Está en la página 1de 6

La polifonía

En los textos orales o escritos que producimos están presentes en forma


explícita o implícita otros textos. Cuando hablamos o escribimos comunicamos
en parte lo que hemos leído en diarios, revistas, libros, lo que nos han contado o
lo que alguien ha dicho.
Mijail Bajtin (1979) explica que cada enunciado está lleno de ecos y
reflejos de otros enunciados, en los que se basa, y a los que refuta, confirma o
completa. Uno no puede determinar su propia postura sin correlacionarla con
las de otros. Por eso cada enunciado está lleno de reacciones o respuestas de
toda clase dirigidas hacia otros enunciados de una esfera determinada de la
comunicación discursiva. La expresividad de un enunciado siempre contesta, es
decir, expresa la actitud del hablante hacia los enunciados ajenos, y no
únicamente su actitud hacia el objeto de su propio enunciado. Por eso
afirmamos que un enunciado está lleno de matices dialógicos.
También podemos decir que nuestro pensamiento (filosófico, científico,
artístico) se origina y se forma en el proceso de interacción y lucha con
pensamientos ajenos, lo cual no puede dejar de reflejarse en la forma en que lo
expresamos verbalmente.
Los libros, por otra parte, suelen consignar la “presencia” de otros textos
por medio de un paratexto, que generalmente se encuentra al final, y que se
denomina bibliografía. A veces los textos citan en forma explícita lo dicho por
otros para negar o apoyar lo que estos sostienen; hacen alusiones a las palabras
de otros o las incorporan directa o indirectamente. En cualquier caso, el lector
advierte que se combinan varias voces y esto es lo que se denomina polifonía.
A veces, en los relatos narrados en tercera persona se instala el ángulo
focal en varios personajes, y se filtra la historia a través de sus conciencias. Esto
ocurre, por ejemplo, de la novela Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina. La
historia referida a un crimen cuya víctima es una niña de Andalucía se cuenta,
alternativamente, desde la perspectiva del inspector, del médico forense, de la
maestra de la niña, del asesino, etc. Cuando en el interior de un discurso se
“oyen” diferentes voces, el efecto es el de una polifonía enunciativa.

Filinich (1998) señala al respecto :

En este caso, el enunciador (el narrador, en términos de teoría literaria) pone en escena,
expone, desde cierta distancia, los movimientos de conciencia de otro, sin cederle la voz pero
concediéndole el ángulo de visión, la perspectiva visual y valorativa de los hechos. De este modo,
enunciador y observador ocupan lugares diferentes; se produce así una ruptura significativa por
la cual la tercera persona (junto con las marcas temporales y espaciales, y demás índices de la
subjetividad) no solamente indica la procedencia de la voz sino que señala también la presencia
de la focalización de otro, dando lugar a que se aprecie mediante la voz de uno la conciencia de
otro.

Algunos recursos que producen la polifonía

a. La intertextualidad

Es la relación que se establece entre dos textos a través de la inclusión de


uno en otro por medio de citas o alusiones. Por ejemplo, en un resumen de
noticias hecho en un programa de radio, el periodista, refiriéndose a los
acontecimientos de la semana, dijo, citando el tango de Discépolo:

Luego de ver o escuchar los noticieros y de hojear los diarios de esta semana nos
sentimos igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches...

Muchos textos actuales incorporan como intertextos otros textos orales o


escritos, literarios y no literarios: mensajes publicitarios, letras de canciones,
títulos de libros, de películas, de programas de televisión.
La relación intertextual es un recurso muy usado en el ámbito
periodístico para titular las noticias y muchas veces pone de manifiesto la
opinión del que escribe, su evaluación positiva o negativa del hecho.
Cuando una epidemia de cólera preocupó seriamente a la opinión pública
en la Argentina, muchas notas periodísticas abordaron diferentes temas cuya
actualidad se subrayaba indicando en los títulos que se trataba de problemas
que ocurrían “en los tiempos del cólera”. Entonces, parafraseando el nombre de
la exitosa novela de García Márquez El amor en los tiempos del cólera, se
multiplicaron las notas tituladas más o menos así: “La economía en los tiempos
del cólera”, “Educación y salud en los tiempos del cólera”, “El fútbol argentino
en los tiempos del cólera”, etc.
El intertexto tiene como función connotar el texto, es decir, sugerir otros
significados, además del significado denotativo. Apela a la competencia cultural
del lector, que le permita acceder a ese “otro significado” creado por medio de la
alusión, ya que, en general, no se explicita la relación que hay entre el texto que
alude y el texto aludido.

* Observar en el siguiente fragmento cómo se logra el entramado del texto y el


intertexto:

En la tarde del Milán el Batigol -como lo bautizaron para distinguir en él la raza más
mortífera que el fútbol conozca, la de los goleadores- se vistió de Romeo, se elevó sobre
Montescos y Capuletos, y desafió la leyenda de los amores imposibles y contrariados. Y se
calzó también una vieja armadura de honorable gentilhombre, como si fuera la versión
posmoderna y fulbolera de aquel caballero manchego “de la triste figura”. Montado en su
caballo Rocinante, se burló de la cordura de los prudentes Sanchos que nos agobian la vida
con sus mesuras, hizo de Irina una nueva Dulcinea del Toboso y se animó, con una cámara
como testigo, a compartir sus mejores hazañas y sueños con la mujer amada.
Osvaldo Pepe, Clarín, 30-8-96

La intertextualidad es un fenómeno muy frecuente en la literatura de


todos los tiempos. Por ejemplo, en El nombre de la rosa de Umberto Eco se
“incluye” a Borges de múltiples maneras: uno de los personajes es ciego y se
llama Jorge; se reelabora un asunto típicamente borgeano: que alguien tenga
que descifrar un enigma encerrado en un laberinto, que además es una
biblioteca; y en el título, El nombre de la rosa, resuena la primera estrofa de “El
golem” de Borges:

Si (como el griego afirma en el Cratilo)


el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.

Como intertexto, el mito del laberinto y el Minotauro ha estado presente


en muchísimos relatos a través del tiempo, como en Los reyes de Julio Cortázar
o “La casa de Asterión” de Borges.
Libros que hablan de otros libros; cada historia cuenta una historia que
ya se ha contado, como dice Umberto Eco en este fragmento de Apostillas a El
nombre de la rosa:
El que escribe (el que pinta, el que esculpe, el que compone música) siempre sabe lo que
hace y cuánto le cuesta. Sabe que debe resolver un problema. Los datos iniciales pueden ser
oscuros, instintivos, obsesivos, mero deseo o recuerdo. Pero después el problema se resuelve
escribiendo, interrogando la materia con que se trabaja, una materia que tiene sus propias
leyes y que lleva implícito el recuerdo de la cultura que la impregna (el eco de la
intertextualidad).
(...)
Así volví a descubrir lo que los escritores siempre han sabido (y que ya tantas veces
nos han dicho): los libros siempre hablan de otros libros y cada historia cuenta una historia
que ya se ha contado.

Otros fenómenos de la intertextualidad en la literatura son la parodia, la


sátira, el homenaje y uno penado por la ley: el plagio.1

b) La ironía

Se suele señalar que este recurso polifónico se produce cuando el


enunciador hace dos afirmaciones al mismo tiempo: una es literal, la que leemos
o escuchamos, y la otra es la que hay que sobrentender, la “no dicha”, donde
está el significado verdadero.
Filinich (1998), en cambio, explica la ironía como el procedimiento que
consiste “en hacer oír la voz de otro capaz de realizar una afirmación absurda de
la cual en enunciador básico no se hace responsable”. Aquel sería un enunciador
ingenuo, a quien el enunciador básico le atribuye una afirmación tal como “¡Qué
elegante!, ¿no?” para aludir a la manera de vestirse de una persona que combina
muy mal los colores.
Este enunciador ingenuo presupone la presencia correlativa de un enunciatario
ingenuo que acepta esa visión de las cosas. Pero mediante esta comunicación ingenua puesta
en escena se realiza otra comunicación que es la del enunciador y enunciatario irónicos, los
cuales hacen circular, por debajo del sentido literal, el sentido irónico del enunciado.

1
Aunque quizá la palabra “intertextualidad” es quizá la que más se ha difundido, el teórico de la
literatura Gérard Genette (1982) prefiere hablar de “relaciones de transtextualidad” (o
trascendencia textual, que es "todo lo que pone al texto en relación manifiesta o secreta con
otros textos" e incluye entre ellas la intertextualidad, la paratextualidad, la metatextualidad y la
hipertextualidad. Para Genette, la paratextualidad es la relación que el texto establece con su
paratexto (título, subtítulos, prólogo, prefacio, notas, bibliografía, etc.). La metatextualidad es la
relación establecida entre un texto y otro del cual habla, sin citarlo necesariamente (por ej. en la
crítica o en el comentario). La intertextualidad es la relación que se establece entre un texto y
otro a través de la cita, la alusión y el plagio. La hipertextualidad es la relación que une al texto B
(hipertexto) al texto anterior A (hipotexto). El hipertexto es un texto derivado de otro
preexistente, a partir de una relación de transformación (como la que se da al realizar una
transposición de la acción del texto A a otra época –en el Ulysses de James Joyce, por ejemplo–)
o una imitación, que engendra un nuevo texto a partir de un modelo genérico, como en La
Eneida, de Virgilio.
Bibliografía:
Bajtin, M. (1979), “El problema de los géneros discursivos”, en Estética de la creación verbal,
México, Siglo Veintiuno, 1982.
Bollini, R. y Cortés, M. Los hacedores de textos. Buenos Aires, El Hacedor, 1997.
Eco, U., Apostillas a El nombre de la rosa. Barcelona, Lumen, 1987.
Filinich, M.I., Enunciación. Buenos Aires, EUDEBA, 1998.
Genette, Gérard Palimpsestes, la littérature au second degré (Palimpsestos, la
literatura en segundo grado), Le Seuil, coll. “Poétique”, 1982.

c) El discurso directo y el discurso indirecto2

Una de las diferencias entre cada uno de los tipos de discurso se basa en
la relación que se establece entre el discurso del locutor que cita y el discurso del
locutor citado. Entre el discurso directo e indirecto, entonces, la principal
diferencia es que e primero se presenta como un discurso independiente con
respecto al discurso del locutor que cita, mientras que en el discurso indirecto se
manifiesta como dependiente. La dependencia o independencia se establece en
relación con las enunciaciones correspondientes a los discursos en cuestión.
Ambos estilos comprenden dos enunciaciones, la que cita y la citada, pero
difieren en el modo de hacerlo, tal como a continuación precisamos.
En el discurso directo (DD) los dos actos de la enunciación
correspondientes se encuentran separados, y remiten a sus situaciones de
enunciación respectivas como podemos observar en el ejemplo siguiente:

Juan nos dijo ayer: “Pienso cursar sólo las materias obligatorias”.

Tanto el discurso del locutor que cita como en el discurso del locutor
citado aparecen separados. En el escrito esto se logra mediante la presencia de
comillas, que indican una frontera entre las dos enunciaciones. En el discruso
oral, es el contexto lingüístico y el uso de la pausa lo que indica el paso de un
discurso a otro. En ambos casos, los verbos introductores resultan
indispensables, puesto que anuncian el discurso del otro. Éstos, llamados
verbos de comunicación o verbos de decir (ver más abajo su clasificación),
expresan actividades específicamente comunicativas. Estos verbos pueden
ocupar diferentes posiciones: inicial, en un inciso del discurso citado, o al final
(pospuestos al discurso citado).3
Caracteriza al DD la “ilusión” de fidelidad respecto del discurso citado.

En el discurso indirecto (DI) se reproducen las palabras de otro locutor


como una versión que da el locutor del discurso que cita. No existe autonomía
sintáctica sino que el discurso citado aparece dependiendo del verbo de la
oración principal.

Juan nos dijo ayer que pensaba cursar sólo las materias obligatorias.

En este tipo de enunciado nos encontramos con un proceso discursivo


que admite una síntesis, una expansión, una modificación de palabras con
2
También llamados estilo directo y estilo indirecto.
3
Ver también el archivo titulado “Polifonía. Inserción de citas”.
respecto a lo dicho, siempre y cuando se atienda al propósito del discurso del
locutor citado. García Negroni y Tordesillas Colado (2001) advierten: “Es
interesante señalar que el locutor del discurso que cita se ve reflejado en el
propio discurso del locutor citado, pues transmite una imagen de sí mismo a
través del léxico empleado, del propósito seleccionado, del modo en que se cita,
de la posición ideológica vehiculizada, etcétera”.
Si bien los verbos introductores pueden ser usados tanto en el DD como
en el DI, existen unos verbos más especializados que otros para dar cuenta de
ambas estructuras. El verbo “suspirar”, por ejemplo, no resulta viable para el
DI; y el verbo “contar” es poco usado para introducir el DD.

Presentamos, a continuación, una posible clasificación de los verbos de


decir:

Verbos declarativos: decir, comunicar, responder, notificar.


Verbos de manera de decir: susurrar, gritar, suspirar, tartamudear.
Verbos de opinión: juzgar, considerar, opinar.
Verbos de valoración positiva: alabar, elogiar, aprobar.
Verbos de valoración negativa: reprochar, criticar, desaprobar.
Verbos de orden o mandato: ordenar, mandar, prohibir.
Verbos de petición: reclamar, suplicar, pedir.

En la introducción de citas de textos periodísticos, los más comunes son:


dijo, aseguró, señaló, indicó, explicó, comentó, aclaró, agregó, manifestó y
subrayó. En algunas ocasiones, los periodistas atribuyen a los testigos o
entrevistados aquello que éstos no quisieron decir. Cometen este error al usar
verbos introductorios como suplicar, reprochar, elogiar, ordenar y otros que dan
ciertos matices específicos que tal vez no responden a la intención con que se
formuló un enunciado.

d) El discurso indirecto libre

Se usa fundamentalmente en la lengua escrita y, en particular, en la


narración literaria. En él se congregan recursos pertenecientes al DD y al DI:
están presentes las huellas del discurso del locutor citado (propio del DD), pero
no existe una estructura sintáctica clara y transparente que ponga de manifiesto
su empleo (no se usan, por ejemplo, los dos puntos y las comillas).

Observar la diferencia entre los siguientes ejemplos:

a) Romina se preguntó: “¿Vendrá hoy a casa el tonto de Claudio?” (DD)


b) Romina se preguntó si ese día iría a su casa Claudio, a quien consideraba
tonto. (DI)
c) Romina pensó si acaso hoy vendría a su casa el tonto de Claudio. (DIL)

Graciela Reyes dice que en el estilo indirecto libre se presentan los


contenidos de la conciencia de un personaje, desde el “aquí y ahora” de esa
conciencia, pero en la voz del narrador, es decir, en el tiempo pasado de la
narración. El narrador “imita” el sistema deíctico del personaje y algunas de sus
expresiones (ver las palabras subrayadas en el ejemplo c).

Veamos otro ejemplo de DIL:


Carlos releyó la carta. ¡No había ninguna solución! Hoy por fin se
enfrentaría con el desenlace.

La oración exclamativa presenta directamente el estado emocional del


personaje (no el del narrador), y “hoy” se refiere al día en que releyó Carlos la
carta (no al momento en que el narrador refiere el hecho). El cuento “El
hambre” de Manuel Mujica Láinez presenta claros ejemplos de DIL.

e) Otras formas

Se ha hecho frecuente en la literatura y en la prensa una cuarta forma el


discurso directo libre (DDL). A ésta pertenecen los discursos directos no
marcados explícitamente: ni están asociados a un verbo introductor, ni cuentan
con signos auxiliares (bastardilla, comillas).

Ejemplo: Ya se sabe que hay que pasar el invierno, ¿no?

El enunciado alude a una famosa frase del Ing. Álvaro Alzogaray (en abril
de 2005, cuando él falleció, el diario Página 12 publicó una nota con el título
“Alzogaray no llegó al invierno”).

Entre las formas híbridas de la cita, es posible mencionar el discurso


directo con que seguido de comillas, donde se combinan el discurso directo con
la forma de introducir el discurso indirecto.

Ejemplo: El diputado afirmó que “mañana tendremos un panorama


más amplio de la situación”.

También encontramos enunciados con una estructura de discurso


indirecto, en los que un fragmento atribuido al enunciador aparece
entrecomillado.

Ejemplo: Marcela González Salas y Petricioli, presidenta de la Mesa


Directiva de la Cámara de Diputados dijo que es necesario buscar soluciones
conjuntas entre ambos países, porque “pueden poner los muros que quieran, a
todo el ejército de este lado también, pero cuando alguien esté decidido a pasar
la frontera, lo hará”.

En el resumen con citas, por otra parte, se suele presentar una


reformulación condensada del conjunto de una enunciación.

Bibliografía:
Charaudeau, P. y Maingueneau, D., Dictionnaire d ’analyse du discours, Paris, Seuil, 2002.
García Negroni, M.M. y Tordesillas Colado, M., La enunciación en la lengua, Madrid, Gredos,
2001.
Reyes, G., Los procedimientos de cita: estilo directo y estilo indirecto, Madrid, Arco/libros,
1995.

También podría gustarte