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¿Cómo calcular el salario mínimo para 2017?

Esta vez el aumento no les conviene sólo a los trabajadores,


sino a los empresarios que hoy por hoy dependen casi
enteramente de la capacidad de compra de los hogares. Y la
agenda de concertación debería extenderse a otros problemas
del mercado laboral.
César Giraldo*

Empieza el tire y afloje


En el comienzo de la puja por el aumento del salario mínimo del próximo año la
oferta de los empleadores fue de 6,5 por ciento, mientras que los trabajadores
pidieron el 14 por ciento.

Estas cifras se calculan a partir de la tasa de inflación anual (IPC) que en noviembre
de 2016 (último dato disponible) fue de 5,96 por ciento. Sin embargo, hay que tener
en cuenta que para los hogares de ingresos bajos la inflación fue de 6,11 por ciento,
y este es el dato que debería tomarse como referencia.

Los empresarios argumentan que el aumento propuesto por ellos tiene en cuenta la
inflación más el 0,5 por ciento de aumento en la productividad, y este cálculo
coincide con el que hizo el Departamento de Planeación Nacional (DPN). Además
argumentan que, en estricto sentido, la cifra que debería usarse es el promedio del
valor de la inflación de 2016 (que llegará a 5,6 por ciento según el Banco de la
República) y la proyectada por dicha entidad para 2017 (3 por ciento), lo cual daría
un valor de 4,3 por ciento, 1,8 puntos porcentuales menos que la inflación calculada
para los estratos de ingresos bajos.

¿Sobrecosto empresarial o estímulo a la


demanda?
La preocupación central de los empresarios en la discusión es la competitividad.
Según ellos, un salario mínimo muy alto haría que los costos de producción
aumentaran, lo que llevaría a perder mercados externos.
Pero si este argumento fuera cierto, la devaluación del peso colombiano, que ha
sido de más de 60 por ciento con relación al dólar, debería tener un efecto positivo
sobre las exportaciones porque abarata nuestros productos en los mercados
internacionales. A pesar de eso las exportaciones han seguido cayendo: entre enero
y agosto disminuyeron en un 22 por ciento y el año pasado, para el mismo período,
habían disminuido un 33,7 por ciento.

Las exportaciones colombianas consisten básicamente en productos minero-


energéticos que necesitan poca mano de obra, de manera que los costos salariales
son muy poco relevantes en estos casos. Este tipo de exportaciones no afecta las
ventas de la industria, los servicios y el sector agropecuario, que es lo que le debe
importar a los empleadores pues su suerte económica depende de las ventas en
estos sectores.

Lo importante para el crecimiento es la demanda interna.

La paradoja del argumento de la competitividad radica en que solo el 10 por ciento


de la demanda agregada para nuestra economía proviene del mercado externo, de
modo que lo importante para el crecimiento es la demanda interna, que jalona el 90
por ciento de la actividad económica. Y para estimular esta demanda se necesita
que los trabajadores tengan mejores ingresos.

En efecto, como muestra la gráfica siguiente, las variaciones en el ritmo


de crecimiento del PIB (línea azul) siguen de cerca las alzas y las bajas en la
expansión de la demanda interna (línea roja):

Gráfica 1. Crecimiento por ciento PIB y demanda interna de Colombia

Fuente: DANE.
Como se puede ver en esta gráfica, durante los últimos años la demanda interna
había estado por encima del crecimiento del PIB y había jalonado su crecimiento.
Pero esta relación se invirtió a partir del segundo semestre de 2015 como
consecuencia de las medidas contraccionistas que el gobierno adoptó en aquel
momento, de manera que en el tercer trimestre del presente año la demanda interna
tuvo una caída de 1,1 por ciento, lo que llevó el PIB a un crecimiento de solo el 1,2
por ciento.

La política que busca contraer la demanda interna se ha mantenido hasta hoy, y la


demanda se verá aún más afectada por el recorte del gasto público y por el aumento
de tres puntos del IVA que proyecta la reforma tributaria. Como este impuesto grava
directamente el consumo, la capacidad de gasto de los hogares se verá muy
lesionada.

Hoy por hoy lo peor que podría sucederle a nuestra economía sería afianzar estas
fuerzas recesivas con un aumento del salario mínimo de solo el 6,5 por ciento. Los
empresarios deberían tener en cuenta que esta decisión va a afectar negativamente
sus balances, pues no se harán realidad sus proyecciones de ventas y por tanto no
van a poder cumplir sus obligaciones financieras.

El desajuste
Históricamente, el salario mínimo se ha venido reajustando por debajo de la inflación
más el aumento de la productividad, lo cual ha hecho que la remuneración de los
asalariados haya perdido 4,5 puntos porcentuales de participación del PIB durante
el siglo XXI. Esto quiere decir que a los trabajadores no se les ha reconocido su
aporte real al PIB.

Por eso una de las discusiones más importantes de la mesa de concertación para
el salario mínimo es la productividad. Se estima que por este concepto hay un
rezago de 15 por ciento en valor del salario mínimo. Por eso se acordó crear en
2017 una comisión que estudie el tema.

Mientras tanto, Colombia es un país donde el 1 por ciento más rico de la población
tiene una mayor participación en el ingreso total de toda América, incluso a Estados
Unidos (Gráfica 2). Y entre mayor es su ingreso menos impuestos pagan los ricos
en Colombia, como lo mostró Jairo Orlando Villabona en una investigación reciente
(Cuadro 1).
Gráfica 2.

Fuente Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Panorama


Social de América Latina, 2015.
Cuadro 1.

Tarifas medias de las personas según ingreso anual

Fuente: FORO REFORMA TRIBUTARIA. Jairo Orlando Villabona R. Grupo de


Estudios Fiscales y de Equidad GEFE- Universidad Nacional.
Ampliar la discusión
Aunque Colombia sea un país extremadamente desigual, merece destacarse el
hecho de que sea obligatorio reajustar anualmente el valor del salario mínimo y que
el gobierno decrete este aumento teniendo en cuenta la inflación y la productividad,
aunque no se llegue a un acuerdo entre trabajadores y empresarios. En la mayoría
de países no existe un mecanismo obligatorio para efectuar de modo
concertado este tipo de reajuste anual.

Colombia es un país donde el 1 por ciento más rico de la población tiene una
mayor participación en el ingreso total de toda América.

Pero la discusión no debe quedarse allí. Hay muchos otros temas que deberían ser
llevados a la mesa de concertación. Por ejemplo, los empresarios y trabajadores de
la economía informal no tienen una representación adecuada, y tampoco lo tiene el
movimiento campesino.

Adicionalmente está el problema de la calidad del trabajo. Aunque el gobierno


señala que el desempleo se ha venido reduciendo, este sigue siendo el más alto de
América Latina, y a pesar de que se afirme que lo mismo sucede con la informalidad,
la realidad es que el 69 por ciento de la población económicamente activa en 2016
fue informal porque carece de afiliación a seguridad social.

La CEPAL ha señalado que Colombia tiene uno de los niveles de formalización


laboral más bajos de América Latina, incluso por debajo de países que tienen un
PIB per cápita inferior, como Honduras, Ecuador, El Salvador o Perú. Y dentro del
31 por ciento de trabajadores formales se incluyen 490.000 trabajadores que están
bajo la modalidad de prestación de servicios (la mayoría contratados por el Estado),
que carecen de estabilidad, vacaciones, primas y derecho a organización, y a
quienes les toca pagar el 100 por ciento de la seguridad social. Este grupo, además,
va a tener un aumento en la retención en la fuente del 15 por ciento después de la
reforma tributaria.
Por último, se pueden agregar otras dos estadísticas que dan una idea del deterioro
del mundo laboral colombiano:

1. El 39 por ciento de los ocupados son subempleados.


2. El 20 por ciento de los jóvenes son población “nini” (ni estudia ni trabaja), según
un estudio reciente del Banco Mundial.
Si se mira el panorama social de América Latina que nos presenta la CEPAL se
encuentran más indicadores preocupantes. Por ejemplo, Colombia está en el nivel
más bajo en lo que respecta a las personas de la tercera edad que reciben pensión,
y en el nivel superior de hogares que carecen de sistemas de protección social.

Por todo esto se hace necesario un debate amplio sobre la calidad del empleo en
Colombia que vaya más allá de las cifras de informalidad y del monto del salario
mínimo.

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