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GP 29-03-16.

En este fragmento del primer capítulo de la serie En Terapia, la sesión terapéutica


comienza dándole, el psicólogo a la paciente, su espacio y tiempo para expresarse
emocionalmente, al estilo rogeriano. En el que se deja entrever la compresión
empática, una disposición y capacidad de percibir el marco interno de referencia del
cliente, tal como este lo percibe. Esta actitud empática, se expresa a través de la
facilitación, en la se promueve crear una corriente comunicativa de base no verbal, a
través de la cual se hace posible la libre expresión de la paciente.

Esta facilitación se manifiesta en el video, mediante una actitud acogedora y


respetuosa, como se puede apreciar cuando el terapeuta le acerca los clínex y le da
su tiempo para expresarse emocionalmente; un silencio atento, que se observa nada
más empezar el capítulo, cuando el psicólogo deja que ella llore sin interrumpirla y por
último, a través de la mímica de la comprensión, mostradas en expresiones faciales,
actitudes y posturas corporales que reflejan su interés por Laura.

A partir de aquí, empezara un ciclo conductual en el que la paciente emite una


conducta y acto seguido, es respondida y reforzada por el terapeuta, creando un flujo
interaccional, en el que se va construyendo la relación terapeuta-paciente y la
estructuración de la terapia.

A continuación, la paciente le dice que ya le dijo que se arrepentiría de haberle dicho


el terapeuta que viniera a llorar. Este le responde que no se arrepiente. La acción que
ha realizado Laura, es una proyección, en la que ha depositado en el terapeuta su
decepción por haber acudido a terapia, eludiendo así su responsabilidad y
pasándosela al psicólogo, que la rechaza diciéndole que él no se arrepiente. Sin
embargo, vuelve a contraatacar respondiéndole que no esperaría que fuera de esa
forma. Este formula una pregunta, que hubiese servido para sondear la expectativa
que ella misma tenía sobre la terapia, promoviendo la escucha interna gestáltica. Esta
es la capacidad del que escucha de mirarse hacia adentro, de tomar conciencia de sí y
atender a los procesos que se le despiertan y promoviendo el darse cuenta, que
consiste en el proceso, por el que la persona se hace consciente de todo aquello que
le acontece, como sensaciones , sentimientos, ideas, o todo lo que evita. Pero que
esquiva, evitando que el terapeuta dirija la terapia y aumentando así la cuota de poder
de la paciente.

En este momento de la terapia, comienza una serie de comentarios devaluativos, que


hace Laura de sí misma y de comportamientos que muestran debilidad. La
devaluación se trata de un mecanismo de defensa, en el que el individuo se enfrenta a
conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo atribuyendo cualidades
exageradamente negativas a sí mismo o a los demás, que distorsiona la imagen de
uno mismo para justificar un hecho. Algunos de estos comentarios son: no creo que
sea capaz de hablar hoy, no debería haber venido, lo siento, debí cancelar la visita, no
estaba segura de poder volver a casa sola, mi coche esta en casa ohh dios o al menos
eso creo… entre los comportamientos devaluativos encontramos cuando se va a caer
y el terapeuta la sostiene, abrazarse como si tuviera frio, tumbarse en el sofá...

También, esta actitud devaluadora de Laura, puede relacionarse con el l triángulo


dramático de Karpman proveniente de la psicoterapia denominada Análisis
Transaccional, en el que todos tenemos tendencia a identificarnos con uno de esos
papeles y disociar los otros. Si estamos identificados con la víctima, tenderemos a
provocar que los otros se comporten como verdugos o como salvadores, y tenderemos
a engancharnos con quien ejerza esos papeles sobre nosotros. Si nos identificamos
más con el salvador, nos engancharemos a víctimas a las que podamos rescatar o con
verdugos a los que queramos parar los pies. Y si es la identificación con el verdugo lo
que está activo en nosotros, iremos buscando víctimas sobre las que ejercer o
salvadores que luchen contra nosotros. Según esta perspectiva, es muy fácil identificar
el papel víctima que espera a un salvador en Laura y el de salvador con el del
terapeuta, que busca hacer sentir bien a la víctima.

Como se ha mencionado antes, esta dinámica puede hacer que la víctima quede
enganchada al salvador, o lo que es lo mismo que se dé una relación de dependía
entre paciente y psicólogo. Pienso que este tipo de dinámica, se puede empezar a ver
en la relación que se está forjando en la sesión, en la que cada vez es más asimétrica
y complementaria. Asimétrica porque cada vez la paciente tiene más cuenta de poder
sobre el terapeuta, llevando a que ella este dirigiendo el ritmo y la dirección de la
misma, siendo el psicólogo cada vez más salvador y la paciente cada vez más víctima.
Y complementariedad porque mutuamente se van alimentando sus interacciones,
reforzándose, que a su vez hace la relación más asimétrica, constituyendo un círculo
vicioso.

Más adelante en la terapia, puede llegar un momento en el que psicólogo, no sea


capaz de seguir correspondiendo a la paciente como salvador, haciendo que la
paciente sea más víctima, rompiendo la confianza que deposito en él y estallando en
una “rabieta” en la que ella le recrimine con cometarios del tipo: “ya te dije que te
hartarías de mi” o “eres como todos los demás”, produciéndose una especie de
profecía autocumplida, en las que sus primeras expectativas son cumplidas como
consecuencia de su propio comportamiento. Toda esta situación daría lugar a una
ruptura en el vínculo terapéutico muy difícil de reparar.

Frente a esto, yo apostaría por la responsabilidad de la paciente en el sentido


gestáltico, es decir, poniendo énfasis en la responsabilidad que tiene cada ser humano
de sí mismo, de lo que piensa, dice, hace, siente o evita. En definitiva, de su propia
vida y que asuma las consecuencia de sus actos. De esta manera, pueden ser
confrontados en terapia, hacerlos conscientes y producir cambios. Por supuesto, esto
debe hacerse con tacto y sin una actitud recriminativa, pues de lo contrario, la cliente
se puede sentir atacada y abandonar la terapia. Por ejemplo, en este caso, se podría
confrontar a la paciente porque ha salido de fiesta si sabía que al día siguiente tenia
cita con su terapeuta o porque en vez de quedarse en la intemperie, esperando a que
fuera la hora de la consulta, no cogió un taxi para ir a su casa.

En mi opinión, hay que tener en la terapia un término medio entre responsabilizar,


devolver y consentir. Así, el paciente tiene su espacio en el que puede ir a un ritmo,
que se ajuste a como se siente en ese momento y expresarse y, por otro lado,
devolver la responsabilidad del paciente de sus actos, para así poder afrontarlos y ser
tratados en terapia. De esta forma, se podría establecer una relación terapéutica más
o menos equitativa en poder y lo suficientemente sana como para ser capaz de ayudar
al paciente en su problemática.

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