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Golpes en el coche
Una familia, compuesta por dos pequeños y sus padres, viajaban por carretera
hacia [....] cuando el coche se les averió. Los padres salieron a buscar ayuda y,
para que los niños no se aburrieran, les dejaron con la radio encendida. Cayó la
noche y los padres seguían sin volver cuando escucharon una inquietante noticia
en la radio: un asesino muy peligroso se había escapado de un centro
penitenciario cercano a [....] y pedían que se extremaran las precauciones.
Las horas pasaban y los padres de los niños no regresaban. De pronto, empezaron
a escuchar golpes sobre sus cabezas. “Poc, poc, poc”. Los golpes, que parecían
provenir de algo que golpeaba la parte de arriba del coche, eran cada vez más
rápidos y más fuertes. “POC, POC, POC”. Los niños, aterrados, no pudieron
resistir más: abrieron la puerta y huyeron a toda prisa.
Solo el mayor de los niños se atrevió a girar la cabeza para mirar qué provocaba
los golpes. No debería haberlo hecho: sobre el coche había un hombre de gran
tamaño, que golpeaba la parte superior del vehículo con algo que tenía en las
manos: eran las cabezas de sus padres.
2. Yoduloso
Hace unos años, en un campamento, hubo un grupo de jóvenes que, durante una
excusión, se perdió. Tras varias horas perdidos, encontraron a un hombre
solitario: llevaba un hacha a la espalda y no les daba buena espina pero,
desesperados, le preguntaron cómo se llegaba al pueblo. A pesar de la primera
impresión, el hombre resultó ser supergradable: les dijo que se llamaba Yoduloso
y les acompañó hasta el pueblo, donde se despidió. Antes, se hizo una foto junto
a los jóvenes.
El grupo de jóvenes contó en el pueblo que el hombre que los había llevado hasta
allí se llamaba Yoduloso, pero los vecinos de la localidad dijeron que aquello era
imposible. El único Yoduloso que había habido en el pueblo falleció hace más de
100 años, y murió de una forma horrible: un grupo de niños jugaba a la pelota y
se le escapó, y Yoduloso fue a por ella. Llevaba un hacha en la mano y tuvo la
mala suerte de tropezar y cortarse su propia pierna. Murió desangrado.
3. Manitou
En ocasiones, al despertar, algunos niños se han dado cuenta de que les habían
dibujado en la frente, o por el cuerpo, una letra M en color roja. Está pintada con
sangre.
Esta es la historia de una joven de [....], llamémosla Sara. De pequeña, Sara tenía
miedo a la oscuridad, hasta que adoptó a un perro que le hacía compañía. Durante
años, Sara dormía tranquila porque sabía que bajo la cama estaba su perro, y si
tenía miedo solo tenía que extender la mano: entonces, el perro empezaba a
lamerla hasta que se quedaba dormida.
Así pasaron los años y Sara se hizo adulta. Una noche, en la radio, escuchó que
cerca de [....] estaba en busca y captura un asesino muy peligroso. Sara,
acompañada de su perro, no tenía miedo: se metió en la cama, extendió la mano
hacia el borde y el perro, como todas las noches, empezó a lamerla.
Una de las chicas se burló de aquella idea, así que las otras la desafiaron a que se
levantara y fuera a visitar la tumba. Como prueba de que había ido, tenía que
clavar una estaca de madera sobre la tierra de la tumba. La chica se fue y sus
amigas apagaron la luz otra vez y esperaron a que volviera.
Pero pasó una hora, y otra más, sin que tuvieran noticias de su amiga. Se
quedaron en la cama despiertas, cada vez más aterradas. Llegó la mañana y la
chica no había aparecido. Aquel mismo día, los padres de la chica regresaron a
casa y, junto al resto de padres, acudieron al cementerio. Encontraron a la chica
tirada sobre la tumba… Muerta. Al agacharse para clavar la estaca en el suelo,
había pillado también el bajo de su falda. Cuando intentó levantarse y no pudo,
creyó que el viejo muerto la había agarrado. Murió del susto en el acto.
Una adolescente está cuidando por primera vez a unos niños en una casa enorme
y lujosa. Acuesta a los niños en el piso de arriba, y, cuando apenas se ha sentado
delante de la televisión, suena el teléfono. A juzgar por su voz, el que llama es un
hombre. Jadea, ríe de forma amenazadora y pregunta: “¿Has subido a ver a los
niños?”.
La canguro cuelga convencido de que sus amigos le están gastando una broma,
pero el hombre vuelve a llamar y pregunta de nuevo: “¿Has subido a ver a los
niños?”. Ella cuelga a toda prisa, pero el hombre llama por tercera vez, y esta vez
dice: “¡Ya me he ocupado de los niños, ahora voy a por ti!”.
7. Un cadáver en la cama
Un grupo de amigas había decidido ir a [...] para pasar unos días. Se registraron
en el hotel y subieron a su habitación a dejar el equipaje, pero notaron un olor
peculiar, como si se les hubiera olvidado sacar la basura o no hubieran tirado de
la cadena del váter. Sin embargo, todo parecía estar en orden, así que se fueron y
no volvieron hasta la última hora de la noche.
Todas durmieron hasta bien entrada la mañana: grandes rayos de sol entraban ya
en la habitación, caldeándola en extremo. El hedor seguía presente y más potente
que nunca. Una de las mujeres, ya bastante irritada, volvió a llamar al
departamento de mantenimiento para quejarse. Luego llamó al director del hotel
para quejarse un poco más. Un pequeño ejército de personal de dirección y
mantenimiento se presentó en breve, y una vez más, rebuscaron por todas partes
sin resultado. Sin embargo, todos estuvieron de acuerdo en que el olor era
inaguantable, así que dirección ofreció cambiar a las amigas de habitación.
Recogieron sus cosas para bajar al vestíbulo, pero cuando la señora que había
escondido la cartera hurgó debajo del colchón, tocó algo que parecía
sospechosamente una mano humana. Quitaron el colchón de encima de la cama y
ahí, en un hueco practicado entre los muelles del somier, había un hombre
muerto. Era evidente que lo habían asesinado en la habitación y el asesino lo
había escondido entre el colchón y el somier. Había recortado una parte de los
muelles del somier para que el cuerpo no formara un bulto en la cama.
8. La mano huesuda
Una niña de siete años se había quedado con su abuela en su pequeño piso
porque sus padres se habían ido al cine. Todo fue normal, cenaron y se rieron un
rato charlando juntas. A las diez de la noche, la abuela se puso a hacer labores de
costura, y la niña se puso a ver la tele, pero de repente a la abuela le entró una sed
increíble, y le dijo a su nieta si le podía traer un vaso de agua.
-No temas, sigue el pasillo, que justo al lado de la puerta del baño hay un
interruptor.
La niña se decidió, y al entrar al pasillo no veía nada porque estaba muy oscuro,
por lo que se arrimó a una pared y fue palpando y tanteando a ciegas en busca de
un interruptor. Al seguir andando y llegar al marco de la puerta del baño, se paró
y siguió tanteando, y de repente notó como una mano huesuda intentaba
arrastrarla a la oscuridad del baño. La niña logró apartarse y fue llorando a su
abuela. Desde entonces, la niña está en tratamiento psicológico. ¿Que pasó, si
solo estaban ellas dos en la casa y la abuela estaba en el salón cosiendo?
Hace un tiempo, una amiga mía y yo decidimos hacer espiritismo por primera
vez, ya que nunca antes nos habíamos atrevido a hacerlo. Llamamos a otras dos
amigas para que nos acompañaran, ya que a mí me habían dicho que
probablemente con solo dos personas sería más difícil que pasara algo. Nos costó
trabajo convencerlas, pero al final cedieron. Lo preparamos todo y, un poco
asustadas, comenzamos a hacer la ouija.
Durante la sesión, una de las compañeras a las que habíamos llamado dijo: “Yo
me voy de aquí, menuda tontería esta de la ouija”. Nosotras nos asustamos un
poco y decidimos dejarlo para otro momento.
11. La cosa
Ted Martin y Sam Miller eran buenos amigos. Ambos pasaban mucho tiempo
juntos. En esa noche en particular estaban sentados sobre una valla cerca de la
oficina de correos hablando sobre nada en particular.
Después salió por tercera vez y se dirigió hacia ellos. Llegados a ese punto Ted y
Sam sentían miedo y comenzaron a correr. Pero cuando finalmente se detuvieron,
pensaron que se estaban comportando como unos bobos. No estaban seguros de
lo que les había asustado. Por lo que decidieron volver y comprobarlo.
Por la mañana, Blackwell les contó a sus amigos lo que había pasado. “Estabas
soñando”, dijeron ellos. “Eso debe haber sido”, repuso él, “pero no parecía un
sueño”. Después del desayuno se marchó a la ciudad. Pasó el día en las oficinas
de uno de los nuevos y altos edificios de la urbe.
Daisy Clark había estado en coma durante más de un mes cuando el médico dijo
que finalmente había muerto. Fue enterrada en un fresco día de verano en un
pequeño cementerio a un kilómetro y medio de su casa.
“Que descanse siempre en paz”, dijo su marido. Pero no lo hizo. A última hora de
la noche, un ladrón de tumbas con una pala y una linterna comenzó a
desenterrarla. Como la tierra seguía estando suelda, llegó rápidamente al ataúd y
lo abrió. Su presentimiento era cierto. Daisy había sido enterrada portando dos
valiosos anillos: un anillo de bodas con un diamante y un anillo con un rubí que
brillaba como si estuviera vivo.
El ladrón se arrodilló y extendió sus manos dentro del ataúd para arrebatar los
anillos, pero estaban totalmente adheridos a sus dedos. Así que decidió que la
única manera de hacerse con ellos era cortando los dedos con un cuchillo. Pero
cuando cuando cortó el dedo con la alianza, este comenzó a sangrar, y Daisy
Clark comenzó a moverse. ¡De repente, ella se sentó! Aterrorizado, el ladrón se
puso en pie. Golpeó accidentalmente la linterna y la luz se apagó.