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Tras una breve introducción para situar la acción del film en el contexto histórico, remarcando la

fidelidad a los paisajes, vehículos e indumentarias originales de la época, la voz del comandante
Vera (Carlos Estrada) nos describe su desesperada situación al mando de un regimiento paraguayo
perdido cerca del fuerte Boquerón. No sólo están desorientados, tampoco tienen víveres ni agua.
Han enviado patrullas en busca de ayuda pero siguen esperando. La muerte blanca del Chaco, la
sed, les amenaza.

A continuación la acción se traslada al mando del ejército paraguayo, donde ha logrado llegar uno
de los enviados por el regimiento perdido. Ante las urgentes noticias que trae, uno de los
camiones del convoy que transporta agua a las tropas, conducido por el Cabo Cristóbal Jara
(Francisco Rabal), es destinado a la arriesgada misión, poco menos que suicida, de acudir en su
ayuda.

Una bella enfermera, Saluí (Olga Zubarry), se entera y suplica sin éxito ir con ellos. Es evidente que
está enamorada de Jara aunque este la esquiva claramente. Parece ser que el oscuro pasado de
ella tiene algo que ver en el rechazo, pero por ahora lo desconocemos.

Tras un bombardeo enemigo, rodado con gran realismo, parte el convoy hacia el frente. La pasión
de Saluí por Jara le empuja a seguirlos, apareciendo en medio de la carretera en la noche, para
detener el paso del convoy cuando han avanzado muchas leguas. De este modo se ven obligados a
llevarla. La vida que llevaba antes de ser enfermera se descubre ahora en un flashback que
muestra sus recuerdos, en los que aparece como una prostituta despreciada por las demás
mujeres y rechazada por Cristóbal Jara a pesar de sus claros ofrecimientos. Desde este momento
está claro que estamos también ante un film sobre la redención de una mujer a través del
sacrificio, provocado por el amor no correspondido. Camino de perfección que inició al hacerse
enfermera. No en vano su nombre significa "pequeña salud".

Las heroicas acciones de Saluí, rescatando el material médico en medio de un bombardeo, le


ganan la admiración del jefe del convoy, conocedor de su pasado, reconociéndole que está
naciendo una nueva mujer gracias al amor. Este hombre fallece poco después intentando
desactivar una bomba, en una secuencia estremecedora por su tensión e impactante y trágico
final. Los hechos siguientes se tornarán cada vez más desesperados: uno de los camiones del
convoy deserta; cuando llegan al frente, sus compañeros del ejército, que tanto esperaban el
agua, se abalanzan sobre ellos; un soldado se autolesiona para tener el privilegio de poder beber
agua, etc.

A partir de aquí el camión de Cristóbal Jara tiene que abandonar el convoy y continuar en solitario
en busca del regimiento perdido.
La desesperada situación lleva a los dos soldados que les acompañan a tener un diálogo irónico,
clarificador de las intenciones de la película:

- ¿Por qué esta matanza?

- Hemos venido a morir por la patria.

- ¿Y el enemigo?

- También.

A su vez, Cristóbal y Salui hablan por fin, comenzando a entenderse, a intimar, conscientes de que
pueden morir juntos. La presencia de la muerte les une en un abrazo, aunque él sigue obsesionado
en su único objetivo: cumplir la misión. Ni siquiera el amor de una mujer va a separarle de su idea.
La aventura está delante de todo lo demás.

Cuando ya están cerca del objetivo son atacados por un destacamento boliviano. Mueren los dos
soldados, Cristóbal es malherido, pero Salui lograr espantar al enemigo lanzando varias bombas de
mano. Nuevamente su heroísmo les salva, pero esta vez han quedado muy mal parados. Ella ata a
Jara con alambres al volante y la palanca de cambios para que pueda continuar, pero luego se
desploma, pues también está herida de gravedad. Él lo ve pero ya nada puede hacer por ella. Está
atado literalmente a su misión, evitando que pueda desistir de ella para ayudarla. Está obligado a
cumplir el objetivo precisamente cuando está dispuesto por primera vez a dejarlo en segundo
plano. Por tanto, obligado y resignado emprende su "último viaje" directo hacia el regimiento
perdido, donde el teniente Vera ha matado por compasión a sus hombres. La misión es cumplida
pero Cristóbal Jara muere en el último esfuerzo. Es un final trágico pero menos tremendista que
en la novela, donde era el propio Vera, enloquecido, el que mataba a Jara disparando al camión al
verlo llegar, creyéndolo un espejismo.

Pese al atractivo comercial que podía tener el argumento, similar a la famosa El salario del miedo
(Henri-Georges Clouzot, 1953), la carrera de esta película fue desafortunada. Coproducida por dos
grandes empresas en sus respectivos países, Argentina Sono Film (Argentina) y Suevia Films
(España), no logró el éxito esperado en ninguno de los dos lugares. Fue muy escaso en Argentina y,
aunque fue bien apreciada por la crítica en el Festival de Cine de San Sebastián, tampoco en
España tuvo suerte ya que su distribuidora, Floralba, estaba en ese momento en crisis. Quizá algún
día salga del anonimato este apreciable film que en muy escasas ocasiones se ha podido ver. Y lo
mismo deseamos para su autor, Lucas Demare, fallecido en 1981.

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