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LA NARRATIVA COMO MODALIDAD DISCURSIVA

Florencia Raquel Angulo Villán

El término “narrativa” cubre dos acepciones básicas: 1) la que refiere a la estructura o


trama y que se diferencia de otras tramas lingüísticas como la descriptiva, la
argumentativa, la dialogal, entre otras y 2) la que se refiere al “acto de contar”. Este
último sentido es el que permite considerar como narrativos ciertos tipos de relato como
los fílmicos, históricos, informativos, que poseen una función y estructura narrativa con
finalidades y especificidades propias.
Las cualidades intrínsecas y propias de los textos narrativos, que se utilizan en
referencia a la narrativa literaria, son válidas para marcar como narrativos a todos esos
tipos de texto. Gerard Prince en 1987 observaba que:

El grado de narratividad de un texto depende en parte de la medida en que la


narrativa concreta la expectativa del receptor, representando totalidades
orientadas temporalmente (prospectivamente de inicio a fin y
retrospectivamente de fin a principio), que comprenden cualquier conflicto y
están constituidas por situaciones y sucesos discretos, específicos y
concretos, totalidades significativas en términos de un proyecto y de un
universo humano (Prince, citado por Valles Calatrava, 2008, p. 22)

La actividad narrativa es una de las manifestaciones más antiguas y se liga a la


dimensión de la comunicación lingüística básica. Se caracteriza por el predominio de la
función referencial, casi siempre del pasado, la identificación hablante/narrador y
oyente/narratario; la comunicación oral in praesentia – y una serie de elementos
socioculturales y metalingüísticos propios.
El concepto de narrativa natural pertenece a Van Dijk y a M.L.Pratt quienes durante la
década del 70 desarrollaron investigaciones al respecto. Según Valles Calatrava, la
narrativa natural es:

“el relato verbal generado espontáneamente en la comunicación


conversacional cotidiana. De este modo se opone, por su condición natural,
a los relatos que tienen un carácter más elaborado como los literarios”
(2008, p.22)

En otras palabras, existen diferencias de matices entre la narrativa simple, referencial,


inmediata, en la que prima lo veridictorio y una narrativa literaria, reconocida como
“creación verbal” consciente, individual e irrepetible; en la que prima lo ficcional y
verosímil y con una función poética declarada.
Por supuesto, existen otras modalidades narrativas no estrictamente literarias –como el
cine, el cómic e incluso ciertos relatos televisuales- y otras con finalidad informativa
como la noticia, la crónica o el reportaje.

El acto narrativo
Dice el estructuralista francés Roland Barthes en su Introducción al análisis estructural
del relato (1966):
El relato comienza con la historia misma de la humanidad; no hay ni ha
habido jamás en parte alguna un pueblo sin relatos; todas las clases, todos
los grupos humanos, tienen sus relatos y muy a menudo estos relatos son
saboreados en común por hombres de cultura diversa e incluso opuesta.

Implica la dimensión pragmática: siempre hay alguien que cuenta algo a alguien, y la
pragmática involucra necesariamente al enunciador (la fuente de la voz narrativa) y al
enunciatario (hacia quién se orienta el enunciador), sea a través de su representación en
el relato mediante deícticos y apelaciones, sea como participante en la situación o
circunstancia que constituye el contexto narrativo. También sucede de este modo en las
narraciones literarias, las circunstancias de la narración, de no ser explícitas, sólo
pueden ser inferidas a partir del texto.

La enunciación narrativa: historia y discurso


La caracterización más extendida es probablemente la de historia y discurso. Fue Emile
Benveniste en la segunda mitad del siglo XX quien introdujo en el marco del
“estructuralismo”, la teoría de la enunciación compuesto por la historia, que es el
momento del acontecimiento y que se reconoce mediante ciertos tiempos verbales
(pretérito perfecto simple); y el del discurso, que pondría de relieve el momento del
habla a través de ciertos tiempos verbales (presente o pretérito perfecto) y de la
presencia de deícticos, haciendo patente la presencia de la voz del narrador.
Luego, Todorov se apropia de la distinción de Benveniste para adecuarla al ámbito
narratológico: la obra narrativa es historia en el sentido de que evoca una cierta realidad
o acontecimientos que habrían sucedido. Pero la obra es al mismo tiempo discurso:
existe un narrador que relata la historia y frente a él un lector que la recibe. En este nivel
no son los acontecimientos referidos los que cuentan, sino el modo en que el narrador
nos los hace conocer.

Los aportes de Genette: Una división tripartita. Historia, discurso y relato

Gerard Genette en Figures III (1972) va a especificar la denominación.


 Llama historia al nivel de las acciones.
 Denomina relato al discurso o enunciado narrativo
 Asigna el concepto de narración al acto de producir el relato.
De los tres aspectos, es el relato o discurso narrativo el que será objeto del estudio
emprendido por Genette. Es el objeto de estudio principal ya que el conocimiento de la
historia y de la narración está mediatizado por el relato.
Dice M. I. Filinich que como el relato literario es un acto verbal y como hay un sujeto
que se instala como locutor y asume el lenguaje para dirigirse a otro, se actualiza en el
relato la condición dialógica. En consecuencia, “el relato o discurso narrativo no sólo
representa una historia sino una situación comunicativa completa” (1997, p.19)

La presencia de un narrador

El texto narrativo literario, expresa se caracteriza fundamentalmente por poseer un


narrador que funciona en todos los textos narrativos como una instancia enunciadora
que cuenta una historia y relata una secuencia de acontecimientos ficcionales,
originados o sufridos por agentes ficcionales, antropomórficos o no, individuales o
colectivos, situándose tales sucesos y tales agentes en el espacio de un mundo posible.
(Aguiar e Silva citado por Valles Calatrava, 2008, p.26),
Al respecto, Pimentel (1998, p.10-16) afirma que el relato se construye progresivamente
por la mediación de un narrador. Esta función mediadora del narrador es útil pues en
cualquier forma de relato (cuento, novela, anécdota, etc.) hay siempre alguien que da
cuenta de algo a alguien.
Básicamente la voz del narrador constituye la única realidad del relato.

Autor/lector y narrador/narratario
Existen dos planos que deben delimitarse claramente: el autor y el lector (que se
presentan en la praxis y tienen sustancia histórica) y el narrador y su narratario
En este sentido, Filinich (1997, 22) advierte que la narración o situación narrativa hace
visibles a dos interlocutores: narrador y narratario. Con narratario se refiere a esa
instancia equivalente a la del narrador que ocupa el lugar del otro a quien se orienta el
discurso.
¿Cómo reconocemos al narrador? Las marcas del narrador son de diversa índole y están
mejor definidas que las marcas del narratario.
Al narrador lo reconocemos por los rasgos estrictamente lingüísticos (persona
gramatical, deícticos, tiempos verbales) como también por rasgos estilísticos
(estrategias narrativas) y axiológicos (evaluaciones, creencias)
En cambio, es menos preciso el encuentro con el narratario. En ciertos textos las marcas
son explícitas pero la mayoría de las veces, dice Filinich (1997, p.22): “la figura del
narratario debe reconstruirse de manera indirecta, a través del discurso del narrador”.
Un leve esfuerzo de abstracción permite distinguir entre autor y narrador. El narrador no
tiene una personalidad sino una misión, tal vez una única misión: contar.

El narrador: ve un mundo y lo cuenta


El que cuenta, el narrador, aporta información sobre la historia que narra. El verdadero
carácter de un narrador no consiste tanto en lo que cuenta sino en cómo cuenta. El cómo
cuenta se relaciona con lo que ve, es decir, la perspectiva que adopta. La visión del
narrador determina pues la perspectiva de la narración. El punto de vista o ángulo de
enfoque, es decir, la perspectiva determinada para ordenar el mundo cobra en la
narración dos modos fundamentales:

1.- El narrador está fuera de los acontecimientos narrados: refiere los hechos sin
ninguna alusión a sí mismo.
2.- El narrador participa en los acontecimientos narrados. Dicha participación puede
asumir a) un papel protagónico; b) un papel secundario; c) el papel de mero testigo
presencial de los hechos. En estos casos el narrador está dentro de la historia.

La focalización
Focalización es una categoría trabajada por G. Genette (1989) para explicar de otro
modo aquello que ve el narrador.
Focalización cero o relato no focalizado: el narrador omnisciente dice más de lo que
saben los personajes (también podría hablarse de focalización ubicua, puesto que más
que una ausencia de foco se trata de la omnipresencia de un observador jerárquicamente
superior a lo observado)
Focalización interna, designa aquella posición del narrador cuyo saber es equivalente al
del personaje y que puede ser a) fija —el punto de vista se sitúa en el mismo personaje a
lo largo de todo el relato—; b) variable —el personaje focal es primero uno y luego
otro—; c) múltiple —los mismos hechos son evocados varias veces según diversos
puntos de vista—.
Focalización externa, el narrador dice menos de lo que sabe el personaje y sólo accede a
sus acciones perceptibles a partir de las cuales se debe inferir su mundo interior.

El narrador sabe y cuenta:


También el narrador conoce. Se advierte que el grado de conocimientos que posee el
narrador varía según el relato. Según Oscar Tacca, el narrador puede clasificarse en:

 Omnisciente (el narrador posee un conocimiento mayor al de sus personajes)


 Equisciente (el narrador posee una suma de conocimientos igual a la de sus
personajes)
 Deficiente (el narrador posee menor información que su personaje o personajes)

El narrador omnisciente, el que sabe más que el personaje, se presenta generalmente en


los relatos en 3º persona.
El omnisciente es un autor “dios”. Todo lo sabe, todo lo descubre. Esta fue la técnica
tradicional del relato decimonónico. Hace crisis en el siglo XX.
Se podría pensar que es una visión antinatural, artificiosa, un narrador dotado de
ubicuidad temporal y espacial. Un claro ejemplo es el que sigue:
Un edificio gris, achaparrado, de solo treinta y cuatro plantas. Encima de la
entrada principal las palabras: Centro de Incubación y Condicionamiento de
la Central de Londres, y, en un escudo, la divisa del Estado Mundial:
Comunidad, Identidad, Estabilidad.
La enorme sala de la planta baja se hallaba orientada hacia el Norte. Fría a
pesar del verano que reinaba en el exterior y del calor tropical de la sala, una
luz cruda y pálida brillaba a través de las ventanas buscando ávidamente
alguna figura yacente amortajada, alguna pálida forma de académica carne
de gallina, sin encontrar más que el cristal, el níquel y la brillante porcelana
de un laboratorio. La invernada respondía a la invernada. Las batas de los
trabajadores eran blancas, y estos llevaban las manos embutidas en guantes
de goma de un color pálido, como de cadáver. La luz era helada, muerta,
fantasmal. Solo de los amarillos tambores de los microscopios lograba
arrancar cierta calidad de vida, deslizándose a lo largo de los tubos y
formando una dilatada procesión de trazos luminosos que seguían la larga
perspectiva de las mesas de trabajo.
—Y esta —dijo el director, abriendo la puerta— es la Sala de
Fecundación.
Inclinados sobre sus instrumentos, trescientos fecundadores se hallaban
entregados a su trabajo, cuando el director de Incubación y
Condicionamiento entró en la sala, sumidos en un absoluto silencio, solo
interrumpido por el distraído canturreo o silboteo solitario de quien se halla
concentrado y abstraído en su labor. Un grupo de estudiantes recién
ingresados, muy jóvenes, rubicundos e imberbes, seguía con excitación, casi
abyectamente, al director, pisándole los talones. Cada uno de ellos llevaba
un bloc de notas en el cual, cada vez que el gran hombre hablaba,
garrapateaba desesperadamente. Directamente de labios de la ciencia
personificada. Era un raro privilegio. El DIC de la central de Londres tenía
siempre un gran interés en acompañar personalmente a los nuevos alumnos
a visitar los diversos departamentos.
Aldous Huxley, Un mundo feliz
El narrador equisciente, el narrador que sabe igual que el personaje, es un narrador que
muestra el mundo como lo ven sus héroes. Distribuye un caudal de información
equivalente. Esta forma exige de mayor participación del lector, que debe estar alerta.
Lo que se dice no es lo que un “dios” ve, sino lo que los personajes creen que es. Un
caso de predominio de este tipo de narrador es aquel que cuenta todo adoptando
sucesivamente el punto de vista del personaje, cambiando de posición, poniéndose en
lugar del personaje. También se dice de éste tipo de narrador que es una tercera persona
que encubre a una primera, un “yo”. Hay una percepción limitada. El narrador
equisciente sólo puede dar información de lo que sabe un solo personaje. Veamos un
ejemplo:

A la mañana siguiente se despertó tarde, tras un sueño agitado que no lo


había descansado. Se levantó bilioso, irritado, de mal humor, y consideró su
habitación con odio. Era una jaula minúscula, de no más de seis pies de
largo, y tenía un aspecto miserable con su papel amarillento y lleno de polvo
colgando en jirones de las paredes.
(...)
Le dio el golpe precisamente en la mollera, a lo que contribuyó la baja
estatura de la víctima. Enseguida, le hirió por segunda y por tercera vez,
siempre con el revés del hacha y siempre en la mollera. La sangre brotó cual
una copa volcada, y el cuerpo se desplomó hacia delante en el suelo. Él se
echó atrás para facilitar la caída y se inclinó sobre su rostro: estaba muerta.
Las pupilas de los ojos, dilatadas, parecían querer salírsele de sus órbitas; la
frente y la cara muequeaban en las convulsiones de la agonía.
(...)
¿Dónde he leído -pensó Raskólnikov prosiguiendo su camino-, dónde he
leído lo que decía o pensaba un condenado a muerte una hora antes de que
lo ejecutaran? Que si debiera vivir en algún sitio elevado, encima de una
roca, en una superficie tan pequeña que sólo ofreciera espacio para colocar
los pies, y en torno se abrieran el abismo, el océano, tinieblas eternas, eterna
soledad y tormenta; si debiera permanecer en el espacio de una vara durante
toda la vida, mil años, una eternidad, preferiría vivir así que morir. ¡Vivir,
como quiera que fuese, pero vivir!
Crimen y castigo, Fiódor Dostoievski
El narrador deficiente sabe menos que el personaje. Se relaciona con la sutil
administración de sombras y silencios, con la dosificación del claroscuro. El narrador
sabe menos que el protagonista. Intenta ser imparcial y por eso, se llama también
narrador objetivo. Es apto para la novela policial que necesita siempre una zona de
sombra y ambigüedad.
Al visitar a mi amigo Sherlock Holmes un día de otoño del año pasado, lo
encontré enzarzado en animada conversación con un caballero de edad
provecta, rechoncho, de faz rubicunda y cabellos de un color rojo intenso.
Excusándome por mi intrusión, me disponía a retirarme, pero Holmes me
empujó bruscamente hacia dentro y cerró la puerta detrás de mí.
–No podía haber venido en mejor momento, mi querido Watson –me dijo
cordialmente.
–Temía que estuviera trabajando.
–Así es. Y mucho, por cierto.
–Entonces puedo esperar en la habitación de al lado.
–Nada de eso. Este caballero, señor Wilson –dijo a su interlocutor,
presentándome–, ha sido mi compañero y ayudante en muchos de mis casos
más brillantes, y no me cabe duda de que también en el suyo me será de
suma utilidad.
“La liga de los pelirrojos” de Arthur Conan Doyle.

El narrador es también una voz


Como observamos el narrador puede estar fuera de la historia o dentro de la historia.
Puede ser un personaje o sólo ser el narrador. Además, tiene como condición, incorporar
al relato la voz de los personajes y su propia voz. Observemos a continuación, las
distintas posibilidades que tiene el narrador para hacer ingresar la voz o las voces en el
relato.

La voz en estilo directo


Los enunciados se introducen a través de marcas gráficas: guiones, comillas, dos
puntos, presencia de signos de exclamación e interrogación.
Se introduce lo dicho por el personaje mediante un verbo del habla (verbos dicendi o
declarativos) que puede estar antes del enunciado, intercalado o al final. El personaje
puede tener un lecto y un registro lingüístico particular:
El patrón fingía enojo, apostrofándome con voz fuerte:
-A ver si te mandás mudar muchacho y dejás tranquilos a los mayores.
Afuera reclamaba yo de quien me había mandado:
-Aura dame un peso.
-¿Un peso? Te ha pasao la tranca Juan Sosa.
-No... formal, alcánzame un peso que vi'hacer una prueba.
Sonriendo mi hombre accedía esperando una nueva payasada y a la verdad
que no era mala, porque entonces tomaba yo un tono protector, diciendo a
dos o tres:
-Dentremos muchachos a tomar cerveza. Yo pago.
Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes
La voz en estilo indirecto
Los enunciados se introducen con verbos del habla mediante conjunciones: “que”,
cuando se trata de aserción y “si”, cuando se trata de pregunta. Las marcas tipográficas
(guiones, comillas) desaparecen. Los signos de interrogación y exclamación están
ausentes. En algunos casos se suprime el lecto ni el registro. Los tiempos verbales se
adecuan al tiempo verbal del verbo de habla: retroceden hacia el pasado. Los
pronombres dependen de la situación comunicativa: los personales, demostrativos y
posesivos, cambian adecuándose a la nueva situación.

Mi reputación de dicharachero y audaz iba mezclada de otros comentarios


que yo ignoraba. Decía la gente que era un perdidito y que concluiría,
cuando fuera hombre, viviendo de malos recursos. Esto, que a algunos los
hacía mirarme con desconfianza, me puso en boga entre la muchachada de
mala vida, que me llevó a los boliches convidándome con licores y sangrías
a fin de hacerme perder la cabeza; pero una desconfianza natural me
preservó de sus malas jugadas.
Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes
La voz en estilo indirecto libre
El narrador se ve influido por la subjetividad del personaje, ve como vería el personaje y
habla como hablaría el personaje, adopta su perspectiva. No se usan marcas gráficas
para introducir el discurso ajeno. Se conservan los signos de exclamación y de
interrogación. Los tiempos verbales se corresponden con el estilo directo pero faltan los
verbos del habla. Se conserva el lecto y el registro del personaje:

Quería ir a Marte en el cohete. Bajó a la pista en las primeras horas de la


mañana y a través de los alambres les dijo a los hombres uniformados que
quería ir a Marte. Les dijo que pagaba impuestos, que se llamaba Pritchard y
que tenía derecho de ir a Marte. ¿No había nacido allí mismo en Ohio? ¿No
era un buen ciudadano? Entonces, ¿por qué no podía ir a Marte?

Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury,

La voz es un monólogo interior o fluir de la conciencia


Evoca el flujo ininterrumpido de pensamientos del personaje a medida que surgen y en
el orden que surgen, sin explicar el encadenamiento lógico. Intenta reproducir el
pensamiento tal como llega a la mente. Se percibe una emergencia desorganizada y
confusa de imágenes, sensaciones, sentimientos e ideas expuestas sin ilación lógica y
con distorsiones sintácticas, por medio de libres asociaciones con la consiguiente
alteración o disolución del tiempo y el espacio. El fluir de la conciencia puede iniciarse
a partir de un relato tradicional a través del cual el narrador en tercera persona se
aproxima cada vez más al personaje hasta sustituir su propia narración por el mero
registro del fluir de la conciencia de este.
También puede suceder que en el relato en primera persona, en un momento dado, el
narrador-personaje abandone todo intento de exposición clara e hilvanada y reproduzca
simplemente la incoherencia y el caos de su yo interior.

(…) el día que estábamos tumbados entre los rododendros en Howth Hesd
con su traje gris de tweed y su sombrero de paja yo le hice que se me
declarara sí primero le di el pedazo de galleta de anís sacándomelo de la
boca y era año bisiesto como ahora sí ahora hace 16 años Dios mío después
de es beso largo casi perdí el aliento sí dijo que yo era una flor de la
montaña sí eso somos todas flores un cuerpo de mujer sí ésa fue la única
verdad que dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí eso fue lo que me
gustó porque vi que entendía o sentía lo que es una mujer (…)
Ulises, de James Joyce.

Bibliografía:
Resúmenes de apartados y fragmentos extraídos de:
Filinich, María Isabel (1997) La voz y la mirada. México: Plaza y Valdéz.
Genette, Gerard (1989) Figuras III. Barcelona: Lumen
Pimentel, Luz Aurora (1998) El relato en perspectiva. México: Siglo XXI.
Tacca, Oscar (1989) Las voces de la novela. Madrid: Gredos
Valles Calatrava (2008) Teoría de la narrativa: una perspectiva sistemática. Madrid,
España: Iberooamericana-Vervuert

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