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La Suegra del Diablo (Cuento)

Había una vez una viud�,:que tenía una hija muy linda. La
muchacha tenía muchos pretendientes, pero ninguno le parecía
bien a la señora pues estaba empeñada en casarla con un millo­
nario. Una tarde en que la muchacha estaba asomada a la venta­
na, vio venir a un caballero muy elegante, montado en u� hermo­
so caballo negro, con cascos de plata. Al pasar frente a ella, la
salud,ó con una sonrisa y la muchacha pudo apreciar que tenía to­
dos los dientes de oro.
A la tarde siguiente, la viuda se acomodó con su hija en la
ventana y de nuevo pasó el caballero montado en su caballo
negro� Cuando las saludó, la viuda pudo apreciar que en la cade­
na del reloj y en los anillos que llevaba, chispeaban grandes
brillantes. Al día siguiente, desde buena tarde,.las dos,mujeres es­
taban en la ventana. Esta vez, cuando el caballero pasó frente a
ellas,bajó del caballo para saludarlas y la viuda lo invitó a pasar
adelante. El caballero habló de sus riquezas, las invitó a visitar
sus fincas y por último pidió a la muchacha en matrimonio. La
viuda estaba feliz con la suerte de su hija y desde ese día empe­
zaron los preparativos para la fiesta del matrimonio.
Por fin se llegó el día de la boda y los recién casados se
fueron a vivir a otra ciudad, donde el caballero tenía sus nego­
cios. A los pocos días, la muchacha empezó a notar que su mari­
do hacía cosas muy raras; caminaba por las paredes y el cielo ra­
so; se hacía tan pequeño como una hormiga y se metía en las bo­
tellas vacías; luego salía y se estiraba tanto que, llegaba hasta el
techo.
En una ocasión en que la viuda llegó a visitar a su hija, la
muchacha le contó las cosas raras que hacía su marido. Pocos
días después la viuda volvió a visitarlos. Traía una olla de hierro
con una tapadera pesadísima, que cargaban entre varios
hombres. Después del almuerzo, la viuda le pidió a su yerno que
le demostrara las cosas raras que él sabía hacer. El hombre se
puso a caminar por las paredes y el cielo raso, y entonces la
viuda sacó la olla que había traído y le preguntó si era capaz de
meterse dentro de ella. De un brinco, el hombre se tiró desde arri­
ba y cayó dentro de la olla. La sue�ra llamó a los hombres que es­
taban escondidos detrás de una cortina con la tapadera y en un
mory,ento ellos taparon la olla. El yerno gritaba desesperadamen­
te y hasta su esposa trató de intervenir en su favor. Pero la mamá
le dijo que desde que ella le había contado las cosas raras que
hacía su yerno, había comprendido que se trata del mismo diablo.
La viuda se fue a la montaña seguida por los hombres que
cargaban con la olla tapada. Después les pidió que hicieran un
hueco bien profundo y allí dejó enterrada la olla con su yerno
dentro. Pasaron los años y el diablo seguía enterrado donde lo
dejó su suegra. Un día pasó por aquel lugar un pobre leñador a
quien le llamaron la atención unos quejidos que se oían bajo el
suelo. El hombre se puso a cavar en el lugar de donde salían los
quejidos y al cabo de algunas horas encontró la olla. Entonces
oyó una voz que decía: -Sácame de aquí y yo te recompensaré.
Si me sacas puedo hacerte inmensamente rico.
Al oír lo de las riquezas, el leñador sacó fuerzas de flaqueza
y él solo levantó la tapa de la olla. De inmediato el diablo salió de
su encierro y le dijo al leñador:

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-Para pagarte el favor que me has hecho, nos vamos a ir a
la ciudad. Yo me meteré en el cuerpo de diferentes personas para
que se pongan locas. Tú te anunc_iarás como médico y ofrecerás
curarlas. Sólo tienes que acercarte al oído del enfermo y decir
"yo soy el que te sacó de tu encierro" y yo saldré del cuerpo del
enfermo. Pero cuando te diga que no, es mejor que no insistas por­
que será inútil.
Se fueron pues a la ciudad y el leñador se hizo anunciar co­
mo médico. A los pocos días se puso enfermo un rico conde. Lo
vieron los médicos más famosos y ninguno pudo devolverle la ra­
zón. Entonces mandaron llamar al médico recién llegado. El leña­
dor llegó donde el enfermo, sacó una botella de agua que traía y
le dio a beber tr�s cucharadas. Luego con disimulo se acercó al
oído del enfermo y dijo: "yo sóy eJ que í,e sacó de tu-ef\cierro". In­
mediatamente el diablo salió y el conde quedó curado como por
milagro. La familia del conde quedó muy agradecida con el médi­
co y_ le dieron una gran recompensa.
Eri los días siguientes siguieron presentándose distintos cá�
sos de locura y todos en personas muy ricas. Todos fueron cura­
dos por el leñador, que ya no tenía donde guardar el dinero que
ganaba.
· Un buen día enfermó la reina y todos aconsejaron al rey que
mandara llamar al famoso médico. El rey le dij.o que si curaba a
su esposa lo nombraría médico del palacio y le daría grandes ri­
quezas. El leñador se acercó a la reina con su botella de agua y le
dio a beber las· tres cucharadas. Entonces s·e acercó al oído:;dé

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ella y dijo: "YQ soy el que te sacó de tu encierro".
Pero esta vez el diablo le respondió: -No.
Al oír esto, e-1 pobre hombre no s�bía que' hacer. Se acercó
otra vez al oído de la enferma y le súpHcaba al diablo que saliera.
Pero de nada valían las súplicas. _ ·-
, El leñador _pidió - al rey que-· le·-:'.diera tres días de plazo.
Mientras tanto no hacía más que suplicarle al diablo que saliera y
darle cucharadas de agua a la reina para disimular. Cuando ya es­
taba por vencerse el plazo, se le ocurrió una idea. Pidió al rey que
entregara a cada uno de los sirvientes una olla y un cucharón y
que entraran al cuarto de la reina golpeando las ollas y gritando.
Y así se hizo. Cuando ya se acercaban al cuarto, el leñador se
acercó al oído de la reina y le volvió a pedir al diablo que saliera.
En vez de contestar, el diablo preguntó qué era esa bulla que se
oía y el leñador le pidió que aguardara un momento mientras iba
a averiguar. A los pocos segundos regresó y le dijo:
-Ni te imaginas siquiera. Es tu suegra que ha averiguado
que estás aquí y viene con la olla para encerrarte de nuevo.
Al oír aquello, el diablo salió disparado y no paró de correr
hasta que llegó al infierno. La reina recuperó de inmediato la ra­
zón y el leñador, que ya era muy rico, decidió abandonar su traba­
jo de médico y se retiró a vivir en paz.

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