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EL ROMANTICISMO DE “LOS AMANTES DE TERUEL”

Margarita Susilla Quesada,


LLMMCC, Grupo 220
Literatura y cultura del español
Las escuelas estéticas del romanticismo están muy vinculadas al contexto histórico y al
autor en concreto que estemos estudiando. Por ello, para llevar a cabo el análisis de Los
amantes de Teruel, comenzaremos definiendo su contexto y dando unas pinceladas
acerca de su autor.
Juan Eugenio Hartzenbusch, de madre española y padre alemán, nació en Madrid en el
año 1806 y se convirtió en uno de los dramaturgos más reconocidos de la corriente
romántica, quedó huérfano de madre siendo un niño, y pocos años después su padre
quedó arruinado por la Guerra de la Independencia. Con el comienzo de la Década
Ominosa les fueron confiscados todos los bienes debido a la relación de su padre con
los sucesos del Trienio Liberal. Poco después su padre cayó enfermo y Juan Eugenio
tuvo que trabajar muy duro para seguir con sus estudios. Fue traductor de obras y
trabajó en la gaceta de Madrid, en la Real Academia Española y, en 1837 se estrenó su
gran éxito, Los amantes de Teruel. La obra tiene su origen en una leyenda
protagonizada por dos enamorados, amigos desde niños y cuyo destino se ve afectado
por la escasez de bienes que él le podía ofrecer. La obra de Hartzenbusch se inscribe en
el segundo romanticismo; el romanticismo liberal. Se constituye de cuatro actos.

El acto I es el único que se desarrolla en Valencia. En él se nos presenta a Juan Diego de


Marsilla herido en cama bajo cuidado de la reina Zulima de Valencia, que se ha
enamorado de él y se va a presentar escondida bajo el nombre de Zoraida, hija de
Mervan (hombre que conspira contra Amir, rey de Valencia y esposo de Zulema). El
objetivo de la reina es vengarse de una infidelidad de su marido casándose con Don
Diego y huyendo juntos. Cuando Marsilla recupera el sentido nos cuenta su historia;
nació en Teruel y su señor le hizo a él y a Isabel existir y amarse.

“encarnación del cariño anticipado al nacer,


seguir Isabel y yo,
al triste mundo arribando,
seguir con el cuerpo amando,
como el espíritu amo.”
(Hartzenbusch, 2013: 19)
Marsilla tuvo un rival opulento con quien el padre de Isabel quiso casarla. Solo al saber
la pasión que don Diego sentía por su hija suspendió la boda y le dio un plazo para
juntar un caudal honrado: seis años y una semana. Hasta dicho momento Marsilla había
ganado grandes fortunas, pero por varios infortunios, acabó sin ninguna de ellas
encerrado en Valencia, de donde finalmente, la reina lo rescató. Como agradecimiento,
la reina Zulema le pide que se case con ella, pero él se niega, pues fielmente le guarda
su alma a Isabel, así que ella, dolida, revela su nombre, a lo que Marsilla le entrega el
lienzo con el que le trajeron de la prisión, en el que había escrito en su sangre un aviso
al rey sobre los planes de Mervan de asesinarlo. Zulema, resentida con su marido, no
quiere ayudarlo, y se marcha. Marsilla permanece allí y se convierte en capitán de una
de las tropas que protegerán al rey Amir.
El segundo acto se desarrolla ya en Teruel, donde nos mantendremos el resto de la obra.
Se nos presenta la casa de Don Pedro Segura cuando éste regresa de Valencia. Le recibe
su esposa Margarita, su hija Isabel y su criada Teresa. Don Pedro le cuenta a su hija que
estando en Valencia un hombre llamado Roger le retó en duelo, pero Don Pedro se
negó, y, Roger, pidiéndole a éste que lo matara junto con su secreto, cayó clavándose él
mismo el puñal antes de desvelar dicho secreto. Por otro lado, tenemos una
conversación de Isabel con su madre, que la reprime por el delirio insensato en el que se
encuentra, hasta que los llantos de Isabel consiguen que deje su madre de lado la
severidad que la ha caracterizado los últimos quince años, y prometa defenderla; no será
Azagra su dueño; “hoy madre tuya será quien no lo fue tantos años” (Hartzenbusch,
2013: 48). Pero don Rodrigo Azagra entra en escena, y a cambio de mantener el silencio
acerca del contenido de unas cartas encontradas sobre el pecho de Roger, exige la mano
de Isabel. En este momento aparece Zulima disfrazada en traje de noble aragonés y le
cuenta a Isabel que don Diego murió tras ser amado por la reina de Valencia, y que él le
había correspondido. Ante esta noticia, Isabel decide casarse, tal y como Zulema había
planeado.
El acto III comienza con Isabel preparándose para la boda, mientras, siendo casi la hora
a la que marchó Diego y finalizará el plazo, recuerda su despedida; “hasta la dicha o
hasta la tumba”, “tuya o muerta” (Hartzenbusch, 2013: 66), le había dicho a su amor.
Preparados todos, marchan hacia la Iglesia, pero la madre de Isabel no está, pues ha ido
a atender a Jaime Celladas que había sido encontrado en la calle herido. Don Martin,
padre de don Diego se queda en la casa, pues le resulta demasiado doloroso ir a la boda,
y entonces recibe la visita de Adel, criado del rey de Valencia. Adel revela la vengativa
mentira de Zulema, la victoria de don Diego protegiendo al rey, y las ganancias que le
supuso eso, pero también nos cuenta que resultó herido, por lo que quedó bajo cuidados
del rey mientras don Jaime se adelantaba para anunciar su regreso. Al mismo tiempo
don Jaime ha despertado y le cuenta a Margarita la verdad, y cuando don Martin y ella
deciden detener la boda se oye el toque de vísperas, y ambos se lamentan por la
desgracia de sus hijos. Mientras tanto, Marsilla está cautivo en el bosque lamentándose
por llegar tarde, pero seguro de que están avisados de su vuelta. Pronto llega Zulema
para decirle que está equivocado, pues Isabel ya está casada, y deja a Marsilla atado en
el árbol, destrozado, hasta que le rescatan Adel y su padre, a quienes cuenta que ha de
matar a don Rodrigo.
“¡padre!, sin Isabel, para Marsilla no hay en el mundo nada.” (Hartzenbusch, 2013: 83)
En el acto IV Isabel descubre toda la verdad, y mientras, Marsilla, de camino a ver a la
dama se acuerda de cuando quedaban siete días para el final del plazo y yacía herido
junto al rey relatando su historia de amor.
Tenemos finalmente el reencuentro de Diego e Isabel en la nueva habitación de ésta en
la casa de don Rodrigo, ambos se intercambian palabras de amor, pero Isabel ha de serle
fiel a su esposo. Acabamos descubriendo que Marsilla, decidido a matar a don Rodrigo,
había conseguido herirlo, pero éste le amenazó entonces, con las cartas que revelaban
una aventura de doña Margarita y que destrozarían la familia de Isabel, así que ella,
horrorizada por su plan de matar a su esposo, le dice que la ha perdido, que le aborrece
y que ha de ir a donde esté don Rodrigo para fielmente socorrerle. Pero entonces se
oyen gritos en la casa “¡muera, muera!” e Isabel coge a Marsilla de la mano para
esconderse. Los amantes escuchan desde su escondite que Zulema planeaba matarlos,
pero que finalmente fue atrapada y asesinada, entonces se abre la puerta y sale Isabel
buscando el abrazo de su madre y al mismo tiempo cae desplomado Marsilla. Todos,
alarmados, creen que lo ha matado Zulema, pero Isabel les explica que es el amor quien
lo mató, sus mentiras le habían hecho creer que ella ya no le amaba, pero ella sabe que
le guarda un sitio a su lado, así que, le pide perdón a su amor, va hasta sus brazos y
muere con él.

Uno de los rasgos más románticos de la obra es el destino fatal para los dos
protagonistas con el que finaliza la historia, es decir, el final trágico por amor. Además
del amor como tema central, podríamos destacar el honor familiar, ejemplificado por un
lado con la negativa de Don Pedro a que Marsilla se casara con su hija debido a su
posición social, y, por otro lado, con las cartas y el pasado de Margarita, que son usadas
como amenaza porque destrozarían el honor de la familia. También la venganza es un
tema determinante y muy presente en la obra, pues tenemos, en primer lugar, la
venganza de Zulema y, en segundo lugar, la venganza de Don Diego cuando planea
matar a Don Rodrigo.
Todos estos temas se identifican directamente con el romanticismo y su psicología ante
la vida, caracterizada por la idea de tristeza, de desesperación, la concentración en los
sentimientos del individuo más que en los acontecimientos, en definitiva, la pura
exaltación de las emociones. También destaca la idea de añoranza del pasado, que
vemos numerosas veces en la obra, cuando los personajes recuerdan acontecimientos
del pasado y sus sentimientos en otros momentos anteriores a la acción. Además,
detectamos el uso de la reflexión, muy reflejada en esta corriente, ya que se narran las
reflexiones de los personajes casi imitando la forma del ensayo.
Por otro lado, el romanticismo es una ruptura con lo neoclásico, con las unidades
aristotélicas de tiempo, de lugar, y de acción y, como vemos en Los amantes de Teruel
los autores románticos narran empleando muchos saltos en el tiempo (como, por
ejemplo, podemos observar en los momentos de nostalgia de Isabel y Diego), muchos
cambios de escenario (dos ciudades: Valencia y Teruel, y dentro de las cuales, tenemos
diferentes localizaciones también), y múltiples líneas argumentales que se suceden de
manera intercalada (la línea de Diego, la línea de Isabel, la línea de Zulema, la de los
padres…).
Por último, otra característica del romanticismo es la espectacularidad, reflejada en la
última escena, con la muerte de ambos personajes con el aliento de su amor como única
arma mortal. Incluso podríamos decir que es una muerte sobrenatural, pues a los
románticos les gustaba introducir elementos fantásticos en sus obras.
Como conclusión, la obra es el perfecto reflejo del drama romántico, de la renovación
artística por la que se caracterizó este periodo y de la libertad creativa que tenían los
autores inscritos en la corriente romántica, pues, el creador no necesita de reglas.

BIBLIOGRAFÍA
- Hartzenbusch, J. E. (2013). Los Amantes de Teruel. Linkgua Ediciones.

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