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Hola, mi nombre es Cerone Jennifer, tengo 22 años de edad y en marzo del 2021 me recibí de

profesora de educación Inicial. Si, en plena pandemia.

Cuando comencé mi primera carrera terciaria me imaginaba y soñaba, a veces con temor, ese
último año, cuarto año, con demasiadas ansias. Lograba verme entrando al instituto
temblando y subiendo esas tediosas escaleras, las cuales parecieran que se multiplican cuando
debes rendir algo tan importante; casi como si pudieran sentir tu temor y te sostuvieran de los
tobillos con fuerza, empujándote, haciéndote tambalear, diciendo que no podrás. Pero podes,
siempre podes, aun cuando cuesta más de un intento.

Pero mi último año no fue para nada lo esperado. En primer lugar, no me encontraba solo
cursando 4to año; también me encontraba cursando 1er año de Educación Especial, una
decisión de ultimo minuto de la cual nunca me voy a arrepentir.

En marzo del 2020 comenzaba a preparar mis útiles dobles para comenzar a transitar ambas
carreras, con todas las expectativas puestas en el éxito, por que como me decía mi consejero
en la secundaria “apunta a la luna, y cuanto mucho, caerás en una de las estrellas”. Pero un día
antes de mi cumpleaños, el 21 de marzo de 2020, todo se cierra, nos encontrábamos en una
cuarentena de 15 días obligatoria. Aun recuerdo los memes de Facebook e Instagram donde a
todos les causaba como “cuarentena” no significaba 40 días, solo eran 2 semanas, y volvía
todo a la normalidad.

Sin embargo, esas dos semanas se volvieron dos años, y esos dos años me demostraron como,
a pesar de las circunstancias, el verdadero docente nunca deja de educar.

De repente mi casa, mi mesa, mi escritorio, se volvieron mi aula, pero ¡vaya suerte la mía! Se
rompe mi celular, el único artefacto tecnológico con el cual contaba para recibir los trabajos de
ambas carreras ¿y ahora?

Pero como siempre, antes de caer en la desesperación, aparece mi mamá con su celular
dispuesta a prestármelo hasta que lograra conseguir otro.

Pero ahí estaba yo, Pandemia= no trabajo ¿cómo iba a comprarme otro celular?

Y así, de repente, como se cerraron las fronteras y los negocios, se cerraban de a poco todas
las puertas de progreso que había realizado estos años fuera de casa. De golpe volví al campo
con mis padres, sin dinero, ni trabajo, ni celular. Con mi gato y mi ropa, volviendo a depender
de aquellos que una vez me dieron la vida, viendo caer todas mis ilusiones y subir los números
de la báscula.

Pero aun me quedaba algo que me sacaba sonrisas, mi pareja. Con la cual estaba de novia
hacia ya 3 años. Pero que jodida es la vida cuando quiere que un día, sin querer, entrando a mi
Instagram desde el celu de Mamá, me entero que en plena pandemia, me estaba engañando.

Mi mundo parecía derrumbarse, mi pecho se cerró y la boca me sabia amarga, como mi vida
en ese momento. Creía que no iba a poder salir nunca de las alas de papá y mamá, no había
nada para hacer, las clases virtuales jamás empezaban, y el aburrimiento y la soledad
comenzaban a apoderarse cada vez mas de mi cuerpo, las expectativas bajaban, los kilos
seguían subiendo…

Llegó abril, algo mágico sucede, me llaman de un nuevo empleo ¡con niños! ¿cómo les explico
la felicidad que manejaba tras esa llamada? Si basta con contarles que mi pecho revoloteaba y
mis piernas solo pedían correr hasta lo mas alto para poder gritar de alegría, no todo estaba
perdido.

Vuelvo a la ciudad, recupero mi conexión consiguiendo un celular con mi primer sueldo y con
ello vuelvo a poder estudiar de forma correlativa. Se sentía extraño recibir tareas por
WhatsApp y ver a mis antiguos docentes a través de una pantalla.

Mas horas de trabajo, menos tiempo de conexión a los zooms, pero los profesores me
conocían, sabían que era una alumna dedicada y que se esforzaba lo mas que podía, pero ¿y
los profesores nuevos?

El temor vuelve a nacer dentro de mí, ellos iban a pensar que no me tomaba enserio sus
clases, ¿cómo les iba a explicar que necesitaba trabajar más horas para pagar las cuentas que
solo subían y subían? Al igual que subían los números de la balanza.

Pero cansada de ahogarme en problemas comienzo a tomar las riendas de mi vida, hablo con
los docentes, directores y demás, ellos comprenden la situación, logro llevar mis tareas al día,
comienzo la nutricionista, bajan los kilos, sube la felicidad como suben los deseos que le pides
a las mariquitas y luego la soplas hacia las nubes.

Va Finalizando este año tan desastroso, cierran las materias de a poco y comienzan los finales,
los últimos. (detalle a aclarar, vuelvo con mi ex, no me asesinen todavía creía en eso que
aparecen en las películas de Disney).

Llega el último final de mi primera carrera, armé un disfraz para cuando, desde una
computadora pequeña situada en mi pieza, me dijeran que había aprobado y que me había
recibido.

Rendía con mi amiga, lo mejor que me pudo haber sucedido, me sentía acompañada, mientras
afuera nos esperaban con huevos, harina y fiesta.

Allí estaba yo, esperando que la docente nos aceptara en la videollada, de repente parecía
como que esa ruedita, que señalaba como cargaba la página, se reía de nosotras, de mi y me
decía que no iba a poder, y que todos afuera se iban a tener que ir sin festejar nada.

La docente nos comienza a hablar, le cuento que era mi cumpleaños y mi ultimo final, como
para sacar conversación mientras se conectaba la otra docente. Sus contestaciones fueron
frías y cortantes, casi sentía como podían atravesar mis esperanzas y anhelos, rasgando con
furia mis emociones. Esa pantalla pequeña de golpe parecía ser mas grande que yo, me
aplastaba y me dejaba sin aliento, quería huir, pero no lo hice.

Rendimos, nos aprueba y todos esos miedos desaparecen, quería llorar de emoción, pero mis
ganas de reír eran más grandes, quería salir y abrazar a mi mamá y a mi papá y darles las
gracias, decirles que esto había sido gracias a ellos y que los amaba.

El festejo fue hermoso y toda mi familia y amigos asistieron, que mas da si basta con contarles
que terminé hasta con una quemadura en el labio por un fuego artificial, pero ni esa chispa
que voló me quemó tanto como quemaban mis emociones dentro de mi pecho, llenos de
ganas de lanzarse hacia fuera abrazando al mundo, olvidándose por completo de las
restricciones, de las distancias, de los protocolos.

Ojalá pudiera decirles que todo terminó allí, un hermoso final de la historia. Un final de
película. Pero aun debía seguir cursando mi segunda carrera, en esta modalidad virtual que no
me permitía sentir esa calidez y seguridad que te da el saber que tu docente te conoce, que no
sos un número más.

2021, abril, mayo, junio... las tareas aumentaban, así como mis horas de trabajo también
subía, y mis kilos bajaban.

No podía conectarme a las clases, no podía decirles a los profesores que no entendía, mis
compañeras hacían lo posible contestando mis mensajes y diciéndome de que me había
perdido, pero aun así no era suficiente. Sentía como si todo se desbordara.

Como se lo habrán supuesto mi ex no ayudo a esta crisis, volvemos a separarnos, esta vez el
engaño no era ni un 10% de lo malo que podía llegar a hacer, otra vez la misma tecnología que
me había permitido seguir estudiando me dio las pruebas de que no todo era color de rosas.

Esas mismas tecnologías me permiten contactarme con una psicóloga, le ruego que me ayude
a organizarme y a lograr salir de la manipulación que ejercía esa persona en mí. Bastaron dos
sesiones para lograr salir de ahí con mi carácter e integridad intactos. Toda esa presión
comienza a desaparecer, me sentía libre y en paz, tranquila, el mar embravecido que se
encontraba dentro mío de repente era un río, tranquilo, dejando correr todo lo malo.

Vuelvo a subir a este caballo salvaje que es la vida, tomando las riendas, corriendo libre, llena
de perspectivas nuevas, logrando entender que si puedo, que no soy poca cosa, que no debía
pedirle permiso a nadie para crecer y ser yo misma; Que si podía ser feliz.

Aún no logro adelantar esos trabajos atrasados de mi carrera que quedaron allí por causa de
una ansiedad incontrolable, en donde no me dejaban frenar, y solo me decían que debía
trabajar y mantener a los demás orgullosos de mí.

Pero de a poco, con paciencia, voy transitando este camino, con la meta de mi segunda carrera
terciaria, con meta a subir otra escalera, y otra, y otra, hasta subir a la sima y que el viento de
la gloria sople mi nuca y poder gritar ¡lo logré!

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