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Conceptos religiosos

Edwin Angulo Torres


Aunque los antiguos mayas dominaron disciplinas científicas como el
cálculo matemático y astronómico, para ellos, ambas revestían una
naturaleza divina: los astros eran seres sobrenaturales; el sol, la
lluvia, el viento, y los efectos que causaban sobre los diversos
aspectos de la vida eran manifestaciones de sus deidades; incluso la
tierra misma, las plantas que cultivaban y los animales que cazaban
o criaban tenían una contraparte divina.

Fue por medio de la religión que los mayas comprendieron e


interpretaron la interrelación de todos los elementos de su universo:
astros, fuerzas de la naturaleza, seres vivos y todas las cosas.
Puesto que este universo estaba regido por la voluntad de los
dioses, todos los sucesos, buenos o malos, obedecían a su
intervención, por lo que era necesario obtener su favor, por medio de
la obediencia a sus representantes sobre la tierra, gobernantes y
sacerdotes, realizando los ritos y ceremonias que estos les
indicaban. Desde el campesino más humilde, hasta el gobernante
más poderoso, todo el pueblo maya se entregaba a la religión con
inmenso fervor.
La concepción del mundo

Los mayas concebían su mundo como un espacio plano


dividido en tres niveles horizontales: cielo, tierra e inframundo; de
estos, el nivel celestre estaba dividido en trece estratos, cada uno
presidido por un señor celeste u Oxlahuntikú, mientras que el
inframundo se dividía en nueve estratos, cada uno de ellos
dominado por un señor de la noche o Bolontikú.

El sol recorría todos los días un camino que lo obligaba a transitar


por cada uno de estos niveles y sus estratos de la siguiente manera:
al amanecer se encontraba en el nivel terrestre al inicio de su
trayecto; comenzaba su ascenso a través de los niveles celestes
hasta situarse en el más alto de éstos al mediodía, de donde
descendía de nuevo hasta el nivel terrestre, que alcanzaba al
atardecer; después continuaba su tránsito por los niveles del
inframundo, descendiendo al más profundo de estos a la
medianoche, desde donde comenzaba a ascender de nuevo hasta
alcanzar el nivel terrestre con un nuevo amanecer.
La creación del mundo

La versión más completa que actualmente se dispone de la


creación del mundo maya corresponde a la narración contenida
en el Popol Vuh de los mayas Quiché, que aunque fue compilada
por durante el periodo colonial es una remembranza de las
versiones que circulaban durante el periodo Clásico, y cuyas
representaciones aún pueden observarse hoy día, principalmente
en la decoración de vasos y platos cerámicos recuperados de las
exploraciones de diversos sitios arqueológicos.

El mito relatado en el Popol Vuh narra que los dioses


creadores, posados sobre el océano primigenio, se reunieron y
acordaron crear el mundo del caos primordial. La finalidad de la
creación del mundo es que este sirva como hábitat del hombre
que tendrá por misión venerar y alimentar a los dioses para que
éstos puedan subsistir.
Los dioses creadores hacen emerger la tierra y crean los
diferentes seres vegetales y animales por medio de la palabra.
Luego se avocan a la formación del hombre que sufre una
evolución cualitativa en distintas etapas de la creación –
destrucción. Primero hicieron hombres de barro que no
adquirieron vida, por lo que fueron destruidos por un diluvio.
Buscando una materia más sólida, formaron hombres de
madera, que aunque logran reproducirse no fueron conscientes
y no se acordaron ni alabaron a sus creadores, por lo tanto no
cumplieron con el propósito de los dioses, por lo que se
transformaron en monos y su mundo desapareció bajo una
lluvia de resina ardiente.

Finalmente los dioses con ayuda de algunos animales,


eligieron una nueva materia: la masa de maíz amarillo y
blanco, con que formaron el cuerpo del hombre. La nueva
creación ocurrió en 4 Ahau 8 Cumkú o 13 de agosto de 3114
a.C.
En el Memorial de Sololá se cuenta que la sangre de los
dioses se mezcló con la masa de maíz para formar al
hombre, lo cual justifica el rito en el que el hombre alimenta
a los dioses con su propia sangre. Fueron los seres
humanos los únicos posibilitados para cumplir sus
obligaciones de reconocimiento y adoración a los dioses;
pudieron pronunciar sus nombres y alimentarlos con sus
ofrendas. Se distinguían del resto de las criaturas por su
capacidad de establecer una relación de reciprocidad con
los dioses. El Popol Vuh menciona que los seres humanos
eran demasiado agraciados. Eran sabios, su vista alcazaba
a conocer toda la bóveda del cielo y la faz de la tierra. Los
dioses temieron que sus criaturas se igualaran a ellos y que
dejaran de adorarlos. Limitaron entonces la perfección de
sus obras: Corazón del Cielo, uno de los dioses creadores,
les arrojó vaho sobre los ojos, que se empañaron para que
no vieran más que lo inmediato.
Deidades

La religión maya poseía un panteón integrado por


numerosas deidades; algunas benéficas al hombre, otras
adversas, pudiendo mostrar algunas esta dualidad. La
distinción de los puntos cardinales o la sucesión noche/día
podían determinar la división de una deidad en varias
facetas; los fenómenos astronómicos y las fuerzas de la
naturaleza eran la manifestación de las deidades superiores,
mientras que el poder inherente a todos los seres vivos y
cosas se manifestaba en dioses menores, patronos de los
diferentes oficios de la sociedad. Ya fuese en estelas,
esculturas, códices, platos, vasos y figuras cerámicas, o
hasta en la misma composición arquitectónica y decorativa
de sus edificios, los antiguos mayas dejaron constancia de
su concepción de la divinidad, así como su devoción por
ella.
Si bien es probable que el cúmulo de seres sobrenaturales del panteón maya
tuviese valor universal, los distintos segmentos de la población profesaban su
devoción por diferentes deidades. Los campesinos y artesanos venerarían a
aquellos dioses que propiciaban el crecimiento de las cosechas y el desarrollo
de las actividades productivas (del sol, la lluvia la tierra y el maíz, etc.),
mientras que los integrantes de las elites gobernantes reverenciaban a las
deidades patronas de la escritura, de los linajes gobernantes, del comercio o
de la guerra.

El dios de la muerte
Sin importar a que sector de la población se perteneciera, existía una
deidad a la que todos los mayas temían y reverenciaban: el dios de la muerte.
Así como Itzamná reinaba sobre el mundo celeste y terrenal, Yum Cimil
reinaba sobre el mundo de los muertos desde el Metnal, el nivel más profundo
del inframundo. Como final inevitable de todas las cosas, fue representado
numerosas ocasiones, ocupado en diferentes actividades, frecuentemente
destruyendo la labor de los demás dioses, y en algunas otras, en cercana
relación con el dios de la guerra, la muerte violenta y los sacrificios humanos.
Como el opuesto de Itzamná, el señor de la muerte es también una deidad
primigenia, y posee el mismo nivel de importancia que el dios creador, y
aunque no se le rendía un culto propiamente dicho, los mayas rogaban a las
demás deidades que retrasaran lo más posible su inevitable llegada.
Itzamná (dios D)

Sin contar a Hunab Kú, el principio creador, que no parece haber desempeñado un
papel importante en la vida diaria de la gente común (tampoco existen
representaciones de este), Itzamná (quizás una de sus personificaciones), se sitúa a la
cabeza del panteón maya. En el códice Dresde aparece representado como un viejo de
mandíbula desdentada. Su nombre presenta dos glifos: el primero, que puede ser una
representación convencional de su cabeza, y el segundo que contiene como elemento
principal el signo del día Ahau, del cual era patrono.

Itzamná era el Señor de los Cielos, de la Noche y del Día. En estos últimos conceptos se
le asocia con Kinich Ahau y con Ixchel, la diosa de la luna. Se le acredita como el
inventor de la escritura y los libros, y haberle dado nombre a los lugares de Yucatán y
dividir las tierras en esa región. En el Templo de la Cruz de Palenque, que parece estar
asociado a esta deidad, se registra la fecha mítica 1.18.5.3.2 9Ik-15Ceh, que
probablemente se refiere a su nacimiento. Itzamná era una deidad benévola. Durante
las ceremonias del año nuevo, Itzamná era invocado para prevenir calamidades; en el
mes de Uo, durante una ceremonia en honor de su manifestación como dios del sol los
sacerdotes consultaban sus libros para elaborar los augurios del año siguiente; en el
mes de Zip era invocado como el dios de la medicina, junto con Ixchel. En todas estas
ceremonias Itzamná aparecía como una deidad benevolente, nunca ligada con la
destrucción o desastres; en los códices nunca aparece asociado a símbolos de muerte.
Chaac (dios B)

El dios de la lluvia, Chac está representado en los códices y en la arquitectura con una larga nariz
y dos colmillos enrollados que le salen de la boca hacia abajo. Como una divinidad de primera
categoría, Chac tenia diversas manifestaciones, de las cuales las más frecuentes son los cuatro
dioses de los puntos cardinales, cada uno su propio color:

Chac Xib Chac (rojo) Chac del Este


Sac Xib Chac (blanco) Chac del Norte
Ek Xib Chac (negro) Chac del Oeste
Kan Xib Chac (amarillo) Chac del Sur

En el mes de Chen o Yax se celebraba un gran festival en honor a los Chaces, que llamaban el
ocná "entrar a la casa"; para esto se consultaba a los cuatro dioses conocidos como Bacabes,
asociados con los Chaces, a fin de que indicaran el día propicio para la ceremonia, la cual estaba
consagrada a la renovación del Templo de los Chaces. Esta ceremonia, se celebraba una vez al
año, durante la cual se renovaban los ídolos y los incensarios, y de ser necesario, se reconstruía
el templo y se colocaba en la pared una tablilla conmemorando el suceso. De igual manera que
Itzamná estaba asociado con el dios sol, Chac parece haber estado asociado con el dios del
viento.
Al igual que Itzamná, el dios de la lluvia era una deidad benévola, asociado con la creación y la
vida. Para los campesinos preocupados por sus milpas, Chac era la más importante de las
deidades, y su intervención amistosa era requerida más a menudo que la de todos los demás
dioses combinados. Los mascarones murales de narices largas y encorvadas que se encuentran
en la arquitectura Puuc son muy probablemente representaciones del rostro de esta divinidad.
Bolón Tza’cab (dios K)

Al igual que el dios de la lluvia, esta deidad también es


representada con una larga nariz, aunque mas
elaborada, y con terminación hacia arriba. En las
representaciones del periodo Clásico, se muestra con
un hacha o un cigarro humeante en su frente; asimismo,
es la imagen representada en el cetro maniquí de los
gobernantes, donde su nombre glífico aparece como
titulo o nombre para estos mismos. La función del dios K
como patrón protector de las familias gobernantes se
apoya en su asociación con Itzamná y el papel
progenitor involucrado en su nombre.
Bolón Tza’cab parece estar asociado al Templo de
la Cruz Foliada de Palenque, donde está registrada la
fecha mítica de su nacimiento 1.18.5.4.0 1Ahau-13Mac.
Yum Kax (dios E)

Asociado principalmente a la agricultura del maíz, aparece siempre como un


joven con una mazorca como ornamento de la cabeza; en algunas ocasiones
esta mazorca brota del glifo del día Kan, que representa el símbolo del maíz en
los códices. (Este dios también era el patrono del día Kan). De todas las
deidades representadas en los códices, esta deidad presenta el mayor grado
de deformación de la cabeza. El jeroglífico de su nombre es su propia cabeza
que se transforma en su parte más alta en una mazorca de maíz estilizada y
cubierta de hojas.
Como patrono de la labranza, en los códices se le representa ocupado en gran
variedad de trabajos agrícolas. En representaciones del Periodo Clásico los
gobernantes aparecen personificando a esta deidad, regando granos de este
cereal (o gotas de sangre) sobre la tierra. Al igual que la planta que simboliza,
tiene muchos enemigos y su destino estaba sujeto a los dioses de la lluvia, el
viento, la sequía, el hambre y la muerte. En ocasiones se presenta bajo la
protección del dios de la lluvia y en otras en combate con el dios de la muerte.
Aunque su nombre específico como dios del maíz es desconocido, su identidad
parece haberse confundido en los últimos tiempos del Periodo Posclásico con
la de una deidad agrícola más general que conocía con el nombre de Yum Kax,
o Señor de los Bosques. Como manifestación de Itzamná y Chac, era una
deidad benévola, dios de la vida, prosperidad y abundancia.
Yum Cimil (dios A)

Como deidad de la muerte, se le representa con una calavera por cabeza, las costillas
descarnadas y proyecciones de los huesos de la columna vertebral; cuando su cuerpo está
revestido de carne, ésta se ve hinchada y cubierta de círculos negros que sugieren la
descomposición. Sus distintivos ornamentos en forma de cascabeles aparecen algunas
veces atados a sus cabellos o a fajas que le ciñen los antebrazos y piernas, o prendidos de
un collar en forma de gorguera. Estos cascabeles, elaborados en cobre y a veces oro, fueron
recuperados en considerables cantidades durante el dragado del Cenote de Chichén Itzá.

Al ser el opuesto de Itzamná, tiene dos glifos en su nombre, y es junto con éste, la única
deidad que se distingue de esta manera. El primero representa la cabeza de un cadáver con
los ojos cerrados por la muerte, el segundo la cabeza del dios mismo, con la nariz truncada,
mandíbulas descarnadas y como prefijo un cuchillo sacrificial de pedernal. Un símbolo
frecuentemente asociado a esta deidad es parecido al actual signo de porcentaje %. El dios
de la muerte era el patrón del día Cimí, que significa "muerte" en maya.

Como una deidad principal, poseía diferentes manifestaciones, una de las cuales reinaba
sobre el más bajo de los nueve mundos subterráneos de los mayas, el Metnal. Al tratarse
de una deidad malévola, se encuentra asociada frecuentemente con el dios de la guerra y
de los sacrificios humanos, y sus constantes compañeros son el perro, el ave Muán y la
lechuza, considerados como criaturas de mal agüero y de muerte.
Ah Chicum Ek (dios C)

Denominado como “la estrella guía” Se le representa siempre con un


rostro de nariz roma y marcas negras en la cabeza. Su nombre esta
representado por un solo glifo, similar a la cabeza de un mono. Esta
cabeza, con un prefijo diferente al de su nombre, es también el glifo
que representa el punto cardinal norte, lo cual tiende a confirmar su
identificación como dios de la estrella polar. La naturaleza de su
aparición en los manuscritos indica que esta deidad es la
personificación de un cuerpo celeste importante, probablemente la
estrella polar.
A esta deidad se le ha denominado "guía de los mercaderes", puesto
que la estrella polar es la única estrella fija que se observa en las
latitudes del Petén y Yucatán que no cambia radicalmente de
posición durante el año. También se supone que los mercaderes le
hacían ofrendas de copal (pom) en altares situados a la orilla de los
caminos. Considerada una deidad benévola se la encuentra asociada
con el dios de la lluvia; era probablemente el patrono del día Chuen.
Ek Chuah (dios M)

Representado con un labio inferior grueso y colgante


y pintado de negro; el jeroglífico de su nombre es un
ojo con un aro negro. Identificado comúnmente
como Ek Chuah “escorpión negro”, el dios de los
mercaderes, se muestra con un fardo de mercancías
sobre la espalda, semejante a un comerciante
ambulante, y en algún lugar se le muestra con la
cabeza del dios de la estrella polar, "guía de los
mercaderes". Ek Chuah era también el patrono del
cacao, y los que poseían plantaciones de este fruto
celebraban una ceremonia en su honor en el mes de
Muán
Buluc Chabtan (dios F).

En los códices, esta deidad se representa siempre en


relación con la muerte. Su característica identificadora es
una línea negra que le rodea parcialmente el ojo y se
prolonga hacia abajo sobre la mejilla. Su propia cabeza,
con el número 11 enfrente, es el glifo de su nombre. Es
probablemente el patrono del día maya Manik, cuyo signo
es la mano en actitud de agarrar. Se le muestra algunas
veces en compañía de la deidad de la muerte, en escenas
de sacrificios humanos. Es también un dios de la guerra
por derecho propio, y se le representó incendiando casas
con una antorcha en una mano, mientras que con la otra,
armada de una lanza, las derriba. En esta deidad se
combinan los conceptos de guerra, muerte violenta y
sacrificio humano
Ix Chel (diosa I).

Ixchel era un personaje importante del panteón


maya, particularmente durante el periodo
Posclásico, aunque aparentemente dotada de una
marcada dualidad. En una lámina del códice Dresde
aparece como la personificación del agua como
elemento de destrucción, de las inundaciones y
torrentes de lluvia, representada con una serpiente
retorcida sobre su cabeza y huesos cruzados
bordados en su falda. Pero en su acepción de Ix
Chel “La del arcoíris” muestra su lado benevolente:
sanación, parto y adivinación. Durante el periodo
Posclásico el santuario de Ix Chel estaba situado en
la Isla de Cozumel.
Ceremonias Mayas.

Tratándose de un pueblo profundamente creyente, los


mayas llevaban a cabo un gran número de ceremonias a lo
largo de su año, y que obedecían a diversos propósitos, de
los cuales, el más importante era obtener el favor de sus
deidades; a fin de asegurar el porvenir del pueblo y la
continuación del orden del universo. Cada uno de los grupos
integrantes de la sociedad maya tenia uno o varios patronos
de su ocupación, a quienes era necesario rendir homenaje y
solicitar favor para la abundancia de caza y pesca, o evitar
sequias y plagas. Como guardianes de la tradición y el
conocimiento astronómico y calendárico, correspondía a los
sacerdotes mantener el cómputo de los días y señalar el
momento propicio para la realización de todas las
ceremonias a realizarse a lo largo del año.
La descripción más detallada de las diferentes ceremonias
celebradas por los antiguos mayas procede de los escritos
de Diego de Landa, en su “Relación de las Cosas de
Yucatán”; donde menciona las más importantes que se
realizaban a lo largo del año. Existían muchas ceremonias,
destinadas a satisfacer las necesidades individuales o de
grupo, sin embargo, todas ellas presentaban elementos
comunes:

Un periodo previo de abstinencia, alimentaria y sexual.


Ofrenda y quemado de incienso.
Auto sacrificio y sacrificio de animales o seres humanos.
Danzas
Banquetes e ingestión de bebidas alcohólicas.

A continuación se describirán cada uno de estos


componentes de las ceremonias mayas.
Periodos de abstinencia alimentaria y sexual.

Con el fin de purificar su cuerpo y espíritu para


la ceremonia, los participantes observaban un
periodo de ayuno y abstinencia sexual; Diego de
Landa menciona que estos periodos eran
escrupulosamente observados, y que romper el
ayuno era considerado un gran pecado; en algunas
ocasiones, las restricciones alimentarias se reducían
únicamente a la prohibición en el consumo de carne
y el empleo de condimentos como sal y chile. Los
sacerdotes, al elegir el día propicio para la
celebración de la ceremonia, se encargaban también
de señalar la duración de este periodo de
abstinencia, así como los alimentos vedados.
Ofrenda y quemado de incienso.

Quemar incienso era una parte crucial de toda


ceremonia maya. El copal o Pom en maya, era
elaborado con la resina de los arboles de copal
(Protium copal), que eran cultivados en plantaciones
especiales; se le daba forma de pequeños panes o
esferas que se colocaban en tabletas que los
sacerdotes quemaban sobre braseros que
ostentaban la efigie de la deidad a la que era
ofrendada el incienso. La resina del copal también
era modelada en forma de corazones de animales y
humanos, que formaban parte de las ofrendas
durante las ceremonias.
Auto sacrificio y sacrificio de animales y seres humanos.

La ofrenda de sangre es quizás la parte culminante de toda


ceremonia maya; básicamente existían tres maneras de obtener este
elemento: por medio del auto sacrificio o del sacrificio de animales y seres
humanos.

En el ritual de auto sacrificio, el ofrendante se extraía sangre a


través de heridas rituales practicadas en varias partes del cuerpo; esta
sangre era derramada sobre tiras de papel que luego eran quemadas en
braseros, o rociada sobre el rostro de la estatua que representaba a la
deidad a quien era hecha la ofrenda.

Junto con la ofrenda de su propia sangre, la gente común también


ofrecía la sangre de los animales que obtenía por medio de la caza, pesca
y crianza, especialmente durante las ceremonias destinadas a pedir
abundancia de alimentos; de esta manera por ejemplo, los cazadores
ofrendaban la sangre que se sacaban al atravesarse la lengua y las orejas,
junto con la sangre y corazones de venados, felinos y reptiles, mientras que
los pescadores ofrendaban la sangre que habían obtenido al cortarse las
orejas, junto con los peces que habían atrapado para la ocasión.
El sacrificio humano era el más importante de los tres (es necesario
recordar que en el mito de la creación los dioses mezclaron su propia
sangre con la masa de maíz con la que formaron al hombre, y a través de
tales ofrendas, éste retribuye y proporciona sustento a los dioses), e
implicaba un largo proceso de preparación. Una vez que el sacerdote había
designado el día propicio para la celebración, la población reunía recursos
para comprar esclavos, o ofrecía a sus hijos, quienes eran tratados con
todas las atenciones hasta el día de la ceremonia. Los gobernantes y
nobles tenían por costumbre emprender guerras contra otros pueblos, a fin
de obtener prisioneros (preferentemente de sangre noble) para sacrificar.

El día de la ceremonia la victima era conducida al recinto del templo


donde se llevaban a cabo los sacrificios; ahí era tendido de espaldas sobre
una piedra acondicionada para tal propósito, e inmovilizado por los
ayudantes, que lo sujetaban de brazos y piernas, mientras que el Nacom,
le hundía un cuchillo de pedernal en el lado izquierdo del pecho entre las
costillas, introducía la mano en la herida y arrancaba el corazón, que
depositaba en un plato y entregaba al Chilam, o sacerdote, quien esparcía
la sangre del corazón sobre los rostros de las estatuas de las deidades a
quienes se dedicaba el sacrificio.
Danzas.

De acuerdo con Diego de Landa, la danza


era otra de sus practicas religiosas. Existían
muchas variedades, de acuerdo con la ceremonia,
aunque no conocían el aspecto social de la danza,
en el sentido que nosotros lo conocemos; cada
sexo tenia sus propias variedades de danza, y muy
raramente bailaban juntos. Como ritual religioso la
danza asociada a una ceremonia podía agrupar a
cientos de personas; la danza Holcan okot por
ejemplo, podía llegar a reunir hasta a 800
guerreros, todos danzando al compas del tambor,
sin que uno solo de ellos perdiese el ritmo.
Banquetes y bebidas alcohólicas.

El final de la mayoría de las ceremonias mayas estaba marcado


por la celebración de un banquete en el que no sólo se consumían los
alimentos presentados como ofrendas, sino otros preparados
especialmente para la ocasión; de esta manera por ejemplo, Diego de
Landa menciona que después de su ceremonia anual, los pescadores
se hacían a la mar, y que preparaban un banquete en la costa con el
producto de la pesca de ese día.

La ingestión de bebidas alcohólicas formaba una parte muy


importante de las celebraciones la final de las ceremonias. Los mayas,
como la mayoría de los pueblos mesoamericanos, elaboraban bebidas
fermentadas, empleando maíz y probablemente maguey;
especialmente popular era el Balché, elaborado con miel fermentada y
la corteza del árbol del Balché (Lonchocarpus longistylis), consumido en
grandes cantidades durante estas celebraciones. Diego de Landa
menciona que algunas festividades colectivas se extendían hasta por
tres meses, durante los cuales algunos asistentes llegaban a
permanecer ebrios durante todo este periodo.

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