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Capitulo 13
Las infecciones que ocurren durante el puerperio son una causa relativamente frecuente de morbilidad, y
raramente incluso de mortalidad. Muchos factores predisponen a la infección post parto, incluyendo
problemas generales y concurrentes de salud, status inmunológico e infecciones concurrentes. Incluso el
modo de alumbramiento se considera por si mismo determinante de infección. Después del
alumbramiento vaginal, la infección ocurre mucho menos frecuentemente que el parto por cesárea. La
incidencia de infección varía desde 10% a valores tan altos como 50% en algunas poblaciones (ver Tabla
13.1)
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está usualmente asociada con el desarrollo de fiebre en el primer o segundo día postparto. La
“secuencia” de otros sitios de infección es de algún modo predecible luego del parto vaginal o
quirúrgico. En el primer día postoperatorio, los pulmones son causa más común de fiebre (atelectasia,
neumonía); en el segundo día la herida ( infección superficial, fascitis necrotizante); y en el cuarto día las
extremidades (tromboflebitis). La frase memotécnica común es “viento, agua, herida y caminata” ( en
inglés wind. Water, wound y walking). Finalmente, la infección de la mama (mastitis) se desarrolla en las
dos primeras semanas postparto, usualmente en pacientes que estén dando de lactar.
Cuando se evalúe a un paciente febril, la historia de la labor de parto y alumbramiento puede ser de
utilidad. Si, por ejemplo, la paciente ha tenido amnionitis y estuvo febril durante la labor de parto, uno
podría sospechar de endomiometritis como la causa de fiebre. Adicionalmente, el modo de
alumbramiento es el único factor importante de riesgo para la infección uterina postparto, y las mujeres
que han alumbrado por cesárea se encontrarán en alto riesgo. Es importante también una historia
cuidadosa relacionada a síntomas pulmonares, disturbios del tracto urinario y dolor abdominopélvico así
como sensibilidad. La información pertinente del curso prenatal de atención también es con frecuencia
de utilidad, tal como problemas médicos que predispongan a la infección, historia de enfermedades de
transmisión sexual o vaginosis bacteriana. El examen debe incluir los pulmones, la espalda (para ver
sensibilidad costovertebral), palpación del abdomen, inspección cuidadosa del lugar de insición, revisión
para detectar la presencia de sonidos intestinales, examen del perineo ( si es que se ha efectuado una
episiotomía o ha ocurrido una laceración), examinación pélvica, medición de la sensibilidad de la
pantorrilla e inspección de cualquier zona intravenosa. Aunque el examen pélvico podría no revelar otro
hallazgo adicional a la sensibilidad uterina, se puede confirmar que se está desarrollando drenaje loquial,
y se puede obtener información fundamental concerniente a masas anexas que pueden ser importantes
si es que la fiebre persiste y se desarrolla un abceso.
Usualmente los cultivos de sangre no se practican debido a que son de poca utilidad en el manejo del
cuadro a menos que la infección sea severa, se sospeche de sepsis, la fiebre sea especialmente elevada,
o la respuesta a la terapia instituida se demore.
ENDOMIOMETRITIS
La causa más común de infección luego de la cesárea es la infección del útero. Estas infecciones
usualmente se extienden bastante más allá de la delgada capa endometrial limitando con el miometrio
adyacente, los tejidos blandos fibroareolares que se ubican dentro del parametrio, e incluso algunas
veces más allá, con formación de absceso pélvico (Figura 13.1).
Figura 13.1 La endomiometritis puede resultar de la expansión de la infección desde la zona placentaria.
(A) laceraciones o infecciones vaginales o cervicales, (C) o vagina, y pueden diseminarse hasta y a
través del miometrio (B) & (D), llegando a veces hasta los tejidos parametriales blandos.
Se han usado varios términos para describir la infección uterina postparto, incluyendo endomiometritis,
endometritis, metritis, y metritis con celulitis pélvica. Aunque “endomiometritis” es el término más
amplio, el término abreviado “metritis” es común y será usado durante el resto del trabajo. La vía de
alumbramiento, duración de la labor, duración de la ruptura de membranas, y la presencia de amnionitis
durante la labor, son los mayores factores que llevan al desarrollo de la metritis.
La fiebre es el aspecto característico en el diagnóstico de metritis y puede estar acompañado de
movimiento cervical y especialmente de sensibilidad uterina. Si la infección se ha diseminado hacia el
parametrio y anexos, la sensibilidad también puede estar presente. Los signos de irritación peritoneal y
sonidos intestinales disminuidos o ausentes, especialmente asociados con íleo, indican una infección
más seria, incluyendo la posibilidad de formación de absceso. La leucocitosis en el rango de 15 000 a 30
000 células/mL3 es común pero difícil de interpretar en presencia de la leucocitosis temprana del
puerperio.
Como en virtualmente toda infección pélvica, la metritis es polimicrobiana en origen. Se aíslan
comúnmente tanto organismos aerobios como anaerobios, predominando los anaerobios. Los organismos
más comunes son listados en la tabla 13.2. Debido a que se encuentran bacterias normalmente en la
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vagina y endocérvix, es difícil efectuar cultivos de la cavidad endometrial propiamente debido a que los
dispositivos de muestreo se contaminan en el muestreo transcervical. Más aún, los organismos
involucrados en la metritis son aquellos comúnmente hallados en el tracto genital inferior y el recto, y
usualmente se puede predecir su presencia sin la necesidad de cultivos endometriales. En una base
práctica, el tratamiento utilizando antibióticos de amplio espectro contra una gran variedad de
microorganismos es lo usual, sin necesidad de cultivos.
Se utilizan diversas elecciones de terapia antibiótica inicial, siendo casi todas exitosas (ver tabla 13.3).
La terapia con un único agente tiene el beneficio de la facilidad de administración y es con frecuencia
económica. Las cefalosporinas tales como el cefotetan y cefotixina son comúnmente usadas. La
combinación de ampicilina y un aminoglucósido también es popular, así como la combinación de
clindamicina con gentamicina. Una adecuada cobertura anaeróbica es especialmente importante luego
del alumbramiento por cesárea. Muchas terapias iniciales presentan “lagunas” en su cobertura total, eso
es, que uno o más de los patógenos mayores no es sensible al tratamiento antibiótico. Por lo tanto, es
tradicional brindar cobertura antibiótica adicional si no ha habido respuesta a las 48 o 72 horas. Se
prefiere la terapia antibiótica intravenosa durante la estadía hospitalaria de la paciente como
tratamiento inicial. La terapia antibiótica intravenosa se continúa hasta que la paciente esté
asintomática, tal como función intestinal normal, y haya estado afebril durante al menos 24 horas. El
tratamiento antibiótico oral subsecuente en paciente externo es usualmente innecesario.
Ocasionalmente, un absceso pélvico puede complicar la recuperación del paciente. La evidencia que
sugiera la formación de absceso incluye fiebre persistente a pesar de la terapia antibiótica, enfermedad
prolongada, retraso en la normalización de la función gastrointestinal, localización de dolor o sensibilidad
en la cavidad abdominal, y detección de una masa en el examen pélvico/abdominal. La ultrasonografía,
tomografía computarizada, o resonancia magnética pueden ser de utilidad en el diagnóstico de abceso
pélvico. El manejo de un absceso pélvico persistente incluye el drenaje ya se para técnicas percutáneas,
colpotomía o laparotomía. La ruptura intraabdominal del absceso pélvico se considera una emergencia
quirúrgica. Puede ocurrir sepsis en asociación con infección pélvica, con o sin la formación franca de
absceso.
La terapia antibiótica profiláctica al momento del alumbramiento por cesárea ha demostrado reducir
significativamente la probabilidad de infección post parto. La dosis única de un antibiótico de amplio
espectro ( por ejm 1 g de cefazolina sódica (Ancef)), es usualmente dada al momento de la ligadura de
cordón umbilical, práctica diseñada para evitar la confusión en cultivos bacterianos subsecuentes del
infante, si fueran necesarios. Dosis adicionales de antibióticos dadas después de la cirugía no proveen de
protección adicional contra la infección.
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Tabla 13.3 Terapia antibiótica para la metritis
Droga dosificación
Regímenes de drogas unicas
Cefazolina (Ancef) 1 g IV c 8 hr
Cefotetan (Cefotan) 2 g IV c 12 hr
Cefotixina (Mefoxin) 1-2 g c 8 hr
Ampicilina c/Sulbactam (Unasyn) 1.5-3.0 g c 6 hr
Ticarcilina c/acido clavulanico (Timentin) 3.1 g c 6 hr
Regimenes de drogas múltiples
Clindamicina-gentamicina
Clindamicina (Cleocin) 900 mg IV c 8 hr
Gentamicina (Garamycin) 70-100 mg IV c 8 gr
Clindamicina-aztreonam
Clindamicina (Cleocin) 900 mg IV c 8 hr
Aztreonam (Azactam) 2 g IV c 8 hr
Cefoxitina-doxiciclina
Cefoxitina (Mefoxina) 1-2 g c 8 hr
Doxiciclina 100 mg IV c 8 hr
Ampicilina-gentamicina-clindamicina
Ampicilina 2 g c 6 hr
Gentamicina (Garamycin)
Clindamicina (Cleocin)
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del sitio de episiotomía, si fuera necesaria, puede lograrse rápidamente luego de que la infección haya
cesado.
La fascitis necrotizante es una infección rara que puede ser vista en el perineo o con las incisiones
abdominales. Los factores de riesgo incluyen obesidad, diabetes e hipertensión. La fascitis necrotizante
es causada por organismos formadores de gas, incluyendo Clsotridium. Este proceso especialmente
virulento y con frecuencia fatal involucra la necrosis del tejido subcutáneo, músculo y fascia. En la fase
inicial del proceso la piel puede aparecer normal o relativamente benigna en apariencia, a pesar de la
extensión de la necrosis subyacente. La necrosis puede diseminarse hacia abajo hacia los muslos o hacia
arriba en dirección del abdomen y pecho. Este tejido necrótico debe ser debridado inmediatamente hasta
que se haya alcanzado el tejido sano. El tratamiento total comprende antibióticos, soporte del sistema
cardiovascular y injertos subsecuentes de piel. Sin dichas medidas vigorosas de cuidado, la fatalidad está
garantizada; incluso con el tratamiento, aproximadamente el 50% de los pacientes con fascitis
necrotizante no sobrevive. El factor clave es el reconocimiento tempranote la posibilidad de que una
infección de herida, ya sea perineal o abdominal, puede representar a esta abrumadora infección.
MASTITIS
En la mujer lactante, la infección de la mama ocurre más comúnmente algunas semanas después del
parto, peor también puede ocurrir mucho más tarde. Inicialmente, los síntomas pueden ser engañosos.
Los pacientes con frecuencia se quejan de fiebre significativa (con frecuencia de 103ºF o más),
escalofríos, debilidad, y dolor corporal general. Los síntomas de la mama pueden ser de alguna manera
vagos aunque se describe sensibilidad de la mama si a la paciente se le pregunta sobre esta condición.
Comúnmente, las pacientes piensan que presentan una infección viral generalizada y llaman a su médico
preguntándole por información relacionada a medicación para la gripe o resfrío mientras están dando de
lactar.
Luego de la aparición de estos signos y síntomas, la evidencia de la infección se hace más localizada a
las mamas durante los días siguientes. Se presenta eritema y sensibilidad, con frecuencia con una zona
endurecida a la palpación, la que puede ser segmentada en orientación. La infección es virtualmente
siempre unilateral. Una vez que la infección ha progresado a la aparición de fiebre y hallazgos clínicos,
puede proceder a la aparición de sepsis generalizada y rápidamente, con frecuencia en un plazo de
algunas horas. Se aísla en el 50% de los casos la bacteria Staphylococcus aureus de cultivos de leche, y
no se ha identificado algún organismo predominante en el resto de casos. El origen de la infección es, de
hecho, la faringe del infante; en consecuencia no debe haber preocupación de la madre con respecto a la
transmisión de la infección al infante.
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El cultivo de la leche materna ya no es una práctica común. Sin embargo, debido a la prevalencia de S.
aureus como organismo causal, se recomienda un antibiótico que sea resistente a penicilinasa, tal como
dicloxacilina (500 mg oral, cada 6 horas). La resolución de los síntomas es usualmente rápida, con una
marcada mejoría dentro de las 24 a 36 horas. La fiebre persistente o el desarrollo de una masa indica
absceso mamario. La paciente debe ser advertida de completar totalmente la terapia antibiótica para
prevenir la recurrencia de la mastitis. No es necesario interrumpir la lactancia en el seno infectado,
aunque algunas pacientes se benefician grandemente de uno a dos días de descanso. Si se descontinúa
la lactancia, se hace necesario el bombeo del seno para optimizar la respuesta a la terapia y prevenir la
formación de abscesos. La mastitis se distingue usualmente del bloqueo de ductos (ver capítulo 10) en
base a la fiebre. Sin embargo, en algunas ocasiones puede ser difícil distinguir estas dos entidades, y
usualmente el tratamiento antibiótico se inicia empíricamente. La congestión de la mama puede ocurrir
en las primeras 24 horas siguientes a la producción de leche y es caracterizado por una fiebre transitoria
de bajo grado y pechos bilateralmente distendidos, firmes y nodulares. El tratamiento es de soporte e
incluye sujetadores de pechos, bombeo de las mamas y agentes antiinflamatorios no esteroideos.