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7.

Un cadáver en la cama
Un grupo de amigas había decidido ir a [...] para pasar unos días. Se registraron en el
hotel y subieron a su habitación a dejar el equipaje, pero notaron un olor peculiar,
como si se les hubiera olvidado sacar la basura o no hubieran tirado de la cadena del
váter. Sin embargo, todo parecía estar en orden, así que se fueron y no volvieron
hasta la última hora de la noche.

El olor había empeorado notablemente a lo largo del día y ya era casi insoportable,
de modo que llamaron a mantenimiento para que localizara su origen. La persona
que les mandaron miró debajo de las camas, dentro de los armarios, incluso olfateó
los desagües y las ventilaciones, pero no pudo encontrar la fuente del olor. Al final,
limpiaron la habitación con generosas cantidades de productos perfumados, pusieron
la ventilación al máximo y desearon las buenas noches al grupo de amigas. La peste
estaba, por el momento, enmascarada, y como ellas estaban agotadas, se fueron a la
cama. Una de ellas escondió la cartera debajo del colchón, como acostumbraba a
hacer en los hoteles.

Todas durmieron hasta bien entrada la mañana: grandes rayos de sol entraban ya en
la habitación, caldeándola en extremo. El hedor seguía presente y más potente que
nunca. Una de las mujeres, ya bastante irritada, volvió a llamar al departamento de
mantenimiento para quejarse. Luego llamó al director del hotel para quejarse un
poco más. Un pequeño ejército de personal de dirección y mantenimiento se
presentó en breve, y una vez más, rebuscaron por todas partes sin resultado. Sin
embargo, todos estuvieron de acuerdo en que el olor era inaguantable, así que
dirección ofreció cambiar a las amigas de habitación.

Recogieron sus cosas para bajar al vestíbulo, pero cuando la señora que había
escondido la cartera hurgó debajo del colchón, tocó algo que parecía
sospechosamente una mano humana. Quitaron el colchón de encima de la cama y
ahí, en un hueco practicado entre los muelles del somier, había un hombre muerto.
Era evidente que lo habían asesinado en la habitación y el asesino lo había
escondido entre el colchón y el somier. Había recortado una parte de los muelles del
somier para que el cuerpo no formara un bulto en la cama.

[De Tened miedo… Mucho miedo. El libro de las leyendas urbanas de terror, de Jan
Harold Brunvand].
8. La mano huesuda
Una niña de siete años se había quedado con su abuela en su pequeño piso porque
sus padres se habían ido al cine. Todo fue normal, cenaron y se rieron un rato
charlando juntas. A las diez de la noche, la abuela se puso a hacer labores de
costura, y la niña se puso a ver la tele, pero de repente a la abuela le entró una sed
increíble, y le dijo a su nieta si le podía traer un vaso de agua.
-Está oscuro -dijo la niña.

-No temas, sigue el pasillo, que justo al lado de la puerta del baño hay un
interruptor.

La niña se decidió, y al entrar al pasillo no veía nada porque estaba muy oscuro, por
lo que se arrimó a una pared y fue palpando y tanteando a ciegas en busca de un
interruptor. Al seguir andando y llegar al marco de la puerta del baño, se paró y
siguió tanteando, y de repente notó como una mano huesuda intentaba arrastrarla a
la oscuridad del baño. La niña logró apartarse y fue llorando a su abuela. Desde
entonces, la niña está en tratamiento psicológico. ¿Que pasó, si solo estaban ellas
dos en la casa y la abuela estaba en el salón cosiendo?

[Del apartado Historias de miedo para campamentos de la web de cultura popular


oral Anecdonet].
9. ¿Quién apagó las psicofonías?
Lo que me dispongo a relatar es absolutamente verídico y relativamente reciente, me
ocurrió a mí hace aproximadamente seis meses. A mí el mundo del espiritismo, las
psicofonías y demás me produce mucha curiosidad, pero a la vez me asusta.

Un compañero de clase me proporcionó un CD que tenía grabadas algunas


psicofonías. Mi hermano me propuso llevarme un portátil para escuchar el CD
mientras se duchaba, y así lo hicimos. Antes de escuchar la primera psicofonía una
voz presentaba el CD y hacía una advertencia: “Nunca lo escuchen a oscuras”. En
ese momento, para asustar a mi hermano, apagué la luz del cuarto de baño y él gritó:
“¡Enciende la luz!”. Cuando la encendí, el disco ya no sonaba. Alguien le había
dado al stop. Yo no fui, de eso estoy seguro porque tenía el dedo en el interruptor de
la luz, y mi hermano tampoco, estaba dentro de la bañera y a más de dos metros del
portátil. ¿Quién apagó las psicofonías? No lo sé, y no estoy seguro de querer
saberlo.

[Del apartado Historias de miedo para campamentos de la web de cultura popular


oral Anecdonet].
10. Ven a jugar conmigo

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