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desarrollo oscila entre algunos meses a varios años, aumentando de tamaño a razón
de 1-5 cm por año. Su longevidad es grande: pueden vivir hasta 16 años en el caballo
y hasta 50 años en el hombre. Una vez que los quistes han desarrollado los
protoescólex, ya son infectantes para un HD; sin embargo, existen también quistes
infértiles o acefaloquistes, que son aquellos en los que no se forma protoescólex y
son incapaces de continuar el ciclo biológico. Cuando un quiste fértil es ingerido por
un HD adecuado, los protoescólex quedan liberados en las primeras porciones del
duodeno, se evaginan y, a las 4-6 semanas de la infección, se transforman en
vermes maduros sexualmente, cerrándose así el ciclo vital de estos cestodos. El
quiste de E. granulosus completamente desarrollado es unilocular, esférico y está
totalmente lleno de líquido hidatídico. En su interior se forman vesículas prolígenas
que, inicialmente, son como pequeñas masas nucleares que proliferan hacia el
interior de la cavidad, crecen, se vacuolizan y quedan unidas por un pequeño
pedúnculo.
Epidemiología
La presencia de ovinos y perros parasitados en el medio rural, ha posibilitado el
desarrollo del ciclo de la enfermedad, colocando a la población humana residente en
un permanente riesgo de contraer el parásito. En nuestro país, la enfermedad se
mantiene principalmente a través del ciclo perro-oveja siguiendo en importancia el
perro-cabra. No obstante, en otras zonas pueden también encontrarse otros ciclos
como perro-cerdo y perro-vaca.
Diferentes factores culturales, educativos, sanitarios, y económicos, posibilitan la
perpetuación del ciclo parasitario.
Una vez que los huevos del parásito han ingresado al organismo, se produce la
liberación del embrión hexacanto que atraviesa la mucosa intestinal y pasa a la
circulación portal hacia el hígado que se comporta como el primer filtro. Si logra
franquear el hígado, puede llegar a 11.
Clínica
Los síntomas de la hidatidosis son originados unas veces por la presión que ejerce
el quiste hidatídico, que en función de su localización puede derivar en distintos
cuadros clínicos como
hemorragias, atrofias,
necrosis por compresión
vascular, hipertensión
craneal, ictericia por
compresión de las vías
biliares, etc. Otras
veces, el cuadro clínico
depende del grado de
afectación de los
órganos: síntomas
neurológicos, insuficiencia hepática, renal, etc.
Debe evitarse la disponibilidad de vísceras crudas para los perros, como pulmones
o hígados, provenientes de matanzas clandestinas de animales destinados al
consumo que aún hoy en día se realizan en el medio rural.
En algunos casos, los primeros síntomas coinciden con la rotura del quiste.
Aparecen debido a tos, tensión muscular,
traumatismos, punciones, etc. Los quistes
hepáticos pueden abrirse hacia la cavidad
abdominal, pero también hacia la pleura y
la vesícula o vías biliares. Los quistes
pulmonares se abren a un bronquio y dan
una «vómica», caracterizada por un
violento acceso de tos y salida de líquido
acuoso, sangre y membranas con escólex y
ganchos hidatídicos. Los quistes renales
pueden abrirse a las vías urinarias. Los primeros síntomas de una rotura de quiste
son casi siempre los de naturaleza alérgica. La salida brutal del líquido en un
individuo hipersensibilizado inmunitariamente, puede desencadenar desde las
reacciones más diversas: urticaria, prurito, fiebre, trastornos gastrointestinales,
delirio, dolores abdominales, disnea cianosis, etc. hasta un shock anafiláctico
mortal.
Además, los quistes rotos pueden infestarse secundariamente por bacterias y
originar síntomas de abscesos purulentos. Otra complicación es la calcificación por
depósito de sales de calcio. Esto es frecuente en hígado y bazo, pero rarísimo en el
pulmón. Cuando los quistes se calcifican, dejan de causar molestias y normalmente
ya no se precisa la intervención quirúrgica.
Diagnóstico
En ocasiones, el quiste hidatídico se detecta de manera casual en estudios
radiológicos o ecográficos realizados por otros motivos. En el pulmón se manifiesta
en una radiografía simple como una sombra redondeada de densidad agua de límites
bien definidos. En el hígado puede apreciarse una imagen redondeada con la
densidad del calcio si el quiste está total o parcialmente calcificado, o puede
existir una elevación del diafragma derecho. La ecografía (que no es válida en el
pulmón), muestra una imagen redondeada, con un cierto refuerzo de pared y con
ecos en su interior que ponen de manifiesto la presencia de vesículas.
Ante la sospecha de que la tumoración detectada sea hidatídica o exista clínica con
síntomas característicos especialmente en zonas endémicas, como es el caso de
crisis de urticaria repentina unida a dolor abdominal, se debe realizar un estudio
analítico que constará de un hemograma y pruebas inmunológicas (anticuerpos
contra el parásito) que proporcionarán el diagnóstico biológico de hidatidosis. En el
hemograma suele aparecer una elevación del número de eosinófilos por encima del
5% (eosinofilia). El test de hemaglutinación indirecta y el test ELISA constituyen
las pruebas inmunológicas de mayor especificidad y sensibilidad.
Tratamiento
El tratamiento médico tiene interés como preparación preoperatoria y como
complemento postoperatorio, especialmente si se ha producido una diseminación en
el peritoneo. Se administra albendazol (10 mg/kg/día), ya que parece ser más
eficaz que el mebendazol (40 mg/kg/día) debido a su mayor penetración en los
quistes. Ambos fármacos no deben administrarse en embarazo y lactancia y deben
asociarse a anovulatorios en mujeres en edad fértil por ser teratógenos. En caso
de tratamiento con albendazol, es necesario hacer un seguimiento analítico para
controlar las transaminasas, ya que suelen elevarse.
Control y profilaxis
El desarrollo de un programa de control de la hidatidosis exige el conocimiento
previo de la prevalencia de la infección en HD, en los animales domésticos que
actúan como HI y en el hombre.
Se debe actuar sobre el principal hospedador del parásito, que es el perro. Con
este fin, se llevan a cabo campañas sanitarias que inciden en la necesidad de
realizar periódicamente en estos animales, un tratamiento sistemático con un
fármaco eficaz como el praziquantel y la destrucción de los huevos mediante
sustancias químicas ovicidas.
Debe evitarse la disponibilidad de vísceras crudas para los perros, como pulmones
o hígados, provenientes de matanzas clandestinas de animales destinados al
consumo que aún hoy en día se realizan en el medio rural. En los mataderos
controlados sanitariamente, todas aquellas vísceras contaminadas con quistes
hidatídicos son decomisadas y destruidas. Como ya se ha mencionado
anteriormente, la ingestión por el perro de vísceras con quistes supone el
crecimiento de nuevos vermes en su intestino. Por tanto, la eliminación de los
mataderos no controlados y la alimentación adecuada de los perros son actuaciones
fundamentales para la prevención de la parasitosis.
Estas medidas que, en principio, son muy sencillas, implican un alto grado de
concienciación y responsabilidad, especialmente en zonas rurales y son difíciles de
alcanzar si tenemos en cuenta las condiciones socioeconómicas de los países en
desarrollo.