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La idea de que solo 

se debe enseñar en la escuela y educar en casa es una


frase que debería invitarnos a todos a la reflexión, sobre todo porque en la
actualidad se expresa siempre en forma de afirmación, y afirmar algo así conlleva
demasiados matices. ¿Por qué? Porque afirmarla, por ejemplo, sería como decir
que la escuela está encargada simplemente de transmitir conocimientos de
matemáticas, lengua, geometría, historia, geografía, inglés o cualquier otra materia
que normalmente se trabaja en un espacio académico, y que únicamente a los
padres les toca jugar el rol de educar a los niños por el hecho de ser suyos y sus
máximos responsables.
 

 
Es decir, que a los padres les corresponde de manera única cosas como el saludo
por las mañanas o el dar las gracias después de un favor, y son los responsables
también de que los niños pongan en práctica valores aprendidos y
necesarios como el comer con la boca cerrada o ser puntuales. Pero, ¿es esto
acaso cierto? Cabría preguntarse, además, dónde queda el papel de la sociedad
en la educación que por cierto también influye bastante en el desarrollo de la
infancia. ¿O es que acaso, por ejemplo, no tienen muchos padres a veces la
sensación de que son las normas de los padres de los compañeros de sus hijos,
las que se terminan imponiendo en su propia casa cuando sus niños actúan de
una manera distinta a la que les han enseñado en casa?
Esta idea, entre otras muchas, es una prueba de cómo crear un divorcio
absoluto entre el rol de la escuela y el de la casa dejando fuera a otros actores
implicados, podría tener consecuencias desfavorables para cualquier comunidad.
Y es que los fundamentos para crear un sistema de valores en cualquier sociedad
son los padres, pero también los abuelos u otros parientes cercanos. Aprender a
ser pulcros y ordenados, saludar a las personas mayores con respeto, ser
puntuales o evitar el acoso y las faltas de respeto a los demás, son solo algunos
de los aprendizajes iniciales de una buena educación en valores y pueden
aprenderse en diversos lugares, como la escuela, donde también se aprenden
otros valores tan importantes como el espíritu de equipo, el juego limpio o la
sinceridad y el compañerismo.
 

 
El papel de maestros y padres en la educación de
los niños
Aunque hoy en día se repita mucho la frase de que se debe enseñar en la escuela
y educar en casa, lo cierto es que no ha habido un momento en la historia en el
que los maestros no debieran preocuparse también por ello. De hecho, educar la
inteligencia social siempre ha sido uno de los valores más importantes para un
maestro y la escuela el principal vehículo para enseñar a los más jóvenes
determinadas pautas sobre cómo comportarse.
En consecuencia, ¿los maestros que esperan no tener que enseñar normas de
comportamiento en el aula entienden a la perfección su trabajo? Porque lo cierto
es que, si lo pensamos bien, no se pueden enseñar valores a una persona sin
enseñar en qué consisten los mismos y trabajarlos, pero eso es algo que en
cualquier caso debería aprenderse primero en casa. Pero… ¿y si esto no ocurre?
¿Tienen los maestros que trabajar más duro porque los padres no hagan su
trabajo y no atiendan a su responsabilidad?
He ahí la cuestión y una de las principales causas de que el debate sobre la
necesidad de enseñar en la escuela y de educar en casa se haya abierto, pero
cuando participemos en él tampoco deberíamos olvidar que no puede servir como
excusa a los educadores, pues decir que los maestros no son responsables en
absoluto de educar es como decir que los fabricantes de automóviles no tienen la
obligación de preocuparse por las ruedas.
Cualquier buen maestro de un aula de infantil, por ejemplo, sabe que hay que
empezar el curso repasando las expectativas de comportamiento de una clase e ir
pidiendo a los alumnos que ayuden a generar una lista de todo lo necesario para
que se pueda crear un entorno propicio para el aprendizaje, como por ejemplo
escuchar cuando otros están hablando. Es decir, que es prioritario entender, en
primer lugar, que los valores no se enseñan, se transmiten, y en segundo lugar
ser conscientes de que los valores son transmitidos a los niños no solo por los
padres, sino también por otras personas que les rodean. Aunque, desde luego,
sería muy lamentable que los padres fueran los primeros en quedarse fuera de la
enseñanza de sus hijos, pues su rol debe ser el más activo en dicha tarea.

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