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INSTITUTO SAN JOSÉ ARTESANO

NIVEL SECUNDARIO

APUNTE PARA
EL ESPACIO CURRICULAR DE
FORMACION RELIGIOSA
6º AÑO
CICLO ORIENTADO

PROFESORES
PADRE CARLOS RODRIGO LONGO
PROFESOR ROBERTO ALBINO NATALI

CÓRDOBA, MARZO 2017


INDICE

UNIDAD I: LA IGLESIA

Artículo 8: « Creo en el Espíritu Santo » (687-747)


Artículo 9: « Creo en la Santa Iglesia Católica » (748-750)
Párrafo l: La Iglesia en el designio de Dios (751-780)
Párrafo 2: La Iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo (781-810)________ 4

Párrafo 3: La Iglesia es una, santa, católica y apostólica (811-870)


Párrafo 4: Los fieles de Cristo: jerarquía, laicos, vida consagrada (871-945)_______________________5

Párrafo 5: La comunión de los santos (946-962)


Párrafo 6: María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia (963-975)
ARTÍCULO 2 LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA_________________________________6

UNIDAD II: INTRODUCCION A LA LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS

ESQUEMA (ORGANIZACIÓN DEL EVANGELIO DE MARCOS) AUTOR, FECHA DE


REDACCIÓN, DESTINATARIOS, IMAGEN DE JESÚS:
CUESTIONARIO ORIENTADOR DE LA LECTURA DEL Mc. CAP. 1 y 2___________________7

CAPITULO 3 DEL EVANGELIO DE MARCOS


CAPITULO 4 DEL EVANGELIO DE MARCOS__________________________________________8

CAPITULO 5 DEL EVANGELIO DE MARCOS


¿QUE ES EL SECRETO MESIANICO?
LA CUESTIÓN SINÓPTICA___________________________________________________________9

CORRESPONDENCIAS BÁSICAS ENTRE LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS_______________10

Mapa de la región de Palestina en tiempos de Jesús - Siglo I de nuestra era cristiana_________________11

UNIDAD III: LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

RESUMEN DE LA DOCTRINA SOCIAL_________________________________________________12

TRABAJO PRÁCTICO: LA CUESTIÓN SOCIAL Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA_14

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


El trabajo, la administración de la riqueza, el capital, el empresariado, el uso del dinero
EL SÉPTIMO MANDAMIENTO: «No robarás» (Mt 19, 18).____________________________________15

El Documento de Aparecida (2007), El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia_______________21

Doble dimensión, Trabajo y capital, Salvaguardar los derechos_________________________________22

Otros temas tratados, ¿Cómo surge la Doctrina Social de la Iglesia?_____________________________23

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


“El Cuidado de la creación, Visión Católica de la ecología”______________________________________24

Decálogo católico sobre ética y ambiente____________________________________________________27

Síntesis, Glosario, Bibliogafía_____________________________________________________________28

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UNIDAD IV: MORAL CRISTIANA_______________________________________________________30

TRABAJO PRÁCTICO: MORAL CRISTIANA_____________________________________________31

TEMAS DE MORAL CRISTIANA, PERSONAL Y SOCIAL:


EL RESPETO DE LA VIDA HUMANAEL QUINTO MANDAMIENTO: «No matarás» (Ex 20, 13)
Respeto de la vida humana:_______________________________________________________________32

El respeto a la dignidad de las personas_____________________________________________________35

La defensa de la paz_____________________________________________________________________37

Las células madre______________________________________________________________________40

PASTORAL SOCIAL ARQUIDIOCESANA DE CÓRDOBA.


Toda Vida, toda la Vida. La Píldora del día después.
Aspectos morales, éticos, médicos y biológicos_______________________________________________42

TRABAJO PRÁCTICO
Tema: Toda Vida, toda la Vida. La píldora del día después.
Aspectos morales, éticos, médicos y biológicos._______________________________________________47

UNIDAD V: EDUCACIÓN PARA EL AMOR (EN ELABORACIÓN)

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UNIDAD I: LA IGLESIA
Catecismo de la Iglesia Católica
PRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE
SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESIÓN DE LA FE CRISTIANA
CAPÍTULO TERCERO: CREO EN EL ESPÍRITU SANTO (683-686)
Artículo 8: « Creo en el Espíritu Santo » (687-747)
I. La misión conjunta del Hijo y del Espíritu
II. Nombre, apelativos y símbolos del Espíritu Santo
III. El Espíritu y la Palabra de Dios en el tiempo de las promesas
IV. El Espíritu de Cristo en la plenitud de los tiempos
V. El Espíritu y la Iglesia en los últimos tiempos
Resumen
742 "La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que
clama: Abbá, Padre" (Ga 4, 6).
743 Desde el comienzo y hasta de la consumación de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo, envía
siempre a su Espíritu: la misión de ambos es conjunta e inseparable.
744 En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la
venida de Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el Padre da al mundo el
Emmanuel, "Dios con nosotros" (Mt 1, 23).
745 El Hijo de Dios es consagrado Cristo (Mesías) mediante la unción del Espíritu Santo en su
Encarnación (cf. Sal 2, 6-7).
746 Por su Muerte y su Resurrección, Jesús es constituido Señor y Cristo en la gloria (Hch2, 36). De su
plenitud derrama el Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Iglesia.
747 El Espíritu Santo que Cristo, Cabeza, derrama sobre sus miembros, construye, anima y santifica a la
Iglesia. Ella es el sac

Artículo 9: « Creo en la Santa Iglesia Católica » (748-750)


Párrafo l: La Iglesia en el designio de Dios (751-780)
I. Los nombre y las imágenes de la Iglesia
II. Origen, fundación y misión de la Iglesia
III. El misterio de la Iglesia
Resumen
777 La palabra "Iglesia" significa "convocación". Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la
palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados con el Cuerpo de Cristo, se convierten
ellos mismos en Cuerpo de Cristo.
778 La Iglesia es a la vez camino y término del designio de Dios: prefigurada en la creación, preparada en
la Antigua Alianza, fundada por las palabras y las obras de Jesucristo, realizada por su Cruz redentora y
su Resurrección, se manifiesta como misterio de salvación por la efusión del Espíritu Santo. Quedará
consumada en la gloria del cielo como asamblea de todos los redimidos de la tierra (cf. Ap 14,4).
779 La Iglesia es a la vez visible y espiritual, sociedad jerárquica y Cuerpo Místico de Cristo. Es una,
formada por un doble elemento humano y divino. Ahí está su Misterio que sólo la fe puede aceptar.
780 La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión
con Dios y entre los hombres.
Párrafo 2: La Iglesia, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo (781-810)
I. La Iglesia, Pueblo de Dios
II. La Iglesia, Cuerpo de Cristo
III. La Iglesia, Templo del Espíritu Santo
Resumen
802 "Cristo Jesús se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un
pueblo que fuese suyo" (Tt 2, 14).
803 "Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2, 9).
804 Se entra en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo. "Todos los hombres están invitados al Pueblo de
Dios" (LG 13), a fin de que, en Cristo, "los hombres constituyan una sola familia y un único Pueblo de
Dios"(AG 1).
805 La Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Por el Espíritu y su acción en los sacramentos, sobre todo en la
Eucaristía, Cristo muerto y resucitado constituye la comunidad de los creyentes como cuerpo suyo.
806 En la unidad de este cuerpo hay diversidad de miembros y de funciones. Todos los miembros están
unidos unos a otros, particularmente a los que sufren, a los pobres y perseguidos.

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807 La Iglesia es este Cuerpo del que Cristo es la Cabeza: vive de Él, en Él y por Él; Él vive con ella y en
ella.
808 La Iglesia es la Esposa de Cristo: la ha amado y se ha entregado por ella. La ha purificado por medio
de su sangre. Ha hecho de ella la Madre fecunda de todos los hijos de Dios.
809 La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio
de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas.
810 «Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo" » (LG 4; cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23).
Párrafo 3: La Iglesia es una, santa, católica y apostólica (811-870)
I. La Iglesia es una
II. La Iglesia es santa
III. La Iglesia es católica
IV. La Iglesia es apostólica
Resumen
866 La Iglesia es una: tiene un solo Señor; confiesa una sola fe, nace de un solo Bautismo, no forma más
que un solo Cuerpo, vivificado por un solo Espíritu, orientado a una única esperanza (cf Ef 4, 3-5) a cuyo
término se superarán todas las divisiones.
867 La Iglesia es santa: Dios santísimo es su autor; Cristo, su Esposo, se entregó por ella para santificarla;
el Espíritu de santidad la vivifica. Aunque comprenda pecadores, ella es "ex maculatis immaculata"
("inmaculada aunque compuesta de pecadores"). En los santos brilla su santidad; en María es ya la
enteramente santa.
868 La Iglesia es católica: Anuncia la totalidad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios
de salvación; es enviada a todos los pueblos; se dirige a todos los hombres; abarca todos los tiempos; "es,
por su propia naturaleza, misionera" (AG 2).
869 La Iglesia es apostólica: Está edificada sobre sólidos cimientos: los doce Apóstoles del Cordero
(Ap 21, 14); es indestructible (cf. Mt 16, 18); se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna
por medio de Pedro y los demás Apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos.
870 "La única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y
apostólica [...] subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en
comunión con él, aunque sin duda, fuera de su estructura visible, pueden encontrarse muchos elementos de
santificación y de verdad " (LG 8).
Párrafo 4: Los fieles de Cristo: jerarquía, laicos, vida consagrada (871-945)
I. La constitución jerárquica de la Iglesia
II. Los fieles cristianos laicos
III. La vida consagrada
Resumen
934 "Por institución divina, entre los fieles hay en la Iglesia ministros sagrados, que en el derecho se
denominan clérigos; los demás se llaman laicos". Hay, por otra parte, fieles que perteneciendo a uno de
ambos grupos, por la profesión de los consejos evangélicos, se consagran a Dios y sirven así a la misión de
la Iglesia (CIC, can. 207, 1, 2).
935 Para anunciar su fe y para implantar su Reino, Cristo envía a sus apóstoles y a sus sucesores. Él les da
parte en su misión. De Él reciben el poder de obrar en su nombre.
936 El Señor hizo de san Pedro el fundamento visible de su Iglesia. Le dio las llaves de ella. El obispo de la
Iglesia de Roma, sucesor de san Pedro, es la "cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y
Pastor de la Iglesia universal en la tierra" (CIC, can. 331).
937 El Papa "goza, por institución divina, de una potestad suprema, plena, inmediata y universal para
cuidar las almas" (CD 2).
938 Los obispos, instituidos por el Espíritu Santo, suceden a los Apóstoles. "Cada uno de los obispos, por
su parte, es el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares" (LG 23).
939 Los obispos, ayudados por los presbíteros, sus colaboradores, y por los diáconos, los obispos tienen la
misión de enseñar auténticamente la fe, de celebrar el culto divino, sobre todo la Eucaristía, y de dirigir su
Iglesia como verdaderos pastores. A su misión pertenece también el cuidado de todas las Iglesias, con y
bajo el Papa.
940 "Siendo propio del estado de los laicos vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios les
llama a que, movidos por el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento"
(AA 2).
941 Los laicos participan en el sacerdocio de Cristo: cada vez más unidos a Él, despliegan la gracia del
Bautismo y la de la Confirmación a través de todas las dimensiones de la vida personal, familiar, social y
eclesial, y realizan así el llamamiento a la santidad dirigido a todos los bautizados.
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942 Gracias a su misión profética, los laicos "están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas,
también en el interior de la sociedad humana" (GS 43, 4).
943 Debido a su misión regia, los laicos tienen el poder de arrancar al pecado su dominio sobre sí mismos
y sobre el mundo por medio de su abnegación y santidad de vida (cf. LG36).
944 La vida consagrada a Dios se caracteriza por la profesión pública de los consejos evangélicos de
pobreza, castidad y obediencia en un estado de vida estable reconocido por la Iglesia.
945 Entregado a Dios supremamente amado, aquel a quien el Bautismo ya había destinado a Él, se
encuentra en el estado de vida consagrada, más íntimamente comprometido en el servicio divino y dedicado
al bien de toda la Iglesia.
Párrafo 5: La comunión de los santos (946-962)
I. La comunión de los bienes espirituales
II. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra
Resumen
960 La Iglesia es "comunión de los santos": esta expresión designa primeramente las "cosas santas"
(sancta), y ante todo la Eucaristía, "que significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que
forman un solo cuerpo en Cristo" (LG 3).
961 Este término designa también la comunión entre las "personas santas" (sancti) en Cristo que ha
"muerto por todos", de modo que lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos.
962 "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de
los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se
unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor
misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones" (Pablo
VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).
Párrafo 6: María, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia (963-975)
I. La maternidad de María respecto de la Iglesia
II. El culto a la Santísima Virgen
III. María, icono escatológico de la Iglesia
Resumen
973 Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación,
María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador
y Cabeza del Cuerpo místico.
974 La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la
gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la
resurrección de todos los miembros de su cuerpo.
975 "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo
ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo (Credo del Pueblo de Dios, 15).
PRIMERA PARTE: LA PROFESIÓN DE LA FE
PRIMERA SECCIÓN: «CREO»-«CREEMOS»
CAPÍTULO SEGUNDO: DIOS AL ENCUENTRO DEL HOMBRE
ARTÍCULO 2 LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA
74 Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" ( 1 Tim 2,4),
es decir, al conocimiento de Cristo Jesús (cf. Jn 14,6). Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a
todos los pueblos y a todos los hombres y que así la Revelación llegue hasta los confines del mundo:
«Dios quiso que lo que había revelado para salvación de todos los pueblos se conservara por siempre
íntegro y fuera transmitido a todas las generaciones» (DV 7).
Resumen
96 Lo que Cristo confió a los Apóstoles, éstos lo transmitieron por su predicación y por escrito, bajo
la inspiración del Espíritu Santo, a todas las generaciones hasta el retorno glorioso de Cristo.
97 «La santa Tradición y la sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la palabra de
Dios» (DV 10), en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla a Dios, fuente de
todas sus riquezas.
98 «La Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que ella
es, todo lo que cree" (DV 8).
99 En virtud de su sentido sobrenatural de la fe, todo el Pueblo de Dios no cesa de acoger el don de la
Revelación divina, de penetrarla más profundamente y de vivirla de modo más pleno.
100 El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al
Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él.

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UNIDAD II: INTRODUCCION A LA LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS
ESQUEMA (ORGANIZACIÓN DEL EVANGELIO DE MARCOS) Usar el Mapa (Ultima pág. De la
Unidad III)..
a. 1, 1-13. Introducción
b. 1,14 -- 3,6 Revelación de Jesús y ceguera de los dirigentes judíos.
c. 3,7 – 6,6a. Revelación de Jesús e incomprensión de sus parientes y paisanos.
d. 6,6b. – 8,30. Revelación de Jesús y reconocimiento inicial de sus discípulos.
e. 8,31 – 10,52. Revelación del Camino Doloroso del Mesías.
f. 11,1 – 13,37. Ministerio de Jesús en Jerusalén.
g. 14,1 – 16,8. Revelación en plenitud: pasión, muerte y resurrección de Jesús.

AUTOR:
Judeocristiano, discípulo de Jesús sin ser del grupo de los DOCE. Conoció a Jesús a través de Pedro. Se lo
identifica con Juan Marcos mencionado en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Fue el iniciador del género evangelio, al proclamar el mensaje y las obras de Jesús desde la perspectiva pascual,
con un estilo de buena noticia.
La presentación que Mc. hace de Jesús es como la de un hombre de acción, humano en sentimientos y
totalmente comprometido con su misión. Su Evangelio responde a dos cuestiones comprometedoras para sus
seguidores:
 Quien es Jesús?
 En que consiste ser discípulo de Jesús?
Muestra a Jesús: sanando a los enfermos, compasivo con los que sufren, liberando de los demonios, e
interviniendo en conflicto con las autoridades civiles y religiosas. Señala como interpretan sus discípulos estas
obras, que identifican a Jesús con el Mesías prometido, aunque con un mesianismo distinto al esperado
(esperaban un mesías líder político y guerrero que los liberara de los invasores = Romanos, Asirios, etc.)
El discípulo de Jesús según Mc. debe:
- seguir las enseñanzas de Jesús,
- asumir su misión de de proclamar la llegad del Reino de Dios y
- caminar con Él en el servicio y entrega a los demás, hasta la Pasión muerte y resurrección.
Los discípulos siguen con entusiasmo a Jesús mientras crecía su popularidad, y lo abandonaron en los
momentos de la pasión y muerte. Jesús no los abandonó y después de la Resurrección volvió a salir a su
encuentro en Galilea. En la relación personal con los discípulos y en su encuentro con Él los discípulos
descubrieron su misterio y adquirieron la fuerza de seguirlo y continuar su misión.

FECHA DE REDACCIÓN:
Entre 50, y 70 d. C. fue el primer evangelio.

DESTINATARIOS:
Cristianos Gentiles (no proceden del pueblo judío) perseguidos por su fe en Roma.

IMAGEN DE JESÚS:
Presenta a Jesús como Hijo de Dios, Maestro, Mesías, Profeta y otros títulos.

CUESTIONARIO ORIENTADOR DE LA LECTURA DEL Mc. CAP. 1 y 2

1) ¿Cuál es el recorrido de Jesús que propone el evangelista San Marcos en el desarrollo de su evangelio? El
recorrido va de Galilea a Jerusalén.
2) Por qué el evangelio de Mt, Mc y Lc. Reciben el nombre de Evangelios Sinópticos?
Porque se pueden colocar en paralelo los textos que tratan los mismos temas pero con enfoque, intenciones y
sentidos diferentes.
3) Cuáles son las fuentes que utilizan los evangelistas para escribir sus Evangelios? Mt y Lc utilizan a Marcos y
los tres utilizan una fuente escrita poseen los textos.
4) Lectura e interpretación del texto del Evangelio de Marcos Capítulos 1 y 2.
* Identifique los temas señalados en los capítulos 1 y 2
* Cómo inicia Jesús su misión de mesías?
* Que sentido tienen las palabras que Dios dice de Jesús al salir del Jordán?
* Que papel cumple san Juan Bautista? Y de donde toman el bautismo como rito de iniciación en la Fe? Que rito
de iniciación tenían los Judíos y que rito nuevo propone Juan para quienes creen en el Mesías Jesús?
* Que dicen los demonios de Jesús y que le dice Jesús a los demonios que expulsa y porque?
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Reflexione acerca de la curación del paralítico y extraiga las conclusiones del texto.
*Cuál es la actitud de Jesús hacia los pecadores y que piensan los judíos de esta actitud.
*Cuál es la actitud de Jesús sobre el sábado y que diferencias trae respecto de lo preceptos religiosos de los
fariseos?
*Nombre todos los enemigos de Jesús.

CAPITULO 3 DEL EVANGELIO DE MARCOS

1. Mc. 2, 23-28. Jesús plantea que la ley está al servicio de la vida. La relación con Dios se basa en el amor y no
en el legalismo (cumplimiento frío de la ley). Jesús compartió con los discípulos en amor de Dios. Los motivó a
actuar basados en el amor.
2. Mc. 3,1-6. Jesús cura al hombre enfermo de la mano en sábado porque actuar desde el amor genera libertad
interior. La libertad interior es permitir que los valores de Jesús rijan nuestra vida sin legalismos ni
condicionamientos sicológicos y sociológicos.
3. Mc. 3,7-12. El mensaje de Jesús moviliza a personas de toda la palestina y de las regiones vecinas. Los
demonios declaran que Jesús es el Hijo de Dios, pero Él les prohíbe que lo descubran, pues QUIEN PROFESE
QUE JESÚS ES HIJO DE DIOS (QUE JESÚS ES DIOS) LOS HACE POR REVELACIÒN DE DIOS PADRE.
(Mc. 8,27-30 y Mt. 16, 13-20).
4. Mc. 3,13-19. Jesús comienza a organizar la Iglesia con la elección de los DOCE apóstoles que son el cimiento
de la Iglesia. La Iglesia tiene una realidad espiritual y una realidad humana y terrenal. La cabeza de la Iglesia es
Cristo y nombra a Pedro su representante en la tierra (hoy el Papa) Los sucesores de los apóstoles son los
Obispos. Los obispos por la imposición de manos reciben la institución como sacerdotes (realizan la ofrenda
agradable a Dios), profetas (anuncian la palabra de Dios en cada tiempo histórico) y reyes (servidores de Dios y
de su Pueblo las Iglesia) de sus Iglesias particulares. El Papa y los Obispo reunidos en concilio definen la FE y
las COSTUMBRES. Y EL Papa lo sella con su infalibilidad. No puede haber un concilio sin estar presidido por
el Papa. Pedro tiene el Poder de atar y desatar.
5. Mc. 3,20-35. Jesús sufre la incomprensión de los representantes de la religión judía y de su familia, y advierte
que es un pecado grave cerrarse a la salvación de Dios. Jesús abre un nuevo tiempo de gracias de Dios con el
evangelio y su Reino que anunciará en las Parábolas. Y abre una experiencia de familia eclesial resignificando
los vínculos, llamará a los creyentes hermanos, nos entregará a su madre como madre de todos porque pues sus
familiares son los que escuchas la palabra y la practican.

CAPITULO 4 DEL EVANGELIO DE MARCOS

4,1-2: Mc. Prepara el escenario, poniendo a Jesús en un lugar destacado: en una barca al lado de la costa pues
había tanta gente. Esto destaca la importancia del mensaje: El anuncio del Reino de Dios por medio de
Parábolas.
4,3-9: La Parábola del Sembrador, destaca la fuerza del Sembrador (Dios), no analiza la pobreza o la maleza del
suelo. Siembra con esperanza. (No había posibilidad de labrar toda la tierra como ocurre hoy antes de sembrar).
4,10-12: El mensaje de las parábolas es incomprensible para los que no creen: Miran y no ven, oyen y no
entienden…
4,13-20: En primer lugar a pesar de los terrenos malos la buena nueva de Jesús da fruto. La salvación, el Reino
de Dios no es obra de los hombres, es obra de Dios y por su amor y su poder se realizará exitosamente. Las
parábolas pertenecen al género profético y no al género didáctico, revelan el reino de Dios a quienes tienen el
corazón abierto para recibirlo.
En segundo lugar, cuestiona a los seguidores de Jesús: Usa preguntas para diagnosticar que tipo de tierra eres y
que debes hacer para dar fruto.
¿Con qué clase de terreno nos identificamos?
¿Qué aspecto de nuestra insensibilidad debemos ablandar para que penetre la semilla del amor?
¿Qué obstáculos impiden que la palabra eche raíces y debemos superar?
¿Qué hábitos, actitudes no dejan crecer la vida que Jesús ha sembrado en nosotros?

4,26-29: El Reino tiene el vigor de la gracia por el cual crece sólo sin la ayuda del hombre.
4,30-32: El Reino de Dios aunque pequeño, se expande llegando a todos (como un TE. Aparato pequeños que
me conecta al mundo).
4,33-34: Enseñanza en parábolas adaptándose a su manera de entender. Alos discípulos les explicaba en
privado, denota el interés personal de Jesús por los discípulos.
Jesús utilizó objetos ordinarios como las semillas y la luz, la sal y la levadura, para que las personas aceptaran
que el Reino de Dios está aquí. Mira a tu alrededor y toma cualquier objeto y piensa como lo utilizaría Jesús
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para expresar la existencia de su reino. El Reino de Dios es como la red de Internet, te enlaza con millones de
personas en todo el mundo. Etc.
4,35-41: En el Mar de Galilea son frecuente y una pesadilla para los pescadores. La tormenta que describe este
texto fue terrible y dio miedo a los Apóstoles. TODOS TENEMOS TORMENTAS EXTERNAS E INTERNAS,
que nos llenan de ansiedad y miedo. Piensa ¿Qué tormentas sacuden tu vida? ¿Acudes a Jesús? ¿Alguien de tu
familia hace presente a Jesús en tu vida? ¿Cómo respondemos a la pregunta “todavía no tiene fe”?.
CAPITULO 5 DEL EVANGELIO DE MARCOS
Mc. 5,1-20 En el endemoniado de Gerasa. Los Evangelios presentan a Jesús en varias ocasiones expulsando a
demonios, algunos ligados a la curación de personas enfermas. Jesús muestra su poder de hacer presente el
Reino de Dios al derrotar al Maligno. Si bien en la actualidad se ha comprobado que las enfermedad en su
mayoría no son obra del demonio, EL MENSAJE ES CLARO: Jesús lucha contra todo aquello que quita la vida
a las personas, en especial contra quien esclaviza más fuerte a las personas quitándoles la capacidad de amar y
hacer el bien. Si necesitas liberación, pídesela con Fe a Jesús y ábrete a su obra.
Mc. 5,21-43 Jesús sana a la mujer enferma y resucita a la Hija de Jairo. Los discípulos habían reconocido la
autoridad de Jesús en algunos milagros, pero ante una tormenta dudan de su poder (Mc. 4, 35-41). Su poca fe
contrasta con la fe madura de de Jairo, el jefe de la sinagoga y la fe creciente de una mujer que sufría
hemorragias. Jairo va en busca de Jesús para que vaya a su casa y sane a su hija. Esta muere, y Jairo sigue
teniendo fe en Jesús, quien resucita a la niña.
La mujer enferma se acerca secretamente a Jesús y lo toca, confiada en su poder para sanarla. Jesús la cura y
pregunta por ella. Con una fe más madura que proviene de su contacto con Jesús es capaz de dialogar con
el. La fe de ambos los lleva a acercarse a Jesús confiando en su bondad y seguros de que tiene poder para
ayudarlos.
1. ¿Por qué Marcos destaca el hecho de que Jesús predica desde la Barca?
2. ¿Qué mensaje del Reino de Dios expresa la Parábola del sembrador?
3. ¿Por qué los que no creen no entienden las parábolas?
4. Realizar un trabajo de reflexión sobre que terreno eres?
5. ¿Qué características del Reino de Dios expresan las demás parábolas?
6. ¿Por qué Jesús utiliza objetos comunes y sencillos para explicar la presencia del Reino de Dios?
7. ¿Qué expresa el relato de la tempestad calmada respecto a los Apóstoles?
8. ¿Reflexiona acerca de las tormentas que tienes en tu realidad interior o exterior? Y Escríbelas.
9. Extrae tres ideas importantes del capítulo 5 de San Marcos.

¿QUE ES EL SECRETO MESIANICO?

Jesús le impone silencio a los demonios, a los favorecidos con algún milagro, hasta después de la su muerte de
Jesús. Por varias razones:
a. El pueblo al ver un líder lo identificaba enseguida como líder político, desde una idea nacionalista y
bélica.
b. Quien puede profesar que Jesús es el Hijo de Dios el Mesías esperado: Solo el creyente, por que Dios lo
ha iluminado desde el alto, y le ha dado la fe.
Leer: La Profesión de fe De Pedro en Mc. 8,27-30
LA CUESTIÓN SINÓPTICA
El evangelio de Marcos tiene 678 versículos (16 capítulos). El evangelio de Mateo suma 1015 versículos (28
capítulos). Y el evangelio de Lucas se extiende hasta los 1112 versículos (24 capítulos). En los tres libros se
cuentan hasta 330 versículos similares en lo esencial. Y cerca de otros 200 versículos de Marcos resuenan en
Mateo, y un centenar en Lucas. Por otro lado más de 200 extraños a Marcos, son comunes a Mateo y Lucas. Los
estudiosos, no todos, tratan de explicar esta situación mediante la “teoría de las dos fuentes”: Mateo y Lucas
tendrían en cuenta el evangelio de Marcos y también conocieron una segunda fuente común, la calificada como
fuente “Q”. Al mismo tiempo, cada uno de ellos tuvo y manejó sus propias fuentes. Esta verosímil y probable
hipótesis podría explicar tanto sus coincidencias como sus variantes y diferencias. Estos tres primeros
evangelios reciben así el calificativo de “sinópticos” porque pueden presentarse en una visión comparativa de
conjunto (“sinopsis”). Es una clave para su interpretación y captación de lo característico de cada evangelio.

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Mapa de la región de Palestina en tiempos de Jesús - Siglo I de nuestra era cristiana

Mapa Orográfico Mapa Político Plano de la ciudad

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UNIDAD III: LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

RESUMEN DE LA DOCTRINA SOCIAL

1. ¿Qué es la doctrina social de la Iglesia?


La doctrina social es la parte del magisterio de la Iglesia que se ocupa de enseñar el comportamiento
correcto de los hombres en su vida social. Aplica las enseñanzas de Jesucristo a la vida en sociedad,
siempre con el fin de buscar la salvación de las almas.
2. ¿Cuál es el fin de la doctrina social?
La meta final es la salvación de las almas. Pero el fin inmediato de la doctrina social es proponer
principios y valores que contribuyan a crear una sociedad digna del hombre, aplicando las enseñanzas
de Jesucristo.
3. ¿Cuáles son los principios de la doctrina social?
La Iglesia elabora su doctrina social apoyándose en cuatro principios básicos: la dignidad de la
persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad.
a. La dignidad de la persona humana.- El ser humano posee gran dignidad por ser imagen divina y criatura
especialmente armada por Dios. Esta categoría singular es el fundamento principal para el trato adecuado entre
los hombres. Este principio incluye el derecho a la vida (aborto, embrión) y a la libertad religiosa; la defensa
del matrimonio y la familia.
b. El bien común.- El bien común es el bien de todos los hombres y de cada uno, incluyendo los
aspectos espirituales. El bien común abarca dos grandes principios:
 El destino universal de los bienes.- El Creador dispuso el mundo para todos los hombres. Esto
no quiere decir que uno pueda tomar lo que desee, sino que al regular las relaciones humanas
debe tenerse en cuenta el desarrollo y beneficio de los demás.
 La propiedad privada.- Es necesaria para la autonomía y libertad propias. Este principio está
subordinado al anterior, de modo que los bienes se empleen también en beneficio de los
demás, con cuidado especial hacia los pobres. Esta protección no consiste simplemente en
darles dinero, sino sobre todo en facilitarles la formación y los medios necesarios para salir de
su pobreza.
c. La subsidiaridad.- Según este principio, las sociedades de orden superior deben adoptar una postura
de ayuda y promoción respecto a las menores, facilitando sus iniciativas correctas. En casos especiales
puede suplirlas durante un tiempo breve. Una consecuencia de la subsidiaridad es -por parte de los
ciudadanos- el deber de participar en la vida social.
d. La solidaridad.- La solidaridad o caridad social expresa una idea de unidad, cohesión, colaboración.
Es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común. Estamos ante un
hábito o virtud, ante una decisión estable de colaborar con los demás. Con todos los hombres, pues
realmente hay vinculación con todos, aunque uno no se sienta unido a algunos. La solidaridad como
parte de la caridad engloba a los demás principios.
8. ¿Cuáles son los principales valores sociales?
Para la vida social, hay cuatro grandes bienes que conviene ejercitar, pues están muy ligados a la
dignidad de la persona humana:.
 La verdad.- Conviene resolver las situaciones buscando el bien verdadero, con independencia
del propio interés. Así se evitan muchas tiranías. Este tema afecta mucho a los medios de
comunicación y a los fraudes económicos.

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 La libertad.- En el ámbito religioso, cultural, político, etc. Siempre dentro del bien común y del
orden público. Sin olvidarse del bien verdadero y de la responsabilidad correspondiente, pues
se trata de elegir el bien, no el mal -líbranos del mal-.
 La justicia.- Es el hábito de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Ante todo, es
importante reconocer la dignidad de los demás, con independencia de lo que posean o de la
utilidad que proporcionen. La justicia debe basarse en la ley natural y conviene que sea
mejorada por la caridad y la solidaridad.
 La caridad.- El amor al prójimo es el criterio supremo de la ética social. Si hay caridad, habrá
verdad, justicia, libertad, etc. La caridad se ejercita principalmente con el espíritu de servicio a
los demás, buscando su bien sobre todo de sus almas.
9. ¿Estas cualidades sociales tienen relación con la mejora individual?
La mejora interior de uno mismo incluye el desarrollo de las cualidades sociales, y este cambio propio
es la base firme de la renovación social.
10. La cultura en la doctrina social.- Como ejemplo, apliquemos estos principios y valores al campo
tan importante de la cultura.
 La dignidad humana, la libertad y el destino universal de los bienes reclaman que la cultura y
la educación sean accesibles a todos. En consecuencia, debe haber acceso libre a los medios de
comunicación, libertad de investigación, derecho de los padres a elegir escuela, etc.
 La verdad y el bien común en su aspecto espiritual invitan a que la cultura esté abierta a la
verdad y a la dimensión religiosa. Tengamos en cuenta que la religión fundamenta la moral, y
la moral es el centro de la cultura.
 La solidaridad y la verdad deben influir en los medios de comunicación cultural.
 La subsidiaridad propone que el Estado ayude a las iniciativas educativas y culturales.
11. ¿Los principios y valores sociales son distintos de los individuales?
En parte sí, en parte no. La naturaleza humana no cambia cuando el hombre se reúne, de modo que los
principios éticos, los diez mandamientos y las virtudes que conviene ejercitar son los mismos en
ambos casos; y el resumen de amar a Dios y al prójimo, también coincide en los planos individual y
social. Sin embargo, para la vida social conviene prestar particular atención a los principios y valores
que se han explicado.
12. ¿Es misión de la Iglesia resolver problemas sociales?
No. Esta es misión general de los hombres, y en particular de los gobernantes que tienen el dinero y
redactan las leyes. A ellos compete conseguir una distribución justa de los bienes. De todos modos, la
Iglesia resuelve muchos problemas sociales por caridad. Pero no es su misión: Cristo no vino a la
tierra para resolver dificultades económicas. En cambio, es tarea de la Iglesia establecer principios y
orientaciones que señalen caminos posibles y erróneos, teniendo en cuenta la ley natural y las
enseñanzas de Jesucristo.

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TRABAJO PRÁCTICO: LA CUESTIÓN SOCIAL Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
III. La doctrina social de la Iglesia (CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA)
2419 “La revelación cristiana [...] nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social”
(GS 23). La Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su misión
de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la
comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría
divina.
2420 La Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, “cuando lo exigen los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (GS 76). En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce
una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien
común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes
justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas.
2421 La doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX, cuando se produce el encuentro entre el
Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para producción de bienes de consumo, su
nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad. El
desarrollo de la doctrina de la Iglesia en materia económica y social da testimonio del valor permanente de la
enseñanza de la Iglesia, al mismo tiempo que del sentido verdadero de su Tradición siempre viva y activa (cf
CA 3).
2422 La enseñanza social de la Iglesia contiene un cuerpo de doctrina que se articula a medida que la Iglesia
interpreta los acontecimientos a lo largo de la historia, a la luz del conjunto de la palabra revelada por Cristo
Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo (cf. SRS 1; 41). Esta enseñanza resultará tanto más aceptable para
los hombres de buena voluntad cuanto más inspire la conducta de los fieles.
2423 La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio, da orientaciones
para la acción:
Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar determinadas enteramente por los factores
económicos, resulta contrario a la naturaleza de la persona humana y de sus actos (cf CA 24).
2424 Una teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad económica es moralmente
inaceptable. El apetito desordenado de dinero no deja de producir efectos perniciosos. Es una de las causas de
los numerosos conflictos que perturban el orden social (cf GS 63, 3; LE 7; CA 35).
Un sistema que “sacrifica los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organización
colectiva de la producción” es contrario a la dignidad del hombre (cf GS65). Toda práctica que reduce a las
personas a no ser más que medios con vistas al lucro esclaviza al hombre, conduce a la idolatría del dinero y
contribuye a difundir el ateísmo. “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24; Lc 16, 13).
2425 La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al
“comunismo” o “socialismo”. Por otra parte, ha rechazado en la práctica del “capitalismo” el individualismo y
la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano (cf CA 10. 13. 44). La regulación de la
economía por la sola planificación centralizada pervierte en su base los vínculos sociales; su regulación
únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque “existen numerosas necesidades humanas
que no pueden ser satisfechas por el mercado” (CA 34). Es preciso promover una regulación razonable del
mercado y de las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común.
1. COMPLETE EL CUADRO:
____________
__________
____________
__________ _____________
DOCTRINA
__________ _____________ SOCIAL DE LA
____________
IGLESIA
____________

2. ¿Qué aporta la Doctrina Social de la Iglesia a la cuestión social en la economía, en el trabajo, en la


distribución de los bienes?
3. ¿Qué evaluación hace la Doctrina Social de la Iglesia a la teoría del lucro como norma exclusiva y fin último
de la actividad económica?
4. ¿Por qué es contrario a la dignidad el “sacrificio de los derechos fundamentales de la persona y de los
grupos en aras de la organización colectiva de la producción”?
5. ¿Cuáles son las ideologías totalitarias que rechaza la Doctrina Social de la Iglesia y por qué?

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DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El trabajo, la administración de la riqueza, el capital, el empresariado, el uso del dinero.

Catecismo de la Iglesia Católica

EL SÉPTIMO MANDAMIENTO: «No robarás» (Mt 19, 18).


2401 El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de
cualquier manera al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos
y de los frutos del trabajo de los hombres. Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los
bienes y del derecho de propiedad privada. La vida cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la caridad
fraterna los bienes de este mundo.

I. El destino universal y la propiedad privada de los bienes

2402 Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que
tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf Gn 1, 26-29). Los
bienes de la creación están destinados a todo el género humano. Sin embargo, la tierra está repartida entre los
hombres para dar seguridad a su vida, expuesta a la penuria y amenazada por la violencia. La apropiación de
bienes es legítima para garantizar la libertad y la dignidad de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus
necesidades fundamentales y las necesidades de los que están a su cargo. Debe hacer posible que se viva una
solidaridad natural entre los hombres.

2403 El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no anula la donación original de la
tierra al conjunto de la humanidad. El destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la
promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio.

2404 “El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee legítimamente no
sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que puedan aprovechar no sólo a él, sino
también a los demás” (GS 69, 1). La propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia
para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a otros, ante todo a sus próximos.

2405 Los bienes de producción —materiales o inmateriales— como tierras o fábricas, profesiones o artes,
requieren los cuidados de sus poseedores para que su fecundidad aproveche al mayor número de personas. Los
poseedores de bienes de uso y consumo deben usarlos con templanza reservando la mejor parte al huésped, al
enfermo, al pobre.

2406 La autoridad política tiene el derecho y el deber de regular en función del bien común el ejercicio
legítimo del derecho de propiedad (cf GS 71, 4; SRS 42; CA 40; 48).

II. El respeto de las personas y sus bienes

2407 En materia económica el respeto de la dignidad humana exige la práctica de la virtud de la templanza,
para moderar el apego a los bienes de este mundo; de la justicia, para preservar los derechos del prójimo y darle
lo que le es debido; y de la solidaridad, siguiendo la regla de oro y según la generosidad del Señor, que “siendo
rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza” (2 Co 8, 9).

El respeto de los bienes ajenos

2408 El séptimo mandamiento prohíbe el robo, es decir, la usurpación del bien ajeno contra la voluntad
razonable de su dueño. No hay robo si el consentimiento puede ser presumido o si el rechazo es contrario a la
razón y al destino universal de los bienes. Es el caso de la necesidad urgente y evidente en que el único medio
de remediar las necesidades inmediatas y esenciales (alimento, vivienda, vestido...) es disponer y usar de los
bienes ajenos (cf. GS 69, 1).

2409 Toda forma de tomar o retener injustamente el bien ajeno, aunque no contradiga las disposiciones de la
ley civil, es contraria al séptimo mandamiento. Así, retener deliberadamente bienes prestados u objetos

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perdidos, defraudar en el ejercicio del comercio (cf Dt 25, 13-16), pagar salarios injustos (cf Dt 24,14-
15; St 5,4), elevar los precios especulando con la ignorancia o la necesidad ajenas (cf Am 8, 4-6).
Son también moralmente ilícitos, la especulación mediante la cual se pretende hacer variar artificialmente la
valoración de los bienes con el fin de obtener un beneficio en detrimento ajeno; la corrupción mediante la cual
se vicia el juicio de los que deben tomar decisiones conforme a derecho; la apropiación y el uso privados de los
bienes sociales de una empresa; los trabajos mal hechos, el fraude fiscal, la falsificación de cheques y facturas,
los gastos excesivos, el despilfarro. Infligir voluntariamente un daño a las propiedades privadas o públicas es
contrario a la ley moral y exige reparación.

2410 Las promesas deben ser cumplidas, y los contratos rigurosamente observados en la medida en que el
compromiso adquirido es moralmente justo. Una parte notable de la vida económica y social depende del valor
de los contratos entre personas físicas o morales. Así, los contratos comerciales de venta o compra, los
contratos de arriendo o de trabajo. Todo contrato debe ser hecho y ejecutado de buena fe.

2411 Los contratos están sometidos a la justicia conmutativa, que regula los intercambios entre las personas en
el respeto exacto de sus derechos. La justicia conmutativa obliga estrictamente; exige la salvaguardia de los
derechos de propiedad, el pago de las deudas y el cumplimiento de obligaciones libremente contraídas. Sin
justicia conmutativa no es posible ninguna otra forma de justicia.
La justicia conmutativa se distingue de la justicia legal, que se refiere a lo que el ciudadano debe
equitativamente a la comunidad, y de la justicia distributiva que regula lo que la comunidad debe a los
ciudadanos en proporción a sus contribuciones y a sus necesidades.
2412 En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien
robado a su propietario:
Jesús bendijo a Zaqueo por su resolución: “Si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo” (Lc 19, 8).
Los que, de manera directa o indirecta, se han apoderado de un bien ajeno, están obligados a restituirlo o a
devolver el equivalente en naturaleza o en especie si la cosa ha desaparecido, así como los frutos y beneficios
que su propietario hubiera obtenido legítimamente de ese bien. Están igualmente obligados a restituir, en
proporción a su responsabilidad y al beneficio obtenido, todos los que han participado de alguna manera en el
robo, o que se han aprovechado de él a sabiendas; por ejemplo, quienes lo hayan ordenado o ayudado o
encubierto.

2413 Los juegos de azar (de cartas, etc.) o las apuestas no son en sí mismos contrarios a la justicia. No
obstante, resultan moralmente inaceptables cuando privan a la persona de lo que le es necesario para atender a
sus necesidades o las de los demás. La pasión del juego corre peligro de convertirse en una grave servidumbre.
Apostar injustamente o hacer trampas en los juegos constituye una materia grave, a no ser que el daño infligido
sea tan leve que quien lo padece no pueda razonablemente considerarlo significativo.

2414 El séptimo mandamiento proscribe los actos o empresas que, por una u otra razón, egoísta o ideológica,
mercantil o totalitaria, conducen a esclavizar seres humanos, a menospreciar su dignidad personal, a
comprarlos, a venderlos y a cambiarlos como mercancía. Es un pecado contra la dignidad de las personas y sus
derechos fundamentales reducirlos por la violencia a la condición de objeto de consumo o a una fuente de
beneficio. San Pablo ordenaba a un amo cristiano que tratase a su esclavo cristiano “no como esclavo, sino [...]
como un hermano [...] en el Señor” (Flm 16).

El respeto de la integridad de la creación

2415 El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y
los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura
(cf Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del
respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y
los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de
las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf CA 37-38).

2416 Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf. Mt 6, 16). Por su
simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio.
Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri.

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2417 Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf. Gn 2, 19-20; 9, 1-
4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede
domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos
en animales son prácticas moralmente aceptables, si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar
o salvar vidas humanas.
2418 Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus
vidas. Es también indigno invertir en ellos sumas que deberían remediar más bien la miseria de los hombres. Se
puede amar a los animales; pero no se puede desviar hacia ellos el afecto debido únicamente a los seres
humanos.
III. La doctrina social de la Iglesia

2419 “La revelación cristiana [...] nos conduce a una comprensión más profunda de las leyes de la vida social”
(GS 23). La Iglesia recibe del Evangelio la plena revelación de la verdad del hombre. Cuando cumple su misión
de anunciar el Evangelio, enseña al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad propia y su vocación a la
comunión de las personas; y le descubre las exigencias de la justicia y de la paz, conformes a la sabiduría
divina.

2420 La Iglesia expresa un juicio moral, en materia económica y social, “cuando lo exigen los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (GS 76). En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce
una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien
común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes
justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas.

2421 La doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX, cuando se produce el encuentro entre el
Evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevas estructuras para producción de bienes de consumo, su
nueva concepción de la sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y de propiedad. El
desarrollo de la doctrina de la Iglesia en materia económica y social da testimonio del valor permanente de la
enseñanza de la Iglesia, al mismo tiempo que del sentido verdadero de su Tradición siempre viva y activa (cf
CA 3).

2422 La enseñanza social de la Iglesia contiene un cuerpo de doctrina que se articula a medida que la Iglesia
interpreta los acontecimientos a lo largo de la historia, a la luz del conjunto de la palabra revelada por Cristo
Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo (cf. SRS 1; 41). Esta enseñanza resultará tanto más aceptable para
los hombres de buena voluntad cuanto más inspire la conducta de los fieles.

2423 La doctrina social de la Iglesia propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio, da orientaciones
para la acción:
Todo sistema según el cual las relaciones sociales deben estar determinadas enteramente por los factores
económicos, resulta contrario a la naturaleza de la persona humana y de sus actos (cf CA 24).

2424 Una teoría que hace del lucro la norma exclusiva y el fin último de la actividad económica es moralmente
inaceptable. El apetito desordenado de dinero no deja de producir efectos perniciosos. Es una de las causas de
los numerosos conflictos que perturban el orden social (cf GS 63, 3; LE 7; CA 35).
Un sistema que “sacrifica los derechos fundamentales de la persona y de los grupos en aras de la organización
colectiva de la producción” es contrario a la dignidad del hombre (cf GS65). Toda práctica que reduce a las
personas a no ser más que medios con vistas al lucro esclaviza al hombre, conduce a la idolatría del dinero y
contribuye a difundir el ateísmo. “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24; Lc 16, 13).

2425 La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos modernos al
“comunismo” o “socialismo”. Por otra parte, ha rechazado en la práctica del “capitalismo” el individualismo y
la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el trabajo humano (cf CA 10. 13. 44). La regulación de la
economía por la sola planificación centralizada pervierte en su base los vínculos sociales; su regulación
únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque “existen numerosas necesidades humanas
que no pueden ser satisfechas por el mercado” (CA 34). Es preciso promover una regulación razonable del
mercado y de las iniciativas económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común.

IV. Actividad económica y justicia social

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2426 El desarrollo de las actividades económicas y el crecimiento de la producción están destinados a satisfacer
las necesidades de los seres humanos. La vida económica no tiende solamente a multiplicar los bienes
producidos y a aumentar el lucro o el poder; está ordenada ante todo al servicio de las personas, del hombre
entero y de toda la comunidad humana. La actividad económica dirigida según sus propios métodos, debe
moverse no obstante dentro de los límites del orden moral, según la justicia social, a fin de responder al plan de
Dios sobre el hombre (cf GS 64).

2427 El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar,
unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra (cf Gn 1, 28; GS 34; CA 31). El
trabajo es, por tanto, un deber: “Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma” (2 Ts 3, 10; cf 1 Ts 4, 11). El
trabajo honra los dones del Creador y los talentos recibidos. Puede ser también redentor. Soportando el peso del
trabajo (cf Gn 3, 14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre
colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su obra redentora. Se muestra como discípulo de Cristo
llevando la Cruz cada día, en la actividad que está llamado a realizar (cf LE 27). El trabajo puede ser un medio
de santificación y de animación de las realidades terrenas en el espíritu de Cristo.

2428 En el trabajo, la persona ejerce y aplica una parte de las capacidades inscritas en su naturaleza. El valor
primordial del trabajo pertenece al hombre mismo, que es su autor y su destinatario. El trabajo es para el
hombre y no el hombre para el trabajo (cf LE 6).
Cada cual debe poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y para prestar
servicio a la comunidad humana.

2429 Cada uno tiene el derecho de iniciativa económica, y podrá usar legítimamente de sus talentos para
contribuir a una abundancia provechosa para todos y para recoger los justos frutos de sus esfuerzos. Deberá
ajustarse a las reglamentaciones dictadas por las autoridades legítimas con miras al bien común (cf CA 32-34).

2430 La vida económica se ve afectada por intereses diversos, con frecuencia opuestos entre sí. Así se explica
el surgimiento de conflictos que la caracterizan (cf LE 11). Será preciso esforzarse para reducir estos últimos
mediante la negociación, que respete los derechos y los deberes de cada parte: los responsables de las empresas,
los representantes de los trabajadores, por ejemplo, de las organizaciones sindicales y, en caso necesario, los
poderes públicos.

2431 La responsabilidad del Estado. “La actividad [...] económica, en particular la economía de mercado, no
puede desenvolverse en medio de un vacío institucional, jurídico y político. Por el contrario supone una
seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y
servicios públicos eficientes. La primera incumbencia del Estado es, pues, la de garantizar esa seguridad, de
manera que quien trabaja y produce pueda gozar de los frutos de su trabajo y, por tanto, se sienta estimulado a
realizarlo eficiente y honestamente [...]. Otra incumbencia del Estado es la de vigilar y encauzar el ejercicio de
los derechos humanos en el sector económico; pero en este campo la primera responsabilidad no es del Estado,
sino de cada persona y de los diversos grupos y asociaciones en que se articula la sociedad” (CA 48).

2432 A los responsables de las empresas les corresponde ante la sociedad la responsabilidad económica y
ecológica de sus operaciones (CA 37). Están obligados a considerar el bien de las personas y no solamente el
aumento de las ganancias. Sin embargo, éstas son necesarias; permiten realizar las inversiones que aseguran el
porvenir de las empresas, y garantizan los puestos de trabajo.

2433 El acceso al trabajo y a la profesión debe estar abierto a todos sin discriminación injusta, a hombres y
mujeres, sanos y disminuidos, autóctonos e inmigrados (cf LE 19; 22-23). Habida consideración de las
circunstancias, la sociedad debe, por su parte, ayudar a los ciudadanos a procurarse un trabajo y un empleo (cf
CA 48).

2434 El salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo puede constituir una grave
injusticia (cf Lv 19, 13; Dt 24, 14-15; St 5, 4). Para determinar la justa remuneración se han de tener en cuenta a
la vez las necesidades y las contribuciones de cada uno. “El trabajo debe ser remunerado de tal modo que se
den al hombre posibilidades de que él y los suyos vivan dignamente su vida material, social, cultural y
espiritual, teniendo en cuenta la tarea y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y
el bien común” (GS67, 2). El acuerdo de las partes no basta para justificar moralmente la cuantía del salario.

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2435 La huelga es moralmente legítima cuando constituye un recurso inevitable, si no necesario para obtener
un beneficio proporcionado. Resulta moralmente inaceptable cuando va acompañada de violencias o también
cuando se lleva a cabo en función de objetivos no directamente vinculados con las condiciones del trabajo o
contrarios al bien común.

2436 Es injusto no pagar a los organismos de seguridad social las cotizaciones establecidas por las autoridades
legítimas.
La privación del trabajo a causa del desempleo es casi siempre para su víctima un atentado contra su dignidad
y una amenaza para el equilibrio de la vida. Además del daño personal padecido, de esa privación se derivan
riesgos numerosos para su hogar (cf LE 18).

V. Justicia y solidaridad entre las naciones


2437 En el plano internacional la desigualdad de los recursos y de los medios económicos es tal que crea entre
las naciones un verdadero “abismo” (SRS 14). Por un lado están los que poseen y desarrollan los medios de
crecimiento, y por otro, los que acumulan deudas.
2438 Diversas causas, de naturaleza religiosa, política, económica y financiera, confieren hoy a la cuestión
social “una dimensión mundial” (SRS 9). Es necesaria la solidaridad entre las naciones cuyas políticas son ya
interdependientes. Es todavía más indispensable cuando se trata de acabar con los “mecanismos perversos” que
obstaculizan el desarrollo de los países menos avanzados (cf SRS 17; 45). Es preciso sustituir los sistemas
financieros abusivos, si no usurarios (cf CA 35), las relaciones comerciales inicuas entre las naciones, la carrera
de armamentos, por un esfuerzo común para movilizar los recursos hacia objetivos de desarrollo moral, cultural
y económico “redefiniendo las prioridades y las escalas de valores”(CA 28).
2439 Las naciones ricas tienen una responsabilidad moral grave respecto a las que no pueden por sí mismas
asegurar los medios de su desarrollo, o han sido impedidas de realizarlo por trágicos acontecimientos históricos.
Es un deber de solidaridad y de caridad; es también una obligación de justicia si el bienestar de las naciones
ricas procede de recursos que no han sido pagados con justicia.
2440 La ayuda directa constituye una respuesta apropiada a necesidades inmediatas, extraordinarias, causadas
por ejemplo por catástrofes naturales, epidemias, etc. Pero no basta para reparar los graves daños que resultan
de situaciones de indigencia ni para remediar de forma duradera las necesidades. Es preciso también reformar
las instituciones económicas y financieras internacionales para que promuevan y potencien relaciones
equitativas con los países menos desarrollados (cf SRS 16). Es preciso sostener el esfuerzo de los países pobres
que trabajan por su crecimiento y su liberación (cf CA 26). Esta doctrina exige ser aplicada de manera muy
particular en el ámbito del trabajo agrícola. Los campesinos, sobre todo en el Tercer Mundo, forman la masa
mayoritaria de los pobres.
2441 Acrecentar el sentido de Dios y el conocimiento de sí mismo constituye la base de tododesarrollo
completo de la sociedad humana. Este multiplica los bienes materiales y los pone al servicio de la persona y de
su libertad. Disminuye la miseria y la explotación económicas. Hace crecer el respeto de las identidades
culturales y la apertura a la trascendencia (cf SRS32; CA 51).
2442 No corresponde a los pastores de la Iglesia intervenir directamente en la actividad política y en la
organización de la vida social. Esta tarea forma parte de la vocación de losfieles laicos, que actúan por su
propia iniciativa con sus conciudadanos. La acción social puede implicar una pluralidad de vías concretas.
Deberá atender siempre al bien común y ajustarse al mensaje evangélico y a la enseñanza de la Iglesia.
Corresponde a los fieles laicos “animar, con su compromiso cristiano, las realidades y, en ellas, procurar ser
testigos y operadores de paz y de justicia” (SRS 47; cf 42).

VI. El amor de los pobres


2443 Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo: “A quien te pide da,
al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda” (Mt 5, 42). “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,
8). Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf Mt 25, 31-36). La buena nueva
“anunciada a los pobres” (Mt 11, 5; Lc 4, 18)) es el signo de la presencia de Cristo.
2444 “El amor de la Iglesia por los pobres [...] pertenece a su constante tradición” (CA 57). Está inspirado en el
Evangelio de las bienaventuranzas (cf Lc 6, 20-22), en la pobreza de Jesús (cf Mt 8, 20), y en su atención a los
pobres (cf Mc 12, 41-44). El amor a los pobres es también uno de los motivos del deber de trabajar, con el fin

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de “hacer partícipe al que se halle en necesidad” (Ef 4, 28). No abarca sólo la pobreza material, sino también las
numerosas formas de pobreza cultural y religiosa (cf CA 57).
2445 El amor a los pobres es incompatible con el amor desordenado de las riquezas o su uso egoísta:
«Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros.
Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de
herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis
acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad: el salario que no habéis pagado a los obreros que
segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los
ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado
vuestros corazones en el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste» (St 5, 1-6).
2446 San Juan Crisóstomo lo recuerda vigorosamente: “No hacer participar a los pobres de los propios bienes
es robarles y quitarles la vida; [...] lo que poseemos no son bienes nuestros, sino los suyos” (In Lazarum, concio
2, 6). Es preciso “satisfacer ante todo las exigencias de la justicia, de modo que no se ofrezca como ayuda de
caridad lo que ya se debe a título de justicia” (AA 8):
«Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les hacemos liberalidades personales, sino que les
devolvemos lo que es suyo. Más que realizar un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de
justicia» (San Gregorio Magno, Regula pastoralis, 3, 21, 45).
2447 Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus
necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras
espirituales de misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia
corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al
desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre estas obras, la
limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna;
es también una práctica de justicia que agrada a Dios (cfMt 6, 2-4):
«El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo»
(Lc 3, 11). «Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros» (Lc 11, 41).
«Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id
en paz, calentaos o hartaos”, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn 3,
17).
2448 “Bajo sus múltiples formas —indigencia material, opresión injusta, enfermedades físicas o psíquicas y,
por último, la muerte—, la miseria humana es el signo manifiesto de la debilidad congénita en que se encuentra
el hombre tras el primer pecado de Adán y de la necesidad que tiene de salvación. Por ello, la miseria humana
atrae la compasión de Cristo Salvador, que la ha querido cargar sobre sí e identificarse con los «más pequeños
de sus hermanos». También por ello, los oprimidos por la miseria son objeto de un amor de preferencia por
parte de la Iglesia, que, desde los orígenes, y a pesar de los fallos de muchos de sus miembros, no ha cesado de
trabajar para aliviarlos, defenderlos y liberarlos. Lo ha hecho mediante innumerables obras de beneficencia, que
siempre y en todo lugar continúan siendo indispensables” (Congregación para la Doctrina de la Fe,
Instr. Libertatis conscientia, 68).
2449 En el Antiguo Testamento, toda una serie de medidas jurídicas (año jubilar, prohibición del préstamo a
interés, retención de la prenda, obligación del diezmo, pago cotidiano del jornalero, derecho de rebusca después
de la vendimia y la siega) corresponden a la exhortación del Deuteronomio: “Ciertamente nunca faltarán pobres
en este país; por esto te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquél de los tuyos que
es indigente y pobre en tu tierra” (Dt 15, 11). Jesús hace suyas estas palabras: “Porque pobres siempre tendréis
con vosotros; pero a mí no siempre me tendréis” (Jn 12, 8). Con esto, no hace caduca la vehemencia de los
oráculos antiguos: “comprando por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias [...]” (Am 8, 6), sino
que nos invita a reconocer su presencia en los pobres que son sus hermanos (cf Mt 25, 40):
El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, santa Rosa de Lima le contestó:
“Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, somos buen olor de Cristo”.

Resumen
2450 “No robarás” (Dt 5, 19). “Ni los ladrones, ni los avaros [...], ni los rapaces heredarán el Reino de Dios”
(1Co 6, 10).
2451 El séptimo mandamiento prescribe la práctica de la justicia y de la caridad en el uso de los bienes
terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.

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2452 Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano. El derecho a la propiedad privada
no anula el destino universal de los bienes.
2453 El séptimo mandamiento prohíbe el robo. El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad
razonable de su dueño.
2454 Toda manera de tomar y de usar injustamente un bien ajeno es contraria al séptimo mandamiento. La
injusticia cometida exige reparación. La justicia conmutativa impone la restitución del bien robado.
2455 La ley moral prohíbe los actos que, con fines mercantiles o totalitarios, llevan a esclavizar a los seres
humanos, a comprarlos, venderlos y cambiarlos como si fueran mercaderías.
2456 El dominio, concedido por el Creador, sobre los recursos minerales, vegetales y animales del universo,
no puede ser separado del respeto de las obligaciones morales frente a todos los hombres, incluidos los de las
generaciones venideras.
2457 Los animales están confiados a la administración del hombre que les debe benevolencia. Pueden servir a
la justa satisfacción de las necesidades del hombre.
2458 La Iglesia pronuncia un juicio en materia económica y social cuando lo exigen los derechos
fundamentales de la persona o la salvación de las almas. Cuida del bien común temporal de los hombres en
razón de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último.
2459 El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económica y social. El punto decisivo de la
cuestión social estriba en que los bienes creados por Dios para todos lleguen de hecho a todos, según la
justicia y con la ayuda de la caridad.
2460 El valor primordial del trabajo atañe al hombre mismo que es su autor y su destinatario. Mediante su
trabajo, el hombre participa en la obra de la creación. Unido a Cristo, el trabajo puede ser redentor.
2461 El desarrollo verdadero es el del hombre en su integridad. Se trata de hacer crecer la capacidad de cada
persona a fin de responder a su vocación y, por lo tanto, a la llamada de Dios (cf CA 29).
2462 La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna; es también una práctica de justicia
que agrada a Dios.
2463 ¿Cómo no reconocer a Lázaro, el mendigo hambriento de la parábola, en la multitud de seres humanos
sin pan, sin techo, sin patria? (cf Lc 16, 19-31). ¿Cómo no escuchar a Jesús que dice: “A mi no me lo
hicisteis?” (Mt 25, 45).
El Documento de Aparecida (2007) describe (120- 122) la importancia que los Obispos
latinoamericanos otorgan al trabajo señalando que éste se vincula con la creación ya que "en la belleza de la
creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y
como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador
y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que "constituye una dimensión fundamental
de la existencia del hombre en la tierra", por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres
humanos. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente "la clave esencial de toda
"la cuestión social".
Asimismo señalan que "Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga
que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso
terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios. El desempleo, la injusta
remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el
misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo
reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda
injusticia. La salvaguardia del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el
equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las
personas minusválidas según sus posibilidades".
Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover
iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de
la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado
del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los
derechos de los trabajadores y la justicia."

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia


Esta obra magisterial dedica un capítulo al trabajo humano, e intenta explicar su significado más
profundo.
Encabezando el capítulo hay una explicación bíblica. En el Génesis, Dios confía al hombre la tarea de ejercitar
dominio sobre la creación. «El trabajo es parte del estado original del hombre y precede a su caída; no es pues
un castigo o una maldición», observa el compendio (No. 256).
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El trabajo se ha asociado con el dolor y esfuerzo como resultado del pecado original. Sin embargo
debería considerarse como algo digno de mérito puesto que nos permite proveernos de los elementos materiales
que necesitamos, insiste el compendio.
Al mismo tiempo, el compendio advierte frente a colocar al trabajo en el vértice de nuestras
actividades. «El trabajo es esencial, pero es Dios -y no el trabajo - quien está en el origen de la vida y en el
objetivo final del hombre» (No. 257). En este contexto el establecimiento del descano del Sabbath es
importante, porque da la oportunidad de reenfocarse hacia Dios.
En el Nuevo Testamento, uno encuentra el ejemplo de Jesús, que llevó a cabo la tarea del trabajo
manual como carpintero. Jesús denigra al criado que esconde su talento en la tierra y describe su propia misión
como la de trabajar (Juan 5:17). Pero Jesús también nos enseña a buscar los tesoros del cielo que duran, en vez
de los que son perecederos (Marcos 6:19-21).
Jesús revela más adelante que el trabajo no es sólo participación en la creación, sino también en la labor
de redención. «Quienes toleran los difíciles rigores del trabajo en unión con Jesús cooperan, en un cierto
sentido, con el Hijo de Dios en su labor de redención y muestran que son discípulos de Cristo que cargan con su
cruz» (No. 263).
De hecho, como enseña San Pablo, ningún cristiano tiene derecho a no trabajar y vivir a expensas de
los demás (2 Tesalonicenses 3:6-12). El apóstol Pablo anima a los cristianos a trabajar y luego a compartir los
frutos con los demás que están en necesidad.

Doble dimensión
El compendio intenta profundizar en lo que significa el trabajo para cada persona. Tiene tanto una
dimensión objetiva como subjetiva. Su significado objetivo hace referencia al área de actividades, instrumentos
y tecnologías que se usan para producir cosas. Mientras que el sentido subjetivo está relacionado al trabajo
como siendo la actividad de la persona humana, que realiza el trabajo como parte de una vocación personal.
«Como persona, el hombre es por tanto el sujeto del trabajo» (No. 270).
Este aspecto subjetivo del trabajo es vital para una comprensión correcta de su valor y dignidad. El
trabajo no es simplemente la producción de una mercancía, sino también la actividad de una persona humana,
cuya dignidad debe respetarse. El compendio añade que la dimensión subjetiva debería tener la precedencia
sobre los aspectos objetivos, «porque es la dimensión de la persona misma la que se implica en el trabajo,
determinando su cualidad y consumando su valor» (No. 271).
El trabajo humano también tiene una dimensión social, como una actividad individual que se conecta
con la de otras personas. «Los frutos del trabajo ofrecen ocasiones para el intercambio, la relación y el
encuentro» (No. 273).

Trabajo y capital
Cuando llega al tema del entendimiento de la relación entre trabajadores y los elementos materiales de
la producción (capital), el compendio repite la importancia de conservar en primer lugar el concepto del trabajo
como una tarea subjetiva o personal. De hecho, en la economía moderna el texto observa que hay un
reconocimiento creciente del valor del «capital humano» como un recurso importante en la producción.
Pero, mientras se mantiene el principio de la prioridad de la persona humana, el trabajo y el capital
deberían existir en una relación de complementariedad, añade el Compendio. Cada uno necesita del otro y sería
erróneo exaltar uno y olvidar la contribución del otro.
A este fin el compendio anima a la cooperación entre trabajo y capital a través de medios como la
participación en la gestión, propiedad y beneficios. Esto puede ser más fácil en el mundo de hoy, dado que el
conocimiento humano es un factor muy importante en la economía.
En cuanto a la colaboración entre trabajo y capital el texto defiende el derecho a la propiedad privada,
aunque también llama la atención sobre la importancia de ponerla al servicio de todos. Tanto la propiedad
privada como la pública, «deben orientarse a una economía de servicio a la humanidad» (No. 283).

Salvaguardar los derechos


Una sección del compendio se dedica a explicar cuáles son los derechos en el área del trabajo humano.
Para empezar, «el trabajo es un derecho fundamental y un bien para toda la humanidad» (No. 287). Se necesita
el trabajo para llevar adelante una familia y el desempleo trae consigo muchos problemas sociales. Lograr el
pleno empleo, por tanto, sigue siendo un objetivo económico clave. Un importante medio para llevar a cabo
esto es proporcionar una adecuada educación, que continúe a lo largo de la vida laboral, de manera que las
personas puedan encontrar un empleo adecuado.
El estado tiene un papel que jugar en esto, pero el compendio es cuidadoso en establecer que esto no
significa que los gobiernos deban directamente emplear a la gente para proporcionar a todos un puesto de

22
trabajo. El deber del estado es animar la actividad económica creando las condiciones que conducirán a
oportunidades adecuadas de empleo.
Con la creciente globalización de la economía, el compendio también recomienda que los gobiernos
cooperen unos con otros para salvaguardar el derecho a trabajar y atenuar las subidas y bajadas del ciclo
económico. Otra responsabilidad es cuidar de la familia. Las empresas, los sindicatos y el estado deberían
promover políticas que apoyen la familia.
Otros temas tratados
En esta sección se reparten en temas como la mujer y los hijos, la protección de los inmigrantes y de los
trabajadores agrícolas. Los derechos de las mujeres deberían respetarse y no es aceptable la discriminación
contra ellas, especialmente en cuanto a sueldo y seguridad social. El trabajo infantil, continúa el texto,
«constituye una clase de violencia que resulta menos obvia que otra pero no es por esta razón menos terrible»
(No. 296). Aunque es cierto que en algunos países los ingresos obtenidos por los niños son importantes para las
familias, sin embargo esta explotación constituye una seria violación de la dignidad humana.
Cuando pasa a desentrañar derechos más específicos, como el justo salario, el compendio recuerda que
«los derechos de los trabajadores, como todos los demás derechos, se basan en la naturaleza de la persona
humana y en su dignidad trascendente» (No. 301).
La última parte del capítulo sobre el trabajo trata de algunos desarrollos recientes en el mundo del
trabajo. La globalización ha traído consigo muchos cambios, y es importante recordar que junto con este
proceso el mundo también necesita «una globalización de salvaguardas, un mínimo esencial de derecho y
equidad» (No. 310).
Una economía construida no ya sobre una base industrial sino sobre los servicios y las más novedosas
tecnologías trae consigo muchos cambios para quienes trabajan, y algunos ajustes difíciles. Para afrontarlos el
compendio recomienda evitar el error de insistir en que los cambios ocurran de una determinada manera. «El
factor decisivo y la referencia de esta compleja fase de cambio es una vez más la persona humana, que debe
seguir siendo la verdadera protagonista de su trabajo» (No. 317). Humanizar el trabajo, ahora a una escala
planetaria, es la siguiente meta.

¿Cómo surge la Doctrina Social de la Iglesia?


Contexto para comprender el surgimiento de la Doctrina Social de la Iglesia.
Para comprender el porqué de una doctrina de índole social en la Iglesia, es necesario remontarnos al siglo XIX
y ver en él el profundo cambio social del que el mundo era protagonista.
Los efectos de la conocida “revolución industrial” van dando inicio a un Capitalismo incipiente. Por
otro lado, la preocupación por la cuestión obrera y el proletariado (proletario= aquel cuyo único bien a poseer
es la propia prole) va dando vida al Comunismo (en 1848 Carlos Marx escribe “Manifiesto Comunista”).
En este marco, el 15 de mayo de 1891, se publicó la carta Encíclica Rerum Novarum, del Papa León
XIII, distanciándose al mismo tiempo del Capitalismo como del Comunismo, y denunciando que “un número
muy pequeño de opulentos y excesivamente ricos había impuesto sobre la multitud de los proletarios un yugo
casi de esclavos”.
En un sentido amplio, puede entenderse la DSI como una dimensión evangelizadora de la Iglesia en el
campo social a partir de la Encíclica Rerum Novarum y hasta la Encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II, a
los cien años de la RN.
En todo este período (1891-1991), otros aspectos de la vida social e internacional merecen nuestra
atención a la hora de dar un contexto a la DSI. El período post guerra y la fundación de la O.N.U. en 1945, la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, Guerra fría, la celebración del Concilio Vaticano II
entre 1962 y 1965 y sus correspondientes recepciones tanto en Latinoamérica (Medellín, 1968 y Puebla, 1979)
como en Argentina (San Miguel, 1969).
Por lo tanto, la DSI nace con problemas vinculados a la Revolución Industrial y a la cuestión social,
pero con todos los hechos nombrados anteriormente, los temas de la DSI se amplían a las relaciones norte-sur
del mundo, el desarrollo, la ecología, la guerra y la paz, etc.

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DOCETRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

“El Cuidado de la creación, Visión Católica de la ecología”

Introducción
En las últimas décadas hemos asistido a una creciente preocupación por la ecología. Entre las diversas
posturas existen dos corrientes contrapuestas que parten de concepciones filosóficas muy distintas sobre el
hombre y el mundo. La primera de ellas tiende a la divinización del hombre, considerándolo no como
colaborador de Dios para el perfeccionamiento de la creación, sino como creador del mundo y de sí mismo a
través de su propio trabajo. Esta visión suscita una actitud despótica sobre la naturaleza, considerada como
objeto de explotación y fuente inagotable de recursos. En contraste con esta posición, aparece otra que, «en
nombre de una concepción inspirada en el ecocentrismo y el biocentrismo, se propone eliminar la diferencia
ontológica y axiológica entre el hombre y los demás seres vivos, considerando la biosfera como una unidad
biótica de valor indiferenciado. Así, se elimina la responsabilidad superior del hombre en favor de una
consideración igualitaria de la "dignidad" de todos los seres vivos». Incluso algunos llegan a absolutizar la
naturaleza «y colocarla, en dignidad, por encima de la misma persona humana». A pesar de sus diferencias,
estas posturas tienen en común el rechazo de Dios como punto de referencia existencial, son modos distintos de
idolatría: uno diviniza al hombre en detrimento del hábitat y otro a la naturaleza en detrimento del hombre.
El cristianismo se distancia de ambos, porque sabe que el hombre y la naturaleza son fruto de la acción
creadora de Dios, y que Cristo es el centro del cosmos y de la historia[3]. Para tener una visión completa de la
comprensión cristiana de la ecología es necesario hacer referencia a la creación, la redención y a la esperanza
en un cielo nuevo y una tierra nueva (la escatología).

La Creación en el Plan de Dios


Nosotros los católicos, no miramos el universo solamente como la naturaleza considerada en sí misma,
sino como creación y primer don del amor del Señor por nosotros. “Del Señor es la tierra y cuanto hay en ella;
el orbe y los que en él habitan” (Sal 24,1), esta afirmación recorre toda la Biblia y confirma que la tierra es el
primer signo de la Alianza de Dios con el ser humano. La revelación bíblica nos enseña que cuando Dios creó
al hombre, lo colocó en el jardín del Edén para que hiciera uso de él (cf. Gen 2,16) señalándole unos límites
(Gen 2,17), que recuerdan al ser humano que Dios es el Señor y Creador y de Él es la tierra y todo lo que
contiene. Dios entrega a los seres humanos toda la creación, para desarrollar su vida y las de sus descendientes.
Estos límites miran a preservar la justicia y el derecho que todos tienen a los bienes de la creación, que Dios
destinó al servicio de todos. Las criaturas del Padre le dan gloria “con su sola existencia”, y, por eso, el ser
humano debe hacer uso de ellas con cuidado y delicadeza. Nosotros podemos usarlas, no como dueños
absolutos, sino como administradores. Como discípulos de Jesús, tenemos que dar gracias por el don de la
creación, reflejo de la sabiduría y belleza de Dios Creador. A través de la creación cada persona entra en
comunión con Él, con los demás seres humanos y con toda la creación.

La ecología en el pensamiento de la Iglesia


La teología y la catequesis de la Iglesia han reflexionado sobre la creación, la tierra, la naturaleza, el
progreso, etc., pero en los años ochenta aparece el concepto que nosotros hoy conocemos como ecología. La
ecología alude a la naturaleza como la casa en que todos vivimos. En el documento del CELAM en Aparecida
se nos recuerda la importancia de tomar conciencia de la naturaleza como una herencia gratuita que recibimos
para proteger la convivencia humana de modo responsable para bien de todos. La explotación irracional de los
bienes de la creación deja consecuencias preocupantes en las que tiene una enorme responsabilidad el
desmedido afán por la riqueza, la actitud egoísta por encima de la vida de las personas en especial de los
campesinos e indígenas, que tienen que migrar a las grandes ciudades para salir de la miseria. Hay que
progresar en el desarrollo para valorar las riquezas de la tierra y su capacidad al servicio del bien común,
evitando la industrialización descontrolada, que contamine con desechos orgánicos y químicos y produzca
eliminación de bosques, contaminación del agua y mayor desertificación.
El Catecismo de la Iglesia Católica sintetiza el pensamiento eclesial sobre los bienes creados: Dios que
trasciende la creación al tiempo que está presente en ella, crea todo por sabiduría y amor de modo ordenado y
bueno, Él mantiene y conduce la creación con su divina Providencia y encarga al ser humano que colabore con
Él, administrando la creación. El ser humano debe respetar la bondad propia de las criaturas y no hacer uso
desordenado de ellas. La destrucción sistemática de la naturaleza es un pecado social.

La ecología es el mayor reto para la humanidad en el siglo XXI

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La tierra está seriamente amenazada, si seguimos obrando como hasta ahora, podríamos destruir la
herencia que recibimos y comprometer el futuro de las nuevas generaciones. El modelo de desarrollo que
hemos adoptado desde la segunda guerra mundial se basa en una economía que destruye la naturaleza que se ve
frágil e indefensa ante los intereses económicos y tecnológicos. Las intervenciones sobre los recursos naturales
no pueden arrasar irracionalmente las fuentes de vida, en perjuicio de la misma humanidad.
El Papa Francisco recientemente ha publicado a Encíclica “Laudato Si”, que toma su nombre de la
invocación de san Francisco, «Laudato si’, mi’ Signore», que en el Cántico de las creaturas que recuerda que la
tierra, nuestra casa común, «es también como una hermana con la que compartimos la existencia, y como una
madre bella que nos acoge entre sus brazos » (1). Nosotros mismos «somos tierra (cfr Gn 2,7). Nuestro propio
cuerpo está formado por elementos del planeta, su aire nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura» (2).
En este Documento Magisterial se detallan “varios aspectos de la actual crisis ecológica” (15) como:
1- La contaminación, basura y cultura del descarte: La contaminación afecta cotidianamente la vida
de las personas, con graves consecuencias para su salud, al grado de provocar millones de muertes prematuras.
(20), y «La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería» (21). El
origen de estas dinámicas está en la «cultura del descarte», que deberemos contrarrestar adoptando modelos de
producción basados en la reutilización y el reciclaje, disminuyendo el uso de recursos no renovables.
Desgraciadamente, «los avances en este sentido son todavía muy escasos» (22).
2- El cambio climático: es un «problema con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas,
distributivas y políticas» (25). Conservar el clima, bien común, «plantea uno de los principales desafíos
actuales para la humanidad» (25). Los cambios climáticos afectan a poblaciones enteras y están entre las causas
de los movimientos migratorios, pero «muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o
político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas» (26); al mismo
tiempo, «la falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de
aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil» (25).
3- La cuestión del agua: poblaciones enteras, especialmente los niños, enferman y mueren por
consumir agua no potable, y las aguas subterráneas están amenazadas por la contaminación que producen
industrias y ciudades. El Pontífice afirma sin ambages que «el acceso al agua potable y segura es un derecho
humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es
condición para el ejercicio de los demás derechos humanos» (30). Privar a los pobres del acceso al agua
significa «negarles el derecho a la vida radicado en su dignidad inalienable» (30).
3- La pérdida de la biodiversidad: La extinción de especies animales y vegetales, causada por la
humanidad, modifica el ecosistema y no podemos prever las consecuencias en el futuro. «Cada año desaparecen
miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver,
perdidas para siempre» (33). Las distintas especies no son sólo eventuales “recursos” aprovechables: tienen un
valor en sí mismas y no en función del ser humano. «Porque todas las criaturas están conectadas, [...] y todos
los seres nos necesitamos unos a otros» (42). Por ello es necesario custodiar los lugares que aseguran el
equilibrio del ecosistema y por tanto de la vida. Con frecuencia intereses económicos internacionales
obstaculizan este cuidado (38).
4-La calidad de la vida humana y decadencia social: El modelo actual de desarrollo condiciona
directamente la calidad de vida de la mayoría de la humanidad, y muestra que «que el crecimiento de los
últimos dos siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral» (46). «Muchas
ciudades son grandes estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso» (44), se vuelven así
inhóspitas para la salud, y es muy limitado el contacto con la naturaleza a excepción de los espacios reservados
para unos pocos privilegiados (45).
5- La inequidad global: «el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a
los más débiles del planeta» (48), que es la mayor parte de la población mundial. En los debates económico
políticos internacionales éstos se consideran simplemente «daños colaterales» (49). Por el contrario, «un
verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, [...] para escuchar tanto el clamor de la
tierra como el clamor de los pobres» (49). La solución no es la reducción de la natalidad, sino el abandono del
«consumismo extremo y selectivo» de una minoría de la población mundial (50).
6- La debilidad de las reacciones: Conociendo las profundas divergencias que existen respecto a estas
problemáticas, el Papa Francisco se muestra profundamente impresionado por la «debilidad de las reacciones»
frente a los dramas de tantas personas y poblaciones. Aunque no faltan ejemplos positivos (58), señala «un
cierto adormecimiento y una alegre irresponsabilidad» (59). Faltan una cultura adecuada (53) y la disposición a
cambiar de estilo de vida, producción y consumo (59), a la vez que urge «crear un sistema normativo que [...]
asegure la protección de los ecosistemas» (53).

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Para superar este dramática situación actual el Papa propone que haya diálogo y acción que involucre a
cada uno de nosotros y a la política internacional» (15), y «que nos ayuden a salir de la espiral de
autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo» (163). Es imprescindible que la construcción de caminos
concretos no se afronte de manera ideológica, superficial o reduccionista. «Hay discusiones sobre cuestiones
relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar consensos. [...] la Iglesia no pretende definir las
cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las
necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común» (188) Así plantea:
1. El diálogo sobre el ambiente en la política internacional (164-175)
2. El diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales (176-181)
3. Favorecer debates sinceros y honestos (182-188)
4. Política y economía en diálogo para la plenitud humana (189-198)
5. Las religiones en el diálogo con las ciencias (199-201)

El último capítulo de la Encíclica va al centro de la conversión ecológica a la que invita la Encíclica.


Las raíces de la crisis cultural son profundas y no es fácil rediseñar hábitos y comportamientos. La educación y
la formación siguen siendo desafíos clave: «todo cambio necesita motivaciones y un camino educativo»
(15); esto atañe a todos los ambientes educativos, en primer lugar «la escuela, la familia, los medios de
comunicación, la catequesis» (213). De esta manera tenemos que:
1. Apostar por otro estilo de vida: a pesar del relativismo práctico y de la cultura consumista, «no
todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden
sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y
sociales que les impongan [...] No hay sistemas que anulen por completo la apertura al bien, a la verdad y a la
belleza, ni la capacidad de reacción que Dios sigue alentando desde lo profundo de los corazones humanos. A
cada persona de este mundo le pido que no olvide esa dignidad suya que nadie tiene derecho a quitarle» (205).
Cambiar de estilo de vida y opciones de consumo puede ejercer «presión sobre quien detenta el poder político,
económico y social» (206). «Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede
desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad» (208).
2. Educar en la alianza entre humanidad y ambiente: no minusvaloremos la importancia de la
educación ambiental, capaz de transformar gestos y hábitos cotidianos, desde la reducción en el consumo de
agua a la separación de residuos o el «apagar las luces innecesarias» (211).
3. La conversión ecológica: la fe y la espiritualidad cristianas ofrecen profundas motivaciones para
«para alimentar una pasión por el cuidado del mundo», siguiendo el modelo de san Francisco de Asís y
sabiendo que el cambio individual no basta. «A problemas sociales se responde con redes comunitarias, no con
la mera suma de bienes individuales» (219). La conversión ecológica implica gratitud y gratuidad, y desarrolla
la creatividad y el entusiasmo. (220).
4. Gozo y paz: vuelve la línea propuesta en la Evangelii gaudium: « “La sobriedad, que se vive con
libertad y conciencia, es liberadora”» (223), así como «La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades
que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida» (223). «Una
expresión de esta actitud es detenerse y dar gracias a Dios antes y después de las comidas» (227).
5. Amor civil y político: «Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde
rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo» (230), así como existe una dimensión
civil y política del amor: «El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de
la caridad» (231). Florecen en la sociedad innumerables asociaciones que intervienen en favor del bien común y
preservando el ambiente natural y urbano.
6. Los signos sacramentales y el descanso celebrativo: encontramos a Dios no sólo en la intimidad,
sino también contemplando la creación, que es un signo de su misterio. Los Sacramentos muestran de manera
privilegiada cómo la naturaleza ha sido asumida por Dios. El cristianismo no rechaza la materia y la
corporeidad, sino que las valora plenamente. En particular la Eucaristía «La Eucaristía une el cielo y la tierra,
abraza y penetra todo lo creado. [...]Por eso, la Eucaristía es también fuente de luz y de motivación para
nuestras preocupaciones por el ambiente, y nos orienta a ser custodios de todo lo creado» (236).
7. La Trinidad y la relación entre las criaturas: «Para los cristianos, creer en un solo Dios que es
comunión trinitaria lleva a pensar que toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria»
(239). También la persona humana está llamada a asumir el dinamismo trinitario, saliendo de sí «para vivir en
comunión con Dios, con los otros y con todas las criaturas» (240).
8. La Reina de todo lo creado: María, que cuidó a Jesús, ahora vive con Él y es Madre y Reina de
todo lo creado: «todas las criaturas cantan su belleza» (241). Junto a ella, José aparece en el Evangelio como el
hombre justo y trabajador, lleno de la ternura que es propia de los realmente fuertes. Ambos pueden enseñarnos
y motivarnos a proteger este mundo que Dios nos ha entregado.

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9. Más allá del sol: Al final nos encontraremos frente a la infinita belleza de Dios: «La vida eterna será
un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar y tendrá algo para
aportar a los pobres definitivamente liberados» (243). Nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta
no nos quitan el gozo de la esperanza, porque «En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida
que nos ama tanto» (245) y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Laudato sí.

La familia puede y debe ser una escuela para manejar adecuadamente los bienes de la creación. En ella,
el comportamiento de cada uno da coherencia y autoridad moral para trabajar por la ecología. Desde ella se
puede cambiar la mentalidad y las acciones de toda la sociedad. Hay que tener la firme convicción de que la
ecología empieza en casa. Los cristianos estamos llamados, por fidelidad al Evangelio, a influir en los
gobernantes y en las legislaciones que tienen que ver con la ecología. De este modo la familia se convierte en
“fermento de un mundo nuevo” promoviendo la conciencia y el compromiso con el bien de la creación. Las
generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable y no un planeta contaminado. Por
ello también es urgente comprometerse en acciones como las que se enumeran a continuación:
 Evangelizar para descubrir y cuidar el don de la creación, educando en un estilo de vida de
sobrio, austero y solidario, ejercitando responsablemente el señorío humano sobre la tierra, para que rinda sus
frutos en su destinación universal.
 Profundizar la presencia eclesial en las poblaciones más amenazadas y apoyarlas en la gestión
de la tierra, del agua y de los espacios urbanos.
 Promover el desarrollo integral y responsable de una ecología natural y humana, basado en el
evangelio de la solidaridad y el destino universal de los bienes, frente al utilitarismo individualista.
 Fomentar políticas públicas y participaciones ciudadanas que garanticen la protección,
conservación y restauración de la naturaleza.

A modo de conclusión:
Desde la perspectiva cristiana, la vida de los demás seres tiene un gran valor, pero no se trata de un
valor opuesto al de la persona; por el contrario, el valor de la vida animal y vegetal adquiere su pleno sentido
sólo si se pone en relación con la vida de la persona humana. La ecología física, que protege y perfecciona las
condiciones materiales del medio ambiente, debe orientarse a la ecología humana, que busca lograr un ambiente
natural y humano adecuado a la dignidad del hombre actual y de las generaciones futuras. En consecuencia «la
medida y el criterio de fondo del horizonte ecológico a nivel regional y mundial» deben ser la perfección de la
persona en cuanto persona en todas sus dimensiones. El hecho de otorgar a la persona el valor principal, lejos
de implicar un perjuicio para la naturaleza, es el fundamento de su verdadera valoración. «Si falta el sentido del
valor de la persona y de la vida humana, aumenta el desinterés por los demás y por la tierra».

Decálogo católico sobre ética y ambiente (Presentado por el Consejo Pontificio para la Justicia y la
Paz (Roma, 8-11-2005). Expresa la enseñanza –síntesis- de la doctrina social de la Iglesia católica sobre el
ambiente).

I. La Biblia tiene que dictar los principios morales fundamentales del designio de Dios sobre la relación
entre hombre y creación.
II. Es necesario desarrollar una conciencia ecológica de responsabilidad por la creación y por la
humanidad.
III. La cuestión del ambiente involucra a todo el planeta, pues es un bien colectivo.
IV. Es necesario confirmar la primacía de la ética y de los derechos del hombre sobre la técnica.
V. La naturaleza no debe ser considerada como una realidad en sí misma divina, por tanto, no queda
sustraída a la acción humana.
VI. Los bienes de la tierra han sido creados por Dios para el bien de todos. Es necesario subrayar el destino
universal de los bienes.
VII. Se requiere colaborar en el desarrollo ordenado de las regiones más pobres.
VIII. La colaboración internacional, el derecho al desarrollo, al ambiente sano y a la paz deben ser
considerados en las diferentes legislaciones.
IX. Es necesario adoptar nuevos estilos de vida más sobrios.
X. Hay que ofrecer una respuesta espiritual, que no es la de la adoración de la naturaleza.

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Síntesis
 Dios “es el Señor y Creador y de Él es la tierra y todo lo que contiene”.
 Dios creó al hombre, lo colocó en el jardín del Edén para que lo labrara y cuidara, e hiciera uso de él,
no como dueño absoluto, sino como administrador con límites.
 Los límites en el uso de la tierra, preservan la justicia y el derecho de todos a los bienes de la creación,
que Dios destinó al servicio de todos.

Glosario
 Agua: Componente esencial de los Seres vivos. Está presente en el planeta en cada planta, animal o Ser
humano, bajo la forma de una multitud de flujos microscópicos.
 Aire: Capa delgada de gases que cubre La Tierra y está conformado por nitrógeno, oxígeno y otros
gases como el bióxido de carbono, vapor de agua y gases inertes. Es el filtro solar y conductor de
sonido, esencial para la vida de los Seres vivos, para producción de energías, para la navegación.El
Hombre inhala 14.000 litros de aire al día.
 Atmósfera: Es la envoltura gaseosa de nuestro planeta. Está conformada por un 78% de nitrógeno,
21% de oxígeno y otros elementos como el argón, dióxido de carbono, trazos de gases nobles como
neón, helio, kriptón, xenón, además de cantidades aún menores de hidrógeno libre, metano, óxido
nitroso, etc.
 Biodegradable: sustancia que puede descomponerse a través de procesos biológicos realizados por
acción de la digestión efectuada, por microorganismos aerobios y anaerobios. La biodegrabilidad de los
materiales depende de su estructura física y química. Así el plástico es menos bidegradable que el papel
y este a su vez menos que los detritos.
 Biodiversidad: Se define como:"La variedad y la variabilidad de organismos y los complejos
ecológicos donde estos ocurren". También puede ser definida como el número diferente de estos
organismos y su frecuencia relativa.
 Cambio Climático: Es la alteración drástica de los factores que condicionan el clima de cierta región.
 Contaminación: es un cambio perjudicial en las características químicas, físicas y biológicas de un
ambiente o entorno. Afecta o puede afectar la vida de los organismos y en especial la humana.
 Ecología: Ciencia que estudia las relaciones entre los seres vivos y el medio ambiente. También es la
defensa y protección del medio ambiente.
 Educación Ambiental: Acción y efecto de formar e informar a colectividades sobre todo lo
relacionado con la definición, conservación y restauración de los distintos elementos que componen el
medio ambiente.
 Destino universal de los bienes: Principio de la doctrina social de la Iglesia por el que los bienes de la
creación, aun cuando son poseídos legítimamente, conservan siempre una orientación de servicio a toda
la humanidad.
 Reciclar: Consiste en convertir materiales ya utilizados, en materias primas para fabricar nuevos
productos.

Bibliografía
 Pío XII, Radiomensaje Col Cuore, AAS 48 (1956), pp. 31-33.
 Juan XXIII, Encíclica Mater et magistra, AAS 53 (1961), p. 448.
 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium, nn. 36, 41 y 48.
 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, nn. 34, 36, 37, 57 y 69.
 Pablo VI, Encíclica Populorum Progressio, 26- 03- 1976, nn. 17, 22, 25, 27 y 28.
 Pablo VI, Discurso a la Conferencia Internacional sobre el ambiente, 1.VI.1972.
 Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Hominis, 04- 03- 1979, nn. 8, 15 y 16.
 Francisco, Encíclica Laudato Si, 24-05-2015
 Juan Pablo II, Mensaje para la Celebración de la Jornada de la Paz. Paz con Dios Creador paz con toda
la creación. 1990.
 Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo rei sociales (Sobre la preocupación social de la Iglesia). 1987.

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 Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2007, 8.XII.2006, nn. 8-9.
 Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2008, 8.XII.2007, nn. 7-8.
 Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 226; 279-314; 337-349; 373; 2415-2418; 2432.
 Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. 2004, nn. 451-487.
 Porrit, Jonathan, Salvemos la Tierra, Aguilar, España, 1991.
 Antonio Porras, Visión cristiana de la ecología, Collationes, España, 2009.
 Ratzinger, J., Creación y pecado, EUNSA Pamplona, 1992.

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UNIDAD IV: MORAL CRISTIANA
Lauría, Cecilia Gabriela-Rey María del Carmen- Con Jesús Tenemos Alegría y Vida. 2º año Polimodal. Gram
Editora.
LA MORAL son reglas o normas por las que se rige la conducta libre del hombre. Todos los actos libres del
hombre son objeto de la moral. Todo acto moral es personal, racional y libre y compromete a todos los
hombres, más allá de la fe o religión que profesen.
1ª Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5,21 “Examínelo todo y quédense con lo bueno”.
Normas o leyes que orientan la conducta:
LEY ETERNA: es el llamado de todas las cosas a su fin último, está dispuesta por Dios para ordenar la
creación.
LEY NATURAL: es la aplicación de la ley eterna a los comportamientos humanos.
LEY REVELADA: Ley dada a Moisés (diez mandamientos) y que Jesucristo plenificó en su Evangelio.
LEYES HUMANAS: son dadas por los poderes legislativos y no deberían contradecir la ley natural, ni la ley
revelada. Por Ej. La ley del aborto contradice la ley natural (respeto por la vida) y la ley revelada (no matarás).
CONCIENCIA MORAL: presente en el corazón de la persona, la conciencia moral le ordena, en el momento
oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga las opciones concretas aprobando las que son buenas y
denunciando las que son malas. C.E.C. Catecismo de la Iglesia Católica Nº 1777
DIGNIDAD DE LA CONCIENCIA MORAL: en lo hondo de la conciencia, el hombre descubre una ley que
él no se da a sí mismo, a la cual debe obedecer. El hombre lleva en su corazón la ley escrita por Dios, en cuya
obediencia consiste su propia dignidad y según la cual será juzgado. La conciencia es como un núcleo recóndito
dentro de hombre, donde tiene sus citas a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de aquella. G.S.:
Constitución Gaudium et spes Nº 16.
VALOR: es la cualidad de cualquier realidad que la hace apreciable.
VALORES: considera valor a la organización de ideales abstractos, permanentes, que se refieren a la conducta,
que nos permiten hacer opciones libres. Ej. Verdad, justicia…
ACTOS DEL HOMBRE: son los relacionados con hábitos que tienden a la supervivencia: comer, asearse, etc.
ACTOS HUMANOS: son actos morales, porque expresan y deciden la bondad y malicia del hombre mismo
que realiza los actos. V.E. Nº 71
Los cristianos debemos formar nuestra conciencia y actuar de acuerdo a ella ¿cómo? Buscando
cotidianamente los valores de: la Verdad, la Justicia, el Bien, el servicio generoso, la Libertad…
CRISTO JESÚS ES NUESTRO MODELO Y NUESTRA META.
MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS: El objeto, la intención y las circunstancias constituyen las tres
fuentes de la moralidad de los actos humanos. C.E.C. 1757
NO SE PUEDE JUSTIFICAR UNA ACCIÓN MALA POR EL HECHO DE QUE LA INTENCIÓN SEA
BUENA. EL FIN NO JUSTIFICA LOS MEDIOS. C.E.C. 1759.
NO ESTÁ PERMITIDO HACER EL MAL PARA OBTENER EL BIEN. C.E.C. 1761
BIEN COMÚN: el bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona
humana. Iglesia y Comunidad Nacional CEA (Conferencia Episcopal Argentina).
RESPETO POR LA PERSONA HUMANA: La finalidad propia del quehacer político es servir al hombre y a
la comunidad, y promover sin cesar sus derechos y legítimas aspiraciones. De aquí la supremacía de los valores
morales y de la dimensión ética que debe ser salvaguardada más allá del obrar humano y de los distintos
intereses. Juan Pablo II a los políticos
LEER DOCUMENTO DE SANTO DOMINGO Nº 231 – Valores culturales: Cristo, medida de nuestra
conducta moral.
CONCIENCIA PSICOLÓGICA: equivale a “darse cuenta”, “ser consciente”. Se define como el
conocimiento que tenemos del nuestro propio yo, de sus actos y del mundo que nos rodea.
CONCIENCIA MORAL: la persona además de conocerse y conocer lo que le rodea, es capaz de valorar las
cosas y valorarse a sí misma sintiéndose responsable de su propio destino. Esta capacidad de valoración según
el bien y el mal es la conciencia moral.
CONCIENCIA es la propiedad que tenemos las personas para formular juicios críticos sobre la rectitud de
nuestros actos.
Constituye el elemento más íntimo y profundo de la persona, aquel núcleo central de la existencia personal
donde surgen nuestros mejores impulsos y deseos en busca de la realización personal y de la felicidad.
LOS VALORES Y LAS NORMAS MORALES nos presentan principios generales y objetivos, externos a la
persona, pero es la conciencia la que, conociéndolos y asumiéndolos, nos indica lo que debemos hacer en las
situaciones concretas. De ahí la importancia de construirse una recta escala de valores en la propia conciencia

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que refleje el proyecto de persona que queremos ser. La conciencia sería ese núcleo que unifica y clarifica a
toda la persona en torno a este proyecto.
Para un cristiano esta escala de valores surge y debe ser coherente con el Evangelio. J. Cortés- M.A. Cortés-
Ed. Cesma- Madrid. Cf. Fe y sentido de la vida.

TRABAJO PRÁCTICO: MORAL CRISTIANA

1. Copie la definición de LA MORAL.


2. Defina acto moral.
3. Nombre las leyes o normas que orientan la conducta humana y ordénelas según su importancia.
4. Qué es la ley eterna.
5. De un ejemplo de coherencia entre las distintas leyes y de contradicción.
6. Copie una definición de conciencia moral y explíquela.
7. ¿Cómo podemos los cristianos formar nuestra conciencia moral?
8. Defina acto moral y escriba un ejemplo.
9- Defina acto del hombre y escriba un ejemplo.
10-Moralidad de los actos del hombre:
Ej. De Acto Moralmente Bueno: En la escuela secundaria estudio todos los días y obtengo al finalizar sexto año
el Título de Bachiller en Agro y Ambiente.
Objeto: Estudio todos los días (es mi deber u obligación como adolescentes y alumno), y además me gusta o
no me gusta estudiar.
Intención: Terminar la escuela secundaria y obtener el título.
Circunstancia: Mi familia me apoya, tengo buena salud, la escuela dicta las clases y cumple con su función de
enseñar.
Ej. De Acto Moralmente Malo: En la escuela secundaria no estudio lo suficiente y copio en las pruebas y
obtengo al finalizar sexto año el Título de Bachiller en Agro y Ambiente.
Analice Objeto, intención, y circunstancia.
Objeto: No estudia, y copia (negativo).
Intención: Finalizar el secundario y obtener el título (Intención es buena)
Circunstancia: Existen problemas económicos en la familia, que atenúan la responsabilidad y la maldad del
acto.
Analice el siguiente Ej. Una persona cruza el semáforo en rojo con su auto, pues quiere llegar a horario a su
trabajo
Una persona cruza el semáforo en verde y al pasar atropella a otra que viene en moto.

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TEMAS DE MORAL CRISTIANA, PERSONAL Y SOCIAL:

EL RESPETO DE LA VIDA HUMANA


Catecismo de la Iglesia Católica 2258 -2317

EL QUINTO MANDAMIENTO: «No matarás» (Ex 20, 13).

I- Respeto de la vida humana:


“La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora
de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la
vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar
de modo directo a un ser humano inocente” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae, intr.
5).
La Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (cf Gn 4, 8-12), revela,
desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia, consecuencias del
pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este
fratricidio: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito
seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano” (Gn 4, 10-11).
La alianza de Dios y de la humanidad está tejida de llamamientos a reconocer la vida humana como
don divino y de la existencia de una violencia fratricida en el corazón del hombre:
«Y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre [...] Quien vertiere sangre de hombre, por otro
hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo él al hombre» (Gn. 9, 5-6).
El Antiguo Testamento consideró siempre la sangre como un signo sagrado de la vida (cf. Lv. 17, 14).
La validez de esta enseñanza es para todos los tiempos.
La Escritura precisa lo que el quinto mandamiento prohíbe: “No quites la vida del inocente y justo” (Ex
23, 7). El homicidio voluntario de un inocente es gravemente contrario a la dignidad del ser humano, a la regla
de oro y a la santidad del Creador. La ley que lo proscribe posee una validez universal: obliga a todos y a cada
uno, siempre y en todas partes.
En el Sermón de la Montaña, el Señor recuerda el precepto: “No matarás” (Mt 5, 21), y añade el
rechazo absoluto de la ira, del odio y de la venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra
mejilla (cf Mt 5, 22-39), amar a los enemigos (cf. Mt 5, 44). El mismo no se defendió y dijo a Pedro que
guardase la espada en la vaina (cf. Mt 26, 52).

La legítima defensa
La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte
del inocente que constituye el homicidio voluntario. “La acción de defenderse [...] puede entrañar un doble
efecto: el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor” (Santo Tomás de Aquino,
Summa theologiae, 2-2, q. 64, a. 7). “Nada impide que un solo acto tenga dos efectos, de los que uno sólo es
querido, sin embargo el otro está más allá de la intención” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q.
64, a. 7).
El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer
respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve
obligado a asestar a su agresor un golpe mortal:
«Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita.
Pero si se rechaza la violencia en forma mesurada, la acción sería lícita [...] y no es necesario para la salvación
que se omita este acto de protección mesurada a fin de evitar matar al otro, pues es mayor la obligación que se
tiene de velar por la propia vida que por la de otro» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 64, a.
7).
La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable
de la vida de otro. La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar

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prejuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con
el uso de las armas, a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad.
A la exigencia de la tutela del bien común corresponde el esfuerzo del Estado para contener la difusión
de comportamientos lesivos de los derechos humanos y las normas fundamentales de la convivencia civil. La
legítima autoridad pública tiene el derecho y el deber de aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito.
La pena tiene, ante todo, la finalidad de reparar el desorden introducido por la culpa. Cuando la pena es
aceptada voluntariamente por el culpable, adquiere un valor de expiación. La pena finalmente, además de la
defensa del orden público y la tutela de la seguridad de las personas, tiene una finalidad medicinal: en la
medida de lo posible, debe contribuir a la enmienda del culpable.

La pena de muerte
La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de
la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si esta fuera el único camino posible para
defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.
Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas,
la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien
común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.
Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el
crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse,
los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo «suceden muy [...] rara vez [...], si es que ya en
realidad se dan algunos» (EV 56)

El homicidio voluntario
El quinto mandamiento condena como gravemente pecaminoso el homicidio directo y voluntario. El
que mata y los que cooperan voluntariamente con él cometen un pecado que clama venganza al cielo (cf. Gn. 4,
10).
El infanticidio (cf. GS 51), el fratricidio, el parricidio, el homicidio del cónyuge son crímenes
especialmente graves a causa de los vínculos naturales que destruyen.
Preocupaciones de eugenesia o de salud pública no pueden justificar ningún homicidio, aunque fuera ordenado
por las propias autoridades.
El quinto mandamiento prohíbe hacer algo con intención de provocar indirectamente la muerte de una
persona. La ley moral prohíbe exponer a alguien sin razón grave a un riesgo mortal, así como negar la
asistencia a una persona en peligro.
La aceptación por parte de la sociedad de hambres que provocan muertes sin esforzarse por remediarlas
es una escandalosa injusticia y una falta grave. Los traficantes cuyas prácticas usurarias y mercantiles provocan
el hambre y la muerte de sus hermanos los hombres, cometen indirectamente un homicidio. Este les es
imputable (cf Am 8, 4-10).

El homicidio involuntario
El homicidio involuntario no es moralmente imputable. Pero no se está libre de falta grave cuando, sin
razones proporcionadas, se ha obrado de manera que se ha seguido la muerte, incluso sin intención de causarla.
El aborto
La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre
los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe,
Instr. Donum vitae, 1, 1).
«Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te tenía consagrado»
(Jr. 1, 5).
«Y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo hecho en lo secreto, tejido en las honduras de la
tierra» (Sal. 139, 15).

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Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta
enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un
medio, es gravemente contrario a la ley moral.
«Dios [...], Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión
que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo
cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables» (GS. 51, 3).
La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de
excomunión este delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en
excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete
el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). Con esto la
Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen
cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.
El derecho inalienable de todo individuo humano inocente a la vida constituye un elemento constitutivo
de la sociedad civil y de su legislación:
“Los derechos inalienables de la persona deben ser reconocidos y respetados por parte de la sociedad
civil y de la autoridad política. Estos derechos del hombre no están subordinados ni a los individuos ni a los
padres, y tampoco son una concesión de la sociedad o del Estado: pertenecen a la naturaleza humana y son
inherentes a la persona en virtud del acto creador que la ha originado. Entre esos derechos fundamentales es
preciso recordar a este propósito el derecho de todo ser humano a la vida y a la integridad física desde la
concepción hasta la muerte” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae 3).
“Cuando una ley positiva priva a una categoría de seres humanos de la protección que el ordenamiento
civil les debe, el Estado niega la igualdad de todos ante la ley. Cuando el Estado no pone su poder al servicio de
los derechos de todo ciudadano, y particularmente de quien es más débil, se quebrantan los fundamentos
mismos del Estado de derecho [...] El respeto y la protección que se han de garantizar, desde su misma
concepción, a quien debe nacer, exige que la ley prevea sanciones penales apropiadas para toda deliberada
violación de sus derechos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae 3).
Puesto que debe ser tratado como una persona desde la concepción, el embrión deberá ser defendido en
su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano.
El diagnóstico prenatal es moralmente lícito, “si respeta la vida e integridad del embrión y del feto
humano, y si se orienta hacia su protección o hacia su curación [...] Pero se opondrá gravemente a la ley moral
cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto: un diagnóstico que
atestigua la existencia de una malformación o de una enfermedad hereditaria no debe equivaler a una sentencia
de muerte” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae 1, 2).
Se deben considerar “lícitas las intervenciones sobre el embrión humano, siempre que respeten la vida y la
integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la
mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual” (Instr. Donum vitae 1, 3).
«Es inmoral [...] producir embriones humanos destinados a ser explotados como “material biológico”
disponible» (Instr. Donum vitae 1, 5).
“Algunos intentos de intervenir en el patrimonio cromosómico y genético no son terapéuticos, sino que
miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo u otras cualidades prefijadas. Estas
manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad” (Instr.
Donum vitae 1, 6).

La eutanasia
Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las
personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.
Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de
personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable.
Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el
dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios
vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este
34
acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe,
Decl. Iura et bona).
La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a
los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico”.
Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas
por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales,
respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.
Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no
pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo,
incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no
es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados
paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.

El suicidio
Cada cual es responsable de su vida delante de Dios que se la ha dado. Él sigue siendo su soberano
Dueño. Nosotros estamos obligados a recibirla con gratitud y a conservarla para su honor y para la salvación de
nuestras almas. Somos administradores y no propietarios de la vida que Dios nos ha confiado. No disponemos
de ella.
El suicidio contradice la inclinación natural del ser humano a conservar y perpetuar su vida. Es
gravemente contrario al justo amor de sí mismo. Ofende también al amor del prójimo porque rompe
injustamente los lazos de solidaridad con las sociedades familiar, nacional y humana con las cuales estamos
obligados. El suicidio es contrario al amor del Dios vivo.
Si se comete con intención de servir de ejemplo, especialmente a los jóvenes, el suicidio adquiere
además la gravedad del escándalo. La cooperación voluntaria al suicidio es contraria a la ley moral.
Trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura,
pueden disminuir la responsabilidad del suicida.
No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede
haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora
por las personas que han atentado contra su vida.

II- El respeto a la dignidad de las personas:

El respeto del alma del prójimo: el escándalo


El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se
convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la
muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si, por acción u omisión, arrastra deliberadamente a
otro a una falta grave.
El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de
quienes lo padecen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que
creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le
hundan en lo profundo del mar” (Mt 18, 6; cf. 1 Co 8, 10-13). El escándalo es grave cuando es causado por
quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a
los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos (cf Mt 7, 15).
El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión.
Así se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la
degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a “condiciones sociales que, voluntaria o
involuntariamente, hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos
del Sumo legislador” (Pío XII, Mensaje radiofónico, 1 junio 1941). Lo mismo ha de decirse de los empresarios
que imponen procedimientos que incitan al fraude, de los educadores que “exasperan” a sus alumnos (cf. Ef. 6,
4; Col 3, 21), o de los que, manipulando la opinión pública, la desvían de los valores morales.

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El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de
escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido. “Es imposible que no vengan
escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen!” (Lc. 17, 1).

El respeto de la salud
La vida y la salud física son bienes preciosos confiados por Dios. Debemos cuidar de ellos
racionalmente teniendo en cuenta las necesidades de los demás y el bien común.
El cuidado de la salud de los ciudadanos requiere la ayuda de la sociedad para lograr las condiciones de
existencia que permiten crecer y llegar a la madurez: alimento y vestido, vivienda, cuidados de la salud,
enseñanza básica, empleo y asistencia social.
La moral exige el respeto de la vida corporal, pero no hace de ella un valor absoluto. Se opone a una
concepción neopagana que tiende a promover el culto del cuerpo, a sacrificar todo a él, a idolatrar la perfección
física y el éxito deportivo. Semejante concepción, por la selección que opera entre los fuertes y los débiles,
puede conducir a la perversión de las relaciones humanas.
La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos, el abuso de la comida, del alcohol, del
tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en
peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente
culpables.
El uso de la droga inflige muy graves daños a la salud y a la vida humana. Fuera de los casos en que se
recurre a ello por prescripciones estrictamente terapéuticas, es una falta grave. La producción clandestina y el
tráfico de drogas son prácticas escandalosas; constituyen una cooperación directa, porque incitan a ellas, a
prácticas gravemente contrarias a la ley moral.

El respeto de la persona y la investigación científica


Los experimentos científicos, médicos o psicológicos, en personas o grupos humanos, pueden
contribuir a la curación de los enfermos y al progreso de la salud pública.
Tanto la investigación científica de base como la investigación aplicada constituyen una expresión
significativa del dominio del hombre sobre la creación. La ciencia y la técnica son recursos preciosos cuando
son puestos al servicio del hombre y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos; sin embargo, por
sí solas no pueden indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. La ciencia y la técnica están
ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen por tanto en la persona y en sus valores
morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites.
Es ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la investigación científica y de sus aplicaciones. Por otra
parte, los criterios de orientación no pueden ser deducidos ni de la simple eficacia técnica, ni de la utilidad que
puede resultar de ella para unos con detrimento de otros, y, menos aún, de las ideologías dominantes. La ciencia
y la técnica requieren por su significación intrínseca el respeto incondicionado de los criterios fundamentales de
la moralidad; deben estar al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables, de su bien verdadero e
integral, conforme al designio y la voluntad de Dios.
Las investigaciones o experimentos en el ser humano no pueden legitimar actos que en sí mismos son
contrarios a la dignidad de las personas y a la ley moral. El eventual consentimiento de los sujetos no justifica
tales actos. La experimentación en el ser humano no es moralmente legítima si hace correr riesgos
desproporcionados o evitables a la vida o a la integridad física o psíquica del sujeto. La experimentación en
seres humanos no es conforme a la dignidad de la persona si, por añadidura, se hace sin el consentimiento
consciente del sujeto o de quienes tienen derecho sobre él.
El trasplante de órganos es conforme a la ley moral si los daños y los riesgos físicos y psíquicos que
padece el donante son proporcionados al bien que se busca para el destinatario. La donación de órganos
después de la muerte es un acto noble y meritorio, que debe ser alentado como manifestación de solidaridad
generosa. Es moralmente inadmisible si el donante o sus legítimos representantes no han dado su explícito
consentimiento.
Además, no se puede admitir moralmente la mutilación que deja inválido, o provocar directamente la
muerte, aunque se haga para retrasar la muerte de otras personas.
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El respeto de la integridad corporal
Los secuestros y el tomar rehenes hacen que impere el terror y, mediante la amenaza, ejercen
intolerables presiones sobre las víctimas. Son moralmente ilegítimos. El terrorismo, amenaza, hiere y mata sin
discriminación; es gravemente contrario a la justicia y a la caridad. La tortura, que usa de violencia física o
moral, para arrancar confesiones, para castigar a los culpables, intimidar a los que se oponen, satisfacer el odio,
es contraria al respeto de la persona y de la dignidad humana. Exceptuados los casos de prescripciones médicas
de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias
de personas inocentes son contrarias a la ley moral (cf Pío XI, Cart enc. Casti connubii: DS 3722).
En tiempos pasados, se recurrió de modo ordinario a prácticas crueles por parte de autoridades
legítimas para mantener la ley y el orden, con frecuencia sin protesta de los pastores de la Iglesia, que incluso
adoptaron, en sus propios tribunales las prescripciones del derecho romano sobre la tortura. Junto a estos
hechos lamentables, la Iglesia ha enseñado siempre el deber de clemencia y misericordia; prohibió a los
clérigos derramar sangre. En tiempos recientes se ha hecho evidente que estas prácticas crueles no eran ni
necesarias para el orden público ni conformes a los derechos legítimos de la persona humana. Al contrario,
estas prácticas conducen a las peores degradaciones. Es preciso esforzarse por su abolición, y orar por las
víctimas y sus verdugos.
El respeto a los muertos
A los moribundos se han de prestar todas las atenciones necesarias para ayudarles a vivir sus últimos
momentos en la dignidad y la paz. Deben ser ayudados por la oración de sus parientes, los cuales cuidarán que
los enfermos reciban a tiempo los sacramentos que preparan para el encuentro con el Dios vivo.
Los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con respeto y caridad en la fe y la esperanza de la
resurrección. Enterrar a los muertos es una obra de misericordia corporal (cf. Tb. 1, 16-18), que honra a los
hijos de Dios, templos del Espíritu Santo.
La autopsia de los cadáveres es moralmente admisible cuando hay razones de orden legal o de
investigación científica. El don gratuito de órganos después de la muerte es legítimo y puede ser meritorio.
La Iglesia permite la incineración cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección del cuerpo
(cf. CIC can. 1176, § 3).

III- La defensa de la paz


La paz
Recordando el precepto: “No matarás” (Mt 5, 21), nuestro Señor pide la paz del corazón y denuncia la
inmoralidad de la cólera homicida y del odio:
La ira es un deseo de venganza. “Desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es
ilícito”; pero es loable imponer una reparación “para la corrección de los vicios y el mantenimiento de la
justicia” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 158, a. 1, ad 3). Si la ira llega hasta el deseo
deliberado de matar al prójimo o de herirlo gravemente, constituye una falta grave contra la caridad; es pecado
mortal. El Señor dice: “Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 22).
El odio voluntario es contrario a la caridad. El odio al prójimo es pecado cuando se le desea
deliberadamente un mal. El odio al prójimo es un pecado grave cuando se le desea deliberadamente un daño
grave. “Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de
vuestro Padre celestial...” (Mt 5, 44-45).
El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz. La paz no es sólo ausencia de guerra y no se
limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra, sin la salvaguardia
de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las
personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad. Es la “tranquilidad del orden” (San Agustín, De
civitate Dei 19, 13). Es obra de la justicia (cf. Is. 32, 17) y efecto de la caridad (cf GS 78, 1-2).
La paz terrenal es imagen y fruto de la paz de Cristo, el “Príncipe de la paz” mesiánica (Is. 9, 5). Por la
sangre de su cruz, “dio muerte al odio en su carne” (Ef 2, 16; cf Col 1, 20-22), reconcilió con Dios a los
hombres e hizo de su Iglesia el sacramento de la unidad del género humano y de su unión con Dios. “Él es
nuestra paz” (Ef. 2, 14). Declara “bienaventurados a los que construyen la paz” (Mt 5, 9).
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Los que renuncian a la acción violenta y sangrienta y recurren para la defensa de los derechos del
hombre a medios que están al alcance de los más débiles, dan testimonio de caridad evangélica, siempre que
esto se haga sin lesionar los derechos y obligaciones de los otros hombres y de las sociedades. Atestiguan
legítimamente la gravedad de los riesgos físicos y morales del recurso a la violencia con sus ruinas y sus
muertes (cf. GS 78).

Evitar la guerra
El quinto mandamiento condena la destrucción voluntaria de la vida humana. A causa de los males y de
las injusticias que ocasiona toda guerra, la Iglesia insta constantemente a todos a orar y actuar para que la
Bondad divina nos libre de la antigua servidumbre de la guerra (cf GS 81).
Todo ciudadano y todo gobernante están obligados a empeñarse en evitar las guerras.
Sin embargo, “mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional competente y
provista de la fuerza correspondiente, una vez agotados todos los medios de acuerdo pacífico, no se podrá negar
a los gobiernos el derecho a la legítima defensa” (GS 79).
Se han de considerar con rigor las condiciones estrictas de una legítima defensa mediante la fuerza
militar. La gravedad de semejante decisión somete a esta a condiciones rigurosas de legitimidad moral. Es
preciso a la vez:
 Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y
cierto.
 Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
 Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
 Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende
eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la
apreciación de esta condición.
Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “guerra justa”.
La apreciación de estas condiciones de legitimidad moral pertenece al juicio prudente de quienes están a
cargo del bien común.
Los poderes públicos tienen en este caso el derecho y el deber de imponer a los ciudadanos las obligaciones
necesarias para la defensa nacional.

Los que se dedican al servicio de la patria en la vida militar son servidores de la seguridad y de la libertad
de los pueblos. Si realizan correctamente su tarea, colaboran verdaderamente al bien común de la nación y al
mantenimiento de la paz (cf GS 79).
Los poderes públicos atenderán equitativamente al caso de quienes, por motivos de conciencia, rehúsan el
empleo de las armas; éstos siguen obligados a servir de otra forma a la comunidad humana (cf GS 79).
La Iglesia y la razón humana declaran la validez permanente de la ley moral durante los conflictos armados.
“Una vez estallada desgraciadamente la guerra, no todo es lícito entre los contendientes” (GS 79).
Es preciso respetar y tratar con humanidad a los no combatientes, a los soldados heridos y a los prisioneros.
Las acciones deliberadamente contrarias al derecho de gentes y a sus principios universales, como
asimismo las disposiciones que las ordenan, son crímenes. Una obediencia ciega no basta para excusar a los que
se someten a ella. Así, el exterminio de un pueblo, de una nación o de una minoría étnica debe ser condenado
como un pecado mortal. Existe la obligación moral de desobedecer aquellas decisiones que ordenan genocidios.
“Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de amplias
regiones con sus habitantes, es un crimen contra Dios y contra el hombre mismo, que hay que condenar con
firmeza y sin vacilaciones” (GS 80). Un riesgo de la guerra moderna consiste en facilitar a los que poseen
armas científicas, especialmente atómicas, biológicas o químicas, la ocasión de cometer semejantes crímenes.
La acumulación de armas es para muchos como una manera paradójica de apartar de la guerra a posibles
adversarios. Ven en ella el más eficaz de los medios, para asegurar la paz entre las naciones. Este
procedimiento de disuasión merece severas reservas morales. La carrera de armamentos no asegura la paz. En
lugar de eliminar las causas de guerra, corre el riesgo de agravarlas. La inversión de riquezas fabulosas en la

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fabricación de armas siempre más modernas impide la ayuda a los pueblos indigentes (cf PP 53), y obstaculiza
su desarrollo. El exceso de armamento multiplica las razones de conflictos y aumenta el riesgo de contagio.
La producción y el comercio de armas atañen hondamente al bien común de las naciones y de la comunidad
internacional. Por tanto, las autoridades tienen el derecho y el deber de regularlas. La búsqueda de intereses
privados o colectivos a corto plazo no legitima empresas que fomentan violencias y conflictos entre las
naciones, y que comprometen el orden jurídico internacional.
Las injusticias, las desigualdades excesivas de orden económico o social, la envidia, la desconfianza y el
orgullo, que existen entre los hombres y las naciones, amenazan sin cesar la paz y causan las guerras. Todo lo
que se hace para superar estos desórdenes contribuye a edificar la paz y evitar la guerra:
«En la medida en que los hombres son pecadores, les amenaza y les amenazará hasta la venida de Cristo, el
peligro de guerra; en la medida en que, unidos por la caridad, superan el pecado, se superan también las
violencias hasta que se cumpla la palabra: “De sus espadas forjarán arados y de sus lanzas podaderas. Ninguna
nación levantará ya más la espada contra otra y no se adiestrarán más para el combate” (Is. 2, 4)» (GS 78).

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TEMAS DE MORAL CRISTIANA PERSONAL Y SOCIAL:
EL RESPETO DE LA VIDA HUMANA
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
EL QUINTO MANDAMIENTO: «No matarás» (Ex 20, 13).
Las células madre
¿Qué son las células madre o estaminales?

Las células estaminales –también conocidas como células madres, troncales o germinales-(o “stemcell”), son
células maestras que tienen la capacidad de transformarse en otros tipos de células, incluidas las del cerebro, el
corazón, los huesos, los músculos y la piel.En palabras sencillas, se podría decir que una célula madre es
aquella célula capaz de generar fácilmente otras células que podrían ser empleadas para regenerar tejidos.
Muchas de las enfermedades humanas se producen por la degeneración y la muerte de los tejidos que
forman el cuerpo; enfermedades de este tipo son, por ejemplo, las enfermedades degenerativas (diabetes
juvenil, parkinson, esclerosis múltiple, etc.). Si fuese posible regenerar esos tejidos, se avanzaría en la curación
de esos males.Hasta el momento se ha confirmado que hay células estaminales en el cordón umbilical, la
placenta, la médula ósea y en los embriones.
Existen dos tipos de células madre: las células madre “embrionarias” y las células madre de “adulto”.

a. Las células madre “embrionarias” derivan de la masa celular interna del embrión humano, cuando el
embrión tiene aún pocos días de vida. A este tipo de células se les llama pluripotenciales porque
pueden convertirse en prácticamente células de cualquier tejido y como consecuencia permiten al
embrión desarrollarse y convertirse en un cuerpo totalmente formado. Cada blastocisto o blástula, es
decir un embrión de cinco días, es una esfera formada por alrededor de 100 células. Las células de la
capa externa formarán la placenta y otros órganos necesarios para sustentar el desarrollo fetal en el
útero. Mientras que las células internas formarán casi todos los tejidos del cuerpo.
b. Las células madre de “adulto” derivan de tejidos humanos como la piel, el músculo cardíaco y
esquelético, o de la sangre del cordón umbilical.Son células que alberga el tejido maduro en el cuerpo
de los niños y de los adultos. Las células madres están aquí más especializadas que las embrionarias y
dan lugar a tipos celulares específicos. Se les llama multipotenciales.
Existe un gran debate entre los científicos sobre la utilidad de ambos tipos de células madre. Se han logrado
importantes éxitos en orden a la curación de infartos y de otras enfermedades con el uso de células madre de
adulto, procedentes del mismo paciente.
Hasta la fecha, no parece que las células madre embrionarias sean tan eficaces como las de adulto, porque las
células madre embrionarias tienden a producir tumores en el organismo.

Desde el punto de vista ético, dejando aparte la cuestión de la eficacia, la valoración que se puede hacer del
uso de las células madre es muy diversa, dependiendo de si se trata de células “embrionarias” o bien de células
de “adulto”.
No hay, en principio, ninguna objeción ética al empleo de células madre de adulto. No va en contra de la
ética utilizar las células procedentes de la sangre del cordón umbilical, o de la piel, pongamos por caso, para
curar una enfermedad degenerativa.
Sí hay objeciones, y muy serias, al empleo de células madre “embrionarias”; es decir, extraídas del embrión
humano. Si la obtención de esas células exige la destrucción del embrión humano, resulta evidente que este
recurso es éticamente inadmisible. No es lícito matar a un embrión humano para obtener células que,
hipotéticamente, podrían servir para curar enfermedades. Y la razón de ello es muy clara: La vida humana debe
ser respetada y protegida de manera absoluta desde el primer momento de la concepción. “Desde el primer
momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el
derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (“Catecismo de la Iglesia Católica”, 2270). El embrión
humano “debe ser tratado como una persona desde la concepción” y debe “ser defendido en su integridad”,
como todo ser humano (cf. “Catecismo de la Iglesia Católica”, 2274).
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Un fin bueno, curar una enfermedad, no justifica un medio malo, matar a un ser humano en su etapa
embrionaria de existencia. Como tampoco sería aceptable matar a una persona adulta para curar a otra. La
ciencia sin conciencia termina, a la larga, volviéndose contra el hombre. También en el campo de la Medicina
tiene aplicación el quinto mandamiento: “¡No matarás!”.

Muchos padres que han optado por la congelación de células extraídas del cordón umbilical, no han
atentado contra la vida por el hecho de permitir la conservación de sangre del cordón umbilical de sus hijos.
Porque las células que podrían extraerse de esa sangre no son células embrionarias; es decir, no se ha tenido
que matar a un embrión humano para obtenerlas.
La Iglesia enseña que la crioconservación (“congelación”) del cordón umbilical es una técnica que no
presenta ninguna objeción moral.

Manipulación de embriones

Las técnicas que actúan sobre la reproducción humana implican una manipulación indebida de la vida humana
naciente. La persona del hijo es tratada como un mero producto o resultado de una técnica, a ella se aplican
términos como "sobrante" "congelada" "transferida", y se le somete a controles de calidad .Se toma a la persona
como un objeto de producción ó experimentación, un medio para alcanzar un objetivo, un objeto de
manipulación meramente instrumental y no como un sujeto personal. La fecundación artificial no es un modo
digno de nacer de la persona humana, ya que se subordina "la llegada al mundo de un niño a las condiciones de
eficiencia técnica mensurables según parámetros de control y de dominio" (Instr. Donum Vitae, II, 4, c).

La crioconservación de embriones

Con el fin de aumentar las posibilidades del embarazo, quienes aplican estas técnicas artificiales aumentan la
cantidad de óvulos que son fertilizados. De esta forma, son concebidos fuera del cuerpo de la madre numerosos
embriones planteándose el siguiente dilema: si todos son "transferidos" en una misma oportunidad, se corre el
riesgo de un embarazo múltiple, mientras que si se transfieren "algunos" de ésos (seleccionados por el médico),
surge el interrogante de qué hacer con los "sobrantes". Estos embriones son hoy "congelados", para disponer así
de un "lote de reserva" para proceder a nuevos intentos de transferencia si el primero fracasaba. ¿Por qué debe
haber embriones "sobrantes"? ¿Se justifica que en la búsqueda de una "mayor eficacia" se fertilicen tantos
óvulos, sabiendo que algunos de los embriones así concebidos deberán ser congelados?
Es un grave atentado contra la dignidad de una persona someterla a congelamiento o cualquier otro proceso que
detenga su normal desarrollo. ¿Cuál será la razón que impida que el día de mañana esta posibilidad de congelar
a una persona prevista en algunos proyectos de ley no se extienda a los recién nacidos o a cualquier otra
persona que "la reglamentación" determine?

No existe un “Derecho al hijo”

El matrimonio no confiere a los cónyuges el derecho a tener un hijo, sino solamente el derecho a realizar los
actos naturales que de suyo se ordenan a la procreación. "El hijo no es algo de propiedad: es más bien un don,
el más grande" y el más gratuito del matrimonio, es el testimonio vivo de la donación recíproca de sus padres.
(Ins. Donum Vitae, II. B. 8.)

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PASTORAL SOCIAL ARQUIDIOCESANA DE CÓRDOBA.
Av. Hipólito Yrigoyen 98- Córdoba CP 5000- tel. (0351) 152 344312
Jesús se detuvo, lo llamo y dijo “¿qué quieres que haga por ti?” Marcos 10,51
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Toda Vida, toda la Vida
La Píldora del día después. Aspectos morales, éticos, médicos y biológicos
Introducción
En el marco del compromiso con la defensa de “Toda Vida, Toda la Vida” adoptado por la Iglesia de Córdoba,
la Pastoral Social Arquidiocesana se dirige en esta oportunidad a la comunidad cristiana para abordar una
cuestión que atenta de manera directa contra la vida: el uso de la píldora del día después. Se trata de una
práctica social que hoy se ha vuelto habitual, sobre todo entre las jóvenes e incluso entre las adolescentes, cuyas
consecuencias pueden ser muy graves.
Como parte de este Pueblo de Dios que peregrina por Córdoba, creemos que la misión de los cristianos como
Iglesia radica en dar testimonio del auténtico humanismo, arraigado en la verdad y guiado por la luz del
Evangelio i.
Estamos convencidos de que, para construir una sociedad en la que se reconozca y proteja la dignidad de cada
persona, todos, y en especial los responsables de la vida pública, estamos “llamados a servir al hombre y al bien
común, con el deber de tomar decisiones alientes en favor de la vida”ii, desde los distintos ámbitos del
quehacer cotidiano en los que se desarrolla nuestra actividad personal, familiar, social y política.
En los últimos años se han tomado distintas decisiones políticas, de orden legislativo y judicial, que afectan la
dimensión familiar y social de la persona humana, y ponen en peligro, en muchos casos, su propia existencia.
Reconocemos que muchos de los instrumentos legislativos y los recientes proyectos de ley presentados,
recogen algunas preocupaciones legítimas y apremiantes que conciernen al misterio de la vida y a su
comunicación, y que se propone un marco legal de regulación social que parece indispensable en el intento de
resguardar la dignidad y la libertad de todos.
Ciertamente, todo ser humano tiene derecho a una información veraz y razonable, a una formación integral, a la
igualdad de oportunidades en el acceso a los medios de salud, y a que se le permita usar honesta y
responsablemente las posibilidades que ofrecen la ciencia y la tecnología iii.
Pero también entendemos que “la apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo”, y que no se
concibe el respeto a la vida en otro contexto que no guarde relación con el desarrollo de los pueblos. Desde esta
óptica, no es posible aceptar legislaciones contrarias a la vida, que condicionen las costumbres y la praxis, y
contribuyan a difundir una mentalidad anti-vida como parte del progreso cultural, fomentando la adopción de
prácticas de esterilización y abortivas, que en algunos lugares, abusando del estado de pobreza o indigencia de
las mujeres, se llevan a cabo sin pedir su consentimiento iv.
Existen sospechas fundadas de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas
políticas sanitarias que implican, de hecho, la imposición de un fuerte control de la natalidad v. Sólo baste
recordar el documento de trabajo de la UNESCO (1991), en Caracas, en el cual se sostiene la necesidad de
controlar de crecimiento demográfico de la población en los países subdesarrollados, esgrimiendo dos razones:
a) que los recursos y el espacio disponible en la tierra son limitados; y b) que los países del Tercer Mundo son
los que más contaminan el planeta. En uno de sus párrafos expresa: “[es intolerable] que los pobres, que serán
mayoría en el futuro, dañen los ecosistemas del mundo por tratar de desarrollarse a cualquier precio” vi. Iguales
presiones con otro mensaje semántico se ejercen desde la CEDAW vii.

I. Valorar la Vida es respetar la persona humana


La valoración de la vida supone el respeto por la persona humana desde su concepción hasta su muerte natural.
A su vez, respetar la persona implica no sólo preservar la vida del niño desde su concepción, sino también
cuidar la salud física y psicológica de las mujeres que, por naturaleza, pueden ser madres.
El problema de la natalidad, como todo lo referente a la vida humana, debe necesariamente ser considerado, por
encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de
una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna
viii.
Si bien muchos, en su intento por justificar los métodos artificiales (anticonceptivos y contraceptivos) para el
control de ‘embarazos no deseados’, han apelado a las exigencias cristianas del amor conyugal y de una
paternidad responsable, utilizaron estos conceptos sin asignarles el sentido y las implicaciones que tienen
para los que profesamos la fe cristiana.
Para los cristianos, el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de paternidad
responsable. Esta misión comporta, sobre todo, una vinculación más profunda con el orden moral objetivo,
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establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige
que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismos, para con la
familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores. Por tanto, en la misión de transmitir la vida, los esposos
no quedan libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente
autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios,
manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos, y constantemente enseñada por la Iglesia ix.
Esto es así porque, en la cosmovisión cristiana, la vida humana tiene su origen en el contexto del matrimonio y
la familia, donde es generada por medio de un acto de amor recíproco entre el hombre y la mujer. La nobleza
del amor conyugal se expone en su fuente suprema: Dios, que es Amor x. Allí, la verdadera procreación
responsable para con quien ha de nacer es fruto del matrimonio. En consecuencia, “el acto matrimonial debe
quedar abierto a la transmisión de la vida” xi. Comprender la vida humana, en su dimensión natural y
sobrenatural, nos permite ahondar en el misterio de la existencia del ser humano, que parte del acto en que un
hombre y una mujer se entregan mutuamente, siendo reflejo del amor trinitario:
“Dios, que es amor y vida, ha inscrito en el varón y en la mujer la llamada a una especial participación en su
misterio de comunión personal y en su obra de Creador y de Padre”xii.

II. Enfrentamos un verdadero desafío cultural


El tañer de muchas campanas desde ONG’s, instituciones y medios de comunicación promueve una sexualidad
irresponsable con la falsa esperanza que el preservativo, los anticonceptivos o el recurso de la píldora del día
después permitirán una práctica ‘segura’ del sexo. Sin embargo, en contra de lo esperado, las enfermedades de
transmisión sexual y los abortos siguen creciendo.
A ello se suman presiones de distinto orden (aunque con un no tan velado interés económico), que promueven
la regulación legal del aborto libre y de la eutanasia, lo cual está conduciendo a que se afiance en nuestra
sociedad una verdadera ‘cultura de la muerte’.
Como afirmamos al comienzo, hoy se ha vuelto habitual, sobre todo entre las jóvenes e incluso entre las
adolescentes, el uso de drogas, anticonceptivos y contraceptivos, entre ellas la píldora del día después,
especialmente apoyado por los organismos estatales. Muchas de estas drogas, incluso los contraceptivos de
emergencia, se pueden solicitar gratuitamente y sin receta en los centros de salud bxiii.
La Resolución del Ministerio de Salud de la Nación, respecto de la distribución y comercialización de la
píldora del día después xiv, refrenda lo dicho en el párrafo precedente y se expone en un contexto social que
contiene, como dato no menor, una población de riesgo donde el promedio de edad de madres adolescentes es
de 17 años xv.
Estamos frente a un verdadero desafío cultural, que exige un cambio sin precedentes en el corazón y la
conciencia de nuestras familias y de la sociedad. Ello requiere una respuesta a distintos niveles. Es preciso que
todos los ciudadanos que quieran actuar responsablemente “afronten con determinación y claridad de
propósitos, el peligro de opciones políticas y legislativas que contradicen valores fundamentales y principios
antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano, en particular con respecto a la defensa de la
vida humana en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, y a la promoción de la familia
fundada en el matrimonio (…).”xvi
Es parte de este desafío dar respuesta a muchas de las cuestiones que abordamos en este documento.
Pretendemos que el mensaje llegue claro, oportuno y veraz. Para ello convocamos la participación de diversos
actores sociales, profesional, moral y éticamente preparados para darlas. Igualmente, otras tantas quedarán en la
conciencia de cada uno, que deberán ser confrontadas en nuestra propia intimidad.
En primer lugar, debemos comprender que el cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su
existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células. El cuerpo embrionario se desarrolla progresivamente
según un ‘programa’ bien definido y con un fin propio, que se manifiesta con el nacimiento de cada niño. En
consecuencia, el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción,
debiéndosele reconocer, a partir de ese mismo momento, los derechos de cualquier persona, principalmente, el
‘derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida’.
Aunque la presencia del alma no se puede reconocer a partir de la observación de datos experimentales, las
mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen “una indicación preciosa para discernir
racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano
podría no ser persona humana?”xvii. En efecto, la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y
después del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación de valor
moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética. El embrión humano, por lo tanto, tiene desde
el principio la dignidad propia de la persona xviii. En segundo lugar, es necesario recuperar el sentido propio de
la maternidad que conlleva la necesaria existencia de la vida. Las concepciones modernas de reinterpretación
del ‘género’ muchas veces empobrecen la dignidad de la mujer y relativizan su naturaleza específica, negando
el don divino de su maternidad. Este reduccionismo semántico pretende liberar a la mujer del valor intrínseco
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de su naturaleza. Su vida, que dicen defender, se pone mucho más en riesgo con el uso irrestricto de prácticas
abortivas, que protegiendo el curso normal del embarazo. Esclava de su propia libertad, la mujer se reduce a un
mero objeto de sexo que asume, por su propio riesgo, las consecuencias de tales prácticas, entre otras, el abuso
de fármacos como los contraceptivos de emergencia (léase la píldora del día después), cuyos efectos
secundarios no están debidamente documentados. Lo que sí se conoce, en general, son los efectos secundarios
que producen los progestágenos empleados como anovulatorios comunes (cefaleas, mareos, náuseas, vómitos,
dolor abdominal bajo, cambios de humor, sangramiento irregular y un riesgo dos a seis veces superior de sufrir
alteraciones de la coagulación; en algunos casos, generan también una propensión a padecer trombosis
intravascular, aumentando el riesgo de cáncer de mama, de cuello uterino y de hígado)1.
1En su obra La píldora del día después. Aspectos médicos y biológicos, el Dr. Fernando Orrego Vicuña (2005)
expone los efectos patológicos (entre los que figuran los mencionados) del levonorgestrel, que es el compuesto
químico sintético de la ‘píldora del día después’. Dichos efectos se hacen más frecuentes si se ingiere la
combinación levonorgestrel-etinilestradiol, debido a la presencia adicional de estrógenos.
Cabe destacar que esa combinación de fármacos es la indicada en el ‘Método Yuspe’, incorporado por la
Organización Mundial de la Salud en sus programas desde 1999. En mujeres jóvenes, sin factores de riesgo, el
uso de este método ha provocado infarto cerebeloso bilateral, trombosis de la vena retiniana y oclusión de la
arteria cerebral media, producto de la alta cantidad de estrógenos de este régimen.

III. Alcance ético y moral del uso de la píldora del día después
Es necesario que los cristianos comprendamos el alcance ético y moral que implica el uso de la píldora del día
después. Apoyándonos en la valoración de la persona humana previamente enunciada, debemos tener en cuenta
dos cuestiones xix:
1) La llamada píldora del día después es un preparado de hormonas que se ha de tomar dentro de las setenta y
dos horas siguientes a aquella relación sexual susceptible de dar lugar a un embarazo. Cuando el preparado
llega al torrente sanguíneo, las altas dosis de hormonas trastornan el delicado equilibrio hormonal necesario
para que la mucosa uterina acoja al embrión eventualmente concebido. Sucede así que, si ha habido una
concepción, el embrión no logra implantarse en el endometrio pues ha sido modificado por el fármaco. El
resultado es la expulsión y la pérdida del embrión.
2) La píldora del día después es, por tanto, una auténtica técnica abortiva y no simplemente anticonceptiva,
como se ha afirmado repetidamente.
Si recordamos que “desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la
del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo” xx, está claro que
no es lo mismo evitar la concepción que impedir la implantación del embrión. Ciertamente, la ciencia ha
demostrado que en la célula inicial, el cigoto está recogiendo lo esencial de su identidad como ser humano, que
se desarrollará sin solución de continuidad a partir de entonces.
Una vez más hemos de afirmar que “la vida humana ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados
cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables” xxi. Y como ya se ha señalado a propósito del
RU-486xxii “el aborto con píldora es también un crimen” xxiii, pues se trata de la eliminación de un ser
humano inocente.
En consecuencia, animamos a toda la comunidad a ejercer el derecho de objeción de conciencia desde su
compromiso bautismal y a difundir las consecuencias de este ‘bombardeo’ hormonal que padece la mujer, y
sobre todo, a defender el valor inalienable de la vida humana que se aniquila.
IV. ¿Qué se puede hacer?
A fin de evitar estas prácticas, exhortamos a promover una verdadera educación afectivo-sexual que ayude a los
adolescentes y jóvenes a vivir la sexualidad de forma responsable. Una educación que lleve a la persona a
reconocer su propia dignidad y la del otro, y a respetar la maduración en el proceso de donación de sí mismo
como pareja en el marco de un proyecto de vida.
Nosotros, como Iglesia, entendemos a la educación sexual como una educación integral en el amor. La
sexualidad está inserta en un proyecto de vida personal y vincular que involucra no sólo la genitalidad y la
afectividad, sino el mundo de los valores. De allí que sea una educación integral e integrada a otros aspectos de
la vida. En esta educación, es inadmisible una ‘moral a la carta’, totalmente relativista, que adapta las
exigencias éticas a los deseos y la comodidad de cada persona. El relativismo moral conduce, inevitablemente,
al individualismo extremo, la anomia social y, lo que es más grave aún, a la negación de nuestra condición
humana, que es lo que nos diferencia de otras especies, aquello que llevamos inscripto en nuestra naturaleza por
voluntad de su Creador.
Es tiempo de que nuestra sociedad, más allá de las propagandas engañosas del sexo libre y del sexo seguro,
empiece a hablar y a educar en el sexo responsable, al igual que pedimos a los jóvenes responsabilidad en sus
conductas respecto de la bebida, las drogas y la conducción vial.
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Igualmente, invitamos a los padres, primeros responsables de la educación de sus hijos, a los colegios
confesionales e instituciones eclesiales, y a todos los implicados en tareas educativas, a seguir educando en la
verdad y el sentido de la sexualidad y del amor humano.
La escuela católica tiene, junto con la familia, un lugar subsidiario y complementario en relación a los padres.
Sin embargo conserva aún un papel muy importante en esta visión integral de la persona.
La educación sexual en la Argentina ya es una ley para todas las escuelas, por lo cual, la escuela católica, en su
curriculum, debe contemplar estos contenidos y además fijar su perspectiva al respecto.
Recuperar estos valores es una tarea especialmente necesaria y urgente en nuestra sociedad, donde está en juego
la dignidad del hombre y la misma vida humana.
V. Nos comprometemos
Para concluir, nos parece oportuno recordar nuevamente lo que nos decían nuestros obispos, reunidos en
Aparecida en el año 2007, con relación a la defensa de la vida en el contexto de la sociedad actual.
“No podemos escapar de este reto de diálogo entre la fe, la razón y las ciencias. Nuestra prioridad por la vida y
la familia, cargadas de problemáticas que se debaten en las cuestiones éticas y en la bioética, nos urge
iluminarlas con el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia.
Asistimos hoy a retos nuevos que nos piden ser voz de los que no tienen voz. El niño que está creciendo en el
seno materno y las personas que se encuentran en el ocaso de sus vidas, son un reclamo de vida digna que grita
al cielo y que no puede dejar de estremecernos. La liberalización y banalización de las prácticas abortivas son
crímenes abominables, al igual que la eutanasia, la manipulación genética y embrionaria, los ensayos médicos
contrarios a la ética, la pena capital, y tantas otras maneras de atentar contra la dignidad y la vida del ser
humano. Si queremos sostener un fundamento sólido e inviolable para los derechos humanos, es indispensable
reconocer que la vida humana debe ser defendida siempre, desde el momento mismo de la fecundación. De otra
manera, las circunstancias y conveniencias de los poderosos siempre encontrarán excusas para maltratar a las
personas.
Los anhelos de vida, de paz, de fraternidad y de felicidad no encuentran respuesta en medio de los ídolos del
lucro y la eficacia, la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno, los ataques a la vida intrauterina, la mortalidad
infantil, el deterioro de algunos hospitales, y todas las modalidades de violencia sobre niños, jóvenes, hombres
y mujeres. Esto subraya la importancia de la lucha por la vida, la dignidad y la integridad de la persona humana.
La defensa fundamental de la dignidad y de estos valores comienza en la familia” xxiv.
Fieles al mandato de nuestros obispos en Aparecida, proponemos:
 Proseguir la promoción de cursos sobre familia y cuestiones éticas para los agentes de pastoral que
puedan ayudar a fundamentar con solidez los diálogos acerca de los problemas y situaciones
particulares sobre la vida.
 Promover foros, paneles, seminarios y congresos que estudien, reflexionen y analicen temas concretos
de actualidad acerca de la vida en sus diversas manifestaciones, y, sobre todo, en el ser humano,
especialmente en lo referente al respeto a la vida desde la concepción hasta su muerte natural.
 Pedir a las universidades católicas que organicen programas de bioética accesibles a todos y tomen
posición pública ante los grandes temas de la bioética.
 Apoyar y acompañar pastoralmente y con especial ternura y solidaridad a las mujeres que han decidido
no abortar, y acoger con misericordia a aquellas que han abortado, para ayudarlas a sanar sus graves
heridas e invitarlas a ser defensoras de la vida. El aborto hace dos víctimas: por cierto, el niño, pero,
también, la madre.
 Promover la formación y acción de laicos competentes, animarlos a organizarse para defender la vida y
la familia, y alentarlos a participar en organismos defensores de toda vida y de toda la vida.
 Solicitar a los Señores Legisladores y Funcionarios Públicos que aseguren la objeción de conciencia
contemplada en las legislaciones y velar para que sea respetada por las administraciones públicas.
Renovando nuestra esperanza en Jesucristo, Señor de la Historia, pedimos a Nuestra Señora del Rosario
del Milagro nos ayude a seguir construyendo una Patria de hermanos.
PASTORAL SOCIAL ARQUIDIOCESANA. IGLESIA CATÓLICA EN CÓRDOBA.
Córdoba, 21 de septiembre de 2012.
i Cfr. SS Benedicto XVI, Mensaje a la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales.
Las causas del invierno demográfico. (27.4.2006)
Ii Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, La Buena noticia de la vida humana y el valor
de la sexualidad, 8. (11.08.2000)
iii Ibíd., 6.
iv La Ley Provincial Nº 8535 (04.04.1996) en su Art 5 dice que “Los profesionales médicos podrán prescribir
aquellos métodos anticonceptivos no abortivos y que no impliquen esterilización permanente, a quienes lo
soliciten, previa información sobre los diferentes métodos, características y efectos.
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v Cfr. SS Benedicto XVI. Carta Encíclica Caritas in Veritate, 28. (29.06.2009)
vi Cfr. UNESCO, Diez Problemas Prospectivos de Población, cit, p. 10 (Cfr.
SANAHUJA, JC, El desarrollo sustentable, La nueva ética internacional, Ed. Vórtice,
Bs As 2003, p. 71)
vii CEDAW: Convención para la Eliminación de toda Forma de Discriminación contra las Mujeres. Tratado
que tiene jerarquía constitucional desde la reforma de 1994, y el único de todos los tratados que no cuenta con
su respectivo protocolo. –Cfr. MAFFIA, Diana. Aborto no punible ¿qué dice la ley argentina? en Susana Checa
(comp.) Realidades y coyunturas del aborto. Entre el derecho y la necesidad. Buenos Aires, Paidos, 2006.
ISBN 950-12-4537-3.
viii Cfr. SS Juan Pablo II. Carta Encíclica Humanae Vitae, II, 7. (25.07.1968)
ix Cfr. Ibíd., II,10.
x Cfr. I Jn., 4, 8.
Xi Cfr. Conferencia Episcopal Argentina, La Buena noticia de la vida humana y el valor
de la sexualidad, 11. (11.08.2000); Humanae Vitae, 11.
xii Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Dignitas Personae, 9 (8.9.2008)
xiii Cfr. Ministerio de Salud de la Nación http://www.msal.gov.ar/saludsexual/folletos.php
xiv Cfr. Ministerio de Salud de la Nación. Resolución 232/2007. Incorporar la Anticoncepción Hormonal de
Emergencia (AHE) en el programa Médico Obligatorio, como método anticonceptivo hormonal. Publicado en
Boletín Oficial el 09/03/07.
xv Madres primigestas de 14 años, madres multíparas (5 a 7 hijos) de 30 años. Dato del trabajo de campo,
realizados en el área Materno-Infantil del Hospital Provincial “Nuestra Señora de la Misericordia” – Ministerio
de Salud – Gobierno de la Provincia de córdoba (Junio, 2012).
xvi Cfr. C.E.E., Por una cultura de la vida (2007) – Fuente: www.conferenciaepiscopal.es
xvii Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Inst. Donum Vitæ, I, 1: AAS 80 (1988), 78-79.
xviii Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Dignitas Personae, 4-5 (8.9.2008)
xix Cfr. C.E.E., Subcomisión para la Familia y la defensa de la vida. Sobre la “Píldora
del día siguiente”. (12.12.2000) www.confenrenciaepiscopal.es/ceas/familia/default.htm
xx Cfr. Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae, 60. Congregación para la Doctrina de la Fe.
Declaración sobre el aborto procurado (18.11.74), 12-13. AAS 66 (1974).
xxi Cfr. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 51.
xxii RU-486, es la denominación del fármaco elaborado por el laboratorio Roussel Uclaf, de Francia; es una
antiprogesterona que se ingiere entre la séptima y la novena semana de embarazo para llevar adelante el aborto.
En EEUU se vende bajo la marca Mifeprex o Early Option, mientras que en Europa bajo Mifegyne. La Agencia
Federal Norteamericana de Control de Alimentos y Medicamentos (FDA) aseguró que, pese a que está
prohibido el aborto, en la Argentina se venden 8.000 pastillas abortivas RU-486. En el mismo sentido se
expresó Marcelo Peretta, presidente del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos, quien dijo que
“la venta ilegal de medicamentos para interrumpir embarazos está creciendo un 10% todos los años.
(Fuente: La Nación, Publicado por Bureau de Salud, el 18.08.2009 – www.bureaudesalud,com)
xxiii Cfr. Conferencia Episcopal Española, Declaración de la Comisión permanente, El aborto con píldora es
también un crimen (17.06.1998).
xxiv Cfr. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Documento Conclusivo de
Aparecida, CELAM. 2ª ed. 2007. pp. 266-269
BIBLIOGRAFÍA
- CONCILIO VATICANO II. Gaudium et Spes. 1965.
- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Declaración sobre el Aborto. 1974.
- CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Instrucción Dignitas Personae. 2008.
- PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
2004.
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_
compendio-dott-soc_sp.html.
- ORREGO VICUÑA, FERNANDO. La Píldora del Día Después. Aspectos médicos y biológicos. 2005.
www.obispadodesanbernardo.cl
- SANAHUJA, JC, El desarrollo sustentable, La nueva ética internacional, Ed. Vórtice, Bs. As. 2003.
- SS BENEDICTO XVI. Carta Encíclica Caritas in Veritate. 2009
- SS JUAN PABLO II. Catecismo de la Iglesia Católica. Librería Editrice Vaticana. 1992.
- SS JUAN PABLO II. Carta Encíclica Evangelium Vitae. 1995
- SS JUAN PABLO II. Carta Encíclica Humanae Vitae. 1968

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TRABAJO PRÁCTICO

Tema: Toda Vida, toda la Vida. La píldora del día después. Aspectos morales, éticos, médicos y
biológicos.
PASTORAL SOCIAL ARQUIDIOCESANA DE CORDOBA- ARGENTINA

1. ¿En qué contexto debe enfocarse el estudio de este tema, y diga algunas problemáticas que se presentan
con las legislaciones que regulan el uso de ese medicamento a nivel internacional?
2. ¿Qué aspectos se deben tener en cuenta según la enseñanza del Magisterio de la Iglesia en vistas a valorar
la vida y respetar la persona humana?
3. ¿Cuál es la situación que se observa en nuestra sociedad respecto de la sexualidad en los adolescentes y
jóvenes?
4. ¿Cuál es el desafío cultural que afrontamos los cristianos que queremos actuar responsablemente?
5. Enumere las cuestiones (preguntas y problemas) y desarrolle sintéticamente las respuestas que aporta este
documento respecto del cuerpo humano y del sentido de la maternidad.
6. Profundice el alcance ético y moral del uso de la píldora del día después a partir de las siguientes preguntas:
6.1. ¿Qué es la píldora del día después?
6.2. ¿Porqué la píldora del día después es abortiva?
7. ¿Qué debe promover la educación afectivo-sexual?

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