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“La modificación de conducta implica la aplicación sistemática de los principios y las técnicas de
aprendizaje para evaluar y mejorar los comportamientos encubiertos y manifiestos de las
personas y facilitar así un funcionamiento favorable”.
Índice
3 Introducción histórica
3.4.1 Moldeamiento
3.4.2 Desvanecimiento
3.4.3 Encadenamiento
3.5.4 Saciedad
3.5.5 Sobrecorrección
6 Técnicas aversivas
7 Técnicas de autocontrol
8 Bibliografía
9 Véase también
10 Referencias
Recogida de datos para identificar el problema y ver quién debe realizar el tratamiento. Consiste
en rellenar un formulario con la historia personal del sujeto: nombre, dirección, edad, estado civil
y una descripción breve de por qué quiere cambiar. Además se verá qué especialista es más
adecuado para la intervención y se verá si su conducta atenta contra la seguridad de las personas
como ocurre por ejemplo en los casos de pedofília.
Fase de tratamiento. Una vez evaluada la conducta problemática, los especialistas idearán un
programa para lograr la mejora de esa conducta. Los programas de modificación de conducta
implican la observación y el registro continuo del comportamiento a lo largo del tratamiento.
Fase de seguimiento. En esta última fase se observa atentamente si se mantienen los avances
conseguidos en el tratamiento una vez concluido este.
Cantidad: Dos medidas comunes de la cantidad de una conducta son la frecuencia y la duración.
Frecuencia: número de episodios de una conducta.
Control de estímulos: indicar que una actividad específica ocurre en presencia de determinados
estímulos y no aparece en presencia de otros.
Según Martin y Pear (2007, pp. 297-298) para registrar la conducta se utilizan las siguientes
estrategias:
Registro continuo: Recoge todas las apariciones del comportamiento durante un período concreto.
Registro de intervalo parcial: Sólo se registra la conducta de manera dicotómica (si aparece la
conducta en un intervalo de tiempo concreto o no aparece).
Registro de muestreo temporal: Se puntúa una conducta como presente o ausente en intervalos
de tiempo breves y temporales.
Observación y registro: Se puede dar un tiempo breve para observar y el mismo para registrar las
conductas.
Introducción histórica
Las técnicas operantes han sido de las primeras que comenzaron a emplearse dentro de la
Modificación de Conducta siendo también las que se han aplicado con mayor frecuencia (Méndez
y otros, 2001).
Estas técnicas se han originado a partir de los trabajos de aprendizaje animal realizados a inicios
del siglo XX por Thorndike (1898), más propiamente, en 1911, remarcando el valor de la "Ley del
Efecto" y que constituyeron las bases del modelo del condicionamiento instrumental. Sin
embargo, fue B. F. Skinner (1938), quien desarrolló definitivamente este modelo, introduciendo
por primera vez el término de condicionamiento operante.
Son varias las técnicas operantes y, entre ellas, la más conocida y usada por B. F. Skinner2 fue la de
Moldeamiento o "Shaping". El método utilizado es el reforzamiento diferencial de aproximaciones
sucesivas. Lo introdujo con las palomas y lo hizo extensivo a los perros, delfines, seres humanos y
otras especies. En el diseño, la forma de una respuesta existente se cambia gradualmente entre
los ensayos sucesivos hacia una "conducta-objetivo" deseado por segmentos exactos gratificantes
de comportamiento. La explicación de Skinner de moldeamiento era la siguiente:
En primer lugar, damos el alimento de las aves cuando se gira ligeramente en la dirección de la
meta desde cualquier parte de la jaula. Esto aumenta la frecuencia de tal comportamiento,
entonces retenemos el refuerzo hasta que exista un ligero movimiento hacia el lugar e destino.
Continuamos reforzando posiciones sucesivamente más cerca del lugar; a continuación, se usa el
refuerzo sólo cuando la cabeza se mueve ligeramente hacia adelante, y, finalmente, sólo cuando el
pico realmente hace contacto con el terreno. Al reforzar una serie de aproximaciones sucesivas,
conseguimos una respuesta única para una probabilidad muy alta en un corto período de tiempo.
A partir de los años sesenta, se desarrolla el "aprendizaje imitativo", también llamado "vicario" u
observacional, así Alberto Bandura describe un modelo de aprendizaje con una base "mediacional"
(aprendizaje social), donde la conducta de un individuo significativo sirve de modelo y refuerzo
para el que aprende. Si las personas ven consecuencias deseables y positivas en la conducta
observada, es más probable que la tomen de modelo y la imiten.
De esta forma, varios autores aplican la metodología conductista a los procesos psicológicos
subjetivos. A esto se le ha llamado "encubiertalismo", considerando que las conductas internas o
del pensamiento se rigen por los mismos principios que las conductas externas, es decir, por
condicionamiento clásico (aprendizaje "pasivo", por asociación de un estímulo neutro -estímulo
condicionado- con un estímulo o situación agradable o desagradable -estímulo incondicionado) o
por condicionamiento operante (aprendizaje "activo", la asociación de una respuesta a una
consecuencia agradable o desagradable).
Uno de los principales autores que se han centrado en el encubiertalismo ha sido Cautela. Él
introdujo técnicas de reforzamiento encubierto a través de tratamiento como el modelado.5 El
método se basa en la capacidad de la persona para utilizar las imágenes como refuerzo. En algunas
poblaciones se ha encontrado que una recompensa imaginaria puede ser tan eficaz como una
real.6
Uno de los psicólogos más importantes en los métodos del encubiertalismo y de la Terapia
cognitivo-conductual ha sido Joseph Wolpe. Cuando se alistó en el ejército sudafricano como
oficial médico, vio que fracasaba en curar la neurosis de guerra de los soldados, por lo tanto, se
cuestionó la terapia psicoanalítica e investigó en tratamientos más eficaces. Así es como surgieron
sus técnicas de inhibición recíproca,7 y de desensibilización sistemática que revolucionó la terapia
conductual.8 Su característica principal es que el sujeto, por aproximación sucesiva, haciendo uso
de la relajación, logre enfrentarse a situaciones estresantes. El terapeuta presenta, por lo tanto,
una jerarquía de estímulos estresantes, a través de imágenes visuales, que evoquen la situación
ansiosa, bien como exposición imaginada, bien como realidad virtual, bien, directamente, en vivo,
hasta lograr su superación.
B. F. Skinner (1904-1990).
Thorndike realizó experimentos con animales en los que éstos (perros, gatos o pollos) eran
encerrados en las que él llamaba “cajas-problema”. Para poder escapar de estas cajas y acceder a
la comida que tenían visible, los animales debían mover un cerrojo o presionar una palanca.
Los procedimientos en los que se basan las técnicas de modificación de conducta del
condicionamiento operante son el reforzamiento, el castigo, la extinción y el control de estímulos.
Reforzamiento positivo
Tal como refleja Méndez y otros (2001), diversos autores han puesto de manifiesto el
procedimiento básico que debe seguirse para aplicar el reforzamiento positivo:
Reforzamiento negativo
Un reforzador positivo es un estímulo que se añade al entorno y que trae consigo una respuesta
precedente. Si se otorga alimento, agua, dinero o elogios después de una respuesta, es más
probable que ésta se repita en el futuro.
Castigo positivo
Consiste en presentar un estímulo o situación desagradable para el individuo tras lo cual se espera
que disminuya su conducta.
Castigo negativo
Este procedimiento supone la retirada de una situación o estímulo agradable para el sujeto tras la
realización de la conducta problemática. Lo que se pretende es disminuir la frecuencia de la
conducta castigada negativamente.
Cuando un individuo realiza una respuesta, que ha sido anteriormente reforzada, y no obtiene el
reforzamiento la frecuencia de dicha respuesta disminuye. Esto es lo que se conoce como
extinción.
En palabras de Méndez y Olivares (2001, p.146), la extinción trae consigo dos efectos: “En primer
lugar, es esperable que inmediatamente después de poner en marcha un programa de extinción
se produzca un aumento de la frecuencia de la conducta que se pretende disminuir […]. En
segundo lugar, al implantar la extinción es probable que se produzcan reacciones emocionales
(por ejemplo, frustración) y agresivas […]".
Estas características principales hacen que sea un procedimiento inadecuado para personas que
realizan conductas peligrosas para ellas mismas (conductas autolesivas) o cuando sea intolerable
que aumente temporalmente la conducta.
Técnicas para desarrollar y mantener las conductas
Se destacan tres técnicas para llevar a cabo el desarrollo y mantenimiento de las conductas a lo
largo del tiempo: moldeamiento, desvanecimiento y encadenamiento. Antes de aplicar cualquiera
de estas técnicas, así como cualquier técnica de modificación de conducta, es preciso definir la
conducta en términos operacionales. Es decir, en forma de conducta observable y de manera
objetiva. Así nos será más fácil llevar a cabo el registro de las mismas y la contrastación realista de
los resultados.
Moldeamiento
Elegir una conducta más amplia que incluya la que pretendemos que el sujeto adquiera o que
tenga semejanza con ésta.
Reducir la amplitud de la conducta para que se parezca cada vez más a la conducta meta utilizando
para ello el refuerzo diferencial.
Tal como dice Larroy (2008), el moldeamiento se utiliza de forma espontánea en el aprendizaje de
habilidades cotidianas como aprender a hablar. Así, cuando un niño produce los primeros
balbuceos es reforzado por sus padres, pero cuando produce las primeras sílabas ya no le
refuerzan el balbuceo sino lo último. Lo mismo ocurre cuando pronuncian las primeras palabras.
De esta manera, mediante el refuerzo diferencial los padres van reforzando aquellas conductas
que cada vez se parecen más a la conducta deseada (hablar), pero no las anteriores.
Desvanecimiento
Fase aditiva: se le suministra al sujeto todas las ayudas necesarias para la consecución de la
conducta meta.
Fase sustractiva: las ayudas se van reduciendo de forma progresiva hasta que el sujeto pueda
realizar la conducta sin ninguna ayuda externa. La disminución puede desarrollarse de distintas
maneras: disminuyendo o demorando la ayuda o bien reduciendo su intensidad.
En ambas fases, se han de facilitar tras la emisión de conductas cercanas a la conducta objetivo, un
refuerzo continuo y contingente a dicha emisión. Esta técnica es utilizada junto con el
moldeamiento y, al igual que ella, suele emplearse tanto para el aprendizaje cotidiano como para
conductas más específicas (ámbito educativo, por ejemplo).
Encadenamiento
Si una chica quiere prepararse para salir a la calle tendrá que realizar distintas conductas como
ducharse, vestirse, peinarse…De manera que cada uno de estos actos funciona como estímulo
discriminativo del siguiente (si ya me duché, ahora tengo que vestirme) y como reforzador de
anterior (poder peinarme es el reforzador de haberme vestido, que a su vez es el reforzador de
haberme duchado).
Encadenamiento hacia atrás. Es el más utilizado. Se empieza por el último eslabón y se van
enseñando los restantes en dirección al inicio de la conducta.
Encadenamiento hacia adelante. En este caso sucede al contrario. Se enseña el primer paso y se
refuerza, luego se enseña en segundo y se refuerza la realización de ambos juntos, etc.
Tarea completa. Utilizado para tareas sencillas, se trata de que el sujeto realice todos los pasos
seguidos, repitiendo la operación hasta que se consolide el aprendizaje de la conducta. El
reforzador se proporciona tras la realización de todos los pasos.
Para Olivares y Méndez (2001, pp.160-165), los procedimientos de reforzamiento diferencial son
enfoques positivos para la reducción de conductas y podemos encontrar tres tipos:
Consiste en facilitar reforzadores contingentemente a las conductas emitidas tras un período fijo
desde la última respuesta. Es muy apropiado para reducir conductas problemáticas por sus
excesos, no porque en sí sean problemáticas. Puede aplicarse, por ejemplo, cuando alguien en un
grupo hace un uso muy frecuente de la palabra. El procedimiento consistiría en reforzarle sólo
cuando haga uso de la palabra tras un período establecido.
El RDO resulta un procedimiento efectivo para la reducción de una gran diversidad de conductas
autodestructivas, agresivas, vómitos, etc. Por ejemplo, si un individuo se golpea la cabeza con una
frecuencia de tres veces por minuto como media en la línea base, se comenzaría con intervalos de
15 ó 20 segundos para asegurar al máximo el acceso al reforzamiento. Si el sujeto no se golpea la
cabeza, durante el intervalo, recibirá el refuerzo inmediatamente al final de este. Si se golpea la
cabeza, se detendrá, no se le dará refuerzo y se iniciará un nuevo intervalo.
Se debe tener en cuenta una serie de factores antes de aplicar de manera efectiva el RDI.
Costo de respuesta
Los autores Olivares y Méndez (2001, pp. 165-167) definen el costo de respuesta como la pérdida
de un reforzador positivo disponible con el objeto de eliminar una conducta desadaptativa. Un
ejemplo de esta técnica seria la retirada del carné de conducir por exceso de velocidad.
Para una aplicación efectiva se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones:
Al plantearse la aplicación se deben tener en cuenta otros procedimientos que sean menos
aversivos.
Para que el sistema de costo de respuesta funcione es necesario permitir que el individuo acumule
una reserva de reforzadores.
La efectividad del costo de respuesta depende de la magnitud del reforzador retirado. Para que
este sea efectivo, debemos hacer diferentes ensayos para ver que magnitud debemos usar para
que la conducta sea retirada.
Resulta adecuado procurar que la persona no pierda todos los reforzadores. Si es así, la conducta
inadecuada no disminuiría, ya que no tendría nada que perder.
Los sujetos deben ser informados de las reglas del juego y llevar un control de las ganancias y las
pérdidas.
Tiempo fuera
La primera vez que se aplique, se le deja claro al sujeto que no se le dejará de aislar hasta que la
conducta cese.
El tiempo de aislamiento debe ser de minuto por año de edad y puede aplicarse así hasta los 15
años. De esta manera evitaremos que pueda entretenerse con la invención de alguna actividad.
Cruzado y Labrador, (2002, p.522) consideran que este procedimiento es útil en el tratamiento de
la conducta alborotadora, agresiva y de desobediencia y se desaconseja en conductas
autoestimulatorias y autolesivas.
Saciedad
Con este procedimiento utilizaremos el reforzador, que mantiene la conducta, de una manera
continua hasta que este pierda su valor.
Primero se debe detectar la frecuencia de la conducta para así determinar las sesiones. A
continuación se aplicará el reforzador de manera continuada y en grandes cantidades hasta que la
conducta adquiera un valor aversivo. Por ejemplo, si a un niño le encantan las hamburguesas le
daremos hamburguesas todos los días y a todas horas.
Se puede aplicar en trastornos como los tics, en el tabaquismo, etc. Y no pueden aplicarse en
conductas que son peligrosas para el sujeto como las conductas autolesivas.
Sobrecorrección
Al observar que el sujeto realiza la conducta indeseable debemos dar un aviso verbal. Si esto no
funciona tenemos que aplicar la sobrecorrección de forma insistente e inmediata.
Economía de fichas
Los reforzadores que se usan son fichas que después se intercambiarán por algo que al sujeto le
guste. Para eliminar la conducta indeseable se hará a través de la pérdida de las mismas.
Marta Albert, Psicóloga de la Asociación Española para el Síndrome de Prader-Willi, considera que
en primer lugar se deben dejar claros los objetivos que se van a trabajar, así como los premios a
los que se podrá acceder mediante la realización de conductas específicas, y fijación de “precios en
fichas” para cada uno de ellos.
Debe mantenerse un equilibrio entre las fichas que se ganan y las que se gastan.
El precio de los premios debe estar ajustado a la frecuencia de su consumo, a las preferencias de la
persona y a su coste económico.
Es conveniente fijar cuándo se van a hacer los intercambios y estipular un sistema de ahorro.
Puede usarse tanto a nivel individual como grupal y es útil para una gran variedad de conductas.
Los autores Olivares y Méndez (2001, pp.180-181) creen importante seguir una serie de
orientaciones a la hora de diseñar un contrato de contingencias efectivo.
Las partes implicadas deben llegar a un consenso a la hora de marcar el objetivo del contrato.
Deben especificarse los privilegios que se lograran tras la ejecución de la conducta y las
penalizaciones por no llevar a cabo los cambios correspondientes.
El contrato debe contener una cláusula adicional de bonificaciones por si la persona excede las
demandas mínimas del contrato.
Los contratos de contingencia se pueden usar en gran cantidad de problemas y tanto con adultos
como con niños. Por ejemplo en toxicomanías, tratamiento de la obesidad, problemas de pareja,
tabaquismo, etc.
El entrenamiento en solución de problemas según D’Zurilla (citado por E. Becoña Iglesias, 2002 pp.
710-733) consta de cinco fases o etapas:
Toma de decisiones.
Técnicas aversivas
Según Cáceres, (2002, p. 563-572) los procedimientos básicos empleados en las técnicas aversivas
pueden diferenciarse en:
Estímulos incondicionados: Aversiones eléctrica, olfativa, gustativa y bloqueo facial.
Estímulos condicionados.
Técnicas de autocontrol
Éstos problemas son generados por un exceso de una acción: comer demasiado, beber, fumar…
La persona realiza alguna acción para hacer algo que quiere aunque sabe que luego será castigado,
pero el reforzador instantáneo es el que prevalece sobre el castigo. Pongamos un ejemplo: Un
niño que quiere salir a la calle con sus amigos y sabe que sus padres no se lo van a permitir; para
conseguir salir, miente a sus padres aunque sabe que cuando llegue será castigado, pero el placer
de salir prevalece sobre el castigo.
Estos problemas están generados por conductas que habría que potenciar, como por ejemplo;
estudiar más, limpiar la casa… Veamos las consecuencias de estas conductas en el caso de que no
se realicen:
Se trata de realizar comportamientos que generan un pequeño castigo inmediato para conseguir
con el tiempo efectos positivos. Por ejemplo: realizar deporte crea agujetas si no lo has hecho
anteriormente pero con el tiempo esas agujetas ya no aparecen, el cuerpo se estiliza y nos vemos
mejor en el espejo.
Las personas eligen un comportamiento negativo porque saben que es muy poco probable que
reciban un castigo mayor que si eligen un comportamiento positivo que les proporciona pequeños
castigos. Por ejemplo: un ciclista que no se pone casco, porque le aprieta, le molesta y le crea
sudor. Sabe que es muy poco probable que se caiga y sufra una lesión cerebral.
Se pueden realizar conductas positivas que producen un castigo débil instantáneo, o no realizar
esas conductas positivas, pero se consigue un castigo bastante mayor que se produce tras muchos
ensayos. En muchas ocasiones predomina la conducta con respuesta más aversiva. Por ejemplo, ir
al dentista para empastarse una muela aunque se sepa que va a doler un poco o cancelar la cita
una y otra vez aún sabiendo que se sufrirán terribles dolores de muelas.
Para elegir un modelo de autocontrol eficaz, se deberán analizar las causas de los problemas de
autocontrol, emitir la conducta deseable frente a la que ha de ser controlada, elegir el modelo y
aplicar las técnicas elegidas para resolver el problema. El objetivo final será que la persona emita
su propia conducta controladora para así provocar un cambio en la conducta a controlar (Skinner,
1953. p.240, citado por Garry y otros, 2007).
Los pasos que se deberían seguir para realizar un programa de autocontrol son:
Registrar los datos y establecer las causas del problema: En este paso se toma nota de todos los
datos que acontecen del problema: dónde, cuándo y como suele ocurrir.
Prevenir la recaída y lograr que la mejoría perdure: Para prevenir las recaídas hay que conocer
primero las posibles causas de recaída y adoptar las medidas necesarias para minimizar su efecto.
En algunas ocasiones las recaídas suceden porque no se presta el interés suficiente a los progresos
que se hacen y la persona se desanima o bien porque no se fija claramente unos pasos para la
mejora y el sujeto no ve bien si ha mejorado mucho, poco o nada.