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La Casa de los marqueses de Herrera y Valle Hermoso

La casa de morada de los marqueses de Herrera y Valle Hermoso y los condes de Valdemar
de Bracamonte, conocida como la Casa del Mayorazgo de Chiclín.

Por
Miguel Adolfo Vega Cárdenas

La historia de la casa del mayorazgo de Chiclin, que fue morada de los


marqueses de Herrera y Valle Hermoso y los condes de Valdemar de
Bracamonte, poseedores de dicho mayorazgo, comienza con el solar
fundacional donde estuvo emplazada esta casa y abarca a los diferentes
"dueños y señores" que a lo largo de los años habitaron la casa de ese
mayorazgo trujillano al que estuvo vinculada esta casa.
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Este estudio fue realizado por el autor en el año 1982 y siguientes cuatro o
cinco años, y está fundamentado en la documentación que al respecto existe
en el Archivo Regional de La Libertad de Trujillo. Su objetivo fue el de una
publicación que diera a conocer su inedita historia, publicación que
lamentablemente no se realizó.
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Cabe mencionar que está casa fue una de las valiosas propiedades vinculadas
al mayorazgo fundado por el comisario general de caballería del tercio y
batallón de la ciudad de Trujillo del Perú, don Juan de Herrera y Valverde, a
inicios del Siglo XVIII. Mayorazgo legítimamente nombrado, según su
fundación, como Mayorazgo de Herrera, nombre con el cual pocas veces fue
mencionado, prefiriéndose identificarle como a “El vínculo y mayorazgo de
Chicín”. El lugar geográfico sobre el cual estuvo emplazado pesó más que le
apellido de su noble fundador.

Situada en el centro de la ciudad de Trujillo del Perú, en la plaza mayor, en el


cruce de las actuales calles de Francisco Pizarro y Diego de Almagro, la Casa
del Mayorazgo de Chiclín fue una de las mejores casas que por espacio de
numerosos años albergó, en lugar favorecido, a nobles familias de nuestra
antigua ciudad. Condes, marqueses, marquesas, corregidores, maestres de
campo, comisarios generales de caballería del tercio y batallón, regidores
perpetuos, alcaldes provinciales de la Santa Hermandad, todos nacidos en
Trujillo, fueron quienes la habitaron y se sucedieron desde inicios del siglo
XVIII, como dueños y señores del mayorazgo trujillano más importante,
principalmente sustentado económicamente en la hacienda y trapiche
azucarero de “Nuestra Señora del Rosario de Chiclín” en el fértil y amplio valle
del río Chicama.
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El balcón de esquina de La Casa del Mayorazgo de Chiclín


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Convertida en un símbolo arquitectónico, dio un sentido patrimonial a la cultura
urbana desarrollada en esta ciudad. La magnifica Casa del Mayorazgo de
Chiclín ha quedado en nuestro recuerdo a través de invalorables fotografías,
conservadas en colecciones particulares ; debidas a exquisitas pupilas y a
gravados de sensibles y cultos personajes extranjeros que por aquí pasaron
admirando su belleza y reconociendo su gran valor histórico y arquitectónico.
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La portada principal y el balcón de la casa

Su señorial portada principal seguida de un gran balcón de esquina adornó la


plaza mayor de nuestra ciudad hasta poco antes de 1948, en que tal vez una
mala entendida modernidad, o una falta de sensibilidad y respeto, borró para
siempre sus huellas. Trujillo, irremediablemente, perdió a una de las evidencias
más importantes de su floreciente pasado virreinal.

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La esquina formada por las actuales calles de Almagro y Pizarro, a la izquierda el Palacio
Municipal y al frente La Casa del Mayorazgo de Chiclín
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Mayorazgo de Chiclin, miguel adolfo vega cardenas, Trujillo del Perú

El solar de Melchor Verdugo


En el siglo XVI, el solar de esquina que más tarde ocupó la Casa del
Mayorazgo de Chiclín, perteneció al conquistador Melchor Verdugo, personaje
de noble familia española, y a su esposa doña Jordana Mejía, dama española
“de gran espíritu y orgulloso carácter” y “mujer muy principal”; quienes
edificaron una importante casa en la plaza pública , que al decir de esos
tiempos “eran casas principales y muy buenas y de las mejores que había en
esta ciudad” “por estar como estaban las dichas casas muy buenas, bien
labradas y edificadas” . Los documentos de épocas pasadas, cuando se
refrieren a una casa de morada los hacen mencionándolas como “casas”. Se
dice que fue casa de dos plantas como lo fueron la mayoría de casas trujillanas
pertenecientes a conquistadores y primeros vecinos.

Tras enviudar en 1567, y hacer un nuevo matrimonio, doña Jordana la ocupó


por espacio de tres décadas, al final de las cuales, en estado de ruina, se
vendió en almoneda pública. La viuda de Verdugo se fue a vivir a Lima en
donde falleció en 1624.

La casa del Comendador Verdugo continuó su ruina, tras fuertes aluviones y un


asolador terremoto, fenómenos naturales frecuentes que no se apiadaron de la
inconsistencia de los materiales usados en su construcción.
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La casa de don Antonio Urraco de la Carrera,


edificada por el arquitecto portugues Alonso de
las Nieves

La magnífica portada principal edificada por el


arquitecto Alonso de Las Nieves, en el Siglo XVII, que pervivió hasta el Siglo XX en que fue
demolida.

Al iniciar la tercera década del siglo XVII, la antigua y bien ubicada casa del
encomendero Melchor Verdugo, en completo estado de ruina, tenía nuevos
propietarios: el contador Antonio Urraco de La Carrera y su esposa doña
Catalina de Huerta y Bohórquez. El contador decidió edificar una nueva casa
familiar, para lo cual contrató, en mayo de 1630, al competente arquitecto
portugués Alonso de las Nieves , residente en Trujillo. El arquitecto se
comprometió a hacer primero “la portada principal de la casa, de ladrillo, con su
planta como lo está la portada de la casa en que vive el señor Obispo don
Carlos Marcelo Corni, y en lugar de aquellas columnas que están en el aire
hade llevar sus repisas con sus cornisamientos y hade ir de ladrillo asentado
con barro y revocado con cal”, y a construir todas las habitaciones, utilizando la
mayoría de los antiguos cimientos de la casa del conquistador Verdugo .

En enero de 1633 el Contador encargó al maestre de fragata Juan Muñoz Ruiz,


la madera necesaria para las obras de carpintería de la casa,
comprometiéndose el maestre: “de tomar viaje del que va ha hacer ahora a
Tierra Firme, traer a esta ciudad las piezas de madera que tiene concertadas
para la fábrica de las casas que esta labrando el dicho contador, al puerto de
Guanchaco…” . Casa que el contador y su familia habito por largos años.
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Cárdenas, Trujillo del Perú

La casa de don Juan de Herrera y Valverde,


fundador del vínculo y mayorazgo de Herrera
conocido como mayorazgo de Chiclín
El 26 de julio de 1689 la deteriorada pero bien situada casa de la viuda e hijos
de don Antonio Urraco de la Carrera salio a subasta pública, adquiriéndola el
comisario general del tercio y batallón de la ciudad de Trujillo del Perú don
Juan de Herrera y Valverde , iniciándose así la tradición de La Casa del
Mayorazgo de Chiclín que ocupo parte privilegiada del antiguo solar
fundacional de esquina del conquistador Verdugo.
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Don Juan de Herrera y Valverde tomo posesión de su nueva propiedad, pues
así lo declaró en un documento otorgado en 1691:“Por cuanto tiene por suyas
propias las casas de su morada que están en la traza de esta dicha ciudad, en
la esquina de la plaza principal, que fueron de los herederos del contador don
Antonio Urraco de la Carrera y por bienes suyos los hubo y compró en remate
público…….” .Don Juan de Herrera y Valverde al fundar su mayorazgo en
diciembre de 1700, vinculó a éste sus haciendas de “Nuestra Señora del
Rosario de Chiclín”, y “La Exaltación de la Cruz”, colindantes y situadas en el
valle de Chicama, y su casa principal de morada, según declaró en el
instrumento de fundación:“y así mismo sobre una casa principal que tengo por
mía propia en la traza de ésta ciudad y una casita accesoria a ella que hube y
compré al licenciado don Luís González de Bohórquez presbítero por escritura
pública, que está en la esquina de la plaza mayor de esta dicha ciudad
inmediatas a las casas de cabildo de ella y por una lado como se va al hospital
de san Sebastián y por el otro por el convento de Santo Domingo, según que
más largamente constará de dichas escrituras a que me remito y sobre las
maderas de todos géneros que en bruto tengo en dicha casa para los cubiertos
y reedificación de ellas” .El Hospital de San Sebastián fue por esa época en
antiguo hospital que tiempo después pasó a ser el nuevo Hospital de los
Betlemitas.
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De esta manera el fundador ejerció el privilegio correspondiente a su nobleza
trujillana, cuyo fin principal fue el dar lustre y solar conocido a los futuros
sucesores del mayorazgo y asegurar, de esta manera, la continuidad legal de
su apellido y de sus cuantiosos bienes vinculados.Don Juan de Herrera y
Valverde, a lo largo de su fructífera vida de agricultor, desempeñó los cargos
públicos de maestre de campo, comisario general de la caballería del tercio y
batallón, regidor perpetuo del Cabildo, alcalde ordinario, Teniente de Corregidor
de la Jurisdicción, dueño y señor de su floreciente mayorazgo y aspirante a un
título nobiliario de Castilla que no alcanzo a gozar.
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Vivió hasta el 01 junio de 1714, muriendo a los 70 años de edad, soltero y sin
dejar, lamentablemente, descendencia. Le heredó el mayorazgo su sobrino
carnal predilecto, don Juan Joseph García de Zarzosa y Herrera, quien al tomar
posesión como sucesor primario tuvo que anteponer a su apellido paterno el
apellido de Herrera de su tío el fundador. Así lo había ordenado expresamente
el fundador a todos los sucesores.
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Don Juan de Herrera y Zarsoza, nuevo


habitante de La Casa

El patio principal de la casa


del mayorazgo de Chiclín.
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Don Juan Joseph de Herrera y Zarzosa había nacido en Trujillo, su padre fue el
maestre de campo don Manuel García de Zarzosa, natural de las montañas de
Burgos en los reinos de España, y su madre doña Maria de Herrera y Valverde,
nacida así mismo en Trujillo, de quienes fue hijo legítimo .
.
.
El 08 de junio de 1714, Juan Joseph de Herrera y Zarzosa , futuro primer
marqués de Herrera y Valle Hermoso, emprendió el mejoramiento del solar de
la Casa del Mayorazgo de Chiclín, comprando una vivienda contigua, con dos
tiendas y una calesera, que luego anexo a la casa principal, y según la
escritura de venta:
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“ dicha casa está en la traza de esta dicha ciudad en la calle como se va de la
plaza mayor de ella para el convento de nuestro padre Santo Domingo, que
linda por la parte de abajo con casa del maestre de campo don Bartolomé
Tinoco Cavero del Orden de Calatrava, y por la parte de arriba con casas del
dicho Comisario don Juan Joseph de Herrera y Zarzosa, y por las espaldas, así
mismo, con casa, huerta y corrales del susodicho y por la frente la dicha calle
real y casa de mi el dicho vendedor” .
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La casa de don Bartolomé Tinoco Cavero mencionada en el documento es la
casa del mayorazgo de Facala, que gracias a don Jaime de Orbegoso continua
hasta el presente embelleciendo nuestra ciudad, formando con la plazoleta e
iglesia de Santo Domingo un importante conjunto arquitectónico.
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El 26 de Septiembre de 1714 el comisario general de la caballería, Juan


Joseph de Herrera Y Zarzosa, contando con 37 años de edad, recibió
judicialmente los bienes muebles y raíces vinculados al mayorazgo, para lo
cual se hizo una memoria y relación jurada, la cual respecto a la casa principal
de morada y su estado comenta: “Ytem, una casa vieja en esta ciudad que está
arruinada en el todo” . Casa que reedificada al estilo arquitectónico de la época
fue la señorial mansión trujillana y solar conocido de esa familia.
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Don Juan Joseph fue casado con doña Juana Joaquina Roldán y Cavero, noble
y joven dama trujillana nacida en 1713, perteneciente a una antigua,
acaudalada y distinguida familia de la ciudad.
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Aumentada el área de la Casa del Mayorazgo de Chiclín hasta sus nuevos
limites que la volvieron colindante con la casa del mayorazgo de Facalá, se
emprendió inmediatamente la reedificación de la casa, para lo cual el fundador
había dejado las maderas necesarias que se requirieron en la obra de
carpintería.
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La nueva condición y calidad del flamante “dueño y señor del mayorazgo de
Chiclín”, acrecentó en su espíritu el anhelo de alcanzar de la Corona Española,
las gracias y títulos de Castilla correspondientes a su condición de higosdalgo
trujillano y a su alta categoría social, y de esta manera dar a su noble linaje
condiciones suficientes para perdurar. Merced Real que años más tarde logro
obtener, si bien la Real Cédula de confirmación del Marquesado de Herrera y
Valle Hermoso le llegó dos años después de su muerte .
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La reedificación de la Casa del mayorazgo de Chiclín conservó la magnifica
portada principal labrada en el siglo XVII por el arquitecto portugués Alonso de
las Nieves.
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La casa además de la gran sala principal que miraba al arco del zaguán y
puerta de calle, tuvo dos salas, una cuadra, dormitorio, cuarto de estudio y otra
vivienda a un lado del zaguán; todas estas habitaciones nobles de la casa,
estuvieron edificadas sobre un alto terraplén, con sus techos enmaderados y
finamente labrados. Un corredor alto techado sobre 6 columnas azapatadas de
madera y un barandal de balaústres así mismo de madera de algarrobo,
guarnecieron a todas estas habitaciones que rodearon al amplio patio principal
de piso empedrado. De la sala principal se accedía al oratorio familiar con su
media naranja y retablo de yeso, que fue el lugar de recogimiento espiritual y
devoción de todos los que habitaron esa histórica morada. Todas las puertas y
ventanas de la casa fueron labradas en maderas finas traídas de Guayaquil y
Centro América, por el fundador. Además en el patio principal existieron dos
cuartos bajos, una bodega y tras bodega para almacenar los productos de sus
haciendas y tres cuartos altos frente a la bodega principal y un cuartito
pequeño. En la parte interior de la casa, en el traspatio, existieron algunas
habitaciones de servicio. La puerta principal de la casa dejaba ver el zaguán y
el arco de medio punto que enmarcaba la belleza de su patio principal trujillano,
cuidadosamente empedrado.
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Así fue la arquitectura de la Casa del Mayorazgo de Chiclín que acogió en su
noble tradición a los integrantes de esa acaudalada estirpe trujillana.
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Por estos años la casa todavía no tenía el gran balcón de esquina que fue
edificado años más tarde por los condes de Valdemar de Bracamonte.
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La amplia sala principal de la casa de los señores marqueses de Herrera y
Valle Hermoso lucio en su interior doce sillas con las armas de Herrera,
estampadas en el cuero de sus espaldares, dos alfombras, dos mesas grandes
de madera baqueteadas con sus flecos de seda y sus pies torneados, un
canapé y una mesa de tinteros y sello, treinta sillas antiguas y lo más
importante, en sus paredes, dos lienzos grandes de cabecera, uno de
Atahualpa y el otro de Montezumac, que don Juan Joseph había mandado
pintar para adorno de la casa. El cortinaje de damasco carmesí de puertas y
ventanas, la mueblería general sumada a la platería labrada, cristalería
holandesa y un tibor de la China, conformaron el exquisito menaje familiar, de
la sobria pero elegante y refinada atmósfera de la recatada y fervorosa vida de
quienes la habitaron .
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Los Marqueses poseían un elegante coche con un conductor de vistosa librea y
halado por aparejadas mulas caleseras lujosamente enjaezadas, para
movilizarse en la ciudad y trasladarse a sus haciendas. Allí, don Juan Joseph
cargado de responsabilidad y ambiciones y doña Juana Joaquina, colmada de
lujos y poseedora de inmensa cantidad de valiosas joyas que dama alguna
pudo lucir en Trujillo de ese entonces , pasaron sus días en la ciudad, cuando
las exigencias familiares o sociales exigían y las obligaciones de sus haciendas
se lo permitían, pues los señores marqueses permanecían más tiempo en su
trapiche azucarero de Nuestra Señora del Rosario de Chiclín del valle de
Chicama, donde poseían una magnifica casa de hacienda lujosamente
aperada. A los señores marqueses le faltaron los hijos para ser completamente
felices, Dios no los bendijo así. Por su parte doña Juana Joaquina poseía en
propiedad la chacra “San José de Buena Vista” situada en la campiña del
pueblo de Santa Lucia de Moche , conocida más tarde como la “Haciendita de
Moche”.
.
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Don Juan Joseph fue un fiel y agradecido vasallo de su Majestad, pues en una
oportunidad costeo toda la cera que se gasto en unas honras del Rey y en otra
costeo dos días de toros para una función de fiestas reales.
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.
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El marques de Herrera y Valle Hermoso disfrutó su espléndida casa por
espacio de 34 años, hasta el 08 de junio de 1748, tras fallecer a la edad de 71
años, lamentablemente sin dejar descendencia legítima . Su cuerpo fue velado
solemnemente en la sala principal de su magnifica casa, con tres cirios y velas
de cera de Castilla sostenidas en candelabros labrados en plata. El cuerpo del
marqués yacía vestido de militar, como se acostumbraba por entonces ; su
cadáver fue sepultado en la iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús, con
toda la pompa fúnebre correspondiente a su calidad y el acompañamiento de
toda la alta clase social trujillana.
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.
Su joven viuda doña Juana Joaquina Roldán y Cavero, marquesa de Herrera y
Valle Hermoso, dejó la Casa del mayorazgo de Chiclín, retirándose a vivir en
una casa que tiempo atrás había comprado. Magnifica mansión ubicada en la
esquina que hace frente a la puerta principal de la iglesia de convento de Santo
Domingo; casa que daba de calle a calle, que bastante transformada existe
hasta hoy, en el cruce de las actuales calles de Francisco Pizarro y Alfonso
Ugarte; antigua propiedad de Pedro J. Grijalva y hoy de sus herederos.
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.
La marquesa de Herrera y Valle Hermoso fue hija de don Juan Roldan Dávila,
caballero del hábito cruzado del Orden de Santiago y de doña Josefa de los
Santos Cavero y Moncada, dama trujillana perteneciente a la línea de los
poseedores de mayorazgo de Facalá.
.
.
Resulta muy interesante para la casa que se esta historiando, el testamento
cerrado que la marquesa hizo el 03 de marzo de 1769, en el que en una de sus
cláusulas refiere:
.
“Declaro que cuando entro el dicho mi marido en el mayorazgo no tuvo ni
cuarto en que poder vivir en la casa que quedo vinculada, y así se hallo
precisado a comprar otra casa contigua a la del mayorazgo para poder vivir
mientras fabricaba la otra y dicha casa la metió en la del mayorazgo para
perfeccionarla y dio por ella de contado 700 a 900 pesos, que por la escritura
de compra parecerá lo que es, y todo lo fabricado que hoy hay en dicha casa
del mayorazgo, todo lo costeo el dicho mi esposo como se lo oí decir, en lo que
tenía fabricado y fui sabedora de todo porque me dijo muchas veces que le
tenía de costo 30,000 pesos…..declárolo así para que conste” .
.
.
Doña Juana Joaquina, a quien su esposo le llevo 37 años de edad, vivió hasta
abril de 1785 , muriendo a los 72 años, sin dejar descendencia. Sus restos
fueron sepultados en la iglesia del monasterio del Carmen de Trujillo, en la
bóveda en donde se enterraban las religiosas carmelitas, tal como la marquesa
dispuso en su testamento.
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Don Juan Joseph de Herrera y Zarzosa había nacido en Trujillo, su padre fue el
maestre de campo don Manuel García de Zarzosa, natural de las montañas de
Burgos en los reinos de España, y su madre doña Maria de Herrera y Valverde,
nacida así mismo en Trujillo, de quienes fue hijo legítimo .
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El 08 de junio de 1714, Juan Joseph de Herrera y Zarzosa , futuro primer
marqués de Herrera y Valle Hermoso, emprendió el mejoramiento del solar de
la Casa del Mayorazgo de Chiclín, comprando una vivienda contigua, con dos
tiendas y una calesera, que luego anexo a la casa principal, y según la
escritura de venta:
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“ dicha casa está en la traza de esta dicha ciudad en la calle como se va de la
plaza mayor de ella para el convento de nuestro padre Santo Domingo, que
linda por la parte de abajo con casa del maestre de campo don Bartolomé
Tinoco Cavero del Orden de Calatrava, y por la parte de arriba con casas del
dicho Comisario don Juan Joseph de Herrera y Zarzosa, y por las espaldas, así
mismo, con casa, huerta y corrales del susodicho y por la frente la dicha calle
real y casa de mi el dicho vendedor” .
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La casa de don Bartolomé Tinoco Cavero mencionada en el documento es la
casa del mayorazgo de Facala, que gracias a don Jaime de Orbegoso continua
hasta el presente embelleciendo nuestra ciudad, formando con la plazoleta e
iglesia de Santo Domingo un importante conjunto arquitectónico.
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El 26 de Septiembre de 1714 el comisario general de la caballería, Juan
Joseph de Herrera Y Zarzosa, contando con 37 años de edad, recibió
judicialmente los bienes muebles y raíces vinculados al mayorazgo, para lo
cual se hizo una memoria y relación jurada, la cual respecto a la casa principal
de morada y su estado comenta: “Ytem, una casa vieja en esta ciudad que está
arruinada en el todo” . Casa que reedificada al estilo arquitectónico de la época
fue la señorial mansión trujillana y solar conocido de esa familia.
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Don Juan Joseph fue casado con doña Juana Joaquina Roldán y Cavero, noble
y joven dama trujillana nacida en 1713, perteneciente a una antigua,
acaudalada y distinguida familia de la ciudad.
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Aumentada el área de la Casa del Mayorazgo de Chiclín hasta sus nuevos
limites que la volvieron colindante con la casa del mayorazgo de Facalá, se
emprendió inmediatamente la reedificación de la casa, para lo cual el fundador
había dejado las maderas necesarias que se requirieron en la obra de
carpintería.
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La nueva condición y calidad del flamante “dueño y señor del mayorazgo de
Chiclín”, acrecentó en su espíritu el anhelo de alcanzar de la Corona Española,
las gracias y títulos de Castilla correspondientes a su condición de higosdalgo
trujillano y a su alta categoría social, y de esta manera dar a su noble linaje
condiciones suficientes para perdurar. Merced Real que años más tarde logro
obtener, si bien la Real Cédula de confirmación del Marquesado de Herrera y
Valle Hermoso le llegó dos años después de su muerte .
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La reedificación de la Casa del mayorazgo de Chiclín conservó la magnifica
portada principal labrada en el siglo XVII por el arquitecto portugués Alonso de
las Nieves.
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La casa además de la gran sala principal que miraba al arco del zaguán y
puerta de calle, tuvo dos salas, una cuadra, dormitorio, cuarto de estudio y otra
vivienda a un lado del zaguán; todas estas habitaciones nobles de la casa,
estuvieron edificadas sobre un alto terraplén, con sus techos enmaderados y
finamente labrados. Un corredor alto techado sobre 6 columnas azapatadas de
madera y un barandal de balaústres así mismo de madera de algarrobo,
guarnecieron a todas estas habitaciones que rodearon al amplio patio principal
de piso empedrado. De la sala principal se accedía al oratorio familiar con su
media naranja y retablo de yeso, que fue el lugar de recogimiento espiritual y
devoción de todos los que habitaron esa histórica morada. Todas las puertas y
ventanas de la casa fueron labradas en maderas finas traídas de Guayaquil y
Centro América, por el fundador. Además en el patio principal existieron dos
cuartos bajos, una bodega y tras bodega para almacenar los productos de sus
haciendas y tres cuartos altos frente a la bodega principal y un cuartito
pequeño. En la parte interior de la casa, en el traspatio, existieron algunas
habitaciones de servicio. La puerta principal de la casa dejaba ver el zaguán y
el arco de medio punto que enmarcaba la belleza de su patio principal trujillano,
cuidadosamente empedrado.
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Así fue la arquitectura de la Casa del Mayorazgo de Chiclín que acogió en su
noble tradición a los
integrantes de esa acaudalada estirpe trujillana.
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Por estos años la casa todavía no tenía el gran balcón de esquina que fue
edificado años más tarde por los condes de Valdemar de Bracamonte.

La amplia sala principal de la casa de los señores marqueses de Herrera y


Valle Hermoso lucio en su interior doce sillas con las armas de Herrera,
estampadas en el cuero de sus espaldares, dos alfombras, dos mesas grandes
de madera baqueteadas con sus flecos de seda y sus pies torneados, un
canapé y una mesa de tinteros y sello, treinta sillas antiguas y lo más
importante, en sus paredes, dos lienzos grandes de cabecera, uno de
Atahualpa y el otro de Montezumac, que don Juan Joseph había mandado
pintar para adorno de la casa. El cortinaje de damasco carmesí de puertas y
ventanas, la mueblería general sumada a la platería labrada, cristalería
holandesa y un tibor de la China, conformaron el exquisito menaje familiar, de
la sobria pero elegante y refinada atmósfera de la recatada y fervorosa vida de
quienes la habitaron .
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Los Marqueses poseían un elegante coche con un conductor de vistosa librea y
halado por aparejadas mulas caleseras lujosamente enjaezadas, para
movilizarse en la ciudad y trasladarse a sus haciendas. Allí, don Juan Joseph
cargado de responsabilidad y ambiciones y doña Juana Joaquina, colmada de
lujos y poseedora de inmensa cantidad de valiosas joyas que dama alguna
pudo lucir en Trujillo de ese entonces , pasaron sus días en la ciudad, cuando
las exigencias familiares o sociales exigían y las obligaciones de sus haciendas
se lo permitían, pues los señores marqueses permanecían más tiempo en su
trapiche azucarero de Nuestra Señora del Rosario de Chiclín del valle de
Chicama, donde poseían una magnifica casa de hacienda lujosamente
aperada. A los señores marqueses le faltaron los hijos para ser completamente
felices, Dios no los bendijo así. Por su parte doña Juana Joaquina poseía en
propiedad la chacra “San José de Buena Vista” situada en la campiña del
pueblo de Santa Lucia de Moche , conocida más tarde como la “Haciendita de
Moche”.
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Don Juan Joseph fue un fiel y agradecido vasallo de su Majestad, pues en una
oportunidad costeo toda la cera que se gasto en unas honras del Rey y en otra
costeo dos días de toros para una función de fiestas reales.
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El marques de Herrera y Valle Hermoso disfrutó su espléndida casa por
espacio de 34 años, hasta el 08 de junio de 1748, tras fallecer a la edad de 71
años, lamentablemente sin dejar descendencia legítima .
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Su cuerpo fue velado solemnemente en la sala principal de su magnifica casa,
con tres cirios y velas de cera de Castilla sostenidas en candelabros labrados
en plata. El cuerpo del marqués yacía vestido de militar, como se
acostumbraba por entonces ; su cadáver fue sepultado en la iglesia del Colegio
de la Compañía de Jesús, con toda la pompa fúnebre correspondiente a su
calidad y el acompañamiento de toda la alta clase social trujillana. Su joven
viuda doña Juana Joaquina Roldán y Cavero, marquesa de Herrera y Valle
Hermoso, dejó la Casa del mayorazgo de Chiclín, retirándose a vivir en una
casa que tiempo atrás había comprado. Magnifica mansión ubicada en la
esquina que hace frente a la puerta principal de la iglesia de convento de Santo
Domingo; casa que daba de calle a calle, que bastante transformada existe
hasta hoy, en el cruce de las actuales calles de Francisco Pizarro y Alfonso
Ugarte; antigua propiedad de Pedro J. Grijalva y hoy de sus herederos.
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La marquesa de Herrera y Valle Hermoso fue hija de don Juan Roldan Dávila,
caballero del hábito cruzado del Orden de Santiago y de doña Josefa de los
Santos Cavero y Moncada, dama trujillana perteneciente a la línea de los
poseedores de mayorazgo de Facalá.
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Resulta muy interesante para la casa que se esta historiando, el testamento
cerrado que la marquesa hizo el 03 de marzo de 1769, en el que en una de sus
cláusulas refiere:
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“Declaro que cuando entro el dicho mi marido en el mayorazgo no tuvo ni
cuarto en que poder vivir en la casa que quedo vinculada, y así se hallo
precisado a comprar otra casa contigua a la del mayorazgo para poder vivir
mientras fabricaba la otra y dicha casa la metió en la del mayorazgo para
perfeccionarla y dio por ella de contado 700 a 900 pesos, que por la escritura
de compra parecerá lo que es, y todo lo fabricado que hoy hay en dicha casa
del mayorazgo, todo lo costeo el dicho mi esposo como se lo oí decir, en lo que
tenía fabricado y fui sabedora de todo porque me dijo muchas veces que le
tenía de costo 30,000 pesos…..declárolo así para que conste” .
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Doña Juana Joaquina, a quien su esposo le llevo 37 años de edad, vivió hasta
abril de 1785 , muriendo a los 72 años, sin dejar descendencia. Sus restos
fueron sepultados en la iglesia del monasterio del Carmen de Trujillo, en la
bóveda en donde se enterraban las religiosas carmelitas, tal como la marquesa
dispuso en su testamento.
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El arco del zaguán, el pescante del farol y


corredor principal de la casa
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A don Juan Joseph, le sucedió en la posesión del mayorazgo y en el uso del
título castellano, su hermano Juan Thomas de Herrera y Zarzosa, segundo
marqués de Herrera y Valle Hermoso, regidor perpetuo y alcalde provincial de
la Santa Hermandad. Don Juan Thomas, que inexplicablemente decidió firmar
como marqués de Valle Hermoso y Herrera, lo cual indudablemente fue un
error; pero si acató el anteponer a sus apellidos el de Herrera como lo dispuso
su tío el fundador, pues de otra manera no hubiera podido suceder en la
posesión del mayorazgo.

La Casa del Mayorazgo de Chiclín en tiempos que la habitó don Juan Thomas,
sufrió las consecuencias del fuerte terremoto del 02 de septiembre de 1759 que
destruyó la media naranja de su oratorio familiar, además de otras averías en la
casa que no fueron reparadas por el marqués. Por ese tiempo el marqués
costeo la importante construcción de un manantial en el traspatio, para el
abastecimiento de agua de la casa, y también la hechura de algunas puertas y
ventanas .

Juan Thomas de Herrera y Zarzosa falleció el 26 de Octubre de 1765 , a la


edad de 66 años, soltero y sin dejar descendencia legítima , tras haber
permanecido 17 años como dueño y señor de un mayorazgo que tras 67 años
de existencia, iniciaba un marcado estado de decadencia económica.
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Marqués de Herrera y Valle Hermoso, Santa Lucía de Moche

Los de Las Alas y Zarsoza, poseedores de La


Casa.
m.
.
Al no tener descendencia legítima le sucedió a don Juan Thomás, su sobrino
carnal don Fernando Manuel de las Alas y Zarzosa, hijo del General asturiano
Juan de las Alas y Pumariño y de doña Catalina de Zarzosa y Herrera,
hermana del difunto marqués. Don Fernando Manuel para entonces contaba
con la edad de 65 años y una salud muy quebrantada.

En tiempos de don Fernando Manuel, nuevo y orgulloso marqués de Herrera y


Valle Hermoso, se acrecentó el estado de deterioro del mayorazgo, la casa en
total estado de abandono sufrió las consecuencias de la incapacidad y pésima
administración de todos los bienes vinculados, que llegaron al extremo de ver
fallecer a un marques trujillano totalmente venido a menos . Don Fernando
Manuel tras permanecer 11 años como poseedor de ese vínculo y Mayorazgo,
falleció el 06 de Agosto de 1776, a la edad de 76 años, soltero y sin dejar
descendencia legítima.

Le sucedió su anciana y soltera hermana doña Josepha de las Alas y Zarzosa,


quien como Josepha de Herrera y de las Alas tomo posesión del mayorazgo y
título de castilla con la nominación de marquesa de Herrera y Valle Hermoso.

Doña Josepha pronto comprendió que el estado de ruina en que había recibido
el mayorazgo de Chiclín, “por falta de asistencia”, demandaba con urgencia del
aporte de considerable capital y una adecuada administración que ni ella ni sus
ancianas hermanas ni sus primas hermanas comprendidas en la línea
predilecta de sucesión, “en defecto de varón”, podrían aportar.

La preocupada marquesa tras meditar y consultar con sus hermanas doña


Juana Rosa y doña Gabriela, y con sus primas doña Francisca y doña Úrsula
Sánchez de Villamayor y Zarzosa, todas ellas muy mayores, resolvieron, el 01
de Diciembre de 1780, dar en arrendamiento perpetuo el mayorazgo con la
casa principal de la ciudad, a su primo hermano el señor conde de Valdemar de
Bracamonte, don Pedro de Bracamonte Dávila y Zarzosa, en quien por
fallecimiento de todas las señoras recaería la posesión del vínculo y mayorazgo
de Chiclín.
.
.
En el documento de arrendamiento las señoras declararon: “A lo cual nos
mueve el constarnos que las haciendas del mayorazgo están en grave
deterioro y en estado de no fructificar ni para los alimentos precisos de la
marquesa poseedora, y que por carecer éstas de las facultades necesarias
para la habilitación de las haciendas, vendrían estas precisamente a su última
perdición, la que (roto) el señor conde como que se interesa en él, por si y sus
sucesores, a quienes por último hade recaer el mayorazgo, como queda dicho,
y como que tiene las facultades de que nosotras carecemos, no debiéndose
esperar de otro extraño arrendatario el anhelo de adelantamiento que por la
expuesta razón se espera de dicho señor conde y sus sucesores” .

Bajo la nueva administración de don Pedro, que por entonces contaba con la
edad de 52 años, el Mayorazgo recibió muchos beneficios.
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Chiclin, Miguel Adolfo Vega Cárdenas

El conde de Valdemar de Bracamonte,


arrendatario de la Casa

El balcón grande de la casa


de los Bracamonte

Don Pedro Francisco de Bracamonte Dávila y Zarzosa, había nacido en Trujillo


en 1728. Fue hijo legitimo y primogénito de don Nicolás de Bracamonte Dávila,
trujillano de nacimiento y de doña María de Zarzosa y Herrera igualmente
trujillana, y casado con doña Juana María López Fontao Iturriaga, nacida en
Trujillo del Perú. Había heredado de sus padres tierras en el valle de Chicama,
y sucedido en el mayorazgo de Peñaranda de Bracamonte fundado en la
provincia de Salamanca de los reinos de España, gozando así de las rentas
que esos bienes raíces vinculados producían desde muchas generaciones
atrás.

El conde de Valdemar de Bracamonte también usó el título de marqués de


Herrera y Valle Hermoso, aunque el título del marquesado de Herrera y Valle
Hermoso no estuvo vinculado al mayorazgo de Chiclín.

Los condes de Valdemar de Bracamonte don Pedro y doña Juana María López
Fontao, poseyeron la casa desde 1780, año en que realizaron el alquiler del
mayorazgo. Con la presencia del conde de Valdemar de Bracamonte como
arrendatario, se dio inicio a una nueva época familiar de La Casa del
Mayorazgo de Chiclín y al restablecimiento económico de las haciendas del
mayorazgo de Chiclín, situadas en el valle de Chicama. “Nuestra Señora del
Rosario de Chiclín”, “La exaltación de la Cruz”, “San Juan Bautista de Fachen”
y “Santo Domingo de la Calzada del Sausal” empezaron a sentir los nuevos
aires y el esfuerzo que pronto las hizo nuevamente prosperar.

El conde tenía intereses y razones familiares suficientes para levantar el caído


mayorazgo que por 1784 ya daba claros signos de recuperación . La calidad, la
capacidad y la riqueza se juntaron en la persona del conde para lograr el
rescate del sufrido mayorazgo que el sabia que en él recaería muy pronto y que
tenia hijos legítimos que después de él podrían gozar de todos los cuantiosos
beneficios y honores alcanzados por él.La presencia de los condes de
Valdemar de Bracamonte en La Casa del Mayorazgo de Chiclín le dio por
primera vez una nueva atmósfera llena de un autentico calor familiar que en
sus 79 años de historia nunca la había tenido. Los condes tuvieron por hijos a
Nicolás Casimiro y a Maria Josepha de Bracamonte Fontao. Don Pedro y doña
Juana Maria y sus menores hijos llenaron de alegría a una mansión trujillana
que nunca antes había sentido ser tratada como a un verdadero hogar, al que
hay que respetar, tratar bien y querer mucho como ellos lo hicieron. Allí
crecieron los hijos de los condes.

Doña Josepha de las Alas y Zarzosa, marquesa de Herrera y Valle Hermoso,


tras permanecer 14 años como poseedora del Mayorazgo, murió en 1790
soltera y sin descendencia, sucediéndole su hermana, también soltera, doña
Juana Rosa de Herrera y de las Alas, nueva marquesa de Herrera y Valle
Hermoso, que tampoco dejo sucesión.

Las señoras Josepha, Juana Rosa y Gabriela, vivieron en la magnífica casa


que hasta hace poco existió en nuestra ciudad de Trujillo, emplazada en la
calle Diego de Almagro, a un costado de la Municipalidad, y se la conoció como
a la casa de la Sociedad de la Sociedad del Carmen de Auxilios Mutuos, que
fue violentamente demolida en el año 1989.

Resulta justo y muy merecido rendir especial homenaje a estas señoras


marquesas y a su hermana doña Gabriela, que adelantándose a su época,
movidas por su buen corazón y profunda convicción religiosa, anidaron en sus
nobles espíritus ideales de igualdad y libertad hacia sus esclavos negros de
casa. El testamento reciproco otorgado por las nobles señoras el 27 de Octubre
de 1789 es un ejemplo de gran humanidad muy poco acostumbrada en esa
época. Da. Josepha en una de las magnánimas cláusulas del testamento
atestiguaba:“Declaro yo la referida doña Josefa que tuve por mis esclavas a
Nicolaza zamba, Maria de la Asunción y una hija de esta nombrada Maria del
Rosario, a aquellas les hice la gracia de libertarlas, según costa de sus
respectivas cartas de manumisión , y aunque en la que otorgue a favor de la
dicha Maria de la Asunción, digo que dio de contado 200 pesos en dinero, es
nulo y de ningún efecto, pues no hubo contado alguno como se supone, y la
causa de haber expuesto y confesado lo dicho, no fue con otra mira ni
antecedente, que por consejo del presbítero don Pedro de las Alas, y que para
que así pueda parecer en todos tiempos lo expongo haciendo como lo hago a
la dicha Maria de la Asunción gracia y donación pura de ellos, como si
efectivamente los hubiera exhibido, y esta libertad la consiguió la interesada
desde que salio de la pila bautismal, lo que caso necesario vuelvo a ratificar
para su mejor validación”.Da. Juana Rosa en otra cláusula del referido
testamento reciproco enunció:“Yo la dicha doña Juana Rosa también declaro
que tengo hecha libertad in scriptis a favor de mis esclavas nombradas Maria
Isabel negra y Josefa zamba, a quienes como a buenas criadas agradecidas y
subordinadas a mis ordenes, desde luego ratifico y confirmo aquellos
instrumentos requeridos prevalezcan en su misma fuerza, validación y
antelación y a sus consecuencias mantengo a las susodichas en la gracia de
libertad que les es aplicada para que gocen de ella ampliamente como hasta
aquí, sin dependencia de persona alguna. Todas estas seis esclavas, inclusive
el zambito Valentín y los hijos más que después de ser libres ha parido Maria
de la Asunción, todos son descendientes de una negra de casta conga, nuestra
esclava, que fue nombrada Maria Josefa, la cual se la dio nuestro abuelo
materno don Manuel Gracia de Zarzosa, regidor perpetuo que fue de este
ilustre Cabildo, a nuestra legitima madre doña Catalina de Zarzosa y Herrera, lo
que declaramos para que en todo tiempo conste, y a que ninguna de las dichas
libertinas se les inquiete, moleste o perturbe en la posesión pacifica y quieta
que legítimamente deben de haber y gozar como personas libres. Y así mismo
declaramos para lo que pueda convenir en lo futuro que Maria, Catalina,
Narcisa, José, modesto, Tomas y Mariano fueron esclavas y esclavos de
nuestra hermana legitima y entera Da. Gabriela de las Alas, sujetas aquellas y
estos a servidumbre y cautiverio, quien por el amor que les profesó, vino de su
espontánea libertad a dejarle libres como les dejo libres de toda sujeción y
esclavitud graciosamente, a excepción de Modesto, Tomas, y Mariano, que
estos obtuvieron y gozan de su libertad mediante el contado sobre tabla que
exhibieron a la dicha nuestra hermana doña Gabriela” .

El 12 de noviembre de 1797 la señora marquesa de Herrera y Valle Hermoso


doña Juana Rosa de Herrera, Alas, Pumariño y Zarzosa, que así es citada
documentalmente, a sus 90 años de edad, otorgo escritura de renuncia cesión
y traspaso del Título del Marquesado de Herrera y Valle Hermoso a favor de su
sobrino carnal don Nicolás Casimiro de Bracamonte y Fontao, primogénito del
conde de Valdemar de Bracamonte don Pedro de Bracamonte Dávila y
Zarzosa, declarando la señora marquesa:“y deseo manifestarle el mucho amor
que le profeso como a mi infinita deuda para lo cual mis buenas intensiones he
propuesto a mi prima hermana doña Ursula Sánchez de Villamayor y Zarzosa y
al dicho don Pedro de Bracamonte, hacer con venia de ambos renuncia sesión
y traspaso del mencionada Marquesado de Herrera y Valle Hermoso; por tanto
y mediante a que ni yo ni mi prima hermana doña Ursula, por hallarnos hasta la
fecha a Dios gracias celibatas después de contar crecidísima edad, no tenemos
sucesión alguna ni legítima ni natural que con derecho pueda disputarnos esta
renuncia, a que el dicho nuestro sobrino don Nicolás es el inmediato sucesor
de mi primo don Pedro, en quien por nuestro favor recae (el uso) de este título
y mayorazgo…” .

El resentimiento de la marquesa hacia su primo hermano el conde de Valdemar


de Bracamonte deja traslucir el documento, se debió al total incumplimiento
que el conde hizo de los pagos mensuales por concepto del arrendamiento
perpetuo del mayorazgo de Chiclín. Para entonces doña Gabriela de las Alas y
Zarzosa y doña Francisca Sánchez de Villamayor y Zarzosa, comprendidas en
la línea predilecta de sucesión habían fenecido.

Don Nicolás Casimiro, a la edad de 30 años, recibió de manos de su tía la


anciana marquesa renunciante, y ante escribano público, la Real Cédula
original del título del Marquesado de Herrera y Valle Hermoso, dada en Buen
Retiro a 20 días de enero de 1750 con el viscondado previo de Chiclín,
concedida a don Juan Joseph de Herrera y Zarzosa, vecino de Trujillo del Perú,
título libre del real derecho de Lanzas y Media Anata. La Real Cédula original, a
manera de un libro estaba forrada de terciopelo carmesí con las Reales Armas
por delante y sello de su Majestad y el escudo de armas del marquesado. El
título de Castilla recayó desde entonces en don Nicolás Casimiro de
Bracamonte y Fontao y su esposa doña Maria de la Encarnación Cacho y
Lavalle, flamantes marqueses de Herrera y Valle Hermoso, que años más tarde
tuvieron un rol protagónico en los históricos momentos en que Trujillo participo
decisivamente en la emancipación de nuestra patria peruana.Muerta la señora
marquesa de Herrera y Valle Hermoso doña Juana Rosa de Herrera de las
Alas y Pumariño, entro en posesión legal de Mayorazgo el señor conde de
Valdemar Pedro de Bracamonte Dávila y Zarzosa.

La casa en los tiempos de los condes de Valdemar de Bracamonte recibió


muchas mejoras siendo la principal la edificación de un imponente y largo
balcón de esquina labrado íntegramente en madera que con sus 66 celosías
acrecentó su importancia y belleza, destacando su presencia en la plaza mayor
de Trujillo del Perú.

Un documento del año 1804 hace mención del balcón y lo describe así:“En
dicha pieza hay una escalera de ladrillos con su pasamanos de madera, una
puerta con su aldaba por la cual se dentra al balcón grande el que se compone
de 66 celosías entre buenas y maltratadas, fuera de dos que le faltan, con una
división de madera y ésta con su puertesita”.
.
El balcón de la casa de los Bracamonte fue lo más notable que la plaza mayor
tuvo. Embellecida por fuera y bien mantenida por dentro, la Casa del
Mayorazgo de Chiclín fue la morada de una de las familias más importantes y
protagónicas de fines del siglo XVIII y primeras décadas del XIX.

A la muerte del conde de Valdemar ocurrida en 1804, heredó el mayorazgo su


hijo el señor marqués de Herrera y Valle Hermoso don Nicolás Casimiro de
Herrera Bracamonte y Fontao, último titular de ese marquesado castellano
concedido a una familia trujillana.

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