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CENTRO TEOLOGICO PASTORAL ARQUIDIOCESANO

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3. LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS

La Iglesia como "Pueblo de Dios" es un concepto importante en el Concilio Vaticano, ayuda a superar el
individualismo y fortalecer la conciencia de que en la Iglesia todos son corresponsables. Es a la comunidad
a la que se le otorga la salvación, y cada uno participa personalmente de la salvación. El individuo crece en
una familia, comunidad, en la Iglesia, es aceptado en ella, y él a su vez, asume la responsabilidad de
apoyarla. Todos (laicos, consagrados, ministros) son Iglesia, son Pueblo de Dios. Pero la Iglesia, no es un
pueblo en sentido corriente de la palabra, sino que es una comunidad con un origen, historia y fin propia.
La Iglesia es el Pueblo "de Dios", es decir un pueblo que Dios "elige" y llama de entre los pueblos, su
propio pueblo, con el que establece una alianza. Es un pueblo universal abierto a todos los pueblos, razas y
clases. Es también un pueblo santo. Por ello pertenecemos a la Iglesia por la fe y el bautismo (cf Jn 3,5). La
Iglesia es la comunidad de los creyentes que celebra su fe en la acción de gracias (Eucaristía). La promesa
más importante del Antiguo Testamento es: "Yo seré vuestro Dios y vosotros sois mi pueblo" (Lev 26,11-12;
cf Ez 37,27; 2 Cor 6,16; Heb 8,10; Ap 21,3). San Pablo en Rom 9-11 vincula a la Iglesia con Israel. El Vaticano II
reconoce esta historia común entre cristianismo y judaísmo. Al Pueblo de Dios de nuevo y verdadero Israel
pertenecen también los gentiles, que originalmente no fueron Pueblo de Dios (cf 1 Pe 2,10). En Cristo ya no
hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo
Jesús (Gál 3,28; 1 Cor 12,13; Col 3,11).
La Iglesia no se ata a ninguna forma particular de cultura y a ningún sistema político, económico o social
concreto, sino que abraza a todos los pueblos, culturas, razas y clases. Es signo e instrumento de unidad y
de paz para la humanidad entera (cf GS 42). Ella es el Pueblo mesiánico de Dios, Pueblo de Dios en camino.
Vive en la historia, y tiene su propia historia. Está de camino, no ha llegado aún a la meta. Por tanto es una
realidad dinámica y no estática.

a).- El Nuevo Pueblo de Dios


Este nuevo Pueblo de Dios somos nosotros, la Iglesia, nacida de la Nueva Alianza que estableció Cristo en
su sangre (1 Cor 11,25), convocando un pueblo de entre los judíos y los gentiles que se condensara en
unidad no según la carne, sino en el Espíritu y constituyera un Nuevo Pueblo de Dios.
b).- Características del Pueblo de Dios.
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Es el Pueblo de Dios: Dios no pertenece en propiedad a ningún pueblo. Pues Él ha adquirido para sí un
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pueblo de aquellos que antes no eran un pueblo: "una raza elegida, un sacerdocio real, una nación
santa" (1 P 21,9)
• Se llega a ser miembro de este pueblo no por el nacimiento físico, sino por el "nacimiento de arriba",
"del agua y del Espíritu" (Jn 3, 3-5), es decir, por la fe en Cristo y el Bautismo.
• Este pueblo tiene por jefe (cabeza) a Jesús el Cristo, Ungido, Mesías; porque la misma Unción, el
Espíritu Santo, fluye desde la cabeza al cuerpo, es "el pueblo mesiánico".
• La identidad de este pueblo, es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones
habita el Espíritu Santo como en un templo.
• "Su ley, es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó". Esta es la ley "nueva" del
Espíritu Santo.
• Su misión es ser sal de la tierra y la luz del mundo.
• Su destino es el Reino de Dios, que Él mismo comenzó en este mundo, que ha de ser extendido hasta
que Él mismo lo lleve también a su perfección.
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c).- Pueblo Sacerdotal, Profético y Real
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Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este pueblo; en su
vocación sacerdotal. "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo,
un reino de sacerdotes para Dios, su Padre. Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la
unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo" (Lumen Gentium,
10).
Pueblo profético:
"El pueblo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido
sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente
a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" y profundiza en su comprensión y se hace testigo
de Cristo en medio de este mundo.
Pueblo regio y servidor:
El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo, Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí
a todos los hombres por su muerte y por su resurrección. Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el
servidor de todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en un rescate por
muchos" (Mt 20,28). Para el cristiano, "servir es reinar", particularmente "en los pobres y en los que
sufren" donde descubre "la imagen de su fundador pobre y sufriente". El Pueblo de Dios realiza su
"dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.

4. LA IGLESIA ES EL CUERPO DE CRISTO


Para san Pablo Iglesia es un cuerpo con muchos miembros diferentes. Todos ellos se necesitan
mutuamente. Deben mantenerse en armonía. Si un miembro sufre, todos sufren, y si uno está bien, todos
gozan con él (cf. 1 Cor 12,26). Lo importante es la vinculación con Jesucristo. Sólo por Él y en Él somos
miembros de su cuerpo. Por eso se dice que Jesucristo es la cabeza de la Iglesia (cf Ef 1,22-23; 4,15-16; Col
1,18; 2,19). La Iglesia esta subordinada a Jesucristo en la obediencia, la Iglesia es la esposa de Cristo (cf Ef
5,25; Ap 19,7; 21,2.9; 22,17; cf. Os 2,21-22).
La Iglesia participa de Jesucristo de un modo triple: participa en su función profética, en su función
sacerdotal y en su función pastoral. Así la Iglesia se edifica y crece como cuerpo de Cristo, por la
predicación de la palabra de Dios (función profética), por la celebración de los sacramentos (función
sacerdotal, especialmente por el bautismo y la eucaristía) y por el ministerio pastoral.
Por tanto la Iglesia es el cuerpo de Cristo, la comunidad de los que oyen la palabra de Dios y dan
testimonio de ella ante el mundo. Es la comunidad de los que creen. La Iglesia es comunión con Jesús.
Tenemos la parábola de la vid y los sarmientos que refleja esta unidad (Jn 15). También el discurso del pan
de vida (Jn 6). Los santos tienen conciencia de esta unidad. La palabra de Dios se encarna en los
sacramentos. Por el bautismo todos somos en un Espíritu un solo cuerpo (cf 1 Cor 12,13). En la Eucaristía
todos participamos de un solo pan. De un solo cuerpo eucarístico de Cristo, a así somos un solo cuerpo (cf.
1 Cor 10,16-17). La Eucaristía es la "fuente y la cumbre" de toda la vida cristiana y eclesial (cf. LG 11).
La Iglesia es la Esposa de Cristo. La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, implica
una relación personal entre ambos. Esta relación se expresa con frecuencia mediante la imagen del Esposo
y de la Esposa. El Señor se designó a sí mismo como "el Esposo" (Mc 2,19; cf. Mt 22,1-14; 25,1-13). La Iglesia
es la Esposa inmaculada del Cordero inmaculado (cf. Ap 22,17; Ef 1,4; 5,27), a la que Cristo "amó y por la que
se entregó a fin de santificarla" (Ef 5,26).
a).- La comparación del cuerpo
San Pablo, describe la naturaleza de la comunidad cristiana a la que pertenecemos comparándola con el
Cuerpo de Cristo.
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+ El Hijo de Dios, encarnado en la naturaleza humana, redimió al hombre y lo transformó en una nueva
criatura (Gal 6,15; 2 Cor 5,17). A sus hermanos, convocados de entre todas las gentes, los constituyó
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místicamente como su cuerpo, comunicándoles su Espíritu.
• Y como todos los miembros del cuerpo humano, aunque sean muchos, constituyen un cuerpo, así
los fieles en Cristo (1 Cor 12,12). ARQUIDIOCESANO
• También en la constitución del Cuerpo de Cristo hay diversidad de miembros y ministerios. Uno
mismo es el Espíritu, que distribuye sus diversos dones por el bien de la Iglesia, según sus riquezas
y las necesidades de los ministerios ( 1Cor 12, 1-11).
• Es necesario que todos los miembros se asemejen a Cristo hasta que Él quede formado en ellos (Gal
4,19).
b).- Cristo, Cabeza de este cuerpo
La Iglesia no es un cuerpo mutilado, sino que tiene una cabeza, Cristo, que la guía y provee a su
crecimiento. Cristo y la Iglesia son, por tanto, el CRISTO TOTAL, la Iglesia es una con Cristo. Este es el
sentido de esta imagen bíblica para que entendamos un poco lo que es la Iglesia.
c).- La Iglesia, comunión con Jesús.
Lo más importante es que todos y cada uno de los miembros de este cuerpo estamos invitados a vivir una
comunión personal con Jesús. El desarrollo de esta comunión - unión personal con Jesús, se llama proceso
de vida espiritual y lo conduce el Espíritu Santo.
Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida. Les reveló el Misterio del Reino; "les dio parte
en su misión, en su alegría y en sus sufrimientos". Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre
Él y los que le sigan: "Permaneced en mí, como yo en vosotros.... Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos" (Jn 15, 4-5) Todos los fieles cristianos miembros vivos y activos en el Cuerpo de Cristo.
Aplicamos a la pastoral la realidad de que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, afirmando que todos sus
miembros están capacitados, para estar activos. Esta actividad se llama ministerialidad de la Iglesia, es
decir, cada miembro tenemos un servicio y todos somos servidores.
d).- La Iglesia es la Esposa de Cristo
La unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del cuerpo, implica también la distinción de ambos
en una relación personal. Este aspecto es expresado con frecuencia mediante la imagen del esposo y de la
esposa.
La imagen de Cristo Esposo de la Iglesia, fue preparada por los profetas y anunciada por Juan Bautista en
su predicación a la orilla del Jordán:
"Yo no soy el Cristo -dice a los que le escuchan-, sino que he sido enviado delante de Él. El que tiene a la
esposa es el esposo; pero el amigo del esposo, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del
esposo" (Jn 3,28-29).
Jesús de Nazaret es, pues, introducido en medio de su pueblo como el Esposo que había sido anunciado
por los profetas. Lo confirma Él mismo cuando, a la pregunta de los discípulos de Juan: "¿Por qué…. Tus
discípulos no ayunan? " (Mc 2,18), responde:
"¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos?. Mientras tengan consigo
al esposo no pueden ayunar, días vendrán en que les será arrebatado el esposo; entonces ayunarán, en
aquel día" (Mc 2, 19-20)
Con esta respuesta, Jesús da a entender que el anuncio de los profetas sobre el Dios-Esposo, sobre "El
Redentor, el Santo de Israel", encuentra en Él mismo su cumplimiento.
Asimismo, el apóstol Pablo nos dijo que "Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef 5,25).
Esta verdad fundamental de la eclesiología paulina, que se refiere al misterio del amor nupcial del
Redentor hacia su Iglesia, queda recogida y confirmada en el Apocalipsis, en el que Juan habla de la esposa
del Cordero

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