca que en el resto de los territorios del Tawantinsuyu. Hasta la
Józef Szykulski 309

Fig. 127. Cerámica Inca provincial de Costa Norte y Costa Extremo Sur
Museo de la Nación-Lima, MAUCSM)
310 Prehistoria del Perú Sur

fecha carecemos de evidencias que pudiesen ser descritas como Churajón-Inca.


Este fenómeno puede ser resultado de cierta entereza cultural de toda esta región
o por lo menos de una de sus partes.
En el caso de la misma Costa Extremo Sur su particularidad cultural, espe-
cialmente manifiesta –o más bien definitivamente desarrollada– en el Período
Intermedio Tardío, era apreciable también en los tiempos de la dominación incaica
y aun los inicios de la Época Colonial, si no en todo su territorio, por lo menos
en su mayor parte.

1. Los incas en la Costa Extremo Sur

Uno de los básicos problemas relacionados con el fin de la Época Precolombina


en la Costa Extremo Sur es la determinación del momento de su incorporación al
territorio del imperio incaico.
Apoyándonos en las aparentemente fidedignas relaciones del cronista Inca
Garcilaso de la Vega, deberíamos vincular la conquista del extremo sur peruano
con el nombre del cuarto soberano del imperio, el Inca Mayta Cápac (Garcilaso
(1942 (1609), 2000) quien regía en la segunda mitad del siglo XIII. En su trabajo,
Garcilaso de manera muy sugestiva relata la invasión del Inca Mayta Cápac en
los terrenos del Kuntisuyu (Tab. 5). Describe la construcción del puente existente
todavía en el período colonial sobre el río Apurimac, la dominación de las pro-
vincias (regiones/estados) Allca, Taurisma, Cotahuasi, Pumatampu, Parihuana
cocha, el paso de las tropas incaicas a los pies del volcán sagrado de los habitantes
Kuntisuyu: Coropuna , así como también la sumisión de los estados (provincias)
Aruni y Collahua. El mismo Inca Garcilaso de la Vega con el soberano mencio-
nado relaciona también el asentamiento de tres mil familias (hay que suponer que
se trata aquí de los mitmaqs) en el hasta entonces despoblado valle del río Chili,
es decir, en la región hoy en día ocupada por la ciudad de Arequipa157 (Garcilaso
1942 [1609], T.I, Lib.3, Cap. IX). Una versión similar de la conquista la presenta
también en su Historia del Nuevo Mundo el historiador colonial Bernabé Cobo
que además agrega la información sobre la boda del Inca Mayta Cápac con la

157 Los resultados de las excavaciones realizadas tanto en la misma ciudad como en la región de
Arequipa contradicen esta suposición. Los cementerios revelados en esta área, como Cha-
llapampa, Campus de la Universidad Católica de Santa María y parcialmente también César
Vallejo, contienen, entre otros, materiales identificados con la fase tardía de desarrollo de la
cultura Churajón. Esto a su vez respalda la hipótesis de la existencia de los establecimientos
Churajón en esta región al final del Período Intermedio Tardío. Por lo demás, algunas de estas
necrópolis, como, por ejemplo, Challapampa, funcionaban durante un largo período de tiem-
po, lo cual autoriza la opinión de la mayoría de los investigadores de que el asentamiento de
la cultura Churajón en la región de Arequipa era continuo durante todo el Período Intermedio
Tardío (Belan 1974, 1981, 1987; Huanqui Hurtado 1970; Szykulski, Belan 1998).
Józef Szykulski 311

princesa Mama Tan Caray-Yacchi, proveniente del pueblo Collaguas (Cobo 1890-
1895 [1653]).
Hay que constatar que tan temprana fecha indicada por los dos cronistas
como momento de la dominación de una gran parte de la Costa Extremo Sur por
los incas, despierta un justificado escepticismo de la mayoría de los investigado-
res modernos158. Esto resulta ya del mero hecho de que en la segunda mitad del
siglo XIII, con la cual coincidiría el reinado de Mayta Cápac (probablemente ca.
1261–1290), el organismo estatal con la capital en Cusco, constituía más bien una
pequeña entidad política de zona de influencia reducida. En aquella época el futuro
imperio seguramente no disponía de una base económico-militar adecuada para la
preparación de una conquista de gran alcance. Esto queda también confirmado por
la historia posterior del estado incaico, para ser más precisos, el heroico combate
por la existencia del estado, o más bien estado menor, librado un siglo y medio
después (probablemente ca. 1438) en las afueras de Cusco en contra del beligerante
pueblo de los Chancas.
También los resultados de algunas excavaciones arqueológicas parecen con-
tradecir la temprana presencia de los incas en la Costa Extremo Sur. Es porque,
tanto dentro del conjunto arqueológico de Churajón ubicado en la cuenca del río
Tambo como en algunos yacimientos de la cuenca del Majes-Camaná, puede
observarse que las necrópolis incaicas fueron construidas sobre los cementerios
del Período Intermedio Tardío. Los inventarios de las tumbas contienen tanto la
cerámica incaica como los productos de la alfarería local, elaborados de acuerdo
con las tradiciones del Período Intermedio Tardío, es decir, dependiendo de la
región, Churajón o Chuquibamba. El elemento arquitectónico característico de
la mayoría de los cementerios de aquella época lo constituía la presencia de las
chullpas, habitualmente situadas en sus extremos (cf. Fig. 29). Las chullpas servían
como lugar de entierro de los dignatarios, es decir, los representantes del estado
delegados del área metropolitana y los oligarcas locales sumisos a los órdenes de
los soberanos de Cusco (Szykulski 2001).
Indudablemente, esta costumbre funeraria fue adaptada por los incas cierto
tiempo después de la conquista de la cuenca del lago Titicaca donde la chullpa era
una de las más difundidas formas de enterramiento entre las sociedades locales159.

158 No podemos excluir la posibilidad de que las relaciones de Garcilaso de la Vega están basadas
en los hechos históricos verdaderos, exornados todavía en la época del imperio. Hay que re-
cordar que el territorio del futuro Kuntisuyo antes de la conquista incaica fue poblado por va-
rios grupos étnicos, entre otros, por los quechua hablantes pueblos Kuntis, Aruni y Chilpacas
(Galdos 1990). Así que es posible que las guerras o alianzas dinásticas, entre representantes de
distintos grupos étnicos, relatadas en las obras historiográficas coloniales son parte de la his-
toria de alguno de estos pueblos, acogida y posteriormente adaptada por los incas de acuerdo
con las necesidades de la historiografía oficial del imperio.
159 Los investigadores concuerdan en que la cuenca del lago Titicaca fue, después de la región de
Cuzco, el primer objetivo de la expansión del imperio Tawantinsuyu, cristalizado alrededor de
la mitad del siglo XV.
312 Prehistoria del Perú Sur

Tabla 5. Los soberanos del Reino Cuzco, Imperio Tawantinsuyu y del Reino Vilcabamba.

Períodos Reies/Emperadores Dinastía Cronología

Manco Cápac ap. 1200


Sinchi Roca
Hurin Cusco
Lloque Yupanqui
Reino Cusco
Mayta Cápac
Cápac Yupanqui

Inca Roca Hanan Cusco


Yauar Huaca
Hatun Topa (Viracocha)
Urco?

Pachacuti Inca Yupanqui 1438-1471?


Imperio Topa Inca Yupanqui 1471-1493?
Hanan Cusco
Tawantinsuyu
Huayna Cápac 1493-1525
Huáscar Quito 1525-1532
Atahualpa 1525-1532

Topa Huallpa 1533


Reino Manco Inca (Manco II) 1533-1544
Vilcabamba
Sari Tupac Inca Vilcabamba 1544-1560
Titu Cusi Yupanqui 1560-1571
Tupac Amaru 1571-1572

A eso apuntan no sólo los resultados de las excavaciones arqueológicas, sino tam-
bién las relaciones de los cronistas de los inicios de la Época Colonial (cf. Cieza
de León 1945). Así que, los enterramientos en las torres funerarias frecuentemente
practicados por los incas en el territorio de la Costa Extremo Sur parecen indicar
que el momento de su aparición en esta región sucedió (posteriormente a la domi-
nación de la cuenca del Titicaca) mucho después de la fecha sugerida por Garcilaso
y Cobo, es decir, la segunda mitad o los finales del siglo XIII (Fig. 128).
En base a los resultados de las investigaciones historiográficas (Rostworowski
2001, Galdos 1990) y arqueológicas, tenemos que concordar con la opinión de
Józef Szykulski 313

Fig. 128. Churajón, montículo 2, tumba 78. Cerámica Inca imperial


314 Prehistoria del Perú Sur

que la conquista de la Costa Extremo Sur por el imperio Tawantinsuyu tuvo lugar
mucho más tarde que en el siglo XIII, es decir, no antes del principio de la segunda
mitad del siglo XV, probablemente durante el reinado de Pachacutec Inca Yupanqui
(años: 1438–1471), el vencedor de los Chancas y verdadero creador del imperio
(cf. Tab. 5)160. Se considera que fue el quien dividió el área en cuatro regiones
(suyus): Chinchasuyu al norte, Antisuyu al este, Kuntisuyu al oeste y Collasuyu
al sur. Según esta división administrativa del imperio el territorio de la Costa
Extremo Sur pertenecía en su mayoría al Kuntisuyu (el área del Departamento de
Arequipa actual), sólo su parte meridional entraba en el Collasuyu que abarcaba
toda la parte austral del imperio (cf. Fig. 122).
Tanto las fuentes historiográficas como los resultados de las excavaciones
arqueológicas indican que los incas al entrar en el área de la Costa Extremo Sur en
el siglo XV encontraron aquí un rico mosaico político-cultural compuesto de nume-
rosos pueblos (naciones) cuyos nombres se conservaron parcialmente hasta hoy en
día161. Estos pueblos tenían diferentes raíces étnicas y hablaban distintos idiomas y
dialectos entre los cuales posiblemente predominaban: quechua, aymará y puquina.
Entre las más importantes naciones del Kuntisuyu suele enumerarse, entre otros, a
los Achamarcas, Aruni, Chilpacas, Chumbivilcas, Collaguas, Kuntis i Yanaguaras
(Galdos 1990, 2000). Algunos de ellos guardaron su particularidad cultural durante
la mayor parte de la Época Colonial, y las huellas de estas divisiones étnicas de los
finales de la Época Precolombina se perseveraron hasta hoy en día.
Las estructuras político-estatales del área de la Costa Extremo Sur en aquella
época constituían el conglomerado compuesto de un enorme número de estados
o estados menores que ocupaban un territorio de tamaño relativamente limitado.
Como ya hemos mencionado, todos ellos se basaban en un mayor o menor grado
en la tradición cultural Tiahuanaco-Huari tardío. Estas pequeñas naciones se
caracterizaban por una agricultura y ganadería generalmente bien desarrolladas,
un efectivo aparato del poder y una desarrollada esfera religioso-ceremonial. En
base a las relaciones escritas podemos suponer que en la mayoría de ellos existía
una fuerte estratificación social. El orden político-social existente en esta zona en
aquella época seguramente se parecía mucho al que funcionaba entonces en la
cuenca del lago Titicaca.
En este cuadro una excepción constituye, por supuesto, la desértica zona
del litoral oceánico, muy diferente ya por sus condiciones geográficas. En estos

160 Para ser más precisos, hay que mencionar que tales opiniones aparecen también todavía en al-
gunos trabajos históricos de la Época Colonial, como, por ejemplo, Historia del origen y genea-
logía real de los Reyes Yncas del Perú escrita por el cura Martín de Murúa (1946: 372, 297).
161 La cuestión de los grupos étnicos (pueblos/naciones) que poblaban el área de Kuntisuyu fue
investigada por Guillermo Galdos Rodríguez (cf. Galdos 1988, 1990). Y los estudios sobre
la estructura política y étnica durante el período de la dominación incaica y al principio de la
Época Colonial fueron realizados por Catherine Julien (cf. Julien 1991).
Józef Szykulski 315

escasamente poblados territorios ubicados fuera los deltas fluviales y áreas de


lomas siempre habitaban las pequeñas sociedades cuya economía se basaba en su
mayoría en el muy arcaico modelo cazador-pescador-recolector. Es de suponer
que se caracterizaban también por un bajo nivel de estratificación social. Existen
hallazgos que confirman una esporádica presencia de este tipo de poblamiento
en la costa norte de Chile todavía durante el momento de la conquista española
(Hidalgo 1971: 10; Lumbreras 1974).
El análisis de las fuentes históricas, evidencias arquitectónicas y materiales
arqueológicos muebles procedentes del sur del Perú permite constatar que los
incas, después de conquistar el área de toda la Costa Extremo Sur, apoyaron su
sistema de administración en la infraestructura urbanística existente. No cabe
duda que durante todo el período de su dominación los incas no fundaron ningún
centro de carácter urbano o semiurbano en el territorio de la Costa Extremo Sur.
Esta observación concuerda con los resultados de estudios realizados para otras
áreas del Perú que también se encontraron dentro de los límites del Tawantinsuyu
(Lanning 1985: 168).
Los conquistadores incaicos localizaban sus centros del poder en los mayores
focos de asentamiento de carácter urbano (o más bien semiurbano) o en los más
importantes lugares del culto religioso, existentes todavía antes de su llegada.
Contribuyeron así al desarrollo y crecimiento en importancia de algunos estable-
cimientos y viejos centros del culto religioso. En el caso de estos últimos, esto
resultaba ya del hecho de que, de acuerdo con su política frente a las naciones
conquistadas, los incas incluían numerosas deidades regionales en su panteón y
sólo ajustaban los sitios sagrados a su propia “infraestructura religiosa”.
Uno de los ejemplos de la encarnación de estas prácticas podemos encontrarlo
en el continuo desarrollo del santuario de Pachacamac, localizado al sur de Lima
(Fig. 129). Sus inicios parecen remontarse por lo menos a las tempranas fases del
Período Intermedio Temprano. El santuario fue mencionado por los cronistas ya
al principio de la Época Colonial.
Con el paso de tiempo algunos de estos centros empezaron a ganar importancia
interprovincial. En el caso de la Costa Extremo Sur esto sucedió, por ejemplo, con
la mayor huanca del Kuntisuyu situada en el Nevado Coropuna (Cieza de León
1967). El especial significado religioso de las cumbres de los nevados en el imperio
incaico queda reflejado en la colocación de varias ofrendas en sus laderas. Como
prueba de la existencia de estas prácticas podemos citar aquí la momia de una niña
descubierta en 1995 por la expedición peruano-americana en las pendientes del
Nevado Ampato, cariñosamente bautizada por los medios como Juanita (Chávez
Chávez 1998; Reinhard 2006), así como también otros hallazgos de este tipo,
revelados por el mismo equipo investigador, en la zona del Nevado Sara Sara,
actualmente ubicado sobre la línea divisoria entre los Departamentos de Arequipa
y Ayacucho (cf. Fig. 3).
316 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 129. Pachacamac al sur de Lima. Uno de los más importantes


centros religiosos del antiguo Perú

Es difícil determinar si la costumbre de las ofrendas humanas se practicaba


en la región de las provincias Kuntisuyu y Collasuyu todavía antes de la inva-
sión incaica o fue introducida después de la conquista de estos territorios por los
soberanos de Cusco. Sin embargo, hay que constatar que, hasta la fecha, todos los
hallazgos de este tipo provenientes del extremo sur peruano (es decir, del área de los
volcanes Ampato y Sara Sara), así como también de la zona fronteriza entre Chile
y Argentina (volcán Llullaihuaco) son indudablemente vinculados al Horizonte
Tardío. También las relaciones históricas sobre las ofrendas humanas realizadas
por los incas parecen respaldar la hipótesis de que esta costumbre fue introducida
en el área de la Costa Extremo Sur en el Horizonte Tardío.
Pasando a la cuestión de los patrones constructivos existentes en la Costa
Extremo Sur en el Horizonte Tardío, podemos observar que sólo esporádicamente,
como, por ejemplo, en el cañón del río Colca (Chivay), se registran las relativa-
mente pequeñas estructuras de piedra labrada (Fig. 130) que evocan la arquitectura
monumental de la ciudad Cusco y sus alrededores (Fig. 131). Escasos ejemplos
de la arquitectura monumental incaica de carácter sacral podemos encontrarlos
también en la cuenca del río Majes, entre otros, en el sitio Maucallacta, localizado
en la región de Pampacolca, Provincia de Castilla, Departamento de Arequipa. Se
Józef Szykulski 317

registraron aquí los restos de un ushnu - elemento característico de la ritualidad


incaica que en este caso parece relacionarse con el culto al Nevado Coropuna
(Fig. 132). Esta estructura de piedra labrada y que posee una rampa, por razones
desconocidas, es denominada como la pirámide (¿incaica?)162.

Fig. 130. Chivay, cañon del río Colca; Edificio construido en la técnica
propia para la zona metropolitana del Cusco

Los ejemplos citados confirman la existencia de los patrones constructivos


típicos de la arquitectura incaica del área metropolitana en los territorios de la
Costa Extremo Sur. Sin embargo, pudo observarse que en aquella época siempre
dominaban las formas arquitectónicas y la tecnología de construcción conocidas

162 Las pirámides no pueden ser consideradas como formas arquitectónicas evidentemente re-
lacionadas con el período de la dominación incaica. Este hecho, al parecer, tan obvio debió
pasar inadvertido al director de las excavaciones en Maucallacta (cf. Ziółkowski 1998: 13).
318 Prehistoria del Perú Sur

del Período Intermedio Tardío. El único cambio sustancial – que puede notarse en
la estructura de los edificios y que apareció supuestamente después de la inclusión
al Tawantinsuyu– constituye, al parecer, la introducción de las puertas y ventanas
trapezoidales, pero esta cuestión no está todavía bien aclarada.

Fig. 131. Machu Picchu. Arquitectura imperial (fot. T. Kołomański).

Los restos de las aberturas rectangulares tapiadas y huellas de la introducción


de ventanas y puertas trapezoidales en su lugar – observados en varios sitios de
la Costa Extremo Sur (especialmente bien documentados dentro del conjunto
habitacional de Churajón y en los valles del Majes-Camaná y Osmore-Moque-
gua)– pueden sugerir que este elemento arquitectónico, aun si no fue introducido
por los incas, seguramente fue difundido por ellos. Otros elementos general-
mente considerados como demarcadores de la arquitectura incaica, como, por
ejemplo, el techo a dos aguas o la forma de organización del espacio conocida
como kancha, sin duda existían en esta área mucho antes de la llegada de los
incas. En una gran parte del territorio de la Costa Extremo Sur, entre otros, en
el yacimiento Tijnay en el valle de Cotahuasi, así como en las cuencas de Majes
Józef Szykulski 319

y Osmore-Moquegua, estos elementos constituyen el canon arquitectónico del


Período Intermedio Tardío163.

Fot. 132. Maucallacta – Pampacolca, provincia de Castilla, departamento de Arequipa.


Ruinas de uno de más importantes centros religiosos de la cuenca del Majes (1997)

En lo que atañe a la construcción, o más bien el desarrollo de las rutas de comu-


nicación existentes, y su inclusión en el sistema vial del imperio Tawantinsuyu (cf.
Fig. 122), seguramente constituían una novedad que en gran parte contribuyó a la
intensificación del intercambio de informaciones y productos, y al mismo también
al desarrollo cultural de toda la Costa Extremo Sur. Eso concierne especialmente
a las vías de comunicación entre los valles fluviales (Fig. 133) cuya falta en el
Período Intermedio Tardío causaba que el intercambio de bienes entre estos valles
muy a menudo sólo tuvo el carácter ocasional164. Por supuesto, no podemos negar
que muchos de los trayectos existían en la Costa Extremo Sur ya en el Horizonte
Medio (Tiahuanaco-Huari). Los restos del sistema de las terrazas reforzadas y la

163 En el área del conjunto habitacional de Churajón casi todas las estructuras poseen techos a
dos aguas y están aglutinadas conformando las unidades arquitectónicas que pueden ser de-
nominadas como kanchas. Una situación similar puede ser observada en los sitios del valle
Majes- Camaná.
164 Como ejemplo puede servirnos aquí la presencia de muy pocas evidencias que confirman la
existencia de las interrelaciones entre los áreas culturales Churajón y Chuquibamba.
320 Prehistoria del Perú Sur

arquitectura monumental conservada en algunas regiones, como, por ejemplo, en


el valle del Moquegua-Osmore, permiten aun formular la hipótesis que algunas de
estas vías tenían carácter más permanente, es decir, similar a las de los posteriores
caminos incaicos (Hyslop 1992).

Fig. 133. Pampacolca, provincia de Castilla,


departamento de Arequipa. Camino incaico

Sin embargo, debido a la situación geopolítica, su objetivo principal fue comu-


nicar el Altiplano con la costa del Pacífico (Fig. 134). La misma orientación de las
rutas puede observarse en el Período Intermedio Tardío, aunque el intercambio
en esta época no era tan intensivo. Fue la introducción del sistema incaico la que
cambió la situación de las vías de comunicación tanto en la escala micro como en
la macroregional. Las huellas de estos cambios pueden observarse en varios yaci-
mientos de aquella época en forma de hallazgos provenientes a veces de las regiones
Józef Szykulski 321

muy lejanas, como, por ejemplo, del norte del Perú actual. Basta con mencionar que
durante las excavaciones en Churajón en un estrato fechado al Horizonte Tardío
se registró un fragmento cerámico tipo Chimú (Szykulski 1996: 215).
Tratando el problema del intercambio de los bienes, por supuesto no podemos
dejar de lado la cuestión del llamado verticalismo económico que supuestamente
(por lo menos según los partidarios de la teoría de John Murra) constituía la base
del funcionamiento de la economía no sólo de los incas, sino también de otros
pueblos de los Andes Centrales.

Fig. 134. Punta Jesús, Provincia Islay. Camino incaico

2. El verticalismo económico

El descubrimiento y después la publicación en los años sesenta y setenta del siglo


XX de los tempranos documentos de la administración colonial, Visita hecha a la
Provincia de Chucuito del 1567 (Diez de San Miguel 1964) y Visita de la Provincia
de León de Huánuco en 1562 (Ortiz de Zúñiga 1967/72), no sólo enriquecieron la
base de datos históricos sino también permitieron revisar algunas opiniones sobre
el estado incaico impuestas a los investigadores por las “clásicas” relaciones de
los cronistas de los siglos XVI–XVII.
En base a las informaciones adquiridas de la Visita de Chucuito y los fun-
damentales trabajos geográficos sobre la interdependencia entre la altitud y el
carácter de la vegetación en el área de los Andes (Troll 1931, 1943; Pulgar Vidal
1946), el investigador norteamericano John Murra elaboró la teoría del llamado
322 Prehistoria del Perú Sur

“Archipiélago Vertical”. El autor supuso que la estrategia económica de los habi-


tantes de los Andes implicaba la simultánea explotación de varios pisos ecológicos
que permitía conseguir la autarquía económica. Al mismo tiempo, atribuyó una
importancia marginal al intercambio comercial en su forma clásica (Murra 1972,
1975, 1985).
No obstante, hay que observar que las informaciones de la Visita de Chucuito
que conciernen al territorio de la Costa Extremo Sur (actualmente el Departamento
de Moquegua y el norte del Departamento de Tacna)165, sólo en el caso de los
indios Lupakas –que originariamente habitaban las orillas meridionales de lago
Titicaca– confirmaron la existencia de los enclaves (colonias) económicas tanto
en las laderas orientales de los Andes como en las occidentales (Murra 1979).
A pesar de eso, la teoría del verticalismo fue aceptada a priori como el sis-
tema de economía panandino que perduró en estos terrenos por lo menos a partir
del Horizonte Medio (!). Otro elemento que supuestamente respaldaba esta teoría
constituían los resultados de investigación arqueológica sobre el período colonial
en el área sur del Perú que sugerían la existencia de una estrategia económica de
este tipo en esta época (cf. Pease 1981, Masuda 1981, 1988, Cook 1978).
La teoría de Murra influyó sensiblemente en el curso de los estudios sobre
el desarrollo cultural de la zona de los Andes Centrales, si no de toda la región
andina. Su influencia puede percibirse hasta hoy en día, entre otros, en el caso de
la investigación en la misma Costa Extremo Sur donde hay intentos de explicación
de los cambios habitacionales –observables en esta área desde el Horizonte Medio
hasta el Horizonte Tardío– justamente por el prisma del verticalismo económico
(Lumbreras 1974, Goldstein 1990). Ciertas pruebas de presentación del desarrollo
cultural de varias regiones en base a la teoría de Murra pueden notarse también en
los trabajos dedicados a las épocas anteriores, entre otros, al Período Formativo
(Feldman 1990). Esto se debe al hecho de que algunos investigadores tienden a
interpretar casi cada evidencia arqueológica que comprueba las influencias cultu-
rales del Altiplano en la Costa Extremo Sur como una señal de la existencia del
sistema de “Archipiélago Vertical”. Tal enfoque del problema no logró ser modi-
ficado ni por nuevos descubrimientos ni críticas de los etnólogos, historiadores
(Golte 1978; Nuñez, Dillehay 1995) y arqueólogos.
Estos últimos, sin negar la existencia de los enclaves económicos de los
Lupakas, llamaban la atención sobre el hecho de que los resultados de la investi-
gación arqueológica permiten suponer la presencia de fenómenos de este tipo sólo
en el Horizonte Tardío (período de la dominación incaica) y al principio de la Época
Colonial. Por lo demás, los datos arqueológicos indican que el poblamiento de los
valles fluviales de la Costa Extremo Sur por los Lupakas antes de la llegada de los

165 La Provincia de Chuquito, establecida en el siglo XVI, abarcaba muy extensas áreas del Perú
meridional, desde la costa del Pacífico hasta el Altiplano.
Józef Szykulski 323

incas parece muy poco probable. Aunque en la cuenca del Osmore-Moquegua,


en Alto Caplina y las regiones de Tacna y Arica se registraron varios materiales
arqueológicos procedentes del Altiplano, el análisis de los materiales cerámicos
demostró que hay que vincularlos más bien con la cultura Colla, proveniente de
los territorios ubicados al norte del área cultural de los Lupakas (cf. Flores 1969,
Stanish 1989).
Por lo demás, el estudio de las secuencias estratigráficas de los yacimientos
localizados dentro de los valles costeños del extremo sur peruano indica que la
aparición de los grupos de pobladores procedentes del Altiplano era más bien
sucesiva (cf. Stanish 1989; van Buren 1996; Bürggi 1991, 1992; van Buren, Bürggi
1993; Goldstein 1990). Razón por la cual no se puede hablar de la coexistencia
de estos grupos, es decir, su simultánea presencia en la región, como lo supone la
teoría del verticalismo.
También los más recientes estudios etnohistóricos claramente demuestran que
en base a las informaciones englobadas en los tempranos documentos coloniales
podemos suponer que durante el período de la dominación incaica el intercambio
comercial tuvo un papel muy importante como un método básico de distribución
de bienes en toda el área del Tawantinsuyu (cf. Nuñez, Dillehay 1995; Golte
1970166). Las evidencias presentadas, sin contradecir la existencia del mismo verti-
calismo económico, ponen en cuestión el amplio alcance cronológico y geográfico
propuestos para este fenómeno (cf. Stanish 1989; van Buren 1993, 1996; Bürggi
1991, 1992).
No podemos descartar la posibilidad de que la aplicación de este sistema
económico –que fue confirmada sólo en el caso de algunas regiones de la Costa
Extremo Sur en los principios de la Época Colonial y durante un indefinido lapso
coincidente con los tiempos de la dominación incaica – en la forma postulada
por Murra (entre otros, excluyente la existencia del intercambio comercial), sólo
constituía una solución temporal que gracias a los contingentes obligatorios per-
mitía superar los problemas de aprovisionamiento causados por los cataclismos
naturales o las operaciones militares. En tal situación se trataría de un sistema
económico provisorio que se aprovechaba sólo durante cortos períodos necesarios
para la incorporación, o reincorporación, de algunas áreas en el ciclo económico
normal de la región o del país.

166 Estos investigadores, apoyándose en los documentos coloniales y las observaciones etnográfi-
cas, indicaron la importancia de intercambio comercial como método usado por los habitantes
del Altiplano para adquirir productos inasequibles en esta región.
324 Prehistoria del Perú Sur

Capítulo X
Inicios de la Época Colonial

Con el ingreso de los conquistadores españoles a las tierras de la Costa Extremo Sur
en los años treinta del siglo XVI concluye el largo período de desarrollo cultural
independiente de esta región. Los ocupantes europeos llegaron aquí desde la misma
dirección a partir de la cual desde los tiempos remotos entraban varias oleadas
de invasores y colonizadores, completando de esta manera el proceso histórico
desarrollado durante milenios. La misma aparición de los europeos en la región
está inseparablemente relacionada con la persona de don Diego de Almagro, el
colaborador principal y posteriormente el adversario más implacable del famoso
conquistador del Perú, don Francisco Pizarro, el futuro gobernador de las tierras
conquistadas.
La presencia de las tropas bajo el mando de Almagro en los territorios de la
Costa Extremo Sur estaba directamente relacionada con la conquista de los terrenos
del Collasuyu incaico (Chile actual), realizada en los años 1535–1537. Las primeras
informaciones sobre de los españoles provienen ya del 1535. En aquel entonces
Almagro, de regreso de su expedición chilena, atravesaba las tierras de Kuntisuyu
e hizo prisionero a los hermanos Hernando y Gonzalo Pizarro. En 1537 Almagro
con sus tropas entró en la región de Arequipa actual (Málaga Medina 1990). Y en
septiembre de 1539 el mismo gobernador don Francisco Pizarro visitó el valle de
Chili y designó una comisión especial para que eligiera un lugar adecuado para la
fundación de una ciudad de tipo europeo en los territorios recién conquistados.
La primera ciudad española en el antiguo Kuntisuyu fue Villa Hermosa, fun-
dada en 1539. Estuvo localizada en el margen derecho del valle del río Camaná,
cerca del asentamiento precolombino de Huacapuy. La vida de esta primera ciudad
en el valle de Camaná fue muy corta, ya que sólo nueve meses después bajo la
presión de sus habitantes fue trasladada tierra adentro, al valle del río Chili. El
15 de agosto de 1540 tuvo lugar la refundación de Villa Hermosa, esta vez en el
fértil valle del río Chili que destacaba por tener un clima benigno (Fig. 135). Se
considera que este fue el momento de fundación de la mayor ciudad del sur del
Perú, Arequipa contemporánea (Delgado 1891; Galdos 1990).
Józef Szykulski 325

Fig. 135. Plaza de Armas, Arequipa; La más antigua ciudad colonial de la Costa
Extremo Sur, hoy la segunda ciudad del Perú

Más tarde, con la consolidación del poder español sobre las tierras usurpadas
y el desarrollo de la administración colonial, se fundaron otras ciudades, tanto
en los valles fluviales como en el litoral de la Costa Extremo Sur. Estos nuevos
centros urbanos seguían los modelos de la Península Ibérica. Así fueron fundadas
las ciudades de Camaná, Chuquibamba, Moquegua, Tacna y muchas más.
Tal historia de los principios del sistema económico-administrativo colonial
en la Costa Extremo Sur constituye en cierto sentido la versión oficial de la colo-
nización española de estos terrenos. Ignora por completo tanto la real estructura
de población de la época como también las condiciones socio-económicas en las
cuales vivían y actuaban los mismos conquistadores y los primeros pobladores
europeos, representantes de la administración española. No podemos olvidar de que
los españoles, al igual como los incas unas décadas antes, ingresando al área de la
Costa Extremo Sur encontraron los terrenos relativamente densamente habitados
y en gran parte urbanizados, con las poblaciones aglutinadas en su mayoría en las
cuencas de los ríos mayores y pocos asentamientos en la costa. La estructura de
población y su composición étnica en gran parte se remontaban al Período Inter-
medio Tardío y correspondían a lo que hallaron los incas en estos territorios en el
326 Prehistoria del Perú Sur

momento de su conquista. El único cambio importante, heredado del Tawantinsuyu,


constituía la presencia de los grupos traídos por los incas de otras áreas del imperio,
los llamados mitmaqs. Tanto los conquistadores como los primeros representantes
de la administración colonial y de la Iglesia fueron obligados a asentarse dentro
de los centros de población indígena que les aseguraban el aprovisionamiento.
Seguramente aprovechaban no sólo la existente infraestructura urbanística, sino
también los artefactos de uso cotidiano de procedencia local. Esto resultaba ya
del mero hecho de que los recién venidos a parte de armaduras, arreos y un par de
objetos de uso personal no llevaban otros productos europeos y siendo soldados
u oficiales (en su mayoría clérigos) no sabían manufacturarlos.
Todo eso causa que estos años pioneros del período colonial en la Costa
Extremo Sur sean difícilmente captables en los materiales arqueológicos. Este
fenómeno concierne no sólo a la región en cuestión, sino a la arqueología de todo
el Nuevo Mundo.
Uno de los pocos ejemplos que confirman la duradera ocupación de los centros
de población indígena por los primeros conquistadores fue proporcionado por las
excavaciones realizadas en Samaipata, en el Departamento de Santa Cruz, al este
de Bolivia. Durante estos trabajos se revelaron, entre otros, restos de una estruc-
tura construida en la tecnología característica de la arquitectura precolombina de
esta región, pero en su forma muy parecida a la casa típica andaluz (Fig. 136). En
el sitio no se registró ningún material mueble de procedencia europea (Meyers
1998: 62, 80).
En el caso de la Costa Extremo Sur, los únicos hallazgos relacionados con
los inicios de la dominación española fueron documentados durante los trabajos
realizados en Churajón (Szykulski 1998, 1998a, 2000, 2000a). En el área del
conjunto se descubrió, entre otros, el anteriormente mencionado enterramiento
típico del Horizonte Tardío, con los restos de un varón y una mujer, que al lado
de elementos característicos de ajuar funerario indígena contenía también una
herradura (Szykulski 1998: 317). Se trata aquí de un hallazgo que seguramente
data del período de los primeros contactos de la población autóctona con los
conquistadores españoles. Por lo demás, también en Churajón, se revelaron
las ruinas de una de las más antiguas iglesias doctrineras en la parte austral
de América del Sur (Fig. 137). Esta iglesia funcionaba dentro de una amplia
estructura precolombina, posiblemente un templo antiguo adaptado para este
propósito. De Churajón proceden también las evidencias que demuestran que
los conquistadores por los menos temporalmente habitaron algunas de las cons-
trucciones del sitio.
Al parecer, tal situación constituía más bien la regla que la excepción en el
área del Nuevo Mundo (que también fuera de la Costa Extremo Sur). No cabe
duda que paralelamente a los asentamientos fundados en base a los modelos de
metrópolis española –que muy a menudo tenían que enfrentar los problemas
Józef Szykulski 327

Fig. 136. El Fuerte, Samaipata, departamento Santa Cruz, Bolivia Oriental.


Trabajos de excavación en la casa andaluza-mauritana localizada
sobre la pendiente sur del cerro (1992)

debido a su mala ubicación– siempre funcionaban los grandes centros residen-


ciales de la Época Precolombina, temporalmente o permanentemente habitados
también por los españoles (Fig. 138). Así que podemos hablar de cierta dualidad
en el poblamiento, característica de los inicios de la Época Colonial, es decir, del
llamado Período de Transición concluido por la implantación de las reducciones
del Virrey Francisco de Toledo (Toledo 1867; Cook, Málaga Medina, Bouysse
Cassagne 1975), posiblemente prolongada en esta área hasta los años noventa
del siglo XVI167.
La reforma de la administración del virreinato, diseñada y consecuentemente
realizada por Francisco de Toledo (virrey entre 1568 y1581), suponía entre otros
una sucesiva liquidación de los asentamientos indígenas existentes hasta la fecha
y su sustitución por una nueva red de poblamientos, es decir, reducciones fundadas
según modelos ibéricos. Estos nuevos centros de población constituían la base de
una nueva división administrativa y religiosa de los territorios conquistados en
las llamadas doctrinas. Esta división sustituyó el viejo sistema de las encomien-

167 Desde el punta de vista logístico, parece muy poco probable que el traslado de población
relacionado con las reducciones toledanas pudiese realizarse todavía en el año 1571, así como
quieren verlo algunos de los investigadores (cf. Julien 1991).
328 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 137. Templo del Sol, la reconstrucción de la iglesia doctrinera


(P. Fernández; Universidad Central, Bogotá)

das otorgadas entre 1534 y 1541 por el mismo Pizarro a sus fieles compañeros
de armas. Hay que recordar que fue justamente el reparto de encomiendas el que
provocó la duradera guerra fratricida entre los conquistadores.
Frecuentemente, en los trabajos dedicados a la Época Colonial en el área del
Perú, las reformas toledanas suelen ser presentadas sólo como estrategia que per-
mitía debilitar el poder de los encomenderos a favor de la administración colonial,
aumentar los ingresos de la Corona obtenidos de los impuestos, así como también
Józef Szykulski 329

Fig. 138. Churajón, Centro Administrativo-Residencial. Material incaico del sector 1


330 Prehistoria del Perú Sur

facilitar el trabajo de los misioneros. Sin embargo, parece que existía todavía otro
aspecto de estas actividades, muy a menudo inadvertido por los investigadores.
Los trabajos arqueológicos realizados en Churajón y la vecina Maucallacta
parecen sugerir que en algunas áreas alejadas de los centros del poder colonial
tuvo lugar una paulatina indianización de los españoles que habitaban estas zonas.
Esto fue una simple consecuencia de su convivencia con las sociedades indígenas
compactas: los conquistadores adoptaban algunas costumbres y muy a menudo
también el idioma. Hay pruebas de la existencia de este fenómeno en los perío-
dos posteriores la Época Colonial en los terrenos de Paraguay y Brasil. En está
situación, al parecer, las reducciones destruyendo las antiguas estructuras sociales
constituían la más efectiva y la única realizable manera de frenar el proceso de la
indianización de los conquistadores y colonizadores europeos.
La implantación de las reducciones toledanas clausura el Período de Transición
en el cual al lado del sistema político-económico introducido por los españoles
seguían funcionando las estructuras socio-económicas formadas en el Horizonte
Tardío o aun todavía en el Período Intermedio Tardío168. Asimismo, las reducciones
constituyen el momento final del proceso de toma de control político y económico
de los territorios del antiguo imperio incaico. Su institución termina la época de
la conquista y del caos político-económico, y al mismo tiempo marca el principio
del estado colonial español organizado a la manera europea en los territorios de
América del Sur.
El fin a este estado lo pusieron a principios del siglo XIX los descendientes de
los indígenas y conquistadores bajo el mando de los generales criollos, fundadores
de las modernas republicas latinoamericanas de América del Sur.

168 Hay que subrayar que sólo en la Costa Extremo Sur, el fin del Período de Transición está bien
marcado en las secuencias estratigráficas. Esto se debe a la erupción del Huaynaputina en
1600 cuyas cenizas en la mayoría de los sitios separaron los vestigios de la Época Precolombi-
na y los inicios de la Época Colonial de los materiales posteriores (Szykulski 1998, 1998a).
Józef Szykulski 331

Fig. 139. Tumbes, Perú. Alegoría de la conquista


332 Prehistoria del Perú Sur

Consideraciones finales

Concluyendo las reflexiones acerca del pasado de la Costa Extremo Sur del
Perú, es preciso constatar que las limitaciones innatas de tales disciplinas como
arqueología e historia/etnohistoria frecuentemente impiden encontrar una clara
respuesta a las preguntas sobre la génesis y el desarrollo de varios procesos his-
tóricos. Estas dificultades experimentadas por los más destacados investigadores
del pasado de las respectivas regiones históricas de nuestro planeta no han podido
ser eludidas tampoco por el autor del presente trabajo.
Al tratar de reconstruir el proceso de desarrollo cultural en el extremo sur
peruano, llamado Costa Extremo Sur, muy a menudo llegamos a la conclusión de
que hay muchas cuestiones que todavía esperan su resolución y que las respuestas
a las otras siempre funcionarán en la esfera de especulaciones e hipótesis más
o menos probables. No obstante, este hecho no niega la necesidad de formular
preguntas por muy controvertidas que nos parezcan, así como de insistir en la
búsqueda de respuestas.
Tomando estas premisas como punto de partida, a pesar de la imperfección
de las fuentes y las frecuentemente limitadas posibilidades interpretativas de las
ciencias históricas, tras un largo y arduo proceso de investigación logramos deter-
minar y después caracterizar las subsiguientes etapas de desarrollo cultural en la
Costa Extremo Sur. También pudimos definir muchos procesos, específicos sólo
del extremo sur peruano, que parecen estar condicionados por las circunstancias
geográficas, demográficas y, en las épocas posteriores, también políticas, bien
distintas de las de otras regiones del país.
Los estudios sobre la más temprana etapa de desarrollo de esta región, es
decir, la Época Precerámica, permitieron distinguir cinco períodos que abarcan
el amplio lapso de tiempo iniciado en los finales del Pleistoceno y concluido en
algunas regiones alrededor de la mitad del segundo milenio a. C., y en otras, como
el litoral y algunas zonas altoandinas, posiblemente tan tarde como cerca de 500
a. C. Así que la fecha final de la Época Precerámica en la Costa Extremo Sur es
muy diferente que la propuesta para otras regiones del Perú.
No obstante, analizando los resultados de la investigación podemos notar que
ya al principio del Período Epigonal de la Época Precerámica, es decir, por lo menos
Józef Szykulski 333

a partir de la mitad del tercer milenio a. C., el desarrollo cultural dentro de la Costa
Extremo Sur no difería sustancialmente de lo que podemos observar en los terrenos
ubicados más al norte. Por supuesto, no podemos negar cierta especificidad regional
que consistía en una clara fusión de las influencias culturales del área peruana (con
la cuenca del lago Titicaca ubicada en la zona fronteriza peruano-boliviana) y las
que llegaban desde el sur, es decir, de los terrenos del norte de Chile, y a través de
estos últimos también de las tierras australes del continente, incluyendo el Estrecho
de Magallanes. Esto queda, entre otros, confirmado por los hallazgos de artefactos
líticos específicos sólo de la parte meridional de América del Sur.
La existencia de este fenómeno no contradice el hecho de que tanto los líticos
encontrados dentro de la Costa Extremo Sur como otras huellas de la actividad
humana de este período se caracterizan por la misma calidad de material y tecno-
logía, o aun de estética, que los artefactos del sur, centro o norte del Perú. Hasta
podemos arriesgar la afirmación que algunos de los vestigios de esta región, como,
por ejemplo, las puntas foliáceas, destacan por la mayor perfección tecnológica.
También la introducción de algunos grandes logros de la civilización, entre otros,
de la domestificación de los camélidos (llama, alpaca) sucedió en la zona de la
montaña de la Costa Extremo Sur probablemente mucho antes que en otros terri-
torios del Perú actual.
Lo mismo pasaba con otras esferas de la actividad humana de este período.
Las pinturas rupestres de Toquepala, Sumbay o Pintasayoc, así como la escultura
en hueso del Abrigo III en el valle del Tasata (Churajón), sin duda representan
unos de los más extraordinarios ejemplos de la expresión artística de la Época
Precerámica no sólo del área en cuestión sino también en toda la región andina.
Por los demás, la aparición de complejas formas de enterramiento en algunos sitios
del litoral de la Costa Extremo Sur, como Villa del Mar o Matarani, confirma no
sólo las influencias desde el área cultural Chinchorro ubicada al norte de Chile,
sino también la existencia –ya en el Período Intermedio y Tardío de la Época Pre-
cerámica– de sociedades capaces de asimilar nociones abstractas y la ritualidad
ligada a un desarrollado sistema de creencias.
Sin embargo, aun si durante una gran parte de la Época Precerámica el nivel
del desarrollo cultural de la Costa Extremo Sur, tanto en la zona del litoral como en
la sierra, era igual a este observable en otras partes del Perú, ya en el período entre
el fin del tercer milenio y los principios del segundo milenio a. C. puede notarse
una clara desproporción entre la dinámica de los cambios sucedidos en el extremo
sur del Perú y de los adelantos en otras áreas de la zona peruana de los Andes.
Contrariamente a las regiones ubicadas más al norte donde justamente al final
de la Época Precerámica puede observarse la introducción de las nuevas formas de
economía que totalmente modificaron las condiciones de vida y la estructura de la
población, en la Costa Extremo Sur el proceso de abandono del sistema económico
cazador-recolector o cazador-pescador-recolector duró más tiempo. Por lo demás,
334 Prehistoria del Perú Sur

hay que subrayar el hecho de que en toda la Costa Extremo Sur no se desarrolló
ningún importante centro de asentamiento similar a estos que surgieron en la Costa
Norte y Sur al final de la Época Precerámica, como, por ejemplo, el mayor de todos
los conjuntos arquitectónicos, Caral (valle de Supe) cuyos orígenes se remontan
por lo menos a la mitad del tercer milenio a. C. y que debe considerarse como
lugar de nacimiento de la primera civilización del Nuevo Mundo169.
Las causas de esta particularidad del desarrollo de la Costa Extremo Sur (este
fenómeno concierne también la parte meridional de la Costa Sur) seguramente
eran muy complejas, pero parece que sobre todo estaban sujetas a las condiciones
medioambientales de aquel entonces. Hay que recordar que en el tercer milenio
a. C. tuvieron lugar importantes (globales) cambios climáticos cuyo apogeo ocu-
rrió alrededor de 2500 a. C. Este fue el fin del llamado optimum climaticum. Los
cambios consistían en el desecamiento de grandes áreas del litoral lo cual significó
una violenta reducción de las zonas de lomas. También se varió el alcance de las
corrientes oceánicas que bañaban la costa. Las consecuencias ecológicas de estos
cambios eran especialmente notorias en la Costa Norte y Central donde la pobla-
ción fue forzada a modificar su economía, así como también la localización y el
carácter del asentamiento.
Hay que suponer que, debido a las circunstancias geográficas, en el extremo
sur peruano –donde todavía existían extensas áreas de lomas y la densidad de
población era probablemente mucho menor– este fenómeno tuvo menor impacto,
de manera que los pobladores no se vieron obligados a transformar significativa-
mente su modo de vida. Los cambios sucedieron aquí mucho más tarde y estaban,
por los menos en la primera etapa, relacionados con las influencias colonizadoras
externas. Estas influencias aparte de las nuevas formas de vida social, también
trajeron el conocimiento de la agricultura y de la cerámica.
Dentro de la Costa Extremo Sur la sucesiva introducción de nuevas formas de
economía y el surgimiento del arte alfarero tuvieron lugar alrededor de la segunda
mitad del II milenio a. C. o aun en sus finales. Este proceso se desarrollaba al
principio sólo dentro de los mayores valles fluviales de la región. En la zona de la
costa, también al norte de Chile, en este período siempre existía el sistema econó-
mico propio de la Época Precerámica. Hasta la mitad del primer milenio a.C. no
sucedió aquí ningún cambio importante ni en la estructura del asentamiento, ni en
las estrategias de subsistencia. Sólo a partir del año 500 a. C. podemos hablar del
fin de la Época Precerámica en toda la zona del litoral, excepto algunos enclaves

169 Las excavaciones en Caral, iniciadas en la mitad de los años noventa del siglo XX y conduci-
das hasta hoy en día por Ruth Shady Solís, revelaron un extenso conjunto de ruinas compuesto
de construcciones piramidales y plazas hundidas de carácter ceremonial. Los inicios de este
conjunto están datados aun en los principios del tercer milenio a. C. El monumental tamaño
de las estructuras de Caral (su construcción requería ingeniería y logística muy compleja)
demuestra que en la Costa Central del Perú existió una civilización de carácter Precerámico.
Józef Szykulski 335

marginales dispersos cuyos habitantes siguieron cultivando las tradiciones del


Precerámico.
En aquella época en la costa, tanto peruana como chilena, aparecen los prime-
ros artefactos cerámicos. En varios yacimientos de ese entonces pudo documentarse
también la presencia de semillas de plantas de cultivo. No obstante, estas últimas no
constituyen pruebas de la producción local sino más bien del intercambio con las
sociedades agricultoras que desde hacía tiempo poblaban los valles de los mayores
ríos de la región. Lo que es especialmente característico de la Costa Extremo Sur
es el hecho de que el surgimiento de los pueblos agricultores en los valles fluviales
no produjo ningún cambio de carácter revolucionario o evolutivo. Probablemente
fueron el relativamente reducido tamaño de las poblaciones agricultoras y la falta
de un extenso sistema de intercambio de información (ideas, innovaciones técnicas)
que causaron que dentro de ninguno de los valles no se desarrollasen grandes y
complejas sociedades que pudiesen crear importantes centros económico-religiosos
constituyentes de fuerza motriz de desarrollo cultural en toda la región. Tal conclu-
sión no puede ser alterada ni por el hecho de la existencia de un importante centro
del culto (posiblemente observatorio), construido todavía en las fases tempranas
del Precerámico en Churajón, el cual con su forma parece indicar parentescos con
el área del Altiplano peruano-boliviano.
Así que, generalizando, hasta el Horizonte Medio, es decir, el momento de
la expansión de la civilización Huari-Tiahuanaco, la Costa Extremo Sur perma-
necía en la etapa de las tempranas sociedades cerámicas que no sobrepasaban el
determinado nivel de desarrollo, aunque tampoco se puede negar el proceso de su
sucesiva neolitización.
Este estancamiento del desarrollo no logró ser cambiado de manera radical,
es decir, en la escala macroregional, ni por el surgimiento de las más o menos
intensivas influencias culturales de las civilizaciones Nasca y Pukará. Fue sólo
la expansión de Tiahuanaco y Huari la que introdujo la Costa Extremo Sur en el
ámbito de las directas influencias de las grandes civilizaciones andinas, provocando
de este modo una serie de violentos y a la vez profundos (irreversibles) cambios
socio-económicos en toda la región.
Esta expansión trajo consigo cambios cualitativos en la imagen cultural, pro-
vocados por la introducción de las soluciones técnicas y tecnológicas desconoci-
das o poco difundidas hasta aquel entonces, como, por ejemplo, la construcción
de terrazas de cultivo y fortificaciones, el sistema de irrigación, la producción
de cerámica y tejidos policromos, y el intercambio de bienes a larga distancia.
No obstante, de mayor importancia fueron indudablemente las transformaciones
que tuvieron lugar en la estructura de las sociedades de aquella época. Es porque
la variante de la civilización Huari-Tiahuanaco desarrollada dentro de la Costa
Extremo Sur, al crear las estructuras ampliamente jerarquizadas, absorbió o por
lo menos profundamente alteró las sociedades que habitaban estos terrenos. Asi-
336 Prehistoria del Perú Sur

mismo, los pocos grupos representantes de las tradiciones precerámicas y del


Cerámico temprano fueron puestos al margen de la vida político-económica de la
región. Este hecho tuvo una importancia trascendental para el curso del desarrollo
de la Costa Extremo Sur.
Con el fin del Horizonte Medio, demarcado por la caída de las civilizaciones
Tiahuanaco y Huari, estas sociedades estaban ya lo suficientemente desarrolladas
para crear sus propios organismos socio-económicos. Podemos aquí arriesgar la
tesis de que la particularidad cultural de la Costa Extremo Sur, entendida como un
área geográfica- y culturalmente definida, fue resultado de los procesos históricos
vinculados con el colapso de ambos imperios. Fue en este momento cuando en el
extremo sur peruano se formó una región relativamente íntegra en la cual conti-
nuaban cultivándose los patrones culturales Tiahuanaco-Huari, también después
de la caída de las dos civilizaciones. La fuerza de sus influencias no sólo no se
debilitó, sino que se fortaleció, sobre todo debido a los procesos migratorios de
la cuenca del lago Titicaca.
Contrariamente a lo que sucedió en las regiones ubicadas más al Norte –donde
en el transcurso del Período Intermedio Tardío, especialmente en el material cerá-
mico, puede observarse el paulatino abandono de las tradiciones Tiahuanaco-Huari,
muy a menudo a favor de los patrones culturales locales y mucho más antiguos–
dentro de la Costa Extremo Sur este fenómeno no tuvo lugar. Las causas de esta
situación podemos buscarlas en el hecho de que mientras en otras pares del Perú
después del colapso de Huari (en menor grado, esto también es aplicable a las áreas
influidas por las civilización Tiahuanaco) la población autóctona regresaba a sus
siempre vivas tradiciones ancestrales170 o al abandonar los patrones Tiahuanaco-
Huari creaba otros totalmente nuevos171, en la Costa Extremo Sur este proceso no
podía realizarse.
La influencia unificadora de Huari-Tiahuanaco prácticamente neutralizó el
antiguo estrato cultural que estuvo mucho menos desarrollado y más disperso que
en otras regiones del país. La continua aparición de nuevos grupos de población
provenientes de la cuenca del lago Titicaca todavía fortaleció más influencias
Tiahuanaco e indirectamente también Huari. Como resultado de estos procesos se
conformó en la Costa Extremo Sur un mosaico cultural dentro del cual se pueden
distinguir tres principales áreas geográfico-culturales cuyos límites corresponden
a las zonas de distribución de la cerámica Chiribaya, Chuquibamba y Churajón.
Las diferencias existentes entre estos materiales arqueológicos reflejan tanto la

170 Un ejemplo clásico de estos procesos podemos encontrarlo en el resurgimiento de las tradicio-
nes ornamentales Moche en la cerámica Chimú, del norte del Perú.
171 Este fenómeno puede observarse en los valles Huaura y Chancay en la Costa Central donde en
el Período Intermedio Tardío se desarrolló el estilo Chancay blanco sobre negro (Krzanowski
1991). Este estilo no demuestra parentescos ni con la ornamentación Tiahuanaco-Huari, ni con
las tradiciones anteriores provenientes de esta región.
Józef Szykulski 337

especificidad de desarrollo de las respectivas zonas en el Horizonte Medio como


la variedad e intensidad de las influencias del Altiplano en el Período Intermedio
Tardío.
Los resultados de la investigación en la cuenca del río Tambo, así como el
reconocimiento de los materiales de otros valles, demostraron que en el Período
Intermedio Tardío en el extremo sur peruano tuvo lugar una sucesiva consolidación
del asentamiento: al final de este período el disperso poblamiento de carácter rural
fue reemplazado por varias relativamente pequeñas entidades político-geográficas.
Estos estados menores cuyos orígenes parecen remontarse al siglo XVI recordaban
los organismos políticos existentes en aquella época en la cuenca del lago Titicaca,
por lo cual es allí donde debe buscarse la fuente de los cambios producidos en la
Costa Extremo Sur. No obstante, estos procesos de la unificación política y eco-
nómica hasta el final del Período Intermedio Tardío no fueron culminados con la
creación de alguna entidad estatal mayor cuya hegemonía traspasase los límites
de los respectivos valles. Tal opinión viene respaldada también por las fuentes his-
tóricas que relatan la existencia de un gran número de pueblos y estados menores
conquistados en estos terrenos por los incas.
Los soberanos de Cusco después de tomar el poder en la Costa Extremo Sur
adoptaron la mayoría de los elementos del sistema socio-económico existente,
modificando sólo ligeramente el modo de su funcionamiento (por el asentamiento
de sus propios mitmaqs). Indudablemente, la adaptación de este sistema socio-
económico les resultaba fácil, ya que se toparon aquí con una situación similar a
la existente en la cuenca del lago Titicaca, así como también en la misma región
de Cusco en el período antecedente al desarrollo del imperio.
Parece muy probable que los nuevos señores provenientes de la remota ciudad
de Cusco, por lo menos por una parte de la población de la Costa Extremo Sur
(especialmente los pueblos que al igual que los incas hablaban quechua), fueron
vistos no tanto como invasores, sino más bien como allegados. También hay que
recordar que los incas al conquistar nuevas tierras siempre trataban de presentarse
como sus legítimos propietarios y su actitud frente a las sociedades conquistadas
se caracterizaba por un fuerte pragmatismo que permitía ajustar sus acciones a las
necesidades de una política estatal a largo plazo.
Tal vez, la anteriormente mencionada práctica incaica de construir las necrópo-
lis directamente encima de los cementerios que funcionaban hasta el momento de
su llegada (registrada, entre otros, en Churajón y en el valle del río Majes-Camaná)
constituyó uno de los elementos de está política. En caso concreto, tenía como
objetivo manifestar a los conquistados la legitimidad del poder del Inca – político
heredero de los anteriores dueños de la región que venía recuperar lo que le per-
tenecía por voluntad de los dioses.
Debido a la herencia común de las raíces altiplánicas estas operaciones –que
tenían como finalidad la asimilación de las estructuras sociales y religiosas loca-
338 Prehistoria del Perú Sur

les a las estructuras religioso-políticas del Tawantinsuyu– encontraron en el caso


de la Costa Extremo Sur un terreno especialmente fértil. Esto garantizaba la paz
social en los terrenos conquistados y al mismo tiempo propiciaba el desarrollo y
la consolidación política del mismo estado. Esta armonía social fue destruida en
el momento de la aparición en la Costa Extremo Sur de un factor político nuevo y
desconocido por los habitantes de la región andina, es decir, de los conquistadores
españoles que un par de años antes lograron dominar la región de Cusco.
Fueron ellos quienes finalmente destruyeron la particularidad del desarrollo
de la Costa Extremo. Este proceso se realizaba sucesivamente a partir de los años
ochenta del siglo XVI, es decir, desde la implantación de las reducciones toledanas
en esta parte del Virreinato del Perú.
El principio de este proceso marca el fin de la larga y turbulenta historia del
desarrollo de las culturas precolombinas en la región de la Costa Extremo Sur
(Tab. 6).
Józef Szykulski 339

Tabla 6. Cuadro cronológico del desarollo cultural en la parte sur de los Andes Centrales

culturas, estilos ___


Andes Centrales - Parte Sur sitios ___
naciones ___

Sierra Costa Extremo


Cronología Altiplano
Sur Sur Sur
a.C. Titicaca Mala Chala (PE)
Etapas Períodos Cusco
d.C. Cochabamba Acarí Camarones (Ch)
Inca Inca Inca Inca
Tawan- Horizonte
Inca Inca Inca
tinsuyu Tardío
 Regional Regional Regional
1450
Killke Lupaca
Colla

Chuquibamba
Canas

San Miguel
Estuquiña
Chiribaya
Churajón
Período Uru

Maytas
Estados Ica/
Intermedio Omasuyos
Regionales Mollo Chincha
Tardío Kichua
Kollau
Pacajes
Sillustani
1000
Mojocoya
Tupuraya

Tiahuanaco
Nascoide

Tiahuanaco Soinsongo IV i V
Horizonte
Huari Medio Huarí
Tiahuanaco
IV, V Huarí Huarí
Tiahuanaco
600
Huaru Tiahuanaco Tiahuanaco III (?)
d.C.
III Alto Ramirez
Período
Desarrollo Nasca
Intermedio
Regional
Temprano
Paracas-
Pukara Pukara Necropolis Punta Islay
200 Chiripa III (?)
a.C. Huaracane
Paracas

Horizonte
Ayawaia

Chiripa II
Soporo
Tasata

Temprano

1000 Formativo Chanapata Qaluyu


a.C. Chiripa I Hachas
Marcavalle Wankarani Hachas
Período
Pampa Colorada

Tres Hermanos

Inicial Erizo-
Punta Pichalo

Mastodonto
2000
a.C. epigonal
Playa Chira
Chinchoro

Arcaico
Cabezas Largas
Anillo
Asana

tardío
Viscachani

4000 Cazadores-
intermedio Recolectores
6000 Paján (?)
Lítico temprano
Toquepala
8000 paleoind. Q. Jagnay 280
340 Prehistoria del Perú Sur
Józef Szykulski 341

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Józef Szykulski 361

CATALOGO DE LOS HALLAZGOS DE LOS


MONTICULOS. 2-4 DE CHURAJÓN
362 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 140. Churajón, montículo 2: plano del cementerio


Józef Szykulski 363

Fig. 141. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 2; C – G – tumba 5, F – ofrenda colo


364 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 142. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 6; D, E – tumba 7, D


– cerámica no cocida
Józef Szykulski 365

Fig. 143. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 10; D – F – tumba 12


366 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 144. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 15; C – tumba 20


Józef Szykulski 367

Fig. 145. Churajón, montículo 2: tumba 17, B - plata


368 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 146. Churajón, montículo 2: A – E – tumba 18 (C, D –


cerámica no cocida); F, G – tumba 27
Józef Szykulski 369

Fig. 147. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 23; D – tumba 23A


(más antigua que 23); E – tumba 36
370 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 148. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 24; D, E – tumba 29


Józef Szykulski 371

Fig. 149. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 32; D – F – tumba 32; I, J – tumba 33


(cerámica no cocida); G, H – tumba 39
372 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 150. Churajón, montículo 2: tumba 37, G – cerámica no cocida


Józef Szykulski 373

Fig. 151. Churajón, montículo 2: A – tumba 40; B, C – tumba 41


(B – cerámica no cocida); D – G – tumba 44; H – J – tumba 43
374 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 152. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 48; E, F – tumba 49


Józef Szykulski 375

Fig. 153. Churajón, montículo 2: A – tumba 50; B, C – tumba 51


(B – cobre dorado); D – E – tumba 52; G, H – tumba 54; I – tumba 56
376 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 154. Churajón, montículo 2: tumba 53, D, E – cerámica no cocida


Józef Szykulski 377

Fig. 155. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 57; C, D – tumba 58;


E, F – tumba 61; G – tumba 59
378 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 156. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 55; C – F – tumba 63;


G – J – tumba 62 (G, H – cerámica no cocida); K- tumba 64
Józef Szykulski 379

Fig. 157. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 65; E, F – tumba 67; G – I – tumba 68


380 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 158. Churajón, montículo 2: A, H – tumba 66; B – D, G – tumba 70


(C, D – cerámica no cocida); E, F – tumba 71; I – tumba 75
Józef Szykulski 381

Fig. 159. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 74; E – I – tumba 76


382 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 160. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 78; E – G – tumba 79


(F – cerámica no cocida); H – tumba 81; I, J – tumba 82
Józef Szykulski 383

Fig. 161. Churajón, montículo 3: plano del cementerio


384 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 162. Churajón, montículo 3: A – ofrenda en el relleno del montículo (sobre la


tumba 3); B, C – tumba 1; D – tumba 3; E – K – tumba 4 (I – K – cerámica no cocida)
Józef Szykulski 385

Fig. 163. Churajón, montículo 3: A – D tumba 5 (C – mortero/batán); E, F – tumba 6


(colmillas del tapir, F – cobre dorado)
386 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 164. Churajón, montículo 3: A – relleno de la tumba 7; B – E – tumba 7;


F – I – tumba 8
Józef Szykulski 387

Fig. 165. Churajón, montículo 3: A, B – tumba 9; C – tumba 10


388 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 166. Churajón, montículo 3: A – E – tumba 11; F, G – tumba 12


Józef Szykulski 389

Fig. 167. Churajón, montículo 3: tumba 21


390
Prehistoria del Perú Sur

Fig. 168. Churajón, montículo 4: plano del cementerio


Józef Szykulski 391

Fig. 169. Churajón, montículo 4: A, B – relleno del montículo; C – F – tumba 1;


G – tumba 2
392 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 170. Churajón, montículo 4: A – E – tumba 3; F – H – tumba 4


Józef Szykulski 393

Fig. 171. Churajón, montículo 4: A – C – tumba 5; D – tumba 6;


E – tumba 9; F, G – tumba 8
394 Prehistoria del Perú Sur

Fig. 172. Churajón, montículo 4: tumba 8


Józef Szykulski 395

ÍNDICE DE FIGURAS

1. Churajón-Paranay 1995; Miembros del equipo del Proyecto Churajón 17


2. División de los Andes Centrales en las regiones histórico-geográficas 28
3. Localización de la Costa Extremo Sur (incluyendo la zona fronteriza del norte de
Chile), dentro de la Región Andina 29
4. Matalaque, Valle de Tambo; Estrato de la pumita y ceniza formado por la erup-
ción del Nevado Huaynaputina en 1600 31
5. División del masivo Andino en los pisos ecológicos 32
6. Valle de Yalaque, departamento de Moquegua; Oasis fluvial cerca del pueblo
Carrizal. Sobre los cerros se observa la ceniza volcánica 36
7. Lomas cerca a Mollendo (XI/2009) 36
8. Vista panorámica del valle andino en la región de Pampacolca, departamento de
Arequipa. En el fondo el Nevado Coropuna 37
9. Andenería prehispánica en el Valle del Colca, provincia de Caylloma, departa-
mento de Arequipa 38
10. Altas montañas en la región fronteriza entre Perú y Bolivia 38
11. Zona del conjunto prehispánico de Churajón. Vista aérea de las quebradas Sega-
che y Corabaya-Tasata (Cortesía: Servicio Aerofotográfico Nacional, Lima) 48
12. Zona arqueológica de Churajón. Visto desde las ruinas del Centro Administra-
tivo-Residencial 50
13. Churajón Valle de Segache. Cerro Torre Ccasa con un centro defensivo a la
cumbre. Vista de las ruinas del Centro Administrativo-Residencial 50
14. La zona arqueológica de Churajón; Localización de los principales centros ur-
banos 51
15. Churajón; El plano del centro urbano Parasca (autor: Paúl Álvarez) 53
16. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 105 antes de excavación 54
17. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 105 durante las excavaciones
18. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 105; Depósito ofrendario 55
19. Montículo 2, chullpa A; Depósito ofrendario con el maíz quemado 57
20. Montículo 2. Tumba en forma de un pozo circular reforzado por una hilera de 57
piedras; Período Intermedio Tardío
21. Centro Administrativo-Residencial, Estructura 201. Ofrendas depositadas en 58
la esquina sur-este del edificio. Debajo del piso se localizó tumbas de la cultura
Churajón
22. Montículo 2, tumba 18. Entre las ofrendas se documentó las vasijas no cocidas 60
23. Churajón, Cerro Torre Ccasa. Chullpa de piedra; Horízonte Tardío 61
24. Churajón, Cerro Mollebaya. Chullpas de adobe; Período Intermedio Tardío 62
25. Sillustani cerca de Puno; Chullpas de piedras elaboradas, Horízonte Tardío 63
396 Prehistoria del Perú Sur

26. Centro Administrativo-Residencial, trinchera I (sección E). Contenido de la 64


tumba 1; período de la dominación incaica
27. Cerámica no-Churajón documentada durante las excavaciones en Churajón. A 66
– tumba 49, montículo 2; B - tumba 1, montículo 4; C – tumba 6, montículo 4; D –
tumba 82, montículo 2
28. Cerámica Churajón. A – tumba adosada a la chullpa Mb1, Churajón; B – Inde- 68
pendencia Americana, Arequipa; C – Casa Patak – Arequipa
29. Churajón, montículo 2; Tumbas del horizonte tardío después de la excavación. 71
En el fondo la destruida chullpa A
30. Churajón, montículo 2. Tumba 39 del Período Intermedio Tardío sobre la cual, 73
en el horizonte tardío se colocó la base de la chullpa B
31. Churajón, Valle de Corabaya, Abrigo I. Exploración de un entierro tardío (Pe- 75
ríodo Intermedio Tardío/Horizonte Tardío)
32. Churajón, Centro Administrativo-Residencial, Sector 1, Trinchera I; huella de 78
poste ceramizada. Sobre el estrato cultural se observa la ceniza volcánica de la
erupción del Nevado Huaynaputina en 1600
33. Centro Administrativo-Residencial, Sector 1; entrada trapezoidal 79
34. Centro Administrativo-Residencial. El plano del sector 4 (autor: Szykulski, 81
Cardenas Sumida)
35. Centro Administrativo – Residencial, Estructura 401 y 402. Hallazgos relacio- 82
nados con la época colonial. A – E, G – estrato posterior a la erupción de Huay-
naputina; F, H – N – estrato anterior a la erupción de Huaynaputina. L – plata, M
– hierro, N – cobre 8536. Churajón, Templo del Sol; Plano de la iglesia doctrinera
37. Churajón, Centro Administrativo-Residencial. Derrumbe de la pared norte del 85
Templo del Sol
38. Santuario de la Virgen de Chapi (1996) 87
39. Churajón, Iglesia doctrinera del Templo del Sol; presbiterio con el Altar Ma- 88
yor
40. Iglesia doctrinera del Templo del Sol; Altar adosado al muro oeste de la sacris- 89
tía/baptisterio
41. Templo del Sol, nave central; Tumba 3 de la época colonial 90
42. Templo del Sol, tumba 13. El cráneo con la deformación intencional para la 90
época prehispánica 91
43. Contenido de las tumbas del Templo del Sol. A – tumba 1; B, C – tumba 2; D,
E, F – tumba 3; G, H – tumba 4; I – tumba 10; J – tumba 12; K – O – tumba 12A;
P, R – tumba 13; S – U – tumba 13A (descripción del contenido: Szykulski 1998:
306 – 313) 92
44. Templo del Sol; La localización de la tumba pre hispánica (T-12A) descubierta
debajo del entierro cristiano (T-12) 93
45. Templo del Sol; Macuquina (1 Real) documentada en la tumba 2 94
46. Centro precolombino Kasa – Patak, hoy la ciudad Arequipa (según: Bernedo
1949) 95
47. Churajón; Derrumbe del pared oeste del Templo del Sol cubierto con la ceniza
volcánica 97
48. Puntas de proyectíl y bifaces documentados en los contextos precerámicos de la
Costa Extremo Sur (artefactos del grupo VIII – XII) 98
49. Puntas de proyectíl (grupo XIII – XVII) documentadas en los contextos prece-
rámicos de la Costa Extremo Sur 106
50. Artefactos líticos de Brorota (Díaz, Szykulski 2008) 109
51. Churajón el estrecho del Valle de Tasata 119
Józef Szykulski 397

52. Artefactos líticos (época precerámica) de Churajón. A, C, D – Abrigo I; B – pen-


diente del Cerro Torre Ccasa; E, F – Abrigo III; G – I – Abrigo IV 129
53. Valle de Tasata; Trabajos de investigación en el Abrigo III. 131
54. Churajón, Valle de Tasata. Pintura rupestre del Abrigo III 132
55. Artefactos líticos del Abrigo III 132
56. Cabecita de hueso descubierta en el estrato inferior del Abrigo III 133
57. Las fechas 14C de los sitios precerámicos de la Costa Extremo Sur. En color azul
los datos no calibrados 134
58. Tillane, Churajón; Punta trapezoidal tipo XII.2 asociada a hallazgo tipo cola de
pescado 136
59. Tillane, Churajón; Punta de proyectíl tipo cola de pescado, cortesía L. Díaz
Rodríguez 137
60. America del Sur; Sitios arqueológicos relacionados con pleistóceno y principio
del holoceno. En negro, la línea de playa hace 18.000 años (BP) 137
61. Costa Norte; Puntas de proyectíl tipo Paiján 153
62. Departamento Moquegua; Conchal al norte de Ilo 155
63. Departamento Arequipa, provincia Islay; Conchal 158
64. Contexto funerario Chinchorro (Museo Arqueológico San Miguel de Azapa,
Chile) 160
65. Cueva de Toquepala, departamento Tacna; Pintura rupestre (2009) 163
66. Churajón 2009; Vicuñas 164
67. Principales tipos de artefactos documentados en los estratos de la cueva Engle-
fíeld (Sur de Chile), según: Emperaire Laming, Reichlen 1963 166
68. Artefactos líticos de las lomas de Ilo; Fin de la época precerámica, período for-
mativo 168
69. Costa Moquegua – Tacna; Pesos de pesquería de la época precerámica y período
formativo (colección privada) 170
70. Costa Extremo Sur y sus alrededores; Sitios de la época precerámica y período
formativo 171
71. Cerámica temprana tipo Hachas (A) y Sopporo (B) 172
72. Fechas 14C para los sitios formativos del Sur del Perú y Bolivia Occidental 176
73. Churajón; El plano de la plaza megalítica del cerro Sahuaca 177
74. Churajón, cerro Sahuaca; Plaza megalítica 182
75. Churajón, cerro Sahuaca; Obelisco, a su lado obelisco caído y una piedra-altar 183
76. Churajón, cerro Mollebaya; Obeliscos documentados debajo del Templo de
la Luna 184
77. Maucallacta cerca de Polobaya; Plaza de carácter megalítico 185
78. Churajón; Cerámica tipo Tasata hallada en la cumbre del cerro Sahuaca 186
79. Cerámica tipo Tasata 188
80. Churajón, la cumbre del cerro Sahuaca; Figurilla asociada a los materiales tipo
Tasata 188
81. Cerámica Nazcoide de la región de Cochabamba – Bolivia (Museo Arqueológi-
co de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba) 189
82. Areas de expansión Huari y Tiahuanaco. Color más claro indica regiones con
escasas evidencias de ambas civilizaciones; 1. Tiahuanaco; 2. Lucurmata; 3. Alto 197
Ramírez; 4. Loreto Viejo; 5. Omo; 6. Chen Chen; 7. Cerro Baúl; 8. Huarí; 9. Con-
chopata; 10. Tupuraya; 11. Mizque; 12. Pikillacta; 13. Chan Chan; 14. Cajamarqui- 200
lla; 15. Pacheco; 16. Wariwilca; 17.Jincamocco; 18.Viracochapampa; 19. Quilpa- 201
pampa la Antigua
203
398 Prehistoria del Perú Sur

83. Churajón, Centro Administrativo-Residencial; Cerámica Huari (Huari Ccosco-


pa), hallazgo superficial 204
84. Valle de Siguas; Ruinas de Quilpapampa la Antigua 210
85. Cerro Baúl, el principal centro de la civilización Huari en la cuenca del río Os- 211
more
86. Cerámica Huarí de la Costa Extremo Sur; materiales del estilo Ccoscopa (Neira 213
1990; García, Bustamante 1990)
87. Valle de Siguas; Cerámica tipo Ramada (MAUCSM) 214
88. Gorras Tiahuanaco (Museo Arqueológico San Miguel de Azapa, Chile)
89. La reconstrucción del templo semisubterráneo de la civilización Tiahuanaco 215
descubierto en Omo, valle de Osmore (Goldstein 1993)
90. Maqueta encontrada en las ruinas del templo semisubterráneo en Omo (MAUC- 216
SM) 219
91. Pared con cabezas clavadas del Templete Semisubterráneo de Tiahuanaco. Al
fondo Calasasaya/Kalasasaya - entrada principal 220
92. Cerámica Tiahuanaco; (A – D) fase Omo, (E – H) fase Tumilaca; según: Golds-
tein 1990, Moseley et al. 1991 221
93. Tiahuanaco, Puerta del Sol
94. Cerámica Tiahuanaco, materiales de la fase Chen Chen; según: Goldstein 1990, 223
Moseley et al. 1991
95. Las fechas 14C para el horizonte medio de la Costa Extremo Sur; X1 – X3 sín
referencias sobre el número del laboratorio
96. Andes Centrales en el período intermedio tardío: 1- Lambayeque; 2- Chimú; 3- 227
Chancay; 4- Ica-Chincha; 5- Chuquibamba; 6- Churajón; 7-San Miguel (Arica I);
8- Chiribaya; 9- Maytas; 10- Chachapoyas; 11- Cajamarca; 12- Huaylas; 13- Con- 229
chucos; 14- Huamanchuco; 15- Chinchaycocha; 16- Tarma/Tarama; 17- Huanca;
18- Chancas; 19- Kichua (Inca); 20- Canas; 21- Colla; 22- Lupaca/Lupaqa; 23- Pu- 230
carani; 24- Pacajes; 25- Omasuyos; 26- Estuquiña 231
97. Cerámica Chiribaya del valle del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológi-
co 232
98. Cerámica Chiribaya, Centro Mallqui, Algarrobal 233
99. Chiribaya; Artefactos de metales y madera (Museo Arqueológico de Chiribaya,
Arequipa) 236
100. Momia Chiribaya; Proyecto Tambo (2009) 242
101. Cerámica Maytas (A), Churajón (B) y San Miguel / Arica I (C, D) del  valle 243
del río Osmore; Algarrobal, Museo Arqueológico
102. Cerámica Chuquibamba 248
103. Tipología de la cerámica Churajón (cuencos, vasos, tazas, anforas)
104. Tipología de la cerámica Churajón (vasijas, jarras, formas modeladas y con 258
dobles cuellos)
105. Formas atípicas de la cerámica Churajón (Bernedo 1949, documentación foto- 264
gráfica de M. Neira Avendaño)
106. Formas atípicas de la cerámica Churajón (fot. Neira Avendaño y Cárdenas 267
Sumida)
107. Cerámica Churajón, fase I (postiahuanaco). A, B – Casa-Patak; C – Sachaca/
Fernandini; D, E, F – Independencia Americana 268
108. Cerámica Churajón, fase II (clásica). A, B, D, J – Independencia Americana;
F – Casa-Patak; C, G, H, I – la región de Arequipa (fot. Neira Avendaño, Díaz Ro- 271
driguez)
109. Cerámica Churajón, fase II (clásica). A, C, I – K – Campus de la Universidad 272
Józef Szykulski 399

Católica –Santa María–; E – Casa-Patak; B, D, F – H – Cesár Vallejo 274


110. Cerámica Churajón, fase III (tardía). A, B, E – Independencia Americana; C – 278
Casa-Patak; D – Churajón (fot. Belan Franco) 280
111. Cerámica Churajón, fase III (tardía). Churajón, montículo 2 – 4 282
112. Cerámica Churajón, fase IV (epigonal). montículo 2 – 4 283
113. Cerámica Allita Amaya (Tschopik 1946) 286
114. Cerámica Colla/Kolawa (Tschopik 1946)
115. La tipología de la cerámica Mollo 288
116. La tipología de la cerámica Mollo
117. Cerámica Mollo. A, C, E – H – Piñiko; B – Iskanwaya; D – procedencia des-
conocida; Museo Arqueológico de Aucapata - Bolivia.
118. Cerámica Mollo con la ornamentación en la tradición del Tiahuanaco tardío. 293
A – procedencia desconocida (Ponce 1957: 73); B, D – Titicachi; C, E – Markopa-
ta; F – Piñiko; procedencia desconocida. B, D – colección privada, otros: Museo 296
Arqueológico de Aucapata – Bolivia
119. Los materiales cerámicos de Iskanwaya, excavaciones de A. López (1975). La 297
fase tardía / epigonal de la cerámica Mollo
120. Ruinas de Iskanwaya, departamento de La Paz, provincia de Muñecas, Bolivia 302
nor-occidental
121. El valle de Llika, cuenca del río Mapi. En el primer plano las ruinas de Is- 303
kanwaya 305
122. Los límites territoriales de Tawantinsuyu con los principales caminos del im- 306
perio (según: Hyslop)
123. Productos metalurgicos Inca (MNAAH-Lima, MAUCSM-Arequipa) 307
124. Metales y cerámica Inca imperial
125. Ingapirca cerca de Cuenca – Ecuador. Arquitectura imperial fuera de la región 309
metropolitana del Cusco
126. Queros de madera: A – Inca, B – colonial (Museo de la Nación-Lima, MAUC- 313
SM) 316
127. Cerámica Inca provincial de Costa Norte y Costa Extremo Sur (Museo de la
Nación-Lima, MAUCSM) 317
128. Churajón, montículo 2, tumba 78. Cerámica Inca imperial
129. Pachacamac al sur de Lima. Uno de los más importantes centros religiosos del 318
antiguo Perú 319
130. Chivay, cañon del río Colca; Edificio construido en la técnica propia para la
zona metropolitana del Cusco
131. Machu Picchu. Arquitectura imperial (fot. T. Kołomański) 320
132. Maucallacta – Pampacolca, provincia de Castilla, departamento de Arequipa.
Ruinas de uno de más importantes centros religiosos de la cuenca del Majes 321
(1997) 325
133. Pampacolca, provincia de Castilla, departamento de Arequipa. Camino incai-
co 327
134. Punta Jesús, Provincia Islay. Camino incaico
135. Plaza de Armas, Arequipa; La más antigua ciudad colonial de la Costa Extre-
mo Sur, hoy la segunda ciudad del Perú 328
136. El Fuerte, Samaipata, departamento Santa Cruz, Bolivia Oriental. Trabajos
de excavación en la casa andaluza-mauritana localizada sobre la pendiente sur del 329
cerro (1992) 331
137. Templo del Sol, la reconstrucción de la iglesia doctrinera (P. Fernández; Uni- 362
versidad Central, Bogotá) 363
400 Prehistoria del Perú Sur

138. Churajón, Centro Administrativo-Residencial. Material incaico del sector 1


139. Tumbes, Perú. Alegoría de la conquista 364
140. Churajón, montículo 2: plano del cementerio
141. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 2; C – G – tumba 5, F – ofrenda 365
colocada sobre la tapa 366
142. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 6; D, E – tumba 7, D – cerámica no 367
cocida 368
143. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 10; D – F – tumba 12
144. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 15; C – tumba 20 369
145. Churajón, montículo 2: tumba 17, B – plata 370
146. Churajón, montículo 2: A – E – tumba 18 (C, D – cerámica no cocida); F, G –
tumba 27 371
147. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 23; D – tumba 23A (más antigua que 372
23); E – tumba 36
148. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 24; D, E – tumba 29 373
149. Churajón, montículo 2: A – C – tumba 32; D – F – tumba 32; I, J – tumba 33 374
(cerámica no cocida); G, H – tumba 39
150. Churajón, montículo 2: tumba 37, G – cerámica no cocida 375
151. Churajón, montículo 2: A – tumba 40; B, C – tumba 41 (B – cerámica no co- 376
cida); D – G – tumba 44; H – J – tumba 43
152. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 48; E, F – tumba 49 377
153. Churajón, montículo 2: A – tumba 50; B, C – tumba 51 (B – cobre dorado);
D – E – tumba 52; G, H – tumba 54; I – tumba 56 378
154. Churajón, montículo 2: tumba 53, D, E – cerámica no cocida 379
155. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 57; C, D – tumba 58; E, F – tumba 61;
G – tumba 59 380
156. Churajón, montículo 2: A, B – tumba 55; C – F – tumba 63; G – J – tumba 62 381
(G, H – cerámica no cocida); K- tumba 64
157. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 65; E, F – tumba 67; G – I – tumba 68 382
158. Churajón, montículo 2: A, H – tumba 66; B – D, G – tumba 70 (C, D – cerá- 383
mica no cocida); E, F – tumba 71; I – tumba 75
159. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 74; E – I – tumba 76 384
160. Churajón, montículo 2: A – D – tumba 78; E – G – tumba 79 (F – cerámica no
cocida); H – tumba 81; I, J – tumba 82 385
161. Churajón, montículo 3: plano del cementerio
162. Churajón, montículo 3: A – ofrenda en el relleno del montículo (sobre la tumba 386
3); B, C – tumba 1; D – tumba 3; E – K – tumba 4 (I – K – cerámica no cocida) 387
163. Churajón, montículo 3: A – D tumba 5 (C – mortero/batán); E, F – tumba 6 388
(colmillas del tapir, F – cobre dorado) 389
164. Churajón, montículo 3: A – relleno de la tumba 7; B – E – tumba 7; F – I – 390
tumba 8
165. Churajón, montículo 3: A, B – tumba 9; C – tumba 10 391
166. Churajón, montículo 3: A – E – tumba 11; F, G – tumba 12 392
167. Churajón, montículo 3: tumba 21 393
168. Churajón, montículo 4: plano del cementerio 394
169. Churajón, montículo 4: A, B – relleno del montículo; C – F – tumba 1; G –
tumba 2
170. Churajón, montículo 4: A – E – tumba 3; F – H – tumba 4
171. Churajón, montículo 4: A – C – tumba 5; D – tumba 6; E – tumba 9; F, G –
Józef Szykulski 401

tumba 8
172. Churajón, montículo 4: tumba 8

MAUCSM- Museo Arqueológico de la Universidad Católica de Santa María, Are-


quipa
MNAAH- Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, Lima

ÍNDICE DE TABLAS
Tabla. 1. Cronologia de la época precerámica según McNeish, Patterson, Brow-
mann (1975) y Lanning (1963, 1967) La presencia de los morteros en los materiales
del período 5 (McNeish et al. 1975) indica la intensificación de la recolección y
la elaboración de las plantas, sugierendo el inicio de la agricultura; “arcaic stage”
según: Willey, Phillips 1958 22
Tabla 2. Modificada para la región de la Costa Extremo Sur cronología de la época
cerámica en comparación con el esquema cronológico de Rowe (1960, 1962) y
Larco Hoyle (1966).
Tabla 3. Los cambios climáticos en los Andes Centrales desde el Pleistoceno (se- 24
gún: Cardich 1980 y Lanning 1967, Kauffmann Doig 2002) en comparación con los 34
cambios documentados en el territorio de Escandinavia
Tabla 4. La presencia de los diferentes materiales relacionados con el desarro-
llo cultural de la civilización Huari en la Costa Extremo Sur respecto a la cro-
nología elaborada por D. Menzel (1964) para el valle del Mantaro, Nazca e Ica 207
Tabla 5. Los soberanos del Reino Cusco, Imperio Tawantinsuyu y del Reino Vil-
cabamba 312
Tabla 6. Cuadro cronológico del desarollo cultural en la parte sur de los Andes
Centrales 339

ÍNDICE GEOGRÁFICO

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