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E L 

  C R E D O
http://www.cmfapostolado.org/recursos/areasapostol/laicos/html/mostoles/CREDO.htm

Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del


cielo y de la tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor;

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació
de Santa María Virgen;

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto


y sepultado;

Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los


muertos;

Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre;

Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo;

La Santa Iglesia Católica;

La comunión de los Santos;

El perdón de los pecados;

La resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

INTRODUCCIÓN

1.- ¿Cuántos credos?

Desde el primer momento, los cristianos expresaron su fe en


fórmulas muy concisas. Decían, por ejemplo: "Jesús es el
Cristo". Querían confesar así su fe. Otra confesión de fe decía:
"Jesús es el Señor", expresando que no podían aceptar los
dioses adorados por otros pueblos. Por esa confesión de fe
murieron muchos cristianos en las persecuciones de los
primeros siglos.

Más tarde, los cristianos siguieron expresando su fe en


fórmulas breves, pero ya con más detalle. Encontramos la
profesión de fe que hacían los candidatos al bautismo
respondiendo con "creo" a las tres preguntas que se le
formulaban: )Crees en Dios, Padre Todopoderoso? )Crees en
Jesucristo, nuestro Salvador? )Crees en el Espíritu Santo y en
todo lo que es obra suya?

Posteriormente aparecerán los dos Credos que con mayor


frecuencia usamos en la liturgia y la catequesis de la Iglesia
(incluso en otras Iglesias cristianas). El primero de ellos, quizá
el más conocido hoy día, es de origen griego. Ese Credo sirvió
de base para expresar la fe en los Concilios de Nicea (325) y
Constantinopla (381). Entonces recibió añadiduras que
recogían los puntos de la fe discutidos en esos concilios. Se
llama por eso el Credo Niceno-Constantinopolitano y es el que
usualmente se recita en la misa después de la homilía.

El otro es de origen romano, más breve que el anterior, y se


suele llamar Credo de los Apóstoles (siglo IV-V). En este
tiempo nace la leyenda, sobre la que escriben varios padres de
la Iglesia, que dice que los apóstoles, antes de separarse para
evangelizar a todo el mundo, redactaron el "breviario de la fe"
como "pauta de su predicación", proclamando cada uno un
artículo, dando lugar a los doce artículos en los que se divide el
Credo. Esta leyenda responde a una verdad, pues el Credo
apostólico representa el auténtico eco de la fe de la Iglesia
primitiva que, por su parte, es fiel reflejo del NT. Este Credo es
menos especulativo que el anterior y más simple.

Ninguno de los dos Credos menciona todo lo que creemos


(Ninguno habla de la Eucaristía, ni del mandamiento principal).
Estrictamente hablando, los credos no son resúmenes de la fe.
Las confesiones de fe se originaron de un núcleo primitivo que
expresaba el punto central del Evangelio (1Cor 15,35). A este
núcleo se le fueron añadiendo afirmaciones que clarificaban
puntos discutidos o proponían definiciones que expresaban
rectamente algún aspecto de la fe que había sido tergiversado.
Por eso en el Credo faltan elementos importantes de la fe
Bporque nunca fueron puestos en dudaB y se encuentran otros
que quizá consideremos menos importantes.

2.- La Iglesia se edifica sobre la fe apostólica

En el Credo resuena la palabra viva de la Escritura, que a su


vez es testimonio de la Tradición viva de la Iglesia.

Los credos, como símbolos de la fe cristiana, son documentos


de la Iglesia, anteriores incluso al mismo Nuevo Testamento.
En sus breves fórmulas, procedentes de contextos litúrgicos,
catequéticos o misionales, recogen la síntesis de la fe. Son,
pues, expresión de la vida de la comunidad, antes incluso de la
formulación escrita de sus artículos.

La salvación, que Dios Padre ofrece en la Iglesia a los hombres


por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo, es el misterio
primordial que, como hilo conductor, unifica la profesión de fe
de los cristianos de todos los tiempos y lugares.

La Iglesia no puede atestiguar y confesar una fe distinta de la


que le ha sido transmitida de una vez para siempre. En la
tradición de la fe de los Apóstoles, fundamento de la vida
cristiana, nada se puede cambiar (Jds 3,5.20; 1Cor 11,2; 2Tes
2,15; 1Tim 6,20). Así la Iglesia se mantiene "edificada sobre el
cimiento de los Apóstoles y profetas, siendo la piedra angular
Cristo mismo" (Ef 2,20).

Los apóstoles son los primeros testigos del Evangelio; lo


recibieron directamente de Cristo y fueron enviados por El a
todo el mundo. Por eso, la Iglesia se edifica sobre el
fundamento de la fe apostólica.

Ante la confusión de tantas ideologías y teologías, es preciso


volver a las fuentes de la fe, donde la verdad nace limpia, como
fundamento de la identidad del cristiano en el mundo y origen
perenne de la comunidad eclesial. Volver a los fundamentos de
nuestra fe, al Símbolo apostólico, dejándolo resonar en nuestro
interior, iluminará nuestra vida; interiorizándolo, haciéndolo
nuestro, hará que nosotros y a través de nosotros siga
hablando y salvando a nuestra generación y pase a la siguiente
generación.

3.- El Credo: Símbolo de la fe de la Iglesia

El Credo, como Símbolo de la fe, permite al cristiano sentirse


miembro de la comunidad creyente. Símbolo es lo que une y
crea la comunión; es justo lo contrario de diablo que es el que
separa y rompe la comunión.

El Credo es la confesión singular de la fe eclesial en el misterio


de Dios Padre, revelado por Jesucristo, y testimoniada al
creyente por el Espíritu Santo en la Iglesia. El Credo es
confesado en primera persona del singular ("Creo"). Pero esta
primera persona del singular presupone una comunidad. El
cristiano, en su profesión de fe, no confiesa su propia fe o sus
ideas, sino la fe de la Iglesia: fe que ha recibido de la
comunidad que se la transmitió, fe que le une a la comunidad y
que profesa ante y con la comunidad eclesial. Lo personal y lo
comunitario quedan inseparablemente vinculados.

Cada cristiano recita en singular el Credo incluso dentro de la


asamblea litúrgica; pues ninguna acción es tan personal como
ésta. Pero el creyente lo recita en la Iglesia y a través de ella;
su fe participa de la fe de la Iglesia.

La fe, al no ser fruto de mis pensamientos, no es algo de lo que


dispongo y cambio a mi gusto. La fidelidad a lo recibido y a la
Iglesia, que lo transmite, es esencial a la fe. El cristiano, por
tanto, no puede profesar el Credo si no se reconoce unido a
todos los que con él confiesan la fe de la Iglesia. Esto significa
que no se puede creer sin amar.

4.- Fe y conversión

Las fórmulas del Credo son un resumen de las principales


verdades de la fe de la Iglesia. Pero no se trata de un
conocimiento abstracto, sino de la experiencia del misterio de
Dios revelado en Cristo y comunicado por el Espíritu Santo en
la Iglesia. En el acto de fe, el creyente no se adhiere con su
inteligencia a una fórmula conceptual, sino que se adhiere con
toda su persona a la realidad misma de lo creído. Se trata de
entrar en ese "yo" del Credo y transformar el yo esquemático
de la fórmula en el yo personal de carne y hueso. La confesión
de fe es ante todo expresión de la confianza en Dios y de la
relación de vida entre el cristiano y Dios; al mismo tiempo, es
un cántico de alabanza en que se ensalzan los actos
poderosos de Dios.

Ser creyente en el libro de los Hechos (2,44; 4,32; 5,14) es


sinónimo de cristiano. Aunque suponga la aceptación de las
verdades creídas, ser creyente es mucho más que eso;
significa aceptar una forma de vida, o mejor, entrar en una
nueva forma de ser. Por eso la fe supone la conversión, un
nuevo nacimiento. La fe es, pues, principio de vida. No se cree
con la mente o con el corazón, se cree con todo el ser.

Israel expresó su fe en Credos históricos (Dt 6,20-24; 26,5-9;


Jos 24,2-13) y sálmicos (Sal 78; 105;136...), confesando ante
todos los pueblos al Dios que ha creado el cielo y la tierra, libró
a su pueblo de Egipto y lo condujo a la tierra prometida. De
entre ellos sobresale el Shemá. Su Credo no es ideológico,
sino histórico; sus artículos de fe están formados por la cadena
de actos salvíficos desde Abrahán hasta el don de la Tierra. El
reconocimiento de Dios supone entrar en alianza con El. No
cabe una confesión de fe sin implicar en ella la propia
existencia.

Jesús, fiel israelita, proclamó esa misma confesión de fe en el


único Dios (Mc 12,28-29; Mt 6,24; Jn 17,3), pero revelándonos
que es el Padre (Mt 11,25). La fe cristiana está íntimamente
ligada a la fe de Israel; las confesiones de fe del NT hunden
sus raíces en los Credos del AT.

La fe presta al hombre unos ojos nuevos. La iluminación de la


fe permite a la mirada del creyente ver símbolos donde el
hombre natural sólo ve fenómenos; para el creyente las cosas
creadas reflejan la realidad invisible de Dios Creador y la
historia se hace resplandor de su presencia salvadora.

5.- El Credo está vinculado al bautismo

Por su origen y por su uso, el Credo está estrechamente


vinculado con la liturgia. Concretamente, con la celebración del
bautismo. Los catecúmenos, en formas diversas, hacían la
profesión de fe al recibir el bautismo. Estas fórmulas de fe
bautismales tenían una estructura trinitaria, siendo fieles a las
palabras del Resucitado: "Id y haced discípulos de todos los
pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo" (Mt 28,19).

Por ello al bautizando se le hacían tres preguntas a las que el


catecúmeno contestaba diciendo "credo" y se le sumergía en el
agua, por tres veces. La triple pregunta/respuesta, se opone a
la triple renuncia que le precede ("renuncio a Satanás, a su
servicio, a sus obras"). La profesión de fe es, pues, la
expresión de la conversión, del cambio de ser esclavo del mal
a la libertad de hijo de Dios.

La confesión de fe culmina en el martirio, el testimonio


supremo de la fe. El martirio "es un don concedido a pocos, sin
embargo todos deben estar dispuestos a confesar a Cristo
delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz,
en medio de las persecuciones, que nunca faltan a la Iglesia"
(LG n1 42).

El bautismo, al unir al neófito con Cristo, le vincula igualmente


con la comunidad de creyentes. El Credo, como Símbolo, es el
signo de esta comunión.

6.- La fe viene de la escucha

La fe no es nunca una cavilación en la que el yo llega al


convencimiento racional de una verdad. Es más bien el
resultado de un diálogo, expresión de la escucha, de la
recepción y de la respuesta a la palabra oída (Rm 10,17). La
fe, al contrario de la idea, entra en el hombre desde fuera;
desde fuera me es anunciada, me interpela, me implica y exige
una respuesta. El Credo era transmitido al catecúmeno por la
comunidad cristiana. La profesión de fe nace claramente desde
el interior del ser de la Iglesia. Es la respuesta de la fe a la
predicación aceptada.

7.- La fe se predica
Si un hombre llega a la fe mediante la predicación del
Evangelio, esta fe no puede quedarse encerrada en el corazón
(Jn 12,42ss), sino que se debe manifestar en una confesión
pública ante Dios, ante la comunidad y ante los hombres (1Tim
6,12-14). El creyente no puede olvidar la memoria de Jesús ni
callar su fe en Dios. El recuerdo agradecido en el amor se
manifiesta en testimonio para el mundo, en esperanza viva de
salvación para todos los hombres. "(Ay de mí si no anunciara el
Evangelio!" (1Cor 9,16), grita Pablo.

No basta, pues, creer; es necesario confesar la fe. No basta la


fe interior del corazón; es necesaria la confesión pública con la
boca. El creyente se hace confesor de la fe: "(Creemos, por
eso hablamos!" (2Cor 4,13).

Algunos cristianos intentan hoy día expresar su fe de manera


nueva y en un lenguaje nuevo; es importante y está justificado.
Sin embargo, no es sencillo expresar en palabras nuevas el
viejo Credo, sin alterar su sentido. Pero no basta tampoco
conservar simplemente las palabras, sin tener en cuenta los
cambios que haya podio tener la significación de determinados
conceptos. Por eso está bien crear fórmulas nuevas, pero
refiriéndose siempre y volviendo al texto antiguo. De esta
manera se expresa también la conexión con la fe de los
cristianos de todos los siglos. Está bien claro: los cristianos de
hoy no están solos en su fe: creen en comunión con toda la
Iglesia, y se hayan unidos en la fe con los cristianos de todos
los tiempos.

8.- Catequesis sobre el Credo


Hoy, para conservar la fe, es preciso una fe adulta, "cristianos
firmes en lo esencial y humildemente felices en su fe". En
nuestro mundo secularizado, pluralista y técnico el ateísmo es
una de los fenómenos más graves. El mismo Concilio Vaticano
II entiende que el origen del ateísmo puede darse también por
causa de los mismos creyentes, por el descuido de la
formación religiosa, por la exposición inadecuada de la
doctrina, o por los defectos de su vida religiosa, moral y social.

Por ello, conocer la fe que profesamos y vivir en conformidad


con la fe profesada es la respuesta necesaria para una nueva
evangelización de nuestro mundo. La catequesis ha sido
considerada siempre por la Iglesia como una de sus tareas
más importantes. Y hoy, como repite constantemente Juan
Pablo II, es necesaria una "catequesis permanente" de los
adultos, pues han de "ser reiniciados a una fe adulta quienes,
por diversas circunstancias, fueron insuficientemente o nunca
educados en la fe".

I. CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

1.- Creo en Dios

En la conversación cotidiana, "yo creo" significa: "sospecho,


pero no sé exactamente". "Te creo" quiere decir ya más:
"Confío en ti", "acepto como verdadero lo que dices". Pero si
alguien dice: "creo en ti", entonces expresa: "confío en ti de
tal manera, que me va en ello toda mi vida". Esta idea se
acerca ya mucho a la de creer en Dios.

Sin embargo, no es natural que las personas crean en Dios. Lo


natural es que se hagan preguntas: se preguntan, sobre todo,
acerca del sentido de la vida, acerca de dónde viene el mundo
y a dónde va a parar. Y de este modo hay personas que se
preguntan acerca de Dios, y en Dios hallan la respuesta a sus
preguntas.
Es importante que nos preguntemos )qué es lo particular, lo
específico y propio, cuando uno se hace cristiano y
afirma: "creo"? )En qué se diferencia la fe de los cristianos de
la fe de otras personas?

a) Las personas preguntan

El hombre es el ser vivo que hace preguntas. No puede menos


de hacérselas, aunque a veces resulte desagradable. Con la
ayuda de las ciencias se pueden resolver muchas preguntas y
enigmas. Y así se ha logrado el progreso técnico y humano en
nuestra sociedad. Pero hay preguntas que no encuentran
respuesta definitiva en las ciencias: )Qué sentido tiene nuestra
vida? )De dónde procede el mundo? Etc. Muchas personas, en
tal situación, se vuelven a las religiones y presentan ante Dios
sus preguntas fundamentales. Y en la fe esperan obtener
respuesta

b) En todos los pueblos hay personas que buscan a Dios

En todos los pueblos, por muy diferentes que sean sus


culturas, hay personas que invocan a Dios. Junto a muchas
pequeñas religiones tribales, hay cinco grandes religiones
(religiones universales) que cuentan con numerosos adeptos
diseminados por toda la tierra: cristianismo, judaísmo, islam,
hinduismo y budismo.

Estas religiones no dejan de tener relaciones entre sí. Mucho


de lo que creen los judíos y los cristianos se halla también en
las demás religiones. Los cristianos vemos en ello un indicio de
que Dios se revela de diferente manera. Todas las religiones
universales tienen un elemento común: quieren mostrar
caminos para la redención y orientar la vida.

También las religiones tribales y las étnicas (religiones de


pueblos determinados) dan testimonio de las preguntas y de la
búsqueda de los hombres. El Concilio Vaticano II dice de
ellas: "Dios no está lejos tampoco de los que, entre sombras e
imágenes, buscan al Dios desconocido". Esto no niega la
afirmación cristiana de que la Verdad y la Vida plenas se nos
han dado en Jesucristo.
Judaísmo: Comunidad étnica y comunidad de
religión; herederos del pueblo de Israel. Base: "Las
Sagradas Escrituras de Israel" (el Antiguo
Testamento para los cristianos). La denominación
de "judío" se deriva del nombre de la tribu de Judá.

Islam: Religión fundada por Mahoma en el siglo


VII. Mahoma predicó el monoteísmo, en contra de
las religiones tribales de Arabia; es una religión que
tiene cierta afinidad con el judaísmo y el
cristianismo. Actualmente se halla difundida entre
los pueblos de África, del Oriente Anterior y del
Oriente Medio, y en Asia central, meridional y del
sudeste; hay también grandes comunidades
musulmanas en las ciudades industriales del
Occidente europeo. El Corán es el libro sagrado
del Islam. Es una colección de poemas parecidos a
salmos, de oraciones y de preceptos. Se haya
dividido en 114 suras o capítulos. Según la fe
musulmana, el Corán procede directamente de
Dios y fue copiado por Mahoma, el profeta de Dios.

Hinduismo: Religión que se encuentra difundida


principalmente en la India y Pakistán; no fue
fundada por nadie en particular, y se presenta
como un conglomerado de distintas ideas
religiosas. Los hindúes no están unidos por un
credo religioso común, sino por pertenecer a una
cultura común integrada por diferentes castas (=
grupos).

Budismo: Religión nacida de las enseñanzas de


Buda (= el iluminado, siglo VI a. C.); actualmente
está difundido sobre todo en Sri Lanka (la antigua
Ceilán), Tailandia, Vietnam y Japón.
Recientemente, ideas y formas de vida del budismo
encuentran adeptos en Europa y América.

c) Dios se revela

Los cristianos -y también los judíos- tenemos en la fe la


certidumbre de que Dios no guarda silencio, Dios está ahí para
los hombres, Dios habla, se manifiesta, se revela. La alegría de
saber que esto es así es una alegría que no cesa jamás en la
comunidad de los creyentes. Y cuentan de unas generaciones
a otras las experiencias que los padres de la fe tuvieron en su
trato con Dios.

Cuando refieren estas historias, no lo hacen para glorificar el


pasado, sino para transmitir de padres a hijos cómo se ha
manifestado Dios en la vida de los hombres, cómo éstos
sintieron que Dios los guiaba, cómo un grupo de personas,
movidas por estas experiencias, formaron una comunidad de
creyentes; cómo llegaron, en la fe, a la certidumbre de que
Dios se había manifestado en la historia de su pueblo.

Cuando Dios se manifiesta y se revela en la historia, entonces


Dios actúa con los hombres en el acontecer de la historia
humana, y habla a los hombres con palabras humanas. Las
palabras humanas transmiten la palabra de Dios: palabra de
Dios en palabra de hombres; así es como la fe la contempla.
Dios desarrolla su historia de salvación en la historia de los
hombres.

Los cristianos creemos que esta historia ha alcanzado su punto


culminante en Jesucristo. El es la "Palabra" definitiva e
insuperable de Dios; en él llegan los hombres a contemplar la
gloria de Dios (Jn 1,14). Pero creemos también que todavía
continúa la historia de Dios con los hombres; que Dios sigue
haciendo historia con los hombres, y que se sigue
manifestando en acontecimientos que, aparentemente, son
vulgares y cotidianos. Porque creemos que Jesucristo es la
Palabra definitiva de Dios, los cristianos nos guiamos por ella,
buscamos en ella la orientación que interprete y permita
comprender nuestra propia historia.

Revelación: La Biblia cuenta de muchas maneras


cómo Dios habla y actúa, se da a conocer, llama a
los hombres y los conduce, y manifiesta su
voluntad; y cómo los hombres tienen noticia de él,
quieren y no quieren oírle, y le responden. A todo
esto la Iglesia lo llama "revelación": Dios "habla" a
los hombres (en la creación, por medio de sucesos
y experiencias; por medio de personas con
vocación divina y, sobre todo, por medio de
Jesucristo). La Iglesia ha recibido el encargo de
conservar, transmitir e interpretar lo que Dios ha
revelado. La Iglesia enseña que la revelación ha
concluido, es decir, que Dios ha revelado todo lo
que es necesario para la salvación del hombre.

Biblia: (del griego "biblia"= los libros): Colección de


los escritos reconocidos por las iglesias cristianas
como revelados. Se denomina también Sagrada
Escritura. Partes principales: el Antiguo y el Nuevo
Testamento. "Testamento" es la traducción latina
del término griego "alianza". El AT se compuso
durante un período de más de 1.000 años; el NT se
compuso durante 60 años, aproximadamente.

Como cualquier otro libro, la Biblia necesita


también interpretación y comentario. Para ello
existe una ciencia particular: la exégesis. Ahora
bien, como la Biblia es el libro de la Iglesia y la
Iglesia tiene conciencia de estar guiada por el
Espíritu Santo, reclama para sí el derecho y deber
de dar interpretaciones fidedignas.

d) Creo

No siempre nos paramos a pensar en qué estriba


la confianza que da base y seguridad a la vida. Pero es
importante tener ideas claras sobre esa confianza. Porque el
que confía en algo sin fundamento, está perdido.

Cuando un cristiano dice: me confío a Dios, tengo confianza en


él, entonces expresa lo que es su fe. Quien dice "(creo!", está
convencido de que: (Dios está aquí! (Dios me conoce, me ama,
no me olvida!

Pero, creer no es sólo una confianza indefinida en Dios, sino


que la fe tiene también un contenido. El que cree, sabe lo que
cree. Porque la confianza del cristiano se basa en lo que Dios
ha hecho en Jesús y por medio de Jesús. Por eso la fe
cristiana se puede también enunciar en proposiciones bien
definidas que expresen su contenido: en el credo. Finalmente,
"creo" significa que estoy dispuesto a contestar con mi vida a
Dios, es decir, a orientar mi vida hacia Dios. Un creyente
testifica con toda su vida qué es lo que cree, qué es lo que
significa Dios para él.

El creyente vive y trabaja junto a personas que tienen en poco


su fe, junto a personas que, incluso, no creen... Esto le obliga a
reflexionar sobre lo que cree y por qué lo cree. Y se da cuenta
íntimamente que creer es un don gratuito. Esto le ayudará a
preocuparse siempre de su fe, porque la fe no se "adquiere" de
una vez para siempre.

Superstición: Falsa fe; actitud que se guía por lo


que es caduco y no tiene consistencia, y que no
obstante espera de ello su salvación. Se atribuyen
poderes mágicos a horóscopos, adivinaciones,
amuletos y naipes...

Magia: Atribuir fuerzas ocultas a palabras,


acciones o cosas y querer valerse de ellas para
ejercer poder sobre Dios o sobre los hombres.

Dogma: Descripción del contenido de la fe;


encuentra su expresión en las fórmulas en que la
Iglesia confiesa su fe o en las definiciones dadas
por ella con el fin de explicar con autoridad dogmas
controvertidos.

e) )Creer o saber?

Se piensa a veces que la fe se opone al saber. Y entonces se


restringe el saber a lo que el hombre averigua gracias al
esfuerzo de su entendimiento, por la investigación... Hay que
reconocer que todos los conocimientos alcanzados por la
ciencia y la técnica son muy importantes para la humanidad.
Pero hay que decir también que, por este camino no se
obtienen respuestas a las preguntas importantes.

Creer en el sentido cristiano significa, sobre todo, dar fe a


Jesucristo y a su mensaje, y dar fe a lo que los testigos de
Jesús transmitieron.
En el saber que así se adquiere, no queda descartado el
entendimiento. Hay razones que apoyan la fe: razones que se
pueden exponer y ponderar debidamente. Pero la fe, en sí
misma, es un riesgo. Sólo quien se arriesgue comprobará:
(Esto concuerda!

Creer no es un sucedáneo del saber, y el saber no hace que la


fe sea superflua. Constituyen dos maneras diferentes y
complementarias de entender la realidad. El saber y el creer se
necesitan el uno al otro. El saber sin el creer corre el riesgo de
caer en el absurdo y de hacerse inhumano; el creer sin el saber
se hace irracional y desmesurado.

Por eso, el creer racionalmente exige que reflexionemos sobre


lo que creemos y que captemos más y más lo que la fe
significa para la vida. Por eso la Teología, la ciencia acerca de
la fe. Todos los cristianos deben ejercitar su entendimiento en
lo que respecta a su fe. "Estad siempre prontos para dar razón
de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1 Pe 3,15).
El fundamento de este saber es la confianza en Dios que se ha
revelado en Jesucristo.

2.- Padre todopoderoso

Los hombres han reflexionado desde siempre acerca del origen


del mundo. Se han imaginado un arquitecto, un "primer motor";
han hablado de una "ley suprema", de un "origen" eterno.

Pero ese Ser supremo, que constituye la razón de este orden


maravilloso, )qué relación tiene con el hombre? )Es amigo o
enemigo del hombre? )Se interesa por él? Para la Biblia el "Ser
supremo" es para el hombre un "Tu"; es alguien que ama al
hombre, alguien que puede y quiere ser amado.

Pero, )cómo puede compaginarse esto con la afirmación de la


omnipotencia de Dios? )Cómo podrá un omnipotente dialogar
de tú a tú con los hombres, que son tan débiles?

 
 

a) El poder de Dios y su fidelidad

"Todopoderoso" ("omnipotente") es un término difícil de


entender y extraño para el hombre. A quien es consciente de
sus propios límites y conoce bien su propia impotencia, no le
gusta tener a su lado a alguien que pueda realizar todo lo que
quiera.

El cristiano cree, sin embargo, que el poder y la grandeza de


Dios no tiene límites. Ahora bien, la omnipotencia de Dios
difiere mucho del poder que algunos hombres ambicionan para
sí. El poder de Dios no es opresor. El poder de Dios se
manifiesta cuando ayuda "con mano fuerte" a su pueblo. Pero
se manifiesta también en la impotencia, cuando Dios acepta
sobre sí las limitaciones del mundo y de los hombres.

La Biblia tiene un término para describir este cariño con que


Dios se vuelve hacia los hombres: habla de la alianza que Dios
establece con los hombres. Alianza no significa aquí pacto
entre iguales, sino que el que es mayor condesciende, refrena
su poder y se sitúa en el mismo plano que el que es menor: de
igual a igual. Eso es la alianza.

Por consiguiente, los cristianos confesamos nuestra fe en un


Dios que es origen y Padre de todo, que tiene todo el poder,
pero que -con su fidelidad- emplea ese poder a favor del
hombre.

Omnipotencia de Dios: La Biblia habla de la


actuación poderosa de Dios, que se expresa en la
historia y en la actividad divina de la creación. El
poder de Dios se manifiesta en su fidelidad y en la
ayuda que presta a su pueblo.

Fidelidad de Dios: Quien es fiel, cumple su


promesa. En él se puede confiar. No podemos
separar la fe en la fidelidad de Dios de la fe en el
poder de Dios: el Dios poderoso ayuda a los suyos;
éstos pueden confiar en él porque su poder no
tiene nada de arbitrariedad.
Providencia: Así se llama la relación permanente
que Dios mantiene con el mundo creado por él.
Podemos confiarnos a Dios; él es quien fija el
comienzo y el fin, incluso de los seres que son
libres. Él nos cuida...

Omnisciencia: La sabiduría de Dios supera


infinitamente todo lo que los hombres pueden
prever o disponer de antemano con sus
conocimientos limitados.

b) El Dios grande

Toda idea teológica es muy imperfecta en relación con la


grandeza y la gloria de Dios.

La Biblia refiere la historia de Job, que aplastado por la


desgracia, lucha con Dios y quiere obligarle a que dé
contestación a su pregunta: )Por qué tengo que sufrir todo
esto? Y cuando Dios se le manifiesta en medio de la
tempestad, Job dice: "Te conocía sólo de oídas, ahora te han
visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome
polvo y ceniza" (Job 42,5-6). Las acusaciones de Job
enmudecen ante la majestad y el misterio de Dios.

La grandeza y el misterio de Dios superan nuestra


comprensión. Los creyentes tenemos la confianza de que Dios,
al fin de los días, se dará a conocer tal como es, y la creación
redimida aclamará a su Dios en adoración, admiración y acción
de gracias.

Adoración: Se denomina "adoración" a la


reverencia que a Dios solo corresponde. (A los
santos se los venera).

Eternidad de Dios: Eterno significa más que lo de


"no tener principio ni fin". Cuando la Iglesia quiere
decirnos que Dios está por encima de todo tiempo
y de toda medida del tiempo, que Dios es mayor
que todo lo que está limitado por el tiempo, y que
en él se halla por tanto la plenitud, nos habla de la
eternidad de Dios.
Inmutabilidad de Dios: Dios permanece fiel a sí
mismo y a los hombres creados por él. Dios no es
inconstante ni mudable.

3.- Creador del cielo y de la tierra

Sabemos que el mundo no se creó en seis días sino que ha


pasado por una larga evolución. Pero eso no nos impide
confesar con fe: Dios es el Creador del universo. Él lo sustenta
y lo afirma. Para los cristianos tiene particular importancia la
afirmación de que el hombre es criatura de Dios y depende de
él, pero es al mismo tiempo su imagen.

El Creador se da a conocer en su mundo, aunque a menudo


las huellas divinas están ocultas. Dios no se muestra como
algo que se pone sobre al mesa. Dios es enteramente diferente
del mundo y de los hombres.

También para el creyente sigue teniendo el mundo muchos


enigmas. Porque con frecuencia no triunfa el bien, sino el
mal: )No es Dios quien lo crea y lo sustenta?

a) El mundo procede de Dios

Hoy las ciencias pueden decirnos muchas cosas sobre la


aparición y la edad de la tierra, sobre el universo y sus
enigmas. La Escritura nos enseña pocas cosas sobre todo
esto. Lo que interesa a la fe es, desde la Biblia, preguntar y
responder quién es el Dios de nuestro mundo, el Dios a quien
debemos nuestra vida, el Dios para quien vivimos y hacia quien
vamos.

Creemos que el mundo no ha surgido por una casualidad


ciega, sino que, detrás de lo que observamos e investigamos,
se halla una sabiduría y un amor, al que podemos dirigirnos
llamándole "Tu". Y con ello, la fe no se pone en contradicción
con las afirmaciones de las ciencias naturales. Las ciencias
investigan el universo, pero sin contemplarlo como creación.
Las historias bíblicas de los orígenes (Gn 1,12) no son
informes de personas que hubieran investigado los comienzos
del mundo. La gente de entonces no conocía, como
conocemos actualmente, los procesos de la evolución. Pero se
preguntaba, exactamente igual que nosotros, por el sentido de
las calamidades y el mal del mundo; buscaban sentido a su
existencia; buscaban testimoniar las razones de su fe en la
alianza de Yahvé con su pueblo...

Cuando un cristiano dice: "Creo en Dios Creador", está


diciendo: creo que todo lo que hay en nuestro mundo -por
confuso y enredado que parezca- está sustentado por la
sabiduría y el amor de Dios. Dios creó de la nada el mundo y lo
sustenta en sus manos; por eso, el mundo no se precipita de
nuevo en la nada. Dios Creador no puso sólo el comienzo, sino
que gobierna el mundo totalmente y lo conduce hacia su fin.
Puedo y quiero confiar en Dios.

b) Dios es Señor sobre poderes y dominaciones

)Cómo puede creerse que Dios es Creador bueno, si el poder


del mal es tan inquietantemente grande?

Algunos pueblos han respondido a esta pregunta suponiendo


que hay dos dioses igualmente poderosos: un dios bueno y un
Dios malo.

Israel, instruido por sus experiencias con el Dios vivo, dio la


siguiente respuesta: el mal es poderoso; pero aun lo poderes
malignos no son más que criaturas. Se les llamó diablo,
Satanás, demonios. Las personas piadosas de Israel hallaron
también explicación para la existencia de esos seres: son
ángeles caídos que están en rebeldía contra Dios y perturban
el orden del mundo.

A pesar de todo, la fe tiene firme confianza en que, al final de


los tiempos, quedará bien patente que Dios es el único Señor
(Ap 20,7-14). Hoy sigue siendo un misterio, incluso para el
creyente, por qué Dios permite que el mal conserve todavía
poder.
La sagrada Escritura conoce también poderes buenos; los
llama ángeles. La Escritura habla en mucho lugares de cómo
Dios se preocupa de los hombres: Dios envía a sus
mensajeros para protegerlos (Sal 91,11).

La Biblia no habla nunca de poderes malignos sin hablar al


mismo tiempo de la grandeza de Dios. El creyente sabe que
tiene que sostener una lucha contra lo que le acosa por todas
partes; tampoco para él resulta fácil dominar la vida. Pero el
creyente pone su confianza en Dios pues sabe que no Dios no
lo abandonará nunca.

Ángeles: (del griego "ángelos" = mensajero): Los


mensajeros de Dios tienen en la Biblia diversas
funciones: son enviados para transmitir mensajes divinos
y para proteger a los hombres.

Querubines: (probablemente, del acádico karabu = orar,


bendecir): Forman parte, junto con los serafines, de la
corte celestial; en el arca de la alianza estaban
representados como seres alados que señalaban la
presencia de Dios (Heb 9,5).

Serafines: (del hebreo = arder): Así se denomina en la


visión de Isaías (Is 6,1-13) a los seres celestiales que
circundan el trono de Dios.

Diablo: (del griego "diábolos" = el que origina confusión,


el que separa):nombre bíblico del maligno, de la criatura
que se alza contra Dios y que origina el mal, del "Príncipe
de este mundo" (Jn 14,30), cuyo poderío fue
quebrantado por Cristo, aunque todavía se deja sentir
(Heb 2,14).

Satanás: En algunos lugares de la Biblia se llama


Satanás (del hebreo = "adversario") al Maligno; también
se le llama Lucifer (= el lucero de la mañana caído del
cielo, según Is 14,12) o Belcebú (Baal-Zebub), según 2
Re 1,2 nombre de la estatua de un ídolo.

c) El hombre como criatura de Dios


Si se compara la edad del mundo con las 24 horas de un día,
entonces la edad de la humanidad comprende sólo unos pocos
segundos. )Toda la formación del mundo tiene como meta al
hombre?

La Biblia afirma que el hombre es la criatura predilecta de Dios,


la corona de la creación. Es verdad que el hombre fue formado
"de arcilla de la tierra" ("Adán" significa "hombre formado de la
tierra"); pero al mismo tiempo el hombre es imagen y
semejanza de Dios. Con esto la Biblia afirma que Dios quiere
que el hombre participe de sus propias obras. Como imagen de
Dios, el hombre ha de comportarse creadoramente (Gn 1,27).

Dios creó a los hombres, y los creó por amor, y los destinó a
que respondieran a su amor y viviesen en comunión con él.
Cuando un varón y una mujer engendran , en el amor, nueva
vida, entonces en esa actividad creadora se manifiesta
particularmente que el ser humano es imagen y semejanza de
Dios. El hombre debe investigar el mundo; debe dominarlo y
configurarlo de tal modo que todos los hombres puedan vivir en
él una vida humana digna. Y no debe dejar que le dominen las
cosas de este mundo; ni destruir el orden y la belleza de la
creación. El hombre está llamado a ser el guardián y protector
de la creación. Esta es su responsabilidad.

Alma: El término tiene gran amplitud de significados;


bíblicamente: el "aliento de vida" que Dios sopló sobre el
hombre. Hoy día, suele denominarse el alma el "yo" - el
"sí-mismo". La distinción entre alma y cuerpo quiere decir
que el hombre es más que sólo cuerpo, más que sólo
materia. Por eso, la tradición doctrinal de la Iglesia sigue
hablando firmemente de que el hombre tiene un alma
inmortal, creada directamente por Dios. Sin el concepto
cristiano de "alma espiritual", es difícil explicar el ser del
hombre como persona. No obstante, la distinción entre
alma y cuerpo no debe menoscabar la unidad/totalidad
del hombre. A la esencia del hombre pertenece también
su corporeidad.

4.- Jesús revela al Padre


Nuestra fe en Dios es la de un discípulo de Jesucristo. Con la
fe de la Iglesia creemos en Dios tal y como se nos ha revelado
en la vida, hechos y palabras de Jesucristo. Jesús, con toda su
vida, con su muerte y resurrección y con el envío del Espíritu
Santo, nos ha hecho próximos al Dios inefable y escondido. El
nos ha hecho transparente su intimidad y nos ha hecho ver su
gloria y su misericordia.

El Dios, que en la vida y en el hacer de Jesús se nos ha


comunicado, es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el
Dios de Moisés y de los profetas, el Dios de la Alianza.

En Jesús se nos ha revelado Dios. Sin Jesús no podemos


conocer a Dios a quien no vemos. En Jesús descubrimos el
rostro de Dios desfigurado por los hombres. Más que lo que
nos dice, es toda su persona la que nos habla, nos revela a
Dios.

Jesús nos revela a un Dios para quien el sentido profundo de la


existencia, es lo esencial de la vida humana; un Dios que sabe
perdonar porque ama por encima de todo, y su amor es
gratuito; que no aparta de su amor a ninguno, prefiere a los
pobres y busca a los pecadores; que quiere salvar a todos los
hombres y llevarlos al conocimiento de la verdad; un Dios cuyo
poder no se complace en la dominación y la opresión, sino en
el amor y la entrega; un Dios amigo del hombre, que toma
partido por el hombre...; que muestra su justicia amando a los
más débiles, recuperando su dignidad...

Cuando Jesús está en oración, brilla a plena luz su convicción


de ser el amado de Dios. Un amor que le hace capaz de amar
a todo hombre y de luchar con todas las fuerzas por la vida de
los hombres. Y así revela a un Dios que espera de sus hijos
que asuman sus responsabilidades de hombres, sin exiliarse
de este mundo y de esta historia.

Cuando Jesús muere en la cruz, tras un proceso injusto, hace


aparecer hasta qué punto ama Dios a los hombres. El Dios de
los cristianos es el Dios que se ha revelado en la cruz de
Jesucristo. (Inaudito! (Escándalo y locura! No hace falta más
que pensemos un momento lo que significa la cruz como
patíbulo... "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo"
(Jn 3,16). Dios aparece como un amor impotente -no por eso
menos exigente- que se entrega.

El Dios de Jesús es el Dios desconcertante, del "fracaso" y con


los fracasados. Es el que despojándose de su rango se hace
esclavo, uno de tantos, criatura frágil. Es el Dios que sale de sí
mismo: el Dios "enajenado" por los hombres, volcado hacia los
hombres...

Es ese Dios que se hace próximo y que nos hace próximos con
su infinita cercanía. Es, en definitiva, el Dios que es Padre.
Padre de Jesús y Padre nuestro que nos hace a todos los
hombres hermanos. Jesús nos ha asociado a su condición
filial, dándonos la gracia de poder llamar a Dios "Abbá, Padre".

Jesús nos ha revelado, desde su propia condición de Hijo


único, el corazón de Dios como Padre. Así nos ha abierto la
esperanza para todos los hombres, especialmente para los
marginados... Aquí está el centro de nuestra fe y el núcleo del
mensaje evangélico. La novedad expresada con el "creo en
Dios Padre" es tal que constituye un abismo sin fondo que la
razón y el corazón creyente nunca terminan de sondear.

II. CREO EN JESUCRISTO

El cuerpo central de nuestra fe, de nuestro credo, es la


aceptación del enviado por el Padre, Jesucristo nuestro Señor.

No se trata de saber poco o mucho de Jesucristo -que es el


misterio insondable-. Se trata de asomarnos a la hondura de lo
que significa decir "creo en Jesucristo".

Jesucristo es siempre una pregunta que interpela hasta lo más


profundo de la persona: ")Quién es éste?", se preguntaban los
discípulos y la gente al ver sus obras y escuchar sus palabras.
Y es que Dios, en un hombre como nosotros, Jesús de
Nazaret, ocultaba/revelaba un misterioso designio de amor.
Aquí está la gran dificultad que algunos encuentran: no son
pocos los que sólo ven al hombre (Jesús = un gran hombre), o
sólo ven a Dios (no se toman en serio la encarnación).
Nosotros, en el Credo, afirmamos que Jesucristo es el Hijo de
Dios. Y afirmamos todo lo que Dios ha hecho en el Hijo y por el
Hijo.

Siguiendo el Credo apostólico, nos abrimos a la realidad más


elemental que está detrás de cada una de las afirmaciones que
se hacen sobre Jesucristo.

1.- Creo en Jesucristo

a) )Quién es este hombre?

No todos los que conocen a Jesús creen en Jesucristo.

A Jesús le conoció mucha gente. Todos pudieron oír sus


enseñanzas y ver sus signos. Y todos quedaban admirados
porque enseñaba con autoridad y hacía cosas extraordinarias.
Pero la admiración llevaba a unos y a otros a conclusiones bien
distintas: para unos, Jesús era un peligro; para otros, bien
pudiera ser el Mesías; algunos le llamaban "hijo de Belcebú",
para otros era un profeta. Había también quien lo dejaba todo y
le seguía.

)Quién es este Jesús que provoca tales comportamientos?


Esta es la pregunta que se hacían sus contemporáneos al verle
actuar... Y esta es la pregunta que nos seguimos haciendo hoy.
Aun a pesar de los defectos de los cristianos, muchos hombres
y mujeres de hoy se sienten atraídos por Jesús. Les atrae su
búsqueda incansable de justicia y fraternidad, les atrae la
libertad con que vivía, la exigencia del camino que proponía a
sus discípulos y, al mismo tiempo, la comprensión con que
acogía a los pecadores, su absoluta confianza en Dios..., les
atrae su inocencia y, sin embargo, su muerte en cruz.

Para muchos, Jesús es un sueño imposible, un ideal


demasiado hermoso para ser realizable... El ideal de Jesús ha
inspirado a escritores y cineastas; ha impulsado movimientos
juveniles; ha justificado incluso acciones violentas, ... Lo de
Jesús es un misterio, y, de una manera u otra, siempre resurge
la pregunta: )Quién es éste?

Algunos han creído encontrar una solución fácil: Jesús nunca


existió. Para ellos, Jesús no es más que un gran mito
inventado por la primera comunidad. Pero esto ya no se puede
seguir afirmando hoy día.

La historia confirma con toda certeza la existencia de Jesús de


Nazaret. Pero, por el camino de los documentos de la historia
bien poco podemos saber de Jesús: que nació 6 ó 7 años
antes de lo que se pensaba (un tal Dionisio el Exiguo se
equivocó al echar las cuentas de los años en el siglo VI), y que
fue ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio
Pilato, según dice en sus Anales el historiador Tácito. Nada
sobre su vida o su obra, fuera de que, según el mismo Tácito,
dio origen a una "execrable superstición".

b) Jesús es el Cristo

Esta es la respuesta de la fe. La respuesta de quienes, por


obra y gracia del Espíritu Santo, hemos tenido acceso a la
Resurrección de Jesús.

Sus discípulos le habían seguido, le habían escuchado, habían


visto sus obras, habían dudado, se habían escandalizado ante
su muerte en cruz y se habían dispersado... Pero, (le 'vieron'
vivo! Y comprendieron que Jesús, su maestro, era el Cristo, el
Ungido, el Mesías de Dios.

A lo largo de la historia de Israel, otros hombres -sacerdotes,


reyes, profetas- habían sido ungidos con aceite perfumado y se
habían consagrado así a la misión que Dios les había confiado.
Ahora los discípulos, desde la luz de la Resurrección, miran de
un modo nuevo toda la vida de Jesús y descubren que Jesús
había sido ungido con el Espíritu Santo. El Bautismo en el
Jordán fue la señal. Jesús vivió absolutamente consagrado a la
misión que el Padre le confió: anunciar a los pobres la Buena
Noticia, dar la vista a los ciegos, la libertad a los presos, la vida
a todos los hombres. Jesús vivió identificado con la voluntad
del Padre: a esa voluntad entrega toda su vida.
Por la luz en la Resurrección, a los discípulos se les ilumina el
misterio de Jesús. Lo que antes apenas era una leve
sospecha, ahora es luz de mediodía: se les abrieron los ojos y
ardió en su corazón aquella pasión por la libertad y la
fraternidad, aquella pasión por la vida que Jesús les había ido
contagiando. Y se pusieron a anunciarlo. Y no anunciaban la
buena noticia de Jesús, sino a Jesús como Buena Noticia de
Dios: "El mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo
ha constituido Señor y Mesías" (Hch 2, 36).

c) Nosotros somos cristianos

Cuando Pedro terminó su discurso la mañana de Pentecostés,


preguntaron sus oyentes: ")Qué tenemos que hacer?" Y Pedro
contestó: "Convertíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo
para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu
Santo" (Hch 2,38).

Somos cristianos porque, por la gracia de Dios, hemos recibido


el Espíritu Santo, nos hemos convertido y confesamos que
Jesús es el Cristo y que Él y sólo Él es nuestro Salvador con su
Vida, Muerte y Resurrección.

Estábamos sentados al borde del camino o repasando las


redes y Él nos llamó y nos mandó seguirle. Estábamos ciegos
y Él hizo barro con saliva -como cuando el primer hombre-, nos
untó los ojos -nos ungió- y nos mandó lavarnos: nos recreó y
por Él somos hombres nuevos, la luz del mundo. Él, que es el
Hijo, se hizo uno de nosotros, y quedamos emparentados con
Dios: también nosotros somos hijos.

Somos cristianos y, por Jesucristo, no nos conformamos con


cualquier libertad, sino con aquella que nos va haciendo
hermanos -servidores- de todos los hombres y señores de
todas las cosas. Reconocemos que la fuerza del amor nos
viene de Jesucristo. Con Él queremos continuar la misión de
solidaridad con los pobres. En Jesucristo reconocemos el único
acceso a Dios Padre.

Somos cristianos porque creemos/seguimos a Jesucristo.

2.- Su único Hijo, nuestro Señor


a) El Hijo

Hoy tenemos una mejor información acerca de Jesús, su


entorno histórico, su personalidad, doctrina, circunstancias de
su muerte...

Pero hay algo en Jesús que no todos pueden ver: que Jesús es
el Hijo único de Dios, el que anuncia y realiza el Reino de Dios
en el mundo, el que llama de un nuevo modo a Dios: Abbá; y
que, por tanto, es también nuestro único Señor.

Quizá, tanto repetirlo, esto nos parezca lo más natural, y se


nos escape la profundidad y el sentido, lo vital de esta
afirmación en la vida del creyente.

Que Jesús es el Hijo de Dios no fue evidente para sus


contemporáneos, entre los que hemos de contar a sus amigos.
(Ni siquiera para Jesús). Sólo después de la resurrección y la
venida del Espíritu Santo llegaron a esta afirmación de fe.
Pero, sus amigos algo fueron barruntando mientras conocían a
Jesús y vivían con él: les llamaba poderosamente la atención la
familiaridad con que Jesús hablaba de Dios y, sobre todo,
hablaba con Él. Nadie se hubiera atrevido a tanto.

b) El Hijo único de Dios

Al oír anunciar a Jesús el Reino de Dios, más de uno


recordaría, aunque no lo comprendiera muy bien, lo que el
Salmo decía del Rey: que, ungido por Dios, recibiría en
herencia las naciones: "Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy" (Sal 2,7).

La resurrección, como hemos dicho, clarificó las cosas: por su


resurrección de la muerte, Jesús fue constituido Hijo de Dios
con pleno poder (Cf. Rom 1,4). Fue la señal de que Jesús era
desde siempre el Enviado de Dios para establecer su Reinado
en el mundo. Cuando Jesús se hizo bautizar en el Jordán, ya
era "el Hijo amado de Dios, el predilecto" (Mc 1,11). Y cuando
el ángel anunció a María el nacimiento de Jesús, ya le llamó
"Hijos de Dios" (Lc 1,35).
La fe cristiana enseguida precisa más: Jesús no es un portador
del Reino de Dios y, por su función mesiánica, un "hijo de
Dios". Jesús es el único Hijo, el único que ha sido investido
del poder de Dios, el único realizador de su Reinado,
el único camino, toda y la única verdad que Dios nos
comunica, el único cauce por el que Dios nos da la vida.

No podemos pensar en Dios sin Jesucristo. No podemos llegar


a Dios sin Jesucristo. Por Jesucristo, Dios tiene rostro humano.
Sin Jesucristo, Dios se queda sin rostro. En Jesús Dios se nos
revela. Este hombre, Jesús, aunque él mismo no sea eterno,
aunque haya entrado a tomar parte de la historia en un
momento determinado, participa desde siempre como Hijo en
la eternidad de Dios.

Este es el "secreto" de Jesús que los discípulos habían


vislumbrado, pero que sólo se les desveló con la luz de la
Pascua: Jesús es el Hijo, por el cual nos ha hablado Dios, a
quien Dios ha nombrado heredero de todo, y por medio del
cual ha ido realizando las edades del mundo; Jesús es el
reflejo de la gloria de Dios e impronta de su ser (Hb 1,2-3);
Jesús es la Palabra de la vida que existía desde el principio,
que estaba con el Padre, y que se ha hecho visible y palpable
(1 Jn 1,1-2).

c) Nuestro Señor

Decir que Jesús es "Señor", es lo mismo que decir que Jesús


es Dios. Y decir que Jesús es "nuestro Señor" es decir que no
reconocemos otro señorío sobre nosotros fuera del suyo que
es el que nos salva.

)Cómo decir "Jesús es el Señor" sin ponernos a su


servicio? )Cómo no recordar cada día que servirle es reinar?

3.- Nació de Santa María Virgen

a) Dios y hombre

Muy pronto incluye la Iglesia en su credo esta afirmación: "Fue


concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, y nació de
Santa María, Virgen".
Pero antes que apareciera en los credos, el nacimiento virginal
de Jesús estaba ya en los evangelios. Desde que el Señor,
Resucitado, se dio a conocer a los discípulos, tomó cuerpo en
ellos el convencimiento de que Jesús era el Hijo eterno de
Dios. No mitad hombre y mitad Dios, sino Dios y hombre
verdadero. Y eso lo fueron expresando de diferentes maneras.

b) Los "evangelios de la infancia"

Una de las maneras de que se sirvió la comunidad cristiana


para expresar su fe en la divinidad de Jesús fueron los
llamados "evangelios de la infancia" (Mt 1,1-2,23 y Lc 1,5-3,52).

Puesto que Jesús es Dios y procede de Dios, su concepción y


su nacimiento son obra de Dios (Lc 1,35; Mt 1,20).

El Evangelio de Mateo ve en esto el cumplimiento de una vieja


profecía: Dios da a Acaz una señal para que se fíe de Él -ocho
siglos antes- (Is 7,14). Lo que no pudo imaginar Isaías es que
la "salvación de Judá" terminaría siendo una "nueva creación",
un nuevo comienzo para todos los hombres; tampoco pudo
imaginar que el Emmanuel sería el mismo Dios hecho hombre,
ni que la Virgen Madre concebiría a su hijo sin que interviniera
en ello varón.

Esta es la fe de los evangelios y de las comunidades que


acogen y difunden el evangelio. Jesús no sólo es un profeta, ni
el mayor de los profetas, sino la misma Palabra de Dios hecha
carne, la Palabra que desde el principio era Dios. En Jesús se
cumple de modo inimaginable la profecía del Dios-con-
nosotros; Jesús, que salvará al pueblo de sus pecados, no
procede de lo que es propio de la humanidad misma, sino del
Espíritu de Dios; es puro don hecho a los hombres para
nuestra salvación.

c) El Antiguo Testamento
En el AT se cuenta el nacimiento de varios personajes (Isaac,
Samuel, Sansón...), que habían de ser salvadores para Israel,
de madres estériles. Así se significa que la salvación no le
viene al pueblo de sus propias fuerzas, sino del poder de Dios
que se le regala.

Cuando en la plenitud de los tiempos Dios va a salvar


definitivamente a su Pueblo, el nacimiento del Salvador será
también obra de la gracia de Dios en una virgen.

d) Los mitos

Estaba muy extendido el mito (Grecia y Egipto) del nacimiento


milagroso de un niño salvador, engendrado por un Dios. Por
eso, algunos estudiosos de la Biblia han creído reconocer en
los relatos de esos nacimientos, y también en el nacimiento de
Jesús, las características de relatos mitológicos.

Pero, una cosa es que los "evangelios de la infancia" recuerden


los mitos griegos y egipcios, y otra que se inspiren en ellos. Se
inspiran en el AT. A diferencia de los mitos, los Evangelios no
dicen que Dios sea algo así como el "padre biológico" de
Jesús. Si Jesús es confesado en los evangelios como Hijo de
Dios, no es porque no tiene padre humano. Ratzinger escribía
hace ya tiempo: "La filiación divina de Jesús no sufriría
menoscabo alguno si hubiese nacido de un matrimonio normal,
porque la filiación divina de la que la Iglesia habla no es un
hecho biológico, sino ontológico". No es que, al nacer Jesús,
nazca un Dios-hijo, sino que el que es Hijo eterno de Dios nace
como hombre.

e) Nuestra fe

Confesar que Jesús fue concebido por obra y gracia del


Espíritu Santo y nacido de Santa María Virgen, es creer en el
poder que ha desplegado Dios para salvarnos. El nacimiento
virginal de Jesús es un signo viviente de que Dios nos renueva
a los hombres desde la raíz y hace nuevas todas las cosas.

María cree, acoge, alaba y da gracias: reconoce el milagro...


Cuando en la Iglesia rezamos el Credo, cantamos con María la
misericordia de Dios que nos lleva de generación en
generación.

"El poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es


santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación".

4.- Padeció bajo el poder de Poncio Pilato

a) Bajo Poncio Pilato

)Por qué ha de aparecer el nombre del procurador romano en


una formulación de fe tan escueta? Pilato recuerda a los
cristianos que el Glorificado había predicado y realizado las
obras de Dios en un lugar y un tiempo determinados -contra la
tentación de espiritualizar y "celestizar" al Señor-.

b) Los padecimientos

El Credo no dice nada de la vida y de la obra de Jesús. Su


muerte y resurrección son la clave decisiva para poder hacerse
cargo de quién es Jesús y qué significa su obra. Su muerte es
la "explicación" de su vida.

Toda la actuación de Jesús estuvo polarizada por el Reino y el


amor al/del Padre: desde ahí podemos y debemos entender su
solidaridad con los pobres y excluidos, su perdón, su crítica de
la Ley, etc.

Esta forma de vivir y hablar hizo que naciera entorno a él la


desconfianza, el escándalo y la hostilidad..., le fue creando
adversarios entre los poderosos... Jesús se daba cuenta de
cómo le juzgaban y de que podía tener un final violento. Pero
no se echó atrás en su Misión. Por eso lo mataron. Y Jesús
aceptó activamente: "Esto es mi cuerpo entregado por
vosotros".

c) La misericordia de Dios

"Mirad al hombre", dice Pilato. Y, aunque no puede darse


cuenta del alcance de lo que dice, de hecho Pilato está
proclamando quién es Jesús. Y quien mira, ve efectivamente al
hombre que alcanza su plenitud humana, su perfección, su
colmo, entregando su vida. Quien mira puede ver al Rey que
reina haciéndose el último, sirviendo hasta el extremo.

(Bendito sea Dios que nos concede ser discípulos de este


hombre, beneficiarios de este Reino! Si creer en Jesús nos
lleva a padecer bajo los poderes de este mundo, sabemos que
Él ha vencido al mundo.

5.- Fue crucificado, muerto y sepultado

a) Los hechos y la interpretación

Algunos creyeron que el Hijo de Dios no podía haber muerto


verdaderamente, como morimos los hombres. Tenía que haber
sido una muerte fingida. Por eso el Credo, aunque escueto,
insiste tanto en los hechos: fue crucificado, muerto y sepultado.

No se dice nada del significado de esta muerte para los


discípulos. Y es que desde el principio estuvo bien claro: murió
para salvarnos del pecado; en la muerte de Jesús se nos
manifiesta el amor de Dios.

No fue fácil para los discípulos: ellos se creían discípulos del


Mesías (tal como se entendía entonces), y se encontraron, de
pronto, siendo seguidores de un delincuente ejecutado.

La muerte de Jesús no tiene sentido de satisfacción: aplacar


con su muerte la ira de un Dios ofendido. Significa más bien
que Dios ha tomado la iniciativa de reconciliar al hombre
consigo (2 Cor 5,19).
Y ese gesto reconciliador de Dios no se reduce, por cierto, a la
muerte de su Hijo. Desde siempre había estado Dios
acercándose a los hombres de muchas maneras y, por fin, se
acercó en su Hijo, que se hizo hombre como nosotros y vivió
desviviéndose, entregando su vida por nosotros hasta el
extremo de la muerte, que es el extremo del amor.

El amor de Jesús hacia nosotros que le llevó a la cruz, está


alimentado por el amor con que Él se siente amado por el
Padre. El sacrificio de Cristo consiste en acoger el amor del
Padre y corresponderle. El sacrificio de Cristo es, pues, en
primer lugar, acción de gracias.

El verdadero culto, escribe San Pablo a los Romanos (12,1-2),


consiste en presentar nuestros cuerpos como hostia viva,
santa, agradable a Dios, no ajustándonos a este mundo, sino
buscando lo que es voluntad de Dios, lo que le agrada.

El Concilio Vaticano II lo concreta para los laicos:

"Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas,


la vida conyugal y familiar, el cotidiano trabajo, el
descanso del alma y del cuerpo, si son hechos en el
Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se
sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios
espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo, que en la
celebración de la Eucaristía se ofrecen
piadosísimamente al Padre junto con la oblación del
cuerpo del Señor" (LG, 34).

Que el Espíritu Santo nos transforme en ofrenda permanente.

6.- Resucitó al tercer día

a) )Un hecho histórico?

Ningún historiador puede decirnos cómo ocurrió la resurrección


de Jesús: nadie fue testigo de este acontecimiento. No se trata
de un hecho histórico como los demás. La Resurrección es un
misterio, y el misterio -acción de Dios en favor del hombre-
siempre ocurre "de noche".
Todo lo que el historiador puede encontrar son los relatos de
los primeros discípulos que ven a Jesús resucitado: son
testigos... Esto es justamente lo que encontramos en los
relatos del NT. Los Evangelios no nos ofrecen la crónica de los
hechos (incluso los relatos se contradicen en cosas puntuales),
sino el testimonio de quienes "vieron" al Resucitado. Y lo hacen
de diversas maneras: sepulcro vacío, apariciones, comidas...

Tenemos que decir, no obstante, que la resurrección no es un


hecho imaginado (ocurrido sólo en el deseo y la ilusión de los
discípulos), sino un hecho real: deja sus huellas en la historia:
sus apariciones transformaban a quienes se encontraban con
Él, el sepulcro estaba vacío, etc.

b) Cosa de Dios

Los discípulos en seguida se dieron cuenta de que aquello


había sido cosa de Dios. Lo expresaban, entre otras maneras,
diciendo que Jesús resucitó "al tercer día, según las
escrituras". No hay por qué excluir que el "tercer día" fuera
cuando el Resucitado se apareció por primera vez. Pero el
"tercer día" es, sobre todo, una "fecha teológica": el día de la
actuación de Dios. Nos están diciendo que la Resurrección es
cosa de Dios.

Ver 2 Re ,20,5; Os 6,1-2; Jonás 2,1-11.

c) La vida resucitada

Cuando decimos que Jesús resucitó, sabemos que su vida


gloriosa es algo totalmente nuevo, de lo que no tenemos
ninguna experiencia. Sin embargo, no resistimos la tentación
de imaginárnoslo.

No se trata de una reanimación de un cadáver. Jesús ha sido


transformado, vive con una vida totalmente distinta. Y, como no
tienen palabras para describir lo que ellos han visto que le ha
pasado a Jesús, lo dicen con una metáfora: "Ha sido
resucitado de entre los muertos". (Totalmente poseído por el
Espíritu de Dios que da la vida!
Ahora descubren (al recordar sus obras, su predicación, sus
conflictos, su muerte) que Jesús no ha fracasado: (Dios ha
estado siempre con Él y ahora le ha dado la razón! (El amor de
Dios es más fuerte que la injusticia de los hombres y que la
muerte!

7.- Subió a los cielos

a) La ascensión

Sólo Lucas "cuenta", en el Evangelio y en el libro de los


Hechos, la Ascensión del Señor. Los demás expresan de otra
forma este hecho. El Credo, al confesar la exaltación o
glorificación de Jesucristo, recoge la expresión de San Lucas.
"Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre
todopoderoso".

Pero la gloria de Jesucristo no se parece a un viaje espacial.


"Sentado a la derecha de Dios Padre" no significa que esté
descansando como un jubilado después del trabajo de la vida.

La Resurrección es un acontecimiento tan rico en matices y


significados que la fe de los discípulos nos los presenta uno a
uno para mejor asimilarlos: Pascua, Ascensión, Pentecostés.

Entendieron que Dios responde a Jesús -al amor y confianza


que Jesús había tenido en Dios, (hasta el extremo de entregar
su vida!- levantándolo de entre los muertos y dándole una vida
nueva. De esta forma confirma la obra de Jesús y desautoriza
a los poderes que le condenaron. (Esto es Pascua: Muerte y
Resurrección).

Entendieron que con la Resurrección Dios constituye a Jesús


Señor y Mesías, Salvador. Y, recordando el Salmo 110, decían
que lo había exaltado sentándolo a su derecha.

* La nube es un signo de Dios, en el que Dios


revela -y esconde- su Misterio.

* Si fue una nube lo que quitó a Jesús de la vista


de sus discípulos, eso significa que Jesús ha
recibido la gloria propia de Dios y que se encuentra
junto al Padre. (Esto es Ascensión).

Entendieron también que Jesús, glorificado, recibió del Padre


el espíritu Santo que estaba prometido, y que él lo había
derramado sobre los suyos (Esto es Pentecostés).

Al decir los cristianos en el Credo "subió a los cielos", estamos


diciendo que Jesús, exaltado como Mesías a la derecha del
Padre, está presente ahora en la Iglesia del mismo modo que
estuvo presente para los discípulos durante su vida terrena.
Ahora está presente Jesús en medio de sus discípulos según
el modo de estar presente Dios: a través de su Espíritu, dando
vida. Y esto es así porque Jesús ha alcanzado su plenitud.

b) Nuestra salvación

Con todo lo dicho, no sólo nos referimos a lo que le ocurrió a


Jesús. Confesamos al mismo tiempo lo que, gracias a Jesús -
por, en y con Él-, ha venido a ser nuestro destino. Porque
Jesús subió al cielo como primicia de toda la humanidad. Una
vez glorificado, Jesús puede ya darnos su Espíritu que nos
hace capaces de abrirnos al amor de Dios, nos hace hijos
confiados, nos pone en comunión con Dios = (Ese es nuestro
cielo!

8.- Desde allí ha de venir a juzgar

a) El último día

)El día del juicio está lejísimos? Dejar las cosas para ese día,
significa, en el lenguaje popular, no hacerlas nunca.

)El día del juicio será terrible? )Día de la ira? )Cristo Juez?

El contenido de este artículo del Credo es mucho más actual y


más rico que todo esto. En él confesamos los creyentes la
culminación de la obra que Jesucristo está realizando a favor
nuestro, a favor de nuestra salvación. Jesucristo está
ejerciendo su Reinado sobre el mundo, está conduciendo a
toda la humanidad al Reino de Dios, está realizando, de un
modo misterioso pero cierto, el designio salvador de Dios.
Al final del tiempo, el último día, nuestra salvación realizada por
Jesucristo habrá alcanzado su plenitud.

b) Ahora: el trigo y la cizaña

Cada uno de nosotros experimentamos a diario dentro de


nosotros la contradicción: queremos el bien, pero hacemos el
mal. Hasta llegamos a creer que el mal es lo mejor.

Pero la última palabra no la tiene el mal, la tiene Jesucristo. Y,


como Juez, pondrá las cosas en su sitio. Pero no juzgará
según una ley externa, juzgará según su Evangelio, según la
justicia de Dios.

Mientras, lo nuestro es la vigilancia (que es tarea, gozo y


confianza; no angustia y miedo).

c) El lenguaje

El lenguaje (apocalíptico: imágenes tremendas...) puede


resultarnos extraño, pero lo que se dice con ese lenguaje es
que Dios ese día nos salva.

Con ese lenguaje se describe la batalla en la que el Mal es


vencido. Por eso la primera comunidad cristiana suspiraba por
la llegada de ese día: "Ven, Señor Jesús, no tardes". Precioso
y pleno grito de esperanza.

Lo extraño es que durante muchos siglos el temor ante la


venida de Cristo haya superado a la esperanza. )Anhelamos la
venida de Cristo -como proclamamos en la Eucaristía-, que
manifestará y llevará a su colmo la salvación que ya
disfrutamos?

Cristo: Traducción griega del término hebreo Mesías; en


español "el Ungido". En el AT se ungía a los reyes y
sacerdotes como signo de que actuaban cumpliendo una
misión especial de Dios. De un futuro profeta se dice (Is
61,1) que está ungido (no sólo con aceite) sino con el
Espíritu de Yahvé (véase Lc 4,18).
Kyrios: (En griego = Señor). Invocar a Cristo como
Kyrios tenía en las primeras comunidades una
significación especial y los judíos que hablaban griego la
escuchaban como una provocación: porque en la
traducción griega del AT (la llamada "versión de los
Setenta") el nombre hebreo de Dios, Yahvé, difícil de
expresar en otro idioma, era traducido por Kyrios.

Segunda venida de Cristo (o también: manifestación


definitiva de Cristo; en griego = parusía): La expectación
de la parusía como acontecimiento inminente queda
reflejada en las Cartas a los Tesalonicenses; vemos que
Mc 13,32 ("El día y la hora nadie lo sabe") y Mt 25, 1-13
(parábola de las diez vírgenes) atestiguan que la primera
generación cristiana tuvo que hacerse a la idea de que
había que prepararse para la espera durante tiempo. La
pregunta acerca del futuro despierta en la gente mucho
miedo; el creyente es capaz de superar ese miedo. Está
convencido: Suceda lo que suceda, al fin vendrá Él,
Cristo, y consumará lo que ha comenzado.

III. CREO EN EL ESPÍRITU SANTO

Desde muy antiguo el pueblo elegido por Dios escuchó, por


boca de los profetas, el designio de Dios de derramar su
Espíritu en los últimos tiempos.

La espera en la promesa incluía estas realidades:

* Renovación de los corazones de los hombres,


infundiéndoles la ley de Dios.

* Unión y reconciliación de los pueblos dispersos y


enfrentados.
* Vitalidad de los huesos desecados,
transformación de la naturaleza en morada del
hombre feliz.

En los últimos tiempos, el Espíritu Santo recrearía para siempre


el hombre y el mundo.

El NT. presenta el momento de la Resurrección como el


momento de la máxima efusión del Espíritu Santo.

Entrar en el misterio cristiano es descubrir un Dios que es trino:


Padre, Hijo y Espíritu. Crecer en el misterio cristiano es dejarse
impulsar por el Espíritu para llamar a Dios "Abba" y para
recordar los hechos y las palabras de Jesús. Dar vida al
misterio cristiano en las nuevas situaciones que la Iglesia
atraviesa a lo largo del tiempo, sin caer en infidelidad al Señor
Jesús, es dejarse poseer y conducir por la fuerza del Espíritu
derramado en Pentecostés.

1.- Conocido por experiencia

Por desgracia, la educación cristiana recibida por muchos no


ha logrado -si es que lo ha pretendido- familiarizarnos con el
Espíritu Santo y con la acción -tantas veces ignorada- que en
todo caso va realizando en nosotros, en la Iglesia, en el
mundo.

Y, sin embargo, a todos nos preguntan en serio por nuestra fe


en el Espíritu Santo cuando, en la Noche de Pascua,
renovamos nuestros compromisos bautismales.

Las dificultades que muchos cristianos encuentran para la fe y


la relación con el Espíritu, muchos las achacan a que el
Espíritu Santo les ha sido presentado de un modo abstracto
(como si fuera materia reservada para teólogos); y también se
debe a que las imágenes que emplea la Biblia para referirse al
Espíritu de Dios, no ayudan a descubrir una relación personal.
()Cómo relacionarse con el viento o con el fuego como una
persona?).
Pero el cristiano puede y debe vivir la experiencia del Espíritu:
es el Espíritu quien clama en él Abba-Padre, quien le hace
sentirse hijo, quien le reconcilia, quien le hace experimentar la
libertad, ...

Si no nos familiarizamos con el Espíritu Santo, si no


reconocemos su acción, la última parte del Credo se nos
convierte en un índice de temas: la Iglesia se nos quedará
reducida a una organización folclórica, la comunión de los
santos será una teoría inútil, el perdón de los pecados un
objetivo inalcanzable, el compromiso cristiano una rivalidad
política y la vida eterna un mito.

Necesitamos creer en el Espíritu para dejar de buscar el


salvarnos del mundo y trabajar en la salvación de este mundo
que es el nuestro.

2.- Abiertos al Espíritu

Los discípulos conocían lo que dicen las Escrituras sobre el


Espíritu de Dios. El es, ante todo, la fuente y el origen de toda
vida. Los discípulos alababan a este Espíritu vivificador cuando
rezaban algunos Salmos (Sal 103,29). Sabían que el Espíritu
del Señor se posaría sobre el Rey-Mesías para hacer justicia a
los pobres (Is 11,3), cuya vida, por la opresión que sufren, no
es vida.

Dios, que sólo quiere la vida, le había prometido a Israel un


Espíritu nuevo (Ez 11,19 y 36,26), que es como decir una vida
nueva, en fidelidad y comunión con Dios para siempre.

Los discípulos, como todos los israelitas piadosos, esperaban,


pues, para los últimos tiempos una vida más intensa y más
humana, fruto del Espíritu que Dios había prometido.

3.- Conocedores del Espíritu

Cuando, después de que Jesús fue muerto y sepultado, se les


apareció vivo, comprendieron -bajo el influjo del mismo Espíritu
Santo- que ya habían llegado los últimos tiempos que
esperaban: el Espíritu vivificador prometido por Dios había sido
efectivamente derramado sobre Jesús desde su concepción
virginal, le había impulsado y sostenido en su actividad
evangelizadora y le había resucitado.

Pero no sólo eso. A ellos mismos el Señor les comunica el


Espíritu que les hacía revivir. Cuando el Resucitado se
presenta a sus discípulos -así lo cuenta el cuarto evangelio- les
da la paz, exhala su aliento sobre ellos -como cuando Dios
creó al hombre- y les dice: "Recibid el Espíritu Santo" (Jn
20,22). Los discípulos se ven recreados, hechos hombres
nuevos, como "nacidos del Espíritu Santo": el temor se
convierte en coraje y alegría, el encerramiento en envío.

La tarea a la que son enviados los discípulos consiste


precisamente en colaborar en la acción vivificante de Dios, que
había llegado al colmo en Jesús. El libro de los Hechos cuenta
cómo, después de recibir ellos el Espíritu Santo, empezaron a
predicar a Jesús como Señor y Mesías (Hch 2,47).

4.- Vivificados por el Espíritu

"Salvarse" significa vivir con la fuerza y el aliento del Espíritu de


Dios, que el Resucitado envía a quienes creen en él. El grupo
de los creyentes vivían como salvados. Su vida es una muestra
de lo que las personas podemos dar de sí cuando nos dejamos
animar por el Espíritu Santo y vivimos la vida de Dios.

El rasgo más característico de los hombres nuevos es la


fraternidad. Los que viven por el Espíritu no sólo piensan y
sienten lo mismo, sino que esa unidad de corazón se expresa
también externamente: poseen todo en común de modo que
ninguno pasa necesidad.

5.- La vida continúa

Creer en el Espíritu Santo es creer en el Espíritu que resucitó a


Jesús, por supuesto. Pero no sólo es eso, que sería quedar
encerrados en el pasado. Ahora sigue siendo Pentecostés. El
Espíritu sigue siendo derramado sobre todo hombre. El Espíritu
sigue vivificando a la Iglesia...
Por el Espíritu vivimos ya como hombres nuevos -en la medida
que le dejamos actuar-, para ello debemos buscarlo,
reconocerlo y cooperar con él donde él alienta...

De la fe en el Espíritu Santo depende que nos tomemos en


serio el presente y nos atrevamos a abrirnos al futuro.

IV. CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS


Y EN LA VIDA ETERNA

1.- )Tiene futuro esta vida nuestra?

Por lo visto, hay gente que no se lo cree. Incluso gente que


dice que es católica. Uno de cada diez "católicos practicantes"
no cree en la resurrección de los muertos, y tres dudan y no
saben. Lo que importa, dicen, es lo que me pasa o me puede
pasar en esta vida. Como si creer en la resurrección de los
muertos fuera una evasión.

Cuando nos sentimos queridos y capaces de querer a los


demás, se acrecientan en nosotros las ganas de vivir. Cuando
vemos que la acción solidaria de unos vecinos consigue
mejorar las condiciones de vida de un barrio, aumenta nuestra
fe de que la historia va adelante.

Pero a veces nos pasa todo lo contrario: ni amamos ni nos


aman. Se diría que la muerte está venciendo a la vida en
nosotros; nos vemos condenados a la autodestrucción.

Pues bien, afirmar la fe en la resurrección de los muertos y en


la vida eterna no es sólo creer en la otra vida, significa también
creer que esta vida nuestra, gracias a Dios, se impondrá sobre
la muerte.

El optimismo cristiano, nuestra esperanza, tiene su fundamento


en lo que hemos visto hacer a Dios. Cuando nosotros
queremos de verdad a alguien, deseamos que viva para
siempre. A Dios, se podría decir, le ocurre lo mismo. Dios nos
quiere de verdad y desea que vivamos eternamente. Nosotros
no podemos hacerlo, pero Dios sí puede y lo ha hecho: a
Jesús, su hijo amado, su predilecto, lo resucitó de entre los
muertos. Eso mismo hará con todo aquellos a los que, por su
hijo Jesús, considera también hijos suyos queridos.

Entonces esta vida nuestra -y no la otra- y todo lo que ahora


nos empuja a vivir, alcanzará su plenitud y será transfigurado.
El gozo que nos hace experimentar el amor mutuo, signo del
cariño de Dios, es sólo un anticipo del gozo que
experimentaremos al sentirnos amados por Dios, íntimamente
unidos a Él. La solidaridad con que ahora nos oponemos al
egoísmo que nos mata, es sólo un avance de lo que será la
unidad de todo el género humano en la vida eterna.

La resurrección de los muertos y la vida eterna es la


culminación de la obra del amor de Dios en nosotros. Por amor
nos ha llamado a la vida y la ha estado animando
continuamente. No puede el Dios de vivos dejarse vencer en el
último momento.

2.- No escapar hacia adelante

Vivimos pendientes de las promesas de Dios. Y el "conocer"


desde ahora el desenlace feliz de la historia no nos resta
interés por los acontecimientos presentes. Al contrario, nos lo
acrecienta.

La esperanza en Dios, que ha resucitado a Jesús y también a


nosotros nos dará la vida eterna, no es ninguna distracción ni
un consuelo para hacernos más llevaderos los sufrimientos
presentes.

Es un estímulo: nuestro trabajo a favor de la vida, nuestra


acción para hacer avanzar la historia son algo serio y
consistente. Son semilla de cuyo crecimiento se encarga Dios.
El esfuerzo, el dolor, la cruz, se hacen indispensables. Para
que haya resurrección es necesario entregar la vida. De quien
confesamos la resurrección es de Cristo crucificado.

Compartiendo la muerte -la entrega- de Jesucristo, se nos dará


el compartir también con Él la gloria de la resurrección.
3.- La preocupación por los detalles

Desde siempre ha querido la curiosidad imaginar cómo sería la


vida de los salvados en el cielo. En realidad, sobre eso no
sabemos apenas nada. Pero, )no podemos decir al mismo
tiempo que "sabemos" mucho?

La expresión "compartir la gloria de la resurrección" indica, sin


duda, una transformación de nuestro ser, que afecta también a
nuestra corporeidad.

San Pablo dice a los Corintios, ayudándose de algunas


comparaciones, que resucitaremos nosotros mismos, pero
transformados -también nuestro cuerpo- (1 Cor 15,42-45). Es
decir, un cuerpo totalmente animado y poseído por el Espíritu
y, por tanto, incorruptible, glorioso y fuerte. Como corresponde
a quienes "unidos con Jesucristo, el resucitado, serán para
siempre semejantes a Él, porque verán a Dios tal y como Él es"
(Catecismo "Esta es nuestra fe", p. 212).

ACTIVIDAD PARA HACER EN GRUPO

(Si se prefiere, puede hacerse individualmente)

i Después de leer detenidamente las distintas


afirmaciones del credo, )Cuáles consideráis que son las
más importantes? Si lo hacéis en grupos, dialogad
(intentad poneros de acuerdo) y señalad por orden de
importancia (de mayor a menor) las 10 afirmaciones más
valoradas.

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