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UN FLAGELO QUE PARECE NO TENER TECHO EN LA CIUDAD

La Plata “ya es un grafiti” y no se hace nada para revertir la


degradación urbana
Las firmas y “marcas” son una vandálica forma de expresión que condenan desde
frentistas hasta académicos

Por CARLOS ALTAVISTA

HASTA EN LOS LUGARES “IMPOSIBLES” GRAFITEROS DEJAN SUS MARCAS - GONZALO MAINOLDI

Erradicarlos es (casi) imposible. Pero reencauzarlos y llevarlos a la mínima expresión es


factible. Aunque habría que decir, para ser justos, que si en La Plata se lograra reducirlos
“bastante” se notaría y mucho. Porque lo cierto es que “la Ciudad ya es un grafiti, no hay un
rinconcito que se salve y nadie hace nada”, expresó un comerciante de calle 8. Y con él
coinciden desde otros vecinos hasta especialistas de la facultad de Bellas Artes.
El deterioro del espacio urbano es extremo. Ya se pinta sobre lo pintado. En muchos casos se
utilizan materiales que corroen las paredes o “impiden la limpieza”, indicó la profesora titular
de la cátedra de Muralismo y Arte Público y vicedecana de Bellas Artes, Cristina Terzaghi,
referente en la materia a nivel nacional e internacional.
“Cuando se habla de grafitis es preciso diferenciar al grafiti artístico de los tags (firmas) o
marcas que sólo ensucian, que persiguen un objetivo que está lejos del arte y que hoy en La
Plata ha copado todo, es terrible”, subrayó.
En tren de marcar límites, Terzaghi puso como ejemplo a Luxor. “Artistas urbanos como él
tienen mucho para aportar a este debate que nos debemos entre todos para hallar una
solución”, apuntó. La muralista también hizo hincapié en la diferencia entre el centro y los
barrios. Sucede que por ser una expresión urbana en esencia, el grafiti “prefiere” las zonas
más céntricas, de esta y de cualquier ciudad.
En rigor, en la periferia han crecido experiencias que valdría la pena “importar” al casco,
como murales comunitarios, barriales y escolares.
La vicedecana advirtió que “el espacio público está invadido. A mí me desespera cuando veo
las esculturas arruinadas”, pero enseguida enfatizó: “La salida punitiva no sirve. Este no es
un problema artístico, sino social. Habría que preguntarse qué lleva a tantos jóvenes a
perjudicar lo que a otros les cuesta tanto sacrificio. Y buscar una solución. La pregunta que
deberíamos hacernos los mayores y las autoridades es ¿qué hacemos entre todos?”.
“Se podrían construir siete escuelas con el dinero que cuesta limpiar grafitis”. ¿Quién lo dijo?
La ex concejala y ex alcaldesa de Madrid, Ana Botella, quien, como en tantas ciudades del
mundo, optó por multas impagables y amenazas de prisión para terminar con el problema.
No lo logró.
“El que arruina una pared lo hace como acto de rebeldía, de manera que si lo persiguen y
escapa gana prestigio dentro del grupo. Y luego subirá la apuesta”, apuntó Cristina Terzaghi.
Volviendo a Madrid, mejor suerte tuvieron en el céntrico y emblemático barrio de Malasaña.
Allí organizaron “talleres de grafiti”.
“Hay que diferenciar al grafiti artístico de los tags o marcas que sólo ensucian y persiguen
un objetivo que está muy lejos del arte”
Con el nombre ¡Pinta Malasaña!, artistas y grafiteros decoraron cierres comerciales, puertas
y escaparates con el apoyo y la colaboración de la junta municipal, la asociación de vecinos y
las asociaciones de comerciantes.
Una experiencia similar se llevó a cabo en la ciudad de Bonn, Alemania, donde
implementaron “los grafitis por encargo”, que terminaron cumpliendo una “función
preventiva”.
diario El Día,2017

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