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1

Les trente-trois noms


de Dieu

Los treinta y tres nombres


de Dios
2

“Estoy o desgarrado o incómodo


y a veces bocanadas de vida”

Diario de Duelo
Roland Barthes
3

Para mi hermano, José Juan Zampayo,


el nombre más entrañable de Dios.

Un día,
alzaré la vista,
te veré
con tu traje de astronauta,
sin tanques,
sin tos,
y nos iremos para siempre
de este mundo que adolece
sin ti.
4

NOTA:

El orden, así como la elección de los cuadros para una puesta


en escena, será decisión del director; sin embargo, es
necesario que de elegir el nombre 14, se represente también el
15 consecutivamente.

El nombre 33 es el único que deberá montarse siempre y al final


de todos.
5

1
“Mer au matin”

MAR DE MAÑANA

En el cuarto de la casa, el pintado de azul.


Viri, de trece años, delgada; está recostada en el único
sillón, mira unos view master. Entra la Mamá con una charola en
las manos.
Al fondo y al centro, una pequeñísima ventana cubierta por unas
cortinas igual de pequeñas.

MAMÁ: ¿Qué ves?

Viri le acerca el juguete, Mamá mira unos instantes.

MAMÁ: Es hermoso.

VIRI: Grande, más bien. ¿Cuántos animales viven ahí dentro, má?

MAMÁ: No sé… muchos supongo.

VIRI: Muchos no es nada. Si dices un número…

MAMÁ: Me parece que… 278 504.

VIRI: Ah, sí son bastantes.

La Mamá le da a Viri, un vaso de agua, una pastilla.

MAMÁ: Te toca.

VIRI: La roja no me gusta.

MAMÁ: Anda, ya casi acabamos.

VIRI: Vomito, con la roja.

MAMÁ: Sí, pero es para que te pongas bien.

VIRI: No es cierto, ma. Ya me acabé muchas cajas y nada.

MAMÁ: Una más matará lo que tenga que matar. Es como… en la


guerra… el batallón que va perdiendo sabe en el fondo que si
6

resiste, llegará un soldado hasta delante de la nueva tropa y


ganarán.

Silencio.

VIRI: Bueno. Pero sólo porque me gustó eso de la guerra y los


soldados.

Viri toma la pastilla, regresa a ver a través de su juguete.

VIRI: ¡Mamá! ¡Amanece!

MAMÁ: ¿En dónde?

VIRI: (señalando el juguete) Acá, amanece.

La Mamá le quita los view master, mira.

MAMÁ: Se ve más grande, iluminado. Es raro, amaneció muy tarde,


son casi las diez de la mañana.

Se los devuelve.

VIRI: Diez y media… A lo mejor no quería levantarse todavía. A


veces el cansancio es muy grande, más grande que toda el agua
del mundo junta en un vaso, y uno no quiere pararse.

MAMÁ: No digas cosas que no. Es hora de tu baño.

VIRI: No, mañana.

MAMÁ: Llevas tres días sin asearte. Ayer dijiste que no porque
ya era tarde, anteayer que era muy temprano y antes de anteayer
que estaba lloviendo y tenías miedo de que la regadera atrajera
a los rayos.

VIRI: Y van a ser cuatro, y cinco y seis, y… es verdad, una


regadera es un peligro.

MAMÁ: Si insistes, hablaré con/

VIRI: No. Nada más échame agua en la cabeza, con una jícara, me
veré limpia.

MAMÁ: No y no. Nos bañamos a la de ya.


7

La Mamá intenta parar a Viri, Viri se esfuerza en dar unos


pasos, pero está muy débil. Mamá lo deja.
Viri entristece.
Silencio.

MAMÁ: Te diré qué… cuando éramos chicos, tu abuelo nos llevaba


allá al rancho en semana santa y nadie se podía bañar desde el
miércoles hasta el domingo.

VIRI: ¿Por qué?

MAMÁ: Porque era cosa del diablo. Si te bañabas en días


sagrados, cometías el pecado de la vanidad y entonces tu
limpieza no era de Dios, si no del Diablo.

VIRI: Ya.

Silencio.
Ambas detenidas, como en una vieja fotografía, o como “la
Primavera” de Munch.

VIRI: Pero es junio.

MAMÁ: Aquí (Mira de nuevo por el juguete) me parece que es


abril y es viernes santo.

VIRI: Entonces… ¿puedo estar cuatro días más sin bañarme?

MAMÁ: Puedes.

VIRI: Y entonces iré al cielo, por portarme bien y ser mugrosa


como Dios quiere.

La Mamá reacciona, abre las cortinas.

MAMÁ: Mugrosas estas cortinas. ¿Desde cuándo no las cambio?

VIRI: Desde hace mucho. Dos días, me parece.

MAMÁ: Con razón, ya decía yo que el polvo era demasiado. Voy a


lavarlas, mientras puedes mirar por la ventana.

La Mamá quita la diminuta cortina. Viri trata de asomarse, pero


está muy lejos de su campo visual.

MAMÁ: ¿Hace sol?


8

VIRI: Harto. Casi que me lastima los ojos.

Viri regresa a ver por el view master. La Mamá duda un momento


entre salir y no. Por fin avanza.

VIRI: Ma.

MAMÁ: Sí.

VIRI: ¿Me traes protector solar? Creo que va a hacer mucho


calor aquí, hoy.

MAMÁ: Sí, Viri.

La madre, sale, sus pasos son como bloques de plomo. Viri


regresa a ver a través de su juguete. Se escucha el sonido del
mar y las gaviotas.

OSCURO
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2
“Bruit de la
source dans
les rochers
sur les paranois de
pierre”

Ruido de la
fuente en
las rocas
sobre los muros de
piedra

Arriba de un edificio. Dos hombres de casi cuarenta años,


vestidos de traje. Uno más encorvado que el otro. Miran hacia
abajo.

HOMBRE 1: No parece tan alto.

HOMBRE 2: No. Pensé que me marearía, pero nada. Ni una náusea.

HOMBRE 1: Entre más rápido lo hagamos, mejor.

HOMBRE 2: Sí.

Se miran. Un abrazo espontáneo.

HOMBRE 1: Suficiente.

HOMBRE 2: ¿Estás listo?

HOMBRE 1: Como nunca antes.

HOMBRE: 2: Suerte.

Otro abrazo.
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HOMBRE 1: Deja de hacer eso, por favor.

HOMBRE 2: Perdón. A buena hora descubro mi debilidad. ¿Seguro


que ya no hay otra opción?

HOMBRE 1: No. El diagnóstico positivo en la hoja, fue muy


claro.

HOMBRE 2: Bien, bien, siendo así.

HOMBRE 1 respira hondo. Parece que dará un salto. De repente,


un sonido, el de una fuente.

HOMBRE 1: ¿Y eso?

Ambos voltean a todos lados, buscando el origen.

HOMBRE 2: Habrá una fuga…

HOMBRE 1: ¿En dónde?

Silencio.

Cae una gota.

HOMBRE 2: Ah, mira, era lluvia.

HOMBRE 1: Es un chipichipi nomás.

HOMBRE 2: Entonces el ruido es (mecánico, memorizado) el del


anuncio de una lluvia, como la agitación al cansancio y los
suspiros al enamoramiento.

HOMBRE 1:…

HOMBRE: Lo leí, creo que era un poema…

HOMBRE 1: Eso me recuerda: dile a mi esposa que la amé lo más


que pude, el tiempo que me fue permitido y de la forma que ella
lo deseó, siempre. Di ese “Siempre” desde el corazón, es
importante.

HOMBRE 2: Pero… yo no la amo. No podría decírselo.

HOMBRE 1: Cuando pronuncies el “siempre” piensa en la persona


que más quieres en el mundo. Se entenderá.
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HOMBRE 2: No amo a nadie más, no amo a nadie menos. Notará el


engaño.

HOMBRE 1: Por favor, es imperativo que entienda.

El sonido de la fuente se hace más fuerte.

HOMBRE 2: Lo intentaré, pero no prometo nada. Lo expresivo no


es materia para mí.

Hombre 1 va a dar el salto. Hombre 2 lo detiene.

HOMBRE 2: El sonido crece. Te suplico que no saltes.

HOMBRE 1: ¿Por qué?

HOMBRE 2: Una especie de mal presentimiento.

HOMBRE 1: Para gente como yo, los malos presentimientos son un


mal chiste.

Hombre 1 salta.
Hombre 2 fija su mirada al frente.
El sonido de la fuente inunda el lugar.

HOMBRE 2: Parece que todo irá mejor, ahora…

OSCURO.
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3
“Vent de mer
la nuit,
dans une íle”

Viento del mar


de la noche
en una isla

En la cama.

El Enorme respira con dificultad. A su lado, el Amigo.

Noche helada.

ENORME: Tengo calor, abre la ventana.

AMIGO: Hace un frío endiablado.

ENORME: Por favor.

AMIGO: No. Podrías empeorar.

ENORME: Por favor.

AMIGO: No, Enorme, no insistas. Te hace daño.

ENORME: Huelo mal. Huelo a gordo.

AMIGO: Siempre hueles así. Eso no es pretexto, ni novedad.

ENORME: Pero hoy es insoportable. Me marea.

El amigo se levanta, toma una cubeta, una esponja. Se acerca,


lo mira fijo.

ENORME: ¿Qué?

AMIGO: Calenté agua, te voy a bañar.

ENORME: No. La enfermera lo hace.


13

AMIGO: La enfermera ya no va a venir.

Silencio.

Sólo la respiración cansada del Enorme llena a ratos el


cuarto.

ENORME: ¿No han dicho nada de la pensión?

AMIGO: No. Bueno, lo mismo, tienes cita dentro de dos meses


para sacar cita con el especialista.

ENORME: Pensé que habías escrito al seguro…

AMIGO: Sí, por eso la adelantaron.

El Enorme se seca el sudor con la manga del suéter.

ENORME: Este calor…

AMIGO: Déjame bañarte.

ENORME: Mejor ayúdame a parar, prende el boiler.

AMIGO: No, tu corazón…

ENORME: Aguanto, siempre.

AMIGO: Enorme, alza el brazo.

El Enorme, voltea el rostro. Se limpia de nuevo el sudor.


Suspira. El amigo lo mira unos instantes, luego se levanta,
abre la ventana. Entra un viento fuerte, mueve cortinas. El
Enorme voltea a ver a su Amigo que le sonríe.

AMIGO: No hace tanto frío, después de todo.

Oscuro.
14

4
“Abeille”

Abeja

En el fondo del pozo. Dos niños, después del derrumbe.

NIÑO: ¿Oyes eso?

NIÑA: No. Tengo tierra en los oídos y en las manos y en la


boca. Fuchi.

NIÑO: Y en la cara y en los zapatos. Pero shhh, cállate. Se oye


un zumbido. ¿No?

NIÑA: …

NIÑO: Sí, como de un mosco.

NIÑA: Yo no oigo nada.

NIÑO: Si no hablaras tanto…

NIÑA: Ya me quiero ir. Tengo ganas de hacer del uno.

NIÑO: Haz aquí

NIÑA: No, mi mamá me va a regañar. Me espero a que nos saquen.

NIÑO: Para eso falta mucho. Mejor haz.

NIÑA: Dijiste que ya mero nos sacaban.

NIÑO: Sí, pero a lo mejor no es tan ya mero.

Niña empieza a llorar.

NIÑA: Quiero a mi mamá.

NIÑO: Yo también, pero no por eso lloro. Llorar es de


mariquitas. Mejor grita otra vez para que nos oigan.
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NIÑA: Ya gritamos mucho, me duele la garganta y me anda de la


pipí.

El zumbido aumenta.

NIÑO: Ahí está, de nuevo.

NIÑA: Mentiroso

NIÑO: No, de verdad, mira…

NIÑA: ¿Qué es?

NIÑO: Como un mosco, pero más grande, te dije.

NIÑA: ¡Nos va a picar!

NIÑO: No seas tonta. ¿Qué nos va a picar? Estamos llenos de


tierra.

NIÑA: Ya se calló.

NIÑO: No. Como que se paró en algo.

NIÑA: Está en mi nariz. Quítamelo.

NIÑO: No puedo, mi mano está atorada.

NIÑA: Me da miedo. Ya me quiero salir, dijiste que nos van a


sacar y no nos sacan. Lo prometiste.

El Niño trata de moverse.


Otro derrumbe.
Silencio.

NIÑO: ¿Estás bien? ¿Estás bien? No te hagas que no me oyes,


aquí está tu pie. No puedes no oírme.

El zumbido más fuerte.

NIÑO: Se aleja, el zumbido…

El zumbido desaparece.
Pequeños montones de tierra continúan cayendo.

Oscuro.
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5
“Vol triangulaire
des cygnes”

Vuelo triangular
de los cisnes

El Piloto, tiene la cara y el cuerpo cubierto de vendas, está


conectado a una gran cantidad de aparatos en un cuarto de
hospital. A su lado, la Esposa lee una carta.

ESPOSA: “No me dejan entrar porque no tengo la edad para “pasar


a la visita” pero el mes que viene cumplo años y entonces nos
veremos. Mamá dice que a lo mejor pronto regresarás... Saqué
ocho en mate y seis en física. No entiendo la ley de la
gravedad, no te enojes…”

La esposa dobla la carta, le toma la mano al Piloto.

ESPOSA: ¿Puedes creerlo? Hasta yo entiendo eso de las manzanas


que caen del árbol.

Silencio sólo roto intermitentemente por los sonidos de los


aparatos.

La Esposa se levanta, empieza a recoger sus cosas.

ESPOSA: Mañana no vengo. Ni pasado mañana. Hablé con tu mamá,


pero no puede venir, que no se siente bien… aquí… algo
relacionado con el olor…
Yo traté de posponer el desayuno ese, pero me dijeron que ya he
pospuesto muchas cosas…
En la tarde voy a arreglar lo de tus pagos en la aerolínea, tu
indemnización… y pasado mañana tengo cita en el banco para lo
de la autorización del crédito, el gerente dijo: es urgente y
luego colgó, pero ya sabes cómo es eso de las filas, los
trámites y la espera. Dijo: es urgente y colgó.
Todo va a salir bien, va a salir bien, no puede ser de otra
forma. Ya verás, pronto vas a estar en casa y con las terapias,
tu ánimo, nuestro apoyo, volverás al trabajo. Sí, volverás a
decir: Aerolínea del Sur agradece su preferencia. Hemos llegado
a nuestro destino. Feliz arribo.
Casi que te oigo.
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La Esposa enciende el televisor, le cambia a los canales. Luego


saca de su bolsa un vhs. Lo pone.

ESPOSA: Ah, mira, por poco lo olvido, es el especial que


querías ver. ¿Te acuerdas?

La Esposa mueve la cama coloca al Piloto con la cabeza viendo


al televisor; se acerca, pone un beso en su mano y la mano en
la frente del Piloto.

ESPOSA: Voy tarde. Te lo dejo.

Sale. Se escucha la televisión.

LOCUTOR EN OFF: “…son aves diurnas primordialmente acuáticas,


están muy adaptados para el vuelo, en general todas estas
especies tienen las alas desarrolladas para el vuelo alto y
largo, aunque gran parte del tiempo lo pasan en tierra…”

Sonido de los aparatos.

Oscuro.
18

6
“Agneau nouveau-né
beau bélier
brebis”

Cordero recién nacido


carnero hermoso
oveja

En el cuarto de Beatriz.
Beatriz, su hermana, su hijo y su madre.

Beatriz agoniza.
La hermana tiene extrema consciencia de la situación.
El hijo juega con un carrito de carreras. El carro corre
rápido.
La madre lo niega todo.

MADRE: ¿Quieres agua, Bety?

HERMANA: No se ve bien. Vamos al hospital.

MADRE: Es sábado, es tarde. Mañana todo estará mejor. Voy por


agua.

La madre sale.

HERMANA: Beatriz ¿Me oyes?

La Hermana le toma la mano. Respira profundo.

HERMANA: ¿Te llevamos al doctor? Di que sí, anda, por tu hijo.


Vamos.

BEATRIZ: No…

HERMANA: Le hablo al taxi. Llegamos rápido.

Entra la mamá, se sienta, toma la cabeza de Bety entre sus


manos, le da agua. Beatriz no la retiene, se le escurre por la
boca.

HERMANA: Quítate, yo lo hago.


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La Hermana seca la boca de Beatriz con una toalla. Le da agua,


vuelve a secar. Por fin lo deja. La abraza.

HERMANA: Vámonos. Llama el carro.

BEATRIZ: Ahorita se me pasa.

La mamá de pie.

HERMANA: Que llames al carro. Ayúdame a cargarla.

MAMÁ: Ahorita se le pasa. Eso dijo.

Beatriz empieza a quejarse. La hermana intenta cargarla.

HERMANA: Entonces la llevo yo. Hazte a un lado.

MAMÁ: El doctor dijo que las quimios la cansan. Está cansada.


Mañana se sentirá bien.

La hermana hace otro esfuerzo por cargarla. No puede. Se deja


caer al lado de la cama.

HERMANA: Llama a alguien, por favor.

BEATRIZ: ¿Mamá?

La mamá se acerca, le toma la mano.

BEATRIZ: Ponme bonita.

Silencio prolongado.

MAMÁ: Tu vestido, lo plancho.

La hermana llora quedo.


El hijo hace ruidos con el carro que ahora es un avión.
El avión vuela alto.
La mamá inmóvil, llora un llanto desconsolado. Abismal.

Oscuro.
20

7
“Le doux mufle
de la vache
le mufle sauvage
du taureau”

El suave hocico
de la vaca
el hocico salvaje
del toro

En la sala. Sin ventanas.

Agnes,sentada en una cama tipo hospital. Se nota que adecuaron


el cuarto para su estancia. Ahora ella descansa.
José, entra con un plato. Se hinca e intenta darle de comer,
pero ella se resiste, no abre la boca.

Ambos son ancianos. Sus movimientos lentos.

JOSÉ: No me hagas licuarlo.

Una vez más. Nada. José, resignado, pone el plato a un lado y


de un baúl, saca un bordado, uno enorme, parece una lona, sin
embargo, una pequeña, pequeñísima parte está terminada.
Agnes con gusto, mira la tela, exagera un gesto de asombro al
colocar sus manos en las mejillas. Toma el bordado de la parte
que está haciendo, lo que sobra -que es mucho- se esparce por
el suelo.

A su lado José de pie, la mira atento, casi sin respirar.

AGNES: Si el hilo es grueso, es muy difícil que uno acabe; la


aguja se lastima, un día incluso se rompió y me pinché el dedo
(ríe) José se espantó mucho.

José asiente.

JOSÉ: Te salió sangre, creí que no pararía.

AGNES: Mi hilo favorito es el rojo, rojo-amor, como éste.

JOSÉ: Es verde, Agnes, míralo bien.


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Agnes voltea a ver a José.

AGNES: Debo acabar mi bordado, si no mamá me regaña. Una


señorita debe aprender a bordar y también a hacer mole y agua
de horchata. Es de mala educación hablarle a una dama cuando no
se le conoce y más si le quita el tiempo.

José suspira. Agnes vuelve al bordado.

JOSÉ: Agnes, los limones son verdes, estás haciendo un árbol de


limón. El color no se equivoca, menos en la naturaleza… o en
los bordados.

Agnes deja de bordar.

Silencio.

JOSÉ: ¿Ahora qué?

Silencio.

JOSÉ: Te estoy hablando, ahora qué

Silencio. José suspira de nuevo, le quita el bordado, mira su


reloj, deja pasar un minuto exacto, luego se lo regresa. Agnes
vuelve a hacer el gesto exagerado de asombro y con gusto lo
toma.

AGNES: Si el hilo es muy delgado, es muy difícil que uno acabe;


se rompe a cada rato. Un día jalé tan fuerte que la aguja se me
enterró en la mejilla. (Ríe) José se espantó mucho.

José asiente.

JOSÉ: No quisiste que te inyectaran contra el tétanos. Eso


siempre es peligroso.

Agnes molesta, lo mira.

AGNES: Tengo un esposo, es muy atento conmigo, se llama José.


Si le cuento que usted me molesta, seguro lo golpeará hasta
matarlo. ¿Quiere morir tan joven?

Silencio.
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AGNES: Ahora sí le comieron la lengua los ratones, eh. Todos


los hombres son unos cobardes, menos mi José.

Agnes borda con más ahínco, por momentos parece que se va a


pinchar, el temblor de sus manos es demasiado. José, muchas
veces está a punto de quitarle el bordado. La acción es
repetitiva, casi hipnótica. Inesperadamente Agnes se detiene.
La mano estirada, el hilo tenso.

Silencio prolongado.

José, toma con delicadeza la mano de Agnes. Ella al principio


se resiste, pero cede y le da el bordado. Agnes mira un punto
fijo.

JOSÉ: Ya fue mucho por hoy, descansa.

Agnes intenta pararse, José tira el bordado. La detiene.


Forcejean. José la abraza fuerte contra él. Agnes deja de poner
resistencia.

Silencio.

José la suelta, vuelve a acercar el plato.

JOSÉ: Come un poco, es más rico que el suero.

Agnes no quiere. José deja el plato. Conecta el suero, se lo


pone. Agnes voltea la cabeza hacia la pared. José, de pie, toma
sus lentes, el bordado, empieza a bordar con extrema calma.

JOSÉ: Cuando esté listo, lo pondremos ahí (señala la pared)


Tendrás el árbol más bonito de todos, Agnes, ya verás.

José sigue bordando.

Oscuro.
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8
“Le mufle
patient du
boeuf”

El hocico
paciente del
buey

Acostado en la banqueta, el Agujas.

Ligeros sonidos nocturnos interrumpen el silencio.

De entre la oscuridad, surge Helena, joven y cansada. De pie,


lo mira.

Agitado, como si hubiera caminado mucho, Saúl, hombre triste y


de paso lento.

HELENA: ¿Seguro que es él?

SAÚL: Supongo…

HELENA: ¿Supones?

SAÚL: El señor de la esquina se quedó pensando y dijo: se


acuesta por allá, se tapa la mitad del cuerpo con un pedazo de
cartón, y en la mañana se va.
Debe ser él…

HELENA: No hay cartón…

SAÚL: Pero aquí es “allá”. No puede haber error. Es la última


calle. Sigue el lote baldío…

Saúl señala hacia el fondo, completamente oscuro.

HELENA: Pues entonces es él…

Silencio.
24

HELENA: Lo recordaba más grande, más…alto.

Ambos se miran.

SAÚL: Es difícil saber la altura cuando se está acostado.

Silencio.

HELENA: Despiértalo.

SAÚL: No, no podemos, dijeron que es delicado, dijeron que no


aguantaría.

HELENA: ¿Y cómo nos lo vamos a llevar?

Saúl se acerca a Helena.

SAÚL: No. No nos lo vamos a llevar. Esperaremos.

Helena se recarga en el hombro de Saúl

La mirada fija en el Agujas, la noche larga.


25

9
“Le feu rouge
dans l´atre”

El fuego rojo
en el hogar

Las incubadoras de un hospital. Todas vacías, excepto una.

Ana con bata de hospital, de pie. Mira al hijo. Ana es un muro


que no sostiene nada.
A su lado, el esposo.

ESPOSO: Dos kilos con trescientos gramos.

ANA: …

ESPOSO: Pesó dos kilos con trescientos gramos, y decías que


estaba chico.

Silencio.

ESPOSO: El doctor piensa que en un mes, mes y medio, a lo mejor


lo puede subir a piso. Si le quitan el oxigeno…

ANA: …

ESPOSO: Es que respirar no es nada fácil… uno cree que sí,


(inhala) adentro, (exhala) afuera, adentro, afuera, y listo.
Pero es más complicado, si toda la gente lo supiera, no
respiraba, te lo apuesto Ana, te lo apuesto.

ANA: …

ESPOSO: Venimos de una familia de luchadores, Ana. Nunca nos


rendimos, y yo soy su padre. Esto no es nada ¿Te acuerdas de la
viruela? Mamá dice que casi no la libro, hasta al cura me
llevaron, pero mira (se pega en el pecho) Aquí estoy, frente a
26

mi hijo, respirando. Tiene que ser así es un hombre, como yo,


como yo.

Ana pega su mano contra el cristal, el sonido del respirador


crece, la luz que ilumina la incubadora, aumenta al grado de
incendiar todo el lugar.
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10
“Le chameau
boiteux
qui traversa la
grande ville encombrée
allant vers sa mort”

El camello
cojo
que atravesó la
gran ciudad atascada
camino a su muerte

En la cúspide de una montaña.


Bruno, hombre de 45 años, delgado al extremo, es cargado por
Roberto de 50. Roberto luce cansado.
Abraham, 16 lleva una silla que acomoda frente al precipicio.
Roberto sienta a Bruno.

ROBERTO: Bonita vista…

BRUNO: (señalando hacia abajo) Hay más puntos negros moviéndose


de un lado al otro de los que imaginé.

ABRAHAM: Hormigas, papá, son hormigas humanoides.

Roberto ríe.

ROBERTO: ¿Nos verán?

BRUNO: No, nadie mira hacia arriba si se puede estar abajo todo
el tiempo.

ABRAHAM: Hace frío.

ROBERTO: Te dije que la chamarra era importante.

Bruno tose en exceso.

ROBERTO: Regresemos.
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El ataque de tos por un momento es tan fuerte, que hace eco en


el lugar.

BRUNO: Ya pasó… es la altura…

Tosidos.

ABRAHAM: Igual no tengo suéter, papá… Hay que bajar.

ROBERTO: No se diga más.

Bruno aferra sus manos a la silla.

BRUNO: No. Ya casi se mete el sol. Dicen que es “espectacular”


Esperemos.

La tos de nuevo es un eco.

Abraham saca de su mochila un pequeño tanque de oxígeno, coloca


las puntas de la manguera en la nariz de Bruno. El sonido del
aire al pasar por la válvula, empieza a imponerse a la tos que
cesa lentamente.

Silencio prolongado.

Abraham junta sus manos a modo de megáfono.

ABRAHAM: ¡Ey, enanos, humanóides de pacotilla, les habla una


inteligencia suprema, venimos a dominarlos!

Abraham agita su mano saludando. Roberto toma un puñado de


piedras, las avienta una a una.

ABRAHAM: Dale a ese, a ese…

El sonido del tanque se multiplica por el efecto del eco en el


precipicio.

OSCURO.
29

11
“L´herbe
L´ odeur de l´herbe”

La hierba
El olor a hierba

El patio vacío.
Al fondo un lavadero y un tendedero. Empieza a lloviznar.
Amelia, de 70 años, camina desde el fondo de la casa. Lleva
andadera, con paso sumamente lento, avanza. Las piernas
tiemblan, las manos también.
Llega al lavadero, saca de su suéter un pañuelo, lo sumerge en
el agua, con una jícara lo lava. Da la vuelta, llega hasta el
tendedero, estira los brazos, su cuerpo cansado se tambalea,
por un instante parece que caerá, pero logra mantener el
equilibrio. Hace un intento más. No lo consigue.
Al tercero, cae.
Amelia, intenta incorporarse, sin éxito.

La noche es larga y la lluvia no parará.


30

12
“***

******”

Ofelia, de doce años, está conectada a un respirador


artificial. A su lado, Lourdes, anciana. Tiene un rosario en
las manos. Sus rezos son un murmullo.

El doctor, se acerca a Lourdes, la agarra del hombro. Lourdes


no quita la mirada de Ofelia. Lourdes es un río nocturno:
constante y quedo. Su rosario parece no acabarse nunca.

El doctor ahora frente a Ofelia, desconecta el aparato.


El río y el sonido del respirador que se empieza a callar se
funden, hasta que sólo quedan los rezos de Lourdes. Infinitos.

Oscuro
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13
“La bonne terre
Le sable
et la cendre”

La tierra buena
La arena
y la ceniza

En el cuarto de Lis, una niña de seis años.


Un espejo enorme. Una cama individual. Un ventanal. Decorados
rosas.
Lis, tiene progeria.
Su madre, cansancio.

Lis se mide un uniforme de primaria, no deja de mirarse en el


espejo. El uniforme le queda grande.

MADRE: Te pregunté en el vestidor si te quedaba, dijiste que


sí. Te he dicho que no mientas, el dinero no alcanza para todo,
lo tenemos contado… ¿Cómo vas a ir así?

Lis toca su cabeza, la calvicie y luego sus manos recorren un


cabello inexistente. Sonríe.

Lis: Cuando cumpla quince, mi cabello va a estar largo y me


peinaré con pasadores como los tuyos, mamá y en mi fiesta de
cumpleaños, voy a invitar a mis nuevos amigos y mi pastel será
el pastel más grande del mundo.

Silencio. La madre, suspira. Toma a Lis por los hombros.

MADRE: Lis…

LIS: Se ven bonitos, los zapatos…

Silencio.
32

Madre: Sí, se ven bien. Ponte el suéter, anda.

Lis coloca el suéter con dificultad, da una vuelta frente al


espejo. Abraza a su mamá. La mamá, con lentitud, corresponde al
abrazo.
33

14
“Le héron qui a
attendu toute la
nuit, á demi gelé,
et qui trowe
á apaiser sa
faim á l´auroe”

La garza que
esperó toda la
noche, casi helada,
y que al fin
apacigua su
hambre al alba

En el dormitorio.

Augusto, extremadamente delgado, intenta sentarse como si la


cama fuera una silla y la charola una mesa de comedor.
Mina a su lado, sostiene un vaso y una cuchara, como si fuera
un escudo y una lanza contra la muerte.

MINA: Una cucharada más y descansamos.

AUGUSTO: Al rato, ya no quiero

MINA: Al menos cinco probadas, dijo el doctor, por favor,


Augusto…

AUGUSTO: Pues ya las hice

MINA: No. Llevas dos

AUGUSTO: Y una en la mañana y dos en la tarde…

MINA: Son cinco, tres veces al día… te falta una, ahorita…

AUGUSTO: (Tose) Me siento muy lleno…

MINA: Es pollo con zanahorias, te gustan las zanahorias


34

AUGUSTO: Ayudan a ver bien.

MINA: Eso… come…

AUGUSTO: Ya no necesito ver nada más, Mina. Mañana te prometo


que tendré hambre…

MINA: Mañana y hoy… anda… qué te cuesta…

Silencio.

AUGUSTO: ¿Cuántas zanahorias le pusiste?

MINA: Cuatro.

AUGUSTO: ¿Y es pechuga o muslo?

MINA: Pechuga, por supuesto. El muslo no te gusta. Además lo


molí con el caldo que sobró.

AUGUSTO: Seguro sabe rico…

MINA. Ajá, al caldo que hacia mamá…

AUGUSTO: No recuerdo…

MINA: Un poco salado y como con pedacitos de cilantro…

AUGUSTO: Es cierto, el cilantro era lo mejor…

MINA: ¿Entonces?

AUGUSTO: Entonces mañana…

Silencio. Mina intenta aguantar el llanto.

AUGUSTO: Estoy muy cansado, me duele un poco…

MINA: A ver…

Deja en una mesa el vaso, la cuchara, revisa la boca de


AUGUSTO, saca un algodón, empieza a limpiar.

AUGUSTO: No… déjalo, al rato se pondrá peor…

Mina sale, se escucha el sonido del agua al caer en el lavabo.


Regresa, toma la cuchara, el vaso.
35

MINA: Listo….

Augusto dormita. Mina con las cosas en la mano, lo observa


atentamente. Mete la cuchara en el vaso.

MINA: Mañana te haré carne con ensalada de lechuga, dicen que


la lechuga ayuda a descansar cuando se duerme…

Mina sigue viendo la cuchara que parece suspendida en medio de


la nada.
36

15
“Le petit poisson
qui agonise
dans le dossier du
héron”

El pequeño pez
que agoniza
en las fauces de la
garza

En la sala de espera de un hospital, René, hombre apuesto, luce


demacrado. Todas las sillas están ocupadas por otras personas
que también esperan. Bullicio.
Una enfermera se le acerca, le quita el termómetro de la axila.
Al momento en que dice la primera palabra, la sala se convierte
en un silencio.

ENFERMERA: Tiene fiebre. (Le da una pastilla) Tome.

RENE: Espero al doctor.

ENFERMERA: No. Debo bajarle la temperatura. En su condición es


peligroso.

RENE: No tengo condición, ese es el punto.

Silencio.

ENFERMERA: Hay mucho trabajo, no me haga perder el tiempo.

RENE: Prefiero esperar.

ENFERMERA: No. No insista.

La enfermera le da la pastilla, Rene suspira, la toma. La


enfermera se marcha. El bullicio empieza a crecer. Rene mira a
su alrededor. Marca un número en su celular. Espera.

RENE: ¿Augusto?

El ruido de la gente es más fuerte que la voz de Rene.


37

Oscuro

16
“La main
qui entre en
contac
avec les choses”

La mano
que se pone en
contacto
con las cosas

En la cocina.

Andrea, mujer joven, prepara un guisado.

Andrea está desaliñada, lleva el cabello suelto.

Parada junto a ella, su hija Emilia. Emilia tiene diez años.

EMILIA: Te ayudo.

ANDREA: Que no.

EMILIA: Y sirve que aprendo.

ANDREA: …

Andrea camina hacia el refrigerador, lo hace de manera torpe.


Lenta. Emilia va detrás de ella, quiere abrir la puerta, pero
Andrea, en un esfuerzo, la detiene. Andrea acomoda su cuerpo
como si fuera un barco que intenta virar. Los brazos no se
mueven del todo.

Emilia la observa.

Andrea por fin abre. Saca un recipiente.

EMILIA: Lo/

ANDREA: Eres muy desesperada, Emilia.


38

EMILIA: Sólo quiero… aprender.

Silencio.

Los pasos de Andrea marcan el compás de un tiempo lento.

Emilia es un canon.

ANDREA: ¿Me tienes que seguir a todos lados?

Andrea da cuatro pasos más en soledad. Emilia queda lejos.

Andrea está a punto de vaciar el contenido del recipiente en la


olla, el temblor en la mano es imparable.
El líquido se desborda por el suelo.

Emilia en medio del charco.

Andrea de pie, junto a la estufa, intenta con la mano


izquierda, detener a la derecha.

La comida de la olla empieza a hervir.

Oscuro.
39

17
“La peau-
toute ka surface
du corps”

La piel-
toda la superficie
del cuerpo

En el ala infantil de un hospital.


Dos camas ocupadas por Quique y Marcos. Ambos tienen quemaduras
de tercer grado.
Marcos, de las piernas para abajo. Quique, en los brazos y el
dorso.

Marcos: Y que se mete debajo de unas cajas, entonces que me


dice el Perejil, córrele por la escoba, pero no la encontré, y
que se nos escapa. Pero mamá me dijo que ahora que regrese, le
vamos a dar su merecido. No la atrapan todavía ¿tú crees? Ni
que fuera tan difícil ¿A ti te dan miedo las ratas?

Quique exhala unos quejidos por respuesta.

Marcos: Bahh, ni quien quiera platicar.

Silencio.

Quique: Otra vez se metió un ratón, pero la Oli, es bien buena


para cazarlos. El Perejil, no me creía porque la Oli es… es…
¿Cómo te explico? (murmurando) corriente. Y bueno, según el
Perejil sólo los bóxer son buenos para eso, y que si el pedi…
algo, y que si está en su sangre y bla bla bla… el Perejil,
nunca ha tenido perros, nomás le gusta hablar, pero la Oli es
bien buena y en un dos, tres, listo, el ratón era historia. ¿A
ti te dan miedo los ratones?

Los quejidos de Quique se empiezan a apagar, pero el aparato al


que está conectado empieza a sonar más fuerte.
40

La enfermera llega corriendo, checa el pulso, aprieta el botón


de emergencia, entran dos doctores. Cubren con un biombo, la
cama de Quique. Octavio lo observa todo.

Octavio: A mí no me dan miedo, aunque el Perejil, diga que


lloro. No es cierto.

El bullicio de médicos y enfermeras sobresale en la habitación.

Oscuro paulatino.
41

18
“Le regard
et ce qu’il regarde”

La mirada
y lo que mira

El cuarto es grande, antes estaba ahí la sala.

Chen una anciana de 75 años, delgada, trae un vestido negro, se


nota viejo, roto.

Chen, sentada en una silla de madera, mira hacia el lado


izquierdo, mira hacia una ventana cerrada.

Alrededor, botellas de tequila vacías, contienen pabilos


consumidos.

Una sola vela, casi extinta, la alumbra.

Chen, con un jarro de mezcal en la mano, su tos es seca,


escasa. De vez en cuando, entre un trago y otro, escupe sangre
en un pañuelo.

De fondo, se empieza a escuchar el ruido de unos pájaros,


semejante al amanecer en un campo. Chen, da un trago más largo
al mezcal.
La vela se apaga lentamente, mientras el sonido la cubre por
completo.
42

19
“Les neuf portes
de la
percepction”

Las nueve puertas


de la
percepción

Sentado en la cama, Adán, hombre de 45 años. Adán está


conectado a un tanque de oxígeno.
Adán mira con atención el cuadro que tiene enfrente. El cuadro
es el de una casa con un patio enorme. En el patio, descansa un
rottweiler.
Aparece Elisa, se para junto a él. Ahora ambos contemplan el
cuadro.
Silencio.
Elisa tiene 9 años.

Elisa: Que si no quieres gelatina de limón.

Adán: No.

Elisa: La hizo mamá, sabe rica.

Adán: No.

Elisa: El limón es bueno para la garganta, eso dijo Paty en la


mañana cuando nos explicó el funcionamiento del cerebro…

Silencio.

Elisa: No sé por qué habló de la garganta…

Elisa acomoda la silla que tiene al lado, se sienta. Cada vez


pone más atención en la pintura.

Elisa: ¿Me ayudas a preparar mi exposición?

Adán: No…
43

Elisa: Ándale… me toca el aparato digestivo… podemos hacer


intestinos de plastilina y una vesícula de grenetina con
colorizantes, como la célula del año pasado...
Adán le dice con la mano “NO” y luego le indica que le suba a
los litros al tanque, Elisa en un acto mecánico lo hace. El
sonido del agua burbujeando, que contiene el vaso de dicho
tanque, es más fuerte.

Adán hace un ademán de “suficiente”. Ella, regresa a su lugar.

Elisa: Ya siempre eres aburrido…

Adán, por primera vez deja de ver el cuadro. Mira a Elisa, por
unos instantes, tan pocos que ella no lo nota. Luego regresa su
vista al perro.

Elisa: Y ese perro es falso, tiene un ojo más chico que el


otro, su cabeza es más grande que todo su cuerpo, si un perro
de verdad estuviera así de cabezón, no podría caminar, ni
correr, ni ir al parque. Está feo, y no hace nada más que
quedarse ahí… acostado… todo el tiempo…

Silencio prolongado…

Elisa: Además se ve triste. Feo y triste.

Los dos en silencio, siguen contemplando el cuadro.


44

20
“Le torse
humain”

El torso
humano

En el hospital, Renato, el rayo González, agoniza. A su lado,


la esposa.

RENATO: Cuando cumpla trece, lo dejas que agarre el cinturón.


Antes sólo enséñaselo. No quiero que lo tire, y le dices que su
padre, lo ganó para su hermano, y le hablas de su tío, le
cuentas que fue el mejor boxeador de todos, que nadie nockeaba
como él y que si no se lo hubiera llevado la chingada, como me
está llevando a mí, habría sido campeón invicto, pero que yo,
gané el título para él, para mi hermano, su tío, ¿Entendiste
todo?

ESPOSA: Sí.

RENATO: No te creo. Repítemelo

Renato tiene dificultad para respirar.

RENATO: Deja de llorar y repítemelo.

El rayo González, tose fuerte.


La esposa llora.
El pulso del Rayo, se debilita hasta cesar.

ESPOSA: Que… que…

La esposa, de pie, espera a los doctores.


45

21
“Le son d´une
viole ou d´une
flute indigene”

El sonido de una
viola o de una
flauta indígena

En la sala de espera de un consultorio.

Rubí, de 15 años, tiene la cabeza recostada en las piernas de


su madre. Su madre ojea una revista de espectáculos.

LA MADRE: Siempre dije que ese actor tenía toda la facha de ser
violador, míralo (le enseña la revista) No, si esos ojos no son
de a gratis, está como el señor de la farmacia, no te dije que
no te acercaras a él ¿te lo dije o no?

RUBÍ: Sí.

LA MADRE: ¿Y luego qué pasó? Cuarenta años por abuso de


menores, no, está difícil Rubí.

Rubí empieza a temblar. La madre, deja la revista y la cubre


con una cobija que saca de una bolsa.

LA MADRE: Ya, ya, ahorita pasa, ya mero nos toca.

RUBÍ: Sí.

LA MADRE: ¿Quieres jugo? Tengo jugo de naranja.

RUBÍ: No, ese se sube bien feo a la nariz cuando lo vomitas.

LA MADRE: Ah, cierto, cierto, lo olvidé, perdón. ¿Le llamo a


tu hermano para que traiga uno de guayaba, por ejemplo?
46

RUBÍ: Cómo crees, se va a enojar de nuevo.

LA MADRE: Que se enoje, ni modo. Tienes la boca seca y no vamos


a pasar así.

La madre saca un celular de la misma bolsa, con cuidado de no


mover mucho a Rubí.
Marca.

LA MADRE: No contesta (para ella) sabe que no puede tener el


celular apagado y menos cuando venimos al doctor, qué es muy
difícil.

RUBÍ: A lo mejor se le acabó la batería.

LA MADRE: Ay, por favor. ¿Y qué tal que por ejemplo salimos
antes? ¿Cómo sabe eso con el celular apagado?

RUBÍ: Ya má…

La madre saca ahora una almohada, acomoda la cabeza de Rubí en


ella, se levanta.

LA MADRE: Yo voy, te lo traigo de mango. No tardo nada, Rubí.


¿Vas a estar bien?

RUBÍ: Sí.

LA MADRE: ¿Segura?

RUBÍ: Sí.

La madre deposita un beso en la frente de Rubí, luego en cada


mejilla.

LA MADRE: Bueno. Lo prometiste.

La madre sale. Rubí se acurruca en la cobija. El temblor de su


cuerpo por un momento parece aumentar, pero el sonido de una
flauta, que proviene de lejos, lo tranquiliza. La música llena
el lugar de forma tenue.

Por fin, Rubí suspira y todo dolor se marcha.


47

22
“Une gorgée
de boisson
froide ou
chaude”
Un trago
de bebida
fría o
caliente

En un kiosko de un parque, Roberto y Ana. Ambos rondan los


sesenta.
Roberto, está acostado. Ana, sentada.
Roberto, tiene a su lado, muchas bolsas de plástico, se ven
llenas pero no sabemos de qué. Ana, al contrario, sólo carga un
pequeño morral que aprieta contra su pecho.
Es de madrugada.

Ana: Si quiere voy a ver. Es una nueva muchachita la de la


noche, me dijo que le recuerdo a… a su mamá o alguien así… La
semana pasada me dieron un té.

Roberto: No. Aquí quédate.

Ana: Pero a lo mejor te hace bien. (Lo toca) Estás caliente.

Roberto: ¿Cómo crees? Hace frío.

Ana: Por eso.

Ana, se levanta. Roberto la alcanza a detener con la mano.

Roberto: Lo que necesito no lo vende ella…

Ana: Entonces voy a la farmacia de la avenida y le pido al


señor que me las pastillas y que se las pagamos en la semana…

Roberto: Ya… siéntate… platícame algo… de cuando ibas al


mercado…

Ana: Si hablo con él…


48

Roberto: Te ponías en el pasillo de la comida corrida, con la


falda azul y empezabas a cantar… ¿Cuál cantabas?

Ana: Ya sé… seguro tienes una entre tantas cosas… Seguro,


mira… tantas bolsas… con una estarás mejor…

Ana empieza a buscar en cada bolsa.

Roberto: Ana ¿Cuál era la canción que cantabas?

Mientras Ana continúa buscando, Roberto cierra los ojos…


tararear algunas canciones, pero ninguna le sale bien.
49

23
“Le pain”

El pan

En la sala.

La hermana tiene diez años; tiene las piernas cubiertas con


una cobija, en su cabeza un gorro tejido.
Ella ve la televisión.
El hermano, de 14 años, llega. En su mano una bolsa de papel.
Ella no nota su presencia; él, la mira.

HERMANO: Llueve mucho.

HERMANA:…

Él se pone frente al televisor.

HERMANA: No veo…

Inmóvil.

HERMANA: Ya no vi el final…

HERMANO: Ten… (Estira la mano, ella no agarra la bolsa)

HERMANA: No quiero.

HERMANO: Fui hasta la avenida. Es tu favorito.

HERMANA: Todo me sabe a nada. Ya no tengo favoritos…

Él, se sienta.

Silencio.

HERMANO: También traje el que le gusta a mamá.

HERMANA: Déjalo ahí (señala la mesa) Seguro se hace rancio.


50

HERMANO: No hables así… dijo que llegaba temprano.

HERMANA: Ajá…

El hermano agarra de la mesa unas medicinas. Se las da.

HERMANA: Hoy no… por fa…

HERMANO: No empieces…

HERMANA: Tú no empieces. A lo mejor ya no sé si Eva se quedó


con Raúl o no.

HERMANO: Gran cosa, la otra semana repiten el final y ya…

HERMANA: Por eso… a lo mejor ya no sé…

Silencio. El hermano sostiene las pastillas en la mano. Después


de unos segundos, cierra el puño. Toma el control del televisor
y le sube el volumen al aparato. Ella se recarga en él.
Ambos miran un infomercial.
51

24
“Les fleurs
qui sorten
de terrea u
printemps”

Las flores
que salen
de la tierra en
primavera

Vicente, extremadamente delgado, viste uno de sus mejores


trajes sastre. Ahora le queda grande. Tiene escaso cabello, por
aquí y por allá a lo largo de su cabeza. La piel es pálida.
Con paso lento, coloca unos manteles en la mesa. Se nota
cansado.
El lugar está descuidado.
La mesa pequeña. Cuatro sillas, en tres de ellas, unas escobas
vestidas de mujer.
Vicente se detiene. Respira. Se sienta. Sirve el vino en las
copas.
Suena la alarma de su reloj.
Coloca un disco en la consola que tiene al lado: Las
Golondrinas.
Vicente se levanta, le da un abrazo a la escoba que tiene más
cercana, intenta ir con la siguiente, pero el cansancio es
mucho. Regresa a su lugar.
Estira la mano, hace una señal y brinda con cada una.
Toma, tose

VICENTE: Feliz año…

El lugar se empieza a oscurecer alrededor.


Las mujeres, por el contrario, se iluminan más. Son hermosas.
52

25
“Sommeil
dans un lit”

Sueño
en una cama

Tadeo, en su cuarto.
Duerme.
Tiene el suero conectado a su brazo.

La voz del abuelo: Tengo derecho a llorar.

La cama está rodeada de una enorme pista de carros que sube y


baja por la cabecera, la almohada y el colchón.
Los autos en plena competencia.

El abuelo, es un piloto de carreras.

Después de cada oración, se escucha el viento cortado por la


velocidad de un vehículo.

ABUELO: Tengo derecho a crear fantasías/ Tengo derecho a jugar,


aunque esté muriendo, sigo siendo un niño/ Tengo derecho a
comportarme como un adolescente/ Tengo derecho a que mi dolor
sea controlado/ Tengo derecho a saber la verdad sobre el estado
en que estoy/ Tengo derecho a una muerte digna rodeado de mis
seres queridos, mis juguetes y mis cosas/ Tengo derecho a ser
sedado en el momento de mi muerte, si así lo elijo/ Tengo
derecho a que mis padres entiendan que aunque los quiero mucho,
naceré a una nueva vida.

Silencio.

ABUELO: Tengo derecho a que mis padres entiendan que aunque los
quiero mucho, naceré a una nueva vida.
53

Los autos corren.


Tadeo no se despierta.
Oscuro.

26
“Un aveugle
qui chante
et un enfant
infirme”

Un ciego
que canta
y un niño
inválido

En la juguetería, el anciano limpia una caja musical. Con paso


lento, entra Amaro, de 50 años. Se sienta a su lado.
El anciano, sigue limpiando la caja con sumo cuidado, sin ver a
Amaro, le habla.

ANCIANO: ¿Cómo amaneciste?

AMARO: Igual.

ANCIANO: Vamos al doctor.

AMARO: Fuimos ayer.

ANCIANO: Pues vamos también hoy, y mañana y pasado mañana.

AMARO: No, estoy cansado…

ANCIANO: Por eso. Anda, voy por mi chamarra.

El anciano se mete, con paso lento. AMARO, toma entre sus manos
la caja musical, escucha la música.
El anciano, sale con chamarra, sombrero y paraguas en mano.

ANCIANO: Listo. Vamos.

AMARO: No, papá, hoy no…


54

ANCIANO: Entonces le digo que venga, te acuestas, voy por las


medicinas, te ponen unas inyecciones, cierro la tienda, vamos a
casa…

Amaro le toma la mano al anciano, y con su dedo índice le pide


que guarde silencio. El anciano, resignado, se sienta en un
banco, se quita el sombrero. Los dos contemplan a la caja. La
música sigue sonando.
55

27
“Cheval qui
court
en liberté”
Caballo que
corre
en libertad

En una silla de ruedas, Miguel. Un aparato ortopédico sostiene


su cuello.
El cuarto de Miguel, es lujoso. Tiene un enorme ventanal con
vista al cielo, despejado. Se nota que vive en un piso alto.
En el buró, un trofeo. En un rincón, otros más, cubiertos de
abandono.
A su lado, la enfermera.

Enfermera: A ver, señor, le voy a dar un poco de agua (le abre


la boca) Suficiente.

La enfermera prepara una inyección, con suma paciencia. Se


acerca a Miguel, le alza el brazo.

Enfermera: Un piquetito… eso… no duele… no duele… L I S T O

La enfermera acomoda algunos medicamentos. Se mete al baño,


sale con una toalla, limpia el rostro de Miguel.

Enfermera: Muy bien, qué guapo se ve hoy Miguel… mire nada más…
(Se hace para atrás, lo observa bien, regresa a limpiar otro
lado de la cara de Miguel) Ahora sí nada más nos falta… (saca
de la bolsa de su uniforme un peine, cepilla el cabello de
Miguel) Esoo es… Ah, ya es hora.

La enfermera se acerca al buro, enciende la televisión, le sube


el volumen. Está empezando una carrera de autos. Ella se sienta
en la cama, lee una revista. La revista se le cae de las manos,
al recogerla, sin notarlo, mueve la silla de Miguel, la deja
mal colocada, no mira hacia la ventana, tampoco hacia la
televisión. Da directo a la pared, vacía.
56

28
“La femme-
aux- chiens”

La mujer -
de los- perros

Alfonsa de setenta y ocho años, en su habitación. Techos


altos, muebles viejos, un tocador al centro. Al lado, una
enorme cama.

Alfonsa se mira en el espejo.

ALFONSA: ¿Qué te parece, Cutberto? Otra cana…

Suena una alarma, Alfonsa abre uno de los cajones, saca un


pastillero, toma el medicamento. Lo hace de manera muy lenta
y parece que le duele todo el cuerpo al pasar el medicamento
por la garganta. No puede, casi se ahoga, devuelve la
pastilla -o lo que queda de ella-. Toma de nuevo agua, saca
otra pastilla, esta vez la hace polvo. Ahora sí, se la pasa.

ALFONSA: A este paso, Cutberto, cuando acabe la última, ya


será de nuevo, hora de la primera.

Alfonsa repite la operación tres veces más. Luego suspira.


Mira alrededor.

Silencio prolongado.

Alfonsa se levante con dificultad, sale.

Regresa con dos flores rosas. Coloca una en un florero, junto


al espejo, a la otra le quita el tallo y la coloca arriba de
la urna que reposa en el tocador.

Alfonsa luce cansada.


57

ALFONSA: Te ves guapo… aunque la roja te queda mejor.

Suena otra alarma. Alfonsa saca una jeringa, se inyecta en el


brazo. Por momentos parece que el temblor de las manos
provocará una catástrofe mayor, pero ella sale avante.

ALFONSA: ¿De qué estarán hechas las venas, Cutberto? ¿Sabes


qué creo? Que son como las tripas de los gatos. Deberían de
hacer guitarras con cuerdas así… Tú, serías una hermosa
mandolina de madera de cedro.

Alfonsa agarra la urna.

ALFONSA: Deberías de salir, hace tanto que no tomamos té de


limón…

Silencio.

La alarma vuelve a sonar, Alfonsa va a sacar el pastillero,


pero se detiene con un suspiro.

ALFONSA: Cutberto… ¿Cuánto polvo se juntará en una casa,


cuando ya nadie vive en ella?

Oscuro paulatino.
58

29
“Les chameaux
qui s´abreuvent
avec leurs petits
Dans l´oued
difficile”

Los camellos
que beben
con sus pequeños
en el arduo
guad.

En el baño.

Lidia, de veinte años, carga en brazos a su bebé. El bebé, esta


desnudo. Llora y tiembla.

En el piso, una tina. Al lado un banco. Lidia, se sienta y con


una jícara, moja al bebé.

LIDIA: Ya, ya…

El llanto crece. Cada tanto, ella le toca la frente, lo aprieta


contra sí, le murmura algo y pone todo su empeño en la labor
que realiza.

El llanto del niño, por fin cesa.

Lidia, se queda inmóvil, con su hijo en brazos.


59

30
“Soleil levant
sur un lac
encore á demi
gelé”

Sol naciente
sobre un lago
aún helado
a medias

El padre recostado en su cama.

El hijo, adolescente de 16 años, sentado en una silla. En sus


piernas: una máquina de escribir, una hoja.

La habitación no tiene ventanas. Es oscura y se respira


humedad.

A la voz del padre, el hijo teclea.

PADRE: Considerando lo anterior, espero me entienda y… y….

Silencio.

PADRE: y comprenda que, dada mi situación, los trámites son


tardados, molestos y en mi caso… prácticamente irrealizables.

HIJO: ¿Irrealizables va con “s” o con “z”?

PADRE: Con… s, creo. A ver…

El hijo le muestra la hoja.

PADRE: No. Se ve mal. Va con “z”.


60

El hijo saca de la bolsa de su pantalón un corrector. Sopla en


el papel para que se seque. Mete de nuevo la hoja, escribe:
”z”.

PADRE: Le suplico tome en cuenta los… los… (jala aire) el


tiempo que tengo, según me explicó el especialista… y…

Silencio.

PADRE: … agilice en la medida de lo posible, el papeleo.

Silencio.

PADRE: Sin más por el momento. Le agradezco, señor presidente,


se haya tomado la molestia de leer ésta carta.

El hijo da el tecleado final.

Saca la hoja.

Le acerca al padre una pluma; el padre firma.

Con suma calma, el hijo la dobla y la mete en un sobre.

El hijo de pie. El padre levanta la cabeza para mirarlo. El


hijo es más grande.

El hijo se encamina a la puerta.

HIJO: Regreso.

El padre, asiente.

La puerta se cierra tras el hijo.

El padre suspira y espera.

Oscuro lento.
61

31
“L’ éclair
silencieux
La foudre
bruyante”

El relámpago
silencioso
El Rayo
ruidoso

En el hospital psiquiátrico, Nicolás está acostado en una cama.


Se queja. El dolor es insoportable. Nicolás ya no tiene
cabello, sí muchas cicatrices.
Alrededor, camas vacías. Nicolás tiene suero.

La enfermera se acerca con un paramédico. El paramédico lo


sostiene. La enfermera inyecta. Nicolás suspira aliviado al
sentir el líquido entrar.

NICOLAS: Mis libros, pedí mis libros.

La enfermera le indica con la mano al paramédico que lo levante


para limpiar. Ella, empieza el baño de esponja.

NICOLÁS: Mis libros. Tengo que estudiar.

Forcejea con el paramédico.

NICOLÁS: ¿Qué día es hoy? ¿Qué día es hoy?

ENFERMERA: Sábado. Hoy es sábado.

NICOLAS: No. No es cierto. Sé contar, no me engañas. Apagué la


luz el lunes en la noche, en mi cuarto, éste no, en el mío…
luego encendí la luz y ya era martes. Apagué y era miércoles,
encendí y era jueves… apagué y encendí, apagué y encendí para
que pasaran los días y no hiciera mi examen. Apagué y encendí
62

mucho tiempo, no puede ser sábado. Mamá quitó el foco para que
el tiempo no avanzara, pero mi mano no podía dejar de apagar y
encender la luz, y mamá quitó el foco, pero ya era tarde. Soy
un anciano ahora y a los ancianos les duele el estómago ¿Dónde
dejé mis canas?

Nicolás se queja de nuevo, ahora más fuerte. Se agarra el


estómago. La enfermera mueve la cabeza, prepara otra inyección.

PARAMÉDICO: Se hará adicto…

ENFERMERA: No le queda tanto…

Nicolás suspira con alivio.

NICOLÁS: Mis libros… pedí mis libros…

OSCURO.
63

32
“Le silence
entre deux amis”

El silencio
entre dos amigos.

Oscuro.

La luz ilumina poco a poco a Ramón.


Ramón, 70 años, está recostado, mirada perdida. Tiene una
diálisis. En la pared, cuelga un sombrero de mariachi.
A su lado, Luis, su amigo, unos años mayor que él.
Luis, vestido de mariachi, toca con la trompeta la pieza “Cielo
rojo”.

El oscuro será lento, la música perdurará incluso unos segundos


después de éste.
64

33
“La voix qui vient
de l´est,
entre par lóreille
droite
et enseigne un chant”

La voz que viene


del este,
entra por la oreja
derecha
y enseña un canto

Sentados en una calle, el buzo llamado Izaskun y ella.


De fondo, música melosa.

ELLA: En mi mente no eras tan alto.

BUZO: Tú sigues igual.

ELLA: ¿Qué?/ (señala la frente)

BUZO: Inconvenientes del trabajo.

ELLA: En mi trabajo no pasa nada más que el señor del pan a las
diez de la mañana gritando: ¡el paaaan! y luego a las siete de
la noche: ¡El paaaaan!. Cuando lo oigo, sé que acabó mi turno y
entonces agarro mis cosas y digo: Con permiso, hasta mañana.

BUZO: No imagino tarea más complicada para realizar


diariamente.

ELLA: Suena difícil, pero en realidad es bastante aburrido…

Suena el silbato del barco. Es un sonido largo y grave.

BUZO: Me llaman, debo ir.


65

El buzo se levanta, camina con dificultad por las aletas.

ELLA: Espera.

El buzo se detiene.

ELLA: Quería… quería…

Silencio.

El silbato del barco suena de nuevo.

Ella lo abraza, él no corresponde el gesto. Ella lo suelta.

ELLA: Perdón… un impulso, supongo…

BUZO: Me gusta tu olor. La marea estrellándose sobre piedras,


una y otra y otra vez, como el sonido del pasto en la podadora.

ELLA: Es agua de colonia, me la regalaron en el intercambio de


diciembre. Yo di una caja de galletas surtido navideño, casi
todas eran de chocolate…

El silbato vuelve a sonar.

El buzo se acerca, abre su mano, le da algo -probablemente un


caracol- luego besa cada mejilla de ella.
Izaskun, se aleja.
Ella, lo mira irse. Agita su mano.
El silbato ahora más fuerte, como si se despidiera.
Ella, sonríe, coloca cerca del rostro, su regalo y el corazón
se tranquiliza.

Oscuro final.

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