Está en la página 1de 5

MATERIAL CAJA DE HERRAMIENTAS MÓDULO 3:

Decisiones familiares:

Tal como lo sostiene Jesper Juul, puede haber tres grandes tipologías de familia, no de
acuerdo con las personas que las conformen, sino a cómo se relacionan:

Familias Patriarcales: es el modelo más aplicado aún en Colombia, y consiste en que todas
las decisiones están a cargo de los padres y madres, o adultos a cargo. Según algunos
autores no es una opción sana (genera problemas psíquicos y sociales en niños y niñas),
pero ofrece algo de seguridad y estabilidad.

Familias Democráticas: parten de entender que los niños y niñas saben qué es lo mejor
para ellos, y por eso las decisiones se toman democráticamente, involucrando a todas las
personas de la familia. Sin embargo, la tendencia es que estas familias terminan siendo
dictaduras de niños y niñas, donde los padres y madres no tienen en cuenta sus propias
necesidades, y eso genera también que las relaciones sean menos personales y cercanas.
“Los padres no deben aprender a decir no al hijo, sino a decirse sí a sí mismos. Cuando lo
consiguen, el tirano se reduce otra vez a las dimensiones de un niño y se vuelve otra vez
gestionable” (Juul, Su hijo una persona competente, p. 125).

Familias paritarias: son las que corresponden a un enfoque restaurativo. En este tipo de
familia se valora de igual manera las necesidades de todos los miembros y se trata de
satisfacer al máximo las necesidades de todas las personas que la integran. Sin embargo,
no se confunde aquí los deseos de niños y niñas con sus reales necesidades, frente a las
que el adulto y adulta tienen un rol de responsabilidad.

El aporte de los estados del yo:

Las anteriores son familias que pueden darse, pero hay otro tema que se relaciona con los
roles que se asumen dentro de las familias, pero también en cualquier situación de la vida.
Se trata de los estados del yo.

Estas son formas de manifestar la personalidad que no tienen que ver con la edad de las
personas, de acuerdo con la descripción de San Martín Pérez (2011, pp. 30-32).
- Estado padre-madre: es quien se encarga de cuidar, de proteger, también de enseñar las
tradiciones, los conocimientos acumulados. Puede caer en dos extremos no sanos: el
autoritarismo, siendo muy castigador, o el asistencialismo y la sobreprotección.

- Estado adulto- adulta: es capaz de comprender y analizar lo que sucede en el aquí y el


ahora. Es la persona responsable.

- Estado niño – niña: tiene muchas posibilidades:

* Como niña o niño natural: puede ser creativo y positivo expresando sus emociones con
autenticidad. También puede ser negativo cuando es egoísta y se hace daño o se hace
daño a sí mismo.

* Como niña o niño rebelde: se desarrolla la rebeldía, lo que es positivo pues lleva a que
enfrente alza injusticias. También puede ser negativo si lleva a la desconfianza y la
agresividad injustificadas.

* Como niña o niño sumiso: acata las normas e indicaciones de las y los adultos. Su
aspecto positivo es la disciplina a la que puede llevar y las actitudes respetuosas. Mientras
que su aspecto negativo radica en la pérdida de autoestima y de autonomía.
Suelen graficarse de la siguiente manera:
El estado que se requiere en las personas para desarrollar diálogos y relaciones
restaurativas es el de un adulto o adulta, sin importar cuál sea la edad de la persona. A la
vez hay que decir que los estados de madre/padre y niño/niña se interrelacionan, pues de
un padre o madre castigadora seguramente se derivará un niño o niña rebelde, que puede
estar muy triste. Y de un padre o madre asistencialista fácilmente se deriva un niño o niña
egoísta o mimada.

Pero recordemos que esto no es aplicable sólo a las familias, sino a cualquier tipo de
relación. Por eso debemos fomentar vínculos donde las personas se relacionan como
adultas y adultos, mucho más si trabajamos en un contexto escolar, donde cualquier
manifestación infantilizante debe ser evitada.

Factores culturales propios del contexto consumista:

Ahora bien, para el trabajo en la escuela y especialmente para la relación entre ésta y las
familias, en la actualidad, es muy importante tener en cuenta que muchas de las
dinámicas que se fomentan desde un enfoque restaurativo para propiciar la convivencia
pacífica, pueden chocar con algunas prácticas familiares.

Y esas prácticas pueden deberse a factores culturales. Como el enfoque restaurativo es


una cultura, y una que no es la mayoritaria, sus propuestas estarán necesariamente
enfrentadas a muchas prácticas cotidianas, y no siempre, ni en todos los niveles, se
lograrán avances, porque los cambios culturales son lentos. Esto no debe desanimarnos, y
para que eso no sea así hay que comprender a qué se deben o cómo funcionan esos
obstáculos.

Siendo la cultura punitiva o castigadora una cultura claramente vinculada al patriarcado y


al capitalismo (Garland, 2001), es importante comprender en términos básicos como éste
con sus evoluciones influye en aspectos cruciales y contradictorios con la cultura
restaurativa. Sirve aclarar también que se sigue el concepto de Marinas (2012) de que el
capitalismo (en su manifestación actual del consumismo globalizado basado en la
popularidad) no es sólo un sistema económico, sino sobre todo un sistema cultural. Como
cultura abarca todos los aspectos de la vida de una sociedad y de las personas que la
conforman.
Como lo expone Marinas (2012) en su libro Investigar la cultura del consumo, en los inicios
del capitalismo industrial, la identidad empieza a vincularse con el trabajo que se
desempeña. “Buenos días, soy Ana, soy policía”, sería un ejemplo. Esto implica una
transformación respecto a la etapa previa: el feudalismo pero también el
protocapitalismo, donde la identidad venía determinada por a quién se pertenecía:
“Buenos días, soy Ana, la sierva del señor Barrios”.

Sin embargo, con el pasar del tiempo, el capitalismo industrial, ese impulsado por la
revolución industrial que llevó al crecimiento de las ciudades, a los fenómenos de
desempleo masivo, etc., dio paso al capitalismo del consumo. Desde aproximadamente
1920 el criterio de identidad, especialmente en los países del centro, en los más ricos, la
identidad se determina ya no por el trabajo desempeñado sino por la afinidad que se
genera a partir de lo que se consume. Si consumes cierto tipo de música, de diversiones
(discotecas o teatro, comidas en restaurantes o jugar football en el parque, etc.), de
vestuario (marcas), de transporte (bus, moto, automóvil y cuál).

Y desde los años 90 del siglo XX se empieza a hablar del capitalismo consumista financiero
y globalizado, donde ya no solo el consumo da identidad social, sino que el estatus social
se obtiene por la acumulación de buenas opiniones que este da, es decir, por la
popularidad.

Como seres sociales, las personas en gran medida dependemos del reconocimiento social,
de la identidad que nos creemos o nos sea asignada en los diferentes grupos sociales en
los que nos movemos. Esto, y más en la adolescencia, es la guía de muchos de nuestros
comportamientos (Sutherland, 2009), por eso es importante entender qué factores
culturales nos impulsan a tomar ciertas decisiones: como la manera de expresarnos, los
hábitos de consumo, el trato que damos a otras personas, a quién se valora o no como
“buena pareja”, etc. En la gestión de conflictos entre personas jóvenes este conocimiento
es de gran relevancia y de importancia darlo a conocer a los jóvenes mismos para que
reflexionen sobre su contexto y puedan tomar las decisiones que quieran pero desde la
consciencia y la comprensión, que es el lugar donde también las personas pueden hacerse
responsables de sus actos, y por ende donde puede construirse una cultura restaurativa.

Los hábitos de consumo en las familias también generan muchos conflictos familiares que
pueden atravesar a los y las estudiantes de las Instituciones Educativas. Podemos decir
que las familias se moverán entre dos extremos: el consumismo propio del capitalismo
actual, y las economías de la subsistencia (Federici, 2010).
En el consumismo las familias determinarán las prioridades de gastos de acuerdo con lo
que genere mayor popularidad a la familia: estatus entre los vecinos, colegas, etc. Esto
puede llevar a tomar decisiones como gastar una parte alta de los ingresos en la compra
de televisores, equipos de sonido, muebles, vestuario, y hacer compras determinadas más
por la marca que por la funcionalidad y calidad de los bienes. Mientras que en una
economía de la subsistencia se privilegiará el consumo de cosas duraderas y de gran
utilidad, y se tenderá siempre a reparar todo aquello que se dañe tratando de alargar su
vida útil.

En el primero los regalos mejor considerados serán los más costosos, en el segundo
modelo serán más valorados los regalos que tengan una mayor carga simbólica de
afectividad, sin importar su valor económico.

Evidenciar los diferentes hábitos de consumo de las familias, permite reflexionar sobre los
propios hábitos de consumo y tomar decisiones conscientes que se acomoden más al
propio plan de vida y las necesidades personales, y menos a los mandatos y a las
necesidades de identidad social. Pero también conocer todo esto, va a resultar
fundamental para entender realmente las motivaciones subyacentes a los conflictos que
puedan presentarse, como se verá luego cuando aprendamos como hacer el mapeo de un
conflicto, para su posterior gestión.

Bibliografía citada:

Federici, S. (2010). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid:


Traficantes de sueños.

Garland, D. (2001). La cultura del control. Barcelona: Gedisa.

Juul, Jesper. (2004). Su hijo, una persona competente. Barcelona: Herder.


Marinas, J. M. (2012). Investigar la cultura del consumo. Madrid: Síntesis.

San Martín Pérez, José Antonio (2011). La comunicación profesor-alumno. Educación y


Futuro, No. 24, pp. 27-48.

Sutherland, E. (2009). El delito de cuello blanco. Buenos Aires: B de F.

También podría gustarte