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Por qué deberíamos deshacernos del

capitalismo – Rebelion
13–16 minutos

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(El presente artículo resume las tesis del nuevo libro del autor, Capitalism: Why We
Should Scrap It, 170 páginas, disponible en descarga gratuita desde su web.
Traducción: Manuel Casal Lodeiro.)

Mi nuevo libro Capitalism: Why We Should Scrap It ofrece una discusión crítica


bastante breve pero detallada de la naturaleza de nuestro sistema económico, que
podríamos denominar como básicamente capitalista, de sus fallos, de las razones por las
que no sólo no resulta satisfactorio sino que está llevando a un desmoronamiento global,
así como de la alternativa por la que debemos trabajar y del modo de lograrla.

El libro está escrito para la gente común y especialmente para las y los estudiantes. En
él no me dedico a despotricar contra el capitalismo, sino que es un intento tranquilo y
razonado de ayudar a la gente que se preocupa seriamente a ver las razones por las
cuales este sistema económico es profundamente defectuoso y necesitamos
reemplazarlo.

Los niveles de producción y consumo per capita el mundo rico puede que sean en la
actualidad unas 10 veces los que se serían compatibles con un mundo sostenible y justo.
Y aun así, la economía capitalista es un sistema dirigido al crecimiento: debe generar un
continuo incremento en el volumen de producción, consumo y PIB. Actualmente existe
un movimiento internacional por el Decrecimiento que reconoce que esto no sólo es
absurdo, sino también suicida. Está causando todos nuestros principales problemas a
escala planetaria, incluyendo el agotamiento de recursos, el daño al medioambiente, las
guerras por los recursos, la desigualdad, la privación de miles de millones de personas
del llamado Tercer Mundo, así como el estrés, la depresión y la pérdida de cohesión
social en los países enriquecidos.

El capitalismo es, así mismo, un sistema que permite que las fuerzas del mercado sean
las que determinen todo lo que sucede. Les proporciona a los pocos que poseen la
mayoría del capital la libertad de perseguir los máximos beneficios en el mercado. Lo
que las industrias desarrollan y los bienes que se producen va a ser siempre aquello que
más les enriquezca. Pero las fuerzas de mercado siempre atienden de manera prioritaria
la demanda de los más ricos e ignoran las necesidades del resto de nosotros. Las
industrias que se crean son las que van a dar un mayor beneficio, no las que más
necesitamos, y los productos irán a la gente más rica simplemente porque pueden pagar
más por ellos. Esto explica la mayor parte de lo que anda mal en el mundo.
Un resultado inevitable de esto es una desigualdad que no para de aumentar. Otro es el
aumento del poder de la clase que posee el capital para conseguir que los gobiernos
hagan lo que sea mejor para el capital. La prioridad número uno de los gobiernos es
«hacer que la economía siga funcionando», lo que significa ayudar a que el capital haga
más negocios suculentos.

Ted Trainer en un fotograma de


una entrevista en vídeo realizada en 2017 por María Rúa.

Los primeros capítulos del libro detallan estos y otros muchos asuntos, ilustrando los
efectos principalmente referidos a la evidencia de la economía australiana, pero con
implicaciones aplicables a la situación mundial. El capítulo 4 trata sobre los impactos en
la calidad de vida. Trabajamos demasiado, realmente demasiado, tenemos que luchar
por aguantar, sufrimos inseguridad y nos vemos obligados a competir como individuos
aislados. Los valores positivos como la cooperación o el cuidado son expulsados, y los
lazos sociales se debilitan. No es ninguna sorpresa, así, que la depresión sea
probablemente nuestro mayor problema de salud en la actualidad.

El capítulo 6 traza las líneas generales de la situación en la que el capitalismo ha metido


al Tercer Mundo, al haber enganchado sus economías al servicio del beneficio del
mundo rico. Unos niveles imposibles de deuda permiten que el FMI fuerce a los países
empobrecidos a incrementar la libertad de acceso por parte de las empresas y bancos del
mundo enriquecido, con el pretexto de que esto «hará funcionar la economía» y que
entonces «se filtrará la riqueza hacia abajo». La mano de obra y los recursos del país se
ponen al servicio de la exportación, los pagos de la deuda dejan a los gobiernos
incapacitados para asistir a los pobres, los países deben competir entre sí para exportar
mercancías manteniendo así precios bajos para los países enriquecidos, etc. Billones de
dólares en riqueza se trasfieren de los países pobres a los ricos cada años,
principalmente a través de unos salarios bajísimos en la producción de nuestras
importaciones. Esto es el resultado cuando la forma de desarrollo que se concibe es
solamente el desarrollo capitalista, no el desarrollo de lo que la gente necesita. Están
atrapados en un sistema capitalista en el que el desarrollo consiste en un proceso de
pillaje legalizado.

El capítulo 7 documenta la desastrosa situación en los EE. UU., casi al fondo de la lista
de los países ricos en prácticamente todos los índices de bienestar social y calidad de
vida. Y esto es debido a que la clase capitalista se ha apoderado del país. Como
sentenciera Warren Buffet, «Esto es una guerra de clases, y mi clase ha ganado».
El capítulo 8 explica que el capitalismo nos está llevando de manera inevitable hacia el
colapso catastrófico de la economía mundial, de los sistemas biofísicos y de los
sociales. Muchos analistas ya lo están diciendo. Solamente la montaña de deuda por sí
sola, debida al reciente advenimiento de la financiarización, indica que ese será el
resultado, aunque hay otros varios factores causales, incluyendo la progresiva escasez
de recursos, los conflictos por dichos recursos, el aumento de los costes de la vida y de
los insumos industriales, por no hablar del daño ecológico. Y sobre todo esto sobrevuela
una creciente rabia y confusión de las masas desposeídas que alimentan la disidencia, la
rebelión y el apoyo a gobiernos autoritarios y al fascismo.

No podemos ni evitar ni remediar estas consecuencias y trayectorias. El capitalismo no


se puede reformar para que no las produzca. Son efectos directos de un sistema
socioeconómico que permite que su rumbo sea marcado por la minoría que posee la
mayor parte del capital, con el objetivo de hacer todo el dinero que puedan. ¿Por qué
motivo deberíamos esperar que semejante arreglo resultase beneficioso para toda la
gente? Sin embargo, la ideología capitalista es tan poderosa que impide tomar
conciencia crítica de la situación.

Defiendo en el capítulo 8 que esta sociedad es incapaz de resolver los grandes


problemas y que no podemos evitar que llegue una época de enormes dificultades. Estos
problemas son de una magnitud y un horror demasiado grandes, el tiempo que queda es
demasiado escaso, la clase capitalista está demasiado atrincherada, las élites y los
gobiernos están convencidos de que la solución consiste en más crecimiento, y pocas
personas comprenden que la causa fundamental de este callejón sin salida tiene que ver
con el sobreconsumo y la producción de misera que genera la economía capitalista.
Entonces ¿cómo podríamos reemplazar el capitalismo? El último capítulo ofrece una
respuesta.

El capítulo 9 ofrece una crítica de la teoría económica convencional y de los


economistas que la practican y la enseñan.

Este análisis de la naturaleza del capitalismo nos deja sólo con una forma general que
podría tomar una sociedad sostenible y justa. Puede que les encante oír que no es el
Socialismo pero será una sorpresa, seguramente, cuando sepan que es (una forma de) el
anarquismo.
Edición española de ‘La vía de la simplicidad’,
de Ted Trainer (Trotta, 2017)

En el capítulo 10 sostengo que los mencionados niveles de consumo de recursos y el


daño ecológico sólo se pueden reducir en un grado suficiente, y sólo se pueden eliminar
los problemas sociales [que acarrea el capitalismo], mediante una transición a la
denominada Vía de la Simplicidad [The Simpler Way]. Lo que dicha vía implica es
básicamente comunidades cooperativas autogobernadas, pequeñas y muy
autosuficientes, que controlen sus economías locales y abracen estilos de vida y
sistemas mucho más simples. Los pueblos y suburbios estarían enfocados a dirigir sus
suministros locales, su producción local y los sistemas de mantenimiento por medio de
comités, asambleas municipales y hacenderas [working bees], en el seno de economías
bajo su control, sin crecimiento y dirigidas por las necesidades, no por las fuerzas del
mercado ni el beneficio. Pueden seguir existiendo (pequeñas) ciudades, y la propiedad
privada de pequeños negocios y granjas familiares (bajo unas estrictas directrices
sociales). Podría haber un incremento en cosas como las universidades, la medicina de
alta tecnología o un I+D socialmente útil.

Esta visión difiere la imagen típica socialista de una sociedad poscapitalista,


principalmente en que no implica una centralización fuerte ni un rol importante para un
Estado potente. De lo que trata es de comunidades que toman el control de sus asuntos
locales por medio de un autogobierno muy participativo que implique a la ciudadanía
consciente en las asambleas municipales, en los comités y en las hacenderas. Consiste
en una visión anarquista, centrada en la cooperación, la participación, la inclusividad, la
eliminación de la dominación y la priorización del bienestar de todas y todos. Habría
aún algunas funciones que estarían mejor coordinadas de un modo centralizado pero
todas las decisiones políticas deberían ser determinadas al nivel de los gobiernos
locales.

Esta manera de organizarnos sería fácil de lograr… si deseásemos hacerlo, y nos


permitiría tener una calidad de vida mucho mejor que la que tienen la mayoría de las
personas hoy día en los países ricos. Puede que tuviéramos que trabajar a cambio de
dinero apenas un par de días a la semana. Tendríamos la seguridad que nos daría una
comunidad basada en el apoyo mutuo, la cooperación y los cuidados muy consciente de
que el bienestar de cada persona depende de lo bien que cuide el pueblo de sus
ciudadanos y de sus sistemas. Hoy en día ya hay mucha gente que vive de este modo, en
las ecoaldeas y en las Localidades en Transición, y que disfrutan de vidas seguras y de
gran calidad. Está creciendo rápidamente la conciencia social de que este es el camino
más razonable que debería seguir la Humanidad, y mucha gente por todo el mundo ha
estado ya construyendo sistemas de este tipo: p.ej. los curdos de Rojava, la Cooperativa
Integral Catalana, los zapatistas o los movimientos Ubuntu, Satyagraha y de la Vía
Campesina.

El último capítulo incluye consideraciones acerca de la manera en que se puede hacer la


transición. Las reformas como las propuestas por los defensores del Green New Deal no
pueden resolver los problemas. Los cambios necesarios van más allá de la sustitución de
la economía capitalista: deben incluir cambios enormes en la ordenación del territorio,
el urbanismo, los sistemas políticos y, sobre todo, en la cultura, es decir, en las ideas,
valores y en las disposiciones de la gente. El factor principal debe ser la aceptación
voluntaria de estilos de vida y sistemas más simples desde el punto de vista material.

Las estrategias socialistas no pueden lograr la alternativa necesaria, porque no esta no


pasa por un control centralizado ni puede ser desarrollada haciéndose con el Estado.
Esta revolución debe ser, en esencia, una revolución cultural, guiada por la aceptación
de buena gana de unas ideas radicalmente nuevas y de unos valores que contradicen los
que mueven la sociedad capitalista.

Nuestra sociedad actual es incapaz de realizar la transición de manera deliberada y


racional por medio de sus instituciones parlamentarias o de otro tipo. El capitalismo y la
obsesión con la riqueza y el crecimiento están tan profundamente incrustadas que
estamos atrapados en un descenso hacia una época, posiblemente terminal, de gran
zozobra. En ella veremos las contradicciones del capitalismo llevarlo a su
autodestrucción, lo que podría llevarse a la civilización por delante, junto con las vidas
de miles de millones de personas. Pero también hará posible el surgimiento de vías más
sostenibles y justas, y empujará a la gente en esta dirección a medida que sus
circunstancias de vayan deteriorando.

Dedico la sección final del libro a argumentar que la mejor manera de contribuir a la
transición es, como se dice en el Anarquismo, prefigurar las nuevas vías que van a
sustituir al capitalismo. Es decir, crear aquí y ahora algunos de los sistemas y procesos
alternativos que queremos que sean la norma en la nueva sociedad. Esto es muy
diferente de la estrategia socialista de trabajar para alcanzar el poder en el Estado. Pero
el Estado no puede poner en práctica La Vía de la Simplicidad, esto es, establecer y
dirigir un número enorme de comunidades pequeñas, autosuficientes y autogobernadas.
Y, lo que es más importante, no puede existir un movimiento hacia su construcción a
menos que primero haya habido una adopción de las ideas y valores asociados. El
cambio cultural es el factor crucial, y la prefiguración es el mejor modo de presentar y
extender la comprensión de que (a) nos debemos deshacer del capitalismo y (b) la
alternativa debe basarse en comunidades locales, autosuficientes, autogobernadas,
cooperativas y frugales. Pero el mero hecho de poner en marcha más huertas,
cooperativas o incluso comunidades enteras no servirá de mucho a menos que las
utilicemos como mecanismos para aumentar la concienciación sobre estos dos grandes
temas.
Abordarlo de esta manera abre la posibilidad de que la transición sea pacífica y de que
podamos disfrutar aquí y ahora aspectos de la nueva sociedad a medida que vamos
contribuyendo a su surgimiento. Sólo si esta primera etapa del cambio cultural se logra,
podremos proseguir para hacer los cambios estructurales que también requiere una
sociedad poscapitalista sostenible y justa. Si las nuevas ideas se popularizasen, entonces
los grandes cambios estructurales serían fáciles y, llegados a ese punto, el cambio
cultural producido se percibiría como el triunfo de la revolución.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2022/12/10/por-que-deberiamos-
deshacernos-del-capitalismo/

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