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"El funeral de una muñeca" (Veronica Rivera)

El día de su entierro empezaron los ruidos en su habitación. Luego podían escuchar susurros
de su voz. Talvez jugaba, o revisaba que su colección de muñecas estuviese completa.
A esto le siguieron las alucinaciones.
Veían a su hija correr por la casa. Riéndose sola de sus propias travesuras. Era una risa que
amaban pero que ahora, luego de varias semanas fallecida, sonaba escalofriante.

Quizá fue el llanto, o talvez por extrañarla tanto, por no resignarse a su muerte.
Pero una noche la puerta del cuarto donde dormían se abrió de golpe. Cuando despertaron
vieron a la muñeca favorita de su hija sentada al pie de su cama.
Le dieron un golpe y la muñeca cayó al piso. Entonces se escuchó su llanto, el llanto de su hija
quejándose de dolor. Como por instinto su madre se levantó, tomó a la muñeca del piso, la
empezó a consolar. Y el llanto cesó.

A partir de entonces, cada vez que la extrañaban, acariciaban la muñeca, e inmediatamente se


escuchaba su voz en toda la casa, "te amo papá" "te quiero mamá".

Decidieron mantener el secreto. Eran felices así. No querían que nadie intervenga.
Con el pasar de los días descubrieron que a la muñeca le creció el cabello. No solo eso, tenía
uñas. Y su piel plástica empezaba a transformarse en piel humana.
Era cuestión de días para que la muñeca fuera humana totalmente. Así fue.
La muñeca se hizo humana.
Podía abrazarlos. Caminar por la casa.
Pero aún así no hablaba.
Para ellos lo importante era que este viva.
Aquello no duró mucho tiempo. Porque su cuerpo siguió avanzando muy rápido su proceso de
humanización.
La piel se le arrugó, el cabello se le llenó de canas. Sus manitos eran las de una anciana.
Hasta que un día volvió a ser una muñeca inerte, plástica y sin aliento de vida. No escucharon
ruidos nuevamente, ni las voces, ni la risa macabra.
Ella se había ido completamente.

Pero sus padres decidieron conservar la muñeca. La trataban como a una persona viva. Le
servían comida en la mesa. Dormían junto a ella. La bañaban. Daban largos paseos juntos.
Incluso le cantaban para que se duerma. Estaban perdiendo la razón.

Hasta que un día la muñeca desapareció.


Buscaron por toda la casa, pero lo único que encontraron fue que la puerta del cuarto de su hija
estaba abierta.
Al entrar encontraron que el alma de su hija yacía suspendida contra el techo. Sujeta por una
inmensa sombra que le tapaba su boca. La niña apenas se quejaba de dolor. Lloraba en
silencio. Apenas podía susurrar por ayuda. Pero la sombra llena de maldad la torturaba sin
piedad. No la dejaba ir.
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Fue entonces que la muñeca apareció a sus pies. Y el fuego de la hoguera se encendió.
"Libérame, líberame, padre" se escuchó la voz de la niña en toda la casa.
Los padres tristes, tomaron la muñeca y la pusieron en el fuego. Entonces la sombra soltó a la
niña. Y su alma ascendió a los cielos. Por fin descansó.

Autor: #VladimirAR
(Si quieres leer más relatos así, envíame una solicitud de amistad. Necesito amistades que les
guste la lectura)
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La Endemoniada ( Daniel Gavilan)

Todo comenzó en la ciudad capital de Honduras con un pequeño grupo de jóvenes estudiantes
que comenzaron a navegar en Internet, eran dos mujeres y cuatro hombres, todos de 17 años
de edad. ¿Por qué no buscamos algo de misterio? -dijo Jairo- aquí debe de haber mucha
información al respecto. A mí me da miedo, respondió Sara, es peligroso jugar con esas cosas.
Durante unos minutos estuvieron indecisos hasta que Margarita dijo en tono fuerte: Nada
perdemos con buscar cosas sobrenaturales, ¿qué nos puede suceder? Al ponerse de acuerdo,
comenzaron a bajar información sobre brujería, demonios, Güija, maldiciones, etc.

Una hora más tarde todos se despidieron de Margarita prometiendo seguir la búsqueda al día
siguiente, la anfitriona los acompañó a la puerta y al despedirse Sara le dijo: No voy a venir
mañana, soy temerosa de esas cosas, aquí donde me ves, voy directo a orar a mi casa y a
pedirle perdón a Dios. Margarita se encogió de hombros, le dio un beso en la mejilla y le dijo
adiós. Cuando la joven quedó a solas se puso a remedar a Sara… “A mí me da miedo, mejor
me voy a orar”. Qué cursi esa Sara. La sentí tan neneque ja, ja, ja.

Al día siguiente, después de clases, los muchachos fueron de nuevo a la casa de Margarita,
todos estaban interesados en conocer algo más del ocultismo. Escogieron el espiritismo,
encontraron detalles completos sobre el fundador y sobre las más famosas sesiones de
espiritismo. El problema de estos jóvenes es que no se dieron cuenta a tiempo que esas
prácticas misteriosas son manejadas por espíritus malvados, acólitos del rey del averno.

Durante una semana bajaron información de Internet y copiaron fórmulas y hechizos, así como
un tremendo interés en el espiritismo y la astrología, naciendo en Margarita el deseo de
dominar a los demás recibiendo fuerzas sobrenaturales para lograr sus metas. Una mañana se
encontró con Sara, a la que ella llamaba “la cursi”, se saludaron y Sara preguntó: ¿Ya no están
haciendo aquellas cosas verdad?, yo no seguí porque me da miedo. Margarita le dijo: Te
perdiste lo mejor, bajamos todo lo que pudimos por Internet y hemos aprendido muchos
secretos que nos van a servir para obtener ganancias, además son cosas científicas Sara, no
hay que sentir miedo por el ocultismo que para mí es la mayor de las ciencias.

Margarita había instalado la computadora en su dormitorio para facilitar sus estudios, durante
un mes no volvió a interesarse en el ocultismo pero… una noche… la computadora se
encendió por sí sola, el resplandor de su luz despertó a la joven que, curiosa, se levantó y pudo
leer un mensaje: Por qué me has abandonado? Ella sonrió creyendo que era una broma de sus
compañeros. Son ellos, se me olvidó apagar la compu. Logró quedarse dormida, la
computadora comenzó a producir sonidos raros que despertaron de nuevo a Margarita. ¿Eh?
Pero si yo apagué la compu. Se levantó y vio en la pantalla: Ya que no quieres estar con
nosotros, nosotros estaremos contigo. De pronto sintió que algo invisible penetraba en su
cuerpo y lanzó un grito espantoso.

Los miembros de aquella familia corrieron presurosos al cuarto de Margarita, tuvieron que
violentar la puerta para abrirla, todos quedaron asombrados, la muchacha echaba espuma por
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la boca. Váyanse de aquí malditos, -dijo con una voz cavernosa- ella me pertenece, váyanse.
Acto seguido la joven se lanzó contra su padre y comenzó a morderlo, los demás miembros de
la familia apenas podían sujetarla, al final lograron dominarla y la amarraron para llevarla a una
clínica privada. En la clínica le inyectaron un sedante y le recetaron unos medicamentos, el
médico dijo que era un ataque de histeria.

Las cosas fueron de mal en peor, los ataques demoníacos eran más frecuentes, nadie sabía
nada de su enfermedad hasta que Sara platicó con los familiares de su amiga, les contó lo de
bajar información de ocultismo a través de Internet, todos estaban asustados. Una tía de
Margarita que asistía a un grupo religioso dijo que la joven estaba endemoniada, que a través
de la computadora los demonios están actuando con los jóvenes y adultos que por curiosidad
penetran en ese campo de la oscuridad. Los del grupo religioso llegaron a la casa de Margarita
y a puertas cerradas comenzaron una ceremonia para que los demonios abandonaran el
cuerpo de la muchacha. Semanas después Margarita volvió a sus clases y al hablar con sus
compañeros, éstos le dijeron que durante semanas fueron atormentados en sus casas
mediante ruidos, pasos, cadenas que se arrastraban y murmullos.

Esta historia es real y nos fue contada por la madre de Margarita, quien insistió en decirnos que
recomendáramos a los jóvenes no visitar en Internet las páginas de ocultismo o cualquier otra
forma de demonios. Parece que hubiera vivido una película de terror, le damos gracias a Dios
por el rescate de Margarita. Los nombres han sido cambiados, sólo nos resta recomendar a
nuestros lectores que tengan mucho cuidado con sus hijos.
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NO LIMPIES EL SUDOR (Susana Hernandez)

Víctor es un amigo que tiene muchos años trabajando en el Semefo (Servicio médico forense),
no se si aún se acuerda de mí , pero era común que nos viéramos por chamba, por que llegaba
a recoger cadáveres a veces a la misma escena donde yo recogía a los que sobrevivían de
algún accidente o situación.

Hace algunos años, tuvieron bronca con su unidad para trasladar cadáveres y nos pidieron de
favor que si no podíamos llevar a la chica que había muerto.
Ella, había fallecido en un accidente vehicular; su cuerpo pequeño y ebrio, había salido
disparado por el parabrisas, caído a unos 6 metros de su sentra, después de haber chocado
contra un poste. Impactó de cráneo y se arqueó tanto su cuello, que sus vértebras no
soportaron la presión y falleció al instante.

Llegamos y no había nada que hacer, ella estaba tumbada al piso con la mirada perdida, con la
boca abierta con sangre, pero, con su pequeño cuerpo de apenas unos 17 años en una
posición indolente.
Se le revisó por protocolo y no había nada que hacer.

Pero esa mirada fría, y quieta que tenía, perturbaba.


Le atendías y ella te devolvía la mirada, sin parpadear, sin vida, ella ya no estaba ahí, pero su
cuerpo te respondía.
Se le cubrió con una sábana en espera del peritaje.
Llegó Víctor, le pasaron los papeles y procedió a levantar el cuerpo, se embolsó y nos pidió el
favor.
Él se subió a la unidad con nosotros, mientras nos decía el parte de la noche, había estado
algo movida.
Llegamos al Semefo.
Descargamos y la colocamos en la plancha.

Su cuerpo,de menos de 1.40 se veía como una isla en medio de toda esa placa de mármol... E
igual de blanca.
Vic se quedó ahí, a hacer la necropsia de ley.
Preparó sus instrumentos y el papeleo.
Empezó a inspeccionar el cuerpo desnudo de la niña; algunos moretones y algunas cortadas
por el impacto con el parabrisas le abrió la piel.

Inspeccionó como lo dice el protocolo cada órgano de la niña con la delicadeza y el respeto que
merece un muerto.
Hacía frío y recuerdo que esas salas tienen un olor particular que se acentuaba con éste.
Al momento de llegar a los pulmones de la niña, se detuvo.
Algo no estaba bien.
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Se sentía "eso" en el ambiente.


Se recorría por su cuello hasta llegar a las nalgas esa sensación.
Sus manos, la izquierda en el pulmón de ella, la derecha en el cuchillo de disección estaban
totalmente quietas.

Su mirada, directo al pulmón; no quería voltear a ningún sitio más.


No estaba bien, no había algo bien en ese momento.
Sus ojos querían voltear al rededor, pero sabía que algo sucedería.
Con miedo, apretaba el cuchillo, mientras su dedo pulgar jugaba suave con la pleura del
pulmón de la niña.
Respiró profundo. Y se dio valor.
Volteó.
Y...
No había nada malo.
Respiró de nuevo e hizo un corte en el pulmón para ver como estaba, y seguir el
procedimiento.
Cuando iba a checar la laringe, la vio.

Ella, con los ojos abiertos, viéndolo.


Sus ojos no iban a otro punto más que a él.
La mano de Víctor en la garganta de la niña.
Ella con la vista en él.
No supo en que momento el cuerpo realizó ese efecto de que el cuerpo abriera los ojos, pero,
es algo que pasa, se repetía a si mismo.

Le cerró los ojos y siguió revisando todo.


Cuando le tocó revisar el cráneo, empezó cortando el cuero cabelludo y jaló éste hacia el frente
de la cara de la niña, ésta, quedó tapada hasta la nariz por el cuero.
Tomó el serrucho para cortar y abrir el hueso., cuando estuvo a punto, usó un formón para
hacer presión y fracturarlo y exponer el cerebro.

El cráneo pequeño se movía suavemente mientras trataba de fracturarlo adecuadamente.


Cuando lo hizo, se le ocurrió mirar a los labios de la niña.
Estaba sonriendo.
Estaba sonriendo con los dientes expuestos levemente.
Le estaba sonriendo a Víctor.
No pudo seguir con el procedimiento y salió del lugar.
Cuando llegó el otro médico, le comentó lo que había pasado.
Ambos fueron.
La niña estaba ahí. Sin expresión alguna.
Blanca, como el color del mármol debajo, con un lago hemático que quedó, rastro de la sangre
y agua que se había encharcado.

-No pasó nada, sólo lo imaginaste Vic.


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Le dijo el otro Doctor.


-¿Ves? Tus mamadas.
El otro doctor se puso los guantes y junto con Vic, siguieron el procedimiento, terminaron, y al
momento de regresar el cuero cabelludo a su lugar, se dieron cuenta de que los ojos de la niña,
los estaban mirando, aún ahora que se encontraban del otro lado de la plancha.
Sólo hubo silencio.

Cerraron el cuerpo y llenaron los formularios.


Al regresar a ver el cuerpo, éste, sudaba.
Cuando llegó el Doctor Pereira, el más viejo del grupo le comentaron ésto.
Él sólo les dijo, "No la limpien, no le quiten el sudor, la niña no quiere irse sola, si la limpian, al
ratito se sentirán mal, déjenla, está buscando a quien llevarse, algún familiar verá esto y la
limpiará, es mejor que se vaya uno de ellos para que la acompañe".
Vic no dijo nada.

Cuando llegaron a reconocer al cadáver, su mamá y su papá fueron los que vieron.
El Doc Pereira era quien les mostró el cuerpo. mientras Vic los veía a lo lejos.
Al final, vio como su papá, le limpiaba el sudor de la frente.
Después de todo, la niña, no se fue sola.
Es tarde, a mi me tocó ir a sacar a su padre de entre los fierros de su explorer.

Y a Vic, de nuevo, a hacer la necropsia, pero esta vez del papá.


Benditas, benditas coincidencias
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SE QUE ESTÁS DESPIERTO. (Jeronimo Huerta)

El chico sabe que si da la más mínima señal de que está despierto, estará perdido. Sabe que si
eso se da cuenta de que él lo ha oído todo, morirá. El muchacho está tenso, arropado con su
manta hasta la cabeza, exhalando aire caliente y húmedo que se acumula en el espacio que ha
creado la sábana. Necesita aire fresco, pero el más leve movimiento lo delataría. Su padre y su
madre lo miran fijamente, sin parpadear.

Horas antes, el muchacho apenas se había acostado. Había sido un día bastante largo: tres
exámenes en tres horas, pruebas en gimnasia, y, además, entrenamiento de fútbol. Todo eso
lo había dejado molido. Al otro lado de la pared, sus padres veían un reality show bastante
cutre. Después de mentalizarse, se durmió.

Un ruido leve lo desveló a media noche, estaba confuso y desorientado. Seguía escuchando el
ruido, el cual parecía provenir del salón. Poco a poca abrió la puerta y caminó a través del
oscuro pasadizo que llevaba al centro de la casa. El ruido se hacía cada vez más intenso y
desagradable, similar al de los huesos al romperse. Lentamente asomó la cabeza por la
esquina. Horrorizado descubrió el epicentro del ruido. Una masa de unos dos metros estaba de
pie, inmóvil. En su mano se encontraba el cuerpo sin vida de su padre. Tenía el pecho
perforado y las extremidades destrozadas. A sus pies estaba el cadáver de su madre partida
por la mitad. El muchacho sintió la necesidad de gritar, pero sabía que si lo hacía no iba a
contarlo. Intentando no hacer mucho ruido, el chico volvió a la habitación y se volvió a acostar.
«Es todo un mal sueño», se decía a sí mismo. «Mañana todo volverá a la normalidad».

Aterrorizado escuchó las fuertes pisadas del monstruo que acababa de asesinar a sus padres.
Actuando por instinto, se tapó con la sábana y se hizo el dormido. Escuchaba como poco a
poco, esa cosa se acercaba. La tenue luz que ofrecía la luna le permitió ver lo que la figura
hacía. Aquella cosa se quedó quieta al lado del mueble. Respiraba profunda y roncamente,
mientras miraba hacia la cama. El chico, haciendo un esfuerzo inhumano, contuvo sus ganas
de gritar y de correr.

Cuando la bestia, por un motivo u otro salió de la habitación, el chico saltó de la cama y
observó por la puerta como la masa de carne se alejaba y se dirigía al salón. Diez segundos
después se dio cuenta de que volvía y el muchacho regresó al colchón, cogió la sabana y se
tapó hasta arriba. El engendro entró de nuevo en el cuarto, llevando en su mano alguna cosa;
el joven escuchaba como manipulaba algo. La fiera volvió a salir. El chico se destapó y pudo
observar la macabra escena: el cuerpo sin vida de su padre estaba sentado, con el cuello roto y
la cabeza mirando hacia el lecho. Otra vez intentó no gritar. El monstruo volvió una segunda
ocasión, ahora con el torso arrancado de la madre, el cual puso al lado del padre. También
tenía la cabeza en dirección a la cama. La gigantesca figura se agachó y en ese momento el
muchacho se arropó totalmente. Notó cómo la bestia se alzaba y se acercaba hacía él. Sentía
su forzosa respiración y notó cómo escribía alguna cosa en la pared. El adolescente hacía lo
que podía para no delatarse. Después de eso, el engendro salió de la habitación y desapareció
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en la oscuridad. Entre sollozos el muchacho, aún tapado hasta la sien, consiguió conciliar el
sueño.

A la mañana siguiente se despertó por el fuerte olor que salía de los cadáveres de sus padres.
Aún sin creerlo recordó lo último que había hecho el asesino. Giró la cabeza y horrorizado pudo
leer una frase escrita con sangre y rabia, que decía:
«Sé que estás despierto».
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LA VOZ (Mart Avedaño)


Lo que a continuación cuento sucedió hace seis años en ese entonces me fui a vivir con mi
esposo a casa de sus padres, dos años antes había fallecido su papá y la casa permanecía tal
como la había dejado. El cuarto del difunto estaba intacto ropa, zapatos y todas sus cosas
seguían allí, ¡así dejé todo tal como estaba! Asta que agarré confianza le dije a mi esposo que
esa habitación podría servir como cuarto de juegos para nuestra hija él no le vio problema y me
dijo que si entonces lo pinté acomodé las cosas de mi niña y metí todo lo del difunto en un
armario sin imaginar lo que ocasionaría con eso. Al paso del tiempo empecé a sentir las
miradas penetrantes de alguien en el baño, la cocina ¡donde estuviera se sentía una presencia
muy fuerte!.

Para entonces tenía cuatro meses de embarazo y cada mes que pasaba esa presencia se
sentía más cerca de mi, en las madrugadas movían las ollas, tapas ¡todos los trastos que había
en la cocina! Todavía no me percataba que era algo maligno lo que me acechaba pensaba que
era solo mi imaginación hasta que un día me atreví y fui a mirar pensando que era un señor
que vivía también en la casa quien hacía esos ruidos, salí a oscuras y despacio para cazarlo en
el momento pero al encender la luz no había nadie, no me asusté mucho pensando que era
una rata pero en ese momento azotaron una tapadera y luego se levantó quedando suspendida
en el aire por un momento, ¡no creía lo que estaba viendo! Después me arrojaron un sartén con
fuerza, apagué la luz aterrada ya tenía ocho meses de embarazo en esa etapa uno está bien
panzón y pesadas para poder correr pero yo corrí por el pasillo como si fuera una atleta y me
metí en la cama temblorosa, desde esa vez ya no me levantaba en la madrugada ni para ir al
baño ¡orinaba en una vasija en mi cuarto! Tampoco dormía por qué cuando lo hacía soñaba
cosas horribles de oscuridad y muerte.

Soy muy cristiana y rezaba mucho pero esa presencia no se iba, un día soñé que el papá de mi
esposo me llevaba por un camino oscuro lleno de aguaceros, la tarde noche era algo
tenebrosa, había un río enorme turbulento y sucio, ¡muy turbio! Él me dijo que cruzáramos sin
miedo pero yo le dije que no, ¡estaba embarazada y me parecía peligroso! Me dijo dame la
mano yo te ayudo a cruzar le di mi mano pero apenas puse el pie en el agua la corriente me lo
arrastró entonces le dije que no iba a cruzar, el ya estaba a mitad del río se devolvió y me dijo
que cuidara mucho a su nieta, era aun más extraño porque ni nosotros sabíamos que iba a ser
niña no se había dejado ver en los ultrasonidos. En cuanto desperté lloré mucho y me dio
miedo, por la mañana le conté a mi esposo y el dijo solo MMM quien sabe, señal que no me
había creído.

Ya en la tarde me dio un dolor con sangrado, fuimos al médico y nos dijo que tenia la placenta
despegada del útero duramos en el hospital un mes era extraño pero la fiebre no se me quitaba
ni con medicamentos y lo relacioné con el sueño que había tenido con mi suegro pensando que
se la quería llevar. Después pude recuperarme, pasaron unos meses mi hija ya tenía como seis
o siete estábamos mi suegra y yo en el cuarto de juegos vistiéndola, fui a la cocina mi suegra a
su cuarto y dejamos sola a la niña en eso la escuché reír y me fue sigilosamente para ver
porque reía solita, al estar dentro las puertas del armario se empezaron a abrir y cerrar solas
¡quedé paralizada muy asustada! Cuando quise salir la puerta del cuarto se cerró en mi cara.
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Aterrada la empujaba mirando hacia el armario cuando sentí que algo frio y pesado me agarró
y un fuerte grito salió de mi garganta, levanté a mi bebé y me fui corriendo a la cocina allí
estaba un amigo de mi suegra tomando café y cuando le pasé por un lado me dijo ¡huy niña
nomas pasó y me dio frío! Sin hacerle caso busqué a mi suegra dejé la niña en su cama y la
abracé asustada llorando, le dije lo que había pasado ella solo me miró pero no pronunció nada
como si supiera lo que allí había luego dijo ¡tengo que irme! Yo me encerré en mi cuarto hasta
que mi esposo llegó ¡no le conté nada por que sabía que no me iba a creer!

Desde ahí empecé a sentir algo en mis hombros me dolían mucho aunque estuviera acostaba
al levantarme seguia igual de cansada, salía de mi casa y el dolor no se me quitaba pero mi
humor si cambiaba ya que apenas entraba peleaba y gritaba ¡todo el tiempo estaba enojada!
Un día de repente dejó de molestarme pero el dolor en mis hombros no desaparecía, le
platiqué a mi hermana lo que sentía y lo que me había ocurrido yo siempre andaba sin sostén
por el dolor que me provocaba eso que traía en mis hombros, me quité la blusa para mostrarle
cómo tenía mi espalda de inflamada algo que no era normal por qué en ese entonces yo era
muy delgada.

Ella dijo que quizás tenía aferrado algún espíritu, yo estaba de acuerdo con ella por lo que
estaba viviendo. Pasaron unos meses mi hija ya caminaba y un día se despertó en plena
madrugada gritando, lloraba mucho viendo hacia la esquina del techo que quedaba encima de
mi cama y luego me miró aterrada, ¡pareciera que veía algo feo en mi porque no quería estar
conmigo, sentí horrible y lloré mucho ¡no era posible que mi hija me tuviera miedo! Mi esposo le
dijo ¿que pasó princesita? ¿por qué tuvo esa pesadilla? Yo le dije a de ser el coco, así le decía
por miedo no quería nombrar al diablo. Después él le preguntó a un amigo sobre eso y él le dijo
que los niños nunca tenían pesadillas, sollozaban por algún sueño que tuvieran pero nunca una
pesadilla y le comentó que cambiara la cama de posición, lo hice pero desde que mi hija soñó
eso fue como si ese demonio se hubiese metido en mi.

Dormía poco en la madrugada me llegaban pensamientos de ahogarlos con las almohadas uno
por uno ¡una tenebrosa voz me lo decía! Pero mi conciencia decía que no lo hiciera que solo
era algo que estaba en mi mente y empecé a deprimirme ¡iba de mal en peor! Mi esposo decía
que ya no era alegre como antes, no hablaba ni miraba igual y que le daba miedo. Era verdad
no le hablé durante una semana ¡estaba en total silencio! Cosa muy extraña porque yo hablo
mucho soy una mujer muy alegre no sé qué pasaba con migo ya en mi depresión busqué en el
armario de el difunto un arma que teníamos guardada, le puse dos balas y me encerré con mi
hija en ese cuarto quien sabe con que pensamientos, ella no lloraba solo me miraba asustada
como si viera algo malo en mi ¡sentía horrible! Mi esposo se dio cuenta de lo que pensaba
hacer y entró rápido tuvimos una pelea fuerte me quitó el arma se llevó la niña y me quedé
parada sola en el cuarto por un rato, luego volví buscando algo y encontré una soga y cuando
estaba apunto de colgarme llegó mi esposo y me dijo que le contara que me sucedía.

Cuando le conté todo le dije llorando ayúdame, en eso una mesita que teníamos a un lado se
recorrió sola como dos pasos y le dije ¿no me crees aún que es el diablo? ¡Me quiere a mi! Él
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me dijo ¡deja de decir tonterías que me asustas! Y se fue, yo tenía una biblia que había dejado
de leer la tomé y la rasgué toda. ¡Me comía las hojas! Mi esposo me gritó que parara, me
empecé a rasguñar el cuello y la cara sacándome sangre, le dije ¡déjame! ¡Me quiero morir!
Sin decir nada se fue a la cocina a servirme almuerzo y me acosté a llorar ¡no entendía que me
pasaba!

Las cosas iban de mal en peor, empezaron a rasguñar las tablas y a golpear la cabecera cada
que me acostaba a dormir, ¡estaba asustada! Una noche me pare en la puerta y dije
susurrando estoy lista ¡no te tengo miedo Satanás! ¡llévame! Entonces algo me agarró la mano
jalándome hacia afuera pero no se veía nadie, mi esposo llegó asustado y dijo Soraya ¿estás
bien? La niña está muy tranquila ¡si quieres báñate! Le contesté que si, me bañé y ya arreglada
me tomó unas fotos en las cuales mis ojos se veían diferentes de ser cafés cambiaron a azul
rey oscuro, después de las fotos el se acostó y yo me quedé en la cocina sentada entonces
algo me susurró al oído diciéndome que la hora de matarlos era al anochecer, ¡yo no pensé en
mi hija ni en nada! Solo moví mi cabeza para un lado, tenia la mente dominada aunque mi
conciencia era fuerte, entonces fui con mi hermana y le conté eso ella me dijo ¡espérame aquí
ya vengo! Pero no la espere me fui a la casa, cuando íbamos a dormir yo estaba feliz los
abracé y le dije a mi esposo que era muy feliz en eso tocaron la puerta mi suegra abrió y era mi
hermana con su esposo.

Me llevaron a la fuerza, mi esposo estaba molesto cuando de repente todos vieron una sombra
que se movía muy desesperada de un lado para otro entrando a los cuartos y luego posarse
detrás mío, mi papá me cargó y me llevó a su casa, allí pasé la noche mi suegra como ya había
visto la sombra al día siguiente llamó a un sacerdote sacaron las cosas del difunto bendijeron la
casa con agua bendita de siete Iglesias y Oraron toda la noche, mi cuñado era pastor y cuando
estaba orando sentía que un hilo salía de mi oreja y al final escuché un zumbido, después de
eso en la casa mataron dos personas en el primer piso, atropellaron un perro le partieron el
cuello y mi suegra murió un año después con un dolor terrible, en sus últimas horas decía que
había un hombre en la ventana y ella le decía que no se la llevara llorando de miedo, aquella
entidad quería sangre y deseaba que yo se los diera puesto que hasta la traía en mis hombros
pero al ver que no lo hice se los llevó por sus propios medios hasta a su propia mujer, ¡mi
suegro en vida fue malo! Luego de eso no volvió a molestarme, esto fue un hecho real y
sucedió el 2015 en Bogotá Colombia.
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HIJO DEL PECADO (Alejandra Sanchez)

Aquella mañana un hombre de mediana edad llamó al timbre de una lujosa casa, situada en las
afueras de cierta ciudad española. Le abrió la puerta una atractiva mujer, que no aparentaba
más de treinta años. La dueña de la casa, que parecía bastante nerviosa e incluso asustada,
miró con recelo al desconocido y le preguntó con cierta brusquedad:

-¿Quién es usted y qué desea?

-Soy el inspector Ortega de la Policía Nacional. ¿Es usted doña María Teresa Vázquez?

-Sí.

-Creo que usted tiene un hijo llamado Ruy, alumno de secundaria en el colegio de los Maristas.

Aunque aquella mujer parecía demasiado joven para ser madre de un adolescente, dio una
respuesta afirmativa. Ortega le comunicó con tono compungido:

-Tengo el doloroso deber de comunicarle que su hijo ha sido identificado como el autor material
de una terrible masacre. Quizás ya se haya enterado a través de la prensa digital.

Maite no mostró sorpresa ni apenas emoción. Tampoco dijo nada, simplemente realizó un
gesto negativo con la cabeza. Ortega continuó:

-Le especificaré los detalles, algunos de los cuales son bastante extraños. Sobre las nueve de
la mañana, su hijo apareció en el colegio y asesinó a todas las personas que encontró, tanto
profesores como alumnos. El número total de víctimas asciende a varios centenares. La única
superviviente y testigo de la masacre es una alumna de bachillerato, a la cual su hijo dejó con
vida para someterla a graves abusos sexuales. Es posible que la muchacha se halle perturbada
a causa de la violación, pero, de ser ciertas sus palabras, Ruy no empleó medios
convencionales para matar a sus víctimas. Se limitó a fijar su mirada sobre ellos, quienes
segundos después empezaron a arder como antorchas humanas. Reconozco que este
testimonio parece una locura, pero la autopsia de las víctimas parece confirmarlo.

Ortega interrumpió su discurso para tragar saliva y entonces Maite le dijo en voz baja:

-Pueden creer todo lo que diga esa muchacha. Mi hijo ya no es un ser humano, sino un
demonio. Y yo tengo la culpa de todo.

-Disculpe. ¿Está usted hablando... en sentido literal?

-Puede estar seguro de que sí.

-¿Podría darme más detalles? Comprenda que se trata de algo muy difícil de creer.
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-He guardado el secreto durante mucho tiempo, pero ahora ya no importa. Hubo un tiempo en
el que me interesé vivamente por la brujería. La prematura muerte de mis padres había puesto
en mis manos un patrimonio considerable, que me permitió adquirir el último ejemplar del
Necronomicón, un viejo libro de magia negra. Empleando uno de sus hechizos, conseguí
invocar a uno de esos poderes primordiales que solemos llamar "demonios". Ese ser y yo
hicimos un pacto; yo le permití plantar su semilla en mi cuerpo, a cambio de que él retrasara mi
proceso de envejecimiento. Por eso aparento diez años menos de los que tengo realmente.

-Y, si no he entendido mal, Ruy es el fruto de su unión con ese... demonio.

-En efecto. Durante toda su vida fue un niño bueno y cariñoso, pero ayer mismo se reveló su
naturaleza demoníaca, tras lo cual ya no hay vuelta atrás. Y todo porque cometí un grave error.

Viendo que Maite estaba sufriendo, Ortega no quiso echar sal sobre la herida preguntándole
qué clase de error había cometido. Pero sí le preguntó otra cosa más urgente:

-¿Conoce usted algún medio para detenerlo? Porque, si realmente se ha convertido en un ser
sobrenatural, nos resultará muy difícil capturarlo.

-Quizás pueda hacer algo. Aún conservo el ejemplar del Necronomicón que he mencionado.
Leyendo al revés el hechizo que usé para traer a su padre a este mundo, podría enviarlo a él al
Infierno. Estoy dispuesta a hacerlo. En lo que a mí respecta, el niño al que llevé en mi vientre
ya está completamente muerto. Pero el hechizo solo será efectivo si lo leo yo misma y si Ruy
está lo suficiente cerca para oírlo.

-¿Y sabe cómo localizarlo?

-Él mismo se ocupará de revelarnos su presencia.

Como si quisiera darle la razón a Maite, el móvil de Ortega empezó a sonar. Tras atender la
llamada, Ortega dijo:

-Parece ser que Ruy se halla en el centro comercial, donde ha matado a mucha gente, agentes
de policía incluidos. ¿Está dispuesta a ir allí con su libro? ¿No será muy arriesgado?

-Ruy no podrá hacerme daño. Esto me protegerá de su magia.

Maite señaló un extraño amuleto de plata que le colgaba del cuello. Tras pedirle a Ortega que
la esperara en el vestíbulo, bajó a un cuarto secreto del sótano, cuya existencia solo ella
conocía. Poco después, salió de la casa llevando en sus manos un viejo libro y subió al coche
de Ortega, que se dirigió rápidamente al centro comercial.
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Una vez allí, se encontraron con un espectáculo dantesco, casi apocalíptico. Había docenas de
cuerpos calcinados esparcidos por doquier y todas las paredes estaban teñidas de rojo. Y allí
estaba Ruy, bebiendo tranquilamente un vaso de horchata entre los cadáveres de sus víctimas.
Maite le dijo a Ortega que se mantuviera a su lado, para beneficiarse de la protección que
ofrecía el amuleto de plata, y abrió el libro en la página donde figuraba el hechizo. Pero antes
de que tuviera tiempo para leerlo, Ortega la apuntó con una pistola y le dijo:

-Calladita, zorra. Ahora vas a darme el libro y el amuleto.

Maite comprendió que había caído en una trampa, pero, como no tenía otra opción, obedeció a
Ortega sin decir nada. Tras arrebatarle el amuleto y el libro, el falso inspector la ató y amordazó
con cinta aislante. Ruy terminó su vaso y se acercó a ellos, con una sonrisa sarcástica en los
labios. Acarició con falsa ternura las pálidas mejillas de su madre y le dijo con voz melosa:

-Te has dejado engañar por Ortega, mamá. Él no es policía, sino un profesor del colegio que
accedió a servirme, a cambio de ciertas promesas. Su placa y su pistola proceden de un
verdadero policía al que maté antes de venir aquí. Yo quería saber dónde guardabas el
Necronomicón y, como sabía que nunca me lo dirías, opté por organizar esta pequeña farsa.
Ortega ha hecho bien su trabajo... pero ahora ya no lo necesito para nada.

Ruy posó su mirada sobre Ortega, reduciéndolo rápidamente a cenizas (haber realizado un
pacto diabólico anulaba por completo la protección del talismán). Tras matar al profesor, le dijo
a su madre:

-Ahora que tenemos un poco de intimidad, hablemos de otras cosas. Dime, mamá, ¿cuántos
años hace que no me das el pecho?

Y empezó a desabrochar con sensual parsimonia los botones de la blusa de Maite.

...

Tras consumar el incesto, Ruy tomó el Necronomicón y dijo:

-Ahora voy a leer el hechizo que traerá a mi padre a este mundo. Pero puedes estar tranquila,
mamá. A ti te mantendremos con vida mientras me sigan gustando tus ubres.

Ruy leyó el hechizo rápidamente. Estaba escrito en latín medieval y su traducción aproximada
sería:
-Ven a mí desde tu reino oscuro para tomar mi cuerpo y mi alma, gran Ix-Tab"
Proferido el ensalmo, se oyó la horrenda carcajada de un ser invisible. Aún resonaban sus ecos
cuando Ruy, con un movimiento maquinal, tomó la pistola del difunto Ortega y se voló la tapa
de los sesos. Maite no pudo reprimir unas lágrimas de tristeza cuando lo vio morir, aunque
había sido ella quien había planeado aquella añagaza. Había previsto la posibilidad de que
Ortega fuera un traidor y mientras se hallaba en el sótano había alterado el texto del hechizo,
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para que resultara mortal si lo leía alguien que no fuera ella misma. Solo había tenido que
sustituir el nombre del demonio al que pretendía llamar Ruy, por el de la diosa maya del
suicidio.
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EL NÚMERO CERO DOS SIETE. (Abraham Garcia)

«La muerte sólo tiene importancia en la medida que nos hace reflexionar sobre el valor de la
vida.» Fue la frase que una vez leí en un libro cuyo autor ahora no recuerdo. Creo que el
escritor quiso hacer reflexión sobre lo importante que es lo que vivimos. ¡El binomio de la vida y
muerte! Como la muerte acecha a todos y la influencia que tiene a lo largo de nuestra
existencia.

Ahora les hago una pregunta a ustedes que me van a leer… ¿Habrá vida después de morir?
¿Qué ocurre tras terminar nuestro tiempo aquí? En opinión personal estoy totalmente
convencido que hay algo más, algo… que solo cada uno de nosotros lo va a saber a su debido
tiempo.

Uno como médico se convierte en una persona muy racional, algunas veces se llega a ese
estado de forma intencional, otras veces, sin darte cuenta, terminas como un completo
incrédulo. Con un poco más de treinta años ejerciendo la medicina vi cada cosa, cosas tan
asombrosas que parecen sacadas de una película. Sin embargo, hay una anécdota que cada
vez que tengo oportunidad de contarla, lo hago, sin importarme si luego de escucharme las
personas me creen o no… Porque estoy convencido de ello. ¿Y si quizás la muerte es solo el
comienzo? Para pensar, ¿no?

A mitad de la década de los 80’ estaba cursando el cuarto año de la carrera. El dr Barrionuevo
era el prototipo de profesor serio y exigente, un médico forense, encargado de dictar clases en
medicina legal. Barrionuevo tenía fama de ser un tipo muy humano, de ayudar por todos los
medios a los chicos que demostraban tener vocación en el arte de curar. «Si no hay vocación,
uno se convierte en el mercader de la salud» es la frase que de tanto escucharla se convirtió en
mi mantra, ¡la salud de las personas no es un negocio!

A mitad del 85’ se jubila uno de los ayudantes de Barrionuevo. ¡Estaba muy a la expectativa!
Por meses me había esmerado para sobresalir de los demás. Paciencia y perseverancia diaria
dieron sus frutos, una tarde tras terminar con la clase, el doctor me llamo para tomar un café en
el comedor de la universidad. ¡Barrionuevo me quería como asistente en la morgue!
La vieja morgue provincial estaba ubicada en el Hospital San Roque, era utilizada como
morgue judicial y como un centro de formación docente y de investigación en
medicina legal de las carreras de la Universidad Católica y Nacional de Córdoba.

-¡Mira muchacho! Antes que me des una respuesta tienes que saber algo, en la morgue
suceden cosas raras…

-¿Qué cosas?

-Cosas raras, algo que no tiene explicación, tengo muchos años trabajando en el lugar y aún no
me acostumbro, hay fuerzas y energías que aun la ciencia con todos sus avances no puede
responder. ¿Crees en Dios?
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-La verdad que me cuesta creer y asimilar el concepto de un ente todopoderoso... –respondí,
imaginando que trataba de asustarme por medio de una broma de muy mal gusto.

-Haces muy mal, es verdad, la ciencia no puede probar su existencia pero tampoco puede
negar categóricamente el concepto de aquel ser. Eres joven pero en unos años me darás
razón.

-Quizás si… quizás no… Doctor. –refute con sarcasmo a mi profesor.

-Tienes razón… Yo cumplí con advertirte y él que avisa no traiciona y lo cierto es que ahora me
hace falta un asistente, veamos los horarios de tu cursada para coordinar los días laborales.

Siendo honesto se trató de un trabajo de medio tiempo con jornadas variables, en un principio
hasta imagine que me estaban pagando por no hacer nada, solo debía estar en recepción
anotando los ingresos y egresos de la morgue. Podía llevar mis libros y estudiar en el lugar. Sin
embargo, los días que tocaba trabajar con el dr Barrionuevo eran los mejores, estaba con él en
las autopsias, y como una esponja trataba de absorber la mayor cantidad de conocimientos de
su parte.

Para finales de agosto el doctor me llamo para cubrir, con él, el turno nocturno en la morgue.
Si bien hasta entonces seguía siendo escéptico no es lo mismo estar allí durante el día que
muy entrada a la noche. Alrededor de las 4 am nos vamos con el doctor a fumar un cigarro en
la entrada.

-Me voy un momento a traer la historia clínica del óbito que nos falta, terminamos con él y nos
vamos a casa, Esteban.

-Dale, Hugo.

-Ahh, quédate aquí, no voy a tardar mucho, no entres solo adentro, te diría que me acompañes
pero luego nos retan si dejamos sin nadie cuidando el lugar.

-Anda tranquilo, te espero –le respondí escuetamente, preguntándome internamente por que
era tan supersticioso un hombre tan instruido como el doctor-. No paso mucho tiempo desde el
momento en que se marchó Barrionuevo que un tipo joven se para a una distancia de dos
metros de mí

-Disculpe. ¿Me puede decir dónde estamos?

-Estamos en la parte de la morgue, amigo. ¿Se me perdió?

-No lo sé, eso parece, estoy muy confundido, no recuerdo mucho, solo que aparecí aquí, que
alguien me trajo y se fue.
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-¿No se acuerda de más nada? En un rato viene mi jefe y podemos…

-¡Sí! Tengo un número en la mente, ¿me dejas usar el teléfono?

-Me temo que no podrá ser amigo, el teléfono que hay es solo para línea interna no sirve para
más nada, ¡hagamos una cosa! Traigo un papel y anoto el número no sea cosa que lo olvides
también.

Voy hasta recepción a buscar hoja y papel y en un parpadeo el ambiente cambia


abruptamente. El recinto se transforma en algo lúgubre y oscuro, el tubo fluorescente titila y
por unos segundos quedo atrapado en plena oscuridad. Solo podía apreciar al tipo parado en la
entrada observando hacia adentro.

De a poco iba sintiéndome más y más nervioso, la presencia del extraño se hacía sentir,
comencé a tener miedo, algo me decía que mantenga distancia a él.

-Díctame el número, amigo. –Carraspeé a lo bajo

-Cero… dos… siete…

-No entiendo, señor. ¿Qué significa? Esto no es un número de teléfono…

-Yo tampoco sé que significa el número.

Nos miramos por unos segundos que me parecieron eternos, el hombre me observaba serio.
Tomando valor pregunte:

-¿Hay algo más en lo que pueda ayudar, caballero?

-¡No! Usted muchacho no puede hacer nada. Creo que nadie puede hacer algo por mí. –Por
segunda vez un silencio incomodo de por medio y su mirada inquietante invadiendo mi ser.

-¿Puedo pasar?

-¡Sí, hombre! Pase, ya viene mi jefe y vemos cómo podemos ayudarlo.

Atónito y como si viera todo en cámara lenta, observe, al tipo pasar por el pasillo en dirección a
la cámara mortuoria, él hacía sordos a las advertencia de no seguir avanzando a paso lento y
pesado. Las luces comenzaron a parpadear y en un instante quede en completa oscuridad.

Saque fuerzas y me encamine hacia el mismo lugar. La luz del tubo parpadeaba y eso le daba
un aspecto más tenebroso al lugar. ¡Entre al recinto y no había nadie! ¡Una bomba de
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adrenalina exploto en mi pecho! Sobre la mesa metálica se hallaba un cuerpo inerte. ¡No sé
porque lo hice! ¡Tenía que cerciorarme!

El terror me carcome por dentro al leer; cero… dos… siete… en la identificación del óbito. Y
observar el levantamiento del cuerpo. Un torso desnudo con la piel blanca pegada a los
huesos, un rostro carente de vida, labios de color purpura y donde antes había ojos ahora solo
podía apreciar dos cuencas negras y profundas.

¡Shock! Las piernas me comenzaron a temblar, ¡quería marcharme de ahí! Sin embargo, era
inútil, las extremidades no se movían un centímetro. La percepción sobre el mundo quedo
destruida en un santiamén, ¡no podía creer que estuviera viviendo eso!

Parpadeo y veo cruzar por delante una bata blanca a paso vertiginoso. En un acto, el doctor,
tomo de los hombros al tipo y suavemente lo volvió a recostar mientras le hablaba con seriedad
y tranquilidad; « ¡Tienes que descansar! ¡Él no te hizo nada! ¡Ve a descansar! ¡Tu tiempo se ha
acabado!»
El óbito balbuceo algo inentendible por unos segundos y luego, sin más, quedo inerte.

-¿Estas bien, muchacho? –Pregunto el doctor.

-¡No sé! No entiendo que paso aquí.

-Hay muchas cosas que no vamos a entender. Esta es una de esas… Muchas veces no se
quieren ir y se aferran. No están vivos pero tampoco muertos del todo. No sé, no lo puedo
explicar… Por eso te dije, cuando tomamos un café, que era muy importante creer en algo.
Nadie sabe qué hay del otro lado.

Aquella madrugada pase de ser un escéptico total a una persona con la cabeza más abierta.
Aunque cueste creer, luego del hecho me tome unas semanas del trabajo, volví decidido a
seguir con el doctor, regrese a trabajar a la morgue del viejo Hospital San Roque, lugar donde
estuve por unos años más.
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LAS VOCES (Eduardo Liñan)

Tendría unos 18 años y en aquel entonces iba a la preparatoria y regresaba a mi casa ya de


noche y bastante agotado, como vivía en la ciudad de México. el trasladarte de un lugar a otro
implicaba mucho tiempo y era agobiante. Al llegar saludé a mi mamá y me sirvió algo de cenar
que apenas probé y dejé todo en la mesa, arrastrando los pies me tiré en mi cama y así que me
quedé dormido. Nunca tuve un sueño tan pesado como el que les voy a relatar y tan detallado.
Tanto, que recordaba todo con mucho detalle aun después de despertarme, incluso aun en
estos días lo puedo recordar como si lo acabara de soñar.

En mi sueño caminaba por una colonia muy lujosa de casas grandes y con detalles caros en
sus fachadas, a mi lado iba una persona que me decía hermano y yo lo identificaba así. (tengo
un par de hermanas no tengo hermanos) el día parecía soleado y las calles muy tranquilas.
Veníamos en la camioneta de mi papá y hablando tonterías de jóvenes, planeando ir por
alguna jovencita y llevarla a pasear. Mi supuesto «Hermano» se reía y le subía a la música
haciendo que todo el interior de la camioneta retumbara por el sonido. Al incorporarme a una
calle larga y sin casas. De pronto todo quedó en silencio y al voltear pude ver que el que era mi
hermano me veía con un gesto de odio, aunque parecía tranquilo. El silencio fue roto por su
voz que preguntaba algo inusual : «Jorge, desearía saber qué pasó con el maestro Carlos…»

En ese momento el clima soleado se tornó obscuro y nubes negras relampagueantes nos
rodearon, los estruendos de los relámpagos parecían romper todo y cuando la obscuridad se
cernió sobre nosotros ya estaba en la calle, completamente solo, sin personas y el supuesto
hermano. Sentí un terror profundo de verme rodeado por obscuridad y nubes relampagueantes.
En eso mi entendimiento me sugirió algo que recuerdo perfectamente, sentí que estaba en el
cuerpo de otra persona, sabía que era yo el que estaba parado ahí solo; pero mi cuerpo era
una especie de capullo que me rodeaba y al tratar de verme en algún reflejo me daba cuenta
que no era mi rostro, ni mi cuerpo. En eso me preguntaba ¿Quién era? y una voz en mi cabeza
decía: «Carlos».

En eso me sentí paralizado de ver que de entre las sombras del piso iban surgiendo unas
figuras negras que vestían túnicas negras, estas eran una sola pieza terminadas con una
capucha puntiaguda que no tenían agujeros para los ojos, en total surgieron 6 figuras negras
que solo estaban ahí paradas viéndome temblar de miedo, cuando comenzaron a caminar
velozmente hacia a mí, la huida fue frenética y casi me daban alcance cuando se paro frente a
mí una especie de camioneta de donde surgieron otros encapuchados y me subían a ella con
lujo de violencia, me golpearon y me dejaron sangrante en tanto me decían con una voz
tranquila y melosa.

«No te preocupes, muy pronto estarás ante la presencia de Lucifer…»

El pánico en mi era tal que intentaba zafarme de todas la maneras posibles de su


aprisionamiento, no sé cuando tiempo pasó; pero en instantes ya estaba parado en un camino
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rodeado de velas negras que iluminaban un sendero que conducía a un jacal en donde había
más encapuchados, lo más inquietante eran esos gorros con punta que los hacían ver más
siniestros. Los que venían martirizándome me condujeron a rastras por ese camino y me
dejaron en el interior, donde otros tipos dibujaban un pentagrama en torno a mí, comenzaron
con canticos llenos de gozo, me miraban y me decían que no me preocupara que estaría
pronto con el padre. No terminaba de presenciar eso cuando sentí algo en mi vientre, algo
helado y punzante que me hizo sentir mucho dolor y temor. Al mirar que era, me di cuenta con
horror que uno de los encapuchados me había clavado un enorme cuchillo en la panza, sentí el
golpe tan profundo que tocó mis vertebras, en un movimiento rápido el verdugo movía de un
lado a otro la daga y abría mi estomago dejando salir un chorro de sangre que se regó por el
piso y mis intestinos que evaporaban el calor interno.

No pude soportarlo más y desperté sudando y temblando de miedo por esa pesadilla. Poco a
poco me di cuenta donde estaba y me revisaba la panza. Respiré aliviado pensando que había
sido un sueño y que todo había sido producto de mi cansancio, tenia la luz encendida y aun
estaba vestido, así que me relajé y me preparé para volver a dormir y apagué la luces. No
acababa de presionar el apagador cuando escuché el rechinido de unas llantas al exterior de la
casa, y escuché que estaban levantando a alguien. Esa persona luchaba con fuerzas por qué
no lo metieran al vehículo, gritaba con terror y desesperación que lo ayudaran, yo estaba
paralizado sin poder moverme, deseaba observar; pero no quería que me vieran. Se
escucharon golpes, aullidos de dolor y estruendos en las cortinas de los negocios que había
por un lado de mi casa.

Lo más inquietante fueron las voces. Eran una voces roncas y estruendosas que parecían
hablar en otro idioma, un lenguaje incomprensible con acento de Europa del este. Todas
hablaban al mismo tiempo haciendo aun más inquietante el momento. Cuando se dejaron de
escuchar los ruidos y las malditas voces gritar, pasaron unos segundos. Yo con cautela me
asome a la ventana, y sentí la adrenalina correr cuando vi que los tipos que estaban levantando
a una persona eran los encapuchados, esos gorros negros en forma de cono sobre su cabeza
eran inconfundibles, pensé que aun soñaba; pero la realidad me estampó en el rostro cuando
metieron al hombre en el maletero y se subieron todos al vehículo, que era una van de color
negro. Arrancaron e imprimieron velocidad y se perdieron en una avenida transitada. Luego de
aquel momento extraño me senté en la cama a meditar sobre lo que había pasado y me acosté
intentando dormir; pero no pude.

Fue hasta que rayo la luz del sol que pude por fin dormir, era sábado y me levanté ya por la
tarde, mi mamá hacia de comer y me senté con ella contándole lo que había visto en la noche
anterior. Ella dejó lo que hacía para decirme que también los había visto a esos tipos de negro
raros, subiendo a un pobre hombre; pero le dio miedo. Era demasiada casualidad y por un
momento pensé que el hombre que levantaron era el Carlos de mi sueño. La respuesta me
llegó días después al leer una nota de un diario de internet. En las inmediaciones de un rastro
en el estado de México habían encontrado los restos de una persona, había sido acuchillada y
le sacaron los intestinos con los cuales lo estrangularon. Eso no era extraño en ese lugar era
común que mataran gente a diario. Lo extraño sucedió después al cenar con mi mamá, me dijo
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que platicando con la vecina, su ex esposo era el dueño de uno de los locales de los
alrededores y vivía en un lujoso fraccionamiento cercano, además era maestro de una
vocacional. Lo encontraron muerto cerca de un rastro, al escuchar lo relacioné con la noticia y
sentí nauseas al enterarme que era el mismo hombre, su nombre : Carlos Méndez.

Por esa noche no pude dormir pensando en todo eso. En que mi sueño se había hecho
realidad y que quizás pude advertir lo que pasaba, he vuelto a soñar muchas veces esa
situación con personas distintas, los mismos encapuchados y las mismas situaciones de
asesinato; a veces me daba cuenta por las noticias; pero otras no quería enterarme. No sé
cómo llamar a esta condición. Pero siempre que sueño con los tipos de negro, alguien cercano
muere.
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SU ÚLTIMO DESEO. (Hugo Jimenez)

Estaba acostado, nervioso, total era la primera vez en mi vida que me iban a operar.

Desde hace dos años empecé a sufrir de las anginas y el doctor Simón había decidido que ya
era hora de extirparlas para no seguir padeciendo.

Llegó el anestesiólogo, lo supe cuando me dijo: -

- Amiguito, es hora de ponerlo a dormir.

Respiré profundo, cerré mis ojos y sentí el pinchazo, dentro de poco me dormiría
profundamente y al despertar, estaría algo adolorido en la sala de recuperación.

No sé cuánto tiempo transcurrió, solo sé que abrí los ojos y vi al doctor que se acercó con el
escarpelo en la mano derecha, traté de hablarle, decirle algo para que se diera cuenta que
estaba despierto, y seguramente, sentiría todo el proceso operatorio.

Él pareció advertirlo y esbozó una sonrisa maléfica.

-Esta será la forma -dijo seriamente. -En que me pagues el haber embarazado a mi hija y
haberla abandonado, tranquilo, no te mataré solo te sacare tus “anginas”...

En ese momento un miedo galopante cruzó mi cuerpo, quería pararme, salir corriendo, gritar,
pero ya la anestesia estaba realizando su trabajo.

No supe más de mí, caí en un profundo sueño.

Al despertar, estaba boca abajo, sentía mi cabeza embotada, lentamente abrí los ojos,
pensando si todo había sido un sueño o si en verdad ese doctor quería vengarse de mí...

Al ver a mí alrededor pude notar que eso no era la habitación de un hospital, tenía un aspecto
aterrador, todo semi oscuro, tenebroso, sin ninguna ventana, parecía más bien una bodega,
además, se sentía un olor pestilente, como a algo muerto, intenté gritar pero de mi boca no
salía ningún ruido, solo un muy leve quejido, casi inaudible, ¿sería por lo de las anginas?,
¿sería que el doctor me cortó las cuerdas vocales?
Sentía mucha molestia tanto en la garganta como en la espalda, estaba atontado aun... Mire
hacia la mesita de noche que estaba allí, había una carta, temblando la empecé a leer, un
sudor helado recorría mi cuerpo...

La nota era del doctor, ni en mis peores pesadillas podía imaginarme lo que estaba
sucediendo.
Tiré la carta y toqué mi espalda. Una oleada de terror invadió mi ser. Era cierto lo que decía la
misiva:
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“Fuiste un verdadero desgraciado con mi hija, la razón de mi ser, la luz de mis ojos” – había
escrito el Doctor- “ella se enamoró de un mal nacido como tú, te aprovechaste de eso, la
embarazaste y la abandonaste. Ella cayó en una fuerte depresión, tanto así, que atentó contra
su vida y murió”.
“Cuando la baje de la cuerda con que se ahorcó –proseguía la misiva- le quedaba un hálito de
vida, me pidió perdón por haberse suicidado y matar a mi futuro nieto, no podía hablar mucho,
las palabras apenas se le entendían. Tenía la garganta destrozada, pero me dijo que no te
guardaba rencor, incluso que aun te amaba, y cerró sus ojos para siempre”.

Debo reconocer que las lágrimas salían de mis ojos sin poder contenerlas, hubiera querido
gritar, pedir perdón, suplicar, que se yo.

“Su último deseo –continuaba la carta- era estar contigo. Por eso, después del entierro, saqué
el cuerpo de mi hija, corté su torso y lo uní quirúrgicamente a tu espalda, así, ella estará contigo
mientras vivas, que no será por mucho tiempo, ya que ella se está descomponiendo y tarde o
temprano esto te afectará, además, estás encerrado en una bodega, en un sitio abandonado, te
dañé las cuerdas vocales así que no podrás gritar, morirás de hambre, de sed, de frío, con el
cadáver putrefacto de mi hija pegado a tu espalda, eso te recordará todo lo mal que te portaste
con una mujer que solo hizo de mal amarte.

¡Púdrete mal nacido en el infierno!

Han pasado, quien sabe ya cuantos días, me siento muy débil, tengo mucha hambre, tengo
mucha sed, también tengo fiebre, me duele la espalda. Ya me he acostumbrado al fétido olor
que sale de la parte de atrás de mi cuerpo, a los gusanos y moscas que me acompañan, a ese
terrible aroma a muerte, a soledad, a tristeza; pero a lo que no me acostumbro, lo que más me
desespera es escuchar la voz de ella todo el día, riéndose de mí, diciéndome que ella y el bebé
me aman, recordándome que me esperan en el infierno...
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LA MUERTE TOMA CUALQUIER FORMA (Nancy Alvarez)

Sufro de una enfermedad respiratoria, por esa razón tengo que estar casi siempre en el
hospital.
En una ocasión, me tocó quedarme todo el día en el hospital, casi siempre solo duraba de 5 a 4
horas, pero esa vez tuve un paro respiratorio, aunque fue leve, me tuvieron en observación
todo el día. Hasta que me pasaron a un área del hospital poco transcurrida.
Recuerdo que esa noche estaba solo y no veía pasar mucha gente en los corredores, tampoco
se escuchaba ruidos ni nada parecido, todo estaba en completo silencio, estaba tan silencioso
que podía escuchar los latidos de mi corazón que estaba un poco acelerado.
Respiré profundo y me calmé, trata de dormir y en ese momento entro una enfermera, trajo una
charola y la puso sobre la cama, ella sonrió y no dijo nada, mientras yo observaba con atención
que en la charola no había nada, en ese instante un escalofrío recorrió mi espina dorsal y sin
darme cuenta ya estaba temblando.
Moví mi cabeza justo al lugar donde se encontraba la enfermera, trague saliva y sin parpadear
observé la silueta de la mujer que estaba mirando fijamente por la ventana, en ese momento
los focos de la habitación comenzaron a fallar, mire al foco y después busque a la enfermera
con la mirada y ya no estaba, mire a todos lados nervios se apoderó de mi cuerpo, quería salir
de ese cuarto y cuando me quité el suero y los cables que tenía conectado a mi brazo, cogí la
perilla de la puerta y la moví lentamente.
Pero cuando iba a abrir la puerta una silueta se presentó en la puerta de mi habitación, era la
silueta de la enfermera, volví a mi cama y con mi corazón latiendo rápidamente, trataba de
calmarme y cuando al fin lo logré bi que la puerta estaba abierta.
Me arropé con la sábana y me puse a rezar, cuando de repente una sombra apareció delante
de mí y puso su mano sobre mí…
Despierte, había un doctor aun lado mío, me contó que había sufrido otro ataque y tuve un par
de días inconsciente.
Realmente no sé qué fue que sucedió, si fue un sueño o no, pero lo que si se es que la muerte
toma cualquier forma.

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