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Los estoicos consideran que existen emociones racionales e irracionales. Estas últimas
son los afectos del alma que la tradición platónico-aristotélica conceptualiza como
movimientos de una parte irracional del alma, también son autores de la paradójica tesis
filosófica (muy cuestionada desde la antigüedad), según la cual las pasiones son juicios
(kríseis), opiniones o creencias (dóxai). Que las pasiones son juicios o creencias significa
que no hay ningún impulso humano que no esté conectado de alguna manera con una
actividad intelectual o con algún tipo de elemento cognitivo.
Zenón exhorta a los individuos a participar en las actividades del Estado; una sentencia
estoica citada por Cicerón afirma: "Nunca el sabio es hombre privado." (1930:168). La
doctrina sobre los deberes se refiere esencialmente a los actos. Para los estoicos el deber
es "lo que necesariamente resulta en la vida, lo que cuando ha sucedido encuentra una
justificación bien fundada". (1930:162) En este sentido, un acto debido es una acción
apropiada conforme a las condiciones de la naturaleza y, posteriormente, susceptible de
ser justificada.
El sabio estoico como agente moral debe reconocer la relación entre universales
normativos y prácticos realizables, para luego poder generalizar su perspectiva desde un
comportamiento ético reconocible para otros si es que desea "persuadir" acerca de la
eficacia de su práctica y enseñar a los demás la virtud de esta respecto a la consecución
de una vida mejor. El sujeto moral excesivamente particularizado en base a sus máximas
e indiscernibles diferencias expresa la subjetividad irracional contra toda racionalidad
como si la deconstrucción de la razón en el discurso habilitara a rechazar toda forma
empírica, institucional y razonable de razón argumentativa que a su vez pueda dar cuenta
de tantas diferencias que reclaman derechos individuales que a su vez se "corporativizan"
en conjuntos o clases de diferencias.