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P.E.C.

ARTE CONTEMPORÁNEO AL MARGEN DE OCCIDENTE (2022-2023)


Andrés Milanés Macías

Centro Asociado de Mérida.

MBEMBE, Achille, Crítica de la razón negra. Ensayo sobre el racismo contemporáneo, 1a


edición, Buenos Aires, Futuro Anterior Ediciones, 2016, 288 p. Traductor: Enrique
Schmukler. Prólogo de Verónica Gago y Juan Obarrio. Título original: Critique de la raison
nègre (Éditions La Découverte, París, 2013).

RESEÑA CRÍTICA

Uno de los más señeros estudiosos del poscolonialismo, el camerunés Achile Mbembe nacido en
1957, tuvo una sólida formación occidental, primero en el el ámbito francés de la Sorbona, donde se
doctoró y posteriormente en el anglosajón como profesor investigador en universidades como Yale,
Columbia o Harvard. Tras ello vuelve a África para dirigir durante años el Consejo para el
Desarrollo de la Investigación en Ciencias Sociales en África (CODESRIA). Actualmente ejerce
como profesor en la Universalidad de Johannesburgo.
Tras una excelente serie de obras como De la Postcolonie (2000) y Sortir de la grande nuit- Essai
surl'Afrique décolonisée (2010), continúa con esta gran obra del 2013, que es la primera del autor,
aparte de algunos artículos, en ser traducida al castellano.
Crítica de la Razón Negra, nos imbuye en la problemática racial, con un primer intento
desestabilizador sobre la resbaladiza noción de raza, para luego sumergirnos en el debate sobre dos
palabras-figura: África y el negro. Todo ello desde una perspectiva autóctona y en primera persona
y a través de un rico recorrido tanto histórico como conceptual del hecho. Plantea una visión, que
lejos de la tradicional e impregnante pero vez menos dominante, perspectiva eurocéntrica, nos
puede parecer ajena o lejana, y que sin embargo es elemento constitutivo inevitable de nuestra
propia concepción ontológica como humanos y moradores co-pertenecientes de un mismo
Universo.
Mediante prólogo, seis capítulos y epílogo, y usando herramientas multidisciplinares como la
filosofía, la sociología el psicoanálisis o la literatura, aborda las problemáticas del sujeto negro y su
construcción en la historia. En general el libro puede seccionarse en tres momentos, un primero
donde se aborda específicamente el concepto de raza y su invención en el caso del negro, así como
el desarrollo y devenir de la esclavitud. Un segundo momento habla de autoafirmación y
apropiación, a la vez que reflexiona sobre la autodeterminación negra. La tercera parte, a su vez nos
trasmite cierta alerta o llamada de atención sobre el momento actual.
En su recorrido de corte historicista, acude a escenarios originales donde se incuba el concepto
del sujeto negro como concepto de raza. Nos relata como los vocablos “negro” o “África”, se
convierten en significantes vacíos, cuando no en fantásticas mentiras adornadas de exotismo u
fetichismo, y sobre las cuales tiene lugar un drama existencial, al cual renuncia el discurso
eurocéntrico, eludiendo con ello la responsabilidad en el expolio y sumisión de todo un continente.
La voz “África” en la visión eurocéntrica, evoca dos cuestiones, por un lado la figura
controvertida de lo humano encerrada en la precariedad máxima y el vacío del ser, mientras que por
otro evoca la confrontación entre lo animal y lo humano, la muerte y la vida y por supuesto la
presencia de una en la otra. Es por tanto un terreno que se puede dominar con la justificación en dos
principios: el libre comercio y la difusión del Evangelio. Con respecto al término “negro” hay que
decir que mientras en el francés original se distingue entre “nègre“y “noir”, en nuestro idioma un
solo vocablo ampara tres distinciones como son el color, el esclavo y el hombre de piel oscura. Y
resulta ser un sustantivo que ha cumplido tres funciones durante la modernidad: de asignación, de
interiorización y de giro. Mediante la primera tiene lugar la designación de una porción como
humanidad aparte. Con la interiorización tiene lugar lo que el autor llama “consciencia negra del
negro” (p. 71) y con el giro o inversión se pretende al devolución al estatus de humanidad negado.
A estos tres estados, el pensador camerunés asocia tres etapas de la modernidad: a una primera
la llama la trata y la colonia, que comienza en el siglo XV hasta el XIX con el auge esclavista. Un
segundo momento con el desarrollo de los escritos negros, y el fomento de los movimientos
abolicionistas o revolucionarios como el de Haití de 1804, y las consecuencias de la
descolonialización africana y el apartheid. En último lugar sitúa el momento actual y la difusión del
neoliberalismo y lo que dado el autor en llamar el “devenir negro del mundo”. Se puede ver a su vez
relación de estos momentos con los estadios evolutivos del Estado moderno y en paralelo a las
etapas del capitalismo.
Para fijar el origen del racismo, el libro recurre a otro autor primordial en este discurso, Fanon.
Como forma de embrutecimiento y animalización del negro se recurre a lo que este autor denomina
“inquietud sexual” o “envidia sexual”, en un intento de explicación psicoanalítica de la raza, intenta
dar gran relevancia al fenómeno sexual. Y en ello juega un enorme papel el miedo a la supuesta y
alucinante potencia sexual del negro, lo que se achaca a un instinto sexual no educado. Para
derrocar la diferencia negra, se debe efectuar una transformación en ruinas de la virilidad, es decir
un desgarramiento de la masculinidad, que para Fanon es una separación del negro de sus potencias
vitales. Según el pensador, este es un hecho que anula al negro para reducirlo a su miembro viril. La
estrategia de dotar al negro de una potencia sexual que no tiene, se debe a una doble lógica, por un
lado la de la neurosis y por otra la perversión. Con ello se objetiva una proyección de las fantasías
sexuales reprimidas en el negro, y crea su imago y lo cree real. Pero además el propio negro
reproduce ese imago, y lo cree no solo verdadero, sino creación propia, con ello tiene lugar la
alienación del subyugado.
Si el discurso negro está marcado por tres momentos: esclavitud, colonialización y apartheid,
ello va a traer unas consecuencias como son por un lado la separación para consigo o pérdida de
familiaridad con uno mismo y transformación en una identidad alienada. Por otro lado va a suponer
desaprobación, es decir expropiación y desposesión material de sí ante los otros, y por último va a
provocar un envilecimiento promovido por la condición servil que avoca a la humillación y el
sufrimiento, además de la muerte civil debida a la negación de la dignidad.
El autor se pregunta si puede el negro autogobernarse, teniendo en cuenta que se parte del
momento de duda sobre su pertenencia a la Humanidad. Por ello Mbembe despliega tres respuestas:
por un lado recalca la diferencia fundamental del existir humano del negro, el cual no tendría
historia propia y por tanto desconocía el trabajo, ni mucho menos la ley, es el hombre aparte. Sin
embargo se da una segunda respuesta, la de no-similitud por el cual no se entiende al negro como
algo vacío de humanidad, sino como recipiente de conductas y costumbres que no se deben tanto
abolir o destruir sino enmendarlas. Para ello se debe crear un orden institucional diferente que es
por tanto desigualitario y jerarquizado. Esto da un sujeto llamado indígena, y su forma de gobierno
debe ser de administración indirecta (caso británico, donde dirige a los indígenas de manera regular,
con pocos recursos pero sirviéndose de pasiones y costumbres que permitan la confrontación entre
ellos). Un tercer tipo de respuesta está en consonancia con la política de asimilación, que si bien
aspira a una comunión humana universal, sin embargo esta similitud entre humanos no sería dada
de manera inmediata a los indígenas. Es necesaria por tanto la conversión para poder ser reconocido
como semejante.
El derecho a la soberanía va a pivotar en dos conceptos que intentarán su justificación, por un
lado la figura del negro como víctima o “voluntad sufriente” y por otro la asunción de la temática de
la diferencia, la misma que originó la inferioridad y desigualdad coloniales. Es este último un rasgo
común en la recuperación del discurso negro. La ideología de la diferencia cultural se apoya en tres
puntos, la raza, la geografía y la tradición. Por ello quien alega la humanidad del negro lo va a
hacer por el carácter específico de la raza y las tradiciones o costumbres y su lenguaje se va a
desplegar en torno a ello. Por tanto esta defensa no se rebela en contra de la raza, sino de la
inferioridad prejuzgante que está vinculada a ella. Raza y geografía se hacen equivalentes, el
panafricanismo identifica al ciudadano con el negro, haciéndolo por tanto portador de razón como
cualquier humano pero añadiendo su color y el privilegio de saberse autóctono. Con ello se
confunde autenticidad racial y territorial, identificando África como país de los negros, con ello
cuerpo espacial, racial y cívico forman uno solo.
El deseo de soberanía (conocimiento de sí) y autonomía (autoafirmación en el mundo), se lleva
a cabo mediante un trabajo político de selección que aumenta la retórica de la diferencia cultural.
Pero este hecho no ha efectuado más que elevar el resentimiento y la neurosis de la victimización en
la población africana. Boulaga propone la relectura de la diferencia como memoria vigilante,
modelo de identificación crítica y modelo utópico. No debe constituir en sí misma un gesto de
inocencia ni de autodeterminación. En cuanto que memoria debe entenderse que ya ha sido vencida,
pero en cuanto a tradición, tiene una función de vigilancia para impedir la repetición.
Ya en las épocas de plantación y colonia coinciden con una nueva razón gubernamental en
Occidente, la razón mercantil. El auge del liberalismo como doctrina económica y arte de gobierno
da paso a una competencia agresiva que piensa en la mercancía como la forma elemental de
riqueza. Todo pasa a tener estatus de objeto, y por ello el esclavo pasa a ser un cuerpo-objeto. Se
generaliza la idea de mundo como un mercado sin límites, donde los Estados son atravesados y
amenazados en su soberanía, y como paradoja a la vez se produce el nacimiento del derecho
internacional, el civil y la generalización del concepto de paz universal
Foucault en su Nacimiento de la Biopolítica resalta que el liberalismo en su esencia implica una
relación de producción/destrucción con la idea de libertad. Pero no ve que el momento de esclavitud
negra supone el clímax de esa destrucción de la libertad. En el liberalismo la producción de la
libertad tiene como coste el principio de cálculo de la seguridad y la protección. El peligro y la
amenaza con los motores liberales, siendo el negro históricamente un conducto de esa cultura del
miedo. La revolucionaria extensión de la libertad y la igualdad fue adaptada perfectamente a la
esclavitud y la segregación racial.
Mbembe tiene muy en cuenta estas posiciones de Foucault, pero cree que en la actualidad no son
suficientes para explicar las formas contemporáneas de dominio. Para ello acuña el término
necropolítica o necropoder en alusión al nuevo orden político-económico que se está imponiendo en
el siglo XXI, con una política macabra promovida por empresas privadas con el beneplácito
gubernamental para obtener cada vez más parcelas de poder económico. Ellos deciden quién va a
morir, creando guerras y segando vidas como fichas en un tablero: El capitalismo racial es el
equivalente de una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas
(p. 221).
De este nuevo contexto, neoliberal y de economía especulativa global, que el autor llama tercer
momento de expansión capitalista, nos pone sobre aviso del regreso de la esclavitud, una
universalización de la condición negra y un nueva manera de ser negro, un negro que no existe en si
mismo, es producido constantemente, el hombre como mero dato digital deshumanizado, es esto
una de las ideas clave del libro: el “devenir negro del mundo”.
El mundo actual sigue siendo “un mundo de razas” (p. 106), y por ello Mbembe alude a la
“lógica del cercado”, a la vez que Europa se fortifica, pero no está a salvo porque la condición negra
se empieza a expandir de manera precoz al resto de las humanidades subalternas Se restringen las
libertades y se empobrecen las pequeñas economías, mientras se declaran pandemias o se inventan
guerras, mientras que una minoría aumenta cada vez más su caudales.

Tras la sinopsis y breves comentarios sobre las ideas fuertes de este ensayo, me gustaría hacer
unas reflexiones personales. Es evidente que se trata de un libro de lectura compleja, a pesar de
utilizar un lenguaje no excesivamente rebuscado, si que a veces se torna confuso, quizás por las
dificultades a la hora de la traducción como hemos visto en el término “negro”. Además hay
momentos en que se usa una serie de expresiones que pueden parecerlejenas e incluso hasta algo
mágicas e irracionales a una mente occidental. Entiendo en este deben ser vistas desde una
perspectiva africana términos como “pactos con muertos”, “apropiación de muertos” o “el espíritu
del más allá”, sin olvidar la “necropolítica”. Son referencias a la muerte en una cultura donde de
alguna manera deja atrás el tabú que supone este tema en Occidente, algo que lo hace una apuesta
valiente, aunque pueda ser chocante.
Inquieta especialmente la preclara lectura que el autor hace sobre la situación actual, es decir,
eso que llama el “devenir negro del mundo”. Ante la pregunta de si la pérdida de peso de Europa a
nivel mundial supondrá la erradicación del racismo., o bien este se imbricará en el nuevo lenguaje
cambiante sobre la especie, ese devenir negro del mundo, creo que es una manera de responder muy
acertada. El neoliberlismo va dejando cadáveres en todo aquel que se resiste o no interesa, al albur
de su apisonadora. Quizás por ello Mbembe resulte muy conveniente para ello al definir su
“necropolítica”, y ese “racismo sin raza”. Cuando parece que ya nos vamos despojando del ropaje
racista, el cual hecho jirones, parece ser un tejido cada vez más raído, aparece la aporofobia con un
manto mucho más espeso que nos arropa a todos sin distinción física y solo el poseedor del
salvavidas monetario podrá deslizarse entre sus múltiples pliegues.
Me resulta muy interesante el desglose psicoanalítico que realiza el autor, evocando a Fanon,
sobre la creencia en una desmesurada potencia sexual del negro. Un hecho que ha transcendido en
el imaginario colectivo occidental incluso ya desgajado de su finalidad en el contexto racista y
colonial. Además es un ideario que ha permeado también al sexo femenino, en un fetichismo
desmesurado que tanto el arte como la literatura europeos han dejado bien plasmado. El autor da
por hecho de que ese mito ha calado y ha sido asimilado por la misma población africana, pero no
se hasta que punto esto ha llegado a verse plasmado también en el inconsciente artístico negro. Es
este un hecho que llamándome la atención, me gustaría desarrollar en mi trabajo de la asignatura.
Su perspectiva del colonialismo es desde luego muy certera, pero la realiza de un modo general,
cuando a mi parecer no se puede hablar de un colonialismo global, sino de colonialismos en plural.
Pero, ¿Fueron todos los colonialismos iguales en ese caso?. Teniendo en cuenta que se trata de un
autor negro, con formación en el ámbito cultural galo y con experiencia en el mundo anglosajón,
prácticamente no diferencia entre los dos principales protagonistas colonizadores del Continente
negro. Si hace un buen repaso del sentir colonial francés, al que alude como nacional-colonialismo,
ya que presenta una gran implicación estatal en un intento de revigorizar la energía nacional. Del
colonialismo inglés sin embargo, a mi parecer se ocupa poco y solo lo alude para decir que
implantan una forma de administración indirecta y con pocos recursos, donde desde luego se puede
ver un mayor liderazgo de la iniciativa mercantil privada. Es por ello que el autor debería haber
profundizado más en ella, ya que es el tipo de colonialismo que más medró y se expandió siendo
hoy la herencia imperante con el recrudecimiento del neoliberalismo.
El resultado del paso de las grandes superpotencias europeas por África fue una división muchas
veces realizadas a escuadra y cartabón sin tener en cuenta opiniones, necesidades o sentimientos del
Continente negro, separando en muchos casos poblaciones de un mismo sustrato étnico, que en no
pocas ocasiones han creado estados fallidos, con los consecuente conflictos por ello vividos. Pero
algo de lo que creo que peca el libro es de que en su radical empeño de culpar del hecho histórico
de la colonia al europeo, parece redimir a los propios africanos de su fracasado destino, algo que al
fin y al cabo lo que hace es perpetuar esa victimización que parece deplorar el autor en la obra. Se
puede llamar la gran tragedia moderna de África el hecho de que una vez, supuestamente, retiradas
las potencias coloniales, hayan seguido siendo válidos los modos de estas para perpetuar intereses
personales y males gobiernos en la mayoría de los casos, sumiendo a los países en el paralizado
letargo del subdesarrollo o la tiranía. En muchos casos, desgraciadamente, parece haber dado la
razón a aquellos que postulaban la imposibilidad del negro para el autogobierno.
Por otro lado, creo totalmente desafortunada que en ningún momento se mencione el poder
anticolonial de origen europeo que pudo operar en África. Así se ignora en todo momento el peso
que tuvo el papel de la URSS en el movimiento anticolonial negro. Si bien el marxismo en un
primer momento justificaba la colonización alegando la superioridad intelectual europea sobre el
resto del mundo, ya en la III Internacional Socialista impulsó el Internacionalismo proletario en el
Congreso de los Pueblos de Este en Bakú en 1920, donde se dejó clara la posición anticolonial
soviética. Sin embargo atendiendo al libro, y a pesar del poco espacio dedicado a ellos, parece que
los movimientos de liberación tuvieran su total génesis y de manera espontánea en el propio
continente.
En algún momento del libro pueda parecer que el autor flirtea con la resistencia negra violenta
como justa compensación y respuesta por todos los desagravios históricos. Sin embargo al final del
libro pone como ejemplo a Mandela y su evolución a un desentendimiento total con la lucha armada
al final de sus días. Al fin y al cabo todas esta violencia ha acabado resultando más nociva para los
propios africanos, y solo ha producido la autodeslegitimación de reclamaciones justas en su
principio.
Al hilo de este hecho el autor también parece ignorar que en la geopolítica actual y en aras del
neocolonilismo liberal del momento, hay un nuevo actor que ya en época de la impresión del libro,
estaba operando de forma silente para acaparar recursos y economías africanas especialmente. Ese
actor trascendente es China, la cual ha desplazado a todas las antiguas potencias en el peso
específico de la economía del Continente negro. Es desde luego este el más claro ejemplo del
desplazamiento de la hegemonía europea en su antiguo mundo colonial que si sabe ver bien el autor
en la obra. El foco de poder lleva ya un tiempo instalado al este de Eurasia. ¿Se volverá a repetir la
historia, con distinto actor y mismo escenario?.
Poca referencia al arte tiene lugar en el libro, y la que se realiza es para analizar los clichés del
papel negro, que no deja de ser el reflejo de la sociedad de la época. Ni siquiera las vanguardias,
con su afán de romper lo establecido acabaron con ello, y si bien se interesaron y usurparon el arte
negro, no lo hicieron para reivindicarlo, sino como simple ejercicio de buscar un supuesto arte puro
en la inocencia o el primitivismo, de la misma forma que lo buscaron en el demente o en el niño.
Reforzando con ello la idea del protohombre, de la preeminencia del instinto sobre la razón en la
raza negra. Este si que es un hecho que ha cambiado, y actualmente África inunda cada vez más con
sus propuestas el lánguido y decadente panorama artístico europeo. Está suponiendo en muchos
casos una bocanada de aire fresco de propuestas artísticas que tienen el hecho colonial como uno de
sus pilares de inspiración creadora. Una enorme población joven y decidida y un poso cultural
original y ancestral riquísimo que es un enorme revulsivo para revitalizar el arte actual.¡ Adelante!.
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