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1 de Juan: 3

En este capítulo, Juan nos hace ver que la grandeza de amor de


Dios se ve al ser llamados Hijos de Dios, y que al parecernos a
nuestro creador (como debería ser) el mundo no nos conoce, nos
rechaza, como rechazo a Jesús, como lo menosprecio, asimismo
hacen con nosotros lo seguidores, nuestra situación actual es clara,
SOMOS HIJOS DE DIOS, aunque aún no sabemos nuestro futuro,
Juan nos dice que cuando venga Jesucristo, seremos como el,
nuestro carácter y naturaleza se perfeccionaran a la imagen de
perfección de Jesús y la mayor gloria del Cielo es que veremos a
Dios, frente a frente, al estar sin mancha, realmente esta promesa
debe alegrar tanto nuestro corazón, de tal manera que ansiemos
siempre estar limpios para ver a nuestro Señor, y esperar su venida
con lámparas encendidas. Además, Juan nos dice que un hijo de Dios
no practica el pecado, al contrario, lo rechaza, podemos
equivocarnos, pero nuestra nueva naturaleza no nos deja, no
podemos vivir una vida pecaminosa, volvemos a nuestro Padre, el
pecado ya no satisface nuestro ser, sino aflige, porque ahora somos
de Dios, parte de la luz, no de las tinieblas.

Una de las cosas más importantes para reflejar que Dios vive en
nosotros, es el amor que debemos de tener por nuestros hermanos,
es un mandamiento claro que Jesús nos dejó, como demostramos
que estamos con Dios, si no tenemos amor por el prójimo, Dios nos
promete darnos todo, pero que permanezcamos en sus
mandamientos, con un corazón genuino, dispuesto, andando sin
pecado y demostrando con amor hacia los demás, que somos de él.

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