Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
mitología azteca
Los aztecas creían que las fuerzas de la naturaleza obraban para el bien o para
el mal, así que ellos terminaron personificando a los elementos como dioses y
diosas. Practicaban el rito, ofrecimiento de regalos, oraciones, y realización de
actos simbólicos para inducir a los dioses a obrar en favor del hombre.
Los aztecas creían que el mundo había pasado por cinco edades o soles según
la versión oficial de la Piedra Calendario de Tenochtitlán.
-1ª edad: Cuatro Ocelotl, tenía a Tezcatlipoca como dios reinante, quien al final
se convirtió en sol mientras los jaguares devoraban a los hombres y gigantes
que en aquel entonces poblaban la tierra.
-3ª edad: Cuatro Lluvia, Tlaloc, el dios de la lluvia, dio luz a esta edad, que
terminó con una lluvia de fuego.
-4ª edad: Cuatro Agua, Chalchihuitlicue, una diosa del agua, presidió el cuarto
sol en el que tuvo lugar una inundación que convirtió a los hombres en peces.
-5ª edad: Cuatro Terremoto, nuestra era presente bajo el dominio del dios sol:
Tonatiuh, será destruída a su tiempo por terremotos.
los dioses
Tonatiuh, el dios sol, señor celeste, el culto solar estaba más asociado con la
expresión activa de la religión azteca que los anteriores.
Había varios dioses que intervenían en los asuntos humanos y que eran
venerados sobre todos los otros. Generalmente uno de ese grupo era el
espíritu tutelar de una comunidad y se le atribuían poderes supremos. A este
dios se le honraba con el templo principal.
Huehuetéotl o Xiuhtecuhtli, Señor del Año, Dios del fuego, divinidad de los
tiempos antiguos.
Xilonen (Madre del Maíz Tierno), y Xochiquetzal (Pájaro Flor), eran los espíritus
personificados del nuevo crecimiento, de la juventud y de los juegos, y tenían
como contrapartida masculina a dioses como Cintéotl (Dios del Maíz), Xochipilli
(Príncipe Flor), y Macuilxóchitl.
Coatlicue era la madre de los dioses, aunque también era venerada como la
madre de Huitzilopochtli. Coatlicue era representada como una madre que
llevaba un niño en sus brazos. Tomantzin que puede haber sido un aspecto de
esta diosa o de Cihuacóatl (La Mujer Serpiente), tenía un templo en el Tepeyac,
actualmente el asiento de la capilla de la Virgen de Guadalupe [Nota de
Disorder: hay que joderse otra vez].
el ritual
se celebraba con gran pompa cada año. Durante dicho período nefasto al final
del año, el pueblo dejaba apagar sus fuegos y destruía sus enseres
domésticos. Mientras esperaba la catástrofe ayunaba y se lamentaba. Las
mujeres preñadas eran encerradas en graneros por temor de que se
convirtieran en animales salvajes, y a los niños se les hacía caminar y se les
conservaba despiertos por temor a que el dormir en esa noche fatal los
convirtiera en ratas. A la puesta de sol los sacerdotes ascendían al Cerro de la
Estrella, con vestiduras solemnes de todo el panteón azteca. Dicho cerro es un
cráter volcánico estinguido que se eleva bruscamente del nivel del valle y es
visible desde casi todas partes. En la cima del templo, los sacerdotes
escudriñaban ansiosamente el cielo a medida que pasaba la noche, esperando
la hora en que determinada estrella o estrellas, Aldebarán o las Pléyades,
llegaran al centro del cielo para dar la señal de que el mundo continuaría. En el
preciso momento en que estas estrellas pasaban el meridiano, los sacerdotes
tomaban unos aperos de madera y encendían un fuego nuevo en el pecho
abierto de una víctima que se había sacrificado a este fin. Todo el pueblo era
feliz, unos veloces portadores de antorchas llevaban el fuego y se encendían
de nuevo todos los fuegos en los altares de los templos y las aldeas. El pueblo
hacía nuevos utensilios domésticos y se celebraban festines con comidas
especiales. Los sacrificios tanto con derramamiento de sangre propia como de
prisioneros, expresaban la gratitud del pueblo.
La práctica del sacrificio humano como acción de gracias se explica así: la idea
de sacrificar preciosas posesiones para conservar la vida humana debió
conducir a la ofrenda más valiosa de todas: la vida humana. Para que el
hombre sobreviviera, los dioses que permitían su existencia debían también
vivir y fortalecerse. Estos dioses sin embargo, recibían su mejor alimentación
de la más preciosa de las ofrendas: los corazones de los hombres. Esto
conducía a un círculo vicioso que provocaba el sacrificio en escala creciente.
Los dioses demostraban a los aztecas su valor y su fuerza, permitiéndoles
prosperar; pero los aztecas por su parte tenían que sacrificar corazones a los
dioses para conservar su buena voluntad. Una gran parte de la prosperidad
tribul provenía de los éxitos militares, así es que los sacrificios más gratos eran
los corazones de los adversarios, ya que era necesaria la victoria militar para
hacer prisioneros. Por otra parte, un éxito militar solo podía lograrse
conseguiendo el favor divino, de esta manera el sacrificio conducía a la guerra
y la guerra nuevamente al sacrificio, en una progresión creciente.