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MENTIRA, CHILE NO INVADIÓ el 14 de febrero.


Lo hizo desde el 31 de octubre de 1842, con la aplicación de la Ley "Rengifo". El 14 se
iniciaron las operaciones TERRESTRES de invasión al Norte, el 7 de enero y 7 de febrero
ya se habían iniciado las operaciones NAVALES de invasión. El "Cochrane" y el "Blanco
Encalada" ya se encontraban en nuestras aguas.
El Gobierno debe disponer la redacción de la "verdadera" historia del problema marítimo y
dejar de lado la historia impuesta por Chile.
Hasta el 14 de febrero de 1879, Chile ya tenía 36 años, 3 meses y 14 días en nuestro
territorio... ya nos había agredido más de 40 veces, ya se firmaron tres tratados de límites
que nunca se respetaron.
Fuente: 250 agresiones de Chile a Bolivia por la cuestión marítima, Gral. Luis Fernando
Alcázar Chávez

El 14 de febrero de 1879, Chile invade militarmente el puerto boliviano de Antofagasta


desconociendo el mecanismo de arbitraje previamente acordado, y sin previa declaratoria de
guerra. Bolivia fue arrastrada a una conflagración que no buscó ni deseó, razón por la cual
tuvo que defender su soberanía.
LA INVASIÓN
Impusieron la fuerza con bayonetas y cañones. Desalojaron a los habitantes del litoral,
ultrajaron la tricolor nacional y asesinaron a los que defendieron la soberanía, la mañana del
14 de febrero de 1879, hace 142 años.
Siete cañones del blanco escalada anunciaron la entrada del blindado cochrane, en el que
venía el comandante general de las fuerzas armadas de chile, quien en el acto y sin previa
declaratoria de guerra intimó al prefecto para que entregue la plaza. No de otra manera el
‘picoteado’ y el ‘chinchero’ han tomado lo ajeno.
El patriotismo y la indignación rebrotaron en el espíritu boliviano y aún resuena.
¡Viva Bolivia!, ¡Muera Chile! ¡viva la patria de murillo!, ¡viva el gobierno nacional!,
¡bolivianos alerta! ¡la patria está en peligro!, citaron las proclamas denunciando el asalto del
14 de febrero de 1879.

En febrero de 1879 el capitalismo anglo-chileno ya nada tenía que esperar; con notable
habilidad había logrado soldar sus intereses en todo el litoral boliviano logrando penetrar
pacíficamente en la explotación del salitre y el guano, al asociarse socaire de los gobiernos
de turno.
El 14 de febrero de 1879 el ejército chileno con todo su poderío ocupó Antofagasta sin
cumplir el requisito de la declaratoria de guerra. Todo fue perfectamente coordinado, pues
el mismo día de la ocupación, en La Paz el delegado chileno seguía discutiendo los
reclamos planteados a raíz de la situación creada con el impuesto de los 10 centavos.
El mismo día de la ocupación fue distribuido en todo el secreto necesario, entre los oficiales
del ejército chileno, un pequeño libro elaborado en la Oficina Hidrográfica de Chile. Se
trataba de un minucioso estudio tipográfico, climatérico e hidrográfico de toda la región. Se
acompañaba al pequeño vademécum de la ocupación, un mapa que hoy mismo asombra por
los detalles y la meticulosidad con la que fue elaborado. Naturalmente, era el último mapa
dónde aparecía la soberanía boliviana en esos territorios. El libro llevaba por título
“Jeografía Náutica de Bolivia” y estaba firmada por el capitán de fragata Ramón Vidal
Gormaz.
Fuente: Historia Secreta de la guerra del pacifico de Edgar Oblitas.

ESTO ES BOLIVIA, YO SOY BOLIVIANO Y AQUÍ ME QUEDO

No es fácil comprender cómo los bolivianos de la segunda mitad del siglo XIX
entendieron en su tiempo los conceptos de nacionalidad y patriotismo (no patrioterismo
ni chauvinismo) como ciudadanos de un país que tenía muchas limitantes, con apenas
54 años de existencia, sin vinculación caminera ni ferrocarriles, sin telégrafos, con un
desconocimiento casi total del resto de los territorios bolivianos, con constantes luchas
políticas, con una población cuyo analfabetismo llegaba al 78% del total y donde los
indios ni siquiera eran considerados bolivianos. Un país que 38 años antes estuvo a
punto de ser desmembrado por el Perú; que apenas construía su sentido de nación
boliviana y que se reconocería como tal muchas décadas después, en pleno siglo XX.

No es fácil de comprender cómo en este adverso contexto geográfico, sociocultural y


económico, la generación boliviana de la Guerra del Pacífico estuvo a la altura moral y
espiritual de este tremendo desafío histórico. Y claro, existieron también los
“bolivianos” antibolivianos, los que nunca se identificaron como tales y que buscaron
simplemente favorecer sus intereses… hacer el vil negocio, la minoría.

Pero hoy (para alegría mía) escribo sobre un boliviano a carta cabal, un ciudadano
común y corriente que estuvo a la altura del desafío patriótico… y que por supuesto
dudó como todo hombre, pero cuya decisión al final lo colocaría como el ícono
boliviano por excelencia de la Guerra del Pacífico y la reivindicación marítima: el
ciudadano Eduardo Abaroa Hidalgo. Y claro que tuvo detractores… y hasta hoy, para
vergüenza nuestra como sociedad… y no faltaron aquellos que hicieron referencia al
héroe como “que solo era un terrateniente rico que únicamente defendía sus tierras”. Y
claro que defendía sus tierras; obvio, pero también defendía su genuina noción
decimonónica de “patria boliviana” o “nación boliviana” o como se quiera. Del grupo
numeroso de terratenientes y empresarios bolivianos asentados en Antofagasta,
Mejillones, Tocopilla, Cobija y Calama, la mayor parte no participaría en la célebre
defensa del pueblo de Calama, se harían a un lado y con el tiempo se volverían chilenos.
¿Abaroa? … no.

Eduardo Abaroa Hidalgo, a la edad de 41 años, ha pasado a la inmortalidad por su


coraje, valentía, su negativa a rendirse en el Puente del Topáter y sobre todo por su
famoso carajazo dirigido a los militares chilenos: “¿rendirme yo?, ¡que se rinda su
abuela, carajo!”. Sin duda alguna, esta respuesta en el fragor de la batalla representa el
ímpetu, el coraje y la rabia contenida por la felonía del gobierno chileno que ordenó la
usurpación a los territorios bolivianos y peruanos… y es excelsa. Pero, yo me quedo
con la otra frase dicha por el mismo Abaroa días antes de su muerte, la poco conocida,
la que los profesores de los colegios no la cuentan; la que el héroe boliviano dijo con la
claridad de mente y tranquilidad de espíritu: “esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me
quedo”.

“Esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me quedo” es una frase contextualmente abierta y
atemporal, se aplica a cualquier realidad o época en Bolivia. ¿Acaso Abaroa entendería
perfectamente que el lugar de su nacimiento debería ser también el de su muerte?; todo
indica que así fue.

La carta encontrada en el museo del ferrocarril Antofagasta-Arica en 1987, que fue


escrita por el propio Abaroa y dirigida a Ladislao Cabrera (el jefe y organizador de la
defensa de Calama) fechada el 18 de marzo de 1879 (cinco días antes de la defensa),
muestra que don Eduardo no participaría en la defensa, pero que en su calidad de
hombre respetable y económicamente acomodado contribuiría para la dotación y
equipamiento de los rifleros civiles bolivianos que defenderían el pueblo. ¿Qué pudo
pasar para que Abaroa cambie su decisión y participe en la defensa de Calama? Serían
cinco días cruciales donde el héroe del Topáter tomaría varias determinaciones:
1. No abandonar Calama como muchos otros bolivianos de su misma condición social y
económica lo hicieron.

2. Casarse (mediante poder conferido a un amigo) con su mujer, la señora Irene Rivero,
con la que ya vivía varios años atrás y tenía hijos.

3. Una vez casado, arreglar y ultimar los detalles de su testamento y dejar muy claro el
asunto de sus herederos y última voluntad.

4. Hacer entrega total de su hacienda a la causa patriótica para la campaña, para que
pudiesen disponer como mejor crean los jefes de la defensa.

5. Finalmente, imprimir en su imprenta miles de panfletos con contenido patriótico y


llamado a las armas. No olvidemos que Abaroa también poseía concesiones mineras y
era propietario de un pequeño periódico llamado El Eco de Caracoles, donde se
anunciaba la venta de materiales y herramientas para la minería y actividades
comerciales del sector; también la vida social era reflejada en este periódico de tiraje
mínimo.

6. Por decisión del jefe de la defensa don Ladislao Cabrera, Abaroa se convertiría en el
líder de la columna de 15 patriotas armados con rifles y revólveres, y además se le
confiaría la defensa del reducto más complejo y donde existiría fuego nutrido: el puente
Topáter. También conformarían una Junta Patriótica de emergencia por voto ciudadano;
esta junta estaría compuesta por Ladislao Cabrera, Eduardo Abaroa, Fidel Carrazana y
Andrés Lizardo Taborga.

Calama, marzo 18 de 1879

Señor Don Ladislao Cabrera Calama

Apreciado amigo:

Mi hermano Ignacio i mi familia queremos contribuirle con los siguientes alimentos


para la tropa i las bestias caballares i mulares.

1 quintal de azúcar

1 quintal de arroz

20 libras de fideos

30 libras de charque

1 quintal de papas

10 libras de sal

2 barriles de pan desharinado


1 quintal de cebollas

5 kilos de café negro

10 amarros de tabaco

23 amarros de papel de hilo

10 cargas barriles de agua para tomar

20 arrobas de pasto y cebada para los caballares

9 turriles de pólvora

1(ilegible) con un revolver

10 libras de (ilegible)

Ruégole me avise usted para ayudarle en cualquiera menester para organizar la defensa
del pueblo antes de mi partida sin titubeos para que mande usted a su amigo
atentamente su seguro servidor

Eduardo Avaroa

(Copia fiel del original)

Es importante notar que sobre el mismo hecho armado del día domingo 23 de marzo en
Calama no existen grandes relatos documentados en la historiografía boliviana, pues el
resto de los defensores sobrevivientes que participaron en la acción tuvieron que
retirarse de los puntos que defendían. Ladislao Cabrera se dio cuenta de que todo estaba
perdido, ordenando así la inmediata retirada de los sobrevivientes que en un inicio
sumaban aproximadamente 135 hombres. Por esta razón los detalles y relatos de la
muerte de Abaroa y la columna encomendada a él fue registrada por corresponsales
chilenos, pues ellos vieron el final de la resistencia boliviana. Al respecto… la carta
fechada el día 26 de marzo de 1879 escrita por el corresponsal chileno Félix Navarra se
refiere a este episodio de la siguiente manera:

Calama, 26 de marzo de 1879

"En el vado del Topater se habían realizado por ambas partes prodigios de valor. Avaroa
el animoso jefe boliviano encargado de la defensa de ese punto, viose acribillado de
heridas...” “cual el noble gallo inglés que muere en la arena de la rueda sin dar un grito
ni rendirse... el desprecio a la vida que se le ofrecía en cambio de su vasallaje y murió
como mueren los bravos invocando a la patria... …Siete de ellos cayeron exánimes entre
zanjas y los chilcales… … a pesar de nuestra victoria… nuestros ánimos están mal
impresionados. La sangre de nuestros hermanos pesa sobre nuestros pechos y ahoga el
júbilo y la alegría. La heroica resistencia de nuestros enemigos infúndenos cierta
desazón, pues prevemos la gran cantidad de sangre que será necesario verter antes de
obtener el triunfo definitivo… … La dirección del ataque poco nos satisface y pensamos
con cierta tristeza en los prodigios de valor que necesitarán desplegar nuestros soldados
cuando llegue el día de sostener una gran batalla… si contra un poco más de un centenar
de hombres tuvimos que batirnos varias horas, que pasará cuando nos enfrenemos al
ejército regular?...

Félix Navarra, corresponsal"

Años más tarde, durante el juicio instaurado en la ciudad de Sucre a los supuestos
responsables de la mala conducción de la guerra, aparecería este importante testimonio
escrito por el propio Ladislao Cabrera:

“los días pasaban sin que el Prefecto del departamento ni el Comandante General se
hubieran situado el primero en Cobija y el segundo en Tocopilla, remitiendo a Calama
ningún recurso de guerra. Lejos de eso en Cobija se detuvieron 9 quintales de pólvora
fina que remitían a Calama los patriotas Manuel Morris y el coronel Juan Balsa. De los
10 quintales remitidos solo se recibió en Calama uno. Los 9 restantes se detuvieron con
la frace: ¿para que el Dr. Cabrera necesita tanta pólvora?... con un quintal le sobra.
Nueve quintales de pólvora fina habrían servido para la defensa de los tres puentes
sobre el río Loa, donde tuvo lugar el combate” … “En la mañana del 23, destinado a la
defensa del puente Topater con el coronel Lara, mientras se atendía al otro puente,
Carvajal, Avaroa con 12 rifleros que se le dieron, entre estos Marquina, atravesó el río
sobre unas vigas de madera y se batía en el campo enemigo, defendido por los
escombros de un rancho. Se le hizo contramarchar de tan temerario arrojo y se le intimó
perentoriamente, que su puesto era la defensa del puente. Ahí murió, después de haber
consumado los 300 tubos que su rifle tenía de dotación. Avaroa era un gran tirador de
rifle que hasta cazaba picaflores… mientras tanto ¿Qué hacía el Gobierno mientras se
preparaba con tan escasos elementos la defensa de Calama? Ocultó la noticia de la
ocupación de Antofagasta por más de ocho días por razones fútiles y rehusó conceder
permiso a los coroneles Julián María López y Ramón González, generales ahora, que
solicitaron reiteradas veces para ir al auxilio de Calama. El General Daza no permitió
que los cuerpos de ejército mandados respectivamente por López y González,
regimiento Húsares y batallón Illimani se pusieran en marcha sobre Calama. Decía:
Cabrera es un ambicioso que solo se propone hacer bulla.”

Ladislao Cabrera, La Paz, 1896.

(Copiado del “expediente concerniente al juicio instaurado al expresidente Hilarión


Daza por traición a la patria”, Daza sería sobreseído.)

Este esclarecedor relato del organizador de la defensa de Calama nos debe motivar a
pensar y reflexionar sobre la improvisación e irresponsabilidad del gobierno de entonces
y el país en su conjunto. Daza no quiso mandar tropas a Calama porque no quiso
quedarse sin ejército en La Paz temiendo un posible golpe de Estado. En lo personal,
hasta el día de hoy no entiendo cómo los creadores de las “leyendas negras” contra
Daza han tratado de usar más el asunto del famoso episodio de la “retirada de
Camarones”, donde hubo una corresponsabilidad de Daza e Ignacio Prado (presidente
del Perú y comandante supremo del ejército aliado) y no así un hecho mucho peor y más
condenable como “el abandono y negativas de auxilio a los patriotas de Calama”, esta
es sin duda (en mi criterio) la mayor mancha de Daza y su gabinete… abandonarlos y
luego declararlos héroes; como también lo haría Salamanca con los defensores de
Boquerón, 53 años más tarde… y así, así.
Al respecto, el Cnl. Julio Díaz Arguedas (importante historiador militar boliviano de la
primera mitad del siglo XX) se refiere en su clásico análisis militar que los defensores
de Calama hicieron más de lo que tenían que hacer, soportando un fuerte combate por
más de tres horas, sin tener experiencia militar ni de conjunto. Sobre el ejército chileno
también menciona que fue una diferencia numérica lo que les dio la victoria, pues en lo
militar cometieron muchas fallas como las cargas de caballería durante el ataque inicial
en los pasos del río, cuando se suponía que la caballería debió operar al cortar los
caminos a Chiu Chiu y Cobija… el no hacerlo permitió que muchos bolivianos escapen
dirigidos por Ladislao Cabrera. Estos sobrevivientes se enrolarían en las Guardias
Nacionales y los destacamentos de Voluntarios que participarían en las batallas futuras.
Debió ser la artillería chilena la que inicie el ataque y así eliminar o captura a los 135
bolivianos; concluye su análisis militar Díaz Arguedas.

Sobre la frase: “esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me quedo”, la misma ha sido
registrada en la obra de don Roberto Querejazu, aunque no había exactitud en las
fuentes; sin embargo, en 1999 se encontraron en la ciudad de San Francisco en los
Estados Unidos y por casualidad los testimonios del diario de Fidel Carrazana, del cual
también habla otro excombatiente de Calama, don Andrés Lizardo Taborga, en su diario
de campaña.
En su breve relato, Carrazana muestra la decisión de Abaroa de no abandonar Calama
cuando ya tenía su equipaje y pertenencias listas en varias carretas para salir rumbo a
Potosí, donde su familia lo esperaba; pero cuando las noticias y testimonios llegaron a
su periódico relatando los atropellos del ejército chileno mientras tomaban
paulatinamente pueblos y villas bolivianas, Abaroa cambiaría de planes y se quedaría,
saliendo de Caracoles a Calama para ponerse a órdenes de Cabrera. La frase fue
escuchada por Fidel Carrazana y tres de sus empleados, los cuales también participarían
en la defensa. El más joven de ellos, Justo Oropeza, también moriría en domingo 23 de
marzo. Esta hermosa frase sería enterrada en el olvido y no sería recordada hasta hace
poco como el famoso “carajazo” dicho sobre el Puente del Topáter.

Pablo Michel, publicado en La Razón en 2018

Retratos a lápiz de Eduardo Abaroa y su pareja Irene Rivero, madre de los cinco hijos
de Abaroa. Ambos se casaron días antes de la Defensa de Calama del 23 de marzo de
1879 con un poder notariado.

27 de noviembre de 1879 Gloriosa batalla de Tarapacá

Por Tomás Silva. / Publicado en el periódico El Diario (Revista Nuevos Horizontes) el 27


de Noviembre de 2012.
El 19 de noviembre de 1879 se libra la batalla de Dolores o San Francisco, batalla
desastrosa para el ejército boliviano, donde casi pierde el total de sus hombres. El ejército
peruano derrotado, sin combatir se retira a descansar en Coruña, para reponerse más tarde,
en Tarapacá es perseguido por el grueso del ejército chileno.
27 de noviembre de 1879 día en que se libra la batalla de Tarapacá. Este hecho histórico se
desarrolla en una aldea perdida en el desierto, cuando los soldados del Perú y Bolivia se
encontraban en descanso.
Los chilenos llegaron hasta las proximidades del campamento, sin ser descubiertos por los
aliados. Se hallaban en descanso sin ningún vigía o centinela, estaban totalmente
desapercibidos, donde los chilenos los sorprendieron, pese a ello, los araucanos sufrieron
una gran derrota. Los chilenos no admiten tal derrota, hablan de superioridad numérica;
totalmente falso.
El ejército aliado en ese entonces estaba totalmente debilitado por haber confrontado siete
días antes, una batalla, la de San Francisco y se encontraba en plena retirada, cargando
heridos y civiles.
Por otra parte, en todas las batallas la superioridad numérica y bélica chilena ha sido
siempre el doble y aún el triple, con armamento moderno, cañones y caballería fresca.
En la batalla de Tarapacá se confrontaron 3.000 soldados aliados contra 3.900 chilenos, era
un ejército de avanzada, el grueso del invasor estaba a pocos kilómetros, totalmente
armados y tropa fresca.
El ataque chileno comenzó a las 9:30 a.m. el factor sorpresa hizo encerrarlos en un anillo de
hierro y estrangularlos impunemente, a las claras el ejército aliado tenía que ser destrozado
totalmente.
Comienza con la descarga de sus baterías, cuando los aliados se dan cuenta, era preciso
vender caro la vida o dejarse matar porque se encontraban en una encerrona sin salvación
alguna.
El batallón Zepita y los Colorados de Bolivia, se ponen en acción poseídos de un arrojo
incontenible, repiten la hazaña de San Francisco en la toma de las alturas del mismo, para
salvar una posible matanza de los aliados ascienden el cerro usando la culata de sus rifles a
guisa de bastón de apoyo, trepan la pendiente a pecho descubierto bajo una lluvia de balas y
metralla del araucano.
El Zepita y los Colorados se recuperan del ataque sorpresivo y el enemigo comienza a
ceder, a pura bayoneta se apoderan de un cañón Krupp.
El enemigo se bate en retirada, el teniente Urieta montado sobre un cañón da gritos de:
¡Viva el Perú! Es ese momento de gloria cuando se declara la derrota del invasor.
El coronel Cáceres los persigue por la pampa, al no tener posibilidades de alcanzarlos, por
carecer de caballería retorna y el general Buendía lo felicita por esta iniciativa.
Después de una hora el ejército chileno retorna con más refuerzos, se pone en línea y los
fusileros en una mortal descarga abaten a muchos soldados aliados, la reacción es violenta y
el enemigo es frenado por el batallón Iquique, sin embargo el enemigo sigue recibiendo más
refuerzos.
El combate es cruento y los chilenos huyen por la pampa dejando 2 cañones Krupp que son
utilizados contra ellos. Los peruanos también se apoderan de un estandarte, después de más
de 3 horas de duro combate la victoria favorece a los ejércitos aliados.
Esa misma noche emprenden un largo y penoso retorno a Arica, donde son recibidos con
muestras de alegría después de 21 días de marcha forzada. Cabe hacer notar que los heridos
chilenos han sido trasladados con las consideraciones del caso y no pasados a degüello
como los chilenos han hecho con los heridos y mujeres del ejército aliado.
La victoria de Tarapacá, aun cuando memorable por la valentía desplegada por el ejército
aliado, no impidió el avance del ejército chileno. Con la batalla de Tarapacá y el repliegue
del ejército peruano hacia Arica, quedaba finalizada la campaña de Tarapacá. La
consecuencia política fue la salida de Ignacio Prado, presidente del Perú hacia Europa y el
paso del poder al dictador Nicolás Piérola, así como la caída del gobierno de Hilarión Daza
en Bolivia. En enero de 1880 asume la presidencia el general Narciso Campero, quien en
Tacna asume teóricamente la dirección del ejército aliado.
Extracto de libro de Eduardo Congrains Martín: “Batalla de Tarapacá”.
El 27 de noviembre de 1879, el ejército aliado perú-boliviano logró su primera victoria
terrestre en la Guerra del Pacífico.
Tras diez meses del inicio de la Guerra del Pacífico, las fuerzas aliadas perú-bolivianas
habían sido derrotadas en San Francisco. Luego de la retirada, arribaron a Tarapacá tres días
después, donde se reorganizó el ejército.
Las fuerzas chilenas, en persecución de los enemigos, lograron ubicarlos. Inmediatamente
se organizaron tres destacamentos chilenos dirigidos por el Tte. Cnel. Santa Cruz, Tte. Cnel.
Ramírez y Cnel. Arteaga respectivamente. El 26 de noviembre, Arteaga estando al mando
de una de las divisiones, había avanzado unos 20 km próximos a Tarapacá, para así tener
ventaja sobre el enemigo. En la batalla de Tarapacá se confrontaron 3.000 soldados aliados
contra 3.900 chilenos. Al día siguiente, los tres destacamentos chilenos, rodearon y atacaron
a los aliados que estaban totalmente desprevenidos. Los aliados dirigidos por el líder
Andrés Avelino Cáceres, habían logrado apoderarse de la artillería e infantería chilena que
iba retrocediendo hasta que, sin más posibilidades, terminaron abandonando el campo de
batalla.
La victoria de Tarapacá, memorable por la valentía desplegada por el ejército aliado, no
impidió el avance del ejército chileno. La consecuencia política fue la caída del gobierno de
Hilarión Daza. La consecuencia estratégica: la guerra se mantiene por dos años más, hasta
que los bandos firman el Tratado de Ancón. Perú cede el Departamento de Tarapacá y Chile
retiene temporalmente Arica y Tacna, la última devuelta a Perú en 1929.

DOS ANÉCDOTAS DEL GENERAL RAMÓN GONZÁLEZ, EL “PACHACHA”


Un día se lo encontró al general González, héroe de la batalla de San Francisco en la guerra
de 1879, leyendo un periódico cabeza abajo. alguien se atrevió a hacerle notar:
-Mi general -le dijo- está usted leyendo el periódico al revés.
El general miró al entrometido y secamente le respondió:
Sepa usted, señor mío, que el que sabe leer, lee de cualquier forma.
LA RAYA
Gran alboroto en los círculos gubernamentales porque un regimiento boliviano había
atravesado la frontera del país vecino. Reclamaciones diplomáticas y el barullo de
costumbre.
El jefe de estado ordena traer a quien cometió tal violación, y el energúmeno recrimina al
general González:
-Pero mi coronel, ¿cómo usted ha podido pasar la raya? -refiriéndose a la frontera.
Y ya el general González, muy arrepentido se disculpa:
-Mi general no era mi intención pasar la raya, pero la verdad es que era de noche y por la
oscuridad no se podía ver la raya.
¿QUIÉN ERA RAMON GONZALES?
Ramón González nació en la ciudad de Sucre, Chuquisaca, el 31 de agosto de 1831. En
1946 inicia su carrera militar, escalo grado por grado hasta general de brigada, formando
parte del estado mayor de valientes entre los que ocupó un lugar sobresaliente, y ese
merecido sobrenombre de Pachacha ha pasado a la historia. El historiador chileno Benjamín
Vicuña Makena, en su libro: “Historia de la Campaña de Tacna y Arica”, al referirse a la
batalla del Campo de la Alianza, dice: "El batallón cochabambino que llevaba el nombre de
un benefactor público en la hambruna de 1804, comandábalo el bravo coronel Ramón
González, que no desdeñaba su nombre de Pachacha, porque esto quiere decir dos hombres
y tal éralo él”...
Resumamos lo que uno de sus biógrafos dice al respecto: “Cuando Chile nos declaró la
guerra en 1879, el entonces coronel González se hallaba, como Primer Comandante a la
cabeza del batallón “Illimani" 3°. de línea, cuerpo que se formó sobre la base del
"Omasuyos” que comandaba también antes, y constituido en su totalidad de los valientes
indígenas de la provincia de Omasuyos. Con el batallón “Illimani”, bien organizado y
disciplinado por aquél, marchó a la campaña del Pacífico.
Tocóle asistir a la batalla de Dolores o San Francisco, batalla que habría sido un brillante
triunfo de las armas aliadas, sin la cobardía y los desaciertos del general en jefe peruano
Juan Buendía. En esta acción de armas, el ejército chileno ocupaba las inexpugnables
posiciones del cerro llamado de San Francisco; habiéndose comprometido la pelea a las
3.10 de la tarde, González recibió la orden de atacar y tomar el cerro por su falda oriental,
cosa que el intrépido jefe ejecutó al pie de la letra; triunfo de los chilenos, ascendió
impávido en medio de la metralla y la fusilería más terrible, tomó cañones al enemigo, y,
creyendo aquel temerario soldado boliviano se enseñoreaba triunfante, el resto del ejército
aliado se desbandó por las órdenes contradictorias de los dirigentes peruanos, que
ordenaban la retirada! Vino, como era consiguiente, el desbarajuste, trocando en derrota una
victoria segura; pero Ramón González salvó el honor boliviano, y con plena justicia se le ha
llamado el "héroe de San Francisco.
Producida la inopinada dispersión de San Francisco, el coronel González reunió el resto de
su batallón y fue a incorporarse a Tacna al grueso del ejército aliado, donde fue destinado
como comandante del batallón “Viedma”, a cuya cabeza le cupo de nuevo la gloria de
batirse heroicamente en la batalla del “Campo de la Alianza". Allí repitió y demostró
nuevamente a los chilenos que su valentía era incontrastable.
Cuando en el fragor de la batalla cayó gravemente herido el heroico coronel Camacho, le
reemplazó en el comando de la división del ala izquierda; en consecuencia, con los
“Colorados" y su batallón, tuvo la gloria de salvar nuevamente la honra del Ejército de
Bolivia.
Fuentes:
Díaz A. Julio "Los Generales de Bolivia (Rasgos Biográficos)" La Paz, 1929
Paredes C. Antonio “Anécdotas Bolivianas” Ediciones Islas La Paz, 1975

LA POSICIÓN DE ANICETO ARCE FRENTE A LA GUERRA CON CHILE


Informa Vaca Guzmán que “se presentó como un patriota celoso del honor de la nación en
guerra a medida de los deseos del país. Rindió el debido homenaje a la causa de la alianza y
llegó hasta anticipar fondos para la prosecución de la guerra, a título de préstamo”. La
Compañía Huanchaca negociaba con la guerra. Después de la destitución de Daza ocupa la
Vicepresidencia de la República. Desde su elevado sitial Arce obró abiertamente
defendiendo sus ideas y su acción como aliado de los capitalistas ingleses. “Arce llegó a
manifestar en una comunicación particular que “la única tabla de salvación para Bolivia era
que se pusiese a la vanguardia de las conquistas chilenas” y llegó a sostener que el Perú era
“nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones sinceras al aliado que había pactado la
alianza “con el deliberado y único propósito de asegurar sobre Chile su preponderancia en
el Pacífico” . Arce no actuaba solo, representaba una tendencia en política internacional,
“fueron detenidos por análogos motivos el Presidente de la Municipalidad de La Paz, Julio
Méndez, y el periodista de a “La Patria” Luis Salinas Vega, de tan decidida actuación en
pro del arreglo con Chile”
A Arce se le acusó de haber evitado que la Quinta División tomara parte en las más
importantes acciones bélicas . “No tuvo reparo en llamar al servicio de las armas a los
procesados del atentado del 12 de marzo (1880) que impidieron la marcha de la Quinta
División a la ciudad de Tacna”. Estando provisoriamente en la Presidencia de la República
se preocupó de preparar el desplazamiento del General Campero, es lo que se deduce de la
información de los escritores de la época:
“Dos objetos se propuso Arce al obrar de esta manera: adquirir simpatías en la clase militar
para futuras emergencias y controlar al general Campero con un elemento adverso
incorporado en el ejército que debía obedecer sus órdenes, para desorganizarlo, o cuando
menos, para desprestigiar a su Gobierno y reemplazarlo en el momento oportuno” 8, Arce le
habría dicho a Campero, “si yo tuviera todo el poder en mis manos comenzaría por
destítuirlo a usted como Comandante de las fuerzas militares” 9. Se le acusó de que
posteriormente, aprovechándose de su calidad de Delegado del Gobierno en el Sud, se
comprometió en manejos contrarios a los planes bélicos del Ejecutivo. “En el ejercicio del
cargo demostró o una intención decidida de aniquilar los elementos bélicos de esos
departamentos o una incompetencia palmaria. Es así como, abusando de su carácter de tal,
disolvió un batallón que se hallaba en Oruro y enganchó los soldados como jornaleros para
Huanchaca, en momentos en que el Gobierno trataba de reorganizar el ejército” 10.
Fueron lanzados semejantes cargos, muchos de ellos seguramente producto del sentimiento
“chovinista” herido por los desastres bélicos, para justificar el destierro del Vice presídente
Arce y de otros que compartían su ideas pacifistas. El acusado, a su turno, levantó
públicamente muchas de las acusaciones, sus escritos se caracterizan por su desmedida
soberbia y por la certeza de que expresan el pensamiento del sector más importante,
económica y políticamente hablando, de la feudal-burguesía: las tendencias y aspiraciones
de uno de los partidos políticos de Bolivia” (se refiere Arce, indudablemente, al
Conservador o unitario) 11. Víctima de su ideario pacifista -expresa más tarde: “mis ideas
sobre la paz eran bien conocidas” 12-, hace su defensa tomando como centro aquellos actos
que él considera como ofrenda de sus sacrificios y de su bolsa a la patria: “no he escaseado
mi bolsa para dar pedidos que se hacían a nombre de las conveniencias del país” 13; “me he
sometido a angustias y sacrificios comunes, ofreciendo mi tributo, sin exagerarlo, ni
empequeñecerlo. Puedo decirlo, hoy que se me acusa y calumnia, los más valiosos recursos
ofrecidos al General Daza para la guerra, han sido míos. La Compañía Huanchaca ha dado
tres empréstitos. Uno de 60.000 fuertes, otro de 70.000 y el último de 30.000. ¿Puede
exigirse más, racionalmente? Escribí negándome a entregar 10.000 fuertes., porque a cuenta
de ellos se habían hecho suministros a la 5a. División. Si los hubiera entregado, ese exceso
habría sido considerado como un nuevo empréstito” 14. Hablando claramente, la ayuda
financiera lejos de ser una oferta de la bolsa de Arce a la patria era un negocio importante
para la Compañía Huanchaca: “Verdad es que la Compañía Huanchaca, sociedad anónima,
cobró intereses por los 100.000 pesos que adelantó al Gobierno, ¿pero hay sociedad alguna
en el mundo que adelante fondos sin interés? El redactor de “El Comercio” de La Paz,
actual ministro de Bolivia en esta República (Argentina), señor Quijarro, se encargó de
mostrar la legitimidad del negocio”. El negocio resulta extorsionador si se tiene en cuenta
que la empresa minera colocaba empréstitos y daba adelantos con el respaldo de los
impuestos que debía pagar al Estado por concepto de explotación de minerales. El Banco
Nacional de Bolivia; íntimamente vinculado a la Compañía Huanchaca y al capitalismo
inglés, se negó a conceder a Hilarión Daza en 1879 un empréstito de seiscientos mil
bolivianos para tender a los gastos militares 15. La burguesía ha pisoteado “las relaciones
feudales, patriarcales e idílicas... las ha quebantado sin piedad para no dejar subsistir otro
vínculo... que el frío interés, el duro pago al contado” 16.
René-Moreno, haciendo gala de su particular brío, creyó de su deber salir en defensa del
pro-chilenismo, del pacifismo de Arce y de él mismo. No se trata, ciertamente de
compromisos de amistad, sino de identidad de posiciones. “¿No se recuerda bien -dice- que
este señor (Campero) gritaba ¡guerra! ¡guerra! mientras estaba contemplando quieto los
esfuerzos bélicos de su aliado el Perú? “Se pronuncia abiertamente en contra de todo
entendimiento o pacto con el Perú y sostiene que la Argentina,, tanto gobierno como
pueblo, se inclinaban en favor de Bolivia, repudiando, al mismo tiempo, la extraña y
provocadora actitud de Campero.
Omiste, que estaba a cargo de la Secretaría de la Legación boliviana en Buenos Aires, inició
una apasionada campaña contra Arce, René-Moreno y Salinas Vega, a quiene
invariablemente se señalaba como a traidores de los intereses iiacionales:
“Difamar a Aniceto Arce y al que estas líneas escribe, fue tarea que de propio impulso
acometió el secretario de la Legación, señalándoles por lo bajo y por la prensa como
insignes traidores al servicio de Chile” 17.
En 1880 Gabriel René-Moreno se trasladó a Sucre para levantar el injusto cargo que se
había lanzado contra él y presionar para que el Gobierno certifique acerca de su patriótica
actuación durante la guerra contra Chile.
Inicialmente pidió que un Consejo de notables juzgase su conducta y por indicación de éste
fue la Corte Suprema (a la que por pedido expreso del interesado se sumó al Arzobispo de
La Plata y a la autoridad política del departamento de Chuquisaca) que concluyó analizando
la demanda. Una parte del fallo dictado el 8 de agosto de 1880 dice:
“En consecuencia, juzgamos unánimemente que la conducta del señor Moreno en ese
negociado, en que por las circunstancias del país fue indeclinable su intervención no puede
ser razonablemente censurada como desleal e infidente.
“Si el Supremo Gobierno apreciando los justificatidida reparadora a que alude al final de su
petición, ejercería a nuestro juicio, un acto de estricta justicia”.
Dicho fallo lleva la firma de ilustres personajes: Basilio de Cuéllar, Presidente de la Corte
Suprema de Justicia; Pedro Puchí, Arzobispo de la Plata y Metropolitano de Bolivia;
Pantaleón Dalence, Decano de la Corte Suprema; Manuel Buitrago, Ministro de la Corte
Suprema; José Manuel del Carpio, Ministro de la misma Corte; Juan Fernández de Córdova,
Presidente del Tribunal Nacional de Cuentas y Luis Guerra, Prefecto del Departamento.
Respondiendo a una petición expresa del mismo René-Moreno, se dictó, con fecha 17 de
diciembre de 1880, la resolución del Ministerio de Relaciones que expresa en uno de sus
apartes lo siguiente:
“El Gobierno declara que no es justo atribuir infidencia ni deslealtad para Bolivia al señor
G. RenéMoreno en la intervención que se vio obligado con motivo de las proposiciones
hechas por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile al Presidente de la República en
campaña don Hilarión Daza”.
Al pie aparecen las firmas de Campero y de J. C.Carrillo.
Las declaraciones y documentos presentados por el “traidor” Moreno demostraron que el
Presidente Daza envió a un emisario, Luis Salinas Vega, ante aquél para que se apersonase
al Gobierno de Chile y pidiese las bases de un acuerdo, las mismas que debían ser
inmediatamente entregadas al mandatario boliviano. A eso se limitó la misión Moreno: a
llevar una propuesta y a retornar a Santiago con la negativa dada por Daza.
Las bases chilenas decían, en síntesis, que debían cesar las hostilidades entre las dos
repúblicas y que ambos ejércitos “se considerarán en adelante, como aliados en la guerra
contra el Perú”. Bolivia reconocería como propiedad exclusiva de Chile “todo el territorio
comprendido entre los paralelos 23 y 24, que ha sido el que mutuamente se han disputado”.
En recompensa Chile se comprometía a “prestar la más eficaz ayuda” para que Bolivia
adquiriese por la fuerza de las armas o como resultado de una negociación, un puerto sobre
el Pacífico en territorio peruano. También se consignaba la oferta de ayuda económica y
bélica al ejército y gobierno bolivianos.
René-Moreno se quejó amargamente de que sus compatriotas no hubiesen mostrado más
que indiferencia por el grave e injusto cargo lanzado contra él. Sus protestas alcanzaron al
Gobierno, que pareció no interesarse por la suerte del notable bibliófilo. Es en estas
circunstancias que lanza a la circulación su tremendo panfleto en el que acremente critica a
los bolivianos y a su Gobierno. “Si yo fui traidor, a lo menos mi traición fue traición a
secas; mi perfidia se encaminaba, conforme las instrucciones, a una política franca de la
Nación. Pero mis execradores de ayer, semejantes a los hipócritas de la Escritura, dicen y
no hacen la lealtad; engañan hoy con música y clarines al aliado en abandono, y añaden, de
esta suerte, a la traición la falsía” 18.
El 11 de marzo de 1881 el Vicepresidente Arce recibió la orden de abandonar el territorio
nacional en el término de quince días, “debiendo en todo caso emprender marcha al tercer
día. El Segundo Mandatario respondió con su ya citado y virulento Manifiesto, donde lo
que más debe admirarse es la valentía con que están expuestas sus ideas.
El documento que sirvió al Gobierno para justificar la expulsión de Arce del país fue una
carta privada, que, en apretada síntesis, contiene las ideas pacifistas que éste desarrolló en
los manifiestos a que nos hemos referido. Vuelve al tema de su oposición a que continue la
guerra con Chile, a la urgencia de buscar una paz inmediata con prescindencia del pacto de
alianza con el Perú y de obtener, mediante tratos directos con el vencedor, los puertos de
Tacna y Arica para Bolivia.
La carta dirigida al señor José Pol de Cochabamba, dice textualmente: “Sucre, 5 de marzo
de 1881.
“Con el placer de siempre correspondo a su apreciable de 25 de febrero último. Estamos sin
noticias de la guerra, en este correo me faltan aún cartas de mis corresponsales de Tacna.
Nuestras locuras nos trajeron la guerra, la pérdida del, territorio, y todavía vencidos,
extenuados e impotentes hacemos ridículas provocaciones para atraer la zaña del enemigo;
y todavía más para alentar el comunismo.
La única tabla de salvación para Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su
vanguardia para asegurar sus conquistas. Por eso mismo nuestra actitud debía ser silenciosa,
digna y de labor paciente. Esperan la solución de la Convención, creo que ella parirá
monstruos” 19.
Aquí es necesario comentar que Aniceto Arce, “espíritu obstinado de escasas facultades
intelectuales”, según el Ministro del Perú en Bolivia, Juan S. Lizárraga, entendía por
“comunismo” la tímida resistencia de los campesinos indígenas al señor feudal” 20. La
agitación indigenal se había acentuado como consecuencia del hambre que azotaba el
campo después de las malas cosechas de 1878 21. Se tiene indicado que ya Belzu hablaba
del peligro del “comunismo” en 1850.
Los acontecimientos han dicho que Arce estaba en lo cierto al considerar la guerra perdida
después de la campaña de Camarones, partió de esta base para propugnar el acercamiento
hacia Chile, como “la única tabla de salvación de Bolivia”: “Desde el regreso de Camarones
y sus naturales emergencias, que han venido generándose con implacable lógica, hasta
determinar el desastre de Chorrillos y Miraflores, vi que la lucha debía ser inevitablemente
ruinosa para mi patria... “(Del Manifiesto publicado en “El Nacional” de Buenos Aires). La
diplomacia boliviana como corresponde a un país que confía en los malabarismos verbales
y en los milagros de la “justicia internacional”, se limitaba a cobijarse en el aforismo que
presuntuosamente reza que la victoria no da legitimidad a los actos, negado, por otra parte,
cuantas veces fue enunciado. La “tesis sostenida por la diplomacia boliviana frente a Chile”
pudo estar adecuadamente inspirada en la teoría pura del derecho internacional, pero se
estrellaba inútilmente frente a la realidad, llena de arbitrariedades e impuesta por los países
fuertes. La victoria de las armas, como acertadamente dice Arce, entra como cifra en el
conjunto de las soluciones. La exposición del político obligado a salir al destierro está
presentada de manera vigorosa y hasta brutal, no en vano era la justificación de las
convicciones más profundas y sentidas del todopoderoso de Huanchaca. Chile es presentado
como país vigoroso y lleno de virtudes cívicas, vale decir, de una gran conciencia nacional,
frente al Perú y Bolivia, débiles y en pleno proceso de desintegración social. La victoria
chilena estaba de antemano asegurada y la función de los diplomáticos debía radicar en
evitarla o en lograr que el país sufriese los menores males de hechos que imperiosamente
tenían que realizarse:
“Chile, por la superioridad de sus elementos, y más que todo, por el vigor de la conciencia
nacional, en cuyo fondo vive como fuerza incontrastable el sentimiento de amor al pabellón
patrio, ha corrido velozmente de victoria en victoria, unciendo al carro de sus conquistas,
ciudades, pueblos, puertos, extensos territorios”. (Manifiesto de Sucre). “La organización
social y política del Perú y Bolivia, más que la pujanza del enemigo, debían producir
naturalmente, primero, la ocupación del Litoral peruano y después la de Lima” (Manifiesto
de Buenos Aires). Es ante el peligro de la catástrofe que el industrial abandona sus
ocupaciones y se lanza a la política para buscar el “honroso advenimiento de la paz”, esto
conforme al texto de los mencionados manifiestos. Esta literatura panfletaria despertó la
resistencia de la mayoría nacional que se sentía ultrajada y humillada por el millonario
Arce.
Hombre de empresa, que aprendió a ajustar sus ambiciones a las cifras de los balances de
contabilidad, opone a los desastres económicos de la guerra la necesidad de una paz
inmediata como base de la prosperidad industrial del país:
“La paz es mi anhelo vivísimo; deseo ver que las industrias del país crezcan con la savia
que ella da abundosamente. Cuando vea cruzar por nuestra desierta altiplanicie los rieles,
acercando poblaciones y condensando los mutuos beneficios que brotan en las diversas
zonas geográficas; cuando nuestras breñas, nuestras pendientes, nuestras agrestes soledades,
nuestros caminos tortuosos, sean vencidos por la acción simultánea del capital y del
trabajo”. La pacífica convivencia con los otros países debería, para poder impulsar la
prosperidad de la industria y del comercio, complementarse con la paz interna. Arce no
planteaba ninguna utopía, sino el camino viable que podía conducir a un impetuoso
desarrollo económico. Sus adversarios no oponen nada concreto a su tesis sobre el porvenir
de Bolivia y se limitan a acusarlo de haber entrado en convivencia con el enemigo.
Para Campero y sus partidarios la guerra era sinónimo de honor y patriotismo; para Arce era
un pretexto para suprimir las garantías democráticas y un justificativo de la bancarrota
económica y de las vergonzosas derrotas sufridas. ‘Patriotismo y guerra gritan y a su
nombre se exigen empréstitos forzosos, se duplican los impuestos, se crean contribuciones;
pero los nuevos batallones no se ven, los sueldos ministeriales se aumentan en vez de
disminuirse... Las libertades públicas se suprimen, las garantías. individuales se eliminan,
las rentas nacionales se despilfarran a pretexto de guerra, y mientras tanto la guerra no se
hace ni se hará”. Se amontonan todos estos cargos para demostrar que los “patriotas” están
minados y debilitados por la inmoralidad. Partiendo de la impotencia del país y de la
imposibilidad de que ninguna potencia nos dé la mano para salvarnos -parece tener presente
la actitud de fingida indiferencia que adoptaron los Estados Unidos de Norte América en la
conferencia realizada en el Lackawanna el 22 de octubre de 1880- propone como única
solución la paz, paz que solamente podía dar Chile, “ya que estamos totalmente aislados y
abandonados”.
Arce señalaba como la única posibilidad de paz un franco acercamiento a Chile, dando las
espaldas al Perú. Esta idea llenó de cólera a los escritores bolivianos que gustaban, como
también lo hacen ahora, encubrir la debilidad y la miseria del país con declamaciones de
lealtad a los aliados y proclamando caballerosidad a ultranza frente al enemigo. La
proposición de Arce, que significaba romper el frente aliado a cambio de la anexión de
Tacna y Arica, quería decir traicionar, en último término, el pacto contraído con el Perú.
Más tarde Bolivia recibirá lecciones elocuentísimas de su aliado acerca de la “lealtad” de su
conducta.
Frente a una diplomacia que (además del “slogan” de que la conquista de territorios no da
ningún derecho sobre ellos) había levantado como bandera el cumplimiento leal de los
tratados y el trato caballeroso al enemigo, por encima de toda otra consideración, las ideas
de Arce no podían menos que aparecer como traición a la patria.
En 1896 Alberto Gutiérrez 22, respondiendo a las cartas de Guillermo Rawson aparecidas
en la Argentina, reveló que en 1873, Perú y Bolivia, que habían firmado un pacto defensivo,
recurrieron a la Argentina buscando su adhesión al convenio. Chile aprovechó la
oportunidad para presentar a Bolivia como a un país que desde hacía tiempo atentaba contra
su integridad. Alberto Gutiérrez, para desbaratar la campaña tendenciosa, sostiene que
“Bolivia no ha aprovechado innoblemente de las dificultades cada día crecientes que
enturbiaban el horizonte internacional”, se refiere al conflicto sobre límites entre Chile y la
Argentina. Algo más, demuestra que Bolivia fue solicitada por los dos países para
colaborar, habiéndose cuidado mucho de no romper su tradicional lealtad frente a sus
vecinos.
Arce expuso sus “herejías” con una crudeza admirable. “La única tabla de salvación de
Bolivia es la necesidad que tiene Chile de ponerla a su vanguardia para asegurar sus
conquistas”. El autor de las anteriores líneas no podía menos que estar debidamente
compenetrado de que el capitalismo inglés operaba desde Chile principalmente y que este
país estaba vivamente interesado en “asegurar sus conquistas”, es decir, llevar adelante la
expansión del capitalismo que operaba en su territorio, incluso por las armas. El Ministro de
Estados Unidos en Lima, Cristiancy, en una nota enviada al Secretario de Estado, James G.
Blaine, sintetiza el objetivo buscado por los banqueros de Londres: “establecer el
predominio de los ingleses sobre la influencia americana en esta costa” 23.
¿Arce estaba en relaciones con el enemigo, obraba de acuerdo a un plan común con él? La
respuesta no puede menos que ser afirmativa. La Compañía Huanchaca era una empresa
más chilena que boliviana. Arce tenía intereses comunes con los capitalistas ingleses que
habían sentado su cuartel general en Chile. Estaba convencido que el progreso del país
dependía de la ayuda que pudiera recibirse de esos empresarios. Los sectores de la
economía nacional que caen en poder del imperialismo sufren toda una revolución en los
métodos de explotación. Chile habiéndose apoderado de las salitreras, satisfaciendo así los
más caros deseos del capitalismo inglés, veía en el Perú a su peor enemigo, donde los
Estados Unidos comenzaron a atrincherarse para poder contrarrestar la expansión inglesa en
las costas del Pacífico, Por estas razones Bolivia tenía mucha importancia para que Chile
asegurase “sus conquistas”, Arce que conocía todo esto lo expresa en la siguiente forma:
“La paz, que sólo puede dárnosla hoy Chile... Chile tiene interés en conservar la existencia,
y la autonomía de Bolivia; pero es preciso no persistir en la guerra; para que el odio y la
rabia no le impidan conocer ese interés... Los pueblos exasperados olvidan sus
conveniencias. No exasperemos a Chile, para que él no olvide su conveniencia, que es al
mismo tiempo la conveniencia de Bolivia y su tabla de salvación”.
Sabotaje a las medidas bélicas desde el gobierno, sabotaje económico desde las empresas
mineras y la banca, exposición pública y abierta de los planes de entendimiento directo con
Chile, todo esto lo hizo el potentado minero indudablemente no a cambio de paga del
gobierno chileno, sino defendiendo sus propios intereses mineros, que ya se encontraban
confundidos con los intereses ingleses; defendiendo la perspectiva de engrandecimiento de
la industria minera; defendiendo la posibilidad más cercana de construcción de ferrocarriles
del altiplano a la costa, para vencer así el obstáculo más serio de la minería: las distancias y
la falta de caminos. No hay ninguna razón de peso para sostener que los planes de
incorporación de Tacna y Arica a Bolivia estuviesen ideados sólo para encubrir la
“traición”, en realidad esos planes eran producto de lo que Arce consideraba “el progreso de
Bolivia”. Y si el plan venía de Arce quiere decir que existían muchas probabilidades de
realización, y, seguramente, había ya un entendimiento en principio con círculos influyentes
de Chile. Es oportuno recordar las proposiciones chilenas de que fue portador René-Moreno
y que le valieron ser declarado “traidor a la patria”. La posteridad, encarnada en los
historiadores oficiosos de la feudal-burguesía, ha lavado la afrenta lanzada al defensor de
Arce, se dice que obró honrada y patrióticamente.
“La pasión política, que llamó traidor a Arce, imputó el mismo delito a René-Moreno y
Salinas Vega. Con cuanta injusticia, lo está diciendo a gritos la posteridad”.
Arce estaba seguro que Bolivia, para, “llamarse nación independiente”, no tenía más
remedio que rectificar sus fronteras, poseer una salida al mar que correspondiese a su
estructura geográfica y a su realidad económica. El ex-Departamento de Cobija se le
antojaba un contrasentido. Como muchos otros, sostenía que el puerto natural de los
bolivianos debía establecerse en la zona comprendida entre Arica y Tacna. Dicha solución a
la mediterraneidad, sancionada por la guerra de 1879, únicamente podía materializarse a
costa del Perú. Es esta realidad la que le obliga a acordarse que este país es nuestro aliado
desde hace tiempo: “La zona que Bolivia necesita y que comprende a Tacna y Arica, no
puede decirse que se la arrebatamos al Perú, pues es, ya cosa averiguada que Chile se
apoderará de ella y no la devolverá al Perú”.
El Perú no tenía posibilidades para escoger a qué país entregar Tacna y Arica y esto porque
el vencedor traía las soluciones en la punta de las bayonetas. Esta vez Arce cae en los
mismos defectos que criticó como rasgos característicos de nuestros diplomáticos. Acaso
escribió lo que sigue únicamente como ironía y como reproche dirigido a la ingenuidad de
sus compatriotas:” ¿Prefiere el Perú que esa parte de su territorio sea chilena a que venga a
rectificar las mal trazadas fronteras de Bolivia, dando así a este país, que es su hermano,
vida propia y legítimas espectativas de progreso?”
Ni duda cabe que un ferrocarril desde el interior del país hasta la zona de Arica y Tacna no
podría menos que actuar como poderosa palanca de progreso y bienestar. Con todo, esta
solución, como ha demostrado la historia, estaba en manos de Chile y no del Perú. Arce
señala como un grave error diplomático el acercamiento al Perú y especialmente el pacto de
alianza firmado en 1873; esto porque alejó a Bolivia de Chile y se convirtió en una de las
premisas de la guerra del Pacífico. El equívoco diplomático se agrava desde el momento
que se hizo muy poco por ganar el apoyo de la Argentina, tan vivamente interesada en
neutralizar los movimientos de su poderoso vecino. Arce lanza su crítica de manera directa
y sin adornos: “No fui nunca afecto a la alianza, porque nunca la creí provechosa, ni
siquiera conveniente para Bolivia”. El Perú es presentado como enemigo encubierto,
siempre empeñado en anularnos, explotarnos y oprimirnos. “Se necesita toda la estolidez
intelectual que caracteriza a los ministros del General Campero, para presentar al Perú
como la víctima sacrificada en favor de Bolivia”.
Quiere descubrir en la diplomacia boliviana mala fe, perversión del patriotismo e ineptitud;
y señala acertadamente que el pacto de 1873 fue firmado por el Perú en previsión de un
conflicto bélico con Chile, fue un acto defensivo de parte de Bolivia. Lo que resulta difícil
creer es que los peruanos hubiesen dado ese paso con el “objeto de asegurar para sí el
predominio el Pacífico”. Ofrece otra revelación cuando dice que ya en 1873 el Perú
proyectaba imponer el estanco del salitre, medida perjudicial para los chilenos que
explotaban la zona de Tarapacá y que podía conducir a la guerra. Nuevamente la diatriba
contra el Perú: “En cuanto a la alianza que sin cesar ha sido para mí una preocupación harto
dolorosa, declaro que jamás he vinculado a ella la más pequeña esperanza”.
“El Perú es una nación sin sangre, sin probidad y sin inclinaciones sinceras hacia el aliado”.
La actitud acremente anti-peruana asumida por Arce pone de relieve su carácter de defensor
de los intereses ingleses, con ella ponía a salvo los suyos propios y los que consideraba
vitales para Bolivia. Este último país era una ficha de importancia en el plan encaminado a
obstaculizar las maniobras yanquis realizadas a través del Perú. El esfuerzo más serio de los
Estados Unidos en este sentido fue el proyecto de Unión Federal Perú-Boliviana y que
estaba destinada a levantar, bajo el disfraz de la defensa de la integridad territorial, una
muralla infranqueable frente a la expansión del capital inglés.
“El Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, don José Calderón, y el Ministro
Plenipotenciario de Bolivia, don Melchor Terrazas, firmaron un protocolo preliminar que
establecía las bases de la Unión Federal Peruano-boliviana, unión ásperamente combatida
por el partido de Dn. Mariano Baptista (es decir, el partido de Arce, G. L.) ya desde
entonces pronunciado en pro de la paz con Chile” .
Fuente: Historia del Movimiento Obrero Boliviano de Guillermo Lora. // Fotografía de
Pablo Michel publicada en SIGLO Y CUARTO, Documentos Históricos // Título de la
pintura: BOLIVIA EXPOLIADA (Alegoría) 1915, de autor: Anónimo. // Comentario “Es
evidente la visión negra que se tenía en contra de Aniceto Arce, inclusive durante los
tiempos de los liberales.” // Mas en: Historias de Bolivia.

SABÍAN QUE EL PERÚ PROPUSO A CHILE POLONIZAR BOLIVIA Y


“DESAPARECERLO DEL MAPA PARA SIEMPRE”
Así como los chilenos podían jugar a favor de Bolivia o contra ella, es razonable pensar que
hubo -hay todavía- en Bolivia sectores pro-chilenos y pro-peruanos. En el Perú en cambio
solo hay 2 grupos posibles: los anti-chilenos y los anti-bolivianos.
Uno de los grandes peruanos anti-bolivianos fue Guillermo Billinghurst, un rico industrial
salitrero con intereses en Iquique, descrito como persona culta de carácter afable que le
había permitido muchos y distinguidos amigos en Chile, para comenzar el presidente
Errázuriz. Billinghurst era también íntimo amigo de Nicolás de Piérola, quien había
gobernado el Perú justamente durante la guerra, la invasión y la ocupación de Lima por las
tropas chilenas. Cuando la bandera chilena fue izada en el palacio de Francisco Pizarro,
Piérola se replegó al interior del Perú y armó guerrillas para seguir luchando contra los
invasores. No obstante, de consultar y obtener el apoyo del presidente boliviano Gral.
Campero con la continuación de la guerra, nada más se pudo hacer para modificar la
situación.
Pese a que los chilenos pusieron precio a su cabeza, la actitud de Piérola motivó el respeto
de los chilenos. Por esos extraños caminos de la política, los gobernantes conservadores
peruanos de la década de los 90 persiguieron a Piérola y en el año 1894 lo encontró exiliado
en Valparaíso. En una reunión de los pierolistas en el puerto chileno, aprestándose a tomar
el poder, y analizando lo que habrían en relación con Tacna y Arica, Billinghurst planteó…
¡La invasión militar a Bolivia y su polonización, repartiendo el país entre Perú, Chile,
Argentina y el Brasil!
1895 Piérola volvió a la presidencia tras una cruenta guerra civil, apoyado por los liberales
y los sectores criollos limeños. Y su vicepresidente fue Billinghurst.
Convertido ya en él segundo hombre del Perú, Billinghurst visitaba regularmente sus
pertenencias en el puerto de Iquique bajo dominio chileno, donde se reunió secretamente
con el Ministro del Interior de Chile, Antonio Valdés, a quien proyectó su plan para hacer
desaparecer “EL INCORDIO BOLIVIANO”.
El encuentro fue auspicioso y, derivó en una reunión oficial, en 1898, entre el Presidente de
Chile, Federico Errázuriz y el vicepresidente del Perú, Guillermo Billinghurst, quien
previamente había redactado un documento sobre las bondades de un entendimiento
chileno-peruano, que pasaba por borrar a Bolivia del mapa, con lo que terminarían los
reclamos bolivianos de un puerto y Chile podría devolver las cautivas al Perú.
Para frustración del vicepresidente peruano, a Chile no le interesaba entonces suprimir a
Bolivia. Un tiempo después, una crisis ministerial en Santiago decidió la salida del canciller
Silva y su reemplazo por el almirante de La Torre, quien suscribió el protocolo Billinghurst-
La Torre, estableciendo nuevas reglas para un eventual plebiscito arbitrado por la reina de
España.
En su monumental obra “Historia de Chile”, Gonzalo Vial Correa escribe que Piérola al ver
que se le escapaba la oportunidad de recuperar Tacna y Arica “que lo hubiera
inmortalizado” - perdió la prudencia, y reveló al nuevo ministro (embajador chileno en
Lima), Domingo Amunátegui Rivera, el fondo de su pensamiento (el mismo sustentado por
Billinghurst): la “polonización” de Bolivia. “estamos hartos de Bolivia, país que nos
molesta hasta con su moneda feble. Perú podría quedarse con las regiones de La Paz y Beni;
Chile, con las de Potosí (excepto Tupiza) y Oruro; Argentina con Tupiza y otros sectores
surbolivianos. En tal forma, borrado del mapa el altiplano independiente, ya no sería
problema restituir Tacna y Arica…
Tomado de: La Historia del Siglo XX en Bolivia.

Un dia como hoy, 20 de Octubre de 1904 Chile obligó a Bolivia, bajo amenaza de mayor
despojo, a firmar el Tratado de Paz y Amistad en 1904. El documento fue firmado en
Santiago, capital de Chile.
Síguenos: Historias de Bolivia.
Sabías Que?
En el 20 de octubre de 1904.- Estando bajo ocupación militar de Chile el Litoral boliviano,
sin acceso a puertos propios, con notables dificultades para el tránsito y la administración de
sus aduanas, Bolivia suscribió el Tratado de Paz y Amistad el 20 de octubre de 1904.
Este tratado estableció el dominio de Chile sobre los territorios ocupados después de la
invasión y reconoció a favor de Bolivia el derecho de libre tránsito comercial por su
territorio y la construcción de un ferrocarril entre Arica y La Paz. Sin embargo, dicho
tratado, cuyo cumplimiento es aún parcial, no resolvió las consecuencias del encierro ni
puso punto final a las negociaciones entre Bolivia y Chile sobre un acceso soberano al mar.

TRES CRUCEÑOS DEFENSORES DEL LITORAL BOLIVIANO


Por: Ángel Sandoval Rivera.
La historia es poco reconocida con tres cruceños notables, destacados intelectuales,
políticos y militares que hicieron una férrea defensa de la causa marítima boliviana y
denunciaron a su tiempo, la desidia del Gobierno central por defender el acceso del país a
las costas del Pacífico. Hoy 23 de marzo, cuando se cumplen 131 años de la tragedia de la
Guerra del Pacífico, conviene recordar el aporte realizado por estos 3 preclaros cruceños
Zoilo Flores Aponte, Miguel Castro Pinto y Pablo L. Roca.
Zoilo Flores Aponte (1846-1916). Brillante periodista y polemista de fuste fue de los
primeros en defender con su interés vigencia y su pluma las riquezas del litoral boliviano
frente a la indiferencia y abandono de los gobiernos de ese tiempo con su pluma mordaz e
incisiva alertó al tibio gobierno de Hilarión daza sobre las ambiciones y armamentismo
chileno, pero no fue escuchado. Su periódico el imparcial de Iquique registra en sus páginas
las vergonzosas claudicaciones de muchos militares y políticos bolivianos frente al grave
problema que se avisaba en con Chile.
10 años llevo de peregrinación ocupado en defender los derechos de las compañías
explotadoras del salitre boliviano residiendo alternativamente en Iquique Pisagua Tocopilla
y cobija encumbrado el general Daza en el poder, fue nombrado ministro Plenipotenciario
ante el gobierno peruano, poco después sobrevino la Guerra del Pacifico.
En pleno ejercicio de sus Funciones, Flores Aponte denunció con coraje y valentía las
deslealtades de aquel mandón de 1879 que imprevistamente se retira con las mejores tropas
bolivianas en Camarones. Al mismo tiempo que, en nombre de los más caros intereses de la
patria, le pidió públicamente a Daza que renuncie al cargo de Presidente de la República
frente a los desastres de Camarones y San Francisco. Sucesos posteriores le dieron la razón;
la deposición hecha en Tacna por Hilarión Daza y su gabinete vinieron a confirmar las
advertencias hechas por zoilo Flores.
Miguel Castro Pinto (1830-1903). Militar de brillante acción en la guerra del Pacífico.
Sobresalió en la Batalla del Alto de la Alianza comandando el Tercer Batallón de los
“Colorados de Bolivia”, en el sector central de defensa. Con sus aguerridos “cuadros”,
soportó durante la confrontación bélica del 26 de mayo de 1880, los ataques de la caballería
chilena, hasta quedar reducido su batallón de 250 hombres a 16 héroes, donde es herido y
tomado prisionero por las tropas chilenas, juntamente con el coronel Camacho y el escritor
potosino Julio Lucas Jaimes.
En sus notas incluidas en su libro “La Villa Imperial de Potosí”, Jaime se refiere a la
personalidad de Castro Pinto, la gallardía de su figura en el campo de batalla, de su vida en
cautiverio y de su audaz fuga de la prisión chilena de “San Bernardo” hasta ganar tierras
argentinas por el lado de la cordillera.
Pablo L. Roca (1860-1945). Su vida pública como político y parlamentario constituyen un
ejemplo de probidad moral, firmeza de las ideas y valor civil a toda prueba. Sobresalió
como principal opositor a la aprobación del nefasto tratado con Chile de 1904, que
promovía el Presidente Ismael Montes en el Congreso Nacional. Cuando se iba a firmar por
mayoría abrumadora el ominoso documento, violentamente se levantó de su curul y gritó
indignado: “yo no vendo mi patria”.

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