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El documento analiza cómo el individualismo ha causado la crisis en Chile al debilitar los lazos comunitarios y priorizar los intereses personales por sobre el bien común. Se atribuye el origen de esta cultura individualista a los años 80' cuando se introdujeron modelos como las Isapres e AFP que trasladaron la importancia a la esfera personal. Además, se ha perdido el sentido de solidaridad más allá de lo personal. El documento propone fortalecer los valores comunitarios, promover la dignidad del trabajo, y avanzar hacia una economía que cons
El documento analiza cómo el individualismo ha causado la crisis en Chile al debilitar los lazos comunitarios y priorizar los intereses personales por sobre el bien común. Se atribuye el origen de esta cultura individualista a los años 80' cuando se introdujeron modelos como las Isapres e AFP que trasladaron la importancia a la esfera personal. Además, se ha perdido el sentido de solidaridad más allá de lo personal. El documento propone fortalecer los valores comunitarios, promover la dignidad del trabajo, y avanzar hacia una economía que cons
El documento analiza cómo el individualismo ha causado la crisis en Chile al debilitar los lazos comunitarios y priorizar los intereses personales por sobre el bien común. Se atribuye el origen de esta cultura individualista a los años 80' cuando se introdujeron modelos como las Isapres e AFP que trasladaron la importancia a la esfera personal. Además, se ha perdido el sentido de solidaridad más allá de lo personal. El documento propone fortalecer los valores comunitarios, promover la dignidad del trabajo, y avanzar hacia una economía que cons
En Chile estamos viviendo un proceso difícil de crisis, que pese a los intentos parece no tener una solución convincente. Pero ¿Lograremos algo con el individualismo que nos envuelve y que caracteriza cada vez más a la sociedad actual? Hemos sido educados en un mundo donde cada uno vela por sus propios intereses y no mira más allá de su nariz, perdiendo cada vez más el sentido de comunidad. Se ha diluido el vínculo y empatía con el otro, de modo que pasamos a ver a nuestros pares como una limitación para alcanzar nuestros objetivos personales. La pérdida de colectividad podría atribuir sus orígenes a los años 80’, donde comenzó a extenderse con fuerza esa cultura individualista, por ejemplo, con el modelo de las Isapres, donde la cobertura médica se asociaba a la capacidad de pago de cada uno, lo mismo con las AFP y los establecimientos educacionales. De ese modo, se fue reforzando el ámbito económico, pero olvidando los espacios colectivos al trasladar la importancia a la esfera personal. Eso se puede ver reflejado no solo en las personas, sino también en las instituciones y partidos políticos que se ciegan en sus ideales de “derecha” o “izquierda” pero descuidan el origen de los problemas. Lo anterior, fue una de las principales causas del estallido social: ningún conglomerado pudo anticipar ni evitar el conflicto, ya que estaban muy ocupados en aquellas luchas sin sentido. Pero, ¿Cómo es posible que eso ocurra en una sociedad democrática? Acá, es pertinente citar una frase de Tocqueville, quien afirmaba que “el ámbito de lo común tiende a diluirse en los tiempos democráticos”. Siguiendo con la idea anterior, la mayoría de nosotros conoce el concepto de solidaridad, sin embargo, tenemos una idea muy reducida de esto: creemos que se trata de “salvar” al otro en momentos difíciles, tal como ocurre en las campañas solidarias o al entregar dinero a un mendigo. El gran problema está en que accedemos a ser solidarios siempre y cuando no cruce el límite de lo personal. En este sentido, se deja de lado el concepto de comunidad. Un ejemplo de lo anterior, es lo que ocurrió cuando comenzó la pandemia, donde todos corrían al supermercado a abastecerse con insumos y sobre todo, con papel higiénico en tremendas cantidades. Sin embargo, la crisis sanitaria nos dejó una enorme lección: no sacamos nada con cuidarnos si el otro no lo hace. De ese modo, el Covid-19 nos plantó en la cara el significado de solidaridad comunitaria y dejó en evidencia que es muy difícil llegar a buen puerto sin trazar un camino común, en el que todos se cuiden y respeten las normas. Algunos adultos y la mayoría de los jóvenes, crecimos en un sistema en que se nos inculcó la meritocracia asociada a la competencia como principio clave para triunfar en la vida, olvidando que somos parte de una sociedad, donde el consenso y reciprocidad son necesarios para vivir en armonía y cumplir nuestros fines. Lo anterior se asocia directamente con los valores que plantea Michel Sandel en el video “La tiranía del mérito”, como patriotismo, fraternidad, bien común. En ese sentido, cabe preguntarse ¿Dónde vamos a llegar en Chile? Un país tajantemente dividido, en el que los principios de los que habla el filósofo parecen olvidados: proclamamos esa meritocracia que tiene fallas profundas, predomina la existencia de una élite que vive en su burbuja hermética desconectada de la realidad, que accede a la mejor educación del país y luego pasa a formar parte de la vida política. Así continúa el círculo vicioso, que se mueve alrededor de grupos sociales reducidos. Además, los postulados de Sandel son muy acertados para nuestro país, porque la dignificación del trabajo es algo que los chilenos no tenemos inculcado: si es médico, merece todos los respetos, pero si es jardinero, peluquero o incluso profesor (una de las causas del problema educativo) se mira en menos. Esa crisis valórica, también trae aparejada la desigualdad en los ingresos. De esa forma, las personas se ven imposibilitadas de desarrollar sus virtudes, y de trabajar con gratificación y dignidad, aspectos clave para una sociedad próspera. En esa línea, el cambio Constitucional parece ser una opción viable para aumentar la participación de sectores históricamente excluidos de las decisiones nacionales, al mismo tiempo que durante el proceso se potenció la participación de la sociedad civil. Resulta óptimo para mejorar la cohesión social, que los planeamientos de Sandel se incluyan en la agenda de futuros candidatos, pero no solo eso, sino que se establezcan medidas eficaces para ponerlos en práctica, como por ejemplo, dar fuerza a las asociaciones y promover el beneficio de pensar en términos generales, como sociedad en conjunto y no como individuo. Porque sin duda, esto es lo que se ha perdido en Chile: ya no existe mayor interés por formar parte de partidos políticos, organizaciones sociales o sindicatos, debido a que no se ve en ello ningún beneficio. De ese modo, se han diluido cada vez más los espacios colectivos y resulta urgente recuperarlos. En segundo lugar, es pertinente mencionar la charla TED “Por qué los gobiernos deberían priorizar el bien común” de Nicola Sturgeon, debido a que resulta interesante analizar la situación de Chile con respecto a los temas que ella aborda. En esa línea, nuestro país presenta una paradoja muy notoria: mientras somos el “jaguar” de Latinoamérica en términos económicos, gozamos de estabilidad y hemos reducido la pobreza en gran medida, hay un sentimiento de insatisfacción, miedo y pérdida de confianza institucional. Entonces, ¿Qué está fallando? El crecimiento económico de Chile no ha sido equitativo, y si bien ha disminuido la pobreza, la curva de ingresos es plana, de modo que las personas de la clase media viven con temor constante a que cualquier enfermedad, situación difícil o incluso la vejez, los haga retroceder a la pobreza. Al mismo tiempo, existe una segregación muy marcada, sobre todo en el ámbito educacional y urbano. Un ejemplo del desarrollo desigual ha sido la planificación urbana del país, especialmente de Santiago, donde existen zonas centrales que concentran el mayor poder adquisitivo, seguridad y mayor desarrollo en el ámbito de consumos y servicios. En contraste a eso está la periferia, con escaso control policial, sectores amenazados por el narcotráfico y nulas posibilidades de alcanzar un nivel de vida similar al de los sectores privilegiados. Además, se suma la inequidad presupuestaria en la burocracia municipal de ambos sectores y la baja participación en organizaciones ciudadanas. Lo anterior, trae un efecto negativo en términos de cohesión: cuando las personas de aquellos sectores vulnerables logran salir adelante, lo único que quieren es emigrar hacia los lugares más pudientes y así, se sigue perpetuando la desigualdad y desconexión. Siguiendo con la idea de Nicola Sturgeon, en nuestro país resulta necesario reformar el sistema, de modo que se avance hacia una economía a escala humana, donde no se considere a las personas como un número, sino como un engranaje fundamental para que el crecimiento económico sea legítimo y vaya de la mano con el bienestar de cada individuo. Sin duda lo anterior no es tarea fácil y probablemente tomará años evidenciar un cambio notorio. Sin embargo, pareciera que la sociedad de a poco va cambiando, ya sea por las lecciones que han surgido en los últimos años o porque simplemente, nos hemos dado cuenta de que hay falencias patentes en el sistema actual que requieren ser modificadas, para lo cual el trabajo en conjunto y cambio de mentalidad resultan fundamentales.